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El derecho de obligaciones es la parte del derecho civil que tiene como objeto regular las
relaciones jurídicas privadas en la acepción más estricta del término; que sirven de base al
intercambio de bienes y servicios entre las personas. Toda obligación requiere la existencia de
un obligado que ocupa la posición jurídica pasiva y al mismo tiempo, de una persona u otro
organismo que pueda reclamarle el cumplimiento de una conducta. Por lo tanto, toda
obligación requiere la existencia de sujetos que ocupan posiciones contrapuestas.
El término se caracteriza por ser utilizado con diferente significado para describir las
diferentes situaciones en que una persona puede ser forzada por el OJ a desarrollar una
conducta determinada.
El derecho privado ha reservado el término obligación para aquellas situaciones de
subordinación en las que la conducta del obligado es susceptible de una valoración
patrimonial concreta, mientras que en el resto de casos se habla simplemente de deber
jurídico. Por tanto, la obligación puede definirse como un deber jurídico patrimonializado, o
susceptible de ser evaluado económicamente.
Vincula al menos a dos personas, ya que el derecho actúa como instrumento de resolución de
conflictos. Además, requiere estructuralmente la existencia contrapuesta de personas que
ocupan posiciones distintas en dicha relación que pueden ser tanto físicas como jurídicas.
Los elementos subjetivos de la obligación son
La doctrina y jurisprudencia españ olas se han esforzado durante el siglo XX en que, sin romper
nuestro propio sistema de fuentes, se reconozca, al menos, las promesas pú blicas de recompensa
como originadoras de obligaciones por evidentes razones de justicia material, protecció n del
trá fico y reforzamiento del principio de buena fe. Sin embargo, no significa que, con cará cter
general se admita en nuestro OJ que la voluntad unilateral sea generadora de obligaciones.
En el derecho español existe una ausencia de regulación, una admisión limitada, así como
una exclusión de la admisión generalizada.
Supuestos:
2. Los concursos con premio: Son aquellas promesas de premio o recompensa que van
unidas a la participació n de varias personas en la realizació n deualquierc actividad
lícitaEg.. Un premio en un concurso de cuentos. No es suficiente la simple promesa para
que nazca la obligació n, sino que hace falta que alguien compita para conseguir ser
considerado idó neo por el promitente o por el Jurado.
Con cará cter general suelen considerarse una clase de promesa pú blica de recompensa.
Sin embargo, en numerosas ocasiones, el concursante suele tener que aceptar las bases
de participació n, lo que supone que los participantes está n prestando su conformidad a
un juego, y por eso se asemeja má s un modelo contractual.
Los sujetos constituyen el elemento personal de la obligación y entre ellos se establece la RJ.
El Sujeto activo, también denominado acreedor, es el titular del derecho de crédito. El pasivo,
o deudor, es el titular correlativo del deber jurídico.
Se exigen mínimo dos personas, pero las obligaciones pueden estar tituladas por varios
deudores o acreedores. Se habla entonces de obligaciones con pluralidad de sujetos, en las
que existen dos sistemas posibles de ordenación:
1. Obligación mancomunada: Son aquellas en las que la deuda se divide en tantas partes
como deudores o acreedores haya. El CC establece que la prestación se divide en pates iguales,
en defecto de lo que diga la obligación.
Por otro lado, pueden ser activas en caso de pluralidad de acreedores; pasivas si hay varios
deudores o mixtas si confluyen ambos.
2. Obligación solidaria: Son aquellas en las cada acreedor puede exigir y cada deudor puede
cumplir íntegramente la prestación, de tal manera que la obligación se cumple y extingue por
la reclamación de un solo acreedor y el pago de un solo deudor. Existen diversos tipos de
obligaciones solidarias:
Por su origen puede ser legal o voluntaria y al igual que las mancomunadas, ser activas,
pasivas o mixtas. Los efectos varían en función de la clase de solidaridad de la que se trate:
El objeto de la obligación son por definición doctrinal cosas, servicios o conductas del deudor,
en definitiva, prestaciones. Deben darse tres requisitos que son condiciones de vida de la
obligación. Sin ellos la prestación no vale como objeto y la obligación no puede existir.
1. Licitud: Debe ser conforme con el OJ, la ley, las buenas costumbres, la moral y el orden
público. La ilicitud de la prestación genera la nulidad de la obligación.
2. Posibilidad: La prestación debe ser realizable. Cuando figura una cosa en la prestación se
exige que exista o pueda llegar a existir.
En los casos de imposibilidad de la prestación, el CC
establece que la obligación será ineficaz y nula por falta de la prestación. La imposibilidad
puede ser originaria si la cosa nunca llega a existir; sobrevenida si deja de existir una vez
constituida la obligación; física si se produce por causas naturales o jurídica por NJ.
A su vez, será total si afecta a toda la prestación y parcial si es solo a una parte de ella;
absoluta si es imposible en sí misma y relativa si es imposible debido al sujeto del deudor.
Por otro lado, hay que diferenciar según la importancia de la persona del deudor:
Los autores discrepan en muchos supuestos, debido a las similitudes existentes entre
las continuadas y las perió dicas. Por ejemplo, Los contratos desuministros de agua,
gas o electricidad. Para algunos la obligació n de la Compañ ía es perió dica pero sin que se
exija una periodicidad, porque la prestació n acaece en el momento elegido por el usuario y
en la cantidad por é l deseada. Sin embargo, par otros eso es una obligació n continuada,
puesto que el suministro se realiza de forma ininterrumpida, utilice o no tales bienes el
cliente, cuya obligació n de pago si es realmente perió dica.
Cuando las obligaciones son simples, la prestación prevista es única, es decir, que se concreta
en un solo objeto o comportamiento. Por el contrario, en las obligaciones complejas existe
una multiplicidad de objetos o de comportamientos y pueden estructurarse de dos formas
distintas: Previendo que el deudor ha de llevar a cabo toda y cada una de las prestaciones
objeto de la obligació n contemplando la multiplicidad de prestaciones de forma alternativa.
Las deudas pecuniarias son aquellas que consisten en la entrega de una cantidad de dinero,
también llamadas deudas de suma. Tienen gran importancia practica porque la mayoría de
las relaciones contractuales tienen por objeto obtener una suma de dinero y a partir de él se
determinan los supuestos de responsabilidad extracontractual y las indemnizaciones por
daños y perjuicios. La moneda es indiferente para la relación obligatoria, y es independiente
además que sea dinero fiduciario, como un cheque u otro instrumento mercantil que
incorpore valor, siempre y cuando proceda del curso legal.
Es un bien mueble porque se puede transportar sin perder su esencia, naturaleza, forma o
valor; fungible porque es sustituible e inagotable y productivo porque genera frutos civiles:
los intereses.
Por otro lado, nunca es objeto de extinción de una obligación por imposibilidad sobrevenida y
nunca perece.
En sentido amplio, el dinero puede ser contemplado desde diferentes puntos de vista, por ello
hay una diversidad de supuestos:
2. Obligación de especie monetaria: Entrega de una o varias monedas que, sin llegar a
tener una singularidad o identificabilidad propias en sí mismas consideradas, se
caracterizan por pertenece a una determinada especie o serie monetaria. Es una
obligació n gené rica delimitada.
Ej; El coleccionista que compra moneda de 100 pesetas con la efigie de Carlos V.
En las obligaciones de tracto sucesivo, o sea, de pago aplazado o fraccionado, hay diferencias
entre el valor nominal y el valor adquisitivo, debido al proceso inflacionario o la devaluación
de la moneda, por lo que se produce un resultado injusto.
El dinero es un bien productivo porque genera frutos civiles: los intereses, pero no lo hace de
manera automática, sino que surge como obligación accesoria o bien porque así se pacta o
bien porque el deudor incurre en mora. Ante este último caso, el CC establece que “la
indemnizació n de dañ os y perjuicios, no habiendo pacto en contrario, consistirá en el pago de los
intereses convenidos y a falta de convenio, en el interé s legal”.
Es decir, el contrato de préstamo no devenga interés si no se ha pactado por las partes como
retributivos. Estos se denominan intereses convencionales. La constitución en mora del
deudor conlleva la obligación de pagar intereses moratorios, ya sean los convenidos por las
partes o, en su defecto, el legal.
Dentro de los intereses convencionales, las partes pueden pactar un tipo de interés inferior o
superior en una franja cercana, generando disputas cuando los intereses pactados superan
notoriamente al legal. El CC no establece una barrera a partir de la que el tipo de interés
pactado pueda considerrse usura, de hecho, el Ccom dice que puede pactarse el interés de
préstamo sin limitación ni tasa de ninguna especie.
Por eso, el 23 de julio de 1908 se dicta la ley de Azcárate o Ley de represión de la usura, todavía
vigente, que no establece un tope, sino que recurre al criterio de considerar nulos los
contratos de préstamo, y por interpretación extensiva, todas las obligaciones, cuyo tipo de
interés sea notablemente superior al normal del dinero y manifiestamente desproporcionado
con las circunstancias del caso o cuando haya motivos para estimar que ha sido aceptado por
el prestatario a causa de su situación angustiosa, inexperiencia o limitación de sus facultades
mentales.
Aunque la Ley Azcárate permite adecuarse a las circunstancias socioeconómicas de cada
momento, la jurisprudencia del TS solamente considera usurarios los tipos superiores al 30 %
o 40 % anual, con independencia de que el tipo de interés se fije por días, meses o trimestres o
por un determinado tanto alzado.
El anatocismo: Es la figura por la que los intereses que se van devengando se capitalizan, o sea,
se consideran capital, y generan, a su vez, nuevos intereses. Hablar de anatocismo es hacer
referencia, por tanto, a la obligació n de pagar los intereses de unos intereses devengados,
vencidos e impagados cuando la ley o un convenio así lohan dispuesto expresamente.
Hay supuestos en los que la propia ley al establecer el interé s moratorio fija una tasa o tipo fijo
de interé s especial. Son los siguientes:
Toda obligació n presupone la existenciade dos o más personas: acreedor y deudor. Sin
embargo, para referirnos a los pagos se utilizan los términos solvens, quien realiza el pago y
accipiens, quien lo recibe.
El solvens suele coincidir con el deudor y el accipiens con el acreedor, pero es posible que en el
momento del pago intervengan, por iniciativa propia, personas extrañ as y que estos asuman el.
En cualquier caso, ha de producirse por iniciativa propia, porque si lo hacen como
representantes de una de las partes o por una especial relació n de subordinació n no se
consideran terceros.
En cuanto a la capacidad del solvens: En las obligaciones de dar no será vá lido el pago hecho por
quien no tenga la libre disposició n de la cosa debida y capacidad para enajenarla. Sin embargo, si
el pago consiste en una cantidad de dinero o cosa fungible, no habrá repetició n contra el
acreedor que la gaste o consuma de buena fe. La mayoría de la doctrina opina que tambié n se
debe exigir al menos una cierta capacidad natural en las bligacioneso de hacer y no hacer
En cuanto a la capacidad del accipiens: En principio solo las personas con capacidad para
administrar sus bienes pueden recibir el pago con plena eficacia. Sin embargo, el pago hecho a
una persona incapacitada será vá lido cuando seconvierta en su utilidad, es decir, que el
cumplimiento sea en su beneficio. La incapacidad del acreedor para recibir el pago es suplida
por su representación legal.
Cuando el solvens interviene con la aprobació n del deudor, se subroga, o sea, se coloca,
en la posició n del acreedor. Elsolvens será elnuevo titular del derecho de cré dito en la
obligació nque existía antes, en lasmismas condiciones y con las mismas garantías que
antes lo era el acreedor. Eodrá reclamar del deudor lo que hubiese pagado mediante
acción de reembolso y subrogarse en los derechos que el acreedor tenía mediante acción
subrogatoria a sensu contrario.
Cuando el deudor ignora o se ha opuesto, el solvens podrá reclamar al deudor aquello
en que le hubiera sido ú til el pago mediante accion de reembolso,pero no se subroga en
el lugar del antiguo acreedor. Aquella obligació n se extinguió y ahoranace una nueva
obligació n,aunque cabe la subrogación fundamentada en un acuerdo entre el acreedor y
el tercero o la presunción de subrogación.
Eg. Mikel le ha contado a su padre que debe a Ane 200 € y que han apalabrado que cada día de
retraso devengará un 5 por ciento de intereses, y está preocupado porque no sabe si va a poder
pagarle. Llegado el momento habla con Ane y consigue pagarle 50 € por lo que le debe 150 €
má s los correspondientes intereses hasta que se los abone. Pero, por su parte, aquel día el padre
de Mikel se acuerda de aquella conversació n que tuvo con su hijo decide hacerle un favor y
pagarle a Ane.
Si Mikel sabe que su padre está pagando por é l, hay efecto subrogatorio. Su padre se
subrogará en la posició n de Ane y ahora tendrá un derecho de cré dito frente a su hijo de
150 € má s el interé s del 5% por cada día de retraso.
Si Mikel no lo sabía o le ha pedido que no lo haga, no hay efecto subrogatori. Su padre
solo podrá reclamarle lo que a Mikel le haya sido ú til, sin intereses.
Si le pagó 150 € a Ane, le podrá raclamar los 150 € a su hijo
Si le pagó 200 € a Ane porque no sabía que su hijo ya le había adelantado 50,
só lo le podrá reclamar 150 € a su hijo.
1. Que el acreedor sea una persona incapacitada para administrar sus bienes, en cuyo
caso será el representante legal.
2. Que se ordene judicialmente al deudor la retención de la deuda o que el acreedor
solidario demande al deudor.
3. Que el acreedor faculte a otra persona a recibir el pago mediante acuerdo con el
deudor (adiectus solutionis causa); mandato con autorización para realizar el cobro o
ingreso en la cuenta correinte, incluido por la jurisprudencia.
4. Que exista la figura de acreedor aparente: Suele ocurrir que se cumple la obligación a
favor de una persona que aparentemente tiene legitimación para cobrar, aunque
realmente no la tenga. Eg. Pagar el café a quien está detrás de la barra, aunque no sea el
camarero.
El CC estipula que el pago hecho de buena fe al que estuviere en posesión del crédito,
libera al deudor, si no sabe que se trata de un acreedor aparente y si este actúa como
el verdadero acreedor. Es cierto que puede que el verdadero acreedor no llegue a
recibir la prestación y por lo tanto no ve satisfechos sus intereses, pero aun así el
deudor queda liberado de la obligación.
5. Que se haga el pago a un tercero: En principio, el pago a terceros no es un verdadero
cumplimiento y no liberal al deudor, pero se hace válido en cuanto se convierta en
utilidad del acreedor, es decir, si el acreedor llega a recibir la prestación, el deudor
queda liberado. Eg. debo 20 € en una tienda y aprovecho que mi hermano va allí y se los
doy a é l para que los entregue en mi nombre.
El momento temporal del cumplimiento : Es el momento a partir del cual el deudor puede
incurrir en mora, comenzando a generarse intereses y agravando la responsabilidad, o puede
también constituirse la mora del acreedor que rechace injustificadamente el comportamiento
idóneo ofrecido por el deudor. Al efecto, hay que distinguir entre:
1. Obligaciones puras: Son las que no se encuentran sometidas a condición o plazo. Han de
cumplirse en el momento pactado o en su defecto, desde el mismo instante de su
nacimiento. El CC dice que será exigible desde luego toda obligació n cuyo cumplimiento
no dependa de un suceso futuro o incierto, o de un suceso pasado que los interesados
ignoren. Por otro lado, en cuanto a las operaciones mercantiles, el CCom dice que, si
só loproducen acció nordinaria, será n exigibles a los10 días despué s deser contraídas, y,
si llevan aparejada ejecució n, el díainmediato. En las operaciones comerciales, el plazo
será de30 días a partir de la presentació n de la factura o recepció n de las mercancías.
2. Obligaciones sometidas a condición suspensiva o término inicial: En la prá ctica es
muy habitual someter la eficacia del contrato, o sea, el nacimiento de las obligaciones,
a condició n o a té rmino. De esta manera, la obligació n no será exigible ni se deberá cumplir
hasta que ocurra el suceso contemplado como condició n o llegue el día o se agote el plazo
señ alado como té rminoEg.. Cuando apruebes la carrera te regalo un coche.
4. Obligaciones sometidas a plazo a voluntad del deudor: Suele haber relaciones en las
que la ejecució n del deudor quede aplazada sin que se haya fijado el alcance o la
extensió n temporal. Esto ocurre en dos supuestos:
Que la duració n de plazo haya quedado a voluntad del deudor. Eg. Te presto la
moto durante tu estancia.
Que de la naturaleza y circunstancias de la obligació n pueda deducirse que el
plazo se ha concedido al deudor. Eg. Toma 300 €, ya me pagará s.
Son los Tribunales los que deben fijar el plazo, puesto que el cumplimiento de la
obligació n no puede quedar al arbitrio de ninguna de las partes.
Esto no es aplicable a las relaciones comerciales: No se reconocen té rminos de gracia,
cortesía u otros que, bajo cualquier denominació n, difieran o retrasen el cumplimiento de
las obligaciones mercantiles, sino los que la partes fijen en el contrato, o se apoyen en
una disposició n de derecho.
Determinar el lugar exacto en el que hay que cumplir la obligació n es tan importante que es
aconsejable que las partes lo prevean en el título constitutivo de la obligació n, pero para los
casos en que no lo hagan, la propia Ley ha establecido cuales será n los lugares de pago en
algunas obligaciones en concreto. El art. 1 171 CC establece que “el pago deberá ejecutarse en el
lugar que hubiese designado la obligació n. No habié ndose expresado y tratá ndose de entregar una
cosa determinada, deberá hacerse el pago donde é sta existía en el momento de constituirse la
obligació n. En cualquier otro caso, el lugar del pago será el del domicilio del deudor”.
1. La entrega de dar una cosa determinada deberá hacerse en el lugar donde esta existía en
el momento de constituirse la obligació n. En cualquier caso, este precepto tiene un
alcance muy limitado porque conoce muchas excepciones. Además, es inaplicable al caso
de responsabilidad extracontractual. Eg. Un automovilista madrileñ o que arrolla en
Valladolid a un disminuido físico y le destroza la silla de ruedas no puede pretender decirle
que ha encargado una silla idé ntica en una fá brica de Algorta, donde la tiene a su
disposició n.
2. Las restantes obligaciones deberá n cumplirse en el domicilio del deudor, con la intenció n
defavorecer que el deudor cumpla, basándose en el favor debitoris. Sin embargo, dicho
precepto no se aplica en el á mbito mercantil y tiene una escasa incidencia en lo civil, pues
normalmente el acreedor tendrá un especial interé s en que la obligació n se cumpla
precisamente en su á mbito cotidiano de actuació n.
Una doctrina jurisprudencial ha entendido que se menciona el domicilio solo para determinar
la població n en que se encuentre el lugar donde debehacerse el pago, cuando no se hubiera
designado en la convenció n ni se trate de entregar una cosa determinada, y es, por tanto, lo que
se señ ala, la ciudad, villa, aldea o cualquier otra població n en que tenga morada fija y
permanente el obligado al pago. Esto es criticable porque no se determina con exactitud el lugar
de pago, por eso debe interpretarse en su sentido té cnico.
Sucede a veces que entre el deudor y acreedor existen diversas relaciones obligatorias o una
sola que genera obligaciones periódicas como arrendamientos o compras a plazos. La
multiplicidad de deudas a cargo de un deudor puede dar lugar a equívocos en caso de que el
solvens en el momento de realizar el pago no indique cuál de estas deudas entiende por
cumplida y si el acreedor no ha entregado un recibo en el que se especifique en que concepto a
recibido el pago. La imputación del pago no es otra cosa que la designación o el señalamiento
de la deuda a la que se haya de aplicar la prestación verificada por el deudor.
Para que esta equivocidad se produzca es necesario que se den una serie de requisitos:
1. Que un deudor lo sea por varios conceptos o tenga varias deudas con un mismo
acreedor.
2. Que las deudas sean de una misma especie, homogéneas. Así pues, hay que matizar
que, las obligaciones de dar específicas están excluidas del ámbito de la imputación de
pagos. El problema de la posible equivocidad sólo cabe en las obligaciones genéricas y
pecuniarias. Las obligaciones de hacer difícilmente suelen ser coincidentes y no
provocan equivocidad.
3. Que las obligaciones se encuentren vencidas o sean exigibles. Este requisito no viene
exigido de forma expresa en el CC, pero es indiscutible para la doctrina y
jurisprudencia.
Ante la equivocidad en el pago, el CC en sus arts. 1 172, 1 173 y 1 174, establece una serie de
reglas para discernir cuál de las deudas ha de entenderse pagada, es decir, a cual de ellas se le
imputa el pago.
1. Imputación convencional: El CC parte de la imputación de pagos de una materia
reservada a la autonomía privada y por lo tanto, las partes de la relación obligatoria
pueden determinar a qué deuda debe entenderse referido el pago realizado.
a) Atribución de pago por el deudor: La primera de las reglas establecidas consiste
en atribuir al deudor la facultad de declarar, al tiempo de hacer el pago, a cuáles
deudas debe aplicarse. Tal facultad del deudor es manifestación del favor debitoris,
además de la circunstancia de que el deudor sabrá mejor que nadie cuál de las
posibles deudas entiende pagada.
La facultad de imputar el pago presupone el absoluto respeto de los requisitos del
cumplimiento de la obligación. La imputación convencional no significa alterar las
reglas generales: los principios de identidad, integridad e indivisibilidad del pago
continúan vigentes. Además, si la deuda produce interés, no podrá estimarse
hecho el pago por cuenta del capital mientras estos no estén cubiertos.
2. Imputación legal: Las reglas aplicables en los supuestos en que no haya imputación
por el deudor ni se remita recibo por el acreedor, o este no sea aceptado por el deudor
se encuentran recogidas en el art 1 174 CC.
a) Se entiende satisfecha en primer lugar la deuda que resulte más onerosa para el
deudor. Para determinar la onerosidad, se atiende al tipo de interés y a la
existencia de garantías relaes que sean realizables por vía ejecutiva o existencia de
cláusula penal
b) Si las deudas fueran de igual naturaleza y gravamen, se imputa a todas a
prorrata. Esto consiste en repartir proporcionalmente el pago realizado entre las
diversas deudas exigibles, generando una excepción al principio de indivisibilidad
del pago.
Dación en pago: Es una forma especial de cumplimiento en la que el deudor, con consentimiento
del acreedor, realiza una prestació n distinta a la originaria que aú n así extingue la obligació n
constituida. Por lo tanto, esuna excepció n al requisito de identidad.
El CC no lo regula de forma expresa, pero sílo recoge en algunos artículos y está ampliamente
avalado por jurisprudencia del TS por lo que es perfectamente lícita y posible y ademá s,muy
frecuente. La doctrina considera que se deben cumplir 2 requisitos:
Acuerdo entre las partes para sustituir la prestació n inicialmente establecida por otra
distinta, sin que ello suponga el nacimiento de una nueva relació n obligatoria.
Transmisió n o entrega simultánea del objeto de la nueva prestació n, porque si el
deudor lo ú nico que hace es comprometerse a ella,sería una novació n.
En la prá ctica, la nueva prestació n suele consistir en dar o entregar algunacosa, pero
tambié n puede ser hacer o no hacer algo.
En el supuesto de entrega de una cosa, serán de aplicación las reglas sobre saneamiento por
evicción. La jurisprudencia propugna la aplicación de reglas dispositivas referidas al contrato
de compraventa, cuando resultan acordes con el designio propio de la dación en pago:
Extinguir una relación obligatoria preexistente y no dar vida a un nuevo contrato.
La doctrina y jurisprudencia subrayan el carácter extintivo (causa solvendi) del acuerdo de
dación que, si bien tiene naturaleza negocial, no llega a alcanzar la calificación de contrato
propiamente dicho.
Cesión de bienes para pagos: En la cesión de bienes el deudor se limita a transferir al acreedor
la posesió n y administración de sus bienes para que los liquiden y apliquen el precio obtenido
al pago de sus cré ditos. No transfieren la propiedad, por lo tanto, no supone la extinció n de la
obligació n originaria automá ticamente, sino que lo facilita dejando en manos del acreedor el
cobro de sus propios cré ditos.
Si el dinero obtenido supera el montante del cré dito, el acreedor cobra y restituye el restante al
deudor cedente. Si el dinero obtenido no llega a cubrir el importe del cré dito, el deudor sigue
sié ndolo de la cantidad restante.
Cabe que el deudor acuerde con un solo acreedor o con varios el llevar a cabo la cesión. En tal
caso, si existen más acreedores, la cesión no puede ser realizada en fraude de los mismos.
Ej., alterando las preferencias de cobro.
Por otro lado, mientras que la dació n transmite la titularidad del bien entregado al acreedor, la
cesió n no: só lo atribuye la posesió n de los bienes con un poder de cará cter personal que
permite al acreedor efectuar la venta para cobrarse su importe.
La mora del acreedor es el supuesto en el que, pese a la disponibilidad del deudor, por
circunstancias atinentes al acreedor, el cumplimiento de la obligación no puede llevarse a cabo,
lo que origina el retraso o demora en el cumplimiento.
Puede ser a causa de circunstancias independientes de la voluntad del acreedor o a su voluntad
deliberada de atrasar el pago. Para incurrir en mora del acreedor no es necesario conducta ni
actuación culposa por su parte, ni tampoco requiere que sea interpelado por el deudor, basta con
el ofrecimiento de pago. El CC no lo regula de forma sistemática pero hay artículos que dan por
presupuesto el concepto y la doctrina y jurisprudencia se pronuncian en favor de su autonomía
conceptual.
Esta interpretación tiene como consecuencias fundamentales:
La mora del acreedor no requiere conducta culposa, y cabe una conducta negativa sin
razón, es más, en casos de consignación directa, el CC elimina el requisito del
ofrecimiento de pago como trámite previo a consignación.
La mora del acreedor no requiere que éste sea interpelado por el deudor, sino que basta
con el ofrecimiento del pago.
Para superar este tipo de situaciones y dar al deudor una salida que le permita liquidar la
obligación, el Código ha previsto el mecanismo de la consignación, regulado en los artículos
1 176 a 1 181 CC.
Antes de proceder a la consignación, el deudor debe haber ofrecido el pago al acreedor y este
haberse negado sin motivo a aceptarlo. El ofrecimiento de pago es necesario acreditarlo ante un
juez o notario, o en su caso, mediante burofax, y no resulta operativo hacerlo en modo que no
pueda probarse. Por lo tanto, conviene preconstituir la prueba. Ej.. transferencia bancaria a la
cuenta del acreedor, que este rechaza, o asistencia de notario en la vista del acreedor.
La mora del acreedor, lo convierte en un acreedor moroso, al que la Ley tratará con disfavor,
dada su conducta entorpecedora del devenir normal de la relación obligatoria. Entre otras
consecuencias, la constitución de la mora del acreedor traerá consigo:
1. Que el retraso en el cumplimiento no hará nacer la mora del deudor, y en caso de existir,
la hace desaparecer.
2. Que, en caso de obligaciones pecuniarias, cesará la generación de intereses.
3. Que en general, la imposibilidad sobrevenida de la prestación sin culpa del deudor
operará en perjuicio para el acreedor, quien pese a no recibir la prestación, habrá de
cumplir con las obligaciones que tuviera para con el deudor. Jurisprudencia del TS
destaca que uno de los efectos principales de la mora del acreedor es la atribución al
mismo del riesgo de pérdida fortuita de la cosa.
4. Que el acreedor constituido en mora deberá abonar todos los gastos derivados de la
conservación y custodia de la cosa debida.
La regla general del previo ofrecimiento de pago decae en aquellos casos que el deudor no puede
llegar ni siquiera a dirigirse al acreedor ofreciéndole la prestación debida.
La consignación debe reunir los siguientes requisitos para producir los efectos que le son
propios:
1. Debe ser anunciada previamente a las personas interesadas en el cumplimiento de la
obligación, aunque no será exigible en los supuestos de consignación directa.
2. Debe ajustarse estrictamente a las disposiciones que regulan el pago, es decir, ha de
respetar los principios de identidad, integridad e indivisibilidad del pago.
3. Una vez admitida judicialmente, deberá notificarse también a los interesados.
Estos requisitos formales tienen una gran importancia en la práctica y además, encuentran
fundamento en el debido equilibrio entre los intereses de deudor y del acreedor.
La declaración judicial de idoneidad de la consignación conlleva a la liberación del deudor (art.
1177 CC), quien puede instar al juez que le libre carta de pago en nombre del acreedor. Además,
ha de tenerse en cuenta que, siendo idónea o procedente la consignación, todos los gastos
generados por la misma serán a cuenta del acreedor.
UNIR EPÍGRAFE DE: PRUEBA Y JUSTIFICACIÓN DEL PAGO.
TEMA 5: EL INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES.
El art. 1 105 CC indica que “fuera de los casos expresamente mencionados en la ley, y de los en
que así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no hubieran podido
preverse o que, previstos, fueran inevitables”. En los demás casos, el deudor será responsable
de la falta de cumplimiento, y en particular, cuando haya incurrido en dolo, culpa o mora.
El caso fortuito y la fuerza mayor son expresiones heredadas del derecho romano, que en la
actualidad pueden considerarse sinónimas y describirse sencillamente como los hechos o
circunstancias que, siendo absolutamente extraños a su voluntad, hacen que el deudor,
aunque no pueda llevar a cabo el cumplimiento de la obligación, quede exonerado del
incumplimiento. Sin embargo, presentan ciertas diferencias que más adelante veremos.
Los requisitos para que se den son:
1. Inimputabilidad: Son hechos independientes de la voluntad del deudor, y por lo
tanto, no imputables a él.
2. Imprevisibilidad e inevitabilidad: Basta con uno, no tienen carácter absoluto, sino
relativo.
3. Imposibilidad: El CC la determina cuando la cosa que hay que entregar se pierde o
destruye sin culpa del deudor y antes de incurrir en mora y en las obligaciones de
hacer cuando la prestación resulte legal o físicamente imposible.
4. Vínculo de causalidad: Entre el acontecimiento y la imposibilidad de cumplimiento,
sin que intervenga la actividad dolosa o culposa del deudor.
En cuanto a la distinción entre caso fortuito y fuerza mayor, el derecho moderno no establece
ninguna que genere o no tienen interés, ya que ambas producen el mismo efecto, liberar de
responsabilidad al deudor. Sin embargo, hay dos teorías que explican sus diferencias.
Una primera teoría subjetiva plantea que el caso fortuito es un suceso imprevisible que no
pudo preverse, pero que previsto podría haber sido evitado; mientras que la fuerza mayor es
un acontecimiento que, aun previéndolo, habría sido inevitable.
La teoría objetiva coincide en que el caso fortuito tiene lugar en el interior de la empresa o
círculo del deudor afectado por la obligación y la fuerza mayor se origina fuera de ellos.
En el derecho español, no hay un criterio seguro. El CC identifica ambas figuras pero aúna su
tratamiento y consecuencias y se habla de ellos tanto por separado como conjuntamente.
La opinión dominante rechaza la distinción, salvo en determinados casos: los tipos
cualificados y los supuestos derivados de su regulación específica, como la responsabilidad
civil por accidentes de circulación, la del empresario por accidentes de trabajo, o la de la AP
por el funcionamiento anormal de los servicios públicos.
En lo que respecta a los efectos, la concurrencia de caso fortuito libera al deudor del
cumplimiento de la obligación y también de la responsabilidad por daños y perjuicios que
sufra el acreedor salvo los siguientes casos:
No está contemplado en el CC, pero las ventajas ocasionales derivadas del caso fortuito
corresponden al acreedor, por ejemplo, la indemnización del seguro.
Corresponde al deudor la prueba de que se han producido circunstancias objetivamente
insuperables a su capacidad de acción. El CC establece, y aplica por interpretación extensiva a
todas las obligaciones, que siempre que la cosa se hubiese perdido en poder del deudor, se
presumirá que la pérdida ocurrió por su culpa y no por caso fortuito, salvo prueba en
contrario.
5.3. La responsabilidad del deudor por incumplimiento: Dolo y culpa.
Según el CC, el deudor puede incumplir por dolo, negligencia, morosidad o por contravenir de
cualquier modo el tenor de la obligación, que serían los supuestos de cumplimiento impropio,
defectuoso o inexacto.
El art. 1 104 CC define la culpa o negligencia como la omisión de aquella diligencia que exija la
naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del
lugar. Propugna un sistema de culpa en concreto: la fijación del grado de diligencia depende
de la naturaleza y circunstancias concretas de la relación obligatoria de que se trate, y no de
tipos teóricos de culpa.
Sin embargo, el párrafo 2 art. 1 104 CC acoge el criterio básico del sistema de culpa en
abstracto, procedente del Derecho romano, al señalar que cuando la obligación no exprese la
diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento, se exigirá la que correspondería a un buen
padre de familia.
Ambos criterios se consideran incompatibles, por lo que la doctrina se divide en considerar
cuál es preeminente: Para algunos, el criterio del buen padre de familia debe prevalecer, por
razones históricas y porque es menos gravoso para el deudor. Para otros, en cambio, el
carácter subsidiario o supletorio de la diligencia de un buen padre de familia es indiscutible,
debiendo primar el sistema de culpa en concreto.
Por otro lado, el dolo, aunque no está definido por el CC, ofrece las siguientes claves:
1. Frente a la posible y eventual involuntariedad de la conducta culposa, el dolo en el
cumplimiento consiste en una actuación consciente y deliberada del deudor que,
malévolamente, se resiste a cumplir cuando debe. La clave de la actuación dolosa es la
mala fe.
2. A diferencia del dolo penal, no es necesario que el deudor tenga intención de dañar
o causar mayores perjuicios al acreedor sino que basta con que a sabiendas infrinja el
deber de cumplimiento que pesa sobre él.
3. El alcance de la responsabilidad por dolo es mayor que en la culpa, el deudor doloso
responde de todos los daños que se deriven de su falta de cumplimiento.
4. La actuación dolosa del deudor en el momento de cumplimiento de las obligaciones es
considerada por el OJ de mayor gravedad que la culposa. Por ello el CC prohíbe:
Que los tribunales puedan moderar o mitigar la responsabilidad dimanante de
dolo, mientras que les encomienda dicha moderación en caso de conducta culposa.
Que el acreedor renuncie anticipadamente a exigir la responsabilidad
derivada del dolo. Esta regla tiene un claro carácter imperativo, excluyendo que la
autonomía privada pueda contradecirla mediante el establecimiento de cláusulas
o estipulaciones de exoneración de la responsabilidad dimanante del dolo. Esto es
porque ya que los derechos subjetivos deben ejercitarse conforme a las exigencias
de la buena fe, no puede legitimarse de forma alguna la impunidad de las
conductas atentatorias contra ella.
5.4. La mora del deudor.
Para que el retraso se convierta en mora es necesario que el acreedor exija al deudor, judicial
o extrajudicialmente, el cumplimiento de la obligación. Pese a que la obligación sea exigible y
esté vencida, el acreedor ha de llevar a cabo la intimación o interpelación al deudor para
constituirlo en mora.
La carga de la prueba de la intimación recae sobre el acreedor, pero no se exige una forma
determinada: En los casos de interpelación extrajudicial deberá preconstituirse o prepararse
la prueba por requerimiento notarial, carta con acuse de recibo, burofax, telegrama u otros.
Sin embargo, la regla general de que la generación de la mora requiere la previa interpelación
al deudor no es absoluta. La doctrina considera oportuno hablar de mora automática, para
los casos en los que inmediatamente el mero retraso temporal en el cumplimiento supone la
constitución en mora del deudor. Son los siguientes.
El modo normal de cesar los efectos de la mora es la llamada purgatio morae, o purga de la
mora, que consiste en el cumplimiento tardío de la obligación con la indemnización de los
daños y perjuicios. Pero puede cesar también por la extinción de la obligación o por la pérdida
del derecho a reclamar la indemnización de la mora por:
Causas genéricas comunes a todos los derechos: como la renuncia del acreedor.
Causas específicas de la mora:
La compensación cuando el acreedor incurre a su
vez en la mora y la moratoria, que es la concesión al deudor por ley de un plazo de
suerte que, mientras dure, no se considera vencida la obligación.
5.5. Los efectos del incumplimiento.
La reacción del acreedor frente al incumplimiento del deudor depende en gran medida de la
naturaleza y características propias de la relación obligatoria de que se trate, y de la
posibilidad de reclamar el cumplimiento de la obligación en forma satisfactoria para él.
Puede que al acreedor le compense resolver el contrato, o conseguir una indemnización, o
conseguir una rebaja.
Para que dicha pretensión prospere, al acreedor le basta con probar el hecho objetivo del
incumplimiento. Su contenido varía según la naturaleza de la prestación:
1. Obligaciones de dar:
Obligación de dar una cosa determinada: El acreedor puede compeler al
deudor a que realice la entrega. Si la cosa no se encuentra en el patrimonio del
deudor, se hace impracticable la reparación in natura y habrá que pasar a la
reparación pecuniaria.
Obligación de dar cosa indeterminada o genérica: El acreedor puede pedir,
si la cosa se encuentra en el patrimonio del deudor, que se le entregue. Si no
fuera así, puede pedir que se cumpla la obligación a expensas del deudor, lo
que significa que se adquiera la cosa a costa del deudor, ordenando al mismo
tiempo el embargo de bienes suficiente para pagar la adquisición.
2. Obligaciones de hacer:
Si se trata de hechos no personalísimos se mandará ejecutar a su costa, o sea,
por otras personas a expensas del deudor. Lo mismo sucede si la hiciere
defectuosamente y podrá decretarse que se deshaga lo mal hecho.
Si se trata de hechos personalísimos, según la LEC, el acreedor puede optar
entre que se apremie al deudor con una multa por cada mes que transcurra sin
llevarla a cabo o solicitar el pago del equivalente pecuniario.
Cuando el hacer consista en la emisión de una declaración de voluntad, la
LEC. señala que si estuvieren predeterminados los elementos esenciales del
negocio, el tribunal puede resolver tenerlas por emitidas, siguiendo así la
doctrina jurisprudencial que se pronunciaba en este sentido anteriormente.
3. Obligaciones de no hacer: Cuando el deudor ejecutase lo que le había sido prohibido,
el acreedor puede pedir que se deshaga lo mal hecho a expensas del deudor.
Consiste en la suma de dinero que el acreedor puede exigir al deudor incumplidor para
resarcirle de los daños y perjuicios causados por cualquier tipo de incumplimiento. Pese a que
el CC no lo indica de forma expresa, la indemnización por daños y perjuicios es siempre de
carácter pecuniario.
Art. 1 101 CC: Quedan sometidos a la indemnización de daños y perjuicios causados los que en el
cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosidad, y los que de
cualquier modo contravinieren el tenor de aquellas. De conformidad con esto, cualquier
contravención de la obligación, cualquier falta a la exactitud de la prestación, puede generar o
causar daños y perjuicios al acreedor.
La indemnización de daños y perjuicios puede aparecer en forma accesoria y complementaria:
1. En caso de ejecución forzosa en forma específica, ya que la reclamación del
cumplimiento no excluye la indemnización.
2. En el caso de ejecución genérica o incumplimiento por equivalente pecuniario, ya que
tampoco excluye el resarcimiento por daños y perjuicios causados por la falta de
cumplimiento in natura establecido en el título constitutivo de la obligación.
3. En el caso de resolución del contrato.
Son aquellas en que hay pluralidad de vínculos, pues las partes se obligan recíprocamente una
respecto a otra. De este modo, cada una de las partes resulta mutuamente acreedora y
deudora de la otra. En cualquier caso, pueden existir entre dos personas obligaciones
separadas y distintas nacidas de diversos títulos sin que exista bilateralidad. Para que exista
bilateralidad es necesario que se den dos requisitos:
Las causas de extición de las obligaciones son aquellos hechos que producen como efecto
jurídico el fin del vínculo obligatorio. La teoría de la extinción de las obligaciones tiene gran
importancia porque es la principal diferencia con los derechos reales, que por lo general
tienen una duración ilimitada. Los derechos de crédito son de naturaleza transitoria, ya que
solo persiguen satisfacer el interés del acreedor.
Las causas generales aplicables a todo tipo de relaciones obligatorias son la recogidas en el
art. 1 156 CC: El pago o cumplimiento, la pérdida de la cosa debida, la compensación de la
deuda, la confusión de los derechos de los sujetos , la condonación y la novación.
Como causas particulares aplicables solo a ciertas relaciones obligatorias encontramos la
muerte en las obligaciones personalísimas y el acaecimiento del evento previsto por las
partes como condición resolutoria.
Otras causas de extinción son el mutuo disenso, el desentimiento unilateral, la resolución
por incumplimiento y el cumplimiento de la condición resolutoria o termino final.
La expresión pérdida de la cosa debida puede sugerir que la imposibilidad de llevar a cabo la
prestación se refiere exclusivamente a las obligaciones de dar, cuando el CC también hace
referencia a esto en las obligaciones de hacer cuando la prestación resulta legal o físicamente
imposible. Para evitar esta confusión, la doctrina y la jurisprudencia convienven referirse a
ella como imposibilidad sobrevenida de la prestación.
Condonar equivale a perdonar una deuda o renunciar a exigirla. Puede ser a mortis causa,
cuando el testador otorga el llamado legado de perdón liberando de la obligación al deudor,
o inter vivos, cuando ya se habla de condonación o remisión propiamente dicha.
En general, la unilateralidad de la condonación es aparentemente indiscutible: el acreedor
puede exigir el cumplimiento de la obligación al deudor o liberarlo del cumplimiento de la
obligación. No obstante, en algunos casos, la resistencia del deudor a aceptar la condonación
de la deuda trae consigo que no baste la voluntad del acreedor para dar por extinguida la
obligación. Por tanto la condonación se caracteriza por su bilateralidad, pese a que no sea
evidente, la voluntad remisiva del acreedor ha de verse acompañada por la aceptación o, al
menos, la falta de oposición del deudor.
En cuanto al régimen jurídico, la condonación se configura como un acto a título gratuito, sin
contraprestación alguna por parte del deudor. El CC estipula que toda condonación está
sometida a los preceptos que rigen las donaciones inoficiosas, que establecen que nadie podrá
condonar más de lo que pueda dar por testamento, siendo, por tanto, inoficiosa la
condonación en todo lo que exceda de esta medida.
En consecuencia, los límites de la condonación los establecen derechos de los legitimarios. El
acreedor puede condonar solamente los derechos que sean renunciables sin contrariar el
orden público ni perjudicar a terceros.
La condonación puede ser expresa, rigiéndose por las formas de la donación de los art. 632 y
633 CC; tácita, mediante cualquier actuación o hecho concluyente del acreedor, o presunta,
en los supuestos:
El contemplado en el art. 1 188.1 CC, reforzado por la presunción iuris tantum: entrega
del documento justificativo del crédito
La obligación accesoria de prenda, cuando la cosa pignorada, después de entregada al
acreedor se halle en poder del deudor.
Según alcance de la condonación, puede ser total o parcial. En el caso de condonación parcial,
la relación obligatoria seguirá subsistiendo con el alcance, extensión y contenido que se
deriven de ella. En caso que la relación obligatoria contenga obligaciones principales y
accesorias, lo accesorio sigue a lo principal: la condonación de la principal extingue las
accesorias, mientras que la condonación de estas deja subsistente la primera.
6.4. La confusión.
Consiste en la coincidencia de sujeto activo y sujeto pasivo de una relación obligatoria en una
misma persona. Puede ser inter vivos: Eg. Cuando una empresa compra otra de la que era
acreedora, o morits causa: Eg. Cuando un individuo es heredero de su deudor.
En cuanto al régimen jurídico básico, hay ciertos datos fundamentales que tener en cuenta:
1. Aún siendo una misma persona acreedor y deudor, no se dará confusión en caso de
patrimonios separados por disposición legal.
2. En caso de existir obligaciones accesorias, la extinción de la obligación principal por
confusión conlleva la extinción de estas y no al revés.
3. En el supuesto de existir pluralidad de sujetos acreedores y deudores y producirse la
confusión parcial, deberán aplicarse las reglas propias de las obligaciones
mancomunadas y solidarias
6.5. La compensación.
Opera respecto de cualquier tipo de obligaciones, con la excepción de las deudas que
provengan de depósito y las de alimentos a título gratuito. Tiene carácter automatico: produce
la extinción aunque lo desconozcan las partes.
6.6. La novación.
Para que se dé, el animus variandi no puede dejar lugar a dudas, la voluntad debe ser común a
ambos sujetos de la obligación y la obligación primitiva debe ser válida. El efecto fundamental
es la extinción de la obligación primitiva y nacimiento de una nueva obligación.
En líneas generales, la obligación accesoria se extingue junto a la principal. Con respecto a
terceros, la accesoria subsistirá si beneficia a un tercero y se extinguirá si le perjudica.
TEMA 7: LA MODIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES.
La transmisión de deuda o sustitución del deudor es admitida por los derechos actuales con
mayores recelos que la transmisión de crédito, ya que el interés del hacedor podría verse
truncado con facilidad si el cambio del deudor se pudiera realizar sin el consentimiento de
este. Por el contrario, la transmisión de crédito, como regla general, puede llevarse a cabo sin
necesidad de contar con el consentimiento del deudor, en cualquiera de sus formas: cesión del
crédito, subrogación en el crédito.
La cesión de crédito es una peración por la que se trasmite el Derecho de crédito de una
persona a otra en el derecho privado y tiene una extraordinaria importancia práctica. La
transmisibilidad de los derechos del crédito constituye un principio fundamental del derecho
patrimonial :y está recogido en el art. 1 112 CC: Todos los derechos adquiridos en virtud de una
obligación son transmisibles con sujeción a las leyes, si no se hubiese pactado lo contrario.
La cesión del crédito es una facultad del acreedor que puede ejercitar por sí mimo y por
propia iniciativa, con independencia de la voluntad del deudor, que puede saber y consentir,
saber y rechazar o ignorar. El nuevo acreedor sustituye al primitivo y la obligación sigue
siendo la misma.
Nuestro CC contempla la cesión de créditos como un capítulo más del contrato de
compraventa, pero pueden encontrar su causa también en actos de liberalidad típicos o con
finalidad solutoria. Eg. Pago de una obligación preexistente: dación en pago o pago por cesión
de bienes.
Como regla general rige el principio de transmisibilidad con sujeción a las leyes, si no se
hubiera pactado lo contrario de los derechos de crédito, pero quiebra en algunos supuestos
que conviene tener presentes:
1. Como el art. 1 112 CC tiene carácter dispositivo, puede ser derogada por las partes y
declararse intransmisibilidad en el título constitutivo de la obligación.
2. De forma general y por principio, son intransmisibles los derechos personalísimos
derivados de una relación obligatoria cualquiera.
3. De forma particular no pueden cederse créditos a ciertas categorías de personas que
tengan una especial relación con el cedente o ciertas funciones públicas en relación
con el crédito que se trate, como el derecho de alimentos, que la ley prohíbe su cesión
total o parcial.
La sustitución del acreedor originario, llamado cedente, por el nuevo acreedor o cesionario y
la permanencia del mismo deudor cedido plantea una serie de cuestiones que conviene
diseccionar:
1. Relación entre cedente y cesionario (nuevo acreedor y nuevo deudor): Salvo en
excepciones de intransmisibilidad, el acreedor puede libremente disponer de su
derecho a favor del cesionario. Por tanto, la validez de la cesión depende únicamente
de que cedente y cesionario lleven a cabo un negocio cualquiera. El contrato o negocio
de cesión puede realizarse eficazmente conforme al principio de libertad contractual,
aunque hay que precisar excepciones:
Los que requieren especiales requisitos de forma: títulos, valores.
Los que requieren escritura pública: Hipotecarios.
Los que requieren la inscripción en Registro de la propiedad.
2. Relación entre deudor y cesionario: No es necesario el consentimiento del deudor
para que la cesión tenga lugar. El deudor no estará vinculado al nuevo acreedor hasta
que no llegue a tener conocimiento de la cesión. Si cumple antes de tener
conocimiento, queda liberado. El deudor puede enfrentarse a la cesión en muy
diferentes situaciónes
a) Cuando no la haya conocido: Puede oponer al cesionario la compensación de los
créditos que tuviera frente al cedente con anterioridad e incluso de los posteriores
hasta que hubiese tenido consentimiento.
b) Cuando la haya conocido pero se haya opuesto a ella: Puede oponer al cesionario
la compensación de los créditos que tuviera con anterioridad a la cesión, pero no
los posteriores.
c) Cuando la haya consentido: No puede oponer al cesionario compensación alguna
frente al cesionario.
En cuanto a los efectos, dado que la cesión de crédito es generalmente una novación
modificativa de la obligación preexistente, subsiste conforme a su estado anterior: el
cesionario en la misma posición en que se encontraba el cedente, con las mismas garantías y
derechos accesorios inherentes al crédito ordinario. El CC no se refiere a para nada al valor
nominal del crédito, pero conviene subrayar que el cesionario puede reclamar al deudor el
importe íntegro del crédito aunque lo haya adquirido a título oneroso por precio menor.
7.3. La subrogación del crédito y el pago on subrogación.
Tiene como efecto el mantenimiento del crédito tal y como se encontraba en el patrimonio del
acreedor. Los derechos o facultades de carácter accesorio siguen la suerte del crédito, que se
trasmite por el mismo importe nominal que originalmente tuviera
Significa la sustitución del deudor primitivo por un nuevo deudor sin que suponga la extinción
de la obligación, solo su modificación.
En este caso el consentimiento del acreedor es de gran importancia, puesto que para él no es
diferente la persona de deudor. A diferencia de lo que ocurre en la cesión de créditos, las
obligaciones accesorias se extinguen, salvo que afecten a terceros que no hubieran prestado
su consentimiento.
EL CC no regula expresa y sistemáticamente la trasmisión de deuda. Como consecuencia del
contrato de asunción de la deuda puede resultar:
Expromisión: Consiste en un pacto entre el acreedor y un tercero, nuevo deudor, que
se sitúa como sujeto pasivo de la relación obligatoria, liberando de la obligación al
primitivo deudor.
Delegación: Consiste en un acuerdo entre el deudor primitivo y el nuevo deudor, que
se coloca en posición de sujeto pasivo de la obligación, liberando de la obligación al
deudor originario. Requiere también del consentimiento del acreedor, solo que este
puede prestarse a posterior, de forma tácita o expresa.
7.5. La cesión del contrato.
Además del crédito puede ser objeto de trasmisión la posición contractual que una persona
ocupe en un determinado contrato. Es frecuente en la práctica comercial y no está regulado en
el CC, pero es admisible según la jurisprudencia.
Debe tratarse de contratos bilaterales, cuyas prestaciones no hayan sido totalmente
ejecutadas y es determinante que la otra persona acceda a la cesión para que esta sea eficaz.
Conlleva la liberación del cedente, que ya no está obligado respecto de contratante cedido. En
la práctica es frecuente que en forma subsidiaria, el cedente quede obligado a responder
durante cierto tiempo en caso de que el cesionario incumpla las obligaciones.
TEMA 8: LAS GARANTÍAS Y PROTECCIÓN DEL CRÉDITO.
El deudor de cualquier obligación responde con todos sus bienes, presentes y futuros, en caso
de que no la cumpla voluntariamente, otorgando al acreedor la posibilidad de agredir el
patrimonio del deudor para conseguir el cumplimiento forzoso de obligación, in natura o por
equivalente, y además la indemnización por los daños y perjuicios sufridos.
Las garantías son procedimientos y mecanismos establecidos por la ley o por convenio a los
que puede acudir el acreedor para asegurarse la satisfacción del derecho de crédito.
Los modos generales de garantía, dirigidos a la protección y defensa de los créditos son la
responsabilidad patrimonial universal, por la que el deudor responde con sus bienes
presentes y futuros, y la ejecución forzosa.
Los modos específicos de garantía, dirigidos al aseguramiento del derecho de crédito son:
1. Garantías personales: Se exige al deudor que otras personas asuman la deuda
subsidiariamente , añadiendo a su patrimonio el de un tercero:
Fianza: una persona se obliga al cumplimiento de una obligación de otra
persona en
caso de que ésta no la satisfaga ( se coloca en posición del deudor)
Aval: Una fianza de carácter solidario que se recoge en las letras de cambio y
se
presentan cuando el cobro es disentido.
2. Derechos reales de garantía ( dirigidos al aseguramiento del derecho de crédito):
Prenda: se entrega la posesión de una cosa para garantizar el cumplimiento de la
obligación. Debe solicitar al juez que se venda ese bien para satisfacer la deuda.
Hipoteca: Entrega de un bien inmueble al acreedor como garantía de satisfacción de
la deuda. No hay desplazamiento posesorio y es necesario un escritura pública.
Estos casos son los más claros por otorgarlo expresa y directamente la ley, pero son los únicos
posibles ya que, el CC remite a las normas de otras instituciones en cuyo régimen jurídico el
derecho de retención es un componente más. Cuestión diferente es proponer la aplicación
analógica de la materia, pues dada la inexistencia de una regulación general del derecho de
retención, excluye tanto la analogía legis cuanto la analogía iuris.
Por otro lado, pese a su origen legal, no está excluido del ámbito de la autonomía privada, por
lo que puede ser establecido por voluntad de los particulares como una cláusula concreta del
contrato.
Tiene como efectos dilatar la entrega, restitución o devolución de una cosa mientras quien
tiene el derecho a reclamarla no cumpla con la obligación que le atañe con respecto al
acreedor.
Se discute si tiene eficacia erga omnes o solo frente al acreedor. En los supuestos de origen
convencional no hay eficacia erga omnes. En los supuestos de origen legal hay que atender a la
regulación específica del supuesto y a la naturaleza mobiliaria o inmobiliaria. En general, se
niega la eficacia erga omnes.
Se utiliza el nombre de cláusula penal para designar lo que técnicamente se denomina pena
convencional o multa convencional, por estar incluida una cláusula de los contratos. Se puede
definir la pena convencional como aquella prestación que el deudor en el contrato se
compromete a satisfacer al acreedor para el caso de incumplimiento o de cumplimiento
defectuoso o retrasado de la obligación principal.
Constituye, por tanto, una garantía o medio de presión del cumplimiento de la obligación
principal mediante la imposición al deudor de una sanción, con lo que se refuerza el vínculo
obligacional y estimula el cumplimiento normal del contrato. Además, facilita la exigibilidad
del crédito al hacer innecesaria la prueba de la existencia de los daños y perjuicios y su
cuantía.
La prestación, pena o sanción consiste casi siempre en la entrega de una suma de dinero.
Puede consistir en el pago de una cantidad de una sola vez o varias en repetidas veces o que se
quede el acreedor con la parte del precio ya recibida del deudor o solo con una parte de el. No
hay otra limitación que la establecida en general por el ordenamiento jurídico para la
contratación. Pueden clasificarse de la siguiente forma:
1. La pena sustitutiva o compensatoria: Se habla de pena sustitutiva o compensatoria
cuando las partes valoran anticipadamente los posibles daños y perjuicios que el
incumplimiento de la obligación puede acarrear al acreedor. La cuantificación prevista
no tiene por qué guardar correlación alguna con los futuros y eventuales daños y
perjuicios. Su finalidad es disuadir al deudor del incumplimiento y que en tal caso, el
acreedor se vea resarcido sin tener que demostrar los daños.
2. La pena cumulativa: En determinados supuestos, es posible que el acreedor, una vez
incumplida la obligación, reclame simultáneamente la pena fijada por las partes y el
cumplimiento de la obligación. El CC requiere que la naturaleza cumulativa de la
cláusula penal haya sido claramente otorgada, pese a ello, no es necesario que la pena
cumulativa haya sido objeto de contemplación expresa en el contrato o de una
mención concreta en su clausulado, pues en muchos casos puede deducirse de la
propia obligación personal. En caso de que el carácter cumulativo no se desprenda
claramente de la relación obligatoria, primará el carácter sustitutivo de la cláusula
penal.
3. La pena penitencial: El CC reconoce la posibilidad de que se fije una pena o multa
para permitir a una de las partes desentenderse de la relación obligatoria constituida.
Desempeña una función contraria a la finalidad propia de la cláusula penal: En vez de
estimular al cumplimiento de la obligación, permite al deudor liberarse de la
obligación constituida mediante el abono de la pena.
La multa penitencial constituye un supuesto concreto de obligación con cláusula
facultativa que no agrava la responsabilidad del deudor en caso de incumplimiento,
sino que le permite dejar de cumplir la obligación principal o garantizada,
sustituyéndola por la prestación de la pena.
Si las partes han fijado una pena determinada pensando en un incumplimiento total,
cuantificandola en función de esa hipótesis, es lógico que en caso de cumplimiento parcial o
irregular la intención de las partes no sea que el deudor deba íntegramente la pena sino en
proporción al cumplimiento parcial o irregular efectuado.
El CC establece que el juez o tribunal modificará equitativamente la pena cuando se hubiese
pactado para el caso de un incumplimiento total y haya habido un cumplimiento parcial o
irregular por parte del deudor de la obligación principal. Esta facultad moderadora judicial
entrará en juego siempre que el cumplimiento parcial o defectuoso no haya sido precisamente
el supuesto pactado para la efectiva aplicación de la pena, en cuyo caso, se aplicará lisa y
llanamente lo dispuesto en la cláusula penal, sin posibilidad de su moderación por el juez,
salvo casos extraordinarios.
La existencia de las arras equivale a la entrega de una cantidad de dinero o cosa fungible a
modo de señal o parte del precio, realizada por uno de los contratantes y dirigida a reforzar de
algún modo la existencia del contrato o a constituir un principio de ejecución del mismo.
Se celebran en el momento de la celebración del contrato y tienen orgine voluntario. Nuestro
CC no se ocupa en absoluto de ellas, pero existen las siguientes clases, según su función:
1. Arras confirmatorias: La entrega se hace a modo de señal o parte del precio, dirigida
a reforzar la existencia del contrato o a constituir un principio de ejecución del mismo.
Su entrega desempeña básicamente un papel probatorio de la celebración de un
contrato. En caso de cumplimiento, operarán como cantidad a cuenta del precio. En
caso de incumplimiento, siguen desempeñando una cantidad a cuenta del precio o de
la posible indemnización de los daños y perjuicios. Se diferencian de la pena
sustitutiva en que no excluyen la fijación de la posible indemnización y se entregan
con anterioridad al incumplimiento.
2. Arras penitenciales o de desistimiento: Consisten en la entrega de una cantidad de
dinero por uno de los contratantes, pero en el entendido de que cualquiera de las
partes puede desistir del contrato, perdiendo las arras el que las haya entregado o
devolviendo el doble el que las haya recibido. No presentan estímulo alguno para el
cumplimiento ni constituyen garantía contra el incumplimiento. Pueden identificarse
con el precio del posible desistimiento.
3. Arras penales: Cuando la entrega de la cantidad de dinero tenga por objeto definir el
quatum indemnizatorio, que retendrá quien las haya recibido en caso de
incumplimiento. En caso de cumplimiento operan el mismo modo que las
confirmatorias como parte del precio y en caso de desistimiento operan de forma
similar que la pena sustitutiva, discutiéndose si es el máximo o el mínimo de la
indemnización.
En la práctica se observa una supremacía de las confirmatorias, siendo las penales las más
raras y escasas. Las diferencias entre las confirmatorias y las penitenciales producen
problemas en la práctica y el TS se pronuncia a favor de las primeras.
Los acreedores después de haber perseguido los bienes de los que esté en posesión el deudor
para realizar cuanto se les debe, pueden ejercitar todos los derechos y acciones de éste con el
mismo fin, exceptuando los que sean inherentes a su persona.
La acción subrogatoria es la facultad que se concede al acreedor para ejercitar derechos del
deudor en su propio beneficio, cuando no tenga otro medio de hacer efectivo su crédito. Tiene
como finalidad evitar el perjuicio que la omisión del deudor pueda causar a sus acreedores.
Es subsidiaria, primero debe perseguir los bienes del deudor y ante la insuficiencia de los
mismos, puede ejercitar esta acción. Por este motivo, es poco operativa en la práctica. Se
exceptúan los derechos inherentes a la persona del deudor y debe ser coherente con la
finalidad de la acción: respetar el patrimonio del deudor.
Por el principio par conditio creditorum, en caso de pluralidad de acreedores, todos ellos
tienen igual derecho a la satisfacción de su crédito y por tanto, en caso de ejecución, si el
patrimonio del deudor es insuficiente para hacer frente a sus obligaciones, este se prorratea
entre los créditos.
En el art. 1 921 CC se realiza una graduación entre los créditos. En estos artículos se clasifican
los créditos de acuerdo al orden en que deben ser satisfechos.
1. La preferencia privilegiaria: Algunos créditos se declaran preferentes por existir un
privilegio en sentido técnico. Privilegio es una cualidad especial del crédito,
legalmente atribuida, por la cual tiene preferencia. Con la codificación y el principio de
igualdad ante la ley desaparecen los privilegios personales y solo quedan algunos
causales.
2. La preferencia real: El carácter preferente deriva de la existencia de garantías reales
como la prenda o la hipoteca. En estos supuestos, la preferencia no la reconoce la ley al
crédito sino al derecho accesorio de garantía que lo asegura.
3. La preferencia documental: También poseen preferencia los créditos que, sin ser
privilegiados ni estar garantizados por derechos reales, constan en escritura pública o
se han reconocido por sentencia firme.
4. Créditos comunes o no preferentes: Los no comprendidos en los apartados
anteriores no gozan de preferencia.
Prelación quiere decir antelación o preferencia de una cosa respecto a otra. En cuanto al
orden de prelación, entre créditos de preferencia privilegiada o real es indiferente. Las de
preferencia documental son siempre de menor grados que las anteriores. Las especiales, que
recaen sobre bienes muebles e inmuebles, tienen preferencia sobre las generales, que recaen
sobre el patrimonio del deudor. En caso de concurrencia de créditos en una misma categoría
se seguirá el criterio de antigüedad, prevaleciendo los más antiguos sobre los más recientes
TEMA 9: LOS CUASICONTRATOS Y EL ENRIQUECIMIENTO INJUSTO.
Según el CC, son cuasicontratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que
resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los
interesados". Algunas notas relevantes que resaltar sobre los llamados cuasicontratos son:
1. Se trata de hechos lícitos, frente a los hechos o actos ilícitos que originan la
responsabilidad extracontractual.
2. Son voluntarios, es decir, actos jurídicos llevados a cabo por el sujeto sin tener
obligación alguna de realizarlos.
3. Son fuente de las obligaciones, y es indiferente que resulte solo obligado el que los
realiza o también cualquier persona afectada por el supuesto de hecho.
El CC identifica como cuasicontratos la gestión de negocios ajenos y el cobro de lo indebido.
Son dos figuras que poco tienen en común por lo que la categoría carece de fundamento.
La gestión de negocios es el cuasicontrato que consiste en que una persona sin mandato y sin
estar obligada a ello se encargue de un asunto de otro, debiendo obrar conforme a lo intereses
del dueño del negocio. En otras palabras, cuando una persona, mediante una intervención de
carácter voluntario y sin autorización alguna del interesado asume la carga de adoptar
decisiones respecto de los asuntos del otro. Existen dos sujetos: el gestor y el dueño del
negocio, el dominus.
La actuación debe ser voluntaria, espontánea, lícita, últil y desinteresada. Presenta el
siguiente régimen jurídico:
1. Obligaciones del gestor: Nacen desde el momento en el que se introduce en la esfera ajena.
En caso de pluralidad de sujetos, se impone la responsabilidad solidaria.
a) Está obligado a continuar su gestión hasta el término del asunto y sus
incidencias, o a requerir al interesado para que le sustituya en la gestión, si se hallase
en estado de poder hacerlo por sí.
b) Debe guardar la diligencia de un buen padre de familia.
c) Responsabilidad: debe indemnizar los daños y perjuicios que por su culpa causen
un daño al dueño. La responsabilidad será agravada cuando realice operaciones
arriesgadas que el dueño no tuviera costumbre de hacer y cuando posponga el interés
del dueño al lucro propio. Responderá por delegación, sin perjuicio de la
responsabilidad de los actos directos.
2. . Obligaciones del dominus:
a) La ratificación, dar por buena la gestión realizada y asumir las consecuencias de
las misma. Puede ser expresa o tácita y produce los mismo efectos que el mandato
expreso: supone la conversión de un cuasicontrato en un verdadero mandato.
b) Será responsable de las obligaciones contraídas en su interés, e indemnizará al
gestor por los gastos realizados y los perjuicios.
c) La gestión precautoria: Tiene como fundamento evitar un daño inminente y
manifiesto, por lo que el dueño debe hacerse responsable de las obligaciones
contraídas y de la indemnización
9.3. El cobro o pago de lo indebido.
Se produce cuando se percibe alguna cosa que no había derecho a cobrar y que por error ha
sido indebidamente entregada.
Para que se de, deben reunirse los siguientes requisitos:
Realizacion del pago con animus solvendi, es decir, creyendo que se cumple la
obligación.
Inexistencia de la obligación:
a) Pago indebido objetivo: El solvens no tiene obligación alguna
b) Pago indebido subjetivo: La obligación existe pero es llevada a cabo a favor de
quien no es acreedor o por quien no es deudor. Con las excepciones del pago al
acreedor aparante, el pago al mandatario después de haber sido revocado y el pago
realizado por quien no es deudor, pero que extingue al verdadero deudor.
En caso de error del solvens, la carga de la prueba le corresponde a él mismo, y según haya
buena o mala fe, el alcance será distinto: El acreedor de buena fe deberá restituir la cosa
cierta y determinada, y solo responderá por las desmejoras o pérdidas. Si se hubiera
enajenado, restituirá el precio y si la obligación era genérica restituirá otro tanto. Por otro
lado, el acreedor de mala fe: deberá devolver intereses si era una cantidad de dinero, los
frutos si era una cosa fructífera y responder de la perdida o deterioro incluido el caso fortuito.
Tiene lugar como consecuencia de ciertos hechos que, sin ser ilícitos, pueden llegar a provocar
un enriquecimiento injustificado de una persona a costa del correlativo empobrecimiento de
otra.
El concepto de enriquecimiento puede identificarse con cualquier acto o hecho que genera un
incremento patrimonial para el enriquecido, o lo que es lo mismo, un aumento del valor de su
patrimonio. El término injusto hace referencia de que no existe hecho, acto o situación alguna
que justifique el desplazamiento patrimonial.
En contraprestación, para hablar de enriquecimiento injusto tiene que existir
empobrecimiento, que no tiene por que ser disminución de su patrimonio, sino que basta con
que sea la falta de incremento del patrimonio para hablar de empobrecimiento. Por lo tanto,
basta con que se evite una disminución del patrimonio para que se dé.
Eg. Una filtración de agua de una vivienda produce daños en una viviendas colindantes. El
propietario de la vivienda repara todos los daños ocasionados en dicha vivienda. A pesar de ello
el propietario de la vivienda colindante da parte a su seguro reclamando una indemnización, ya
que este cubría ese tipo de daños. En este caso, el propietario de la vivienda colindante que ha
sufrido los daños por filtración de agua se ha enriquecido injustamente, ya que ha recibido una
indemnización por su seguro a pesar de que los daños ya habían sido reparados.
Las obligaciones también nacen de actos y omisiones ilícitos o en los que intervengan
cualquier género de culpa o negligencia. Esto tiene como fundamento el principio general
neminem ladeare, por el que cualquier acto ilícito que ocasione un daño cualquiera a otro
conlleva el nacimiento de la obligación de reparar o indemnizar dicho daño.
Para referirse a esa regla general que conecta el daño a la responsabilidad se utilizan los
términos de responsabilidad extracontractual y responsabilidad aquiliana.
Mientras que la responsabilidad contractual emana de un incumplimiento cuyos
protagonistas son personas que antes se encontraban relacionadas entre sí, la
extracontractual deriva de la realización de un acto ilícito que, a su vez, causa daño a otra
persona o a la esfera jurídica propia de otra persona, y sus protagonistas son, por principio,
extrañas la una a la otra; no existe relación entre ellas.
La separación entre ambas es importante en el momento genético de la obligación, pero es
intrascendente con posterioridad: Una vez nacida la obligación de reparar, se le aplicarán las
reglas y principios de la teoría general de las obligaciones.
La doctrina coincide en que mejor que hablar de responsabilidad civil se debería construir
una teoría general del denominado derecho de daños, como sector autónomo del OJ. Derecho
de daños es la traducción literal de la expresión anglosajona law of torts, que engloba el
tratamiento general de la jurisprudencia sobre los distintos supuestos de responsabilidad
extracontractual. Sin embargo, poco o nada añaden a la cuestión, que consiste en el estudio de
un subsector del derecho privado patrimonial.
Como ya se expuso, el art. 1 902 CC estipula que el que por acción u omisión causa daño a otro,
interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado. Por regla general,
impone un sistema de responsabilidad subjetiva o por culpa. Los presupuestos necesarios
para que exista responsabilidad extracontractual son la acción u omisión culposa del agente y
el daño a un tercero. Otras disposiciones normativas e incluso algunos artículos del CC
establecen un sistema de responsabilidad objetiva. La obligación de reparar se genera por la
relación de causalidad entre la actuación del agente y el daño producido, independientemente
de culpa del agente. Los supuestos de responsabilidad objetiva cada día asumen mayor
frecuencia e importancia. Su trascendencia es tal que hoy día la responsabilidad objetiva
constituye la regla general y, por el contrario, la responsabilidad subjetiva o culposa sería la
excepción. A este respecto, se distinguen tres clases de responsabilidad extracontractual: Por
hechos propios, por hechos ajenos y objetiva o sin culpa.
1. La imputabilidad del autor del daño. Es necesario que la acción u omisión causante
del daño sea atribuible a una determinada persona. Sin embargo, a diferencia del
derecho penal, no es exigible la imputabilidad para que exista responsabiliad civil.
Esto quiere decir que la responsabilidad civil persiste a pesar de que concurran causas
de inimputablidad en el agente. Los menores de 18 años o quienes sufran anomalías o
alteraciones psíquicas persistente o transitoriamente, son inimputables, pero habrán
de responder civilmente por el daño causado.
La exigencia de responsabilidad en estos casos recae en quienes los tengan bajo su
potestad o guarda legal o de hecho; siempre que haya mediado culpa o negligencia por
su parte y sin perjuicio de la responsabilidad civil directa que pudiera corresponder a
los imputables. El ebrio y el intoxicado responderán por sí mismos. En el supuesto de
estado de necesidad, serán responsables civiles directos las personas en cuyo favor
se haya precavido el mal. En los menores, opera lo establecido en la LO 5/2000.
2. La conducta dolosa o culposa por parte del agente. Se exige que el sujeto tenga
conocimiento y voluntad del hecho ilícito realizado. En cuanto a la graduación de la
culpa, no tiene interés en la responsabilidad extracontractual, el autor responde
siempre del daño, independientemente del grado de la falta de diligencia. Por lo tanto,
la conducta culposa debe ser interpretada en sentido amplio o genérico, que acoge la
culpa en sentido estricto y el dolo. El dolo se identifica con la conducta deliberada y
consciente dirigida a producir daño a otro, de mayor gravedad.
Inicialmente, la necesidad de la prueba de la culpa correspondía al actor, que había de
probar la culpabilidad del demandado. En las últimas décadas del siglo XX, la doctrina
del TS terminó por establecer una verdadera inversión de la carga de la prueba en
beneficio de la víctima, conforme a la cual será el sujeto tendencialmente responsable
quien haya de acreditar haber actuado sin culpa o con un grado de diligencia tal que
excluya la aparición de la responsabilidad extracontractual.
3. Presupuesto causal: Debe haber relación de causalidad entre la acción u omisión del
agente y el daño inferido a la víctima. Cuando concurren varias causas al daño final se
plantean problemas prácticos que se resuelven con las siguientes teorías doctrinales
sobre la causalidad:
a) Teoría de la equivalencia de las condiciones: Se deben considerar todas las
diversas concausas que hayan contribuido a la producción del resultado dañoso,
sin las cuales el resultado no se habría producido.
b) Teoría de la causa adecuada: La causa origen del daño solo puede determinarse
atendiendo a la adecuación entre ambos, es decir, si el daño objetivamente
contemplado era de esperar como una derivación natural del curso de los
acontecimientos.
c) Teoría de la causa próxima: Plantea la necesidad de que entre el daño y la serie
de concausas haya una relación de proximidad, de tal forma que las posibles
causas de origen remoto se desechen.
d) Teoría de la causa eficiente: Utilizada por la jurisprudencia española para evitar
que la nota de proximidad pueda traer consigo la exclusión de causas menos
próximas pero que son las verdaderamente determinantes del resultado.
El CC la define como la obligación que es exigible, no solo por los actos u omisiones propios,
sino por los de aquellas personas de quienes se debe responder. Tiene carácter subjetivo
porque se funda en una presunción de culpa in vigilando.
Queda excluida cuando se pruebe que se empleó toda la diligencia de un buen padre de familia
para prevenir el daño. No obstante, la jurisprudencia ha desplazado el precepto desde la
responsabilidad culposa al ámbito propio de la responsabilidad por riesgo. Se da en los
siguientes supuestos:
1. Los padres, respecto de los daños causado por los hijos que se encuentren bajo su
guarda.
Tiene como fundamento: la culpa in vigilando. Hay presunción iuris tantum
de culpa: salvo prueba en contrario. Quedan eximidos cuando prueben que emplearon
toda la diligencia posible.
Actualmente, no cabe hablar de responsabilidad por culpa,
sino que en la práctica se ha pasado a establecer una responsabilidad de carácter
objetivo o por riesgo
2. Los tutores, respecto de los daños causados por los menores o incapacitados que
estén bajo su autoridad y habiten en su compañía.
3. Los dueños o directores de un establecimiento o empresa, respecto de los daños
causados por sus empleados o dependientes en el servicio en que los tuvieran
empleados o con ocasión de sus funciones. Es necesario que el causante del daño se
encuentre en una situación de subordinación respecto al empresario y además que su
actuación sea inherente al desempeño de las funciones encomendadas dentro del
ámbito empresarial. El empresario podrá repetir contra el empleado causante del
daño la acción para satisfacer el perjuicio ocasionado
También hay responsabilidad directa: La víctima, en caso de poder identificar al
causante del daño, puede accionar directamente contra él.
Se fundamenta en la culpa
in vigilando o culpa in eligendo del empresario: tiene a su cargo la organización y
gestión del ámbito natural de su actividad empresarial.
4. Las personas o entidades que sean titulares de un centro docente de enseñanza no
superior, respecto de los daños causados por sus alumnos menores de edad. Los
responsables ya no son los maestros y profesores, sino los titulares de los centros.
Aquí se fundamenta también en criterios de culpa in vigilando o in eligendo.
Debe comprender cualquier institución que se dedique a la formación, enseñanza y
aprendizaje de menores de edad, con independencia de la actividad concreta
desarrollada.
Los titulares de los centros podrán exigir de los profesores las cantidades satisfechas
si hubiesen incurrido en dolo o culpa grave en el ejercicio de sus funciones que fuesen
causa del daño.
La relación de causalidad debe darse entre el hecho o acto del menor
y el daño, no entre la acción u omisión del profesor y el daño causado. Lo que se exige
es que la conducta del profesor hubiera podido ser un obstáculo a la realización del
acto ilícito, si no hubiera intervenido dolo o culpa grave de aquél. Queda exonerado en
caso de actuación meramente culposa, por culpa leve o levísima.
La mayoría de la doctrina coincide en que tiene carácter exhaustivo, de tal manera que no
puede haber responsabilidad por hecho ajeno fuera de los casos contemplados. Sin embargo,
hay autores que creen que puede aplicarse por analogía en situaciones similares.
El CC recoge también supuestos en los que se responde aun cuando el responsable no haya
incurrido en dolo o culpa. Ha sufrido un gran auge en nuestro tiempo como consecuencia del
intercambio de bienes y servicios, que ha hecho proliferar las situaciones de riesgo. Eg. caza,
navegación aérea, energía nuclear, terrorismo. El Estado impone la obligación de tener un
seguro para cubrir la responsabilidad en algunos casos, como el de los coches o la caza.
Se produce una inversión en la carga de la prueba. Al perjudicado le bastará con probar la
existencia del daño con de independencia de la culpabilidad del causante del mismo. Se da en
los siguientes supuestos:
La acción para exigir la responsabilidad civil por las obligaciones derivadas de la culpa o
negligencia prescribe por el transcurso de un año. Sin embargo, no es aplicable de forma
indiscriminada a otros supuestos de responsabilidad civil regulados por la legislación
específica. Eg. La Ley de Energía Nuclear, según se trate de daño inmediato o no, lo amplía a
diez o veinte años.
Por regla general, el plazo computa desde que lo agraviado percibe la situación. Es preciso que
el daño haya concluido, pues en el caso de daños continuados, y en especial, lesiones
corporales, el plazo no comienza hasta el momento en que se puede determinar con
certidumbre el alcance de la indemnización. Puede ser objeto de interrupción conforme a las
reglas generales.