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ANALISIS JURISPRUDENCIAL Y DOCTRINAL CORRESPONDIENTE A LA


RESPONSABILIDAD DEL ESTADO COLOMBIANO ANTE LOS DESASTRES
CAUSADOS POR FENÓMENOS NATURALES.

DANIELA ALEJANDRA FLOREZ VERBEL

JESUS ANTONIO MOSQUERA GARCIA

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

PROGRAMA DE DERECHO

2017
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ANALISIS JURISPRUDENCIAL Y DOCTRINAL CORRESPONDIENTE A LA


RESPONSABILIDAD DEL ESTADO COLOMBIANO ANTE LOS DESASTRES
CAUSADOS POR FENÓMENOS NATURALES.

DANIELA ALEJANDRA FLOREZ VERBEL

JESUS ANTONIO MOSQUERA GARCIA

Trabajo de grado bajo la modalidad de proyecto de investigación presentado como


requisito para obtener el título de ABOGADO.

DRA. RAFAELA SAYAS

Tutor.

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

PROGRAMA DE DERECHO

2017
3

NOTA DE ACEPTACIÓN

________________________________

________________________________

________________________________

________________________________

Presidente del Jurado

________________________________

Jurado

________________________________

Jurado

Cartagena de Indias, de Abril de 2017


4

DEDICATORIA

Dedicamos con todo nuestro amor este trabajo que es el resultado de nuestro esfuerzo,
constancia y superación a

DIOS

Quien fue el artífice principal de este triunfo, dándonos todo aquello que oportunamente
utilizamos, proporcionándonos la sabiduría y la mente de CRISTO para poder decir con voz de
agradecimiento

¡He llegado, Gracias a Dios,

Dedicamos este trabajo fruto de nuestros anhelos, de nuestras esperanzas a nuestras familias: a
quienes inspiraron con su aliento a proseguir, quienes apoyaron cuando lo necesitamos y quienes
ahora disfrutan conjuntamente conmigo este triunfo. A nuestra tutora por incansable
acompañamiento y orientación.
5

CONTENIDO

I. RESUMEN. ............................................................................................................. 7

II. PALABRAS CLAVES............................................................................................ 7

III. ABSTRACT. ........................................................................................................... 8

IV. KEY WORDS. ........................................................................................................ 8

1. OBJETIVOS. ........................................................................................................... 9

1.1. OBJETIVOS GENERALES. .................................................................................. 9

1.3. METODOLOGIA DE LA INVESTIGACION. .................................................... 10

1.3.1. FORMAS DE LA INVESTIGACIÓN. ................................................................. 10

1.3.2. TIPO DE INVESTIGACIÓN. ............................................................................... 10

1.3.3. MÉTODO DE INVESTIGACIÓN ....................................................................... 10

2. INTRODUCCION................................................................................................. 11

2.1. PROBLEMA DE INVESTIGACION: .................................................................. 11

2.2. HIPÓTESIS. .......................................................................................................... 14

2.3. ESTRATEGIAS METODOLOGICAS. ................................................................ 14

2.3.1. FUENTES, TÉCNICAS E INSTRUMENTOS DE RECOLECCIÓN DE LA


INFORMACIÓN: .................................................................................................. 14

2.3.1.1. FUENTES DE RECOLECCIÓN DE LA INFORMACIÓN. ............................... 14

2.3.1.2. TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN DE LA INFORMACIÓN. ............................ 14

2.3.1.3. INSTRUMENTOS DE RECOLECCIÓN DE LA INFORMACIÓN. .................. 14


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3. CAPITULOS. ........................................................................................................ 15

3.1. PRIMER CAPITULO: COLOMBIA ESTADO GARANTE DE DERECHOS


FRENTE A DESASTRES NATURALES. ........................................................... 15

3.2. SEGUNDO CAPITULO: LA APLICACIÓN DE POLITICAS DEL ESTADO


COLOMBINAO PARA LA PREVENCION DE DESASTRES CAUSADOS POR
FENOMENOS NATURALES. ............................................................................. 23

EL DAÑO COMO ELEMENTO INDISPENSABLE PARA LA


RESPONSABILIDAD DEL ESTADO. ............................................................... 30

DEL TÍTULO DE IMPUTACIÓN DE LA FALLA EN EL SERVICIO. ............ 32

DE LOS EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD. ............................................ 33

LAS OBLIGACIONES DE LAS AUTORIDADES LOCALES FRENTE AL


DERECHO A LA VIVIENDA DIGNA ANTE RIESGOS DE DESASTRES. ... 40

DEBER SOCIAL DEL ESTADO Y DE LA SOCIEDAD FRENTE A LAS


VÍCTIMAS DE DESASTRES NATURALES. REITERACIÓN DE
JURISPRUDENCIA. ............................................................................................ 42

3. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES. ................................................... 48

3.1. CONCLUSIONES................................................................................................. 48

3.2. RECOMENDACIONES. ...................................................................................... 49

REFERENCIAS .................................................................................................... 51
7

TRABAJO FINAL DE GRADO:

ANALISIS JURISPRUDENCIAL Y DOCTRINAL CORRESPONDIENTE A LA


RESPONSABILIDAD DEL ESTADO COLOMBIANO ANTE LOS DESASTRES
CAUSADOS POR FENÓMENOS NATURALES.

I. RESUMEN.

Este trabajo se constituye en una fundamentación jurídica en torno a la prevención de


desastres causaos por fenómenos naturales, la responsabilidad propia e intransferible del Estado
frente a los daños causados por fenómenos naturales, de igual forma, resulta un acercamiento a
las sentencias de la Corte Constitucional y la posición de criterios de los magistrados de las
Altas Cortes, La procedencia de su protección directa a través del ejercicio de la acción de tutela.
La jurisprudencia constitucional ha amparado los derechos a la seguridad personal, a la
integridad personal y a la vivienda digna de personas que se encuentran fácticamente en
circunstancias de vulnerabilidad al encontrarse sus viviendas ubicadas en una zona de alto
riesgo, independientemente de que estos ostenten la calidad de propietario o poseedor del
inmueble afectado.

También ha protegido el derecho a la vivienda digna en casos en los cuales, por ejemplo, el
inmueble corre el riesgo de como consecuencia de obras adelantadas en sus inmediaciones, que
conllevan a la afectación del derecho a la salud y la integridad física de los habitantes.

II. PALABRAS CLAVES.

Derechos, afectación, criterios, jurídico, desastres.


8

III. ABSTRACT.

This work is constituted in a legal basis on the prevention of disasters caused by natural
phenomena, the State's own and non-transferable responsibility for damages caused by natural
phenomena, in the same way, it is an approximation to the judgments of the Constitutional Court
And the position of criteria of the magistrates of the High Courts, the origin of their direct
protection through the exercise of the guardianship action. Constitutional jurisprudence has
protected the rights to personal security, personal integrity and decent housing of people who are
factually vulnerable under the presence of their homes located in a high risk area, regardless of
whether they have the quality of Owner or holder of the affected property.

It has also protected the right to decent housing in cases in which, for example, the property is
at risk as a result of advanced works in its vicinity, which lead to affect the right to health and
physical integrity of the inhabitants

IV. KEY WORDS.

Rights, affectation, criteria, legal, disasters.


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1. OBJETIVOS.

1.1. OBJETIVOS GENERALES.

- Determinar jurídicamente si existe responsabilidad por parte del Estado colombiano


ante los desastres causados por fenómenos naturales.

1.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS.

- Describir los lineamientos y normatividad vigente en Colombia sobre la prevención


de los desastres naturales.

- Determinar la eficacia de la aplicación de las políticas y programas establecidos por


el estado colombiano para la prevención de los desastres causados por fenómenos naturales.

- Conceptualizar la gestión del riesgo y sus componentes de acuerdo a los avances de


los años en el país.
10

1.3. METODOLOGIA DE LA INVESTIGACION.

1.3.1. Formas de la investigación.

Esta es una investigación de análisis en Derecho

1.3.2. Tipo de investigación.

Ésta es una investigación jurídica, para el Derecho ya que permite de manera exegética la
concepción legal de la figura de la responsabilidad del Estado en Colombia.

1.3.3. Método de investigación

Esta investigación es cualitativa, con fundamento en el análisis jurídico de los magistrados de


la Corte Constitucional.

.
11

TRABAJO DE GRADO:

ANALISIS JURISPRUDENCIAL Y DOCTRINAL CORRESPONDIENTE A LA


RESPONSABILIDAD DEL ESTADO COLOMBIANO ANTE LOS DESASTRES
CAUSADOS POR FENÓMENOS NATURALES.

2. INTRODUCCION.

La presente investigación es importante debido a que toda la sociedad en general le interesa


conocer cuáles son los estudios y mecanismos que se están llevando a cabo para contrarrestar los
efectos causados por los fenómenos naturales en la población, es importante conocer cuál es la
responsabilidad del estado colombiano ante las diferentes catástrofes naturales que sean presentado
en el país y cuáles son los métodos que actualmente se encuentran proyectados para mitigar el gran
impacto que generan en la población civil.

Esta investigación se justifica por cuanto además de la realidad del problema que se plantea
tiene un trasfondo jurídico con respecto a la necesidad de indagar sobre la responsabilidad del
Estado en los desastres causados por fenómenos naturales.

Con la presente investigación se pretende analizar cuál es la responsabilidad del Estado


colombiano ante los desastres causados por fenómenos naturales, para pretender un mejoramiento
de lo que se está presentando en la realidad. Además, se sirve como fuente de futuras
investigaciones que se vayan a realizar sobre el tema objeto de estudio.

Logramos esclarecer ciertos criterios de los magistrados de la Corte Constitucional Colombiana


que abordan el restablecimiento de derechos posterior a los desastres naturales.

2.1. PROBLEMA DE INVESTIGACION:


12

Colombia ha sido pionera en América Latina en el desarrollo de una visión más integral
frente al tratamiento de los riesgos y desastres, sin embargo, los daños en la propiedad, la
infraestructura y los medios de subsistencia siguen en aumento y evidencian que los desastres no
son eventos de la naturaleza, sino el resultado de la aplicación de modelos inapropiados de
desarrollo que no consideran la relación sociedad-naturaleza.

Durante los últimos 40 años los desastres han ocasionado pérdidas que alcanzan los US$
7.100 millones, es decir, un promedio de pérdidas anuales de US$ 177 millones. Entre 1970 y el
2011 se han registrado más de 28.000 eventos desastrosos, de los cuales cerca del 60% se reportan
a partir de la década de 1990. Además, durante el 2010 y el 2011, en tan sólo 15 meses, se alcanzó
una cifra equivalente a la cuarta parte de los registros y los muertos de la década anterior. Hay un
evidente incremento en la ocurrencia de eventos desastrosos, pasando de 5.657 registros, entre
1970 y 1979, a 9.270 registros, entre el 2000 y el 2009, lo cual está relacionado no sólo con la
disponibilidad y calidad de las fuentes de información, sino principalmente con el aumento de la
población y los bienes expuestos. En la actualidad, la distribución del nivel de exposición indica
que en Colombia el 36% del territorio está en situación de amenaza sísmica alta, el 28% en alto
potencial de inundación y el 8% en amenaza alta por movimientos en masa. (Campos, 2012)

Muchos Fenómenos por lo general ocasionan grandes pérdidas concentradas en un territorio


y en un lapso de tiempo relativamente corto, por esto han sido denominados riesgos intensivos
(EIRD, 2011). Estos eventos pueden ser poco frecuentes pero con grandes impactos, como el
terremoto de Popayán (31 de marzo de 1983), el mega desastre provocado por la erupción del
volcán Nevado del Ruiz y la avalancha que destruyó a Armero (13 de noviembre de 1985), los
sismos del Atrato Medio (17 y 18 de octubre de 1992), el de Tierradentro conocido como el
terremoto de Páez (6 de junio de 1994) y el sismo del Eje Cafetero (25 de enero de 1999), los cuales
generaron importantes pérdidas de vidas y viviendas destruidas. (Campos, 2012)

Actualmente el 86% de la población colombiana se localiza en zonas de amenaza sísmica


alta y media. El 44% del territorio colombiano se encuentra expuesto a amenaza sísmica alta e
intermedia, principalmente en la regiones Pacífica y Andina, lo cual significa que 960 municipios,
entre ellos los de mayor población, están expuestos. A nivel municipal, Cali representa la mayor
población expuesta a amenaza sísmica alta, seguido por otras capitales como Cúcuta,
Bucaramanga, Pereira, Villavicencio, Pasto y Manizales. (Campos, 2012)
13

Dentro de los eventos que pueden ser más críticos para el país está la posibilidad de un
terremoto. Las pérdidas estimadas por sismo con un período de retorno de 500 años serían: para
Bogotá de US$ 12.700 millones, para Medellín de US$ 7.500 millones, para Cali de US$ 6.400
millones, para la región del Eje Cafetero US$ 2.000 millones (Cardona, 2004)y para la nación en
general de US$ 44.900 millones. (Cardona, 2004)
14

2.2. HIPÓTESIS.

La existente responsabilidad por parte del estado colombiano ante los desastres causados por
fenómenos naturales.

2.3. ESTRATEGIAS METODOLOGICAS.

2.3.1. Fuentes, técnicas e instrumentos de recolección de la


información:

2.3.1.1. Fuentes de recolección de la información.

La información será aprehendida mediante la realización de fichas.

2.3.1.2. Técnicas de recolección de la información.

La información se recolectara a través de la aplicación de Fichas Bibliográficas

2.3.1.3. Instrumentos de recolección de la información.

La información se recolectará mediante la aplicación de los formatos de fichas Bibliográficas.


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3. CAPITULOS.

3.1. PRIMER CAPITULO: COLOMBIA ESTADO GARANTE DE DERECHOS


FRENTE A DESASTRES NATURALES.

Estructura de los sistemas de alerta temprana Los sistemas de alerta temprana pueden tener
diferentes estructuras que varían en su complejidad, pero, por lo general, están conformados por
los siguientes subsistemas (MASKREY, 1998):

 Subsistema de alerta, compuesto por las predicciones y la monitorización de los


peligros a nivel nacional e internacional, el cual produce información científica que
se transmite a las autoridades nacionales encargadas de los desastres;
 Subsistema de información del riesgo, el cual permite generar el escenario del riesgo
e identificar los impactos potenciales, así como los grupos y sectores vulnerables
que pueden verse afectados por el desastre;
 Subsistema de preparación, mediante el cual se desarrollan estrategias y acciones
para reducir los daños generados por el desastre, y
 Subsistema de comunicación, cuyo objetivo es comunicar la información oportuna
sobre el peligro, haciendo énfasis en los grupos vulnerables y teniendo en cuenta
medidas de mitigación, escenarios potenciales de riesgo y estrategias de
preparación. Recientemente se ha comenzado a enfatizar la importancia de los
sistemas de alerta temprana centrados en la gente, los cuales contemplan los
siguientes cuatro elementos fundamentales para su correcto funcionamiento
(UNISDR, 2006).
1. Conocimiento de los riesgos: consiste en comprender el riesgo, para lo cual es necesario evaluarlo
mediante la recolección de datos que permitan establecer las medidas de mitigación y prevención.
2. Servicio de seguimiento y alerta: emite los pronósticos y la alerta; debe funcionar 24 horas al día
y estar coordinado con las diferentes instituciones. Además, debe respaldarse en el conocimiento
científico para emitir pronósticos confiables.
3. Difusión y comunicación: debe contarse con un sistema de comunicación para transmitir la
información sobre el riesgo y la alerta temprana. La información debe ser clara, útil, llegar a tiempo
y ser accesible a todas las personas en peligro.
4. Capacidad de respuesta: la comunidad debe comprender el riesgo en el que se encuentra, respetar
el sistema de alerta, saber responder ante los avisos de alerta y tener planes de respuesta.
16

Colombia no es ajena a los éxodos forzados causados por desastres ambientales. Según el
Informe de 2009 de Evaluación Global de Reducción de Desastres de Naciones Unidas, en las
últimas cuatro décadas los desastres de pequeña y mediana escala en el país la mayoría de los cuales
han sido de tipo hidrometeorológico han mostrado un patrón de aumento, sobre todo en los últimos
diez años (EIRD, 2009)En el período 1970-2011 hubo un aumento sostenido de desastres como
inundaciones, sismos y derrumbes y deslizamientos de masa (MUNDIAL, 2012)

Existe consenso en torno a la necesidad de asumir un enfoque de derechos humanos en la


atención a los desastres, en general, y a los desplazamientos forzados por éstos, en particular
(COHEN, 2009)El Representante del Secretario General y luego el Relator Especial de Naciones
Unidas sobre las personas internamente desplazadas, así como la Oficina del Representante del
Secretario General para la Reducción de Desastres, han señalado que la mejor forma de tomarse en
serio este enfoque es aplicar los Principios Rectores de los Desplazamientos Internos a la situación
de los desplazados ambientales y han instado a los Estados a tomar esa vía. (COHEN, 2009)

- Las obligaciones de las autoridades locales frente al derecho a la vivienda digna ante
riesgos de desastres

Debido a las condiciones de vulnerabilidad y amenaza de los derechos en las que se


encuentran las personas asentadas en zonas que por las condiciones del suelo o por el efecto de las
actividades humanas puedan ser consideradas como proclives a la presencia de derrumbes,
deslizamientos o situaciones similares, (Sentencia T-585 de 2008, 2008) el legislador ha
desarrollado un sistema normativo tendiente a la protección de los derechos y los bienes de las
personas que habitan dichas zonas a través de diferentes acciones y procedimientos,1 estableciendo
ciertas responsabilidades en cabeza de las autoridades locales.

En efecto, el artículo 56 de la Ley 9ª de 1989, “Por la cual se dictan normas sobre planes
de desarrollo municipal, compraventa y expropiación de bienes y se dictan otras disposiciones”,
atribuyó a los Alcaldes Municipales la obligación de realizar un inventario de los asentamientos
humanos ubicados en zonas con alto riego de deslizamiento o derrumbes, procediendo
posteriormente a la reubicación de las personas que allí habitan. Dicha norma también faculta a los

1
Ley 9ª de 1989, “por la cual se dictan normas sobre planes de desarrollo municipal, compraventa y expropiación
de bienes y se dictan otras disposiciones”, el Decreto 3111 de 2004, “por el cual se reglamentan las Leyes 3ª de 1991,
708 de 2001 y 812 de 2003 y se modifica el artículo 18 del Decreto 951 de 2001”.
17

alcaldes a realizar desalojos cuando las condiciones de seguridad física así lo requieran. De acuerdo
a esto, la jurisprudencia constitucional ha establecido que las autoridades locales tienen las
siguientes obligaciones: (i) tener una información actual y completa de las zonas de alto riesgo de
deslizamientos o derrumbes que se encuentran en su municipio, y (ii) adoptar las medidas
necesarias de reubicación en los casos en que personas se encuentren ubicadas en las zonas donde
se ponga en riesgo sus derechos por las condiciones del terreno, por lo que es responsabilidad de
la Administración ejecutar los actos necesarios para que los afectados encuentren otro lugar donde
vivir en condiciones parecidas a las que antes disfrutaban. (Sentencias T-1094 de 2002, 2002)

Posteriormente, la Ley 388 de 1997, “Por la cual se modifica la Ley 9ª de 1989 y la Ley 3ª
de 1991 y se dictan otras disposiciones”, pretendió, entre otros objetivos, garantizar el derecho
fundamental a la vivienda digna y velar por la prevención de desastres. (Ley 388 de 1997. ) Así
mismo, reiteró la obligación que tienen las autoridades municipales de tener una información actual
y completa acerca de las zonas de riesgo de su municipio, de tal manera que se prevengan
efectivamente desastres naturales. (Ley 388 de 1997. )

Por su parte, la Ley 715 de 2001, “Por la cual se dictan normas orgánicas en materia de
recursos y competencias de conformidad con los artículos 151, 288, 356 y 357 (Acto Legislativo
01 de 2001) de la Constitución Política y se dictan otras disposiciones para organizar la prestación
de los servicios de educación y salud, entre otros” prescribió en su artículo 76 ( Ley 715 de 2001)
que las administraciones municipales deben prevenir y atender los desastres que ocurran en su
jurisdicción, así como reubicar los asentamientos que se encuentren en zonas de alto riesgo.

Si bien las personas afectadas por desastres naturales deben tener un mínimo de diligencia
para obtener una respuesta estatal adecuada, como por ejemplo, poner en conocimiento de la
administración su situación calamitosa en caso de que las autoridades desconozcan tal suceso, o
postularse a los programas de vivienda o ayudas que se ofrezcan; de acuerdo a la normatividad
expuesta, es claro que la administración municipal tiene obligaciones y competencias específicas
en lo concerniente al tema de prevención y atención de desastres, por lo que debe tener información
actual y completa acerca de las zonas de alto riesgo de deslizamientos o derrumbes que se
encuentran en su municipio, y una vez obtenida dicha información se procede a la reubicación de
esas personas que se encuentran en situación de riesgo. Además, corresponde a las autoridades
locales promover y apoyar programas o proyectos de vivienda de interés social para las personas
afectadas por desastres naturales. (Sentencias T-238A de 2011)

- Naturaleza y alcance del derecho a la vivienda digna. La procedencia de su protección


directa a través del ejercicio de la acción de tutela. Reiteración de jurisprudencia
18

El derecho a la vivienda digna se encuentra consagrado en el artículo 51 de la Carta Política y


ha sido reconocido en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948y
en el artículo 11, párrafo 1, del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC),
bajo la denominación de derecho a la vivienda adecuada.

Ahora bien, en el Estado Social de Derecho, el compromiso con la garantía efectiva de los
derechos económicos, sociales y culturales consagrados en la Carta, tales como el derecho a la
salud, a la seguridad social, a la educación, al acceso al agua potable, al trabajo, o a la vivienda
digna implica, para su efectivo cumplimiento, que el Estado implemente políticas públicas
encaminadas a la obtención de los recursos necesarios para su materialización. (sentencia T-907
de 2010 )

La Corte en sus inicios consideró que el derecho a una vivienda digna no era un derecho
fundamental susceptible de ser amparado a través del mecanismo de la acción de tutela,
argumentando precisamente su indeterminación, porque para su efectivo cumplimiento requeriría
de un desarrollo legal y la implementación de ciertas políticas, siendo entonces un derecho de
contenido prestacional. Sin embargo, la Corte atemperó su postura en aras de ofrecer una efectiva
salvaguarda de garantías constitucionales que pueden terminar afectadas como resultado de su
desconocimiento, y adoptó la tesis de la conexidad, (sentencia T-544 de 2009 ) en virtud de la cual,
un derecho, como el de la vivienda digna, por más que tuviera un carácter prestacional, era exigible
a través de la acción de tutela cuando su desconocimiento comprometiera derechos consagrados en
la Carta como fundamentales, tales como el derecho a la vida, a la dignidad humana, a la integridad
personal y al mínimo vital, (Sentencia T-323 de 2010 ) por mencionar algunos.

Posteriormente, La Corte en su desarrollo doctrinario advirtió como “artificioso” (Sentencia


T-323 de 2010 ) la exigencia de conexidad respecto de derechos fundamentales, como presupuesto
para amparar por vía de tutela un derecho de contenido prestacional, como el derecho a la vivienda
digna, ya que todos los derechos, unos más que otros, contienen una connotación prestacional
evidente, y porque restarle el carácter de derechos fundamentales a los derechos prestacionales no
armoniza con las exigencias derivadas de los pactos internacionales sobre derechos humanos que
hacen parte del bloque de constitucionalidad, mediante los cuales se ha logrado superar esta
diferenciación artificial, que hoy resulta en desuso así sea explicable desde una perspectiva
histórica. (Sentencia T-016 de 2007 )

Entonces, la Corte ha sostenido en su jurisprudencia que el argumento según el cual los


derechos de contenido prestacional no son derechos fundamentales, apunta a plasmar más la forma
como dichos derechos pueden hacerse efectivos en la práctica, que a desconocer la necesaria
protección que merecen los mismos, en cuanto derechos constitucionalmente consagrados, aspecto
que deriva incuestionable una vez establecida su imperiosa protección de cara al respeto de la
dignidad humana. Sobre el particular, en la sentencia T-760 de 2008 la Corte precisó:
19

“La jurisprudencia constitucional considera entonces, que la condición de


‘prestacional’ no se predica de la categoría ‘derecho’, sino de la ‘faceta de un dere-
cho’.2 Es un error categorial hablar de ‘derechos prestacionales’, pues, como se dijo,
todo derecho tiene facetas prestacionales y facetas no prestacionales.

Algunas de las obligaciones que se derivan de un derecho fundamental y que tienen


un carácter prestacional, son de cumplimiento inmediato, bien sea porque se trata de
una acción simple del Estado, que no requiere mayores recursos (por ejemplo, la
obligación de suministrar la información de cuáles son sus derechos a los pacientes,
antes de ser sometidos a un tratamiento médico), (Resolución 13437 de 1991 ) o
porque a pesar de la movilización de recursos que la labor implica, la gravedad y
urgencia del asunto demandan una acción estatal inmediata (por ejemplo, la
obligación de adoptar las medidas adecuadas y necesarias para garantizar la atención
en salud de todo bebé durante su primer año de vida –art. 50, CP–). Otras de las
obligaciones de carácter prestacional derivadas de un derecho fundamental son de
cumplimiento progresivo, por la complejidad de las acciones y los recursos que se
requieren para garantizar efectivamente el goce efectivo de estas facetas de protección
de un derecho. Tanto la decisión democrática acerca del grado de protección que se
brindará a un derecho fundamental en sus facetas prestacionales, como la adopción e
implementación de las formas específicas de garantizar su efectivo respeto, protección
y cumplimiento, suponen que el cumplimiento de este tipo de obligaciones se logre
progresivamente. En tal sentido, el cumplimiento de este tipo de obligaciones no se
satisface con la simple actuación estatal, ésta debe ser ajustada a la Constitución, por
lo que debe estar encaminada a garantizar el goce efectivo de los derechos”.

En la citada sentencia se estableció que la procedibilidad de la tutela para la protección de


esferas positivas de los derechos está condicionada a (i) que la esfera prestacional requerida no
comprometa un alto esfuerzo económico, como cuando se solicita información adecuada en un
puesto de servicio al público; (ii) que se solicite el cumplimiento de obligaciones que hayan
recibido concreción política, o (iii) que sean prestaciones imprescindibles para la garantía de la
dignidad humana, de acuerdo con la jurisprudencia de La Corte o el DIDH. (Sentencia T-760 de
2008 )

2
En la sentencia T-595 de 2002 (MP. Manuel José Cepeda Espinosa), la Corte estudió la acción de tutela de un
ciudadano que consideraba que una de las entidades que opera el sistema de transporte público de Bogotá, –
Transmilenio S.A.–, violaba su derecho a la libertad de locomoción y desconocía la especial protección que la
Constitución le brinda, al no haber garantizado la accesibilidad a las rutas periféricas [rutas alimentadoras] del Sistema
a las personas con discapacidad –en concreto, personas en silla de ruedas–. La Corte resolvió el caso a favor del
accionante.
20

Ahora bien, en relación con el derecho a la vivienda digna, en sentencia T-585 de 2008, La
Corte indicó que este derecho debe considerarse como fundamental debido a su estrecha y evidente
relación con la dignidad humana, por lo que “no es necesario desplegar un ejercicio
argumentativo exhaustivo para concluir que entre las necesidades básicas que deben ser
satisfechas para permitir a un individuo desarrollar en condiciones dignas su proyecto de vida,
se encuentra aquella relacionada con proveerle -por medios que no necesariamente implican la
inversión pública- un lugar de habitación adecuado”. (Sentencia T-585 de 2008 )

De igual manera, en cuanto al contenido del derecho a la vivienda digna, la Corte ha


efectuado una lectura armónica de las normas constitucionales y de las disposiciones contenidas
en el PIDESC, así como de las observaciones del Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales de las Naciones Unidas, específicamente, en su Observación General Número 4, sobre
el derecho a una vivienda adecuada, precisó como necesarios para la efectividad de tal derecho el
cumplimiento de los siguientes criterios:

“a) Seguridad jurídica de la tenencia. La tenencia adopta una variedad de formas,


como el alquiler (público y privado), la vivienda en cooperativa, el arriendo, la
ocupación por el propietario, la vivienda de emergencia y los asentamientos
informales, incluida la ocupación de tierra o propiedad. Sea cual fuere el tipo de
tenencia, todas las personas deben gozar de cierto grado de seguridad de tenencia
que les garantice una protección legal contra el desahucio, el hostigamiento u otras
amenazas (…).

b) Disponibilidad de servicios, materiales, facilidades e infraestructura. Una


vivienda adecuada debe contener ciertos servicios indispensables para la salud, la
seguridad, la comodidad y la nutrición. Todos los beneficiarios del derecho a una
vivienda adecuada deberían tener acceso permanente a recursos naturales y
comunes, a agua potable, a energía para la cocina, la calefacción y el alumbrado, a
instalaciones sanitarias y de aseo, de almacenamiento de alimentos, de eliminación
de desechos, de drenaje y a servicios de emergencia.

c) Gastos soportables. Los gastos personales o del hogar que entraña la vivienda
deberían ser de un nivel que no impidiera ni comprometiera el logro y la satisfacción
de otras necesidades básicas (…).

d) Habitabilidad. Una vivienda adecuada debe ser habitable, en sentido de poder


ofrecer espacio adecuado a sus ocupantes y de protegerlos del frío, la humedad, el
calor, la lluvia, el viento u otras amenazas para la salud, de riesgos estructurales y
de vectores de enfermedad. Debe garantizar también la seguridad física de los
ocupantes (…).
21

e) Asequibilidad. La vivienda adecuada debe ser asequible a los que tengan


derecho. Debe concederse a los grupos en situación de desventaja un acceso pleno y
sostenible a los recursos adecuados para conseguir una vivienda. Debería
garantizarse cierto grado de consideración prioritaria en la esfera de la vivienda a
los grupos desfavorecidos como las personas de edad, los niños, los incapacitados
físicos, los enfermos terminales, los individuos VIH positivos, las personas con
problemas médicos persistentes, los enfermos mentales, las víctimas de desastres
naturales, las personas que viven en zonas en que suelen producirse desastres, y otros
grupos de personas (…).

f) Lugar. La vivienda adecuada debe encontrarse en un lugar que permita el acceso


a las opciones de empleo, los servicios de atención de la salud, centros de atención
para niños, escuelas y otros servicios sociales (…). De manera semejante, la vivienda
no debe construirse en lugares contaminados ni en la proximidad inmediata de fuentes
de contaminación que amenazan el derecho a la salud de los habitantes.

g) Adecuación cultural. La manera en que se construye la vivienda, los materiales


de construcción utilizados y las políticas en que se apoyan deben permitir
adecuadamente la expresión de la identidad cultural y la diversidad de la vivienda.
Las actividades vinculadas al desarrollo o la modernización en la esfera de la vivienda
deben velar porque no se sacrifiquen las dimensiones culturales de la vivienda y
porque se aseguren, entre otros, los servicios tecnológicos modernos”.

Es así como la Corte ha definido el derecho a la vivienda digna, como aquel dirigido a
satisfacer la necesidad humana de disponer de un sitio de vivienda, sea propio o ajeno, que cuente
con condiciones suficientes para que quienes allí habiten puedan realizar de manera digna su
proyecto de vida. (Sentencia T-573 de 2010)

Así mismo, se ha sostenido que el derecho a la vivienda digna, como todo derecho
económico, social y cultural, impone al Estado unas obligaciones de cumplimiento inmediato y
otras de desarrollo progresivo. “En cuanto a las facetas que deben cumplirse de inmediato o en
períodos breves de tiempo, cuando menos puede decirse que son las siguientes: (i) garantizar unos
contenidos mínimos o esenciales del respectivo derecho a todos sus titulares; (Sentencia C-251 de
1997 ) (ii) iniciar cuanto antes el proceso encaminado a la completa realización del derecho –
como mínimo, disponer un plan-; (Sentencia T-760 de 2008 ) (iii) garantizar la participación de
los involucrados en las decisiones; (iv) no discriminar injustificadamente; (v) proteger
especialmente a las personas desaventajadas, en circunstancias de vulnerabilidad relevantes, o
que se encuentran en peor situación; (vi) no interferir arbitrariamente en el contenido ya
garantizado del derecho y (vii) no retroceder de forma injustificada en el nivel de protección
alcanzado. (Sentencia C-507 de 2008) En cuanto a las obligaciones de cumplimiento progresivo,
puede decirse que son todas las que no puedan realizarse de inmediato pero resulten idóneas,
necesarias y proporcionales para garantizar plena y cabalmente el derecho a una vivienda digna.
22

Así, puede decirse que el Estado tiene la obligación de asegurarles progresivamente a todas las
personas el derecho a una vivienda en cabales y plenas condiciones de seguridad jurídica,
disponibilidad, sostenibilidad, habitabilidad, asequibilidad, adecuación espacial y adecuación
cultural”.

En conclusión, la jurisprudencia de la Corte ha sido reiterativa en manifestar que los derechos


económicos, sociales y culturales deben considerarse como derechos subjetivos, en ciertos
contextos, en la medida en que se creen las condiciones para que la persona exija del Estado el
cumplimiento de la obligación que tiene, por ejemplo en virtud de la ley, de ejecutar una prestación
determinada. Así, se consolida entonces un derecho en favor de un sujeto específico, por ejemplo
como consecuencia del desarrollo legislativo o reglamentario de las cláusulas constitucionales,
gracias en parte a que se ha superado el nivel de indeterminación del derecho a la vivienda digna.
Esto se logra, entonces, a causa de la configuración específica de determinadas prestaciones en
beneficio de las personas, por ejemplo mediante la creación e implementación de planes y
programas que promueven la adquisición de vivienda propia; o mediante el otorgamiento de
subsidios y apoyos de carácter técnico o financiero; o mediante la demarcación de un conjunto de
prestaciones concretas a cargo de las entidades que tienen como función desarrollar la política
pública en materia de vivienda. En este sentido, puede considerarse que el derecho a la vivienda
digna adquiere el estatus de un derecho fundamental y, por ende, que su protección puede ser
invocada de manera directa por vía de acción de tutela.
23

3.2. SEGUNDO CAPITULO: LA APLICACIÓN DE POLITICAS DEL ESTADO


COLOMBINAO PARA LA PREVENCION DE DESASTRES CAUSADOS POR
FENOMENOS NATURALES.

Colombia es un Estado Social de Derecho, fundado en la dignidad humana, el trabajo, la


solidaridad y en la prevalencia del interés general sobre el particular (art. 1° Const.), estando sus
autoridades instituidas para proteger a todos los residentes en el territorio nacional en su vida,
honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los
deberes sociales del Estado y de los particulares (art. 2° inciso 2º Const.).

Dentro de los fines esenciales del Estado está garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución (art. 2° inciso 1º), razón por la cual, hace parte
integral de la acción estatal la protección y promoción de los derechos, entre otros, a la vida (art.
11), de petición (art. 23), a la seguridad social (art. 48) y a la vivienda digna (art. 51).

Para lograr ese desarrollo, el preámbulo y los artículos 1°, 23, 48, 49, 51 y 95.2 de la
Constitución Política establecen como uno de los parámetros fundamentales de nuestra sociedad la
solidaridad, que ha de ser desarrollada como pauta de protección de todas las personas,
particularmente si se encuentren en estado de debilidad manifiesta.

Un desastre natural es generalmente un hecho intempestivo, que torna la situación de quienes


son sus víctimas, en extrema y difícil, pues suele suceder que, a causa del fenómeno natural, las
personas pierdan o vean destruidos sus medios cotidianos de subsistencia, sus viviendas, sus
enseres y/o alimentos, y en no pocas ocasiones, también sufran la pérdida de vidas humanas.

Todo ello, genera una circunstancia especial de vulnerabilidad que activa el deber de protección
especial por parte de las autoridades públicas (art. 13 inciso 3°), y ante la cual el Estado debe
responder adecuada y oportunamente, so pena de infringir su deber de garante protector de la
dignidad humana. Por ello, ha dicho esta Corte que en esas situaciones el deber de solidaridad
cobra una dimensión concreta, así:

“En esta medida, en el caso de personas que se encuentran en situaciones de debilidad


manifiesta, debido a su estado de vulnerabilidad a causa del acaecimiento de un desastre,
el principio de solidaridad cobra una dimensión concreta que hace que el derecho a una
vida digna se relacione directamente con la salud, con la seguridad alimentaria y con la
protección mínima de seguridad ante los peligros de la intemperie entre otros aspectos.
Por esta razón tanto el Estado, como la sociedad y la familia deben concurrir a la
protección de este bien jurídico.”
24

A partir de lo anterior puede afirmarse que la solidaridad, además de ser un principio rector
del Estado colombiano, tiene facetas concretas que imponen obligaciones a todos los
colombianos, y en especial a los funcionarios públicos, respecto de sus acciones u omisiones
frente a la situación de las víctimas de desastres naturales, calamidades o emergencias, pues
éstas son resguardadas temporalmente por una especial protección.

Subsidiariedad y existencia de perjuicio irremediable para la procedencia de la acción de tutela.


Reiteración de jurisprudencia.

La acción de tutela se encuentra instituida desde el ordenamiento superior para garantizar la


protección de los derechos fundamentales, cuando quiera que resulten vulnerados o amenazados
por la acción u omisión de las autoridades públicas o de los particulares. No obstante, esta acción
debe ejercerse bajo determinados criterios de procedibilidad, tales como la subsidiariedad, salvo la
demostración de un perjuicio irremediable.

El amparo solamente puede intentarse cuando no existen o han sido agotados otros mecanismos
judiciales de defensa, que sean idóneos y eficientes, a menos que se demuestre la inminencia de un
perjuicio irremediable (art. 86, inciso 3° Const.). Al respecto así se pronunció La Corte en sentencia
T-406 de abril 15 de 2005, M. P. Jaime Córdoba Triviño:

“El fundamento constitucional de la subsidiariedad, bajo esta perspectiva, consiste


en impedir que la acción de tutela, que tiene un campo restrictivo de aplicación, se
convierta en un mecanismo principal de protección de los derechos fundamentales. En
efecto, la Constitución y la ley estipulan un dispositivo complejo de competencias y
procesos judiciales que tienen como objetivo común garantizar el ejercicio pleno de los
derechos constitucionales, en consonancia con el cumplimiento de los demás fines del
Estado previstos en el artículo 2 superior. Por tanto, una comprensión ampliada de la
acción de tutela, que desconozca el requisito de subsidiariedad, vacía el contenido de
las mencionadas competencias y, en consecuencia, es contraria a las disposiciones de
la Carta Política que regulan los instrumentos de protección de los derechos dispuestos
al interior de cada una de las jurisdicciones.”

De esa manera, al existir otro medio de defensa idóneo y efectivo, la acción de tutela resulta
improcedente. Empero, el agotamiento de recursos y mecanismos ordinarios de defensa judicial
debe ser examinado en cada caso concreto, ya que la sola existencia de un medio principal de
defensa judicial no implica per se la improcedencia de la acción de tutela, estando sujeta esa
circunstancia a la comprobacion por parte del juez constitucional. Al respecto, en fallo T-983 de
noviembre 16 de 2007, M. P. Jaime Araujo Rentería, la Corte dispuso:
25

“En desarrollo del principio de subsidiariedad, la jurisprudencia constitucional ha


señalado que en los casos en que el accionante tenga a su alcance otros medios o
recursos de defensa judicial, la acción de tutela procederá excepcionalmente en los
siguientes eventos:

(i) Los medios ordinarios de defensa judicial no son lo suficientemente idóneos y


eficaces para proteger los derechos presuntamente conculcados;

(ii) Aun cuando tales medios de defensa judicial sean idóneos, de no concederse la
tutela como mecanismo transitorio de protección, se produciría un perjuicio
irremediable a los derechos fundamentales.

(iii) El accionante es un sujeto de especial protección constitucional (personas de la


tercera edad, personas discapacitadas, mujeres cabeza de familia, población desplazada,
niños y niñas, etc.), y por tanto su situación requiere de particular consideración por
parte del juez de tutela.”

También el juez debe establecer si se configura la existencia de un perjuicio irremediable, que


afecte los derechos fundamentales de quien invoca su protección, haciendo necesario el amparo
transitorio pretendido para restablecer la situación y asegurar al agraviado el pleno goce de su
derecho. En sentencia T-1316 de diciembre 7 de 2001, M. P. Rodrigo Uprimny Yepes, la Corte
precisó sus características:

“En primer lugar, el perjuicio debe ser inminente o próximo a suceder. Este exige un
considerable grado de certeza y suficientes elementos fácticos que así lo demuestren,
tomando en cuenta, además, la causa del daño. En segundo lugar, el perjuicio ha de ser
grave, es decir, que suponga un detrimento sobre un bien altamente significativo para la
persona (moral o material), pero que sea susceptible de determinación jurídica. En
tercer lugar, deben requerirse medidas urgentes para superar el daño, entendidas éstas
desde una doble perspectiva: como una respuesta adecuada frente a la inminencia del
perjuicio, y como respuesta que armonice con las particularidades del caso. Por último,
las medidas de protección deben ser impostergables, esto es, que respondan a criterios
de oportunidad y eficiencia a fin de evitar la consumación de un daño antijurídico
irreparable.”
26

De la misma manera la Corte ha identificado la relación que existe entre el perjuicio


irremediable y los sujetos de especial protección constitucional, por lo cual la misma setencia antes
citada indicó que:

“En primer lugar, conviene precisar que la configuración de un perjuicio irremediable


debe ser analizada dependiendo de las circunstancias de cada caso concreto, de manera
análoga a como ocurre cuando existen otros mecanismos judiciales de defensa. Se trata
de una regla general que se explica en sí misma, por cuanto, como fue señalado, no todo
daño se convierte, autónomamente, en irreparable.

Sin embargo, algunos grupos con características particulares, como los niños o los
ancianos, pueden llegar a sufrir daños o amenazas que, aún cuando para la generalidad
de la sociedad no constituyen perjuicio irremediable, sí lo son para ellos, pues por
encontrarse en otras condiciones de debilidad o vulnerabilidad, pueden tener
repercusiones de mayor trascendencia que justifican un ‘tratamiento diferencial positivo’,
y que amplia a su vez el ámbito de los derechos fundamentales susceptibles de protección
por vía de tutela.

Lo anterior explica entonces por qué, tratándose de sujetos de especial protección, el


concepto de perjuicio irremediable debe ser interpretado en forma mucho más amplia y
desde una doble perspectiva. De un lado, es preciso tomar en consideración las
características globales del grupo, es decir, los elementos que los convierten en titulares
de esa garantía privilegiada. Pero además, es necesario atender las particularidades de
la persona individualmente considerada, esto es, en el caso concreto. Consecuencialmente,
para determinar la procedencia del amparo, cuando se trata de sujetos de especial
protección, el juez deberá analizar cada uno de estos aspectos.”

El perjuicio irremediable exigido se refiere entonces al “grave e inminente detrimento de un


derecho fundamental, que deba ser contrarrestado con medidas urgentes, de aplicación
inmediata e impostergables”, para neutralizar, cuando ello sea posible, la violación del
derecho, identificando en cada caso las particularidades, dentro de las cuales sobresale la de
ser sujeto de especial protección estatal.

La Corte Constitucional ha definido el derecho a la vivienda digna como el dirigido a suplir la


necesidad humana de disponer de un sitio privado, “sea propio o ajeno, que reviste las
características para poder realizar de manera digna el proyecto de vida”. Este derecho se
encuentra estatuido en el artículo 51 de la carta política, como uno de los derechos sociales,
económicos y culturales, con los cuales se busca asegurar el cumplimiento de los fines del Estado
social de derecho, para promover la prosperidad general.
27

La Corte en aplicación de instrumentos internacionales como la Declaración Universal de


Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entre
otros, ha aceptado la procedencia de la acción de tutela para proteger el derecho a la vivienda digna,
en especial frente a situaciones en las cuales la misma amenaza ruina, ya sea por culpa de un suceso
natural o por una acción u omisión de la administración pública o de un particular.

Se ha señalado que se protege especialmente a aquellos grupos familiares que habitan una casa
en peligro de caerse, cuando dentro de sus miembros se encuentran sujetos de especial protección
constitucional, como niños, adultos mayores o personas con discapacidad.

De la misma manera la Corte ha dispuesto la protección del derecho a la vivienda digna cuando
la persona atraviesa especiales situaciones de disminución por razones de salud, contingencias
familiares o sociales, surgidas por calamidades naturales, precariedad económica o de índole
similar, que llegan a restringir grave y permanentemente el goce efectivo de ese derecho
fundamental:

“El derecho a la vivienda puede ser protegido por el juez de tutela, cuando dadas
las circunstancias particulares de debilidad manifiesta en que se encuentra quien la
posee, es o puede ser injustamente despojado de ella y con ello se afecta su mínimo
vital o el de su familia….”

Ahondando en el concepto de “vivienda digna”, la jurisprudencia constitucional ha señalado


los requisitos que tal definición implica, entre ellos: i) habitabilidad, “es decir, que la vivienda
cumpla con los requisitos mínimos de higiene, calidad y espacio necesarios para que una
persona y su familia puedan ocuparla sin peligro para su integridad física y su salud”; ii) acceso
a los servicios básicos; iii) ubicación de fácil acceso; iv) adecuación cultural a sus habitantes; v)
asequibilidad; vi) gastos soportables; y vii) seguridad jurídica en la tenencia.

Sobre el requerimiento correspondiente a la habitabilidad, ha de indicarse que en Colombia se


ha desarrollado un sistema normativo tendiente a la protección de las personas y familias, cuyas
viviendas se encuentran en terrenos que “son anegadizos, o sujetos a derrumbes y deslizamientos”
u otras situaciones similares. Entre otras, las Leyes 9ª de 1989, 49 de 1990, 3ª de 1991, 388 de
1997, 546 de 1999 y 1523 de 2012, son parte de ese sistema.

La Ley 388 de 1997, en desarrollo de la competencia relativa al ordenamiento del territorio


local, reiteró las obligaciones de las autoridades municipales y distritales, de identificar las zonas
de riesgo “por amenazas naturales”, de “localizar las áreas críticas de recuperación y control
para la prevención de desastres naturales” y de realizar las estrategias de mediano plazo que
permitan contar con “los mecanismos para la reubicación de los asentamientos humanos
localizados en zonas de alto riesgo para la salud e integridad de sus habitantes”.
28

En este sentido, es claro que el plan de ordenamiento territorial a nivel local es el instrumento,
que debe permitir a las autoridades municipales y distritales identificar y manejar las zonas de
riesgo para los bienes y derechos de quienes las habitan, proponiendo soluciones efectivas.

Condensando las reglas fijadas para el manejo de dichas zonas, el fallo T-1094 de diciembre 5
de 2002, M. P. Manuel José Cepeda Espinosa, señaló:

“1) Los alcaldes deben llevar a cabo un inventario de las zonas que presenten altos
riesgos para la localización de asentamientos humanos, entre otros factores, por estar
sujetas a derrumbes o deslizamientos;

2) Los alcaldes deben adelantar programas de reubicación de los habitantes o


desarrollar las operaciones necesarias para eliminar el riesgo en los asentamientos
localizados en dichas zonas;

3) Los funcionarios públicos responsables que no den cumplimiento a lo anterior


incurren en causal de mala conducta;

4) Cualquier ciudadano puede presentar al alcalde o intendente la iniciativa de incluir


en el inventario una zona o asentamiento determinado;

5) Se pueden adquirir los inmuebles y mejoras de las personas a ser reubicadas,


mediante enajenación voluntaria directa o mediante expropiación;

6) Los inmuebles y mejoras así adquiridos pueden ser recibidos en pago de los
inmuebles donde fueren reubicados los habitantes;

7) El inmueble adquirido debe pasar a ser un bien de uso público bajo la administración
de la entidad que lo adquirió;

8) Si los habitantes de inmuebles ubicados en sitios de alto riesgo rehúsan abandonar


el sitio, el respectivo alcalde debe ordenar la desocupación con el concurso de las
autoridades de policía, y la demolición de las edificaciones afectadas;

9) Las autoridades que incumplen las obligaciones impuestas por el artículo 56 de la


Ley 9ª de 1989, modificado por el artículo 5º de la Ley 2ª de 1991, incurren en el delito de
prevaricato por omisión.”

Así las cosas, en ejercicio de la obligación que la Constitución y las leyes han impuesto a las
autoridades locales frente a la población ubicada en alto riesgo, aquellas pueden elegir los medios
de acción para proceder a eliminar cualquier amenaza de vulneración de derechos de los residentes
de sus jurisdicciones, incluyendo el desalojo voluntario o forzado.
29

Sin embargo, ese marco de discrecionalidad no exime a dichas autoridades de ofrecer una
respuesta oportuna y eficaz, y durante todo el proceso de reubicación, restablecimiento y
estabilización de quienes debieron ser desalojados de sus viviendas, especialmente cuando el
hecho generador del riesgo, ha sido un desastre natural.

En concordancia con lo antedicho, el artículo 4 de la Ley 1523 de 2012, indica que se entiende
por respuesta la “ejecución de las actividades necesarias para la atención de la emergencia como
accesibilidad y transporte, telecomunicaciones, evaluación de daños y análisis de necesidades,
salud y saneamiento básico, búsqueda y rescate, extinción de incendios y manejo de materiales
peligrosos, albergues y alimentación, servicios públicos, seguridad y convivencia, aspectos
financieros y legales, información pública y el manejo general de la respuesta, entre otros. La
efectividad de la respuesta depende de la calidad de preparación”. Así mismo indica que la
atención de emergencia debe ofrecerse de manera eficaz y oportuna (art. 35 ibídem).

El derecho a la vivienda digna puede ser protegido por vía de tutela, cuando aquel se ve
amenazado por efecto de un desastre natural. Para la protección de ese y otros derechos de víctimas
de calamidades, se ha desarrollado un sistema normativo y jurisprudencial que permite identificar,
como primeros responsables de la atención y prevención de desastres, a los alcaldes municipales y
distritales, debiendo éstos ofrecer respuestas oportunas y eficaces que permitan restaurar y
restablecer la vida de las víctimas de los trágicos reclamos de la naturaleza.
30

EL DAÑO COMO ELEMENTO INDISPENSABLE PARA LA RESPONSABILIDAD


DEL ESTADO.

De todo el recuento realizado surge evidente que las entidades tanto locales como nacionales
contaban con serios elementos que les hubiese permitido contrarrestar tan fatal tragedia, que como
bien lo advertimos cobró la vida de diversas personas. Sin embargo no realizó esfuerzo alguno para
evitarla y ante ello, desde ya nos atrevemos a afirmar que, contrario a lo manifestado por la
Jurisprudencia de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, la tragedia de Amero – Tolima no
se trató de un simple caso de fuerza mayor imposible de prever y en consecuencia el Estado
colombiano sí debió responder.

Ante ello, resulta trascendental analizar la cláusula de responsabilidad del Estado Colombiano
que se encuentra estipulada en el artículo 90 superior bajo los siguientes términos: “(…) El Estado
responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables, causados por la
acción o la omisión de las autoridades públicas. En el evento de ser condenado el Estado a la
reparación patrimonial de uno de tales daños, que haya sido consecuencia de la conducta dolosa
o gravemente culposa de un agente suyo, aquél deberá repetir contra éste. (…)”.

Según el autor Enrique Gil Botero, esta disposición normativa “(…) no es más que la mera
consecuencia de la filosofía que traza la Carta Política, circunscrita por principios y valores
superiores del ordenamiento jurídico, como la dignidad, la igualdad, la libertad, el pluralismo
político, la solidaridad, la equidad, el Estado sociedad de derecho, etc. (…)” (Botero, 2013)

Además de estar circunscrita a todos los principios anteriormente mencionados, la cláusula de


responsabilidad creó el concepto de daño antijurídico entendiendo según el autor FRANCISCO
TERNERA BARRIOS como “(…) La lesión, detrimento o destrucción de un derecho patrimonial
o extrapatrimonial. (…)” (Opinión Jurídica de la Responsabilidad del Estado , 2008) y si bien este
puede configurarse, se hace necesario que concurran diversos elementos que la jurisprudencia del
Honorable Consejo de Estado ha establecido para que el Estado puede responder: “(…) i) la
existencia de un daño antijurídico; ii) la imputación del daño a la acción u omisión de la Autoridad
Pública; y iii) el nexo de causalidad existente entre el daño y la imputación. (…)” (Opinión Jurídica
de la Responsabilidad del Estado , 2008)

En punto del primer elemento, en principio debe partirse del concepto general de daño,
entendido como “(…) el efecto de dañar. El término proviene del latín damnum y está vinculado
al verbo que se refiere a causar perjuicio, menoscabo, molestia o dolor (…)” (Opinión Jurídica de
la Responsabilidad del Estado , 2008) y resulta tan relevante, que tanto jurisprudencial como
doctrinariamente se ha tratado como el presupuesto más importante del deber de reparar por parte
31

del Estado y de acuerdo a la Jurisprudencia del Órgano de Cierre de la Jurisdicción Contencioso


Administrativa “(…) constituye el primer elemento o supuesto de la responsabilidad, cuya
inexistencia o falta de prueba, hace inocuo el estudio de la imputación frente a la entidad
demandada; esto es, ante la ausencia de daño se torna estéril cualquier otro análisis, como quiera
que es el umbral mismo de la responsabilidad extracontractual del Estado (…).”

La misma Corporación ha señalado que “(…) el primer aspecto a estudiar en los procesos de
reparación directa, es la existencia del daño puesto que si no es posible establecer la ocurrencia
del mismo, se torna inútil cualquier otro juzgamiento que pueda hacerse en estos procesos (…)”.
Ahora, una vez deducida la existencia del mismo “(…) debe deducirse sobre su naturaleza, esto
es, si el mismo puede, o no calificarse como antijurídico, puesto que un juicio de carácter negativo
sobre tal aspecto, libera de toda responsabilidad al Estado, y, por tanto, releva al juzgador de
realizar la valoración del otro elemento de la responsabilidad estatal, esto es, la imputación del
daño al Estado, bajo cualquiera de los distintos títulos que para el efecto se han elaborado (…)”20

Bajo las anteriores directrices normativas, resulta evidente que el daño es el primer elemento
de la responsabilidad estatal, debe estar configurado para que el Estado pueda responder y de no
estarlo, se libera su responsabilidad y se hace inane el estudio de los demás elementos de la
responsabilidad. No obstante, hemos de advertir que no todos los daños son reparables por cuanto
existen daños jurídicos que traen consigo el deber de las personas de soportarlo, casos tales como
“(…) expropiación cuando el legislador, mediante una ley votada favorablemente por la mayoría
de los miembros de cada cámara, determine que no habrá lugar a indemnización, o “cuando de
la aplicación de una ley expedida por motivo de utilidad pública o interés social, resultaren en
conflicto los derechos de los particulares con la necesidad por ella reconocida, el interés privado
deberá ceder al interés público o social (…)”

Contrario sensu, el daño antijurídico es el único que compromete la responsabilidad del Estado
y ha de entenderse como aquel que ninguna persona del conglomerado social está en el deber de
soportarlo y lo cierto es que en el sub examine estamos ante un hecho que trajo consigo un daño
antijurídico para los habitantes de Armero – Tolima, toda vez que no estaban en el deber de soportar
lo ocurrido que como bien lo manifestamos pudo preverlo el Estado. Además el daño que sufrieron
esas personas cumple con todas las características para que sea indemnizable, pues se trata de un
daño directo, personal y cierto.

En punto de la característica de ser “directo” se ha establecido que “(…) esta condición no alude
propiamente a una característica, sino más bien a una relación determinante de su relevancia
jurídica, toda vez que si el daño no ha sido producido, o no es referible al autor, no existe conexión
entre éste y el resultado, lo cual conlleva a que en el plano físico o en el normativo, aquel no
materializó la realidad dañosa, en otros términos, no le es imputable (…)” y lo cierto es que en el
caso de marras el hecho en estudio cumple con la característica mencionada, por cuando si bien
fue un hecho de la naturaleza pudo preverse y como tal situación le era atribuible al Estado y no lo
hizo, sí es referible a él.
32

Esto nos hace retomar las mil y un profecía que se tejieron alrededor de Armero y que si estas no
quisieron ser tenidas en cuenta por tratarse de habladurías si se debieron atender con especial
observancia las que hiciera para la fecha el Ministerio de Minas y Energía, Ingeominas,
Universidad Nacional, Universidad de Caldas y el científico Minard L. Hall como delegado de
UNDRO, quien reclamaba especial atención a todas las recomendaciones de la organización
UNDRO (Organización de las Naciones Unidas para Desastres)

De otra parte, en el caso bajo estudio se trata de un daño personal, característica que “(…) hace
referencia a la legitimación, esto es, a quién tiene derecho a reclamar la reparación, y lo tendrá
quien ostente la calidad de perjudicado con el hecho dañoso, independientemente de la
consanguinidad, afinidad y otros factores (…), Lo anterior, por cuanto quienes reclamaron fueron
personas que se vieron directamente afectadas por lo sucedido, quienes perdieron familiares, sus
enseres, sus bienes. Finalmente, se trató de un daño “cierto”, pues no existe certidumbre alguna de
su existencia.

En ese orden de ideas, siendo evidente que el primer elemento de la responsabilidad del Estado
se cumplió, a continuación estudiaremos la imputación objetiva y el nexo causal como demás
elementos integradores del deber de responsabilidad estatal.

LA IMPUTACIÓN OBJETIVA Y EL NEXO CAUSAL.

En relación con la imputación objetiva, el Consejo de Estado ha afirmado que “(…) supone, el
establecer el fundamento o razón de la obligación de reparar o indemnizar determinado perjuicio
derivado de la materialización de un daño antijurídico, y allí es donde intervienen los títulos de
imputación que corresponden a los diferentes sistemas de responsabilidad que tienen cabida tal
como lo ha dicho la jurisprudencia en el artículo 90 de la Constitución Política (…)”. Por su parte,
el nexo causal “(…) constituye un concepto estrictamente naturalístico que sirve de soporte o
elemento necesario a la configuración del daño

(…)”; también ha sido definido como “(…) la relación necesaria y eficiente entre el hecho
generador del daño y el daño probado (…)” (Patiño, 2007).

DEL TÍTULO DE IMPUTACIÓN DE LA FALLA EN EL SERVICIO.


33

No obstante, antes de determinar la configuración de estos dos elementos en el caso de marras,


se hace en principio menester ahondar en el título de imputación que se configura en eventos como
del sub lite, que no es otro que el denominado “falla en el servicio” que se considera como “(…)
el título jurídico de imputación por excelencia para desencadenar la obligación indemnizatoria
del Estado; en efecto, si al Juez Administrativo le compete una labor de control de la acción
administrativa del Estado y si la falla del servicio tiene el contenido final del incumplimiento de
una obligación a su cargo, no hay duda de que es ella el mecanismo más idóneo para asentar la
responsabilidad patrimonial de naturaleza extracontractual (…).

Este título de imputación se configura por “(…) retardo, por irregularidad, por ineficiencia,
por omisión o por ausencia del mismo. El retardo se da cuando la Administración actúa
tardíamente ante la ciudadanía en prestar el servicio; la irregularidad, por su parte, se configura
cuando se presta el servicio en forma diferente a como debe hacerse en condiciones normales,
contrariando las normas, reglamentos u órdenes que lo regulan y la ineficiencia se da cuando la
Administración presta el servicio pero no con diligencia y eficacia, como es su deber legal. Y
obviamente se da la omisión o ausencia del mismo cuando la Administración, teniendo el deber
legal de prestar el servicio, no actúa, no lo presta y queda desamparada la ciudadanía (…).

En casos específicos estamos ante una responsabilidad estatal por falla en el servicio cuando
“(…) la administración: 1. No desarrolle las obligaciones que están a su cargo (…), 2. Cuando
no efectúe a tiempo el cumplimiento de las obligaciones a su cargo (…), 3.Cuando al desarrollar
sus obligaciones lo haga indebidamente, (…) y 4. Cuando desborde las funciones que le fueron
dadas legal y constitucionalmente, (…)”

DE LOS EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD.

Pese a ello, como se trató de un hecho de la naturaleza, puede llegarse a pensar que se estamos
ante un típico caso de fuerza mayor o de caso fortuito –como a bien lo tuvo la jurisdicción
contenciosa para librar al Estado de responsabilidad.- Por ello, es indispensable analizar qué se
entiende por eximentes de responsabilidad y como es el tratamiento que la jurisprudencia del
Consejo de Estado le ha impartido a los mismos.
34

Según esta alta Corporación, los eximentes de responsabilidad “(…)constituyen diversos eventos
que dan lugar a que devenga jurídicamente imposible imputar, desde el punto de vista jurídico, la
responsabilidad por los daños cuya causación da lugar a la iniciación del litigio, en contra de la
persona o entidad que obra como demandada dentro del mismo (…)”; y la condena “(…)
dependerá de que se establezca su previsibilidad y resistibilidad en conjunto con la inactividad del
Estado que, conocedor de la potencial ocurrencia del fenómeno natural, no ejecuta acción alguna
tendiente a conjurarlo, encontrándose obligado a ello, responsabilidad que también resulta
comprometida si se establece que con su conducta activa, el Estado expuso a los administrados al
fenómeno natural. (…).

En punto de la irresistibilidad como elemento de la causa extraña en sentencia de abril de


2011, el Honorable Consejo de estado determinó que “(…) la misma consiste en la imposibilidad
del obligado a determinado comportamiento o actividad para desplegarlo o para llevarla a cabo;
en otros términos, el daño debe resultar inevitable para que pueda sostenerse la ocurrencia de
una causa extraña, teniendo en cuenta que lo irresistible o inevitable deben ser los efectos del
fenómeno y no el fenómeno mismo pues el demandado podría, en determinadas circunstancias,
llegar a evitar o impedir los efectos dañinos del fenómeno, aunque este sea, en sí mismo,
irresistible, caso de un terremoto o de un huracán (artículo 64 del Código Civil) algunos de cuyos
efectos nocivos, en ciertos supuestos o bajo determinadas condiciones, podrían ser evitados.

Por lo demás, si bien la mera dificultad no puede constituirse en verdadera imposibilidad, ello
tampoco debe conducir al entendimiento de acuerdo con el cual la imposibilidad siempre debe
revestir un carácter sobrehumano; basta con que la misma, de acuerdo con la valoración que de
ella efectúe el juez en el caso concreto, aparezca razonable, como lo indica la doctrina:

«La imposibilidad de ejecución debe interpretarse de una manera humana


y teniendo en cuenta todas las circunstancias: basta que la imposibilidad sea
normalmente insuperable teniendo en cuenta las condiciones de la vida».

En lo referente a la imprevisibilidad suele entenderse por tal “(…) la condición de “imprevisto”


de la misma, esto es, de acontecimiento súbito o repentino, tal y como lo expresan tanto el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, como el artículo 64 del Código Civil y
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, de acuerdo con la cual “[I]mprevisible será
cuando se trate de un acontecimiento súbito, sorpresivo, excepcional, de rara ocurrencia (…)”.
35

De la misma manera, se ha indicado que para que operen las citadas eximentes de
responsabilidad, debe “(…) aclararse, en cada caso concreto, si el proceder activo u omisivo
de la víctima tuvo, o no, injerencia y en qué medida, en la producción del daño. En ese orden de
ideas, resulta dable concluir que para que el hecho de la víctima tenga plenos efectos liberadores
de la responsabilidad estatal, resulta necesario que la conducta desplegada por la víctima sea
tanto causa del daño, como la raíz determinante del mismo, es decir, que se trate de la causa
adecuada, pues en el evento de resultar catalogable como una concausa en la producción del daño
no eximirá al demandado de su responsabilidad y, por ende, del deber de indemnizar, aunque, eso
sí, habrá lugar a rebajar su reparación en proporción a la participación de la víctima. (…)”
36

3.3. CAPITULO TERCERO: LOS AVANCES TECNOLOGICOS DEL ESTADO


PARA LA PREVENCION DE RIESGOS Y DAÑOS CAUSADOS POR
FENOMENOS NATURALES.

El juicio de identidad de los hechos causales de la perturbación del orden económico, social y
ecológico o de calamidad pública consiste en el análisis de la especificidad de los mismos como
constitutivos de un Estado de Emergencia. Es la Constitución -art. 215- el fundamento de este
primer presupuesto fáctico en el orden lógico y descriptivo (replicado en el inciso 1º del artículo
46 de la LEEE), al establecer: Artículo 215. Cuando sobrevengan hechos distintos de los previstos
en los artículos 212 y 213 que perturben o amenacen perturbar en forma grave e inminente.

La norma constitucional -art. 215, inciso 1º- propone un orden de subsidiaridad en la


consideración de los estados de excepción. De presentarse, hipotéticamente, una serie de hechos
de grave alteración del orden público o de agresión exterior, que consecuencialmente perturben
gravemente el orden económico, social o ecológico, la declaración del Estado de Emergencia sería
inconstitucional, por tratarse de hechos propios y no diferentes de los estados de excepción
antecedentes, esto es, por no reunir las condiciones de especificidad fáctica que demanda la norma
superior citada. En otras palabras, en el marco del examen de la Emergencia, el ‘juicio de identidad’
exige la realización de un test de exclusión sobre los hechos invocados como generadores de la
perturbación del orden económico, social y ecológico, a efectos de descartar semejanza o
asimilación con hechos característicos de los demás estados de excepción. Identificados los
presupuestos fácticos como “distintos” de los previstos para la Guerra Exterior o la Conmoción
Interior, procede la admisión de los mismos en el proceso de control material de la declaración de
la Emergencia.

En la Carta Política y en la Ley Estatutaria consignan principios y reglas que deben orientar la
declaratoria y el desarrollo del Estado de Emergencia, buscando conciliar la efectividad de la
medida con la necesidad de restituir al Estado a su condición de normalidad en el menor tiempo
posible. Los principios constitucionales y estatutarios que aplican a los estados de emergencia, han
sido precisados así: de finalidad, necesidad, proporcionalidad, motivación de incompatibilidad y
no discriminación.

La finalidad es el principio según el cual, las medidas que adopte el gobierno con ocasión del
estado de excepción, deben guardar relación con las circunstancias que originaron la declaratoria.

El principio de necesidad (Ley 137 de 1994) por su parte, representa una limitación a los
eventuales abusos de poder del Ejecutivo, ya que el gobierno debe demostrar que las medidas
ordinarias no son suficientes para hacerle frente a la situación de crisis que perturba el orden social,
37

económico o ecológico, y de otro lado, demostrar que las medidas que se adopten para enfrentar la
emergencia, están destinadas exclusivamente a ese fin (Sentencia C-179 de 1994.)

La motivación de incompatibilidad (Ley 137 de 1994, p. Art 10), es otro mecanismo de


restricción de los poderes extraordinarios del Presidente durante los estados de excepción, y sugiere
que cuando durante los estados de guerra y conmoción interior se suspendan leyes, el gobierno
deberá justificar las razones concretas de la incompatibilidad de dichas disposiciones, con el
régimen de excepción.

La regla de proporcionalidad (Ley 137 de 1994, p. Art 14) es una exigencia consagrada en la
misma Carta Política en el artículo 214 y tiene que ver con la “justa medida” entre las disposiciones
que se adopten y la gravedad de la crisis que se pretende conjurar. La evaluación de la
proporcionalidad entre las medidas excepcionales y la gravedad de la situación, hace parte del
análisis de la Corte Constitucional de los decretos legislativos que se expiden con ocasión de la
declaratoria de excepción (Sentencia C-179 de 1994.). El principio de no discriminación (Ley 137
de 1994), reproduce el principio de igualdad ante la ley del artículo 13 de la Constitución Política
en el sentido de que establecer que todas las personas recibirán el mismo trato y no se harán
distinciones basadas en criterios de raza, lengua, religión, origen familiar, creencias políticas o
filosóficas.

Además de los principios anteriormente reseñados, la ley establece una serie de prohibiciones
tales como la imposibilidad de suspender durante los estados de excepción, los derechos humanos
y las libertades fundamentales, no interrumpir el normal funcionamiento de las ramas del poder
público, ni suprimir o modificar los organismos ni las funciones básicas de acusación y
juzgamiento (Ley 137 de 1994, p. Art 15) Asimismo establece la obligación de informar a los
Organismos Internacionales del estado de excepción al día siguiente de su declaratoria y explicar
las razones que lo motivaron (Ley 137 de 1994, p. Art 16).

Los principios enunciados fueron, como ya se dijo, inicialmente desarrollados por la


jurisprudencia constitucional. En este orden de ideas, en la sentencia C-004 de 1992 que analizó
por primera vez la declaratoria de un estado de emergencia social en todo el territorio nacional por
el deterioro del clima laboral en el sector oficial (Decreto 333 de 1992), se describieron los
principios de eficacia y economía, el principio democrático y el principio de necesidad.

El principio de eficacia y economía, se refiere a sacrificar lo menos posible el régimen


constitucional ordinario, y tratar de retornar prontamente a la normalidad. La sentencia señala las
siguientes implicaciones de este principio:

1) No podrán suspenderse los derechos humanos ni las libertades fundamentales; 2) no


se interrumpirá el normal funcionamiento de las ramas del poder público ni de los órganos
del Estado; 3) el plus de facultades que adquiere el Presidente será el estrictamente
necesario para conjurar la situación de anormalidad; 4) los Decretos que se expidan deberán
38

referirse únicamente a materias que tengan relación directa y específica con la situación
de anormalidad y su consiguiente superación; 5) las medidas que el Presidente adopte
deberán ser proporcionales a la gravedad de los hechos; 6) el régimen de excepción es
eminentemente temporal (CP arts. 214-4 y 215); 7) el Presidente y los Ministros serán
responsables por cualquier abuso que cometieren en el ejercicio de las facultades durante la
situación de anormalidad.

De lo anterior se deduce que desde las primeras sentencias en esta materia, la Corte,
interpretando la Constitución, ha considerado que los estados de excepción están en general
limitados por algunas prohibiciones -como la de suspender derechos humanos y libertades
fundamentales- y restringidos por el principio de necesidad y finalidad de las medidas
extraordinarias que deben orientarse estrictamente a resolver la situación que se busca enfrentar -
por la imposibilidad de las medidas ordinarias de resolver la crisis-. Asimismo se han reiterado los
principios de proporcionalidad y temporalidad de las medidas.

El principio democrático, que también está enunciado en la Carta Política y es uno de los
presupuestos o proyecciones del principio de economía y eficiencia, busca asegurar que incluso en
momentos de anormalidad, se mantenga la legitimidad democrática de las decisiones del Estado.
La función legislativa del Congreso de la República no se suspende, como en general no se
interrumpe el funcionamiento ordinario de las ramas del poder y de los órganos del Estado
(Constitución Política, art. 214.3). Por el contrario, se prevé la reunión del Congreso “por derecho
propio” en los tres días siguientes a la declaratoria o prórroga del estado de conmoción y su
convocatoria por el propio Presidente de la República para los diez días siguientes al vencimiento
del término de uso de las facultades extraordinarias. En estos dos casos, como bajo Estado de
Guerra, el Congreso de la República dispone de la plenitud de sus atribuciones constitucionales y
legales, con poder reformatorio y derogatorio de los decretos legislativos expedidos.

En esta primera sentencia también se empieza a dilucidar el principio de subsidiariedad, al


precisar que el control de la Corte consiste en realizar un análisis de la existencia del presupuesto
objetivo de la emergencia, o bien, de verificar la existencia de hechos sobrevinientes y
extraordinarios que generen una perturbación o constituyan una grave amenaza para el orden social
económico y ecológico y que no puedan enfrentarse a través de los mecanismos ordinarios.
Precisamente, el principio de subsidiariedad toma forma en la sentencia C-122 de 1997 -que analiza
la declaratoria de emergencia económica y social por la persistente reevaluación del dólar y la
entrada extraordinaria de divisas extranjeras (Decreto 80 de 1997)-, en la que la Corte realiza una
valoración sobre la suficiencia o insuficiencia de las medidas ordinarias para superar la crisis que
pretende conjurar la declaratoria de emergencia. En esta providencia se establece que este test de
subsidiariedad será más estricto cuando la emergencia haya sido provocada por la acción o la
omisión del Estado.
39

En la sentencia C-122 de 1999 que estudia la declaratoria de emergencia económica y social por
deterioro de la situación de los establecimientos de crédito (Decreto 2330 de 1998), la Corte aplica
los principios anteriormente descritos, al realizar un análisis de necesidad de las medidas
extraordinarias, y preguntándose si el sacrificio que se deriva de la adopción de poderes
excepcionales por parte del ejecutivo, al restringir temporalmente principios rectores de la
democracia; se justifica en ese caso para enfrentar la perturbación.

La sentencia C-135 de 2009 en la que se analiza la declaratoria de emergencia económica y


social por la crisis provocada por la caída de las captadoras ilegales de dinero, más conocidas como
“pirámides” (Decreto 4333 de 2008), retoma el análisis de los principios que deben regir en los
estados de excepción y que justifican el control político y judicial de las medidas adoptadas por el
Presidente en estos casos. En este orden de ideas, se reitera que las facultades excepcionales del
Gobierno deben ser las estrictamente necesarias para impedir la perturbación o la agravación de
sus efectos lo cual se refiere entonces al respeto a los principios de proporcionalidad y necesidad
descritos anteriormente. Además, a partir de la LEEE y las disposiciones constitucionales, la
sentencia menciona la necesidad de respetar otros principios como los de intangibilidad de
derechos humanos, el principio de temporalidad3, el principio de legalidad4 y el principio de
proclamación5.

Esta enunciación de principios será reiterada en sentencias posteriores a la C-135 de 2009, y


especialmente en la sentencia C-252 de 2010 que analiza la declaratoria de emergencia social por
la crisis en el sector salud (Decreto 4975 de 2009).

3
Sentencia C-135 de 2009: “El principio de temporalidad apunta a que los estados de excepción han de tener
una vigencia temporal limitada, el término estrictamente requerido para superar el hecho que configura la situación
excepcional. Expresamente señalado en el artículo 27 de la CADH, fue recogido por el artículo 215 de la Carta cuando
señala que el estado de emergencia económica, social o ecológica será declarado por períodos de hasta 30 días, que
sumados no podrán exceder de noventa días en el año calendario”.
4
Sentencia C-135 de 2009: “El principio de legalidad tiene dos acepciones, desde la perspectiva del derecho
interno supone la obligación del Estado de actuar de conformidad con las disposiciones constitucionales y legales que
rigen la declaratoria de un estado de emergencia y el otorgamiento de poderes excepcionales.
Desde la perspectiva del derecho internacional público implica que las suspensiones o derogaciones de derechos
adoptadas en virtud de la declaratoria de un estado de excepción no deben ser incompatibles con otras obligaciones
bajo el derecho internacional, incluido el derecho internacional humanitario y el derecho penal internacional”.
5
Sentencia C-135 de 2009: “Según el principio de proclamación o de declaración pública todo Estado que va a
hacer uso de las medidas excepcionales debe manifestar expresamente las razones que fundamentan su decisión, esto
es, las circunstancias que motivan la amenaza a la vida de la nación que sirve como base para la suspensión de
garantías”.
40

LAS OBLIGACIONES DE LAS AUTORIDADES LOCALES FRENTE AL DERECHO


A LA VIVIENDA DIGNA ANTE RIESGOS DE DESASTRES.

A nivel interno, la obligación que tiene el Estado de velar porque cada persona tenga un lugar
que le permita desarrollar sus actividades personales y familiares en unas condiciones mínimas de
dignidad, se concentra en gran parte en cabeza de las administraciones locales.

En efecto, la normativa interna estableció ciertas responsabilidades en cabeza de las autoridades


locales, como a continuación se analiza.

El artículo 56 de la Ley 9ª de 1989, modificado por el artículo 5 de la Ley 3ª de 1991, atribuyó


a los Alcaldes Municipales la obligación de realizar un censo sobre las zonas de alto riego de
deslizamiento, y una vez obtenida esta información, les ordena proceder a la reubicación de las
personas que se encuentren “en sitios anegadizos, o sujetos a derrumbes y deslizamientos, o que
de otra forma presenten condiciones insalubres para la vivienda”.

La norma en mención igualmente faculta a los alcaldes a realizar desalojos cuando las
condiciones de seguridad física así lo requieran. De tal suerte, los alcaldes tienen la obligación de:
(i) tener una información actual y completa de las zonas de alto riesgo de deslizamientos o
derrumbes que se encuentran en su municipio, y (ii) adoptar las medidas necesarias de reubicación
en los casos en que personas se encuentren ubicadas en las zonas donde se ponga en riesgo sus
derechos por la condiciones del terreno. Adicionalmente, cuando la vivienda se encuentra en
situación que ponga en peligro la vida de las personas, es necesario que “se proceda a la
evacuación de las personas para proteger su vida y además será obligación del Estado efectuar
los actos administrativos indispensables para que los afectados encuentren otro lugar donde
vivir en condiciones parecidas a las que antes disfrutaban”.

Luego en 1997, se promulgó la Ley 388 “Por la cual se modifica la Ley 9ª de 1989 y la Ley 3ª
de 1991 y se dictan otras disposiciones”.

Esta ley fue expedida con el objeto de asegurar que los recursos en dinero o en especie que
destine el Gobierno Nacional para la vivienda de interés social, se dirijan prioritariamente a atender
la población más pobre del país, así como garantizar, entre otros, el derecho fundamental a la
vivienda digna y velar por la prevención de desastres. La ley en mención le reiteró a la
administración municipal la obligación de tener una información actual y completa acerca de las
zonas de riesgo de su municipio. En efecto, el artículo 8 de la norma en estudio establece:

“La función pública del ordenamiento del territorio municipal o distrital se


ejerce mediante la acción urbanística de las entidades distritales y municipales,
referida a las decisiones administrativas y a las actuaciones urbanísticas que les
41

son propias, relacionadas con el ordenamiento del territorio y la intervención en


los usos del suelo. Son acciones urbanísticas, entre otras:

[…] 5. Determinar las zonas no urbanizables que presenten riesgos para la


localización de asentamientos humanos, por amenazas naturales, o que de otra
forma presenten condiciones insalubres para la vivienda.

7. Calificar y localizar terrenos para la construcción de viviendas de interés


social.

8. Calificar y determinar terrenos como objeto de desarrollo y construcción


prioritaria.

11. Localizar las áreas críticas de recuperación y control para la prevención


de desastres, así como las áreas con fines de conservación y recuperación
paisajística.

13. Determinar y reservar terrenos para la expansión de las infraestructuras


urbanas.

14. Todas las demás que fueren congruentes con los objetivos del
ordenamiento del territorio.

PARAGRAFO. Las acciones urbanísticas aquí previstas deberán estar


contenidas o autorizadas en los planes de ordenamiento territorial o en los
instrumentos que los desarrollen o complementen, en los términos previstos en la
presente ley […]”.

En desarrollo de lo anterior, la Ley 715 de 2001, en su artículo 76, especificó las obligaciones
de la administración municipal en lo concerniente a la reubicación de la población que se encuentra
ubicada en zona de riesgo. Al respecto, la mencionada ley estableció:

“Además de las establecidas en la Constitución y en otras disposiciones,


corresponde a los Municipios, directa o indirectamente, con recursos propios,
del Sistema General de Participaciones u otros recursos, promover, financiar o
cofinanciar proyectos de interés municipal y en especial ejercer las siguientes
competencias:

76.2. En materia de vivienda

76.2.1. Participar en el Sistema Nacional de Vivienda de Interés Social.


42

76.2.2. Promover y apoyar programas o proyectos de vivienda de interés


social, otorgando subsidios para dicho objeto, de conformidad con los criterios
de focalización nacionales, si existe disponibilidad de recursos para ello.

76.9. En prevención y atención de desastres:

Los municipios con la cofinanciación de la Nación y los departamentos


podrán:

76.9.1. Prevenir y atender los desastres en su jurisdicción.

76.9.2. Adecuar las áreas urbanas y rurales en zonas de alto riesgo y


reubicación de asentamientos.

76.11. Atención a grupos vulnerables:

Podrán establecer programas de apoyo integral a grupos de población


vulnerable, como la población infantil, ancianos, desplazados o madres cabeza
de hogar. (Negrilla y subrayado fuera del texto)”.

En síntesis, (i) las autoridades locales tienen obligaciones y competencias específicas en lo


concerniente al tema de prevención y atención de desastres, (ii) deben tener información actual y
completa acerca de las zonas de alto riesgo de deslizamientos o derrumbes que se encuentran en su
municipio, (iii) una vez obtenido el censo sobre las zonas de alto riesgo de deslizamiento, deben
proceder a la reubicación de esas personas que se encuentran en situación de riesgo, (iv) deben
promover y apoyar programas o proyectos de vivienda de interés social las cuales pueden ser
financiadas con recursos propios, del Sistema General de Participaciones o de otros recursos y, (v)
el Legislador le impuso a la administración municipal deberes de prevención y mitigación frente a
la población localizada en zonas en donde se pueda presentar un desastre.

DEBER SOCIAL DEL ESTADO Y DE LA SOCIEDAD FRENTE A LAS VÍCTIMAS DE


DESASTRES NATURALES. REITERACIÓN DE JURISPRUDENCIA.

Teniendo en cuenta que Colombia es un Estado Social de Derecho y, éste aunado a la estructura
básica del ordenamiento constitucional colombiano, le otorgan al Estado el deber de
proporcionarles bienestar a todos los habitantes de la Nación, lo que se fundamenta y desarrolla
en los principios de dignidad humana, trabajo, solidaridad y prevalencia del interés general sobre
el particular.

Lo anterior, tiene su fundamento en el Preámbulo y en el artículo 1° de la Constitución, con el


establecimiento de parámetros fundamentales para nuestra sociedad, que se desenvuelven como
43

pauta de protección, en especial a favor de las personas que se encuentren en estado de debilidad
manifiesta.

Por otro lado, dentro de los fines esenciales del Estado se encuentran entre otros el de
“garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución
Política” (Art. 2° inciso 1º), de manera que así es reconocido y protegido el derecho a la vida, en
el máximo nivel y, para el caso objeto de estudio, el derecho a la vivienda digna, frente al cual el
Art. 51 de nuestra Carta señala “ que el Estado fijará las condiciones necesarias para hacerlo
efectivo…”.

En consecuencia, esta Corte, con respecto al derecho a la vivienda digna de aquellas personas
consideradas como damnificadas, en sentencias como la T- 1125 de 2003 ha manifestado:

“La situación de desamparo a que se ven abocados los damnificados ante la ocurrencia
de un desastre, manifestada en un primer momento en la urgencia por hallar un lugar
donde refugiarse ante la emergencia, es una cuestión de humanidad que debe ser
afrontada solidariamente por todas las personas, comenzando desde luego por el Estado.
(Negrilla fuera del texto)…

[…]

En materia de atención y prevención de desastres, la especial atención constitucional


se brinda para la protección de la población afectada que ostenta una calidad de
vulnerabilidad y debilidad evidente, y en esta medida para el aseguramiento de sus
derechos fundamentales a la vida, a la subsistencia, a la dignidad, y a la salud, entre otros.
Además, el principio general de solidaridad impide que la sociedad sea indiferente al
sufrimiento evidente de las personas o insensible ante la situación de desamparo o de
extrema necesidad en que éstas se encuentren.

En esta medida, todos los agentes sociales deben asumir responsablemente el


cumplimiento de sus deberes constitucionales y legales, de forma que se haga posible la
cooperación social. Ello implica que en cumplimiento de los deberes sociales de apoyo,
atención, protección y promoción de las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad, se
llegue en muchas ocasiones a que la sociedad deba soportar ciertas cargas
públicas.”(Negrilla y Subrayado fuera del texto)

Siguiendo con el mismo lineamiento, esta Corporación en la Sentencia T- 1075 de 2007, indica
que desconocer la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las personas victimas de un
desastre natural generaría la vulneración de sus derechos fundamentales. Al respecto señaló:
44

“El diferente impacto que los fenómenos naturales puede tener sobre las personas,
justifica el tratamiento diferenciado de las medidas a adoptar en estos casos, pues el
desconocimiento de las situaciones de vulnerabilidad, ignorando tanto el evento del
desastre como sus consecuencias en el entorno social, económico, ambiental y familiar,
implica una vulneración contra derechos fundamentales de los damnificados, por lo cual
se hace exigible la cesación de las causas contrarias a la especial protección debida a la
población vulnerable, o las acciones tendientes a la efectividad de la misma.”(Negrilla y
Subrayado fuera del texto).

Ahora bien, esta Corte también se ha manifestado acerca de la importancia del deber de
solidaridad y de protección que tiene el Estado con las personas damnificadas como consecuencia
de un desastre natural, lo anterior debido a la posición de garante que tiene el Estado con todas las
personas que habitan en el territorio nacional. Al respecto en Sentencia T- 530 de 2011 indicó:

[…] una vez ocurrido un derrumbe, deslizamiento o desastre natural similar,


se activa el deber de solidaridad del Estado y la sociedad frente a las personas
damnificadas.

Al respecto, esta Corte ha señalado que “el preámbulo y el artículo 95 de la


Constitución Política establecen como uno de los parámetros fundamentales de
nuestra sociedad la solidaridad, el cual se desenvuelve como pauta de protección
de las personas que se encuentren en estado de debilidad. En esta medida, en el
caso de personas que se encuentran en situaciones de debilidad manifiesta,
debido a su estado de vulnerabilidad a causa del acaecimiento de un desastre, el
principio de solidaridad cobra una dimensión concreta que hace que el derecho
a una vida digna se relacione directamente con la salud, con la seguridad
alimentaria y con la protección mínima de seguridad ante los peligros de la
intemperie entre otros aspectos. Por esta razón tanto el Estado, como la sociedad
y la familia deben concurrir a la protección de este bien jurídico”.

Este deber de solidaridad se fundamenta, además, en que “Colombia es un


Estado Social de Derecho y como República se funda en la dignidad humana, el
trabajo, la solidaridad y en la prevalencia del interés general sobre el particular
(artículo 1° de la Constitución). Las autoridades de la República están
instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su
vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, para asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares (artículo
2° inciso 2º de la Constitución). Dentro de los fines esenciales del Estado está
garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en
la Constitución Política (artículo 2° inciso 1º). También reconoce y garantiza los
derechos a la vida (artículo 11), y a la vivienda digna (artículo 51). Frente a
personas que por su condición económica se encuentren en circunstancias de
45

debilidad manifiesta tiene, además, el deber de protegerlas especialmente


(artículo 13 inciso 3°)”.

En este orden de ideas, “se trata de un deber del Estado de rango


constitucional, no meramente moral, que a su vez involucra los deberes sociales
de los particulares (artículo 95 numeral 9°), si se tiene en cuenta que será con
las contribuciones de éstos destinadas a cubrir los gastos e inversiones del
Estado”.

Una de las manifestaciones de este deber de solidaridad es el relativo a la


reubicación de las personas que, en virtud del desastre natural, han quedado sin
vivienda.

Es por ello que, en el marco de la emergencia económica, social y ecológica


declarada en todo el país mediante el decreto 4580 de 2010 a causa del
denominado “Fenómeno de la Niña”, se expidió el decreto legislativo 4821 de
2010 con el objetivo de facilitar los proyectos de construcción de vivienda y la
reubicación de asentamientos humanos afectados por esta ola invernal.

…el decreto 4821 de 2010 crea y regula detalladamente los proyectos


integrales de desarrollo urbano (PIDU), los cuales permitirán llevar a cabo los
proyectos de reubicación y reasentamiento garantizando (i) su localización en
zonas seguras que no presenten riesgos para las personas, (ii) el cumplimiento
de estándares de calidad ambiental y urbanística con las infraestructuras viales
y de servicios públicos y (iii) la localización de equipamiento principalmente de
educación y salud. Esto mediante un trabajo coordinado entre el Gobierno
Nacional y los municipios y/o distritos. [...]”

De igual forma, en relación con los deberes que se encuentran en cabeza de las autoridades
municipales en lo concerniente a la prevención de desastres, haciendo énfasis en el papel que estas
entidades tienen como células funcionales del ordenamiento territorial. Esta Corte en Sentencia T-
199 de 2010, haciendo énfasis en el artículo 76 de la Ley 715 de 2011 manifestó:

“(…) el artículo 76 de la Ley 715 de 2001 señala la obligación de los


municipios de promover, financiar o cofinanciar proyectos de interés municipal,
bien sea mediante esfuerzo propio o a través del dinero percibido del Sistema
General de Participaciones, entre otros, en materia de prevención y atención de
desastres: “[Artículo 76.9] Los municipios con la cofinanciación de la Nación y
los departamentos podrán: (76.9.1.) Prevenir y atender los desastres en su
jurisdicción. (76.9.2.) Adecuar las áreas urbanas y rurales en zonas de alto riesgo
y reubicación de asentamientos”.
46

Por último, se hace necesario aclarar que las normas que declaran y regulan la existencia de una
situación de desastre, se encuentran establecidas en la Constitución Política y en otras disposiciones
como la Ley 46 de 1988, el Decreto 919 de 1989, la Ley 99 de 1993, la Ley 715 de 2001, el Decreto
93 de 1998 y la Ley 715 de 2001, entre otras normas.

El artículo 2 de la Ley 46 de 1988 define como desastre: “ el daño grave o la alteración grave
de las condiciones normales de vida en un área geográfica determinada, causada por fenómenos
naturales y por efectos catastróficos de la acción del hombre en forma accidental, que requiera
por ello de la especial atención de los organismos del Estado y de otras Entidades de carácter
humanitario o de servicio social.

De igual manera, el artículo 18 del Decreto 919 de 1989 lo define como:

"El daño grave o la alteración grave de las condiciones normales de vida en


un área geográfica determinada, causada por fenómenos naturales y por efectos
catastróficos de la acción del hombre en forma accidental, que requiere por ello
de la especial atención de los organismos del Estado y de otras entidades de
carácter humanitario o de servicio social".

Dentro de dicho marco normativo, dada la relevancia del tema y con el propósito de
enfrentar y manejar todo lo relativo a desastres, “se estableció el Sistema Nacional para la
Prevención y Atención de Desastres el cual está constituido por el conjunto de entidades públicas
y privadas que realizan acciones específicas, para definir las responsabilidades y funciones de
todos los organismos y entidades públicas, privadas y comunitarias en las fases de prevención,
atención, rehabilitación y reconstrucción en situaciones de desastre. Su función es integrar los
esfuerzos públicos y privados para la adecuada prevención y atención de desastre, así como
garantizar un manejo oportuno y eficiente de los recursos humanos, administrativos, técnicos y
económicos necesarios”.

Por su parte, el Decreto 93 de 1998 establece los lineamientos esenciales de la forma en que
el Estado colombiano ha asumido el manejo de los desastres y los programas de prevención del
riesgo, de los cuales es necesario destacar:

“(i) la previsión de un sistema articulado en los distintos niveles territoriales


y con participación multisectorial;

(ii) la conjugación del enfoque de atención de desastre con el de prevención


del riesgo como orientaciones esenciales para el manejo del riesgo, y la
articulación de ‘(l)as fases de prevención, atención inmediata, reconstrucción y
desarrollo en relación con los diferentes tipos de desastres y calamidades
públicas’;
47

(iii) la asignación de competencias entre los distintos niveles, enfocando en el


nivel central las medidas de planeación y en los niveles territoriales
(particularmente el municipio) las de ejecución de las medidas y elaboración de
planes concretos de acción frente a desastres;

(iv) la obligación de los niveles regional y nacional de concurrir a la atención


de situaciones que desborden la capacidad de los entes municipales;

(v) los principios de descentralización, ámbito de competencias, coordinación


y participación;

(vi) el presupuesto de la intervención necesaria y obligatoria de todas las


autoridades para la prevención y atención de desastres, entre otras notas
centrales que serán tenidas en cuenta para el estudio del caso concreto;

(vii) la previsión de diseño de programas de conocimiento, monitoreo, alerta


temprana, difusión de la información”.
48

3. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES.

3.1.CONCLUSIONES.

De la realización del trabajo de investigación, podemos concluir lo siguiente:

Las personas damnificadas por un desastre natural son sujetos de especial protección
constitucional debido al estado de debilidad manifiesta en que se encuentran como consecuencia
de dicho acontecimiento, el Estado tiene el deber de solidaridad y de protección con las personas
damnificadas como consecuencia de un desastre natural, lo anterior debido a la posición de garante
que tiene con todas las personas que habitan en el territorio nacional, desconocer la situación de
vulnerabilidad en la que se encuentran las personas víctimas de un desastre natural generaría la
vulneración de sus derechos fundamentales, tales como la vida digna, la vivienda digna, la salud,
entre otros y, en lo concerniente al manejo de emergencias, es imprescindible que las autoridades
competentes evalúen el riesgo en que se encuentra la población afectada, con la finalidad de tomar
las medidas necesarias para evitar que aumente situación de debilidad manifiesta en la que se
encuentran , sin excluir a ninguna de las víctimas del desastre.

Podemos concluir ciertamente que el derecho a la vivienda digna puede ser protegido por vía
de tutela, cuando aquel se ve amenazado por efecto de un desastre natural. Para la protección de
ese y otros derechos de víctimas de calamidades, se ha desarrollado un sistema normativo y
jurisprudencial que permite identificar, como primeros responsables de la atención y prevención
de desastres, a los alcaldes municipales y distritales, debiendo éstos ofrecer respuestas oportunas y
eficaces que permitan restaurar y restablecer la vida de las víctimas de los trágicos reclamos de la
naturaleza.

La solidaridad, además de ser un principio rector del Estado colombiano, tiene facetas concretas
que imponen obligaciones a todos los colombianos, y en especial a los funcionarios públicos,
respecto de sus acciones u omisiones frente a la situación de las víctimas de desastres naturales,
calamidades o emergencias, pues éstas son resguardadas temporalmente por una especial
protección.
49

3.2.RECOMENDACIONES.

Después de haber analizado concienzudamente las conclusiones se recomienda muy


respetuosamente a los entes en esta investigación lo siguiente:

En esta investigación esperamos a través de la realización de los análisis de criterios jurídicos y


doctrinales verificar el cumplimiento de la Responsabilidad del Estado Colombiano frente a
Desastres naturales,

A los docentes:

Emplear una metodología activa que se traduzca en una concepción participativa en la que el
estudiantes, no sólo es el centro del proceso, sino que es un interlocutor válido, capaz de plantear
problemas, intentar soluciones, recoger y corregir su información, explorar su medio, descubrir,
crear, innovar.

Producir en sus estudiantes la construcción del aprendizaje significativo, aportando él como


docente contenidos significativos, tanto desde el punto de vista de la estructura interna como desde
la posibilidad de asimilarlo.

Orientar el proceso de enseñanza aprendizaje hacia la utilización práctica y efectiva de los


conocimientos en situaciones de la vida cotidiana o hacia la búsqueda de soluciones en la
realización de tareas particulares y bien diferenciadas, utilizando contenidos significativos que
permitan al estudiante desenvolver su actividad en el medio social, desarrollar su independencia
cognoscitiva, formar hábitos y resolver problemas de su vida cotidiana, además de formar y
acumular experiencias.

Buscar contenidos de significación que tengan concordancia con el modelo pedagógico que
lleve la institución, lo mismo que sus prácticas didácticas.

A los jefes de Área:

Propiciar dentro de su cronograma de actividades espacios de evaluación, autoevaluación,


heteroevaluación de los procesos meto didácticos empleados por los enseñantes derecho civil, la
responsabilidad del estado y las consideraciones de estado de Emergencia.

A la universidad:

Específicamente a la Coordinación del Programa de Derecho.

Reunir periódicamente a los egresados del programa para formular, reformular estrategias
innovadoras, para compartir experiencias que aporten a otros enseñantes del Derecho herramientas
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valiosas para desarrollar en el proceso curricular del área, mediante actividades de cualificación
permanente.

Programar encuentros anuales de docentes de Derechos, para armar una red de investigadores
del área.

A los investigadores:

 Proseguir por petición de los docentes a quienes se involucraron en el proceso


investigativo y de la propuesta con estos intercambios y compartir de experiencias
periódicas.
51

Referencias

Ley 715 de 2001.

Botero, E. G. (2013). Responsabilidad Extracontractual del Estado. Editorial Temis.

Campos, A. H. (2012). Resumen ejecutivo. Análisis de la gestión del riesgo de desastres en


Colombia: un aporte para la construcción de políticas públicas. . Bogotá: Banco Mundial. .

Cardona, O. D. (22 de 07 de 2004). Indicadores de riesgo de desastre y gestión de riesgos :


programa para América Latina y el Caribe; informe resumido. Washington, D.C, EE.UU.:
Instituto de Estudios Ambientales.

COHEN, R. (2009). “El vacío institucional para los desplazados internos por desastres naturales".
Bogotá, Colombia: Revista Migraciones Forzadas.

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MASKREY, A. (1998). El Riesgo. Bogotá, Colombia: Tercer Mundo Editores.

MUNDIAL, B. (2012). Análisis de la gestión del riesgo de desastres en Colombia: un aporte para
la construcción de políticas públicas. . Colombia: Banco Mundial.

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Patiño, H. (07 de 2007). Responsabilidad extracontractual y causales de exoneración


Aproximaciones a la Jurisprudencia del Consejo de Estado Colombiano. Externado de
Colombia.

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Sentencia C-179 de 1994..

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Sentencia C-507 de 2008.


52

Sentencia T-016 de 2007 .

Sentencia T-323 de 2010 .

Sentencia T-323 de 2010 .

sentencia T-544 de 2009 .

Sentencia T-573 de 2010.

Sentencia T-585 de 2008 .

Sentencia T-585 de 2008, T-1.824.782 (MP. Humberto Antonio Sierra Porto 12 de 06 de 2008).

Sentencia T-760 de 2008 .

sentencia T-907 de 2010 .

Sentencias T-1094 de 2002, T-592228 (MP: Dr. MANUEL JOSE CEPEDA ESPINOSA 05 de 12
de 2002).

Sentencias T-238A de 2011.


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