Professional Documents
Culture Documents
UNIVERSIDAD DE CARTAGENA
PROGRAMA DE DERECHO
2017
2
Tutor.
UNIVERSIDAD DE CARTAGENA
PROGRAMA DE DERECHO
2017
3
NOTA DE ACEPTACIÓN
________________________________
________________________________
________________________________
________________________________
________________________________
Jurado
________________________________
Jurado
DEDICATORIA
Dedicamos con todo nuestro amor este trabajo que es el resultado de nuestro esfuerzo,
constancia y superación a
DIOS
Quien fue el artífice principal de este triunfo, dándonos todo aquello que oportunamente
utilizamos, proporcionándonos la sabiduría y la mente de CRISTO para poder decir con voz de
agradecimiento
Dedicamos este trabajo fruto de nuestros anhelos, de nuestras esperanzas a nuestras familias: a
quienes inspiraron con su aliento a proseguir, quienes apoyaron cuando lo necesitamos y quienes
ahora disfrutan conjuntamente conmigo este triunfo. A nuestra tutora por incansable
acompañamiento y orientación.
5
CONTENIDO
I. RESUMEN. ............................................................................................................. 7
1. OBJETIVOS. ........................................................................................................... 9
2. INTRODUCCION................................................................................................. 11
3. CAPITULOS. ........................................................................................................ 15
3.1. CONCLUSIONES................................................................................................. 48
REFERENCIAS .................................................................................................... 51
7
I. RESUMEN.
También ha protegido el derecho a la vivienda digna en casos en los cuales, por ejemplo, el
inmueble corre el riesgo de como consecuencia de obras adelantadas en sus inmediaciones, que
conllevan a la afectación del derecho a la salud y la integridad física de los habitantes.
III. ABSTRACT.
This work is constituted in a legal basis on the prevention of disasters caused by natural
phenomena, the State's own and non-transferable responsibility for damages caused by natural
phenomena, in the same way, it is an approximation to the judgments of the Constitutional Court
And the position of criteria of the magistrates of the High Courts, the origin of their direct
protection through the exercise of the guardianship action. Constitutional jurisprudence has
protected the rights to personal security, personal integrity and decent housing of people who are
factually vulnerable under the presence of their homes located in a high risk area, regardless of
whether they have the quality of Owner or holder of the affected property.
It has also protected the right to decent housing in cases in which, for example, the property is
at risk as a result of advanced works in its vicinity, which lead to affect the right to health and
physical integrity of the inhabitants
1. OBJETIVOS.
Ésta es una investigación jurídica, para el Derecho ya que permite de manera exegética la
concepción legal de la figura de la responsabilidad del Estado en Colombia.
.
11
TRABAJO DE GRADO:
2. INTRODUCCION.
Esta investigación se justifica por cuanto además de la realidad del problema que se plantea
tiene un trasfondo jurídico con respecto a la necesidad de indagar sobre la responsabilidad del
Estado en los desastres causados por fenómenos naturales.
Colombia ha sido pionera en América Latina en el desarrollo de una visión más integral
frente al tratamiento de los riesgos y desastres, sin embargo, los daños en la propiedad, la
infraestructura y los medios de subsistencia siguen en aumento y evidencian que los desastres no
son eventos de la naturaleza, sino el resultado de la aplicación de modelos inapropiados de
desarrollo que no consideran la relación sociedad-naturaleza.
Durante los últimos 40 años los desastres han ocasionado pérdidas que alcanzan los US$
7.100 millones, es decir, un promedio de pérdidas anuales de US$ 177 millones. Entre 1970 y el
2011 se han registrado más de 28.000 eventos desastrosos, de los cuales cerca del 60% se reportan
a partir de la década de 1990. Además, durante el 2010 y el 2011, en tan sólo 15 meses, se alcanzó
una cifra equivalente a la cuarta parte de los registros y los muertos de la década anterior. Hay un
evidente incremento en la ocurrencia de eventos desastrosos, pasando de 5.657 registros, entre
1970 y 1979, a 9.270 registros, entre el 2000 y el 2009, lo cual está relacionado no sólo con la
disponibilidad y calidad de las fuentes de información, sino principalmente con el aumento de la
población y los bienes expuestos. En la actualidad, la distribución del nivel de exposición indica
que en Colombia el 36% del territorio está en situación de amenaza sísmica alta, el 28% en alto
potencial de inundación y el 8% en amenaza alta por movimientos en masa. (Campos, 2012)
Dentro de los eventos que pueden ser más críticos para el país está la posibilidad de un
terremoto. Las pérdidas estimadas por sismo con un período de retorno de 500 años serían: para
Bogotá de US$ 12.700 millones, para Medellín de US$ 7.500 millones, para Cali de US$ 6.400
millones, para la región del Eje Cafetero US$ 2.000 millones (Cardona, 2004)y para la nación en
general de US$ 44.900 millones. (Cardona, 2004)
14
2.2. HIPÓTESIS.
La existente responsabilidad por parte del estado colombiano ante los desastres causados por
fenómenos naturales.
3. CAPITULOS.
Estructura de los sistemas de alerta temprana Los sistemas de alerta temprana pueden tener
diferentes estructuras que varían en su complejidad, pero, por lo general, están conformados por
los siguientes subsistemas (MASKREY, 1998):
Colombia no es ajena a los éxodos forzados causados por desastres ambientales. Según el
Informe de 2009 de Evaluación Global de Reducción de Desastres de Naciones Unidas, en las
últimas cuatro décadas los desastres de pequeña y mediana escala en el país la mayoría de los cuales
han sido de tipo hidrometeorológico han mostrado un patrón de aumento, sobre todo en los últimos
diez años (EIRD, 2009)En el período 1970-2011 hubo un aumento sostenido de desastres como
inundaciones, sismos y derrumbes y deslizamientos de masa (MUNDIAL, 2012)
- Las obligaciones de las autoridades locales frente al derecho a la vivienda digna ante
riesgos de desastres
En efecto, el artículo 56 de la Ley 9ª de 1989, “Por la cual se dictan normas sobre planes
de desarrollo municipal, compraventa y expropiación de bienes y se dictan otras disposiciones”,
atribuyó a los Alcaldes Municipales la obligación de realizar un inventario de los asentamientos
humanos ubicados en zonas con alto riego de deslizamiento o derrumbes, procediendo
posteriormente a la reubicación de las personas que allí habitan. Dicha norma también faculta a los
1
Ley 9ª de 1989, “por la cual se dictan normas sobre planes de desarrollo municipal, compraventa y expropiación
de bienes y se dictan otras disposiciones”, el Decreto 3111 de 2004, “por el cual se reglamentan las Leyes 3ª de 1991,
708 de 2001 y 812 de 2003 y se modifica el artículo 18 del Decreto 951 de 2001”.
17
alcaldes a realizar desalojos cuando las condiciones de seguridad física así lo requieran. De acuerdo
a esto, la jurisprudencia constitucional ha establecido que las autoridades locales tienen las
siguientes obligaciones: (i) tener una información actual y completa de las zonas de alto riesgo de
deslizamientos o derrumbes que se encuentran en su municipio, y (ii) adoptar las medidas
necesarias de reubicación en los casos en que personas se encuentren ubicadas en las zonas donde
se ponga en riesgo sus derechos por las condiciones del terreno, por lo que es responsabilidad de
la Administración ejecutar los actos necesarios para que los afectados encuentren otro lugar donde
vivir en condiciones parecidas a las que antes disfrutaban. (Sentencias T-1094 de 2002, 2002)
Posteriormente, la Ley 388 de 1997, “Por la cual se modifica la Ley 9ª de 1989 y la Ley 3ª
de 1991 y se dictan otras disposiciones”, pretendió, entre otros objetivos, garantizar el derecho
fundamental a la vivienda digna y velar por la prevención de desastres. (Ley 388 de 1997. ) Así
mismo, reiteró la obligación que tienen las autoridades municipales de tener una información actual
y completa acerca de las zonas de riesgo de su municipio, de tal manera que se prevengan
efectivamente desastres naturales. (Ley 388 de 1997. )
Por su parte, la Ley 715 de 2001, “Por la cual se dictan normas orgánicas en materia de
recursos y competencias de conformidad con los artículos 151, 288, 356 y 357 (Acto Legislativo
01 de 2001) de la Constitución Política y se dictan otras disposiciones para organizar la prestación
de los servicios de educación y salud, entre otros” prescribió en su artículo 76 ( Ley 715 de 2001)
que las administraciones municipales deben prevenir y atender los desastres que ocurran en su
jurisdicción, así como reubicar los asentamientos que se encuentren en zonas de alto riesgo.
Si bien las personas afectadas por desastres naturales deben tener un mínimo de diligencia
para obtener una respuesta estatal adecuada, como por ejemplo, poner en conocimiento de la
administración su situación calamitosa en caso de que las autoridades desconozcan tal suceso, o
postularse a los programas de vivienda o ayudas que se ofrezcan; de acuerdo a la normatividad
expuesta, es claro que la administración municipal tiene obligaciones y competencias específicas
en lo concerniente al tema de prevención y atención de desastres, por lo que debe tener información
actual y completa acerca de las zonas de alto riesgo de deslizamientos o derrumbes que se
encuentran en su municipio, y una vez obtenida dicha información se procede a la reubicación de
esas personas que se encuentran en situación de riesgo. Además, corresponde a las autoridades
locales promover y apoyar programas o proyectos de vivienda de interés social para las personas
afectadas por desastres naturales. (Sentencias T-238A de 2011)
Ahora bien, en el Estado Social de Derecho, el compromiso con la garantía efectiva de los
derechos económicos, sociales y culturales consagrados en la Carta, tales como el derecho a la
salud, a la seguridad social, a la educación, al acceso al agua potable, al trabajo, o a la vivienda
digna implica, para su efectivo cumplimiento, que el Estado implemente políticas públicas
encaminadas a la obtención de los recursos necesarios para su materialización. (sentencia T-907
de 2010 )
La Corte en sus inicios consideró que el derecho a una vivienda digna no era un derecho
fundamental susceptible de ser amparado a través del mecanismo de la acción de tutela,
argumentando precisamente su indeterminación, porque para su efectivo cumplimiento requeriría
de un desarrollo legal y la implementación de ciertas políticas, siendo entonces un derecho de
contenido prestacional. Sin embargo, la Corte atemperó su postura en aras de ofrecer una efectiva
salvaguarda de garantías constitucionales que pueden terminar afectadas como resultado de su
desconocimiento, y adoptó la tesis de la conexidad, (sentencia T-544 de 2009 ) en virtud de la cual,
un derecho, como el de la vivienda digna, por más que tuviera un carácter prestacional, era exigible
a través de la acción de tutela cuando su desconocimiento comprometiera derechos consagrados en
la Carta como fundamentales, tales como el derecho a la vida, a la dignidad humana, a la integridad
personal y al mínimo vital, (Sentencia T-323 de 2010 ) por mencionar algunos.
2
En la sentencia T-595 de 2002 (MP. Manuel José Cepeda Espinosa), la Corte estudió la acción de tutela de un
ciudadano que consideraba que una de las entidades que opera el sistema de transporte público de Bogotá, –
Transmilenio S.A.–, violaba su derecho a la libertad de locomoción y desconocía la especial protección que la
Constitución le brinda, al no haber garantizado la accesibilidad a las rutas periféricas [rutas alimentadoras] del Sistema
a las personas con discapacidad –en concreto, personas en silla de ruedas–. La Corte resolvió el caso a favor del
accionante.
20
Ahora bien, en relación con el derecho a la vivienda digna, en sentencia T-585 de 2008, La
Corte indicó que este derecho debe considerarse como fundamental debido a su estrecha y evidente
relación con la dignidad humana, por lo que “no es necesario desplegar un ejercicio
argumentativo exhaustivo para concluir que entre las necesidades básicas que deben ser
satisfechas para permitir a un individuo desarrollar en condiciones dignas su proyecto de vida,
se encuentra aquella relacionada con proveerle -por medios que no necesariamente implican la
inversión pública- un lugar de habitación adecuado”. (Sentencia T-585 de 2008 )
c) Gastos soportables. Los gastos personales o del hogar que entraña la vivienda
deberían ser de un nivel que no impidiera ni comprometiera el logro y la satisfacción
de otras necesidades básicas (…).
Es así como la Corte ha definido el derecho a la vivienda digna, como aquel dirigido a
satisfacer la necesidad humana de disponer de un sitio de vivienda, sea propio o ajeno, que cuente
con condiciones suficientes para que quienes allí habiten puedan realizar de manera digna su
proyecto de vida. (Sentencia T-573 de 2010)
Así mismo, se ha sostenido que el derecho a la vivienda digna, como todo derecho
económico, social y cultural, impone al Estado unas obligaciones de cumplimiento inmediato y
otras de desarrollo progresivo. “En cuanto a las facetas que deben cumplirse de inmediato o en
períodos breves de tiempo, cuando menos puede decirse que son las siguientes: (i) garantizar unos
contenidos mínimos o esenciales del respectivo derecho a todos sus titulares; (Sentencia C-251 de
1997 ) (ii) iniciar cuanto antes el proceso encaminado a la completa realización del derecho –
como mínimo, disponer un plan-; (Sentencia T-760 de 2008 ) (iii) garantizar la participación de
los involucrados en las decisiones; (iv) no discriminar injustificadamente; (v) proteger
especialmente a las personas desaventajadas, en circunstancias de vulnerabilidad relevantes, o
que se encuentran en peor situación; (vi) no interferir arbitrariamente en el contenido ya
garantizado del derecho y (vii) no retroceder de forma injustificada en el nivel de protección
alcanzado. (Sentencia C-507 de 2008) En cuanto a las obligaciones de cumplimiento progresivo,
puede decirse que son todas las que no puedan realizarse de inmediato pero resulten idóneas,
necesarias y proporcionales para garantizar plena y cabalmente el derecho a una vivienda digna.
22
Así, puede decirse que el Estado tiene la obligación de asegurarles progresivamente a todas las
personas el derecho a una vivienda en cabales y plenas condiciones de seguridad jurídica,
disponibilidad, sostenibilidad, habitabilidad, asequibilidad, adecuación espacial y adecuación
cultural”.
Dentro de los fines esenciales del Estado está garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución (art. 2° inciso 1º), razón por la cual, hace parte
integral de la acción estatal la protección y promoción de los derechos, entre otros, a la vida (art.
11), de petición (art. 23), a la seguridad social (art. 48) y a la vivienda digna (art. 51).
Para lograr ese desarrollo, el preámbulo y los artículos 1°, 23, 48, 49, 51 y 95.2 de la
Constitución Política establecen como uno de los parámetros fundamentales de nuestra sociedad la
solidaridad, que ha de ser desarrollada como pauta de protección de todas las personas,
particularmente si se encuentren en estado de debilidad manifiesta.
Todo ello, genera una circunstancia especial de vulnerabilidad que activa el deber de protección
especial por parte de las autoridades públicas (art. 13 inciso 3°), y ante la cual el Estado debe
responder adecuada y oportunamente, so pena de infringir su deber de garante protector de la
dignidad humana. Por ello, ha dicho esta Corte que en esas situaciones el deber de solidaridad
cobra una dimensión concreta, así:
A partir de lo anterior puede afirmarse que la solidaridad, además de ser un principio rector
del Estado colombiano, tiene facetas concretas que imponen obligaciones a todos los
colombianos, y en especial a los funcionarios públicos, respecto de sus acciones u omisiones
frente a la situación de las víctimas de desastres naturales, calamidades o emergencias, pues
éstas son resguardadas temporalmente por una especial protección.
El amparo solamente puede intentarse cuando no existen o han sido agotados otros mecanismos
judiciales de defensa, que sean idóneos y eficientes, a menos que se demuestre la inminencia de un
perjuicio irremediable (art. 86, inciso 3° Const.). Al respecto así se pronunció La Corte en sentencia
T-406 de abril 15 de 2005, M. P. Jaime Córdoba Triviño:
De esa manera, al existir otro medio de defensa idóneo y efectivo, la acción de tutela resulta
improcedente. Empero, el agotamiento de recursos y mecanismos ordinarios de defensa judicial
debe ser examinado en cada caso concreto, ya que la sola existencia de un medio principal de
defensa judicial no implica per se la improcedencia de la acción de tutela, estando sujeta esa
circunstancia a la comprobacion por parte del juez constitucional. Al respecto, en fallo T-983 de
noviembre 16 de 2007, M. P. Jaime Araujo Rentería, la Corte dispuso:
25
(ii) Aun cuando tales medios de defensa judicial sean idóneos, de no concederse la
tutela como mecanismo transitorio de protección, se produciría un perjuicio
irremediable a los derechos fundamentales.
“En primer lugar, el perjuicio debe ser inminente o próximo a suceder. Este exige un
considerable grado de certeza y suficientes elementos fácticos que así lo demuestren,
tomando en cuenta, además, la causa del daño. En segundo lugar, el perjuicio ha de ser
grave, es decir, que suponga un detrimento sobre un bien altamente significativo para la
persona (moral o material), pero que sea susceptible de determinación jurídica. En
tercer lugar, deben requerirse medidas urgentes para superar el daño, entendidas éstas
desde una doble perspectiva: como una respuesta adecuada frente a la inminencia del
perjuicio, y como respuesta que armonice con las particularidades del caso. Por último,
las medidas de protección deben ser impostergables, esto es, que respondan a criterios
de oportunidad y eficiencia a fin de evitar la consumación de un daño antijurídico
irreparable.”
26
Sin embargo, algunos grupos con características particulares, como los niños o los
ancianos, pueden llegar a sufrir daños o amenazas que, aún cuando para la generalidad
de la sociedad no constituyen perjuicio irremediable, sí lo son para ellos, pues por
encontrarse en otras condiciones de debilidad o vulnerabilidad, pueden tener
repercusiones de mayor trascendencia que justifican un ‘tratamiento diferencial positivo’,
y que amplia a su vez el ámbito de los derechos fundamentales susceptibles de protección
por vía de tutela.
Se ha señalado que se protege especialmente a aquellos grupos familiares que habitan una casa
en peligro de caerse, cuando dentro de sus miembros se encuentran sujetos de especial protección
constitucional, como niños, adultos mayores o personas con discapacidad.
De la misma manera la Corte ha dispuesto la protección del derecho a la vivienda digna cuando
la persona atraviesa especiales situaciones de disminución por razones de salud, contingencias
familiares o sociales, surgidas por calamidades naturales, precariedad económica o de índole
similar, que llegan a restringir grave y permanentemente el goce efectivo de ese derecho
fundamental:
“El derecho a la vivienda puede ser protegido por el juez de tutela, cuando dadas
las circunstancias particulares de debilidad manifiesta en que se encuentra quien la
posee, es o puede ser injustamente despojado de ella y con ello se afecta su mínimo
vital o el de su familia….”
En este sentido, es claro que el plan de ordenamiento territorial a nivel local es el instrumento,
que debe permitir a las autoridades municipales y distritales identificar y manejar las zonas de
riesgo para los bienes y derechos de quienes las habitan, proponiendo soluciones efectivas.
Condensando las reglas fijadas para el manejo de dichas zonas, el fallo T-1094 de diciembre 5
de 2002, M. P. Manuel José Cepeda Espinosa, señaló:
“1) Los alcaldes deben llevar a cabo un inventario de las zonas que presenten altos
riesgos para la localización de asentamientos humanos, entre otros factores, por estar
sujetas a derrumbes o deslizamientos;
6) Los inmuebles y mejoras así adquiridos pueden ser recibidos en pago de los
inmuebles donde fueren reubicados los habitantes;
7) El inmueble adquirido debe pasar a ser un bien de uso público bajo la administración
de la entidad que lo adquirió;
Así las cosas, en ejercicio de la obligación que la Constitución y las leyes han impuesto a las
autoridades locales frente a la población ubicada en alto riesgo, aquellas pueden elegir los medios
de acción para proceder a eliminar cualquier amenaza de vulneración de derechos de los residentes
de sus jurisdicciones, incluyendo el desalojo voluntario o forzado.
29
Sin embargo, ese marco de discrecionalidad no exime a dichas autoridades de ofrecer una
respuesta oportuna y eficaz, y durante todo el proceso de reubicación, restablecimiento y
estabilización de quienes debieron ser desalojados de sus viviendas, especialmente cuando el
hecho generador del riesgo, ha sido un desastre natural.
En concordancia con lo antedicho, el artículo 4 de la Ley 1523 de 2012, indica que se entiende
por respuesta la “ejecución de las actividades necesarias para la atención de la emergencia como
accesibilidad y transporte, telecomunicaciones, evaluación de daños y análisis de necesidades,
salud y saneamiento básico, búsqueda y rescate, extinción de incendios y manejo de materiales
peligrosos, albergues y alimentación, servicios públicos, seguridad y convivencia, aspectos
financieros y legales, información pública y el manejo general de la respuesta, entre otros. La
efectividad de la respuesta depende de la calidad de preparación”. Así mismo indica que la
atención de emergencia debe ofrecerse de manera eficaz y oportuna (art. 35 ibídem).
El derecho a la vivienda digna puede ser protegido por vía de tutela, cuando aquel se ve
amenazado por efecto de un desastre natural. Para la protección de ese y otros derechos de víctimas
de calamidades, se ha desarrollado un sistema normativo y jurisprudencial que permite identificar,
como primeros responsables de la atención y prevención de desastres, a los alcaldes municipales y
distritales, debiendo éstos ofrecer respuestas oportunas y eficaces que permitan restaurar y
restablecer la vida de las víctimas de los trágicos reclamos de la naturaleza.
30
De todo el recuento realizado surge evidente que las entidades tanto locales como nacionales
contaban con serios elementos que les hubiese permitido contrarrestar tan fatal tragedia, que como
bien lo advertimos cobró la vida de diversas personas. Sin embargo no realizó esfuerzo alguno para
evitarla y ante ello, desde ya nos atrevemos a afirmar que, contrario a lo manifestado por la
Jurisprudencia de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, la tragedia de Amero – Tolima no
se trató de un simple caso de fuerza mayor imposible de prever y en consecuencia el Estado
colombiano sí debió responder.
Ante ello, resulta trascendental analizar la cláusula de responsabilidad del Estado Colombiano
que se encuentra estipulada en el artículo 90 superior bajo los siguientes términos: “(…) El Estado
responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables, causados por la
acción o la omisión de las autoridades públicas. En el evento de ser condenado el Estado a la
reparación patrimonial de uno de tales daños, que haya sido consecuencia de la conducta dolosa
o gravemente culposa de un agente suyo, aquél deberá repetir contra éste. (…)”.
Según el autor Enrique Gil Botero, esta disposición normativa “(…) no es más que la mera
consecuencia de la filosofía que traza la Carta Política, circunscrita por principios y valores
superiores del ordenamiento jurídico, como la dignidad, la igualdad, la libertad, el pluralismo
político, la solidaridad, la equidad, el Estado sociedad de derecho, etc. (…)” (Botero, 2013)
En punto del primer elemento, en principio debe partirse del concepto general de daño,
entendido como “(…) el efecto de dañar. El término proviene del latín damnum y está vinculado
al verbo que se refiere a causar perjuicio, menoscabo, molestia o dolor (…)” (Opinión Jurídica de
la Responsabilidad del Estado , 2008) y resulta tan relevante, que tanto jurisprudencial como
doctrinariamente se ha tratado como el presupuesto más importante del deber de reparar por parte
31
La misma Corporación ha señalado que “(…) el primer aspecto a estudiar en los procesos de
reparación directa, es la existencia del daño puesto que si no es posible establecer la ocurrencia
del mismo, se torna inútil cualquier otro juzgamiento que pueda hacerse en estos procesos (…)”.
Ahora, una vez deducida la existencia del mismo “(…) debe deducirse sobre su naturaleza, esto
es, si el mismo puede, o no calificarse como antijurídico, puesto que un juicio de carácter negativo
sobre tal aspecto, libera de toda responsabilidad al Estado, y, por tanto, releva al juzgador de
realizar la valoración del otro elemento de la responsabilidad estatal, esto es, la imputación del
daño al Estado, bajo cualquiera de los distintos títulos que para el efecto se han elaborado (…)”20
Bajo las anteriores directrices normativas, resulta evidente que el daño es el primer elemento
de la responsabilidad estatal, debe estar configurado para que el Estado pueda responder y de no
estarlo, se libera su responsabilidad y se hace inane el estudio de los demás elementos de la
responsabilidad. No obstante, hemos de advertir que no todos los daños son reparables por cuanto
existen daños jurídicos que traen consigo el deber de las personas de soportarlo, casos tales como
“(…) expropiación cuando el legislador, mediante una ley votada favorablemente por la mayoría
de los miembros de cada cámara, determine que no habrá lugar a indemnización, o “cuando de
la aplicación de una ley expedida por motivo de utilidad pública o interés social, resultaren en
conflicto los derechos de los particulares con la necesidad por ella reconocida, el interés privado
deberá ceder al interés público o social (…)”
Contrario sensu, el daño antijurídico es el único que compromete la responsabilidad del Estado
y ha de entenderse como aquel que ninguna persona del conglomerado social está en el deber de
soportarlo y lo cierto es que en el sub examine estamos ante un hecho que trajo consigo un daño
antijurídico para los habitantes de Armero – Tolima, toda vez que no estaban en el deber de soportar
lo ocurrido que como bien lo manifestamos pudo preverlo el Estado. Además el daño que sufrieron
esas personas cumple con todas las características para que sea indemnizable, pues se trata de un
daño directo, personal y cierto.
En punto de la característica de ser “directo” se ha establecido que “(…) esta condición no alude
propiamente a una característica, sino más bien a una relación determinante de su relevancia
jurídica, toda vez que si el daño no ha sido producido, o no es referible al autor, no existe conexión
entre éste y el resultado, lo cual conlleva a que en el plano físico o en el normativo, aquel no
materializó la realidad dañosa, en otros términos, no le es imputable (…)” y lo cierto es que en el
caso de marras el hecho en estudio cumple con la característica mencionada, por cuando si bien
fue un hecho de la naturaleza pudo preverse y como tal situación le era atribuible al Estado y no lo
hizo, sí es referible a él.
32
Esto nos hace retomar las mil y un profecía que se tejieron alrededor de Armero y que si estas no
quisieron ser tenidas en cuenta por tratarse de habladurías si se debieron atender con especial
observancia las que hiciera para la fecha el Ministerio de Minas y Energía, Ingeominas,
Universidad Nacional, Universidad de Caldas y el científico Minard L. Hall como delegado de
UNDRO, quien reclamaba especial atención a todas las recomendaciones de la organización
UNDRO (Organización de las Naciones Unidas para Desastres)
De otra parte, en el caso bajo estudio se trata de un daño personal, característica que “(…) hace
referencia a la legitimación, esto es, a quién tiene derecho a reclamar la reparación, y lo tendrá
quien ostente la calidad de perjudicado con el hecho dañoso, independientemente de la
consanguinidad, afinidad y otros factores (…), Lo anterior, por cuanto quienes reclamaron fueron
personas que se vieron directamente afectadas por lo sucedido, quienes perdieron familiares, sus
enseres, sus bienes. Finalmente, se trató de un daño “cierto”, pues no existe certidumbre alguna de
su existencia.
En ese orden de ideas, siendo evidente que el primer elemento de la responsabilidad del Estado
se cumplió, a continuación estudiaremos la imputación objetiva y el nexo causal como demás
elementos integradores del deber de responsabilidad estatal.
En relación con la imputación objetiva, el Consejo de Estado ha afirmado que “(…) supone, el
establecer el fundamento o razón de la obligación de reparar o indemnizar determinado perjuicio
derivado de la materialización de un daño antijurídico, y allí es donde intervienen los títulos de
imputación que corresponden a los diferentes sistemas de responsabilidad que tienen cabida tal
como lo ha dicho la jurisprudencia en el artículo 90 de la Constitución Política (…)”. Por su parte,
el nexo causal “(…) constituye un concepto estrictamente naturalístico que sirve de soporte o
elemento necesario a la configuración del daño
(…)”; también ha sido definido como “(…) la relación necesaria y eficiente entre el hecho
generador del daño y el daño probado (…)” (Patiño, 2007).
Este título de imputación se configura por “(…) retardo, por irregularidad, por ineficiencia,
por omisión o por ausencia del mismo. El retardo se da cuando la Administración actúa
tardíamente ante la ciudadanía en prestar el servicio; la irregularidad, por su parte, se configura
cuando se presta el servicio en forma diferente a como debe hacerse en condiciones normales,
contrariando las normas, reglamentos u órdenes que lo regulan y la ineficiencia se da cuando la
Administración presta el servicio pero no con diligencia y eficacia, como es su deber legal. Y
obviamente se da la omisión o ausencia del mismo cuando la Administración, teniendo el deber
legal de prestar el servicio, no actúa, no lo presta y queda desamparada la ciudadanía (…).
En casos específicos estamos ante una responsabilidad estatal por falla en el servicio cuando
“(…) la administración: 1. No desarrolle las obligaciones que están a su cargo (…), 2. Cuando
no efectúe a tiempo el cumplimiento de las obligaciones a su cargo (…), 3.Cuando al desarrollar
sus obligaciones lo haga indebidamente, (…) y 4. Cuando desborde las funciones que le fueron
dadas legal y constitucionalmente, (…)”
Pese a ello, como se trató de un hecho de la naturaleza, puede llegarse a pensar que se estamos
ante un típico caso de fuerza mayor o de caso fortuito –como a bien lo tuvo la jurisdicción
contenciosa para librar al Estado de responsabilidad.- Por ello, es indispensable analizar qué se
entiende por eximentes de responsabilidad y como es el tratamiento que la jurisprudencia del
Consejo de Estado le ha impartido a los mismos.
34
Según esta alta Corporación, los eximentes de responsabilidad “(…)constituyen diversos eventos
que dan lugar a que devenga jurídicamente imposible imputar, desde el punto de vista jurídico, la
responsabilidad por los daños cuya causación da lugar a la iniciación del litigio, en contra de la
persona o entidad que obra como demandada dentro del mismo (…)”; y la condena “(…)
dependerá de que se establezca su previsibilidad y resistibilidad en conjunto con la inactividad del
Estado que, conocedor de la potencial ocurrencia del fenómeno natural, no ejecuta acción alguna
tendiente a conjurarlo, encontrándose obligado a ello, responsabilidad que también resulta
comprometida si se establece que con su conducta activa, el Estado expuso a los administrados al
fenómeno natural. (…).
Por lo demás, si bien la mera dificultad no puede constituirse en verdadera imposibilidad, ello
tampoco debe conducir al entendimiento de acuerdo con el cual la imposibilidad siempre debe
revestir un carácter sobrehumano; basta con que la misma, de acuerdo con la valoración que de
ella efectúe el juez en el caso concreto, aparezca razonable, como lo indica la doctrina:
De la misma manera, se ha indicado que para que operen las citadas eximentes de
responsabilidad, debe “(…) aclararse, en cada caso concreto, si el proceder activo u omisivo
de la víctima tuvo, o no, injerencia y en qué medida, en la producción del daño. En ese orden de
ideas, resulta dable concluir que para que el hecho de la víctima tenga plenos efectos liberadores
de la responsabilidad estatal, resulta necesario que la conducta desplegada por la víctima sea
tanto causa del daño, como la raíz determinante del mismo, es decir, que se trate de la causa
adecuada, pues en el evento de resultar catalogable como una concausa en la producción del daño
no eximirá al demandado de su responsabilidad y, por ende, del deber de indemnizar, aunque, eso
sí, habrá lugar a rebajar su reparación en proporción a la participación de la víctima. (…)”
36
El juicio de identidad de los hechos causales de la perturbación del orden económico, social y
ecológico o de calamidad pública consiste en el análisis de la especificidad de los mismos como
constitutivos de un Estado de Emergencia. Es la Constitución -art. 215- el fundamento de este
primer presupuesto fáctico en el orden lógico y descriptivo (replicado en el inciso 1º del artículo
46 de la LEEE), al establecer: Artículo 215. Cuando sobrevengan hechos distintos de los previstos
en los artículos 212 y 213 que perturben o amenacen perturbar en forma grave e inminente.
En la Carta Política y en la Ley Estatutaria consignan principios y reglas que deben orientar la
declaratoria y el desarrollo del Estado de Emergencia, buscando conciliar la efectividad de la
medida con la necesidad de restituir al Estado a su condición de normalidad en el menor tiempo
posible. Los principios constitucionales y estatutarios que aplican a los estados de emergencia, han
sido precisados así: de finalidad, necesidad, proporcionalidad, motivación de incompatibilidad y
no discriminación.
La finalidad es el principio según el cual, las medidas que adopte el gobierno con ocasión del
estado de excepción, deben guardar relación con las circunstancias que originaron la declaratoria.
El principio de necesidad (Ley 137 de 1994) por su parte, representa una limitación a los
eventuales abusos de poder del Ejecutivo, ya que el gobierno debe demostrar que las medidas
ordinarias no son suficientes para hacerle frente a la situación de crisis que perturba el orden social,
37
económico o ecológico, y de otro lado, demostrar que las medidas que se adopten para enfrentar la
emergencia, están destinadas exclusivamente a ese fin (Sentencia C-179 de 1994.)
La regla de proporcionalidad (Ley 137 de 1994, p. Art 14) es una exigencia consagrada en la
misma Carta Política en el artículo 214 y tiene que ver con la “justa medida” entre las disposiciones
que se adopten y la gravedad de la crisis que se pretende conjurar. La evaluación de la
proporcionalidad entre las medidas excepcionales y la gravedad de la situación, hace parte del
análisis de la Corte Constitucional de los decretos legislativos que se expiden con ocasión de la
declaratoria de excepción (Sentencia C-179 de 1994.). El principio de no discriminación (Ley 137
de 1994), reproduce el principio de igualdad ante la ley del artículo 13 de la Constitución Política
en el sentido de que establecer que todas las personas recibirán el mismo trato y no se harán
distinciones basadas en criterios de raza, lengua, religión, origen familiar, creencias políticas o
filosóficas.
Además de los principios anteriormente reseñados, la ley establece una serie de prohibiciones
tales como la imposibilidad de suspender durante los estados de excepción, los derechos humanos
y las libertades fundamentales, no interrumpir el normal funcionamiento de las ramas del poder
público, ni suprimir o modificar los organismos ni las funciones básicas de acusación y
juzgamiento (Ley 137 de 1994, p. Art 15) Asimismo establece la obligación de informar a los
Organismos Internacionales del estado de excepción al día siguiente de su declaratoria y explicar
las razones que lo motivaron (Ley 137 de 1994, p. Art 16).
referirse únicamente a materias que tengan relación directa y específica con la situación
de anormalidad y su consiguiente superación; 5) las medidas que el Presidente adopte
deberán ser proporcionales a la gravedad de los hechos; 6) el régimen de excepción es
eminentemente temporal (CP arts. 214-4 y 215); 7) el Presidente y los Ministros serán
responsables por cualquier abuso que cometieren en el ejercicio de las facultades durante la
situación de anormalidad.
De lo anterior se deduce que desde las primeras sentencias en esta materia, la Corte,
interpretando la Constitución, ha considerado que los estados de excepción están en general
limitados por algunas prohibiciones -como la de suspender derechos humanos y libertades
fundamentales- y restringidos por el principio de necesidad y finalidad de las medidas
extraordinarias que deben orientarse estrictamente a resolver la situación que se busca enfrentar -
por la imposibilidad de las medidas ordinarias de resolver la crisis-. Asimismo se han reiterado los
principios de proporcionalidad y temporalidad de las medidas.
El principio democrático, que también está enunciado en la Carta Política y es uno de los
presupuestos o proyecciones del principio de economía y eficiencia, busca asegurar que incluso en
momentos de anormalidad, se mantenga la legitimidad democrática de las decisiones del Estado.
La función legislativa del Congreso de la República no se suspende, como en general no se
interrumpe el funcionamiento ordinario de las ramas del poder y de los órganos del Estado
(Constitución Política, art. 214.3). Por el contrario, se prevé la reunión del Congreso “por derecho
propio” en los tres días siguientes a la declaratoria o prórroga del estado de conmoción y su
convocatoria por el propio Presidente de la República para los diez días siguientes al vencimiento
del término de uso de las facultades extraordinarias. En estos dos casos, como bajo Estado de
Guerra, el Congreso de la República dispone de la plenitud de sus atribuciones constitucionales y
legales, con poder reformatorio y derogatorio de los decretos legislativos expedidos.
En la sentencia C-122 de 1999 que estudia la declaratoria de emergencia económica y social por
deterioro de la situación de los establecimientos de crédito (Decreto 2330 de 1998), la Corte aplica
los principios anteriormente descritos, al realizar un análisis de necesidad de las medidas
extraordinarias, y preguntándose si el sacrificio que se deriva de la adopción de poderes
excepcionales por parte del ejecutivo, al restringir temporalmente principios rectores de la
democracia; se justifica en ese caso para enfrentar la perturbación.
3
Sentencia C-135 de 2009: “El principio de temporalidad apunta a que los estados de excepción han de tener
una vigencia temporal limitada, el término estrictamente requerido para superar el hecho que configura la situación
excepcional. Expresamente señalado en el artículo 27 de la CADH, fue recogido por el artículo 215 de la Carta cuando
señala que el estado de emergencia económica, social o ecológica será declarado por períodos de hasta 30 días, que
sumados no podrán exceder de noventa días en el año calendario”.
4
Sentencia C-135 de 2009: “El principio de legalidad tiene dos acepciones, desde la perspectiva del derecho
interno supone la obligación del Estado de actuar de conformidad con las disposiciones constitucionales y legales que
rigen la declaratoria de un estado de emergencia y el otorgamiento de poderes excepcionales.
Desde la perspectiva del derecho internacional público implica que las suspensiones o derogaciones de derechos
adoptadas en virtud de la declaratoria de un estado de excepción no deben ser incompatibles con otras obligaciones
bajo el derecho internacional, incluido el derecho internacional humanitario y el derecho penal internacional”.
5
Sentencia C-135 de 2009: “Según el principio de proclamación o de declaración pública todo Estado que va a
hacer uso de las medidas excepcionales debe manifestar expresamente las razones que fundamentan su decisión, esto
es, las circunstancias que motivan la amenaza a la vida de la nación que sirve como base para la suspensión de
garantías”.
40
A nivel interno, la obligación que tiene el Estado de velar porque cada persona tenga un lugar
que le permita desarrollar sus actividades personales y familiares en unas condiciones mínimas de
dignidad, se concentra en gran parte en cabeza de las administraciones locales.
La norma en mención igualmente faculta a los alcaldes a realizar desalojos cuando las
condiciones de seguridad física así lo requieran. De tal suerte, los alcaldes tienen la obligación de:
(i) tener una información actual y completa de las zonas de alto riesgo de deslizamientos o
derrumbes que se encuentran en su municipio, y (ii) adoptar las medidas necesarias de reubicación
en los casos en que personas se encuentren ubicadas en las zonas donde se ponga en riesgo sus
derechos por la condiciones del terreno. Adicionalmente, cuando la vivienda se encuentra en
situación que ponga en peligro la vida de las personas, es necesario que “se proceda a la
evacuación de las personas para proteger su vida y además será obligación del Estado efectuar
los actos administrativos indispensables para que los afectados encuentren otro lugar donde
vivir en condiciones parecidas a las que antes disfrutaban”.
Luego en 1997, se promulgó la Ley 388 “Por la cual se modifica la Ley 9ª de 1989 y la Ley 3ª
de 1991 y se dictan otras disposiciones”.
Esta ley fue expedida con el objeto de asegurar que los recursos en dinero o en especie que
destine el Gobierno Nacional para la vivienda de interés social, se dirijan prioritariamente a atender
la población más pobre del país, así como garantizar, entre otros, el derecho fundamental a la
vivienda digna y velar por la prevención de desastres. La ley en mención le reiteró a la
administración municipal la obligación de tener una información actual y completa acerca de las
zonas de riesgo de su municipio. En efecto, el artículo 8 de la norma en estudio establece:
14. Todas las demás que fueren congruentes con los objetivos del
ordenamiento del territorio.
En desarrollo de lo anterior, la Ley 715 de 2001, en su artículo 76, especificó las obligaciones
de la administración municipal en lo concerniente a la reubicación de la población que se encuentra
ubicada en zona de riesgo. Al respecto, la mencionada ley estableció:
Teniendo en cuenta que Colombia es un Estado Social de Derecho y, éste aunado a la estructura
básica del ordenamiento constitucional colombiano, le otorgan al Estado el deber de
proporcionarles bienestar a todos los habitantes de la Nación, lo que se fundamenta y desarrolla
en los principios de dignidad humana, trabajo, solidaridad y prevalencia del interés general sobre
el particular.
pauta de protección, en especial a favor de las personas que se encuentren en estado de debilidad
manifiesta.
Por otro lado, dentro de los fines esenciales del Estado se encuentran entre otros el de
“garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución
Política” (Art. 2° inciso 1º), de manera que así es reconocido y protegido el derecho a la vida, en
el máximo nivel y, para el caso objeto de estudio, el derecho a la vivienda digna, frente al cual el
Art. 51 de nuestra Carta señala “ que el Estado fijará las condiciones necesarias para hacerlo
efectivo…”.
En consecuencia, esta Corte, con respecto al derecho a la vivienda digna de aquellas personas
consideradas como damnificadas, en sentencias como la T- 1125 de 2003 ha manifestado:
“La situación de desamparo a que se ven abocados los damnificados ante la ocurrencia
de un desastre, manifestada en un primer momento en la urgencia por hallar un lugar
donde refugiarse ante la emergencia, es una cuestión de humanidad que debe ser
afrontada solidariamente por todas las personas, comenzando desde luego por el Estado.
(Negrilla fuera del texto)…
[…]
Siguiendo con el mismo lineamiento, esta Corporación en la Sentencia T- 1075 de 2007, indica
que desconocer la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las personas victimas de un
desastre natural generaría la vulneración de sus derechos fundamentales. Al respecto señaló:
44
“El diferente impacto que los fenómenos naturales puede tener sobre las personas,
justifica el tratamiento diferenciado de las medidas a adoptar en estos casos, pues el
desconocimiento de las situaciones de vulnerabilidad, ignorando tanto el evento del
desastre como sus consecuencias en el entorno social, económico, ambiental y familiar,
implica una vulneración contra derechos fundamentales de los damnificados, por lo cual
se hace exigible la cesación de las causas contrarias a la especial protección debida a la
población vulnerable, o las acciones tendientes a la efectividad de la misma.”(Negrilla y
Subrayado fuera del texto).
Ahora bien, esta Corte también se ha manifestado acerca de la importancia del deber de
solidaridad y de protección que tiene el Estado con las personas damnificadas como consecuencia
de un desastre natural, lo anterior debido a la posición de garante que tiene el Estado con todas las
personas que habitan en el territorio nacional. Al respecto en Sentencia T- 530 de 2011 indicó:
De igual forma, en relación con los deberes que se encuentran en cabeza de las autoridades
municipales en lo concerniente a la prevención de desastres, haciendo énfasis en el papel que estas
entidades tienen como células funcionales del ordenamiento territorial. Esta Corte en Sentencia T-
199 de 2010, haciendo énfasis en el artículo 76 de la Ley 715 de 2011 manifestó:
Por último, se hace necesario aclarar que las normas que declaran y regulan la existencia de una
situación de desastre, se encuentran establecidas en la Constitución Política y en otras disposiciones
como la Ley 46 de 1988, el Decreto 919 de 1989, la Ley 99 de 1993, la Ley 715 de 2001, el Decreto
93 de 1998 y la Ley 715 de 2001, entre otras normas.
El artículo 2 de la Ley 46 de 1988 define como desastre: “ el daño grave o la alteración grave
de las condiciones normales de vida en un área geográfica determinada, causada por fenómenos
naturales y por efectos catastróficos de la acción del hombre en forma accidental, que requiera
por ello de la especial atención de los organismos del Estado y de otras Entidades de carácter
humanitario o de servicio social.
Dentro de dicho marco normativo, dada la relevancia del tema y con el propósito de
enfrentar y manejar todo lo relativo a desastres, “se estableció el Sistema Nacional para la
Prevención y Atención de Desastres el cual está constituido por el conjunto de entidades públicas
y privadas que realizan acciones específicas, para definir las responsabilidades y funciones de
todos los organismos y entidades públicas, privadas y comunitarias en las fases de prevención,
atención, rehabilitación y reconstrucción en situaciones de desastre. Su función es integrar los
esfuerzos públicos y privados para la adecuada prevención y atención de desastre, así como
garantizar un manejo oportuno y eficiente de los recursos humanos, administrativos, técnicos y
económicos necesarios”.
Por su parte, el Decreto 93 de 1998 establece los lineamientos esenciales de la forma en que
el Estado colombiano ha asumido el manejo de los desastres y los programas de prevención del
riesgo, de los cuales es necesario destacar:
3. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES.
3.1.CONCLUSIONES.
Las personas damnificadas por un desastre natural son sujetos de especial protección
constitucional debido al estado de debilidad manifiesta en que se encuentran como consecuencia
de dicho acontecimiento, el Estado tiene el deber de solidaridad y de protección con las personas
damnificadas como consecuencia de un desastre natural, lo anterior debido a la posición de garante
que tiene con todas las personas que habitan en el territorio nacional, desconocer la situación de
vulnerabilidad en la que se encuentran las personas víctimas de un desastre natural generaría la
vulneración de sus derechos fundamentales, tales como la vida digna, la vivienda digna, la salud,
entre otros y, en lo concerniente al manejo de emergencias, es imprescindible que las autoridades
competentes evalúen el riesgo en que se encuentra la población afectada, con la finalidad de tomar
las medidas necesarias para evitar que aumente situación de debilidad manifiesta en la que se
encuentran , sin excluir a ninguna de las víctimas del desastre.
Podemos concluir ciertamente que el derecho a la vivienda digna puede ser protegido por vía
de tutela, cuando aquel se ve amenazado por efecto de un desastre natural. Para la protección de
ese y otros derechos de víctimas de calamidades, se ha desarrollado un sistema normativo y
jurisprudencial que permite identificar, como primeros responsables de la atención y prevención
de desastres, a los alcaldes municipales y distritales, debiendo éstos ofrecer respuestas oportunas y
eficaces que permitan restaurar y restablecer la vida de las víctimas de los trágicos reclamos de la
naturaleza.
La solidaridad, además de ser un principio rector del Estado colombiano, tiene facetas concretas
que imponen obligaciones a todos los colombianos, y en especial a los funcionarios públicos,
respecto de sus acciones u omisiones frente a la situación de las víctimas de desastres naturales,
calamidades o emergencias, pues éstas son resguardadas temporalmente por una especial
protección.
49
3.2.RECOMENDACIONES.
A los docentes:
Emplear una metodología activa que se traduzca en una concepción participativa en la que el
estudiantes, no sólo es el centro del proceso, sino que es un interlocutor válido, capaz de plantear
problemas, intentar soluciones, recoger y corregir su información, explorar su medio, descubrir,
crear, innovar.
Buscar contenidos de significación que tengan concordancia con el modelo pedagógico que
lleve la institución, lo mismo que sus prácticas didácticas.
A la universidad:
Reunir periódicamente a los egresados del programa para formular, reformular estrategias
innovadoras, para compartir experiencias que aporten a otros enseñantes del Derecho herramientas
50
valiosas para desarrollar en el proceso curricular del área, mediante actividades de cualificación
permanente.
Programar encuentros anuales de docentes de Derechos, para armar una red de investigadores
del área.
A los investigadores:
Referencias
COHEN, R. (2009). “El vacío institucional para los desplazados internos por desastres naturales".
Bogotá, Colombia: Revista Migraciones Forzadas.
EIRD. (2009). Informe de evaluación global sobre la reducción del riesgo de desastres 2009.
Naciones Unidas.
MUNDIAL, B. (2012). Análisis de la gestión del riesgo de desastres en Colombia: un aporte para
la construcción de políticas públicas. . Colombia: Banco Mundial.
Sentencia T-585 de 2008, T-1.824.782 (MP. Humberto Antonio Sierra Porto 12 de 06 de 2008).
Sentencias T-1094 de 2002, T-592228 (MP: Dr. MANUEL JOSE CEPEDA ESPINOSA 05 de 12
de 2002).