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NORBERT LECHNER*
Presentación
A partir de algunos resultados del Informe del PNUD sobre el Desarrollo Humano en
Chile 1998 (PNUD, 1998), argumentaré la relevancia de las condiciones socioculturales
para la gobernabilidad. Aunque los antecedentes empíricos corresponden al caso chileno,
creo que revelan algunos desafíos relevantes para la agenda de otros gobiernos de la
región.
Son bien conocidos los resultados recientes del desarrollo chileno, particularmente a
partir del restablecimiento de la democracia en 1990. Entre 1990 y 1997 Chile tiene un
crecimiento ininterrumpido de 7% anual en promedio, disminuye las tasas de inflación y
desempleo a mínimos históricos, alrededor de 6%, incrementa las remuneraciones reales
y reduce la pobreza de 45 a 23% de la población, elimina el déficit fiscal y aumenta las
tasas de ahorro interno, y diversifica sostenidamente las exportaciones y las inversiones
extranjeras. En suma, los indicadores macroeconómicos muestran y auguran un ejemplo
exitoso de modernización.
En realidad, los chilenos reconocen una clara mejoría respecto al pasado. Estiman que la
sociedad avanza y cambia para mejor. Al mismo tiempo perciben una sociedad más
agresiva, egoísta y con fuertes desigualdades sociales.
CUADRO 1
Chile es una sociedad:
acuerdo desacuerdo
que avanza 82% 17%
que cambia para mejor 78% 20%
mas agresiva 80% 19%
cada vez más egoísta 64% 34%
igualitaria socialmente 18% 81%
justa 29% 70%
FUENTE: Encuesta FLACSO 1995.
1 En: Labastida del Campo, Julio y Camou. 1991. Globalización, Identidad y Democracia, México y
América Latina. Siglo XXI, México.
Profesor investigador de FLACSO y consultor del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). La argumentación debe mucho a la colaboración con Eugenio Ortega, Pedro
Guell y Rodrigo Márquez en el Informe de Desarrollo Humano de Chile 1998 del PNUD. Eximo,
desde luego, al PNUD y a mis colegas de toda responsabilidad por lo aquí expresado.
CUADRO 2. SITUACIÓN PERSONAL EN UN AÑO MÁS (JUNIO DE CADA AÑO)
1995 1996 1997
mejor 46% 42% 43%
igual 37% 36% 40%
peor 14% 18% 13%
FUENTE: Encuestas nacionales CEP
Este optimismo individual contrasta con la visión escéptica del país. Llama la atención
que, a pesar del buen desempeño socioeconómico, prevalece la imagen de un país
estancado. Las personas entrevistadas parecen confiar más en estrategias individuales
de éxito que en el progreso generalizado del país. En otras palabras, visualizan el futuro
más como horizonte personal que como futuro compartido.
Un problema de seguridad
La seguridad proviene no sólo de una protección adecuada contra los riesgos; implica
también un acceso adecuado a las oportunidades del desarrollo. Desde este punto de
vista, la actual estrategia de modernización muestra insuficiencias. Un ámbito
sobresaliente para tener acceso a las nuevas opciones es el empleo.
En concordancia con una tasa muy baja de desempleo, la gente confía en no perder su
empleo actual. Sin embargo, en caso de perderlo, teme no encontrar un trabajo
adecuado. Ello refleja la inseguridad provocada por la flexibilización del mercado laboral.
La modernización económica abre grandes oportunidades para algunos, pero la mayoría
teme la exclusión.
CUADRO 10. CONFIANZA EN EL EMPLEO
Evaluación Evaluación
positiva negativa
no perder empleo actual 59% 38%
encontrar nuevo trabajo aceptable 30% 69%
incorporarse al mercado laboral 16% 82%
FUENTE: Encuesta CEP-PNUD, 1997.
Entendemos por modernización ese proceso histórico que, bajo diversas formas y
estrategias, impulsa y realiza en todos los ámbitos de la sociedad una racionalidad
medio-fin. La modernización da lugar a una diferenciación de "lógicas funcionales"
específicas que van estructurando "sistemas" relativamente cerrados acorde a los
respectivos códigos internos. Las referencias al sistema económico, político, jurídico, etc.,
reflejan esa diferenciación en el lenguaje común. La racionalización social permea y
"colonializa" (Habermas) también a las relaciones personales, sometiéndolas a un cálculo
instrumental. Tiene lugar una funcionalización de las "pasiones", usadas como simples
lubricantes de los sistemas (por ejemplo la instrumentación del deseo de posesión en
función del consumo).
En el caso chileno, se agrega una mala memoria. Las experiencias traumáticas del
pasado no son asumidas. La violencia es silenciada, los miedos son escondidos, los
conflictos se convierten en un tabú. Las vivencias más fuertes de la subjetividad son
encerradas en el "cuarto oscuro" del fuero íntimo. En tales circunstancias, resulta difícil
enfrentar los retos del presente y, mucho más, crear una visión compartida del futuro.
Conviene reiterar ante todo una consecuencia positiva del proceso actual. La expansión y
el fortalecimiento del ámbito de la libertad y responsabilidad individuales reducen las
posibilidades de un uso discrecional y clientelista del poder político. Además, ayudan a
evitar un exceso de demandas sociales y, por ende, una "sobrecarga" del Estado. Por
sobre todo, pueden contribuir a generar redes de cooperación entre las instancias
gubernamentales y los actores sociales. Sin embargo, las transformaciones en marcha
también crean nuevas amenazas para la gobernabilidad.
Las paradojas del desarrollo chileno sugieren que puede haber un notable avance de las
modernizaciones al mismo tiempo que un amplio malestar. A mi entender, ambos
fenómenos están vinculados. La desazón parece expresar una subjetividad vulnerada por
una expansión indebida de los sistemas funcionales. La creciente autorreferencialidad
que despliegan las lógicas funcionales termina por atropellar y avasallar a las personas.
En resumidas cuentas, existe una mala complementariedad que puede poner en peligro
la gobernabilidad. Podemos invertir el argumento y sostener que la gobernabilidad
democrática tiene que ver con el manejo de la complementariedad entre los sujetos y los
sistemas funcionales. Señalo la diferencia con otras concepciones. Entender por
gobernabilidad el equilibrio dinámico entre demandas sociales y respuestas
gubernamentales (Camou, 1995) significa trabajar sobre la relación Estado-sociedad civil.
Dicho enfoque no dedica suficiente atención, a mi parecer, a la conformación de los
sistemas en verdaderos "poderes fácticos". Por eso, estimo más adecuado considerar al
Estado como una posible mediación política entre los sujetos y esos sistemas
funcionales. En esta perspectiva se visualizan, a partir de la experiencia chilena, algunos
desafíos de la gobernabilidad democrática.
BIBLIOGRAFÍA