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Los hijos muertos de Karl Marx | Plan

El padre del marxismo ha sido objeto de varios análisis críticos,


que denuncian su apoyo al imperialismo y a las guerras de
conquista de varios pueblos en Asia, América y África.
Los hijos muertos de Karl Marx
En este ensayo, se analizan las grandes falencias,
contradicciones y abusos que los regímenes marxistas de
la Unión Soviética, la China comunista, la Cuba de Castro
y la Venezuela actual cometieron. Probablemente, la
ansiedad de los discursos socialistas contemporáneos con
respecto a las diversidades sexuales se deba a la
búsqueda desesperada de un nuevo sujeto histórico al que
ubicar como actor de contienda social, una vez que el
relato del "obrero industrial" explotado parece perder
eficacia dadas las mejoras en la calidad de vida de
aquellos actores en la sociedad occidental.
05 de Febrero del 2018
Andrés Ortiz Lemos
Este artículo no pretende aproximarse a las opacas
circunstancias en torno a la muerte, por hambre y frío, de
algunos hijos del ensayista alemán Karl Marx. No se busca
indagar en las particularidades personales de un hombre que, en
determinado momento, prefirió ver agonizar a los suyos antes
de cruzar la calle y aceptar un empleo como profesor de idiomas
en el instituto de uno de sus amigos cercanos con el fin de cubrir
las necesidades elementales de su familia.
No deja de ser paradójico que la vida personal de Marx
contraste estrepitosamente con la larga lista de
moralejas usadas por sus seguidores contemporáneos
para sermonear al orbe:el discreto acosador, padre
negligente hasta el virtuosismo, el machista inflexible
que maltrataba a sus hijas y expresaba su desprecio
hacia su género siempre que podía.
Tampoco voy a describir los pormenores relativos a como abusó
de su autoridad sobre la empleada doméstica que cuidaba a su
familia, hasta el punto de dejarla embarazada, y cómo se
aseguró que el hijo nacido de esa relación fuera reconocido por
su amigo Engels. No es necesario. Eso sí, no deja de ser
paradójico que la vida personal de Marx contraste
estrepitosamente con la larga lista de moralejas usadas por sus
seguidores contemporáneos para sermonear al orbe. Marx, el
discreto acosador; el padre negligente hasta el virtuosismo; el
machista inflexible que maltrataba a sus hijas y expresaba su
desprecio hacia su género siempre que podía con declaraciones
como: "mi esposa ha dado a luz un bebé, desgraciadamente es
una niña " (carta a Engels 1851); el vividor que dilapidó el
patrimonio de su esposa; el feroz defensor del colonialismo como
atestiguan sus entusiastas escritos sobre la ocupación de la India
por parte de Inglaterra; es ahora mismo, el símbolo máximo de
los predicadores progresistas que pretenden librar a la sociedad
de los males ejercidos de modo paradójico por su propio profeta.
Pero no. El presente texto no pretende realizar una
argumentación ad hominem. Los vástagos de Marx a los que nos
referimos tienen naturaleza metafórica.
La escatología está presente en varias tradiciones religiosas, los
apocalipsis de la mitología judeo cristiana, las promesas sobre
los últimos tiempos del Islam o las profecías hopi, pero pocas
religiones pueden contar con el privilegio que ha tenido el
marxismo de ver materializados sus proyectos civilizatorios en el
universo de los fenómenos. Los militantes de este sistema de
creencias intentarán decir desde todos los medios que los
proyectos históricos generados en torno a las teorías de Marx
¨no fueron verdaderos socialismos¨ y que la promesa comunista
jamás ha tenido lugar, pero esas aseveraciones tienen escaso
valor. El marxismo y sus objetivos políticos; el socialismo y el
comunismo solo pueden ser valorados desde su impacto en el
mundo real. La promesa del "todavía no", con el que se
presentan sus vaticinios incumplidos, no puede razonarse dentro
del ámbito de las ciencias si no desde la teoría literaria o el
estudio de las mitologías. Es por eso que nos referiremos a los
"hijos de Marx" como aquellos acontecimientos derivados de sus
sistemas teóricos que efectivamente tuvieron lugar y pueden
interpretarse como fenómenos históricos.
El primogénito.
En noviembre del año pasado, la Revolución Rusa cumplió 100
años. Nos referimos al episodio particular en que los
bolcheviques traicionaron a sus antiguos camaradas de armas,
derrocando al gobierno transicional, que tiempo atrás había
depuesto al Zar. Este proceso definiría la creación de la Unión
Soviética (que se consolidó definitivamente en 1922), y
determinó la objetivación del primer proyecto marxista. El
primogénito. Los enunciados literarios (algunas personas los
consideran teóricos) planteados por el autor de El
Capital finalmente tuvieron la oportunidad de ser encarnados.
Bajo el liderazgo de Lenin, la Utopía estaba en sus labores y
finalmente el mundo podría ser testigo del torrente de aciertos
que el joven proyecto político y económico le deparaba al género
humano.
En este punto vale aclarar que ciertas personas podrían pensar
que la revolución rusa debería desligarse de los excesos que se
cometieron en la Unión Soviética. Esta lógica es errónea, del
mismo modo que sería un error pretender separar la forma con
la que se bate un palo de golf con la dirección que tomará la
pelota. Las revoluciones y sus consecuencias, son esencialmente
parte del mismo fenómeno y en ningún modo pueden entenderse
como procesos separados. Como dijimos antes (de modo
tautológico) el marxismo solo puede ser entendido como
fenómeno social, y objeto de estudio, en cuanto a su
manifestación en el universo tangible. Sus especulaciones
conceptuales son ámbito de la literatura escatológica y no son
del interés de este artículo.
El esclavismo y la paradoja del nuevo hombre. Llama
fuertemente la atención constatar que los pretendidos
especialistas en la revolución rusa sean incapaces de identificar
personajes centrales en el proceso de conformación del Estado
soviético, los cuales, además, jugaron un papel protagónico en
el desarrollo de la economía planificada de la Rusia marxista:
"Los cincuenta y ocho", "las perras", "los secos", "los criminales
honrados", Los "fráier", los "ingenieros", son algunos de los
personajes señalados por el ganador del premio nobel Alexander
Solzhenitsyn, en su monumental obra El Archipiélago Gulag. Un
libro que con pocas dudas constituye el documento más
importante relativo al sistema disciplinario soviético. El
mencionado autor es, junto con varios académicos y organismos
especializados, una de las voces más importantes a la hora de
visibilizar la monstruosa magnitud de los campos de prisioneros
creados para cuidar la ortodoxia y los más altos intereses de la
revolución, en sus propias palabras: "estuvieron en el
Archipiélago, particularmente en el período que va desde 1918 a
1956, unos cincuenta millones de prisioneros". (Otras fuentes,
más benévolas con la ideología soviética aseguran que
Solzhenitsyn sobredimensionó este dato y que la cifra "apenas"
llegaría a los 18 millones, nada por qué alarmarse). Por
"archipiélago" el ganador de Premio Nobel, hace referencia a la
red de campos de concentración establecidos por el régimen
comunista, cuyo principal objetivo (aunque no el único) era el
congregar a cualquier alma que demostrara algún atisbo de
pensamiento crítico frente a la beatífica utopía bolchevique.
La lista de causales delineadas en el artículo 58 del código penal
soviético, relativo a crímenes contra el Estado, esgrimía una
larga y ambigua enumeración de posibilidades (casi Borgeanas)
que convertían en enemigo del pueblo a prácticamente cualquier
individuo, ya sea que este haya sido consiente o no de los
crímenes que se le atribuían. Solzhenitsyn refiere una serie de
circunstancias inverosímiles que fueron usadas como pretexto
para privar de su libertad a un número inconmensurable de
ciudadanos, entre las que señala los siguientes ejemplos:
Razones para ser considerado un enemigo del pueblo según el
artículo 58
 no disfrutar de los encandilados versos del cantor de la
revolución Máximo Gorki, como puede leerse en esta cita
"Un… ex diplomático, fue acusado de agitador, por haber
dicho que Gorki es un mal escritor. Y no es que estemos
exagerando. Por Gorki fueron condenados todo el tiempo".
 Haber mancillado los símbolos sagrados (fotografías o
estatuas de los líderes revolucionarios), en palabras del
autor: "Un sastre, para que no se le extraviara la aguja, la
clavó en un diario colgado en la pared y dio justo en el ojo
de una fotografía del líder Kaganovich, fue visto por un
cliente. Artículo 58, diez años (terrorismo)… Una
vendedora, en el momento de recibir mercadería de un
mayorista, a falta de otro papel anotaba la cantidad en una
hoja de diario. El número de panes de jabón cayó justo en
la frente del camarada Stalin. Artículo 58, diez años… El
gerente de un club rural, en compañía del vigilante, fue a
comprar un busto del camarada Stalin, este era demasiado
pesado y no podía llevarlo. Finalmente, el hombre ideó una
solución: hizo un nudo corredizo con su cinturón alrededor
del cuello de Stalin y lo llevó colgado al hombro por las
calles del pueblo. Ahí ya no hay discusión, el caso es claro:
58-8, terrorismo, diez años.¨
 Los atentados contra el honor de las instituciones de la
revolución también recibían castigos ejemplares de parte de
los siempre dispuestos comisarios soviéticos, así por
ejemplo Solzhenitsyn narra: "En un momento de cólera, un
campesino trató a su vaca de «ramera de koljós»; artículo
58, diez años".
 La prevención de propaganda contra revolucionaria, fue
otro de los desvelos de las autoridades, cualquiera que
realizara acciones que promovieran ideas contrarias al
espíritu marxista debía, como no podía ser de otra manera,
sufrir las consecuencias de su trasgresión, en otro pasaje
puede leerse como : "un carpintero sordomudo fue
condenado por propaganda contrarrevolucionaria. ¿Cómo lo
consiguió? Estaba entarimando un club. Para trabajar con
más comodidad había echado su chaqueta y su gorra sobre
el busto de Lenin. Alguien asomó la cabeza y lo vio. ¡Artículo
58, diez años!".
Diez años en un Gulag, era la pena común a las transgresiones
ridículas, aquellas que se levantaban bajo pretexto para cubrir
una cuota periódica de arrestos (la cual nunca debía pasar del
uno por ciento en cada población, para evitar entregarse a los
excesos -eran considerados-). Cuando algún prisionero excedía
esta pena significaba que realmente habría cometido alguna falta
seria, como el mismo Solzhenitsyn narra con cierto humor
haciendo referencia a cuando se encontraron con un prisionero
al que le habían dado una pena de veinte años y al preguntarle
que había hecho este respondió – nada - a lo que ellos replicaron
inmediatamente – no te creemos, por "nada" dan solo diez años.
Solzhenitsyn narra con cierto humor haciendo
referencia a cuando se encontraron con un prisionero al
que le habían dado una pena de veinte años y al
preguntarle que había hecho este respondió – nada - a
lo que ellos replicaron inmediatamente – no te
creemos, por "nada" dan solo diez años.
Por supuesto cada persona arrestada por la Cheka (una especie
de equipo policial para-militar), era llevado delante de un juez
de instrucción a fin que firmen una confesión donde reconocía
sus insondables crímenes contra la deslumbrante utopía del
futuro. En una masiva cantidad de casos los acusados no
conocían las razones de su arresto, es ahí cuando eran llevados
a un equipo de "médicos" quienes les convidaban a relatar los
por menores de sus fechorías: punzar el escroto y testículos con
la ayuda de picahielos, luxación de huesos, golpizas con mazas
de goma, exposición a insectos, o la amenaza de la violación o
tortura de sus hijos frente a ellos, eran algunas de las estrategias
que los nuevos hombres nacidos de la revolución empleaban
para obligar a firmar confesiones a los no creyentes.
El escritor soviético Mijaíl Bulgákov, narra el contexto de zozobra
constante y temor al que era sometida la población en general,
y como cada persona tenía terror de contradecir cualquiera de
los dogmas del materialismo dialéctico, cuando a modo de
caricatura relata el arresto, e interrogatorio, de un gato negro
por parte de las milicias, pues estas le habían confundido con un
agente extranjero.
Un tema que llama la atención es la forma en que la generación
de ingenieros graduados antes del proceso revolucionario, se
convirtieron en algunas de las víctimas favoritas de los nuevos
líderes obreros, al parecer sus profesiones habían sido vistas con
resentimiento por parte de las nuevas élites de trabajadores
emancipados, así como varios artistas, intelectuales, músicos o
hijos de escritores ilustres (como la misma hija de Leon Tolstoi).
En contraste, los delincuentes comunes, asesinos, violadores,
secuestradores, fueron considerados víctimas del pasado
burgués y constituidos en brutales capataces de las prisiones (los
llamados "perras¨), y reinaban de manera monstruosa a sus
anchas sobre los prisioneros políticos, muchos de los cuales ni
siquiera sabían las razones de su arresto. En realidad, no era
necesario ser socialdemócrata, anarquista, o religioso para caer
en desgracia bajo el artículo 58. Los arrestos eran indistintos y
varios fieles seguidores del comunismo cayeron en los campos
de concentración sin tener ideas claras de las causas de su visita
a los gulags. Muchísimas mujeres fueron llevadas a los campos,
donde eran obligadas a prostituirse, muchas veces sufrían
embarazos riesgosos, abortos forzados y el secuestro de sus
hijos por parte del Estado el cual los remitía a campos infantiles.
La situación fue apabullante y ha sido narrada en varios
documentos históricos, aún en aquellos reconocidos tiempos
después por la misma Unión Soviética y el Estado ruso moderno.
¿Pero qué razones estaban detrás de un sistema tan bien
organizado de opresión? ¿Por qué un estado albergaría decenas
de millones de prisioneros en unas cuantas décadas? La filósofa
Hannah Arendt, trata de dar una respuesta en su obra "Los
Orígenes del Autoritarismo", proponiendo que eventos masivos
como la inmensa hambruna de Ucrania (que mató a millones de
personas, luego de confiscar su comida en el proceso de
colectivización forzada) fueron generados para dejar sentadas
consecuencias desastrosas de desafiar al poder soviético. Sin
embargo, aún cuando los planteamientos de Arendt pueden ser
acertados en varios niveles, en realidad la explicación propuesta
por Solzhenitsyn puede considerarse más satisfactoria. Para el
autor ruso el régimen soviético no fue sino el reino esclavista
más grande de la historia humana. Los grandes avances
industriales, su crecimiento económico acelerado, sus obras de
ingeniería monumentales, fueron generados desde el abuso
exacerbado del trabajo forzado. El experimento marxista no fue
más que un retorno al esclavismo pre feudal, una paradójica
vuelta al círculo evolutivo del materialismo histórico, en la que el
"nuevo hombre" prometido tendría más elementos en común con
un traficante de prisioneros en el Congo Belga del siglo XIX, que
con el obrero redimido anunciado por la propaganda estatal.
Centros de detención como las Islas Solovki se convirtieron en el
retrato más cercano del último círculo del infierno de Dante.
Espacios helados y muertos donde los hombres se veían forzados
a comer arcilla y limo para engañar a su cuerpo y evitar los
calambres estomacales causados por largos períodos de ayuno.
El sistema penitenciario era una nación dentro de una nación:
"Para elevar la conciencia general bastaba encarcelar sólo a un
determinado tanto por ciento: a los culpables, a los
semiculpables, al cuarto de culpables y a los que habían puesto
a secar los calcetines en la misma valla que ellos. Y sólo el uno
por ciento de sólo un millón, da una docena de campos
pletóricos", escribiría Solzhenitsyn.
Si al lector les consternan libros relativos a los sufrimientos de
los esclavos africanos en la Norteamérica del siglo XIX, estoy
seguro que una aproximación a las condiciones en que los
prisioneros soviéticos fueron vendidos a las factorías le dejarán
sin aliento. Solzhenitsyn no solo describe como millones de
hombres fueron obligados a trabajar como bestias de carga en
completa inanición, en obras monumentales como el VolgaCanal,
el Belomorcanal y la gigantesca infraestructura industrial en
medio de las estepas siberianas, si no que narra con la
minuciosidad de un cronista el mercado de esclavas sexuales
alimentado por las esposas e hijas de prisioneros políticos,
sometidas a una vida de abusos: "en el lugar de destino, las
prisiones de tránsito se convirtieron en auténticos mercados de
esclavos. Los compradores eran muy bien recibidos en las
peresylkas… igual que los negociantes de esclavos de hace
veinticinco siglos sintieron, gozo y placer cuando se elegían
mercancías femeninas, en la prisión de Usman, en 1947, dos
docenas de hombres vestidos con el uniforme de la MVD se
colocaron alrededor de unas mesas recubiertas con blancas
sábanas (las sábanas habían sido puestas para resaltar la
importancia del acto, pues sin ellas parecía que faltaba algo
necesario), mientras las mujeres detenidas, después de haberse
desnudado en el cuarto contiguo, pasaban descalzas y desnudas
por delante de los oficiales".
Uno de los principales argumentos de quienes
defienden, hasta hoy, el aparato soviético fue su
innegable desarrollo fabril y su producción descomunal,
pero este argumento es muy similar al que esgrimen
los defensores del régimen de Pinochet quienes
plantean que la violación de derechos humanos en el
régimen sudamericano debería justificarse en nombre
de la implantación de un sistema económico que
mejoró notablemente su PIB.
Uno de los principales argumentos de quienes defienden, hasta
hoy, el aparato soviético fue su innegable desarrollo fabril y su
producción descomunal, pero este argumento es muy similar al
que esgrimen los defensores del régimen de Pinochet quienes
plantean que la violación de derechos humanos en el régimen
sudamericano debería justificarse en nombre de la implantación
de un sistema económico que mejoró notablemente su PIB. El
caso es el mismo a un nivel filosófico, si bien la experiencia
soviética no tiene comparación con ninguna otra. La encarnación
de la teoría marxista en el mundo de los fenómenos tuvo como
resultado el sistema esclavista más efectivo, descarnado y
devastador de la historia humana, cuyos alcances solo pueden
ser comparables en magnitud con el otro gran intento de hacer
realidad los lineamientos del marxismo, la China Maoista.
El aborto cultural de extremo oriente
Las estadísticas oficiales del gobierno Chino afirman que entre
1958 y 1961 murieron de hambre, en aquel país, 10 millones de
personas, como consecuencia de "fenómenos naturales" y
"gestiones políticas desatinadas". Sin embargo, las
investigaciones académicas externas al discurso estatal plantean
cifras que van entre los 25 hasta los 55 millones de fallecidos
(Peng 1988; Bernstein 1997; Branigan 2013; Yu Xiguang 2015),
dentro de un proceso político llamado el "gran salto hacia
adelante". Una masiva operación que buscaba materializar los
lineamientos del Marxismo Teórico en el escenario de la realidad
campesina. Muchos intelectuales plantean que la versión
comunista China buscó dar gran protagonismo al campesinado,
por sobre los trabajadores fabriles, pero esto no es del todo
exacto. En realidad, durante este período, "el gran salto hacia
adelante", se forzó a millones de familias a dejar sus cultivos
tradicionales y embarcarse en un proceso de fundición forzosa
de acero para adelantar el nacimiento de una constelación de
obreros industriales, al final de cuentas, únicos sujetos históricos
capacitados para traer a la tierra el beatífico paraíso comunista.
Los proverbiales campesinos de oriente, fueron obligados a
convertirse en fundidores de carbón y hierro en improvisados
hornos que generarían ríos de acero de mala calidad, a un precio
ridículamente alto. Sus consecuencias hicieron que los mismos
camaradas soviéticos terminen cuestionando los métodos
radicales de sus vecinos del sur. En efecto el líder ruso Nikita
Khrushchev, hastiado de la herencia estalinista en su propio país,
y conmovido por leer informes, donde incluso se narraba como
algunas familias habían tenido que recurrir al canibalismo de sus
hijos más débiles para alimentar al resto de su camada, terminó
por retirar su apoyo al gran Mao. La situación era insólita aún
para los otros comunistas.
El innegable fracaso de una aproximación radical de las teorías
(o mandamientos) marxistas, en aquella política de
industrialización forzada, le costó a Mao, su posición política.
Cabe recordar que durante un breve período de su gobierno, él
mismo, había animado la socialización de voces críticas conocida
como las "cien flores" desde donde se permitió un sistema
controlado de promoción de intelectuales, los cuales, no tardaron
en cuestionar algunas decisiones equivocadas del gobierno. Si
bien esta etapa duró muy poco (alrededor de un año), y fue
censurada de manera firme, durante el proceso de "salto hacia
adelante", su breve influencia fue suficiente para que un grupo
de voces opositoras puedan fortalecerse lentamente, e incluso
ganar influencia dentro del partido comunista. Frente al fiasco de
su gigantesco experimento colectivista, Mao fue depuesto de su
cargo como Líder Supremo Chino por el nuevo presidente Liu
Shaoqi, quien buscó erosionar su influencia política y convertirlo
en un mero símbolo donde su imagen de héroe revolucionario
continuase siendo enseñado en las escuelas, más como un
capítulo de la historia que como un líder contemporáneo.
Frente al fiasco de su gigantesco experimento
colectivista, Mao fue depuesto de su cargo como Líder
Supremo Chino por el nuevo presidente Liu Shaoqi,
quien buscó erosionar su influencia política y convertirlo
en un mero símbolo donde su imagen de héroe
revolucionario continuase siendo enseñado en las
escuelas, más como un capítulo de la historia que como
un líder contemporáneo.
Los nuevos caudillos políticos, procuraron disminuir lo más
posible la influencia de Mao en la vida política de su país y lo
"recluyeron" al ámbito simbólico y "cultural". Como una graciosa
concesión ofrecieron a su última esposa, la actriz Jiang Qing, el
Ministerio de Cultura de su país. Si embargo con estas acciones,
los rivales del líder chino cometieron el peor error de sus vidas y
en poco tiempo tendrían que ver con sus propios ojos los
alcances de un fenómeno desconocido hasta entonces: el
marxismo cultural.
El Presidente de China Liu Shaoqi, y sus colaboradores cercanos
no midieron el poder de la mitología, los símbolos culturales y la
pasión de colectivos descontrolados cuando estos defienden una
creencia de orden religioso. Mao y su esposa Jiang Qing
empezaron a organizar inmensas bandas de adolescentes
extasiados con la retórica de aquel paraíso perdido al que los
nuevos líderes de China se negaban a arribar. Las facciones más
fanáticas del marxismo Chino promovieron la creación de "los
guardianes rojos" inmensas bandas paramilitares conformadas
por activistas intransigentes y catecúmenos de un catecismo
donde Marx, Lenin, Stalin y Mao eran venerados como dioses en
un panteón escatológico. Los creyentes quemaban libros,
masacraban a las personas en la calle que no se supieran de
memoria citas de Mao, enterraban vivos a intelectuales que se
habían dedicado a criticar la memoria del "gran timonel", como
se llamaba a el camarada Mao en ese entonces.
Entre 1966 y 1976 murieron aproximadamente tres millones de
personas como consecuencia de las bandas exacerbadas de
creyentes marxistas. Los líderes críticos fueron depuestos, y los
excesos de sus adoradores llegaron a dimensiones épicas cuando
empezaron a destruir todos los vestigios que pudieron de la
herencia milenaria China bajo la premisa de acabar con los
valores conservadores. Solo la muerte de Mao en 1976 logró
detener un proceso que llegó incluso a albergar casos donde
militantes paroxistas se comían a sus víctimas como muestra
inequívoca de que el "nuevo hombre" prometido por los escritos
de Marx (o la "nueva persona", como era conocido este concepto
entre los chinos) se estaba levantando como el sol, y no tardaría
en iluminar las mentes y los corazones de un mundo expectante
de justicia social.
Algunos pretendidos intelectuales han tratado insinuar que el
"marxismo cultural" estaría relacionado con los tibios escritos de
intelectuales contemporáneos, referidos a discursos de
naturaleza progresista en occidente, ignorando de manera
escandalosa la experiencia China, y su peculiar variante
Camboyana, donde este sistema de pensamiento también fue
impuesto por un ex estudiante de la Sorbona de París llamado
Pol Pot. Aquel sofisticado intelectual camboyano había
frecuentado las noches de bohemia francesa, donde a punta de
buen vino y queso maduro perfeccionó un discurso progresista
elegante, típico de la intelectual occidental. Pero con él había una
diferencia, Pot haría realidad sus sueños. Antes de regresar de
vuelta a su país prometió a sus compañeros marxistas en la
universidad que aplicaría todo cuanto había aprendido de ellos
en las amables tertulias de los cafés parisinos. El resultado de su
sublime promesa fue un genocidio de 3 millones de víctimas, en
un proceso tan bizarro que incluso llegó a generar casos donde
personas que usaban lentes eran arrestadas en la calle por
considerárseles ¨intelectuales conservadores¨ .
Si el amable lector siente interés por entender un poco mejor los
pormenores de esta manifestación cultural del marxismo, y sus
intensas consecuencias para las libertades humanas, le
recomiendo de modo encarecido el libro de Jung Chang, Cisnes
Salvajes, donde se narran las vivencias y puntos de vista de
algunas generaciones de familias chinas frente los fenómenos y
cambios políticos que hemos mencionado antes.
Lamentablemente este tipo de literatura ha sufrido una suerte
de censura implícita entre los amables intelectuales de nuestro
contexto, tradicionalmente identificados con las retóricas de la
izquierda.
Los bastardos del sur
En efecto, la teoría marxista, y las particularidades de su
aplicación en el universo social (que al final de cuentas es lo único
que nos interesa) han seguido un patrón constante y plenamente
reconocible donde quiera que han sido impuestas. Latinoamérica
vivió ese proceso más de una vez, pero dos casos son
proverbiales. El primero de ellos fue retratado por personajes
como Reinaldo Arenas, Carrera Infante, o Virginio Piñera, todos
ellos escritores. Por supuesto nos referimos a Cuba, isla de la
que se podrían decir muchas cosas, pero de la que será suficiente
retratar dos circunstancias: la brutal respuesta al pensamiento
crítico, y las penosas condiciones a las que fueron reducidos los
homosexuales durante una buena parte del régimen castrista. El
novelista Reinaldo Arenas tomó la precaución de encarnar ambas
circunstancias: Era una mente crítica, y además tomó la
precaución de ser homosexual.
En Cuba, el novelista Reinaldo Arenas tomó la
precaución de encarnar ambas circunstancias: Era una
mente crítica, y además tomó la precaución de ser
homosexual.
Arenas se consideró a sí mismo un revolucionario durante su
juventud. Ayudó, en lo que pudo durante el proceso de
derrocamiento del dictador Fulgencio Batista, se sentía
identificado con los lineamientos de la izquierda, cuando estos
latían como una promesa utópica poco antes de constatar con
sus propios ojos lo que ocurría cuando los apóstoles del altruismo
tomaban el poder. El joven escritor solo pudo publicar una novela
en la isla cubana, Celestino antes del Alba, aunque lo hizo en
medio de un ambiente cada vez más hostil hacia la creatividad
individual y las diversidades sexuales. Como el prevenido lector
debe saber, el manifiesto del partido comunista de Marx y Engels
demanda que el proceso revolucionario debe trastocar la
moralidad y cultura burguesa. Los revolucionarios no solo de
Cuba, si no de Europa del Este y China, vieron siempre a la
homosexualidad como una manifestación de la decadencia del
sistema capitalista y como no podía ser de otra manera
dedicaron varios de sus empeños en erradicarla. Castro adoptó
técnicas de intimidación de los países del este para resolver
aquello que consideraba una problemática.
Métodos basados en el conductismo fueron aplicados en un vasto
número de homosexuales y lesbianas para tratar de "curarlos",
se construyeron varios campos y prisiones gigantescas (el mismo
Reinaldo Arenas narraría en su obra autobiográfica Antes de que
Anochezca su propia experiencia). Durante su estancia en la
prisión tenía que esconder papel para poder escribir, pero a los
guardias les gustaba jugar con él, permitían que avance en su
trabajo de manera significativa para repentinamente llegar y
destruir sus avances entre risas e insultos. Estaba acusada de
"desviación ideológica" y debía sufrir. Hablar de forma
"amanerada" era considerado una conducta sospechosa;
personas con ropas exóticas y coloridas eran arrestados en las
calles, básicamente por que sí. Arenas y otros intelectuales no
tardaron en establecer discursos críticos. El estado confiscó su
trabajo inédito y lo destruyó. "Clausuraba" los lugares donde
vivía, impidiendo que entre a su casa y convirtiéndolo en un
indigente en la beatífica patria socialista. Daba igual si Arenas
estaba tras las rejas o en la calle. Su nación era una prisión. Se
le anuló como escritor, no se le permitió trazar párrafos, vivía
siempre con el temor de la cárcel, las torturas y los métodos de
reeducación. Finalmente escapó de la isla en 1980, no sin antes
cambiar su nombre para engañar a las autoridades cubanas,
cuando Castro vació varias cárceles y permitió que muchos
"indeseables" vayan a Estados Unidos, para dar la imagen que
los disidentes eran esencialmente criminales. La experiencia de
Arenas no fue aislada, incluso autores considerados de izquierda
como Virginio Piñera vivieron la persecución por causa de su
orientación sexual.
Como dato curioso, la izquierda contemporánea ha tomado la
repentina estrategia de pretender defender a las minorías
sexuales, cuando en realidad fue el liberalismo la corriente que
permitió su acceso pleno a los derechos civiles ( el mismo lector
puede buscar un mapa y notará que aquellos países en que los
homosexuales gozan de plenos derechos coinciden con aquellos
donde se han instaurado sociedades respetuosas del individuo).
Los proyectos marxistas han sido tradicionalmente excluyentes
y violentos frente a las visiones del mundo que contradigan su
aproximación colectiva de la realidad. Basta cultivar el hábito de
la lectura para comprender plenamente esta circunstancia.
Probablemente la ansiedad de los discursos socialistas
contemporáneos con respecto a las diversidades sexuales se
deba a la búsqueda desesperada de un nuevo sujeto histórico al
que ubicar como actor de contienda social, una vez que el relato
del "obrero industrial" explotado parece perder eficacia dadas las
mejoras en la calidad de vida de aquellos actores en la sociedad
occidental.
La Venezuela de Chávez

El segundo hijo bastardo de Marx en Latinoamérica, que


mencionaremos aquí, es el régimen Bolivariano inaugurado por
Hugo Chávez y representado, ahora, por el sanguinario Nicolás
Maduro. De Venezuela también se podría decir muchas cosas,
pero me remitiré a un ejemplo sencillo. El pan. Supongamos,
estimado lector, que ahora mismo utilizo mi horno de barro y
confecciono algunas piezas de pan, ahora imagine que pongo un
anuncio en el periódico en el que vendo cada una a sesenta mil
dólares. El ejemplo suena tonto (y de hecho lo es), además el
resultado es predecible. Nadie compraría mi pan. Las personas
pueden acceder a un tipo de pan de mucha mejor calidad a
menos de un dólar la pieza. Los señores panaderos saben que su
clientela podría dejar de visitarlos si sus precios suben
demasiado por encima de los otros panaderos del barrio o si su
calidad decae. En efecto hoy mismo podemos encontrar piezas
de pan que van desde los diez centavos hasta tipos de pan
especiales de varios dólares por cada hogaza. El éxito del
panadero consistirá en el galopante equilibrio que bebe
mantener entre calidad y precio. Quien logre mantener los
precios más bajos, manteniendo la calidad, podrá superar a sus
competidores y ganarse el favor de los ávidos compradores del
barrio. Otros empresarios podrían enfocarse en mayor calidad y
arriesgarse a vender productos más caros. Gracias a este
sistema de cosas las sociedades que permiten dimensiones
aceptables de libertad en el mercado pueden asegurar al público
una dotación estable de bienes y servicios.
¿Qué pasa en Venezuela? Fieles a los lineamientos ideológicos
que caracterizan a la revolución bolivariana, el estado ha
determinado un techo de precios máximo para prácticamente
todos los bienes de consumo en el país caribeño (para tal efecto
existe en Venezuela la Ley Orgánica de Precios Justos). Un
panadero puede seguir vendiendo su producto, pero debe
hacerlo de acuerdo a los precios exigidos por el estado, si alguno
de sus productos excede los precios oficiales su mercadería es
confiscada. Como resultado de ese histriónico ejercicio de
moralidad impuesta miles de pequeños negocios han terminado
en la quiebra y han sido forzados a cerrar. Comprar pan en
Venezuela en este momento es una aventura que martilla los
corazones y las mentes de las personas comunes forzándoles, a
través de largas filas que pueden exceder tranquilamente las
cuatro horas, a convertirse en los "nuevos hombres" prometidos
por el marxismo que se regirán, por la renuncia voluntaria a
cualquier anhelo individual a fin de legitimar el proyecto político
de los comunes.
Un panadero puede seguir vendiendo su producto, pero
debe hacerlo de acuerdo a los precios exigidos por el
estado, si alguno de sus productos excede los precios
oficiales su mercadería es confiscada.
"No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del
panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su
propio interés" nos diría un economista escocés varios años
atrás, dejando clara una tendencia elemental en el
comportamiento de nuestra especie. Una tendencia que pretende
ser eliminada a la fuerza para cumplir los lineamientos de un
sistema religioso cuyos alcances son plenamente susceptibles de
crítica. Por supuesto, un grupo privilegiado estaría exento de las
necesidades y sinsabores que deben ser impuestos al común de
los ciudadanos en los paraísos socialistas: Los miembros del
partido único. En todos los casos, tanto en la Europa del este
antes del fin de la guerra fría, en China, Camboya o Corra del
Norte, en la paradisiaca isla de Cuba y en la generosa tierra
venezolana, hemos contado y contamos ahora con una amable
aristocracia cuyo nivel de vida solo es comparable con el de
algunas monarquías de oriente medio, y cuyos lujos parecen
calcados de algún cuento de la antigüedad. George Orwell retrató
a la aristocracia política de los regímenes comunistas como los
"cerdos" (figura fascinante por su exactitud), en este contexto
tal vez deberíamos pensar si acaso no será aquella promesa
futura de lujos y poder la que mueve a los ideólogos del
marxismo que aún hoy pretenden convencernos de las virtudes
de aplicar, aunque sea a la fuerza, los catecismos de un profeta
tan encerrado dentro de sus propias ficciones que no tuvo ningún
problema en dejar morir de hambre a sus propios hijos. Los
naturales y los que lo adoptaron a él como padre.

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