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Estos Cuadernos del Valle de San Francisco surgen como una necesidad en
tiempos difíciles: la necesidad de acompañar la ansiedad y la aflicción, la
incertidumbre y las expectativas, con lecturas que mantengan abiertos nuestros
espacios de reflexión mientras las circunstancias dificulten la realización de los
cursos presenciales. Ya lo hemos dicho: hoy más que nunca queremos
defender los estudios liberales como una de las formas más tenaces de
resistencia a la barbarie.
Estos Cuadernos, a pesar de lo heterogéneo de los textos, la amplitud de los
enfoques y la mezcla de géneros, no se han concebido como una revista
literaria ni como un portal entretenido. Aspiran solamente a prolongar la
experiencia y el espíritu de nuestro Programa de Estudios Liberales,
manteniéndonos en el ámbito de las disciplinas y los temas habituales: los
vínculos entre la modernidad y la tradición desde el oleaje y las fracturas del
presente.
Asumo la arbitrariedad y subjetividad en que reposa esta primera selección. La
prisa por abrir este canal y la soledad en que debí trabajar, me obligaron a
realizar una travesía inevitablemente personal. Sé que apenas miramos el índice,
surgen cientos de nombres y títulos que podrían ampliarla, profundizarla y
mejorarla. La invitación entonces es a que cada quien prolongue este
cuaderno con sus propias lecturas, creando nuevas rutas de navegación o
persiguiendo rastros de olvidados o escondidos afluentes.
Además de algunos textos completos (artículos, ensayos, poemas), hallarán
amplios conjuntos de fragmentos de obras más vastas que valdría la pena
conocer o releer. Mezclamos aquí documentos clásicos con artículos recientes y
aun inéditos. Igualmente, aparecen páginas que son como estantes de
biblioteca o mesas de librería donde pueden hojear y ojear libros todavía recién
publicados, y por lo tanto accesibles, junto a las señas de otros hace tiempo
desaparecidos, de los que damos noticia como quien coloca uno de esos
famosos carteles de « Se Busca »—y en vez de «vivo o muerto», decimos: impreso,
en fotocopia o digital…
En este Valle de San Francisco estamos formando la Sociedad de Lectores sin
Fronteras, y esperamos que muchos de ustedes nos acompañen en esta nueva
actividad silenciosa y sigilosa.
m.f.p.
1
RAFAEL CADENAS
MUSA
Concédele al poeta,
si la humildad no lo ha abandonado,
las palabras justas
para su tarea: no decir lo que se espera
sino
ser vocero
de la más oculta necesidad.
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Entre la confusión y la reflexión:
una convicción no ilusa
Preámbulo al primer Cuaderno de Lecturas
del Valle de San Francisco
«Es preferible morir que odiar y temer; es preferible morir dos veces que hacerse
odiar y temer; tal ha de ser un día la suprema máxima de toda sociedad
organizada políticamente.» Nietzsche.
Con este epígrafe Camus abre sus Actuelles —la selección de editoriales que
publicó en Combat hasta 1946 y de una serie de artículos o testimonios
« suscitados por la actualidad », entre 1946 y 1948. En un breve prefacio aclara
que se trata del balance de una experiencia que « como es natural, se salda
con la pérdida de algunas ilusiones y el fortalecimiento de una convición más
profunda ».
Esta actitud y ese saldo es lo que me llevó a escoger este texto de Camus para
iniciar este Cuaderno, ya que “actuales” siguen siendo el espíritu, las emociones
y la letra de aquel balance. Las circunstancias pueden cambiar, los hombres no
tanto. Evoquemos entonces esa doble verdad camusiana, las dos orillas en
medio de las cuales fluye inexorablemente la experiencia en tiempos difíciles,
cuando la pérdida de algunas ilusiones trae aparejado el fortalecimiento de una
convición más profunda. ¿Acaso no sería esto un buen balance, el saldo, de
nuestras Actuales ?
Sin duda, Camus es el autor que sale al quite cuando necesitamos afrontar el fin
de las ilusiones sin dejar de sostener aquellas convicciones profundas donde se
refugia la esperanza.
«En tanto que la verdad se acepte por lo que es y tal como es, aunque sea por
un solo espíritu, habrá lugar para la esperanza» — estas líneas de Camus resaltan
todavía hoy por la nobleza que invocan y el consuelo que provocan. Y es la
misma verdad que acompaña apasionadamente las palabras de Vaclav Havel
cuando se despide de la política y las de André Glucksman, cuando
apasionadamente despide a Havel cuando muere. Es la misma verdad que
acompaña la trayectoria de los hombres de bien, sean o no intelectuales, estén
donde estén en cualquier tiempo. Pero creo necesario añadir la gota fría, un
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"pero" que introduce cierta penumbra en la claridad de estas líneas y las baña
de melancolía. Porque hoy más que nunca abundan entre nosotros los hombres
despiadados y sin ley, intelectuales y políticos de renombre y poder, lo bastante
informados y convencidos, lo bastante sordos y ciegos hacia sus propias
acciones, que leyendo estas mismas líneas y, sin cinismo alguno, que es lo
peor, las hacen suyas, esgrimiéndolas contra esa verdad que allí se invoca. Por
supuesto, Camus, que escribió Los justos y El hombre rebelde, sabía esto de sobra
y, aun así, nunca renunció a seguir otorgándole un sentido superior a la verdad,
como parte de esa esperanza indispensable a la vida.
Ryszard Kapuściński, en su libro Otro día con vida, donde recoge su experiencia
como periodista en Angola durante la guerra civil de los años setenta, nota que
la palabra confusão tenía en esos días un sentido intraducible: significaba caos,
desorden, anarquía…pero observa además que era una situación creada por
gente que en el proceso de lo que hacían perdían el control y la dirección de lo
que suscitaban, y ellos mismos se convierten en víctimas de la confusión que
estaban creando. Entonces surge, en la confusão misma, «una especie de
fatalismo» ; entonces, todo aquel que quiere «hacer algo» para desviarla o
detenerla tan sólo la potencian, provocando más confusão. Entonces, dice
Kapuściński, confusión es un estado de absoluta desorientación: «los que se han
visto dentro de la confusão no pueden comprender lo que ocurre alrededor
suyo o dentro de sí mismos, ni especificar qué causó ese estado particular de
confusão» . Y agrega que existen transmisores de confusión, portadores de
confusão y hay que estar alertas porque hay ocasiones en que cualquier
persona, uno mismo, puede ser un perpetrador de confusão contra su voluntad.
Por confusão —dice— también se entienden nuestros estados de perplejidad y
de impotencia. Si no podemos detenerla de un brochazo, si quien lo intenta
también cae en confusão y la incrementa, es necesario esperar a que pierda
energía y se debilite. Esta espera que dice Kapuściński no implica postración, es
la pausa reflexiva que acompaña la acción consciente y responsable, no un
lapso de tiempo muerto, sino un tempo y un temple en las acciones
indispensable para sostenernos en ese otro día con vida —donde la vida sea
vida.
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ALBERT CAMUS
EL SOCIALISMO
MISTIFICADO
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Éste es el problema que se les ha planteado a los socialistas franceses, por
ejemplo. Hoy sienten escrúpulos. Han visto actuar a la violencia y a la opresión
de las que hasta ahora no habían tenido más que una idea bastante abstracta.
Y se preguntaron si aceptarían, como quiere su filosofía, ejercer ellos la
violencia, aunque provisionalmente y con un propósito sin embargo distinto. Un
reciente prologuista de Saint Just, hablando de hombres que tenían escrúpulos
semejantes, escribía con desprecio: «Retrocedieron ante el horror».* Nada hay
más cierto. Y por ello merecieron incurrir en el desprecio de almas tan fuertes y
superiores que se instalaron sin titubear en el horror. Pero, al mismo tiempo,
ellos dieron voz a este clamor angustiado de los mediocres —nosotros también
lo somos— que son millones y que constituyen la materia prima de la historia y
a los que habrá un día que tener en cuenta, pese a todos los desdenes. Por el
contrario, nos parece más serio tratar de comprender la contradicción y la
confusión en que se encuentran nuestros socialistas. Desde este punto de vista
es evidente que no se ha reflexionado bastante sobre la crisis de conciencia del
socialismo francés, tal como se ha manifestado en un congreso reciente. Es
evidente que nuestros socialistas bajo la influencia de León Blum, y más aún
bajo la amenaza de los acontecimientos sienten como preocupación prioritaria
los problemas morales (el fin no justifica todos los medios) que hasta ahora no
habían destacado. Su legítimo deseo era remitirse a algunos principios que
fueran superiores al homicidio. No es menos evidente que esos socialistas
quieren mantener la doctrina marxista; unos porque piensan que no se puede
ser revolucionario sin ser marxista, otros por una fidelidad respetable a la
historia del partido, historia que los persuade también de que no se puede ser
socialista sin ser marxista. El último congreso del partido puso de relieve estas
dos tendencias y la tarea principal de este congreso fue conciliarlas. Pero no se
puede conciliar lo inconciliable.
Pues está claro que si el marxismo es una doctrina verdadera, y si hay una
lógica de la historia, el realismo político es legítimo. Es igualmente claro que si
los valores morales preconizados por el partido socialista están fundamentados
en derechos, entonces el marxismo es absolutamente falso porque pretende
ser absolutamente verdadero. Desde este punto de vista, la famosa superación
del marxismo en un sentido idealista y humanitario es sólo una humorada y un
sueño sin consecuencias. Marx no puede ser superado porque fue hasta el
límite de la consecuencia. Los comunistas pueden razonablemente utilizar la
mentira y la violencia que no quieren los socialistas apoyándose en los
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principios mismos y en la dialéctica irrefutable que los socialistas quieren, sin
embargo, conservar. No era extraño, entonces, que el congreso socialista
terminara por yuxtaponer simplemente las dos posiciones contradictorias cuya
esterilidad se vio sancionada en las últimas elecciones.
Desde este punto de vista, la confusión continúa. Era necesario elegir y los
socialistas no quisieron o no pudieron elegir.
No he escogido este ejemplo para abrumar a los socialistas, sino para ilustrar
las paradojas en que vivimos. Para abrumar a los socialistas, sería necesario
ser superiores a ellos. No es el caso. Por el contrario, me parece que esta
contradicción es común a todos los hombres de quienes he hablado, que
desean una sociedad que sea al mismo tiempo feliz y digna, que quieren que
los hombres sean libres en un contexto de justicia, pero que hesitan entre una
libertad en la que —lo saben bien— la justicia es finalmente burlada, y una
justicia en la que —y lo saben bien— la libertad es suprimida desde un
comienzo. Esta angustia intolerable se convierte generalmente en motivo de
burla para quienes saben lo que hay que creer o hacer. Pero opino que en vez
de burlarse de ella, es necesario razonarla y aclararla, ver qué significa, traducir
la reprobación casi total que vierte sobre el mundo que la provoca y despejar la
debil esperanza que contiene.
Y la esperanza reside precisamente en esa contradicción que obliga u
obligará a los socialistas a optar. O bien admitirán que el fin justifica los medios,
y por consiguiente que el homicidio puede ser legitimado, o bien renunciarán al
marxismo como filosofía absoluta, limitándose a conservar de él el aspecto
crítico, al menos frecuentemente valedero. Si eligen el primer término de la
alternativa, la crisis de conciencia habrá terminado y las situaciones se habrán
clarificado. Si admiten el segundo, demostrarán que esta época marca el fin de
las ideologías, es decir de las utopías absolutas que se desruyeron a sí mismas,
en la historia, por el precio que terminaron por costar. Será preciso, entonces,
elegir otra utopía, más modesta y menos ruinosa. Es así, al menos, como la
negativa a legitimar el homicidio obliga a plantear la cuestión.Sí, ésta es la
cuestión que debe plantearse y nadie, creo, osará responder con ligereza.
* Se refiere al prólogo de Jean Gratien (Editions de la Cité Nouvelle) cuando acusa a
intelectuales y artistas de fariseos, porque «en verdad, todo se debe a que retrocedieron ante el
horror».
Tomado de : Albert Camus. Moral y política.Traducción de Rafael Aragó. Buenos Aires: Losada,
Biblioteca Clásica Contemporánea, 1978.
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VACLAV HAVEL
Adiós a la política
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temor. A veces se dan situaciones que debería agradecer por ser una
gran oportunidad, y deliberadamente intento evitarlas por el miedo casi
irracional a desperdiciar la oportunidad de una u otra forma, y quizá
incluso a perjudicar una buena causa. En pocas palabras, parece que
cada vez tengo más dudas, incluso de mí mismo. Y cuantos más
enemigos tengo, más me pongo de su lado mentalmente, con lo que me
convierto en mi peor enemigo.
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Sin embargo, menciono este otro aspecto de las cosas, en cierto sentido
cómico, porque estoy empezando a entender que, en realidad, todo ha
sido una trampa diabólica que el destino me ha puesto. Porque
efectivamente me vi catapultado de un día para otro a un mundo de
cuento de hadas, y después, en los años posteriores, tuve que volver al
mundo real, para darme cuenta de que los cuentos de hadas sólo son
una proyección de los arquetipos humanos, y que el mundo no está en
absoluto estructurado como un cuento de hadas. Y así, sin ni siquiera
haber intentado convertirme en un rey de cuento de hadas, y a pesar de
encontrarme prácticamente obligado a ocupar este cargo por un
accidente de la historia, no he recibido ninguna inmunidad diplomática
por esa dura caída a la tierra, del estimulante mundo de revolucionaria
emoción al mundo terrenal de la rutina burocrática.
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destino. Al fin y al cabo, he tenido la oportunidad de participar en unos
acontecimientos históricos que verdaderamente han cambiado el
mundo. Y eso, como experiencia vital y oportunidad creativa, ha valido
la pena a pesar de todas las trampas que lleva ocultas.
Y ahora, si me permiten, intentaré finalmente distanciarme un tanto de mi
persona y formular tres ideas que siempre he dado por ciertas o, más
bien, tres viejas observaciones, que mi estancia en el mundo de la alta
política no ha hecho sino confirmar:
2. Hay que hacer frente al mal en su propio seno y, si no hay otra forma,
habrá que hacerlo mediante el uso de la fuerza. Si es necesario utilizar el
increíblemente sofisticado y caro armamento moderno, que se use de
una forma que no dañe a las poblaciones civiles. Si esto no es posible, se
habrán derrochado los miles de millones gastados en esas armas.
Vaclav Havel (1916 — 2011) Tomado de: Diario El País. 8 de noviembre de 2001
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ANDRÉ GLUCKSMANN
Václav Havel
es la Europa del futuro
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solidarios en y por su soledad. «A veces nos hace falta hundirnos en lo
más profundo de la miseria para reconocer la verdad, del mismo modo
que nos hace falta caer hasta el fondo del pozo para descubrir las
estrellas».
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Pese a encontrarse postrado en la cama, Václav se levanta para recibir y
felicitar públicamente a dos personas incómodas, el Dalai Lama, a quien
los autócratas de Pekín no dejan de vilipendiar públicamente, y el
georgiano Mijail Saakashvili, al que Putin siguiendo las tradiciones de su
oficio, quiere «agarrar por los huevos». Yo estaba allí, fue hace poco
tiempo.
André Glucksmann (1937 – 2015) Tomado de: Diario El País. 29 de diciembre de 2011.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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WOLE SOYINKA
CLIMA DE MIEDO
NOTA : Las Reith Lectures fueron instituidas por la BBC de Londres desde hace
más de setenta años. La suma de las reflexiones de reconocidos filósofos, artistas y
científicos invitados conforma un valioso panorama contemporáneo del
pensamiento y la cultura mundial. Como prueba de ello, basta con algunos
ejemplos: en 1948, Sir Bertrand Russell leyó sus textos sobre “Authority and the
Individual” y en 1960, el iconólogo Edgard Wind los trabajos de su libro “Art and
Anarchy”; J.F. Galbraith, en 1966 dictó sus charlas sobre “The New Industrial
State”; en 1984 John Searle lee sus conferencias sobre “Mind, Brain and Science”
y en 2006, Daniel Baremboin, ofrece sus clases magistrales “In the Begginning
there Was Sound”.
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WOLE SOYINKA. CLIMA DE MIEDO
FRAGMENTOS
Wole Soyinka. Clima de Miedo. Traducción de Jordi Beltrán Ferrer. Barcelona: Tusquets, 2007.
…………………………
Me gusta creer que todos estamos de acuerdo acerca de lo que constituye el
temor. Si no es así, al menos podemos estar de acuerdo en los síntomas del
miedo, reconocer cuándo el condicionamiento del miedoha afligido o se ha
impuesto a un individuo o a una comunidad. Desde luego, hemos aprendido a
asociar la emoción del miedo con la medida determinable de una pérdida en la
volición acostumbrada. La sensación de libertad de la que se disfruta o, para
ser más exactos, que se da por sentada en la vida normal, se contrae
agudamente. La cautela y el cálculo reemplazan una norma de espontaneidad
o costumbre. A menudo el habla normal queda reducida a un susurro, incluso
en la intimidad del hogar. Las opciones pasan a ser limitadas. Uno se vuelve
más reservado, menos impulsivo. Un violador anda suelto por la sociedad. Un
asesino en serie aterroriza a toda una comunidad, comosucedió recientemente
en el estado norteamericano de Maryland, donde dos hombres, un adulto y su
protegido, pusieron en jaque a todo un estado mientras iban eliminando
víctimas al azar.
Ahora bien, la sensación que provoca semejante perturbación es totalmente
distinta de la que produce una situación de guerra en la que se pone sitio a una
ciudad. Aunque lluevan incesantemente bombas y cohetes sobre la población,
el proceso mismo de la guerra permite cierto espacio de volición y reduce así el
debilitamiento interno que acompaña a una sensaciónde impotencia. En el caso
de Maryland, la pareja de asesinos logró que el miedo se convirtiera en el factor
de control para una población. Esta fuerza anónima cerró escuelas e
instituciones y desestabilizó la existencia normal. Los padres acompañaban a
sus hijos hasta el aulamisma, mirando hacia atrás, por encima del hombro.
Obviamente, mientras duró la serie de asesinatos hubo un resentimiento
profundo, incluso rabia, contra el desconocido atacante, pero el fruto más
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común de aquella fase fue sencillamente el miedo no dirigido. Un aspecto
notable del miedo que todo lo invade es que provoca un grado de pérdida de
percepción propia: parte del yo ha sido expropiada, un nivel de conciencia, y
esto hasta puede llevar a una reducción de la autoestima; en suma, una
pérdida de la dignidad interior. No ocurre siempre, hay que reconocerlo, y las
veces en que no ocurre nos ofrecen la oportunidad de hacer algunas
distinciones importantísimas entre los diversos contextos dentro de los cuales el
miedo adquiere su cualidad especial.
Da la casualidad de que recientemente viví una experiencia que me permite
reforzar semejante distinción, una experiencia que puede explicar por qué el
miedo es más tolerable en algunas circunstancias que en otras; dicho de otro
modo, existe una clase de temor con la que se puede vivir, que se puede
superar, que, de hecho, puede absorberse como incidencia terapéutica,
mientras que otras son sencillamente de todo punto degradantes. Me refiero a
los incendios que en 2003 asolaron el sur de California y cuyo resultado fue la
devastación de más territorio, según nos dicen, que la que haya provocado
cualquier otro incendio en la historia de los Estados Unidos. Yo fui una de las
miles de personas que se encontraron con que sus hogares se veían
amenazados por el voraz invasor, sin poder predecir —literalmente— en qué
dirección soplaría el viento.
Bien, permítanme describir lo que observé en el comportamiento de los
vecinos. Estaban preocupados, por supuesto, y asustados. Vigilantes e
inseguros. Pero su humanidad no se veía maltratada ni degradada por la
amenaza que se les venía encima. Al contrario, mantuvieron su espíritu
combativo, intercambiando constantemente noticias además de sugerencias
tácticas para salvar al vecindario. Dormir estaba descartado. Nos habían
advertido que en cualquier momento las sirenas de la policía y los bomberos
podían señalar que había llegado el momento de la evacuación obligatoria. A
medida que el fuego se acercaba, las opciones iban reduciéndose. Los
regadores giratorios perdieron fuerza, las mangueras de riego se quedaron sin
agua y empezamos a preguntarnos si la corriente eléctrica también estaba
amenazada. En efecto, pronto se apagaron todas las luces. Nuestra comunidad
en peligro empezó a temerse lo peor: pero nadie se sintió verdaderamente
intmidado ni hubo la menor señal de pérdida de dignidad.
La relación entre aquel incendio, fuerza desnuda de la naturaleza —aunque
probablemente fue provocado— y la humanidad que se veía amenazada era
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muy diferente del ejercicio del poder de un individuo sobre otro, o el de un
estado totalitario sobre su población. Existe un abismo de sensibilidad inmenso
entre, por un lado, la fuerza bruta que llamamos Naturaleza, y, por otro lado, el
ejercicio de la fuerza por parte de un ser humano sobre otro. Sugiero que esto
tiene que ver con otro bien humano, un atributo que es tanto una adquisición
social como inherente a la especie humana: la dignidad. Varios filósofos —
Locke o Hegel, por ejemplo— incluso amplían este concepto en la autoestima e
incluyen en él la necesidad hunana de reconocimiento. Esto último es un
concepto que no me entusiasma demasiado, y el grueso de lo que se ha escrito
sobre este impulso ampliado lo encuentro en su mayor parte insatisfactorio:
volveremos a ocuparnos de este tema en una cuarta conferencia, "La búsqueda
de la dignidad". De momento nos limitaremos a señalar que el ataque contra la
dignidad humana es uno de los objetivos principales del miedo, un preludio de
la dominación de la mente y el triunfo del poder.
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convenientemente cuasi-estado. Volveremos enseguida a este ente mimético
pero potente.
El Estado formal, en su mutación dictatorial o belicosa, representa el poder en
su aspecto más crudo: las naciones africanas, atrapadas en una espiral
interminable de dictauras y guerras civiles están sobradamente familiarizadas
con esta exégesis del poder. También son conocidas, para algunos, las tropas
de choque diurnas o nocturnas del Estado que irrumpen en los domicilios y las
oficinas de los disidentes de un orden político y se llevan a sus víctimas con
total desprecio del resentimiento abierto o escondido. La saturación de la
sociedad por parte de agentes secretos casi invisibles, la cooptación de
amigos y familiares —como se ha visto notoriamente documentado en la
Etiopía del DERG, en la antigua Alemania Oriental o en la Uganda de Idi Amin,
entre otros países, todos ellos obligados a informar de los menores síntomas de
descontento o indiferencia al Estado— constituyen parte de las fuerzas
declaradas y estructuradas de subyugación. Para comprender del todo la
neutrralidad del poder del miedo en tiempos recientes, con independencia de
la base religiosa o ideológica, basta con comparar los testimonios de las
víctimas etíopes bajo el orden ateo de Mengistu Hai-le Mariam con los que
surgieron del bastión teocrático de Irán bajo la orgía purificadora de los líderes
religiosos. Los talibanes siguen siendo un recuerdo lacerante de antihumanismo,
y lo mismo puede decirse del terror estalinista en la antigua Unión Soviética.
Sin embargo, por horribles que nos parezcan las historias de las dictaduras
formales, tanto de izquierdas como de derechas, es dudoso que el miedo que
engendran tales regímenes lograra alguna vez penetrar hasta un nivel visceral ,
como lo hace el estado acechante, que es totalmente imprevisible, un estado
que repudia incluso los códigos mínimos de responsabilidad que, forzoso es
reconocerlo, los estados formales infringen a menudo. Son éstos los que
constituyen los cuasi-estados, que con frecuencia son corporaciones de poder
meticulosamente estructuradas pero imprecisas que imitan el estado formal en
todos los aspectos excepto en tres: la inexistencia de fronteras, la inexistencia
de secretariados gubernamentales, con ministerios identificables y, por
extensión, la responsabilidad de gobernar. El cuasi-estado, con sus
correspondientes jerarquías de élites y sus propios organismos de control —a
saber, la policía y los servicios de seguridad— puede en verdad esperar un
futuro orden mundial, pero con ello la humanidad es declarada abiertamente
prescindible y la realización de ese nuevo orden se limita a una camarilla
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cerrada que prolifera a través de barrios y ciudades, y menosprecia los límites.
La Unión Soviética de Stalin ha desaparecido. El Afganistán de los talibanes ya
no existe. Es el cuasi-estado el que hoy dia infunde el mayor miedo, condición
que se vuelve casi neurótica en aquellos lugares donde el Estado verdadero
reniega de sus principios para llevar sus asuntos y cultiva el cuasi-estado, lo
cual significa en realidad quererlo todo. Aliado con un agente del terror que se
deriva de sus poderes normales y goza de su connivencia, luce dos rostros,
igual que Jano, denegando a su aliado furtivo todo reconocimiento formal, pero
al mismo tiempo, dándole poder. [...]
………………..
Siempre resulta bastante fácil abordar los factores materiales de los conflictos
y sabemos que en la mayoría de los casos nos encontramos con que éstos
constituyen las causas principales. Pueden identificarse y entenderse y suelen
proporcionar una base para la negociación incluso en los momentos en que los
conflictos son más intensos. Las naciones luchan por la tierra, por el
abastecimiento de agua y por otros recursos naturales y, en las guerras civiles,
también a causa de la marginación política: son causas de descontento
accesibles, convincentes en su manifestación. Llegan al fondo del sentido que
un pueblo tiene de la tranquilidad social y de la necesidad de sobrevivir.
Entrelazado con ella, sin embargo, pero no en forma tan intrincada que las haga
totalmente inseparables, hay un factor muy olvidado por derecho propio: el
coeficiente de poder, la voluntad de dominar, de controlar, ese extraño impulso
que persuade a ciertos temperamentos de que pueden realizar su existencia
individual o colectivamente sólo por medio de la dominación de los demás.
Estamos hablando de la fase en que la lucha va más allá de sus causas
materiales —restaurar la paridad dentro de un orden explotador, por ejemplo—
y se convierte en una lucha cuyo objetivo es la conquista y el ejercicio del
poder puro. Llega al fondo del fenómeno de esos dictadores que, cuando hace
ya mucho tiempo que dejaron atrás su utilidad creativa, siguen aferrándose
desesperadamente al poder. Un ejemplo contemporáneo de ello lo tenemos en
la lastimosa condición del otrora revolucionario y hoy simplemente penoso
dirigente de Zimbabue, cuyo gobierno no se sostiene gracias a la aceptación
popular, sino al empleo del terror.
Así pues, no limitemos el estremecimiento del poder a sus manifestaciones
estructuradas. La expresión territorial —es decir, física— de la voluntad de
dominar es sólo parte de la historia. Existe también su ejercicio furtivo, que, a
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menudo superado en potencia de fuego y de maniobra, incluso puede
renunciar a todo interés por el control territorial, pero no al anhelo de dominar.
Podemos equipararlo a ese dispositivo tecnológico hoy tan común que se
denomina control remoto, el cual, dicho sea de paso, desempeña un papel letal
en el diálogo explosivo de las partes en conflicto. Estamos hablando del
estremecimiento del poder obtenido por medios que no son la acción de
gobernar propiamente dicha; del poder como vocación por derecho propio, un
conncentrado, extracto o esencia que produce adicción. Es un hecho que no
tiene por qué estar anclado en terrenos materiales, sino que sigue siendo una
vocación por derecho propio, anhelado por él mismo.[...]
Creo que ha llegado el momento de hacer frente a una realidad intensificada
—digo intensificada porque no es precisamente nueva— e incluir el factor
poder, el instinto de poder, entre los componentes que motivan la personalidad
humana y los movimientos sociales, un elemento no cuantificable que siempre
ha gobernado gran parte de las relaciones sociales y las de las naciones entre
ellas. La historia otorga a figuras excepcionales, pasadas y presentes —
Alejandro, Solimán, el rey Darío, el jefe zulú Chaka, Ataturk, Indira Gandhi, etc—
temperamentos de constructores de naciones así como de cultivadores del
poder. Esta última impulsión no la glosan ni los historiadores ni los
psicoanalistas de los superhombres y las supermujeres. Lo que es diferente en
nuestra situación contemporánea es que el disfrute del poder ya no es un
atributo del individuo sobresaliente, excepcional, sino que resuta cada vez más
accesible incluso para el individuo anodino cuya pertenencia a una camarilla o
cuyas actividades en nombre de los Elegidos sacian sobradamente su hambre
de participar en la dieta de poder.
¿Es estrictamente por compromiso con la ley moral —no matarás— por lo
que el cruzado extremista antiabortista en Estados Unidos acecha y mata a
médicos que practican abortos, pacientes y transeúntes inocentes, actuando a
veces desde el interior de una red de células protectoras? ¿o es también por el
placer que da la pertenencia a un cuasi-estado que ejerce una forma de poder
que trasciende todos los acuerdos sociales establecidos? [...]
De momento me permitirán que les asegure que si desean observar el rostro
del poder en su manifestación más prosaica, no tienen que buscarlo muy lejos.
No necesitan pagar para ver a Marlon Brando encarnando al Padrino de una
organización mafiosa. Ese rostro es omnipresente —desde el oficinista del que
depende la aparición de un archivo esencial hasta los miembros anónimos de
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una organización terrorista no reconocida en Estados Unidos llamada IRS, es
decir, el Internal Revenue Service [Hacienda]. ¡Bastará con recibir una carta de
requermiento de este organismo para construir en su retina la personalidad
obstinada de quien la ha escrito!
………………………….
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sagrado» como entorno dominante de la célula revolucionaria, una evocación
de lo irreal que se vio acentuada por el extracto psicológico real, la autonomía
del poder, expresado en el comportamiento de estos individuos, jóvenes en su
mayoría. Este extracto omnipresente era, a mi modo de ver, el ejercicio del
poder. Estos individuos, separados de un mundo al que despreciaban
sinceramente, o fingían despreciar, se alojaban en el recinto hermético del
absolutismo. Un entorno limitado, sí, pero un entorno que controlaban en su
totalidad, y del cual eran los porteros privilegiados. Esto era lo que más
importaba. Pensé que no estaban decidiendo la suerte de un individuo, ni
siquiera de un símbolo, sino que se hallaban enfrascados sin más en el
ejercicio de la dominación secreta y esto fue lo que dio a la película su
intensidad sombría y patética. Uno se sentía transportado a otro mundo cuyo
producto básico, compartido equitativamente dentro del círculo de los Elegidos
y celebrado con todo el ritual y la solemnidad que le son debidos era
simplemente... el poder. No identificado, no reconocido, el poder era, a pesar
de ello, el fetiche palpable al que se rendía culto.
Bien, teorizaciones aparte, los jóvenes verdugos, imbuidos de un sentido de
«santa misión», o sencillamente —aunque con todas las apariencias de
profunda reflexión— deleitándose en el puro ambiente de poder, lograron que
al mundo capitalista, occidental, no le cupiera ninguna duda sobre cuál era su
producto esencial: una atmósfera de miedo que envolvió a la gente
adinerada, a sus parientes, a las personas relacionadas remotamente con ellas,
a la clase política, a la clase media y, de vez en cuando, a las víctimas
inocentes de lo que a los militares les encanta llamar «daños colaterales».
Debo continuar insistiendo en que no hay que subestimar la importancia de
una base material —incluso una justificación— de la «santa misión» en todo
esto. Sin embargo, hasta la base más evidentemente objetivizada de la «santa
misión» se complica con frecuencia a causa del puro placer que se
experimenta al controlar a otras personas. No es posible rechazar de forma
absoluta la idea de que uno —tal vez sólo uno de cada cuatro, de cada diez,
de cada dos docenas— puede ser gobernado por un impulso de dominar de
forma secreta, furtiva, de que ese individuo se sienta realizado gracias a un
momento de abandono a esta misteriosa esencia del poder. Lo sé porque he
conocido a individuos semejantes. Y estoy seguro de que algunos de los
presentes también los han conocido. De momento, lo mejor que puede hacerse
es tratar de penetrar en el núcleo de este producto, un producto que ha
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desconcertado a los psicólogos y a los filósofos —Hegel, Hobbes, Nietzsche y
todos los demás— y, como todos los enigmas de la condición humana y los
impulsos sociales, deja a uno con más preguntas que respuestas. Se convierte
en una búsqueda casi obsesiva de algunas pistas clarificadoras, iluminadoras
—no más especulaciones oscurantistas— cuando uno ha participado en el tipo
de lucha a muerte que tiene lugar cuando un solo individuo, un simple mortal,
sin ninguna cualidad excepcional discernible, se convence a sí mismo de que
su misión es coaccionar a un pueblo de algunos millones de personas —diez,
veinte, cuarenta, cien o más millones— para que se someta.
………………………
……………………………..
26
cotejar las teorías con realidades viejas y nuevas, ya sean económicas,
culturales, industriales o incluso medioambientales. La totalidad dinámica del
mundo real recibe un espacio racional. Incluso el anhelo de exhaustividad e
infalibilidad —como en el caso del marxismo— puede dar por resultado la
denuncia de falacias y contradicciones o, como mínimo, zonas ambiguas
dentro de la teoría.
Así pues, dentro de un régimen secular, incluso bajo el orden totalitario más
rígido, la ideología que lo sostiene —esto es, el equivalente de la teología—
permanece abierta a la impugnación. La impugnación franca puede ser
reprimida, el debate abierto puede ser restringido o prohibido por el Estado o el
partido en el poder, pero el funcionamiento de la mente, su capacidad de
crítica —incluso de autocrítica— nunca cesa. La autocrítica fue, por supuesto,
una expresión de la que se abusó mucho bajo los órdenes totalitarios: la Unión
Soviética estalinista, China durante la Revolución Cultural o Camboya bajo los
jemeres rojos de Pol Pot. En el seno de estos regímenes pagados de su propia
rectitud, la autocrítica significaba una sola cosa: la retractación y la consabida
recitación de promesas de lealtad —de acuerdo con fórmulas prescritas— a la
línea del partido. A pesar de estos rituales pervertidos, sin embargo, la mente
seguía siendo libre dentro de su propio espacio, libre de ir más allá de los
confines del orden totalitario, de buscar y a menudo encontrar almas gemelas o,
por lo menos, de escépticos. Este factor lleva tarde o temprano a una visión
alternativa y tal vez a la erosión paulatina del sistema hermético.
Con el régimen teocrático, sin embargo, cuya autoridad no se deriva de las
teorías que surgen de las condiciones materiales de la sociedad, sino de los
espacios secretos de revelación, esta disposición de la mente hacia conceptos
alternativos o variantes es practicamente imposible. La curiosidad sucumbe
ante el miedo, que a menudo se disfraza de sumisión piadosa. El orden
teocrático recibe su mandato de lo desconocido. Sólo unos cuantos elegidos
tienen el privilegio de haber penetrado en el funcionamiento de la mente de lo
desconocido, cuya constitución —las llamadas Escrituras— sólo ellos pueden
interpretar. El fanático que nace de esta estructura dogmática de lo inefable, la
religión, es el ser más peligroso de la tierra.
Por otra parte, hay que reconocer que existen, naturalmente, numerosas
variantes de la espora fanática, así como entornos habilitadores. Mientras que
los psicólogos y los científicos sociales teorizan sobre la causa y el efecto, la
comunidad hace frente a una elección inmediata: o someterse o protegerse. La
27
pobreza es un poderoso agente de reclutamiento para el ejército del alma, eso
es bien conocido; también lo es la injusticia política, pero la sociedad se
engaña si imagina que éstos son los únicos parámetros para prever, impedir o
responder a un fenómeno donde toda la sociedad es encausada de manera tan
indiscriminada que se declara culpables a cuantos no comparten la forma de
pensar del fanático o que se atreven a proponer una cosmovisión diferente de
la que los motiva. La filosofía que sustentaba al nazismo no era una filosofía
para el mejoramiento de la condición de los pobres; al contrario, era una
filosofía de elitismo, una filosofía de los Elegidos contra el Resto. Y lo que
debemos buscar es el común denominador que una los extremos opuestos de
creencias e ideologías, pero que también cría y nutre la mente fanática,
intolerante. Mientras nos hallamos embarcados en esa búsqueda, nosotros, el
Resto, sea cual fuere el aspecto de la creencia que nos defina así, debemos
poner mansamente el cuello sobre este versátil tajo del verdugo o buscar con
imaginación medidas remediadoras. Esto supone, desde luego, acabar con las
condiciones que actúan como agencias de reclutamiento —la pobreza, la
injusticia política y otras formas de alienación social—, pero, lo que es aún más
importante, demostrar de manera igualmente determinada y estructurada,
nuestro derecho, mejor dicho, nuestra obligación de poner en práctica
estrategias de autoprotección, dejando bien claro que la otra doctrina de los
Elegidos es intolerable para la humanidad. Hacer lo contrario representa
condonar la doctrina que pasa arrogantemente del Yo tengo razón, tú estás
eqivocado a su manifestación fatal de Yo tengo razón; tú estás muerto.
Por supuesto, sería más fácil enfrentarse al mundo si la religión no saliera del
dominio de lo espiritual. Históricamente nunca ha sido el caso. Con el ejército
ciegamente sumiso de vigilantes, a punto de que los suelten contra la
humanidad profana, el religioso es un orden que sigue siendo incapaz de
permanecer dentro de una zona privada que no se traduzca en poder —y no en
orientación— sobre los demás. [...]
La sumisión, es el fundamento mismo de la fe. Es sobre todo dentro de ese
orden teocrático donde encontramos esos vástagos que elevan el valor de los
recursos retóricos, que ya hemos mencionado, hasta el límite definitorio de la
existencia. El origen de la fe es el alma y, por extensión, la morada material del
alma, el cuerpo mismo. La declaración materialista Toda propiedad es un robo,
asciende fácilmente a Toda vida es un robo. El ideólogo secular podría darse
en gran parte por satisfecho con no tolerar ninguna disidencia mediante la
28
máxima Yo tengo razón, tú estás equivocado, pero la ambición última del
fanático del orden teocrático es Yo tengo razón; tú estás muerto.
El orgullo homicida es el distintivo último del fanático. El piolet que le clavaron
en el cuello a Lev Trotski, refugiado en la engañosa seguridad de México, se
forjó en el mismo horno que el cuchillo que buscó la garganta de Naguib
Mahfouz.
……………………………..
29
BENJAMIN CONSTANT
(1767 — 1830)
La libertad individual
[Curso de política constitucional (1818—1820)]
30
Paw, se corrompen repentinamente en las ciudades atacadas por la
peste; los moribundos se roban entre sí; la arbitrariedad es a lo moral lo
que la peste a lo físico.
31
La arbitrariedad es incompatible con la existencia de un gobierno
considerado bajo la razón de su institución, pues las instituciones
políticas no son sino contratos; la naturaleza de los contratos es la de
establecer límites fijos; así igualmente la arbitrariedad siendo
precisamente opuesta a un contrato, socava en su base toda institución
política.
32
arbitrariedad, ¿qué bien sacaríamos de la protección de la autoridad?
¿Por qué se quiere que ella castigue a aquellos que conspirarían contra
el Estado? Porque se teme ver sustituida una organización legal por un
poder opresivo.
Pero si la autoridad ejerce ella misma este poder opresivo, ¿qué ventaja
conserva? Una ventaja de hecho, quizás, durante algún tiempo. Las
medidas arbitrarias de un gobierno consolidado son siempre menos
numerosas que las de las facciones que tienen aún que establecer su
poder; pero incluso esta ventaja se pierde en razón de la arbitrariedad.
Una vez admitidos sus medios, tan concisos, tan cómodos, no se quiere
emplear otros. Presentados primeramente como un recurso extremo en
circunstancias infinitamente escasas, la arbitrariedad llega a ser la
solución de todos los problemas y la práctica de cada día.
33
particular; pero el peligro es mucho mayor. Dad a los depositarios de la
autoridad ejecutiva el poder de atentar contra la libertad individual y
anularéis todas las garantías, que son la primera condición y la única
finalidad de la asociación de los hombres bajo el imperio de las leyes.
¿De qué vale proteger con ejemplos el desarrollo de una verdad tan
manifiesta? Todas las funciones públicas, todas las situaciones privadas
estarían igualmente amenazadas. El inoportuno acreedor que tendría por
34
deudor un agente de poder, el padre intratable que le rehusaría la mano
de su hija, el esposo molesto que opondría contra él la sabiduría de su
mujer, el rival cuyo mérito o el vigilante cuya vigilancia le fueren tema de
alarma, sin duda no se verían ni detenidos ni exiliados como acreedores,
como padres, como esposos, como vigilantes o como rivales. Pero la
autoridad pudiendo detenerles, pudiendo exiliarles por razones secretas,
¿dónde estaría la garantía que no inventaría tales razones? ¿Qué
arriesgaría ella? Se admitiría que no se le puede pedir cuenta legal; y en
cuanto a la explicación que quizás por prudencia creería deber acordar a
la opinión, como nada podría ser profundizado ni verificado, ¿quién no
prevé que la calumnia sería suficiente para motivar la persecución? Nada
está protegido de la arbitrariedad una vez que es tolerada. Ninguna
institución se le escapa. Las anula todas en su base. Engaña a la
sociedad con formas que vuelve impotentes. Todas las promesas se
vuelven perjuros, todas las garantías trampas para los desgraciados que
en ellas confían. Cuando se excusa la arbitrariedad, o se quiere paliar
sus peligros, se razona siempre como si los ciudadanos no tuvieran más
relaciones que con el depositario supremo de la autoridad. Pero se tienen
otras más directas e inevitables con todos los agentes secundarios.
Cuando permitís el exilio, la prisión, o toda vejación que no autoriza
ninguna ley, que ningún juicio ha precedido, o es bajo el poder del
monarca que colocáis a los ciudadanos, ni siquiera bajo el poder de los
ministros: es bajo la vara más subalterna de la autoridad. Ella puede
alcanzarles con una medida provisoria y justificar esta medida por un
relato mentiroso. Triunfa puesto que engaña, y la facultad de engañar le
está asegurada. Pues mientras el príncipe como los ministros están
felizmente situados para dirigir los asuntos generales y para favorecer el
crecimiento de la prosperidad del Estado, su dignidad, su riqueza y su
poder, la amplitud misma de sus importantes funciones les vuelve
imposible el examen detallado de los intereses de los individuos;
intereses minuciosos e imperceptibles, cuando se les compara con el
conjunto, y, sin embargo, no menos sagrados, puesto que ellos
comprenden la vida, la libertad, la seguridad de la inocencia. El cuidado
35
de esos intereses debe ser, así pues, remitido a aquellos que pueden
ocuparse de ello, a los tribunales encargados exclusivamente de la
averiguación de las quejas, de la verificación de los reclamos, de la
investigación de los delitos; a los tribunales, que tienen el gusto como el
deber de profundizar todo de pesar todo en una balanza exacta, a los
tribunales, de los cuales es suya la misión especial, y quienes
únicamente pueden realizarla.
36
derechos, todas las libertades, es asegurando a la nación lo que ella
quería en 1789, lo que todavía quiere hoy, lo que venía pidiendo, con una
perseverancia imperturbable desde hace veinticinco años, siempre que
recobraba la facultad de hacerse oír; así es como este gobierno anclará
cada día raíces más profundas en el corazón de los franceses.
37
WA
WALTER BENJAMIN
El carácter destructivo
El carácter destructivo sólo conoce una consigna: hacer sitio; sólo una
actividad: despejar. Su necesidad de aire fresco y espacio libre es más
fuerte que todo odio.
38
El carácter destructivo hace su trabajo y sólo evita el creador. Así como
el que crea, busca para sí la soledad, tiene que rodearse
constantemente el que destruye de gentes que atestigüen su eficiencia.
39
caminos, está siempre en la encrucijada. En ningún instante es capaz de
saber lo que traerá consigo el próximo. Hace escombros de lo existente, y
no por los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de
ellos.
40
DESDE ESTAS TIERRAS
Esta tierra
43
JORGE LUIS BORGES
(1899 —1986)
44
GUILLERMO SUCRE
Tierra secreta
45
Pero algo, tierra, ha desterrado en mí
esas imágenes. La usura del tiempo
pudo más que la limpidez. Ahora giran
en el vértigo del vacío. Remolinos son
de aguas en pena, red de escombros.
46
ALEJANDRO OLIVEROS
A María Constanza
15 aetatis sua
47
OCTAVIO ARMAND
ESCRIBIR ES CUBRIR
(PULPO DE ENSAYOS)
FRAGMENTO
[…]
Mi cubanía se acrecentó durante el primer exilio de la familia : Nueva
York, 1958. Pude comprobar entonces una de tantas paradojas que han
jalonado mi vida. Cuba no era sólo un paisaje íntimo, una tierra propia,
sino la ausencia de esas certezas elementales. Duro estreno en paradojas,
de repente tierra era destierro, y paisaje un horizonte diluido en abismos
sin los raros añiles que mi padre me había regalado.
¿Hasta cuándo me duró la patria fácil? ¿Habrá una fecha exacta? No
lo creo. Al exilio del 58 se sumó otro, incesante desde la Nochebuena de
1960; y la patria se fue trocando en una tarea muy difícil. Ser cubano,
como a mí me ha tocado serlo, no ha sido gentilicio sino vocación. Una
vocación tan ardua como la poesía..
En el repetido exilio me he sentido como cicatriz sin cuerpo. Cuba sí,
cubamos no : llegué a traducir así la consigna vociferada en la isla
durante décadas. Al parecer, Cuba me excluía. Su historia y yo no
compaginábamos.
A tal punto sentía la falta de asa y de marco para cuanto tuviera que
ver con mi café y mis imágenes, que al leer mi partida de nacimiento
concluí que era una obra de ficción y yo una sobra de ficción. O de
48
fricción. Municipal y guantanamera, la leí como un prolijo y torpe folletín
de ausencia: El derecho de no ser. Y precisamente por tratarse de un
documento tan documentado y tan minuciosamente cubano, tuve que
dudar de mi existencia. Hasta de mi nacimiento. ¿Acaso no me habían
despojado de la niñez, de la juventud? ¿Acaso no había quienes me
llamaban gusano y parafraseaban a Terencio para espetarme que todo
lo cubano me era ajeno?
Mi Cuba a pique era una nueva Atlántida. Pero no se sumergía en el
Caribe sino en un tiempo de implacables lejanías. Aferrado a los pecios
del naufragio, tuve que aprender un solitario paisajismo de ausencias.
Cinta de Moebio la cartilla, yo quedaba dentro por fuera y fuera por
dentro. Por dentro me excluía la historia que me incluía por fuera. De
inmediato y para siempre exclude me in fue mi acotación al include me
out de Samuel Goldwyn y exit in hizo lo propio con el entrance out de
Joyce.
Desde la fijeza súbitamente convertida en flujo; desde el espacio
vertido en tiempo, volumen desviado de sus tres palpables dimensiones,
se adivinaba un extraño espejo retrovisor donde las imágenes
aumentaban a medida que dejaban atrás el punto de partida.
Había que aprender ausencia y ser ausencia; había que faltar en el
espacio propio y sobrar en el ajeno, juego de desapariciones que al
cabo equivaldría a una difícil lección cuando el desasosiego se fue
asentando en una escalofriante frase de Marti: sé desaparecer *.
Imagen de las imágenes, imagen mayúscula de lo cubano, aquel
hombre capaz de afirmar su apoteosis precisamente en la desaparición,
resume con dos palabras la vida que entregaría un 19 de mayo en Dos
Ríos. La suya fue corta: cuarenta y dos años transcurridos mayormente
fuera de la isla, no al margen pero sí en el margen, su largo destierro tan
nevado y neoyorquino como los míos.
El exilio ni es ni se parece a la Calzada de Jesús del Monte, el
sitio,donde, según Eliseo Diego, tan bien se está. Sóío una desmesurada
ironiía podría sugerir tal cosa. Pero sí es posible afirmar que se trata de un
sitio tan martiano como la Calle Paula o Dos Ríos. Un sitio donde también
se está.
________
* « Sé desaparecer » escribe Martí exactamente un día antes de su muerte en la carta
interrumpida dirigida a su amigo mexicano Manuel Mercado, el 18 de mayo de 1895
desde el Campamento de Dos Ríos. Suspende la escritura, según los historiadores, por la
llegada del general Bartolomé Masó al campamento, y así queda sin despedida ni firma
la carta. Desaparece de ella como presagio de lo que sucederá al dia siguiente,
cuando con su lengua moribunda atravesada por dientes materialmente clavados en
ella, pronuncia sin palabras su último discurso. Elocuente oratoria póstuma de quien con
su cadáver firma en la manigua la carta al amigo.
49
HEBERTO PADILLA
(1932 — 2000)
En tiempos difíciles
50
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles
ésta es, sin duda, la prueba decisiva.
51
DESDE OTRA ORILLA
El Transiberiano
YOLANDA PANTIN
POSTA
52
Rafael Castillo Zapata
55
morenas de los abedules, pero,
del río o del lago, no dirá nada,
como del agua estancada
del tonel donde dos manos
lo obligaban a devorar su imagen
en la superficie de un espejo
que cedía y abría su enorme
boca hacia la noche
profunda de la muerte, unos segundos
suficientes para hacerle creer
que ya no volvería. Pero
está una vez más ante la luz,
ante las cosas del mundo, de nuevo,
y quiere olvido, nada
que alimente el recuerdo oscuro
del agua en el tonel, e intenta
concentrarse en la verdura
de la tierra imaginando
un planeta sin torrentes,
sin espejos,
sin estanques,
sin toneles. El hombre
de la cabeza sumergida a la fuerza,
que ha bebido a fondo el agua
de su imagen
y no tiene rostro, prefiere,
ahora que puede, evitarse
recordar.
Recuerda tú por él, para los otros; diles
de la frialdad del agua como vidrio,
de la profundidad del agua como azogue, nieve
negra, del otro
lado del espejo que se hunde; háblales
de los pulmones inundados,
de la taquicardia, del tambor
mojado de las sienes y los
tímpanos cediendo
a la fuerza invasiva
del agua atropellada. Muestra
al que trata de olvidar
mientras camina por el sendero bordeado
de hierbas y de arbustos, el lugar
de donde viene, la casa
de su penúltimo renacimiento, su ser
de agua, como pez salvado
en el último minuto,
su origen oscuro de cosa
a punto de morir, amenazada. Tráele,
de vez en cuando, el sonido
del chapoteo retumbando
en medio de la celda, la irisada
revolución de las burbujas
en los bordes, como el agua
56
que corre por las piedras
del arroyo cercano. ¿De qué
va a escribir si no? ¿De estos
cielos que encandilan? ¿De estos
campos floreciendo? ¿Cómo,
si viene de la muerte? Hazlo
volver cada tanto a su casi muerte para
que no muera
realmente. ¿No es
su vida escribir? ¿No era
su último recurso acaso
bajo el agua pensar
precisamente en el papel
que tendría a gusto cuando
acabara todo aquello? Papel,
papel para escribir, hojas
en blanco, y tiempo. ¿No era
entonces eso lo único
que podría infundirle coraje, la promesa
de lo que iría a escribir? No dejes, pues,
que esa promesa muera, que esa luz
al fondo del pasillo, esa
corriente de aire al borde
del último suspiro ceda. Habla,
habla tú por él mientras el agua
sigue su curso y los espejos
reflejan su noche y su silencio
en la memoria de Boris
Pilniak, ajusticiado finalmente, vivo
en la memoria larga del papel.
57
BORIS PILNIAK
CAOBA
FRAGMENTOS
Boris Pilniak (1894 – 1937? /1938?) fue un hijo de dos siglos y dos
Rusias, de la vieja Santa Rusia del siglo diecinueve y de la que
llegaba « a todo vapor a través del pantano» . « Compañero de
viaje» de la Revolución, como no fue un adicto rápidamente pasó
a ser un convicto. Pilniak quería retratar y comprender la
revolución, pero la revolución no quería ser comprendida o
retratada, quería ser idealizada y venerada.
Pushkin (Cuentos del difunto Nikolai Petróvich Belkin), Gógol y
Andrei Bely ( San Petersburgo )son las huellas que persigue Pilniak
cuando narra. Igualmente, creo que en su escritura, en sus
composiciones, puede notarse hasta qué punto la estética futurista
rusa y su fantástico realismo, habían penetrado en la manera de
comprender y comprimir la experiencia. Cuando Pilniak escribe :
« en una orquesta lo más importante es el tambor », los comisarios
sonrien y la frase va al expediente. Esa frase estaba intercalada y
desarticulada en medio de la descripción de un Congreso de los
Soviets.
Fue así como la causa contra Boris Pilniak comenzó a instruirse. Era
parte de un clima general —¿aún no te han detenido?»— era,
según V. Shentalinski, el saludo habitual en esos días, mientras
Pilniak trabajaba en una novela acerca de sus raíces y el destino
de la Revolución rusa, extraía su libro de la vida, pero la vida
misma, recuerda Shentalinski, estaba tejiendo en torno a él una
historia triste sobre cómo el círculo luminoso de su existencia se
reducía hasta llegar a la celda de la Lubianka. En el verano de
1937 la novela estaba terminada, faltaba pasarla en limpio y
entones llegaron ellos. Pasternak lo vio todo. Eran vecinos. En la
Lubianka Pilniak pudo comprender lo que le sucedió a uno de sus
personajes, en uno de sus relatos : «Unicamente me queda el
cerebro, pero incluso éste se me ofusca. Hablo con una persona y
de pronto esta persona se esfuma y en su lugar, ante mí, se erige
una especie de Estado horroroso y sanguinario» .
58
Le confiscaron dos puñales y una máquina de escribir Korona,
además de la correspondencia y el manuscrito de su última
novela. En lugar de aquel manuscrito quedó un expediente del
género fantástico judicial, donde el interrogatorio se transforma en
confesión. Esta fue la última novela que firmó Pilniak, no tiene fin, la
ejecución fue suficiente.
m.f.p.
59
BORIS PILNIAK. CAOBA
FRAGMENTOS
……………
60
mano al señor Karazin, pero éste no la aceptó, explicando su rechazo
con un seco: "¡Sólo esto me faltaba!" Karazin, el señor, usaba el gorro del
uniforme de la nobleza y un abrigo militar de la época de Nicolás I; la
revolución lo había obligado a trasladarse del campo a la ciudad, pero
le permitía usar gorro y abrigo militares, y ahora él tomaba su sitio en las
"colas" con la cabeza cubierta por aquel gorro y acompañado no ya por
los lacayos sino por su mujer.
61
somnoliento y aquel llanto dominaba a la secularmente somnolienta
ciudad. Caían con un rugido en un grito de aflicción, hundiéndose hasta
metro y medio en el suelo.
Precisamente en los días a los que me refiero, la ciudad gemía con la voz
de aquellas antiguas campanas.
………………………………..
62
economía estaba representada por el complejo industrial (inaugurado el
año en que Iván Ochogov — protagonista de nuestro relato— se retiró
voluntariamente a vivir entre los locos). Eran miembros del complejo, el
presidente del Comité Ejecutivo Kuvarzin (marido de la famosa Kuvarzina)
y el encargado del Comité de Inspección de Obreros y Campesinos,
Presnuchin. El complejo estaba presidido por Nedogusov. Su labor
administrativa consistía en un lento despilfarro de las riquezas
acumuladas antes de la revolución, hecho con desparpajo y en bastante
buena armonía. La producción de mantequilla se llevaba a cabo con
pérdidas, así como también con pérdidas trabajaba el aserradero. La
curtiduría, si bien es cierto que no trabajaba con pérdidas, también lo es
que no producía beneficios ni tomaba en consideración la amortización
del capital.
63
empresas que habían dejado de funcionar aun antes de la revolución, o,
si no, procedía de la siguiente manera: Kuvarzin presidente le vendía leña
a Kuvarzin miembro al precio establecido por las autoridades más un
descuento del cincuenta por ciento, por la cantidad de veinticinco mil
rublos. Kuvarzin miembro volvía a vender aquella leña a la población, y
en especial a Kuvarzin presidente por una suma de cincuenta mil rublos,
al precio igualmente establecido por las autoridades pero sin descuento.
……………………………
64
MAXIM GORKI
PENSAMIENTOS INTEMPESTIVOS
FRAGMENTOS
65
destructiva de las masas como una estrategia política y que
recurran a la censura y la cárcel para imponerse sobre sus
adverarios. La prensa bolchevique y el aparato de propaganda
desataron en esos meses una continua y feroz campaña de insulto
y descrédito contra Gorki y "Vida Nueva". No es descabellado
suponer que fueron los viejos lazos de su amistad con Lenin lo que
impedía la clausura de Novaia Zhin. Esa amistad, llena de altibajos
y ambivalencias, le garantizaron durante un tiempo cierta
inmunidad para publicar lo que pensaba hasta que el 18 de julio
de 1918 el mismo Lenin prohibió la circulación de Vida Nueva.
Novaia Zhin era una publicación abiertamente socialista, una
tribuna donde escribían tanto mencheviques y SR como
bolcheviques; allí, Lenin publicó varios de sus artículos del año 17.
Sin embargo, hoy no nos extraña saber que la mayoría de sus
principales redactores, con excepción de Gorki, murieron en los
sótanos del OGPU o en los campos del GULAG. Entre ellos estaban,
por ejemplo, V. Bazarov, traductor al ruso del Capital, N. Sujarov,
autor de unas Memorias de la Revolución Rusa que son fuente
obligada para historiadores y especialistas, y A. Lozovski, vice-
canciller y alto dirigente de las organizaciones sindicales soviéticas.
Es imposible saber si Gorki llegó a enterarse de las torturas y
vejaciones que sufrieron sus colaboradores.
m..f.p.
66
descalificando la sublevación por considerar, como ha dicho
Gorki, que esto no significaba el poder para los Soviets, sino
«la toma del poder por un partido único, el bolchevique» y
«el sabotaje de la más bella conquista de la revolución: la
Asamblea constituyente.»
En este mismo número 156, del 18 de octubre de Novaia Zhin,
L. Kamenev escribe, en su nombre y en el de G. Zinoviev, que
considera «prematura» una insurrección armada
bolchevique. Y al día siguiente, el 19 de octubre, Trotski,
responde a Gorki afirmando que la insurrección todavía no
tiene fecha, pero que cuando el Soviet de Petrogrado la
convoque, toda la clase obrera y los cuarteles actuarán bajo
los estandartes de la revolución. Lenin, por su parte,
consideró que las declaraciones de Kamenev y Zinoviev
constituían una traición.
67
revolucionarrios, saqueos, motines callejeros y cerca de 400
muertos. La insurrección armada fue creciendo sin dirección
política, las guarniciones y milicias tomaron Petrogrado y le
exigieron al Soviet que tomara el poder. El Soviet se negó y el
18 de julio el Gobierno movilizó tropas del frente para
aplastar con las armas la revuelta.
68
comenzará a matarse entre si, incapaces como son de vencer su propia
estupidez bestial.
Una muchedumbre sin orden, comprendiendo mal lo que quiere,
bajará a las calles y, refugiándose detrás de ella, aventureros, ladrones,
asesinos profesionales emprenderan su tarea de «hacer la historia de la
revolución rusa».
En dos palabras, veremos repetirse esa sangrienta matazón absurda
que ya vimos y que, por todo el país, ha zapeado la autoridad moral de
la revolución y dañado su prestigio cultural.
Es muy posible que, esta vez, los acontecimientos tomarán el giro de
una sublevación aún más violenta y todavía más sangrienta y que el
golpe que recibirá la revolución será todavía más duro.
¿Qué necesidad hay de todo esto? ¿Y para qué? El Comité Central de
los Bolcheviques social-demócratas evidentemente no tiene parte en la
aventura programada puesto que hasta ahora no ha confirmado para
nada los rumores, aunque tampoco los ha desmentirlo aún.
¿Podría ser que algunos aventureros, viemdo debilitarse la energía
revolucionaria de una parte conciente del proletariado, piensen que es
posible despertarla con un baño de sangre?
¿O querrán estos aventureros, por el contrario, acelerar la contra-
revolución intentando desorganizar las fuerzas organizadas con tanto
esfuerzo?
El Comité Central de los Bolcheviques tiene el deber de desmentir todos
esos rumores; tiene el deber urgente, si en verdad es un órgano político
fuerte, libre en sus actos y capaz de conducir a las masas, y no un dócil
juguete de los humores de una muchedumbre salvaje, o un simple
instrumento en manos de aventureros sin escrúpulos y peligrosos fanáticos.
69
Contexto de las intempestivas del 7 y 10 de noviembre.
Hacía apenas diez días de la toma del poder por parte de los
bolcheviques. Todavía el enjambre de partidos socialistas de
izquierda constituían un bloque diverso que les dificultaba el control
absoluto de la revolución. Pero el fracaso del «golp» derechista del
general Kornilov y la desastrosa conducción política de Kerenski
minaron el ascendiente de los mencheviques entre las masas
obreras y las tropas, igualmente anulada se hallaba la autoridad
de los sectores liberales moderados. El aparato militar bolchevique
era eficiente y estaba preparado para actuar disciplinadamente.
Los anarquistas y los SR de izquierda actuaban de modo
desordenado, con atentados y acciones sin control. De allí que
Lenin y su grupo asumieran el gobierno con facilidad. Pero para
mantenerlo debían imponerse a sangre y fuego sobre los grupos
rivales. Defender la revolución implicaba también defenderla de
los otros revolucionarios. En esos días de noviembre va surgiendo
día a día el terror rojo. El comunismo todavía es una consigna
demasiado amplia y vaga, compartida por demasiados sectores,
una de las tantas rutas del socialismo. Lo que importa en esos
meses cruciales es mantener el poder, expulsar los elementos
moderados y liberales de los organismos de gobierno y, finalmente,
someter a una dirección única a las masas obreras y los soldados
en armas, desmovilizados o desertores.
La intempestiva del 7 de noviembre la escribe como si se tratara de
un memorandum, como quien se dirige «a la atención» de una
oficina u organismo llamado: «la democracia»… Es decir, a la
esencia o al espíritu democrático que, a su juicio, todavía debería
funcionar en la revolución. Lo escribe porque siente que
precisamente ésa es la única instancia a la que podría importarle
lo que allí denuncia, la cual parece no darse por enterada de lo
que está sucediendo ante sus ojos.
Pero el artículo también es una abierta repulsa al estilo «leninista»
de conducir la revolución.
A quien lo lee hoy, le cuesta imaginar que Lenin y Gorki eran
amigos, que paralelamente al debate público, mantenían una
correspondencia feroz sobre estos mismos asuntos. Una
correspondencia en la que Lenin deja en claro su profundo
desprecio por la intelectualidad, y hasta qué punto, en esos
momentos, sólo el poder importa.
Gorki comienza mencionando la injusta prisión de tres de los ex-
ministros liberales —es decir «burgueses»— del Gobierno provisional,
a quienes Lenin y Trotski dejaron en la cárcel formando el primer
70
núcleo de los presos políticos de la Revolución. Si bien el artículo es
un llamado a que los liberen, el fondo del asunto es la forma en
que la revolución está siendo degradada por el «veneno del
poder» que ha contaminado a Lenin, a Trotski y sus seguidores.
Denuncia algunos hechos concretos: *los combates entre los
cosacos de Krasnov y las milicias bolcheviques cerca de Tsarskoye-
Selo el 30 de octubre pasado; **la destrucción innecesaria que
provocó la artillería de los guardias rojos en la reciente toma de
Moscú, hechos que desmiente Bujarin en Pravda, acusando a Vida
Nueva de servir los intereses de la burguesía. Y, finalmente, denunia
cómo, a partir del 26 de octubre se suceden de manera creciente
los cierres y penalizaciones a periódicos liberales y aun socialistas
que no se pliegan a la línea bolchevique***. Comparar las
acciones de la revolución con la despiadada represión que
aplicaba V.K. Plehve, ministro del Interior de Nicolas II, asesinado en
un atentado terrorista en 1904, era sin duda un atrevimiento que
sólo Gorki podía permitirse.
En un discurso en el regimiento de los granaderos, publicado en
Pravda el 30 de noviembre, Trotski acusó a Gorki y a Korolenko de
oponerse a las medidas de censura por estar «imbuidos de
mezquinos y vulgares prejuicios pequeño-burgueses».
Sin embargo, para una mentalidad no digamos democrática sino
tan sólo humanamente «sana», la denuncia más grave que hace
Gorki es la intempestiva del 10 de noviembre, dirigida «A la
atención de los obreros», cuando acusa a Lenin y a Trotski de
aplicar la doctrina Netchaev, y cita la célebre frase: «a todo vapor
a través del pantano» que Dostoyevski emplea como consigna
central de sus Demonios. Todo ruso de entonces sabía bien de
quién se trataba: estaba emparejando a Lenin y a Trotski con aquel
ser sin escrúpulos, de bajeza y ambición de poder sin igual, que fue
Sergei Guennadievitch Netchaev, el Piotr Stepánovich Verjovenskii
de la novela de Dostoyevski, en la que supo intuir un futuro que se
estaba haciendo presente en 1917.
En esa misma intempestiva, Gorki acusa a Lenin y a Trotski de estar
«experimentando» con la revolución social a costa de los obreros;
pero al hacerlo estaba, de hecho, devolviéndoles, a la luz de los
hechos, sus propias palabras, cuando Trotski, refiriéndose a las
jornadas victoriosas de octubre, calificó a la Revolución de
«experimento sin precdentes ».
m.f.p.
71
[Dirigido] « A LA ATENCIÓN DE LA DEMOCRACIA »
Vida nueva, n° 174, 7 de noviembre 1917
72
su sangre y su pellejo; que trata de forzar los humores revolucionarios del
proletariado llevándolos hasta el paroxismo para observar el resultado.
Por supuesto, en las actuales circunstancias, él no cree en la posibilidad
de una victoria del proletariado en Rusia, pero quizá sí espera un milagro.
La clase obrera debe saber que los milagros no existen, que lo que le
aguarda es la hambruna, una industria totalmente desorganizada, la
ruina de los medios de transporte y un largo y sangriento período de
anarquía, seguido de un sombrío período de reacción no menos
sangriento.
He allí hacia dónde está siendo conducido el proletariado por su guía
del momento, y cada quien debe comprender que Lenin no es ningún
mago con innumerables poderes, sino un prestidigitador con cabeza fría
que no escatima ni el honor ni la vida del proletariado.
Los obreros no deben permitir que aventureros y locos les endosen la
responsabilidad de crímenes vergonzosos, insensatos y sangrientos por los
cuales luego ellos deberán pagar en lugar de Lenin.
Ahora quisiera plantear algunas preguntas:
¿La democracia rusa todavía recuerda cuáles fueron las ideas por las
que luchó cuando combatía el despotismo de la monarquía?
¿Todavía hoy se considera capaz de sostener ese combate?
¿Acaso recuerda que cuando los gendarmes de los Romanov
enviaban a las cárceles y los penales a sus guías
ideológicos, consideraba que semejante procedimiento era indigno?
¿Entonces, cuál es la diferencia entre la actitud de Lenin hacia la
libertad de expresión y la que mantenían Stolypin, Plehve y otros cuasi-
humanos?
¿Actúa el poder leninista de modo distinto al poder de los Romanov
cuando somete y arrastra al calabozo a todos los que no piensan como
él?
73
¿Por qué Bernatski, Konovalov y los otros miembros del gobierno de
coalición están aún en prisión? ¿En qué son más culpables que sus
colegas socialistas liberados por Lenin?
La única respuesta honesta a estas preguntas debe ser exigir la
liberación inmediata de los ministros y otras personas indebidamente
arrestadas y el restablecimiento integral de la libertad de expresión.
Después, los elementos razonables de la democracia deberán sacar las
conclusiones que se imponen y decidir si están dispuestos o no a seguir a
los conspiradores y anarquistas a la Netchaev?
74
han sostenido una lucha tan larga y dolorosa.
75
complejidad le es extraña; no conoce los estratos populares; nunca ha
convivido con el pueblo, pero aprendió en los libros cómo hacer que las
masas se ofusquen y, sobre todo, cómo excitar furiosamente los instintos
brutales de las muchedumbres. Para Lenin, la clase obrera es lo que el
mineral para el obrero metalúrgico. ¿Será posible, dadas las
circunstancias, fabricar con ese mineral un estado socialista? Todo hace
pensar que no. Pero una vez dicho ¿por qué no intentarlo? ¿qué arriesga
Lenin si la empresa fracasa?
76
Nota: un historiador muy en boga hoy en día, Orlando Figes,
sostiene que no hubo “golpe bolchevique” en Octubre del 17, ni
contra la Asamblea Constituyente en enero del 18. Sus argumentos
coinciden con la versión soviética oficial, aunque con una
“narrativa” distinta y una retórica actualizada. Su argumento se
centra en que la toma del poder por un “golpe de fuerza” es aquél
que no cuenta con el apoyo de un movimiento de masas
mayoritario. Algo con lo que que, a su juicio, sí contaron los
bolcheviques. En el caso de la Revolución rusa, Figes pasa por alto
dos hechos : omite la notable mayoría de las masas campesinas
que no fueron consultadas ni movilizadas y que, precisamente, fue
uno de los factores que pesó en la decisión bolchevique de dar un
“golpe de fuerza” (una insurrección armada) en Petrogrado. Según
la tesis de Figes, bastaría con tener suficiente fuerza para movilizar
masas en los centros de poder, para legitimar la acción como una
revolución de masas y no un “golpe”.
m.f.p.
« 9 DE ENERO — 5 DE ENERO »
77
Vida nueva, n° 6 (220), 9 de enero de 1918
78
que daría a todos los demócratas rusos la posibilidad de expresar
libremente su voluntad. En la lucha por esta idea, miles de intelectuales,
decenas de miles de obreros y campesinos murieron en prisiones, en exilio
o en los penales, en el cadalso o abatidos por las balas de los soldados.
En el altar de esta idea sagrada han corrido ríos de sangre y ahora resulta
que los «comisarios del pueblo» han dado la orden de disparar sobre la
multitud de los demócratas que hacían una manifestación en favor de
esta idea. Quiero recordar que entre los mismos «comisarios del pueblo»,
numerosos son aquellos que a lo largo de su actividad política le hicieron
comprender a las masas obreras que era indispensable luchar por la
convocatoria de una Asamblea Cinstituyente. Pravda (La Verdad)
miente cuando escribe que la manifestación del 5 de enero estaba
organizada por los burgueses, los banqueros, etc., y que eran burgueses,
«partidarios de Kaledin» quienes marcharon hacia el palacio Táuride.
Pravda (La Verdad) miente... Pravda (La Verdad) sabe muy bien que la
instalación de la Asamblea Constituyente no regocija a unos «burgueses»,
que nada pueden hacer en medio de 246 socialistas, miembros de un
mismo partido y de 140 bolcheviques.
Pravda (La Verdad) sabe que los obreros de la fábrica Obujov, de la
fábrica de municiones y de otras tantas fábricas, formaban parte de la
manifestación, que bajo las banderas rojas del partido social demócrata
ruso marchaban hacia el palacio Táuride obreros de los distritos de la isla
Vassilievski, de Vyborg y de otros más.
Fue precisamente a estos obreros a quienes han fusilado y Pravda (La
Verdad) podrá mentir todo lo que quiera, pero no podrá disimular este
acontecimiento infame.
Quizá los «burgueses» se regocijaron al ver como los soldados de la
guardia roja arrancaron de las manos de los obreros las banderas
revolucionarias, las pisotearon y quemaron. Pero también es posible que
79
este «agradable» espectáculo no haya alegrado a todos los «burgueses»
porque aun entre ellos hay hombres honestos que aman sinceramente a
su pueblo y su país. Andrei Ivánovitch Chingarev, cobardemente
asesinado por brutos salvajes, fue uno de ellos
Así pues, este 5 de enero dispararon sobre obreros de Petrogrado
desarmados. Dispararon sin aviso, les tendieron una emboscada, les
dispararon tras las ranuras de las rejas, cobardemente, como hacen los
verdaderos asesinos.
Y exactamente como sucedió el 9 de febrero de 1905, aquellos que no
habían perdido la razón ni traicionado su conciencia, exigían a los que
disparaban:
«—¿Qué están haciendo, imbéciles? ¿No ven que son de los nuestros?
¡Miren: por todas partes hay banderas rojas, ninguna consigna hostil a la
clase obrera, ningún grito de hostilidad contra ustedes! »
Y, al igual que los soldados del Zar —asesinos por obligación—
respondieron:
« Es una orden, nos ordenaron disparar. » Y como el 9 de enero de 1905,
espíritus estrechos, indiferentes a todo, que siempre se contentan con ser
espectadores de la tragedia de la vida, estaban extasiados:
« ¡Les dispararon como a conejos! »
Y, con perspicacia, añadieron:
« ¡Dentro de poco volverán a dispararles! »
Sí, enseguida... Y corren rumores entre los obreros qu ya la guardia roja
de la fábrica Erikson disparó sobre los obreros de la fábrica del barrio de
Lesnoe y a los obreros de la fábrica Erikson los tiroteó la guardia roja de
otra fábrica.
Hay muchos rumores semejantes. Quizá son infundados, pero eso no
quita su influencia en la psicología de la masas obrera.
Yo le pregunto a los « comisarios del pueblo », entre los cuales, no
80
obstante, debe haber personas honestas y sensibles: ¿No comprenden
que colocándo esta cuerda al cuello están estrangulando
inevitablemente toda la democracia rusa, que aniquilan todas las
conquistas de la revolución?
¿Comprenden esto? O, entonces, ¿será que piensan: « que todo el
poder sea sólo nuestro o que revienten todos » ?
PENSAMIENTOS INTEMPESTIVOS.
Vida Nueva, nº 82 (297), 3 de mayo de 1918
Pasando por alto que en Rusia hay decenas de millones de gentes que
81
no reconocen la autoridad de los comisarios, y que no se puede
exterminar a toda esa gente, creo que es útil decirle algo a esos jueces
tan severos como nada inteligentes, acerca del origen de ese joven
honesto que han condenado tan severamente y de modo absurdo.
Este joven tiene la fibra de esos seres íntegros y valientes que durante
décadas, viviendo sometidos a una atmósfera de vigilancia policial,
espionaje y traición y arriesgando su libertad y sus vidas, han destruido el
yugo de la monarquía inculcando a las masas ignorantes de los obreros y
los campesinos las ideas de libertad, de derecho y de socialismo. Este
joven es el heredero espiritual de aquellos hombres que una vez
apresados, languidecieron en las cárceles negándose a hablar en los
interrogatorios, por desprecio al enemigo triunfante.
Este joven ha sido educado en el alto ejemplo de los mejores rusos que
murieron en las prisiones y los penales, sobre cuyos fundamentos hoy nos
disponemos a construir una Rusia nueva.
Es un romántico, un idealista que es hostil de nacimiento a la
«Realpolitik» de la violencia, la trapacería, y la política de los fanáticos
de un dogma, rodeados —como ellos mismos lo han confiesado— de
bandidos y charlatanes.
Para formar un joven con coraje y honesto en las condiciones abyectas
de la vida en Rusia, ha sido necesario invertir una enormidad de fuerzas
espirituales, todo un siglo casi de intenso trabajo. Y he aquí que personas,
hoy libres gracias a todo ese trabajo, personas que no comprenden que
un enemigo honesto vale más que un amigo cobarde, han condenado a
un joven con coraje porque —como era natural —él no puede ni quiere
reconocer un poder que pisotea la libertad.
[…]
82
PENSAMIENTOS INTEMPESTIVOS
Vida nueva, nº 89 (304), 14 de mayo de 1918.
Estas son las consideraciones —nada nuevas— que provoca este nuevo
acto de la sabiduría política de los comisarios.
83
caro, por las faltas de los otros y la estupidez de sus dirigentes.
¿A qué le temen? ¿Por qué les falta coraje, hombres políticos y realistas,
capaces al parecer de apreciar las fuerzas creadoras de vida, acaso
piensan en verdad que pueden destruir la fuerza de la palabra con
medios mecánicos? Gentes acostumbradas a la clandestinidad no
pueden ignorar que una palabra prohibida adquiere un poder de
convicción particular. Y, finalmente, no puede ser que hayan perdido
hasta ese punto la confianza en sí mismos para temerle a un enemigo
que habla abiertamente, en voz alta, para tratar de sofocarla, así fuera
tan sólo un poco.
84
En este editorial del 6 de Junio, Gorki intenta por última vez hacer
un llamado a los ideales democráticos del movimiento socialista. En
este largo artículo confronta dos tipos de revolucionarios. Pero no
se trata de una tipología teórica.
Si bien el retrato del revolucionario eterno, romántico e idealista, no
tiene un referente en la realidad rusa de esos días. El revolucionario
temporal, del « momento presente », por el contrario, es la suma de
los rasgos negativos y despreciables que venía denunciando en sus
intempestivas desde hacía un año,y la figura de Lenin parece
asomarse detrás de este sombrío retrato. En un artículo anterior
vimos cómo lo identificaba con Netchaev, quien concibió y llevó a
la práctica política de los bolcheviques el « terror revolucionario »,
un objetivo que no estaba destinado a ganar el apoyo de las
masas sino a anular su capacidad de protesta y movilización a
través del miedo y las penurias, y así mantener bajo control todos
los mecanismos de poder.
85
PENSAMIENTOS INTEMPESTIVOS
Vida Nueva, nº 109 (324), 6 de junio 1918
86
notables pensadores rusos: « el horror de la historia y su mayor desgracia
residen en que el ser humano siente que ha sido cruelmente ofendido »
[N.K. Mijailovski] : ofendido por la naturaleza que lo creó, lanzándo al
desierto del mundo como bestia entre las bestias y concediéndole para
su desarrollo las mismas condiciones de las demás bestias; ofendido por
los dioses que creó con demasiada precipitación, torpemente, y
demasiado a su imagen y semejanza; ofendido continuamente por su
prójimo más fuerte y artero; y ofendido aun más amargamente por sí
mismo, por sus propias vacilaciones, indeciso entre la antigua bestia y el
hombre nuevo.
Pero el revolucionario eterno no experimenta sentimientos de ofensa
personal hacia los otros, porque sabe situarse siempre por encima del
plano personal y sabe vencer dentro de sí el deseo mezquino y malvado
de vengarse de quienes le han inflingido infortunios y sufrimentos. [...]
El revolucionario eterno es la levadura que excita constantemente la
inteligencia y los nervios de la humanidad; es, o bien un genio que
destruyendo las verdades establecidas anteriores a él, crea otras nuevas;
o bien un hombre afable, tranquilo y seguro de su fuerza, que arde con
un fuego sereno y a veces invisible, iluminando el camino del porvenir.
El revolucionario temporal, el del instante presente, es un hombre que
resiente con una enfermiza agudeza las ofensas y heridas sociales y los
sufrimentos que la gente le ha inflingido. Aceptando en su espíritu las
ideas revolucionarias inspiradas por la época, sigue siendo un
conservador en el fondo de sus sentimientos y ofrece el triste y a menudo
tragi-cómico espectáculo de una criatura venida al mundo
expresamente para deformar, denigrar y rebajar hasta el ridículo, la
vulgaridad y el absurdo, el contenido culto, humanitario y universal de las
ideas revolucionarias.
En primer lugar, se encuentra herido por sí mismo porque carece de
87
talentos y porque no tiene bastante fuerza; y herido porque lo han
ofendido y, en algunos casos porque ha estado en prisión, en el exilio, o
porque ha tenido que aguantar la dura vida del inmigrante. Está
totalmente impregnado como una esponja del sentimiento de venganza
y quiere hacer pagar cien veces más por ello a quienes lo han herido. Las
ideas que sólo ha aceptado su espíritu pero que no se han arraigado en
su alma, se hallan en directa e irresoluble contradicción con sus actos.
Las formas de lucha que emplea contra el enemigo son exactamente las
mismas que el enemigo utiliza en contra suya. Es incapaz de hallar otros
medios dentro de sí mismo.
Esclavo en rebeldía por un rato de un dios vengativo y castigador, no
siente la belleza del dios de la misericordia, del perdón universal y la
alegría. Al no percibir su vínculo orgánico con sus semejantes, se
considera enteramente libre, pero, de hecho, está encadenado
interiormente por el pesado conservadurismo de los instintos zoológicos,
trabado en una cerrada malla de mezquinas sensaciones de ofensa, por
encima de las cuales no tiene fuerzas para elevarse. Sus hábitos mentales
lo obligan a buscar en primer término, tanto en la vida en general, como
en las personas, los rasgos y fenómenos negativos. En el fondo de su alma
está lleno de desprecio hacia los hombres en nombre de lo que ha
sufrido; y lo sufre demasiado para poder darse cuenta y considerar los
sufrimientos de los demás. Tratando de cambiar las formas exteriores de
la vida social, el revolucionario temporal no es capaz de darle a esas
nuevas formas un contenido nuevo, y mantiene los mismos sentimientos
que cree haber combatido. Y si, ya sea milagrosamente o a la fuerza,
llegara a crear un nuevo modo de vida, él sería el primero en sentirse
extranjero y solitario en esa atmósfera, ya que en su naturaleza profunda,
no es socialista, ni siquiera presocialista, sino individualista.
El se comporta hacia la gente tal como un experimentador se
88
comporta hacia los perros y las ranas objeto de sus crueles experiencias
científicas.[...]
Para él, mientras menos culto sea un hombre, más lo considera como
un material para sus prácticas. Y si el nivel de conciencia personal y social
de un hombre llegara a elevarse para protestar contra ese espíritu
revolucionario suyo, puramente formal y exterior, el revolucionario
temporal, sin escrúpulo alguno, amenaza al que protesta con castigos,
tal como lo están haciendo hoy en día numerosos representantes del tipo
que he descrito en estas líneas.
Se trata de un fanático frío, un asceta, que mutila la fuerza creadora de
la idea revolucionaria y, sin duda, no es alguien que pueda calificarse de
creador de una historia nueva, no es él quien puede ser su héroe ideal.
Quizá su mérito reside en el hecho de que, habiendo despertado en la
masa humana a esa antigua bestia cruel, con eso haya precipitado el fin
de la bestialidad.
La crueldad cansa y, finalmente, puede inspirar un asco físico y en ese
asco hallar su fin.
Parece que en nosotros ese asco fisiológico a todo lo que es sangre,
crueldad y pantano comienza a despertar: es necesario que ese asco
crezca para convertirse en la idiosincrasia de la mayoría.
Tomado de: Maxime Gorki. Pensées intempestives,1917—1918. Texte établi et annoté par
Herman Ermolaev. Taduction française Lucille Nivat et Sylvaine Drablier. Préface deBoris
Souvarine. Lausanne: L’Age d’Homme, 1975.
89
LECTURAS SIN FRONTERAS
… DE LA MESA DE EL ESTILETE
VICTORIA DE STEFANO
DIARIOS
1988 — 1989
LA INSUBORDINACIÓN DE LOS MÁRGENES
JOSÉ BALZA
TRAMPAS
EJERCICIOS POLÍTICOS Y OTROS RELATOS
ANTOLOGÍA
La reflexión sobre los aconteceres políticos de Venezuela asoma frecuentemente, no
sólo en los ensayos de José Balza, sino también en numerosos textos de su extensa obra
narrativa. De allí surge la primera parte de esta selección (cuentos y fragmentos de
novelas), realizada por el mismo autor, donde bien pueden encontrarse referencias a
hechos o personajes de inmediato reconocibles, como recurrencias a otros espacios y
momentos para reflejar con igual intensidad su inquietud por nuestro devenir histórico.
Cinco décadas han pasado entre relatos como “Un libro de Rodolfo Iliackwood” y los
recientes “Uno” y “Trampas”, tiempo en que las circunstancias políticas y sociales del
país han sufrido cambios radicales; no obstante, más allá del siempre impecable y
sensual estilo del narrador, es posible encontrar inalterable una conciencia atenta,
preocupada y fiel a la inmediata realidad. Excepto “El vencedor”, todos los “ejercicios
narrativos” que conforman la segunda parte de esta antología.
Tomado del prólogo :
JOSÉ BALZA,ÉMULO DE RODOLFO ILLIACKWOOD
Por Silda Cordoliani
OCTAVIO ARMAND
ESCRIBIR ES
CUBRIR
PULPO DE ENSAYOS
90
ELEAZAR LEÓN
A LA ORILLA DE LOS DÍAS
REFLEXIONES Y NOTAS DE POETA
Edición, selección y presentación :
Samuel González-Seijas
A la orilla de los días nos coloca casi que de inmediato ante la rara sensación de una
imagen, si no insólita, al menos poco usual. Al recorrer este título, sentimos de entrada
que el autor ha optado por ofrecer una metáfora sobre la vastedad de la existencia, y,
de seguidas, el espacio que un sujeto asume frente a esa inmensidad que lo rebasa. La
«orilla» quiere cumplir aquí el papel del mínimo lugar donde esa grandeza nos deja a
diario: el tiempo inmedible, la sucesión como oleaje, y la hondura de su realidad que
sólo otorga fuerzas para la intuición o la palabra imaginada. El sabor del naufragio es
evidente, y con él la fragilidad y la pequeñez de un sujeto en trance de dar cuenta de
su viaje por el tiempo, el exclusivo que le ha tocado vivir. Esta parece ser la actitud
sentimental y la tonalidad de conciencia que recorren el libro.
Tomado de la presentación :
LA CIFRA MÁGICA DE LA EXPERIENCIA
Por Samuel González-Seijas
91
JEAN MEYER. Rusia y sus imperios, 1894-1991.
México: Fondo de Cultura Económica, 1997.
¡ SE BUSCAN !
USADOS, EN FOTOCOPIA, DIGITALIZADOS…
92
CESAR VALLEJO
(1892 — 1938)
93