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1. Consideraciones generales
Este libro ofrece un modelo del aparato psíquico centrado en una de sus tareas específicas: la
actividad de representación.
Definimos actividad de representación como la tarea común a todos los procesos psíquicos
cuya meta es metabolizar un elemento heterogéneo, convirtiéndolo en un elemento
homogéneo a la estructura de cada sistema del aparato psíquico.
El término elemento alude a dos clases de objetos: los que son necesarios para el
funcionamiento del sistema, y los que se imponen a éste último, el cual no puede ignorar su
acción.
Los tres procesos indicados en el esquema no están presentes desde un comienzo, sino que
van sucediéndose temporalmente: se ponen en marcha por la necesidad de la psique de
conocer una propiedad del objeto exterior, propiedad que el proceso anterior estaba obligado
a ignorar. Todo induce a pensar que el lapso entre el proceso originario y la aparición del
primario es muy breve y, de igual modo, la aparición del proceso secundario es también muy
precoz. La aparición de un nuevo proceso no anula la actividad de los anteriores, que siguen
funcionando en espacios propios diferentes.
Los elementos a metabolizar son tanto objetos exteriores o de la realidad física, como objetos
endógenos al psiquismo, aunque heterogéneos en relación con uno de los tres sistemas. Así,
los objetos psíquicos producidos por lo originario son tan heterogéneos respecto a lo
secundario como los objetos exteriores que el Yo encuentra.
Hay una homología entre los objetos psíquicos y los objetos físicos: de ambos, y para cada
sistema, sólo hay una representación que ha metabolizado al objeto originado en esos
espacios, transformándolo en un objeto cuya estructura se ha convertido en idéntica a la del
representante.
Toda representación representa al objeto, pero también representa a la instancia o sistema a
la que pertenece, pues cada sistema debe representar al objeto de modo tal que su estructura
se convierta en idéntica a la del representante.
El Yo busca forjarse una imagen de la realidad exterior, para lo cual ejerce una actividad
representativa. Al ejercerla, se ilusiona acerca de que está conociendo los objetos en sí, es
decir, se ilusiona acerca de que ejerce una actividad cognitiva, pero en rigor esto no es así: el
Yo transforma el objeto exterior asimilándolo a su propia estructura, con lo cual su actividad
no es cognitiva sino interpretativa: interpreta el mundo según su propia lógica y su propia
causalidad.
Estas consideraciones sirven para mostrar que cada sistema funciona de acuerdo a una ley o
postulado propio (ver esquema de arriba).
La actividad de representación responde a una ley general: cada sistema se representa los
objetos de acuerdo a un esquema relacional que confirme o esté de acuerdo con el postulado
propio de dicho sistema. Por ejemplo: antes del descubrimiento del inconciente, y aunque éste
existía, el Yo no tenía una representación ideica del mismo: era un objeto heterogéneo, pero
cuando fue descubierto por Freud, el Yo pudo metabolizar ese objeto adecuándolo a su propia
lógica y tornándolo, así, inteligible.
Examinemos ahora la relación entre el funcionamiento de los sistemas, y el elemento que
informa a éstos sobre la propiedad de un objeto. Por empezar, no existe información neutra,
porque siempre está teñida de libido ('información libidinal'), ya que el acto de representación
implica un acto de catectización, derivado a su vez de la tendencia del psiquismo a preservar o
reencontrar una experiencia de placer.
El placer no se alcanza plenamente en el ámbito del Yo, que no puede realizar esta meta. Esto
no debe hacernos pensar que la actividad de representación del Yo no implique una
experiencia de placer, pero se trata de un placer mínimo necesario para que haya vida, es
decir, debe haber un placer mínimo necesario para que haya actividad de representación y
para que haya representantes psíquicos de objetos externos, y mismo aún objetos psíquicos.
Sin embargo, la existencia del placer es tan importante como la de displacer: esta dualidad
pulsional enfrenta al Yo con una paradoja: ¿cómo puede haber displacer en un objeto de
deseo? ¿Cómo puede surgir el placer del displacer? La teoría resuelve la contradicción diciendo
que la actividad psíquica, ya desde el proceso originario, forja dos representaciones
antinómicas de la relación representante- representado: de un lado se define un 'deseo' en
relación al placer, y del otro se define un 'deseo no tener que desear', en relación al displacer.
En el primer caso, la realización del deseo implicará reunificar el representante con el objeto
representado, unión que causará placer. En el segundo caso, la no realización del deseo
implicará separarlos, es decir, hacer desaparecer todo objeto que pueda suscitarlo. Para
decirlo en términos de amor y odio: en el primer caso se busca la unión con el objeto (amor), y
en el segundo su rechazo y destrucción (odio).
Explicaremos mejor este estado de encuentro para entender los conceptos centrales de este
libro: violencia e interpretación, pero antes aclaremos algo: el discurso teórico psicoanalítico
intenta describir tal cual como ocurre este proceso pero no puede: ejerce una violencia, pues
impone al proceso un marco teórico que lo desnaturaliza, es decir, sólo puede concebir los
procesos como sucesivos, no simultáneos. Por ello se describe una sucesión que va desde un
estado originario a otro secundario, pasando por el primario.
El proceso originario puede metabolizar los objetos si éstos tienen representabilidad, es decir,
la posibilidad de situarse en el esquema relacional propio, en este caso, del sistema primario.
Estos objetos no son cualquiera: es material exógeno que dispara la actividad psíquica, y que
tiene que ver con las informaciones emitidas por los objetos soportes de catexia.
Lo que la psique encuentra son dos espacios: su espacio corporal y el espacio psíquico de
quienes lo rodean, en especial el de la madre. El proceso originario se configura cuando la
psique percibe que tanto su propio cuerpo como su madre son fuentes de experiencias tanto
de placer como de displacer. Estas dos cualidades son entonces las importantes a considerar
para la instauración del proceso originario.
2) Pasaje del proceso originario al primario: El proceso primario comienza cuando la actividad
psíquica puede reconocer una nueva propiedad de los objetos placenteros o no: su
extraterritorialidad, es decir, reconocer la existencia de uin espacio exterior y uno propio,
información que sólo puede ser metabolizada por el proceso primario.
En síntesis, las cualidades que tienen que tener los existentes para poder ser metabolizados
por el proceso respectivo, son las siguientes:
Placentero / Displacentero
Si hay algo que caracteriza al hombre es el llamado efecto de anticipación, por el cual enfrenta
una experiencia, un discurso o una realidad que se anticipan por lo general a sus posibilidades
de respuesta, y siempre a lo que puede saber y prever sobre las razones, el sentido o las
consecuencias de dichas experiencias. Cuanto menos edad tiene el sujeto, más excesiva es
esta anticipación: exceso de sentido, de excitación, de frustración, de gratificación o de
protección.
Las palabras y los actos maternos, su discurso anticipatorio se anticipan siempre a lo que el
niño puede conocer de ellos: el pecho es dado antes que la boca sepa que lo espera, desfasaje
que ilustra la violencia primaria que la madre ejerce sobre el infans. La madre habla al niño
diciéndole cosas a él o de él (es lo que se llaman las producciones psíquicas maternas), discurso
al que el infans no puede asignarle significación, pudiendo sólo metabolizarlo en un material
homogéneo respecto de la estructura pictográfica.
La madre se constituye en el portavoz del ambiente frente al infans, en cuanto con su discurso
ambiental le transmite en forma premoldeada desde su propia psique las obligaciones,
prohibiciones, etc., que de él espera, forjándose así una representación ideica del niño y que
definirá el 'ser' de éste último al insertarlo en una estructura de parentesco, una estructura
lingüística y en la estructura afectiva de la otra escena: tales son las tres condiciones previas
que gobiernan los enunciados maternos. Es la manera de tiene la madre de ejercer una
violencia primaria sobre su hijo, es decir, a través de un discurso que ejerce un efecto de
anticipación que ofrece al niño significaciones que no puede metabolizar según el proceso
secundario.
Definimos violencia primaria como la acción mediante la cual se le impone a la psique de otro
una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo del que lo impone, pero que
se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. La
violencia primaria es necesaria para la constitución del Yo del niño, pues le presta a éste un
soporte identificatorio. Sin embargo, esta violencia no debe extenderse más allá de lo
necesario, porque en este caso el Yo no puede acceder a una autonomía. Cuando esta
violencia impide tal autonomía, representando un exceso por lo general perjudicial y nunca
necesario para el funcionamiento yoico, estamos en presencia de una violencia secundaria, y
que suele ser amplia y persuasiva al punto tal de ser desconocida por sus propias víctimas.
La autonomía se opone a dependencia. Esta dependencia puede ser física (por ejemplo un
discapacitado) o psíquica. La vida psíquica se caracteriza por tender hacia la autonomía,
entendiendo por tal toda forma de actividad psíquica orientada hacia dos fines: la
supervivencia del cuerpo y, para ello, la persistencia de una catexia libidinal que resista a una
victoria definitiva de la pulsión de muerte. Resumen: P. Cazau
La estructura del yo debe ser entendida como una instancia constituida por el discurso, es
decir, todo sujeto nace en un <espacio hablante>.Entre el bebé entendido como psique
singular y el mundo o <ambiente psíquico>, interviene como eslabón intermedio, el
<microambiente> o medio familiar. Éste microambiente será percibido por el infans-niño,
como el mundo entero. Este fragmento del campo social, se convierte en equivalente y reflejo
de una totalidad. El medio familiar se organiza a partir del discurso y del deseo de la pareja
paterna.Todo sujeto nace en un espacio hablante, el cual ofrece al yo un hábitat conforme a
sus exigencias.
El medio psíquico familiar determinará el destino del infans, a partir de determinados factores:
El portavoz.
Papel de Prótesis de la psique de la madre: en una primera fase de la vida la voz materna es la
que comunica entre sí dos espacios psíquicos. La necesidad de la presencia de un Otro no es
reductible a las funciones vitales que debe desempeñar. Vivir exige la satisfacción de una serie
de necesidades de las que el infans no puede ocuparse en forma autónoma. Del mismo modo,
se exige una respuesta a las necesidades de la psique. De lo contrario, el infans puede decidir
rechazar la vida.
Las primeras representaciones del infans están relacionadas con lo corporal, lo somático. A
esto se le llama representaciones Pictográficas (los estímulos en la psique son representados
de manera pictográfica).
Definimos actividad de representación como la tarea común a todos los procesos psíquicos
cuya meta es metabolizar un elemento heterogéneo, convirtiéndolo en un elemento
homogéneo a la estructura de cada sistema del aparato psíquico.
Los tres procesos no están presentes desde un comienzo, sino que van sucediéndose
temporalmente: se ponen en marcha por la necesidad de la psique de conocer una propiedad
del objeto exterior, propiedad que el proceso anterior estaba obligado a ignorar.
Luego devienen:
La función de la prótesis de la psique materna permite que la psique se encuentre una realidad
ya modelada por su actividad y gracias a ello sea representable. La psique reemplaza aquello
carente de sentido de un real, mediante una realidad que es humana por estar catectizadapor
la libido materna.
Violencia entendida como una fuerza, untipo de interacción entre sujetos que se manifiesta en
conductas o situaciones que someten a un individuo. Alguien ejerce poder sobre otro. En este
sentido, todo discurso que se anticipa a la posibilidad de entender, es violento, pero necesario,
ya que permite el acceso del sujeto al orden de lo humano. El concepto de violencia primaria
se refiere al discurso que se anticipa a todo posible entendimiento.
Sombra hablada: es todo aquello que los padres se imaginan del bebé, es la libidinización del
hijo antes de tenerlo. Hay un discurso preexistente. La sombra hablada va a proyectarse sobre
su cuerpo y ocupará el lugar de aquel al que se dirige su portavoz. A veces esta sombra se
contradice con el bebé real, entonces la madre deberá efectuar el traspaso de la investidura de
la representación psíquica de su bebé en tiempos del embarazo, al cuerpo real que ahora tiene
entre sus brazos. No se trata sólo de la pérdida del niño que portaba en su vientre en términos
de completud. Es la distancia entre el hijo imaginado y el niño ahora presente, esto convoca a
un verdadero trabajo de confrontación con lo imprevisto que cada bebé implica en tanto
singular, nuevo e irrepetible. Este proceso puede sufrir desviaciones.
En un primer momento, el discurso materno se dirige hacia una sombra hablante proyectada
sobre el cuerpo del infans, ella le demanda a este cuerpo que confirme su identidad con la
sombra.
c) su acuerdo esencial con lo que el discurso cultural del medio al que pertenece, dice
acerca de la función materna.
d) la presencia junto a ella de un padre del niño, por quien tiene sentimientos positivos.
Definimos violencia primaria como la acción mediante la cual se le impone a la psique de otro
una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo del que lo impone, pero que
se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. La
violencia primaria es necesaria para la constitución del Yo del niño, pues le presta a éste un
soporte identificatorio. Sin embargo, esta violencia no debe extenderse más allá de lo
necesario, porque en este caso el Yo no puede acceder a la autonomía. Cuando esta violencia
impide tal autonomía, representando un exceso por lo general perjudicial y nunca necesario
para el funcionamiento yoico, estamos en presencia de una violencia secundaria, que suele ser
amplia y persuasiva al punto tal de ser desconocida por sus propias víctimas.
Lo demandado concierne a lo que la psique espera y busca para lograr que un estado de placer
sea alcanzado, y que su deseo encuentre respuesta en el otro.
Así, lo que la madre desea se convierte en lo que demanda y espera la psique del infans:
ambos ignoran la violencia operada por una respuesta que preforma definitivamente lo que
será demandado, al igual que el modo y la forma que asumirá la demanda a partir de ese
momento.
Aparece un factor igualmente importante para el destino del sujeto: el riesgo de exceso, cuya
tentación está siempre presente en la psique materna. En la actualización de la violencia que
opera el discurso materno, se infiltra un deseo que mayormente permanece negado: deseo de
preservar el status quo de esa primera relación, o deseo de preservar aquello que durante una
fase de la existencia es legítimo y necesario.
Consecuencias:
- Será acechado como garantía de la evitación del riesgo (que hubiese podido saber
pensar).
Entonces se instaura una lucha por parte de la madre, se intentará saber qué piensa el otro y
enseñarle a pensar bien.
Al encontrar el deseo del padre, el niño encuentra el último factor que permite que el espacio
exterior a la psique se organice de modo tal que el funcionamiento del yo sea posible, o a la
inversa, que lo obstaculice. La teoría psicoanalítica, otorga una función variada al agente de
este deseo, al padre: referente de la ley, poseedor de las llaves que dan acceso a lo simbólico,
donante del nombre.
Si la madre es el primer representante del Otro en la escena de lo real, el padre, en esta misma
escena, es el primer representante de los otros o del discurso de los otros (del discurso del
conjunto).
El contrato narcisista.
Un último factor es responsable de lo que se juega en la escena extra familiar: contrato
narcisista.
Muy poco podría decirse acerca del efecto de la palabra materna y paterna, si no se tuviese en
cuenta la ley a la que están sometidas y que el discurso impone. El contrato narcisista nos
confronta con el último factor que interviene en el modo de caracterización del hijo por parte
de la pareja: El registro socio-cultural, lo acompaña un discurso sobre la institución que afirma
su justificación y necesidad. Este discurso designa al discurso ideológico.
- La relación que mantiene la pareja con el niño, lleva siempre la huella de la relación de
la pareja con el medio social que lo rodea.
- El discurso social proyecta sobre el infans la misma anticipación que la que caracteriza
al discurso parental: se espera que transmita el modelo socio-cultural.
- El conflicto que quizá exista entre la pareja y su medio puede confirmar ante la psique
infantil la identidad entre lo que transcurre en la escena exterior y su representación
fantaseada de una situación de rechazo. La realidad de la opresión social sobre la pareja o de la
posición dominante que la pareja ejerce en ella, desempeñará un papel en el modo en que el
niño elaborará sus enunciados identificatorios.