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Para esta
evaluación se requiere que describas situaciones reales en las que se puedan identificar claramente los diferentes roles
que juega el docente dentro del salón de clases.
Hasta este momento hemos revisado desde la primera sesión los aspectos que conforman el
quehacer docente en los diferentes niveles educativos, la profesión y la profesionalización
docente, hemos hecho una revisión de la valoración de la práctica docente, su lucha por el
reconocimiento social y por la formación para alcanzar el título, así como la manera en la que las
políticas educativas se han ido transformando a lo largo de la historia y cómo éstas le han ido
dando forma a la figura del docente.
Vayamos ahora a la revisión de los desafíos a los que se enfrenta la docencia en el siglo XXI. La
diversidad actual, configura un espacio social fragmentado que confronta la mirada de la
singularidad escolar tanto en sus formas como en sus demandas. Hoy, a la escuela se le demandan
demasiadas cosas. Se le pide que enseñe de manera motivante cada vez más contenidos que sean
útiles; que contenga y que cuide; que acompañe a las familias; que organice a la comunidad; que
haga de centro distribuidor de alimentos, cuidado de la salud y de asistencia social; que detecte
abusos, que proteja los derechos y que amplíe la participación social. Todo ello de la mano de un
docente que cubra de forma ajustada con los requerimientos.
Estas nuevas demandas tienen que ver con nuevos tiempos. La escuela ya no puede ser
considerada una institución única y monolítica; lo que tenemos son múltiples y diversas escuelas,
enclavadas en las más disímiles “escenarios y geografías”, pertenecientes a los más variados
“paisajes”, transitadas y/o habitadas, inclusoras o exclusoras, amigables o violentas; habitadas o
resistidas. Por otra parte, ellas –en tanto instituciones sociales– no quedan al margen ni mucho
menos exentas de la complejidad, la incertidumbre, los fenómenos de desigualdad, las más
diversas problemáticas sociales, en las cuales participan sus miembros, docentes, padres y
alumnos. En las instituciones educativas y en las aulas repercute lo que ocurre en la sociedad, en
cada comunidad y en las familias.
Por eso, para pensar ahora en el oficio docente se debe acceder al conocimiento y a la
comprensión de lo que ocurre en ellas y alrededor de ellas. Como propone Tenti Fanfani en su
artículo Nuevos temas de la agenda de política educativa: “Explorar el afuera de la escuelas para
buscar las claves que nos permitan entender lo que pasa en su interior”, lo cual dará herramientas
para poder comprender el gran reto de pensar en el oficio de enseñar.
Alejandra Birgin, en su libro Pensar la formación de los docentes en nuestro tiempo, sintetiza de
manera muy atinada la situación actual de la educación: “La verdad es que la escena escolar no es
la misma, ni en términos de adultos, ni en términos de jóvenes, ni de lo que hablan, viven, o lo que
pueden producir”. Nuestros estudiantes no son los mismos. En el modelo tradicional, se los
consideraba sujetos pasivos que recibían de manera dócil la instrucción del docente. Hoy aparecen
activos, inquietos, capaces de discutir, de argumentar, de dar razones, de exigir atención…; sujetos
sensibilizados, además, por otros acontecimientos y posibilidades, según su ámbito social de
procedencia y actuación.
Como lo indica Antonio Bernal Guerrero en Por fin los objetivos de la educación personalizada:
“Los cambios experimentados en la sociedad tecnológica reclaman cambios en la educación,
cambios que coadyuven al impulso de las potencialidades favorecedoras del desarrollo personal y
contrarresten los posibles efectos perniciosos del impacto de las nuevas tecnologías”. Por lo que
nos enfrentamos a la urgente readaptación tanto de los conocimientos como de las actitudes
humanas en esta actual situación social y tecnológica. De manera tradicional, tomando como
referencia la lentitud de los cambios de la sociedad, la educación preparaba al hombre desde y
para unas condiciones de vida que apenas variaban durante mucho tiempo; en nuestros días, los
objetivos y las posibilidades de la educación están sometidos a procesos de modificación que, cada
vez, parecen acontecer con mayor premura.
Por ello, antes estos grandes retos que enfrenta el docente, su rol tiene que verse diversificado
para poder cumplirlos, revisemos a detalle en qué consisten cada uno de ellos:
Formador
Orientador
Tutor
Coaching
Administrador
Para complementar en el tema te recomendamos revisar el siguiente video titulado “El perfil
docente para el siglo XXI”, que se encuentra en YouTube en el enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=IYYeVQjmPrY. Recuperado el 1 de julio de 2014.
En este rol, el docente debe contribuir a que el alumno sea autónomo en los temas que se están
revisando, de tal manera que pueda prescindir de él en la práctica.
En la actualidad, el alumno que posee información, que sabe cómo obtenerla e interpretarla, juega
con gran ventaja sobre los que no cuentan con estas competencias, por lo que el docente en esta
función como formador cumple un papel esencial.
El docente como formador debe evitar que el alumno sea excluido de esta sociedad basada en el
conocimiento, por ello debe lograr que el alumno aprenda a aprender.
El docente como formador ha de dotar al alumno, a lo largo de la vida, de recursos internos de tal
forma que sea capaz, en cualquier momento, de obtener y alcanzar los objetivos que se ha
propuesto y los que la sociedad en la que vive le exige, de manera que pueda proyectar y
encontrar sus propias soluciones.
El docente como formador debe ser un profesional del aprendizaje, un mediador entre los
conocimientos y las personas que deben adquirirlos. El mediador del aprendizaje debe mostrar
coherencia entre discurso y práctica, debe asumir personalmente los valores que pretende
transmitir; debe vivir el compromiso con la profesión de docente.
Por otra parte, el docente como formador, debe ser fugaz: los alumnos a los que forma, devendrán
en seres autónomos, y por tanto, prescindirán del formador como elemento dinamizador.
El docente, en el rol de orientador, debe proporcionar ayuda al alumno, facilitarle estrategias que
coadyuven a:
El rol orientador del docente, es, entonces, entendido como una tarea de apoyo, animación y
acompañamiento de los alumnos y alumnas dentro de la institución educativa, y es uno de
los modos del ejercicio de la función docente.
En este sentido, al considerar al docente como orientador personal, tal y como lo indica Gerardo
Castillo en La Dimensión Orientadora Del Docente, explica que un buen docente no se conforma
con guiar al grupo, sino que aspira a apoyar de forma individual; tampoco se conforma con orientar
al estudiante, sino que pretende ser soporte de la persona que estudia y ayuda a la persona total.
Intenta que cada alumno crezca como persona, aunque sin desvincular esto último del estudio: la
mejora como estudiante es un aspecto de la mejora personal en el sentido de hacer del estudio un
trabajo bien hecho.
Características
En relación con su persona
Es innovador
Se manifiesta tal y como es
Manifiesta sus sentimientos
Es persona y no materializa porque sí los proyectos de otros
Es participativo
Es crítico
Es coherente
Es técnico
Cree lo que dice y hace
Le interesa todo lo que ocurre en el grupo
Es un pedagogo de la acción
Enseña a planificar y controlar la planificación
Orienta la acción propuesta
Facilita la revisión de los procesos y de los resultados
Escucha y comprende las experiencias de los otros
En relación con los aspectos técnicos
Se preocupa por su propia formación
Estudia los problemas
Plantea soluciones y planifica formas de acción
Es creativo
Juzga sus propios actos
Revisa y mejora sus actuaciones
Funciones
Entonces, es en el desempeño del rol orientador, que el docente puede llevar a cabo esta labor de
una manera más humana promoviendo, planificando, evaluando e investigando tales experiencias;
considerando siempre los agentes que intervienen en el proceso educativo del alumno.
El propósito del rol del docente como tutor es optimizar el proceso de enseñanza aprendizaje,
teniendo en cuenta la capacidad y potencialidad de cada alumno, al mismo tiempo que se busca su
mayor desarrollo. Por lo que, resulta importante que posea un amplio conocimiento de las
disciplinas requeridas con la finalidad de que pueda llevar acabo su función de una manera
eficiente.
El docente como tutor tiene la función de ayudar a la decisión del grupo y de cada alumno para que
se realicen como personas, en ayudar al desarrollo del grupo y de cada alumno individual y
socialmente, en apoyar al conocimiento, adaptación y dirección de sí mismo para lograr el
desarrollo equilibrado de sus personalidades y para que lleguen a participar con sus características
particulares de una manera eficaz en la vida cotidiana.
El docente en su rol como tutor debería, según Marina Müller en su libro Docente tutores,
orientación educativa y tutoría, de:
Aceptada
Debe reflexionar sobre su propia práctica tutorial y aceptar las críticas, ya sean del equipo docente,
del alumnado o de las familias.
Consciente
Su forma de actuar es ofrecida como modelo para los miembros del grupo.
Creativo
Es importante que facilite la participación de todos los integrantes del grupo, evitando tanto las
intervenciones exclusivas de algunos, como los silencios exclusivos de otros.
Interesado por los fenómenos grupales
De este modo será más empático con las situaciones personales de cada uno y de las del grupo,
para un mejor funcionamiento de la dinámica grupal.
Manejo de la ansiedad
Esto implica ser tolerante, lo cual es básico, ya que implica por un lado una escucha atenta, y por
otro aceptar que el aprendizaje está centrado en el estudiante, y que son ellos los principalmente
responsables de su propio aprendizaje, y les da a éstos un rol protagónico y no a él como tutor.
Observador participante
Le permite ser un observador de la dinámica grupal y participar en los momentos en que esta
obstaculiza los objetivos de aprendizaje del grupo.
Debe de buscar en el alumno que:
Aprenda a conocerse así mismo
Es necesario que el alumno se detenga, piense y reflexione acerca de cómo actúa, siente y
reacciona al relacionarse con los demás y el mundo, explicar por qué esto es así, y tratar de
aceptarse así mismo. Sólo el reconocimiento y aceptación de o que él es, le permitirá implementar
los cambios necesarios en su vida personal, familiar, escolar y social y continuar así la
construcción positiva de su persona.
Valore sus cualidades
El alumno logre valorar juntamente con sus cualidades sus esfuerzos que realiza por cambiar o
modificar aquello que no le satisface. Para ello, el alumno debe tener un sentimiento de adaptación
y de bienestar basado en la confianza y la seguridad en sí mismos a partir de la cual construya y
su identidad y autonomía.
Adquiera una visión global y de su entorno
Esto le permite asumir su realidad y actúa en función a ella. Por lo tanto tiene que tomar conciencia
que le corresponde asumir un rol activo en la conducción de su vida, es decir, ser consciente de la
necesidad de establecer metas personales para la construcción de su proyecto de vida.
Aprenda a vivir en sociedad
El alumno debe adecuarse y adaptarse a las normas y reglas de convivencia es decir debe
respetar las normas de convivencia democrática.
Logre un adecuado manejo de sus emociones y reacciones
Expresar lo que piensa y siente, y escuchar también lo que piensa y siente el otro, desarrollando
así su capacidad empática.
Aprenda a tolerar la frustración
Logre enfrentar las dificultades. Aprenda a encontrar las alternativas de solución a sus problemas.
Logre enfrentar situaciones de riesgos y presión.
La relación entre el docente como tutor y el alumno, se debe desarrollar de tal forma que la
actitud del primero, dada su preparación, experiencia y madurez, facilite al segundo la confianza
para comunicar su intimidad, generándole una predisposición reflexiva ante las sugerencias y
consejos que se le ofrezcan. Todo docente debe ser tutor, pero primeramente debe prepararse
para ello, formándose con las habilidades antes mencionadas. Así mismo, debe tener en cuenta
que lo principal es externar su lado humano, el cual va a denotar el interés, respeto y
responsabilidad del docente-tutor hacia sus tutorados, que por consiguiente logrará que el alumno
interactúe y poco a poco contribuya a la calidad educativa.
Algo que es importante resaltar en este papel del docente como coach es que el docente necesita
de todos sus recursos y habilidades, además de un estado físico y psicológico equilibrado
que le permita asumir sus funciones con energía y ánimo para acompañar a sus estudiantes
en el logro de sus metas.
El coaching en el aula tiene como finalidad acompañar a los alumnos en su crecimiento personal,
emocional y a revisar las situaciones familiares que afecten su desempeño académico. La misión
del docente en su rol como coach es ayudar a los alumnos a desarrollar sus capacidades de auto
entendimiento y comprensión empática de sus personas significativas, con el propósito de que
puedan resolver de manera eficiente sus problemas personales, familiares y sociales.
En un proceso efectivo de coaching se requiere que los alumnos desarrollen su sentido de estar
conscientes de sí mismos, de modo que empiecen a revisar las diversas áreas de su vida, sean
capaces de establecer metas y de diseñar estrategias y actividades para lograrlas. Convirtiéndose
poco a poco en el que quieren ser en lo personal, así como mejorar su desempeño académico.
Un buen docente como coach se preocupa en ayudar a sus alumnos a que aumenten sus niveles
de conciencia en sí mismos y les anima a tomar decisiones positivas y a pasar a la acción.
Establece un ambiente de confianza y seguridad basado en la escucha activa y en la empatía.
El docente como coach es una persona vital, en constante cambio y crecimiento, ejemplo de
plenitud en diversos ámbitos de su vida, y que es capaz de:
El buen docente bajo los postulados del coaching, se conoce a sí mismo, tiene claros sus objetivos
y los valores y creencias que lo motivan, tiene diseñado un plan de acción en el aula y siempre que
puede es coherente, vive de acuerdo con los valores de sus objetivos.
Podemos decir de manera resumida que el coach necesita un amplio espectro de competencias
que generalmente son:
Competencias aptitudinales
Competencias de personalidad
Competencias relacionales
Competencias técnicas
Humildad
La palabra humildad proviene del latín humus, que significa tierra. Si superamos el sentido que
vulgarmente se ha dado al término y vamos a su etimología, podemos decir que humilde, es una
persona realista, que tiene “los pies en tierra”.
Curiosidad
Se refiere a la capacidad de aprender desde cero, pero también de desaprender lo aprendido, para
“grabar” en su lugar algo diferente y nuevo. Es el proceso que podríamos definir como de
“antiesclerosis” en el sentido que flexibilidad no es debilidad, del mismo modo que firmeza no es
rigidez y “antinarciso" porque se es consciente de que nadie puede saberlo todo.
Seguridad en sí mismo
La seguridad en sí mismo surge de la convicción alcanzada a lo largo del tiempo, de haber logrado
resultados satisfactorios en el proceso de ayudar a otros.
Paciencia
La paciencia es una cualidad indicadora de fortaleza. Es la fortaleza necesaria para mantener bajo
control la ansiedad.
Consistencia
Sé es consistente cuando se observa inequívocamente una íntima relación entre lo que una
persona dice y lo que hace, cuando lo que expresa con palabras y lo que traduce en hechos
concretos guarda una íntima relación.
Coherencia
Ser coherente es ser consecuente con los propios valores y demostrarlo con los hechos
permanentemente, es mantener a lo largo del tiempo: hoy, mañana, y pasado, una línea de
conducta que permita percibir sus valores.
Convicción
Las convicciones son las creencias y los valores. Están profundamente arraigadas en la
personalidad y de ellas surgen los paradigmas o modelos mentales desde los cuales percibimos la
realidad y operamos sobre ella.
Proactividad
La palabra proactividad significa que podemos tomar la iniciativa. Significa que somos
responsables de nuestras propias vidas.
Competencias relacionales: que muestran el dominio en ambientes
sociales.
Comprenden:
Inteligencia emocional
La inteligencia emocional (IE) es la capacidad de percatarse de los propios sentimientos, así como
de los de los demás, y gestionarlos de forma beneficiosa. Se podría definir como inteligencia
interpersonal, o aún más simplemente como habilidades sociales. Dichas habilidades se pueden
dividir en cinco dominios: el conocimiento de las propias emociones (conciencia de sí mismo), el
control de las propias emociones, la motivación propia o interna, el reconocimiento de las
emociones en los otros y el manejo de las relaciones.
Para complementar en el tema te recomendamos revisar el siguiente libro de las páginas 11 a 29.
administrar.
tr. Gobernar, ejercer la autoridad o el mando sobre un territorio y sobre las personas
que lo habitan.
tr. Dirigir una institución.
tr. Ordenar, disponer, organizar, en especial la hacienda o los bienes.
tr. Desempeñar o ejercer un cargo, oficio o dignidad.
tr. Suministrar, proporcionar o distribuir algo.
tr. Graduar o dosificar el uso de algo, para obtener mayor rendimiento de ello o para
que produzca mejor efecto. U. t. c. prnl.
La visión del docente como administrador describe, además del correcto aprovechamiento de los
recursos con los que cuenta, la manera como éste se interacciona con los alumnos, al administrar
el tiempo de manera eficiente para favorecer la formación de todos sus estudiantes. Para lo cual
emplea estrategias diseñadas para cada caso particular e incluso en casos eventuales en los
cuales se logrará establecer paradigmas que estimulan y motivan la cognicidad de los estudiantes,
como por ejemplo la ayuda que brindan a los alumnos más destacados a los que presentan alguna
dificultad, logrando con ello recrear un ambiente proactivo en los ambientes de clase.
La labor del docente como administrador dentro del aula consta de cuatro funciones básicas:
Planificación
Organización
Dirección
Control
Planificación
La planificación es la más importante de las funciones de un administrador de aula, planificar es
determinar anticipadamente qué es lo que se va a hacer, todo proceso administrativo se inicia con
una planificación, ya que es aquí donde se determinan los objetivos y la mejor forma de ser
alcanzados.
Lo primero que debe hacer el docente de aula es seleccionar las metas, fijar objetivos y programar
para alcanzar las en forma sistemática, de manera tal que el proceso de aprendizaje sea
productivo.
La planificación permite la reflexión que la urgencia de lo cotidiano impide. Ahora bien, esa
reflexión lleva consigo un gran número de decisiones:
De allí que, debe caracterizarse por permitir realizar reajustes sin que por ello altere su continuidad,
además debe estar fundamentada en condiciones reales e inmediatas de lugar, tiempo y recurso.
La complejidad de la labor docente radica, no sólo en diseñar el proceso de enseñanza, no sólo en
planificar la enseñanza, sino en llevarla a cabo de modo que haga posible el aprendizaje.
Organización
La organización consiste básicamente en determinar las actividades que se realizarán, quienes las
realizarán y de qué forma. Por otra parte, organizar es el proceso de determinar y establecer la
estructura, los procedimientos y los recursos necesarios para el logro de los objetivos establecidos
en la planificación.
Dirección
En este elemento se logra la realización efectiva de todo lo planeado, por medio de la autoridad del
administrador, ejercida a base de decisiones, ya sea tomada directamente, y con más frecuencia,
delegando dicha autoridad, y se vigila simultáneamente que se cumpla en la forma adecuada todas
las ordenes emitidas.
Control
En el transcurso de enseñanza, básicamente está determinado por el proceso de evaluación, ésta
es la función que consiste en verificar el logro de los objetivos planteados en la planificación Jesús
Ruiz Lúquez en su artículo Gerencia en el aula señala: “la evaluación permite controlar las
capacidades de los alumnos en cada uno de los momentos del desarrollo de la estrategia.”
líder.
“El liderazgo es una forma especial de influencia relativa a inducir a otros a cambiar
voluntariamente sus preferencias (acciones, supuestos y creencias) en función de tareas o
proyectos”. Antonio Bolivar
Los líderes promueven la velocidad y profundidad del cambio y al mismo tiempo conservan
aquellos aspectos más significativos de la cultura, valores y normas que son dignos de preservar,
Alfredo Rojas en el artículo El liderazgo docente: piedra angular en la educación de calidad en
América Latina indica: “La única manera que tiene un docente de constituirse en líder es que tenga
autoridad moral, que tenga credibilidad, infunda confianza, que los niños y niñas lo respeten, que
los jóvenes lo sigan. Sólo así se crearán atmósferas de paz y civilidad”.
Si se analiza en detalle a los docentes que tienen autoridad en sus aulas, es decir, que muestran
actitudes, comportamientos y rasgos que dan confianza, estabilizan el mundo, crean una
atmósfera de cordialidad, paz y civilidad y por esa vía infunden respeto y se les sigue, se podrá
constatar que disponen de competencias en dos ámbitos de su ser:
¿Qué herramientas quedan a los docentes para construir los climas necesarios que permitan
ejercer su labor en las aulas?
El liderazgo del docente en el aula por tanto no radica en su nivel de experto en torno a la
docencia y el aprendizaje, sino en su nivel de experto en torno a la capacidad de hacer trabajar a
los alumnos y, en concreto, de enseñar al alumnado a que aprenda a hacer lo que necesita saber.
Tal vez, modificar pedagógicamente el papel de los estudiantes en sus habilidades de aprendizaje
signifique que se vayan apropiando de sus particulares teorías de la acción como aprendices.
El docente en su rol como líder debe impulsar una visión positiva ante las dificultades o retos que
pudieran presentarse sin salida. Para lograrlo, es de suponer que sus esfuerzos serán producto de
un “querer hacer las cosas bien”, actuando por convicción propia; he aquí el elemento emocional,
como potenciador de la actitud del líder, se suma a ello la posibilidad de una entrega al trabajo, de
una mayor oportunidad de participación en las diferentes tareas, proyectos o actividades, como
reflejo de satisfacción y compromiso por el logro de fines conjuntos creándose una posibilidad
para elevar los niveles de calidad y productividad laboral.
David Fischman en su libro El líder transformador dice: “No se puede enseñar liderazgo personal si
uno no es modelo de lo que predica”.
La autoridad se basa en la experiencia de quien ha transitado por la vida vivenciando los valores
una total coherencia entre lo que dice y hace, lo que exige y da.
El docente debe enseñar con autoridad, que significa dominio del conocimiento y fuerza moral
que brota de su experiencia y autenticidad.
El profesor del nuevo milenio manifiesta actitudes de liderazgo basado en una cultura
humanizante o de desarrollo integral de la persona; está llamado a constituirse como un nuevo ser
humano, un acompañante y no un protagonista. El auténtico líder debe tener una nueva filosofía
de vida, una concepción prospectiva del mundo y de las relaciones humanas que le permitan vivir
con autenticidad, al dar y recibir; de esta manera, coadyuva al desarrollo integral de la sociedad
del futuro.
Con el fin de lograr que la educación responda a estas exigencias, es necesario reflexionar sobre la
labor educativa que realizan los docentes, quienes en virtud de su misión, cultivan con asiduo
cuidado las facultades intelectuales de sus alumnos, desarrollan la capacidad del recto juicio,
promueven el sentido de los valores, preparan para la vida profesional, fomentan el trato
amistoso entre las personas de diversa índole y condición, contribuyendo a la comprensión mutua
para acrecentar las herencias intelectuales, espirituales y físicas. Además, se constituyen en
agentes para que la potencia se convierta en acto, o mejor, asisten al otro para que logre ser y
realizarse a plenitud.
El docente sabe que está en juego una vida, y eso entraña una gran responsabilidad ética, moral,
política y humana. Con estas expresiones se subraya que, al hablar de vida humana, no se limita
exclusivamente al aspecto “biológico”, al fenómeno común en los humanos y en los demás seres
vivientes, sino precisamente a lo que es más propio del ser humano: desarrollo integral de todas
las potencialidades de la persona.
El docente en su rol como líder ha de ser un dechado de valores humanos cuya influencia se
expresa en el amor, delegar y dejar hacer, inspirar, mediar, valorar y escuchar así como tolerar a
quienes piensan de modo diferente, educar más con el ejemplo que con la palabra, ser firme en
sus opciones y decisiones, motivar a quienes lo rodean para las buenas acciones, modificar o
innovar y construir, tener empatía o sinergia con quienes le son afines pero no rechazar ni
subestimar a quienes no lo son; comprometerse con audacia en la instauración de un mundo
nuevo y de la sociedad del conocimiento con sentido prospectivo, sembrar valores para cosechar
valores, tener fe en lo que hace y en lo que espera, dirigir hacia la consecución del bien, generar
vida, construir el futuro, dar y compartir, cooperar en el cuidado de la naturaleza, en la lucha por
una alta calidad de vida, recibir los frutos de su trabajo, orientar con sabiduría, exigirse a sí mismo
para exigir a los demás, persuadir para alcanzar un objetivo, interactuar, lograr que se hagan las
cosas, visualizar, transformar; en síntesis, ser competitivo, visionario y excelente. El docente como
potenciador de valores debe erigirse como un modelo de virtudes humanas.
Para responder a las exigencias del mundo actual, se necesitan no solamente científicos y técnicos
sino, ante todo, hombres y mujeres sabios o maestros que iluminen a los demás y los conduzcan
por los senderos de la vida, teniendo como centro del proceso educativo la totalidad de la
persona, sin ceñirse al cultivo de estrecha porción intelectual, por razón de lo que enseñan, como
lo indica Gerardo Remolina en el artículo Sabiduría, autoridad y libertad del maestro “sino que
esculpan la escultura íntegra del ser, como el artista el cuerpo entero de su obra, formando el
todo, no la parte, respetando en el alumno la insondable solemnidad del ser humano” lo anterior
significa asistir y presenciar el alumbramiento del aprendizaje que es el descubrimiento de la
verdad. El docente real, no tan sólo ideal, se encarga de iluminar mentes y corazones con esa
verdad única que no conoce las limitaciones impuestas por el relativismo secular, que es la del
aprender a ser persona.