The Theodosian Age

(A.D. 379-455)
Power, place, belief and learning
at the end of the Western Empire

Edited by

Rosa García-Gasco
Sergio González Sánchez
David Hernández de la Fuente

BAR International Series 2493

2013
Published by

Archaeopress
Publishers of British Archaeological Reports
Gordon House
276 Banbury Road
Oxford OX2 7ED
England
bar@archaeopress.com
www.archaeopress.com

BAR S2493

The Theodosian Age (A.D. 379-455): Power, place, belief and learning at the end of the Western Empire

© Archaeopress and the individual authors 2013

ISBN 978 1 4073 1107 4

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 El papel de Gala Placidia en la creación de
un reino Godo en occidente / The role of
Gala Placidia in the creation of the Gothic
Western kingdom
Rosa Sanz-Serrano
Universidad Complutense de Madrid
Abstract
This paper intends to show the active participation of the
Augustan Aelia Gala Placidia on the politics of her time and the
autonomy she enjoyed when making her most important
decisions during her youth, first in Rome and later on during her
marriage with Ataulfus. Furthermore, free collaboration and the
influence of Placidia in Autaulfus’ project to govern part of the
Western Empire are highlighted as ways to move away from her
brother’s Honorius politics and to avoid marriage and
submission to General Constantius.
KEYWORDS: Alianza Gala Placidia-Ataúlfo, el desencuentro
entre Placidia y Honorio, claves del matrimonio en Narbona,
Hospitium en la Tarraconense, la pérdida de las Hispanias
La formación de la personalidad de Gala Placidia en
la corte de Estilicón
Aelia Galia Placidia es uno de los personajes femeninos
más apasionantes de la Antigüedad por el singular papel
que desempeñó dentro de su época, a mi entender no lo
suficientemente valorado por una buena parte de la
historiografía que, lejos de buscar al personaje en sí, han
preferido considerarlo esencialmente como un valioso
instrumento político en manos de los hombres de su
tiempo.1 Esta lectura de su figura está relacionada con
una forma conservadora de analizar el momento histórico
en el que vivió Gala Placidia, a pesar de la existencia de
datos en las fuentes que permiten sostener hipótesis
alternativas sobre las razones de sus actuaciones
personales y de sus decisiones políticas. Así al menos se
desprende no solo de las informaciones del sofista
alejandrino Olimpiodoro, ricas en matices sobre su
carácter y sus insólitas decisiones —a veces atípicas y
contradictorias con la época—, también se observa en
otros textos con mayor carga ideológica como son los
autores cristianos a quienes sorprendió una personalidad
rebelde y poco habitual a la que, no obstante, intentaron
describir con las virtudes acordes a un miembro de la
1
La mayor parte de los estudios sobre esta figura desde finales del siglo
XVIII hasta nuestros días han resaltado más el papel de su
contemporáneos masculinos que el de Placidia, en unos acontecimientos
en los que tuvo un claro protagonismo. Se puede consultar Ensslin
(1910), Stein (1914), Leclercq (1777, 248-275) y Oost (1968). Incluso
en obras que analizan muy detenidamente al personaje como Sirago
(1961), Demougeot (1985a), Storoni Mazzolani (1987) y Fuentes
Hinojo (2004).
53
dinastía cristiana reinante (pariente de los emperadores
Valentiniano I, Valentiniano II, Graciano, Honorio
Arcadio y Teodosio II, esposa de Constancio III y madre
de Valentiniano III). Por esta misma razón este tipo de
documentos no suele enfatizar su papel como esposa de
un rey godo ni las estrechas relaciones que mantuvo a lo
largo de toda su vida con algunos pueblos y personajes
bárbaros o semi-bárbaros y que la caracterizan como una
mujer tolerante y acostumbrada a vivir entre dos mundos:
el de la vieja nobleza romana que asistía a las
transformaciones del estado romano y el de la nueva
nobleza de origen bárbaro que las aceleraba.
Esta característica de la información que recibimos
acerca de Gala Placidia se refleja principalmente en el
relato de su relación con los godos que es el tema que en
este momento me ocupa. Sin duda es precisamente el
vínculo especial que mantuvo con este pueblo durante su
juventud y madurez lo que aparece como especialmente
singular en los textos, pero también como un
comportamiento aceptado e incluso aceptable en los
mismos. Lo que en cierto modo sorprende si tenemos en
cuenta la problemática general de las relaciones entre
bárbaros y romanos en los siglos IV y V y las dificultades
por las que éstas atravesaban a finales del siglo IV, en
especial durante las dinastías Valentiniana y Teodosiana.
La compleja situación política y militar del Imperio de
Occidente, los fracasos en los intentos de los emperadores
por mantener el control de las provincias, la amenaza
constante de usurpación por parte de generales
ambiciosos o el empobrecimiento de las arcas imperiales
como principales factores, influyeron en la radicalización
de los conflictos fronterizos y convirtieron en amenaza
pública a los movimientos poblacionales que se estaban
produciendo en el Barbaricum. Basta recordar dos hechos
determinantes como son la muerte en campaña de los
emperadores Valentiniano I —abuelo de Gala Placidia en
Brigetium en el año 374 (Zósimo IV, 17, 2) — al parecer
por un ataque al corazón ante una delegación bárbara y
Valente —en la idealizada batalla de Adrianópolis en el
año 378 frente a los godos—, cuyo cuerpo, al parecer
calcinado, nunca fue encontrado (Zósimo IV, 24, 1).
Sabemos además que fue precisamente la situación
fronteriza la que determinó la decisión del emperador
Graciano de asociar al poder al padre de Gala Placidia,
Teodosio, quien tras los asesinatos de Graciano —a
manos de Máximo cerca de Lyon en el año 383— y del
joven Valentiniano II —en el contexto de la usurpación
de Eugenio vencido por Teodosio en el río Frigidus
(actual Isonzo-Wipbach) en 394— consiguió de nuevo el
mando sobre las dos partes del Imperio e intensificó la
política de pactos y asentamientos en territorio romano de
los bárbaros que presionaban en los límites de las
provincias occidentales.
Gala Placidia nació en este contexto y con él se explica su
peculiar personalidad; nació de la unión de Teodosio con
Gala, la hija de Valentiniano I (entre 388 y 392) y
hermana de Valentiniano II para entonces bajo la tutela
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire
de su madre Justina. En el tempus barbaricum2 en el que
no se puede entender la política imperial sin aceptar los
intentos de los emperadores por dar cabida en ella a las
externae gentes cuya presencia, de acuerdo con el
conocido discurso de Sinesio de Cirene, alcanzaba todas
las esferas sociales, desde el senado y el magisterio
militar hasta los más apartados rincones de las casas
romanas donde servían como esclavos. Esta situación —
que se encuentra también recogida en otras fuentes—
explica la presencia de bárbaros en el entorno familiar y
social de Gala Placidia ya desde su nacimiento en
Constantinopla, como documenta la llegada a la ciudad
del godo Atanarico con su familia y sus fieles acogido
por el emperador Teodosio al que había prestado ayuda
militar y también la afirmación de Zósimo (V, 56, 5) de
que junto a Teodosio se encontraban muchos bárbaros a
los que acogía en su mesa. De esta manera podemos
aceptar la posibilidad de identificar como de origen
bárbaro las siervas Spadusa y Helpidia, según
Olimpiodoro (Frag. 40), acompañaron a Gala Placidia de
niña a Roma donde ejercieron sobre ella una fuerte
influencia. Estas mujeres probablemente habían formado
parte del servicio de su madre Gala junto con el filósofo
alejandrino Leonteo en la corte de Oriente hasta la
muerte de ésta en extrañas circunstancias pero que
Zósimo (IV, 57, 3) soluciona afirmando que murió de un
parto junto con el niño antes de que su hijastro Arcadio
—hijo de la primera esposa de Teodosio, Aelia Flavia
Fraccilla— se hiciera cargo del gobierno de Oriente con
apenas 17 años de edad mientras Teodosio se encontraba
en Occidente luchando contra el usurpador Eugenio. La
sospecha de los protectores del joven, entre ellos el
magíster officiorum Rufino, de que la esposa de Teodosio
pudiese haber maquinado contra los intereses de Arcadio
en provecho de sus propios hijos, fue la causa también de
que Gala fuera alejada de Constantinopla y de que, muy
poco tiempo después, tras la muerte del emperador en
Milán en enero de 395 quedase bajo la tutela de Serena,
la sobrina de Teodosio, junto con su hermano Honorio
recién nombrado emperador de Occidente.3
En la casa de Serena como en Constantinopla se
mezclaban gentes de distintas procedencias pues, como
sabemos, estaba casada con Estilicón, el magíster
utriusque militiae de origen vándalo que tenía a su cargo
un ejército profundamente ‘barbarizado’ y quien, al
ejercer de tutor del emperador, había convertido su
mansión en una auténtica corte vigilada y protegida por
una guardia personal de hunos y alanos y una serie de
sirvientes de origen bárbaro. Es por lo tanto lógico
suponer que algunos de los miembros del servicio
privado en Roma con ese origen pudieron haber influido
2
Definición contenida en un sermón espureo atribuido a Agustín de
Hipona y recogido en PL (40, 699-708).
3
La madre debió fallecer hacia 390 y se sospechaba que maquinaba
contra Arcadio (Zósimo IV, 52-57; Chronica comes Marcellinus 390,
2). Pudo haber tenido un hijo varón al que parece estar aludiendo una
inscripción de la iglesia de S. Juan Evangelista en Rávena. De hecho
tras la muerte de la emperatriz Gala se produjo la caída del prefecto de
Constantinopla Taciano y su hijo Próculo, los posibles apoyos de la
emperatriz que eran conocidos paganos. Juan de Antioquía (Frg. 187)
informa del odio de Arcadio hacia su madrastra Gala. Una buena
información en Lippold (1980).
54
sobre Gala Placidia desde su infancia, lo que le permitió
una temprana adaptación a las diferentes culturas,
mentalidades y formas de vida que la rodeaban; hecho
que se ve reflejado en las buenas relaciones que tuvo con
los godos y otros pueblos no solo en su juventud, sino
también en su etapa de Augusta. Incluso la estricta
educación cristiana que su prima Serena le pudo imponer
y sobre la que informan las fuentes refiriéndose a sus
años de madurez (Cassiodoro, Variae 11, 1, 9; Orosio
VII, 43, 5-6), se vio en parte compensada por las otras
experiencias religiosas que pudo observar en su infancia
y que le permitieron actuar con tolerancia con otras
formas de pensamiento, especialmente en su etapa de
soberana de los godos. De hecho la Chronica Gallica
(452) no señala su conversión al catolicismo hasta su
estancia en Rávena, ya como Augusta.
Independientemente de estas peculiares circunstancias
hubo otros factores importantes que colaboraron a
conformar su personalidad durante la infancia, la época
de mayor dependencia familiar, y que pueden hacernos
entender mejor sus actuaciones posteriores. En mi
opinión uno de los más importantes fue la sujeción
obligada a las ambiciones de sus tutores, Estilicón y
Serena, quienes la utilizaron como a su hermano Honorio
en una política matrimonial dirigida a mantener en sus
manos el control del gobierno del Imperio de Occidente.
En las estrategias que desarrollaron para ello se
beneficiaron de las peculiaridades físicas y anímicas del
emperador, todavía un niño inmaduro y fácilmente
manipulable, aunque precisamente éstas permitieron
también la existencia en el entorno del niño de otras
fuerzas opositoras a la pareja que se articularon con éxito
como se comprueba en el mismo fracaso de esa política
matrimonial y posteriormente en la caída en desgracia de
Estilicón. Pues aunque el general, buscando perpetuar su
estirpe con una descendencia imperial, casó a Honorio
siendo muy joven primero con su hija María en el año
398 (Claudiano, Ephitalamio), la muerte temprana de ésta
en extrañas circunstancias no aclaradas por las fuentes le
obligó a cerrar un nuevo matrimonio con su segunda hija
Termancia ante el temor de ver desbaratados sus planes,
lo que no evitó que ésta fuera también repudiada por
Honorio en el mismo contexto en que se producía la caída
en desgracia de su padre.
A pesar de estos fracasos matrimoniales y de la falta de
descendencia, el emperador no volvió a contraer
matrimonio ni parece que tuvo interés en asegurar el
mantenimiento de su dinastía en Occidente, lo que supuso
una ventaja para quienes aspiraban a sucederle y abrió
una crisis dinástica que marcó para siempre la vida de
Gala Placidia sobre la que recayó el peso de la
supervivencia de la casa Teodosiana. La supuesta
‘castidad’ que atribuye Orosio (VII, 36,3) a Honorio no
parece haber sido aceptada por sus contemporáneos, ya
que en su tiempo se desató la polémica sobre su
capacidad reproductora y, aunque Zósimo y el
panegirista de la corte de Estilicón, Claudiano, atribuyen
a Honorio interés por contraer matrimonio con las hijas
de Estilicón, también dejan constancia de que fue el
general quien facilitó las uniones y, en especial Zósimo
 Rosa Sanz-Serrano – El papel de Gala Placidia en la creación de un reino Godo en Occidente
recoge en su obra la acusación que cayó sobre Serena de
ser la culpable de la impotencia sexual (que no castidad)
de Honorio al propiciar un acto no bien explicado por el
autor (que podría estar relacionado con la ingesta de una
pócima) en la noche de bodas:
Finalizado el otoño, a la llegada del invierno, Baso
y Filipo fueron nombrados cónsules, mientras que
el emperador Honorio, cuya esposa María había
muerto no hacía mucho, solicitaba que le fuese
dada en matrimonio la hermana de ésta,
Termancia. Si Estilicón dudaba al respecto, Serena
insistía, teniendo la siguiente razón para que el
matrimonio se realizase: cuando Honorio iba a
contraer matrimonio con María, la madre de ésta
veía que la joven aún no tenía edad para el
matrimonio; dado que no soportaba la edad de
retrasarlo, pero de otro lado consideraba que
acceder a la unión sexual sin edad para ello no es
sino violentar las leyes de la naturaleza. Como
casualmente diese con una mujer versada en tales
menesteres, consigue por medio de ella que su hija
case con el Emperador y comparta su lecho sin que
aquél pueda ni siquiera cumplir con lo que al
matrimonio toca. A todo esto murió la joven en
ignorancia de la vida matrimonial, en vista de lo
cual Serena, lógicamente deseosa de descendencia
imperial y ante el temor de que su considerable
poder se viese disminuido, empeñó sus fuerzas en
desposar a Honorio con su segunda hija,
conseguido lo cual, muere al poco tiempo la joven
tras sufrir igual suerte que la primera (Zósimo,
Nueva Historia V, 28,1).
De ser falsa esta acusación podemos suponer que con ella
se intentaba encubrir la impotencia natural del emperador
para consumar el matrimonio, pero de ser cierta bien
podría deberse, como pretende Zósimo, al temor de una
madre a las consecuencias de un matrimonio temprano o
podemos ponerla en relación con su deseo de perpetuar la
dinastía con la descendencia habida de su propio hijo con
Gala Placidia. El desarrollo de los acontecimientos parece
abogar por esta segunda intención al menos hasta la
llegada de Alarico a Roma y se comprueban en algunas
informaciones. En primer lugar, al mismo tiempo que
Honorio fue encadenado sentimentalmente a las hijas de
la pareja, Gala Placidia, su hermana y siendo todavía muy
niña, fue entregada al hijo de Serena y Estilicón,
Euquerio (Claudiano Cons. St. II, 340). Según esta
estrategia la muerte temprana de Honorio o la ausencia de
hijos varones del emperador (con la que quizás ya
contaban) pondría el Imperio de Occidente en manos del
joven, por lo tanto del control directo de Estilicón, por
dos razones: la primera y principal porque su prometida
era la única hija de Teodosio I y había recibido el título
de nobilísima que le capacitaba para transmitir el
Imperium (CIL, XV, 7153);4 la segunda y no menos
4
Rebenich (1985, 372) señala que Gala Placidia había nacido en la sala
sagrada revestida de pórfiro rojo del palacio de Constantinopla y que
allí mismo se le había otorgado el título. En cualquier caso aparece
como Augusta en la ceremonia del cortejo de triunfo del sexto
consulado de Honorio en Roma (Claudiano, V Cons de Est. 350-359).
Sus tutores tenían capacidad jurídica para decidir los compromisos
siempre que hubiera una unión entre iguales, inter pares honestae según
M. Sargenti (1986, 240).
55
importante porque Euquerio era hijo de Serena, sobrina
de Teodosio I, y por lo tanto pertenecía a la familia
imperial. En relación con este último punto debemos
tener en cuenta la afirmación del poeta Claudiano,
panegirista de Estilicón, de que Euquerio ‘tiene sangre
real por ambos progenitores’ (VI cons. De Honorio, 543
ss), pudiendo estar sosteniendo con ello la posibilidad de
que Estilicón proviniese de alguna familia real del
Barbaricum. Sin embargo, y ante la ausencia de
documentación sobre esta probabilidad, la afirmación nos
obliga a indagar en el mensaje que el mismo autor
pretende difundir (VI Cons. De Honorio, 525 s.) cuando
atribuye a Serena una relación especial con su tío
Teodosio en su juventud cuando éste antes de entregarla a
Estilicón como esposa la cubría de besos en público y
cuando después de su matrimonio la mantuvo a su lado
en Roma mientras su marido estaba en la guerra, además
de haber cogido en sus manos al niño Euquerio al nacer
como si fuera su propio hijo, estando revestido este acto
de un gran significado simbólico que puede llevar a
sospechar que Euquerio era hijo del emperador, o, de no
serlo, que éste le había tratado como tal, lo que explicaría
su doble ‘realeza’ y, en parte su derecho a dirigir los
destinos del Imperio.
De acuerdo con lo expuesto, la posibilidad de convertirse
el emperador de Occidente era grande para Euquerio y la
vía para legitimar su poder era la niña Gala Placidia cuya
relación con su hermano Honorio debía de ser muy
distante. A su vez ésta pudo percibir desde muy temprano
el importante papel que se le había designado en la
política ambiciosa de sus parientes —aunque estuviera en
principio relegada, a pesar de todo, a un papel secundario
frente a las hijas de Estilicón y Serena y siempre
supeditada a los intereses de la familia— y la posición
privilegiada en que se encontraba en la cadena de la
transmisión de la legalidad sucesoria; de manera que esta
realidad jugó un importante papel en sus decisiones
personales y políticas, fundamentalmente aquellas que
tuvieron relación con el futuro de los godos en Occidente.
Ambos supuestos pueden ayudarnos a entender mejor su
actitud en el episodio de la muerte de Serena, su tutora y
madre de su prometido, que fue su primer acto
institucional narrado de forma oscura en las fuentes y
analizado a veces como un hecho extravagante de difícil
comprensión, y que a mi modo de ver fue la primera
manifestación de su libertad frente a la familia de la que
había dependido hasta ese momento. Pues, como
sabemos, este suceso se encuentra estrechamente
relacionado con la caída en desgracia de Estilicón ante
Honorio promovida por sus enemigos en la corte y con su
ejecución en Rávena en 23 de agosto de 408 como
consecuencia de las maquinaciones del magister
officiorum Olimpio —el hombre más influyente después
de Estilicón y también su más importante rival en la corte
(Filostorgio XII, 1)— y de otros cortesanos como Jovino
y el general de origen godo Saro.
Aunque no es este el lugar para analizar con detenimiento
las razones del suceso, sabemos que entre ellas destaca la
política de pactos de Estilicón con Alarico con el fin de
poder mantener el control de las provincias galas después
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire
de la irrupción en ellas de poblaciones de origen bárbaro
como los alanos, suevos y vándalos que habían
atravesado el Rin en el año 406 y del reciente
pronunciamiento en Britania de Constantino III que
suponía la pérdida de una buena parte del territorio de
Occidente.5 Como también es evidente que el éxito de
Estilicón suponía un peligro para Olimpio y sus
partidarios que temían la gran acumulación de poder por
su parte que podía aumentar si prosperaban los intentos,
tras la muerte de Arcadio, de tutelar al nuevo emperador
de Oriente Teodosio II, todavía un niño. Las intrigas en
cuyos pormenores no podemos entrar pero que se
encuentran relatadas en Zósimo y otros autores (Zósimo
V, 30-32; Orosio VII, 38,1; Sozomeno IX, 4,7 ) —de una
manera muy desigual y a veces confundida— culminaron
en la acusación de Estilicón ante Honorio de pretender
movilizar su ejército para acudir a Constantinopla con la
idea de colocar en el trono de Oriente a su propio hijo
Euquerio que se encontraba en ese momento a su lado y,
por consiguiente, fueron determinantes en la condena
final del general y su ejecución en Rávena junto con
algunos de sus más fieles servidores de origen bárbaro.
Precisamente estos hechos determinaron el inicio de la
relación entre Gala Placidia y los godos de Alarico y un
cambio de rumbo en la vida de la joven tras producirse la
huída del joven Euquerio a Roma buscando el amparo de
su madre, de su prometida Placidia y de sus clientelas,
entre ellas familias senatoriales que en su día habían
aceptado el pacto de Estilicón con Alarico (Zósimo V,
29) y que rivalizaban con la corte de Rávena. De acuerdo
con ello, el amparo que recibió en la ciudad convertía
hasta cierto punto a sus habitantes en sospechosos y
acrecentaba el temor de que su matrimonio con Gala
Placidia acabase derivando en un intento de usurpación
del poder desde la antigua capital. La rivalidad era tal,
que el emperador no dudó en enviar repudiada a Roma a
su esposa Termancia, hermana de Euquerio e hija de
Estilicón, con la exigencia paralela de la entrega del
joven y la orden al senado de efectuar la requisa de los
bienes familiares. Por los textos sabemos también que,
después de un tiempo durante el cual desconocemos todo
acerca de los pormenores de la negociación, Euquerio
tuvo que refugiarse buscando protección en una iglesia de
donde fue sacado por los eunucos del emperador que
procedieron a su captura y posterior ejecución mientras
todo parece señalar que finalmente el senado de Roma
decidió mantenerse fiel al emperador Honorio (Zosimo
V, 37; Filostorgio XII, 3; Soz. IX, 4).6
En esta debacle que arrastró a la casa de Estilicón quedan
muy confusas las figuras de Serena y de Gala Placidia
5
Alarico había ayudado anteriormente a Teodosio contra el usurpador
Eugenio y no había recibido las pagas prometidas; de ahí sus correrías
por las provincias griegas antes de entrar en Italia, hecho que determinó
la huída del emperador Honorio a Rávena. Estilicón intentó atraerle con
nuevos pactos para la defensa de Galia pero su muerte precipitó la
ruptura de los mismos y su posterior marcha hacia Roma (Zósimo V,
27-29). La bibliografía sobre los acontecimientos es muy extensa,
remito al estudio que he realizado sobre la problemática general de la
época en R. Sanz-Serrano (2009, 95).
6
Entre otros apoyos cayó Batanario, cuñado de Estilicón que había sido
comes de África, la provincia clave para mantener las provisiones de
trigo a Italia. Remito al buen trabajo de Fuentes Hinojo (2004).
56
que vivían en Roma, la ciudad donde se encontraban los
apoyos de Estilicón y en la que habían permanecido
cuando Honorio cambió la capitalidad a Ravena. Zósimo
(V, 29,6), que no da noticias de Placidia, sí que admite
que fue Serena que se oponía a la política de su esposo de
pactar con Alarico y había aconsejado a Honorio que se
marchase a Rávena, dejando desprotegida la ciudad,
porque estaría más seguro frente a la camarilla senatorial
y podía recibir ayuda militar por mar desde Oriente. Por
lo tanto deja entrever el autor una cierta incomprensión
entre Serena y Estilicón y la paradójica actitud de
protección de ésta hacia el emperador y de connivencia
con los enemigos de su esposo, a no ser que la moviera de
nuevo el interés de pretender un mejor futuro para su hijo
Euquerio alejando al emperador de la capital del Imperio.
En el caso de que así fuera, la muerte de Estilicón y de su
hijo rompía con sus planes y, a la vez, la ruptura de los
pactos con los godos de Alarico dejaba todavía más
desprotegida a la ciudad de Roma, ya abandonada por las
fuerzas militares del emperador, y junto con ella a
quienes vivían dentro de sus muros, entre ellos la propia
Serena, su hija Termancia, Gala Placidia y Leta, la esposa
del anterior emperador Graciano a quienes Honorio no
quiso o no pudo trasladar consigo muy probablemente
porque el soberano no estaba muy seguro de su fidelidad
y del apoyo que pudieran haber ofrecido a Euquerio. Solo
aceptando esta hipótesis podemos entender la completa
desprotección en que quedó Gala Placidia a partir de ese
momento.
Es precisamente en relación con estos hechos y con la
aparición de Alarico en Roma ante la negativa de
Honorio de cerrar los acuerdos iniciados por Estilicón
cuando las fuentes informan por primera vez sobre la
actuación de Gala Placidia después de vivir la
indefensión militar de la ciudad y la hambruna a la que se
condenó a sus habitantes cuando los godos controlaron el
puerto de Ostia e impidieron la llegada de alimentos. No
sabemos el impacto que pudo tener en la muchacha el
contemplar el despliegue de hombres y mujeres, carretas
y tropas de bárbaros y romanos que se habían unido a
Alarico en el asedio junto con la miseria y desesperación
que se vivía dentro de las murallas por la falta de recursos
en una ciudad que, según Zósimo (V, 41) se había
convertido en ‘una tumba ocupada por muertos’. Pero es
precisamente entonces cuando se sitúa su brutal reacción
contra Serena, su tutora y madre de su prometido, a la que
condenó a muerte.
El hecho resulta sorprendente por lo inusual a pesar de
que las fuentes lo consideraron una decisión política al
actuar como el único representante de la casa de Teodosio
en la ciudad. Según Zósimo (V, 36-38) —que
anteriormente guarda silencio sobre la posición de
Placidia respecto a la muerte de Estilicón y Euquerio—
la condena se hizo en colaboración con el senado de
Roma cuando cundió la sospecha de que había sido
Serena quien atrajo a Alarico a Roma, lo que el autor
pone en duda ya que el dato contradice su siempre firme
apoyo a Honorio incluso a costa de enfrentarse con
Estilicón. Aunque para entonces las cosas para Serena
habían cambiado por la ejecución de su esposo y de su
 Rosa Sanz-Serrano – El papel de Gala Placidia en la creación de un reino Godo en Occidente
hijo y no debe resultar extraña la llamada al antiguo
aliado de la familia quien, según Zósimo, no tenía al
principio la intención de asediar la ciudad, sino solo de
forzar al emperador a un pacto. Por esto mismo, el autor
continúa afirmando que Serena fue ejecutada en realidad
en castigo por violar los templos y por hacer escarnio a
los dioses y a una vestal que vaticinó la ruina de su
familia, además de tener un comportamiento déspota con
la ciudad. Sobre este último punto, sabemos por otras
fuentes como Geroncio (Vita Melania, 7-8) que Serena se
había atrevido a contravenir las decisiones del senado
pagano al permitir vender sus posesiones en Roma —
beneficiándose personalmente de esta venta— a la pareja
de nobles cristianos Melania y Piniano dispuestos a
iniciar una vida de dedicación religiosa en contra de los
intereses familiares (Blázquez Martínez 1995). Por lo
tanto debemos aceptar un cierto enfrentamiento desde
mucho antes de esta mujer que actuaba como una
emperatriz protegida por sus orígenes y su matrimonio
con Estilicón con una parte importante de los senadores.
Por lo tanto, la fuerte personalidad de esta mujer y su
manera de actuar con el pueblo de Roma y en su entorno,
manteniendo a Gala Placidia en la sumisión a sus
decisiones desde niña, podría también explicar la
reacción de la joven y de los antiguos sirvientes de su
madre. De ahí que fuese el senado en pleno, junto con
Gala Placidia, la hermana del emperador, quien autorizara
su condena y ejecución, al considerarla responsable de los
males que abatían a la ciudad y con la esperanza de que
Alarico se retirase al no contar con apoyos en el interior:
Estando ya Alarico en las inmediaciones de Roma
y habiendo sometido a cerco a sus habitantes,
concibió el Senado sospechas respecto a Serena en
el sentido de que había atraído a los bárbaros a la
ciudad; por ello el Senado todo, en unánime
decisión, y Gala Placidia, la hermana por parte de
padre del Emperador, decidieron la ejecución de
aquélla como responsable de los males que se
habían abatido sobre la ciudad. En efecto, una vez
suprimida Serena, el mismo Alarico se había de
retirar, pensaban, de la ciudad, al no haber ya
nadie de quienes pudiese esperarse el propósito de
traicionarla. Pues bien, la sospecha era en realidad
falsa (ya que Serena no había concebido ningún
propósito semejante), pero aportó justo castigo a
las impiedades perpetradas por ésta contra la
divinidad, según inmediatamente voy a exponer:
Cuando Teodosio el Viejo, tras suprimir al
usurpador Eugenio, tomó Roma e incitó a todos a
despreciar los cultos sagrados negándose a
promover pública financiación para los sacrificios,
sacerdotes y sacerdotisas hubieron de partir, y los
recintos culturales quedaron vacíos de cualquier
ceremonia religiosa. Serena decidió entonces,
haciendo escarnio de todo ello, visitar el templo de
la Gran Madre, y al reparar en que el cuello de la
estatua estaba ceñido por un adorno en
correspondencia con la dignidad del culto debido a
aquella diosa, lo quitó de la estatua para colocarlo
en torno a su propio cuello. Y cuando una anciana,
resto aún subsistente de las vírgenes vestales, le
echó en cara esa impiedad, respondió de forma
ofensiva y dio a sus acompañantes orden de
expulsarla. La anciana pidió a los dioses, en el
57
momento de salir, que sobre Serena misma, su
marido y sus hijos cayera todo el castigo que esta
impiedad merecía (Zósimo, Nueva Historia V, 38,
1).
Lamentablemente, ante la escasas y a en ocasiones
contradictorias informaciones de Zósimo no podemos
asegurar si Serena llamó o no en su ayuda a Alarico
contraviniendo los deseos del senado y también del
emperador, pero podemos relacionar este hecho con la
afirmación del autor de que Euquerio se hubiera podido
salvar de la muerte si Alarico hubiese llegado antes a
Roma, lo que situaría a Serena actuando como una madre
preocupada por salvar la vida de su hijo. Fuese cual fuese
la realidad, lo que sorprende es la actitud de Gala
Placidia, todavía una niña, ratificando la condena de
quien hasta ese momento había sido su protectora y la
madre de su prometido. Además también contrasta el
hecho de que una jovencita de su edad, miembro de la
muy cristiana dinastía teodosiana, actuase de acuerdo con
los intereses de un senado de mayoría pagana que
castigaba la soberbia política y religiosa de Serena. Pero
su actitud tomada con frialdad y una evidente falta de
piedad hacia quien hasta este momento decidía su
destino, incluido el matrimonio con Euquerio, recuerda
bastante a la reacción vengativa de Honorio respecto a
Estilicón, al que mandó perseguir y ejecutar.
Si aceptamos que la decisión de Gala Placidia fue
meditada y voluntaria —aunque sin dejar de lado su
importancia como máximo representante de la casa de
Teodosio en la ciudad— y que no actuó como un mero
instrumento de los intereses de los senadores romanos,
podemos entender mejor sus actuaciones posteriores.
Porque no hay que olvidar que la muchacha no estaba
sola, sino que contaba con apoyos familiares propios y
fieles sirvientes de los que no sabemos cómo vivieron la
política matrimonial de Estilicón ni el papel que tuvieron,
quizás importante, en la decisión de Placidia de condenar
a Serena. Estas clientelas y sirvientes, algunos como dije
llegados desde Constantinopla, no tenían porqué
comulgar con los intereses de Serena a la que pudieron
haber considerado siempre una rival para la niña, pero
tampoco con los de Honorio ya que éste, no lo olvidemos,
era hermano de Placidia solo por parte de padre, mayor
que ella por lo no habían coincidido en Constantinopla y
apenas en Roma donde el emperador se encontraba en
manos de la camarilla de cortesanos que le rodeaban. De
hecho cuando Honorio se refugió en Rávena dejó a
Placidia en Roma con sus tutores y sus sirvientes y tengo
la sospecha de que no entraba en los planes de Olimpio
que la prometida de Euquerio y pupila de Estilicón
formara parte del séquito imperial. Es decir, la venganza
de Placidia respecto a Serena no significa
indefectiblemente un apoyo a la política de la facción que
dominaba a Honorio aunque este presupuesto se ha
venido manejando persistentemente en la historiografía
actual. Aún más, la joven y sus sirvientes pudieron haber
tenido dudas sobre su seguridad en un una corte adversa
en caso de una muerte temprana del emperador y temían
que la joven fuese utilizada como un instrumento de
promoción de algún ambicioso cortesano. Estas
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire
sospechas pudieron determinar su permanencia en Roma
donde se sentía más segura, incluso en momentos tan
difíciles como fueron el asedio y saqueo de la ciudad por
los godos, precisamente cuando muchos nobles de la
ciudad, incluido su obispo, corrían a buscar refugio en
Rávena o en otras partes del Imperio y el emperador se
mostraba impotente para enviarles ayuda. Pero también
se percibe en la condena de Serena que tras la muerte de
Estilicón y Euquerio la joven consideraba rotos sus lazos
con la familia que la había criado y con las imposiciones
que de este hecho se habían derivado, de manera que la
condena e su tutora puede percibirse como el comienzo
de su autonomía y de su libertad.
La alianza con los godos y el dominio en Occidente
Desconocemos las circunstancias de la vida de Gala
Placidia en Roma entre el primer asedio, del que se libró
la ciudad gracias a la entrega de un sustancioso botín a
Alarico,7 y el saco de Roma. Sabemos, sin embargo, que
los godos dejaron libre la ciudad tras el primer asedio
retirándose más al norte desde donde siguieron intentando
presionar sobre Honorio, sin éxito, para la firma de un
tratado con la ayuda de senadores romanos como
Ceciliano y Atalo. Es evidente que Roma estuvo todo el
tiempo muy involucrada por su propia seguridad en los
intentos realizados por ambas partes y que en los
episodios ocurridos en este tiempo volvieron a
enfrentarse los intereses de las antiguas facciones de la
corte de Honorio y Estilicón y de los distintos senados de
Roma y Rávena. Cabe incluso preguntarse si la ejecución
de Serena no tuvo algo que ver con la intención por parte
del senado romano de acercar ambos intereses. En
cualquier caso Gala Placidia permaneció en Roma y vivió
la colaboración del senado romano con los godos para
presionar aún más a Honorio y Joviano —que había
reemplazado a Olimpio tras su muerte— para la firma de
un tratado con Alarico en los meses que transcurrieron
desde el primer asedio de la ciudad al segundo. Bajo mi
punto de vista fue el fracaso de estos intentos lo que
motivó, como es sabido, el nombramiento en Roma como
emperador del cónsul Atalo quien estuvo apoyado sobre
todo por los senadores paganos en contra de los intereses
de la poderosa familia cristiana de los Anicios
(Sozomeno IX, 8, 1). Pero aunque con ello la ciudad
pretendía también recuperar su antiguo prestigio como
capital del Imperio y su senado el poder perdido, lo cierto
es que el nuevo emperador no podía mantenerse sin la
ayuda del ejército de Alarico, quien con ello devolvía la
paz a la ciudad y recibía el título de magíster militum para
Italia y África mientras algunos de sus partidarios
obtenían importantes cargos en el gobierno de la ciudad.
Por lo tanto, el caudillo godo recuperaba parte de los
atributos y beneficios que años antes había obtenido de
Estilicón y del emperador Teodosio en una parte del
7
El primer asedio puso en manos de Alarico los bienes de cristianos y
paganos por el rescate pagado en Navidad de 5000 libras de oro, 30.000
de plata, 4000 túnicas de seda, 300.000 pieles teñidas de escarlata y
30.000 libras de pimienta. Al respecto, Fuentes Hinojo (2004, 182) y
Sanz-Serrano (2006, 40).
58
Imperio de Occidente que ahora se desgajaba, como
parece indicar Zósimo (VI, 8, 1-3), y llenaba de temor a
Honorio quien pensó incluso en huir cuando, según
Olimpiodoro (Frag. 11-13) Atalo rechazó compartir el
poder e intentó llegar a acuerdos en este sentido con
Joviano. Este hecho finalmente dejaba también al
albedrío del nuevo magister el futuro de la ciudad y de su
nuevo emperador como se puede comprobar en las
fuentes.
Pero también la nueva situación terminaba perjudicando
en cierto modo a Gala Placidia quien perdía sus
atribuciones como representante de la familia imperial en
Roma y su posición relevante ante el senado y Alarico,
aunque seguía teniendo importancia al ser hermana del
emperador de Rávena. Además aunque la joven dejaba de
tener valor como transmisora del derecho dinástico en el
territorio de Atalo, la sospecha de que eliminar a Honorio
no era fácil hizo que siguiera siendo considerada como un
importante elemento para el futuro de los godos. La
función de garante de la pervivencia de la dinastía
Teodosiana la recuperó Gala Placidia tras las conocidas
disensiones entre Alarico y el nuevo emperador ante la
negativa de Atalo de permitir al magister enviar tropas a
África donde el comes Heracliano se mantenía fiel a
Honorio, probablemente para evitar que los godos
acabasen dominando esa provincia que era tan importante
para la llegada de trigo a Roma. Como es sabido el
conflicto terminó con la deposición de Atalo en Rímini y
un nuevo intento por parte de Alarico de acercarse a
Honorio en busca de un pacto, coyuntura que puso de
nuevo a Gala Placidia en el lugar que le correspondía. Si
buscamos una cierta coherencia en los acontecimientos
narrados de forma caótica por las fuentes, debemos
aceptar como válida su presencia junto a la delegación de
godos que se encontraba cerca de Rávena a la espera de
negociar con Honorio y entregarle a cambio a su
hermana, quien según Zósimo (VI, 12, 3) se encontraba
allí de alguna manera en calidad de rehén pero disfrutaba
de toda suerte de pleitesía y prerrogativas reales.8 Pero
ante el nuevo fracaso de las negociaciones que
reafirmaron a Placidia y sus soportes en la idea de la
enorme distancia que había entre los hermanos y del poco
interés del emperador por salvar su vida, se queda sin
respuesta la cuestión de si la joven y Atalo fueron
devueltos a la ciudad de Roma o permanecieron en el
campamento godo durante el tercer asedio y el saqueo
que sufrió la ciudad poco tiempo después. Pero al
respecto me parece significativa la afirmación de
Olimpiodoro (Frag. 13) de que, al menos Atalo se unió a
la comitiva de Alarico como un ciudadano particular, es
decir, de manera voluntaria. En cualquiera de los dos
casos, la seguridad de Placidia acabó dependiendo
paradójicamente de quienes podían ser considerados
como enemigos, esos godos con los que llevaban meses
compartiendo la vida a pesar de que ciertas fuentes como
8
En el 409 o comienzos del 410. Paschoud (1967, 123) consideraba,
siguiendo a otros autores, que Gala era entonces ya un rehén de los
godos aunque las fuentes como Orosio (VII, 40, 2) afirman que no fue
hasta la toma de Roma. Véase también Demougeot (1985a).
 Rosa Sanz-Serrano – El papel de Gala Placidia en la creación de un reino Godo en Occidente
Orosio pretendan hacernos creer que el primer contacto
con sus captores se dio después el saco de Roma.
Por lo tanto, es lógico suponer que quienes tenían un
valor para Alarico no corrieron peligro en los terribles
hechos de los días 24 y 27 de agosto del año 410 en que
se produjo el saqueo. Por estar razón Gala Placidia no
tiene lugar en los distintos relatos y versiones del mismo,
entre ellas las dos contrapuestas que presenta Procopio
(BV 3, 2, 14-27): la creencia de algunos de que la Puerta
Salaria la abrieron, después de matar a los guardias, unos
jóvenes esclavos que Alarico había regalado
anteriormente a los senadores romanos mientras éstos
dormían —versión que intenta exculpar a los romanos
que pudieron ayudar al enemigo a entrar— y la que acusa
a la facción cristiana del senado romano, en concreto la
rica anciana Anicia Faltonia Proba quien, sintiendo pena
por lo ciudadanos y viendo que el río y el puerto estaba
en manos de los godos, ordenó a sus domésticos que
abrieran las puertas durante la noche. Precisamente esta
última versión viene a resaltar un pacto previo de la
aristocracia cristiana recogido por otros autores y que
permitía a los habitantes de Roma acogerse al amparo de
las iglesias que debían ser respetadas, además de permitir
a Proba, sus familiares y esclavas la huída a África para
librarse de la violación y la muerte (Agustín, sermo 296,
7; De civ. Dei I, 16; Jerónimo, ep. 130). Pues una buena
parte de las fuentes admiten la violencia del saqueo como
castigo al paganismo de la ciudad,9 castigo que según
Orosio (VII, 39, 15) cayó sobre todos sus habitantes, eso
si, con el menor derramamiento de sangre posible dada la
confesión cristiana de los godos, salvo los que se
encontraban refugiados en los santos lugares y en la
basílicas de Pedro y Pablo. Como he dicho, en las
distintas construcciones historiográficas de la caída de
Roma no tienen lugar Gala Placidia ni Átalo ni otros
personajes que formaban parte de la comitiva del caudillo
godo, pero dentro o fuera de sus muros es evidente que
ante una situación tan descontrolada y brutal como es un
saqueo, ellos y otros nobles gozaron de la protección de
Alarico. Y aunque los textos se empeñan en mostrarlos
después como rehenes de los godos a los que se les vetó
la posibilidad de huir, la información de estas mismas
fuentes sobre lo ocurrido muy poco después parece
contrariar su discurso e incluso cabe plantearse si, al
marchar con Alarico, no conseguían escapar, teniendo en
cuenta que Atalo había usurpado un tiempo el poder y
Placidia firmó la pena de muerte de Serena y había sido la
prometido o quizás ya esposa de Euquerio, de las
represalias de las tropas imperiales que con Honorio al
frente llegaron poco después como triunfantes a la ciudad
sin haber dado la batalla al enemigo.10
9
Agustín en su sermones (296, 7; 2, 2) al menos admitía que Roma era
perecedera, como lo son todos los imperios y que, pese al relato general
cristiano, paganos y cristianos habían sufrido sus consecuencias. El
monje Pelagio escribía a Demetia, la nieta de Anicia Proba sobre el
suceso y afirma que la nobleza no pudo salvar a Roma porque todos
estaban muertos de temor, que cada familia había tenido su dolor y que
esclavos y nobles sufrieron juntos las consecuencias. Una reflexión
sobre el problema en Marcos (2001, 139).
10
Sobre la ceremonia del triunfo de Honorio en Roma, véase comes
Marcellinus 411, 1 y Filostorgio XII.
59
A tenor de la documentación con que contamos, y en
contra de lo que la historiografía ha defendido, no es tan
evidente que la presencia de Gala Placidia y de otros
romanos entre las tiendas de los godos fuera humillante y
en calidad de sometidos, aunque persista la denuncia en
los textos escritos de que eran rehenes, ya que éstos no
podían admitir la cooperación de miembros y clientes de
la casa imperial con los godos. Aún más, Orosio (VII, 40,
2) asegura que siempre fue de mucha utilidad al estado
romano después, como si por decisión divina le fuese
entregada como rehén por ello. Todo lo contrario, en la
caravana de la que formaban parte estaban expuestos a
los mismos peligros que los godos y los romanos que se
les habían sumado, entre ellos el acecho constante de las
tropas del emperador que ponía en peligro la vida de su
hermana, la búsqueda de alimento y los diversos
enfrentamientos de mayor o menor dimensión con las
poblaciones de los lugares que recorrían en el periplo que
llevó a Alarico hasta el sur de Italia con la idea de pasar
al norte de África. En el deambular de los godos por
territorio romano Gala Placidia estuvo rodeada de sus
principales sirvientes y apoyos y, a pesar del interés de
los textos por echar la culpa a Alarico de que la joven no
fuese entregada a su hermano, la actuación del emperador
al respecto es bastante ambigua y dispuesta a exponer a
su hermana a todo tipo de peligros antes que aceptar las
condiciones del caudillo bárbaro, a la vez que de
desamparo para los romanos que estaban en la comitiva.
Ante esta realidad y a pesar de la interpretación que los
textos hacen de los hechos podemos sospechar una
disposición de la nobleza romana, entre ellos Gala
Placidia y sus soportes, a colaborar con sus denominados
raptores. Así parece evidenciarlo el voluntario
matrimonio de la joven augusta con el godo Ataúlfo que
parece demostrar la sintonía entre los godos y los
romanos que la rodeaban.
Las fuentes presentan esta unión como aceptada por
ambas partes después del fracaso de la huída a África y
de que, tras la muerte de Alarico en Bosento, Ataúlfo
heredase la jefatura. Jordanes (Getica, 159-160), una
fuente posterior a los acontecimientos, pone el énfasis en
el deseo del godo de contraer este matrimonio gracias al
noble nacimiento de la joven, su belleza física y su casta
pureza y también, como no, porque ello podía suponer el
principio de una alianza con el emperador del que se
convertía en pariente. También Olimpiodoro (Frag. 25-
29), que vivió los hechos más directamente, pone el peso
de la decisión en Ataúlfo, pero ningún documento de la
época señala la menor rebeldía en la joven hija del
emperador Teodosio frente a este enlace con un bárbaro,
hecho que, de haberse producido, hubiera sido recogido
para salvar el prestigio de la dinastía. Aún más, Orosio
(VII, 46,5-6) en un conocido pasaje llega a asegurar la
armonía de la relación entre los esposos y la ayuda que
Gala ofrecía a Ataúlfo. Jordanes en el pasaje antes citado
califica además el matrimonio de legal (consensum) ya
desde cuando se celebró la unión —se supone carnal y
posiblemente mediante una ceremonia goda— en forum
Iulii (Forli, en la Emilia) y Olimpiodoro deja constancia
de una ceremonia posterior en Narbona, no solo legal y
acorde con el rito romano, sino con el boato y los
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire
requisitos de un matrimonio imperial, en la que tuvo un
papel primordial Candidiano, uno de los soportes
familiares de Gala Placidia y el general que algunos años
después le iba a facilitar el acceso al trono.
Con la ayuda y el consejo de Candidiano, Ataúlfo
decidió celebrar el matrimonio con Placidia. Tuvo
lugar en Narbona, al inicio de enero en casa de un
tal Ingenio, notable de la ciudad. Allí Placidia fue
conducida a una estancia nupcial adornada a la
moda romana y con ornamentos imperiales.
Ataúlfo sentado al lado de ella con un manto y
otros vestidos de tipo romano. Entre los otros
dones nupciales, Ataúlfo presentó cincuenta
jóvenes vestidos de seda, algunos llevaban en la
mano dos grandes fuentes, una llena de oro, la otra
de piedras preciosas y por mejor decir, sin precio.
Eran el fruto del saqueo de los godos de Roma
después de la conquista de la ciudad. Venían
cantando canciones de epitalamio, comenzando
Átalo seguido de Rusticio y Febadio. El
matrimonio se llevó a cabo con la participación en
la fiesta de bárbaros y romanos juntos
(Olympiodoro, Fragmentos, 29).
La ceremonia de Narbona se organizó para sancionar una
primera unión y después del largo recorrido de la
formación de romanos y godos por la Galia buscando un
lugar para vivir no exento de episodios violentos en
ciudades como Burdigala y Massalia que se les
resistieron. Pero no solo para legalizar lo evidente, ya que
incluso Placidia había curado las heridas de Ataúlfo
(Olimpiodoro, Frag. 23), sino sobre todo, como se
comprueba en la narración de Olimpiodoro, para realizar
unas bodas imperiales ya que Gala Placidia era miembro
de la dinastía reinante y Augusta, por lo tanto recuperaba
de nuevo su posición en la transmisión de la legitimidad
de la dinastía. La presencia de Atalo, quizás repuesto por
poco tiempo como emperador, daba a la ceremonia un
carácter todavía más cortesano pero sobre todo ratificaba
la más que probable concesión del derecho de ciudadanía
romana a Ataúlfo, sin la que cual se estaría violando la
ley que prohibía desde la época de Valentiano los
matrimonios mixtos con extranjeros y también entre
ciudadanos de distinta condición (CTh III, 10, 1; 14, 1).11
Como se comprueba también en el texto, la ceremonia
estuvo presidida no solo por Atalo, también por
Candiniano y el obispo de la ciudad y se desarrolló en
una estancia ‘con ornamentos imperiales’ donde el godo
estaba vestido con el manto e hizo entrega de la dote que
era parte del botín procedente del saqueo de Roma.
Por lo tanto el ritual se adecuaba al esperado para unas
bodas de esta categoría pero quien revestía a las misma
de un significado mayor era la esposa, hermana de uno de
los emperadores de Occidente y tía del emperador de
Oriente cuyo consorte, en el caso de falta de
descendencia en alguna de las partes del Imperio, podía
reivindicar sus derechos por matrimonio ya que era
pariente de los emperadores y su descendencia mestiza
11
En realidad estas prohibiciones tendían a evitar la ascensión a la
máxima magistratura de no ciudadanos por matrimonio. He tratado más
detenidamente el problema en Sanz-Serrano (2004).
60
tendría acceso directo al trono. En mi opinión la decisión
de Placidia de aceptar el enlace se convertía así en un
claro acto de rebeldía frente a Honorio y también en una
provocación y un reto hacia quienes, sin tenerla en cuenta
y abandonándola en Roma, quizás a la espera de su
desaparición, dominaban la voluntad de Honorio en la
corte y esperaban establecer sus propios candidatos al
trono imperial. Este hecho viene a dar consistencia a mi
argumento de que la joven había sospechado desde hacía
tiempo que no formaba parte de los planes de las
facciones enemigas de Estilicón y que vio a Ataúlfo,
además de cómo a un esposo respetado y consentido,
quizás también amado, el instrumento para una venganza,
quizás no tanto hacia Honorio, cuanto hacia sus
colaboradores. Es decir, si su primer acto de libertad
recogido por las fuentes fue el de una posible venganza
contra Serena, el segundo que los documentos señalan es
una clara provocación contra la actuación política del
emperador bajo la influencia de sus favoritos. Gala
Placidia iniciaba todavía muy joven una nueva vida lejos
de Roma y se convertía en reina de los godos además de
conservar su condición de Augusta y la de transmisora
del poder imperial al menos en Occidente. Un golpe de
efecto para los romanos que la Narratio de imperatoribus
domus Valentinianae et Theodosianae concebía como
una deshonra a su época al convertirse en la esposa de un
rey bárbaro.12 Respecto a Ataúlfo, era la primera vez,
aunque no sería la última, que un caudillo con estos
orígenes aspiraba a la más alta magistratura romana a
través de un tipo de matrimonio que las leyes romanas
habían intentado evitar.
Lo que no parece encajar en este discurso es la
afirmación de Jordanes (Getica, 159-160), décadas
después y tratando de ensalzar a las incipientes
monarquías germánicas de su tiempo en las provincias de
Occidente, de que previamente había existido una alianza
entre Honorio y Ataúlfo, porque todos los hechos lo
desmienten, tanto su continua huída de los ataques de los
ejércitos del magister de Honorio, Constancio, a través de
Galia, cuanto sus intentos de alcanzar el extremo
Occidente y la propia posición de Gala Placidia en la
narración. Aunque el mismo autor (Getica, 152) pretenda
explicarlo aceptando o inventando la leyenda —que
favorecía a los godos de su época ya asentados en
Hispania— de que fue Honorio quien, después de que
Ataúlfo le plantearse vivir con los romanos como un
mismo pueblo, les aconsejó y permitió que reclamasen
como propia las Galias y las Hispanias, provincias lejanas
que él ya tenía perdidas y devastadas por la presencia de
los vándalos, y prosiga afirmando que el acuerdo fue
confirmado por un oráculo sagrado, los hechos parecen
querer demostrar lo contrario. También Olimpiodoro
(Frag. 20 ss) pretende presentar una situación, si no de
pacto, al menos de acercamiento con Honorio en distintas
ocasiones, pero de haber existido un foedus difícilmente
se entiende la presión constante de los ejércitos del
patricio Constancio sobre Ataúlfo para impedirles
12
La Narratio es una fuente anónima fechada hacia el 423 y editada por
Th. Mommsen (1892), Chronica Minora saec. IV-VII, col. 1, 629-30.
También en Muhlberger (1990).
 Rosa Sanz-Serrano – El papel de Gala Placidia en la creación de un reino Godo en Occidente
asentarse en Galia, ni el apoyo del jefe godo al nuevo
usurpador Jovino, ni el asesinato de Saro —que había
traicionado a Honorio en un episodio un tanto oscuro en
el contexto del pronunciamiento de Jovino— y otra serie
de hechos conocidos que se enmarcan en una serie de
desencuentros continuos con Honorio.13 Ni siquiera el
abandono de Jovino por Ataúlfo parece haber conseguido
un mediano éxito en las negociaciones, ya que
Olimpidoro (Frag. 22 ss) sigue insistiendo que éste se
resistía a devolver a Placidia a su hermano pese a la
insistencia del magister Constancio y que, por el otro
lado, el emperador no proveía a los godos del trigo que
les había prometido, una de las razones de que éstos se
decidiesen a atacar Massilia. Y por supuesto tampoco se
podría entender el matrimonio romano con Gala en
Narbona, nunca reconocido por Honorio, que seguía
reclamando sus derechos sobre su hermana. Finalmente,
de haberse cerrado un tratado duradero con el emperador
con las claves descritas, Orosio (VII, 43, 1) no hubiera
afirmado que fue Constancio quien les obligó a salir de
Carbona y no se hubiera producido la muerte de Ataúlfo
de la manera que conocemos ni la desaparición de la
descendencia que hubiera garantizado el sueño de
Placidia y Ataúlfo.
Todo lo contrario, los acontecimientos posteriores al
matrimonio en Narbona indican intereses contrapuestos
que parecen estar más de acuerdo con la afirmación de
Orosio (VII, 43, 5-6), un tanto distorsionada a mi
entender, de que Ataúlfo ‘en un primer momento había
deseado ardientemente que todo el imperio romano,
borrado incluso el nombre de romano, fuese de hecho y
de nombre sólo de los godos’, con el fin de que la
Romania acabase convirtiéndose en Gotia, pero que,
consciente de la realidad, ante la falta de leyes de los
godos y su barbarie y ante la conveniencia de no abolir
las leyes del estado romano, había determinado
engrandecer el Imperio con la fuerza de los godos y ser
considerado el restaurador de Roma, motivo por el que
buscaba ardientemente la paz; la buscaba, luego no la
tenía. Además este autor que generalmente tiene buena
información de los acontecimientos de su época, admite y
resalta que precisamente en la búsqueda de estos fines y
en las acciones de buen gobierno estaba siendo influido
‘por los consejos y razones, sobre todo, de su esposa
Placidia, mujer ciertamente de agudo ingenio y
suficientemente honrada gracias a su espíritu religioso’.
Por lo tanto el camino sin retorno comenzó con el
matrimonio con Gala Placidia en el año 414; un
matrimonio que podía llevar a Ataúlfo o a su
13
Constancio era un soldado nacido en Naissus que consiguió con éxito
vencer al usurpador Constantino III que había conseguido el gobierno
de la Prefectura de la Galia (Zosimo VI, 5, 2). También desbarató los
planes de Jovino que contaba con la ayuda del alano Goar y del
burgundio Guntiario. Ataúlfo ofreció ayuda a Jovino ante la
imposibilidad de llegar a acuerdos con Honorio (Olymp. 17).
Constancio persiguió a los godos hasta el punto de que tuvieron que
marchase de Burdeos y Tolosa y buscar en Narbona donde fueron bien
acogidos. También entonces Ataúlfo se enfrentó a las tropas del godo
Saro al que ejecutó y después de que éste se hubiera enemistado con
Honorio. Para los pormenores, Demandt (1998, 300) y el clásico de
Demougeot (1969-1979).
61
descendencia al gobierno de un territorio o al del Imperio
de Occidente si moría Honorio y encontraba los
suficientes apoyos. De momento podía aspirar al
gobierno de las provincias más extremas de Galia e
Hispania, provincias que recientemente habían escapado
al control imperial. Aún así había fracasado en una buena
parte de la Galia y no tardaría en salir de Narbona para
dirigirse hacia la Tarraconense donde Gala Placidia como
hija del hispano Teodosio podía contar con el apoyo de
las clientelas de su padre, lo que quizás también había
facilitado su entrada en Narbona. La razón de esperar una
mejor acogida en territorio hispano podía estribar en la
situación de caos en la que se encontraban sus provincias
que permitía suponer a ciertas aristocracias que la
colaboración con Ataúlfo suponía una defensa frente a las
presiones y correrías de otros grupos de bárbaros.
Por lo que respecta a Placidia, independientemente de la
atracción que ejerciera sobre ella el godo, la aceptación
del matrimonio con Ataúlfo le permitía afianzar su papel
como madre de un futuro rey o emperador y rebelándose
contra el derecho de su hermano a ejercer la tutoría, le
imponía a su vez una descendencia mestiza, como bien
dice Orosio, romano-gótica, e intentaba arrebatarle el
gobierno de una parte de su Imperio, primero en Narbona
y después en Barcino en el 415. En el caso de Hispania,
la muerte conocida y bien narrada en la obra de Zósimo y
Orosio de sus defensores locales, por cierto familiares de
Placidia, Dídimo y Veriniano, en lucha contra el
usurpador Constantino III a partir del año 406 y que
supuso la entrada en sus regiones de grupos de suevos,
vándalos y alanos que merodeaban por Galia, había
dejado sus territorios indefensos y sin la esperanza de
recibir ayuda de Honorio.14 De manera que las
circunstancias beneficiaban a Ataúlfo, casado con una
hispana y caudillo de un movimiento que podía dar
protección a quienes estuviesen dispuestos a aceptarla. En
este contexto, es más que probable que la pareja apelase a
los lazos de clientela de la nobleza local con la familia
teodosiana para cerrar un pacto de hospitium con los
habitantes de Barcino. Zósimo (IV, 25-32) llega a afirmar
que en realidad tenían la intención de hacerse con las
riendas del Estado para quedar dueños de él porque en las
provincias no había quien no reclamase la presencia de
los bárbaros, hecho ratificado por Salviano de Marsella
cuando denuncia que los habitantes de Galia e Hispania
en esos momentos preferían vivir en libertad con los
bárbaros a pesar de las diferencias que había entre ellos y
que se repudiaban el nombre y la ciudadanía romana
antes tan codiciada (De Gubernatione Dei V, 5, 21-23).
En palabras del hispano Orosio (VII, 41, 7) tras los
primeros conflictos, los bárbaros al final se quedaron
como ‘aliados y amigos’, tras la ‘perdida de las
Hispanias’, aunque el también hispano Hidacio (Chron.,
48), menos proclive a justificar a estos grupos, considera
su presencia como una relación de servidumbre por parte
de los hispanos.
14
He tratado el asunto de la usurpación de Constantino III y su
enfrentamiento con las aristocracias hispanas en varios trabajos. Entre
ellos Sanz-Serrano (1986; 2006a).
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire
De esta manera Barcino quedó para siempre ligada a los
inicios del reino godo en Hispania y así lo recordarán los
cronistas posteriores. Aunque fue también en esta ciudad
donde se frustró el recién iniciado sueño para no hacerse
realidad hasta un siglo después cuando los godos fueran
expulsados de la Galia por los francos merovingios. Para
explicarlo hay que tener en cuenta que tras la boda la
Augusta se convirtió también en una figura codiciada a la
que, si no se la eliminaba, había que reintegrar a la vida
de la corte para convertirse mediante matrimonio en el
instrumento de ascensión al poder del general Flavio
Constancio, el perseguidor de Ataúlfo, plan al que
Honorio estaba abierto si el romano acababa con el godo.
El asesinato del hijo nacido de Gala Placidia y Ataúlfo,
llamado muy significativamente Teodosio, es la primera
muestra de una traición cuyos inspiradores debemos
situar en Rávena y en el entorno del general. Isidoro
(Hist. Goth., 20) veía la muerte como el fracaso de la
rebeldía de su madre y como el cumplimiento de la
profecía de Daniel según la cual ‘la hija del Austro habría
de unirse al rey del Aquilón sin que, sin embargo,
quedase ninguna descendencia de su estirpe’ y pone esta
muerte en relación con el asesinato muy poco tiempo
después de Ataúlfo a manos de los suyos en una charla
familiar. Más cercano a los hechos, Olimpiodoro (Frag.
28-31) asegura que al nacer el niño su padre intentó aún
más obtener la amistad de los romanos a la que
Constancio, siguiendo su interés, siempre se opuso,
‘haciendo sus esfuerzos y los de Placidia inútiles’ y que,
como consecuencia, el niño ‘murió sin tener grandes
dolores’ y su padre fue víctima de un tal Dubio que lo
asesinó mientras miraba sus caballos en el establo y quien
se vengaba así de la muerte anterior de su señor, también
godo, a manos de Ataúlfo. Desentrañar la causa no es
difícil si tenemos en cuenta que el autor sigue afirmando
que tras su muerte tomó el poder Singerico, hermano de
Saro, el general godo de Honorio asesinado anteriormente
en su lucha contra Ataúlfo, y deja claro no solo la
venganza de una facción goda contraria al personaje, sino
también la posible implicación de la corte de Honorio en
el asesinato.
Cuando Ataúlfo tuvo un hijo de Placidia, el cual
fue nombrado Teodosio, intentó entonces obtener
la amistad de los romanos. Pero la oposición de
Constancio y los suyos volvía inútil tal esfuerzo.
El niño murió sin tener grandes dolores. Lo
pusieron en una caja de plata y lo enterraron en
una iglesia a las afueras de Barcelona. Después fue
asesinado Ataúlfo mientras se encontraba en la
escudería y examinaba según costumbre los
caballos para sí mismo. El asesino fue, uno de los
godos de su círculo, de nombre Dubio, que estaba
esperando el momento oportuno para la venganza.
En efecto, mucho tiempo antes, su patrón, jefe una
tribu de godos, fue asesinado por Ataúlfo que
después había tomado a Dubio a su servicio. Éste
vengó así a su primer patrono matando al
segundo…Ataúlfo al morir ordenó a su hermano
restituir a Placidia y de ser posible asegurarse la
amistad de los romanos. Su sucesor, más por
intrigas que por descendencia legítima fue
Singerico, hermano de Saro (Olimpiodoro,
Fragmentos, 31).
62
Este mismo autor apunta también el interés del monarca
en el lecho de muerte de proteger la vida de su esposa al
pedir que fuese devuelta a la corte, lo que sin duda era
también el deseo de Constancio. Por parte de Ataúlfo
primaría el temor de que Placidia pudiera haber sido
asesinada —como lo fueron los hijos tenidos con su
primera mujer— o utilizada por Singerico para un nuevo
matrimonio no deseado por la mujer. Por eso quizás
debamos interpretar como consecuencia de una negativa
tajante de Gala Placidia a colaborar con el asesino de su
esposo el hecho de que fuera obligada a seguir a pie
delante del caballo de Sigerico con otros cautivos cuando
la formación de godos a su mando recorrió los suburbios
de Barcino y la costa. No creo que este deambular por los
territorios barcinonenses tuviera solo que ver como
sugiere J. Arce Martínez (2005, 145 ss) con un ritual de
triunfo en el que se humillaba a la esposa del jefe
eliminado y hermana del emperador odiado, sino que lo
considero además un acto de fuerza ante la negativa de la
Augusta a un entendimiento con los asesinos de su
esposo e hijo, incluida probablemente la negativa a un
matrimonio con el nuevo caudillo de los godos. Esta pudo
ser la causa igualmente de que Sigerico saliera de
Barcino, la ciudad que dio hospitalidad a Ataúlfo, para
deambular sin rumbo por su territorio por razones no
aclaradas en las fuentes, ya que la formación no parece
que tuviera después a esta ciudad como sede. Este
argumento viene reforzado por el inmediato asesinato del
traidor y la toma del poder por una facción más afín a
Gala Placidia.
La actitud de Sigerico, no obstante, parece a primera vista
contradecir la posibilidad de que el asesinato se hubiera
llevado a cabo de acuerdo con el general Constancio.
Pues lo cierto es que, de haber existido éste, Gala Placidia
no debería de haber sufrido esa humillación. A no ser que
este personaje hubiera cambiado de parecer a la espera de
beneficiarse de la viudedad de la joven Gala a la que,
desafortunadamente para Sigerico, también ansiaba el
general Contancio pues seguía siendo una garantía de un
ascenso en la toma del poder legítimo. Y fue
precisamente la muerte muy poco tiempo después de
Sigerico como consecuencia de los enfrentamientos entre
las distintas facciones godas, la que permitió el conocido
pacto del nuevo caudillo Vallia, —tras un frustrado
intento de pasar al norte de África, según Orosio (VII, 43,
11-12) por causa de los elementos— y la entrega de la
Augusta en el año 416 al general Constancio en un lugar
de los Pirineos donde el godo llevó a cabo un
espectacular despliegue de sus tropas compuestas por
romanos y godos. Valia no hipotecó la seguridad de su
pueblo por un matrimonio con la hermana del emperador
y, en contrapartida a su deber de defender las Hispanias
frente a otros grupos bárbaros en nombre del Imperio,
recibió el primer asentamiento estable para su pueblo en
la Galia15 además de alimentos y soldada. Para entonces
15
En las provincias de Aquitania Secunda, Novempopulonia y
Narbonense Prima procurando alejarles de la Tarraconense y del acceso
a África. Se les asentó en tierras no exentas de conflicto por la presencia
de otros bárbaros y de la bagauda. A Gala se la respetó pero también a
los nobles que la acompañaron con los godos, entre ellos a Átalo que
conservó la vida y fue confinado en Lípari (Chron. Marcell. 412, 2) y el
 Rosa Sanz-Serrano – El papel de Gala Placidia en la creación de un reino Godo en Occidente
la heterogénea coalición que lideraba llevaba años
deambulando en un periplo extenuante por las provincias,
lo que le impulsaba a dar prioridad a la entrega de Gala
Placidia a su hermano sobre las aspiraciones,
posiblemente consideradas excéntricas por la mayoría de
los godos, de alcanzar el Imperio a través de ella. Había
llegado el momento en que la presencia de su antigua
reina entre los godos no convenía a nadie y cabe la
posibilidad de que fuese la propia Placidia quien
facilitase las cosas para que, tal como quería Ataúlfo,
fuese devuelta a su hermano a cambio del tratado que
concedía por fin un lugar al que todavía era su pueblo.
El Augustado de Gala Placidia y las clientelas
bárbaras
Pero es difícil especular sobre los sentimientos y
aspiraciones de Gala Placidia en todo este proceso. En
primer lugar no debemos olvidar que la muchacha nunca
había vivido en la corte con su hermano y, por lo tanto,
no pudo vivir los acontecimientos como una vuelta al
hogar. Menos aún si en lugar de Roma se trataba de
Rávena y después de haber concebido un hijo del caudillo
godo y haber aspirado con él a un reino. Sabemos que
una de las condiciones fue llevarse consigo a toda una
corte de clientelas, amigos y criados romanos y bárbaros
que la protegieron siempre frente a los cortesanos de
Honorio, muchos de ellos culpables de sus sufrimientos
pasados. Placidia además era consciente de que en
Rávena le esperaba el matrimonio ‘convenido’ con el
magister Constancio, a quien rechazaba no solo por la
diferencia de edad y su físico (Olimpiodoro, Frag. 26,
dice que tenía un aspecto triste y sombrío, con grandes
ojos y amplia cabeza) poco agraciado, también por su
posible participación en el asesinato de Ataúlfo y de su
hijo. De nuevo es este autor (Frag. 34-45) quien asegura
que en el rechazo a Constancio contaba con el apoyo de
sus fieles con los que el general estaba enemistado por el
amparo que ofrecían a la joven, la influencia que ejercían
sobre ella y las pocas simpatías que despertaba el general
entre ellos donde había un buen número de godos. El
autor afirma que finalmente fue el mismo Honorio quien
la entregó de su propia mano a Constancio imponiéndole
el matrimonio contra su voluntad, hecho que podía haber
temido desde su primera juventud en Roma y que puede
explicar su poco interés durante los asedios de la ciudad
por salir de ella y reunirse con su hermano en la corte. En
definitiva, Rávena significó siempre para ella la
obediencia a su hermano y la manipulación de sus
cortesanos y, tras su matrimonio no deseado, tuvo todavía
el coraje de amenazar constantemente a su esposo con el
divorcio que le impediría alcanzar el poder supremo que
tanto ansiaba. De hecho Constancio alcanzó el consulado
junto a Honorio según Olimpiodoro (Frag. 45) contra la
voluntad del emperador que le había ascendido y la de
Teodosio II, el sobrino de Placidia y Honorio que era
posterior general Aecio que tan importante papel tuvo durante la
regencia de Gala en el Imperio. Rosa Sanz-Serrano (2009, 143) y
Jiménez Garnica (1983).
63
emperador de Oriente. Pero a cambio, Placidia pudo
seguir ejerciendo un importante papel político a la muerte
de su esposo como tutora del hijo de ambos Valentiniano
III, futuro emperador de Occidente, siempre asesorada
por sus fieles.
En este contexto resulta perversa y de una gran
complejidad la acusación de la que fue objeto en la corte,
según Olimpiodoro (Frag. 38), de mantener una relación
demasiado cariñosa con su hermano Honorio después de
fallecido su esposo, relación de la que luego se derivó un
odio profundo motivado por las intrigas de sus sirvientes,
entre ellos su sierva Spadusa, su nutriz Elpidia y el
filósofo Leontio, lo que provocó una revuelta en la que se
vieron envueltos un gran número de bárbaros que la
apoyaban y que se enfrentaban con la guardia imperial.
Pero la explicación de este duro relato está una vez más
en su especial manera de vivir la libertad y en los deseos
de proteger a su descendencia de cualquier forma frente a
la oposición que había en la corte contra ella y sus
clientelas bárbaras. Motivos todos ellos que culminaron
en el odio entre hermanos y su expulsión de la ciudad
junto con su hijo, el aspirante a emperador Flavius
Placidus Valentinianus, primero a Roma, la ciudad de la
que hacía tiempo había salido y donde estaba su
verdadero hogar, y después en el año 423 a la corte de
Teodosio II en Constantinopla. Precisamente allí fue
sostenida económicamente por el comes de África,
Bonifacio —uno de sus clientes y por cierto casado con
una goda— quien según Olimpiodoro estaba dispuesto a
ayudarla a reconquistar el poder que había perdido,
aunque no se sabe bien si el que alcanzó en la aventura
amorosa con su hermano o, yendo más lejos, el que había
perdido con la muerte de Ataúlfo.
La muerte de Honorio, de cuyo reinado S. I. Oost
(1968)16 ha dicho que fue el menos glorioso de la historia
del Imperio, demuestra lo razonable del temor de Placidia
—y antes de Estilicón y de lo senadores romanos— de
que la corte del emperador ignorase los derechos al trono
de su decendencia. Pues, relegando los derechos de su
hijo Valentiniano, fue nombrado en Rávena un nuevo
emperador, el primicenius notariorum Juan y, junto a él
como cónsul el general Castino, uno de los enemigos
reconocidos del comes Bonifacio, al que las tropas godas
federadas, antiguos súbditos de Placidia, habían
abandonado siguiendo los intereses de su señora cuando
intentaba supuestamente defender las provincias hispanas
de los bárbaros (Hydat., Chron., 77; Prospero, Chron.,
1277). Su antiguo pueblo respondió a sus intereses no
solo en esta ocasión, también cuando tiempo después la
Augusta volvió triunfante a Italia como madre del
legítimo emperador, tras la muerte de Honorio,
acompañada de tropas enviadas por el emperador de
Oriente, su sobrino Teodosio II, cuya hija estaba
prometida a Valentiniano. Estos ejércitos que contaban
con generales bárbaros como Ardabur, Aspar y el ya
conocido Candidiano, recuperaron a partir el 425 la
16
Según el autor, fue la incapacidad de Honorio para gobernar la que
determinó los hechos de los que después fue culpada Placidia como la
culpable de la llegada de los Vándalos a África.
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire
fidelidad de ciudades cruciales como Aquileya y Rávena
y consiguieron finalmente rendir la voluntad del general
Aecio, un hombre que había vivido en Roma y que la
había acompañado en los años de su aventura con
Ataúlfo. Para Aecio tampoco había sido difícil entonces
acomodarse a la vida en las carretas, pues era hijo de una
mujer itálica y de un antiguo general bárbaro de Estilicón,
había nacido en el campamento militar de Durostorum
(Tracia) y vivido durante un tiempo entre los hunos.17
Pese a sus servicios a Honorio y Constancio, la posible
amistad iniciada junto a Alarico entre la Augusta y Aecio
hizo que éste posteriormente se convirtiera en uno de sus
principales soportes junto con Bonifacio, hasta el punto
de en su tiempo ambos personajes fueron considerados
por Procopio (BV, I, 4), pese sus diferentes maneras de
tratar los asuntos de estado, como ‘los últimos romanos’
en los que reunían todas las virtudes. Finalmente, fue
gracias a la ayuda que recibió de sus aliados como pudo
conseguir Placidia que en el 424 Valentiniano, aún un
niño, fuese nombrado César en Tesalónica y poco
después, a la entrada en Roma, Augusto por el Senado.
Aunque en su tiempo, la influencia que ejercía la madre
sobre el hijo fue duramente criticada de manera que
Procopio llega a afirmar que había criado débil a
Valentiniano para poder gobernar personalmente, un dato
más de la fuerza de carácter de la viuda de Ataúlfo.
La regencia de Placidia estuvo profundamente marcada
por su pasado junto a los bárbaros. Está demostrado que
sus relaciones políticas con los godos fueron casi siempre
de colaboración y apoyo a pesar de los tiempos convulsos
en los que le tocó gobernar, significados sobre todo por
las disputas entres sus generales por controlar el poder
militar,18 las controversias religiosas19 y los avances cada
vez mayores de los vándalos en las provincias africanas
17
Sobre Aecio y la política del momento véase el excelente trabajo de
Zecchini (1983).
18
Placidia desterró a Castino, enemigo de Bonifacio quien tuvo el
poder absoluto en África y eligió como magister a uno de sus fieles,
Flavio Constancio Felix mientras Aecio se quedó en Galia. Ello desató
las enemistades entre los tres hombres que culminaron primero en la
lucha entre Félix y Aecio que terminó con el asesinato del primero en
Rávena en el 430 y después de Aecio y Bonifacio. Aecio contaba con
tropas de hunos pues había vivido con este pueblo y Bonifacio tuvo
siempre el apoyo de los godos. El triunfo de Aecio supuso también su
matrimonio con la viuda de Bonifacio, Pelagia, con la que tuvo a su
único hijo Gaudencio al que prometió, como antes hiciera Estilicón con
la segunda hija de Valentiniano. Bonifacio fue culpado de haber atraído
al norte de África a los vándalos para contener las revueltas de los
donatistas y circumcelliones, además de otros problemas. A partir de
este momento Aecio fue el mejor soporte de Placidia y consiguió
contener las aspiraciones de otros pueblos bárbaros como los francos el
Mosela, la piratería sajona o los alamanes de Retia. Al respecto remito
al trabajo general de Zecchini (1983).
19
Gala continuó en parte con la política iniciada por su padre de
persecución de paganos y herejes para dar estabilidad a su gobierno
(CTh XVI, 2, 4; 10, 25) y se opuso seriamente al donatismo africano y
al pelagianismo. Con ello se atraía al sector católico más agresivo que
en parte dominaba en las provincias. Pero en este tipo de actuaciones no
siempre estuvo guiada por sus creencias pues se había casado con
Ataúlfo siendo éste arriano, por ejemplo, si no más bien por o evitar las
reyertas religiosas que tanto daño hacían al Imperio. Son leyendas
posteriores las que le atribuyen un fervor religioso desmedido y la
relación con santones como Barbatiano. Las construcciones de iglesias
fue un fenómeno lógico de su tiempo fomentado por los obispos de las
ciudades con los bienes requisados a los templos paganos. Sobre esta
persecución Sanz-Serrano (2003).
64
dirigidos por Genserico (425-430). La inestabilidad
interna iniciada casi un siglo antes acabó beneficiando en
su tiempo las aspiraciones de los potentes generales
bárbaros y la completa disolución del imperio en las
provincias africanas e hispanas. Pero en la Galia siempre
su mejor apoyo fueron los asentamientos godos que
pusieron en sus manos hombres, armas y fidelidad a los
que procuró proteger en recuerdo del pasado vivido a su
lado. Pero durante el gobierno de Gala Placidia hubo
muchos momentos de aproximación no solo a los godos
sino también a otros pueblos con los que intentó, antes
que la guerra, aproximarse en la paz y en la búsqueda de
pactos formales que devolvieran la estabilidad a las
provincias, a veces por encima de sus propios intereses y
de la trayectoria anterior de su dinastía. Placidia buscó la
armonía que no supo encontrar anteriormente Honorio y
lo hizo a pesar de la pérdida de territorios y también de
prestigio pues muchas de sus decisiones le atrajeron los
odios de sus contemporáneos e incluso de su propio hijo.
Este pragmatismo está representado muy bien es en la
política matrimonial que fomentó. Primero su propio
matrimonio con Ataúlfo y su estrecha amistad y búsqueda
de apoyos en Aecio o Bonifacio, arriano y casado con una
goda. Después en su política de acercamiento mediante
tratados con los caudillos vándalos, muy contraria a la
actuación pacata, desordenada y fuera de la realidad de su
hermano Honorio que llevó al Imperio al desastre. De
manera que Placidia no dudó en entregar en matrimonio a
su nieta Eudocia, hija de Valentiniano III, al hijo del
vándalo Genserico, Eurico, asegurándose con ello una
alianza que preservaba la seguridad de su querida Roma,
al mismo tiempo que prometía a su otra nieta con el hijo
de Aecio, Gaudencio.20 Es de sobra conocido el fracaso
de ambas uniones que terminaron, después de la muerte
de la Augusta y del emperador Valentiniano, en el asedio
de Roma por los vándalos que se llevaron con ellos a las
mujeres de la familia imperial con las que, por otro lado,
su monarca estaba emparentado.
Pero sin duda la fuerte personalidad de Placidia y su poco
escrúpulo para establecer lazos familiares con los
bárbaros pueden manifestarse en el oscuro y escandaloso
papel que pudo tener en la llegada a las provincias de
Occidente del huno Atila, aunque ante la incertidumbre
de los datos se suele negar su participación. Los hechos
son lo sobradamente conocidos como para ser
presentados en este lugar con detenimiento, pero cuesta
imaginar que, teniendo en cuenta la dimensión del caso y
la complicidad de varios miembros de su entorno,
Placidia pudiera estar al margen del asunto. Si resumimos
los acontecimientos que vienen narrados en los
fragmentos de Prisco (Frag. 327, 9), que estuvo en la
corte de Atila, y en Jordanes (Rom., 182) que sigue al
anterior (Oost 1968, 282), encontramos su origen en la
rebeldía de la Augusta Iusta Gratia Honoria, hija de Gala
Placidia y de Constancio, frente a la imposición de su
hermano el emperador Valentiniano de abandonar a su
20
Unerico estaba anteriormente prometido a una goda y la envió a su
padre con las orejas y la nariz cortada (Jordanes, Get. 183-184;
Merobaudes, Paneg. 2)
 Rosa Sanz-Serrano – El papel de Gala Placidia en la creación de un reino Godo en Occidente
amante el procurador Eugenio para entrar en un
monasterio y después, al enterarse de su embarazo, de
casarse, tras el asesinato de su pareja, con el anciano
senador Flavius Bassus Hercolanus en Constantinopla. El
episodio venía a cerrar una etapa de distanciamiento
personal y político entre Valentiniano III y su madre y
hermana que se aceleró tras su matrimonio con la hija del
emperador de Oriente —con la que había tenido solo
descendencia femenina— y con su retiro al palacio de
Laureta.
Parece por lo tanto que debido a la ausencia de
descendencia masculina del emperador se volvían a
repetir en la corte las luchas por el control del poder que
tanto daño habían hecho anteriormente a Honorio. Salvo
que en este caso Gala Placidia era un elemento más en
estas intrigas en la que también tenía un importante papel
Aecio cuyo hijo Gaudencio era el prometido de una de las
hijas del emperador. De acuerdo con ello, comprobamos
una vez más que el magister gozaba de una posición muy
similar a la que anteriormente tuviera Estilicón y su hijo
Gaudencio a la de Euquerio en su pretensión al trono y
así parece demostrarlo un pasaje de Sidonio Apolinar
(Paneg. IV, 200-210 a Mayoriano) en el que la madre
goda del joven se lamenta ante su esposo de las
dificultades que su hijo puede tener en sus aspiraciones
dinásticas por culpa de Mayoriano. Me inclino, por lo
tanto a suponer que el amante de Honoria, Eugenio, pudo
tener, como se ha sospechado, ciertas inclinaciones en
este sentido21 y que Aecio influyó en su condena y la
decisión de alejar a Honoria de la corte de Rávena
enviándola a Constantinopla donde no podía seguir
maquinando en contra de su hermano. Pero si tenemos en
cuenta que hasta que fue desterrada a Constantinopla la
joven Honoria vivía con su madre quien, sabemos que
pidió clemencia para ella, resulta difícil aceptar que
Placidia ignorase la situación y mucho más difícil pensar
que iba a aceptar con paciencia que la descendencia de
Aecio se impusiera finalmente a la de su propia hija
Honoria. Menos aún tras el evidente distanciamiento
entre los personajes y de Placidia con su hijo que la había
apartado del gobierno del estado y había nombrado
Augusta a su propia esposa en un intento de
independizarse de su madre, situación difícil de digerir
para una mujer acostumbrada a decidir su destino desde
muy joven.
Es de nuevo Olimpiodoro quien nos informa del resultado
del conflicto con unos detalles que vuelven a recordar la
solución dada por Placidia a su desamparo juvenil, aún
más cuando todo parece demostrar que Honoria había
heredado el fuerte carácter de su madre como su hermano
la debilidad de los hombres de su dinastía.
Sin embargo, desconocemos el grado de influencia que
pudo tener Gala Placidia en la arriesgada decisión de su
21
Una buena parte de la bibliografía sobre Placidia acepta que el
asesinato de Eugenio tuvo que ver con intrigas palaciegas encaminadas
a consolidar su posición en la corte durante la vida de Valentiniano III y
poder con ello decidir sobre su sucesión a su muerte, entre ellos Aecio.
Al respecto Oost (1968), Sirago (1961) y, sobre todo, Bury (1919),
quien ha realizado un buen ensayo de la situación.
65
hija de llamar a Atila en su ayuda a través de un sirviente
que viajó desde Constantinopla con un anillo que el rey
huno interpretó como una señal de alianza, pero también
de promesa de matrimonio, que le daba derecho a parte
de la herencia de la casa teodosiana y por lo tanto sobre
las provincias del Imperio de Occidente, argumento que
Atila esgrimió cuando entró en territorio romano. Pero al
menos debemos admitir que la audacia de la joven se
asemejaba a la falta de escrúpulos de su madre al pactar
con los bárbaros. Aunque los hunos no le eran
desconocidos ya que Atila había extendido su reino al
otro lado del Danubio y era el jefe poderoso de un pueblo
que ofrecía a sus hombres como mercenarios ya desde los
tiempos de Estilicón, de manera que su propia madre
había tenido contactos con ellos de niña y en la juventud
en su casa de Roma. A ello pudo sumarse un cierto apoyo
por parte de la corte de Oriente muy interesada en alejar
el peligro huno de sus fronteras compensándole con
territorios en Occidente, ya que el enviado de la joven
salió de la corte de Constantinopla; sobre todo porque tras
la muerte de Teodosio II cuya hija estaba casada con
Valentiniano III, y quien según Prisco (327, 9) había
aconsejado entregar a Honoria a Atila para acabar con sus
demandas, se produjo un cambio de dinastía que llevó al
poder a Marciano que se negaba a seguir pagando tributos
a Atila y no veía con malos ojos el desvío de los intereses
de los hunos hacia Occidente.
No obstante, y teniendo en cuenta la falta de información
más concreta al respecto, considero indiferente si Honoria
y Atila tenían la misma opinión respecto a lo que el anillo
simbolizaba, pues lo importante fueron las consecuencias
de este hecho para el Imperio y para Placidia. Respecto al
primer punto, sin duda Honoria conocía la historia del
matrimonio de su madre con Ataúlfo y el relato de los
intentos de ambos por encontrar un lugar para su pueblo
en el extremo Occidente y llevar a cabo un reparto de
territorios con Honorio; por lo tanto, esta idea y la de la
posibilidad de pacto con un bárbaro ni le eran extrañas ni
imposibles. Respecto al segundo punto es a raíz
precisamente de este conflicto familiar cuando
desaparece para siempre la información sobre Gala
Placidia de la que Orosio asegura que murió en Roma,
por lo tanto fuera de la corte de su hijo, de nuevo en la
ciudad donde se crió, aunque siglos después se difundió
la noticia de que su cuerpo había sido trasladado a
Rávena.22
Por lo tanto podemos afirmar que si la Augusta Gala
Placidia hace su aparición en la historia en el contexto del
saqueo de Roma por Alarico en el año 410 y tras su boda
con un bárbaro, sale de ella en el contexto de la llegada
de Atila a Occidente tras el paso por Aquicum en el año
450, el saqueo entre otras ciudades de Colonia y la
hipotética promesa de matrimonio de su hija con el huno.
Podemos todavía ampliar más las semejanzas si tenemos
en cuenta que, en la guerra contra Atila, el general Aecio
22
Donde se supone su mausoleo con dos sarcófagos uno de ello
atribuido a Valentiniano. En el siglo IX un tal Agnellus todavía sostenía
que estaba enterrada en Roma en el Monasterio de San Nazario. Sobre
el debate de su muerte y enterramiento, Storoni Mazzolani (1987) y el
clásico de Deichmann (1982).
The Theodosian Age (AD 379-455): Power, Place, Belief and Learning at the End of the Western Empire

defendía los intereses de su hijo en relación con la en el desarrollo de los hechos contaron también las
herencia imperial como antes defendiera Estilicón los de voluntades de las mujeres de esta dinastía aunque las
Euquerio. La victoria de Aecio en el año 451 en los fuentes intenten ocultarlo y presentar, al menos en el caso
Campos Mauriacos —con la retirada de Atila hacia Italia de Gala Placidia, un estereotipo de mujer encorsetado en
primero y después a sus posesiones al otro lado del los ideales femeninos de su tiempo que poco o nada tenía
Danubio— y el final cruento del vencedor en septiembre que ver con la personalidad que los hechos históricos nos
del año 454 fortalecen mi teoría de la semejanza de la desvelan.
situación en época de Honorio y la de Valentiniano III.
Pues también Aecio, como antes Estilicón, fue castigado
por sus éxitos y por sus ansias de controlar el Imperio,
por el error de casar a su hijo con una descendiente del
emperador con la esperanza de que tomara su puesto en
contra de los intereses de otras facciones de la corte y
despertando la sospecha en Valentiniano (como antes el
temor de Honorio frente a Estilicón) que le asesinó con
sus propias manos, episodio que llevó al poeta Sidonio
Apollinar (Paneg. VII, 355-365) a denominar al monarca
asesino como ‘un semihombre demente’ que atrajo de
nuevo a los godos hacia Roma y que no tardó en ser
asesinado a su vez por los fieles de Aecio quien había
conseguido aunar en una sola empresa a diversos pueblos,
entre ellos los godos fieles a Placidia que no tardaron en
ampliar sus dominios tras la muerte de la Augusta y de su
magister a los que había servido muchas veces con
fidelidad.23

La historiografía coincide en relacionar estos hechos con

la agonía del Imperio de Occidente24 que, a mi entender,
estuvo en conexión con la falta de una continuidad
dinástica y los juegos de poder de los generales y los
cortesanos por situar en buen lugar a sus respectivos
favoritos. Frente a ellos, Gala Placidia jugó sus propias
cartas y no dudó desde el principio hasta el final en,
apoyada por sus clientelas y sirvientes en gran parte de
origen bárbaro que la rodearon desde su infancia hasta su
muerte, aprovecharse de la osadía de ciertos caudillos
bárbaros cuyas aspiraciones eran cada vez mayores.
Quiero resaltar también que fue Ataúlfo el primero que
intentó alcanzar sus ambiciones mediante el matrimonio
con una Augusta de la casa de Teodosio y que
probablemente Atila no hizo sino seguir su ejemplo. Pero

23
El emperador fue asesinado pocos meses después en Ad duos lauros
cerca de Roma, por los bárbaros Thraustila y Optila que vengaban a su
señor. Anteriormente Atila se había enfrentado contra un potente
ejército en el que tuvo un importante papel el godo Teodorico quien
murió en la batalla. Esta vez posiblemente estaba ya muerta Placidia y
se da la paradoja que Aecio luchó contra los hunos que siempre habían
sido sus aliados y los godos defendieron los intereses de Valentiniano
porque era el hijo de su antigua señora. Se supone que en realidad Atila
reivindicaba, como antes Alarico el magisterio de los ejércitos de la
Galia y de ahí su entrada por Aquicum (Budapest) el 27 de noviembre
de 450 y, como ante los godos, las presiones para conseguir sus fines
con el saqueo de importantes ciudades.
24
Caído el último romano pero también la augusta Gala Placidia los
años que siguieron fueron solo una prolongación de la agonía imperial.
El senador Petronio Máximo tuvo que sufrir ver como el vándalo
Genserico se llevaba a la emperatriz Eudoxia y a sus hijas a África
después de la muerte de Valentiniano III. Los emperadores siguientes
tuvieron que contar con el apoyo de las formaciones bárbaras, como
Avito con los godos, Mayoriano con los suevos o Libio Severo con los
godos, hasta que el niño Rómulo Augústulo, por cierto hijo del Orestes
que vivió con los hunos, fue expulsado por el bárbaro Odoacro, hijo de
una escita y de un huno que devolvió al emperador de Oriente los signos
del Imperio. Uno de los generales más conocidos como era Ricimer, por
ejemplo, era hijo de un suevo y de una goda hija de Valia. Sanz-Serrano
(2009, 45ss).

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