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Rilke, de nuevo
Eduardo Lizalde
Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que
algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del
cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano
izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida,
jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano
Para los que llegan a las fiestas
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
Roque Dalton
Espero curarme de ti
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es
bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han
pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa
hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor
están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes
cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes
manejar?», «se hizo de noche» ... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te
he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él
lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero
una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un
manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines
Idilio Salvaje
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
—y tres o cuatro ríos
Francisco de Quevedo
Donde sólo se habla del amor
Juan Bañuelos
Amor
Amar es aguardarte
como si fueras parte del ocaso,
ni antes ni después, para que estemos solos
entre los juegos y los cuentos
sobre la tierra seca.
Salvador Novo
Hombre preso que mira a su hijo
Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.
Llorá
pero no olvides.
Mario Benedetti
El tigre
Ni siquiera lo huelo,
para que no me mate.
Pero sé claramente
que hay un inmenso tigre encerrado
en todo esto.
Eduardo Lizalde
¡Adiós!
Alfonsina Storni
Si alguien llama a tu puerta
Gabriela Mistral
Por qué cantamos
Mario Benedetti
La otra casa de Asterión
I
Mi sino es la roca y el fuego
la masacre y la huida,
rey de serpientes,
corruptor de las fieras.
La historia de siempre
con los enemigos de siempre.
II
—¿Lo creerás, Princesa? —dijo Mario—. Bowser apenas se defendió.
Moisés Orozco
Fábricas del amor
Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía,
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.
Juan Gelman
De los de siempre
Usted,
compañero,
es de los de siempre.
De los que nunca
se rajaron,
¡carajo!
De los que nunca
incrustaron su cobardía
en la carne del pueblo.
De los que se aguantaron
Contra palo y cárcel,
Exilio y sombra.
Usted,
Compañero,
es de los de siempre.
Y yo lo quiero mucho,
por su actitud honrada,
milenaria,
por su resistencia
de mole sensitiva,
por su fe,
más grande
y más heroica,
que los gólgotas
juntos
de todas las religiones.
Pero, ¿sabe?
Los siglos
venideros
se pararán de puntillas
sobre los hombros
del planeta,
para intentar
tocar
su dignidad,
que ardera
de coraje,
todavía.
Usted,
compañero,
que no traicionó
a su clase,
ni con torturas,
ni con cárceles,
ni con puercos billetes,
usted,
astro de ternura,
tendrá edad de orgullo,
para las multitudes
delirantes
que saldrán
del fondo de la historia
a glorificarlos,
a usted,
al humano y modesto,
al sencillo proletario,
al de los de siempre,
al inquebrantable
acero del pueblo.