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Eli LA T U M B A DEL GENERAL HILARIO MOHTEHESRO:

S o p r etendo dejar caer sobre esta tamba ni ana necrologia ni una ora-
-eión fúnebre, lío pfcetendo colocar piadosamente un manojo de adelfas,de cla->
-veles de muerto,de flores desvaidas de sepelio. Es voz que grite alto,voz
preñada de rabia y de angustia,manojo de rosas escarlatas,incubadas con san­
a r e , como la rosa roja del apólogo de Wilde,lo que reclama recio la urna del
compañero anciano asesinado»
A l tivo y digno,en este siglo tan desprovisto de hombres dignos. L u c h a n ­
-do siempre por ideales inflexibles,pleno de nobleza y de rectitud,sacrifi-
-cando la vida y martillándo se el espíritu por ver amanecer en las tinieblas
de su patria crucificada» .
Es mas que asesinato y crimen lo que se ha c o m e t i d o 0 Es mucho mas: sa-
- c r i l e g i o , m o n s t r u o s i d a d . El puñal por la espalda derramando esa sangre que
guardaba gustoso para ofrendarla sobre n u s t r a tierra reseca que tanta sangre
para n e c e s ita para florecer»
En m uchos casos de asesinato cometeríamos un errc-r y una injusticia
cargando al criminal,entendiendo por criminal al que man e j a el arma,con el
peso total de nuestro desprecio y de nuestro horror.
E l criminal es casi siempre un ejemplar zoológico,forma hu m a n a con la
~be e ti a, y instrumento ciego de otro !fue piensa y premedita
Todos vemos proyectada en la sombra purpúrea de este crimen,una mano
lejana que lo ejecuta; una mano ya experta en la funeión monstru o s a de talar
vidas; u n a mano que arroja una culpa mas sobre el alma torcida de su dueño*
repleta h a sta los bordes de culpas y de crímenes*
Y no debemos llorar. El llanto mancharía nuestras pupilas,y las quere-
-mos p u r í s imas,y las necesitamos purísimas,para ver ampliamente la alborada
nue fcsm&xá qt*« ycnir, B1 compañero Montenegro apreciará éesdo su tamba nues-
-fcros ojos sebos,como la ofrehda mas recia de dolor para su alma templada y
altiva.
El sacrificio del anciano patriota debe tener para nosotra s u n sentido
mas amplio y trascedental. M u e s t r a mirada rebelde debe ensanchar el horizon-
-te al p a lpar el cadaver de este hombre noble y bueno,macabramente d e s f i g u ­
r a d o por la punta cobarde del puñal. El es un reflejo de lo que hemos deja­
-do allá lejos de lo que nos pertenece totalmente del terruño he c h o p i l t r a ­
-fas por veinte años de puñaladas cobardes.

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