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Capitalismo Internacional.

El estrés
económico como motor de la depresión
global y el suicidio
Por Noelle Sulivan

Como anticipo del Día Mundial de la Salud el 7 de abril, la Organización Mundial de


la Salud (OMS) publicó un informe que mostraba que las tasas de depresión se
incrementaron un 18 por ciento entre 2005 y 2015, estimándose actualmente que
afectan a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Aproximadamente […]

Como anticipo del Día Mundial de la Salud el 7 de abril, la Organización Mundial de


la Salud (OMS) publicó un informe que mostraba que las tasas de depresión se
incrementaron un 18 por ciento entre 2005 y 2015, estimándose actualmente que
afectan a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Aproximadamente
800.000 personas se suicidan cada año. Según la OMS, la pobreza y el desempleo son
las principales causas.
Sin duda, los servicios de salud mental están en unos niveles de apoyo críticos
globalmente. Aunque están habitualmente correlacionadas con la pobreza, las
enfermedades mentales pueden causar miseria a pesar del estatus socioeconómico de
cada uno.

Sin embargo, como miembro de la Facultad de Estudios Sanitarios Globales de la


Northwestern University, me parece sorprendente que la OMS destaque la pobreza y el
desempleo como principales causas de la depresión, pero sugiera ejercicio físico,
programas escolares de prevención, terapias y medicamentos para resolverlo. Si la pobreza
y el desempleo son las principales causas de la depresión, ¿no deberían nuestros remedios
abordar los factores económicos de la pobreza y el desempleo, en lugar de enfocarse
estrechamente en los programas escolares y el ejercicio? ¿Es la expansión de las
enfermedades mentales solamente un tema sanitario, o es también una repuesta previsible a
la expansión del estrés económico?
Esto alcanza a un tema fundamental sobre cómo está conceptuada la salud global a los más
altos niveles. Preferimos soluciones rápidas y “factibles” en lugar de abordar problemas
complejos. Innovamos en torno al dilema –más antidepresivos, más servicios de salud
mental, más ejercicio– pero fallamos en abordar los problemas estructurales subyacentes.
¿En qué momento abordaremos los factores que condicionan globalmente la expansión de
los problemas de salud?

Realmente sabemos bastante sobre por qué la pobreza se propaga, pero habitualmente se
culpa a la pobreza, al desempleo y a los inadecuados servicios sociales por la corrupción e
incompetencia del Gobierno. Sin embargo, aunque esta visión tiene algún mérito, es miope,
particularmente en los países de ingresos medianos y bajos. De hecho, las instituciones de
los países ricos tienen una significativa responsabilidad por las economías debilitadas de
todo el mundo y, por lo tanto, por el aumento de las crisis sanitarias mundiales.

Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido instrumental en expandir


nuestro sistema económico neoliberal global. El neoliberalismo aboga por “liberalizar” el
mercado de las costuras del Gobierno a través de recortes fiscales, desregulación,
privatización, gasto gubernamental reducido para servicios sociales y protecciones
reducidas para los trabajadores –los principios clave de los planes de los republicanos para
estimular el crecimiento económico en los Estados Unidos–. El crecimiento económico
resultante se supone que asegura que los beneficios “se filtran”, ofreciendo a todos una
prosperidad creciente y la libertad de adquirir cualquier servicio social que deseen.

Excepto décadas de datos sólidos que prueban que el neoliberalismo no es todo lo bueno
que decía ser, incluso por estándares económicos. El propio FMI –uno de los principales
proponentes de la ideología– afirma que el neoliberalismo ha sido “sobrevalorado”, porque
exacerba la desigualdad y el desempleo. El neoliberalismo ha incrementado la desigualdad
en los mismos Estados Unidos. Los EEUU tienen un índice de desigualdad peor que el de
China, con una brecha de riqueza económicamente desastrosa. Debido a décadas de
reformas forzadas vinculadas a los préstamos del FMI y el Banco Mundial –a las que se
refieren habitualmente como “condición”– la pobreza, la desigualdad y el desempleo se han
extendido incluso más intensamente en los países más pobres.

Si, como el FMI afirma, el actual sistema económico global incrementa la brecha de
riqueza global, y las tasas de desempleo y pobreza con ella, no es ninguna sorpresa que la
depresión haya crecido un 18 por ciento en todo el mundo. Después de todo, uno solo
puede ser tan fuerte cuando puede conseguir trabajo para alimentar a su familia.

La pobreza y la desigualdad, y la posterior depresión, quizás parezcan una preocupación


ajena, pero la expansión global de la desigualdad y la pobreza colocan potencialmente a
todos en riesgo a pesar de su localización o estatus socioeconómico.

Por ejemplo, el FMI ha estado imponiendo condiciones de austeridad sobre países que
atravesaron crisis económicas durante años como parte de la agenda de reformas
neoliberales que supuestamente estimularían el crecimiento económico a corto plazo. Al
imponer la austeridad, el FMI restringió el gasto gubernamental del oeste de África en
sistemas sanitarios. El resultado fue una masiva escasez de recursos humanos y debilitó los
sistemas sanitarios, permitiendo que el ébola causara estragos en África Occidental y
amenazara también a los países ricos. La epidemia demostró que la pobreza es el problema
de todos y no sólo por razones humanitarias.

Más allá de las crisis sanitarias, según el Banco Mundial (otro proponente principal del
neoliberalismo), el empleo y la inclusión económica combaten el extremismo violento.
Ningún grado de expansión militar ayudarían a “ganar la batalla contra el ISIS” (también
conocido como Daesh) como lo haría la estabilidad económica.

Quizás es el momento de conocer el papel de nuestro actual sistema económico global en


exacerbar los graves problemas que estamos tratando de abordar, desde el extremismo hasta
las crisis de salud mental. Por supuesto, no hay panaceas cuando hablamos de salud mental,
pero es el momento de empezar conociendo algunos de los temas estructurales que
alimentan la ansiedad y la depresión.

Quizás es el momento de innovaciones económicas, en lugar de las cansadas reclamaciones


sobre reducir el gasto gubernamental, recortes fiscales y desregulación.

Algo de esta innovación ya está sucediendo. Portugal ha hecho enormes avances


económicos sobre la base de una agenda anti-austeridad. Algunos países, e incluso Silicon
Valley, están experimentado con la renta universal, y han observado avances en
prosperidad y salud mental. Los resultados de estos experimentos quizá sugieran nuevas
ideas sobre formas de estimular el crecimiento económico, aunque evitando las crisis que
van junto a él.

Las amenazas globales, del extremismo a las enfermedades mentales, pasando por las
emergencias humanitarias, sólo pueden ser abordadas si nos tomamos seriamente los
sistemas económicos que las fomentan.

Noelle Sulivan es profesora ayudante de Estudios Sanitarios Globales y Antropología en la


Northwestern University y compañera de Public Voices en The Op-Ed Project.
Fuente: http://www.truth-out.org/opinion/item/40064-neoliberalism-is-killing-us-economic-
stress-as-a-driver-of-global-depression-and-suicide

Traducción: Adrián Sánchez Castillo

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