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El cerro de Guazapa era considerado por la guerrilla como un lugar de inigualable valor
estratégico, era al decir de los rebeldes: “una daga clavada en el corazón del enemigo”,
por lo que también el ejército salvadoreño decidió emplazar una fuerza permanente, en la
cumbre del cerro, para monitorear los movimientos de los insurgentes en la zona.
Esto en la práctica provocó continuos choques entre ambas fuerzas. El ejército se veía
cada vez más obligado a la utilización de los helicópteros para el abastecimiento de sus
fuerzas en el área. Paralelamente, el mando militar desarrollaba continuas operaciones de
desalojo de las guerrillas en las estribaciones y faldas del cerro desde 1980.
El avance de la unidad fue detectado por el enemigo, quien preparó una emboscada con el
objeto de aniquilar a las fuerzas gubernamentales. La Primera Sección Blindada se encontraba
al mando del Teniente Eliú Fuentes Velarde, y lo integraban dos vehículos Panhard AML-90,
armados con 20 granadas cada uno, y dos transportes de personal blindado UR-416.
El eje principal de avance se situó sobre la carretera que de Aguilares conduce al cantón las
Presitas, al oeste de la ciudad de Suchitoto. Su objetivo era una elevación en las cercanías de
esta última. La infantería seguía cursos paralelos a ambos lados de la vía: a la izquierda
unidades del DM-1 y a la derecha unidades de la Segunda Brigada y de la Policía Nacional. El
avance se inició a tempranas horas del domingo 28 de febrero de 1983, sobre una calle de tierra
en la que difícilmente podrían caber dos vehículos lado a lado, y desde un principio chocó con
fuego de hostigamiento enemigo.
Luego de cinco horas de marcha, como a las 10 de la mañana, la principal fuerza de choque
enemiga trabó combate cerrado con las vanguardias de las unidades de infantería, y pronto el
comandante de estas unidades pidió por radio apoyo aéreo. Un solitario helicóptero Lama
levantó vuelo y con el fuego de sus ametralladoras se sumó a la lucha. La coordinación del
mando en el frente era muy mala y las tropas aún no se acostumbraban a un nutrido fuego
enemigo. El teniente Fuentes Velarde escuchaba angustiado cómo el capitán Argumedo,
comandante de las unidades, pedía auxilio por la radio, sobre todo después de ser herido en el
talón del pie izquierdo.
Para el Teniente Fuentes, su preocupación más grande era que su unidad no estaba preparada
para abandonar el camino y enfrentar a las guerrillas en campo abierto. Se temía más que todo,
una emboscada, y lo escabroso del terreno no permitiría a los vehículos maniobrar con
facilidad. Estos continuaron su marcha hasta el objetivo que se les había designado. El fuego
era intenso y nutrido. Pronto las unidades gubernamentales se percataron que la infantería en
sus flancos eran insurgentes, y comenzaron a replegarse. El fuego rebelde cobró mayor
intensidad. Los guerrilleros ubicados en sus trincheras eran claramente visibles por las
tripulaciones de los AML a través de sus visores.
Una ráfaga impactó en una de las ruedas del AML que cerraba la columna en la retaguardia,
pero el vehículo logró continuar la marcha. Luego de romper las primeras líneas de resistencia
enemiga, los vehículos se dedicaron a evacuar a los numerosos heridos, entre ellos el teniente
“Calígula” y al menos una docena de soldados de infantería.
LA EMBOSCADA
Más tarde continuaron la marcha hasta caer en la emboscada guerrillera a la altura del caserío
Los Girones. Pronto el destello de una granada cohete RPG-2 impactó en la parte frontal
derecha de la torreta del AML No. 211, al mando del sargento Ortiz Ramírez, que encabezaba
la columna. El cohete atravesó la plancha blindada de 12mm de grosor de la torreta,
provocando un estallido en su interior, quedando la tripulación con graves heridas y
quemaduras en el rostro y el cuerpo, mientras el vehículo que había quedado varado junto a un
platanar comenzaba a incendiarse.
En ese momento, las 10:30 a. m., se escuchó en el auricular del teniente Fuentes la voz del
coronel Felipe Palacios, ordenando la retirada de las unidades de infantería. El teniente Fuentes
se comunicó con el comandante de la operación para solicitar “que no se retirasen, que el
objetivo ya estaba tomado y tenía un vehículo averiado”.
Al acercarse a los heridos, Cortés Rivera ordenó a su tripulación que bajaran solo el estribo de
la UR-416, y no la escotilla, para evitar en lo posible el fuego enemigo. Así logró rescatar a la
tripulación herida, y en una penosa y angustiante maniobra logró dar la vuelta en “U” y regresar
por el mismo camino, hasta donde se encontraban los otros dos vehículos.
Pero el cabo, impactado por la acción, no obedeció la orden. Ante tal situación el teniente
Fuentes salió por la escotilla derecha de su vehículo y se arrastró al vehículo incendiado. En la
acción recibió fuego nutrido de fusilería, fue herido en la pierna por el fuego de una carabina
mientras mentalmente rezaba el salmo 81. La bala penetró dos centímetros de la pierna. Aún
herido, el oficial logró disparar toda la munición del cañón de 90 mm y de la ametralladora
coaxial del vehículo averiado.
EL INTENTO FALLIDO
A pesar de los esfuerzos por rescatar el AML averiado, el intenso fuego enemigo hacía
imposible cualquier maniobra de auxilio. El motorista de la otra UR-416, que llegó en auxilio
del vehículo, cometió el error de accionar la doble transmisión en una cuesta, olvidando que al
hacer esto el vehículo quedaba momentáneamente en neutro, y comenzó a rodar hacia atrás,
hasta que se subió al bordo de la calle, giró y volcó, quedando sus cuatro ruedas hacia arriba.
Luego el Cabo Cortés Rivera recibió la orden del teniente Fuentes Velarde para que lo
auxiliara, pues en el intento de rescatar el vehículo averiado, la otra UR-416 había volcado.
Este trató de realizar la misma maniobra que había realizado con la tripulación del AML
averiado, pero recibió varios impactos de bala en la llanta de repuesto de su propia UR-416.
Sin embargo logró rescatar a la otra tripulación que sólo había sufrido golpes leves. En una
maniobra arriesgada, embistió a la UR dañada para quitarla del camino y lograr salir así de la
emboscada. Después de una difícil marcha lograron llegar a las 15:00 horas a la base de
operaciones ubicada en una escuela, en las cercanías del cantón de Aguacoyo, al sudoeste de
Suchitoto, donde se encontraba herido el comandante de las unidades de infantería.
En ése lugar pasó la noche ideando la manera de rescatar los vehículos averiados abandonados
en la emboscada rebelde.
Cerca de las 17:00 horas, las unidades guerrilleras rastrillaron el área alrededor de los dos
vehículos y procedieron a intentar cortar el cañón del AML utilizando sierras industriales y
caseras, pero con ello no lograron nada. Por último intentaron destruirlo disparándole otra
granada cohete de RPG-2 pero extrañamente no lograron penetrar el blindaje frontal del casco,
aunque sí el compartimiento del motor.
En total, la unidad de caballería había perdido 7 hombres de los 23 con que había comenzado
las acciones: 4 muertos y 3 heridos; junto a ellos se perdieron el equipo de radio Thompson
(Francés) del AML-90 y el PRC-77 de la UR-416, además de los dos vehículos completamente
destruidos.