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El campo de la conciencia

Un análisis fenomenológico
Alianza Universidad
. Aron Gurwitsch
~ 5 3 . ~

El campo
de la conciencia
Un análisis fenomenológico

Versión castellana
Jorge García-Gómez

Alianza
Editorial
Tltulo original:
The Field of Consciousness

@ Desclee de Brouwer, Parls


@ Ed. cast.: Revista de Occidente, S. A., Madrid, 1979
MilBn, 38; 200 00 45
ISBN: 84-206-2238-9 I

Depósito legal: M. 17.424-1979


Imprime: Hijos de E. Minuesa. S. L.
Ronda de Toledo, 24 - Madrid-S
A la memoria de ALFRED SCHif TZ
docto y noble amigo
INDICE

Prefacio ........................................................ 11

Introducción .................................................... 14

Primera Parte. Los problemas generales de la organización de la con-


ciencia ....................................................... 25
Capítulo 1. Elproblema de lor difcrcncias dimeruianales entre los enlaces de
lasjases de la experiencia ....................................... 27
Capítulo 2 . E/ origen de L organi~ación............................ 37
Capítulo 3 . El agrupamientoy la organi~aciónde los dator senribles ....... 73

Segunda Parte. Principios de la teoría de la forma ................... 105


Capítulo 1 . Principiar de la teoría de Ljorma ........................ 107

Tercera Parte. Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitu-


tiva .......................................................... 183
Capftulo 1. Conreptosfundamcntalesde fafenomenalogia conrn'tutiua....... 185

Cuarta Parte. La teoría fenomenológica de la percepción ............. 233


Capítulo 1. W procero de la pcrceprión ............................. 237
Capítulo 2. U analiris del náema pcrccptivo ......................... 266
Capitulo 3 . aMliris mitico de la percepción ....................... 327
Quinta Parte. El campo temático ................................... 359
Capitulo 1 . E/ campo ten~itico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361

Sexta Parte . Problemas ontológicos ............................... 439


Capítulo 1 . Problemas onfoló~iios................................. 441

Epílogo ........................................................ 480


PREFACIO

Al escribir este libro, me propuse llevar a cabo una obra


de fenomenología y no un estudio en torno a tal disciplina. Mi
propósito fue, por consiguiente, presentar ciertos problemas feno-
menológicos y no hacer un informe o dar una visión panorámica
de la fenomenología. Para ello he adoptado el punto de vista
del fenomenólogo inmerso en su quehacer y no el del observador
que desde fuera examina un cierto método. A pesar de que parezca
buena idea la de exponer en detalle algunos conceptos y teorías
de Husserl que afectan a la fenomenologia en su totalidad, he
decidido limitarme solamente a aquellas nociones que se refieran
directamente a los problemas de que trato en este estudio.
Di por terminada esta obra en 19531, o sea, antes de que
vieran la luz varios de los volúmenes de la colección intitulada

1 Este libro apareció por vez primera en versión francesa bajo el título
de Thúorie dw rhump de Iu ronscienre (París: DaclCe de Brouwer. 1957). Dado
el hecho de que el libro fue escrito originalmente en inglés, hemos decidido
hacer esta versión a partir de la edición inglesa que publicara Duqucsne Univcrsity
Press (Pittsburgh: 1964). N. dd Tr.
12 Prefacio

Husserliana -en especial el sexto2 y el noveno3, que tienen mucho


que ver con la problemática d e este libro. Tampoco tuve la oportu-
nidad de utilizar la más reciente exposición d e la teoría d e la
forma (Gestalt) que W. Metzger llevara a cabo en su libro P ~ ~ l h o l o -
gie4, ya que esta obra no llegó a mis manos hasta después d e
terminar mi estudio. No creo, sin embargo, que las tesis que
defiendo aquí necesiten ser modificadas o revisadas esencialmente
a la luz de las obras mencionadas o a la d e las d e algunos fenomenó-
logos y autores que han escrito sobre fenomenología a .partir
de 1953. Al contrario, me parece que han encontrado debida
confirmación. A mi juicio, los resultados que pudieran esperarse
de tal labor de ampliación no justificarían el tiempo y el esfuerzo
necesarios. Por consiguiente, y a fin d e no demorar más la publica-
ción de este estudio y d e no interrumpir otras investigaciones
que comenzaron después de su terminación, he decidido dar el
libro a la luz sin efectuar cambio alguno.
Quisiera expresar mi agradecimiento a las instituciones que
me prestaron su apoyo en una d e las épocas más difíciles d e
mi vida. Durante mi estancia en Francia, la ayuda del Comité
pour les savants étrangers (cuyo fundador y presidente fuera Sylvain
Lév y), del Comité de'accueil et d'organisation de travail pour les ~avants
étrangers résidents en Frunce (cuyo presidente era Paul Langevin)
y de la Cairse nationale de la recbercbe scienfifique hizo posible que
continuara mis investigaciones. Parte d e ellas han sido incorporadas
a este libro. Ya en los Estados Unidos d e América, pude contar
con la generosidad de los fondos Penrose d e la American Philosopbical
Society y con la del American Council.for Emigrés in the Professiom
(a cuya directora, la Señora Else Staudinger, quiero también expre-
sar mi gratitud).
Quisiera asimismo dar las gracias a mi amigo y colega, el
Doctor Dorion Cairns, por su generosa ayuda en la difícil tarea
de traducir al inglés ciertos pasajes de Husserl que 'no forman
parte d e las Cartesianiscbe Meditationen, cuya excelente traducción
publicara él en 1960. ,

2 Dic Krisis der Europiischrn Wissenschafin und die tranz~endentalcPbanomeno/ogie


(La Haya: Martinus Nijhoff, 1954).
3 .Phano&enologische Pybologie (La Haya: Martinus Nijhoff, 1962).
4 La primera edición tuvo lugar .en 1940 y la segunda en 1954.
Prefacio 13

Hay que reconocer también la deuda que se debe al Doctm


Edward W. Hogan de la Universidad de Duquesne por la cuidadosa
revisión a que sometiera el manuscrito inglés de esta obras.

Aron Gurwitsch

. Nueva York, 15 de noviembre de 1962


Graduate Faculty for Political
and Social Science
The New School for Social Research

5 La National Scitnce Foundation de los E.E.U.U.A. ha hecho posible la


publicación de la edición inglesa de este libro mediante la subvención que
otorgara a la casa editorial de la Universidad de Duquesne.
INTRODUCCION

La experiencia siempre nos entrega objetos, cosas, acontecimien-


tos. Y todo ello nos es dado en contexto y conexión y jamás
en forma de hechos aislados o desperdigados. Si dirigimos la
mirada a cualquier cosa material (digamos, por ejemplo, un libro),
lo percibimos en un cierto entorno: vemos la mesa en que se
encuentra el libro; vernos también otros libros, papeles, lápices,
unas pipas y -a través de la ventana- un sector del paisaje
al que da la casa. Toda cosa material se abre a la percepción,
pues, entre otras cosas que constituyen el trasfondo d e su aparecer. ,
Lo mismo puede decirse, mutatis mutandis, con respecto al pensar.
Cuando nos encontramos enfrascados en algún problema teórico,
éste no tiene por qué darse solo a la conciencia, pues puede
presentarse él mismo con referencia a un contexto de cierto valor
teórico y surgir de éste. D e una manera implícita, indistinta, oscura
y como entre penumbras, vivimos las referencias a las soluciones
posibles del problema. O quizá sólo se nos presenten las direcciones
a seguir para resolverlo, los supuestos y teoremas que pudieran
servirnos de ayuda en esa empresa y las conclusiones que se deduz-
can de una solución hipotéticamente considerada y que parecen
concordar con ciertos hechos o con teoremas previamente estable-
cidos o que, por el contrario, los niegan. Y mientras lidiamos
Introduccion 15

con el problema de tal modo, tenemos además una vaga conciencia


de nuestra circunstancia y de nosotros mismos. Es así como percibi-
mos la habitación en que nos hallamos sentados y las cosas que
se encuentran en ella. Cuando vamos por las calles absortos en
una cuestión determinada, vemos las casas y la gente que pasa,
oímos los ruidos y tenemos frío o calor y, mientras caminamos,
. sabemos que lo hacemos y podemos entrever la continuación del
paseo o nuestra llegada a la meta deseada. A pesar d e lo ocupada
que pueda estar nuestra atención, jamás habremos d e perder de
vista, por consiguiente, ni a nuestra circunstancia ni a nosotros
mismos en tanto que situados en esa circunstancia.
Con todo, basta un examen supeíficial del ejemplo aducido
para darse cuenta de una dificultad. Todos los datos a que nos
hemos referido y que pueden sernos asequibles con diversos grados
de vaguedad son recibidos simultáneamente o pueden serlo. Los
datos que se refieran a una condición dada del cuerpo y a nuestra
circunstancia real no se relacionan, sin embargo, con el problema
teórico del mismo modo en que lo hacen el contexto del cual
surge el problema, las posibles soluciones al mismo y las consecuen-
cias que se deriven de éstas y que experimentamos d e manera
implícita.
Podemos ilustrar también ,esta dificultad mediante un ejemplo
tomado de la percepción. Si nos interesa un cierto edificio y
queremos verlo de varios lados y desde diversos puntos de vista,
le damos la vuelta, nos acercamos al mismo y nos alejamos de
él. E n el curso de tal exploración perceptiva, se nos presenta
una multitud de apariencias que se suceden inmediata o casi inme-
diatamente. A pesar d e las diferencias que existen entre las varias
apariencias, ¡as experimentamos como diversos aspectos percepti-
vos de la misma cosa, a sabet: del edificio que nos ocupa. A
la par que confrontamos los varios aspectos perceptivos de las
cosas situadas en derredor del edificio, sabemos tambidn de nuestra
situación corporal en ese momento, o sea, del hecho d e que vamos
dándole la vuelta al edificio. Los múltiples aspectos perceptivos
de este último muestran una manera d e relacionarse entre sí distinta
d e la que se observa entre un aspecto y su entorno o entre un
aspecto y la correspondiente situación corporal de que tenemos
noticia. Con todo, experimentamos simultáneamente todos los da-
tos. mencionados.
16 Introducción

A fin de formular nuestro problema, definamos el campo de


la conciencia como la totalidad de los datos compresent&>~ntende-
' mos el término ((compresencia~en un sentido amplio, ya que
es nuestro propósito abarcar no sólo los datos que se experimentan
en cuanto simultáneos sino también los que se experimentan sirnul-
tiqeamente, mas no en cuanto simultáneos. Tomemos como ejemplo
el caso de una nota musical que ya ha cesado d e sonar, pero
que todavía retenemos como lo que acaba d e sonar. Esta nota,
tal y cual la experimentamos ahora, pertenece al campo total d e
la conciencia en que vivimos en este momento. M~tatismdandis,
hay que decir lo mismo de la nota que aún continúa sonando,
ya que esperamos que continúe o que acabe de sonar.: Si queremos
elaborar una teoría de!a conciencia en cuanto campo, será necesario
que examinemos las articulaciones que caractericen la estructura
del campo total de la conciencia y que hagamos resaltar los esque-
mas y las formas según los cuales se organizan entre sí los datos
compresentes.
La elaboración de una teoría de esta especie es equivalente
a la tentativa de llevar a cabo el análisis del fenómeno del contexto
en general así como la determinación d e las diversas clases d e
contexto que existan. Los contextos pertenecen a varias especies,
~ A r t u dde la diversidad que existe entre los principios q u e
rigen-la .organización de cada uno d e ellos, Por contexto entende-
mos aquí el que se experimenta, es decir, el que se presenta
como tal a la mente de quien lo experimenta: D e esto se sigue
que nuestro análisis sea de naturaleza descriptiva y que siempre
hagamos lo posible por justificar un contexto a partir de nuestra
experiencia del mismo.
Es evidente que la conciencia es esenciabente un fenómeno
temporal..'Las vivencias se organizan según los principios d e la
simultadeidad y la sucesión. Con todo, la organización temporal
y la estructura de la conciencia pueden interpretarse d e varias
maneras. Según el concepto que Hume tiene de la conciencia ,l
y que es característico del empirismo inglés, el campo total d e f j
la conciencia parece ser una suma o un agregado d e elementos , I
independientes .e inconexos, a pesar d e las relaciones
que existan entre ellos. Bergson y James, por el contrario, han
descrito la estructura temporal y la organización d e la conciencia
como si fueran equivalentes a las de un todo d e estados mentales
. -
. íntimamente compenetrados y conexos./ Queremos iksistir. sin em-
bargo, en el hecho de *e --.-t a ~ h í e a u ade iiume como las
de Bergson y James suponen que sólo hay un principio organizador
/. \ d e l a totalidad del campo de la conciencia, aunque tal principio -
S& especificado de modo distinto en las varias teorías
+i fs.-i n a a es la temporalidad una condición necesaria de la
conciencia Todo acto-.-de la conciencia tiene lupar en un momento
_ _ _ _ -
determinaido y guarda relaciones t e m p r a k s - ~ ~ i n ~ a s . . c o o- n~ d a s

o-t
las otras vivencias de una misma persona. --- Y lo que es más aún,
de la conciencia tiene una cierta duración y queda
por lo tanto sujeto a las leyes de la temporalidad[~o hablamos

L aquí del tiempo y de la temporalidad entendidos de manera objetiva


sino de m ?g~do &Q; nos referimos pues al tiempo que
el sujw_uiue on todci, la conciencia en general y los actos
de la misma no quedan por completo determinados cuando se
los examina simplemente a la luz d e la temporalidad fenoménic;:',
Cada acto de la conciencia cumple una función presentativa,
la cual pertenece a su.~.enciata-ntog m o la w r a l i d a d fenoméni-
ca. El objeto se le presenta al sujeto a través d e una de sus
vivencias o, lo que. es igual, aparece ante la mente del sujeto.
El sujeto, pues, es consciente del objeto mediante tal acto. Adopta-
mos aquí un sentido totalmente universal de objeto, a fin de
que se aplique por igual a las cosas materiales (ya sean percibidas,
recordadas o imaginadas) y a las relaciones matemáticas, a las
composiciones musicales y a las conclusiones de una teoría.
te, vamos a tomar el objeto en un sentido rigurosa-.
.&-"me m ~ z . . ..- m
es en realida sino, al contr-io,&il y como aparge al suieto
qu; lo experimenta mediante un acto determiñ~do.d-ela-uzociencia,
tal y como se le da al sujeto. E n virtud de su dual naturaleh,
nb es posit>ie dar cuenta adecuada de la conciencia a partir de
un sol; principio, a saber: el de la temporalidad. par; ello es
necesario que se permita desempeñar una función tanto a lo que
se experimenta como al acto de experimentarlo (siendo este último
un hecho psicdópico que se es~ecifica-.t-ente). Además
de la organización temporal de la conciencia, es pues necesario
examinar los problemas que se fundan en la orvanizacióa y en
formas organizadoras de - . lo que. .se... experimenta
- tal ,,y cgr19
se experimenta, -
18 Introducción

. Estableceremos y fundamentaremos la tesis d e que todo campo


de la conciencia tomado por entero está formado por tres regiones
tales que cada una de ellas presenta una especie de organización
propia. La primera región o tema consiste en lo que ocupa la
mente del sujeto o, como a menudo se dice, lo que se encuentra
en «el centro de su atención». La segunda región o campo temático
se define por la totalidad de los datos compresentes, o sea, por
la totalidad de aquéllos que están presentes con el tema y que
el sujeto experimenta como pertinentes al mismo y como si formaran
el trasfondo u horizonte del cual surge el tema en cuanto centro.
. La tercera región o margen incluye los datos que, aunque compresen-
tes, no son pertinentes al tema. Elobjetivo principal d e nuestras
investigaciones habrá de consistir, Pues, en poner de manifiesto
la estructura de cada región, en identificar los principios organiza-
dores que rigen las diversas regiones y en llevar a cabo un análisis
multiforme de la eficacia y del modo de operar de tales principios.
La filosofía y la psicología contemporáneas tienen mucho que
agradecer a Edmund- Husserl---- . . por haber puesto d e manifiesto la
naturaleza dual de la conciencia, tal y como la hemos expuesto
aquí. Al hablar de la"Tunc?Fñ presentativa d e los actos de la
conciencia, y al llegar inclusive a definirlos mediante ella, insiste
Husserl en que 'el análisis de la conciencia debe llevarse a cabo
descriptivamkte. Estabieció Husserl la distinción entre el objeto
\
tal y como es realmente y el objeto tal v como aparece mediante i
u i o o un grupo de actos de la-cpnciencia. Cuando se h
P
de un análisis descriptivo de la conciencia desde el punto de
vista de su función presentativa, se da a entender que é l objeto
tal y como aparece ha de tomarse literalmente, o sea, precisamente
tal y como se presenta. Es decir, hay que evitar imponerle
objeto cualquier conocimiento o información cuya procedencia
sea.ajena al acto o al grupo de actos mediante los cuales experimen-
tamos el objeto.
Empero, al fundar por vez primera la investigación puramente
descriptiva de la conciencia, Husserl se propone lograr una elucida-
ción definitiva de lo que el objeto es en
t la ieflexión
. . fenomenológica, ;@.objeto::tal y como
resulta ser tambikn
-.-c.- . -
el objeto tal - y como a p a r e c e . _ ~ g u ~ s _ t z p
~~,~..~iisr~9'afrr-ogr&~amentq~'en~:el .decurso.. d e :.los-procesos
. de; l.<,,concienda -sdigamos, por ejemplo, d e lo?. .Q=&T~), d e
.. .
Introducción
I
modo que el sistema de actos y de grupos de actos que resultan
se encuentra en un estado de constante desarrollo. Si nos es posible
decir que el objeto tal y como aparece corresponde a actos particula-
res y a grupos o conjuntos finitos de tales actos, entonces podemos
afirmar que el objeto tal y como es en realidad corresponde al
sistema de actos y de conjuntos de actos que paso a paso se
. hace cada vez más complejo. Los actos particulares y los conjuntos
finitos de dichos actos adquieren ciertas funciones y desempeñan
ciertos papeles, en virtud del hecho de que llegan a incorporarse
al sistema. Desde este punto de vista, podemos pues decir que
la fen_omenología es un estudio sistemático y una teoría de la
subjetividad, cuyo último fin consiste en lograr la clarificación
o elucidación de objetos de toda especie. Esto habrá de llevarse
a cabo mediante el análisis describtivo de los asvectos q~eJgs
objetos presenten a través de los actos de la conciencia a los
que se den.
El marco filosófico general que regula los análisis que aparecen
en esta obra viene determinado por la fenomenología, cuyos princi-
pios fundamentales sentara Husserl sobre todo en las Ideen ?u
einer reinen Phanomenologie und phanomenologischen Philosophfe y en las
Meditaciones cartesianas. Como veremos más adelante, las teorías
y los problemas psicológicos nos ocuparán gran parte del tiempo.
Las primeras partes del libro sobre todo están concebidas de modo
tal que lo psicológico prima sobre lo fenomenológico. Sin embargo,
esto no cambia el hecho de que el fin y el objetivo últimos
de nuestros análisis sean la elaboración de una teoría fenomenológi- -
ca del campo de la conciencia. - Fieles a los principios de la fenome-
nología de ~ u s s e r l ,trataremos pues de dar _yaso> 4 e modo
experimental- & les fenóme-S de contexto y conexión. - - -. -- Cuando
en la etapa preliminar de la investigación nos ocupemos de materias
de índole primordialmente psicológica, será con el propósito de

proponer la teoría fenomenológica de la concienci e


obtener de la psicología -y en especial de la teoría de la forma-
ciertos conceptos y principios a partir de los cua a posible

Puesto que en esta introducción sólo nos referimos en líneas


generales al marco teórico de nuestros análisis e investigaciones,
vamos a limitarnos ahora a lo dicho ya con anterioridad acerca
del sentido general de la fenomenología. Debido a que hemos
dividido estas investigaciones en dos grupos - s e g ú n se considere
20 Introducción

a la conciencia psicoldgica o fenomenológicamente-, hemos creído


oportuno posponer la explicación d e esta diferencia entre los dos
puntos de vista hasta el momento en que pasemos del uno al otro.
Durante Los últimos años, tanto A. Schütz como yo hemos
notado el parentesco y la afinidad que existen entre ias teorías
enomenológicas y ciertos conceptos que W. James propuso, espe-

JIialmente durante su primera etapa, ia cual culminara en Tht Princi-


les of Ps_ticho/ogy.Conceptos tales como «la corriente del pensamien-
to», «el presente especioso)) y «los órdenes diversos de la realidad»,
las distinciones entre «objeto» y «asunto» de pensamiento y entre
las partes «sustantivas» y las ((transitivas))de la corriente del pensa-
miento y los análisis de la experiencia del tiempo y del asentido
de la realidad)) -todo esto que encontramos en James se presta
fácilmente a que lo empleemos como punto de partida apropiado
en nuestro camino hacia la fenomenología-. Con todo, hay que
hacer notar que cuando interpretamos las ideas de James a la
luz de la fenomenología, nos movemos no sólo en una dirección
distinta a la que el mismo J a m s siguiera a partir de The Princ;Pfes
of Pychology sino también en un sentido casi opuesto a ella.
Sin embargo, el gran libro de James y algunos de sus escritos
posteriores contienen ciertos temas y posibilidades de indole fdosó-
fka que pueden ser elaborados fenomenológicamente, aunque el
propio desarrollo del pensamiento .de James haya seguido otro
rwnbo distinto. Nos parece legítimo, por tanto, retomar esos
temas y posibilidades a fin de elaborarlos fenomenológicamente.
La única condición a la cual tenemos que someter semejante inter-
pretación es la de jamás perder de vista lo que separa las tendencias
filosóficas de James, sobre todo en sus últimas etapas, de las
de ia fenomenología. Al comprender de este modo la afmidad
que existe entre James y Husserl, habremos de escoger de entre
las teorias de James las que se presten de punto de partida para
nuestro análisis. Así nos será posible proceder con mayor facilidad,
ya que a James le importaban mucho los problemas acerca de
la organización o las cuestiones que pueden formularse sin mayor
dificultad en función de la organización. Algunas de las teorías
de lames nos serán de gran utilidad cuando intentemos formular
los problemas propios de nuestro análisis, y algunos de dichos
problemas surgirán precisamente de la discusión de las teorias
pertinentes de James.
Introduccion 21

Los problemas de la organización juegan un papel eminente


y central en la teoría de la forma. Hasta tal punto es esto así
que la teoría de laaa_fo~~.podxia..ser. pre~g~ta&..m~..~n~.
de& o-rgan-ización.En ciertas etapas d e nuestra investigación toma-
remos prestada más de una cosa de dicha teoría. Si fuéramos
capaces de elaborar sobre la conciencia una teoría d e campo de
.índolefenomenológica y que parta d e conceptos tomados d e la teoría
de la forma, quedaría demostrado que dichos conceptos se prestan
a ser incorporados a una teoria fenomenológica de la conciencia
así como a ser interpretados fenomenológicamente.
Ahora bien, esta tentativa de incorporar e interpretar los princi-
pios de la teoría de la forma parte del supuesto de que existe
una convergencia entre la orientación general d e la fenomenología
y la de la teoría de la forma. A fin de poner d e manifiesto dicha
convergencia, es necesario someter los conceptos fundamentales
de la teoría de la forma a un examen y análisis filosóf~os.Tratare-
mos de demostrar que el abandono de «la hipótesis de la constancia»
y las consecuencias que se siguen d e esto contienen en principio
ciertos temas fenomenológicos. Pero, para poder llevar a cabo
- . . tareas
estas dos .. .. . (a saber: la de eoner d e manifiesto las tendencias
,

feno_mgno!,ogicas que e n c i ~ r ala teoria d e la'krma y la d e interpre-


tar,,f~.menológicamen.te~los~ c o n c e p k y principios fundamentales..
de la misma), 'es necesario hacer una sistemática de
la susodicha' teoría. Al preparar la visión de conjunto de ésta
nos importará primordialmente que podamos identificar los concep-
tos y principios teóricos fundamentales que en la Gesfalf Psychology
de ~ h l e yr en los Principies of Gestalt Pyhology d e Koffka :
k
sólo se encuentran expresados dentro de los límites de las discusio-
nes particulares en torno al material experimental y de experiencia,
cuya interpretación sirve de evidencia a la teoría d e la forma.
El lector puede consultar las obras de estos dos autores y los
artículos de algunos de sus colaboradores, a fin de examinar en
detalle el material experimental y d e experiencia en cuestión; noso-
tros nos.limitaremos a citar algunos ejemplos. Para nuestros fines
es estrictamente necesario que formulemos tales principios y con-
ceptos teóricos de una manera más general, abstracta y formal.
Es por esa razón que no nos limitaremos a la terminología estableci-
da al acuñar nuevos términos (como, por ejemplo, los de coherencia
estructural e importancia funcional). Nos parece sobremanera opor-
tuno que adoptemos un marco histórico-teorético en nuestra pre-
sentación de la teoría de la forma. Al discutir y examinar ciertas
teorias psicológicas recientes o d e la actualidad, en que -ya sea
explícita o implícitamente- surjan los problemas d e la organiza-
ción, tendremos ocasión de demostrar la fuerza lógica y concluyente
de las tesis de la teoría de la forma. Y esto se verá aún con
mayor claridad al probarse cómo éstas obvian ciertas dificultades
que son insuperables en otras teorías.
La estructura del libro es la siguiente:
E n la Primera Parte nos encargaremos de examinar en general
los problemas de la organización mediante el análisis d e las diferen-
cias--típicas ,o -si se quiere- dimensionales que existen entre
las diversas formas de organización. Ciertas teorías de James nos
serán de gran utilidad cuando tratemos d e formular esta cuestión.
A fin de establecer que -.la organización - e n cuanto tesis de la
teoría de la forma- es v n r ~ r á c t e rprimordial d e la experiencia,
habremos de estudiar otras teorías de Jarnes y ciertos conceptos
de la psicología funcionalista d e J. Piaget. A partir d e esta discusión,
veremos que la organización es algo intrínseco e inmanente a
la e x p e r i e n c s e d i a t a , es deci;; que ni es el resatado d e un
princip?~ni de u n a F t e n c i a ni de una actividad de naturaleza
especial. El análisis de ciertas teorías que versan sobre los fenóme-
nos -tales como la de «las cualidades estructurales» d e von Ehren-
fels y la de losfigwale Momente de Husserl- servirá de introducción
a nuestra presentación de la teoría de la forma.
La Segunda Parte consistirá precisamente en la presentación
de la teoría de la forma, en la cual haremos hincapié, sobre todo,
en los conceptos descriptivos.
Al comienzo de la Tercera Parte, abandonaremos el punto d e
vista psicológico que caracterizaba a las partes anteriores y adopta-
remos el punto de vista fenomenológico. Una vez que hayamos
explicado la diferencia entre ambos puntos d e vista en torno a
la conciencia, pasaremos a definir los conceptos fenomenológicos
fundamentales de que haremos uso en la continuación. Expondre-
mos aquí la interpretación fenomenológica del concepto d e ((objeto
de pensamiento)) de Jarnes y del abandono de «la hipótesis de la
constancia)) en la teoría de la forma.
Dedicaremos la C m t a Parte a la teoría fenomenológica d e
la percepción, de las cosas materiales y del mundo perceptivo
Introducción 23

en general. Llevaremos a cabo un análisis de la percepción desde


L

dos puntos de vista -el dinámico y el estático-; es decir, que


consideraremos el proceso de la percepción tanto en su totalidad
como en función de las fases del mismo. Debido a la dual naturaleza
de la conciencia, nuestro estudio versará lo mism$sobre el acto
perceptivq que $obre lo que aparece a la conciencia perceptiva
mediante un acto dadoi ( y exactamente tal y como aquello se
presente a la conciencia). Tenemos aqui el nóema perceptivo de
que hablara Husserl. Conceptos tales como los de coherencia estruc-
tural e importancia funcional alcanzan la plenitud de su significado
precisamente en la teoría fenomenológica d e la percepción y al
mismo tiempo sirven de medios para la presentación d e la misma.
Mediante el uso de estos conceptos nos será posible dar cuenta,
por un lado, de la unidad y la coherencia del proceso perceptivo
y, por otro, de la estructura interna del nóema perceptivo. El
análisis de la estructura del nóema perceptivo nos servirá de base
para la formulación de una teoria d e la implicación perceptiva.
Elaboraremos esta teoría a partir del análisis de ciertas nociones
de J. Ward, G. F. Stout y Husserl. Trataremos también de demos-
r-.-
trar que hay una armonía ese añraciói
perceptiva d e Merleau-Ponty y la nuestra propia.
' l a ~ ~ , n parte
r a versarh temático
y la relición de éste con el tema. Habrá que distinguir aqui la
simple compresencia de datos que d e hecho se experimentan simul-
tánea o sucesivamente de la compresencia de datos que sean mate-
rialmente pertinentes al tema y que, por tanto, se relacionen 'entre
si y formen un contexto con referencia al tema. El análisis fenome-
ncJ~gico&..'a cz~xtug&bad .apartlr..d& _orp~~iewiadLconte-o
atañe por igual a las características generales del fenómeno mismo
que a algunas de sus especies. A fin de dar razón del fenómeno
del contexto, presentaremos una teoria sobre la pertinencia, ya
que se puede demostrar que la uu-hdao-d--contexto es una unidad
de ~ e r t i n ~ c iya que el tema es.----el..-centro &-referencia d e la
.. .-...--
,

pertinenck La teoria del campo d e la conciencia alcanza su plenitud


precisamente ahora, puesto que ya nos es posible poner d e manifies-
to las tres regiones que lo integran, Demostraremos que la unidad
entre margen, tema y campo temático- se debe
---.-.- - s ó l o 2-._-
exclusivamente
__.___._
a la ~ c o n t i _ i d & j i - t e . ~ g a lde la corriente de - .-
. .."la conciencia. La
unidad de que hablamos en esta sección es la de los actos de
24 Introducción

la experiencia y no la de aquello que se presenta a través d e


ellos.
La Sexta Parte versará sobre la extensión y la generalización
del concepto de contexto. Consideraremos allí el fenómeno d e
los órdenes de la existencia o, como lo ha denominado Schütz,
la cuestión de «las provincias finitas de significado». Analizaremos
algunos de estos órdenes y hablaremos del concepto de existencia.
Nuestra tesis es la siguiente: la existencia es posible solamente
en un sistema u orden que deriva su unidad de ciertos principios
de pertinencia. Por consiguiente, hay que decir que las tesis y
los problemas ontológicos acerca de los existentes de un orden
determinado tienen un sentido diverso de los que se refieren a
los órdenes en sí mismos. No pretendemos que la teoría que
proponemos aquí sea completa o definitiva. E n lugar de presentar
sistemáticamente una teoría de la existencia, hemos optado por
indicar simplemente en qué dirección nos parece que haya que
continuar la presente investigación.
Proponemos en esta obra una teoría-del campo de la con~mncia
que consiste esencialmente en ser una teoríaf¿md d e h g a a i z a -
Yón. Nos interesa poner de manifiesto las estructuras organizadoras
que - d e s d e un punto de vista formal- sean constantes, o sea,
independientes de todo contenido. Por esto es posible afirmar
que tales estructuras son parte integrante d e todo campo d e la
conciencia, sean cuales fueren sus contenidos.
Como resultado de nuestra investigación podemos señalar que,
sea cual fuere el tema que ocupe nuestra mente en un momento
determinado, siempre nos aparecen tres--órdenes
- - -d e la existencia,
aun cuando sólo sea de modo marginal. Estos órdenes son los
siguientes: la corriente de la conciencia (o, más exactamente, un
cierto segmento de la misma), nuestra existencia encarnada y un
sector del mundo perceptivo. Fue nuestro propósito inicial incluir
en este libro un estudio de los tres órdenes d e la existencia
a que nos hemos referido y de nuestra .. continua
L. .. .
conciencia
. . - . - . de
.&s. ya que es menester aceptar que esta conciencia permanente
es uno de los factores formales constantes d e la conciencia. Pero,
a fin de no hacer el libro más prolijo de lo que ya es, hemos
decidido reservar la investigación de tales fenómenos para futuras
obras, ya que -al parecer- el análisis pertinente será extenso
y detallado.
Primera parte
LOS PROBLEMAS GENERALES
D E LA ORGANIZACIÓN
D E LA CONCIENCIA
Capítulo 1
EL PROBLEMA D E LAS DIFERENCIAS
DIMENSIONALES
ENTRE LOS ENLACES
D E LAS FASES D E LA EXPERIENCIA

1. Las diferencias dimensionales y de serie

William James ocupa un lugar destacado entre los filósofos


,\ ,; y psicólogos que a finales del siglo xrx comenzaron a poner en
1' tela de juicio las teorías de la escuela del empirismo inglés clásico.
La opinión reinante en esa escuela en torno a la naturaleza de
la conciencia era la que Hume había propuesto al comparar la
mente con una «especie de teatro donde varias percepciones hacen
su entrada sucesivamente y donde éstas pasan, vuelven a pasar,
desaparecen y se mezclan entre si en infinita variedad de estados
y situaciones~l.Del mismo modo hablaba de un «haz o colección
de percepciones diversas, que se suceden unas a otras con una
rapidez inconcebible y que se encuentran en perpetuo devenir
y movirniento»2. Hume entendía por percepción algo independien-
te, autónomo y sin vínculo genuino con ninguna otra. Así decía:
«...toda percepción distinta que forme parte de la mente existe
por separado, es diferente de otras percepciones y puede ser distin-

1 David Hume, A Treatise of Human Naturc, ed. Selby-Bigge (Oxford,1896),


pp. 252 SS.
2 Ibid.
28 La organización de la conciencia

guida y separada de cualquier otra, ya sea simultánea o posteriorn3.


Desde este punto de vista, pues, la conciencia aparece como un
agregado o sucesión de elementos que son intrínsecamente incone-
xos.
compuso el artículo intitulado «On Some Omissions

I
of G s p e c t i v e Psychology»4 a manera d e ataque en contra d e
esta concepción de la conciencia. Según James, hav en la conciencia
' L a k o más que las percepciones de qLe hablara Hume (y que James
denominara ((partes sustantivas»). Además d e las «impresiones» '
y de las imágenes de las impresiones (que Hume llamar; «ideas»),
nos encontramos con - las relaciones entre las partes sustantivas,
con los enlaces de las mismas, con las transiciones de una parte
sustantiva a otra y con «partes transitivasn d e diversa especie.
Hay que aceptar las partes transitivas como constitutivos genuin-
y verdaderos de la experiencia, cuya realidad psicológica o feno&-
nica no es menor que la de las partes sustantivass. D e las partes
transitivas deriva la conciencia su parecido a una -corriente, y
es en virtud de las mismas que la vivimos como algo esencialmente
continuo
---- - y en devenir ininterrumpido6. A través d e todas las
etapadi obra, Ji&s ha defendido la tesis d e la continuidad
de -la experiencia y de su semejanza a una corriente, pero ha
expresado esa posicjón de modos diversos y la ha explorado en
varias direcciones.
Si todo estado o fase mental d e la experiencia se presenta
como ligado a los que lo rodean, es decir, en conexión con los
a Ibíd., p. 259. Cfr. también la p. 636: ((Toda percepción distinta es una
existencia independiente ... la mente jamás percibe que haya relación real alguna
entre las existencias independientes)).
4 Mind, IX (1884). Parte de este artículo pasó a formar parte más adelante
del capltulo sobre «The Srream of Thoughtn d e The Principlcs o/ Pycbo/ogy.
5 Cfr. William James, ?'he PNnciplcs of PIyrhology (New York, 1905). 1, p. 245:
«Si hay tal cosa como un sentir, con la misma seguridad que decimos que existen
relaciones entre los abetos en rerum nafura habrá que decir (y orín con mayor c e r f e ~ a )
que existen /as rensuciones mediante lar cuales conocemos tales relacionen>.
6 Cfr. nuestro artículo intitulado ((William James' Theory of the 'Transitive
Pans' of the S n c l m of Consciousness», PbilosopLy and Pbetymeno/ogicuf Rucarcb,
111 (1943), 7. En ese trabajo hemos puesto de manifiesto la doble función
que las partes transitivas desempeñan en la teoría d e James:ien primer lugar,
son experiencias de la continuidad temporal de la corriente de la conciencia;
1, en segundo lugar, representan toda especie. de.pensamiggto queproceda sin
- .,
imágenes.
Los enlaces de 123 fases de la experiencia 29

- - -- -
estad&-sirnultáncos,~ecedentes --y- sucesivos,
- habrá que preguntarse
si tal vínculo o enlace es siempre-misma - naturdek,
---- De
ahi-xs'-&laces & ~ e n ena& de hechowy de
rado de intjmidgd 7. Estas diferencias son similares
y consisten en ser v-ciones del grado de
de la ~ m g t i y i d a dPor consiguiente,
especies d e enlace en orden ascenden-
te en ~ n jerie a ~nidimension'apTodo posible enlace encuentra sitio
en una sola línea, sin que tenga mayor importancia que esta línea
o serie unidimenskmal sea c o n t i m o n o 3
Recíprocamente, podríamos insistir en la unicidad d e todo esta-
d o mental -en la cual tanto énfasis pusiera Jarnes- y mantener,
por consiguiente, que el modo en quehtado se lipa a los
que lo rodean presenta también el carácter de unicidad. Existirían,
de acuerdo con esto, tantos enlaces como estados mentales combina-
dos haya, siendo estos últimos individualmente diversos entre sí.
Pero aquí no nos importan las diferencias individuales que
puedan existir entre los enlaces y ni siquiera las diferencias d e
intensidad o de grado. Lo que nos interesa es la c ~ ~ t i óden la
posible existencia de diferencias dimensionalej. ¿Se diferencian entre
sí las conexiones entre los estados mentales simplemente por las
variaciones de matiz y de grado d e una misma cualidad? (0
nos encontramos también con diferencias cualitativas? Partierído
del hecho de la unicidad e individualidad d e los estados mentales,
cabe preguntar si los diversos enlaces que experimentamos, n o
obstante sus naturalezas individuales, n o pertenecen a diferentes --
es;pec&. Por esto podemos concebir la posibilidad d e que p e r t e z -
- can a dimensiones, diferentes. Si d e hecho fuera esto así, habría '
que tomar en cuenta no so10 las d'iferencias d e grado sino también
las dimensionales.

2. La cuesti6n de las diferencias dimensionales y la filosofia


del empirismo radical
A fin de formular más concretamente nuestro problema, pase-
mos a examinar la filosofía del «empirismo radical» d e William
James. Según esta doctrina, una unjdad de ((experiencia pura),

7 William James, Ersays in Radical Empiricism (New York, 1912), pp. 44 ss.
30 La organización de la conciencia

no es de naturaleza ni física ni psicológica8 sino más bien un


elemento neutral carente de toda caracteristica determinada. . .- La
especificación de la misma proviene del conjunto de elementos
con que seasocie y con 10s.-que pase a formar sistema. La misma
unidad de experiencia pura piede especificarse psicológicamente
en un contexto y físicamente en otro. Es posible que llegue a
pertenecer a los más diversos órdenes del ser según los contextos
determinados en que se dé9.
Mach propuso una concepción parecida antes de que James
formulara la filosofía del ((empirismo radical»lO. Según Machi hay
que negar que la distinción entre lo físico y lo psicológico sea
de-carácter último o de principio., Se dan en la experiencia elementos
simples, tales como los color& los sonidos, los datos térmicos,
los tamaños, las duraciones, el placer o el dolor, las voliciones,
las imágenes o la memoria. Entre estos elementos hay relaciones
varias de dependencia funcional. Según el sentido en que se proceda
en las investigaciones de éstas, encontraremos un mismo elemento
ya como hecho fisico, ya como psicológico. ...
-La diferencia' entre lo físico y lo psicológico no se funda,
pues, en. la naturaleza de los elementos materiales en cuestión,
.
sino que depende por entero del punto de vista que se adopte
para estudiarlos,.lHace pocos años, Bergerll mantuvo que no hay
dato que pueda ser considerado exclusivamente como físico o
como psicológico. Un cierto dato asume el sentido de hecho físico
si lo referimos al sistema de movimientos en el espacio, pero,
si lo consideramos desde la perspectiva de la vida personal, adquiere
el sentido d e hecho psicológico. La mente y el cuerpo no son,
por consiguiente, sustancias o realidades, sino más bien objetos
ideales o sistemas de conceptos y significados a los cuales tod.0
acontecimiento puede integrarse. De este modo, nos dice Berger,
-no~. hay razón de creer que estos' sistemas sean los únicos posibles.
!Según Mach y Berger, pues, la posibilidad de integrar un

8 Cfr. William James. «Does Consciousness Existh, Essays in Radical Empiri-


cism.
e Cfr. Ralph 3.Perry, Prueaf Pbilo~opbicalTmdcnccs (New York, 1912), apén-
dice 3.
10 Ernst Mach, Dic Anabse der Empfndvngen (Jena, 1922). 1.
11 G. Berger. Recberchcs s w Ics ronditionr de la connaissance (Parls, 1941), pp.
124 SS.
Los enlaca de las fases de la experiencia 31

elemento o un dato a uno u otro sistema no descansa en las


características fenoménicas que muestre el elemento en cuestión
al darse en la experiencia inmedia-JES un factor ajeno al elemento
mismo lo que permite llevar a cabo la integración, y ese factor
no es otro que el punto de vista desde el cual se le contemple
, o -el interés del observador que lo examina en cierto sentido.
, D e aquí se sigue que uno hace que el elemento se enlace con otros
y que se le haga entrar en un sistema determinado y no que se
dé en la experiencia inmediata en cuanto coherente y sistemático.
E n este sentido es que se aparta la concepción d e James de las
de Mach y Berger. Y es precisamente la diferencia entre ambas
posiciones lo que es de interés para nosotros. James propone
el principio del aempirismo radical)), según el cual nada debe
admitirse que no se dé directamente en la experiencia, y -recíproca-
$ mente- nada debe ser excluido que se dé directamente en la
,experiencial2. James hace hincapié en el hecho de que, entre los
constitutivos del tejido de la experiencia, hay que contar con
toda clase de enlaces y conexiones que, según él, son tan reales
como los términos de los mismos. Es pues ésta la proposición
que establece la diferencia entre la teoría d e James y la de Mach.
Por consiguiente, hay que afirmar que tanto los términos como
'
las relaciones son «constitutivos del devenir sensiblenl3. Puesto
que una unidad d e ((experiencia pura)? jamás se da aisladamente,
n o es posible afirmar, si hablamos con rigor, que las unidades
se den en su neutralidad originaria. S&_mpre que la unidad de
experiencia pura -cualquiera que ésta sea- se nos dé, aparecerá
en la experiencia inmediata (y sin la intervención de ninguna
potencia coordinadora) como integrante de un contexto, d e un
sistema o de un orden del ser, o en reiación, agrupación o conjun-
ción con otras unidades. Nos parece que la tesis d e James en
torno a la neutralidad d e las unidades d e experiencia pura debe
ser interpretada de modo que se entienda que las unidades son
consideradas, en cierto sentido, como indiferentes al conjunto de
las que aparezcan con ella. La identidad d e las unidades no depende
12 Willim James, Ersays in Radical Empiricism, p. 42.
13 Cfr. James, Tbe Principlcs of Pybology, 1. p. 245; bsays in Rddical Empiri-
rism, pp. 42 SS.,51, 62, 95; A Pluralirtic Univcrse, pp. 279 SS. Pcrry ha hecho
" hincapié en la importancia que esta tesis tiene en la filosofla del empirismo
radical (op. cit., pp. 365 SS.).
l
32 La organizaci6n d c l a conciencia

de los diversos sistemas a que puedan pasar a formar parte. La


neutralidad de las unidades de experiencia pura consiste en la
invariabifidad de las mismas con respecto a los cambios de contexto
y de especificación. E n esta etapa de su desarrollo doctrinal, James
pone de relieve el hecho de que uya unidad de experiencia pura
se mantiene idéntica en los diversos sistemas en que funciona.
Entre tales sistemas figuran el mundo físico y los varios contextos
de experiencia personal que pertenecen a las diferentes concien-
cias 14.
Hay que hacer notar que la teoría d e la identidad d e las unidades
de experiencia pura en contextos diferentes contradice la tesis
anterior d e James, según la cual los estados mentales no se mezclan
o funden espontáneamente entre sí -o, lo que es lo mismo, que
los estados mentales elementales o «inferiores» no se combinan
entre si a fin d e que se produzcan los estados mentales «superiores».
Era esto precisamente lo que había sostenido James en su teoría
de la ((sustancia espiritual» (tbe Mi&-Stuff Tbeoty)ls. TambKn con-
tradice la tesis16 que afirma que toda parte sustantiva no sólo
se encuentra rodeada y acompañada por las partes transitivas conco-
mitantes sino que también es modificada por ellasl7. El problema
de la identidad de las unidades en diversos contextos surge para
James precisamente de estas contradiccionesl*. Durante años estu-
vo enfrascado en la lidia con el problemalg, hasta que al fin
1 4 Cfr. James, «A World of Pure Expcrience», $6; uThe Thing and Its
Relationsr, $3; uHow T w o Minds Can Know One Thingr, Essays in Radical
Empiricism .
15 James, Tbc Principlcs of Prybology, 1, pp. 158 SS. y 172 SS.
16 Esta tesis tiene que ver con el hecho d e que James repudiara la teoria
de la sustancia espiritual.
17 James ilustra este tipo de modificación cuando explica «la conmoción
de la diferencia» y la de «La semejanzan, que discutiremos más adelante (Cfr.
Tha Principies of PJychology, 1, pp. 497 SS. y 528 SS.). E n cuanto a la relación
entre la teoria de las partes transitivas y el abandono por parte de James
de la teoria de la sustancia espiritual, véase nuestro artículo intitulado uwilliam
Jamcs' Theory of The 'Transitive Parts' of the Stream of Consciousnessn, tjá,
loc. cit.
18 Cfr. R. B. Perry, Tbc Thonghr and Cbaractcr of W i l l a m Jumcs (Boston,
1935). 11, pp. 393 SS. y 588 SS; V. Lowe, uWilliam James' Pluralistic Metaphysics
of Experiencen, In Commmtoration of WiIliam James (New York, 1942), pp.
168 SS.
19 Cfr. la selecci6n de las notas d e James d e 1905 a 1908 en Perry, op.
cit., 11, apéndice 10.
Los enlaces de las fases de la experiencia 33

no le quedó más remedio que abandonar «la lógica d e la identidad»


y adoptar una filosofía intuicionista20.
A partir de la filosofía del empirismo radical, se plantea el
problema en torno al fundamento d e la diferencia entre los diversos
contextos, sistemas y órdenes del ser y se establece la naturaleza
específica de cada uno de ellos. Es evidente que el principio
M e t e r m i n a la distinción no puede derivarse de la naturaleza
de los términos, ya que éstos son idénticos en cualquier sistema.
Tal principio debe basarse por entero en las conexiones o enlaces
que existan entre los términos21. Todo orden del ser se funda
en el tipo de conexión que prima en él, d e modo que a tal
tipo de conexión se debe la naturaleza específica del orden de
que se trate. Los órdenes del ser se diferencian entre si según
las diferencias típicas que se experimenten entre las conexiones.
D e este modo, nos vemos de nuevo ante el problema de determinar
si tales diferencias son puramente graduales y de serie (tal y como
son las que existen entre las variedades de una misma cua4idad
fundamental) o cualitativas y dimensionales. Dado que los diversos
órdenes del ser son heterogéneos hasta el punto d e formar las
varias dimensiones de la existencia, nos parece que la misma conclu-
sión se sigue en lo que se refiere a las correspondientes conexiones
que se experimenten.
Si hemos hablado sobre la filosofía del empitismo radical,
no ha sido con el propósito de discutir el valor filosófico que
pueda tener, sino más bien para ilustrar el problema que nos
atañe. El asunto principal de nuestra investigación es el d e los
enlaces entre los estados mentales. La vida consciente se caracteriza
por ser continua, y la continuidad entre los estados mentales que
pertenecen a la misma conciencia es -según James22- algo que
experimentamos sin mediación alguna. La continuidad se da de
modo tan directo e inmediato como la discontinuidad y la ruptura
que experimentamos cuando intentamos pasar de un estado de
nuestra conciencia al d e otra persona. Al experimentar la continui-
dad, nos encontramos ante «los prototipos de las ideas d e continui-
dad e identidad)); sabe uno así «lo que estas palabras significan
20 J ames, A Pl#ralisfir
21 Cfr. las notas de Jarnes
publicara Perry, op. cit., 11, p p . c
" Jarnes, fisuys in RudicaI
La organización de 'la conciencia
34
. P.
t.,. ". > . . ;< .
1
: ,.
en concreto)) y «todo lo que puedan' querer decir),. Por consiguiente,
las partes transitivas (o sea, los hechos mediante los cuales se
experimenta y constituye la continuidad) son experiencias de los
enlaces más íntimos. A partir de esto, podemos formular el proble-
ma del modo siguiente: ?son las conexiones entre los diversos
estados mentales siempre de la misma naturaleza (aunque permitan
variaciones en el grado de la vinculación que haya entre ellos),
con tal de que se trate solamente de los estados de la misma
conciencia e independi-temente de toda otra determinación?

3. La descripción del campo de la conciencia según Jarnes


A fin d e considerar esta cuestión desde otro punto de vista,
examinemos ahora lo que James llama ((10s estados concretos de
la concíencia)) o también «los campos de la conciencias23. Todo
campo $e esta especie es en sí complejo y contiene componentes
de la más varia índole, como, por ejemplo, «las sensaciones de
nuestro cuerpo y las de los objetos en nuestro entorno, los recuer-
dos de experiencias pasadas y los pensamientos acerca de cosas
distantes, los sentimientos d e satisfacción y de disgusto, los deseos
y las repugnancias y otros estados emotivos, junto con las determi-
naciones de la voluntad, en toda clase de permutaciones y combina-
ciones~24.
En esta masa de datos heterogéneos existe sólo una especie
de articulación: uno de los componentes aparece en el centro,
: mientras que los demás se encuentran al margen. Según sea la
' naturaleza del componente central, el campo en cuestión se llama,
respectivamente, estado sensible, volitivo, d e pensamiento abstrac-
to,'etc., No hay dificultad en cuanto a este uso, con tal de que
se tenga presente que aquí la parte ocupa el lugar del todo. Cualquiera
que sea la especie del componente central y su capacidad de causar
una impresión, siempre aparecerá éste rodeado por un reborde
o margen.. A medida que pasa el tiempo, ocurren modificaciones
de la más varia especie y grado, lo mismo en el centro que
en el margen. Entre tales modificaciones, p m e s hace hincapié
en las que por lo común se llaman ((variaciones de la atención)):

23 Jarnes. Talk to Tearhcrs (New York, 1899), pp. 17 SS.


24 Ibíd.
Los enlaces de Ins fases de la experiencia 35

un componente que se encontraba en el centro pasa a ocupar


un lugar en el margen, pero sin desaparecer d e la conciencia;
inversamente, un dato que hasta un momento determinado aparece
al margen pasa a ocupar el centro.
Desde este punto de vista, podemos plantear el problema en
torno a la posibilidad de que haya otro modo de articulación
. del campo (además del ya indicado, o sea, el d e la distinción
entre centro y margen). ?No habrá alguna estrwctwra caracfetljtica
de¿ margen? Digamos, por ejemplo, que nos interesa averiguar
cuáles sean los medios que nos permitan la consecución d e un
cierto fin y que estemos tan enfrascados en la difícil tarea d e
hallar los medios adecuados que sólo poseamos una conciencia
marginal del fin. ?Podrá decirse en este caso que la conciencia
del fin sea marginal en el mismo sentido en que lo son las percepcio-
nes concomitantes d e las cosas en nuestro entorno? ¿No tendrá
importancia alguna para la experiencia de un dato en cuanto margi-
nal el hecho de que ia conciencia del fin sea pertinente a lo
que ahora ocupa el centro, mientras que no lo es la percepción
de las cosas en nuestro derredor? E n la quinta parte d e este
libro trataremos de demostrar que, en efecto, la presencia o la
ausencia de la relación de pertinencia a lo que en un momento
dado ocupa el centro se constituye en principio diferenciador y,
por lo tanto, de organización en el seno d e lo que James denomina
margen o reborde. D e este modo, pues, se divide el margen
en dos esferas. D e que esto sea así, se sigue que las variaciones
de la atención adquieren diferente naturaleza y sentido en virtud
de la esfera marginal a la cual pertenezcan los datos sujetos a
la variación. Por tanto, las variaciones d e la atención nos conducen
a alteraciones y modificaciones d e diversa especie25.
Más adelante, James -influido por Bergson- adoptó la teoría
de la compenetración de los estados mentales26. A partir de enton-
ces, James describe la conciencia como algo en cierto sentido
caótico. De nuevo se plantea la cuestión de saber si la compenetra-

25 En nuestro trabajo intitulado «Phanomenologie der ,Thematik und des


reinen Ich», PrycbologiJchr Forschung, XII (1929), c.3, hemos analizado y diferencia-
d o varios fenómenos que con anterioridad habían sido agrupados indistintamente
bajo la rúbrica de «variaciones de la atención)).
26 James, A PIwaIisfir Univerrc, pp. 282 SS.; en cuanto a la influencia d c
Bergson, véanse las pp. 214 SS.
36 La organización de la conciencia

ción entre los estados presenta alguna estructura. E n todo estado


mental, afirma Jarnes27, hay «un poco de pasado, un poco d e
futuro, un poco de conciencia de nuestro cuerpo, de mi persona
y de Ia del otro, de esas cosas sublimes de que intentamos hablar,
de la geografía y de la dirección de la historia, de la verdad
y del error, de lo bueno y de lo malo y de quién sabe cuántas
otras cosas más)). Y cada una d e ellas tira de nosotros en una
dirección determinada, de modo que, cuando seguimos la suge-
rencia que nos hace, «aquello en lo que se transforma pudiera
decir de sí mismo retrospectivamente que aquélla 'era la fuente
original de mi ser7». Esta cita de James nos da la oportunidad
de plantear un problema análogo al que propusimos antes: al
considerar el paso de una proposición dada a sus consecuencias
(las cuales ya habían aparecido con anterioridad a la conciencia
de un modo más o menos indistinto), '¿podría acaso decir que
dicho paso sea de la misma especie que el que nos lleva a prestar
atención a alguna sensación corporal que también ya nos era presen-
te como en penumbra cuando nos ocupábamos de la susodicha
'. , proposición? Las transiciones que consisten en actualizar lo que
con anterioridad venía ya dado de forma potencial y marginal
, sólo son posibles para una conciencia enterada del tiempo. El
problema consiste, empero, en saber si las transiciones dotadas
de una naturaleza propia pueden ser explicadas adecuadamente
sólo en función de la temporalidad fenoménica. ¿Es acaso la tempo-
ralidad fenoménica, que sin lugar a dudas es la condición necesaria
de tales transiciones, también la condición suficiente de las mismas?
Aparte de esta cuestión d e índole general, nos queda aún por
examinar un problema que ya hemos mencionado, a saber: el
de si las transiciones - d e las cuales las anteriores sirven de ejem-
plo- tienen esencialmente la misma naturaleza.

27 Ibíd., pp. 286 SS.


Capitulo 2
EL ORIGEN DE LA ORGANIZACION

1. La dieociaci6n de «las totalidades sensibles»


de Jarnes

Con anterioridad nos hemos referido a la distincióq entre centro


y margen. D e acuerdo con Jarnes, aun cuando «el campo de
la conciencia)) se encuentre organizado, no debe considerarse tal
cosa como una característica primaria, auténtica y originaria de
la experiencia. Y esto se debe a que la organización le vendría

1
dada y superpuesta a la conciencia. James se mantuvo fiel a esta
tesis durante toda su carrera.
Durante la primera fase de su evolución, que culminara en
los Principle~of Psycbology, confrontó James la teoría atomística
d e la conciencia del empirismo inglés clásico. Según éste, los
estados mentales pueden ser simples o complejos, aunque la mayoría
d e los que vivimos sean de la segunda clase, ya que están compues-
tos de elementos. Los estados simples o elementales pueden entrar
en combinación, d e modo que, cuando se dan simultáneamente
o en conjunto, surge un estado mental «superior» o más complejo.
N o quiere esto decir, sin embargo, que la ocurrencia simultánea
d e varios elementos dé lugar a que se produzca un$'8%%
mental que sea e~ncialrnent~e ,diy=rso de los elern&& que lo
.f
01.1 .*V C((..,,
r@-
38 La organizpción de la coaciencia ,

componenl. Por el contrario, la tesis de esta escilela es que el


estado mental «superior» consiste en la mera suma de sus elementos.
Con rigor, no puede decirse que los estados «inferiores» o elementa-
les produzcan el superior, sino solamente que son los componentes
de los mismos. El estado superior no es, por consiguiente, algo
nuevo y s ~generis;
i es, sencillamente, la suma d e sus componentes.
E n última instancia, no consiste más que en la ocurrencia simultánea
de los elementos.
E n contra de esta tesis, propuesta por vez primera por Locke,
escribió James el capítulo en torno a la teoría de la sustancia
espiritual (tbe Mind-Stujf Theoty) . Intenta probar mediante la misma
que la e~plicaciónd e los estados mentales superiores en función
de la combinación espontánea de estados inferiores es ininteligible.
Tal explicación implica, entre otros errores, «la falacia del psicólo-
go», o sea, la confusión d e lo que es un acto de la conciencia
con ((aquello de lo que se es consciente)). Entraña, además, la
tentativa subrepticia de hacer parte del estado mental en cuestión
el conocimiento que posee el psicólogo en cuanto tal -por ejemplo,
el que versa sobre las condiciones orgánicas del estadoamental
y en torno a las consecuencias que pueden seguirse al variarlas2.
Es indudable que un estado mental puede surgir cuando varios
estímulos actúen simultáneamente. Esto no permite concluir, sin
embargo, que el estado en cuestión se componga de los elementos
que se producirían como resultado de la acción de cada estímulo
por separados. Por otra parte, los estados mentales pueden mante-
ner una relación cognoscitiva -y de hecho así es- con un grupo
de objetos o con un objeto complejo. Pero esto tampoco nos
permite concebir el estado mental como si estuviera formado por
varias «ideas», de modo tal que dada una d e éstas correspondiera
a algún objeto parcial. Examinemos, por ejemplo, el siguiente
pensamiento: «la baraja está sobre la mesa»4. La baraja tiene tantas
partes como naipes haya; la mesa también está compuesta d e
partes (v.g. las cuatro patas). Sería absurdo, sin embargo, concebir
el estado mental correspondiente como si fuera un conjunto d e
ideas, d e modo tal que hubiera una para cada naipe y para cada
1 Cfr. James, Ths PrincipIc~of P<ycholo~,1, pp. 161 SS.
2 Ib/d., pp. 196 SS.
3 Ibíd., p. 162, nota y p. 521, nota.
4 Ibíd., p. 278 s.
El origen de la organización 39

parte de la mesa. Si se aceptara la noción rechazada aquí por


James, habría que admitir no sólo la existencia de ideas para
las partes notables del objeto conocido sino también para todas
aquéllas que saltarían a la vista al examinar el objeto más detailada-
mente. Todo esto equivaldría al supuesto de que las cosas van
ya representadas en la conciencia antes de que nos hayan aparecido
y de que hayamos notado su existencia. Cualquiera que sea la
complejidad de las condiciones orgánicas y la del objeto conocido,
no puede decirse que el estado mental se caracterice por estar
dividido internamente. El estado no contiene partes o elementos,
ya sean éstos estados mentales inferiores, ideas parciales u otras

4 cosas. T& yjywcia es un todo-indivis~ -y- unitario, «una única


pulsación de la conciencia, un solo sentimiento, psicosis o estado
mentalns. De este modo, la oposición a la noción atomística de
la conciencia que caracterizara a la escuela del ernpirismo inglés
clásico llevó a Jarnes al extremo de afirmar que los estados mentales
eran «simples», ya que carecían de toda organización y articulación
internas.
Por consiguiente, en cuanto a lo que se refiere a la percepción
sensorial, los hechos que hay que utilizar como punto de partida
no son, enseña James, «las sensaciones simples» que serían indepen-
dientes y separables entre si, sino más bien «las totalidades sensi-
bles)), «los objetos que se concretan y que se hallan en una especie
')de imprecisa continuidad con el resto del mundo»6. Todas las
impresiones simultáneas, aun cuando provengan de diversos senti-
$dos, «se funden y forman un solo objeto indiviso,). La «fusión»
no representa en este contexto el proceso por el cual se mezclan
los datos separados de los sentidos. El vocablo se refiere mis
bien a un aspecto de las totalidades sensibles que es posible expresar
mediante la descripción, a saber: la carencia por parte de las
mismas de distinción y articulación internas. Es por esto que
e & p b l c m a legítimo .no consiste cn -detemih,el.rnod9 en que
unos d + ~ - d j s p e r w ys aisladps puedan entrar a farmas conjuntos,
sino en establecer las condiciones de acuerdo con las cuales la
5 Ibid., pp. 277 SS.;p. 405. VCase también «On Some Omissions of Introspccti-
ve Psychology)), pp. 7 y 10 SS. Más tarde James abandoná a t a tesis radical:
Cfr. «The Knowing of Things Togethem, PsycboJogicaI Rmicrv,lI (1895). pp. 123 s.
8 James, Tbc Principlts o j P.rycbology, 1, pp. 487 SS.; véase tambitn: J. Ward,
Psychological Principlcs (Cambridge: 1918), c. 4, 5 2.
40 La organización de la conciencia

disociación de las totalidades sensibles indistintas tenga lugar y


cómo ocurren la separación y la extracción de diversas partes
determinadas de esos «todos». i = , que~ es--necesuio explicar no
es la combinación, la mezcla y la integración sino, por el contrario,
ddistinción, la disociación y la diferenciación. En la aurora de
la vida, el&o no s e encqentra con datos distintos y diferenciados
de los sentidos sino con «el aparecer indiviso de lo confuso~7.
Es claro que para el adulto no hay nada en la experiencia que se
presente jamás como un caos informe, pues, en todo momento,
nos hallamos rodeados de diversas cosas, ya separadas entre si. Y
esto se debe a nuestra inveterada costumbre de distinguir y sepa-
rar.
A fin de explicar cómo se adquiere esta costumbre, es menester
reconocer la existencia, nos dice James, de «un interés selectivo~8.

i\ Este factor establece y mantiene la disociación, la diferenciación


y la separación. Debido 5610 a a t o , h experiencia cesa de aparecer
al modo de «un caos perfecto)), de «un todo gris, caótico e indistin-
to... Por su cuenta exclusiva da el interés, sabor y énfasis, trae
luz y sombra, establece un fondo y un primer plano ...»'De este
modo, nos vemos abocados al principio que dominara el pensamien-
' to de James a través de todo su desarrollo, a saber: La concepción
teleológicd de la mente humana.
La mente humana, los órganos de los sentidos e incluso toda
especie de vida organizada son «una potencia selectiva~w.Debido
a la actividad selectiva que los caracteriza, los órganos de los
sentidos funcionan a modo de filtros con respecto a los estímulos
que tienen la capacidad de producir excitación en elloslo. Mediante
una selección posterior, las sensaciones que juegan el papel de
signo de las cosas son entresacadas de la totalidad de'las sensaciones
que experimentamos. La selección funda los fenómenos de la cons-
tancia de la forma, el tamaño y el color. La atención selectiva
dota de ritmo a una serie monótona de sonidos y agrupa a puntos
dispersos en filas, figuras y constelaciones. La actividad de la
5 11 mente confinr al *caos primordial de la sensibilidadrll la diversidad
7 James, Tbc Principlrs of P r y b o l o g 1, pp. 495 cs.
8 Ibíd., pp. 402 cs.
e Cfr. Ralph Pcrry, Present Pbilozopbical Tcndencier, aptndice 2.
z Psycboiogy, 1, c. 9, 5 5.
lo Jarnes, Thc ~ + ~ M ) / c of
11 Ibíd., p. 288.
El origen dc la organización 41

\ d e modos d e organipzción que encontramos en la ,experiencia.


Aún con mayor intensidad, puede notarse en la fase bergsoniana
de James la presencia de la noción según la cual la corriente
de la experiencia es esencial y originariamente caótica, ya que
en esta etapa de su pensamiento subraya la continuidad e intercone-
xión de los estados mentales. Los estados mentales se compenetran,
se funden y se haten confluentes. Ningún estado mental es completo
en sí mismo. Todo estado mental «desborda sus propios límites»
y se difunde por los que lo rodean, d e lo que se sigue, por
tanto, que no existen fronteras precisas y definidas entre ellos.
Si tomamos la corriente de la experiencia concretamente, nos ha
de aparecer como «un gran corrillo confuso y agitadonl2.
A cada momento, surge un segmento d e entre la masa caótica
e inarticulada y se pone de relieve y a punto para ser nombrado
e identificado por la facultad conceptiva. Este acontecer se explica
por el hecho de que la parte misma resalta y «sobresale» o porque
la atención selectiva lo produce. Poseemos una facultad que es
1 capaz de separar, delimitar y extraer partes de entre la corriente I
concrea y continua de la ,experiencial3. Estas secciones son artifi-
ciales, en tanto y en cuanto n o vienen motivadas en absoluto
por la estructura de la corriente d e la experiencia sino que le
il, vienen de fuera, ya que en su forma originaria la corriente no
presenta ni limites ni líneas de demarcaciónl4. En virtud d e que
la organización no es una característica autóctona d e la corriente
de la experiencia en su forma auténtica y concreta, la función
que produce la organización es de orden secundario y. sólo sirve
para fines prácticosl5.

12 James, A Plmlistic Unjversu, pp. 282 ss. y p. 288: «Mi actual campo
de conciencia es como un centro rodeado de un reborde que se desvanece
imperceptiblemente hacia un mis allá, inconsciente». El propósito de James,
en este contexto no consiste en separar esferas definidas y diferenciadas. «Empleé
aqui tres términos para referirme a este hecho, pero pudiera muy bien haber
empleado trescientos, ya que el hecho tiene multitud de matices y carece de
limites)). Véase también: Sorne Problernr of Pbilosopby, pp. 49 ss. .
13 James, A PIuralUtic Univerrc, p. 235; véase también: Some Problems of
Pbilosoph_v, pp. 48 y 50.
14 James, A Plnrdistic Univase, pp. 253 ss. y 285.
15 Ibíd., pp. 244 SS.; véase también: Sorne Problems o/ Pbilosophy, pp. 48, 63
SS. y 79 s.
42 La organización de la conciencia

Esta posición en torno al origen de la organización implica


lo siguiente:
1. A la par que un dato o un conjunto d e datos son puestos
de relieve, son otros suprimidos por entero o relegados al margen.

d
E n esto precisamente consisten la actividad selectiva y el carácter
de prominencia 16. En tal proceso, éstos dos factores afectan exclusi-
vamente a los datos sobre los que operan y que traen al centro
de la atención. No por esto adquiere organización alguna la masa
que forman los datos, ya que, cuando el campo d e h conciencia
se articula en virtud del interés selectivo o del carácter de prominen-
cia, la forma característica que debe adoptar la articulación consiste
simplemente en esto: que el campo se divide en dos zonas -la
del centro y la del margen o reborde. Por consiguiente, la especifica-
ción del campo de la conciencia que James lleva a cabo17 no
sólo no contradice la noción que tiene del origen de la organización,
sino que además se sigue directamente de ella.
2. La organización no altera la corriente de la experiencia en
lo esencial, con tal de que le sobrevenga a ésta de fuera. Esto
es evidente en cuanto a lo que la actividad selectiva se refiere,
ya que el énfasis que se adquiere en virtud de ésta no dura más
\de lo que dura el interés mismo. Pero el carácter de prominencia
es también una modificación transitoria: en un momento determina-

1do surge y sobresale un cierto dato, y un momento más tarde


se funde con .la corriente. no articulada y da paso a otro dato
que procede a ponerse de relieve. Estas modificaciones sucesivas
más bien «superficiales» no producen en la corriente de la expe-
riencia una reestructuración estable. Sin lugar a dudas, la corriente
de la experiencia sólo aparece en toda su pureza en casos límitel8,
lo cual quiere decir simplemente que -hecha la salvedad de tales
situaciones- nuestra potencia selectiva y nuestra facultad de con-
ceptos funcionan asiduamente. Los hábitos que hemos adquirido
en el ejercicio de estas facultades tienen un carácter tan inveterado
que s610 nos es posible superarlos mediante esfuerzos determinados.
Cuando esto tiene lugar, logramos abrirnos paso a través de los

16 James,.Thc Principlcr of P~yrhology,1, pp. 403 SS.


17, Cfr. rupra, pp. 34-35.
18 Cfr.. Jamcs, Enays in Radiral Empiffcirm, pp. 93 SS.
El origen de la organización 43

frutos del intelectolg. Esta posibilidad es precisamente la condición


necesaria para poder fundar una filosofía intuicionista. A fin de
proponer una filosofía de esta especie es menester que concibamos
la organización como algo que le sobreviene a la experiencia y
que se constituye .como una determinación superficial d e ésta
(tomando en cuenta aquí el sentido de «superficial» ya indicado).
I La tentativa de eliminar y deshacer los frutos del intelecto, a
fin de que la corriente d e la experiencia pueda reaparecer en
toda su pureza, implica la tesis d e que por debajo de los productos
d e la actividad conceptiva, al parecer de naturaleza tan estable
y permanente, continúa el devenir d e la corriente de la experiencia
, en su forma originaria, caótica y no articulada. Pero en virtud
del hecho de que este supuesto es insostenible2Q! el esfuerzo por
crear una filosofía «intuicionista» se convierte en un espejismo,
ya que el objetivo que persigue desaparece y su meta no puede
ser alcanzada.

2. La organizaci6n en cuanto caracterfstica originaria de la


experiencia
Una vez que se ha supuesto que la organización que adopta
la corriente de la experiencia proviene de la actividad selectiva,
es natural averiguar cuál sea el modo m que la susodicha actividad
secciona y separa las partes de entre la masa originariamente no
articulada. Desde el punto de vista de la teoría de James, hay
que decir que, al carecer de toda diferenciación y distinción internas,

19 En Somc Problemr of Pbilosopby, la última obra que escribió y que se


publican póstumamente, James demuestra que está perfectamente consciente
de lo que la facultad conceptiva es capaz de lograr y de lo que en efecto
produce. Tal facultad crea diversos «orbes de pensamiento» que se caracterizan
por su autonomla, si por a t e tírmino se entiende que los sistemas de verdades
eternas se aplican a ellos independientemente de los cambios que puedan ocurrir
en la corriente de la experiencia (véanse' las pp. 51 ss. y 63 SS.). Y debemos
tomar los productos de esta facultad como «esferas de la realidad». James
llega hasta el extrema de intentar una reconciliación entre «el realismo Iógicon
y Ia tendencia empirista desu pensamiento (víanse las pp. 101 SS.).Las aportaciones
que se pueden atribuir a la facultad conceptiva se complican con la corriente
de la experiencia en el curso del desarrollo y el crecimiento de nuestra vida
(vtanse las pp. 107 SS.).
26 Cfr. la segunda pacte, 4 3d.
44 La organizaci6n de la conciencia

la corriente de la experiencia no nos da ninguna indicación al


respecto. Por otra parte, afirma James que un segmento no puede
'ser extraido de (cuna totalidad sensible)) indiferenciada a menos
que haya sido conocido antes por separado, de modo que el sujeto
pueda tener acceso a la impresión total mediante una imagen
de lo que espera encontrarzl. Pero, cuando el proceso de separación
de una parte ocurre por vez primera, cabe entonces preguntar
cómo es posible que tal cosa tenga lugar, ya que no hay imagen
alguna que pueda servir de guía a la actividad selectiva. Este
problema es al parecer inevitable, puesto que, como ya hemos

* visto, James mantiene que las totalidades sensibles -y n o las


parta de éstas- son los datos primordiales.
Es posible explicar este hecho mediante la hipótesis d e que
la primera separación ocurre al azar. Enseguida pasaremos a exami-
nar esta hipótesis, que, desde el punto d e vista de la noción
que James tiene de la mente humana, resulta un tanto paradójica.
En efecto, parte él del supuesto de que existe una función teleológi-
ca al servic1.0 de fines prácticos, pero que opera al azar. Sin embargo,
hay otro modo de explicar el fenómeno en cuestión. Según hemos
dicho ya, James admite que un dato o un grupo de datos pueden
sobresalir d e entre la corriente en virtud d e su prominencia. Esta
nueva hipótesis,'que en verdad es mucho más plausible que la
anterior, no está d e acuerdo, empero, con la posición general
que James adopta respecto al tema de la organización. E l carácter
1' de prominencia, q w haría que el grupo de datm quc lo poseyera surgier~~
, y se separara de entre la corriente, no pnede ser una propiedad que le
i venga de juera a la corriente, sino que es una modifitación producida
\ \ por la corriente m i m a . Nos encontramos aquí con una forma tosca
y transitoria de organización, que quizá hasta sea la más primitiva
que haya, a saber: que un grupo de datos sobresalga d e un
campo que carece de toda otra articulación. Con todo, es ésta
una forma de organización que presenta la experiencia misma
y no una que se le confiera.
Si aceptamos la existencia del carácter d e prominencia, se sigue
que no toda especie de organización se funda en una actividad
selectiva y estructuradora que tenga a la caótica corriente por

21 James, Thr Principlcz of PJychology, 1, pp. 502 SS.; véanse tambibn las
pp. 438 SS.
El origen de h organización 45

campo de operaciones. Procedamos, pues, a demostrar que la


separación de los datos a partir de la corriente no puede adquirir
estabilidad alguna, a menos que una especie de organización inma-
Inente a la experiencia juegue el papel decisivo en esta cuestión.
Partamos del supuesto de que la actividad selectiva ya haya
producido al azar la primera separación de un dato o d e un
. grupo de datos. A fin de que la separación alcance estabilidad,
es necesario que se repita. El sujeto debe poder contar con la
capacidad de idcntificar el dato o el grupo de datos cuando así
lo desee. Pero esto equivale a que se puedan separar de nuevo
los datos del sector de la corriente que los contiene virtualmente.
Como resultado de la primera selección, cuenta la mente del sujeto
con una imagen de lo que ha de separar. De este modo se da
lo que, según James, es la condición necesaria para que el proceso
de descomposición de una impresión total en sus partes integrantes
tenga lugar. No basta, sin embargo, que el sujeto sea capa? de
separar nuevamente los datos de que se trate. Er menester que
de hecho lo haga. Tenemos, pues, que explicar también el proceso real
y efectivo mediante el cual el ~ujetologra de nHwo /a separación. ES
evidente que en este caso no es posible utilizar el mecanismo
de la actividad selectiva, tal y como hicimos ex hypothesi al tratar
de explicar la separación original, pues no es posible suponer
que un mecanismo que opere al azar haya de acertar siempre.
No obstante, una vez que se adopta tal hipótesis con respecto
a la segunda separación, no queda más remedio que hacerlo en
lo sucesivo. Y por esto nos resulta incomprensible que d e tal
modo se constituya un hábito inveterado.
Por consiguiente -y haciendo abstracción de cómo haya tenido
lugar la separación original-, no nos quedará otra alternativa
. .
que referirnos al carácter de prominencia a fin de dar razón de
cualquier separación ulterior. Digamos, pues, que el sujeto se
-
, e,"cuentra_ya en posesión de una_.__-cierta
. . imagen
_. - o idea .- q u e a r t i r
. . .-y
de ésta busca un--.-.dato o un grupo d e -datos
..- .- . -..le
..que - -c- o m n . Es
-
L en posesión d e tal imagen GXea que se a-l sector de la so-
rr&no0ennque_de manera sGtuaí se halla lo que destaca. De este
modo es que los datos de la percépción llegan a corr&ponder con
y
la imagen0 idea. La rapidez la facilidad con que la aparición del
dato tiene lugar indica hasta qué punto se ha estabilizado la separa-
ción del dato o del grupo de datos d e que se trate. O lo que es lo
1
46 La organización de la conciencia

mismo: para explicar la estabilidad es necesario dar razón d e la ra-


pidez y d e la espontaneidad de la aparición. Y esto no puede lo-
grarse satisfactoriamente a base del supuesto de que toda aparición
sea hasta tal punto superficial y transitoria que n o deje huella per-
manente alguna, ya que, si eso fuera así, el sujeto no tendría más
remedio que enfrentarse en el futuro a todo segmento de la co-
rriente de la experiencia como si éste careciera en absoluto d e dife-
renciación y articulación internas y como si la actividad selectiva
comenzara cada vez su labor desde la nada. Sin embargo, no fun-
cionan las cosas de esta manera, ya que toda nueva separación de
un determinado sector de una totalidad sensible facilita con poste-
rioridad toda separación d e la misma parte y contribuye a la estabi-
, lización de lo que se separa. Más adelante22, examinaremos la in-
fluencia de los logros pasados sobre los futuros desde el punto d e
vista de la teoria de la forma tal y como la entendemos aquí.

HV
Por ahora nos limitaremos a insistir en el hecho de que los
datos se hacen prominentes y surgen de la corriente d e la experien-
cia. Una vez indicada la importancia que el carácter d e prominencia
tiene para el proceso de estabilización d e la separación d e un
dato del seno de una totalidad «sensible», es posible pasar a indicar
el papel que dicho carácter desempeña en la separación original,
aun cuando supongamos que ésta resulte de que la actividad selecti-
va opere al azar. Un sujeto que se enfrente a una totalidad sensible
no articulada puede.querer descomponerla y extraer de ella una
de sus partes, aunque no posea el conocimiento previo de tal
parte. Después de que haya transcurrido un intervalo de búsqueda
actíva y experimentación mental, llega un momento en que ya
no aparece la totalidad sensible no articulada que teníamos con
anterioridad, al ser sustituida por un dato o un grupo de datos
que surgen y se separan del resto. Este cambio real en el aspecto
fenoménico de lo que se da en la experiencia es precisamente
de lo que se trata cuando hablamos del carácter de prominencia.
No importa en absoluto que lo que sobresalga constituya una
sorpresa o sea precisamente lo que el sujeto esperaba y aquello
a cuyo encuentro iba. En otras palabras, la situación que aquí
describimos es parecida a la del sujeto que considera una totalidad
sensible, a fin de ver si contiene datos que correspondan a la

-2 Cfr. la segunda parte, 8 3c.


El origen de la organización 47

imagen con que ya cuenta a partir d e su experiencia previa de


un cierto dato o grupo d e datos.
E n ambos c p o s encontramos lo mismo: una fase inicial -en
la cual se da una totalidad sensible no articulada- y una final,
en la que surgen y sobresalen las cosas. Es posible que una fase
de búsqueda activa preceda a la final o de logro y que también
. sea necesaria para que tenga lugar. Con todo, no sólo tenemos
que distinguir la fase final de la preparatoria, en la medida en
que esta se caracteriza por el tanteo y por la búsqueda activa,
sino que también hay que dar razón d e la jare de realiqan'ón o
logro por sí misma, pues, del hecho d e que una fase determinada
sea una etapa preparatoria necesaria con respecto a otra en el
mismo proceso, no se sigue que se pueda explicar a esta última
en virtud de los factores que son característicos de la anterior.
Nos lleva esto a proponer una distinción similar a la que
hace Koffka en torno a ciertos actos d e mayor importancia que
los que hemos mencionado. Al examinar los experimentos que
ha hecho Koehler con los chimpancés y al generalizar los resultados
que se siguen, d e modo que puedan ser aplicados a actos de
toda especie, Koffka sostiene que hay dos problemas inherentes
en el proceso del aprendizaje. Por una parte, se encuentra el
de la memoria, que tiene que ver con el hecho de que los actos
posteriores dependan de los anteriores. Por otra parte, se halla
e l problema del logro, o sea, la cuestión siguiente: «¿cómo tiene
lugar el logro original?»2~1nisteKoffka en que es necesario
examinar esto de por sí e independientemente del problema de
la memoria. D e modo similar al que empleamos en el caso de
la separación d e un dato o de un grupo de datos a partir de
una totalidad sensible, procedamos ahora a dar una descripción
y caracterización fenoménicas d e la fase misma del logro, aparte
d e toda consideración de la fase precedente. Desde el punto de
vista fenoménico, tal fase consiste en percibir un dato o un grupo
d e datos por separado, de modo que la percepción confusa e
indistinta quede superada.
Ante los propios ojos del sujeto que la vive, la corriente de
la experiencia se transforma fenoménicamente, ya que la organiza-
ción que hacía sólo un momento faltaba hace su aparición por

23 Kurt Koffia, Tbc Grotvtb of thc'Mind (New York: 1924). c. 4, $ 5 2 SS.


48 La organización de la conciencia

vez primera. La organización surge del seno d e la corriente d e


la experiencia, y queda así probado que es una propiedad intrínseca
(y no algo que le venga de fuera) a la experiencia inmediata.
Por consiguiente, hecha la salvedad necesaria del fenómeno d e
la aparición de la organización, todo otro factor que tenga que
ver con el proceso de separación debe ser eliminado d e la fase
de logro y atribuido a la preparatoria.
Nuestro examen de la explicación del proceso d e organización
que propusiera James se funda en la crítica que hace Koehler
a toda tentativa de dar razón de la organización sensible a base d e
experiencias previas24. Una ve? que lar unidades fenoménicas hayan
sido separadas, es ya posible que adquieran toda especie de «significa-
dos» que se deriven de la influencia penetrante y progresiva d e
las diversas experiencias. Pero una cosa es evidente: es del todo
imposible que la mera repetición y acumulación de experiencias
tenga por resultado la separación misma de las unidades en cues-
tión25. Para que éstas puedan servir de vehículo al crecimiento
por experiencia, es menester primero que se separen; es decir,
que antes han de surgir del seno del campo y desprenderse unas
de otras.
Podemos señalar dos diferencias entre la teoría criticada por
Koehler y la que propone James. E n primer lugar, hay que decir
que el problema a resolver por la teoría tradicional es el d e
determinar cómo es posible unir unos datos que se tienen por
originariamente inconexos, mientras que el problema que surge
en la teoría de James consiste en determinar cómo es posible
descomponer las totalidades sensibles en sus partes integrantes
y llevar a cabo la separación d e estas últimas a partir d e las
totalidades. E n segundo lugar, en la teoría a la que se refiere
Koehler, la mera experiencia pasiva basta para producir la organiza-
ción y la separación, pero en la d e James se toma a la mente
24 Wolfgang Koehler, Gcstalt P.rycbology (New York: 1929), pp. 150ss.,
208 SS.,274 y 299 s.
25 Cfr. M. Merleau-Ponty, Pbe'nominologic de b pcrctption (París: 1945).
pp. 23 ss. Afirma correctamente el autor que, para que sea posible traer a
colación los recuerdos adecuados, es necesario que los datos de los sentidos
se den ya organizados hasta cierto punto en la experiencia inmediata. D e ese
modo -y s61o asi- es posible que surjan cienos recuerdos que, por lo
mismo, no desempeiían papel alguno en la separación y la organización de
los datos.
El origen de la organización

como algo esencialmente activo26. A pesar de tales diferencias,


la teoría de J a m s nos aboca a la misma dificultad a que nos
lleva, según ha demostrado Koehler, la teoría tradicional. E n ambas
teorías, hay que identificar lo que sirve de guía a los facto-
res que, ex hypothesi, tienen por resultado la organización d e datos
originariamente no articulados. N o importa en absoluto el mo-
d o en que se conciban tales factores, bien sea como meras expe-
riencias pasivas, que se repiten y se acumulan, o como funciones
activas. Estos factores suponen, cualquiera que sea su naturaleza,
la existencia de unidades separadas y organizadas que les han
de servir de material27. De esto se sigue que tales factores no
pueden conformar los materiales sobre los que han d e operar.
El origen de la separación y la organización d e las unidades ha
de ser, pues, de otra índole, ya que las unidades separadas y
organizadas deben existir ya cuando las potencias d e la mente
-sean éstas activas o pasivas- comiencen a funcionar.

3. El problema d e la organizacihn de acuerdo c o n la teoria


psicológica de Piaget
A fin de confirmar la tesis según la cual la organización es
una característica originaria de la experiencia y para explicarla de
modo más completo, creo que sería d e utilidad que discutiéramos
y examináramos algunos de los conceptos y principios d e la teoría
funcionalista de Piaget.

Con severidad, y a veces con ironía, critica James la noción d e que


la mera acumulación de experiencias pasivas tenga resultado alguno. Cfr. Tbe
Prinriplc~o/ Psycbology, 1, pp. 403 y 507.
27 También supedita Berger la organización, el establecimiento d e la forma,
etc. a la actividad del sujeto d e la experiencia: uno me es posible concebir
la línea recta a menos que la trace idealmente o el círculo sin describirlo
o la esfera sin establece; sus limites en el espacio tridimencional mediante
un gesto de mis manos». (Recbarcbes sur les ronditions de la connaissan,c, pp. 51 SS.).
N o es permisible criticar la posición de Berger del mismo modo que lo hacemos
con las teorías en cuestión, ya que, según él, la actividad del sujeto no crea
las formas, sino que mis bien pone da man:$es/o una organización que, d e modo
implícito y no articulado, ya existe en cierto sentido cuando la susodicha actividad
comienza a funcionar. Mutarir mrtandis, puede uno hablar del examen que hace
Merleau-Ponty de la percepción de los dibujos en perspectiva (op. cit., pp. 303 SS.).
La organización de la conciencia

a. El concepto de e s q m a
El concepto central de Piaget es el de esquema. Nos habla,
por ejemplo, de los esquemas d e la percepción, de la acción y
del razonamiento. Define Piaget «esquema» como la cristalización
de los procesos y actividades funcionales en los que priman tenden-
cias opuestas hacia la asimilación y la acomodación. D e estas
dos tendencias, la que predomina al comienzo d e la vida es la
de la asimilación. En esta etapa aparece tal tendencia como una
simple continuación de la función asimilativa que caracteriza la
vida orgánica en cuanto ta128. E n esta temprana fase del desarrollo,
la asimilación y la acomodación, aunque sean tendencias opuestas
entre sí, sólo se distinguen a duras penas. E n el curso del desarrollo,
estas tendencias se afirman según su naturaleza específica y se
diferencian paso a paso. Además de esta diferenciación gradual,
puede notarse el hecho de que una nueva relación entre las dos
tendencias supera el antagonismo inicial. E n vez d e contraponerse,
tales tendencias se complementan cada vez más, hasta que por
fin un genuino equilibrio se establece entre ellas. Al nivel d e
la concepción y la reflexión, sobre todo en la forma tan elaborada
que se alcanza en el pensamiento científico, el equilibrio se pone
de manifiesto en la mutua dependencia, la coordinación y la correla-
ción entre la deducción (la asimilación) y la experimentación
(la acomodación).
La actividad mentai se hace patente mediante los múltiples
esquemas a que da lugar y en los cuales se encarna durante el
proceso en que se forma, organiza y transforma. Los esquemas
participan de la naturaleza de esta actividad, en tanto y en cuanto
son los productos cristalizados d e la misma. Por una parte, los
esquemas tienen la capacidad de acomodarse a los datos externos;
por otra parte -y esto es lo más característico de los esquemas-,
manifiestan una tendencia asimiladora y una potencia con respecto
a los datos externos29. No sólo se aplica cada esquema a todo
lo que se encuentra, sino que aquél muestra la tendencia a incorpo-

28 Jean Piaget, L a naissance de finteffigcnce chec fenfant (Neuchhtel y Pa-


rís: 1936). conclusión 5 y La constrnction dn riel {he? fenfant (Neuchhtcl y Pa-
rís: 1937), conclusión 1.
Piaget, Lo naissance de finteffigence chep fenfant, pp. 131 SS..
El origen de h organización 51

rarse a éste30. Cuando el niño -ya en posesión d e ciertos


esquemas elementales- confronta un dato determinado, aplica
a éste uno o varios de los esquemas que le son disponibles. Si
el dato se presta a ser incorporado a cierto esquema, es esto
precisamente lo que sucede, de modo que le sirve como de alimento.
Podemos pues definir un dato en función del esquema de que
se trate, o sea, como «algo de ver», «algo de tocar», «algo de
dibujar» y así sucesivamente31. Si, por el contrario, n o se ajusta
el dato a ninguno de los esquemas disponibles, comienza a funcio-
nar la tendencia hacia la acomodación.
Si lo permiten las circunstancias del momento, uno de los
esquemas ya existentes se transforma, a fin de ajustarse al nuevo
dato. Por modo de diferenciación surge así un nuevo esquema
que -como todos los anteriores- tiende de aquí en adelante
a incorporarse todo lo que pueda ser asimilado. E n virtud de
esta tendencia asimilativa de los esquemas es que Piaget a menudo
habla de éstos como de «los equivalentes funcionales» d e los concep-
tos32. Según Piaget, esta capacidad es de gran importancia en
todas las etapas del desarrollo y rige la vida mental en su totalidad.
Piaget llega incluso a afirmar lo siguiente en torno a una etapa
posterior del desarrollo, cuando la tendencia hacia la acomodación
se ha independizado ya lo suficiente de la tendencia hacia la asimila-
ción como para que pueda ser posible tener interés por lo que
todavía no ha sido asimilado: «Aun cuando el niño ande a tientas
a fin de descubrir lo nuevo, sólo percibe y concibe lo real en
función de sus esquemas. asimilativos»33. No importa cuál sea
la etapa del desarrollo en que el niño se encuentre: no habrá,

90 Ibíd., p. 84: (c.. todo esquema de asimilación tiende a apoderarse del


universo entero, incLusive de aquellas regiones que s61o otros esquemas pueden
asimilarse».
31 Ibíd., p. 149. Esto es lo que nos dice Piaget sobre una etapa bastante
temprana del desarrollo del nifio: «... los nuevos objetos que se presehtan
a la conciencia no poseen cualidades propias y delimitables, ya que o bien
son asimilados de golpe por un esquema preexistente (y son por ello cosas
de chupar o de mirar o de agarrar y así sucesivamente) o bien. por el contrario,
aparecen con contornos vagos e imprecisos m virtud de que no pueden ser
asimilados y, por consiguiente, producen un malestar del cual resultará, tarde
o temprano, una nueva diferenciación de los esquemas asimilativos».
32 Ibid., pp. 188, 241 SS. y 262.
33 Ibíd., p. 282.
52 La organización de la conciencia

según nos dice Piaget34, ((experiencia directa» alguna del yo o


del mundo externo; lo único que existe son «las experiencias
interpretadas)). Asi alguno que otro esquema media siempre en
nuestro contacto con los objetos.
No tenemos experiencia de ningún objeto que no aparezca
en función de un esquema determinado y a la luz del esquema
al que se incorpora o al que, al menos, puede incorporarse. Por
consiguiente, el significado del objeto que experimentamos se deri-
va del esquema que se inserteas. Su sentido (sknifié) consiste
en el papel que desempeña en la estructura funcional del esquema.
En los casos más elementales, el esquema absorbe al objeto, de
modo que este último queda definido en función de la susodicha
incorporación; el objeto aparece entonces -pongamos por caso-
como «algo de coger)). Más adelante se establecerá el sentido del
objeto en función del papel que desempeña durante una fase deter-
minada de la acción y con respecto a un sistema d e esquemas com-
plicados. En cualquier etapa del desarrollo, se experimenta todo
objeto dado en función de un esquema o un sistema de esquemas,
o sea, en función del papel que desempeña en la operación de los
esquemas y que permite el funcionamiento de los mismos. D e este
modo, puede decirse que el sentido de un objeto consiste en lo que
se le agrega en virtud de su asimilación a un esquema. A fin de dis-
tinguir esta especie de sentido y significado de otras posibles, em-
pleemos el término ((característica funcional»36 que fuera acuñado
por Koehler.
Al estudiar la formación de los esquemas -sobre todo en'
cuanto se conectan unos con otros paso a paso y llegan gradual-
mente a formar parte de sistemas mediante la asimilación y el
ajuste recíprocos37-, nos explica Piaget el crecimiento gradual
de «la inteligencia sensomotora)) que antecede la etapa del pensa-
miento conceptual y de la comunicación verbal. Conforme a esto,
en su obra intitulada La construcción de la realidad en la infancia,

94 Ibid., p. 143.
Ibid., pp. 195 S S .
38 Wolfgang Koehler, Infelligen~prüfungenun Menscbenaf/cn (Berlín: 1921),
pp. 26 s.
37 Véase el análisis que Piaget hace en el capítulo 2 de La nüissunce de
finfelligcnce c h e ~fenfant sobre la formación de la coordinación intersensorial
desde el punto de vista de la mutua asimilación y acomodación de los esquemas.
El origen de la orginización 53

sigue Piaget etapa a etapa el paso de un «universo» egocéntrico


y solipsista -en el cual un yo incosciente de si mismo ocupa
el lugar central- a un universo objetivo (aunque limitado a la
esfera de la manipulación y de la acción) y que consiste en objetos
permanentes y sustantivos entre los que, de manera objetiva, se
establecen relaciones espaciales, temporales y causales. Al terminar
el segundo año de vida, llega por fin el niño a concebirse a
sí mismo como uno de los tantos objetos y agentes del mundo.
Es en ese momento que se logra la integración del sujeto a un
mundo objetivado. En el estudio que lleva a cabo del universo
práctico que corresponde a la inteligencia sensomotora, examina
Piaget las categorias de la realidad (a saber: las de objeto, espacio,
tiempo y causalidad) en tanto y en cuanto adoptan formas diversas
en un proceso de desarrollo.
Desde el punto de vista de la fenomenología, son también
investigaciones de gran interés. A diferencia de Piaget, sin embargo,
no considera la fenomenologia genéticamente a la percepción ni
investiga las etapas del proceso de desarrollo que caracteriza a
la misma. Más bien se interesa la fenomenología en los procesos
y operaciones de la conciencia que fundan la función objetivante
de la percepción. Esta función ocupa en todo momento el centro
de la investigación fenomenológica. Empero, al estudiar los fenó-
menos de la percepción y de la actividad mental en los cuales
la función objetivante no está presente en absoluto o en los que
opera sólo de forma incipiente, Piaget establece, digamos que
por contraste, los factores, componentes y elementos que son
esenciales a tal función. Piaget saca a la luz factores que muy
bien pudieran pasar inadvertidos y apunta el papel que desempeñan
en el proceso de objetivación. Precisamente por esto es menester
llevar a cabo la tarea de integrar los análisis de Piaget a la fenomeno-
logía, o sea, de interpretarlos desde el punto de vista fenomenológi-
co e incorporarlos a una teoría fenomenológica de la percepción.
No podemos entrar aquí en un análisis cuidadoso de la multitud
de fenómenos que estudia la teoria de Piaget ni en un examen
de los interesantes problemas a que da lugar. Baste por el momento
hablar de una cuestión de interés general que la teoría de Piaget
puede aclararnos en gran medida. Se trata de la adquisición de
los significados empíricos o de las características funcionales. Cuan-
do percibimos un instrumento (v.g. un martillo), no es suficiente
54 La organización de la conciencia

decir que lo que percibimos sea un objeto de forma, tamaño


y color determinados. Tal y como se presenta en la percepción,
la cosa aparece como conveniente y útil en vista d e ciertos fines,
de modo que, sólo si se la emplea d e cierta manera, habrán d e
producirse los resultados deseados. E n otras palabras, el objeto
percibido~sepresenta con el sentido específico d e instrumento.
La instrumentalidad es un ejemplo representativo d e las característi-
cas funcionales que se adquieren en la experiencia.
Es en la práctica donde, al usar de un objeto, se descubre
si de hecho es apropiado para ciertos fines y no para otros (v.g.
averiguamos que el martillo en cuestión es demasiado pequeño
o ligero para el quehacer que nos proponíamos -digamos que
para clavar unos clavos grandes en un material d e considerable
resistencia). D e inmediato se nos hace patente, pues, la manera
en que hemos de emplear el objeto a fin de sacarle el mayor
partido posible. Es de este modo que se constituyen y se adquieren
la instrumentalidad y las características funcionales en general.
Esta adquisición empírica presenta dos aspectos. E n primer
lugar, al manipular un objeto en una acción determinada, se estable-
ce un esquema en el sentido de Piaget, o sea, se constituye una
manera de hacer o una serie sistemática d e actos. En segundo
lugar, al ser usado y manipulado con otros objetos, al asignársele
una función determinada en una acción concreta, sufre el objeto
reorganizaciones y reestructuraciones en el orden d e los fenómenos.
Consisten éstas en la adquisición de las características funcionales ,
de conveniencia, idoneidad e instrumentalidad. Este carácter espe-
cial de instrumento es típico de los utensilios de la especie que
aquí examinamos (en este caso, un martillo). Koffka38 ha señalado
que es típico de las características funcionales que se hagan perma-
nentes una vez que hayan sido constituidas y establecidas. La
permanencia se pone de manifiesto en el hecho d e que objetos
similares presentan las susodichas características en la experiencia
perceptiva y se ofrecen en ésta según el aspecto d e la función
que puedan cumplir en .la acción en determinadas situaciones.
Y.esto continúa siendo así, aun cuando nos encontremos estos
objetos en otras situaciones o en circunstancias tales que no precisen
un instrumento de esa especie.

38 Kurt Koffka, Principies of Gestalt Psycboiogv, pp. 392 SS.


El origen de la organizaci6n 55

A partir del concepto de esquema d e asimilación propuesto


por Piaget, es posible dar razón d e esta permanencia. Una vez
que se constituye un cierto esquema, todo objeto que pueda asimi-
lársele se percibe desde el punto de vista de tal esquema y presenta
las características funcionales que se conforman a éste. Sucede
así que, cada vez que aparece d e nuevo el objeto, se reproducen
real o virtualmente tales caracteristicas39. Más adelante40, estudiare-
mos ciertas reorganizaciones fenoménicas que, en cierto sentido,
son análogas a las que tienen lugar en el proceso de adquisición
de las características funcionales y tomaremos en cuenta también
las consecuencias permanentes d e este-tipo d e reorganización. Ni
que decirse tiene que las formas d e organización desempeñan una
función en estos hechos y que el grado d e complejidad que muestran
es mucho mayor que el de las formas que ya hemos considerado.
b. La asimilación, /a acomodacióny e/prob/ema de fa separación
Al tratar del problema de la organización, es menester pregun-
tarse si el concepto de actividad d e asimilación y de acomodación
(cuya cristalización son los esquemas, tal y como lo entiende Piaget)
constituye el fundamento suficiente para una psicología sistemática.
Los esquemas de Piaget pueden comenzar a funcionar sobre las
unidades perceptivas, una vez que éstas ya existen en virtud de
una separación anterior. Para que un esquema entre en acción,
es necesario que haya «algo» sobre lo que la actividad d e asimilación
pueda operar a fin d e incorporarlo al esquema. Recíprocamente,
no es posible que exista acomodación alguna, a menos que haya
algo a lo que la actividad de acomodación o un esquema ya estableci-
d o puedan ajustarse. No quiere decir esto que la unidad separada
que sirve de sustrato a la actividad d e asimilación y d e acomodación
tenga ,que ser un objeto que se dé en absoluto sin confusión
alguna en, cuanto a su atributos perceptivos (v.g. el color, la
forma, el tamaño, el peso, etc.). La cosa de que aquí se trate
sólo tiene que separarse y desprenderse del medio que la rodea.
Cuando se da esta situación, la unidad puede ser asimilada por
un esquema determinado. En un campo que carezca d e diferencia-

se En torno a la «assimilation récognitive)) y a la reproducción virtual de


un esquema, véase Piaget, L a naissance, pp. 190 SS.
40 Segunda Parte, 4 3b.
56 La organización de la conciencia

ción y que presente más bien un cariz caótico, no hay, por el


contrario, punto de apoyo alguno en que un esquema pueda aplicar-
se y al que pueda afectar la potencia de «asimilación generalizadora)).
No contiene un campo de esta especie indicación alguna que
pueda servir de guía a un esquema o a una función. Estamos
así de nuevo en la situación que formulara la tesis de Koehler,
según la cual hay que aceptar el hecho de que la condición necesaria
para que entre en acción una función cuaLq/n'era es que ya se huyan separado
las unidades. D e este modo podemos ver que la teoría de Piaget
da por supuesta la previa solución al problema d e la organización.
Adoptemos, pues, ciertas nociones de la teoría de la forma,
ya que así nos será posible partir de la separación de las unidades
del campo a que pertenecen como el fenómeno fundamental me-
diante el cual la organización se hace patente como una característica
originaria de la conciencia. Mas en la teoría de Piaget no se
formula el problema de la separación. E n torno a la organización
apunta Piaget lo siguiente: ((Concebimos la percepción como la
elaboración de un esquema determinado, o sea, como la organiza-
ción más o menos rápida de los datos de los sentidos en función
de un todo de actos y movimientos que o bien son patentes
o bien sólo aparecen de modo fragmentario»41.
La percepción, como cualquier otro hecho de la conciencia,
comporta el fenómeno del sentido, d e modo tal que es menester
distinguir entre el significante o portador del sentido y el sentido
mismo o significado. Tomemos, por ejemplo, el fenómeno de
la comunicación verbal: hay que distinguir aquí entre el sonido,
articulado y el concepto que expresa el significado del signo ver-
bal42. Si pasamos a considerar a continuación la percepción en
la etapa de completa objetivación (v.g. la percepción que el adulto
tiene de un tintero), veremos que el significado es el objeto mismo
de la percepción, aunque se encuentre delimitado no sólo mediante
los esquemas sensomotores o por características funcionales y con-
ceptos generales, sino también por las propiedades individuales
(como son, por ejemplo, la posición en el espacio, las dimensiones,
la solidez, la resistencia, el color, etc.). El reducido grupo d e
cualidades sensibles de que nuestros sentidos nos dan noticia en

41 Piaget, La naissance, p. 393.


42 Ibid., pp. 194 SS.
El origen de la organización 57

ese momento constituye el significanteda. Para que sea posible


que la percepción del tintero se establezca a partir de tales impresio-
nes y sensaciones, es menester que la memoria supla lo que les
falte y que, sobre todo, sean sometidas a ciertas transformaciones
intelectuales complejas (como, por ejemplo, las de índole geométri-
ca y causal). Es evidente que percibimos las propiedades individua-
les del objeto en el objeto mismo, pero tan sólo porque ya ha
tenido lugar una serie de construcciones y transformaciones intelec-
tuales, mediante las cuales atribuimos el carácter de realidad a
los pocos fragmentos que de hecho vemos. Resulta, pues, que
el objeto percibido es en última instancia el resultado del funciona-
miento de ciertos procesos y transformaciones intelectuales que
se aplican a las impresiones caóticas y desorganizadas. Éstas pue-
den desempeñar el papel de significante sólo por referencia al
sistema de esquemas al que han sido asimiladas. El que algo
se inserte en un esquema equivale, por tanto, a darle sentido
a lo que se inserta.
E n lo que antecede, hemos destacado el papel que desempeñan
los esquemas en la adquisición d e los significados empíricos o
características funcionales. E n sus obras, Piaget se refiere a los
esquemas y a la actividad de asimilación y de acomodación a
propósito de problemas que le son de interés. Pero, en el pasaje
que acabamos de citar, parece como si Piaget fuera más lejos
y considerara los esquemas no sólo en cuanto cumplen una función
en el proceso mediante el cual las unidades perceptivas organizadas
y separadas adquieren características funcionales, sino también en
cuanto producen la organización misma de tales unidades44.

En la Introduction d PepLrtémoIogiegénétique (Paris : 1950). 1, pp. 181 SS.. Piaget


establece una distinción entre uindicen y significante en el caso de la percepción
y sobre todo en el de la percepción espacial. Según él, la diferencia que hay
entre el significante (o sea, un signo o una imagen que simbolice un concepto)
y el Lndice se puede expresar asl: «el significante se diferencia en cuanto tal
y se establece de ese modo como símbolo, mientras que, en el caso de la
percepción, el elemento perceptivo aparece menos diferenciado del motriz y
pertenece al mismo esquema del objeto perceptible y utilizable... el indice habrá
de ser definido como un significante relativamente indiferencisdo, porque corres-
ponde a un solo aspecto del objeto significado y constituye sin más una parte
del esquema de tal objeto)). Cfr. infra, pp. 307-08, n. 103.
44 Piaget, Introduction d Pepistémologie ge'nttique, 1, pp. 181 SS. Niega explicita-
mente el autor en este contexto que haya diferencia esencial alguna entre la
58 La organización de la concienda

Al no haber fundado su teoria d e la asimilación y la acomoda-


ción mediante un concepto d e la organización que resulte d e
un planteo explícito y detallado, Piaget acepta - c a s i como si
fuera la cosa más natural del mund- la tradicional noción dualista
de la percepción. D e acuerdo con este modo d e entender las
cosas, existen, por una parte, las impresiones y las sensaciones
(que se conciben como si dependieran exclusivamente de los estímu-
los y de la excitación localizada en los sentidos45) y, por otra, los
factores especiales mediante los cuales se agrupan y organizan las
sensaciones. Es asi que las sensaciones se convierten en percepcio-
nes.
Piaget atribuye a la actividad funcional el papel organizador,
que en teorías anteriores se achacaba a la asociación y a la evocación
de las imágenes de experiencias pasadas. Los esquemas parecen
ser los factores que -por medio d e la asimilación- organizan
las sensaciones y las impresiones y les confieren sentido. Los
propugnadores de la teoría de la forma se han opuesto con frecuen-
cia a las antiguas teorías dualistas d e la percepción, pues no pueden
aceptar el concepto según el cual las sensaciones se toman como
meros datos caóticos y dispersos que han d e ser organizados me-
diante factores extrínsecos~.Se sigue, pues, que se puedan dirigir
también reparos semejantes a la teoría de Piaget o, más exactamen-
te, a los supuestos implícitos d e la misma. Pero, a fin de hacer
justicia a Piaget, es menester subrayar el hecho de que la dificultad
apuntada n o tiene una importancia capital para la determinación
del valor d e sus investigaciones, con tal d e que sean éstas considel
radas en su totalidad,' ya que apenas afecta al punto de vista
tan interesante que adopta para el estudio del desarrollo mental
durante los dos primeros años d e vida47. Con todo, hemos d e
llevar a cabo la reinterpretación de los valiosos resultados y observa-
- -

percepción de las caracterlsticas funcionales y la de las formas en el espacio.


4s Cfr. Segunda Parte, 5 1 en torno al abandono de *la hipótesis de la
constancia» en la teoria de la forma.
c. 3 en torno a ula teorla significativa»
4s Cfr. Koehler, G s t a l t P~~cbology,
de la percepción. De modo convincente propone Koffka que empleemos la
expresión ((teorín interpretativan en vez de «teoría significativan (Cfr. Principies
of Gcshlt Psycbology, p. 86).
47 En verdad, el pasaje que hemos criticado ocupa una posición mis bien
marginal en las dos obras a que nos hemos referido. .
El origen de la organización 59

ciones de Piaget a la luz del concepto más preciso d e la organización


que es característico d e la teoría d e la forma.

c. La continuidad h~stórzcadel desarrollo mental


Al entrar en una polémica con la teoría d e la forma, n o trata
Piaget en absoluto d e refutarla mediante un simple rechazo. Más
bien se cuida mucho d e notar los puntos en común que existen
entre la teoría d e la forma y la suya propia48. Al mismo tiempo que
critica la teoría de la forma, se propone conservar y apropiarse
los adelantos que ésta ha logrado por contraste con las antiguas
teorías asociacionistas y, a la vez, ir más allá d e la misma. Le
parece que el concepto de estructura (Gestalt) es demasiado rígido
y estático y hasta demasiado automático en cierto sentido. Por
esto propugna Piaget que empleemos en su lugar el concepto
más flexible y dinámico de esquema.
D e acuerdo con Piaget49, los esquemas presentan las notas
esenciales de una totalidad organizada, o sea, de una estructura.
Estas totalidades, que son estructuras sui generis, tienen una historia
determinada y se fundan en el pasado del individuo en cuestión50.
Todo esquema surge de los anteriores mediante la asimilación
recíproca de los mismos y la acomodación a la realidad externa.
Cada esquema abarca la historia del individuo y sirve d e instrumen-
to para la continuación de la misma. Para poder entender la forma-
ción d e un esquema en estado naciente, es menester verlo histórica-
mente a partir de los esquemas que lo anteceden y le preparan
el camino, o sea, desde el punto d e vista de los esquemas que
determinan el objetivo d e una acción determinada y d e los que
se emplean para solventar las dificultades que se presentan en
el transcurso de la misma y que se modifican al ajustarse a la
nueva situación. Según Piaget, es precisamente en esta diferencia-
ción que consiste la formación de los nuevos esquemas. Es además
necesario tomar en cuenta la función que cumplen los esquemas

Piaget, La nai~sarrcr, pp. 380 SS.


49 Ibid., p. 381. En el análisis que sigue en el texto, nos limitaremos a
examinar sólo una de las objeciones que Piaget hace a la teoria de la forma,
en virtud de la importancia que nos parece tener en relación con los problemas
que nos ocupan aquí.
50 Ibíd., pp. 383 SS.
60 La organización de la conciencia

ya existentes al dotar de sentido a los acontecimientos que tienen


lugar accidentalmente en el transcurso de la acción, ya que tales
sucesos se convierten de ese modo en instrumentos para la solución
de la dificultad que confronta el individuo51.
La teoría de la forma -sostiene Piaget- pasa por alto este
contexto histórico. Esta teoría nos presenta la solución d e un pro-
blema y el logro de un fin como si fueran simplemente una reorga-
nización y una transformación súbitas en función exclusiva del ni-
vel de madurez del individuo y, por consiguiente, sin relación al-
guna con su pasado. No quiere decir esto en absoluto que Piaget
niegue que tales logros y soIuciones ocurran de súbito y que pre-
senten, ya en el momento de aparecer, el cariz d e estructuras acaba-
das. Es más, él mismo nos suministra cieFtos datos que pueden ser
fácilmente interpretados a la luz de la teoría de la forma52.
Con todo, aun en los casos en que una brusca reorganización
tenga lugar y en que no haya al parecer ningún proceso efectivo
de experimentación, podemos observar -inicialmente- una cierta
vacilación y una especie de reflexión que muy bien pudieran estar
constituidas por un periodo de experimentación y d e tanteo, me-
diante la aplicación de los esquemas ya existentes a la situación
del momento, por nueva que ésta sea53. Es más importante todavia
el hecho de que una etapa por entero caracterizada por la más
activa experimentación antecede la fase en que se solventan los
problemas por medio de la reorganización y la transformación
súbitas y en aparente ausencia de toda experimentación. D e esto
se sigue -infiere Piaget- que las invenciones repentinas 'y las
reorganizaciones bruscas en que la teoría de la forma ha puesto
tanto énfasis no pueden tener lugar a menos d e que haya una
etapa previa que les sirva de preparación mediante un proceso
efectivo de experimentación. Y lo que es más todavia: esta estapa
preparatoria se funda, en última instancia, en todas las fases por
las que ha pasado el individuo en su desarrollo. Según Piaget,
el hecho de que en la teoría d e la forma se insista demasiado
en el carácter brusco del fenómeno de la reorganización y se
conciba los logros inteligentes como si fueran esencialmente el

51 Ibid., pp. 290 SS.


52 Ibid., pp. 334 SS.
53 Ibid., pp. 383 SS.
El origen de la organización 61

resultado d e la aparición súbita de estructuras y formas de organiza-


ción acabadas se explica por el olvido -característico de tal teoria-
del proceso evolutivo a que se ven sujetos la actividad mental
y los esquemas, sobre todo cuando se tiene presente que los
esquemas son el resultado de una cristalización sucesiva de la
actividad mental.
E n la teoría d e la forma, se malinterpreta el resultado de
una larga evolución al entenderlo como si fuera una especie de
fenómeno espontáneo y al pasar por alto el crecimiento histórico
del mismo. En esta teoría se concibe el desarrollo d e la mente
como si fuera una secuencia de estructuras endógenas ya completas
y terminadas y que son percibidas a niveles cada vez más altos
de madurez, de modo tal que no sea posible reducirlas a ninguna
experiencia pasada o presente del individuo ni tampoco explicarlas
de manera alguna mediante tales experiencias. La experiencia del
momento no es más que la ocasión d e que surja la estructura
de que se trate. Por consiguiente, hay que concluir que la teoria
de la forma pierde de vista la continuidad integral del desarrollo
de la mente.
A fin de hacerse cargo de los reparos que hace Piaget a la
teoría de la forma, se puede emplear la distinción que ya hicimos
más arriba54 entre la etapa del logro .y las fases previas que le
sirven de preparación. Tiene razón Piaget al mantener que existe
una continuidad histórica en el desarrollo. Las maneras d e funcionar
que ya han sido establecidas en el pasado pueden, sin lugar a
dudas, facilitar la solución de un problema y, en ciertos casos,
hasta posibilitar que se resuelva. Por esto podemos concebirlas
como las condiciones que permiten solventar un nuevo problema
y hasta llegar a tomarlas como las condiciones necesarias de la
solución del mismo, en tanto y en cuanto es posible que no
se hubiera dado con la solución a menos que se hubieran establecido
ya esas maneras especiales de funcionar. Concedamos esto. Con
todo, queda por ver en que sentido ha de tomarse la influencia
que ejercen sobre la experiencia y el funcionamiento presentes
las experiencias y los logros pasados. Pero ya volveremos sobre
esta cuestión55.

54 Cfr. pp. 47 SS.


55 Cfr. Segunda Parte, $ 3a y 3b.
62 La organización de la conciencia

Además d e esto, es menester que insistamos en el hecho d e


que la tarea de dar razón d e las condiciones de/ logro n o es idéntica
a la d e explicar el logro r e a l y efectivo. Y la teoría d e Piaget parece
caracterizarse por tratar principalmente d e la primera d e estas
dos cuestiones.
Que los propugnadores de la teoría d e la forma hayan puesto
énfasis en la fase del logro real y efectivo y se hayan concentrado
en ella se debe al hecho histórico d e que, con anterioridad, los
psicólogos no se habían dado cuenta cabalmente del problema
especial que constituye el fenómeno del logro real y efectivo.
A nuestro juicio, las razones que da Piaget n o invalidan las que
exigen que se examine el fenómeno del logro real y efectivo
en sí mismo. Tal análisis ha de versar sobre el acaecer real del
logro y no meramente sobre las condiciones que han d e darse
para que tenga lugar. Para esto hay que hacer preguntas semejantes
a éstas: ¿De qué modo experimentamos las soluciones a un nuevo
problema? ¿Qué factores son los que experimentamos precisamente
como los que contribuyen a la solución misma?
Koffka56 nos presenta el modo en que el pensamiento discurre
al moverse hacia la solución d e un problema matemático. Ésta
depende de la aplicación de una fórmula general determinada con
que el sujeto esté ya familiarizado. Si el sujeto n o conociera esa
fórmula o si careciera en general d e experiencia en el campo
d e las operaciones algebraicas, es evidente que no podría resolver
el problema d e que se trata. Pero no es suficiente, sin embargo,
que se cumplan las condiciones psicológicas para la aplicación
de la fórmula, pues -aun cuando se den éstas- la solución
no resulta automáticamente. No nos ha d e caber la menor duda
en torno a esto una vez que tomemos en cuenta las dificultades
que nos asedian cuando intentamos resolver un problema matemáti-
co, a pesar d e que ya en ese momento estemos en posesión del
conocimiento pertinente para la solución del mismo.
Para alcanzar la solución efectiva d e un problema matemático
una vez que nos hallemos en posesión del conocimiento necesario
y pertinente, serla menester que lo empleáramos, es decir, que
de hecho habria que utilizar la fórmula general. Pero, a fin d e
que tal cosa tuviera lugar, seria preciso que lleváramos a cabo

56 Cfr. Prinriples af Gutalt Ptythology, pp. 628 SS.


El origen de la organización 63

la reorganización del problema, d e modo que entre en relación


con la fórmula y aparezca como un caso particular de la misma.
E n otras palabras, hay que reorganizar y reconstituir el problema
al cual se aplique la fórmula en cuestión. N o es probable que
tal cosa ocurra si, en virtud de su historia pasada, carece el sujeto
de la experiencia matemática pertinente. Hemos pues d e insistir
.en el hecho de que la reorganización realmente ocurre y hemos
de poner de relieve que es un factor esencialisimo que experimenta-
mos en la etapa del logro real y efectivo del proceso que ha
de culminqr con éxito en la resolución del problema. Por consi-
guiente, no podemos permitir que la consideración d e las condicio-
nes del logro -a pesar de la importancia que sin duda tienen-
nos haga perder de vista el aspecto fenoménico del logro real
y efectivo.
d. La organixación estructural en cuanto caracterí~ticainmanente de
la experiencia
Lo que hemos demostrado mediante el ejemplo del pensamiento
matemático vale también a niveles más elementales de la actividad
mental. A base de los estudios d e Koehler sobre la conducta
inteligente del chimpancé y también del análisis que Koffka ha
llevado a cabo del proceso de desarrollo de la mente, parece
ser que es necesario explicar el logro real y efectivo en función
de la reorganización y de la reconstrucción. Creemos que hay
que reinterpretar las observaciones de Piaget en éste sentido. Cuan-
do el niño aprende, por ejemplo, a utilizar un palo cori el fin
de traer las cosas cerca de si57, surge un nuevo esquema, es
decir, un nuevo modo de actuar y de percibir a base d e los
esquemas preexistentes, mediante la diferenciación, la coordinación
y la asimilación recíproca d e éstos. Los esquemas, pues, s e reorgani-
zan y se reconstruyen. Simultáneamente, y por la misma r a ~ d n ,$e
reorganiza y reconstruye el objeto percibido, y a @e, en función de/ esquema
que acaba de surgir, adquiere el oújeto el carácter de insNWento en
un ent ti do nuevo y e~pecqico.D e ser como hasta ahora ctalgo con
que dar golpes)), pasa el palo a ser «algo con que mudar una
cosa de sitio)). Debido a esta reconstrucción, el objeto ya reorganiza-

57 Cfr. Piaget, La naissana, pp. 299 ss. y 334 s. en torno a este tipo de
adquisición.
64 La organizaci6n de la conciencia

d o fenoménicamente puede entrar en relaciones d e nueva especie


con otros objetos. La posibilidad de tales relaciones se funda
en la susodicha reorganización que, en algunos casos, puede ser
profunda y tener consecuencias d e importancia58.
Supongamos que, al cabo d e un período determinado d e prueba
y experimentación, surja un nuevo esquema, ya que el objeto
en cuestión se resiste a ser asimilado al esquema de que se dispone.
Al considerar esta situación, podemos decir que, en general, es
preciso caracterizar siempre a este proceso como la formación de un
nuevo esquema y a la veq como la reorgani~acióndel objeto correspondiente.
Debido a que el nuevo esquema es capaz d e asimilar el objeto,
adquiere éste ciertas características funcionales específicas que se
fundan en la naturaleza de tal esquema. E n otras palabras, podemos
decir que se reconstruye el objeto con relación al nuevo esquema
y en función del mismo. Al subrayar de este modo el doble
aspecto que presenta el proceso en cuestión -o sea. el hecho
de que la reorganización afecta a la par a los esquemas y al objeto-,
aludimos al tema central de la polémica entre Piaget y los propugna-
dores de la teoría de la forma.
Al poner de telieve la continuidad histórica del desarrollo
de la mente, le es posible a Piaget mantener que los esquemas
elaborados con anterioridad en la historia del individuo de que
se trate juegan el papel de factores determinantes del logro real y ejectiuo
más bien que e/ de condiciones del logro59. Al afrontar una nueva

58 Cfr. Piaget, Lo construttiondu riel cbcx fcnfunt, pp. 177 SS. Podemos aprender
mucho del análisis que hace Piaget de la relación que existe entre dos objetos
que se encuentran uno arriba del otro. El niño es incapaz de entender y
ni siquiera de percibir esta relación mientras los objetos sean experimentados
como componentes esenciales del contexto de acción que se refiere fundamental-
mente a la actividad apropiada del sujeto. Al mismo tiempo que se liberan
los objetos de la percepción de toda referencia a la actividad del sujeto, se
hace comprensible la susodicha relación, ya que, a partir de ese momento,
los objetos entran en relaciones espaciales que son independientes de la actividad
apropiada del sujeto. Esta liberaci6n -que tiene que ver con las relaciones
espaciales (Ibid., cap. 2, (j (j 3 y 4), con el concepto de objeto (IbY., cap. 2, jj ji
3 y 4) y tambiCn con el de causalidad (lbtíf., cap. 3, jj (j 3 y 4) -implica que ha
tenido lugar una reestructuración integral y una transformación completa del
mismo «mundo» en que vive el niño.
59 Cfr. Segunda Parte, 4 jj 3a y 3b, donde presentamos el análisis de la
experiencia pasada (en cuanto condición de la presente) según la teoria de
la forma.
El origen de la organización 65

situación, el sujeto emplea los esquemas con que ya cuenta, sobre


todo los que ya han demostrado su utilidad en situaciones más
o menos análogaseo. Pero, en el caso en que esto n o suceda,
debido a que ninguno de los esquemas ya establecidos se ajusta
a la situación de que se trata, se forma un nuevo esquema que
resulta de la actividad d e asimilación y acomodación en virtud
d e la cual se diferencian o modifican y se relacionan y coordinan
entre sí los esquemas.
Es precisamente en tal diferenciación y coordinación que se
manifiesta la actividad funcional. según Piaget, los esquemas n o
son «entidad& independientes», ya que se encuentran impregnados
por tal actividad, sobre todo en el momento mismo en que se
formansl. Por consiguiente, en todo nuevo logro, en toda solución
inicial a una nueva especie de problema, es menester considerar
la actividad de asimilación y organización como el factor primor-
dial62. E n la teoría de la forma, se pone d e relieve la organización
y la estructura del campo de la percepción, o sea, d e la situación
perceptiva y de los objetos que desempeñan algún papel en la
misma. También se insiste en el hecho d e que la reorganización
y la reconstrucción ocurren en el campo mismo d e la percepción
cuando tiene lugar un logro real y efectivo. E n contraste con
esta actitud de los propugnadores d e la teoría de la forma, es
de notar que Piaget se concentra en la actividad organizadora
que dota, de estructura y organización al campo perceptivo63.
La organización tiene que ver fundamentalmente con la actividad
de asimilación y con los esquemas en que se cristaliza tal actividad.
Piaget establece una comparación entre los esquemas y las totalida-

60 Piaget, L a naiuance, p. 385.


61 l b d . , 391: N,.. los esquemas nos aparecen constantemente, pero no como
entidades independientes sino como productos de una actividad continua que
les es inmanente. Por lo tanto, tales esquemas constituyen los momentos sucesivos
de la cristalización. Esa actividad forma una unidad con los esquemas, pero
éstos se separan poco a poco de la actividad organizadora que los ha engendrado
y con ,la cual se confundieran en el momento de su formación)).
62 Ibíd., p. 392: «El hecho primero a considerar es el de ... la actividad
asimiladora misma sin la cual ninguna acomodación serla posible. Es la acción
continuada de la asimilación y la acomodación la que explica h existencia de
los esquemas y da razón, por consiguiente, de su organización)).
63 Ibíd., pp. 314 SS.,380, 389 SS. y 393 SS.
66 La organización de la conciencia

des organizadas de que habla la teoría d e la forma64. Toda forma


de organización que aparezca en el campo perceptivo se debe
a los esquemas a que se asimilan los datos del campo. La organiza-
ción perceptiva resulta de la actividad d e asimilación y organización
y es, en última instancia, el producto final d e tal actividad o
la huella que deja ésta tras de sías. Según Piaget, las formas
organizadas de la percepción tienen que ver con la inteligencia
más bien que con «la percepción pura»66. La diferencia principal
que hay entre la concepción de Piaget y la d e la teoría d e la
forma la define Piaget mismo al decir que consiste en el hecho
de que «el ideal d e la teoría d e la forma lo constituye la explicación
de la inteligencia en función de la percepción, mientras que para
nosotros es la percepción misma la que hay que explicar en función
de la inteligencia~67.Pero una vez que se establece un contraste
entre la inteligencia a la cual se debería la organización y la
estructura- y la percepción pura, no queda más remedio que
concluir que se ha concebido a esta última en función d e los
datos que se reciben en los órganos d e los sentidos y que carecen
en si de toda organización y estructura. D e nuevo nos tropezamos
con el concepto de sensación, en tanto y en cuanto es ésta función
exclusiva del estímulo68. Piaget da así entrada en su teoría a
este concepto, a pesar de lo ajeno que es al espíritu y a la dirección
general de sus investigaciones. Pero tan pronto como se le da
cabida al susodicho concepto, aunque sólo sea d e modo tácito,
nos vemos indefectiblemente llevados a adoptar una noción dualista
de la percepción. Según ésta, existen unos factores o funciones
ajenos a la percepción y externos a ella, mediante los cuales se

84Ibfd., pp. 380 SS.


85Ibid., p. 395: e... las percepciones de una estructura acabada son el resultado
de elaboraciones complejas en las cuales intervienen la experiencia y la actividad
intdectual ...» Cfr. también la p. 305: «... lo esencial no parece ser la estructura
que es el resultado de esta acomodación sino la actividad estructuradora que
hace posible tal resultado».
88 Ibíd., p. 390.
87 Ibid., p. 393.
88 En la Introdnrtion 2 i'cpis/émo/ogie génétiqnc (1, p. 183) establece Piaget un
contraste entre ud esquema» que se transforma en el curso del desarrollo de
la mente y «la percepcidn simple». Ya que las percepciones simples no se
transforman, podemos inferir que - s e g ú n Piaget- son éstas funciones de
los estimulos solamente.
El origen de la organización 67

produce la organización de los datos de los sentidos que en sí


carecen de toda estructura69. Precisamente es aquí donde se halla,
a nuestro juicio, la razón última d e la divergencia que existe
entre el punto de vista de Piaget y el de la teoría de la forma,
pues Piaget adopta el concepto de sensación y la hipótesis de
la constancia -tan íntimamente relacionada con ese concepto-,
mientras que los propugnadores de la teoría d e la forma los recha-
zan.
La teoría de la forma se atiene a lo que fenoménicamente halla-
mos en la experiencia al insistir en el hecho d e que el campo percep-
tivo se presenta en sí mismo dotado d e organización y d e estructu-
ra. D e hecho, el campo perceptivo se experimenta como organizado
de por sí. Las unidades separadas que surgen del seno del campo
perceptivo se dan ya en la misma experiencia con una estructura
y una organización propias. E n el caso del logro o de una solución
inicial a un problema, el campo con que se encuentra el sujeto
se reorganiza y se reconstruye ante los propios ojos del sujeto
que vive tal experiencia durante la etapa del logro real y efectivo.
Nos parece que el hecho de que Piaget no sea capaz d e reconocer
que la organización sea una caracteristica originaria de la experiencia
sensible y se vea llevado a explicarla en función de factores ajenos
a la percepción se debe a que tácitamente da por supuesta la
hipótesis de la constancia. Pero, sólo si abandonamos tal hipótesis,
será posible -según veremos más adelante'('- hacerle justicia
a lo que fenoménicamente hallamos en la experiencia.

4. El replanteo del problema de la organización


D e acuerdo con la doctrina del unpirismo inglés clásico, habrá
que concebir el campo d e la conciencia como un cúmulo d e elemen-
tos, independientes unos de otros e indiferentes entre sí. A fin
de evitar las confusiones y dificultades a las que iadefectiblemente
lleva esta idea d e la conciencia, abandonó James por completo
el concepto de elemento. E n lugar de tales componentes básicos,
propone James que adoptemos como hechos primordiales d e la
experiencia a «las totalidades sensibles)) o «las pulsaciones d e la

69 Cfr. swpra, pp. 5b SS.


70 Cfr. Segunda Parte, 4 1.
68 La organización de la conciencia

conciencia)), que son todos unitarios y carentes d e parte alguna.


Con posterioridad, modificó James esta idea d e la experiencia
inmediata y propuso una noción según la cual los estados mentales
concurren y se compenetran71. Según James, por lo tanto, no
hay en la experiencia inmediata ni elementos dispersos ni datos
que nada tengan que ver entre si. Concibe, pues, la conciencia
como si fuera una especie de tejido conjuntivo sobremanera com-
pacto.
Existen puntos de contacto entre esta concepción d e James
y la que caracterizara al empirismo inglés clásico -y esto a pesar
de las diferencias esenciales que hay entre ambas. E n su forma
originaria, la experiencia inmediata aparece en las dos teorías d e
tal manera que sólo es posible que los hechos de la conciencia
coexistan de un cierto modo. Según el empirismo inglés clásico,
hemos de entender la coexistencia como mera compresencia o
como simple sucesión72. E n virtud d e esto, una vez que se haga
abstracción de las relaciones temporales, n o se ha d e encontrar
en esta teoría ninguna
- conexión entre los hechos de la conciencia
que tenga por fundamento la naturaleza de los mismos. Concibese
así la conciencia en el empirismo inglés clásico como una suma
de elementos independientes. Por su parte, James define la coexis-
tencia de los hechos de la conciencia a base de la compenetración
mutua entre los mismos. Con todo, en ambas doctrinas es de
la misma especie la relación que existe entre los hechos que pertene-
cen al mismo campo total de la conciencia (o sea, entre los que
coexisten o se suceden de inmediato), aunque se la interprete
de diversa manera en cada una de ellas. Del hecho de que sólo
se admita una especie única de relación entre todos los hechos
del mismo campo de la conciencia, se sigue que en ninguna de
las dos concepciones en cuestión es posible reconocer como atributo
originario, intrínseco e inmanente de la conciencia a la organización
- e s decir, a la separación de grupos o regiones cerrados d e
datos, que presenten una coherencia y un grado d e consolidación

71 Cfr. Ralph B. Perry, The Tbowgbt and Character of William Jamer (Bos-
ton: 1935), 11, pp. 586 y 590.
72 En nuestro trabajo intitulado c(Wi1liam James' Theory o f the 'Transitive
Parts' of the Stream of Consciousness», loc. cit., 4 2, hemos demostrado que
no es posible explicar la experiencia de la temporalidad a partir de la concepción
que Hume tiene de la conciencia.
El origen de la organizaci6n 69

determinados y que se destaquen en el seno del campo. Tanto


el concepto de conciencia del empirismo inglés clásico como la
noción de la corriente d e la experiencia que James a d o p presentan
~
a la conciencia, por consiguiente, como un cúmulo caótico y
confuso de datos dispersos e intrínsecamente inconexos73. Pero,
como no puede negarse que el campo d e la conciencia aparezca
originariamente dotado d e organización, no queda más remedio
en ambas doctrinas que tratar de establecer un principio cuya
función específica consista en explicar este fenómeno. Desde el
punto de vista del empirismo inglés clásico, el factor que produce
la organización ha d e ser un principio d e unificación que se encar-
gue de agrupar, conectar y asociar los datos que en sí son totalmente
independientes. Por el contrario, la función que el principio de
organización ha de desempeñar según la teoria de James consiste
en disociar y descomponer las totalidades sensibles, ya que en
su forma originaria no presentan éstas diferenciación y distinción
intrínseca alguna. Como vemos, la función que desempeña el factor
organizador en una teoría es opuesta a la que cumple su equivalente
en la otra. Ambas concepciones exigen, sin embargo, que la tarea
de la teoría psicológica sea la misma, o sea, la de lograr explicar
cómo se produce la organización en el seno de una corriente
de conciencia que originariamente carece totalmente d e ella.
Como resultado del análisis al que hemos sometido las diversas
teorías y conceptos en torno al origen de la organización, hemos
llegado a identificar la dificultad que surge al fin y al cabo en
toda tentativa de dar razón de la organización a partir de un
factor, principio o actividad especiales. En toda teoria de esta
índole, n o nos queda más remedio que hacernos cargo d e las
dificultades que surgen al tratar de determinar cuáles sean los
factores que han de servir de guía a la operación de un principio
tal. Por consiguiente, la crítica que Koehler hace al intento de
explicar la organización en función d e la experiencia previa se
aplica por igual a la noción de actividad selectiva d e James y
a la teoría de Piaget en torno a la actividad de asimilación y
de acomodación que cristaliza en forma de esquema.
El problema que nos ocupa se hace del todo evidente cuando
tratamos de explicar la estabilización de la organización. E n lo

73 Consúltense los pasajes de James que hemos citado: supra, pp. 3 9 s .


70 La organizacidn de la conciencia

procedente, una vez que ésta haya aparecido, es menester suponer


que el factor organizador funcione y se aplique repetidamente
a una masa d e datos de los sentidos que en absoluto. y en principio
permanece informe. Si fuera verdad que los datos d e los sentidos
carecen de organización, habría que negar que la organización
que se produjera en un momento determinado hubiera de afectarlos
en lo mas mínimo en lo sucesivo. La actividad organizadora carece-
ría de indicios que la guiaran, lo mismo cuando una forma d e
organización se produjera inicialmente que cuando se repitiese.
A partir de este modo de ver las cosas, n o sólo es incomprensible
que una determinada forma de organización se produzca repetida-
mente hasta alcanzar la estabilidad, sino que también hay que
reconocer que contradice el hecho de que las formas típicas d e
la organización se produzcan rápidamente una vez que se hayan
dado por vez primera.
E n virtud de que confusiones de esta indole son el resultado
natural de tratar de explicar la organización de la corriente d e
la conciencia en función d e factores externos a ésta, es necesario
optar por la alternativa opuesta y mantener que la organización
es una caracteristica autóctona d e la corriente y del campo d e
la experiencia en su forma originaria.
A partir de este resultado hay que replantear los problemas
que tengan que ver con la organización. De abora en adelan-
te, no nos ha de preocupar y a la determinación de los factores que pro-
duvan la organkación en eI campo, sino que hemos de preguntarnos más
bien cuál haya de ser la natutaleqa de los procesos fisiológicos concomitan-
tes, a fin de que las formas de la organiqación de lo^ mismos se ajusten
a las de los fenómenos de la experiencia74. También hay que tomar

74 Esto no es otra cosa que la afirmación del principio de isomorfismo


psicofisiológico (Cfr. Kochler, Gutalt Psycbology, pp. 58 ss. y Koffka, Principlu of
Gestalt Ps~rhology,pp. 56 SS.). Nos interesa de modo especial la manera en que
Stout formula dicho principio. En torno a la cuestión del correlato fisiológico
del proceso de la atención y con referencia a las ideas de Hughlinm Jackson, nos
dice Stout lo siguiente: UNOhemos de encontrar el correlato nervioso de la aten-
ción en la excitación de una u otra parte de la materia nerviosa sino en cierta for-
ma compleja que adopta el proceso nervioso»(Ana!ytic Psyhology, 1, p. 201). A fin
de explicar el aspecto fisiológico de la atencibn. es menester, pues. llevar a cabo
la identificaciónde «... una organización nerviosa que que surja una sis-
tematización compleja de la excitación nerviosa en conformidad con la sistemati-
El origen de la organizuión 71

en cuenta los problemas que tengan que ver con las condiciones
en las que, en un caso determinado, se d é una forma d e organización
u otra75. Por último, hay que considerar las leyes que gobiernan
la organización y los principios generales en que éstas se fundan.
Esta última investigación se refiere por igual a los datos fenoméni-
cos y a los procesos fisiológicos7~.
A base del concepto de organización como característica origina-
ria de la conciencia, nos es posible plantear el problema de las
diferencias típicas o dimensionales que existen entre las conexiones
de los estados mentales77. Es evidente que las diferencias de que
se trata son las que .existen entre las formas típicas según las
cuales de modo inmediato experimentamos los hechos de la con-
ciencia en cuanto organizados en sus relaciones mutuas.
Esto nos permite formular el problema de una manera más
precisa. Nuestro propósito no consiste ni en enumerar los diversos
tipos posibles de formas de organización ni en establecer siquiera
las diferencias cualitativas que existan entre ellos. Queremos más
bien aventurarnos a sostener la tesis d e que un modelo formal y
universal de organización se da en todo campo de la conciencia inde-
pendientemente del contenido. E n todo campo de la conciencia
hay tres regiones o dimensiones. E n primer lugar, está e/ tema,
o sea, aquello con lo que se entiende el sujeto, lo que en un
momento dado ocupa el centro de su atención y absorbe su interés
y en lo que concentra su actividad mental. E n segundo lugar,
tenemos el campo temático, que se define por la totalidad de los
hechos compresentes con respecto al tema y que experimentamos
como pertinentes al mismo. E n tercer lugar, aparece el margen,
que abarca todos los hechos que, aunque también se den con
el tema, no le son materialmente pertinentes. Haremos lo posible
por señalar el tipo de organización que caracteriza cada una de
estas regiones y que funda por igual las conexiones entre los
datos de una región determinada y las relaciones d e la región

zación compleja de la actividad mental en que esencialmente consiste el proceso


de la atenci6nn (Ibíd., p. 198).
75 Cfr. George F. Stout, A Manw! o/ Plyrhologv, 4a. ed. (Londres: 1929),
p. 431.
76 Cfr. Koehler, Gertalt Pybology, c. 4 y KoMta, Principlcs of Gertalt Prycbology,
c. 4 .
77 Cfr. supra, c. 1 , fj 1.
72 La organización de la conciencia

en cuestión con las restantes y, sobre todo, con la del tema.


Entendemos por diferencias dimensionales entre las formas
de organización las que existen entre los tipos de organización
que caracterizan a las tres dimensiones d e todo campo d e la concien-
cia. Cada tipo de organización a que nos hemos referido presenta
una estructwa formal que le es especr;fica, independientemente del
contenido organizado y de las formas particulares d e organización
que allí aparezcan y que se funden, hasta cierto punto, en el
contenido. Lo que básicamente nos interesa, pues, es la estructura
formal de estos tipos de organización. Mediante el empleo del modelo
((tema-campo temático-margen)), nos proponemos demo~trarla existencia
de m invariante formal en todo campo de la conciencia. Así nos será
posible comprobar que son isomorfos78 los campos d e la conciencia
de la más varia especie, si los examinamos a la luz del carácter
invariante d e la estructura formal d e la organización y en tanto
y en cuanto nos limitemos a considerar el tipo formal d e organiza-
ción de cada región determinada.
A fin de establecer l a verdad d e estas proposiciones, hay que
llevar a cabo el análisis de cada una d e las regiones. Comencemos,
pues, por el tema.

7 s Ni que decirse tiene que el isomorfismo formal de que aquí se trata


nada tiene que ver con el isornorf~smopsicofisiológico a que ya hemos aludido
(Cfr. pp. 70-1, n. 74).
Capítulo 3
E L AGRUPAMIENTO Y LA ORGANIZACIÓN
D E LOS DATOS SENSIBLES

Vamos aquí a empezar por el análisis de temas complejos


(o sea, d e los que contienen una multiplicidad d e datos), tales
como la secuencia de notas musicales que integran una melodía.
Más adelantel, consideraremos la estructura que presentan los casos
((simples)) (como, por ejemplo, una nota que resuena durante un
cierto período), en los cuales el tema está integrado por un solo
dato que surge de un fondo determinado. A fin de presentar
nuestros análisis en un contexto histórico, pasaremos primero a
examinar ciertas teorías que se valen d e la noción d e que los
datos de los sentidos son los contenidos primordiales de la concien-
cia para dar razón de los fenómenos que acabamos de mencionar.
Estas teorías reconocen que la integración de los datos sensibles
a la. unidad de una configuración geométrica o de una melodía
constituye un problema general de organización.

1. El concepto de «cualidad estructural» de von Ehrenfels


Ha señalado von Ehrenfels que los fenómenos a que nos acaba-
mos de referir implican un problema, ya que n o es posible explicar-.

1 Cfr. infra, pp. 136 s.


74 La organización de h conciencia

los sólo a partir de los «elementos» o datos sensibles que los


componen. Podemos transcribir una melodia a una tonalidad di-
ferente, de tal manera que las dos secuencias no tengan ni una
sola nota en común. A pesar de esto, es fácil reconocerlas como
secuencias que guardan un gran parecido; en la mayoría de los
casos hasta el oyente cree tener presente la misma melodía. Por
otra parte, si lo que cambia son sólo unas pocas notas de la
melodía original o si meramente se organizan las notas originales
de modo diferente, no es posible hablar de semejanza o de identidad
auditiva entre las dos secuencias. Es por esto que no tenemos
derecho a considerar una melodia como si fuera la simple suma
de las notas de que se compone2. Hay que tomarla más bien
como un dato de naturaleza especifica propia que ha de contarse
como otro dato más, en el sentido corriente de elemento que
encontramos en la psicología tradicional.
Lla rna von Ehrenfels Gesfalf-gualifüfen(cklidades estructurales)
a estos nuevos datos específicos y los define de esta manera:
«esa especie de contenidos positivos de la experiencia que aparecen
ligados a la presentación de complejos en la conciencia. Por su
parte, dichos complejos se componen de elementos separables,
es decir, de elementos que es posible concebir por separado»s.
El criterio que emplea von Ehrenfels para determinar si una cuali-
dad estructural se encuentra presente en algún caso determinado
no es más que la generalización del razonamiento que acabamos
de resumir en torno a las melodías y que le llev6 a considerar
a éstas como cualidades estructurales4. Supongamos que se nos
da un cierto complejo C de datos sensibles junto con una cierta
presentación P. A fin de decidir si P y C son idénticos o si
P es una cualidad estructural diversa de C pero fundada en éste, es
menester variar los elementos d e C de tal modo que las relaciones
entre ellos permanezcan constantes. Si tales variaciones no afectan
en absoluto el carácter de P o lo hacen tan sólo levemente, mien-
tras que otros cambios en los elementos de C -aun cuando sean
de pequeña cuantía, pero con tal de que no se lleven a cabo según

2 Christian von Ehrenfels, d e b e r 'Gestaltqualitaten'», Vicrtefiahrrrc/!i/tflii


wir.remchaftliche Philorophik, XIV ( 1 890), pp. 259 ss.
3 lbid., p. 262.
4 lbid., p. 264.
t:I agrupamiento y la organización de los datos sensibles 75

regla alguna- producen sustanciales transformaciones de P, es


menester afirmar que P no es idéntica a C sino que es una cualidad
estructural fundada en C. •
Si partimos de la definición y de los ejemplos que von Ehrenfels
nos suministra, habrá que afirmar que es menester que se dé
un complejo de datos sensibles - e n el sentido tradicional del
vocablo- a fin de que se experimente una cualidad estructural.
Puede decirse entonces que las cualidades estructurales dependen
de las sensaciones elementales, ya que, a los efectos de que aparez-
can, han menester de una pluralidad de sensaciones. Por consi-
guiente, von Ehrenfels caracteriza el complejo de datos sensibles
elementales (v.g. las notas, los colores y las líneas que integran
una figura) como fundamento, soporte o sustrato (Grundlage) de
la cualidad estructural de que se trates.
Las cualidades estructurales pertenecen al reino de la sensibili-
dad. Son en sí datos sensibles, aunque de orden superior al de
las sensaciones elementales que integran el complejo que les sirve
de sustrato y de soportes. Al afirmar que las cualidades estructurales
pertenecen al reino de la sensibilidad, nos quiere significar von
Ehrenfels que son experimentadas de modo tan inmediato como
las sensaciones elementales (como son los colores y las notas musica-
les). No hace falta actividad mental específica alguna para que
aparezca una cualidad estructural'. Sin duda, es a veces necesario
hacer un esfuerzo especial para aprehender una cualidad estructural,
como, por ejemplo, cuando experimentamos alguna dificultad para
entender lo que vemos u oímos al contemplar un cuadro o al
escuchar una pieza musical de cierta complicación. E n tales casos,
mantiene von Ehrenfels*, el esfuerzo que es menester hacer no
tiene por fin la producción de la cualidad estructural a partir
del complejo de los datos elementales que le sirve de fundamento,
sino más bien se propone completar el complejo dado. Por tanto,
toda dificultad que se experimente al percibir una cualidad estructu-

. , m

6 Ibid., p. 256: «...un elemento nuevo que de manera semejante flota sobre
aquel coniplejo ...»
7 Ibíd., pp. 285 y 287. El mismo von Ehrenfels reconoce que debe a hlach
ciertas sugerencias que le encaminaron a su propio descubrimiento (Ibid.,
pp. 249 SS.).Cfr. Ernst Mach, Die .4lrab~edcr Empfind~ngen,pp. 87 SS. y 232 SS.
R von Ehrenfels, loc. cit., pp. 285 SS.
76 La organización de la conciencia

ral dada se funda en lo incompleto del complejo que le sirve


de sustrato. E n verdad, si alguno de los elementos que son necesa-
rios para que surja y se mantenga una cualidad estructural deja
de aparecer en la conciencia, tampoco se presenta la cualidad
estructural correspondiente. Pero, en cuanto logramos completar
el complejo de datos elementales mediante un esfuerzo pertinente,
se experimenta la cualidad estructural en cuestión sin mediación d e
actividad mental especial alguna.
A menudo, von Ehrenfels caracteriza el complejo que sirve
de sustrato a los datos elementales como una suma9. Parece querer
decir por esto que el modo de ser de los elementos que integran
el complejo que sirve de sustrato es independiente del hecho
de que formen parte del complejo; es, pues, a partir de tal indepen-
dencia que fundan el aparecer de la cualidad estructural y su
mantenimiento. Todo elemento de esta especie se nos da de modo
idéntico, ya sea que lo experimentemos como parte de un complejo
O por su cuenta. Como tantos otros autores que tratan de fenómenos
parecidos, von Ehrenfels no examina el problema de la identidad
y sencillamente da esta noción por sentada. Sin embargo, existen
otros que tratan la identidad de modo explícito. E n las teorías d e
éstos el análisis de la identidad ocupa un lugar central. Pasemos a
considerar algunas de ellas.

2. Las teorías d e la escuela de Graz

La obra de esta escuela merece especial atención en l o que


se refiere a la investigación sistemática y experimental del fenómeno
que apuntara von Ehrenfels y de otros hechos conexos. La investi-
gación psicológica experimental de la escuela de Graz se inspiró
en los conceptos filosóficos que presentara Meinong, el fundador
de la misma, en su Gegenstandstheorie. No sólo funda esta escuela
de modo explícito la elaboración de su teoría psicológica en tales
conceptos, sino que además se propone que sirva de aplicación
de los mismos y de demostración de su utilidad. Meinong 10 puso

0 Ibid., pp. 252, 254 y 255.


10 Cfr. el prefacio editorial de Meinong a UnfersuchungcnTM. Gegrnstandsfhcoric
rnd P ~ c h o / o ~ (Leipzig
ie : 1904), pp. vii SS.
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 77

de relieve el enlace íntimo que existía entre las teorías filosóficas


y las psicológicas que propusiera la escuela de Graz.
E n nuestra discusión, hemos de renunciar a hacer una presenta-
ción completa de la Gegenstandstheorie de Meinongll. E n virtud
de que nuestro interés principal se centra en la teoría psicológica
de la escuela de Graz, nos limitaremos a ciertos conceptos de
Meinong que son de importancia capital para dicha teoría.
a. Los objetos de orden superior
E n su comentario al artículo de von Ehrenfels, Meinongl2
subraya la conexión que existe entre las relaciones y las cualidades
estructurales o «complejos» (Komplexionen), según él prefiere lla-
marlas en atención a la generalidad. Esta conexión se hace patente
en tres respectos.
E n primer lugar, los complejos y las relaciones dependen - s e -
gún notara también von Ehrenfels- d e los datos que les sirven
de sustrato. A fin de poder percibir una relación y hasta de llegar
a concebirla, es menester que haya términos entre los que se
dé la relación en cuestiónl3. Por la misma razón, no es posible
concebir un complejo que carezca de elementos componentes.
Esta dependencia de las relaciones y los complejos de los datos
que les sirven de fundamento le parece ser a Meinong el rasgo ca-
racterístico y la señal distintiva del fenómeno en cuestiónl4. Por
consiguiente, agrupa Meinong los complejos y las relaciones bajo

J . N. Findlay ha expuesto y criticado la G e ~ e n ~ t ~ t d s / h e ode


r i e hleinong
en su Mcinong's Tbcory of Objccts (Londres: 1933). Véase también A. 1.. Michaelis,
«The Conception of Possibility in Meinong's 'Gegcnstandsthe(>rie'n, Philosoplg
and Phenomenologiral Rerurrh, 11 (1942).
12 Alexius Meinong, «Zur Psychologie der Komplexionen und Relationem,
Zeitsrhyt,f2r Psyrbologic und PLysiologie dcr .'iinnesorgane, 11 ( 1 891).
la Ibid., pp. 251 SS. Véase también: «Ueber Gegenstinde hoherer Ordnung
und deren Verhaltnis zur inneren Wahrnehmung)), Zei/schjf/,fM Pyc/Jo/ogie nnd
PbysioJogic dcr Sinnesorgane, XXI (1899), 5s 3 y 4.
14 Según Meinong («Zur Psychologie ...N. p. 189), la dependencia de los
complejos y las relaciones de los datos que les sirven de sustrato es más
íntima e importante que la dependencia recíproca entre el color y la extensión.
Es cierto que no es posible percibir un color a menos que aparezca en conesión
con un factor de extensión y vicevetsa. Aunque esta dependencia pue& tener
su fundamento en las esencias del color y de la extensión, parece, con todo,
ser de naturaleza extrínseca, ya que el pensamiento del azul o del amarillo
no implica en absoluto el pensamiento de la espaciali&d. Por el contrario,
78 La organización de la conciencia

la rúbrica general de contenidos «fundados» y, más tarde, de «obje-


tos fundados»ls. Los objetos fundantes (o sea, los términos entre
los que se da una relación o los elementos que integran un comple-
jo) son los infriora; la relación misma (v.g. la relación de semejan-
za) o la cualidad de complejo (o sea, la cualidad estructural de que
hablara von Ehrenfels) son los snperiora. En tanto y en cuanto los
((superiores)) son objetos que suponen y necesitan la existencia d e
otros en los que se fundan, Meinong habla de ellos como «objetos
de orden superior)) (Gegenstande ho8erer Ordnung). Las relaciones y
los complejos no sólo son objetos de orden superior sino que ade-
más son los únicos objetos de esta especiels. Al fundarse en los
((inferiores)), el superior se liga a ellos con necesidad lógica".
Cuando se dan dos notas musicales cualesquiera, vemos que fun-
dan la relación de diferencia y no la d e igualdad y que sirven de
base a un complejo de dos elementos y no a uno d e tres o cuatro.
Por último, es posible percibir las notas como el fundamento d e un
motivo musical de índole primitiva y elementalísima. Por lo mis-
mo, hay que decir que es este motivo musical y n o otro el que se
funda en las notas que de hecho se han dado. Aunque ciertos infe-
riores determinen con necesidad lógica los superiores posibles que
se funden en ellos, no quiere esto decir - c o m o Meinong mismo
subraya- que, en todas las ocasiones en que se den ciertos inferio-
res, se den también necesariamente en la conciencia todos los supe-
riores posibles que se funden en los inferiores d e que se trate, ni si-
quiera tampoco que se dé sólo alguno determinado de entre ellos.
Pero, lo que si es cierto es que, si experimentamos de hecho los supe-
riores, estarán éstos ligados por necesidad a los inferiores que los
fundan. Esta tesis, según veremos más adelantels, tiene gran irn-
portancia para la teoría psicológica de la escuela de Graz.
En segundo lugar, hay que decir que junto con todo complejo
se da $50 facto una relación. La recíproca es de igual modo verdade-
ral9. Para que un cierto número de objetos funde un complejo

es totalmente imposible concebir una relación excepto en función de los objetos


entre los que la misma se da.
15 Ibid., pp. 202 SS.;véase: Findlay, op. cit., pp. 129 SS.
16 Meinong, d e b e r Gegenstande hoherer Ordnung...n, loc. cit., p. 192.
'7 lbid., pp. 202 SS.
18 Cfr. ;$fa, pp. 83 SS.
10 Meinong, «Ueber Gegenstande hoherer Ordnung...r, loc. d . , 1. 4 5.
F.1 agrupamiento y la organización de los datos sensibles 79

no es suficiente que los objetos se experimenten simultáneamente.


Además de la concurrencia de los obietos en la conciencia, es
menester que haya una conciencia de la' concurrencia de los obje-
tos20. E n otras palabras, los objetos han de experimentarse en
cuanto haya mutua pertenencia y formen un todo, o sea, como
partes de un todo. Pero, a fin de que los objetos se experimenten
de ese modo, es necesario que aparezcan conectados de cierta
manera. E n virtud de la relación que existe entre los objetos,
es que aparecen éstos como partes de un todo, o sea, en cuanto
elementos que fundan un complejo. Y viceversa : cuando los térmi-
nos cierta relación entre sí, se nos aparecerán formando
de un todo al cual pertenezcan y que se constituye en virtud
de la relación de que se trate. A partir de esto, establece Meinong
el principio de «la coincidencia de las partes» part ti al coinciden^)
entre un complejo y la relación correspondiente21. Los elementos
del complejo son, a la vez, los términos de la relación. Lo mismo
el complejo que la relación de coincidencia dependen de idénticos
obietos de orden inferior.
En tercer lugar, tanto las relaciones como los complejos son
irreales. Tomemos, por ejemplo, cuatro objetos (digamos que cua-
tro nueces) a fin de formar un complejo. Lo que en verdad existe
cada una de las nueces. El ser-cuatro es ciertamente una caracte-
rística especifica de tal complejo pero no un existente más junto
a las nueces22. Análogamente, cuando una reproducción se parezca

lbid., pp. 235 SS. Cfr. Sr. Wimsek, Grnndlinicn dcr Plychlogie (Leipzig : 1308),
pp. 230 SS. James razonó de modo similar en torno a a t a cuestión, pues afirma
que «la idea de a + la idea de b no es idkntica a la idea de (a+ b)o> (The
Principlcs o j P g r h o l o ~ ,1, p. 161) y «los enjambres que forman los ejemplares
de una misma 'idea1» no son «lo mismo que el pensamiento de 'todos los elementar
poliblc~' de una clase» (lbid., p. 447). Véanse también las pp. 498 SS. en cuanto
a la experiencia de la diferencia, las pp. 628 SS. en lo que se refiere a que
«L1nasucesión de renfimientos en sí nirma no es un sentimiento de zncuidn» y la p. 196
sobre la diferencia que existe entre «el pensamiento de la identidad repetida
del objeto» y «la identidad del pensamiento de la identidad que se repite*
y en torno a la que hay entre «la percepción de la multiplicidad, la coexistencia
y la sucesión» y la de «una multiplicidad, coexistencia o sucesión de percepciones*.
Véase además: J. Ward, Psychological Principler, pp. 86 SS.: «... una diferencia
que esista entre las presentaciones no es lo mismo que la presentaci6n de
esa diferencia como toln.
21 Cfr. Findlay, op. cit., pp. 95 y 138 ,SS.
22 Meinong, nUeber Gegenstinde hohcrcr Ordnung ...n, Ioc. cit., 1, 4 6.
80 La organizmción de la conciencia

a un original, no se afirmará que haya otros existentes reales


aparte de los dos cuadros de que se trate. En otras palabras,
no hay un existente real más que consista en ser la semejanza
entre los cuadros.
No es posible decir, por lo tanto, que los complejos y las
relaciones existan como lo hacen los objetos materiales, los colores
y los sonidos. Habrá, como mínimo, que afirmar que - e n virtud
de sus respectivas naturalezas- pertenecen a diversas regiones
de la existencia. Además, la noción de la inexistencia de las relacio-
nes y los complejos no conlleva la tesis de que un objeto de
orden superior sea una pura «nada». Y si esto es así, tendremos
derecho a decir, con toda validez, que los cuadros son parecidos
y que ser-cuatro es una característica predicable del conjunto de
las nueces. Los complejos y las relaciones, por tanto, no «existen»
sino que «subsistem23. Precisamente es en esto en lo que se mani-
fiesta su naturaleza ideal. Los objetos de orden superior son irreales
o, mejor aún, ideales24.
De la tesis de la idealidad de los objetos de orden superior
se siguen consecuencias de importancia. Los complejos, conjuntos
y relaciones perceptivos se derivan de actividades intelectuales
y no de los sentidos. Una de las pocas críticas que Meinong
hace al artículo de von Ehrenfels se refiere precisamente al aserto
que este último hace y según el cual no es necesario que juegue
papel alguno ninguna actividad mental especial a fin de que surja
una cualidad estructural. En contra de esta posición, Meinong
afirma que es menester que intervenga el sujeto de la experiencia
en cuestión%. Cuando más adelante26 discute el ejemplo de las
cuatro nueces que aparecen como un conjunto perceptivo de

* En cuanto a la distinción entre «esistencia» ( D u ~ e i n ) y «subsistencia»


(Bestund), véase : Meinong, aUeber Gegenstandstheorio), Untnsuchungen xur Ge-
gensfaJstheoric r J P~_ychlogie,ed. Meinong (Leipzig: 1904). pp. 5 SS. y 24 s. y
Ueber Annalimen, 2a. ed. (Leipzig: 1910), $$ 11 SS.Véase también: R. Ameseder,
((Beitrage zur Grundlegung der Gegenstandstheorie)), Unt~~suchnngen ~ u Gegefi-
r
studtbeoric nnd Ps,vchologie, 5 14, Findlay, op. cit., c. 5, 9 1 .y E. MaU.y, ((Untersu-
chungen zur Gegenstandstheorie des hfessensm, $S5 y 10.
a Witasek, op. cit., pp. 232 SS. y 295 s.
Meinong, «Zur Psychologie der Komplesionen und Relationem. loc. cit.,
pp.'260 SS.
26 hieinong, ((Ueber Gegenstande hoherer Ordnung ...», loc cit., pp. 191 SS.
El agrupamiento y la organización de los datos sensible 81

cuatro objetos, se refiere al concepto de coligación explícita de


Husserl27. N o parece que podamos dar razón de los complejos
y las relaciones perceptivos en función de la sola sensibilidad,
en virtud de la idealidad de los objetos de orden superior. Es
precisamente la naturaleza y el origen no sensibles de mles objetos
lo que es decisivo para la teoría psicológica de la escuela de
Graz.
b. La teoría de «la producción»
Hablando en términos psicológicos, se puede decir que la ideali-
dad de los objetos de orden superior tiene que ver con la falta
de estímulos que correspondan a las relaciones y a las cualidades
específicas de los complejos. Witasek28 y Benussi toman dicha
falta precisamente como punto de partida para la elaboración de
su teoría psicológica.
Cuando vemos dos colores diferentes o escuchamos una deter-
minada melodía, lo que sucede es lo siguiente: ciertos procesos
físicos (v.g. las vibraciones del aire) llegan a nuestros sentidos
y provocan ciertos procesos fisiológicos, cuyos correlatos en la
conciencia son las sensaciones de los colores o de las notas musica-
les. Ningún hecho físico, sin embargo, guarda la misma relación
con la experiencia de la diferencia o la melodía que las vibraciones
del aire con las sensaciones de las notasa. Las sensaciones dependen
causalmente de los estímulos físicos mediante los procesos fisiológi-
cos de origen periférico. No existe, empero, dependencia causal
de esta índole en el caso de los objetos de orden superior. De
esto se sigue que sea imposible que las presentaciones de estos
últimos se funden en la sensibilidad. A base de la tesis de Meinong
en torno a la idealidad de los objetos de orden superior, mantiene
Benussi que tales objetos no pueden actuar como causas y producir
efectos, meramente en virtud de su carácter irreal30. Por consiguien-

fl Sobre este concepto, véase: i n f a , pp. 89 SS.


2s Cfr. Witasck, ~Beitragezur Psychologie der Komplexionetw, Zeitsrrft
lU, P~_~cho/ogie u d Pi~y~iologicder .~innesorgam,XIV ( 1 897), pp. 407 SS. y Grundlinicn
der P~_)'rhdogie, pp. 226 ss.
20 V. Benussi, «Experimentelles ueber Voistellungsinadaquatheit~,Zeitschgt
,/& ~ J _ ) ' C ~ UXLV
/ O R ~(1907),
G, 2, 5 h.
so Benussi, azur Psychologie d a Gcsialtcrfassens», Unter~~cbmg8a ?W Gpn-
~tandrtbconemi P.ycbologie, ed. Meinong (Leipzig: 1904), pp. 308 SS.
82 La organización de la conciencia

te, son incapaces de ocasionar el mas mínimo resultado en nuestros


sentidos.
Si de hecho, pues, tenemos presentaciones de objetos de orden
superior, no podrán encontrar éstos su origen en las actividades
sensibles, que sólo pueden producir sensaciones de colores, de
notas musicales, etc., o sea, los inferiores en que se fundan los
superiores en cuestión. Hablando con rigor, hay que afirmar que
la sensibilidad se limita a originar meras sensaciones, es decir,
haces de puntos carentes de orden, agrupamiento u organización31.
Siempre que se dé «algo más» que una porción de sensaciones
(v.g. cuando percibamos un par de notas formando un intervalo
musical), no ha de corresponder lo que se da por añadidura a
ningún estimulo fisico específico y, por consiguiente, a ningún
componente especial de la actividad sensible. La presentación de
lo que rebase los meros datos sensibles (digamos, por ejemplo,
la de una melodía, una relación o una forma) debe por tanto
tener un origen extra-sensible (a~ssersiditheProveniend32. Para dar
cuenta, pues, de tales presentaciones, es menester remontarse a
partir de ellas hacia procesos y factores psicológicos específicos
que, según Benussi, han de tomarse como últimos e irreductibles33.
A fin de referirse a tales procesos psicológicos, los miembros
de la escuela de Graz a menudo emplearon el término «producción»
(Prod~ktion)34.

81 Benussi,' uExperimentelics ueber Vorstellungsinadaquatheitn, loc. cit., ii,


p. 192.
32 Benussi, uZur Psychologie des Gestalterfassens», loc. cit., pp. 382 SS.; «Ue-
ber die Grundlagen des Gewichtseindrucks~. Arcbir jür dic Gesamfe Ps~c&o/ogie,
XVII (1910). pp. 91 SS.; «Ueber die Motive der Scheinkorperlichkeit bei umkehr-
baren Zeichnungem, Arcbiv f k ¿¡e Gesomtc Pryrhologic, X X (191 l), pp. 390 SS.
33 Benussi, Pyrhlogie der Zcitagfassung (Heidelbcrg: 1913), pp. 253 SS. La
naturaleza psicol6gica de estos factores no es obice para que pueda existir
un sustrato fisiol6gico en e/ cerebro para las presentaciones dc origen extra-sensible
(Cfr. Benussi, «Experimentelles ueber Vorstellungsinadaquatheitn, loc. cit., ii,
p. 217). La diferencia cualitativa que hay entre estos posibles procesos fisiológicos
y los que sirven de base a las sensaciones simples consiste en que aquéllos
dependen exdusivamente de las condiciones centrales mientras que éstas tienen
un origen paiftrico. Cfr. uUebcr den Einfluss der Farbe auf die Grosse d a
Zollncrschen Tauschungn, Zcitschjftf k PryclJologic und PhJisiologie der Sinnesorgane,
XXIX (1902), p. 386.
34 R. Ameseder fue J que sugirió el uso del término «producciónn (Cfr.
<tUeberVorstell ungsprodu ktiom, Untasuchungcn xur G~g~nstandstbewie und Prychlo-
El agrupamiento y la organizaci6n de los datos sensibles 83

No es posible ir mucho más lejos que decir que el proceso


de producción consiste en la operación de enmarcar, abarcar y
unificar los datos de los sentidosSS, lo cual se hará evidente por
razones que daremos más adelante%. A fin de que el proceso
de la producción tenga lugar, es menester, en última instancia,
que la sensibilidad suministre los datos que - e n cuanto materia-
les- son necesarios para que el susodicho proceso ocurra. Los
datos de los sentidos son así el requisito previo del proceso de
la producción, en consonancia con el carácter de fundado del
superior a que ya nos hemos referido37. La presentación del supe-
rior se deriva, pues, del proceso de la producción que opera
sobre los inferiores que suministran las actividades de los senti-
dos3R. A pesar de la dependencia en que - e n este sentido-
se encuentra el proceso de la producción de los datos sensibles
preexistentes en la conciencia, no son suficientes estos últimos
para determinar por completo o sin ambigüedad alguna el proceso
en cuestión. Como ya hemos dicho, Meinong3Qsostiene que pode-
mos experimentar dos notas como un conjunto de dos miembros
o como diferentes entre si o en cuanto forman un motivo musical
de índole muy primitiva. Pero ya Witasek40 apuntaba que, aun
en el caso de una estructura musical relativamente simple, las

gk, p. 488). Meinong adoptó el vocablo (Cfr. U e b a Anmbmcn, h. ed., Zcitscbr$t


,Irir Pslycho/og¡e mi Physiolofi dcr Sinnesorgane, suplemento 11 119021, pp. 8 SS.),
y así lo hizo también Benussi. A los efectos de la comodidad en la exposición,
Benussi ha de poner de relieve en lo adelante el aspecto psicológico y no
el filosófico del problema (o sea, la ausencia de estimulo más bien que la
naturaleza ideal de las estructuras o Ge~tu/ten).Por eso prefirió J empleo
de la frase «presentación de origen extrasensible» al vo&Mo
Cfr. Benussi, uGcsetze der inadaquaten Gestaltauffassungn, Arcbirj* dic Gusamtc
Pych/ogii, XXXII (1914), pp. 400 SS.
3s Cfr. Benussi, uUeber den Einfluss der Farbe auf dic G r b s c der Zollner-
schen Tauschung», loc. cit., pp. 288 y 387; «Die Gestaitwahrnehmungen», Zcitscbrift
,fhi P ~ c h I o g i e ,L X I X (1914), p. 270; «Gesetze der inadaquaten Gestaltauffas-
sungn, loc. cit., p. 407. Véase también: Witasek. «Beitrage zur Psychologie d a
Komplexionenn, loc. cit., pp. 419 SS.
36 Cfr. itfra, pp. 109 SS.
37 Cfr. supra, pp. 77 SS.
38 Cfr. Witasek, Pgcbo/o~ie der Ruum~brncbmnng des Angcz (Heilder-

"
bere: 1910). P. 305.
~ e i n o i «Ueber
~, ...
Gegenstande hoherer Ocdnung n, Ioc. cit., p. 204.
40 Witasek, ~Beitragezur Psychologie der Komplexionenn, Ioc, cit., pp. 412 ss.
84 Ln organización de la conciencia

notas pueden agruparse de varias maneras, aunque sólo un agrupa-


miento entre los posibles sea musicalmente «correcto» y correspon-
da a la intención del compositor.
Varios puntos distribuidos con cierta regularidad pueden servir
de base a configuraciones espaciales notablemente diferentes entre
sísi. Pero cualquiera que sea el modo de agrupar los estímulos
que se adopte de entre las alternativas disponibles, las sensaciones
serán siempre idénticas, en tanto y en cuanto dependen exdusiva-
mente de los estímulos42. En virtud de que las sensaciones se
prestan a ser agrupadas y organizadas de varios modos, Benussi
las considera ambiguas en lo que se refiere a «las estructuras»
(Cestaiten) que puedan fundar (ge~a/tmehrdeutigl43. Tal ambigüe-
dad la toma Benussi como otra prueba del origen extra-sensible
de las presentaciones de esta especie44. E! que sea posible agrupar
las mismas sensaciones de diversas maneras hace patente que el
sujeto está en libertad de producir las presentaciones de «objetos
de orden superior»45. Esta libertad, por el contrario, no existe
con respecto a las sensaciones, que resultan -total y exdusivamen-
te- de la estimulación de origen externo. A esto hay que añadir
que - f r e n t e a una pluralidad de sensaciones- el sujeto no ,sólo
tiene La libertad de escoger de entre los muchos agrupamientos
posibles, sino que además puede abstenerse de agruparlas en manera
alguna para fijarse, en cambio, en las mismas sensaciones46. Al

41 Witasek, Pychlogie dcr Ranmwutnebmnng des Auges, pp. 2% SS. Para ver
otros ejemplos, consúitese: Benussi, «Ueber die Motive der Scheinkorperlichkcit
bei umkehrbaren Zeichnuneen. loc. cit., PP. 391 SS.
42 Tanto Witasek en s u u ~ & c h l o g i e ~ d
Raimrwahnebmnng
~ des Angcs (p. 304)
como Benussi en su ~Ex~erirnenteiics ueber Vorstellunesinada~uatheit»(Ztit-
t Psycbologie, X L I ~[1906], i, p. 34 y ii, pp. 188 y216) ponen de rllieve
~ c b r i ffk
la constancia de la sensación en virtud de la constancia de los estímulos (o
sea, «la hipótesis de la constancian).
43 Benussi, «Expaimentelles ueber Vorstellungsinadaquathei~~, loc. cit., i.
pp. 22 SS.
44 Benussi, ~Gesetzeder inadaquaten Gestaltauffassungn, loc. cit., 5 1. De
modo análogo, había mantenido Helrnholtz que ninguna característica perceptiva
que esté sujeta a cambio o a superación mediante un acto de interpretación
puede ser un dato sensible auténtico. Cfr. h b n d b ~ ~dcr h p~siologisc/JcnO p t i k ,
2a. ed. (Hamburgo y Leiptig: 1896), pp. 6 1 0 s .
45 Cfr. Witasek, ~Beitragenur Psychologie der Komplexionen». loc. cit.,
p. 426.
48 Benussi, «Zur Psychologie des Gestalterfassensn, op. cit., 8 2.
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 85

darse esta última posibilidad, se producen experiencias perceptivas


que, desde el punto de vista de la teoría de la producción, han
de considerarse de índole muy especial, según podremos ver más
adelante47.
Más arribada, hubimos de mencionar la atribución de la necesi-
dad lógica que hizo Meinong a la relación entre los inferiores
y el superior. Hay que notar, sin embargo, que esta necesidad
interna o lógica sólo afecta la relación entre los inferiores y el
superior y no tiene nada que ver con la que existe entre hs
presentaciones re~pectitwsde los mimo~49.Es sin duda verdad que,
cuando se agrupan de cierta manera varias de las notas de una
composición polifónica, pueden servir éstas de fundamento a un
solo motivo musical determinado50. Con todo, nos quedarían aún
por resolver problemas como los siguientes: a. ¿cuáles son las
notas que de hecho se agrupan?; b. ¿cuál es la especie de agrupa-
miento que por fin resulta?, y c. ¿tiene lugar, al fin y al cabo,
el agrupamiento? La necesidad intrínseca de las relaciones entre
los inferiores y el superior respectivo en cuanto objetos no significa
en absoluto que, una vez que se den los datos sensibles, haya
de ocurrir indefectiblemente el proceso de la producción. Al distin-
guir entre el objeto presentado y la presentación del objeto, los
teóricos de la escuela de Graz mantienen que las relaciones que
existen entre las presentaciones de los objetos no son de la misma
índole que las que hay entre los objetos mismos.
Ya que la relación de fundamento se caracteriza esencialmente
por la necesidad interna (como se ve, por ejemplo, en la relación
entre los inferiores y el superior), tenemos que rechazar que las
relaciones entre las presentaciones de los inferiores y la del superior
sean de esta especie. Ameseder fue el primero en llamar la atención
sobre esta diferencia. Por ello sugirió el empleo del vocablo «pro-
ducción», a fin de referirse al hecho de que la presentación del
superior no se funda en las presentaciones de los inferiores51,

47 Cfr. infra, pp. 114 S.


48 Cfr. .wpra, pp. 78 S.
49 Cfr. Findlay, op. cit., p. 137.
50 Witasek, ~Beitrage zur Psychologie der Komplexionem, for. cit., pp. 416 SS:
51 Ameseder. «Ueber Vorstellungsproduktiorm, op. cit., 1, 3. Véase tambikn
Benussi, «Ueber den Einfluss det Farbe auf die Grosse dec Zollnerschen
Tauschungn, lor. cit., p. 387.
86 La organización de la conciencia

aun cuando dependa de ellas. Es de notar que la distinción que


los miembros de la escuela de Graz hacían entre el objeto presentado
y la presentación del objeto fue una valiosa contribución al análisis
de los principios de la psicología a principios de siglo. Fue el
replanteo más radical o fundamental de Husserl5z lo que llevó esta
discusión de principios a su culminación.
La úitirna cuestión a considerar se refiere al problema que
podemos formular así: ¿modifica o afecta el proceso de producción
a los inferiores? Según ya dijimos con anterioridadSS, parte von
Ehrenfels de dar por supuesta una respuesta negativa a esta pregun-
ta. Husserl y Stumpf afirman explícitamente, como ya veremos54,
que los datos sensibles no sufren modificación alguna al fundar
y sostener una cualidad estructural. Debemos mantener presente
la idea de que los datos de los sentidos en que una cualidad
estructural se basa son independientes entre sí, en el sentido
de que son separables unos de otros. Es en principio posible,
pues, experimentar uno de ellos en ausencia de los demás55. Según
von Ehrenfels -que en esta cuestión también está de acuerdo
con Stumpf y con Husserl56-, la mera coexistencia o la sucesión
inmediata de los datos elementales es suficiente para que surja
una cualidad estructural, sin que ninguna actividad mental especial
tenga que intervenir para ello. La independencia de los datos
elementales se hace patente en el hecho de que mantienen su
identidad en la función que llevan a cabo de fundar las cualidades
sensibles de orden superior. Por así decirlo, tal función es ajena
a los elementos.
Los miembros de la escuela de Graz dan cuenta de la indepen-
dencia de los datos elementales o inferiores (o sea, de su autosufi-
ciencia o autonomía). Se ve que muestran tal propiedad sobre
todo porque es posible que se den los inferiores en la conciencia
sin que por ello se experimente el superior. Un requisito esencial
para que surja éste es el proceso especial de la producción. Si
sucede, sin embargo, que los inferiores se agrupan y que de hecho

52 Cfr. LogjScbe Untersuchungen, la. ed., 1900-1901.


53 Cfr. supra, p. 76.
54 Cfr. inra, pp. 99 SS. y 103.
55 Cfr. supra, p. 74. En torno a Husserl y a Stumpf, véase: ;*a, pp. 99 SS.
56 Cfr. inra, pp. 98 SS.
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 87

dan lugar a que aparezca el superior, es posible que los inferiores


se infiuyan mutuamente y que, por consiguiente, se modifiquen
unos a. otros. D e hecho, es esto lo que pasa. El proceso de
la producción puede transformar las sensaciones mismas sobre
las que opera57. Los psicólogos de la escuela de Graz llegan
a esta tesis a base de sus trabajos experimentales sobre las ilusiones
óptico-geométricas. Según los resultados que obtuvieran, tanto el
hecho de que tales ilusiones tuvieran lugar como el alcance que
mostraran las mismas dependerian d e que los datos sensibles de
que se trate hayan sido agrupados en una Gestalt (estructura). Lo
único a que los factores que juegan un papel en la producción de
las ilusiones contribuyen se limita a esto: a facilitar o a impedir la
aprehensión de la Gestalt, es decir, del agrupamiento d e los elemen-
tos 58.
E n las ilusiones óptico-geométricas, los datos de los sentidos
-una vez que hayan sido integrados a una Gestalt- muestran un
aspecto diferente al presentarían si el sujeto se hubiera abstenido
de agruparlos o si aparecieran separados unos de otros. No cabe
duda alguna de la infiuencia recíproca de los datos sensibles a
raiz de su agrupamiento o de la modificación que experimentan
en virtud del proceso de producción que da por resultado su
agrupamiento. Hay que hotar, sin embargo, que este hecho sucede
dejp's de que se den los ahtos. El proceso de la producción necesita
de los datos simples en cuanto que son los materiales sobre los
que ha de trabajar. E n tanto y en cuanto se convierten en el
sustrato del proceso de la producción, los datos sensibles han
de darse en su estado auténtico y sin modificaciones, el cual sólo
depende de los estímulos externos. Si en verdad son modificados
los datos sensibles en virtud del'agrupamiento, se debe ello tan
sólo a que tales datos -originariamente presentes en su forma
auténtica- se prestan a la acción del proceso de la producción
y son modificados con posterioriahd por el mismo. Reconocen los

57 Cfr. Benussi, ((Zur Psychologie des Gestalterfassens)), op. cit., $ 19; Amese-
der, «Ueber Vorstellungsproduktion», op. cit., 11, p. 8 ; Witasek, P~chologieder
Ruumwahrnehmung des Auges, pp. 313 cs.
* En su ~Gesetzeder inadiquaten Gestalterfassung)) (loc. cit.), Benussi,
ha dado un resumen de su labor experimental en torno a las ilusiones óptico-geo-
métricas. Véase también: Witasek, «Ueber die Natur der geometrisch-optischen
Tauschungew, Zeitschrift fM Pg'cbologie und Piysjolo~eder.Tinnesor~anc,X I X ( 1 899).
88 La organización de la conciencia

psicólogos de esta escuela que la modificación que sufren los


datos sensibles por la acción del proceso de la producción es
una transformación efectii de los mismos, los cuales en su forma
originaria eran distintos a como aparecerán una vez que se haya
iniciado el proceso. El modo en que interpretan este reconocimiento
(o sea, el hecho de que, en ciertos casos, ocurra una modificación
de los datos sensibles en virtud del proceso no sensible de la
producción) supone e ,implica «la hipótesis de la constancia». E n
otras palabras, el supuesto del que parten es el siguiente: los
datos sensibles dependen sólo y exclusivamente de los estímulos
externos. D e esto se sigue que las mismas sensaciones se repitan
cuando los mismos estímulos actúen sobre los órganos receptores.
También la afirmación de que las sensaciones son «ambiguas»
en lo que respecta a las maneras en que pueden ser agrupadas
se relaciona con la susodicha hipótesis. Es así que podemos decir
que la hipótesis de la constancia es una parte esencial e integral
de la teoría de la producción.

3. Las cualidades sensibles de orden superior

a. El concepto de figurale Momente de Husserl


Con toda independencia de la labor de von Ehrenfels descubrió
Husserl un fenómeno similar a los que aquél estudiara, aunque lo
hizo en un contexto diferente. Al examinar la aprehensión d e las
pluralidades, se encontró con los hechos siguientes59: entramos en
una sala llena de gente y de un vistazo formamos la noción de mu-
chedumbre; de noche miramos por la ventana y d e inmediato ve-
mos «una multitud de estrellas)). Y esto motiva la formulación de
una pregunta: ?cómo es posible en principio la aprehensión d e una
pluralidad como tal en estos casos ?
No puede hablarse de una auténtica (eigent/ithe) aprehensión
de la pluralidad de que se trata, pues, para que una pluralidad
pueda ser aprehendida auténticamente, es menester que haya tantos
actos de presentación como elementos contenga la pluralidad, de
modo que cada acto aprehenda uno de los elementos y sólo uno.

59 Cfr. Husserl, Philoorophir der /IriflJmcfik, pp. 219 SS. Para un resumen
claro, condensado y digno de coníianza, consúltese: M. Farber, T h F o ~ d f i o n
of Phenomenology (Cambridge, Mass.: 1943), c. 2.
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 89

Además de estos actos de aprehensión individual, hace falta uno


que reúna o coligue y en virtud del cual los elementos que han
sido aprehendidos individualmente sean recogidos y juntados.
Dado que el acto de coligación supone los actos de aprehensión
individual, aquél tendrá que ser de orden secundario con respecto
a éstosm. No podemos suponer que tal acto de aprehensión de
una pluralidad haya tenido lugar cuando de un vistazo nos encontre-
mos con que cientos de elementos forman parte de la pluralidad
en cuestión.
Mediante el análisis y la refutación de varias explicaciones
posibles, llega Husserl a vislumbrar que sólo una solución parece
ser posible. E n la apariencia perceptiva misma de los agregados
sensibles, debe estar presente una señal por la cual puedan ser
tomados enseguida por pluralidades. Esta señal no puede sino
consistir en ser una característica especifica que sea perceptible
de inmediato, o sea, una cualidad sensible de orden secundario
que venga unida al agregado en tanto y en cuanto se da éste
en la percepción. Si estas señales específicas (o, según Husserl
las llama también, estas «características cuasi-cualitativas») pueden
de hecho ser encontradas en la experiencia, se esfumarán todas
las dificultades que podamos confrontar en la aprehensión de un
agregado sensible en tanto que pluralidad. E n virtud de esta caracte-
rística cuasi-cualitativa, en la misma percepción se da de inmediato
el agregado en tanto que pluralidad. N o hay que recurrir, por
tanto, al proceso de coligación explícita. Aprehendemos el agregado
en tanto que pluralidad debido a que así lo percibimos. Por otra
parte, cuando se nos da un agregado sensible, podemos disponernos
a contar los elementos que lo integran, o sea, a aplicarles la
operación de coligación explícita, pero sin ir más allá de unos
cuantos de los elementos de la pluralidad (como, por ejemplo,
en el caso de una constelación). E n esta situación, es por medio
de la característica cuasi-cualitativa -la cual es inherente a la
apariencia sensible del agregado- que llegamos a tomar conciencia
de la posibilidad de continuar la operación que sólo hemos iniciado.
Esta hipótesis - q u e en un principio Husserl formulara provi-
sional mente- encuentra amplia confirmación en la experiencia;
Hablamos de «una columna de soldados)), de «un montón de

60 Cfr. Husserl, op. rif., pp. 76 SS.


90 La organización de la conciencia

manzanas)), de «una arboleda)), de «una bandada de pájaros)). Tam-


bién pueden darse otros ejemplos provenientes del reino de las
configuraciones espaciales, como son una hilera de líneas paralelas
equidistantes o un conjunto de objetos iguales distribuidos de
un modo determinado en el campo visual. La distribución en
éste puede ser tal que dos objetos vecinos cualesquiera del conjunto
estén separados siempre por la misma distancia o que los objetos
vengan en pares, de modo que no sólo la distancia entre los
miembros de cada par sea siempre la misma, sino que además
la que separa a los miembros de un par de otro adyacente sea
también igual; por último, los objetos pueden formar grupos
de tres, cuatro o más elementos. Otra ilustración de lo mismo
la encontramos en la estructura del tablero de ajedrez, pues nuestra
atención se ve solicitada por una configuración en la que alternan
los cuadros blancos y negros. También pertenecen los fenómenos
rítmicos a este tipo de cosas, como lo es una secuencia de golpes
entre los que se dan relaciones temporales determinadas. A menudo,
encontramos en la experiencia fenómenos de esta especie u otra
similar. E n todos los u s o s de esta índole, percibimos de hecho
una pluralidad de elementos precisamente en cuanto pluralidad.
En la apariencia perceptiva de los elementos encontramos una
característica de la espeEie que propusiera Husserl en su hipótesis.
Es en virtud de tal característica que los elementos se presentan
en la percepción como integrantes de una pluralidad.
En los ejemplos a los que Husserl se refiere, no percibimos
el conjunto como pluralidad pura sino más bien como pluralihd
organixaria. Aparecen los elementos como pertenecientes al grupo
o como miembros de subconjuntos en que el grupo ha de articularse
(como pasa, por ejemplo, en la estructura del tablero de ajedrez).
Ia apariencia perceptiva de la pluralidad de elementos presenta
una organización interna característica. Los elementos - q u e son
diferentes y distinguibles entre sí- se dan en la experiencia en
la relación de pertenencia recíproca, debido a que están integrados
a una pluralidad organizada. E n otras palabras, los elementos
se dan en tanto que partes de un todo. El todo o pluralidad organiza-
da muestra un rasgo perceptivo característico y específico que
le es propio y que viene expresado por términos tales como «colum-
na», «montón», «bandada», etc. El empleo de diversos vocablos
en la lengua corriente es indicio de diferencias en la connotación
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 91

cualitativa. Podemos fácilmente establecer dichas diferencias me-


diante la comparación de los aspectos cualitativos que ofrecen
los diversos grupos. Las pluralidades organizadas pueden presentar
rasgos cualitativos específicos de esta índole, sin que por ello
haya ninguna expresión lingüistica para los mismos. Una hilera
de líneas paralelas y equidistantes nos muestra un aspecto cualitativo
característico distinto del de las paralelas dispuestas en subconjun-
tos, y una hilera de líneas verticales equidistantes muestra también
un aspecto diverso del de una de líneas horizontales equidistantes.
Y, sin embargo, no hay términos especiales que expresen estos
aspectos diferenciales.
Inspirándose en el e s o de las configuraciones geométricas
3 u e son los ejemplos más notables de entre los fenómenos
de esta especie-, emplea Husserl el vocablo «factor figura])) fi&ra-
le Momenre) para referirse a estos rasgos cualitativos que son caracte-
rísticas perceptivas o sensibles de las pluralidades. Los factores
figurales son análogos a las cualidades sensibles corrientes, en
tanto y en cuanto muestran la propiedad de la unidad y hasta
la de la simplicidad. Es en virtud de estas propiedades que las
pluralidades de esta especie no pueden ser reducidas a meras sumas.
Hay, es cierto, una pluralidad de elementos, pero ésta, sin embargo,
«no consiste simplemente en ser una pluralidad pura, sino que
es una ,pluralidad de partes que se integran a un todo en el
sentido más riguroso de la palabra»61.
Al expresar el fenómeno de los factores figurales, ha puesto
Husserl en evidencia más de lo que le era menester para resolver
el problema que le ocupaba. Tiene que ver este último62 con
el fenómeno de la aprehensión de una pluralidad en cuanto tal
en condiciones que impidan que tenga lugar el proceso de coliga-
ción explicita. Los fenómenos de que trata Husserl son casos
particdares de la aprehensión perceptiva de wmplwaliaúd q a n i q a l .
A los fines de Husserl, hubiera bastado simplemente dar razón
de la aprehensión perceptiva inmediata de una pluralidad pura.
¿Es acaso cierto que wmplwaliaúdpwa presenta un aspecto cualitati-
vo característico que sea análogo a los factores figurales que
m u e s a n las pluralidades organizadas? Al parecer, es esto así.

61 Husserl, op. cit., p. 229.


62 Cfr. mpm, pp. 81 ss.
92 La organización de la conciencia

La acumulación de objetos heterogéneos y hasta de datos sensibles,


que carezca de distribución regular, de hecho presenta un aspecto
característico, a saber: el del desorden caótico. Las apariencias
perceptivas de esta índole son casos particulares de lo que James
denominara ((totalidades sensibles)) y «el caos primordial de las
sensaciones» o del concepto ulterior y más elaborado suyo de
fusión, compenetración y confiuencia recíprocas de los estados
mentales. E n la descripción de la vida consciente que hiciera James,
se pone de relieve el aspecto caótico que presenta la corriente
de la experiencia en su forma originarias. Nos parece que en
el caso de la impresión de confusión y desorden caóticos nos
hallamos ante un rasgo cualitativo inherente a la apariencia percepti-
va de una pluralidad pura, la cual es aprehendida de inmediato
por medio de tal rasgo y reconocida en cuanto pluralidad.
A fin de referirnos al aspecto cualitativo característico de una
pluralidad carente de organización, es a nuestro modo de ver-
apropiado emplear el vocablo «multiplicidad». Siguiendo la línea
general del pensamiento de Husserl en torno a esta cuestión,
pero yendo más allá de su formulación explícita, vamos a tomar
el carácter de multiplicidad como un fenómeno esencialmente idén-
tico a lo que Husserl denominara «factor figural)), si bien es verdad
que aquél sólo es un caso particular de éste. La singularidad
de este caso especial de factor figural consiste precisamente en
presentar una carencia relativa de especificación y determinación.
Sin duda alguna, el carácter de multiplicidad puede diferenciarse
cualitativamente. Dos montones desordenados de objetos heterogé-
neos presentan un aspecto caótico, y, sin embargo, no es imposible
distinguirlos cualitativamente en función de la diversa naturaleza
de los objetos agrupados en cada uno. Es evidente, empero, que
la determinación y la especificación cualitativas del carácter de
multiplicidad que se hace patente en tales diferencias no pueden
compararse a las de los factores figurales tal y como aparecen
en los ejemplos que ya hemos examinado, ni con las del factor
figural que presenta un montón irregular de cosas homogéneas.
No se revela de este modo, por supuesto, la riqueza o la miseria
de la especificación cualitativa de un determinado factor figural,
ya sea que se pueda expresar en cierto medio lingüistico o no.

Cfr. mpra, pp. 39 SS.


El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 93

Si el carácter de multiplicidad es un factor figural sui generis, no


nos quedará más remedio que decir que su aspecto cualitativo
determinado se reduce y se vacia de contenido fisiognómico específi-
co. Esta inferioridad cualitativa corresponde al hecho de que una
pluralidad pura carece de organización interna. De esto se sigue
que tomemos e. carácter de multiplicidad como una especie de
. modo privativo del factor figural y al desorden y a la irregularidad
como casos límite del orden y de la organización. Esta opinión
está, por supuesto, en desacuerdo con la tradicional, que se inspira
en la teoría cinética de los gases en cuanto modelo de explicación
teórica. A base de este modelo, sería menester considerar la irregula-
ridad y el desorden como fenómenos normales y como puntos
de partida para formular una explicación del orden y de la organiza-
ción.
Nos será imposible malentender lo que es una pluralidad pura
si nos atenemos a nuestra definición. No debemos tomarla como
si fuera una mera suma, pues, <qué sería tal cosa, al fin y al
cabo, sino un conjunto de elementos independientes e indiferentes
entre sí? No hay, por tanto, suma cuyos rasgos no puedan reducirse
por completo a las propiedades de sus componentes. El aspecto
de confusión caótica es, no obstante, una señal propia de una
pluralidad pura como tal, la que no puede, por consiguiente,
ser explicada sólo en función de las contribuciones individuales
de los elementos, en tanto que éstos son absolutamente indepen-
dientes entre sí. Cuando se quitan unos cuantos miembros a una
pluralidad pura o cuando se hace lo mismo a una pluralidad
organizada (aunque de modo sujeto a ciertas condiciones), puede
muy bien suceder que el resto del conjunto siga presentando
el mismo aspecto cualitativo o «cuasi-cualitativo» previo. Aun
cuando tal aspeao sea una cualidad que una pluralidad -ya sea
organizada o no- posea por derecho propio, no es ello óbice
para que la cualidad dependa de las propiedades de los elementos
componentes o varíe según aquéllas lo hagan. Si bien es verdad
que las pluralidades puras de hecho se dan en la experiencia sensible
inmediata, no puede decirse con certeza lo mismo de una suma
sensu stricto.
Al analizar la cuestión más detalladamente, descubrimos que,
según Husserl, el factor figural se funda en las propiedades de
los elementos de la pluralidad. Si pasamos por alto la agrupación
94 La organización de la conciencia

desordenada de cosas heterogéneas, se puede afirmar que percibi-


mos no sólo una pluralidad de objetos sino además una pluralidad
de especie determinada. Cuando nos encontremos con el caso
de un conjunto que carezca de regularidad en la distribución
de sus elementos, habrá que atribuir el aspecto cualitativo específico
de la pluralidad al hecho de que los elementos en cuestión sean
de una dase determinada y no de otra (digamos, por ejemplo,
que se trata d e manzanas y no de nueces). E n este caso, la
igualdad cualitativa de los elementos adquiere importancia. Las
relaciones espaciales que existan entre los elementos de una plurali-
dad determinan el aspecto cualitativo de la misma en los casos
en que los elementos estén ordenados según una estructura caracte-
rística. Términos tales como «hilera» y «columna» expresan los
rasgos perceptivos de las pluralidades que presentan una ordenación
regular típica de sus elementos. Vocablos como «montón» y «banda-
da» traducen los facto.res figurales que dependen tan sólo de la
igualdad existente entre elementos que se distribuyan sin regulari-
dad. Que los factores figurales dependan de los elementos de
las pluralidades y sobre todo de las relaciones entre los elementos
de las mismas se hace evidente de modo especial cuando las relacio-
nes en cuestión están sujetas a la variación. Cuando se reorganiza
una hilera de líneas paralelas equidistantes poniendo a las mismas
en grupos o cuando las líneas se reagrupan de modo que formen
un sistema de irradiación en vez de uno de líneas paralelas, cambia
de inmediato el aspecto cualitativo de la pluralidad que forman.
Efecto similar se obtiene mediante la variación de las relaciones
que existen entre los elementos de la pluralidad. Se logra esto
sin tener que cambiar el tipo de interrelación que se dé entre
los elementos, como cuando, por ejemplo, se aumenta o disminuye
la distancia entre las líneas paralelas, pero se mantiene a éstas, no
obstante, equidistantes y paralelas. Por último, nos podemos referir
al cambio de dirección de las líneas paralelas que se lleve a cabo
manteniendo la condición de paralelismo. E n todos estos casos,
la variación de las relaciones en cuestión conlleva una modificación
del correspondiente factor figural, lo cual demuestra, por tanto,
que es éste función de las relaciones entre los elementos del conjun-
to.
Puede haber cierta complejidad en la relación de dependencia
que existe entre un factor figural, por un lado, y los elementos
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 95

y las relaciones entre los mismos, por el otro. E n el caso d e la


estructura del tablero de ajedrez, se presentan estas dos configuracio-
nes: una de cuadros negros y otra de blancos, de modo tal que
el tamaño, la forma, el color y la disposición geométrica de los
elementos (es decir, de los cuadros) sean idénticos en cada configura-
ción. Las propiedades de los elementos y las relaciones entre ellos
.determinan los factores figurales que presenten las configuraciones.
Debido a la diferencia de color, la configuración de cuadros negros
resalta notablemente con respecto a la de los blancos. Es así
que experimentamos el carácter alterno que nos es familiar en
lo que a estas configuraciones se refiere. Las melodías son elementos
todavía más complejos. La secuencia de notas se presenta con
un carácter figural propio, a saber: el rasgo cualitativo auditivo
de la melodía misma. Al analizar este carácter figural y obtener
sus componentes determinantes, nos encontramos con varios sub-
factores figurales: el de índole temporal, que tiene que ver con el
ritmo; el de tono y, por último, el de la intensidad. Tales sub-fac-
tores dependen de las propiedades de las notas y también de las re-
laciones entre ellas. De ese modo, diversos estratos de factores fi-
gurales se entrelazan entre sí. Las notas y las relaciones entre las
mismas se convierten así en condiciones de los sub-factores figura-
les, los cuales -a su vez- determinan el carácter figural de la me-
lodía. En última instancia, este último depende -aunque sólo sea
indirectamente- de las notas y las relaciones entre ellas.
Al escuchar una melodía, el sujeto de la experiencia empieza
por notar el carácter figural de la misma. No pasa así, sin embargo,
con los sub-factores, las relaciones entre las notas o las propiedades
de estas últimas, todo lo cual pasaría a formar parte del conocimien-
to del sujeto sólo mediante un análisis ulterior (si es que alguna
vez tiene lugar). La experiencia inmediata del carácter figural es
previa al descubrimiento por medio del análisis de los factores
determinantes y es independiente de tal descubrimiento. Encontra-
mos la misma situación en casos mucho menos complejos. Siempre
es la pluralidad organizada como tal la que percibimos de golpe,
llevemos o no a cabo el análisis ulterior de su estructura interna.
A pesar de depender de factores determinantes, el carácter figural
a p u n t a HusserlsQ- juega en la experiencia inmediata el papel

84 Husserl, o p . cit., p. 225.


96 La organizncidn de la conciencia

de algo previo. Es por esta razón que podemos caracterizar tales


experiencias como experiencias de totalidades. El carácter figural
que presenta el todo en cuanto propiedad específica es una cuasi-
cualidad semejante a las cualidades sensibles ordinarias, debido a
su simplicidad y a su naturaleza unitaria. Aunque sea de hecho
función de otra cosa, el factor figural se presenta en la experiencia
como una cualidad específica nueva que se añade a las cualidades
corrientes y debe, por tanto, ser reconocida como un dato sui
generis. Por consiguiente, cuando cambia un factor figural en virtud
de las variaciones de los elementos y las relaciones determinantes,
lo primero que notamos es la variación del factor figural. Esta
experiencia parece sugerir que emprendamos un análisis, cuyo
fin sería establecer cuáles sean las variaciones de los elementos
determinantes y de las relaciones entre los mismos=. D e nuevo
nos encontramos con que se experimenta el cambio del factor
figural con anterioridad a1 hecho de que se establezcan las variacio-
nes determinantes del mismo. Y lo que es más todavla: es posible
que lo experimentemos sin que llegue a haber ninguna adaración
ulterior en cuanto a tales variaciones.
b. El concepto de Verschmelzung de S t m p f
Husserl recurre a la teoría de la Ver~chmelqungde Stumpf cuando
trata de explicar el modo en que las propiedades de ciertos elemen-
tos y las relaciones entre ellos contribuyen a la determinación
de un dato específico nuevo que se caracterice por la autonomía
fenoménica.
Stumpf utilizó el concepto de Verschme/qung en el segundo
volumen de su Tonpsyhologie, al tratar de establecer el hecho de
si un acorde se experimenta como un dato unitario y carente
de partes (de modo análogo a la nota única que produce un
diapasón) o como una pluralidad de notas que suenen juntas y
que se puedan distinguir entre sies. Tal y como lo emplea Stumpf,
el concepto de Verschmelqung no se limita al ámbito de los fenóme-
nos auditivos. Se aplica o pudiera aplicarse a sensaciones de todas
las especies; la Verscbme/qungpudiera hasta tener lugar entre sensa-

Ibid., pp. 229 SS.


Cacl Stumpf, Tonpsycbologie (Leipzig : 1885 y 1890), 4 16.
El agrupamimto y la organización de los datos sensibles 97

ciones de diversos ámbitos de la sensibilidade7. La única condición


a la que ha de sujetarse el uso del concepto es que las sensaciones
en cuestión -ya sean del mismo ámbito de la sensibilidad o d e
varios- sean experimentadas simultáneamente. Al adoptar el con-
cepto de Stumpf y recurrir a él con el fin de explicar los factores
figurales, amplía Husserl el significado del mismo, de modo tal
que su empleo no esté ya restringido a la esfera de los datos
simultáneos~.Husserl lleva a cabo el análisis de factores figurales
de diversa especie y nos habla de la existencia de la Verschmeipg
entre los elementos de una pluralidad, lo mismo en cuanto a
l o que se refiere a las propiedades intrínsecas de los elementos
que a sus relaciones69.
Tal y como lo entendiera Stumpf, el concepto de Verschmeiq~ng
no expresa un proceso de unión, mediante el cual las sensaciones
simultáneas se mezden y se fundan entre sí y que dé por resultado
un nuevo dato sin organización ni articulación internas. Éste era
precisamente el sentido del término «fusión», tal y como solía
emplearse en las teorías que James criticara en su examen de
«la teoría de la sustancia espiritual». El efecto de la fusión sería la
eliminación de la individualidad de las sensaciones de que se trata
y su incorporación a una mezcla confusa. Y viceversa: el efecto de
la fusión desaparecería tan pronto como la mezcla que resultara de
la misma fuera sometida a un análisis, en virtud del cual se distin-
guieran entre sí los elementos de la mezcla. Una pluralidad de sen-
saciones simultáneas y separadas sustituiría de ese modo a la mezcla
carente de articulación interna. Tal pluralidad aparecería desprovis-
ta de las características fenoménicas que con anterioridad experi-
mentábamos como pertenecientes a la mezcla confusa.
Stumpf rechaza la noción según la cual tales efectos resultarían
de la Verscbmelqung. Niega éi que un acorde sea un nuevo dato
tonal unitario análogo a las notas musicales corrientes. Suponer
tal cosa implicaría en realidad una paradoja, pues sería lo mismo
que creer que existe un dato musical unitario y simple que en
principio no encontraría lugar determinado alguno en el orden

67 lbid., 11, pp. 65 SS.


Husserl. op. cit., p. 231.
* Ibíd., pp. 226 y 237.
08 La organización de la conciencia

unidimensional de los tonos70. D e acuerdo con Stumpf, un acorde


es una combinación de varias notas mediante la Verschme/pung.
Al escuchar el acorde, el sujeto experimenta la pluralidad de las
notas que lo integran, aunque es posible que no adquiera conciencia
de la pluralidad. La Ver~chme/qungde varias notas simultáneas
puede convertirse en obstáculo para el análisis. E n verdad, puede
llegar a ser bastante difícil que notemos la pluralidad de las notas
que forman el acorde. Experimentamos la pluralidad aunque n o
nos demos cuenta de ella71. Si, a pesar de todo, logramos analizar
las notas que presenten un alto grado de Verschmeipng, habremos
de adquirir conciencia de la pluralidad en cuestión, y esto no
tendrá por resultado el hecho de que desaparezca la Verschmelpung72.
Es mediante el reconocimiento de la pluralidad de las notas que
se dan al unísono que aparece la Verschme+g entre ellas de
manera más dara y sobresaliente73. Según Stumpf, el término
Versthme/~ungno expresa un proceso dinámico en el que participen
las sensaciones sino um relación estática que hay entre ellas y que
tiene por fundamento a las mismas74. A fin de percibir una relación,
es evidente que han de dársele a la conciencia los términos entre
los que aquélla existe, aunque sólo sea de forma tal que no los
notemos 75. Y viceversa : la distinción entre los términos sólo puede
establecer más claramente la relación que exista entre ellos76. D e

70 Stumpf, op. cit., 11, pp. 101 s. ; véase también: ~Erscheinungenund psychis-
che Fun k tienen)), A bhndlunfin- der Kll. - Preussiscben /l&den/ie dcr Wissenscl!en
(Berlín: 1906), p. 19.
71 La tesis de que las sensaciones y las diferencias y las relaciones entre
las mismas puedan ser experimentadas sin darnos cuenta de ello la ha propuesto
Stumpf independientemente de su teoría de la Vcrscbnrrlpung. Cfr. infro, pp. 148 SS.
7 2 El que nos demos cuenta de una pluralidad de notas no implica que
hayamos reconocido o identificado las notas que se distingan. Cfr. Stumpf,
Tonpsychologie, 11, pp. 7 SS.
73 Stumpf, Tonpsycho/ogie, 11, pp. 127 s.
74 Ibid., p. 129. E n vista del significado especial que el término Verschmel~ung
tiene para Stumpf. hemos decidido utilizarlo en alemán y no l o hemos, por
tanto, traducido por ctfusióm, que en general es un vocabio empleado para
referirse a un proceso.
75 lbid., p. 353.
76 Si mediante el análisis desaparecieran ciertos rasgos fenomknicos que
ya hubieran aparecido con anterioridad, habría que conduir que tales rasgos
no se debían a la Vcrschmelpung. U n caso típico es el del timbre, que existe
--nos dice Stumpf (Iba., pp. 528 SS.)- sólo si no tiene lugar análisis alguno
El agrupamiento y la organizaci6n de los datos sensibles 99

acuerdo con Stumpf, la relación de Ver~chmel~ung se funda en


los propios datos sensibles tonales, de manera tal que, siempre
que las notas se den al unísono, será imposible experimentarlas
de otro modo que en la relación de Verschmelpng77. Ia Verschmel-
Tung entre datos sensibles ocurrirá, por tanto, con toda independen-
cia de las funciones intelectuales78. Husserl se ha referido a las
relaciones de esta especie (o sea, a las que experimentamos de
inmediato y junto con los términos de las mismas) como «relaciones
primarias)). Se diferencian, pues, de las que no se dan $so Jacto
junto con los términos sino que se derivan de ciertos actos específi-
cos que operen sobre los mismos7Q. A base de esta distinción
entre dos dases de relaciones, establece Husserl un contraste entre
la aprehensión de una pluralidad mediante factores figurales y
la aprehensión auténtica de la misma: sólo la primera de las dos
es una cuestión de sensibilidad pura; la segunda emplea también
ciertas operaciones intelectual es específicas.
D e acuerdo con Stumpf, los datos sensibles en cuestión deben
presentarse simultáneamente a fin de que la Verschmel.(ung ocurra.
Y viceversa :la simultaneidad en la ocurrencia de los datos sensibles
implica que hay Verschmel~ungentre ellos. Siempre que las sensacio-
nes se den al mismo tiempo, se establece a d e m á s de la simultanei-
dad- la relación de Verschmel~ungentre las mismasR0. Se debe
a la relación de Verschmelqung que los datos sensibles de que
se trate aparezcan como partes de un todo sensible J no como elementos
de unu suma. Ida mturaleqa y la Junción de la Verschmelyung consisten,
pues, en cotferir a los datos sensibtes que entren en tal relación /(I
unihdpercibiúa o experimentaúa. Existen diversos grados de Versch-
melxung, y, por consiguiente, la unidad que produce ésta varía en
intimidad. Debido a la unificación que resulta de la Verschmel~ung,
los todos sensibles integrados por sensaciones simultáneas llegan a
parecerse mucho más a un dato sensible unitario y simple que si las
sensaciones en cuestión se limitaran tan sólo a sucederse. Pero,

o, al menos, si éste no se lleva a cabo por completo. La razón de esto es


que el timbre no se debe a las sensaciones mismas sino más bien a la interpretación
o aprehensión (Allffaarrnng) de las sensaciones.
77 Ibid., p. 65.
78 Stumpf, ~Erscheinungenund psychische Funktionem, lor. cit., p. 23.
Husserl, op. cit., pp. 72 S S .
80 Stumpf, Tonp~rhologic,11, pp. 64 SS.
100 La organización de la conciencia

como el mismo Stumpf indica, no se puede deducir d e esto que las


sensaciones simultáneas se fundan a fin d e producir un dato sensi-
ble unitarioal.
Estas características se hacen patentes en los ejemplos que
Husserl emplea en su discusión de los factores figurales. Las plurali-
dades organizadas - q u e surgen de la Verschme/x~ngentre los ele-
mentos y las relaciones entre éstos- se dan en cuanto todos
sensibles integrados de partes. La naturaleza sensible o experiencia1
de tales todos se hace manifiesta en ciertos rasgos cualitativos
propios, o sea, en el carácter figura1 que presenten. Este carácter
se experimenta previamente a la distinción entre los factores deter-
minantes que resulte del análisis y se da con toda independencia
del hecho de que la distinción ocurra: ni la distinción ni el análisis
afectan en lo mas mínimo el carácter figural.
Por medio de la Verschme/qung se confiere unidad a los datos
sensibles de que se trate, pero - c o m o señala Stumpf" esto
no afecta o modifica los datos sensihies. Los datos sensibles entre
los que se da la Verschmelqung no sólo no se alteran como resultado
de la distinción que se ha efectuado mediante el anáiisis83, sino
que además se experimentan precisamente como sí no se hubieran
relacionado en absoluto por la Verschmel~~ng. Siempre que se dé,
una pluralidad de notas al unísono, no será posible experimentarlas
más que en la relación d e Ver~chmefpng.Las notas en cuestión
pueden, sin embargo, sucederse en vez de sonar juntas. Pero,
aún cuando las notas se den en la relación de VerschmeL~wng,
permanecerán siendo separables entre si84. Es de importancia notar
-escribe Stumpfss- que los datos sensibles que se suceden en

Es posible que la susodicha semejanza sea la razón de que una pluralidad


de datos sensibles entre los que exista la Versrl,me/rung pueda pasar equivocada-
mente por ser un solo dato sensible unitario, como sucede, mututis mutundis,
cuando confundimos dos objetos que se parecen entre si. Pero, como apunta
Stumpf en un comentario posterior a su teoría (aErscheinungen und psychische
Funktionen)), lol. cit., p. 23), n o debemos definir a la Vcrschmel~uugen función
del error a que pueda dar lugar por lo mismo que n o debemos definir a
la semejanza mediante la confusión que pueda ocasionar.
8 2 Stumpf, Tonprychologie, 11, p. 64.
173 Ibid., 1, pp. 106 SS. Cfr. ~Erscheinungenund psychische Funktionem,
loc. cit., pp. 17 SS.
84 Stumpf, Tonp~chologic,11, p. 65.
85 Ibid., p. 66.
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 101

ciertas circunstancias pueden darst también simultáneamente en


tanto que cualidades z&nticas. Si se diera esta situación, los experi-
mentaríamos en la relación de Verschme/r~ng.E n otras palabras,
todo dato sensible que ex'perimentemos en conexión con otras
sensaciones en una relación de Verschme/qungdeterminada no apare-
cería de otra manera si se diera con otras sensaciones en una
relación de Verschmelqung distinta. Además, un dato sensible que
aparezca en conjunción con otras sensaciones es, desde el punto
de vista fenoménico, idéntico al dato cuando aparece por si solo.
A pesar de establecer una íntima unidad entre los datos sensibles
que aparecen simultáneamente, la Verschme/rung no afecta la indivi-
dualidad fenoménica de los mismos. La identidad de los datos
sensibles se mantiene constante, ya sea que se relacionen éstos
con otros por medio de la Verschme/~ungo no.
Husserl86 ha suscrito la tesis de Stumpf. E n las Logische Untersu-
chungen, Husserl define los conceptos de todo y parte en función
de las relaciones de «fundamento». Presenta allí el principio general
según el cual la unidad estriba, en última instancia, en las relaciones
de fundamento87. Se define el hecho de que p funde a a mediante
la imposibilidad de que a exista a menos que lo haga en conexión
con VRA. La unidad entre el color y la extensión se establece
a base de la relación de fundamento recíproco, ya que ningún
color puede existir a menos que sea en una superficie sobre la
que se extienda. Y viceversa: no es posible imaginar que haya
extensión alguna que carezca de color. También vale esto para
el tono y la intensidad, en tanto y en cuanto es imposible imaginar
un dato tonal que no presente tanto tono como intensidad. Pueden
servir de ejemplo asimismo los factores figurales de una melodía
o de una configuración de líneas que se fundan en ciertos elementos
de base, ya que, en si, la aparición de tales factores depende

86 Husserl, op. cit., p. 231; véase también la p. 225: «Cada elemento podría
existir por separado de la misma manera en que lo hace en el conjunto; no
recibe pues ninguna característica positiva nueva por hallarse en conjunción
con otros elementos)).
87 Husserl, Logircbe Unterruchungen, 11, iii, §$21 s. (De ahora en adelante,
nos referiremos a esta obra mediante Log. Unt.). Cfr. Farber, op. cit., cap. 10.
88 Husserl, Log. Unt., 11, iii, 14. Cuando formulamos imposibilidades tales,
no nos referimos a cuestiones de hecho sino --como veremos de inmediato-
a necesidades ideales y esenciales. Ibid., $ 7 .
102 La organización de la conciencia

de los elementos. De nuevo descubrimos que los elementos se


unen entre sí en la totalidad de la melodía o de la configuración.
Con todo, hay una diferencia notable entre los ejemplos anterio-
res y los presentes. La unidad que hay entre las notas que integran
una melodía se manifiesta en la aparición de un nuevo dato que
es irreductihie a las notas, a saber: el factor figura1 característico
de la melodía. En el caso de una superficie coloreada, notamos,
sin embargo, que el color y la extensión son los únicos factor-
presentes en la unidad. Se debe esta diferencia a la interdependencia
que existe entre el color y la extensión y a la independencia
de las notas de una melodía entre sí. En virtud de una ley ideal
a prior; que se basa en las esencias del color y de la extensión,
no es posible que exista un factor de color sin que haya además
un factor de extensión y viceversa89. El color y la extensión
están por naturaleza en relación de dependencia recíproca, ya que
para que uno aparezca debe hacerlo con el otro. Toda superficie
coloreada particular puede servir dc ilustración a la ley ideal de
que hablamos; los factores concretos de color y de extensión
se compenetran de modo tal que la unidad entre ellos se hace
así manifiesta. La unidad que resulta de la fundamentación recíproca
es, por tanto, lo mas íntima posible. No es menester ningún
otro dato para que tal unidad quede establecida, ya que se basa
en la dependencia esencial recíproca del color y la extensióngo.
Otro dato unificador carecería de función, ya que la unidad que
se funda en las esencias del color y de la extensión no presenta
hiato alguno a superar. Por consiguiente, no es necesario establecer
la unificación. Y, precisamente por no tener que llevarse a cabo la
unficación, se pone de manifiesto el íntimo carácter de la unidad

80 Cfr. Husserl, Log. Unt., 11, iii. 6 4 en torno al anáíisis que hace de
«los contenidos dependientes». Aqui sigue y elabora Husserl la presentación
que Stumpf hiciera de este concepto en Ucbcr den plycbologischcn Ursprung dcr
Raumvorstcffung (Leipzig, 1873), pp. 108 SS.
00 Husserl, Log. Unt., 11, iii, $ 22. Meinong se opone a esta posición y
acude a factores contingentes del pensamiento a fin de explicar la conexión
(Cfr. supra, pp. 77-8, n. 14). Como vemos, Husserl refiere la dependencia que
estudiamos a la esencia d J objeto pensado y a las leyes ideales a priwi que
se fundan en dicha esencia. Tales leyes formulan las condiciones necesarias
del objeto en cuestión, o sea, las condiciones sin las cuales el objeto no podría
ser lo que es. En cuanto al método empleado en el establecimiento de tales
leyes, véase la Tercera Parte.
El agrupamiento y la organización de los datos sensibles 103

entre el color y la extensión, en tanto y en cuanto que es tal


por dependencia esencial.
E n el caso de las notas que integran una melodía o de las
líneas que forman parte de una configuración, sí existe, por el
contrario, una separación. No hay nada en la esencia de las notas
o de las líneas que exija que sean completadas por otras notas
o líneas. Los elementos no se necesitan mutuamente para existir
y, en ciertas circunstancias, se dan por separado; los elementos
aquí son, por tanto, independientes entre sí91. E n virtud de que
no se da unidad esencial alguna, es menester llevar a cabo la
unificación. No es posible unificar elementos que sean independien-
tes, a menos que se dé un nuevo dato específico que esté fundado
en los propios elementos y que dependa de ellos. Lo mismo
que se afirma que los elementos son independientes entre sí, hay
que decir que no dependen en absoluto del nuevo dato específico
mediante el cual son unificados. Los elementos se encuentran
aquí, por contraste con los de los casos examinados con anteriori-
dad, esencialmente separados entre sí. La unidad tiene, por tanto,
que serles conferida y, de modo tal, que sólo pueda serlo mediante
un factor unificador que se dé por añadidura a los elementos
de que se trate. Y viceversa: siempre que nos topemos en la
experiencia con factores sensibles unificadores de índole especial
(v.g. las cualidades estructurales, los factores figurales, etc.), se.
sigue que los elementos unificados son independientes entre sí.
Stumpf y Husserl formulan explfcitamente lo que no era más
que una afirmación tácita en la teoría de von Ehrenfels, a saber:
que las cualidades sensibles de orden superior (o sea, las que
se fundan en los datos sensibles corrientes) son de carácter inciden-
tal y adventicio con respecto a los elementos que les sirven de
fundamento, ya que éstos no son afectados ni por la cualidad
que fundan ni por la unidad que la cualidad fundada les confiere.
Es posible experimentar los elementos por separado, pero, aún
en los casos en que no sean experimentados así, mantienen los
mismos su inequívoca identidad fenoménica individual.
91 Cfr. infra, pp. 228 SS., en lo que se refiere a la ddinición que da Husserl
de la independencia de un contenido en función de su carácter invariable con
respecto a una variación cualquuiera (o sea, en relación con variaciones que
no estén sujetas a condición alguna) que pudiera afectar los contenidos compre-
sentes (Log. Unt., 11, iii, 5).
Segunda parte

PRINCIPIOS DE LA TEORÍA
DE LA FORMA
Capítulo 1
PRINCIPIOS DE LA TEORÍA DE LA FORMA

1. El abandono d e la hipótesis de la constancia

A pesar de las diferencias que hay entre las teorías que ya


hemos examinado, existe en todas ellas una explicación dualista
de la estructura del tema, siempre que este último sea un agrupa-
miento de elementos discretos y distinguibles, tal como una melodía
o una configuración geométrica. De acuerdo con von Ehrenfels
' y Husserl, el dualismo de que se trata es el que hay entre las
sensaciones (en el sentido tradicional del vocablo) y los hechos
sensibles de orden superior. Tanto von Ehrenfels como Husserl
mantienen que las cualidades estructurales (Gestalt-quulitalen) y
los factores figurales (figwale Momente) pertenecen al ámbito de
la sensibilidad y que, por tanto, se dan en cuanto rasgos sensibles
que presentan los agrupamientos perceptivos. Si bien es verdad
que se reconoce aquí la naturaleza sensible de tales fenómenos,
también es cierto que todavía se les confiere un rango especial
en contraste con los datos sensibles ordinarios. Las cualidades
estructurales y los factores figurales dependen de las sensaciones
(en el sentido tradicional de este término) en tanto y en cuanto
se fundan y se apoyan en ellas, mientras que las sensaciones son
autónomas. Los hechos sensibles de orden superior no afectan
108 Principios de la teoria de la forma

a las sensaciones que les sirven de apoyo ni las modifian en


lo mas mínimo, pero la mera aparición de éstas basta para que
surjan las cualidades estructurales y los factores figurales. De este
modo se afirma que los datos sensibles pertenecen - d e s d e el
punto de vista descriptivo- a dos especies diversas, de modo
tal que los datos de una funden a los de la otra, pero sin cambiar
de identidad al llevar a cabo esta función. Cuando el tema es
una melodía o una configuración de puntos, la estructura del
mismo pudiera caracterizarse diciendo que consiste en ser la super-
posición de datos sensibles de orden superior a las sensaciones
en cuanto elementos estructurales básicos, aunque sea verdad que
aquéllos no dejen de aparecer una vez que se den las sensaciones
apropiadas.
En la escuela de Graz, tal dualismo adopta un carácter funcional
más bien que descriptivo. No se trata allí, pues, de establecer
que haya dos clases de hechos que sean diversos descriptivamente,
sino de determinar los factores que entren en juego y lo que
puedan producir. Pero una cosa es cierta también para los miembros
de esta escuela : que se supone que las sensaciones sean los elementos
estructurales básicos del tema. Juegan-el papel de materiales sobre
los que opera el proceso extra-sensible especifico de la producción
y se convierten en el requisito previo del funcionamiento del
proceso mismo. El tema se da en la experiencia inmediata; es
decir, que la melodía, la configuración de puntos o líneas o la
relación d e diferencia son entendidas en cuanto productos de
la colaboración entre la sensibilidad (que suministra los materiales
para el proceso de la producción) y el proceso mismo de acuerdo
con el cual se agrupan y se esnucturan y, finalmente, se alteran
y modifican. Por consiguiente, es menester distinguir dos estratos
en el tema: uno, que está formado por sensaciones puras, y otro,
que está constituido por lo que el tema contenga además de
las sensaciones. Según von Ehrenfels y Husserl, el análisis estruc-
tural del tema establece la distinción entre dos clases diversas
de componentes que, a pesar de ser descriptivamente distintos,
son de naturaleza sensible. De esto se sigue que el terna sea
homogéneo. Los miembros de la escuela de Graz, sin embargo,
adoptan una orientación de índole genética. En el análisis estructu-
ral que llevan a cabo, distinguen los estratos del tema en cuanto
al origen diverso que tengan o a los diferentes factores contribuyen-
La teoría de la forma 109

tes de los que se sigan. Uno de los estratos proviene de la actkidad


de los sentidos y el otro deriva de un proceso n o sensible de
producción. Por consiguiente, el tema es heterogéneo para los miem-
bros de esta escuela, en tanto y en cuanto los componentes del
mismo son de origenes esencialmente distintos. Tal estructura
refleja la génesis del tema y corresponde a la misma, a saber:
el agrupamiento y la conformación de las sensaciones mediante
un proceso no sensible que se sobreañade. Entendida de esta
manera, se ve que la explicación dualista de los fenómenos que
propone la escuela de Graz es un caso particular de la concepción
dualista general que imperaba entre las explicaciones tradicionales
de la percepción. Tal concepción está ya prefigurada en la distinción
entre «sensación» y «percepción». Nos encontramos con que todas
las teorías tradicionales de la percepción tienen aigo en común,
a saber: que, a fin de dar cuenta de la percepción, recurrían
a otros factores además de la sensación. Y esto es verdad aunque
los conceptos propuestos por los distintos autores -con el propósi-
to de explicar la naturaleza y el modo de operación de tales
factores- hayan sido muy diferentes. D e acuerdo con todas las
teorías de este tipo, lo importante es que se vea que los perceptos
surgen de los datos sensibles debido a factores extrínsecos a éstos
que son de la más variada descripción y especie. Es en función
de tales factores que se interpretan las sensaciones y se les confiere
sentido l .
La explicación dualista de la escuela de Graz no concuerda
con la experiencia inmediata. Al escuchar una melodía o al ver
una configuración geométrica, no se da uno cuenta de la existencia
de ningún proceso de índole no sensible ni experimentamos el
tema como si estuviera integrado por dos estratos de origen diverso.
Al contrario, la melodía o la configuración - e n cuanto se dan
en la experiencia inmediata- aparecen como algo homogéneo
y como pertenecientes por entero al ámbito de la sensibilidad.
Se encuentra Benussi muy lejos, por supuesto, de poner en tela
de juicio el testimonio de la experiencia inmediata en este respecto.
Es con la misma inmediatez y novedad intuitiva de la sensación
1 Cfr. infra, pp. 118 SS. Más adelante, cuando tratemos de los problemas
que se plantean en tomo de la percepción de las cosas materiala. examinaremos
en detalle la versión que propugnaran Stout y Husserl de la concepción dualista
de la percepción (Cfr. Cuarta Pacte, c. 2. $ 8 5b y 6).
110 Principios de la teorla de la forma

del color o de la nota musical que vivimos la presentación percepti-


va de una melodía, un intervalo musical, una figura en el espacio
o un fenómeno estereoscópico. No podemos determinar la diversi-
dad de origen de lo que se da en cada caso mediante sólo un
análisis descriptivo de la experiencia inmediataz. No es por medio
de la experiencia inmediata que uno adquiere conciencia de la
ausencia o de la presencia del proceso no sensible de la producción.
Este proceso no es asequible a dicha experiencia, sino que, por
razones de índole puramente teórica, lo suponen los psicólogos
de esta escuela3. Koffka denomina ((conceptos funcionales» a los
que no expresan la experiencia inmediata en cuanto tal y sólo
se proponen con el objetivo de dar una explicación teórica. Se
oponen, pues, los conceptos funcionales a los descriptivosg. La
validez del concepto de producción sólo depende, por tanto, de
su valor explicativo en el marco de un sistema teórico, ya que
es daramente de índole funcional.
E n nuestro análisis de la teoría de Benussi; hemos indicado
las razones por las cuales se ve indinado este investigador a recurrir
al concepto de producción, no obstante el testimonio de la experien-
cia inmediata. En virtud de que no hay hechos fisicos específicos
que, en cuanto estímulos, correspondan a las presentaciones de
la melodía, de la relación de diferencia, de una forma o de un
agrupamiento determinado, no parece quedar más remedio que

2 Benussi, uUeber die Motive der Scheinkorpcrlichkeit bei umkehrbaren


Zeichnungen», loc. cit., pp. 390 SS.;~Gcsetzeder inadaquaten Gestaltauffassung»,
loc. cit., p. 403 ; PJychologit dar Zeitanffassnng, pp. 283 SS. y p. 488.
3 Cfr. snpra, 82-83 en torno a la dificultad que se presenta al tratar de
dar una explicación descriptiva del proceso en cuestión. Witasek llega hasta
relegar el proceso de la producción al inconsciente (Cfr. Grnndlinit~dcr Psybologie,
p. 239). Es por a t o que se puede criticar la teoría de la producción del mismo
modo que Husserl lo hace al referirse a toda tentativa de interpretar la aprehensión
inmediata, espontánea y sensible de una pluralidad como si fuera una aprehensión
autkntica y explícita. Los procesos de que se trata tendrían lugar instantáneamente
y, por consiguiente, o no se notarían en absoluto o lo serían s61o a duras
penas (Cfr. Philaropbic dcr ANnbmetik, pp. 219 SS.). Helmholtz ha apuntado que
aparecen dificultades anílogas cuando se trata de observar y determinar las
sensaciones cuya existencia en la conciencia se supone sólo a base de razones
puramente teóricas. Cfr. Helmholtz, Handbnch derpbyriologircbcn Optik, pp. 606 SS.
4 Koffka, «Psychologien, Ldrbnrb dcr Philosophic, ed. M . Dessoir (Berlín,
1925). 11, iii, 5.
La teoria de la forma 111

considerarlas como no pertenecientes al ámbito de la sensibilidad5.


La idea que sirve de base a este modo de pensar es la siguiente:
sólo pueden considerarse como experiencias sensibles auténticas
a los rasgos perceptivos que sean causados por ciertos hechos
físicos que les correspondan. El concepto mismo de experiencia
sensible no se basaría así en los resultados de los análisis descriptivos
de la percepción, sino que se derivaria más bien de una definición
hecha en términos de la estimulación física. Los L t o s sensibles
dependen por entero de los estímulosfísicos correspondientesy son determim-
dos exclusivamente por éstos. De esto se sigue que, siempre que los mismos
acontecimientos físicos estimulen elementos iLjLgnficos del sistema nervioso,
aparecerán indefectiblemente las mismas senuc;ones6. Es por esto que
a Benussi le parece que la ambigüedad de las formas posibles
de agrupamiento de las sensaciones es otra prueba de la naturaleza
no sensible de la producción que funda tal zgrupamiento. D e
este modo podemos ver que la hipótesis de la constanczi7 (o sea,
el supuesto de que los datos sensibles dependen exdusivamente
de los estímulos físicos) sirve de fundamento a la teoria de la
producción. El concepto funcional de producción surge, pues,
a partir de la hipótesis de la constancia. Si adoptamos tal hi~,kesis,
es posible que no haya más remedio que emplear dicho cor-cepto.
Por consiguiente, la validez del mismo dependerá de la del sii?uesto
que le sirve de base.
Husserl acepta la hipótesis de la constancia, y von F,;irenfels
lo hace también aunque sólo sea implícitamente. Ambos autores
mantienen que los hechos sensibles de orden superior ni afectan
ni modifican los datos sensibles que les sirven de fundamento.
Husserl basa su afirmación en el concepto de Verschmel~ungde
Stumpf7. En la teoría de la producción, se oculta la presencia d e la
hipótesis de la constancia mediante la tesis según la cual el proceso
mismo de la producción transformaría las sensaciones sobre las que
opera. A base del acabado examen que Koffka ha llevado a cabo de
la teoria de Benussis, hemos ya demostrado que la tesis en cuestión

5 Cfr. rnpra, pp. 81 SS.


6 Helmholtz mantiene que el cambio continuo de los estímulos viene acompa-
ñado del cambio continuo de las sensaciones correspondientes (op. cit., p. 569).
7 Cfr. rupra, pp. 76 SS. y 99 SS.
8 Koffka, «Zur Grundlegung der Wahrnehmungspsychologie~, Zeitscbrifr
,f& Ps_ychologie, LXXIII (1915).
112 Principios de la tcoria de la forma

supone la hipótesis d e la constancia, en tanto y en cuanto la modi-


ficación que sufren los datos sensibles como resultado del proceso
de la producción se toma como un hecho a posferiorig. También es
la hipótesis de la constancia un supuesto de la teoría d e los esque-
mas de Piaget, en tanto y en cuanto surgen éstos de la actividad de
asimilación y de acomodaciónl0. Puede así afirmarse con toda sc-
guridad que, en general, existe una intima conexión entre una ex-
plicación dualista de la percepción y la hipótesis d e la constancia.
La trabazón lógica entre estas dos dimensiones teóricas es eviden-
te. Debemos recurrir a factores n o sensibles cuando, a base d e la
hipótesis de la constancia, nos propongamos explicar tanto lo que
la percepción contenga que no sea sensación pura como las dife-
rencias que haya entre el estado en que de hecho se dan los datos
sensibles y el que corresponda a las condiciones d e la estimulación
externa.
Koehlerll fue el primero en examinar de modo explícito la
hipótesis de la constancia y en demostrar que ni era una tesis
evidente ni una proposición verificable. El admitir la hipótesis
de la constancia conlleva otros supuestos hipotéticos que no pueden
justificarse si no es a partir de la hipótesis misma. Además, algunos
de estos iupuestos son hasta incompatibles entre sí. Entre ellos,
nos permitimos tan sólo mencionar -ya que volveremos sobre
el asuntol- el de las sensaciones inadvertidas. Como resultado
de su análisis critico, Koehler sugiere que descartemos por comple-
to la hipótesis de la constancia. Si siguiéramos esta sugerencia,
no sería ya posible -ni siquiera necesario- que distinguiéramos
los datos sensibles auténticos de los que se estima que son de
origen n o sensible. Koehler mismo ha apuntado13 que tal distinción
se basa en razones de índole fisiológica. A l deswtar la hipótesis
de la constanciay al abandomr -por consiguente- la susodicha distinción,
restauramos con plenos derechos el andisis deso-iptivo de la percepción.
Todos los rasgos que presente la percepción, por tanto, han de ser tratados

e Cfr. supra, pp. 86 SS.


lo cfr. snpra, pp. 55 SS. y 69 s.
11 Koehler, uUeber unbcmerkte Empfindungen und Urteilstauschungenr,
Zeitscbrijt für Ps~cbologic,LXVI (1913); véase también Gestalt PsyeboIogy, pp. 91 SS.
Cfr. Koffka, Principtcs of Gcsta/t Psycbotogv, pp. 85 SS.
12 Cfr. infia, 4 7a.
13 Cfr. Koehler, Ccstajt Psyho/ogy, p. 97.
La teorla de la forma 113

ahora con iguolhd. Hemos de tomarlos sin excepción alguna como


datos y hechos de la experiencia sensible auténtica. Entre ellos
han de figurar los característicos de los grupos y las totalidades,
como son, por ejemplo, las cualidades estructurales, los factores
figurales, los caracteres de la forma, los tipos de organización
y articulación y los aspectos de grupo.

2. Las condiciones externas e internas de la percepción


Es de interés que comparemos el concepto de la ambigüedad
que caracteriza - s e g ú n Benussi- a las sensaciones con respecto
a su agrupamiento con el modo de concebir estas cuestiones que
se articula en la teoría de la forma a raíz del rechazo de la hipótesis
de la constancia. De acuerdo con Benussi, nos encontraríamos
con que, si los estímulos son los mismos, habría que distinguir
los perceptos en función o de las diversas especies de agrupamiento
de las sensaciones o de la ausencia de agrupamiento de las mismas.
A bgse de la hipótesis de la constancia, infiere Benussi la identiahd
de l a s sensaciones a partir de la identihd de los estímulos. Por consiguien-
te, se ha de suponer que los perceptos resultantes, aunque sean
distintos entre sí, tienen de común el estrato que se debe a la
sensibilidad pura y que sirve de sustrato al proceso extra-sensible
de la producción. Los perceptos se difereciarán entre sí en función
de los diversos resultados del proceso de la producción, los cuales
dependen de condiciones subjetivas. Entre éstas es de notar la
dirección de la atención del observador, que es'un factor de especial
importancia en estas cuestiones. Si nos referimos a los estímulos
y a los factores externos que jueguen un papel en esto mediante
el símbolo q, a las condiciones subjetivas o internas por me-
dio de xi y al percepto resultante con la letra P, podremos dar ex-
presión a la teoría de Benussi mediante la fórmula siguiente:
P = fl(x,) + fi(xi) en la cual fl y f2 representan las dependencias fun-
cionales de que se trate. Esta expresión pone de manifiesto que
la interpretación que Benussi lleva a cabo del percepto hace estar
compuesto a éste de dos estratos heterogéneos, a saber: uno que
depende sólo de las condiciones externas y otro que se funda
en el anterior, pero que depende únicamente de las condiciones
internas. Si las condiciones externas se mantienen constantes, mien-
tras que las condiciones internas varían, la expresión matemática
114 Principios de la teoria de la forma

anterior adopta la forma siguiente: P = C + fi(xi), en la cual la


C es una constante. Esta fórmula concuerda con la noción de
Benussi, según la cual los perceptos contienen un estrato constante
común, pero se diferencian entre sí en función de la parte variable
que - e n virtud de su origen- se califica de asuperion).
Las sensaciones que integran el estrato constante pueden presen-
tarse en su aspecto puro y auténtico. Si se quiere lograr esto,
es menester que se den en condiciones tales que hagan imposible
el agrupamiento de las mismas. Tal separación entre las sensaciones
puede lograrse de hecho o sólo mentalmente. E n el primer caso,
se deja que sólo parte de los estímulos tenga efecto de cada
vez. Lo que experimentaríamos sería, por tanto, una secuencia
de datos sensibles. Cada dato sensible correspondería a los estímulos
que estén ejerciendo su acción en la ocasión de que se trate.
Se impediría así que lo datos se agrupasen al hacer que no aparecie-
ran simultáneamente. E n el segundo caso, es de notar que la
separación mental se lograría adoptando la adecuada actitud de
la atención -o sea, la que consiste en analizar, separar y abstraer-.
Tomemos como ejemplo las ilusiones óptico-geométricas: en lugar
de dirigir la mirada a la totalidad de la figura, tratemos de concen-
trar la atención en ciertas líneas, al mismo tiempo que pasamos
otras por alto (aunque, de hecho, sigan presentándose éstas a
la conciencia). Los datos sensibles que resulten en estas condiciones
de separación han de ser considerados como de índole privilegiada
en la teoría de Benussi. E n realidad, tales datos corresponderían
exactamente a los estimulos que ejerzan su acción en la ausencia
del proceso de la producción. Si tomamos en cuenta la modifica-
ciónl4 que sufran los datos de los sentidos como consecuencia
de la producción, será menester afirmar que el proceso de la
producción crea una deformación y una falsificación de los datos
sensibles auténticos si se adoptan los estímulos como punto de
comparación. Si los datos sensibles que se experimentan en condi-
ciones de separación son de indole privilegiada, ello se debe a
que han sido eliminadas las influencias deformadoras.
Benussi parte de suponer que todos los perceptos producidos
por los mismos estimulos contienen datos sensibles de índole privi-

1 4 Las ilusiones óptico-geométricas son ejemplos de este tipo de modificación.


Cfr. srrpra, pp. 87 s.
La teoría de la forma 115

legiada. Carece de importancia el hecho de que los datos sensibles


de esta especie aparezcan en grupos sucesivos en el caso de la
separación real, mientras que se dan simultáneamente en los percep-
tos en que la producción juegue algún papel. En virtud de la
hipótesis de la constancia, es imposible que los mismos estímulos
produzcan sensaciones diferentes. E n lo que se refiere a la condición
de pureza y autenticidad de los datos sensibles que dependan
de los estímulos exclusivamente, hay que afirmar que no importa
en absoluto que se experimenten simultánea o sucesivamente. En
los perceptos que se diferencien de otros sólo en virtud de la
diversidad de los resultados del proceso de la producción, los
datos sensibles de índole privilegiada formarían el estrato común
a los mismos y constituirían, por tanto, el sustrato sobre el cual
actuarían los diversos procesos de producción. Al concebir los
perceptos en los cuales se agrupan sensaciones de indole distinta
en el sentido que acabamos de exponer, Benussi explica el percepto
que surge en circunstancias determinadísims~5a base de unos
datos fenoménicos que se experimentan en condiciones muy diver-
sasls. La hipótesis de la constancia es la que permite proceder
así, y quizá -a base de ella- no quepa otra alternativa que
hacerlo. Este procedimiento metodológico es, sin embargo, un
caso de «la falacia par exceffence del psicólogo» 17. Al estudiar un
estado mental determinado, el psicólogo que adopta el método
de Benussi atribuye a la constitución de dicho estado ciertas cosas
que se derivan sólo del conocimiento que el psicólogo posee
en cuanto tal, o sea, de un saber cuyo origen no es e! estado
mental mismo que se estudia. En este caso, tal conocimiento
sería un conocimiento psicológico en el sentido estricto de la
palabra, o sea, un saber acerca de otros estados mentales que
surgen en condiciones diferentes. En virtud del hecho de que
la hipótesis de !a constancia justifica y hasta exige un procedimiento

15 Estas circunstancias son las siguientes: que todos los estimulos entren
en acción simultáneamente o que el sujeto dirija su atención a la totalidad
de la figura.
18 Las condiciones de que se trata son las de la separación real o las de
la mental. Cfr. Koffka, «Zur Grundlegung der Wahrnehmungspsychologie».
IOC. cit., p. 26 s.
17 James, Tba Principies of Psychology, 1, pp. 196 SS.; vtanse tnrnbikn las
pp. 170ss. y la npta a la p. 521.
116 Principios de la teoría de la forma

metodológico tal, puede ponérsele la objeción de que incurre en


«la falacia par excellence del psicólogo». Nos es posible asi llevar
a cabo una crítica de la hipótesis misma.
Pasemos ahora a exponer la interpretación que encontr.amos
en la teoría de la forma sobre lo que Benussi denomina la ambigüe-
dad de las sensaciones en lo que al agrupamiento se refiere. Con
este fin, consideremos sólo el caso más simpe, o sea, el de la
separación mental. Comparemos dos percepciones: la P1 que es
la que resulta cuando el sujeto se fija en la totalidad de la figuta
y la P2,que es la que tiene lugar cuando se concentra en ciertas
líneas y pasa por alto otras. E n lo que respecta a estas percepciones,
hay que hacer hincapié en e . hecho de que los estímulos son
los mismos y que sólo cambia la actitud del sujeto de la percepción.
Cuando, en virtud del cambio de actitud del sujeto, resulten percep-
tos diversos, sólo nos será permisible llegar a la condusión de
que elpercepto depende al mismo tiempo de condiciones extertus e khT?MJ1*.
Una vez que se abandone la hipótesis de la constancia, no será
posible ya justificar la distinción entre dos estratos en el propio
percepto, de modo tal que cada uno sea función exclusivamente
de una especie de condiciones. Tampoco nos veremos obligados
a suponer que exista un factor constante que sea común a varios
perceptos que tengan lugar cuando las condiciones externas no
varíen y las internas cambien. Del hecho de que los diferentes
perceptos tengan lugar debido a tales circunstancias, se sigue que
el percepto depende de una pluralidad de condiciones o que es
función de condiciones que pueden ser de dos clases distintas.
Empero, si el percepto vartá en función lo mismo de las condiciones
externas que de las internas, lo hará como UM totalihd y en w n t o
entiahd homop'nea. Al descartar la hipótesis de la constancia, queda
restablecida la homogeneidad del percepto en lo que se refiere al
origen de sus componentes. Lo que Benussi toma por ambigüedad
aparece, en la teoría de la forma, como algo debido a una plurali-
dad de variableslQ. Surge aquí la pregunta acerca de cuáles sean las

18 Cfr. Koffka, uZur Grundlegung der Wahrnehmungspsychologie~,kc. cit.,


p. 42; véase también la p. 26.
10 Ibid., p. 44: «La pluralidad de interpretaciones quiere decir simplemente
que existe una dependm>a de mncbar variibla; es menester determinar cuáles
son las leyes que rigen a todas estas variables.»
La teoría de la forma 117

leyes que determinan la variación d e un percepto en función d e to-


das las variables que jueguen un papel en esto.
Una formulación matemática que correspondería a la teorh
de la forma en este respecto sería la siguiente: P=f(x,, xi). Si
mantenemos constantes las condiciones externas, la expresión se
reduce a : P = f (C, x,), que, evidentemente, no es lo mismo que
+
P = C f2(xi)". Si aplicáramos esto a los perceptos P1 y P2 d e
que hablamos previamente21, tendríamos las expresiones siguien-
tes22: a. P1 = f(xe, xi) y b. P2 = f(xe, d i ) . E n la teoría d e la forma,
se mantiene que P1 y P2 difieren real y esencialmente entre sí y se
rechaza la interpretación de que P2 esté d e algún modo «conteni-
da» en P1.Por lo tanto, según esta teoría, P2 no es una percepción
de índole privilegiada23. E n términos generales, se puede afirmar
que en la teoría de la forma se descarta el concepto de percepción o de datos
sensibles de índole privilegiada junto con la hipótesis de la constancia, que
tan íntimamente se relaciona con tal concepto. Por otra parte, si un deter-
minado percepto P se da sujeto a ciertas condiciones externas e in-
ternas (o sea, x,, y xi respectivamente), es perfectamente posible
que experimentemos el mismo percepto P cuando cambien a la vez
las condiciones externas e internas. Si las nuevas condiciones son
x', y xti respectivamente, la expresión matemática correspondiente
será: P = f(x,, xi) = f(xl,, xPi).Es d e esta manera que Koffka inter-
preta algunos d.e los más valiosos resultados d e la labor experimen-
tal d e Benussi en torno a las ilusiones óptico-geométricas24,
aunque Koffka no emplee las fórmulas matemáticas a que aquí
hemos recurrido. La diferencia entre las expresiones P = f(x,, Xi) y
+
P = fi(ze) f2(zi)aclara, no obstante, la que hay entre la teoría de
la forma y la de la producción.

20 En ambas expresiones, la C es una constante.


21 Cfr. snpru, pp. 113 y 116.
22 Aquí las condiciones externas se mantienen constantes, mientras que las
internas pueden variar.
2a Véase nuestro articulo intitulado ~Quelquesaspects et quelques dévelop- ..
ments de la psychologie de la formen. Jownal de P~cbologienormale ei patbologiqne,
X X X I I I (1936), pp. 430 SS.
24 Koffka, «Zur Grundlegung der Wahrnehmungspsychologie», loc. cit.,
pp. 42 SS.
118 Principios de la teorla de la forma

3. De la adquisici6n mediante la experiencia

a. El concepto tradicional de la experienciay el de la teoría de Ia for-


ma
Sólo hemos tomado en consideración u n tipo de condición
interna de la percepción, debido al papel que condiciones internas
de esa especie juegan en la teoría de Benussi. El concepto de
condición interna abarca todo factor que entre en acción en la
percepción con tal de que no provenga de la estimulación de
los órganos de los sentidos. Ciertamente hay que tomar en cuenta
factores que no se reduzcan a la actitud que adopte el sujeto
de la experiencia, bien sea que éste considero en su totalidad
a la figura que se da o que trate de escoger de entre las líneas
que la componen. Entre las condiciones internas, ocupa el pasado
del individuo un lugar de señalada importancia. Es una perogrulla-
da decir que la experiencia pasada influye en la percepción del
momento presente. Con todo, quedaría por determinar todavía
cuáles sean la interpretación y la explicación correctas de la manera
en que dicha influencia se ejerza.
E n la teoría de corte tradicional, se toma la experiencia como
fuente de ciertos materiales (a saber: de las imágenes, los recuerdos
y los residuos) que se dan junto con los datos sensibles que
dependen exdusivamente de factores externos. Es en función de
estos materiales de reproducción que interpretamos y evaluamos
las sensaciones. Es bajo el influjo de las experiencias anteriores
que reproducimos que las percepciones se forman a partir de
las sensaciones. Hallamos casos de esto en las explicaciones de
corte tradicional de las constantes perceptivas del color, la forma
y el tamaño25. Por ejemplo, según la hipótesis de la asimilación,
que es una versión particular de la teoría tradicional, las imágenes
de reproducción no sirven de norma con referencia a la cual
se interpreten y evalúen los datos sensibles, sino que tales imágenes
se funden con los datos sensibles y dan lugar a una unidad percepti-
va. Es dicha unidad algo nuevo en cuyo seno las sensaciones

25 Cfr. Koehler, Gestait Pzycbology, pp. 71 SS. D e acuerdo con la teoría de


la forma, no pueden explicarse las constantes perceptivas en función del conoci-
miento ya adquirido. Vtasc el análisis detallado de esta cuestión que hace
Koffka en sus Principies of Gcstult Pryrhoiogy, c. 6.
La tcoria de la forma 119

y las imágenes se distinguirían sólo a duras penas26. E n tanto


y en cuanto los que proponen la hipótesis de la asimilación admiten
que en los datos sensibles tengan lugar modificaciones reales y
sustanciales en virtud de las imágenes que se sobreañaden, puede
afirmarse que tal hipótesis llega a ser casi idéntica a la teoría
de Benussi, según la cual el proceso de la producción crea - c o m o
ya lo hemos reconocido27- una determinación y una modificación.
D e todos modos, la influencia que ejerce la experiencia pasada
sobre la percepción del momento presente consiste, según la teoría
tradicional, en el hecho de que deriva dicha percepción alguno
de sus constitutivos de experiencias pasadas. Al igual que en la
teoría de Benussi, nos encontramos aquí con que la percepción
es heterogénea, ya que contiene constitutivos de diversos orígenes.
Los que provienen de experiencias pasadas empiezan por sobreaiia-
dirse a los constitutivos que se derivan de la estimulación de
los órganos de los sentidos y acaban por llegar a modificarlos28.
Es evidente que tal interpretación de la influencia que ejercen
las experiencias pasadas sobre la percepción del momento presente
se basa en la hipótesis de la constanciazs, que, según ya dijimos30,
implica una noción dualista de la percepción. Una vez que es
descartada la hipótesis de la constancia, no volverá a sernos posible
mantener que la influencia de la experiencia pasada sobre la percep-
ción del momento presente consista en que materiales nuevos
se añadan a las sensaciones ni en que éstas sean modificadas con
posterioridad31. Si generalizamos ahora los resultados de nuestro
análisis anterior en torno a la dependencia de la percepción de
la actitud que adopte el sujeto de la misma, tendremos que concebir
fa experiencia previa como una de las condiciones internas de /as que depen-
den /a percepción y /a organi~aciónperceptiva32. Tal dependencia vie-
ne expresada matemáticamente mediante la fórmula P = f(ae,, aei).
Las experiencias anteriores dejan «huellas» en el sistema nervioso

26 Cfr. Koffka, loc. cit., pp. 103 SS.


27 Cfr. rupru, pp. 86 s.
28 Cfr. Helmholtz, Hundbucb dar physiobgischen Opfik, p. 610.
29 Cfr. Kofka, &c. cit., pp. 84 SS.
'
Cfr. supra, pp. 109 S S .
31 La modificación tendria lugar a posicriori, ya que primero la sensación
tendria que darse en forma que correspondiera a la estimulación local.
32 Koffka, loc. cit., pp. 393 S S .
120 Principios de la twrh de la forma

que modifican dicho sistema en tanto que es el medio en que


ocurren los procesos que la estimulación externa provoca.
Los procesos fisiológicos a los cuales corresponden las per-
cepciones- vienen determinados tanto por las condiciones externas
como por las internas (o sea, lo mismo por la estimulación real
que por el estado en que se encuentre el sistema estimulado).
Supongamos que ciertas experiencias hayan ya ocurrido con ante-
rioridad y que una estimulación deteminada produzca el proceso
SI y la correspondiente percepción P1.Si en lugar de tales experien-
cias hubieran ocurrido otras, la misma estimulación hubiera produ-
cido un proceso S2, diverso de SI, en virtud de que ocurriría
en un medio cuyo estado sería distinto al del caso anterior. Por
consiguiente, hubiéramos experimentado la percepción Pz, que
sería distinta de la P1.Desde el punto de vista de la teoría de
la forma, se diría que las dos percepciones deben tomarse como
todos homogéneos que dependen de la totalidad. Es menester
referir cada percepción, en cuanto todo homogéneo, a la totalidad
de las condiciones que de hecho determinen el caso.
Koffka ha examinado la evidencia experimental que sirve de
base a la interpretación de la influencia de la experiencia pasada
sobre la percepción del momento presente que se hace en la teoría
de la forrna33. Teniendo en cuenta la presentación que de esto
lleva a cabo Koffka, pasemos ahora a analizar desde el punto
de vista de la teoría de la forma los problemas siguientes: 1. Las
cuestiones que tienen que ver con el concepto de esquema de
Piaget; 2. La separación de una parte del seno de una totalidad
sensibie y la estabilización de dicha separación. Ambas aplicaciones
estarán íntimamente relacionadas con nuestra discusión anterior
sobre la organización en cuanto rasgo originario de la experiencia.
b. L a adquisición de h s significados empíricos
Cuando tuvimos ocasión de discutir el concepto de esquema
de Piaget, nos referimos a la adquisición de los significados empiri-
cos (v.g. las características funcionales) e hicimos hincapié en el
hecho de que tales significados son de indole permanente34. A '
la luz de los resultados que acabamos de obtener, podremos dar

" Cfr.
Ibfd., pp. 510SS.
rnpra, pp. 54 SS.
1.a teoria de la forma 121

cuenta con facilidad de tal permanencia. Las características funcio-


nales se sobreañaden a los objetos en las situaciones concretas
de la acción en que el sujeto manipula el objeto, aprende a manejarlo
de forma determinada y a usarlo con vistas a ciertos fines y
en conexión con otros objetos y adquiere así una determinada
manera de actuar. Esta adquisición co-determinará en lo adelante
. toda nueva percepción. Supongamos que volvemos a encontrarnos
el mismo objeto (o uno similar) después de que hayamos adquirido
tal manera de actuar. La percepción ulterior tendrá lugar en condi-
ciones diferentes a la primera, debiéndose esto precisamente a
la manera de actuar que ya hemos adquirido. Adquisición tal
modifica de cierto modo el sistema psicofisiológico, como se com-
prueba al ver que los procesos que tienen lugar después del hecho
son distintos de los que ocurrieron previamente. Por consiguiente,
se ve que el objeto aparece de modo diferente en la nueva percep-
ción. Nos arriesgamos, por tanto, a afirmar que por medio de
la percepción ulterior se presenta - d e s d e el punto de vista fenomé-
nico- un objeto distinto. E n realidad, percibimos el objeto ahora
a la luz de los esquemas de la acción que ya hemos adquirido
y en relación con los mismos. Se reorganiza y se reconstituye
el objeto, al verse imbuido de significado empírico y ser definido
en función de su instrumentalidad específica (sin que por ello
haya que traer explícitamente a la memoria las circunstancias de
la acción en que el objeto fue reorganizado y adquirió su caracteris-
t i a funcional35). La permanencia de las características funcionales
se pone de manifiesto en el hecho de que percibimos de inmediato
el mismo objeto (o uno similar) en función de tales caracteristicas.
Desde el pwto de vista de la tewh de la fwma, tal permanench parece
ser el resultado del cambio de las mndiciones interms que tiene 1ugar
85 Husserl, Cartesioniscbe Maditatwnen (con Pmiser Vorfragc) en Hwserfiana,
1, 2.i ed.; ed. S. Strasser (La Haya: Maninus Nijhoff, 1963). p. 141 : ((Digamos
que el niño que ve ya las cosas físicas llega a entender por vez primera el
sentido último de un par de tijeras; a partir de ese momento, percibe de
un vistazo las tijeras precisamente en cwrinto tijeras, pero, por supuesto, no
de un modo explicito que consista en reproducir, comparar e inferir.)) Cfr.
Erfirbrnng nnd Urtail) tj 25 y p. 35: «En cada ocasión en que se constituya un
nuevo objeto por vez primera (para expresarlo desde el punto de vista genético),
se fija un nuevo tipo de objeto, en función del cual se aprehenden por anticipado
otros objetos semejantes.))VCase también Koehler, lnteffiga~r./nngen an M e d e -
naffm, p. 26.
122 Principios de la teoría de la forma

en virtud de la adquisición del esquema y la reorganización conco-


mitante del objeto. Piuget supone, por el contrario, que el esquema
adquirido y la activiakd de asimilación (que cristaliza en el esquema)
vweluen a reaparecer en toah nueva ocasión.
Las condiciones internas de la percepción tienen que ver tam-
bién con condiciones de índole fisiológica. E n los casos que hemos
considerado, sin embargo, les corresponde a las condiciones fisioló-
gicas una dimensión fenoménica determinada. Cuando percibimos
un martillo, se presenta éste no solo dotado del sentido de instru-
mentalidad específica que le es propio sino que además aparece
como pertinente a una cierta esfera de acción. Tal referencia puede
ser de índole vaga, indistinta e indefinida y, sin embargo, es
lo bastante determinada como para que no se la confunda con
la referencia a otra esfera de acción (digamos, por ejemplo, a
la que pertenece la máquina de escribir). Y así suele ser lo que
sucede. Este fenómeno de pertinencia (o sea, la referencia de
un objeto a una cierta esfera) será sistemáticamente examinado
en análisis ulteriores36. E n virtud de que la adquisición de un
esquema trae consigo una modificación del sistema psicofisiológico,
nos encontramos con que todo futuro proceso perceptivo vendrá
co-determinado por nuevas condiciones internas que resulten de
la adquisición del esqu=ma. Todo objeto será así percibido con
referencia al esquema adquirido, o sea que - p a r a expresarlo me-
diante la fórmula del mismo Piaget37- el esquema aparecerá dota-
do de una capacidad o potencia de asimilación y presentará la
tendencia a incorporarse todo objeto con que se encuentre. Esta
tendencia asimilativa que presentan los esquemas es - d e s d e el
punto de vista de la teoría de la forma- una expresión de la
eficacia particular de ciertas condiciones internas y tiene primacía
sobre todo en las etapas tempranas del desarrollo. E n esos momen-
tos, los esquemas ya adquiridos por el individuo presentan una
estructura bastante simple, son relativamente poco numerosos y
no integran todavía un sistema altamente centralizado. La tendencia
hacia la generalización -característica de las adquisiciones mediante
el aprendizaje- no se encuentra limitada, sin embargo, a estas
tempranas etapas del desarrollo, pues tiene aplicación aun después
-- - -

se Cfr. infra, pp. 445 SS.


37 Cfr. rnprtl, pp. 50 SS.
La teorla de la forma 123

.de que se hayan adquirido las capacidades motoras efectivas, como


el mismo Koffka38 ha señalado al apuntar que - e n las condiciones
actuales del conocimiento psicológico- no es posible dar una
explicación satisfactoria del fenómeno. Si es verdad, como mantiene
Piaget39, que no hay ((experiencia directa ni de mi mismo ni
del mundo externo)), sino tan sólo «experiencias interpretadas)),
habrá que buscar la razón de ello en el hecho de que todo proceso
ocurre en un sistema psicofisiológico dado y de acuerdo con las
condiciones vigentes en ese sistema, es decir, que todo proceso
depende de las condiciones internas que han sido establecidas
ya en el pasado del individuo. La concepción que se obtiene
desde el punto de vista de la teoría de la forma -y que es
la que propugnamos aquí- nos permite también explicar el aspecto
histórico del desarrollo de la mente que Piaget ha puesto de
relieve40. Desde el punto de vista de la teoría de la forma, la
continuidad histórica resulta de que toda experiencia depende tanto
de las condiciones externas como de las internas. Es indudablemente
cierto que determinados logros serían imposibles y que ciertos pro-
blemas quedarían sin solución si no fueran precedidos de ciertos lo-
gros en el pasado del individuo. Podemos decir, en este sentido, que
el pasado se prolonga en el presente. Pero, con todo, es menester
aún hacer hincapié en una distinción que ya pusimos de relieve
con anterioridad41, a saber: la que existe entre los factores antece-
dentes que llegan a hacer posible que un logro determinado tenga
lugar y el logro real y efectivo. Este último, creemos nosotros,
debe ser sustanciado en función de la reorganización y la reconstruc-
ción.
Cuando con anterioridad mantuvimos que la organización era
un rasgo originario de la experiencia, teníamos presente el tipo
más primitivo de organización, a saber: la separación espontánea
de unidades del seno del campo42. Tal separación es requisito
previo, ya que toda función precisa de materiales a fin de poder
operar. A este nivel del análisis, es posible reformular nuestras

Kofíka, loc. cif., pp. 506 ss.


Sg Piaget, La nairranre de Pinte//igenre cber Penfant, c. 2. 8 5.
40 Cfr. J U ~ MPrimera
, Parte, c . 2, $ 3 ~ .
41 Cfr. supra, pp. 47 s . y 61 SS.
42 Cfr. Primera Parte, c. 2. $ 2.
124 Principios de la teoria de la forma

tesis y, de ese modo, ampliarlas, a fin de que puedan valer también


para formas menos primitivas de organización. Cuando se aplica
una función, una operación o un esquema (en el sentido de Piaget)
a una unidad ya separada, de modo que se reconstruya y reorganice
la misma, se establecen ciertas condiciones internas que valen
para percepciones ulteriores. Debido a que la percepción depende
por igual de condiciones externas e internas, se observa que el
objeto a l ser percibido de nuevo una vez que ya haya sido
asimilado a un esquema- aparece, como ya hemos indicado43,
de forma reorganizada y reconstruida y presenta características
funcionales imbuidas de significado empírico que son definidas
por éste. Se presenta así el propio objeto en la misma percepción sensible,
sin que para ello sea necesario que intervenga ninguna actividad
especial de organización, asimilación o interpretación44. Ciertas
formas de organización son adquiridas empíricamente y, una vez
que esto ha sucedido, pasan a formar parte de la percepción.
Al mantener que la organización es un rasgo originario de la
experiencia, afirmamos a base de la teoría de la forma- que
la organización, en el sentido de la separación de unidades, es
un requisito previo de la adquisición empírica como reorganización
y reconstrucción de la experiencia.
c. La distincióny la separación
Cuando discutimos el proceso de la selección d e un dato o d e
un grupo d e datos del seno de una totalidad sensible, hubimos d e
poner de relieve que el carácter d e prominencia es decisivo lo mis-
mo en la fase del logro real y efectivo d e la primera distinción que
en cualquiera ulterior45. Que la distinción d e un dato o d e un gru-
po de datos haya tenido ya lugar con anterioridad a la ocasión en
que trata d e repetirla el sujeto sin duda ejerce una influencia en el
proceso presente y lo facilita. Por consiguiente, es posible que la
fase preparatoria que antecede a la distinción real ulterior se modi-
fique y que llegue hasta a ser eliminada por completo. Si así suce-
diera, surgiría de inmediato el dato o el grupo d e datos que iba a

Cfr. s n p ~ pp.
43 , 120ss.
Piaget mantiene la tesis opuesta. Cfr. Piaget, op. cit., p. 393: «Toda percep-
44
ción nos aparece en cuanto... organi~aciónmás o menos rápida de datos sensibles...»
El énfasis es nuestro.
45 Cfr. snpra, pp. 45 SS.
La teorla de la forma 125

ser seleccionado; no llega el sujeto, pues, a experimentar de nuevo


la totalidad sensible indistinta e inarticulada que confrontara la pri-
mera vez. Debemos hacer notar, sin embargo, que estar ya en po-
sesión de un mero conocimiento sobre el dato o el grupo de datos
a seleccionar no basta para que sea más fácil que tenga lugar la dis-
tinción real y efectiva a partir de la totalidad sensible. Además d e
poseer tal conocimiento, tiene el sujeto que adoptar la actitud que
corresponde a la búsqueda activa46.
A base de la selección inicial de un dato o de un grupo
de datos, se establecen ciertas condiciones de las que dependerán
las distinciones ulteriores. E n virtud de que las nuevas condiciones
han de regir a toda distinción futura, se ve que es más probable
que surjan unos datos que otros. Por consiguiente, algunos datos
a l estar así favorecidos por las condiciones internas- tienden
a surgir más rápidamente. Habituarse a distinguir tiene por resulta-
do que se estabilicen las condiciones internas y que, por tanto,
lo hagan también ciertas formas determinadas de organización
en perjuicio de otras. Vale esto tanto para la distinción de datos
a partir del seno de una totalidad sensible como para la articulación
interna y la reorganización de totalidades sensibles que presentaran
- e n su primera aparición- un cariz más bien caótico. Cualquier
organización, reorganización, reconstrucción o logro establece con-
diciones para los procesos posteriotes y las refuerza47. Al hablar
del logro, es menester que hagamos un esfuerzo, como lo ha
señalado Koffkads, por cubrir todas las posibilidades. Debemos
tomar en cuenta no sólo los logros en el sentido estricto de
la palabra (o sea, los que se hallan a un nivel intelectual relati-
vamente superior, como, por ejemplo, es la comprensión -y,
con mayor razón aún, el descubrimiento- de una demostración
matemática), sino también los casos al parecer triviales e insignifi-
cantes. Todo proceso que ocurra por vez primera debe ser conside-
rado como un logro en este sentido lato. Si tomamos en cuenta

u Sobre esto consúltense las investigaciones experimentales de K. Gotts-


chaldt, «Ueber den Einfluss der Erfahrung auf die Wahrnehmung von Figurenn.
P.rychologirrhe Forschung, VI11 (1926) y XII (1929). Koffia ha resumido y criticado
los resultados de Gottschaldt (loc. cit., pp. 155 SS.. 395 SS., 602. 607 SS.). Véase
también: Koehler, Gestult P~ycbology,pp. 190 5s. y 306 SS.
47 Koffia, loc. cit., p. 535.
Ibid., pp. 547 SS.
126 Principios de la teoría de la forma

que todo acto depende a la vez de condiciones externas e internas,


podemos afirmar que la influencia que los logros pasados ejercen
sobre la percepción del momento presente consiste en el hecho
de que ciertas estructurasy,formas perceptiiras de organiqación se imponen
e imperan y no en que resurjan tales datos en la forma en que
aparecieran antes del logro. Esto es asi, a pesar de que nos hallamos
de nuevo frente a los mismos estímulos. Puede muy bien suceder
que las percepciones experimentadas con anterioridad no vuelvan
a aparecer y que ni siquiera retornen a la memoria, precisamente
porque han cambiado las condiciones internas y a pesar de que
las externas permanezcan constantes49. Al poner de relieve el hecho
de que la percepción y todos los actos de la conciencia dependen
a la vez de condiciones externas e internas y al interpretar el
logro como lo que establece y refuerza las condiciones internas,
llegamos a concebir el desarrollo y el mecimiento de la mente - q u e
son el resultado de sucesivos logros- en cuanto reorganiqación,
reconstruccióny transformación de la experiencia misma. Por consiguiente,
cuando se alcanza una cierta etapa del desarrollo, se superan las
formas de organización que son propias de las etapas anteriores
y que de hecho fueron experimentadas en ellas por medio de
las formas de organización que corresponden a la nueva etapa.
Es en virtud de los logros acaecidos en el desarrollo de la mente
que se tranforma esencialmente la corriente de la experiencia y que
muestra la misma rasgos que varían según la etapa del desarrollo
mental de que se trate.
d. La imposibilidad de la filosofía «intuicionista»
A la luz de estos resultados, pasemos ahora a considerar el
atractivo que tenga la filosofia intuicionista que propugnara James.
Se nds insta en ésta a que superemos lo que la conceptualización
y la intelectualización han logrado y a que nos volvamos a la
corriente de la experiencia en su (<prístina»pureza. N o nos quedará
más remedio, sin e m h r g o , que admitir que la conceptualización
y la intelectualización figuran entre los logros que establecen las
condiciones de la experiencia ulterior. Una vez que aquéllas hayan
tenido lugar, pasarán - e n cuanto logros- a co-determinar la
estructura y la organización que la corriente de la experiencia

49 Véase a tenor de esto el ejemplo que examinara Koffka, loc. cit., pp. 506 SS.
La teoría de la forma 127

presentará en lo adelante. E n otras palabras: es imposible que


volvamos a experimentar de nuevo la corriente de la experiencia
en su «prístina» pureza, _ya que la corriente de la expenench ha cesado
de aparecer de tal modo y, por tanto, no existe ya de esa jorma. La
corriente de la experiencia no muestra ningún aspecto arcaico,
sino que presenta una forma que depende de que la conceptualiza-
ción y la intelectualización hayan tenido lugar. Lo que el propugna-
dor de la filosofía intuicionista nos insta a hacer resulta, pues,
imposible. El atractivo de tal posición se funda necesariamente
- s e g ú n ya lo hemos demostrado50- en el supuesto de que la
organización viene sobreañadida a la corriente de la experiencia
y de que no la afecta en lo esencial. Los resultados a que hemos
llegado están en desacuerdo con tal supuesto, lo cual nos autoriza
a poner en duda el objetivo mismo de dicha filosoffa.

4. E l replanteo del problema d e las cualidades esttucturales


Volvamos ahora a examinar las cualidades estructurales y los
factores figurales. Al adoptar un punto de vista estrictamente
descriptivo -según es necesario hacer una vez que se descarta
la hipótesis de la constancia-, nos vemos de nuevo llevados
a la posición general que adoptaran von Ehrenfels y sobre todo
Husserl en torno a estas cuestiones. La diferencia principal entre
éstos y los teóricos de la escuela de Graz consiste - e s menester
recordarlo- en que aquellos mantenían que los susodichos fenóme-
nos son de naturaleza sensible y los explicaban en función de
la sensibilidad, mientras que éstos recurrían a procesos no sensibles
al insistir en la idealidad de los objetos de orden superior.
Si aceptáramos el retorno a la posición general de la que son
expresión las teorías de von Ehrenfels y de Husserl, <nos veríamos
acaso forzados a aceptar tales teorías sjmpliciier, o nos sería posible
encontrar una solución al problema que sea diferente pero que
se ajuste a dicha orientación general? ¿Tendríamos tal vez que
admitir la interpretación según la cual las cualidades estructurales
y los factores figurales son datos sensibles de orden superior que
-no obstante el hecho de que se apoyan en los datos sensibles
elementales- sencillamente se añaden a los elementos que les

50 Cfr. nrpra, pp. 42 SS.


128 Principios de la teoría de la forma

sirven de fundamento, puesto que ni los modifican ni los transfor-


man? Aun cuando la Vcrscbmel~mgocurra indefectiblemente entre
los elementos sensibles que se den simultánea o sucesivamente51,
no deja de ser por ello - c o m o enseña Stumpf- foránea a los
elementos, ya que la identidad y la individualidad de éstos se
mantienen inmutables52. La disyuntiva por tanto es ésta: o acepta-
mos la teoría de Stumpf o admitimos que cada uno de los elementos
de que se trate presenta rasgos fenoménicos que se deben a la
relación de Verschmel~~ng que guarda con los demás elementos
de la misma totalidad. O expresada de otra manera: o están integra-
dos los todos y los conjuntos por elementos autónomos e indepen-
dientes o los componentes y los constitutivos han sido internamente
afectados y fenoménicamente modificados por el hecho mismo
de pertenecer a todos y conjuntos determinados.

5. Tipos d e contexturas estructurales


A fin de dar respuesta a esta interrogante, pasemos a realizar
el análisis descriptivo de unos cuantos ejemplos representativos
de contextura estructural53. Lo que nos proponemos hacer ahora
podemos verlo a la luz de la interpretación fenomenológica que
daremos más adelante54 de la fase descriptiva de la teoría de
la forma. Desde este punto de vista, las consideraciones que siguen
pueden tomarse como análisis noemáticos de fenómenos eiemenm-
les.
a. Distancias y limites
Supongamos que dos puntos relativamente próximos aparezcan
sobre un fondo homogéneo (figura 1). Es posible ver los puntos
uno junto al otro y sin relación alguna, pero podemos verlos
también como integrantes de un par o como constitutivos de

51 Como vemos, incluimos aquí la alternativa de la sucesión inmediata,


a base de la generalización del concepto de Ver~chmef~ung que Husserl llevara
a cabo.
52 Cfr. supra, pp. 100 SS.
53 Ejemplos análogos a éstos han sido presenrados por M. Wertheimer en
«Untersuchungen zur Lehre von der Gestalt», Pybologische Forscbuq, IV
( 1 923), ii.
54 Cfr. infra, pp. 198 ss.
La tcocia de la forma 129

un grupo unitario. Con toda probabilidad será esto último lo


que ocurra espontáneamente cuando los puntos se encuentren muy
próximos entresi. E n este modo d e percibir las cosas, no se presenta-
rá el punto como si ademá~se encontrara a corta distancia del
otro, sino que más bien se verá uno de los puntos como miembro
derecho del par y el otro como el i~qtierdodel mismo.

Es evidente que ninguno de los dos puntos podrá presentar


tal carácter perceptivo a no ser que sea con referencia al otro.
Al mismo tiempo, la distancia que los separa mostrará ciertos
rasgos fenoménicos específicos que faltan en absoluto en esa re-
gión del campo que se encuentra más allá d e los puntos (o sea, en
esa parte de aquél a la derecha del punto terminal derecho, a.la iz-
quierda del izquierdo y arriba y abajo d e ambos). Mientras que el
campo más allá d e los puntos se extiende indefinidamente, la dis-
tancia entre ellos es un espacio cerrado que los puntos abarcan, cir-
cunscriben y deslindan.
A fin de caracterizar la delimitación de este sector del campo
en cuanto rasgo fenoménico específico, no bastaría decir que consis-
ta en encontrarse un punto a cada extremo del mismo. Para lograr
precisamente esto, supongamos que los puntos estén unidos me-
diante un segmento que se extiende más allá de los mismos en
ambos sentidos (figura 2). Además de poder percibir los dos puntos

uno junto al otro (o sea, de modo que se nos presente un punto


m á ~el otro) y de poderlos percibir también formando un par,
se nos ofrecen ahora otras posibilidades, a saber: la de percibir
el punto derecho A como terminación del segmento a que se
extiende hacia la derecha y la de percibir el punto izquierdo B
como la terminación del segmento. b que se extiende hacia la
130 Principios de la teoría de la forma

izquierda. Nos encontraremos, pues, con los sistemas a y b que


se dan frente a frente. A pesar de la simetría geométrica que
presentan, no se hallan los sistemas; sin embargo, conectados entre
si. Por consiguiente, no forman los puntos en este caso un grupo
de dos sino que, por el contrario, aparecen tan separados entre
sí como los sistemas de los cuales son los puntos terminales.
La desconexión entre los dos puntos y sistemas se debe, precisamen-
te, a la distancia que hay entre los puntos. Se da ésta como
hiato, interrupción o ruptura de la continuidad. Si los dos puntos
aparecieran, sin embargo, como integrantes de un grupo de dos
y fueran percibidos como miembros de un par, el aspecto que
presentaría la distancia que los separa sería totalmente diverso.
Guardaría todavía la función de separar los puntos, pero los man-
tendría separados en cuanto miembros opuestos o correlativos
de un par. E n verdad, tal especie de separación es un tipo de
unión. Se opone así a la del caso anterior, en el cual los puntos
estaban realmente desunidos y divorciados entre sí55. Si los puntos
se dan como miembros de un grupo de dos, la distancia entre ellos
no aparecerá ya como hiato sino como el eslabón que los vincula.
No debe pensarse, sin embargo, que lo sucedido es que los puntos
que originalmente se daban por separado hayan tenido que ser uni-
dos con posterioridad. El eslabón que los vincula es un constituti-
vo esencial de la estructura que se nos presenta. Dicho constitutivo
es la distancia que un par de puntos terminales delimita y abarca y
que, por tanto, une a tales puntos. Al percibírsela en cuanto deli-
mitada y abarcada, se separa esta distancia del seno del campo y se
pone de relieve perceptivamente por contraste con el resto del mis-
mo. Se da, el resto del campo, por tanto, como el fondo del cual
surge la susodicha estructura. Es evidente, pues, que la distancia
deriva de los puntos terminales sus rasgos fenoménicos, su relieve
perceptivo, su condición de delimitada y abarcada y su función d e
vínculo de unión. La distancia n o obtiene, sin embargo, tales ras-
gos fenoménicos de la mera existencia objetiva de los puntos a
cada extremo, sino más bien de que éstos se dan precisamente en
cuanto puntos terminales de un par. Y viceversa: los puntos deben
su condición de miembros de un par a la distancia que los separa.

55 Cfr. el análisis que de un ejemplo similar hace Sartre en L'étre et /e


néant, pp. 55 SS.
1 .:I teoría de In forma 131

Si entre los puntos hubiera continuidad y no separación, no vería-


mos ya un par de puntos sino una mancha más o menos confusa.
Hay que repetir, pues, que la mera existencia objetiva de la distan-
cia no basta para que percibamos los puntos en cuanto par de pun-
tos terminales. Para ello es menester que la distancia en cuestión
aparezca con una función que se halle en consonancia con la de los
puntos.
La individualidad fenoménica de la distancia entre los miembros
de un par se pone aún más de relieve si en vez de un solo
par de esta especie consideramos una hilera de ellos. En la figura
3 existen distancias de dos tipos: en primer lugar, encontramos

las distancias entre los miembros de los pares, o sea, las distancias
interiores de cada conjunto (v.g. al-bl, az-bz, etc.) que presentan
los rasgos fenomínicos ya indicados; en segundo lugar, hallamos
las distancias que separan a los pares entre si, o sea, las distancias
exteriores entre los conjuntos (v.g. bl-az, bz-a3, b3-aq, etc.). Son
estas últimas puros hiatos que se dan entre los pares. Su función
se limita a separar a los pares entre sí, pues carecen de todo
significado en lo que se refiere a la organización y a la constitución
interna de los paresse. Si se presentaran en sucesión los miembros
de los pares, en vez de hacerlo simultáneamente, se darían distancias
de índole temporal. En cuanto a su aspecto fenoménico, sin embar-
go, hay poca diferencia entre los intervalos o distancias de índole
temporal y las distancias de naturaleza espacial. La experiencia
del ritmo puede ocurrir fácilmente en tales condiciones. Al investi-
gar esta clase de experiencias, Koffka hizo que los observadores
presenciaran ciertos estímulos ópticos que se presentaban sucesiva-

% Véase el informe que ha hecho F. Schumman sobre sus observaciones


en ~Beitragezur Analyse der Gesichtswahrnehmungenn, Zeitscbrififür Prychologit
nnd Physiologie der Sinnesorgane, X X I I I (1900), i; véase también: Koffka, uPerccp-
tion: An Introduction to the Gestalt Theoryr, The Psydological Bnlletin, XIX
(1922), pp. 553 SS.
132 Principios de la teoría de la forma

mente a una velocidad objetivamente constante57. Cuando aprehen-


demos grupos ritmicos de estímdos que a veces tengan más de
dos miembros, descubriremos que las distancias entre los grupos
carecen de significado en lo que a la constitución de los grupos se
refiere. Experimentaremos las distancias exteriores a los grupos
como interrupciones, hiatos o cesuras; se dará así la conciencia
de lo vacío, que a veces se conjugará con la expectativa de que
aparezca un nuevo grupo de indole ritmica58.
En el caso de la presentación simultánea, sin embargo, las dis-
tancias exteriores de los grupos no carecen de toda significación.
Una hilera de pares puede aparecer como una fila de grupos
equidistantes, según podemos verlo en la figura 3. Es indudable
que las distancias exteriores no carecen de importancia en lo que
se refiere a tener la impresión de que las distancias son iguales.
Las distancias iguales de que se trata, ,sin embargo, tienen que
ver con las relaciones entre los grupos ya constituidos (o sea,
los pares) y no con la constitución de los mismos. Por consiguiente,
si en este caso las distancias exteriores son pertinentes, lo son
en lo que se refiere a la estructura fenoménica de la totalidad
de la hilera cuyas partes «naturales» son los mismos grupos. Es
evidente que la equidistancia es un rasgo fenoménico que presenta
la hilera en cuanto tal y no d e los grupos que la integranso.
Las distancias exteriores se limitan a separar a los grupos entre
si y, por tanto, no afectan la estructura u organización interna
de los grupos.
La diferencia fenoménica que existe entre las distancias interio-
res y las exteriores aparece con claridad meridiana en el caso
de la disposición siguiente: supongamos que los puntos b de
la figura 3 son móviles y que poco a poco se van desplazando
hacia la derecha, mientras que los puntos a permanecen en su

57 Koffka, «Experimental-Untersuchungen zur Lehre von R ~ t h m u s ~ ,


Zeit~cbrijt/i+ Psycholoxie, LII ( 1 909).
58 Ibid., pp. 40 ss.
59 El termino «equidistancia», tal y como lo usamos aqul, no quiere decir
que haya una distancia igual entre lor miembros de todos los pares de la hilera,
sino más bien que la hay entre cada dos pares sucesivos (o sea, en la Figura 3,
entre cualquier b, y a,+,). En este sentido, la equidistancia es perfectamente
compatible - c o m o se comprueba en la Figura 3- con las diferencias existentes
entre las distancias interiores entre los miembros de los pares individuales.
La teoria de la forma 133

lugar. Tomando una hilera como la d e la figura 3, es posible


generar así una serie d e hileras como las que aparecen en la
figura 460. Si pasamos revista d e arriba a abajo a las series en
cuestión, veremos que una distancia que originalmente era d e
naturaleza interior se transforma en una d e índole exterior. Lo
contrario sucedería si adoptáramos un sentido opuesto al pasar
. revista a las series. D e inmediato, los puntos b -que en un

principio habían sido puntos terminales situados a la derecha-


pasarían a la izquierda, mientras que los puntos a -que habían
comenzado por ser puntos terminales localizados a la izquierda-
se colocarían a la derecha (con la sola excepción d e a, y b6,
que ahora aparecerian como puntos aislados que no pertenecen
a grupo alguno). La transformación sufrida por las distancias y
la d e los puntos son sucesos correlativos.
b. Figura y fondo
Lo que es válido para las distancias interiores en lo que a
los puntos terminales se refiere lo es también para los espacios
delimitados por contornos cerrados en relación con la parte del
campo situada fuera del contorno delimitante. Rubin ha estudiado

Seguimos aquí una sugerencia hecha por Wertheimer, pero la modificamos


de modo tal que se adapte a nuestra discusión. Cfr. Wertheimer, «Untersuchungen
zur Lehre von der Gestaltn, lor. cit., ii, pp. 316 ss.
134 Principios de la teorla de la forma

cabalmente estos fenómenos bajo la rúbrica de «figura y fondonel.


Aunque por lo general el espacio delimitado se presenta como
la figura y el espacio delimitante como el fondo, n o es necesario
que sea esto así. E n realidad, puede llegar a suceder lo contrario.
En tal situación, el espacio delimitado aparecerá como una especie
de «hueco». Puede que tenga lugar un intercambio entre figura
y fondo. Es posible que percibamos como fondo en un momento
dado al espacio que anteriormente -y hasta «normalmente)+
es percibido como figura y viceversa. Un intercambio d e esta
especie pone en evidencia la diferencia fenoménica que existe entre
figura y fondo. O dicho más exactamente: pone d e manifiesto
la diferencia entre el aspecto fenoménico que presenta el espacio
que percibimos como figura y el que ofrece el espacio - q u e
objetivamente es el mismo- cuando lo percibimos como fondo.
Al hablar de «lo mismo)), nos referimos, por supuesto, al espacio
objetivo, es decir: al conjunto d e los estímulos. Desde el punto
de vista fenoménico, sin embargo, no hay identidad ninguna.
En realidad, cuando percibimos como fondo un espacio que nor-
malmente aparece como figura, nos sorprendemos a menudo por el
aspecto que presenta en las nuevas condiciones. El espacio en
cuestión llega a veces a ser a duras penas reconocible como el
mismo, aunque lo sea objetivamente hablando.
Según Rubin, la diferencia fenoménica entre figura y fondo
está íntimamente relacionada con los diversos papeles que el contor-
no juega con respecto a ellos. Hablando con rigor, el contorno
pertenece por completo a la figura y n o significa nada en lo
que se refiere al fondo. El contorno establece los límites d e la
figura, la deslinda del resto y le confiere una forma determinada.
Por supuesto que no debe entenderse el hecho d e que el contorno
conforme a la figura como si fuera un proceso, sino que debemos
hacerlo más bien como si fuera la expresión de un rasgo fenoménico
estático d e la figura. Debido a la forma que la figura deriva
del contorno, se presenta ésta como una unidad separada del
fondo e independiente por sí misma. El ((carácter d e figura» de

61 E. Rubin, V k n e l l vrrbrgenommtns Fig&en (Copenhague: 1921); vCase espe-


cialmente la Primera Parte, $8 4 SS. Cfr. la presentación detallada de esto
que da Koffka en Priaciplcs o/ Gcstalt Pr_vbo/ogy, c. 5 .
La tcorla de la forma 135

esa unidad62 consiste precisamente en el hecho d e que surge del


fondo como una unidad cohesiva y cerrada en sí misma. Pero,
ya que el contorno nada tiene que ver con el fondo, se sigue
que no delimita aquél a éste. Por consiguiente, parece como si
el fondo se extendiese por debajo de la figura, aunque el fondo
no sea visible a través de ésta. Concuerda esto con el informe
. que Rubin hace sobre sus propias experiencias y las de los observa-
dores que empleara en sus investigaciones.
E n consonancia con el papel d e límite que tiene el contorno
de la figura, presenta ésta algunas propiedades que son característi-
cas de las cosas (como, por ejemplo, la forma, la cohesión y
la individualidad), mientras que el fondo -indiferente a la función
conformadora del contorno- ofrece rasgos muy cercanos a los
de «la materia)), a saber: falta de forma, definición e individualidad
o un carácter de índole más bien genérica63. Cuando se intercam-
bian la figura y el fondo, sufre el contorno modificaciones ra-
dicales. Algunos de los ejemplos que nos da Rubin encierran
-en este respecto- una lección de importancia. N o cambian,
por supuesto, los estímulos objetivos que integran la curva que
sirve de contorno. Y, sin embargo, fenoménicamente hablando,
el cariz de la curva -cuando la vemos como contorno d e la
figura circunscrita- es marcadamente diferente del que tiene cuan-
d o la tomamos como el contorno del espacio delimitante, aunque
sean la misma cosa desde el punto de vista objetivo. D e esto
se sigue que, exclusivamente a base d e la experiencia perceptiva
(o sea, del aspecto fenoménico que la curva presente en cada
caso), es difícil imaginar que en ambos casos se trate d e una
idéntica curva objetiva64. Al mismo tiempo que la transformación
del contorno tiene lugar, ocurre un cambio en las dos regiones
del espacio en cuestión, pues una adquiere y la otra pierde el
carácter de figura. Aquí nos encontramos de nuevo con el hecho

62 Teníamos presente tal carácter con anterioridad, cuando hablábamos del


hecho de que una distancia que abarcan dos puntos determinados se pone
en relieve perceptivamente con respecto al resto del campo. Cfr. supra,
PP. 129-30.
Cfr. G. F. Stout, A Manual of Psychologv, 4.. ed. (Londres: 1929). p. 429:
«En la percepción, 'el carácter de cosa' no se opone a la nada sino a lo
que se toma meramente de fondo.»
64 Véase el ejemplo que analizamos más abajo: pp. 142 SS.
136 Principios de la tcorla de la fonna

de que la transformación del contorno y la de las dos regiones


del espacio son estrictamente correlativas.
Todos los fenómenos perceptivos presentan la estructura afigu-
ra-fondo», cuyo caso más simple es el de una mancha d e color
uniforme que aparece sobre un fondo homogéneo. La mancha
- c o m o señala Merleau-Ponty65- tiene todas las características
propias de «una figura». Después de un periodo de quietud, la
súbita aparición de una nota musical o la de un ruido se experimen-
ta de modo análogo, o sea, como figuras que surgen d e «un
fondo)). La quietud -es decir, la ausencia d e sonidos determina-
dos- no debe interpretarse negativamente como si fuera la mera
ausencia d e experiencia auditiva. Es más bien una experiencia audi-
tiva positiva d e naturaleza determinada; a saber : la experiencia
de un fondo auditivo par excellence, del cual surgen los sonidos
y al cual retornanes. La experiencia de la quietud tiene por paralelo
la de la oscuridad en cuanto fondo visual en el cual se enciende
un foco luminoso. E n condiciones experimentales específicas,
logró Metzger duplicar hasta cierto punto la experiencia visual
del ((fondo puro» por medio de un recinto lleno de niebla67.
Experiencias tales ocurren cuando se mantiene la estirnulación
del órgano del sentido lo más uniforme posible, o sea, sujeto
a condiciones que - d e s d e el punto de vista d e la estimulación-
son las más simples posibles. Es importante hacer notar que el
fenómeno visual más primitivo68 consiste en que aparezca una
especie de fondo inarticulado y n o en experimentar-una sensación
o una pluralidad de sensaciones en el sentido tradicional del térmi-
no. Si bien es posible experimentar hasta cierto punto el fenómeno
del puro fondo en ausencia d e figura alguna, como lo han dernostra-
d o los experimentos de Metzger, no lo es que el fondo estC
totalmente ausente de la percepción. No hay ningún campo percep-

M. Merleau-Ponty, Phénominoiogie de la perception, p. 9.


85
Cfr. J. Ward, Psyrbological Principies, p. 77; E . Stein, ~Beitragezur philosop-
hischen Begründung der Psychologie und der Geisteswissenschaften». Jubrbiub
fw Philosopbic nndpbanomenologirche Forschung, V (1922), pp. 10 SS.;Merleau-Ponty,'
op. NI., p. 378 s.
87 W. Metzger, ~OptischeUntersuchungen am Ganzfeld», Psycbologisrbe For-
scbnng, XII (1930); véase también: Koffka, op. cit., pp. 1 1 1 SS.
68 ES decir, primitivo en el sentido de simple, aunque de hecho ocurra
solamente en condiciones de la mayor artificialidad.
La teoria de la forma 137

tivo, apunta Stoutsg, que conste exclusivamente de cosas individua-


les, o sea, de «figuras». Con toda razón, Merleau-Ponty hace hinca-
pié en el hecho de que la estructura «figura-fondo)) pertenece
a la esencia de la misma percepción y no es, por consiguiente,
un mero hecho perceptivo de naturaleza contingente: es «... aque-
llo sin lo cual un fenómeno no merece el nombre d e percepción.
La cosa perceptiva siempre está entre otras. Siempre forma parte
de un campo»70. Con todo lo esencial y fundamental que sea a
la percepción la susodicha estructura, es menester reconocer que
«el fenómeno del fondo» parece ser, en cierto sentido, aún más
primitivo que tal estructura y anterior a ella.
La estructura ((figura-fondo» no se limita a la esfera d e la
percepción. Bajo las rúbricas de «tema» y acampo temático)) d e
la quinta y sexta partes de esta obra, tomaremos en consideración
la presencia de dicha estructura en esferas diversas de la percepción
y la examinaremos desde un punto d e vista más general. Tal
análisis y la generalización resultante nos permitirán presentar con
toda claridad el pleno significado que la estructura ((figura-fondo))
tiene para la percepción misma. Y esto nos preparará el camino
que culminará en la clarificación del fenómeno del mundo y de
las aprehensión de toda cosa percibida en cuanto existente munda-
no71. Puesto que ahora nuestro interés se centra principalmente
en la estructura y constitución intrínsecas del tema (o sea, en
la figura, según la terminologia de Rubin), nos limitaremos a
lo que hemos apuntado brevemente en torno a la estructura
«figura-fondo)).

6. El significado funcional
a. El concepto de estructura (Gestalt)
Los análisis anteriores nos han hecho ver los aspectos, caracterís-
ticas y rasgos fenoménicos que presentan los datos perceptivos,
en virtud de su integración a cierta contextura estructural o a
un campo organizado de estructura específica y con respecto a
la misma. E n los casos que examinara Rubin, el aspecto fenoménico

69 Stout, op. cit., p. 5m.


70 Merleau-Pounty, op. cit., p. 10; véase también: Sartre, op. cit., pp. 379 ss.
71 Cfr. injra, pp. 375 s., 430 SS. y 472 s.
138 Principios de la teoría de la forma

del contorno correspondía al carácter de figura del espacio circuns-


crito o del delimitante. Y viceversa: el espacio en cuestión presenta-
ba el carácter de figura debido a que el contorno le servía d e
límite.
Puesto que los datos presentan rasgos fenoménicos que se
derivan sólo de la configuración a la que se han integrado, se
sigue que no podemos tomar una configuración como si estuviera formada
por «las partes)) de que consta, si se considera a tales partes como elementos
independientesy autónomos. O más exactamente: no podemos dar tapón
de una configuración mediante las propiedades y los atributos que presenten
s w constitutivos al ser extraídos de la propia configuración y en tanto
y en cuanto apareycan pot- separado. La razón de esto es la siguiente:
si a un constitutivo de una configuración se le toma por separado
y se le presenta, por consiguiente, en cuanto elemento independien-
te y autónomo, puede muy bien suceder que quede afectado tan
radicalmente y que le sobrevengan modificaciones tan profundas
que tenga efecto la transformación completa d e su identidad feno-
ménica o de experiencia, no obstante la constancia de los estímulos
externos.
Para explicar los rasgos fenoménicos d e los constitutivos d e
una configuración que se deriven de esta última, es menester
que tomemos en cuenta a las configuraciones como entidades
de por sí. E n otras palabras: hay que aceptar que las configuraciones
tengan estructura, forma u organixación, propiedades, características y
rasgos propios. Esto nos lleva al concepto d e Gestalt (estructura)
tal y como lo definiera Wertheimer. No se describe adecuadamente
lo que se da en la experiencia inmediata cuando se le caracteriza
diciendo que es un agregado de elementos independientes que
se dan juntos por accidente. E n tal caracterización, los elementos
serlan indiferentes unos de otros y estarían tan poco relacionados
intrínsecamente que ningún elemento sería afectado por las modifi-
caciones sufridas por otro. La única relación que podría existir
entre elementos tales sería de índole totalmente extrínseca, a saber:
la frecuencia con que concurren los mismos. Oponiéndose a esta
concepción, propia de la psicologia de corte tradicional, enuncia
Wertheimer la tesis de la teoría d e la forma, a saber: que lo
que se ofrece en la experiencia directa e inmediata presenta siempre
un cierto grado de estructura u organización. Se dan totalidades y
procesos globales con propiedades, tendencias, formas y estructuras
1.a teoría de la forma 139

típicas propias. Totalidades de esta especie imponen ciertas condicio-


nes a las partes que las integran, que hay que tomar como constituti-
vos y no como elementos72. Por G e ~ t a l t(estructura) se entiende
un todo unitario, cuya riqueza de detalle es variable y que, en virtud
de su articulación y estructura intrínsecas, es d e índole coherente
y estable. La estructura se separa, por tanto, del campo circundante
. en cuanto unidad cerrada y provista d e organización.
Que un constitutivo se integre en un todo d e índole estructu-
ral implica que el constitutivo ha sido incorporado a la estruc-
tura del todo. Ser un constitutivo (y, en este sentido, formar
parte de una estructura) es lo mismo que existir en un sitio determi-
nado de la estructura del todo y ocupar un lugar en la organización
de la misma. Podemos definir este lugar sólo si hacemos referencia
a la topografía del todo y desde el punto d e vista d e ésta. E n
virtud de su incorporación a la. organización d e una contextura
estructural, adquiere el constitutivo en cuestión un significado funcio-
nal para dicha contextura. Todo constitutivo d e una estructura
cumple una función determinada en dicha estructura (como es,
por ejemplo, ser el miembro derecho d e un par o el punto terminal
derecho de una distancia). Función y significado funcional tales
-que un constitutivo o una parte posean en el lugar determinado
que les corresponde en la organización d e la estructura- les vienen
dados al constitutivo en virtud d e la estructura específica y la
naturaleza particular d e la estructura d e que se trate. La reciproca
no es por esto menos cierta: al desempeñar una función especifica,
cada constituttivo de la estructura juega un papel en la constitución
de la misma y en el establecimiento d e su naturaleza particular,
cuya importancia depende d e la que su función posea con respecto
a la estructura total. El significado funcional de cada constitutivo
se deriva de la organización total d e la estructura. En virtud
d e esto, todo constitutivo juega un papel en la determinación

72 M . Wertheimer, «Untersuchungen zur Lehre v o n der Gestalt~,P~chologis-


che Forschnng, 1 (1921), i, p. 5 2 : «En sí mismo lo dado se encuentra estrnctwado
en grado diuerso. Consta éste de totalidades y dc procesos globaies qne estún mús o
menor eshnctwados y dctarminados por propiedades globales de índole mnftiformey muy
concreta, por conaxionas Iegales internas, por tendencias globales caractarísiicas y por
condicionamientos globales qwa afectan a las partes. A los ‘elementos' rSti?k'] habrú
que concrbirlos casi siempre de una forma mncreta en cuanto 'partes' I<Teife']integrantes
de procesos de índole global.»
140 Principios de In teorin de la fonna

de la estructura y la organización totales. Ambas formulaciones


no son más que dos expresiones distintas d e la misma situación
fenoménica73.
El significado funcional del constitutivo de una estructura es
un carácter fenoménico auténtico y no debe ser malinterpretado
como si fuera algo secundario o sobreaÍiadido74. N o se trata d e
que primero el constitutivo haya sido determinado por medio
de ciertas propiedades nucleares75 y que, después, por añadidura
a éstas y a base de ellas, adquiera un significado funcional determi-
nado en la contextura estructural en .la que se integre. Stout
ha propuesto precisamente una explicación d e las contexturas es-
tructurales que es de esta índole. La examinaremos más adelante
en un lugar más apropiado76. Por el momento, nos limitaremos
a señalar que, en tal concepción, un constitutivo existe y se presenta
con propiedades nuclearias idénticas, ya sea que se integre en una
contextura estructural determinada o en otra o que se presente
por separado e independientemente de cualquier contextura estruc-
tural. Por consiguiente, cuando un constitutivo -ue como tal
es correlativo a ciertos estímulos externos constantes- se da en
contexturas estructurales d e diversa índole, tendremos que experi-
mentar, por un lado, unas propiedades nuclearias idénticas y, por
otro, un significado funcional que varía según la contextura estruc-
tural de que se trate. Se describiría entonces la experiencia d e
lo que estímulos idénticos producen como si fuera una subestructu-
ra invariable que serviría de sustrato a características sobreañadidas
y variables. N o debemos olvidar que lo mismo von Ehrenfels77
que Stumpf y Husserl78 mantuvieron que la identidad fenoménica

75 La posibilidad de que esto suceda (o sea, d e que dos formulaciona


distintas correspondan a la misma situación fcnoménica) nos lleva a considerar
el concepto de todo y parte que la teoría de la forma establece a base d e
las contexturas estructurales y sus constitutivos. Más adelante, examinaremos
este concepto. Cfr. el 10 de esta parte.
74 Cfr. Koffka, «Perception: An Introduction t o the Gestalt-Theory~,loc. cit.,
pp. 558 SS.
75 Es decir, mediante las propiedades que presente, intégrese o no en la
contextura estructural de que se trate. Si fuera esto así, seria mejor establecer
tales propiedades cuando el constitutivo se diera completamente por separado.
76 Cfr. Cuarta Parte, c. 2, 6 Sb.
77 Cfr. rupra, pp. 75 s .
78 Cfr. supra, pp. 99 SS.
La tmria de la forma 141

de los datos sensibles ordinarios subyacentes es independiente de


las cualidades sensibles de orden sl~perior.
b. L a evidencia experimenta/y fa de /a experiencia
La tesis según la cual los constitutivos no varían al integrarse
en diversas contexturas estructurales no concuerda con la evidencia
que proviene d e la experiencia79. Una nota posee cierto significado
musical en una melodía determinada. Si la «misma» nota apareciera
en una melodía diferente, tendría allí un significado musical notable-
mente diverso del anteriorm. Para un sujeto que carezca de un
oído musicalmente idóneo, será a veces imposible reconocer la
misma nota en las dos melodias. Llegar a identificar lo que se
oye en cada melodía con lo que se experimenta cuando suena
la nota por separado (o sea, aparte d e toda contextura melódica)
es extremadamente difícil. La razón d e esto es que el dato auditivo
se incorpora a la contextura musical y, por cosiguiente, se transfor-
ma de modo tal que cambia de identidad ante la conciencia del
oyente. Tomemos otro ejemplo: de acuerdo con Koffka*', una
línea recta que se da por separado es fenoménicamente diversa
de la misma línea cuando -en conjunción con otras tres- forma
un rectángulo. Una línea que se da por separado divide el plano
donde se encuentra en dos regiones homogéneas. Por consiguiente,
tiene la Iinea dos caras equivalentes. El lado de un rectángulo,
sin embargo, juega un papel en la delimitación d e la figura y,
fenoménicarnente hablando, colabora al fin d e que la figura se
recorte sobre el plano. Por tanto, el lado d e un rectángulo tendrá
dos caras que no son equivalentes. La cara interna es la pertinente

79 E n virtud d e que nos interesan s61o cienos aspectos teóricos d e la teoría


de la forma, nos permitiremos referirnos aquf tan sólo a ciertos resultados
experimentales que son pertinentes a los mismos. Y, aun así, la selección del
material experimental que haremos será necesariamente muy limitada. Para una
presentación más completa de la teoria d e la forma y también de la evidencia
experimental que le sirve de fundamento. véanse los libros d e Koehler y d e
Koffka a que a menudo nos referimos. Véase también: P. Guillaume, Lo prycholo-
gir de la forme (París, 1937), que es una obra de objetivo más circunscrito.
El libro de Koffka contiene un examen que casi llega a agotar la labor experimen-
tal llevada a cabo hasta 1935.
80 Cfr. Koffka, Pri~cipIcsof Gesto/: Pgchology, p. 432.
Lehrbuch
81 Koffka, ~ P s y c h o l o g i e ~ , dcr Philosophie, ed. 'Max Dessoir (Berlln:
1925). 11, p. 533.
142 , Principios de la teoría de la forma

a la figura; la otra es externa a ella. Las discusiones de Koffka


y los resultados obtenidos por Rubin ponen en claro la relación
que existe entre estas diferencias fenoménicas, sobre todo en lo
que se refiere al papel que juega el contorno cdn respecto a
la figura y a su falta de consecuencia para el fondo82.
Podemos obtener evidencia adicional en relación con el asunto
que nos ocupa a partir de las ilustraciones d e Rubin. E n la figura
583, por ejemplo, puede uno ver ya una copa blanca sobre fondo

82 Koffka. ~Perception:An Introduction to the Gatalt-Theory~,kc. cit.,


pp. 557 SS.; véase tambiCn E. M. von Hornbostel, d e b e r optische Invetsion~,
P,ycbo/ogircbc Forrcbnng, 1 ( 1 92 1).
*Rubin. op. cit., Figura 3.
1.a teoría de la forma 143

negro, ya dos rostros negros frente a frente. Fijémonos en un


sector determinado del limite entre las dos regiones. Si el caso
en cuestión es el de los dos rostros, el sector se presentará como
el contorno de la boca entreabierta del rostro situado a la derecha.
Si el caso que se da es el de la copa, se verá el mismo sector,
sin embargo, como el contorno d e una pequeña protuberancia
d e la copa. Cuando, por último, consideramos el sector d e que
se trata independientemente de las dos contexturas estructurales
y lo tomamos por separado al ocultar el resto de la figura, harán
su aparición un par de pequeñas líneas negras que forman un
ángulo agudo. Lo mismo en el primer modo de percibir las cosas
que en el segundo, se nos presenta un dato fenoménico específico
que se integra en una contextura determinada, a saber: un contorno
d e cierta forma y significado que, a su vez, depende de la aparición
como figura ya d e la región blanca, ya de la negra. La aparición
y la existencia de un dato fenoménico -y esto viene a ser lo
mismo en el ámbito de la conciencia- están determinadas comple-
tamente por el significado funcional que tengan con respecto a
la contextura estructural a la que pertenezcan, el papel que jueguen
en la constitución de dicha contextura y el lugar que ocupen
en la estructura de la misma. Si no fuera por el conocimiento
que tenemos a partir d e fuentes distintas d e la de la experiencia
perceptiva inmediata de las dos figuras, nos seria imposible imagi-
narnos que las figuras poseyeran algo en común ni que tuvieran
en absoluto nada que ver con el dato fenoménico que se presenta
cuando el sector en cuestión se toma por separado.
Pasemos ahora a examinar los experimentos sobre la identidad
fenoménica que llevara a cabo Ternus84, con el propósito d e
aclarar aún más lo que es el significado funcional. Cuando un
punto aparece sucesivamente en el mismo lugar, a condición d e
que el intervalo sea lo suficientemente breve, veremos un punto
idéntico en reposo. No experimentaremos en absoluto la interrupción
o el intervalo entre las presentaciones sucesivas. Si hacemos apare-
cer el punto - s u j e t o a la misma condición temporal- en diversos

84 J. Teinus, aExperimentelle Untersuchungen über phanomenale Identitatn,


UntcrsnchrmgcnCM Lchrc von der Gcstalt, ed. M . Wertheimer, Psychologi~cbcForschnng,
VI1 (1926). VCase tambitn el resumen que da Koffka en Principlcs of C c ~ t d t
Psychology, pp. 299 SS.
144 Principios de la teoría de la fonna

lugares, se dará, sin embargo, el fenómeno del movimiento «estro-


boscópicon: parecerá como si un idéntico punto se moviera del lugar
correspondiente a la primera presentación al d e la segunda. De
nuevo se observa que el fenómeno posee el carácter d e continuidad.
Ternus empleó configuraciones d e puntos de tal especie que algu-
nos de éstos reaparecían en el mismo lugar, mientras que otros
lo hacían en diversos lugares. La figura 6 reproduce uno d e los
ejemplos más simples que nos da T e p u s = . Tres puntos (a,, b,

y c1)86 constituyen el brazo horizontal d e una cruz y otros tres


(o sea, e,, bl y f,) forman el vertical. El punto b, es el punto
central de la cruz. E n la segunda presentación aparece d e nuevo
una cruz, aunque ahora el brazo horizontal está integrado por
los puntos bz, c2 y dz y el vertical por los puntos g2, c2 y h2.
El punto cz ocupa ahora el centro d e la cruz. E n estas condiciones,
vemos la cruz en movimiento hacia la derecha. Aunque aparezcan
en ambas presentaciones, los puntos b y c n o se dan en reposo,
sino que toman parte en el movimiento de la configuración global:
el punto bl se mueve hacia el cz y se identifica con él, mientras
que el cl -que era el punto terminal derecho del brazo horizontal
de la cruz en la primera presentación- se mueve hacia el d 2
(que tiene idéntica función en la segunda presentación) y se identifi-

85 Ternus, lor. Nt., p. 88.


86 La identidad de las letras indica la identidad de lugar en presentaciones
consecutivas. Los subíndices se refieren a la primera presentación y a la segunda
respectivamente.
La teoría de la forma 145

ca con él. Por tanto, un punto d e la primera presentación se


identifica con el de la segunda que tenga el mismo significado
funcional dentro de la contextura de la segunda presentación que
él tenía en la contextura de la primeras'. A base de sus resultados
experimentales, Ternus llega a la conclusión de que la identidad
fenoménica de los constitutivos no depende de las condiciones
locales, sino que es función más bien de «la identidad estructural».
La identificación fenoménica tiene lugar entre ((partes que sean
estructuralmente homólogas»S8. Los resultados que Ternus ha obte-
nido parecen indicar que existe una tendencia hacia «la conserva-
ción de la estructura)), es decir, una tendencia hacia la conservación
de las propiedades y los rasgos característicos de la contextura
estructural en cuanto tal y como totalidad. Puede decirse también
que parece haber una tendencia definida hacia la conservación
del significado funcional de los constitutivos o las partes. A
partir de los experimentos de Ternus, parece ser que un punto
aislado difiere del centro de una cruz no sólo fenoménica y descripti-
vamente sino además funcionalmente, en lo que se refiere a su
comportamiento en diversas condiciones experimentales.
c. La modificación de los constitutivos estructurales en función del sig-
nifiado fmional
E l sign~icadofuncional que tenga una parte de una contextura estructu-
ral es lo que hace ser a tal parte lo que es. La parte es lo que es
sólo en cuanto conrtitutivo de una contextura estructural y en la medida
en que se integra en la unidad de la misma. Cualquier parte de una
estructura viene determida en lo que a su existencia se refiere mediante
el significado juncional que posea, y esto es ari en tanto y en cuanto
que fa parte sólo existe y se define en virtud de su sign~icadoffuncional.
Las propiedades y características que determinen lo que cualquier
constitutivo de una estructura dada sea en concreto le pertenecen
a éste en virtud del significado funcional que tenga y de su integra-
ción en la contextura estructural d e que se trateso. Determinaciones

87 Véanse los comentarios que hace Koffka en torno a los experimentos


de Ternus. Cfr. Koffka, lor. cit., p. 462.
88 Ternus, lor. cit., p. 101.
89 Cfr. Koffka, ~Perception:An Introduction to thc Gestalt-Theory), loc. cit.,
p. 543: u... los miembros [de las estructuras] son lo que son en virtud del
146 Principios de la teoría de la forma

tales pertenecen a la parte en cuestión sólo e n la medida en que


así se integre y mientras que dure la integración.
Por consiguiente, cuando se traslada un constitutivo d e una
contextura estructural a otra en la que su significado funcional sea
distinto, queda alterado y modificado tan sustancialmente - c o m o
puede verse mediante el ejemplo d e Rubin- que n o puede decirse
que continúe siendo, desde el punto d e vista fenoménico y descripti-
vo, lo que solía serw. Si hablamos con exactitud, no habremos
de decir que se trata de que el mismo constitutivo se integre
en contexturas estructurales diferentes. Más bien debiera formularse
la cosa diciendo que se trata d e un mismo estímulo objetivo
o de una configuración de estímulos objetivos idénticos a los que
corresponden datos fenoménicos que, en tanto qHe tales, difieren
entre sí, pues se integran en contexturas estructurales diversas.
E n una de éstas, presenta el dato fenoménico un significado funcio-
nal específico propio que difiere del que tiene otro dato fenoménico
en una contextura estructural distinta. Esto se cumple aunque
ambos datos fenoménicos sean producidos por los mismos estímu-
los objetivos. Es evidente que tal cosa vale también cuando un
dato aparece por separado y n o se integra, por tanto, en ninguna
contextura estructural.
Al describir y analizar una parte cualquiera d e una contextura
estructural, debemos tener cuidado d e no perder d e vista la contex-
tura estructural misma. Hemos d e tomar en consideración a la
parte tal y como existe real y concretamente, o sea, del modo
como existe en la contextura estructural. Tomaremos en cuenta,
pues, todos los rasgos y las caracteristicas d e la parte que se
deriven d e la contextura estructural en la que se ha integrado
y que se deban a ella. Durante todo el análisis descriptivo d e
la parte, es menester tener presente,la contextura estructural, aun
cuando el análisis descriptivo se concentre solamente en la parte
en cuestión. Hay que dar razón d e ella en función d e la contextura
estructural y d e su integración en la misma. Debemos evitar sobre
todo el error que consiste en separar «mentalmente» a la parte

'carácter de miembro', o sea, del lugar que ocupen en el todo; lo que esencialmen-
te son se deriva del todo del que son miembros.
Consúltese también: Wcrtheimer, «Untersuchungen zur tehre von der
Gestalb, loc. cit., ii, p. 329.
La teoría de la forma 147

d e la contextura estructural, pues, mediante recurso tal, se concentra


uno exclusivamente en la parte y pasa por alto lo que la rodea,
aunque pudiera muy bien no parecer así, pues para lograr esto
no es menester cubrir el resto d e la contextura estructural. Por
procedimiento tal, extraeríamos mentalmente a la parte del todo
en el que se había integrado. De lo que hemos dicho hasta ahora
en torno al hecho de que el significado funcional d e la parte
modifica y determina a ésta, se sigue que el procedimiento d e
separación mental tiene por efecto la aparición d e un nuevo dato
fenoménico que sirve d e sucedáneo al que experimentáramos con
anterioridad a que tal operación tuviera lugar. Podemos ilustrar
esto mediante el ejemplo que hemos tomado d e Rubin: tendríamos
que dos líneas negras que forman un ángulo agudo aparecerían
en lugar del contorno de la boca entreabierta. Desde casi el comien-
zo d e la historia d e la teoría d e la forma, se ha puesto d e relieve
el hecho de que la separación mental que la atención selectiva
produce implica una modificación real y sustancial d e los fenómenos
d e que se trategl. Mediante dicha modificación, se transmuta la
parte en «elemento». Se han de entender ambos términos en el
sentido de la definición de Wertheimer a que acudimos con anterio-
ridad92. Y esto quiere decir que una parte (Teil) ha d e tomarse
como constitutivo que se encuentra integrado en una contextura
estructural, mientras que un elemento (Stick) ha de considerarse
como algo que existe por su cuenta y que n o sufre modificación
alguna que pueda atribuirse a los otros elementos con que d e
hecho coexiste.
D e acuerdo con la doctrina d e la escuela d e Graz, la separación
mental nos lleva a identificar ciertos datos sensibles d e índole
privilegiada que se supone que existan en todas las percepciones
ocasionadas por los mismos estimulosg3. Según la teoría d e la
forma, la separación mental es capaz d e afectar d e manera tan
profunda a los fenómenos a los cuales se aplique que cambien
éstos d e identidad fenoménica. En conformidad con la interpreta-

91 Cfr. Wertheimer, ~Untersuchungenzur Lehre von der Gestalt)), Ior. cit.,


i, p. 55; Koffka, «Psychologie», loc. cit., p. 548; «Perception: An Introduction
to the Gestalt-Theoryn, loc. cit., pp. 559 SS.
92 Cfr. swpru, pp. 138s.
93 Cfr. rxpru, pp. 113 SS.
148 Principios de la teoría de la forma

ción que la teoría d e la forma da del hecho de que la percepción


dependa a la vez d e condiciones externas e internas94, se puede
decir que los productos que resulten d e la acción d e la separación
mental han d e ser considerados como percepciones sensibles especí-
ficas que experimentamos cuando se dan condiciones internas espe-
ciales. Percepciones sensibles tales, sin embargo, no son en absoluto
de índole privilegiada por contraste con otras percepciones que
se experimenten en las mismas condiciones externas pero en condi-
ciones internas diversas. No hay cabida en la teoría de la forma
para los datos sensibles de índole privilegiada que propugnara
la escuela de Graz, ya que el carácter privilegiado d e los mismos
depende por completo de haber aceptado la hipótesis de la constan-
cia.

7. De la comparación sucesiva
a. La paradoja de Stumpf según KofJXa
Continuemos con nuestra labor de aclarar el concepto de signifi-
cado funcional y de establecer su valor teórico. Para esto pasemos
ahora a examinar la interpretación que hallamos d e la paradoja
de Stumpf en la teoría de la forma.
Es posible seleccionar tres valores (v.g. a, b y c) d e la frecuencia
de vibración del aire que correspondan a tres sensaciones, d e
modo tal que las notas A, B y € en cuestión cumplan el siguiente
requisito: que si bien A y C se diferencian claramente, no es
posible, sin embargo, distinguir ni A de B ni B de C. La paradoja
se expresaría, pues, así: aunque A = B y B = C, A # C. Con el
propósito d e resolver esta paradoja%, parece a Stumpf necesario
suponer que tanto A y B como B y C no sean iguales de hecho,
aun cuando se dan como tales. Teniendo presente que A, B y
C son sensaciones (o sea, datos de la experiencia y n o estímulos),
debemos aceptar -según nos dice Sturnpf- la existencia de Las
diferencias experimentadas entre ellas. No notaremos, empero, tales
diferencias, aun cuando concentremos la atención al máximo. N o
sólo pueden ser los estímulos distintos entre sí sin que experimente-

Cfr. supra, pp. 116 ss.


94
Cfr. Stumpf, Tonpycbologie, 1, pp. 33 SS. y 11, pp. 222 SS. Hemos dado a
85
la paradoja una formulación más sencilla que la que emplea Stumpf.
La teoría de la forma 149

mos por eso las sensaciones correspondientes como si fueran distin-


tas, sino que además las sensaciones pueden ser diversas entre
sí sin que por ello notemos ninguna diferencia entre ellas. Del mis-
mo modo que las diferencias entre los estímulos deben sobrepasar
un cierto umbral, a fin de que experimentemos las correspondien-
tes sensaciones en cuanto distintas, deben también sobrepasar las
diferencias entre las sensaciones el umbral correspondiente para
que las notemos96. Además de la existencia de diferencias inadver-
tidas entre las sensaciones, acepta Stumpf la de sensaciones inad-
vertidas que, aunque concentremos la atención al máximo, tampo-
co notaremos. A 'pesar de ello, Stumpf las toma como datos de la
conciencia. Según Stumpf, el concepto de «sensación no conscien-
te» es una contradictzo in adjecto97. Examina Stumpf esta paradoja en
conexión con el problema que consiste en determinar si el sujeto
de la experiencia puede equivocarse en torno a sus propias sensa-
cionesgs. Debemos dar solución a este problema respondiendo
afirmativamente, pues equivocación tal parece ser inevitable cuan-
d o la intensidad de las sensaciones se encuentra próxima al umbral
de conciencia.
Con el propósito de ver en qué se convierte la paradoja de
Stumpf en la teoría de la forma, sigamos la descripción que hace
Koffka99 de la experiencia auditiva que se tiene cuando se presenta
la secuencia de las notas A y B o la de B y C. Ex hypothe~i,
las notas A y B d e la primera secuencia y las notas B y C de
la segunda no se pueden distinguir entre sí. Podemos caracterizar
a estas secuencias como contexturas musicales de la naturaleza
más primitiva. Si pasamos por alto el factor rítmico, por no
hacer al caso en lo que aquí nos ocupa, podremos concentrarnos
en el factor tonal o melódico. Una nota que sigue a otra de
la que no puede ser distinguida se da como repetición de ella.
E n el caso de las secuencias de que aquí se trata, nos encontra-
mos con una experiencia 'de identidad d e nivel, ya que la segunda

Ibid., 1, pp. 33 SS., 50 SS. y 379 s.; 11, pp. 326 y.438.
97 Ibid., 1, pp. 34 SS.
Ibid., 11, pp. 31 S S .
89 Koffita, ((Problemeder experirnentellen Psychologie», Die Nutw~~iss~nschu~
ten, V (1917), pp. 2 SS. y 25 SS.; ((Perception: An Introduction to tbe Gestalt-
Theory)), loc. cit., pp. 537 SS.
150 Principios de la teoría dc la forma

nota pertenece al mismo nivel tonal que la primera. La experiencia


de identidad de nivel es de naturaleza esencialmente estática. Sin
embargo, cuando la nota C se presenta tras la nota A -recordemos
que podemos distinguir la nota A d e la C-, nos encontramos
de nuevo con la experiencia de una contextura musical elementalísi-
ma. Esta vez se trata, sin embargo, de la experiencia de un movi-
miento ascendente o descendente. E n este caso, las notas A y
C se dan como los términos entre los que ocurre el movimiento.
Esta contextura estructural presenta el carácter d e lo que Koffka
llama «el fenómeno d e la variación de nivel», es decir, un fenómeno
cuya propiedad más esencial es la tendencia ascendente o descenden-
teloo. En esta contextura estructural, las notas A y C juegan
el papel de niveles que sirven de límite al movimiento d e ascenso
o de descenso. Existe entre tales notas -que son, respectivamente,
el nivel más alto y el más bajo- una tensión de que carece
en absoluto la experiencia de identidad de nivel.
A los tres estímulos a, b y c corresponden seis datos auditivos
que forman tres contexturas estructurales distintas, pero que contie-
nen igual número de notas (a saber: dos). En cada contextura
estructural, cada una de las notas tiene un significado funcional
definido con respecto a la otra nota. Por ejemplo, al estímulo
c corresponde en la secuencia B-C una nota que se experimenta
en cuanto repetición de la anterior, pero, en la secuencia A-C,
la nota correspondiente al mismo estímulo aparece a nivel más
alto que la anterior. No tenemos derecho a esperar que las dos
notas sean experimentadas como si fueran fenoménicamente idénti-
cas, ya que un constitutivo cualquiera se encuentra determinado
por el significado funcional que posea en la contextura estructural
de que forme parte. Aunque sean producidas por el mismo estimu-
lo, estas notas son diferentes entre si en virtud d e sus significados
funcionales respectivos, ya que una nota pertenece a una contextura
estructural esencialmente estática101 y la otra a una que es esencial-
mente dinárnicaloz. La mera consideración de los estímulos corres-
pondientes a un dato fenoménico no basta, pues, para caracterizar

100 Cfr. Koffka, «Perception: An Introduction to the Gestalt-Theoryn, lor. -


N/., pp. 540 SS.
'O1 Se refiere a la nota C en la contextura musical B-C. N. dd Tr.
102 Se refiere a la nota C en la contextura musical A-C. N. dd Tr.
La teorla de la forma 151

a éste por completo. Debemos tomar en cuenta también el significa-


do funcional del dato de que se trate. Si nos referimos mediante
subíndices a ambas secuencias en el orden en que las hemos enume-
rado y al significado funcional d e una nota en la secuencia a
que pertenezca, podremos describir la situación d e modo más
correcto al decir que el estímulo a da lugar a las notas Al y A3, el
estímulo b a las notas B1 y B2 y el estímulo c a las notas C2 y C3.
Los diversos subíndices también sirven para indicar las diferen-
cias fenoménicas debidas a las diferencias d e significado funcional.
Si empleamos la notación que hemos sugerido, nos será posible
expresar la situación de que se trata mediante tres fórmulas : A, = B,
+
y B, = C2,pero Aj Cg. ESevidente que así desaparece por comple-
to la paradoja, ya que no se parte del supuesto de que C3 y
C2 sean notas idénticas ni de que tampoco lo sean A3 y A,.
Como se ve por el análisis llevado a cabo según los principios
de la teoria de la forma, la paradoja d e Stumpf surge sólo si,
a partir del hecho de que son idénticos los estímulos correspondien-
tes a las notas, suponemos que éstas (o, lo que es equivalente,
los datos fenoménicos) lo sean también. E n otras palabras, esta
paradoja surge a base de la hipótesis d e la constancia. Stumpf
da por supuesta la identidad de C2 y C3, ya que ambas notas
las produce el mismo estímulo c. Lo mismo es cierto para Stumpf
en lo que se refiere a las notas A, y Ag y a las notas B, y
B2, con respecto a sus estímulos respectivos a y b. D e ello se
sigue que Stumpf únicamente puede resolver la paradoja mediante
la suposición de que las diferencias entre las notas A y B y
entre las notas B y C son reales (o sea, que son de índole fenoménica
o que pertenecen a la experiencia) pero de magnitud demasiado
pequeña como para ser notadas. Suponer que haya sensaciones
inadvertidas y diferencias inadvertidas entre sensaciones es una
consecuencia inevitable de la hipótesis de la constancialo3. Desde

'03 Ya habíamos encontrado el concepto de dato inadvertido de la conciencia


cuando examinábamos la teoria de la Vcrsebmel~wngde Stumpf (Cfr. snpra,
p. 97 s.). N o ha sido Stumpf, por supuesto, el único teórico que empleara dicho
concepto. (Cfr. Helrnholtz, Dic Lcbre von den Tonemp)ndnngen, ah pbysio/ogircbe
Grundlage fiü die Thearie der Mwik, 4.. ed., Braunschweig, 1877, pp. 106 SS.).
Koehler ha puesto en evidencia la conexión lógica que existe entre la hip6tcsis
de la constancia y el supuesto de la existencia de sensaciones inadvertidas
(Cfr. «Ueber umbemerkte Empfindungen und Urteilstauschungen», lor. cit.;,vCate
152 Principios de la teoría de la forma

el punto de vista de la teoría de la forma, debe hacerse hincapié


en el hecho de que no hay dos cosas iguales a una tercera en
las experiencias a que Stumpf hace referencia. Por lo tanto, n o
hace su aparición paradoja alguna. Stumpf confronta el problema
del umbral que las diferencias entre las sensaciones deben sobrepa-
sar a fin de ser notadas o de poder llegar a serlo. E n la teoría
de la forma, se establece que los estímulos entre los que haya
una diferencia relativamente pequeña dan lugar al fenómeno d e
la identidad de nivel y no al de la variación del mismo. Dentro
del marco d e esta teoría hay que atenerse a este hecho.
Existen además otros problemas, como los que tienen que
ver con la cuestión de si la diferencia «crítica» entre los estímulos
(o sea, aquélla que produce el fenómeno de la variación de nivel
y no el de la identidad de éste) tiene un valor permanente en
un ámbito dado de la sensibilidad o si varía según las condiciones.
Si la segunda alternativa fuera la correcta, habría que preguntarse
acerca de las condiciones de que dependería tal variaciónl04. Los
hechos que hayan sido establecidos así exigirían una explicación
en función de los procesos fisiológicos de base.
b. Los conceptos de ((sensaciónde dqerencia»y (uensación de semejan-
?a))de James
Viene al caso una comparación de la que podemos derivar
una lección útil, a saber: la comparación que podemos establecer
entre el análisis que Koffka hiciera de la paradoja de Stumpf

tambikn: Koffka, Principies o/ Gc~ta/tP y b o l o g y , pp. 84 SS.), Que sepamos, el


primero en poner en duda el concepto de hecho inadvertido de conciencia
fue W. Jarnes ( T b e Principler of P ~ ~ c b o l o g y1,, pp. 170 SS., 488 s. y 521, nota;
véase tambiCn snpra, p. 38 s.). Insiste James m la tesis según la cual, cuando
un cierto grupo de estímulos produce «una totalidad sensible)) en que con
posterioridad se distingan entre sí partes o componentes diversos, ha de conside-
ratse la percepción anterior y la ulterior como dos estados mentales diferentes
y no como un único estado que presente dos fases o condiciones, a saber:
una «consciente» y otra «inconsciente». En el rechazo que James hace del
concepto que nos ocupa, aparece la orientación descriptiva que propugnara
en psicología. Más adelante (Cfr. Tercera Parte, 8 5), examinaremos desde otro
punto de vista la tendencia de James hacia una orientación descriptiva en
psicologia.
104 Cfr. Koffka, ~Perception:An Introduction to the Gestalt-Theoryn, loc.
cit., pp. 545 SS.
La teoría de la forma 153

y la explicación que James diera d e la experiencia d e la diferencia


entre dos términos m y n. Según Jameslo5, «hay una sensación
real de diferencia que viene provocada por el choque que experi-
mentamos al ir de una percepción a otra que no se le parece)).
James incluye esta sensación de diferencia en la clase de «las
sensaciones de transición o de relación)). Existe un contraste, según
. él, entre éstas y «las partes sustantivas)) de la corriente del pensa-
mientol06. La sensación de diferencia n o se da simplemente «en
el breve instante de la transición)); «se siente la diferencia también
como si estuviera incorporada al segundo término y como si
fuera asumida por éste, al cual, mientras perdure, experimentaremos
como 'diferente-del-primero'»107. Por consiguiente, cuando se nos
presente el n en cuanto diferente del m, la secuencia que se dará
«no es simplemente el m primero, después la diferenciu y por último
el n, sino al principio el m, luego la diferencia y el 'n-en cuanto-dife-
rente-del-m' después)). Cuando se presente el n en condiciones
diversas y sin estar precedido inmediatamente por el m o por
cualquier otro término que se dé en la relación de diferencia
con el n, aparecerá éste como «cualidad simple)) o -para utilizar
.otras expresiones de James- se dará en cuanto «puro» y «sin
adornos)). Se sigue que «el n sin adornos)) de este caso no coincide
con el n-en-cuanto-dijerente-del-m del caso anterior. Simplificando un
tanto las cosas, se podría decir que hemos supuesto que el n apare-
ce totalmente por separado. Se pudiera poner el reparo d e que esto
no sucede nunca. Cualesquiera que sean las condiciones en que ex-
perimentemos al n, siempre habrá d e aparecer en un contexto de-
terminado (digamos, por ejemplo, que el del n-en-relación-con-el-p).
La naturaleza específica d e la relación d e que se trate variará según
el contexto. Objeciones d e esta índole están en consonancia con el
pensamiento d e James. Pero, entonces, si esto es así, el n-en-ruanto-
diferente-del-m no será, a fortiori, lo mismo que el n-en-relación-con-
el-p. Por lo tanto, toda «parte sustantiva» (o, lo que es lo mismo,
todo dato fenoménico) n o sólo vendrá acompañada, rodeada y es-

105 James, Tbc Principhar of Psycbology, 1, p. 495.


106 En l o que se refiere a la distinció" entre las panes c<sustantivas» y
las «transitivas» de la corriente del pensamiento, véase: Tbc Principlt~,1,
pp. 243 SS.
lo7 Ibid., 1, pp. 498 SS. \
154 Principios de la teoría de la forma

coltada por «las partes transitivas)) sino que además será modifica-
do por éstas. Esta última es una afirmación del propio JameslOg
quien, d e esa manera, parece haber ya formulado por anticipado
una de las tesis fundamentales d e la teoría de la forma.
Si examináramos esta cuestión más de cerca, pronto descubriria-
mos, sin embargo, que el acuerdo entre la noción de James y
la teoría de la forma es más ilusorio que real. Veámoslo:
1. James caracteriza la sensación de diferencia como una expe-
riericia específica distinta d e la de los términos y que se da además
de éstaloQ.James presenta la secuencia de 1.0 el m, 2.0 la dyerencia
y 3.0el n-en-cuanto-diferente-deh como la de «tres 'segmentos' ordina-
rios de 'la corriente' mental»llO. A pesar d e la continuidad que
existe entre ((segmentos))tales, se mantienen éstos en su diversidad
(o sea, la del segundo con respecto lo mismo al primero que
al tercero). E n la teoría de la forma, no encontramos -por el
contrario- una explicación del fenómeno de la variación d e nivel
a partir de experiencias especiales, ((impresiones accesorias» o asen-
saciones de transición»lll. Pero es evidente que la sensación d e
diferencia de que hablara James habría que contarla entre tales
impresiones accesorias de índole especial.
2. Según James, la función de las partes transitivas d e la
corriente de la conciencia consiste en guiar al sujeto de la experien-
cia de una parte sustantiva a la siguientell2. Al experimentar
la sensación de diferencia -que es una de esas partes transitivas-,
el sujeto pasa del primer término al segundo. Se experimenta

lUVbid., c. 9, Q: 2. Cfr. nuestro articulo intitulado «William James' Theory


of The 'Transitive Parts' of the Stream of Consciousness)), kc. Nt., 4 6.
10s James, op. cit., 1, p. 495: «Tal sensación d e diferencia tiene su propia
cualidad en cuanto diferencia, la cual sigue siendo sentida cualquiera que sea
la especie d e los términos entre los que existe)).
110 lbd., 1, p. 498.
111 Koffia, loc. cit., pp. 540 SS.: (c.. la misma subida ( o sea, la tendencia
y la dirección ascendentes) n o constituye una sensación separada, fugaz y d e
transición sino una propiedad central d e esta experiencia total e indivisa)). Viase
también la p. 552: a... la función o el proceso de comparación n o es un tercer
factor o factor 'superior' que se añada a las dos sensaciones que se comparan,
sino 'que es un momento inseparable del sistema estructural tomado en su
totalidad. Tal momento ha sido falsamente separado, o sea, d e manera análoga
n como lo han sido las sensaciones entre si».
112 James, op. cit., 1, pp. 243 y 253.
1.a teoría de la forma 155

dicha transición como si ocurriera en el sujeto. Si la transición


se incorpora al segundo término (es decir, al d e llegada), se debe
ello a que -en la tercera fase del proceso total- el sujeto d e
la experiencia está consciente de que las fases previas han conducido
a la final. En otras palabras, James presenta la experiencia de
una diferencia entre dos términos desde el punto de vista d e
la temporalidad de la conciencia. Coincide esto con el papel y
la función generales d e las partes transitivas, mediante las cuales
-según hemos demostrado en otro lugarll3- el sujeto d e la
experiencia adquiere conciencia del devenir temporal y de la
continuidad de la vida consciente y se constituye, por consiguiente,
la continuidad temporal de la conciencia. Nuestra interpretación
d e la explicación que James diera d e la experiencia de la diferencia
se ve confirmada por el concepto también suyo del «choque d e
la semejanza*, el cual es en todo sentido análogo al choque d e
la diferenciall4. Cuando James se refiere a un fenómeno que
es esencialmente estático y lo presenta como la experiencia de
«un choque)), creo que hay que interpretar lo que afirma como
si dijera que, mediante el choque, el sujeto experimenta su propio
tránsito de un término al otro. A su vez, cuando el choque d e
la semejanza se incorpora al segundo términons, hay que decir
que lo que sucede es que el sujeto de la experiencia cobra conciencia
de la continuidad temporal entre la fase presente de su vida cons-
ciente y la que de inmediato la precede.
Koffka pone de relieve que el movimiento, la subida y los
rasgos dinámicos no han d e concebirse como si tuvieran lugar
en el sujeto d e la experiencia, sino como si ocurrieran en el fenóme-
no mismo que presenta como apropiedad central»ll6 tal estructura

11s Gurwirsch, ((William James' Theory of the 'Transitive Parts' of the


Stream of Consciousness», Joc. cit., $8 4 y 7.
114 James, op. cit., 1, p. 529: «Experimentamos el choque d e la semejanza
cuando -al ir de una cosa a otta, que, por lo pronto, s610 distingamos numérica-
mente- pasamos a fijarnos en ella para descubrir que era sencjante a la primera.
Y esto sucede con derecho idéntico al del choque d e la diferencia, que experimen-
tamos cuando vamos d e una cosa a otra que no es su semejante».
115 Podemos dar por supuesta la ocurrencia d e tal integración a base de
la analogla que James establece entre el choque d e la semejanza y el d e la
diferencia.
'1% Cfr. los pasajes de Koffka que hemos citado en la n. 111.
156 Principios de la teoria de h fonna

dinámica. El sujeto d e la experiencia no es llevado de nota a


nota; lo que experimenta es más bien el hecho d e que la propia
nota sube o baja. Es la misma experiencia auditiva la que asciende
o desciende. Nos encontraremok con el fenómeno del ascenso
tonal cuando experimentemos una secuencia d e dos notas tal que
la segunda nota sea de tono superior. Desde el principio hasta
el fin, presenta el fenómeno de la variación d e nivel una índole
dinámica. L o que se da es el ascenso del tono d e un nivel inferior
a otro superior. E n la explicación que hallamos en la teoría d e
la forma del fenómeno que nos ocupa, no se precisan las sensaciones
específicas de transición ni hay lugar alguno para ellas. Vale también
la pena notarque, en su análisis d e la paradoja d e Stumpf, Koffka
ilustra el fenómeno de la variación de nivel mediante el ejemplo
de dos cuadrados adyacentes de cartón grisll7. Quiere esto decir
que el fenómeno en cuestión ocurre lo mismo en la comparación
simultánea que en la sucesiva y nada tiene que ver con la experiencia
específica del tiempo fenoménico.
La divergencia que existe entre el concepto d e sensación d e
diferencia d e James y la explicación que da Koffka d e la compara-
ción hace patente que la modificación que produce en el dato
fenoménico el contexto a que éste pertenece no significa lo mismo
para los dos autores. Desde el punto d e vista de la teoría d e
la forma, dicha modificación es tal que la contextura estructural
determina por completo el dato, por lo que puede afirmarse que
el mismo posee únicamente identidad fenoménica dentro d e tal
contextura. E n el ejemplo anterior, teníamos que la segunda nota
- q u e suponemos d e tono mayar- aparece como el término d e
un ascenso y movimiento tonales o - c u a n d o el aspecto dinámico
del fenómeno no sobresalga ya tanto- como el nivel superior
que está separado del inferior por una distancia tonal d e mayor
o menor cuantia. Existe así una cierta «tensión» entre los dos
nivelesll8. Por otro lado, cuando James habla de la modificación
que las partes transitivas producen en la parte sustantiva, n o se
refiere a la delimitación y determinación que presenta el estado
mental que en ese momento experimentamos y que se debe a
la conciencia concomitante de la continuidad entre el estado mental

117 Koffka, loc. cit., p. 540.


118 Ibíd., p. 546.
La tcoria d c la forma 157

presente y los anteriores. «Junto con [cada imagen definida que


haya en la mente], nos encontramos el sentido d e sus relaciones
próximas y remotas, el moribundo eco de aquel lugar de donde
nos llega y el naciente sentido de aquello hacia donde nos pueda
conducir»llo. Al hacer hincapié en que el hecho de que el conoci-
miento de la identidad de un objeto o de una realidad se repite
no debe malinterpretarse como si fuera la repetición d e un estado
mental idéntico, James pone de relieve que cuando «se repite
un hecho idéntico, debemos pensar en él de una manera novedosa,
. verlo desde un punto de vista algo diferente y aprehenderlo en
función de relaciones diversas de aquéllas en términos d e las cuales
apareciera por última vez. Y el pensamiento mediante el cual
nos damos cuenta de tal objeto es aquél que lo presenta como
lo-que-se-encuentra-en-dichas-relaciones pensamiento este imbuido
de la conciencia de todo ese contexto indistinto»l20. Lo que es
problemático aquí es precisamente la perspectiva desde la cual
se presenta una parte sustantiva, o sea, su apariencia desde el
punto de vista correspondiente a tal perspectiva y a la luz de
un contexto determinado. Debe esto distinguirse de la modificación
que sufre la parte sustantiva en virtud d e ser un constitutivo
de una contextura estructural determinada. Entendemos tal modifi-
cación, por supuesto, en el sentido que en la teoría de la forma
tienen la determinación y la delimitación completas que experimenta
la propia existencia del constitutivo con respecto a dicha contextu-
ra. Es por ello que el constitutivo puede sufrir modificaciones de
índole sustancial a raíz de los cambios que tengan lugar en la con-
textura estructural. Examinaremos en la quinta parte de esta obra
los fenómenos a los que se aplican las descripciones de James, ya
que allí trataremos de la relación que existe entre el tema y el cam-
po temático. Por el momento, tenemos que poner de relieve la di-
ferencia que existe entre los conceptos d e James y los d e los pro-
pugnadores de la teoría de la forma y el hecho de que las descrip-
ciones de James no dan razón de la estructura interna del tema.

119 James, op. cit., 1, p. 255.


120 Ibíd., 1, pp. 233 y 255.
158 Principios de la teoría de la forma

8. La coherencia o cohesión estructural


a. La dependencia reci)roca de los constitutivos de una contextura es-
tructwaf
Evidentemente, es menester que haya varios constitutivos o
partes en una contextura estructural determinada para que una
de las partes tenga un significado funcional que la defina y modifi-
que. Cada una de dichas partes tendría, por supuesto, un significado
funcional propio que correspondería al de la parte en cuestión.
En el ejemplo de Rubin, el segmento que aparece como el contorno
de la boca entreabierta no puede así darse en absoluto a menos
que otro segmento aparezca como el contorno d e la nariz, otro
como el de la frente y así sucesivamente. Cuando cierta parte
del campo visual aparece como el cuadrante inferior derecho de
un círculo, es claro que dicho aspecto depende directamente d e
los otros tres cuadrantes. El final de una frase musical nos remite
tanto al principio como al medio de la misma en lo que a su
significado musical se refiere. Experimentamos un punto como
el término derecho de un par, en función a la vez del punto
que sirve de término izquierdo y de la distancia que separa a
ambos puntos. Tal separación aparece como la distancia interior,
en el sentido que ya hemos examinado con anterioridadlzl. E n
lo que respecta a su significado funcional, podemos decir que
todo constitutivo de una contextura estructural es relativo, o sea,
que cada uno se refiere a las demás partes d e la misma contextura
estructural. A cada una de éstas la modifica y la define su propio
significado funcional.
Es indudable que no todos los constitutivos d e una contextura
estructural dada van a tener el mismo valor funcional. Después
de que se hayan tocado varias de las notas d e una pieza musical,
puede venir un pasaje que le dé un giro decisivo a la misma.
Tal pasaje daría a la pieza su carácter y fisionomía definidos,
mientras que las notas anteriores tendrían más bien la función
de preámbulo. Cuando escuchamos la pieza por vez primera, no
tenian dichas notas para la conciencia tal función de preámbulo,
que sólo adquirirán una vez que ya hayan sonado, o sea, en el
momento en que se toque el pasaje decisivo. Lo que sucede aquí

121 Cfr. snpra, pp. 128 SS.


La teoría de la forma 15V

es que las fases anteriores d e una contextura estructural d e índole


temporal se reorganizan con respecto a la fase presente y en función
d e ellal22. Por otra parte, el pasaje decisivo posee un significado
determinado con respecto a los pasajes que sirven d e preámbulo
y otros pasajes subordinados posibles. Hablando en general, habrá
que decir que toda parte posee un valor funcional a base de
su integración en una contextura estructural determinada. Tal
valor depende de la aportación que, en virtud d e su significado
funcional, haga la parte a la contextura estructural. Cualquiera
que sea el valor funcional relativo que posea una parte, puede
decirse de ella que depende de otras, ya que no puede darse
en cuanto modificada por su significado funcional, a menos que
otras partes de índole subordinada también se den y precisamente
en cuanto modificadas por sus respectivos significados funcionales.
Esta referencia esencial a otras partes que caracteriza a todo
constitutivo o parte d e una contextura estructural aparece d e mane-
ra muy notable cuando ocurre un cambio en la referencia misma.
E n torno a una figura visual dada, Wertheimer se pregunta cuáles
serían las líneas o los puntos que, al ser añadidas, producirían
con mayor probabilidad la destrucción fenoménica d e la figura
iniciall23. Descubre que tal efecto destructor lo producen las líneas
o los puntos que, al añadirse a los d e la figura incial y en conjunción
con ellos, formen ((cualidades estructurales apropiadas». Empero,
otras adiciones a u n cuando sean más numerosas- n o conllevan
efecto destructor alguno. Para que se produzca tal efecto es menes-
ter que algunos d e los puntos o d e las líneas de la figura inicial
-una vez que la adición haya tenido lugar- adquieran un nuevo
significado funcional con respecto a lo que se les ha añadido
ya y que las líneas o los puntos d e la figura inicial n o retengan
el significado funcional que resulte d e sus relaciones recíprocas
solamentel24. Las estructuras d e camuflaje que ha analizado Koeh-
leí125 son también casos pertinentes. Ciertas figuras -que llamare-
mos figuras A- contienen geométrica y objetivamente a otras

182 Cfr. Koffka, PrincipIu o/ Gestalt Psycbolog p. 540.


129 Wertheimer, uuntersuchungen zur Lehre von der Gatalt*, loc. cit., ii,
pp. 328 SS.
1-24 Vease el análisis que de la ilusión óptico-geométrica de Zollner hace
Merleau-Ponty (op. cit., pp. 44 SS.).
125 Koehler, Gcstalt Ppbo(ogy, pp. 208 SS.
160 Principios dc la tmria de la forma

que nos son familiares a partir d e experiencias anteriores. Llamemos


figuras a a estas últimas. E n ciertas disposicicones, como podemos
ver en la figura 7, se oculta la figura a en la figura A; en otras

A Q
Frc. 7.
(v.g. la fig. 8), la presencia d e la figura a en la figura A se
hace patente fenoménicamente. Que la fignra a se oculte o se
haga patente no depende en absoluto, como es evidente, d e que
nos sea familiar o no. E n realidad, tanto la E como el 4 nos
son igualmente familiares. Lo que se presenta depende únicamente
de que, en el caso dado, los significados funcionales d e las líneas
de la figura a hagan sólo mutua referencia o d e que se refieran
también a los significados funcionales d e lineas que no jueguen
papel alguno en la constitución d e la figura a.

A * Frc. 8.
Existe una dependencia recQroca completa entre todos los consti-
tutivos o partes de una contextura estructural determinada, debido
a que a cada parte de la misma la modifica y la define el significa-
d o funcional que posea y en virtud del hecho d e que el significado
funcional d e cada parte se refiere esencialmente a los significa-
dos funcionales de las otras. A fin d e integrarse en una contextura
de Indole estructural, un constitutivo debe existir en un cierto
. lugar d e dicha contextura y debe poseer una función determinada
en la misma. Esto significa, a s u vez, que el constitutivo precisa
La teoría de la forma 161

de los otros y les sirve de apoyo y que los demás constitutivos,


por su parte, también necesitan d e él y le sirven de apoyo126.
Entre las partes o los constitutivos d e una contextura estructural,
impera una relación que llamaremos de coherentia o coherión a f r u c t d
y que definiremos como la que existe cuando los conrtitntiuos se
determinany condicionan mutmente. En perfecta reciprocidad, se atribu-
yen unos a otros y derivan unos de otros el signifitado funcional que
los determina en cada caso concreto. E n este sentido, puede decirse
que los constitutivos existen uno mediante el otro, d e modo tal
que la existencia modificada de cada uno d e ellos se mantiene si los
otros también mantienen la suya y mientras así lo hagan. La exis-
tencia de cualquier constitutivo de una contextura estructural se
apoya en los otros constitutivos d e la misma, o, dicho d e otra ma-
nera, cada constkutivo existe sólo en un ~istemade significadosfuncio-
nales que concuerdan y se complementan entre sí. Cada constituti-
vo está orientado con respecto a los otros en virtud d e su propio
significado funcional. Tal orientación es esencial a todo constituti-
vo dado, ya que determina su existencia en cada caso concreto.
De la dependencia y la determinación recíprocas d e las partes
de una contextura estructural se sigue que pueda sufrir un constitu-
tivo las más radicales modificaciones si se le extrae de la contextura
estructural a la que pertenece y se le transforma -por consiguien-
te- en elementol27. En virtud d e que su significado no viene
ya determinado por las referencias que hace a otros constitutivos,
la parte que se ha extraído puede dejar d e ser lo que fenoménicarnen-
"
te era con anterioridad. Y viceversa: la parte extraída no aporta
ya nada a la atribución de significado funcional a ninguno de
los constitutivos restantes; es decir, que deja así de tomar parte
en la codeterminación de los mismos. D e esto se sigue que la
extracción de una parte de una contextura estructural determinada
puede algunas veces conllevar modificaciones fenoménicas de suma
importancia en las partes restantes.

1% Cfr. Koffka, «Psychologie», loc. d., p. 5fi : «... en la estructura (Gcstalt)


cada parte posee -en cuanto componente del todo- su lugar y sus propiedades ...
o dicbo de otra forma: en la estructura todas las partes sirven d e soporte unas
a otras*. (El tnfasis es nuestro).
127 Tómese este término según la definición que de él hemos dado con
anterioridad. Cfr. snpra, pp. 138 ss.
162 Principios de la teoría de la forma

D e tales modificaciones, Wertheimer ha dado ejemplos que


son notables por su simplicidadi28. Mencionemos tan sólo uno.
Tenemos originalmente un grupo de tres puntos flanqueado por
otros dos puntos, de modo que uno esté a la derecha y otro
a la izquierda, a saber: a,, bl, cl, di, e1129 (fig. 9).

Después de que haya transcurrido un cierto intervalo, se extraen


los puntos c y e, de modo que resulte un nuevo grupo de tres pun-
tos, a saber: a2, b2, dz (fig. 10).

E n verdad, las dos configuraciones no difieren grandemente


entre sí, ya que ambas son grupos de tres. Que una de ellas esté
flanqueada por otros puntos y que la otra no lo esté parece no tener
mayor consecuencia para el aspecto fenoménico de la configuración
en cuanto grupo de tres miembros y en lo que se refiere a su estruc-
tura u organización interna. N o menos inconsecuentes parecen ser
las diferencias entre las distancias respectivas entre el punto central
y los puntos terminales. Mientras que el punto d es el punto terminal
derecho tanto de un grupo como del otro, los papeles que juegan
los puntos a y b -que objetivamente hablando permanecen idénti-
cos-son tan distintos en cada grupo que -según nos dice Werthei-
mer- se convierten en dos contenidos diferentes. En la figura 9,
el punto bi es el punto terminal de la izquierda; el punto b2 - q u e
objetivamente es lo mismo que bl- aparece en la figura 10 como

128 Wertheimer, «Zu dem Problem der Unterscheidung von Einzelinhalt


und Teiln, Zeitschriftjri'r Psychologic, C X X l X (1933).
128 En este ejemplo, los subíndices se refieren a las respectivas presentaciones.
La tcoria de la forma 163

el punto central de simetría, mientras que la función de punto


terminal de la izquierda pasa a a2, un punto que -lo mismo
que al- no pertenece en absoluto al grupo de tres puntos de
la figura 9. Por la misma razón, la igualdad entre las distancias
que separan a a2 y b2 y a b2 y d2 tiene gran importancia para
el grupo de tres puntos de la figura 10. Tal igualdad es una
. condición esencial para la simetría del grupo de tres. Si el punto
a2 se moviera hasta ocupar un lugar más cercano a b2, quedarían
destruidos la estructura y el equilibrio internos del grupo. En
la figura 9, por el contrario, la igualdad de las distancias que
objetivamente son las mismas no hace al caso en absoluto y nos
es muy difícil percibirla. Si las distancias en cuestión llegaran
a ser desiguales, no se produciría efecto fenoménico alguno en
lo que respecta al grupo formado por los puntos b,, cl y d,.
Debido a la eliminación de los puntos c y e, los restantes - c o n
la sola excepción del punto d- pierden su significado funcional
previo, con respecto al cual la referencia a los puntos eliminados
ejercía una función co-determinante. Los puntos restantes se reorga-
nizan y adquieren un nuevo significado funcional en sus relaciones
mutuas. De esto se sigue, pues, que se establezcan entre los puntos
que se reorganizan relaciones distintas a las que habla en la primera
presentación. La dependencia y la determinación recíprocas y com-
pletas de los constitutivos de una contextura estructural aparecen
con mayor claridad en el ejemplo d e Wertheimer, en virtud del
hecho de que las contexturas estructurales que allí se prqentan
no difieren esencialmente entre sí en lo que a sus aspectos globales
se refiere.
b. La separacióny /a unificación de 1a.s contexturas estructura1e.r
Anteriormente definimos la estructura (Gestalt) en cuanto uni--
dad que se consolida y que se separa del campol30. Podemos
ahora explicar tanto la consolidación como la separación a base
del principio de organización de coherencia o cohesión estructural,
o sea, en función de la forma específica que adopte la relación
recíproca que existe entre los constitutivos de una estructura.
La separación de una contextura estructural itrticulada del seno
del campo no significa que el campo y cualesquiera datos que

Cfr. snpra, p. 139.


164 Principios de la teoría de la forma

contenga éste nada tengan que ver con la contextura de que


se trate. (Dicho sea de paso, los datos del campo -a su vez-
pueden organizarse y formar otras contexturas estructurales). Cuan-
d o escogemos una figura geométrica como tema, el modo en
que aparece la figura varía según el contexto en que se presente:
será pues distinto su modo de aparecer si la figura se da sobre
fondo mjo que si lo hace sobre fondo amarillo, si la figura está
rodeada por otras que si no lo está, si las figuras circundantes
son de la misma especie que si no lo son, y, si son de la misma
especie, según sea ésta, y así sucesivamente. Cuando escuchamos
una pieza musical, podemos llegar a un pasaje d e relativa autonomía
e independencia y concentrarnos en él. No carecen d e importancia
para el tema que en ese momento nos ocupa (o sea, el susodicho
pasaje) los pasajes que lo preceden. Se relaciona musicalmente
con ellos d e una manera definida y especifica y deriva su sentido
musical de tales relaciones. Más adelantel31, haremos un análisis
general de la relación entre el tema que se ha separado y el
campo circundante (al cual hemos d e tomar en un sentido más
universal que el meramente espacial). Pondremos allí de relieve
la coloración y los rasgos del modo de aparecer del tema que
se deriven del campo. Cualquiera que sea la importancia que tenga
el campo con respecto al tema y cualquiera que pueda ser la
influencia que el campo ejerza sobre el tema una cosa será cierta:
que el campo y el tema se separan uno del otro. El fondo no
absorbe la figura; es decir que el pasaje musical en realidad se
separa de los que lo preceden y conserva su individualidad y
una cierta independencia. Koffka ha dado el simple ejemplo de
dos movimientos musicales que, si bien se encuentran entrelazados
en parte, claramente se distinguen entre síl32. Que e1 tema se
separe del campo se debe a que los datos d e éste n o se integran
a la contextura estructural en que el tema consiste. Los datos
del campo no son constitutivos codeterminantes del tema. N o
es con referencia a los datos del campo ni en dirección d e los
mismos que se definen los constitutivos del tema en lo que a
su significado funcional se refiere. La separación del tema del
seno del campo se funda en el hecho de que la relación entre

131 Cfr. Quinta Parte, tj 8.


132 pp. 434 y 448
Koffka, PrincipIcs o/ Gcsfalf P~~chology, SS.
La teoría de la forma 165

los constitutivos del tema es d e diferente tipo y dimensión que


la que hay entre tales constitutivos y los datos del campo133.
E n otras palabras, la separación depende del hecho de que los
datos del campo no participan de la dependencia recíproca y la
codeterminación que imperan entre los constitutivos d e la contextu-
ra estructural que se ha separado y le sirve d e expresión a tal
hecho. La coherencia o cohesión estructural es, pues, una d e las
condiciones de la separación, tanto en lo que se refiere al hecho
de que los datos que se separan son aquéllos entre los que se
da la relación de coherencia o cohesión estructural como en lo
que tiene que ver ésta con el hecho d e que tales datos se separen
de los que no se relacionen con ellos d e la misma manera. La
separación obedece al plan de la estructura u organización.
Por otra parte, los constitutivos se separan en cuanto hay
una relación de pertenencia recíproca entre ellos y forman una
unidad consolidada. Precisamente forman tal unidad en virtud
de lri relación de pertenencia recíproca que se da entre ellos.
Los experimentamos en dicha relación, en cuanto dependen unos
de otros y se determinan mutuamente y en tanto que se exigen
unos a otros, se apoyan recíprocamente y s e complementan y
se modifican entre sí.
M k arribal34, hemos subrayado el hecho de que una con-
textura estructural no consta d e partes, si por parte se entiende
un elemento independiente y autónomo, totalmente determinado
en sí y por sí, sea cual fuere la contextura estructural a la que
se incorpore. Podemos afirmar, sin embargo, que las contexturas
estructurales constan d e partes, si entendemos el concepto de parte
tal y como se emplea en la teoria de la forma. E n este sentido,
se define y modifica una parte a base de su significado funcional
que, a su vez, se encuentra determinado mediante la referencia
esencial y necesaria que hace a los significados funcionales de
las otras partes. Resulta así que cada parte tiene una existencia
determinada sólo con respecto a las otras partes. No e h t e , pues,
agente ni principio unificaúor alguno que se añada a lar partes o l a
constitutivos que co-existen en relación de necesidad recQrocay apoyo mutrao.

193 Para una presentación de los procesos fisiológicos dinámicos que sirven
de base a la separación fenoménica, véase: Koffka, op. cit., c. 4 y pp. 438 ss.
134 Cfr. snpra, pp. 137 SS.
166 Principios de la teoría de la forma

La estructwa (o el carácter estructural en su totalidad) es el sistema


que se caracterixa por la unificación interna de los significados flmcionales
de sus constitutivos. Consiste por tanto la estructura en la co-pertenencia
y en el co-juncionamiento equilibrados y bafaceah~de Las partes; es decir,
que es el tejdo funcional que forman la parteJ. O más correctamente
expresado: consi~teen ser el tejdo fmional en que las partes existen
en dependencia y determinación rec@rocas. De este modo, la unidad del
tema resulta ser, sólo g exclusivamente y de punta a cabo, una unidad
por coherencia o cohesión estructural. Así, al establecer el concepto
de coherencia o cohesión estructural, damos expresión a la primera
dimensión de los enlaces o al primer tipo formal de organii(.ción.
La coherencia o cohesión estructural es una especie o dimensión
de la organización y la estructura que permite, por supuesto,
variaciones específicas e individuales. E n una configuración d e
puntos o en una figura geométrica, la coherencia o cohesión estruc-
tural existe d e manera distinta a la de una melodia. Además,
la individualidad de su concreción varía d e melodía en melodía.
Más adelantelas, examinaremos una variedad específica que es
de particular interés. Toda variedad, empero, no es más que la
especificación de una estructura única, idéntica y fundamental,
a saber: la coexistencia equilibrada de constitutivos en relación
de dependencia reciproca. Sólo en conjunción con sus co-constituti-
vos y en cuanto determinado por ellos, es que existe cada uno
de los constitutivos en función de las determinaciones que lo
definen, y es en virtud de éstas que llega a ser lo que es en
cada caso concreto.

9. El concepto de «pluralidad cualitativa» de Bagson


Bergsonlm ha distinguido dos especies diveisas de pluralidad.
En primer lugar, tenemos las pluralidades númericas, o sea, aquéllas
a las cuales se aplican los conceptos de los números y que constan
de elementos distintos y separados (o que, al menos, son separables
entre sí). En tales pluralidades es menester comenzar por aprehen-
der cada elemento por su cuenta; después se ha de proceder

Cfr. infru, 4 1l .
1%
Bergson; Ersoi JW I ~ Jdonnéer immédiater de 10 conrcicnce, 68a. ed. (París:
1%
Presses Universitaira de France, 1948), p. 65.
La teoría de la forma 167

a unir los elementos mediante un acto d e síntesisl37. E n segundo


lugar, tenemos las pluralidades cualitativas, que son d e naturaleza
completamente diferente. Cuando escuchamos un reloj, en vez
de separar las campanadas a fin de contarlas, podemos dejar que
éstas se organicen espontáneamente y formen un grupo de índole
rítmica que presente un aspecto determinado y propio. E n tal
caso, no experimentaremos la pluralidad de las campanadas en
cuanto cantidad, sino más bien se nos presentará como la cualidad
específica del grupo en que aparecen las campanadas. Los conceptos
de los números no encuentran aplicación a una secuencia d e carnpa-
nadas que experimentemos así, ya que las campanadas no se dan
en este caso en cuanto separadas e independientes entre sí y,
por tanto, no han menester d e un acto ulterior d e síntesis que
las una. O dicho con las propias palabras de Bergson: «... no
cuento los sonidos. Me limito a recoger la impresión de índole
-por así decirl- cualitativa que el número de los mismos produce
en mí»l3s. Es esta experiencia de la pluralidad en cuanto cualidad
o rasgo cualitativo lo que caracteriza esencialmente al fenómeno
que nos ocupal3e.
Podemos ilustrar las pluralidades cualitativas que Bergson com-
para por lo regular con las frases musicales mediante una experiencia
cualquiera de algo que crezca con el tiempo. A duras penas notare-
mos la excitación débil que tenga lugar durante breve tiempo.
Sin embargo, cuando la misma continúe durante un periodo consi-
derable, podrá llegar a producir un efecto perceptible. N o experi-
mentaremos tal efecto como si fuera una sensación débil que,
durante cierto intervalo, se repite igual una y otra vez, sino como
un proceso que, mientras dure y en la misma duración de éste,
sufre modificaciones y cambios cualitativos incesantesl40. Aunque

197 La explicación de las pluralidades numéricas que nos da Bergson concuer-


da en lo esencial con la que Husserl hace de la aprehensión auténtica de
una pluralidad. Cfr. mpra, p. 88.
138 Bergson, op. cit., p. 64.
199 Ibid., pp. 95 y 92. Habla aquí Bergson de «la cualidad de la cantidad».
Notemos la concordancia que existe entre el concepto de «pluralidad cualitativa))
de Bergson y la teoría de «los factores figurales)) de Husserl. Tales factores
son propiedades, caracteres y rasgos especificas de los grupos organizados.
Cfr. Primera Parte, c. 3, 4 3a.
140 Bergson, op. cit., p. 79.
168 Principios de la teoría de la forma

ocasionalmente hable de una pluralidad cualitativa d e índole n o


temporal (a saber: la distinción cualitativa d e las direcciones en
el espaciol41), principalmente se refiere Bergson a las pluralidades
cualitativas que se despliegan en el tiempo. Entre tales pluralidades,
merece especial atención142 la experiencia del movimiento, lo mis-
mo el de nuestro propio cuerpo (mediante la cenestesia) que el
de los cuerpos exteriores. Si Bergson hace hincapié en las pluralida-
des cualitativas temporales, se debe ello a que ha establecido el
concepto que nos ocupa con el fin de hacer resaltar lo que él
llama la duréepwe, o sea, la temporalidad especifica de la conciencia,
pues nos presenta a la vida consciente precisamente como una plu-
ralidad cualitativa que crece con el tiempo.
No podemos examinar aquí el concepto d e pluralidad cualitativa
en el contexto en que Bergson lo presenta ni nos es posible
tampoco concentrarnos en la importancia que tiene con respecto
a los problemas del origen y la constitución d e los conceptos
de los números. Nos limitaremos tan sólo a la explicación que
Bergson da de la organización y de la estructura intrínseca de
las pluralidades cualitativas. Es imposible concebir las pluralidades
cualitativas temporales como si fueran secuencias d e instantes que
- d u r a n t e la misma sucesión- permanezcan distintos entre sí,
ya que tales pluralidades no constan d e elementos independientes
y autónomos que -aunque sean unidos mediante un acto d e
síntesis- continuaran coexistiendo en yuxtaposición. Con respecto
a las notas de una melodia, por ejemplo, nos habla Bergson d e
la compenetración que hay entre ellas y nos dice que experimenta-
...
mos las unas en las otras: ((Podemos concebir la sucesión sin
distinción alguna y pensar en ella en cuanto compenetración y
como interconexión y organización íntima d e elementos, d e tal
manera que cada uno de éstos represente la totalidad y no pueda
ser distinguido ni aislado de la misma, a no ser por el pensamiento
a b s t r a c t o » l ~ .Al fundirse entre si y disolverse unos en otros,

141Ibíd., p. 72.
142Ibid., pp. 82 SS.
1 4 3 Ibid., p. 75. Véase también la p. 77: «...[las] sensaciones se agregarían
dinámicamente unas a otras y se organizarían entre si ... la duración pura pudiera
muy bien no ser otra cosa que una sucesión de cambios cualitativos que se
funden y compenetran sin que pueda establecerse ningún contorno definido
entre ellos y sin que presenten tendencia alguna a expresarse unos a otros...»
La teorfa de la forma 169

los elementos que forman una pluralidad cualitativa confieren a


ésta un aspecto característicol44. O para decirlo con otras palabras
de Bergson: cada uno de los elementos deriva una coloración
determinada del medio circundantel45.
Si sustituimos los términos de fusión, disolución, compenetra-
ción y existencia de un elemento en otro que usa Bergson por
los de significado funcional y cohesión o coherencia estructural,
podremos explicar la intimidad de las relaciones entre los constituti-
vos de una pluralidad cualitativa. 0, para hablar con mayor preci-
sión, lo que podremos hacer será determinar la unidad y la naturale-
za específicas que caracterizan a dichas pluralidades y así evitar
los reparos que se puedan poner a las descripciones d e Bergson.
E n lo que a las pluralidades cualitativas temporales se refiere,
pudiera decirse que la teoría de Bergson encierra la paradoja de
«la simultaneidad de lo sucesivo)). Por ejemplo, cuando se dice
d e los compases d e una serie ritimica o de las notas d e una
melodía que existen o que se experimentan unos en otros, de
modo tal que -según lo formulara James- la melodía entera
viniera encerrada en cada notal46, pudiéramos expresarnos mejor
afirmando que el significado funcional d e una nota determina
a la nota misma. Según hemos demostrado, el significado funcional
de cualquier constitutivo de una contextura estructural n o puede
conservar su carácter determinado a no ser en un sistema dado
de significados funcionales, o sea, en tanto y en cuanto se orienta
hacia los significados funcionales d e los otros constitutivos y resulta
determinado por ellos. Puede perfectamente decirse que las notas
anteriores penetran en la nota presente o que intervienen en ella,
puesto que la nota presente sólo existe fenoménicamente mediante
su significado funcional. es modificada esencialmente por referen-
cias a las notas anteriores y existe tal y como la experimentamos
únicamente en virtud de dichas referencias. Desde el punto de
vista fenoménico, la nota presente n o seria lo que parece ser
si viniera precedida por otras notas. Si interpretáramos el concepto

144 Ibid., p. 95.


14SIbid., p. 99.
la James, uOn Some Ornissions of Introspective Psychology~,loc. cit., p. 25:
«Una tonada es una sensación de transcurso, en la cual la i d a del todo va
encerrada en cada nota, hasta el punto de teñir u 'orlar' la nota misma de
un modo distinto al que presentaría en otra tonada».
170 Principios de la teoría de la forma

de compenetración de Bergson en función del d e dependencia


reciproca, se vería que está muy lejos d e encerrar la paradoja
que Lovejoy caracterizara como ((desatino infundado)) y que formu-
lara él mismo del modo siguiente- «que, de dos momentos sucesi-
vos, el primero no está meramente representado en el segundo,
sino que se encuentra existencialmente presente en el mismo sentido
en que puede decirse que lo está el segundo»l47. Sin duda, juega
la memoria un papel en el fenómeno que nos ocupa. Con todo,
dicho fenómeno no puede explicarse - s e g ú n quisiera Lovejoy-
sólo en función de «la supervivencia en la conciencia presente
de parte del contenido del momento anterior»l48. Cuando escucha-
mos una pieza musical en la sala de conciertos, el ((contenido
del momento anterior))puede ser un pasaje que el d e ahora continúa,
mas quizá también algún ruido impertinente como, por ejemplo,
la tos de alguien en el público. Lo decisivo en esto es que lo
que era parte del contenido del momento anterior pertenece intrln-
secamente a «la conciencia del momento presente)), mientras que
no es esto verdad del ruido. Tiene razón Lovejoy al hacer hincapié
en la distinción entre «la representación simultánea» y «la represen-
tación de lo simultáneo»l49. Con respecto a los datos que simultá-
neamente se representan en cuantos datos no simultáneos, es inevi-
table -no obstante- hacer la distinción entre los que se pertenecen
recíprocamente y los que no son de esta índole y reconocer el
problema que consiste en explicar esta especie de pertenencia reci-
proca y el modo en que la experimentamos. Aunque la distinción
que presenta es correcta, Lovejoy no parece dar ningún paso
de avance hacia la resolución del problema que nos ocupa. Pasa
por alto e1 fenómeno de la relación intrínseca entre «los contenidos
de la conciencia)), la dependencia reclproca entre ellos y la codeter-
minación y la modificación mutua de los mismos mediante las
referencias de unos a otros. Dichas referencias van inscritas en
la constitución interna de cada uno de los contenidos de la concien-
cia precisamente en cuanto caracterlsticas esenciales y determinantes
de los mismos. Bergson tenía presentes estos mismos fenómenos

147 A.O. ~ o v e j h «The


~, Problem o f Time in Recent French Philosophyn,
Tbc Pbilo~ophicalRevierv, XXI (1912), p. 537.
148 lbíd., p. 326; véase tarnbikn la p. 533.
149 Ibíd., p. 330.
La teoría de la forma 171

al establecer su teoria de la compenetración, la cual hemos intentado


aquí interpretar desde el punto de vista de la teoria d e la forma.

10. Los todos y las partes


Tradicionalmente se han definido los conceptos de todo y
parte en función de elementos que pueden ser experimentados
tanto por separado como en grupo, sin que tal diferencia en
el modo de su presentación los afecte internamente en lo absoluto.
Se daba por supuesto que los elementos mantienen su identidad,
ya sea que se agrupen o no. Desde Locke, los filósofos y los
psicólogos se han encontrado con la tarea de explicar «los todos»
en función de sus elementos componentes, es decir, de dar razón
de aquéllos a base d e éstos150. Si resultara imposible interpretar
al todo como si fuera una mera suma o combinación de los elemen-
tos componenteslsl, habría que recurrir al empleo de factores
específicos o fuerzas, agentes o principios unificadores. Las cualida-
des estructurales de von Ehrenfelsl52 y los factores figurales de
Husserll53 son casos concretos d e tales principios unificadores
que se sobreañaden a los elementos. Husserl recurre a la teoría
de la Verschmelqnng d e Stumpf para explicar el hecho d e la unifica-
ción de los elementos. Lleva a cabo esta tarea mediante un factor
unificador específico que todavía se toma como propio del ámbito
de la sensibilidad. Por otra parte, los miembros de la escuela
de Graz explícitamente definen al agente d e unificación como acti-
vidad extra-sensiblel54. A la oposición entre las partes y los todos
corresponde la que existe entre la sensibilidad -que suministra las
partes- y el proceso no sensible de «la producción», del que resul-
ta la unificación y el agrupamiento.
150 Más arriba, ya analizamos la oposición d e James a esta noción elementalis-
ta y también su intento de partir de «las totalidades)) y n o d e los elementos.
Cfr. snpra, Primera Parte, c. 2, $ 1.
131 Lo que James ha criticado bajo el nombre d e teoria d e 11 sustancia
espiritual es precisamente esta reducción del «todo» a los «elementos» componen-
tes y el empleo d e un concepto según el cual el todo n o es nuúo már que
la mera combinación, «mezcla» o «composición espontánea» d e los «elementos»
componentes. Cfr. Principies of Psychology, c. 6.
152 Cfr. Primera Parte, c. 3, $1.
153 Cfr. Primera Parte, c. 3, $ 3.
154 Cfr. Primera Parte, c. 3, $ 2 b.
172 Principios de la teoría de la forma

E n la teoría de la forma no s6lo se rechaza la noción según


la cual los todos constan de elementos a los qiie se sobreafiaden
factores específicos de unificación, sino que además se descarta
de modo primordial y por completo el concepto de parte en
cuanto elemento. La redefinición del concepto de parte a base
del de significado funcional conlleva $so facto la redefinición del
concepto de todo. Si definimos la parte a base de su significado
funcional (por lo que viene a ser dependiente de los demás co-cons-
titutivos del todo y a encontrase determinado por ellos), se ve
que lo que modifica a la parte en cuestión es la contextura formada
por los co-constitutivos. Del hecho de pertenecer a una contextura
estructural, no deriva la parte ninguna coloración específica M
rasgos especiales que se añadan a la determinación que ya posee
de por si. La parte existe tal y como es sólo con respecto al
todo, en tanto y en cuanto su significado funcional en relación
a los otros constitutivos la modifica y define. Erta refwdncia al
todo se inscribe en la naturaleqa de la parte y la integra, pero m
como modificación adicional sino en cuanto determinación esencial. Re-
sulta, pues, que el todo es inherente e inmanente a las partes, ya que d a
parte expresa el todo allí donde la parte existe entre los otros comtitutwos.
Er una versión del propio todo, en virtud del signifado funcional que posee
con respecto a los demás constitutivosy, por tanto, en relación con la contex-
tura estructsrral. Al expresar así al todo, llega la parte a ser lo que de he-
cho es en el lugar preciso que ocupa. Por consiguiente, el todo no es en &-
soluto extrínseco a JUS partes, ya que cada una de éstas viene deterrni-
nada y se define esencialmente mediante la referencia inherente y
constitutiva al todo que la caracteriza. Por otra parte, la unidad
que hay entre las partes es una unidad por coherencia o cohesión
estructural, es decir, que las parta dependen recíprocamente entre
si, se co-determinan, precisan unas de otras y se apoyan mutua-
mente. Una unidad de esta especie se funda en la naturale~amisma de /ar
partes y no es separable de la apariencia de las mismas. Por lo tanto, la
unidad que forman las partes no debe ser puesta ni instituida me-
diante un principio sobreañadido y extrínseco a las mismas, ya sea
que dicho principio se considere como d e origen sensible o extra-
sensible.
Al definir los conceptos de todo, parte y unidad en función
del concepto de «fundación», Husserl hace notar la diferencia esen-
cial que hay entre la unidad que forman el color y la extensión
y la que integran las notas que componen una melodia'55. En
este último caso, a diferencia del primero, se encuentra presente
un dato que se añade a las partes unificadas, a saber: el factor
figural. Husserl explica esta diferencia por medio de la dependencia
recíproca que es esencial e intrínseca al color y a la extensión,
mientras que en el caso de las notas que integran una melodía
nos encontramos con que pueden existir por separado y con que
son, en este sentido, independientes entre sí. En la teoría d e
la forma, se niega que haya independencia alguna en tal caso.
Una nota en una melodia se halla, en tanto y en cuanto que
la experimentamos, modificada y determinada esencialmente por
su significado musical. Posee tal significado musical sólo en conjun-
ción con otras notas y debido a la referencia -inherente a la
nota misma- a la melodia a la que pertenece y a la que hace
su aportación. El razonamiento que Husserl hiciera en torno a la
unidad del color y la extensión y a la del tono y la intensidad
podemos generalizarlo ahora, con el fin d e que se aplique también
a la unidad que forman las notas d e una melodía o a la que
integran las líneas o los puntos d e una configuración y a todos
los casos que sirvan de ilustración a los factores figurales, a las
cualidades estructurales o a la coherencia o cohesión estructural.
Es cierto que n o hay ley ideal a priori alguna de acuerdo con
la cual a un individuo de la especie «dato musical» le sería imposible
existir a menos que lo hiciera en conjunción con otros individuos
d e la misma especie o de otra diversa. Hay, sin embargo, una
ley ideal a priori que determina que los individuos de la especie
«color» y los de la especie «extensión» coexistan o se den necesaria-
mente en conjunción. E n el caso de la coherencia o cohesión
estructural, la dependencia que se da difiere sin duda de la que
Husserl propugna, pero es, no obstante, una forma d e dependen-
cial56. N o tiene nada que ver tal dependencia con la relación
que existe entre los individuos y la especie a que pertenecen
ni con la existencia posible d e individuos tales considerados desde
el punto de vista d e la especie, sino que se trata más bien de
155 Cfr. rupra, pp. 100 ss.
158 Véase nuestro intento de reinterpretación de los conceptos de «dependen-
cia» e «independencia» de Husserl desde el punto de vista de la teorla de
la forma. Cfr. «Phanomenologie der Thematik und des reinen Ichn. Ioc. cit.,
c. 3, 4 17 s.
174 Principios de la teoría de la fonna

la particularización o concreción de los individuos en un caso


determinado. E n virtud de que cada constitutivo d e una contextura
estructural depende esencialmente de los otros co-constitutivos
de la misma en lo que se refiere a su concreción o particularización,
se sigue que la unidad entre los constitutivos se establece por
el propio hecho de que éstos existan y consiste en la determinación
y la modificación recíprocas de los mismos. Cuando experimenta-
mos los constitutivos en la relación de coherencia o cohesión
estructural, forman ellos un todo que no es más que la coexistencia
organizada d e las partes.
Si bien es verdad que en la teoría d e la forma se rechaza
todo intento de corte tradicional que de algún modo trate d e
«reducir» el todo a las partes, no debemos concluir por ello que
en sentido alguno se propugne en dicha teoría la tesis d e que
el todo es anterior a las partes. El problema de la prioridad en
el ámbito de los todos y las partes no se plantea en absoluto en e/ contexto
de la teoria de la forma, mientras que es un problema perfectamente
legitimo dentro del marco de la concepción tradicional de las partes y
los todos, según la cual los elementos producen los todos por
composición y los todos producen los elementos por descomposi-
ción. D e acuerdo con la concepción tradicional, los elementos
permanecerían idénticos a sí mismos, ya sea que se agrupen o
no. Para poder ver esto, menester es comenzar por una clarificación
del problema. Pasemos a ello.
Pudiéramos hacer la objeción siguiente: el problema d e la
prioridad en el ámbito de los todos y las partes no puede ni
siquiera plantearse, ya que los propios conceptos de todo y parte
son nociones correlativas y, como tales, se exigen mutuamente.
Para que podamos considerar como parte a cualquier dato es
menester que contribuya a formar un todo. Si no hay un todo,
no tiene sentido hablar de partes. Esta tesis tiene una validez
de índole absolutamente general, ya que se aplica a datos, hechos
y objetos d e toda clase. Los conceptos de todo y parte son,
pues, d e naturaleza formal o analítica, en el sentido que Husserl
ha dado a estos términos; es decir, que dichos conceptos se definen
de modo estrictamente formal y no incluyen, por tanto, referencia
alguna a materias sustantivas o cualitativas (sacbbaltigt Materie) 157.

157 En torno a la definición del ámbito analítico o formal puro, que es


1.a teoría de la forma 175

Se sigue de dicha definición que los conceptos analíticos tendrían


una esfera ilimitada de aplicación. A partir de cualesquiera concepto
y proposición, podemos obtener conceptos y proposiciones analiti-
cos mediante la operación de ~formalización~. Consiste este procedi-
miento en sustituir todos los términos cuya denotación sea substan-
tiva, cualitativa y material por términos que estén completamente
indeterminados con respecto al contenido material y que se definan
sólo mediante ciertas relaciona. Dichos términos serian análogos
a los símbolos algebraicos. Los términos resultantes de la formaliza-
ción serían así variaciones de la idea puramente formal d e «objeto»
o de «algo en general)). A un nivel todavía más alto de la formaliza-
ción, llegarían a someterse a dicho procedimiento hasta las mismas
relaciones, que vendrían a ser sustituidas por «operaciones» que
se definen exclusivamente en función d e sus propiedades formales.
No obstante, como señala el propio Husserll58, la verdad analítica
en que se afirma que las partes no pueden existir sin un todo
es compatible con el hecho de que sea imposible que ciertos
datos, en v i r t d de su contenido material, existan a menos que lo
hagan en conjunción con otros de una especie determinada (v.g.
el color y la extensión). Pueden los datos de esta especie existir
solamente en cuanto partes de. un todo, mientras que datos de
otra clase (v.g. las notas musicales) pueden hacerlo, en virtud de
$u contenido material, tanto en grupos (o sea, en cuanto partes)
como por separado. Si unos datos de hecho se presentan por
separado, hay que decir que ya no son partes, o sea, que no
se conectan ya mediante la relación «parte-todo» ni por medio
d e relaciones que se deriven de ésta o que coincidan con ella.
A partir del momento en que esto suceda, la relación aparte-todo»
deja de tener importancia yse convierte, por tanto, en algo extrínse-
co al contenido de «las partes independientes)). El contenido cualita-
tivo intrínseco d e tales partes se considera como invariable con
respecto a todo posible agrupamiento. Husserl propuso esta tesis
al establecer su teoría d e los factores figurales, para lo que tuvo

un concepto de importancia fundamentai en la filosofía de la lógica de Husserl,


véanse: Log. Unt., 1, tj 67 cs.; 11, iii, tj 4 11 s.; Idem, 3 13; Formule md truuJ~en-
dentule wk, $ 6. 12 SS., 23 SS., 26 a, 27. Cfr. Farber, op. cit., C.C. 5 B, 10 A
in~.
'56 Husserl, Log. Unt., 11, i, pp. 253 s.
176 Principios de la teoría de la forma

ocasión de referirse al conaepto de Vwschmel~lmgde StumpfBQ.


En lo que respecta a las partes independientes, acepta Husserl
el concepto tradicional de todo y parte a base de la noción de
elemento. Partiendo d e dicho concepto, Husserl afirma que los
mismar elementos pueden exi~tiry de hecho existen y son experimentados
de dos maneras distintas, a saber: en grupo y por separado. De
aquí surge la cuestión160 acerca de cuál de las dos maneras d e
existir y d e experimentar tenga prioridad o carácter privilegiado
desde el punto de vista de la descripción analítica o d e la explicación
teórica.
E n la teoria de la forma se niega que los elementos s a n
invariables con respecto a todo posible agrupamiento. Por consi-
guiente, se niega que los elementos existan y sean experimentados
como si fueran lo mismo tanto en grupo como por separado.
Ya hemos dicho con anterioridad161 que pueden ocurrir modifica-
ciones fenoménicas en los constitutivos de una contextura esuuctu-
ral como resultado de su separación. Así, cuando un todo se
disuelva de hecho o mentalmente, no deberemos confundir los
productos de la descomposición o los elementos resultantes con
las partes que se encontraban en el todo antes de su descomposición.
Los todos no pueden ser reducidos a elementos, o sea, a los
productos que resultarían d e la descomposición del todo y a ciertos
principios adicionales162 (como son, por ejemplo, las cualidades
estructurales y los factores figurales). En la teoria de la formo,
una concepción funcionalista srrstituye al concepto tradicioaal de todo y
parte a base de elementos. h s partes se deJinen como constitutivos o
en cwnto partes del todo. Se las concibe en cuanto son esencialmeata
detwminaLs y mod~icadaspor el signiji'cado funcional que pareen lar
unas con respecto a las otras y, por tanto, en relación al todo de lo
contextura estructural en la que se integren. Por cons&uiente, considirasa
el todo como la coexistencia sqnilibraday bdanceada de sw partes fuacional~s
en tanto y en cuanto se encuentran éstas en una relación de dependencia

159Cfr. ~ n p r a ,PP. 99 ss.


160Notemos, dicho sea de paso, que a Husserl po le interesa esto.
181 Cfr. snpra, 16 c.
162 Tales principios se dan por añadidura. en el sentido de que se sobreaiiadcn
a los elementos y no ejercen influencia intrínseca alguna o producen modificaci6n
de ninguna especie en los mismos.
La tcoria de la forma 177

rec$rocay completa. Se definen el todq y la parte uno en función


del otro y resultan ser correlativos, n o sólo en el sentido formal
y analítico, sino también en lo que se refiere a su contenido
sustantivo y a la modificación material de éste. A partir de una
concepción funcionalista de los todos y las partes, n o es posible
plantear el problema de la prioridad d e unos u otros. Creemos
que dicha concepción es una d e las más valiosas aportaciones
que se encuentran en la teoría de la forma y, desde muchos puntos
de vista, resulta ser de decisiva importancia.
Con anterioridadl63, habíamos mantenido que una misma situa-
ción fenoménica podía expresarse tanto al decir que una parte
determinada de cierta contextura estructural deriva su significado
funcional de la totalidad de la contextura o de sus co-constitutivos
como al afirmar que la .parte en cuestión hace una aportación
a la determinación del significado funcional de sus co-constitutivos.
Sea P la parte en cuestión y Pl,P2, ... P,., sus co-constitutivos en
la contextura estructural de que se trate. La primera d e las dos for-
mulaciones correspondería a un análisis que ataña primordialmente
a P1, P2,... P,.l. Cuando mediante un examen d e esta especiela4,
separamos las partes unas de otras, se hace patente que las partes
de que se trata exigen que exista en un lugar determinado la parte
P,, en tanto y en cuanto se halla ésta determinada por un cierto sig-
nificado funcional. Y esto se debe al significado funcional d e las
partes P1,P2,... P,.l y sucede en virtud de la determinación reci-
proca de éstas. En tanto y en cuanto los co-constitutivos de P, exi-
gen la existencia de ésta, debe decirse que Pn ha de encajar en el sis-
tema que forman tales partes. Pero también el análisis puede refe-
rirse a la parte Pn y tener por objetivo determinar que, para que di-
cha parte pueda existir precisamente tal y como se da el caso con-
creto de que se trate, es menester que haya un marco o sistema al
cual P, pertenezca y que le sirva de apoyo, pero, de modo tal, que
cada uno de los constitutivos de dicho sistema se tome con el sig-
nificado funcional específico que posea. La segunda formulación
expresaría los resultados de un análisis llevado a cabo d e esa mane-
ra. La diferencia entre las dos formulaciones simplemente indicaría
que podríamos adoptar dos puntos d e vista distintos para realizar
-- .

18s Cfr. snpra, pp. 139 s.


'84 cfr. Jupra, pp. 146 SS.
178 Principios de la teoría de la forma

la descripción analftica. Es e&idente que no existe prioridad d e un


punto de vista sobre el otro y que, por consiguiente, la pregunta
en torno a cuál de los dos puntos de vista sea más apropiado o ade-
cuado carece por completo d e sentido. Que ambas formuiacionea
sean equivalentes hace patente que la naturaleza especifica d e la
unidad d e una contextura estructural es la de una unidad por cohe-
rencia o cohesión estructural; es decir, que es una unidad que re-
sulta de la dependencia y la determinación recíprocas de las partes.

11. La ley de la continuación apropiada


Al estudiar configuraciones de puntos, líneas y curvas, Werthei-
mer ha señalado que son cuatro los factores que contribuyen
a que las partes se agrupen en conjuntos unitarios, E n orden
ascendente, tales factores son los que siguen: 1. la proximidad;
2. la igualdad; 3. el cerramiento y 4. la continuación apropiadala.
Como Merleau-Ponty ha señalado, pueden ser tomados tales facto-
res como si fueran los requisitos objetivos de la organización
perceptiva, o sea, como las condiciones que tienen que ver con
los estímulosl66. De hecho, ésa es la interpretación que se ,les
ha dado, pero, sin embargo, hubieran podido ser interpretados
de otra manera, a saber: en cuanto rasgos estructurales inmanentes
a las contexturas perceptivas experimentadas. E n un marco descrip-
tivo y fenomenológico, esta última interpretación es la que ha
de tener primacía, como ha ocurrido precisamente en nuestros
análisis anteriores.
Desde el punto de vista de la concepción funcionalista del
todo y las partes, son de particular interés el factor de cerramiento
y, sobre todo, el d e la continuación apropiada. La importancia

16s Wenheimer, «Untersuchungen zur Lehrc von der Gestaltm, loc. NI., ii.
Véase también: Koffka, Principle~o/ Gertalt P~chology,pp. 164 SS. Si en orden
ascendente se diera un factor tras otro, tendriamos que el que jugara primero
su papel predominarfa sobre el siguiente, en el caso d e que la situación fuera
la de la competencia entre ellos.
1" Merleau-Ponty, Phinominologie de la pcrccption, pp. 23 SS. Al criticar la
explicación de los fenómenos psicológicos mediante el principio d e causalidad
(pp. 137 SS.), llega Merleau-Ponty tan lejos como a sustituir los conceptos d e
causa y condición por el de motivo. E n torno a su análisis d e la convergencia
y de la magnitud aparente en cuanto motivos y no como condiciones de la
percepción d e la profundidad, vtanse las pp. 296 ss. y también las pp. 58 SS.
La teoria de la forma 179

de ambos factores no se limita al ámbito óptico en que por vez


primera fueron establecidos. La eficacia del factor de la continua-
ción apropiada se hace patente de modo especial en los casos d e
contexturas estructurales sin terminar (como cuando, por ejemplo,
se interrumpe una oración o una melodía). El que algo esté por
terminar es, por supuesto, un rasgo fenoménico de la experiencia.
. Se nos presenta un fragmento d e oración o de melodía como algo
incompleto y que exige que se le continúe de manera apropiada.
D e la concepción funcionalista del todo en cuanto sistema
balanceado, equilibrado e internamente unificado de partesf67, po-
demos deducir la existencia de la tendencia hacia la continuación
apropiada. Cuando se dé un número suficiente de partes para
integrar un sistema que requiera ser complementado, pero que,
no obstante, cuente ya en líneas generales con forma, dirección
y estructura, se establecen ciertos requisitos que ha d e cumplir
toda nueva parte que venga a incorporarse al sistema. Se exi-
ge así la presencia de partes que se ajusten al sistema que ya
se ha esbozado. Al formar un sistema incipiente que se encuentre
dotado ya de contornos generales, las partes que se dan se presentan
con el significado funcional que posean con respecto unas de
otras y en cuanto modificadas por el mismo. Se hace patente
que el sistema se halla por terminar en el hecho de que experimenta-
mos tales partes en cuanto carentes d e apoyo y complemento
a tenor de su significado funcional y conforme a él. D e esto
se sigue que las partes que se dan exigen la existencia en ciertos
lugares determinados de otras partes que vengan modificadas de
acuerdo con el significado funcional de aquéllas. Todos los requisi-
tos y las exigencias -sean cuales fueren en cada caso concreto-
resultan de dar contenido específico a la condición formal general
de que haya conformidad y ajuste con lo que ya se ha presentado.
Por consiguiente, cuando se presenten diversas maneras posibles
de complementar el sistema, resultará ser la mejor la que cumpla
los requisitos de la continuación apropiadal68. E n circunstacias
favorables, el sistema que se da por terminar despliega tendencias

1%' Se definen aquí las partes a base de su significado funcional.


168 En torno a la evidencia experimental para este aserto, véase: W. Metzger,
«Beobachtungen über phanomenale Identitat*, Psychologi~chc Forschung, XIX
(1934). Cfr. el resumen que Koffka hace de ello (op. cit., pp. 301 ss.).
180 Principios de la teoría de la forma

enérgicas propias que tienen por objetivo lograr que se complete


el sistema. Surgen asi movimientos que tienden a cerrar el sistema
conforme a la ley de la continuación apropiada. Experimentamos
dichos movimientos en la percepción sensible real y auténticalas.
Quizá los ejemplos más notables de complementación espontá-
nea los encontramos en las observaciones que Fuchs ha hecho
del comportamiento de los pacientes hemianópticosl70. Cuando
se les muestra un círculo a estos pacientes, d e modo tal que
una parte lo suficientemente grande del mismo se presente a la
mitad intacta de la retina mientras que el resto corresponda a
la mitad ciega, muchos d e ellos ven un círculo entero. La parte
ha de considerarse como bastante grande si muestra sin ambigüeda-
des la forma circular característica. Debe hacerse hincapié en el
hecho de que estos pacientes ven el circulo entero en /a experiencia
sensible real y que, por tanto, n o lo complementan mediante la
imaginación. Para el paciente n o hay diferencia alguna entre la
parte vista que resulta de la estimulación y la otra parte que,
aunque vista, no resulta, sin embargo, d e Ia estimulación sino
de un proceso espontáneo de complementación. Se obtiene el
mismo resultado cuando se presentan otras figuras d e gran simplici-
dad (como son, por ejemplo, las estrellas, los cuadrados y las
elipses). N o ocurre complementación espontánea alguna en el caso
de figuras más complejas, aunque no sean d e indole menos familiar
que aquéllas (pongamos por caso las letras, una mariposa o un
tintero). La familiaridad que se deriva del conocimiento previo
de estos objetos resulta, pues, no tener nada que ver con el fenóme-
no de la complementación.
En la experiencia musical, nos encontramos a cada paso con
el hecho de la continuación apropiada. Cuando se presenta un
tema musical -aun cuando sea por vez primera- y se alcanza
una cierta etapa en que todavía el tema no se ha terminado pero
en la que muestra un carácter más o menos específico en la forma

la@ Véase el informe de Koffka sobre los resultados experimentales (op. cit.,
pp. 141 SS.).
170 W. Fuchs, ~Untenuchungen über das Sehen der Hemianopiker und
Hemiamblyopika. 11. Die totalisierende Gataltauffassung», P~cbologiscbeA n o b -
srn birnpofbologislba Falle onf Grund pon Untersncbwtgen Hirnuer/e~/erV , ed. A.
Gelb y K. Goldstein, Zeitscbrift f . P~chologie,LXXXVl (1921); véase el breve
infotme que hace Koffka sobre a t o (op. cit., pp. 146 SS.).
La teoría de la forma 181

de una dirección relativamente definida, se establecen ciertos requi-


sitos para que la continuación del tema tenga lugar. Cuando en
dicha etapa muestra el tema un carácter musical definido, ha de
llegar aquél a su conclusión «natural» d e acuerdo con una lógica
musical intrínseca. Si nos encontráramos, empero, en etapas donde
la dirección presente un carácter menos definido, sería posible
continuar el tema ya establecido de varias maneras posibles o
que sufriera giros de diversa índole. Sin embargo, n o todos los
giros imaginables serían posibles desde un punto de vista musical,
pues la continuación debe seguir las pautas que ha fijado la dirección
ya establecida. Puede limitarse la continuación a desarrollar el
tema, o puede darle un nuevo giro, con tal de que éste sea conforme
al carácter musical del tema, aunque se encuentre el mismo estableci-
do sólo de modo más o menos incipiente. La condición que
viene así impuesta a la continuación es la siguiente: que lo que
siga se ha de ajustar a lo que ya se ha presentado y que se
pueda formar con lo que se da antes y después la unidad de
una contextura musical coherente. Si no se cumpliese tal requisito,
ocurrirían los característicos fenómenos del «desentono» y d e «la
sorpresa)), que pudieran llegar hasta el extremo de producir el
«estallido» de la contextura rnusical~71.Todas las experiencias musi-
cales mencionadas (que dan expresión a la ley d e la continuación
apropiada) sirven de corroboración a la concepción funcionalista
d e los todos y las partes. La ley de la continuación apropiada se
hace, pues, inteligible a base de dicha concepción.

171 Cfr. Koffka, op. cit., pp. 449 SS. Seria muy útil comparar la explicación,
a base de ley de la continuación apropiada, que propone Koffka, de los movimien-
ros musicales entrelazados (op. cit., pp. 434 SS.) con el análisis que Witasek
hace del mismo fenómeno (Cf. «Beitrage zur Psychologic der Komplexionenn,
loc. cit., pp. 142 SS.).
Tercera parte

CONCEPTOS FUNDAMENTALES
D E LA FENOMENOLOGÍA CONSTITUTIVA
Capítulo 1
CONCEPTOS FUNDAMENTALES
DE LA F E N O M E N O L O G I A C O N S T I T U T I V A

1. Dos modos d e acceso a la conciencia: el psicológico y


el fenomenológico

Todos los análisis anteriores, que nos sirvieron para determinar


q u e v organización es un rasgo originario de la experiencia y
para establecer ciertos conceptos fundamentales de la teoria de

d
la form fueron llevados a cabo dentro d e un marco psicológico.
Hasta a ora no nos habíamos preocupado d e problemas filosóficos
en el sentido estricto del término ni tampoco de la fenomenologia
y, no obstante ello, llevamos a cabo tales análisis psicológicos
con el propósito d e llegar a formular una teoría fenomenológica
de la conciencia. E n la Cuarta Parte de esta obra, por ejem-
plo, emplearemos el concepto d e coher- c~hesi,on.- e s u a
1- y otras nociones afines, con el objetivo d e &r expresión
a la teoría fenomenológica de la percepción. En la Quinta Parte,
emprenderemos el análisis de tipos de organización que no puedan
reducirse al de la coherencia o cohesión estructural. Este tipo
d e investigación será de naturaleza y alcance fenomenológicos.
Es precisamente ahora que hemos llegado a un nivel del análisis
donde se puede pasar d e emplear el punto d e vista psicológico
a adoptar el fenomenológico. Debido a esto, no nos quedará
186 ' Conceptos fundamcnrales de la fenomenologia constitutiva
. /'1 '

más remedio que hacer un alto en la investigación d e la organización


y sus clases y pasar a explicar ciertos conceptos fundamentales
de la fenomenología de Husserl. Tarea tal tendrá por resultado
que la Tercera Parte del libro ocupe una posición un tanto aislada
dentro del contexto de la obra. E n esta parte, por consiguiente,
abandonaremos el asunto de nuestra investigación con el fin d e
sentar las bases de la consideración ulterior del mismo. Es menester
que procedamos a hacer esto, en virtud de las diferencias profundas
y radicales que existen entre la noción psicológica y la fenomenoló-
gica de la conciencia. A nuestro juicio, éste es el lugar idóneo
para hacer algunas precisiones en torno a dicha diferencia.
Desde el punto de vista psicológico, se toman los actos d e
la conciencia-en cuanto acoñtec~miint~s de índole determinada
que tienen lugar en el midmo,.mu.ndo-.r g L y en el mismo tiempo
.o- que sucesos de otra especie (v.g. los procesos que d n
lugar en el organismo -especialmente los del sistema nervios-
y los procesos físicos de toda índole). Existe una relación causal
o funcimal---entre los Pcías.dela c w n c i a y los procesos fisiológi-
--. . ..~.-.
cos, que, a su vez, son producidos fof-ciertos procesos.f-
a saber: la estimulathn extecrra ~&'16<-6rgxrros d c t o s sentidos.
Es a base de dichas relaciones funcionales de dependencia que
puede estudiarse la conciencia en el ámbito d e la psicología. D e
hecho, sucede esto así. La psicología resulta ser, pues, una ciencia
positiva. Como a cualquier otra ciencia de esta índole, le correspon-
de a la psicología un sector bien delimitado d e la realidad, que,
como los demás sectores de la misma, es d e naturaleza mundana
y forma una trama con ellos. Es en completa conformidad con
esto que en el ámbito de la psicología -en cuanto exploración* "". .-... .
y explicación de la conciencia- se continúa la labor d5 las cienc'ms
y
'fisicas. y'5ioIógicas se hace ello en parte a base de dicha labor.
---El interés que la fenomenología tiene por la conciencia es
de naturaleza totalmente diversa. La materia que estudia esta disci-
plina no es semejante en absoluto a la de las ciencias positivas.
La fenomenología tiene por objeto !~.dlrificacióny la
'i
f u n d a m e p s d e l , %nocimiento, tanto del teóricó c i e ~ t i ~ ~ '
el sentido estricto de la palabG como del $índole pre-teórica
-.. ,.. _...,.que nos sirve de.g&en n u e s t r o - v i i i ~ d - m =
y ppxieptifica,
,

de la experiencia cotidiana y a partir-del cual se desarrolla el


conocimiento teórico y cientlfico. A cualquier nivel en que nos
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 187

encontremos, alcanzaremos 1 conocimiento . ____ actos


mediante y ope-

2kI
---.-.----.____ .- .- .- -
...A

raciona de la conciencia. conocimiento se dirige a objetos


di& &7s'ki:i~~pe&;%~ia^ er: tanto a objetos del mundo percepti-
vo (como son, por ejemplo, las cosas inanimadas, los animales
y los otros seres humanos) como a las construcciones de la ciencia
(v.g. las proposiciones, los números y las configuraciones geométri-
cas) y a las obras de arte y a las instituciones sociales y politicasl.
Cualquiera que sea la índole especifica del objeto en un caso
concreto, habrá de aparecer éste a la conciencia mediante determina-
dos actos y sistemas de actos. El objetivo de la fenomenología
consiste en clarificar y _ dar __
. . . d e objetos d e toda índole y
razón
. ..,..
en determinar .s.u''condició ~ n t o l & ~ i &es ; decir, q u e consiste
eñáclárar y explicar la existeficriz.de.taJ 'mismos y el significado , y
de é , ~ t ~ w ~ ~ ~ t e n d r que e mreferirnos
o s ;-Es 1
c&rrS~óndientes actos mediante los cuales dichos objetos se presen- I
tan provistos de sentido y significado en nuestra vida consciente,
o sea, en nuestras actividades prácticas, teóricas, artísticas y d e I
',
toda especie. El propósito y la orientación de la fenomenología '
no nos permiten proceder, por tanto, al estilo de las ciencias
positivas. Si tratáramos de emprender la tarea que consiste en
aclarar y justificar a partir d e los mismos conceptos y procedimien-
tos que nos proponemos aclarar y justificar, caeríamos evidente-
mente en un círculo vicioso. Pero precisamente dos d e las tareas
\
de la fenomenología son la clarificación y la justificación d e los
procedimientos y los conceptos de la ciencia positiva, por lo cual
no será posible en aquéllas partir d e tales procedimientos y concep-
tos. Desde el punto d e vista fenomenológico, no podremos conside-:
rar la conciencia como si fuera uno más de los tantos ámbitos \
mundanos. Todo obieto, sea cual fuere el ámbito mundano a i .
que i e ~ a ' l ~ c ~ _..._._
- f_..u_I._ n f ~ ~a i -~ <~ ; r n í
s e ~ ~ s u p o n ese decir,
- a ; que to2o objeto nóS' remite a los'
d m d i a a t c las cuales aparece y se presenta con el siggdniq-
do'que tiene e n nuestra vida. Es así que la conciencia se pone
de manifiesto como el iwbito o medio universa!,p!- e1 cual se e

presentan todos los ob"jetos. Por tanto, todá esfera mundana se


..-. . .
-.* .-+---v--"

1 Empleamos el ttrmino «objeto» con el sentido m i s amplio que podamos


concebir, de modo que se aplique a toda cosa que pueda llegar a ser u u n t c
---
de cualquier forma posible de di~curs6,.~e%arnient?o-a&1&nsi6n.
1-. - .
Y-
188 Conceptos fundamentales de la fenomenología constitutiva

refiere necesariamente a dicho ámbito. E n esto consiste precisamen-


te el privilegio de la conciencia y - su . .prioridad -
.... - ...--.. con
-...- .- rqspecto
, .. a
toda esfera,m.u- u n d o l e mundana de una esfera deteiminTda
es% mismo que el hech etr- de ia totalidad de
,-...fi o '-be bi5-tiam S.=-'-.& "*a .'.=os m
C
la' reaIida&
_ ...-...._, k
w-
como si fuera de índole mundana.
Para elaborar esta concepción fenomenológica de la conciencia,
determinados métodos y conceptos específicos son menester. Esta
parte de la presente obra se ocupará precisamente d e la explicación
de tales conceptos y métodos. A pesar de la diferencia que existe
entre el modo psicológico de acceso a la conciencia y el fenomenoló-
gico, el planteo radical de ciertos problemas psicológicos se convier-
te en la motivación de algunos conceptos fundamentales d e la
fenomenología. Demostraremos esto cuando nos ocupemos del
rechazo de la hipótesis d e la constancia y d e la distinción que
hiciera James entre objeto y asunto de pensamiento. Y viceversa:
los resultados de la investigación fenomenológica continuarán sien-
do válidos en un marco psicológico. E n este sentido, Husserl
habla de una reforma psicológica radical que se encuentra implícita
ya en la concepción fenomenológica de la conciencia2.
E n cierto sentido, el modo d e acceso a la conciencia que
caracteriza a la fenomenología había sido ya preparado por Descar-
/ tes en las dos primeras d e sus Meditaciones de Filosofta Primera.
Allf aparece la conciencia no sólo como lo que resiste a la duda
universal que h ~ a ó b j e t o de s toda especie, sino también como
el. ámbito .al
-....u--. .... ,que se .rcftef_-y, en este sentido, 19 suponen-
todos+,Ios,obje@s.(y, en especial, las cosas materiales). A i i r
el análisis de la percepción que ha llevado a cabo, Descartes nos
habla d e este modo3:
Pero, al fin y al cabo, ¿qué he de decir de la mente, es decir, de mi
mismo?... ¿Qué afirmación haré, digo, del yo que parece concebir este pedazo
de cera con tal nitidez y distinción? ¿Es que no me conozco a mi mismo
no sólo con mayor verdad y certidumbre sino también con mayor distinción
y nitidez? Pues si yo juzgo que la cera es o existe debido a que la veo, sin
I
2 Husserl, ~Nnchwortzu meinen 'Ideen zu einer reinen 'Phanomen~lo~ie
. und phinomenologischen Philosophie'n, Jabrbucbfür Philosopbie undpbünomenol0gi~-
cbe Forscbnng, IX (1930). pp. 565 SS.Cf. también injra, p. 467, n. 56.
3 Descartes, Méditatioionr en Oerrvres de Descartes, ed. C . Adam y P. Tannery
/ (París: Vrin, 1964), IX-1, pp. 25-26.
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 189

duda se sigue con mayor evidencia del hecho d e que la veo que yo sea o
que yo mismo exista ... si juzgo que la cera existe debido a que la toco, s e
seguirá también lo mismo, o sea, que existo, y, si hago idéntico juicio penuadido
por la imaginación o por cualquier otra causa. legaré siempre a la misma
conclusión. Y lo que he dicho aquí sobre la cera puede aplicarse a todas
las demás cosas exteriores o que se encuentren fuera d e mi ... si la noción
y el conocimiento que tengo d e la cera parecen tener mayor nitidez y distinción
una vez que me ha sido puesta ésta d e manifiesto n o sólo por la vista o
'el tacto sino también por muchas otras causas, con cuánta mayor evidencia,
distinción y nitidez no deber6 ahora conocerme a mi mismo, puesto q u e r ~ r l (
las.,.razones que m e permiten conocer y concebir la naturaleza d e la cera o
de otro' cüiipo cualquiera establecen d e modo mucho más fácil y evidente
la naiüraleza de mi mente; .. . '

Conforme a esto, Husserl caracteriza a la fenomenologla como


una forma de «neo-cartesianismo», pero no sin dejar d e añadir,
sin embargo, la siguiente restricción o reserva: «aunque se vea
obligada -precisamente debido a la elaboración radical que lleva
a cabo de los motivos cartesianos- a rechazar casi todas las
bien conocidas tesis doctrinales de la filosofía cartesiana~r.
Según Husserl, Descartes no logró llegar a comprender el
significado total de su descubrimiento. Al interpretar la conciencia

e@tencia de otros
.- --.e

con respecto a otros grandes pensadores del pasado (v.g. Hume


y Kant) con quienes creía encontrarse en nexo de continuidad
histórica. A! abrazar las intenciones filosóficas últimas d e dichos
pensadores, no le queda a Husserl otro remedio que separarse
por completo no sólo d e algunas d e sus tesis sino tambien del
contenido doctrinal d e casi todas sus teorías. Esta acción le pareció
a Husserl necesaria precisamente a fin de cumplir las intenciones
filosóficas de tales pensadoress.
4 Husserl, Carfuianiscbe Mcditationcn, p. 43.
5 Ibíd., fj 10.
6 E n torno a la filiación histórica de la fenomenolopía. véanse: Husserl,
Ideen px cincr re;nen Phünomcnologit nndp3inomenologiscbcn ~bilo&bic (que llamaremos
Ideen d e ahora en adelante)... 6" 62; aNachwort zu meinen 'Ideen zu einer reinen
Phanomenologie und phanomenologischen Philosophie'a, Ioc. cit., pp. 563 SS.;
100 Conceptos fundamatala de la fenomenologia constitutiva

2. La iaiz de la hip6tesis de la constancia

Con el propósito de elaborar la concepción fenomenológica


de la conciencia, pasemos ahora a considerar el marco conceptual
en el que surge la hipótesis d e la constancia. Los conceptos que
vamos a examinar tienen un significado y alcance mayores que
los que poseen simplemente en virtud de su relación con la hipótesis
de la constancia.
En toda ocasión de nuestra vida consciente, nos encontramos
en el mundo perceptivo y entre cosas y objetos de variadfsima
índole, a saber: tanto entre objetos naturales como entre objetos
culturales o valiosos y lo mismo entre las cosas inanimadas que
entre los animales y los otros hombres con quienes nos relaciona-
nios de diversas maneras. Todos estos objetos, cosas y seres anima-
dos aparecen como existentes reales y son aceptados como tales,
o sea, como partes integrantes del mundo real que abarca a todos
los existentes (incluso a nosotros mismos). Al vivir en «la actitud
natural)) (o sea, de acuerdo con la actitud n o sólo de la experiencia
de la vida cotidiana sino también de toda actividad, salvo únicamen-
te la d e la reflexión filosófica radical), aceptamos simplemente
el carácter existencial con el que se presentan el mundo perceptivo
y sus constitutivos7. E n todas nuestras transacciones con los exis-
tentes reales del mundo (es decir, en todos nuestros razonamientos,
percepciones, exploraciones, planes y acciones), va implícita o juega
un papel la creencia en la existencia, o sea, la creencia en la
existencia de las cosas o los seres que nos ocupan. Dicha creencia
no está planteada y formulada d e modo permanente; no siempre
hacemos explícito y distinguimos y afirmamos el carácter existencial
de las cosas y de los seres con que nos encontramos. Hacerlo
explícito y formularlo mediante un juicio d e existencia es algo
que, por supuesto, nos es posible siempre. Por lo general, sin
embargo, la creencia en la existencia se halla en todas nuestras
actividades de un modo más bien implícito e inarticulado. N o

Formule und tranr~andantaleLogik (a la que nos referiremos en lo adelante como


Logik), pp. 226 SS.; Die Krisir dcr Enropljrrchen Wis~cnrcbuftprImd dic tranr~cndcntuie
Pbünomcnologic en Hkustrliaw (La Haya, 1954). VI, 5 $(a6SE..Véase también :
M
, G. Berger, ~Husserla Hume», Rtvne internatianule de pbilozophic, 1 (1939).
7 E r b q u e se refiere a «la actitud natural», véanse: Husserl, Ideen, $5
27 SS. 1. Farbcr, op. cit., pp. 522 SS.
... ,
(:onceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 191

se trata de una premisa que implique ciertas conclusiones, sino


más bien de una tesis general que, sin ser formulada y sin llegarse
a convertir en un tema para la conciencia, sirve de sustrato y
apoyo a todas nuestras actividades mentales y es la base a partir
de la cual nos enfrascamos en todas nuestras transacciones con
los existentes del mundos. Que la creencia en la existencia llegue
a convertirse en tema para la conciencia no será otra cosa que
el hecho de que logremos formular la tesis general, a la cual
-precisamente al convertirse en tema- descubriremos como lo
que se encontraba implícito ya, antes d e ponérsenos d e manifiesto,
en la actividad misma de que se trate. Por consiguiente, dicha
tesis general no es producida por la explicitación de la misma.
No abandonamos la actitud natural cuando pasamos del conoci-
miento perceptivo y de la experiencia común a las explicaciones
científicas, o sea, cuando sustituimos el mundo perceptivo que
nos es a todos familiar en la experiencia cotidiana por el universo
que ha sido construido y elaborado por la física. Las construcciones
d e la física y la elaboración de un universo que sea científicamente
válido están sujetas a la prueba decisiva de la correspondencia
y del acuerdo con la experiencia perceptiva. La explicación y
la elaboración científicas se producen a base de la experiencia
perceptiva y se orientan con respecto a ésta. D e esto se sigue
que la creencia en la existencia -que se encuentra difundida por
todo el ámbito de la experiencia perceptiva- se extienda también
a la esfera de la explicación científica del mundo y sirva d e sustrato
a la elaboración del universo de la física mediante la aceptación
implícita y no reflexiva de la existencia del mundo perceptivov.
Si tomamos en cuenta la elaboración del universo d e la física,
tendremos que reformular la concepción d e nosotros mismos como
existentes mundanos10 en función del organismo humano en cuanto

8 Husserl, Ideen, pp. 52 ss.


9 Aquí no podemos pasar de la mera constatación de la complicación que
se origina a partir de una creencia existencial secundaria, es decir, de la creencia
en la validez de la elaboración cientifica y del universo construido por la
física, que se aiíade a la creencia existencial primordial en el mundo perceptivo
o que más bien se funda en Csta.
10 O sea, en cuanto formamos parte de la totalidad de los existentes mundanos
que actúan unos sobre otros, noción esta que es característica de la actitud
natural.
102 Conceptos fundamennles de la fenomcnologia constitutiva

expuesto a la estimulación externa, que es causa de determinados


procesos en el mismo. Habrá de establecerse a su vez una correla-
ción entre dichos procesos y la experiencia de los datos sensibles.
Habremos de concebir tanto a los estímulos como a los procesos
que tienen lugar en el organismo en consonancia con los conceptos
y las ideas imperantes en la esfera de la física. Hablando en términos
históricos, puede decirse que la hipótesis de la constancia er el rerulfaa'o
del primer intento de establecer una relación simple entre la estimulación
de los ótganos de los sentidos, por un lado, y -por otro- los proceros
fisiológicos causados por ésta y las sensaciones concomitantes. Al poner
de relieve la hipótesis de la constancia en virtud del papel que
ha jugado en el desarrollo de la psicología moderna, debemos
tener presente que la hipótesis de la constancia no es más que
el supuesto que sirve de especificación a la concepción general
de la relación entre la física y la psicología que acabamos de
resumir. Por consiguiente, hay que afirmar que la hipótesis d e
la constancia no es la única especificación posible de tal fundamento
general.
La psicología moderna no sólo se ha desarrollado junto a
la física moderna, sino que además lo ha hecho en continuidad
c m ellall. Por lo pronto, no debemos hacer hincapié en la defini-
ción de los conceptos psicológicos por analogía con los de la física12,
ya que es más importante aún la referencia que se hace a la
física en el planteo mismo de los problemas psicológicos, especial-
mente en los que tienen que ver con la percepción. Para explicar
la percepción, el psicólogo acepta el universo que se ha concebido
en la física y parte de él, o sea, que procede a base del universo
verdadero y científicamente válido. Asimismo, el psicólogo consi-
dera el organismo humano en cuanto sistema físico sobre el que
actúan los hechos físicosis. Aparte de las teorlas que se propongan,
los problemas mismos que se supone que dichas teorías resuelvan

11 Ernst Cassirer, Dnr Erhnntnisproblem in dcr Pbiio~opbic und Wir,cnscbuft


dcr ncwasn Zsit (Berlín: 1922), 1, pp. 554 SS. Cassirer considera a Malebranche
como el primer psicólogo auténtico de la filosofía moderna.
12 Hemos examinado algunos ejemplos que ilustran tal analogia en nuestro
artículo intitulado tLa place de la psychologie dans I'ensemble des sciencesn,
Rwne de ~ _ y n l i ~VI11
s , (1934), pp. 170 5s.
18 Vtase la clásica formulación de esto que hace Helmholtz, Hundbuch der
pbysiologirchcn OptiA, pp. 584 SS.
Conceptos fundamentales de la fenomenologla constitutiva 193

se determinan al tener en cuenta la física. E n este sentido, podemos


decir que lo mismo la psicología empirista que la intelectualista
han sido dominadas por lo que Merleau-Ponty llama «el prejuicio
del mundo»l4. Según veremos más adelante's, la psicología n o
abandona - d e n t r o del marco de la teoría de la forma- su orienta-
ción con respecto de la fisica. Y esto es cierto, n o obstante el
hecho de que en dicha teoría se rechaza la hipótesis d e la constancia.

3. La reducción fenomenológica
Mediante la reducción fenomenológica, la creencia en la existen-
cia «se pone fuera de juego», «no se emplea», «se coloca entre
paréntesis» o «se suspende»l6. No se niega ni se duda de la existencia
del mundo, y ni siquiera se acepta ésta como existencia meramente
probable en vez de cierta. La duda, la negación, etc., serían,
pues, modalizaciones de la creencia en la existencia y no su suspen-
sión. Hablando con rigor, la reducción fenomenológica n o se
r&ere a la creencia misma en la existencia o al carácter existencia1
que presentan el mundo perceptivo y h s cosas percibidas. Atañe
más bien a la actitd del fenomenólogo con respecto a la creencia
en la existencia. En este sentido, pod&os considerar perfectamente
la reducción fenomenológica como un recurso metodológico que
sirve para llegar a un conocimiento filosófico que sea radical
y que se justifique radicalmentel?. Toda cosa percibida que se
tome en la actitud natural como existente real continuará siendo
tomada así una vez que la reducción fenomenológica tenga lugar.
Esto es válido para el mundo perceptivo en su totalidad, el cual
se presenta en cuanto existente y como mundo real. E n la actitud
natural, se acepta simplemente la creencia en la existencia, y por
lo general se hace esto d e modo implícito y no reflexivo. Mediante
la reducción fenomenológica, nos negamos a aceptar dicha creencia;
14 Merleau-Ponty. Phinominofogic de fa perception, «Introducción».
15 Cfr. infra, tj 4.
16 Husserl. Ideen, $ 8 31 SS. y Sección 11, c. 4; Farber. op. cit., 526 SS. Véase
también la clarísima presentación que de esto hace A. Schütz en su artlculo
intitulado «Some Leading- Concepts of Phenomenologyn, Social Rcsearcb, XII
(19451, ui.
17 En lo que se refiere a la diferencia entre la posición de Farber y Ir
nuestra en torno a la fenomenologia trascendental. Cfr. Farber, op. cit., pp. 561
ss. e infia, pp. 262 SS.
194 Conceptos fundamentaics de la fenomenologia constitutiva

la reducción fenomenológica resulta ser, por tanto, lrna swpensión


de nuestro arentimientol8. Seguimos experimentando la creencia en
la existencia en cuanto reducida (es decir, en cuanto ya no se
acepta como fundamento del cual partir). Sería ocasión d e error,
por tanto, que habláramos de la creencia en la existencia como
si la hubiéramos pasado por alto, echado a un lado, suprimido
o eliminado o cosa por el estilo. E n verdad, nos encontramos
muy lejos d e pasar por alto el carácter existencia1 de las cosas,
ya que, por el contrario, se pone ahora d e manifiesto aquél d e
modo explícito y -junto con otras características que presentan
las cosas reales- se somete a una reflexión y a un análisis radicales.
Y lo que es más aún: uno de los temas centrales de la fenomelogíalo
consiste en la clarificación fundamental de las cosas perceptivas
y del mundo perceptivo en general.
Parece que es imprescindible que se lleve a cabo la reducción
fenomenológica a fin de que una clarificación filosófica radical
tenga lugar. Si es verdad que nos encontramos ante el mundo
real del que nosotros mismos formamos parte, se debe ello a
que este mundo se presenta mediante ciertos actos y determinadas
concatenaciones sistemáticas de actos de la conciencia (sobre todo
de la conciencia perceptiva) que tienen lugar en cuanto dotados
de un sentido específico d e existencia. Es esto válido también
para el universo de la ciencia y para los ámbitos no perceptivos
-tales como la lógica y la matemática- con respecto a los actos
y los sistemas de actos mediante los cuales se conciben y se constru-
yen dichos ámbitos. Debemos pues examinar tales actos d e la
conciencia, si es que queremos plantear y proponer problemas
filosóficos radicales en torno tanto a dichos ámbitos como al
mundo perceptivo y al sentido específico de existencia y validez
que caracteriza a cada uno de tales ámbitos y si hemos de lograr
1.9 Husserl, Cartesianiscbc Meditdtionen, pp. 59-60: «Mientras tanto, continúa
siendo (en cieno modo) 'experimentado' por mi como antes el mundo que
experimentamos ahora en la vida que aprehendemos reflexivamente y precisamen-
te con el mismo contenido que tiene en cada ocasión determinada. Continúa
haciendo s u aparecer tal y como lo hacía antes; la única diferencia consiste
en que yo, e n cuanto reflexiono filosóficamente, n o mantengo vigente (es decir,
ya no acepto) el creer natural en la existencia que conlleva nuestro experimentar
el mundo, aunque dicho creer s e encuentre aún ahí y sea notado por la mirada*.
19 Haremos una exposición d e tal clarificación en la Cuarta Parte, c. 1,
6b.
Con .eptos fundammtda de la fenomenologia constitutiva 195

una clarificación y una justificación últimas de los conceptos y


las categorías fundamentales que tienen que ver con los diversos
ámbitos. Debemos considerar sobre todo los actos mediante los
cuales los entes del ámbito d e que se trate aparecen según la
modalidad originaria y auténtica d e la presentación. Por esto pode-
mos definir la tarea filosófica par excellence del modo siguiente:
. consiste en dar raqón de objetos de todo tipo y especie y de todo sentido
objetivo que podamos concebir en términos de la sllbjetividad, o sea, a
base de los actos de la conciencia que tengan una función experien-
cial y presentativa con respecto a dichos objetos.
La referencia esencial que hace todo objeto a 10s actos d e ,I
la conciencia sirve de motivo para la reducción fenomenológica. I
El primer paso que hemos de dar consiste en hacer explícita
dicha referencia y, de ese modo, poner a la conciencia d e manifiesto : i
en cuanto ámbito único y especialmente privilegiado que es anterior '
a todo otro ámbito (incluso al mundo perceptivo)20. Una vez'
que hayamos puesto en evidencia tal cosa y a base d e ello, nos
será menester emplear el procedimiento metodológico que consis-
te en colocar entre paréntesis o en poner en suspenso la creencia
en la existencia, a fin de evitar el círculo vicioso que se hace
patente en el caso de la percepción. Veámoslo. Los actos de la
percepción se tomarán como causalmente dependientes d e las cosas
perceptivas y de los hechos físicos (lo mismo dentro que fuera
del organismo del sujeto de la percepción) mientras no se lleve
a cabo la reducción fenomenológica y se siga considerando a
la conciencia como integrada en el mundo real y como parte
de éste, o sea, en cuanto ámbito mundano particular y bien circuns-
crito. Por otro lado, tanto las cosas perceptivas como los procesos
físicos aparecerán como lo que son mediante los actos d e la percep-
ción y los de la elaboración y la interpretación científicas que
se fundan en las percepciones. E n última instancia, por tanto, se
debe dar razón d e tales cosas y procesos en función d e los actos
de la percepción. Se explica la percepción, pues, haciendo referencia
a las cosas objetivas y a los hechos fisicos, de los cuales -a
su vez- debemos dar razón en función d e la conciencia perceptiva.
Mediante la reducción fenomenológica, deshacemos la integra-

y 142;Logik, $ § 61,94 s.y 104; Cmteriani~thr


20 Cfr.Husserl,Ideen, $$ 47 SS.
Meditarionen, 8 $ 7 s.y 40 s.
196 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva

ción d e la conciencia en el mundo real. Ya no hemos d e tomar


a la conciencia como un ámbito mundano más ni a los actos
de la conciencia en cuanto acontecimientos que tengan lugar en
el mundo real y que, por tanto, dependan causal o funcionalmente
. de otros acontecimientos mundanos. Una vez que se lleve a cabo

la reducción fenomenológica, se habrán d e considerar los actos


de la conciencia sólo en cuanto experiencias d e obietos, es decir,
\ como los actos en los cuales y mediante los cuales aparecen,
se presentan y son aprehendidos los diversos objetos tal y como
,:. son. Si la conciencia es un ámbito único caracterizado por la prioridad

absoluta, se debe ello a que consiste en ser el medio de acceso


: a todo lo que existe y es válido. E l punto d e vista desde el cual
la fenomenología considera la conciencia n o es, sin duda, el único
posible. La psicología -sobre todo en su fase explicativa- n o
lo adopta. Sin embargo, si el interés filosófico predomina, habrá
de aproximarse uno a la conciencia sólo una vez que haya sido
llevada a cabo la reducción fenomenológica, a fin d e poder lograr
una clarificación fundamental. La naturaleza ambigua de la concien-
cia se pone de manifiesto precisamente en el hecho d e que es
posible adoptar con respecto a ella lo mismo el punto d e vista
naturalista que el fenomenológico. Por un lado, los actos d e la
conciencia dependen funcionalmente d e hechos y acontecimientos
exteriores a ella (y por tanto son efectos d e estos) y, por otro,
tienen una función presentativa y cognoscitiva con respecto a
todos los hechos y los acontecimientos mundanos (incluso aquéllos
de los que dependen causalmente).
Una vez llevada a cabo la reducción fenomenológica y en
virtud de la consiguiente suspensión d e la creencia en la existencia,
, no se aceptarán simplemente ni el mundo real en su totalidad
ni los existentes reales particulares en cuanto existentes, sino que
se los tomará meramente en cuanto se presentan y en cuanto
se presentan como existentes. Hemos puesto d e relieve el hecho
de que la creencia en la existencia no se elimina ni se anula
aun cuando suspendamos nuestro asentimiento a ella. Si se conserva
de algún modo la creencia en la existencia una vez que se ha
llevado a cabo la reducción fenomenológica, lo es sólo, sin embar-
go, como algo que se experimenta, o sea, en cuanto creencia experi-
mentada. D e manera correspondiente, continuaremos teniendo en
l
1 cuenta el carácter existencia1 después de asignársele, por asi' decirlo,
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 197

un cierto índice, a saber: el de ser mentado por el acto intencional :


y de corresponder a éste21. Una vez que se le asigne dicho índice,
se pasará a investigarlo fenomenológicamente en cuanto dicho
carácter existencial es mentado por los actos de la experiencia
y corresponde a éstos. Es al existente en su totalidad al que se
aplica tal índice, en tanto y en cuanto que dicho existente se ;
toma como existente mentado (y mentado precisamente como lo i
que de hecho se presenta mediante un acto determinado de la /
experiencia). Esto se debe a que el carácter existencial se refiere
a todos los atributos, propiedades y cualidades de cualquier existen-
te real. El asignar tal índice permite hacer explícito el requisito
esencial que debe cumplir todo objeto a fin de ser objeto para la conciencia,
o sea, el de presentarse mediante actos de la experiencia y ser
mentado por éstos. Es en este sentido -y sólo en este sentido-
que el mundo perceptivo y todos los existentes mundanos se transforman
en jenómenos o, más correctamente, se ponen de manifiesto en cuanto
tales22. La fenomenología se ocupa en todo de los fenómenos
tomados en este sentido; es decir, que no se ocupa d e las cosas
y de los objetos simplemente, sino de ellos en cuanto aparecen
mediante los actos de la conciencia. Es evidente, pues, que las .
investigaciones fenomenológicas deben llevarse a cabo adoptando
una orientación estrictamente descriptiva, ya que -una vez se lleve
a cabo la reducción fenomenológica- sólo nos encontraremos
con las cosas y los objetos en cuanto mentados y como correspon-
dientes a los actos intencionales, o sea que, por consiguiente, habrán
aquéllos de tomarse del modo en qw son mentados y en que corresponden
a los actos intencionales (es decir, precisamente f a l y como se presentan
en la experiencia actual o posibfe23). No es verdad, pues, que referencia

21 Cfr. Husserl, Ideen, p. 142.


22 Husserl, Cartcsi~niscbeMcditationen, pp. 59-60 y 71: «...cuando adoptamos
la actitud fenomenológica, no aceptamos el mundo en su totalidad en cuanto
realidad sino sólo en cuanto fenómeno de realidad)). G . Berger hace una clarísima
presentación de la reducción fenomenológica desde el punto de vista de esa
su función que consiste en poner de manifiesto el mundo en cuanto fenómeno.
Cfr. Le cog~todans la pbilosopbic dc Hmcrl, c. 3, p. 54: «Lo que ocurre en la
reducción fenomenológica no es tanto el tránsito del objeto al sujeto cuanto
b toma de conciencia del m& en cuanto objcto, en cuanto fenómeno -qua cogitatum- ...
briy una categoría m& jundamental que la de ser o la de no-ser; es la catsgoria de
objeto pensado)). El Cnfasis es nuestro.
23 Cfr. Hussed, Cartesianiscbe Meditationen, pp. 74-75.
198 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva

alguna al mundo perceptivo real juegue un papel en los análisis


fenomenológicos y mucho menos que lo haga referencia de ninguna
especie al universo científicamente verdadero de la física. Mediante
una percepción dada, se presenta una cosa según un aspecto,
desde un cierto lado, en cuanto cercana o distante y así sucesivamen-

i e. E n la fenomenologia de la percepción deben iniciarse las investiga-


iones al nivel de la cosa percibida y precisamente en cuanto
, parece ésta ante la mente del sujeto de la experiencia, según
la modalidad de la presentación en que de hecho la cosa haga
,,su aparición en el acto perceptivo de que se trate. Es decir, que
,en la fenomenología de la percepción ha d e comenzarse -para
decirlo con el término técnico de Husserl- por el nóema percepti-
: v 0 2 4 . La fenomenología no se limita, empero, al análisis descriptivo
de percepciones individuales. El fin último d e la fenomenologia
de la percepción consiste en dar razón de la cosa objetiva real
en función de la subjetividad, o sea, a base d e percepciones y
nóemas perceptivos. Éste es el origen de los problemas que se
refieren a la relación que existe entre el nóema perceptivo y la
cosa real que, mediante diversas percepciones, hace su aparición
según modalidades diversas de la presentación y que, sin embargo,
experimentamos en cuanto una y la misma. Tales problemas son los
problemas trascendentale~de la comtitución de las cosas reales25.

4. La interpretación fenomenológica del rechazo


de la hipótesis de la constancia
E n la teoria de la forma, el hecho de descartar la hipótesis
de la constancia ha llevado a la adopción d e una orientación
estrictamente descriptiva. A partir del análisis precedente, nos será
posible ahora interpretar el rechazo de dicha hipótesis como una
reducción fenomenológica incipiente. La denominamos «incipiente»,
porque el rechazo de un supuesto específico que se haya adoptado
a base d e la concepción generalse según la cual la psicología se
orienta con respecto a la física no implica i p ~ facto
o un abandono
--

Ddinirunos el concepto de nóema perceptivo en el (j 5 de esta parte.


24
Mencionarnos aqul solo brevemente dichos problemas, fa que los examina-
25
remos con algún detalle en la Cuarta Parte.
Cfr. sMpra, pp. 191 s.
('onceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 190

d e tal concepción general. D e hecho, n o se ha abandonado ésta


en la teoría de la forma. En el primer capítulo d e su obra intitulada
Gestalt Ps_ychology, Koehler señala que el mundo perceptivo en
que vivimos y actuamos es la base d e la cual hay que partir
en toda ciencia -tanto en física como en psicología-, ya que
no existe otro punto de partida. El mundo perceptivo abarca
nuestro propio cuerpo, tal y como lo conocemos a base d e la
experiencia inmediata de la vida cotidiana. A partir del mundo
perceptivo y mediante el empleo d e la construcción y la inferencia,
elaboramos el universo científicamente verdadero y válido d e la
física. E n el transcurso de tal elaboración, las cosas perceptivas
van siendo sustituidas por sistemas físicos. Conforme a esto, un
sistema físico especial (a saber: el organismo tal y como lo concibe
la fisiología) sustituye al cuerpo en cuanto dado en la experiencia
inmediata27. La tarea que la psicología ha d e llevar a cabo
consistirá,pues, en concebir los procesos del organismo, d e tal manera
que la aparición del mundo preceptivo en su totalidad (y la del cuerpo
inc1usive)se explique como la resultantede talesprocesos28. Laformu-
lación de Koehler pudiera servir como idónea ilustración del modo

27 Con tnfasis insiste Koehler en la distinción entre cuerpo y organismo.


Cfr. Gestalt Psycbology, p. 7 y p. 22, n.: «Si veo una silla 'ante mi', el 'mí'
de esta frase se refiere, por supuesto, a mi cuerpo en cuanto experiencia y
no a mi organismo en cuanto objeto del mundo físico». Que sepamos, el
primero en hacer tal distinción fue M. Scheler en su obra intitulada Die Wisse~sfor-
men nnd die Gesellrcbaft (Leipzig: 1926). pp. 361 SS. La susodicha sustitución
depende - c o m o Sartre ha apuntado en su obra intitulada L'étrc ef le néani,
pp. 365 SS.- de que al cuerpo se le tome no como lo experimenta un sujeto
viviente, encarnado y preocupado, sino en cuanto aparece a un observador
desinteresado o espectador que guarda su distancia. Merleau-Ponty ha expuesto
las dificultades que surgen en una biología que se limite a una labor meramente
explicativa y, en general, de una concepción del cuerpo como sistema físico
(Cf. La rtructwe dn comportemcnt, París, 1942, pp. 195 SS. y 256 SS.). En contraste
con esta posición, Merleau-Ponty insiste en que el acorps phknomenalm es
el objeto propio de la biologia. (Cfr. también Pbénominologic de la perception,
pp. 110 SS., 122 SS. y 403 s.).
28 Koehler, op. Nt., p. 7: «Al influjo d e ... los objetos físicos responde mi
organismo mediante procesos que establecen el mundo sensible en mi derredor.
IJrocesos ulteriores en el mismo organismo dan lugar a la cosa sensible que
llamo mi cuerpo». Y en la nota a la p. 22: «Mi cuerpo es la resultante d e
ciertos procesos que tienen lugar en mi organismo flsico ... exactamente del
mismo modo en que la silla que se halla ante mf es el producto final de
otros procesos que ocurren en el mismo organismo flsicow.
200 Conceptos fundamentales de la fenomcnología constitutiva

en que los problemas psicológicos se orientan con respecto a la física.


Pese al marco naturalista en que Koehler formula el programa
de la psicología, es posible dar a la teoría de la forma una interpreta-
ción filosófica de corte fenomenológico2~.E n verdad, el rechazo
de la hipótesis de la'constancia implica una orientación descriptiva.
E n virtud de tal orientación, lo que se da en la percepción se
considera como homogéneo, ya que todos sus constitutivos, rasgos
y caracteres se toman explícitamente como datos d e la experiencia
sensible auténtica. Si una cosa aparece mediante un acto de la
percepción, se la describe y analiza tal y como se presenta mediante
dicho acto y sin hacer referencia alguna a una realidad extra-percep-
tiva. Tomamos aquí por extra-perceptivo todo lo que sea foráneo
a la percepción actual en cuestión. La «cosa» -en tanto y en cuanto
aparezca según la orientación descriptiva- no será, por consiguien-
te, la cosa tal y como es en la realidad, sino la cosa en cuanto
aparece y es experimentada mediante el acto dado y sólo mediante tal
acto, o sea, la cosa en cuanto mentada y en cuanto corresponde
al acto intencional según la modalidad especial y privilegiada del
mentar y del acto intencional que es la presentación perceptiva.
En otras palabras, nos parece que los análisis descriptivos d e
la teoría de la forma se ocupan de los nóemas perceptivos tal
y como Husserl los definiera, o sea, de los. fenómenos referentes
a la cosa (en el sentido ya prescrito de «fenómeno»). Los análisis
descriptivos de la teoría de la forma resultan ser análisis noemáticos dotados
de validez fenomenológica. Los conceptos y los resultados descriptivos
de la teorfa de la forma pueden adquirir un significado fenomenoló-
gico en virtud de que el rechazo de la hipótesis de la constancia
puede ser considerado como una forma de reducción fenomenológi-
ca, si bien es verdad que sólo lo es en ciernes o de modo meramente
incipiente. Al llevar a cabo el análisis de una percepción dada,
nos ocupamos de la cosa en cuanto aparece y se presenta mediante
dicha percepción. Nos vemos así abocados inmediatamente al pro-
blema de la relación entre la cosa tal y como aparece y la cosa
tal y como es realmente. Los análisis y los resultados descriptivos
de la teoría d e la forma nos llevan así al problema que consiste

89 VCase nuestro articulo intitulado «Phanomenologie der Thematik und


des reinen Ich». loc. cit., c. 1, «suplemento», en el cual hemos intentado formular
la primera interpretación fenomenológica de la teoría de la forma.
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 201

en dar razón d e las cosas reales a base de las cosas tal y como
las experimentamos y mentamos y en tanto y en cuanto correspon-
den a los actos intencionales y se dan en la presentación perceptiva
actual, o sea, en función de los nóemas perceptivos. E n otras
palabras, nos vemos llevados así a tratar d e los problemas mismos
que -según ya tuvimos ocasión de decirm- surgen para la feno-
menología.
Merleau-Ponty también señala que una orientación consistente-
mente descriptiva que se adopte en psicología conlleva la «actitud
trascendental»sl. Aun cuando parta d e los objetos y los hechos
físicos tal y como son en sí mismos y tome a las cosas perceptivas
en cuanto productos causales finales, el psicólogo no puede evitar
la consideración de tales cosas perceptivas y del mundo perceptivo
en su totalidad tal y como aparecen a la conciencia y le es imposible
dejar de tomarlos en cuenta. Debido a su orientación descriptiva,
el psicólogo se ve abocado al problema recíproco, o sea, al que
consiste en saber cómo se tiene acceso al mundo objetivo tal y
como es en sí mismo a partir del mundo tal y como aparece en la
experiencia perceptiva, o sea, a base del único mundo que nos es
familiar de modo inmediato. «Una psicología se ve siempre arras-
trada hacia el problema d e la constitución del mundo ... el campo
fenoménico se convierte en campo trascendental)). Merleau-Ponty
formula correctamente el programa d e la fenomenologia trascen-
dental tal y como pudiera cumplirse si la reflexión psicológica se
llevara a cabo radicalmente. Empero, según Merleau-Ponty, el pro-
blema trascendental se refiere tan sólo a la constitución del mundo
objetivo en sí o del ((mundo verdadero y exacto,, (monde vrai et
exact), a base del mundo pre-científico y pre-objetivo tal y como
aparece en la experiencia perceptiva inmediata, en tanto y en cuan-
to es dicho mundo a la vez previo y necesario para todo intento d e
transformar algo en tema y para toda reflexión posible32. N o plan-
tea Merleau-Ponty problema trascendental alguno en lo que se re-
fiere a la constitución del mundo pre-objetivo. Por el contrario, lo

Cfr. supra, p. 198.


Merleaii-Ponty, Pbénoménolo~~ de la perreption, pp. 7 2 SS. (Fanomaaologh
de la percepción, trad. Emilio Uranga; México: Fondo de Cultura Económica,
1957, pp. 64 SS.).
32 Ibíd., pp. 40 y 65.
202 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva

acepta como lo absolutamente fáctico33. Si Merleau-Ponty n o ha


elaborado una fenomenología de la percepción en el sentido tras-
cendental pleno, se debe ello a que ha hecho sus investigaciones en
un marco existencialista, lo que le impide llevar a cabo la reducción
fenomenológica de modo radical34.
En la teoría de la forma, no se plantean los problemas trascen-
dentales de la constitución. Si dichos problemas no caen dentro
del alcance de dicha teoría, se debe ello a que la psicología -en
cuanto ciencia natural (o sea, como ciencia elaborada según la
actitud natural)- acepta el mundo perceptivo real que nos es
familiar a base de la experiencia cotidiana pre-científica y también
el universo de la física y a que opera a base d e tales supuestos.
A fin de evitar que se malentienda la interpretación fenomenológica
que aquí damos de la teoría de la forma, querernos hacer hincapié
en el hecho de que nuestra interpretación no pone en duda en
absoluto la legitimidad de la psicología como ciencia natural ni
las tendencias explicativas de la teoría de la forma ni, en general,
el marco naturalista en que se plantean los problemas explica ti vos^.
Desde el punto de vista de la psicología como ciencia natural,
podemos plantear el problema d e las condiciones -incluso las
de índole fisiológica- de las que depende que se dé un nóema
perceptivo determinado más bien que otro. Debemos poner de
relieve, sin embargo, el hecho de que problemas d e esta especie
no pertenecen a la esfera de la filosofía y no pueden ser planteados
legítimamente en el marco de la fenomenología. El carácter ambi-
guo de la conciencia, al que ya hubimos de referirnos con anteriori-
dadM, es lo que justifica que la psicología pueda ser una ciencia
natural y explicativa. Dicho carácter, sin embargo, exige que se
lleve a cabo la reducción fenomenológica y nos hace presente
el hecho de que son posibles otras vías de acceso a la conciencia
diversas de las de índole naturalista y explicativa. El modo naturalis-
ta y explicativo de acceso no nos lleva a los problemas centrales
y fundamentales que son causa de que la psicología - e n la medida
en que se ocupa de la conciencia- sea, d e todas las ciencias,
Ibíd., pp. xi SS.
33
Ibíd., pp. v SS.
34
Cfr. la opinión contraria de Merleau-Ponty en La rtrurtwe du comportement,
35
pp. 117 SS. y 256 SS. y La phénombologie de la perreption, pp. 58 SS. y 112 SS.
313 Cfr. supru, pp. 196 SS.
Conceptos fundamcntala de la fenomenologia constitutiva 203

la que se encuentre en una relación más próxima e íntima con


la filosofía. Aunque sea perfectamente legítima, la fase explicativa
de la psicología -sobre todo en el marco d e la teoría d e la
forma- no tiene un interés para la fenomenología que sea mayor
que el de cualquier otra ciencia explicativa (digamos, por ejemplo,
la fisica). La ciencia explicativa moderna es para la fenomenologia
un problema tremendo. La clarificación y la justificación d e los
procesos explicativos y el poner d e manifiesto los fundamentos
y los motivos últimos de la ciencia explicativa (de los que deriva
ésta no sólo su sentido y la legitimidad sino además la definición
d e los límites d e tal legitimidad) son asuntos que merecen ser
seriamente investigados37. Es exclusivamente en cuanto problema
y como asunto que se somete al análisis que la ciencia explicativa
puede jugar, sin embargo, papel alguno en la fenomenología.
No es permisible que intervengan en los análisis fenomenológicos
los resultados de la ciencia explicativa -ya sea ésta la física o
la psicología- en cuanto premisas que se acepten y a base de
las cuales haya que proceder. Esta situación no puede ser compara-
da, por supuesto, con la de la fase descriptiva de la teoria de
la forma. Al tratar d e incorporar la teoria de la forma a la fenomeno-
logia, sólo hemos tomado en cuenta dicha fase.

5. El nóema perceptivo

a. EI acto de la percepción, e/ nóema perceptivo y la cosa percibida


Siguiendo a Husserl, diremos que u&-nóema perceptivo-es
.la--cosa material percibida en tanto y .e,n cuanto se presenta ésta
mediante
- un acto determinado
.. .de la
. , .. . percepción
.... según una m~da1i:.
-
daia.,pa.cticular de.la presentación
.. -. que,
. .según
,... . veremoda, es -necesa-
..
riamente -.- - ...-
- - unilateral.
M El nóema perceptivo es la cosa material percibida
desde cierto punto de vista, según un aspecto determinado, d e
acuerdo con una cierta orientación con respecto al spjeto de la
-

37H usserl, Dic Krisis der ewopaiscben Wis.rcn.rcboften nnd dje trans~arrdcntale
Phüiromcnologic, $ 5 9 SS. Ha expuesto aquí Husserl los problemas que conlleva
la existencia misma de la física moderna (o sea, de la flsica desde el tiempo
de Galileo) y ha demostrado que la idea de la fisica moderna ha servido
de motivación a la idea de una psicología naturalista.
38 Cf. Cuarta Parte, c. 1, $8 1 s.
204 Conceptos fundamentales de la fenomenología constitutiva

percepción
. , y así sucesivamente. Debemos tener en cuenta el hecho
de que toda percepción actual, debido a su carácter unilateral,
hace referencia a percepciones ulteriores. O más correctamente:
una percepción determinada encierra referencias a aspectos que
la cosa podría presentar, pero que de hecho no presenta en la
percepción del momento presente. Tendremos ocasión de ver que
tales referencias -las cuales se encuentran en toda percepción-
pueden presentar un carácter más o menos indeterminado, aunque
siempre se hallen especificadas y esbozadas en lo que a estilo
y tipo se refiere39. En la descripción de un nóema perceptivo
particular, debemos incluir todas las cualidades, las propiedades
y los atributos de la cosa percibida que jueguen algún papel en
la percepción individuál de que se trate, ya sea que la propiedad
en cuestión se dé en la experiencia sensible directa o que sólo
haya en ésta una mera referencia a ella. Por otra parte, no podemos
permitir que entre en la descripción de una nóema perceptivo
propiedad o cualidad alguna -aunque en realidad pertenezca a
la cosa percibida-, a menos que de hecho figure en la percepción
individual de que se trate*. E n el segundo capitulo de la Cuarta
Parte nos ocuparemos más atentamente del análisis de la estructura
interna del nóema perceptivo y examinaremos en más detalle estas
cuestiones. Por ahora, nos limitaremos a definir el nóenta perceptivo
como la cosa percibida exacta y exclurivamente en cuanto se halla ante
la conciencia del 5qef0 de la experiencia mediante un acto individua/
\
'

de la percepción. Aquí tienen su origen entonces los problemas


I acerca de la condición del nóema perceptiv,~.
Debemos distinguir el nóema perceptivo del acto d e , , _ p ~ c 9 -
cjón. Este último es un hecho psicológico que ocurre en un momen-
to determinado del tiempo fenoménico. Ateniéndose a su punto
de vista y a su orientación con respecto a la cosa percibida, el
sujeto de la experiencia puede sucesivamente cerrar y abrir los
ojos. Esto tiene por resultado que experimente una secuencia de
percepciones que difieren entre sí por el hecho d e que se dan
en sucesión. A los efectos del análisis que nos ocupa, pasaremos
por alto la temporalidad inmanente, o sea, la duración fenoménica
de cada percepción individual que pertenezca a dicha secuencia.

39 Ibíd., c. 2, § 3.
40 lbíd., C. 2, 8 2.
Conceptos fundammtda de la fenommologia constitutiva 205

Mediante cada una de tales percepciones individuales, n o sólo


se da la misma cosa, sino que además aparece ésta según una
modalidad idéntica d e la presentación unilateral41. Una pluralidad
d e actos perceptivos corresponderá así a un idéntico nóema percep-
tivo. D e esto se sigue que sea imposible identificar a este último
con ninguno d e los actos de la pluralidad. Además, cualquiera \
que sea la relación que haya entre un acto d e la percepción y
el nóerna perceptivo correspondiente, n o debemos tomar el nóema
como parte, elemento o factor, o sea, como constitutivo real del
acto42. Si el nóema fuera un constitutivo real del acto d e l a ,
percepción, sufriría cambios correspondientes a los d e éste; es 1
decir, que aparecería y desaparecería al mismo tiempo que el acto
de la percepción de cuya totalidad sería parte. Por consiguiente,
habria tantos nóemas como percepciones de una especie determina-
da. E n realidad, la misma cosa aparece según la misma modalidad
de la presentación mediante cada una d e las percepciones d e que
se trata. Todas estas percepciones concuerdan en este respecto.
Pero aquello con lo que concuerda una pluralidad de percepcio-
nes no puede ser un constitutivo real d e ningún miembro de la
pluralidad.
Empero, el nóema perceptivo no es idéntico a la cosa real
percibida. La cosa real puede poseer propiedades y atributos que \
no jueguen papel alguno en la presentación unilateral d e la misma
que tiene lugar mediante una percepción dada. Es posible encontrar
afirmaciones en torno a la cosa percibida e n cuanto existente
real que sean verdaderas pero que resulten falsas cuando se refieran
a un nóema perceptivo determinado. Esto es así a pesar de la
relación que existe entre el nóema y la cosa, es decir, entre la
cosa percibida que se presenta d e modo unilateral tal y como
d e hecho aparece mediante una percepción dada -por un lado-
y -por otro- la cosa percibida e idéntica, tal y como es realmen-
te43. Más adelante44, tendremos oportunidad d e examinar lo siguien-
te: que la cosa real percibida se muestra a si misma d e diversos

41 Cfr. nuestro artículo intitulado « O n the Intentionality of Consciousncss~


en PhifosophicufErsay.r in Memory oj' E d m d Hwserf, ed. M . Farber (Cambridge,
Mass.; 1940), ii.
42 Cfr. Husserl, Ideen, $8 41, 88 y 97.
43 En torno a esta relación, véase la Cuarta Parte, c. 1, 6 m.
44 Cfr. Cuarta Parte, c. 1, 6 1.
206 Conceptos fundamentales de la fenomenología constitutiva

lados y según aspectos variables mediante una pluralidad de percep-


ciones que se diferencian entre si con respecto a los nóemas respecti-
vos. Por medio de todas estas percepciones, la cosa percibida
se presenta como idéntica a sí misma. Aunque los nóernas respecti-
vos sean notablemente diversos entre si, no es ello óbice para
que se refieran a la misma cosa material percibida. Por consiguiente,
no es posible identificar la cosa con ninguno de los nóemas percepti-
vos particuimes. Dos pluralidades -recalquémoslo- han de ser
distinguidas entre sí45. En primer lugar, tenemos la de las percep-
ciones mediante las cuales una cosa idéntica se presenta según
sus varios aspectos; dichas percepciones difieren entre sí en virtud
de su diverso contenido^ perceptivo, o sea, de sus respectivos
nóemas. A cada nóema particular corresponde, por otro lado,
una pluralidad indefinida de actos de la percepción. Los actos
que integran esta última pluralidad sin duda se refieren también
a la cosa percibida en cuanto existente real, en virtud de la relación
que existe entre el nóema (que, en cuanto idéntico a si mismo,
corresponde a todos y cada uno de los múltiples actos de que
se trata) y la cosa percibida.

El nóema perceptivo en cuanto sentido de la percepción


b.
1 De lo que acabamos de precisar, podemos llegar a la conclusión
: de que el nóerna perceptivo no pertenece ni al ámbito de la
cosa y de los hechos objetivos reales ni al de los actos de la
, conciencia (o sea, al ámbito de los hechos psicológicos). Nos
será posible aclarar aún más la naturaleza del nóema perceptivo
e si apuntamos el hecho de que, en virtud del nóema correspondiente,

una percepción dada no es sólo una percepción de cierta cosa,


sino que además es una percepción determinada de la cosa de
que se trata. La percepción en cuestión es aquélla mediante la
cual la cosa aparece según una cierta modalidad de la presentación
y no según otra. Al describir el nóema perceptivo como «lo percibi-
do en cuanto tal» que debe ser tomado precisamente tal y como
se presenta, Husserl define el nóema perceptivo en cuanto sentido,
significación o significado de la percepción (Wahrnehmungssinn)46.

a Cfr. Husserl, Ideen, p p . 207 SS.


46 Ibid., p. 182.
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 207

La percepción es un acto que se caracteriza esencialmente por r: i


la intencionalidad; es decir, que posee una función objetivadora, !.
de modo que cuando el sujeto experimenta el acto se halla ya
ante un objeto47. Se ve el sujeto entonces abocado a la cosa \

I
percibida, la tiene a la vista y la aprehende, o, como pudiéramos
decir también, se le convierte en objeto intencional según la modali-
dad especial y privilegiada de la aprehensión perceptiva y presentati- ,
va. Es con respecto a la apariencia de la cosa percibida según :
-una modalidad particular y específica de la presentación (o sea, i
mediante el nóema perceptivo o sentido y significación de la percep-
ción) que el sujeto de la percepción experimenta un acto específico
y determinado de aprehensión perceptiva. El sentido, la significa- '
ción y el significado no se refieren a rasgos o constitutivos reales
del acto de la percepción sino, por el contrario, a una unidad
ideal objetiva similar al significado de los símbolos.
Cuando decimos que el nóema posee la naturaleza de un significa-
do, tomamos este último vocablo con un sentido más amplio que
el que suele tener. El empleo del término «significado» suele limitar-
se al de significado de los símbolos. El sentido más amplio con
que utilizamos el término encuentra su justificación no sólo a
base de la muy sucinta caracterización de la percepción como
acto intencional que acabamos de hacer, sino también a partir
de los argumentos que propone Husserl a fin de establecer que
el significado -tomado ahora en sentido estricto y propio y en
cuanto ente ideal y objetivo- también se aplica a los nóernas
perceptivos. En verdad, la distinción que hemos hecho entre el
nóema perceptivo y una pluralidad indefinida de actos perceptivos
que correspondan a dicho nóema sigue muy de cerca la diferencia- :
ción que Husserl estableciera entre el significado de la proposición
y los múltiples actos de pensamiento, juicio y planteo, mediante los I
cuales se aprehende el significado de la proposición48.

47 Para entrar en un análisis detailado del concepto de intencionalidad - q u e


es de importancia fundamental para la fenomenología- sería menester ir mucho
más lejos que los límites de esta investigación nos permiten. Cfr. Husserl,
Log. Unt., 111, v. c. 2 (Farber, op. cit., c. 12 B ) ; Ideen, Sección 11, c. 2; Sección 111,
c. c. 3 y 4; Sección IV, c. 1 ; Carterianircbe Mealitationen, 11. Vtase tambitn nuestro
artículo intitulado uOn the Intentionality of Consciousnessn, loc. cit.
40 Husserl, Log. Unt., 11, i. 88 11 y 29 SS.; vése tambitn: Farber, op.
cit., pp. 228 SS. y 240 s. Uno de los logros de mayor importancia y tonsecuencin
208 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutivn

Los múltiples actos pueden ser experimentados por una misma


persona en diversas ocasiones distintas. La identidad y la objetivi-
dad del significado pueden ser distinguidas y puestas d e manifiesto
mediante un acto específico d e reflexión lógica que el sujeto se
encuentra en libertad de ejecutar en cualquier momento. Debe
hacerse hincapié en el hecho de que la reflexión lógica puede
poner de manifiesto la objetividad y la identidad d e los significados,
pero no puede producirlas4~. Por otra parte, cuando a fin d e
distinguir entre el nóema perceptivo y la cosa percibida hablábamos
de una pluralidad de nóemas que se refieran todos a una misma
cosam, generalizábamos de nuevo el razonamiento que hiciera
Husserl. Husserl establece una distinción -entre un objeto idéntico
(v.g. Napoleón) y los diferentes significados (v.g. «el vencedor
de Jena» o «el que derrotaran en Waterloo~)que se refieren a
' la misma personasl. Otro ejemplo que hace al caso es el d e las
dos proposiciones «a > b» y «b < a», ya que se refieren al mismo
asunto aunque difieran en el significado.
Al analizar la estructura esencial de los actos intencionales
en general, distingue Husserl entre «cualidad» y «materia»52. La
cualidad es el factor integrante del acto por el cual posee éste
carácter presentativo o proposicional o carácter d e pregunta, d e
duda o de deseo. Por su parte, la materia es el componente del
acto intencional que determina n o sólo la referencia objetiva del
mismo (o sea, la referencia que hace a este objeto individual) sino
también el modo en que se aprehende dicho objetos=. La idea que

por el que la filosoffa moderna ha de estar reconocida a Husserl es precisamente


la distinción entre los signi/icados romo nid dad es ideala y los estados mentales en
cuanto herhor psimlógicos reales, (o sea, los actos) mediante los cuales se aprehenden
y actualizan los significados. Es precisamente a t a distinción lo que sirve de
fundamento a1 anti-psicologismo de Husserl. Cfr. Log. Unt., 1, C.C. 3 s. y 7 s.;
Farber, op. cit., c. 4, D, F y G. Véase también a Husserl, Logik, 11, c. 1 .
49 Cfr. Husserl, Log. Unt., 11, i, pp. 44 y 103 s.; Farber, op. cit., pp. 242 SS.
50 Es decir, de h pluralidad que integran las diversas presentaciones que
de la cosa tenemos a1 verla desde distintos puntos de vista.
51 Cfr. Husserl, Log. Unt., 11, i, $ 12; Farber, op. cit., pp. 229 SS.
52 Ibid., 11, v, $820 s. y vi, $25; Farber, op. cit., c. 12 B. 9 y 10
y c. 13 C, 10.
53 Husserl, op. cit., 11, 1 , p. 415: «La materia debe ser para nosotros, pues,
aquello que hay en el acto que k prwta la referencia al objcto con tan parferia detcrminarión,
que no sólo queda determinado e/ objtto sn general, que el acto mienta, sino también
Conceptos fundamentales de la fenomenologb constitutiva 209

tengo de Groenlandia es distinta d e la que posee un explorador del


Ártico, aunque el objeto de ambos sea el mismo. Los dos actos di-
fieren por la materiasr. El término «nóema» no se encuentra en las
Logische Untctsuchungen. E n este libro, Husserl se concentraba en los
actos y n o en los correlatos intencionales d e los mismos. La orien-
tación noemática no ilegó a tener primacía en la obra d e Husserl
con anterioridad a las Ideen, que es un estudio posterior. Con todo,
la definición de la materia de un acto intencional sirve d e prepara-
ción para el concepto posterior d e nóema55. Al aplicar también el
concepto de materia a la percepción56, es como si Husserl prepa-
rara ya en las Logische Untersuchungen, el concepto de nóema per-
ceptivo.
D e la distinción que hemos hecho entre el nóerna perceptivo
y la cosa percibida, podemos inferir que los cambios d e la cosa
no alteran el nóema. Puede una cosa material (v.g. un árbol)
ser consumida por el fuego o resolverse en sus elementos químicos.
Nada por el estilo le sucede al nóema, es decir, al árbol percibido
en cuanto tal, al árbol que aparece según la modalidad determinada
de la presentación que corresponde a una percepción dada. E n
cuanto sentido o significado de la percepción, carece el nóema
perceptivo de toda propiedad. que podamos atribuir a una cosa
real. Por consiguiente, n o se podrá decir que esté compuesto
de elementos químicos ni que ejerza fuerza alguna ni que sufra
la acción de fuerza ningunas'. Una vez que el árbol haya sido
destruido, no podremos volver a percibirlo y, por tanto, no será
posible actualizar nóema perceptivo alguno que se refiera a él.
Empero, podremos recordarlo e imaginarlo según un cierto aspec-
to, d e un lado determinado y así sucesivamente, o sea, que se

el modo en que lo mienta. La materia -podemos seguir diciendo para aclarar


este concept* es aquella propiedad del acto incluida en el contenido fenomeno-
lógico del mismo, que no sólo determina que el acto aprehenda el objeto
correspondiente, sino que tambitn determina como qué lo aprehende ...N (Inuestig<l-
cioncr Idgicus, trad. Manuel Garcla Morente y José Gaos. Madrid, Revista de
Occidente, 1976, v, c. 2, 4 20, p. 523).
54 Ibíd., 11, 1 , p. 418.
55 En torno a la distinción entre «e/ objeto tu/ como e5 intnrcionudo» (Gepmtand
ro ivic er intendiert ist) y «el objcto que es intencionado» (Gegenstund, wetrber intendiwt
irt), véase: Ibíd., 11, 1, p. 400 (Investigariontr Iógicur, v , c. 2. 4 17, p. 513).
56 Ibíd., 11, 1 , p. 420.
57 Husserl, Idten, p. 184.
210 Conceptos fundamentales de la fenomenologh constitutiva

nos presentará según la manera de aparecer que corresponde a


la percepción anterior. De aquí se sigue que sea menester hacer
en el seno del nóema perceptivo completo y concreto una distinción
entre el carácter perceptivo y el núcleo noemático central. Mientras
que el carácter determina la modalidad en que se da lo que se pre-
senta en cuanto presentación en perspectiva, el núcleo define el
contenido material que se da según dicha modalidadsa. Es evidente
que tal distinción es una traducción al lenguaje noemático de la
que Husserl hiciera en las L o g i d e Unter~uchungenentre materia y
cualidad de un acto intencional y una aplicación de la misma a la
percepción. Por contraste con el interés principalmente noético (es
decir, el interés por los actos intencionales) que preponderaba en
las Logiscbe Untersucbungen, nos encontramos en las Ideen con una
orientación noemática, lo cual se pone d e manifiesto precisamente
en la sustitución misma del término «cualidad» por el de «carácter
noemáticon 59.
A modo de síntesis del análisis que acabamos d e hacer, ponga-
mos de relieve lo siguiente:
1. Con respecto a todo acto intencional (y, por tanto, en lo
que se refiere también a la percepción), es menester distinguir
entre la materia o el núcleo noemátíco central (o sea, lo que
se presenta mediante el acto en cuestión y precisamente tal y
como se presenta) y la modalidad según la cual tal materia hace
su aparición.
2. El núcleo noemático central puede permanecer idéntico en
diversas modalidades de la presentación -pongamos por caso
que la existencia de seres inteligentes en el planeta Marte se afirme
y luego se niegue o que sea meramente representada y después
puesta en duda, transformada en una interrogante y así sucesiva-
menteeo. Hemos visto que se puede tanto percibir como recordar,
imaginar o meramente representar una cosa idéntica que aparece
según la misma modalidad de la presentación. D e modo análogo,
podemos aprehender un significado -en un sentido estricto y
propio (v.g. el significado de una oración)- de modo vago e
indistinto. La aprehensión de dicho significado pudiera asimismo

50 Ibid., $ 9 91 y 130.
511Ibid., pp. 209 y 213.
60 Husserl, Log. Unt., 11, 1, pp. 411 ss.
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 21 1

presentar el carácter de articulación explícita y de construcción


o reconstrucción auténtica llevada a cabo mediante la actividad
sintéticaal. Cuando originalmente aprehendemos un significado
d e manera un tanto confusa y pasamos a articularlo, experimenta-
mos la identidad del propio significado por contraste con las
diferencias que existen entre las modalidades d e la aprehensión.
E n todos los actos intencionales, se establece así la invariabilidad'
del núcleo noemático central (o sea, d e lo que corresponde al acto
intencional y precisamente tal y como corresponde al mismo)
1
por contraste con las variaciones que sufren los caracteres noamáticor. ,
3. E n cuanto a lo que al nóema se refiere, la susodicha invariabi-
lidad significa que el núcleo noemático central es independiente 'T
d e la existencia de la cosa percibida. N o sería correcto decir que 1
el nóerna - e n cuanto significado d e la percepción respectiva-
«sobreviviría» la destrucción de la cosa percibida. El núcleo central
d e un nóema perceptivo -en cuanto unidad ideal idéntica e identifi-
cable- no sufre cambio alguno en virtud de las transformaciones
que ocurren en la cosa percibida y que pueden tener por resultado
la destrucción de la misma. Por supuesto, si esto sucediera, el
núcleo noemático central dejaría d e adoptar el carácter perceptivo.
Los acaeceres y los cambios que tienen lugar en el ámbito d e
las cosas materiales suceden en una esfera diversa de la de las signi-
ficaciones y los significados de las percepciones, a pesar de la refe-
rencia que los significados perceptivos hacen a las cosas percibidas
en cuanto existentes reales. Lo que queremos decir cuando afirma-
mos que se verifica el hecho de que el núcleo noemático central \
permanece idéntico es que éste puede adoptar diversos caracteres !
(ya sean perceptivos, imaginativos o d e otra especie). Mediante la
1
1
reflexión en torno al nóerna en su totalidad, también ponemos en
evidencia y establecemos explícitamente la identidad del núcleo por
contraste con el cambio d e los caracteres. Pero no debe decirse que
sólo en la percepción sea verdad que la estructura esencial del acto
intencional sea independiente de la existencia del objeto al cual co-
rresponde. Husserl62 habla con toda generalidad de la independen-
cia de los actos intencionales con respecto a la existencia d e los ob-

61 Husserl. b g i k , 6 16 a.
62 Husserl, Log. Unf., 11, 1, pp. 54 SS. y 372 S ; iii, 5 12; Farbtr, op. cit.,
pp. 231 SS.,234 s. y 341 s.
212 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva

jetos respectivos (e incluye entre aquéllos la aprehensión d e signifi-


cados en el sentido estricto de este término).
D e este modo, resulta que el nóema perceptivo se puede compa-
rar con el correlato noemático de todo acto intencional. Es pues
una unidad ideal que carece de determinaciones espaciales y tempo-
rales y que no entra en relaciones de índole causal. Pertenece
al ámbito de los significados en el sentido lato del término; dentro
de dicho ámbito, nos encontramos con una esfera especial que
integran los significados en sentido estricto o propio. A base
de esta interpretación del nóema perceptivo, nos es posible dar
razón del fenómeno del cumplimiento d e un acto que sea meramen-
te significativo mediante la percepción correspondiente. Dicho
fenómeno tiene lugar cuando un objeto que corresponde a un
acto intencional de modalidad meramente significativa (o sea, me-
diante un significado en el sentido estricto del término) hace su
aparición también según la modalidad d e la presentación d e sí.
Aparece ahora mediante un acto de la percepción tal y como
aparecía mediante el acto meramente significativo63. Tiene lugar
una identificación entre el objeto correspondiente al acto intencio-
nal de modalidad meramente significativa y el objeto en cuanto
percibido. O más exactamente: el núcleo central del nóema percepti-
vo resulta ser idéntico al del significado del acto meramente signifi-
cativo, mientras que los caracteres noemáticos o las modalidades
de la presentación de cada acto continúan siendo distintos entre
sí. E n la ausencia de dicha diferencia entre los caracteres noemáticos
sería imposible que el cumplimiento de un 'acto mediante otro
tuviera lugar. Por otra parte, el fenómeno de la identificación
-que es el mismo corazón del cumplimiento- sería imposible
si el nóema perceptivo fuera de naturaleza diferente a la de los
significados en el sentido estricto del término.

c. El objeto en cuanto fenómeno noemático


Fue en las Ideen donde Husserl propuso y elaboró el concepto
de nóema. Las investigaciones que alli llevara a cabo estaban
sujetas a la reducción fenomenológica. Como dijimos con anterio-

6s Cfr. Husserl, op. N:., 11, i, (i 14 y vi, c. 1; Farber, op. cit., p. 230 y
c. 13 A.
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 213

ridad64, una vez que haya tenido lugar la reducción fenomenológica,


no se aceptará la creencia en la existencia d e manera similar a
como lo era en la actitud natural (a saber: simplemente), sino
que la misma se suspenderá y se colocará entre paréntesis. E n
otras palabras, no se eliminará ni se suprimirá o invalidará la
misma. Conforme a esto, las cosas materiales que en la actitud
natural se presenten en cuanto existentes reales mediante los actos
de la percepción continuarán haciéndolo por igual una vez que
se lleve a cabo la reducción fenomenológica. A partir d e ese
momento, empero, no se aceptarán ya simplemente las cosas perci-
bidas como existentes reales. Se las tomará más bien en cuanto
mentadas o en cuanto se presentan como existentes realex (según
esa modalidad particular y privilegiada del mentar que es la presen-
tación d.e sí mediante la percepción), d e modo tal que aparezcan
con todos los atributos, propiedades y cualidades que d e hecho
presenten mediante el acto dado de la percepción. Si nos preguntá-
ramos ahora no por la actitud ante los actos d e la conciencia
sino por la que se refiere a lo que tales actos nos dan, habría
que decir que la reducción fenomenológica n o le quita en lo
absoluto a la percepción su función objetivadora y presentativa.
Al acto de la percepción corresponde un nóema o significado
perceptivo, o sea, «lo percibido como tal)) o el objeto percibido
en cuanto aparece según una modalidad determinada d e la presenta-
ción, lo mismo en la actitud natural que después que se haya
llevado a cabo la reducción fenomenológica. E n este sentido, im-
porta poco que se acepte simplemente la existencia del objeto
percibido (como sucede en la actitud natural) o que se niegue
uno a aceptar la creencia en la existencia65 (como acontece una
vez que la reducción fenomenológica haya tenido lugar). E n virtud '
d e la reducción fenomenológica, pasa a ocupar el nóema un lugar
d e prominencia. La atención del fenomenólogo ya n o se concentra
en las cosas en cuanto existentes reales, debido al hecho d e la 1
reducción fenomenológica. Adopta por el contrario una actitud
reflexiva con respecto a los actos d e la percepción y a la modalidad
d e la presentación según la cual lo percibido hace s u aparición 1
64 Cfr. snpru, pp. 193 SS.
85Cfr. Husserl, Ideen, pp. 182 ss. y 187 s. y el 5 97; Car~esiunisrhcMcditutiomn,
pp. 71-72.
214 Conceptos fundamentales de la fenomenologh constitutiva

mediante tales actos66. Ya que la colocación entre paréntesis alcanza


todos los ámbitos de la existencia, el fenomenólogo no se ocupa
de los objetos tal y como realmente son, sino en cuanto aparecen
mediante los actos de la conciencia y se presentan a la mente
del sujeto de la experiencia. Los objetos se presentan tal y como
! realmente son mediante actos de la conciencia y se ofrecen mediante
tales actos según modalidades diversas de la presentación. Así
pues, debemos tomar los objetos tal y como son en realidad
: en cuanto olyetos que se presentan y que se experimentan tomo « o & f o $
/ t a / y como son en la redidad),. Los objetos en cuanto existentes
reales se tendrán por objetos mentados, experimentado~ycorreJpondientes
a /OS actos intencionales en cuanto exi~tentexreales; es decir, que se
los tomará como fenómenos (en el sentido que hemos dado a este
1 término en análisis anterioresa7). E n otras palabras: en lugar de
objetos de todas clases (tanto reales como ideales), figurarán en
, los análisis fenomenológicos los correspondientes nóemas y las
1 concatenaciones sistemáticas d e nóemas68. Al advertir la posición
central y la importancia fundamental del concepto d e nóema dentro
del marco de la fenomenologia, tenemos presente la profunda
observación de Berger según la cual no basta que asignemos un
lugar preeminente a los problemas del sentido y d e la significación.
Como Berger ha visto con toda claridad69, la fenomenologia no
reconoce problema filosófico alguno a no ser que se refiera al
sentido y a la significación. Por consiguiente, es menester que to-

66 Husserl, Idem, p. 196: «No llegan [los que se cierran la entrada a la 'con-
ciencia de algo' porque no son capaces de aprehender la vivencia intencional], en
lugar de vivir en la percepción, vueltos a lo percibido, considerándolo y teori-
zando sobre ello, a dirigir la mirada más bien al percibir, o a las peculiaridades
del modo de darse lo percibido ...» (Idea relativa a una femmenologia p m y unu fi/o-
sojLafemmenoldgra, trad. J . Gaos, México: Fondo de Cultura Económica. 1949, p.
212).
67 Cfr. supra, pp. 182 s. N. de/ Tr.: A menudo, hemos empleado «mención»,
ementam, «lo mentado» y formas afines o de la misma familia de palabras
para traducir los equivalentes que el autor usa para expresar los términos
Meinung, mmcin, Ccmeint~y otros semejantes que Husserl utiliza al formular
su pensamiento en torno a la noción fenomenológica de intencionalidad. En
esto hemos seguido a Gaos. Cfr. Ideen, 111, c. iii. 5 95, p. 199; Idea$, p. 233.
Iba., 124; Ideas, p. 297.
68 Cfr. Husserl, Ideen, pp. 278 ss.
69 G. Berger, Le rogito danr la pbiiosopbie de H u ~ ~ e r(París:
l 1941), p. 96.
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 215

dos los problemas filosóficos se planteen o replanteen en función


del sentido y del significado.
La validez del concepto de nóema n o depende de la reducción
fenomenológica, no obstante el hecho d e que el nóema se pone
de manifiesto del modo más natural mediante la misma y de
que dicho concepto adquiere la plenitud d e su significado dentro
del marco fenomenológico. Cuando estudiamos la percepción en
la actitud natural (y esto es lo normal en psicología), se descubre
igualmente que la percepción es un acto esencialmente objetivador
mediante el cual hace su aparición un objeto según una modalidad
determinada de la presentación. Los resultados que el análisis
fenomenológico alcance en torno a las estructuras intrínsecas y
esenciales de los actos de la conciencia valen para tales actos,
ya sea que se investiguen en la actitud natural o en la fenomenológi-
ca70. Como ya dijimos con anterioridad, el concepto d e nóema
es el resultado de una elaboración y un desarrollo de los resultados
descriptivos obtenidos en las Investigaciones lógicas, obra en que
Husserl procediera según la actitud natural.
Al examinar la percepción de las cosas materiales, a menudo'
Husserl emplea el término «apariencia» (Erscheinutrg) y hasta ocasio- ;
nalmente el de «imagen» (Bild)'l. Husserl utiliza ambos vocablos ,
como sinónimos del término ((nóema perceptivon. D e acuerdo ;
con Husserl, lo que se da no es un sustituto -una apariencia
o una imagen, pongamos por caso- que se presente en lugar
de la cosa percibida misma, d e modo tal que, para que fuera
posible llegar a ésta, fuese menester pasar primero por el sustituto
d e que se trate. Si concibiéramos el sustituto en cuanto mera
apariencia, sería necesario interpretarlo como si fuera el signo
de una realidad oculta; si lo tomáramos como una imagen, tendría-
mos que referirnos al «original» correspondiente. Seria también

70 Husserl, Ideen, p. 184. En lo que se tefiere a la importancia que la


fenomenologia pueda tener con respecto a la psicologia descriptiva (en cuanto
ciencia cultivada según «la actitud natural)))y a la posible reforma d e la psicologia
que la fenomenologia implica, vkase: Husserl, ~Nachwortzu meinen 'Ideen
zu einer reinen Phanomenologie und phanomenologischen Philosophie'n, loc.
tiJ., 8 6.
71 VCase por ejemplo: Husserl, Erfahrung und Urtcil, pp. 88 SS. En torno
al empleo del término «apariencia» como sinónimo de nóema pcrceptivo, vCase:
H usserl, Ideen, 4 133.
216 Conceptos fundamentala de la fenomenologia constitutiva

esto una realidad que d e otro modo resultaría inaccesible. Husserl72


ha criticado y descartado explícitamente tales teorías realistas d e
la percepción. Cuando se emplea el término «apariencia» en el
sentido d e Husserl, no se toma la diferencia que existe entre
la apariencia de la cosa y la cosa misma como si fuera la que
existe entre el objeto de la percepción sensible y una realidad
oculta. La diferencia es más bien la que hay entre una modalidad
determinada y particular de la presentación d e la cosa y la totalidad
de todos los aspectos posibles según los cuales la misma cosa
podría presentarse. Veremos más adelante73 que la propia cosa
resulta ser el agrupamiento sistemático que abarca todas las aparien-
cias de la misma. De esto se sigue que pueda definirse la diferencia
en cuestión como la que hay entre un miembro d e un sistema
y el propio sistema al que el miembro pertenece. A base de ulteriores
análisis74, también se hará patente que, cuando una cosa se ofrezca
según una modalidad determinada d e la presentación, la apariencia
en cuestión implicará ya las otras apariencias d e la cosa. Por
medio de los resultados de análisis ulteriores, nos será posible
ahora definir la apariencia de una cosa como la cosa misma en cuanto
se da según una modalidad unilateral y particular de la presentación o,
' para decirlo de otra forma, como la aprehensión de un sistema de
apariencias desde el punto de vista de uno de los miembros del mismo.
Desde el punto de vista de los resultados que hemos así anticipado,
se puede considerar justificada la identificación que hemos hecho
entre los conceptos de apariencia y de nóema perceptivo. En
todo lo que sigue, pues, emplearemos el término «apariencia percep-
tiva» como sinónimo del de nóema perceptivo.

6. El concepto d e «objeto» de pensamiento de James y el


concepto d e nóema d e Husserl

Consideremos ahora el concepto de objeto d e pensamiento


de James, a fin d e abrir una nueva vía d e acceso no sólo al
concepto de nóema de Husserl sino también a la concepción feno-
menológica general de la conciencia. Entiende James por objeto

72 Cfr. Husscrl, Log. Unt., II., 1. pp. 421 ss. e Ideen, 3s 43, 52 y 90.
78 Cfr. infia, pp. 250 S., 257 SS. y 264 S.
74 Cfr. Cuarta Parte, c. 2. $8 1, 3 y 7 b.
Conceptos fundamentaics de la fenomenologia constitutiva :2173

de pensamiento «el contenido o fruto total, ni más ni menos»75 del


pensamiento. «El objeto de cada pensamiento... no es ni más ni
menos que todo lo que piensa dicho pensamiento y precisamente
...
tal y como lo piensa tal pensamiento ~ 7 6 .O para decirlo con
las palabras de Perry:77 «el asunto)) de un pensamiento es «aquello
'en' lo que pienso)), mientras que «el objeto» del mismo es «lo
que pienso en torno a aquello en que pienso». La distinción .que
James hiciera entre asunto y objeto de pensamiento78 concuerda
esencialmente con la que Husserl propusiera entre «el objeto del
acto intencional)) y «el objeto tal y como es mentado en el acto
iotencional»7Q. En su obra posterior, Husserl se refiere a este
último concepto mediante el término «nóema». En las Ideen, Husserl
distingue entre «das Geurteilte)) (lo juzgado) y «das Beurteilten
(aquello sobre lo que se juzga)80. ((Aquello sobre lo que se juzga*
corresponde a lo que James llama asunto. En torno a lo juzgado,
Husserl dice lo siguiente: M... Lo j q a d o en conjunto, y además
tomado exactamente así, con las caracteristicar, en el modo de darse
en que es «consciente» en la vivencia, forma el pleno cowefato
neomátito, el <uentido»(entendido con la mayor latitud) de la vivencia
del juzgar)). El «nóema del juicio» (Noema des Urteilem), según
lo describe Husserl, es idéntico a lo que James quiere decir por
objeto de pensamiento. Con anterioridad a la fenomenologia y
a la teoría de la forma, James utilizó por vez primera un punto
de vista psicológico autónomo y propugnó el empleo de una
orientación estrictamente descriptiva en psicología81 mediante el
-

75 James, Thc PrincipIcs of P~ychology,1, p. 275.


76 Ibid., 1, p. 276.
77 R. B. Perry, Thc Tbougbt and Choracter of WiIIiam ]ames, 1, p. 75.
78 En el texto original, d orden es el inverso, ya que dice «entre objeto
y asunto de pensamiento)). Debido a la construcción paralela que emplea el
autor, se sigue de esto que el concepto de «objeto de pensamiento» de J a m a
se identifique con el de «objeto del acto intencional)) de Husserl y que el
concepto de «asunto de pensamiento)) de James sea el equivalente del de uobjao
tal y como es mentado en el acto intencional)) o nóema de Husserl. Pero
a base de lo que viene antes y después del pasaje en cuestión, habrfa que
decir exactamente lo inverso. Por tanto, la traducción que hemos dado del
mismo presenta el orden opuesto. [N. del Tr.]
79 Cfr. Husserl, Log. Unt., 11, 1 , pp. 400 s.; Farber, op. cit., p. 349.
80 Husserl, Idccn, p. 194 (Idear, p. 227); véase también: Logik, $45. Cfr.
infra, pp. 365 SS.
81 Como ha apuntado Dewey en su artículo intitulado u n e Vnnishing
218 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva

concepto d e ((objeto subjetivo)). Debe tomarse el objeto d e pensa-


miento tal y como aparece, precisamente tal y como se encuentra
ante la mente del suieto d e la experiencia mediante un acto dado.
Debemos dar razón de él sólo v exclusivamente en función de
sí mjsmo82. Del hecho de que el asunto conste de partes, no
ha de llegarse a la conclusión -según nos dice el mismo James83-
de que el pensamiento sobre el asunto conste también d e partes,
es decir, de ideas parciales, de modo tal que a cada parte del
asunto corresponda- una idea parcial. 1nferi; tal cosa equivaldría
a cometer ((1; falacia par excellence del psicólogo)), o Sea, sería
pretender que elementos foráneos al objetó de peñsamiento formen
parte integrante de la constitución del mismo y dar razón d e
él a base de dichos elernentos84. El rechazo que James hace d e
Subject in the Psychology of James» UotnnuI o/ Pbihopby, XXXVII. 1940,
pp. 591 SS.),además de la vena descriptiva y subjetiva, existe en Tbc Principies
o/ Pycbology de James una tendencia hacia una «explicación biológico-conductista
de los fenómenos psicológicos». Si se elabora plenamente y de modo consistente
dicha tendencia, nos veríamos abocados a una psicologia que no sólo carecería
de «alma» sino también de conciencia. (Véase también: E. G. Boring, A Histor~
of Expcrimcntal Pryrbo/ogy, p. 501). Estamos muy lejos de negar que la tendencia
que Dewey pone de relieve exista aun en etapas anteriores de la obra de
James y de que hasta llegue a predominar en el desarrollo posterior d e la
misma. Con todo. afirmamos que la vena subjetiva y descriptiva resulta ser
más fructífera no sólo desde el punto de vista de la filosofia sino también
desde el de la psicologia misma. Dicho sea de paso, hagamos la observación
de que el problema d e la conciencia no debe ser confundido con el del «alma
sustancial», el de la «mente permanentew o el del nsujeto sustancial» (Dewey,
loc. cit., p. 590), o sea, expresado en pocas palabras, con el yo en cuanto portador,
poseedor o sujeto de la conciencia. D. S. Miller («A Debt to Jaman, In Commcmo-
rution of WiIIium Jumu, Nueva York, 1949, p. 29) ha puesto de relieve esta
distinción. En todo el articulo (pero, sobre todo, en las pp. 25 SS.), insiste
Miller en la orientación descriptiva y subjetiva de James en la que ve -creemos
que con razón- una de las aportaciones más significativas e importantes por
las que debemos estar reconocidos al autor de Tbc Principlcs of Pycbologv.
82 Jamcs, op, cit., 1, p. 276: ((Nuestro deber en psicología consiste en atenemos
lo mis fielmente posible a la constitución del pensamiento determinado
que estudiamos».
88 Ibíd.,- 1. PP. 195 v 277 ss.
. - a

;
84 Ibíd., 1, pp. 196 278: «Siempre que tratamos mediante la introspección
de describir uno de nuestros pensamientos. tenemos la inveterada costumbre
de perder de vista el tal y como es en si mismo y de hablar
. de otra cosa. Describimos las cosas que le aparecen al pensamiento y describimos
otros pensamientos acerca de esas cosas -precisamente como si éstos y el
pensamiento original fueran lo mismo».
Conceptos fundimcntales de la fenomenologia constitutiva 219

la noción según la cual el objeto de pensamiento es una especie


de réplica del asunto está estrechamente ligado con su recusación
de «la teoría de la sustancia espiritual)) a que ya nos hemos referi-
do&. También se encuentra relacionado con su afirmación según
la cual ningún estado mental se repite de modo idéntico, ni siquiera
cuando - c o m o sucede en la percepción sensible- los mismos
estímulos producen varios estados mentales86. Tanto en la afirma-
ción d e James como en su recusación de la teoría d e la sustancia
espiritual, ve Borings7 una anticipación de la crítica ulterior y
el rechazo final de la hipótesis d e la constancia que encontramos
en la teoría de la forma.
James presenta la distinción entre el objeto y el asunto de
pensamiento en relación con juicios expresados en forma proposi-
cional. No obstante esto, es posible y hasta indicado que generalice-
mos la distinción hecha por James, a fin d e que se aplique también
a la percepción. E n este ámbito, tendremos la distinción entre
el objeto de la percepción o el nóerna perceptivo (para emplear
el término técnico de Husserl) -por un lad- y -por otro-
el asunto de la percepción o la cosa tal y como es en la realidad.
E n The Principies of Pyhology, adopta James «el punto de
vista de la ciencia natural~s8.Concibe los estados mentales cognos-
citivos y las cosas conocidas o por conocer como formando dos
conjuntos de hechos, que son irreductibles entre sí y que se encuen-
ttan «frente a frente en un mundo comÚn»89. Existe entre estos
dos conjuntos de realidades independientes una relación de ((com-
pleto dualismo)) y de ((armonia preestablecida)). Esta armonía se re-
fiere a la función cognoscitiva de los estados mentales, la cual debe
darse por supuesta y ha de tomarse como una arelación íntima últi-
ma»*. También debemos dar por sentado que un número indefini-
d o de estados mentales diferentes entre si puedan entrar en relación
cognoscitiva con una misma realidad externa y que, de hecho, sea
esto asísl. Esto es posible en virtud del ((principio psicológico d e

Cfr. snpra, pp. 37 SS.


88 James, op. cit., 1, pp. 231 SS.
87 Boring, op. rit., p. 499.
88 James, op. cit., 1, pp. 183 SS.
80 Ibid., 1, pp. 218 SS.
Ibid., 1, p. 216.
91 Ibid., 1, pp. 172 s.
220 Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva

identidad»92 o del ((principio de la constancia d e los significados d e


la mente»B3, que es otra denominación que James utiliza para el
mismo principio. Este principio es «la fuente de la firmeza y el fun-
damento del pensamiento)), «el más importante d e todos los rasgos
de nuestra estructura mental)). Este principio no quiere decir, sin
embargo, que -al conocer nosotros la misma realidad externa me-
diante dos estados mentales- el estado posterior haya de ser una
réplica exacta del anterior o que ambos estados mentales estén inte-
grados por los mismos elementos. «La única identidad que hay en-
tre nuestras sucesivas ideas es la semejanza que existe entre ellas en
lo que se refiere a su función cognoscitiva o representativa en
cuanto se ocupan del mismo objeto. No existe identidad alguna en
el 5er»94. Que la realidad externa sea la misma n o implica que los
estados mentales que se refieran a ella sean idénticos. El rasgo fun-
damental de la vida consciente consiste en que «el mismo objeto...
es pensado en diversas ocasiones mediante estados conscientes que
no son idénticos entre sí»95. Cuando pensamos de nuevo en el mis-
mo objeto, lo hacemos de un modo fresco y novedoso (digamos,
por ejemplo, que lo tomamos con el ((sentido de lo que nos es fa-
miiiar»w d e un modo inarticulado y vago y con una conciencia
concomitante más o menos explícita de que la cosa que ahora per-
cibimos es la misma que percibíamos en otra ocasión97). El mismo
objeto puede aparecer desde un punto de vista diverso o según una
perspectiva distinta, puede encontrarse en relaciones diferentes o
en otros contextos y así sucesivamente98.
'Según Perry99, aun en esta temprana etapa de su carrera, consi-
deraba James la tesis del «dualismo» y de «la armonía preestablecida))

82 James, «On Some Omissions of Introspective Psychologyn, Loc. NI., p. 21 :


«...diversos estados mentales son capaces de contemplar la misma materia, cuali-
dad, cosa o verdad objetiva y de saber que se proponen contemplar lo mismo».
93 James, The Principler of Ps_ychology, 1, pp. 459 SS.:«En segmentos sucesivos
de la corriente mental puede, pensarse en las mismas cosas, y algunos de tales
segmentos son capaces de saber que mientan las mismas cosas que los otros
mentaran antes».
94 Ibid., 1, pp. 174 SS.
85 Ibid., 1, pp. 236 SS.
88 Ibíd., 1, p. 252.
" Ibhf., 1, pp. 486 SS.
9.3 lbid., 1, p. 233.
00 Perry, op. ;t., 11, pp. 72 S S .
Conceptos fundamentales de la fenomenologia constitutiva 22 1

entre los estados mentales cognoscitivos y las cosas conocidas


como una posición que, por razones metodológicas, era posible
adoptar provisionalmente a los fines de la psicología, pero que
tendría que someterse a una investigación filosófica ulterior. Con
el propósito de superar tal dualismo, elaboró James con posteriori-
dad la filosofía del ((empirismo radical»lo0. Ciertos problemas que
le salieran al paso a James también surgen en la fenomenologia,
como puede verse a. partir de la forma d e dicho dualismo y en
especial a base de la oposición que existe entre la realidad externa
idéntica -el idéntico asunto- y una pluralidad indefinida integrada
por estados mentales diversos y, por consiguiente, también por
los diferentes objetos de pensamiento. E n otro lugarlol, hemos
demostrado que la distinción que James hiciera entre objeto y
asunto de pensamiento sirve de motivación al intento de dar razón
del asunto idéntico en función de múltiples objetos o, para usar los
términos técnicos de Husserl, del objeto idéntico en función de
múltiples nóemas. Se puede ver esto si interpretamos la distinción
de Jarnes fenomenológicamente y la generalizamos d e modo tal
que se aplique también a la percepción. D e nuevo, la orientación
descriptiva de la psicología resulta ser una forma incipiente de re-
ducción fenomenológica, ya que nos lleva a los problemas de la fe-
nomenología constitutiva si se la adopta d e una manera consistente
y lo suficientemente radical. No se puede negar, sin embargo, que
el desarrollo intelectual de James lo llevó por otros derroteros.

7. Problemas en torno a la ideación

a. La$ ciencias eidéticas


Es en cuanto ciencia eidética y no como disciplina empírica :
que la fenomenologia se ocupa de la conciencia. Las afirmaciones
de índole eidética no depcnden de los hechos, por cuanto ninguna :
actividad que consista en indagar sobre los hechos ni ninguna
experiencia -en el sentido de la aprehensión que pone la existencia
fáctica- tienen función alguna de validación o invalidación con

1" Véase nuestro breve esbozo de la filosofla del «empirismo radical»:


snpra, pp. 29 SS.
101 A. Gurwitsch, «Onthe Object of Thoughtn, Pbilosopby and Phenomenolo&al
Research, VI1 (1947).
222 Conceptos fundarnenales de la fcnornenologla constitutiva

respecto a afirmaciones talesl02. Las afirmaciones eidéticas no con-


tienen ni implican ninguna proposición en torno a los hechos
o a la existencia fáctica, sino que se refieren exclusivamente a
las posibilidades y composibilidades ideales.
Las matemáticas han sido siempre tomadas como ejemplar para-
digmático y modelo de la ciencia eidética. La geometría, por ejem-
plo, trata del problema de las disposiciones posibles d e los elemen-
tos, las construcciones y las transformaciones del «espacio» a base
de ciertos axiomas. E n un contexto geométrico, sin embargo,
no se plantea en absoluto la pregunta acerca d e si algún existente
real que se dé en la experiencia actual corresponde a los productos
de la construcción y del pensamiento geométricos. Toda relación
entre los elementos d e una «figura» que haya sido establecida por
el razonamiento geométrico es válida, haya o no figura tal entre las
que encontremos en el mundo perceptivo.
Si bien es verdad que las estructuras y las relaciones eidéticas
no dependen d e los hechos y d e la experiencia actual, no puede
afirmarse, sin embargo, que la recíproca sea cierta, ya que los
hechos y la experiencia actual no son en absoluto independientes
: d e las estructuras y las relaciones eidéticas. Ningún acaecer actual
es meramente un hecho, ya que es también el acaecer de cierto
contenido. Todo objeto que encontremos en la experiencia actual
se ofrecerá como un objeto que puede ser descrito de manera
determinada y que posee ciertos atributos y propiedades esenciales
característicos (digamos, por ejemplo, que es una cosa material
o un dato cromático o tonal). Es así que todo existente real,
que todo objeto y que todo acaecer actual se refieren a cierta
«región» material a la cual pertenecenl03. Lo que define cualquiera
de estas regiones materiales es un eiah regional (por ejemplo,
el de «dato tonal))). El eidos regional se encuentra constituido,
a su vez, por suprema genera. E n el caso al que acabamos d e
referirnos, por ejemplo, tendremos que el eidos «dato tonal» está
constituido por el tono, la intensidad y el timbre. E n la naturaleza

102Husserl, Ideen, 7.
103Ibid., $8 2 y 16. Aqui no tenemos en cuenta la región «formal» o
«analitica», es decir, la que Husserl llama «lógica apofántica* y «ontología formal».
En lo que a ésta se refiere. vCase e1 4 10 y sobre todo Logik, Sección 1,
A ; cf. también: snpra, pp. 174 SS.
Conceptos fundmentalcs de la fenomenologia constitutiva 223

misma del eidos regional, se fundan las verdades básicas acerca


de la región de que se trate. Al ser expresadas en forma d e
axiomas regionales, se ve que las verdades básicas referentes a
la región en cuestión definen las categorías regionales, es decir,
las que esencialmente se refieren a la región de que se trata. Toda
región material se caracteriza esencialmente por presentar una es-
tructura fundamental que sirve de base a ciertas relaciones estructu-
rales. Podemos describir dicha estructura mediante los axiomas
regionales que jueguen un papel en la deducción d e las consecuen-
cias estructurales. El objetivo de las ciencias que Husserl llama
ontologías «materiales» o «regionales» consiste en obtener de modo
sistemático y completo todas las verdades que sean válidas para
una región determinada. Las ((ontologias regionales)) que tienen
que ver con el eidos «cosa material)) son, por ejemplo, la geometría
(en cuanto geometría del espacio pero no aún como disciplina
que opere a base de la idea formalizada de ((agregado euclidiano»l04)
y las diversas ramas de la física matemática (como son, por ejemplo,
la cinemática y la dinámica analítica). Es evidente que las ontologias
regionales son ciencias eidéticas, puesto que se ocupan únicamente
de lo que se funda en un eidos regional y de lo que se sigue
- d i r e c t a o indirectamente- de éste y no tratan en absoluto de
los hechos y de la existencia fáctica. Para que el objeto pueda
pertenecer a una región determinada, es menester, sin embargo,
que todas las estructuras y las relaciones estructurales eidéticas
correspondientes a la región se den en cada objeto que pertenezca
a la misma. Las ciencias eidéticas son a priori no sólo en virtud
de su independencia de los hechos (aspecto del que ya hicimos
mención), sino también porque dan expresión a las condiciones
necesarias de la posibilidad de los objetos en cuanto pertenecientes ,

a una región determinadalos. Las ciencias que tratan de los hechos .'
y d e la existencia fáctica (o sea, las ciencias empíricas) no son,
por tanto, independientes de las ciencias eidéticas, sino que, por '
el contrario, se refieren a las ontologias eidéticas y tienen sus '
fundamentos teóricos esenciales en ellas en lo que se refiere a
la posibilidad misma de sus objetoslw.
104 En lo que se refiere al concepto de ((agregado euclidiano)), vtase: Husserl,
Logik, Sección 1, c. 3.
105 Cfr. EflIrbrnng nnd Urteil, 5 90.
106 Husserl, Ideen, 8 s.
224 Conceptos fundamentales de la fenomcnologia constitutiva

b. L a aprehensión de los eide y de las relaciones eidéficas mediante el


método de «la variación libren
Una forma diversa de «experiencia» ha de hacerse cargo d e
la validación de la ciencia eidética, ya que, como dijimos con
anterioridad, la experiencia -entendida en su sentido corriente
de aprehensión de la existencia fáctica- carece d e tal función.
Husserl llama ((intuición de esencias» (Wesemschau) o ideaciónlO7
a la forma específica de la experiencia que juega, con respecto
a la aprehensión de los eidF, el papel que la experiencia en el
sentido corriente del término (a saber: en el d e experiencia sensible)
desempeña con respecto a la determinación d e la existencia fáctica
y de los hechos. Cuando Husserl nos habla -mediante un término
cuya adopción quizá haya sido poco feliz- de la intuición d e
esencias, pone de manifiesto la analogía y hasta la profunda afinidad
que existen entre la intuición eidética y la perceptiva, en virtud
de que ambas tienen el carácter fundamental d e ser formas d e
la presentación primordial de sí. Y esto es así, n o obstante las
diferencias evidentes que hay entre ellas. Tanto mediante la intui-
ción perceptiva como por medio de la eidética, el objeto aprehendi-
do -que en un caso es un existente individual perceptible y
en el otro un eidos- aparece según la modalidad «en personan
de la presentación y, por consiguiente, no se da según una modali-
dad meramente simbólica. Se aprehende el objeto mismo en cuanto
se encuentra «en carne y hueso» ante la mente del sujeto d e
la experiencia y no como mero objeto intencional y significativolo8.
Con anterioridad a Erfahrung und Urteil -libro que apareciera
póstumamente-, no encontramos en la obra d e Husserl una presen-
tación sistemática y en términos generales de la ideación ni, d e
manera correspondiente, una clarificación fenomenológica última
del ámbito de los eidt?, En este libro, Husserl formuló el método
de la variación libre, el cual ya había aplicado en escritos anteriores
a varios problemas específicos que tenían que ver con la ideación,
aunque la exposición ,de los principios generales del mismo tuviera

107 Husserl, Log. Unt., 11, vi, 2, $ 8 45 s. y 52; Ideen, 5 3; 'dgik, $ 58;
véase también: Farber, op. cit., pp. 455 cs. y 462 s.
108 En lo que se refiere al concepto de, «presentación primordial d e sí»,
que es d e importancia capital para la fenomenología, véase: Husserl, Cmtesianiscbe
Meditationen, pp. 51 -54; Logik, $ $ 59 SS.
Conceptos fundamentales de la fenomenologh constitutiva 225

que aguardar a la composición d e Erfahrung rmd UrteillOQ.Haremos


a continuación una presentación abreviada del método de la varia-
ción libre con respecto a la ideación, y para ello nos limitaremos
a las cuestiones más importantes.
Comencemos el análisis con un objeto cualquiera, o sea, con
un objeto de especie definida y que pertenezca a una clase determi-
nada (pongamos por ejemplo una nota musical). Procedamos a
variar y a modificar tal objeto en la imaginación d e modo libre
y arbitrario. Esto tendrá por resultado la creación de una pluralidad
d e productos de la imaginación. Poco importa que dichas creaciones
sean meros frutos de la fantasía o que d e hecho correspondan
a la experiencia actual. Al utilizar el método de la variación libre,
se hará patente que podremos aún concebir los productos d e
nuestra imaginación como especimenes posibles de la clase d e objeto
que nos haya servido de punto de partida, con tal d e que ciertas
estructuras permanezcan invariables y n o obstante lo completa
y profunda que la variación llegue a ser desde otro punto de
vista. Por otra parte, si se modifican dichas estructuras, la utilización
del método de la variación libre no producirá ya especímenes
posibles de la clase en cuestión. Se hace evidente, pues, que un
objeto no puede existir -ya sea en absoluto o, al menos, en
cuanto miembro d e la clase d e que se trate- cuando el. intento
de formarlo en la imaginación -sin que presente las estructuras
en cuestión- redunde en el fracaso. Mediante el empleo del proceso
d e la variación libre, se ponen d e manifiesto dichas estructuras
en cuanto invariables, al determinar éstas los límites dentro de
los cuales la variación libre debe funcionar a fin d e producir
ejemplares posibles d e la clase en cuestión. Tales estructuras invaria-
bles definen la esencia o el eidos de dicha clase, ya sea que el
eidos de que se trate sea de índole regional o de naturaleza subordina-
da. Por lo tanto, establecerán aquéllas las condiciones necedarias
a que deben ajustarse todos los ejemplares de la clase, a fin de
poder ser éstos especímenes de la mismallo.

109 Husserl, Erfahrvng nnd Urteil, $4 87 SS. Hemos planteado ciertos proble-
mas fenomenológicos en torno a la ideación y al método de «la vnriaci6n
libre» en el artículo intitulado «Gclb-Goldstein's Concept of 'Concrete' and
'Categorial' Attitude and thc Phenomenology o f Ideation*, Philosopby a d Pbrnomr-
noiogirri Rcrearch, X (1949), iii.
...
no Husserl, Erfnbrvng xnd Urfeii, p. 41 1 : «Se hace patente que existe
226 Conceptos fundamentales de la fenomenologla constitutiva

El proceso de utilización del método d e la variación libre


nos llevará de una forma imaginaria a otra. Dicho proceso no
debe limitarse a las variedades que se encuentren actualizadas en
la .experiencia sensible fáctica, ya que las estructuras invarialiles
que queremos poner de manifiesto han de ser las que definan
las condiciones necesarias de la posibilidad de cierta clase de objetos.
Es imprescindible que se extienda más allá d e tales variedades,
hasta abarcar todas las formas que imaginemos en cuanto especime-
nes posibles d e dicha clase. No importa en absoluto que hayamos
comenzado a utilizar el método de la variación libre con un existente
real dado en la experiencia actual, tal y como lo hemos dado
por supuesto a fin de hacer una exposición más simple del método.
Pudiéramos haber empleado como punto d e partida un producto
cualquiera d e nuestra fantasialll. Aun cuando comience la utiliza-
ción del método de la variación libre con un objeto real, no
hace al caso la existencia fáctica d e éste en lo que se refiere
al papel que juega en dicho proceso. El objeto sólo se toma
en consideración en lo que respecta a su contenido material y
cualitativo, a su «quididad». No importa en absoluto que tal conte-
nido cualitativo ocurra de hecho. Que el objeto sea real no justifica
que se le dé mayor peso que a una forma meramente imaginaria
cualquiera o que se le tome en consideración en sentido diverso
de aquél en que se toma a esta última. Lo que sí es importante
que se vea es que un objeto que presente tal contenido material y
cualitativo es meramente posible. E n otras palabras: si el proceso
en cuestión comienza a funcionar a partir d e un existente real,
debe considerarse a éste sólo en cuanto imaginable y no en cuan-
to actual. Debe considerársele en cuanto espécimen o ejemplar,
es decir, como pura posibilidad que incidentalmente se haya ac-
tualizado.
una unidad entre las múltiples estructuras sucesivas y que en las variaciones
libres de una imagen original (digamos, por ejemplo, que se trata de la d e
una cosa) permanece invariable necesariamente algo en cuanto forma general necesaria,
sin la cual ninguna cosa de esta clase --en cuanto ejemplar de la especie
a que pertenece- es pensable en general)).
111 Husserl, Ideen, p. 12: (L.. podemos, para aprehender una esencia en
si misma y originariomente, partir de las correspondientes intuiciones empíricas,
pero igualmente de intuic~onesno experimentutiuas, no aprehensiuas de algo existente,
(intes bien 'meramente imaginu/iuus'» (Ideas, trad. J . Gaos, p. 23). Cfr. también
Meditotionen, pp. 104 s.
(.i~rtcsiani~che
Conceptos fundamentala de la fenomenologia constitutiva 227

El hecho de que un ejemplar posible d e objeto tenga también


existencia fáctica carece de importancia desde el punto d e vista
de la ideación y ha de ser, por consiguiente, pasado por altollz.
E n esto se hace patente la importancia decisiva que la imaginación
posee con respecto a la ideaciónll3. Asimismo puede llegarse a
una clarificación última en lo que se refiere a la relación entre
los ámbitos eidético y empírico d e que ya hemos hablado. E n
general, ninguna indagación que redunde en la determinación de
hechos ni ninguna verdad empírica pueden aportar nada a la valida-
ción del conocimiento eidético, en virtud de que la utilización
del método de la variación libre tiene lugar por entero en la
esfera de la imaginación y debido a .que las estructuras invariables
y necesarias no hacen referencia alguna a lo real sino a lo posible,
es decir, a los especímenes que pueden ser imaginados y concebidos.
Si el conocimiento eidético es independiente de cualquier indaga-
ción que redunde en la determinación de la existencia fáctica,
en virtud de que nada tiene que ver con los hechos, se sigue
que la recíproca también es cierta: o sea, que ninguna afirmación
en torno al acaecer actual de los hechos puede deducirse de las
verdades eidéticas 114.
Por otra parte, todo existente real es también un ente posible
e imaginable y puede ser considerado, por tanto, como un espéci-
inen posible de una clase o región determinada. E n virtud de
la misma naturaleza del proceso d e utilización del método de
la variación libre, resulta que, en el caso d e cada existente real,
podremos imaginar como posible durante dicho proceso -al menos
en principio- una variedad que corresponda al propio contenido
material y cualitativo del existente en cuestión. Toda condición
de posibilidad que valga para una cierta clase o región de objetos
-en tanto y en cuanto haya sido determinada por la variación
libre- vale también para todo existente real que pertenezca a
dicha clase, ya que la actualidad del existente implica su posibili-
dad 115. E n resumen, podemos decir que ninguna ontología regional

'12 Vtase nuestro artículo intitulado «Gelb-Goldstein's Concept o€ 'Concre-


te' and 'Categorial' Attitude and the Pheonomenology of Ideationw, loc. cit.,
pp. 194 SS.
"3 Cfr. Husserl. Idccn, 5 70.
114 Ibíd., 5 4.
115 Husserl, Erfuhrnax ImA Urtei/, p. 426: «Lo que puede transformarse dc
228 Conceptos fundameneales de la fenomenología constitutiva

puede servirnos de fundamento para llegar a conclusiones que


se refieran a la existencia actual de los objetos que pertenezcan
a la región de que se trate. Si existen, empero, objetos que pertenez-
can a una región o clase, se sigue que dichos objetos deben
ajustarse necesariamente a las condiciones de su propia posibilidad
que han sido establecidas en la ontología regional correspondiente.
En las Logiscbe Untemcbungen, Husserl emplea el método de
la variación libre con el propósito de dar razón de la relación
de fundación recíproca (como, por ejemplo, de la que existe entre
el color y la extensión), que ya hemos examinado con anteriori-
dadlls. En virtud de una ley ideal a prior;, se establece la verdad
de dos proposiciones, a saber: la de que no puede existir ningún
factor de color a menos que se dé en conjunción con un factor
de la extensión y también la de la recíproca de ésta. Resulta,
pues, que el color y la extensión se encuentran en una relación
de dependencia recíproca. Husserl define la dependencia y la inde-
pendencia en función de la variabilidad117. Que un cierto contenido
(pongamos por ejemplo la cabeza de un caballo que se da en
un contexto determinado) sea, sin embargo, independiente de tal
contexto y separable de él no implica que dicho contenido pueda
ser separado de hecho de todo contexto y que pueda ser representado
por su cuenta en completo aislamiento, como si la totalidad de
la conciencia a u n q u e sólo fuera por un momento- pudiera
reducirse a dicho contenido particular. Por tal cosa debe entenderse
más bien que dicho contenido permanece idéntico, mientras que
los contenidos concomitantes sufren cualesquiera variaciones que
sean por completo libres y arbitrarias. Un contenido independiente
no impone condición alguna a las variaciones de aquellos conteni-
dos de los que es independiente. En este sentido, podemos decir
que es posible imaginar un contenido independiente como si estu-
viera separado, aunque de hecho no se haya roto el vinculo que

una cosa en otra según el arbitrio de la imaginación ... lleva en si mismo


una estructura necesaria o un eidos e implica I y s mccsarias que determinan
lo que debe presentarse necesariamente en un objeto para que pueda ser éste
de una especie dada. Tal requisito, por tanto, es válido igualmente para toda
realidad de hecho».
"6 Cfr. snpra, pp. 101 SS.
117 Husserl, Log. Unt., 11, iii, 5 5; cfr. Farber, op. Nt., pp. 287 ss.
Conceptos fundamentilu de I i fcnomenología constitutiva 229

lo une a su contextoll8. En el caso del color y de la extensión,


sin embargo, no predomina ninguna variabiLidad que sea libre por
completo con respecto a un factor, mientras que el otro factor
permanece idéntico a si mismo. El color y la extensión varían
uno en función del otroll9. Si imaginamos que una superficie
coloreada disminuye d e tamaño hasta que llegue por fin a desapare-
cer por completo, no nos será ya posible continuar imaginándonos
el color. Las ((posibilidades)) y las «imposibilidades» que se hacen
patentes en el proceso de utilización del mitodo de la variación
libre no son de índole subjetiva. N o se originan a base d e las
limitaciones o de otros factores contingentes que afectan las capaci-
dades mentales del hombre, sino que se refieren más bien a las
leyes eidéticas apriori que se fundan en la naturaleza misma del
contenido de que se tratel20. Las leyes eidéticas apriori se ponen
en evidencia mediante la aprehensión de tales posibilidades e impo-
sibilidades. Lo que es válido para el color y la extensión también
vale, mutafiJ mutandis, para el tono y la intensidad d e las notas
musicales. Por último, hagamos notar el papel que la variación
libre juega en la teoría d e ((lasformas del significado»l21 d e Husserl.
A partir d e una proposición como «este árbol es verde)), podemos
obtener mediante la formalización la forma proposicional «esta
S es b.Al sustituir S y P por términos materiales, obtendremos
una infinidad de proposiciones posibles, como pueden ser, por
ejemplo, «este oro es verde)), «este número algebraico es musical)),
«este cuervo azul es blanco)) y así sucesivamente. Tales proposicio-
nes pueden ser o falsas o contradictorias o meros contrasentidos.
Mientras que los términos materiales que empleemos pertenezcan
a ciertas categorías del significado, obtendremos proposiciones
que serán posibles en este sentido. Cuando no nos guiemos, sin
118 Husserl, Log. Unt., 11, 1 , pp. 235 SS.: «La separabilidad no quiere decir
más sino que podemos mantener idkntico este contenido en la representación,
aunque variemos sin limites (con variación caprichosa, no impedida por ninguna
ley fundada en la esencia del contenido) los contenidos unidos y en general
dados juntamente. Y esto a su vez significa que el contenido separado permanece
intacto, aun cuando se anulen algunos o todos los contenidos concomitantes».
(Investiguciones lógicas, trad. M. Garcia Morente y J. Gaos, iii, 4 5, p. 393).
"9 Cfr. Stumpf, Uebcr den psychologischen Ursprung der Raunrvorstell~ng,
pp. 112 SS.; Husserl, op. cit., 11, iii, 4 4; Farber, op. NI., pp. 285 SS.
120 Husserl, op. cit., 11, iii, 3 7; Farber, op. cit., pp. 289 SS.
121 Husserl, op. cit., 11, iv, 10; Farber,op. cit., c. 1 1 H .
230 Conceptos fundamentales de la fenomcnologh constitutiva

embargo, por tales categorías, los resultados obtenidos no pasarán


de ser meras secuencias de palabras, tales como «este baladí es
verde)), «más intensivo es redondo)), «esta casa es igual» y asi
sucesivamente. Cada una d e las palabras d e tales secuencias tiene
por supuesto un significado, pero la secuencia misma en cuanto
totalidad (o sea, las palabras en cuanto forman un conjunto actual
determinado) no comunican significado unificado alguno. Mientras
que en el primer caso pueden obtenerse contradicciones y contra-
sentidos, es imposible, sin embargo, plantear cuestiones en torno
a la verdad o a la falsedad, a la coherencia o a la contradicción
y a la compatibilidad o al contrasentido de las meras secuencias
de palabras, ya que éstas -al no constituir proposiciones posibles-
carecen de sentidol22. A la libertad de sustituir los términos S
y P en la forma proposicional «esta S es P» por términos materiales
cualesquiera o -lo que viene a ser equivalente- a la libertad
de transformar la proposición original «este árbol es verde» se
le impone la condición limitativa según la cual los términos materia-
les deben pertenecer a categorías definidas - d e la significación si
es que, en verdad, se quiere obtener proposiciones posibles. Lo
mismo que en ejemplos anteriores, nos encontramos aquí con
posibilidades e imposibilidades que no dan expresión a factores
contingentes que afecten las capacidades mentales del hombre,
sino que se refieren a leyes .a priori que son válidas en el ámbito
de las significaciones. Dichas leyes definen las condiciones de la
posibilidad de las proposiciones en cuanto tales, con independencia d e
toda consideración en torno a la verdad, la falsedad, la coherencia,
la compatibilidad o el contrasentido. Definen, pues, formas en
las cuales los elementos de la significación (a saber: las palabras
significativas) pueden entrar en combinación y producir proposicio-
nes posibles, es decir, complejos de significados que son en sí
mismos significaciones unificadas 12%.
A base de los pocos ejemplos que acabamos de dar, nos es
posible ver que las matemáticas no son las únicas ciencias eidéticas,
si bien es verdad que - d e entre éstas- son las que han logrado
un mayor desarrollo. Es posible preguntarse acerca d e la posibilidad
122 En torno a la diferencia entre sinsentido y contra-sentido, véase: Husserl,
op. cit., 11, iv 5 12. Cfr. Farber, op. sit., c. 1 1 J.
123 Husserl, op. cit., n, iv, $8 13 s.; Logik, 8 13; cfr. Farber, op. cit.,
C.C. 1 1 K SS.
Conceptos fundamentales de la fenomcnologia constitutiva 23 1

misma de un objeto124 de cualquier especie, en cuanto pertenezca


éste a una clase o región determinadal25. Dicho interrogante puede
referirse también a los actos de la conciencia. Nos parece que
uno de los logros más importantes y d e mayor consecuencia de
las Ideen de Husserl es precisamente haber concebido la idea de
un a priori de la conciencia126 que ha d e encontrar su realización
en la elaboración progresiva de una ciencia eidética d e la misma.
Las estructuras invariables de la conciencia pueden tener un valor
universal. Pueden servir para definir en general las condiciones
de la posibilidad de los actos de la conciencia como tales127.
Pueden existir asimismo estructuras invariables d e índole específica
que se refieran sólo a ciertas clases d e actos de la conciencia
(v.g. las percepciones). Las condiciones necesarias de la posibilidad
de la conciencia son también las condiciones necesarias d e la posibi-
lidad de un universo de objetos o «mundo», en tanto y en cuanto
las condiciones necesarias de la posibilidad d e 1a.conciencia resultan
ser también las condiciones necesarias de la posibilidad d e los
objetos aprehendidos y constituidos mediante los actos de la con-
ciencia. De esto se sigue que el concepto de lo trascendental -en
el sentido de Kant128- abarca lo mismo las estructuras invariables
universales de la conciencia que las específicas.
124 Tomamos el término «objeto» con el sentido más amplio posible, a
fin de que se aplique asimismo a los entes ideales.
la Husserl, Erfahrnng und Urteil, pp. 427 SS. : ((Una tarea universal que debe
ser llevada a cabo con respecto a toda realidady que es de índole absolutamenk necesaria
consiste enjuuar las realidades en funcibn de /al leycr que rigen las posibilidades puras
de las mismas, o sea, en juzgarlas según lar 'ltyes esenciales' o a priori)).
126 Husserl, Ideen, $5 34 y 63.
127 E n nuestro articulo intitulado «On the Intentionality of Consciousness»,
IOC. cit., iii y iv, hemos puesto en evidencia que la temporalidad d e los actos
de la conciencia y la correspondencia que existe entre tales actos -tomados
como hechos temporales- y los nóemas son precisamente estructuras invariables
universales d e la conciencia. A base d e esto, hemos llegado a propugnar una
concepción de la conciencia según la cual es ésta d e indole correlativa.
128 Kant, Kritik der reinen Vernunft, B 25: «Llamo trascendental todo conoci-
miento que en general se ocupe, no de los Objetos, sino d e la manera que
tenemos de conocerlos, en tanto que sea posible apriori [o con nuestros conceptos
a priori de los objetos -A 101)). (La rrítica de la razón pwa, trad. José Rovi-
ra Armengol, Buenos Aires, Editorial Losada, 1960, 1, 163). Cfr. B 197: «...las
condiciones de la posibilidad de la experiencia en general son al mismo tiempo las
de la posibilidad de los objetos de la experiencia...)) ( L a crítica de la raxóa pura 1,
p. 294).
Cuarta parte
LA TEORIA FENOMENOLOGICA
DE LA PERCEPCION
LA TEORIA FENOMENOLOGICA
DE LA PERCEPCION

Mediante los análisis que integran la Tercera Parte, hemos


logrado echar los cimientos necesarios para elaborar una teoría
fenomenológica d e la percepción. No estudiaremos, por consiguien-
te, la percepción en cuanto hecho, sino desde el punto d e vista
de las verdades necesarias y eidéticas que le son propias. Tratare-
mos de poner de manifiesto las estructuras y las formas d e organiza-
ción a que se atiene la conciencia perceptiva, es decir, la conciencia
de las cosas perceptibles. Además, ilevarernos a cabo el examen
de la percepción según una orientación estrictamente fenomenológi-
ca, es decir, a base de la reducción fenomenológica. N o considerare-
mos los actos de la percepción como si formaran un conjunto
d e hechos junto a tantos otros posibles - d i g a m o s , por ejemplo,
como si pertenecieran al mismo orden general del que forman
parte los procesos físicos y los fisiológicos. Tampoco los examinare-
mos desde el punto d e vista del hecho d e que dependan funcional
o causalmente d e tales procesos.
Los objetos aparecen y se presentan tal y como los tomamos
en nuestra vida consciente mediante los actos de la percepción.
Se presentan dotados del sentido que tienen en nuestra experien-
cia y a diferentes niveles de la misma (a saber: en la experiencia
perceptiva cotidiana, en la teórica y científica, etc.). En las investiga-
236 La teorla fenommológica de la percepción

ciones que siguen, nos limitaremos al nivel d e la experiencia percep-


tiva. Mediante el análisis fenomenológico d e la percepción, habre-
mos de poner en claro la condición de los objetos d e la experiencia
y en especial su condición existencia1 u ontológica. Nos propone-
mos lograr esto tanto en lo que se refiere a las cosas materiales
individuales como en lo que respecta al mundo perceptivo en
general. En alguna que otra ocasión tendremos que abandonar
la orientación fenomenológica que hemos adoptado y volver al
plano de la actitud natural (como sucederá, por ejemplo, cuando .
discutamos ciertas teorías pre-fenomenológicas o sencillamente n o
fenomenológicas). Con todo, recabamos para nuestros resultados
y afirmaciones de índole positiva una validez fenomenológica,
o sea, una validez dentro del marco establecido por la reducción
fenomenológica.
El marco fenomenológico nos permitirá poner de manifiesto
el sentido pleno de las nociones de la teoría d e la forma que
tuvimos ocasión de elaborar en la Segunda Parte, a saber: los
conceptos de significado funcional y de coherencia o cohesión
estructural y la interpretación funcionalista de los todos y las
partes. Según dicha interpretación, el todo es el sistema d e los
constitutivos o de las partes que lo forman, d e modo tal que
dichas partes se encuentren esencialmente modificadas por el signifi-
cado funcional que posean en la contextura estructural a la que
se integran y por su dependencia y determinación recíprocas com-
pletas. Se hará así patente que tales nociones d e la teoria d e
la forma dan expresión a la estructura y la organización noernáticas.
Capitulo 1
EL PROCESO DE LA PERCEPCION

1. Matización y escorm perceptivos


Al mirar una cosa material (v. g. una casa), la percibimos
desde nuestro punto de vista (o sea, desde el punto d e vista
del que la ve). La casa aparecerá, por ejemplo, como próxima
o distante, y d e modo tal que dichos atributos se entiendan por
referencia al lugar desde el cual hace su observación el sujeto
de la experiencia. La casa aparecerá precisamente al frente o al
costado. El observador puede percibirla frente a sí o desde una
altura determinada. La manera en que se presente la misma será
función del punto d e vista del observador. Por último, podremos
ver la casa a la plena luz del día, al anochecer, a través de la
niebla y así sucesivamente.
Mediante cada percepción particular, se ofrece la cosa percibida
según un cierto aspecto, de acuerdo con una orientación determina-
da, desde este lado o del otro. E n pocas palabras: aparece la',
cosa según una modalidad unilateral de la ptesentación. E n virtud
de este carácter unilateral, que es esencial a toda percepción particu-
lar según veremos a continuación, el objeto respectivo se presenta
i
de modo matizado y en escorzol. A fin de tener una experiencia
1 Cfr. Husscrl, Ideen, 85 41 s . ; Cartesianiscbc Meditationen, 8 17.
238 La teoría fcnomenológica de la percepci<in

perceptiva más completa y plena d e la cosa material,. es menester


no limitarse a ninguna percepción particular y hay que pasar a
otras percepciones de la cosa en cuestión. Tales percepciones ocu-
rren cuando el sujeto de la experiencia cambia d e lugar, es decir,
cuando se aproxima a la cosa o se aleja d e ella o cuando le
da la vuelta a fin d e observarla sucesivamente d e diversos lados.
Puede el sujeto mudar de sitio a fin d e percibir la cosa a nivel
una vez que lo hiciera desde arriba o con el propósito d e que
aparezca en el centro del campo visual después que ocupara una
posición más bien periférica. Puede el sujeto concentrarse en alguna
característica o propiedad d e la cosa (v. g. el color, la forma
o las propiedades táctiles d e la superficie). Puede estudiar la cosa
en detalle -o sea, concentrar la atención en una parte determinada
o en un cierto atributo y después pasar a otro. Puede observarla
en diferentes y variadas condiciones y advertir los cambios ocasio-
nados por la variación de dichas condiciones. Se experimentará
así una pluralidad d e percepciones que pasan continuamente d e
una a otra. Por medio d e dichas percepciones, se presenta la
cosa d e que se trata desde lados distintos, según variados aspectos
y de acuerdo con diversas orientaciones, d e modo que se la ve
sucesivamente desplegar sus propiedades y caracteres, mostrar sus
diferentes partes y revelar su apariencia y comportamiento en
condiciones varias. No obstante el hecho d e que todas estas percep-
ciones difieren notablemente entre si en lo que al contenido se
refiere, las experimentamos en cuanto percepciones d e la misma
cosa. Mediante estas múltiples percepciones, aparece la cosa percibi-
i da en cuanto objeto idéntico que se muestra según variadas modali-
dades d e la presentación.
Cuando afirmamos que la presentación perceptiva por escorzo
de una cosa material es d e índole unilateral, lo que queremos
decir es que mentamos cada percepción particular en cuanto experi-
;mentada como presentación unilateral. Se presenta la cosa percibida
según un aspecto determinado en una percepción dada en cuanto
perceptible según otros aspectos y como lo que muestra la tendencia
a aparecer d e acuerdo con orientaciones distintas a la del momento
en cuestión y a ofrecer propiedades y cualidades que no manifiesta
ahora, pero que se harán patentes en un futuro cuando se den
condiciones diversas de las presentes. E n otras palabras: toda
percepción particular se sobrepasa a sí misma al referirse a un
111 proceso de la percepción 230

sistema de percepciones de la misma cosa. Dentro d e tal sistema,


al cual pertenece la percepción en cuestión, se le asigna a ésta
un lugar determinado. El rasgo fenomenológico propio d e toda '
percepción particular -y al que nos referiremos como el carácter 1
unilateral y delimitado de la percepción- consiste precisamente i
en esta referencia más allá de sí misma que experimentamos. 1
A toda cosa material en cuanto unidad idéntica corresponde
una pluralidad d e percepciones: cada una d e éstas resulta ser dife-
rente de las otras, por cuanto la cosa idéntica a sí misma se
ofrece según variados aspectos y diversas modalidades d e la presen-
tación. Todas estas percepciones, sin embargo, concuerdan en
el hecho de que las experimentamos como actos por medio de
los cuales tenemos conciencia perceptiva d e la cosa en cuanto
idéntica a si misma. Los actos que pertenecen a dicho grupo
o sistema de percepciones2 nos hacen conscientes d e la identidad
de la cosa percibida. A este nivel del análisis, podemos dejar i
sin solución el problema que consiste en establecer si actos determi-
nados y específicos que pertenezcan a dicho sistema de percepciones
se encargan de hacernos conscientes de la identidad d e la cosa
percibida o si más bien lo hace una determinada estructura d e .
organización. Tal estructura pudiera ser la coherencia intrínseca.
que el sistema deriva de sus miembros (o sea, de las percepciones),
los cuales se confirman unos a otros y se continúan armónicamente,
de modo tal que se correspondan mediante la relacib específica
de concordancia, conformación, cumplimiento recíproco y corrobo-
ración 3.
Si en vez de considerar una cosa material en su totalidad,
nos fijamos sólo en una cualidad o propiedad de 'la misma (v.g.
el color o la forma), nos encontraremos por igual con la correlación
entre una unidad idéntica y una pluralidad de experiencias de
dicha unidad4. Se nos dará entonces cada uno de los atributos
objetivos de la cosa como antes lo hacía la cosa misma, a saber:
en cuanto unidad idéntica que aparece mediante una pluralidad
sistemática de percepciones. Todas estas percepciones se organizan
2 Cfr. Husserl, Ideen, p. 279.
3 El problema que hemos planteado se resolverá más adelante (infru, c. 3,
8 3). Tendremos ocasión de ver que una daerminada estructura de organización
se encarga de hacernos conscientes de la identidad de la cosa percibida.
4 Husserl. Ideen, pp. 74 SS.; Curiesiunische Mcditationcn, p. 79.
240 La teoría fenomenológica de la perccpci6n

con respecto a la unidad idéntica en cuanto «p0l0»5, ya que las


experimentamos como percepcione~ de la rrnidad en cuestión. Por
medio d e cada una de dichas percepciones, tal unidad aparecerá
según una modalidad unilateral de la presentación por escorzo.

2. E l carácter esencialmente incompleto d e toda percepción


particular
Si bien es cierto que la percepción particular no nos da más
que una presentación unilateral d e la cosa percibida, no debe
ello interpretarse como si se tratara d e una pura cuestión de hecho
o de un mero factor contingente que afecte la organización mental
del hombre como resultado de las imperfecciones d e la naturaleza
humana. N o nos encontramos con una situación que surja sólo
por referencia al intelecto humano y que pudiera ser superada
por un intelecto más perfecto que fuera capaz de aprehender -me-
diante un acto individual de la percepción- la totalidad d e los
aspectos y determinaciones de una cosa material. Al contrario,
en virtud de una necesidad eidética, no es posible aprender una
cosa material, a no ser que lo sea por medio de una pluralidad
de nóemas perceptivos o apariencias en escorzo. Mediante una
percepción particular cualquiera, la cosa de que se trate sólo puede
hacer aparición según una modalidad unilateral de la percepción%.
A fin de justificar esto y hacer hincapié en ello, es menester
que apliquemos a la percepción el método d e la variación libre
que ya hemos expuesto7.
Al comenzar con la percepción actual d e una cosa material
dada (digamos, por ejemplo, que con la mesa a la que nos encontra-
mos sentados), nos será posible modificar en la imaginación la
cosa que de hecho percibimos. Podremos asignarle una forma
o un color diversos de los que realmente tiene. Podremos atribuirle
un comportamiento que un objeto de esta especie no suele mostrar.
De este modo llegaremos a tener presentes cosas imaginarias que
no son percibidas en la realidad, que no lo fueron y que quizá
no lo sean nunca, pero que -por lo menos en principio- son

5 Husserl, Carresianischc Mcditationcn, p. 101.


6 Husserl, Ideen, pp. 77 SS. y 315.
7 Cfr. snpra, Tercera Parte, 4 6 b.
El proceso de la percepción 241

perceptibles. Conforme a lo que hemos dicho con anterioridad


en torno al proceso d e la variación librea, tomaremos lo mismo
a las cosas percibidas de hecho que a las imaginarias como ejemplos
equivalentes de lo que es posible en la percepción, ya que nos
interesa lo que necesariamente pertenece a toda percepción posible y
a toda cosa que sea perceptible en principio más bien que las percepciones
actuales y las cosas que de hecho percibimos. Al partir d e la
percepción actual de una cosa real, deberemos desrealkar en el
sentido prescrito más arriba tanto la percepción como la cosa
percibida. Vendremos a tomar la cosa percibido de hecho como un
mero ejemplo de cosa perceptible en principio, como uno d e los tantos
ejemplos de lo que es posible en la percepcióng. E n lugar d e
comenzar con una cosa percibida d e hecho y d e transformarla
en la imaginación, desde el comienzo podríamos haber considerado
meros productos d e la fantasía, tales como caballos alados, monta-
ñas d e oro, centauros y cosas semejantes y haberles aplicado el
método de la variación libre. Mediante dicho método, intentamos
determinar los límites que se imponen necesariamente al ejercicio
de la variación libre en la fantasía, a fin d e que las formas que
resulten del empleo de tal método sean imaginables en cuanto
cosas materiales posibles y , de modo correspondiente, a fin d e que
las percepciones imaginadas sean imaginables en cuanto experiencias
perceptibles posibles. En otras palabras: nos proponemos establecer
las condiciones necesarias de la posibilidad de una cosa material y, d e
modo correspondiente, las condiciones necesarias de /a posibilidad de
una aprehensión pperceptiva de una cosa material posible.

cfr. JUpi0, PP. 221 SS.


9 Husserl, Cartcsianischc Meditotionen, pp. 104-105: «...transformamos el carác-
ter fáctico de esta percepción en pura posibilidad, la convertimos en una d e
tantas otras posibilidades puramente optativas pero que son percepciones posi-
bl es... pasamos la percepción real a la esfera d e lo no actual, a la esfera del
como-si, que nos entrega 'puras' posibilidad es... conservamos las ... posibilida-
des... como 'lo que es imaginable' de modo completamente libre en la fantasía.
Conforme a esto, desde el comienzo mismo hubiéramos podido haber tomado
como ejemplo inicial el acto d e imaginarnos a nosotros mismos experimentando
una percepción ... el tipo universal que obtendríamos d e ese modo ... y que
se halla libre d e todo lo fáctico... se convierte en el tidos puro d e la percepción,
cuya extensión ideal se compone de todas las percepciones que sean idenlmente
posibles en cuanto procesos meramente imaginabl es... todo barbo 81 p8n;abla
en rllanto maro ejcmplo de una posibilidad pura».
242 La teoría fenomenológica de la percepción

Imaginemos que una «cosa» presenta una superficie esférica.


Al tratar d e evocar una vívida imagen d e la cosa, imaginaremos
su apariencia según la veríamos desde cierto punto d e vista (diga-
mos, por ejemplo, que desde arriba). En virtud de que el objeto
que imaginemos ha de ser una cosa material, deberemos imaginarlo
con tres dimensiones y apoyado en la tierra de alguna manera.
Podremos imaginarnos que la «esfera» es o sólida o vacía. Podremos
imaginárnosla de color uniforme o podremos considerar en nuestra
fantasia que los lados que ahora no son «visibles» son de color
diverso del lado percibido. Nuestra imaginación podrá hallarse
totalmente indeterminada en lo que se refiere a los atributos y
a las cualidades de la parte posterior de la esfera o del interior
o de la parte de abajo de ésta. Pero, con todo, nuestra imaginación
contendrá indicaciones que se refieran a esos lados, aunque sólo
sean de índole indefinida y no específica.
Variando libremente los productos de la fantasia, podremos
imaginarnos la desaparición de dichas referencias indicativas. Nos
inventaremos entonces una superficie esférica con respecto a la
cual no se podrán plantear cuestiones que se refieran a los aspectos
que presentaría si se la imaginara desde diferentes puntos de vista.
Así, por ejemplo, cuando nos imagináramos que la superficie esféri-
ca presenta una forma convexa, no podríamos dar por supuesto
que apariencia tal se refiera a una forma cóncava posible que
la superficie en cuestión presentaría si la imagináramos desde un
punto de vista distinto. Al hacer desaparecer de la presentación
imaginativa todas las referencias a aspectos diversos de los que
presente en ese momento en la fantasía, es evidente que habremos
violado los límites a que la presentación imaginativa habrá d e
ajustarse si ha d e ser la presentación de una cosa material. La
imaginación d e una forma visual que no se refiera ni siquiera
vaga o indefinidamente a otras presentaciones posibles o a otros
aspectos según los cuales pudiera aparecer tal forma n o será la
imaginación de la superficie d e una cosa material sino más bien
la de un fantasma visual. A fin d e que una presentación imaginativa
sea la de una cosa material, deberá por tanto referirse a otras
presentaciones en las cuales podremos imaginárnosla desde otros
lados y según aspectos diversos. Las referencias en cuestión podrán
ser, sin embargo, de índole tan poco específica que nos den poca
información determinada con respecto a los detalles de los aspectos
El proceso de la percepción 243

diversos de que se trate. Mediante referencias tales, la presentación


imaginativa del momento presente adopta un carácter unilateral
y se convierte en fase de un proceso.
Más adelante, pondremos de manifiesto la organización y la
estructura formales del proceso perceptivo. Pero en esta coyuntura
debemos insistir en el hecho de que toda fase particular del proceso
perceptivo se refiere a otras fases mediante las cuales se continúa.
El carácter incompleto y unilateral d e toda percepción particular
de una cosa material y la inclusión en toda apariencia perceptiva
de tal cosa -mediante una percepción particular- de referencias
a otras apariencias no son, por tanto, rasgos accidentales del proceso
perceptivo considerado desde el punto de vista fáctico. Al contrario,
son características necesarias y esenciales de dicho proceso en
cuanto aprehensión de una cosa material. Tomamos en cuenta
aquí la mera posibilidad tanto del proceso como del objeto percibi-
do. E n virtud d e una ley eidética a priori, ninguna percepción
particular de una cosa material posible es autónoma o auto-suficien-
telo. A consecuencia de dicha ley a priori, ninguna percepción I
particular nos presenta más que una apariencia unilateral de la
cosa; es mediante la referencia que tal apariencia hace a otras
que la experimentamos como algo que necesita de complemento. "
1
Debido a razones esenciales (es decir, a cama de razones que tienen 1.
que ver con /a posibilidad de toda percepción particdar en cuanto aprehemión i
perceptiva de una cosa material posible), experimentamos toda percepción !
particular como fase de un proceso, o sea, en cuanto integrada en la 1:
unidad de un proceso.
Por consiguiente, nos encontramos abocados a la tarea de dar
r p ó n del fenómeno de las referencias. Este problema se refiere
a la posición que dichas referencias ocupan en la estructura de
un nóema perceptivo particular, el papel que desempeñan con
respecto a la estructura noemática y su aportación al nóema percep-
tivo en su totalidad. Debemos tomar también en consideración
el hecho de que las referencias en cuestión puedan ser d e índole
altamente indeterminada e indefinida. En el capítulo próximo,
emprenderemos un análisis de estos problemas y otros afines.
Por el momento, nos concentraremos en el estudio del proceso

10 Cfr. Husserl. Ideen, p. 310.


244 La teoría fenomenológica de la percepcidn

perceptivo mismo, en lugar de cxaminar la estructura d e una


percepción particular y del nóema perceptivo correspondiente.

3. El requisito de la unidad del proceso perceptivo


Mediante el empleo del método de la variación libre, hicimos
el descubrimiento d e que toda percepción particular se refiere
necesariamente a otras percepciones que la completen, la continúen
y de ese modo la conviertan en fase de un proceso. Pasemos
ahora a exponer la estructura u organización formal del proceso
perceptivo. De nuevo emplearemos el método d e la variación
libre en la imaginación.
Siguiendo la pauta de las referencias que la fase presente del
proceso imaginado - e n cuanto proceso perceptivo posible- hace
a otras fases del mismo, inventemos en la fantasía aspectos según
los cuales una cosa determinada se presentaría si la imagináramos
como vista desde un punto de vista diverso del inicial. Después
d e haber imaginado el aspecto que presentaría la cosa si la viéramos
desde arriba, pasemos a considerar en la fantasia la apariencia
que tendría si la contempláramos desde abajo. Con toda libertad,
podremos atribuirle a la superficie inferior el mismo color que
el que le atribuíamos a la superior o uno distinto. Podremos
imaginarnos la cosa bien como una esfera que descanse en el
suelo o que se apoye sobre alguna base o bien como un hemisferio,
o la podremos considerar en la fantasía como sólida o hueca
y así sucesivamente.
Empero, no gozamos d e una libertad absoluta en lo que se
refiere a continuar en la imaginación el proceso perceptivo cuya
fase incipiente acabamos d e tomar en consideración. Supongamos
por un momento que -al tratar de inventar la apariencia que
la cosa tendría si fuera contemplada desde abajo- imagináramos
un pais montañoso o que - c u a n d o nos alejemos de la cosa en
la fantasía a fin de verla a mayor distancia- imagináramos una
pared lisa. No hay nada que nos impida proceder así en la esfera
de la fantasía. Si decidiéramos hacer tal cosa, nos encontraríamos
con un conjunto de apariencias imaginativas. Cada una de éstas
pudiera ser perfectamente la de una cosa imaginada en cuanto
perceptible en principio. Con todo, dicha pluralidad de apariencias
se referiría no a una cosa idéntica sino a varias. Habríamos pasado,
El proceso de la percepción 245

pues, de una cosa a otra, en lugar de hacer lo que nos proponíamos,


o sea, seguir el despliegue del objeto inicial en el curso de un
proceso imaginado en cuanto aprehensión perceptible posible. Cada
uno de los actos perceptivos producidos en la fantasía redunda
en una de las susodichas apariencias y puede convertirse en la
fase incipiente de un proceso imaginado en cuanto aprehensión
perceptiva posible de una cosa material posible. Es evidente que
el hecho de que cada uno de dichos actos sea la fase incipiente
de una pluralidad de procesos perceptivos posibles no es lo mismo
que tales actos sean experimentados como fases sucesivas de m
proceso perceptivo. De esa manera, los actos que imagináramos
en cuanto percepciones posibles se darían por separado, ya que
no se encontrarían integrados en la unidad de un proceso continuado.
Tanto los actos como las apariencias que éstos producen se disocia-
rían unos de otros. Las apariencias no se encontrarían, pues, relacio-
nadas intrínsecamente de modo alguno, aun cuando se sucedieran
de manera inmediata. Tendríamos, por tanto, una secuencia de
percepciones inconexas, en vez de un proceso continuado. De :
esto resultaría que n o podríamos tener la conciencia de ~ n acosa
que se presentara como idéntica a sí misma mediante todas y
cada una de las percepciones de la susodicha secuencia y por
medio de todos y cada uno de los nóemas o apariencias que
tales percepciones produjeran. La identidad de la cosa que imagina- ,
mos en cuanto perceptible en principio depende de la organización ,

de una pluralidad de percepciones, de modo que resulte un proceso


continuado y dotado de unidad.
#
Por consiguiente, a fin de que una pluralidad de actos imagina-
dos en cuanto percepciones posibles nos haga conscientes de la
identidad del objeto (o sea, una cosa material tomada sólo en
cuanto posible), dichos actos han d e cumplir un requisito que
establezca límite al libre empleo de la variación en la imaginación.
Partiendo de una percepción en que la cosa presente una superficie
.esférica, nos será posible imaginar la cosa como una esfera completa
o como un hemisferio. En ambos casos, la segunda fase del proceso
debe ser coherente con la primera. Expresemos esto en términos
generales : si ha de producirfe la conciencia de una cosa idéntica (tomada ;
en cuanto cosa material posible y, por tanto, como perceptible
en principio), debe haber acuerdo y armonía entre los mÚhipIes actor :i
mediante los cuales imaginamos la mra de que se irata en lo que se
246 La teorla fenomenológica de La percepción

refiee a hs aspectos según los p e se presenta desde varior lados y puntos


de vista, en lo que respecta a las cualidades y a los atributos que se
ponen de manifiesto gradualmente, en lo que ataiie al comportamiento
p e presenta en circumtancias diver~asy a d sucesivamente. Dentro d e
los límites que se imponen a base d e este requisito, la imaginación
tiene libertad d e inventar cosas diversas, aun cuando sean d e
índole fantástica y no correspondan al conocimiento establecido
empíricamente. No debe faltarse, sin embargo, al requisito d e
coherencia entre las múltiples imaginaciones, si es que un correlato
idéntico que se dé con la conciencia de tal identidad (a saber:
la cosa imaginada en cuanto perceptible en principio) ha d e corres-
ponder a todas y cada una de las imaginaciones particularesll.
Es evidente que el requisito que limita la libertad de la imagina-
ción se refiere a los actos en cuanto corresponden a lo que producen,
a saber: a los nóemas o apariencias. El análisis que hubimos
de llevar a cabo con anterioridad tuvo por resultado la tesis según
la cual toda percepción particular d e una cosa material, en virtud
de razones eidéticas (o sea, de razones que se refieren a la posibilidad
misma de toda percepción d e esta especie), hace referencia a otras
percepciones que la trascienden. Hagamos esto un poco más concre-
to: las percepciones a las cuales hace referencia una percepción
particular de esta especie n o son percepciones cualesquiera, sino
solamente las que se relacionan con ésta y entre sí mediante el
acuerdo y la concordancia. Los nóernas que corresponden a las

11 Husserl, Ideen, p. 311: @Enel curso de este proceso de la fantasía, que


cada vez hace intuitivo más completamente y determina más precisamente,
somos en gran medida libres; ... pero no somos completamente libres, si queremos
avanzar en el sentido de un proceso de intuición coherente en que el sujeto
determinable sea idknticamente el mismo ypneda seguir siendo siempre daermina-
ble con coherencia». (Idear, Sección IV, c. 3, 149. p. 357). Cfr. Curksiuniscbc
McditaOnen, p. 88: uSi uno conserva fija la forma o categoría a la que un
objeto cualquiera pertenece y mantiene viva la evidencia de su identidad a
travks de todos los cambios de modalidad que sufra la conciencia de tal objeto,
se verá con todo que dichas modalidades no son en absoluto variables ilimitada-
mente, no obstante el grado de fluidez que presenten dichas modalidades y
p a e a lo dificil que sea aprehenderlas en función de sus dementos últimos.
Se encontraran siempre limitadas a un conjunto d e tipos eshwtnrafes que es
'invariable' e inquebrantablemente el mismo, mientras el objeto siga siendo
mentado en cuanto es este objeto determinado y pertenece a su especie y mientras
la evidencia de la identidad objetiva sea capaz de perdurar a través de los
cambios en la modalidad de la conciencia».
El proceso de la percepción 247

diversas fases del proceso deben concordar entre si a través d e


todo el proceso perceptivo. Las determinaciones de la cosa percibi-
da que no se pongan de manifiesto en fases anteriores del proceso
lo harán en las ulteriores. Es así como toda fase ulterior trasciende
las anteriores al continuarlas y complementarlas armónicamente.
Mediante un ejemplo, aclaremos lo que queremos decir aquí
por continuación. Supongamos que vemos que una cosa presenta
una superficie esférica desde un punto d e vista determinado, pero
que, cuando adoptemos un punto de vista diverso, lo que aparezca
sea una superficie plana. La cosa de que se trata es un hemisferio.
Si la aparición de la superficie plana tuviera lugar inmediatamente
después d e la de la esférica, nos encontrariamos ante dos apariencias
inconexas y sin relación alguna. D e hecho, sin embargo, existe
una secuencia de apariencias intermediarias que se hallan entre
las dos apariencias en cuestión y que se relacionan con la conciencia
específica que tenemos de «movernos en derredor de la cosan. Me-
diante cada una d e dichas apariencias intermediarias, se presenta
parte d e una superficie esférica y parte de una plana. A medida
que proseguimos en una dirección o en otra, uno d e los dos
aspectos adquiere la primacía sobre el otro. Cuando comencemos
el proceso a partir d e la apariencia d e una superficie esférica
pura, no surgirá d e súbito e inesperadamente la de una superficie
plana pura. Lo que sucederá es más bien esto: que la experimentare-
mos como término hacia el que converge la secuencia d e las
apariencias anteriores. La percepción de la superficie plana cumple
así una tendencia que ya se había hecho sentir en apariencias
previas y que gradualmente adquiere relieve. En cada una d e
las apariencias intermediarias, se conserva todavía algo de lo que
se presentaba mediante una apariencia anterior. Por otra parte,
se vislumbra lo que ha de presentarse en apariencias ulteriores.
Es en este sentido que debemos entender la continuación, la com-
plementación y el ajuste reciprocos de las apariencias. De este
modo, dos presentaciones que -al ser tomadas por separado-
parecen no tener nada que ver entre si resultan ser los términos
de una secuencia continua de presentaciones.
Los nóemas perceptivos particulares se organizan y forman
un grupo sistemático y coherente, cuya unidad se basa por entero
en la relación intrínseca de acuerdo, coherencia y armonía. Y
esto sucede en virtud de que dichos nóemas se continúan y comple-
248 12 teoría fenomenológica de la percepción

mentan. Junto a la organización d e los nóemas particulares que


redunda en la formación de un sistema coherente, tiene lugar
la integración de las determinaciones fragmentarias de la cosa
percibida en una determinación total o, al menos, en una determina-
ción total incipiente que abarque a manera d e fases todas las
determinaciones parciales. A esto mismo se debe que ocurra la
unificación de los actos que corresponden a dichos nóemas y
que producen dichas determinaciones. E n lugar de permanecer
separados e inconexos, todos estos actos se funden en un proceso
continuado en el que cada acto individual resulta ser una fase
parcial. El hecho de que los actos perceptivos individdes se fundan e
integren un proceso perceptivo único depende excfusivamente de que los
nóema correspondientes se agrupen y formen un sistema coherente. Si
los actos entran en concatenación entre sí en cuanto fases d e
un proceso unitario, se debe ello sólo a que las apariencias y
presentaciones correspondientes se organizan y forman un sistema
noemático coherente en virtud de la concordancia, la continuación
y el ajuste recíprocos que se dan entre ellas.
Para que dicha unificación de los actos individuales tenga lugar,
no es menester que los actos se sucedan sin interrupciónlz. Un
proceso perceptivo que tenga que ver con una cosa material puede
iniciarse, ser interrumpido y luego volver a comenzar. Las fases
del proceso que ocurran después de que la interrupción haya
tenido lugar serán unificadas con las que ocurrieron con anteriori-
dad, si se cumple el requisito de que las apariencias que se actualicen
en las fases ulteriores armonicen con las correspondientes a las
fases anteriores y las continúen. Por esto se confirma de nuevo
el hecho d e que la unificación de que se trata no depende d e
las relaciones temporales entre los actos y, por consiguiente, no
tiene que ver con los actos en cuanto hechos psicológicos reales
que tienen lugar en el tiempo fenoménico. Tiene que ver más
bien con lo que los actos producen, o sea, con los nóemas corres-
pondientes a dichos actos y que éstos actualizan.
Debido a que las presentaciones perceptivas particulares d e
una cosa material pasan a formar parte d e un sistema noemático,
se experimenta y se trasciende a la vez el carácter unilateral esencial
de toda presentación particular. Sólo se puede trascender dicho

lz Husserl, Idccn, p. 7 5 ; Carttsianircbc Mcditationcn, p. 80.


El proceso de la percepción 249

carácter en el curso del proceso perceptivo al actualizarse gradual-


mente las múltiples presentaciones pertenecientes al sistema, de
.modo que la cosa aparezca según una pluralidad de aspectos diver-
. sos que muestren una coherencia y un acuerdo intrínseco entre
síl3. Todo acto perceptivo mediante el cual se presenta la cosa
según un aspecto determinado hace referencia a otros actos por
medio de los que la cosa se presentará desde diversos puntos
de vista y según variados aspectos que se encuentren en armonía
y concuerden entre sí. Análisis ulteriores demostrarán que las
referencias de que hablamos son constitutivos esenciales d e la
estructura del nóema perceptivol4. Desde el punto de vista noético
(o sea, desde el de los actos y no desde el d e los nóemas), aparecerán
dichas referencias como anticipaciones y expectativas que cunden
en la percepción actual de que se tratel5. De hecho, se trasciende
el carácter unilateral y limitado de toda percepción particular en
el curso del proceso perceptivo, al no sólo sucederse las múltiples
apariencias, sino además al confirmarse, continuarse y complemen-
tarse unas a otras. La conciencia de la identidad de la cosa percibida
-a través de todo el proceso perceptivo y con respecto a las
variadas apariencias correspondientes a las diversas fases de dicho
proceso- depende de la continuación y la confirmación reciprocas
de las aparienciasls. La identidad de la cosa no sólo se pone
y se mienta, sino que además se actualiza por completo y se
experimenta de hecho, en la medida en que las referencias a otros
actos y apariencias tengan lugar en el curso del proceso perceptivo
(es decir, en la medida en que de hecho se perciba la cosa según
aspectos que sólo se habían dado por vía de anticipación con
anterioridad). De esto se sigue que el proceso perceptivo sea
un proceso de cumplimiento. Se verá más adelante17 que la confir-
1s Husserl, Ideen, p. 78.
14 Cfr. infra, c . 2, 1 .
15 Cfr. infra, c . 3, 5 1.
16 Husserl, Ideen, pp. 74-75: «Con necesidad esencial corresponde a la conciencia
empírica, 'omnilater8, que se confirma a sí misma en una unidud continuada, dr la
misma cosa, un complicudo sistema de multiplicidades continuas de apmiencia, maticrs
y escorros, en las cuales se matigan o cscor~anm continuidades bien determinada todor
los factores objetivos que caen dentro del campo de la percepción con el caráctrr dr
lo que se da en su propia persona». (Ideas, Sección 11. c. 2, $ 41, p. 93). Cfr.
.también la p. 78 y Cartcsianische Mcditationcn, pp. 78-79.
17 Cfr. infra, c . 3, 4 3.
250 La teoría fenomenológica de la percepción

mación y el cumplimiento recíprocos de todas las diversas fases


del proceso perceptivo son la condición suficiente de la posibilidad
del mismo. Por ahora nos limitaremos a considerar la condición
(necesaria mas no suficiente) de tal proceso, que es la de la coherencia,
el acuerdo, el *te y la continuación armónica de las apariencias y las
presentaciones. Dicha condición tiene por resultado la unificación de los
actos que producen lar apariencias y las presentaciones. Se pone asi de
manifiesto una estructura t/ organiqación invariable qae debe presentar
el proceso perceptivo a f i n de que sea una aprehensión perceptiva posibk
de una cosa material. La idea misma de cosa material -tomada
en cuanto posible y en función de la condición necesaria d e su
posibilidad- impone al proceso perceptivols este requisito d e
estructura y organización formales.

4. El proceso perceptivo en cuanto secuencia infinita abierta


Todo proceso perceptivo actual presenta dicha estructura for-
mal, ya que ésta pertenece necesariamente a todo proceso perceptivo
como tal, en tanto y en cuanto es una de las condiciones d e
la posibilidad del mismo como aprehensión d e una cosa material.
Cuando, a fin de adquirir un conocimiento perceptivo más comple-
to de una cosa material, la percibimos desde varios puntos d e
vista, la hacemos aparecer según aspectos distintos y la observamos
en condiciones diversas, las apariencias que se producen. en el
curso del proceso perceptivo se organizan y forman un sistema
noemático coherente de la especie a que nos hemos referido. Cuanto
más avancemos en este sentido, tanto más se expandirá el sistema.
Un número cada vez mayor de nóemas perceptivos que concuerden
entre sí se integrará en el sistema y lo ampliará gradualmente.
Puede consistir dicha expansión en la inserción d e apariencias
inesperadas en el sistema en crecimiento o bien en que ciertas
apariencias se actualicen mediante la percepción sensible auténtica.
Dichas apariencias se presentarán con un carácter definitivo y
determinado. En fases anteriores del proceso de expansión del
'8 Husserl, Idaen, p. 314: « L a Idea regional de cosa... prescribe series de
apareceres totalmente determinadas, determinadamente ordenadas, progresivas
in infinitwm, firmemente cerradas si se las toma como totalidad ideal; prescribe
una determinada organización interna del curso de estas series ...N (Idea$, Sección
IV, c. 3, 5 150, p. 361). Cfr. también Carferianiscbc Meditationen, pp. 90-91.
El proceso de la percepción 25 1

sistema, sólo encontrábamos -por vía de anticipación y de forma


implícita- referencias de índole indeterminada e indistinta a tales
aparienciasls. Junto con esta expansión, tiene lugar la fusión d e
un número creciente de actos perceptivos individuales que corres-
ponden a las apariencias que se integran en el sistema noemático,
y esto redunda en la formación de un proceso perceptivo complejo
cuya diferenciación y articulación internas son cada vez mayores.
Por muy avanzado que se encuentre el desarrollo del proceso
perceptivo en el sentido indicado, no logrará jamás el sistema
de las apariencias ser actualizado en su totalidad o de una manera
auténtica y completamente adecuada. Es cierto que en el curso
del proceso perceptivo se despliega gradualmente dicho sistema,
ya que poco a poco son trascendidas las referencias vagas e indeter-
minadas a los aspectos según los cuales pudiera aparecer la cosa.
Esto tiene lugar porque la cosa hace su aparición según dichos
aspectos. Por esto puede decirse que el proceso perceptivo es
un proceso de determinación gradual. En cualquier fase del proceso,
lo que se da según la modalidad privilegiada de la percepción
sensible actual forma un núcleo rodeado por una amplia zona
de referencias indeterminadaszo. Una zona como ésta, que se
caracteriza por su indeterminación, puede reducirse gradualmente
durante el proceso perceptivo, mas, con todo, no llegará nunca
a ser eliminada por completo21. En toda fase del proceso, encontra-
remos referencias a aspectos según los cuales la cosa no ha hecho
aún su aparición, a condiciones en las cuales todavía no ha sido
percibida y así sucesivamente. Y esto será así, a pesar d e los
aspectos y lados cualesquiera según los cuales se haya ya presentado
la cosa hasta ese momento en el curso del proceso perceptivo.
Las referencias d e que aquí hablamos apuntan a presentaciones
posibles y ulteriores de la cosa. Las presentaciones a que apuntan
tales referencias han de ajustarse al requisito de conformidad con
las apariencias que ya han sido actualizadas (o sea, con el sistema
de las apariencias tal y como hasta el momento haya sido establecido
durante el proceso perceptivo), no obstante el carácter indetermina-

10 Para un análisis en mayor detalle de la vaguedad y el carácter indistinto


de las referencias en cuestión, cfr. infru, c. 2, 5 3.
20 Husserl, Ideen, p. 80.
21 Husserl, Cart~sianircbcMrdiktioncn, pp. 83 y 96-97.
252 La teoría fenomenológica de la percepción

do que puedan ofrecer dichas referencias en lo que a dctalles


se refiere. Junto con la gradual actualización d e las apariencias
a las que sólo se hacía referencia implícita por vía de anticipación
en las fases anteriores del proceso perceptivo, nos encontramos
con el hecho de que se susciten nuevas referencias anticipadoras
con respecto a otras apariencias posibles. Dichas referencias -ya
presenten mayor o menor distinción y carácter definido- surgen
durante todo el despliegue del proceso perceptivo. El requisito
de que exista acuerdo entre los miembros del sistema d e apariencias
determina la estructura formal de éste. Dicho sistema también
resulta ser un sistema abierto que se halla en proceso d e expansión
indefinida. D e esto se sigue que el proceso de la percepción y de
la determinación perceptiva de una cosa material sea infinito. Aquí sólo
podemos mencionar el problema que consiste en saber si la infinitud
del proceso perceptivo es lo que motiva que la tarea científica
de dar una explicación teórica completa del universo sea infinita
y, si es así, en determinar de qué manera acontece tal cosa. La
propia ciencia es un proceso infinito cuya orientación general
y cuya dirección teleológica se definen con respecto al ideal d e
la racionalidad perfecta.
Una consideración de las presentaciones y las apariencias que
no tome en cuenta si son éstas producidas o por percepciones
actuales o por actos que imaginemos simplemente en cuanto percep-
ciones posibles no bastará a los efectos d e dar razón a la vez
de la posibilidad y de la realidad d e una cosa material. Esta diferen-
cia de origen en lo que a las apariencias y las presentaciones
se refiere no hace al caso cuando interesa la posibilidad de una
cosa material. La meraposibilidad de ésta depende sólo d e la coheren-
cia intrínseca del sistema de las apariencias. A fin d e que la cosa
actualmente exista y no sea meramente posible o imaginable en
cuanto existente real posible, es menester que n o sólo las apariencias
y las presentaciones de la misma se encuentren en armonía recíproca
y mutua conformidad sino que además se den en la experiencia
sensible auténtica. D e nuevo nos hallamos con el hecho d e que
el proceso perceptivo presenta un carácter esencialmente ((imperfec-
to» e «inadecuado». Concretemos esto mediante un ejemplo. Al
caminar alrededor de un edificio, primero lo percibiremos por
el frente y luego por detrás. Mediante la memoria o la anticipación,
nos es posible en la fase presente del proceso esperar que volvamos
El proceso de la percepción 253

a ver el edificio por el frente una vez que nos coloquemos en


el lugar apropiado para observarlo. E n contraste con la parte
trasera del edificio, el frente no se da ya en la experiencia sensible
auténtica, aunque - c o m o ya tendremos ocasión de ver22- la
referencia al frente del edificio forma parte de manera implícita
d e la apariencia perceptiva actual del edificio visto por detrás
y juega un importante papel en lo que se refiere a dicha apariencia.
Junto con la actualización gradual en la experiencia sensible auténti-
ca de apariencias a las que sólo se hacía referencia en fases previas
del proceso, nos encontramos la trasformación que sufren las apa-
riencias que con anterioridad se daban según la modalidad d e
la experiencia sensible auténtica y que ahora vienen dadas sólo
en forma de implicaciones más o menos definidas y determinadas23.
El proceso perceptivo se organiza y se despliega con toda la
complejidad y la coherencia intrínseca que le son propias en el
mismo curso de su desarrollo. Sólo una fase delimitada d e este
complejo proceso adquiere, sin embargo, la modalidad privilegiada
d e la presentación en la experiencia sensible auténtica y actual.

5. L a caracterización d e l proceso perceptivo a base . d e la


teoría de la forma

Haciendo uso d e los conceptos de la teoría de la forma24,


es perfectamente posible dar una interpretación de la estructura
y la organización formales que presenta el sistema de las apariencias
durante su crecimiento y expansión en el curso del proceso percepti-
vo. J,a organización interna de tal sistema debe cumplir -según

22 Cfr. infra, c. 2, $ 7 b.
23 Husserl, Log. Unt., 11, vi, pp. 40 s. y 67; Ideen, pp. 80 s.
24 En nuestro articulo intitulado «Quelques aspecn et quelques développe-
menn de la psychologie de la formen (loc. Nf., pp. 460 s.), sostuvimos que
los conceptos de la teoría de la forma no eran suficientes para explicar el
hecho de que las percepciones particulares se organicen y formen un proceso
que las abarque ni, de modo correspondiente, el hecho de que las presentaciones
perceptivas o nóemas integren un sistema coherente que nos haga conscientes
de la identidad de la cosa percibida por contraste con la pluralidad de percepciones
variables mediante la actualización y el despliegue graduales de dicho sistema.
Al continuar y profundizar nuestras investigaciones, hemos llegado a la convic-
ción de que es menester abandonar esa antigua opinión nuestra.
254 La teoría fenomenológica de la percepción

ya hemos visto- el requisito de que sus miembros se encuentren


en armonía y acuerdo entre sí, si es que los múltiples nóemas
perceptivos que integran el sistema han d e ser experimentados
como apariencias de una cosa material que se presenta a través
de todas ellas como idéntica a s í misma. Mediante los términos
«armonía» y «acuerdo», queremos expresar algo más que la mera
compatibilidad -o sea, algo que sobrepase el sentido puramente
negativo d e ausencia de conflictos entre las apariencias. El valor
significativo adicional a que nos referimos aquí se encuentra en
la relación intrínseca de ajuste, continuación recíproca y comple-
mentación mutua de las apariencias. Toda nueva apariencia hace
una aportación específica que contribuye a la determinación percep-
tiva de la cosa material. Esta nueva aportación continúa lo que
contribuyeran apariencias anteriores que se encuentren en confor-
midad y concordancia con ella. Es así que la nueva aportación
se integra <n conjunción con las anteriores- en el proceso
uno y total de determinación y de experiencia perceptiva. Mediante
la adición de apariencias nuevas, el sistema -tal y como había
sido establecido hasta ese momento- se amplía continuamente
y en conformidad consigo mismo. El sistema crece en armonía
consigo mismo y de acuerdo con su propio estilo y tipo. Precisa-
mente es en función del crecimiento y d e la continuación d e
un sistema en conformidad con un plan general más o menos
preciso y según las tendencias propias de aquél que se define
el concepto de ((continuación apropiada)) de la teoría de la forma25.
Para poder experimentar un grupo de nóemas perceptivos en cuanto aparien-
cias mríliiples de wna cosa idéntica, es menester que dicho grupo se organice
se& el principio de la continuación apropiada. Debe pues fbrmar un
sistema tuyo principio de organi~aciónsea el de coherencia o cohesión
estructural. Existe, sin embargo, una diferencia entre el sistema
de nóemas perceptivos que ahora nos ocupa y los ejemplos d e
coherencia o cohesión estructural que examináramos con anteriori-
dad. Estos últimos son de índole cerrada o, al menos, tienden
al cerramiento y es posible completarlos, mientras que los sistemas
de apariencias perceptivas mediante los que se presentan las cosas
materiales son, en principio, de índole abierta e infinita. Tal diferen-
cia no hace al caso, empero, en lo que se refiere a la estructura

25 Cfr. Segunda Parte, tj 11.


El proceso de la percepción 255

formal de organización, que es lo que nos interesa principalmente


aquí.
Las contexturas estructurales se unifican espontáneamente y
desde dentro. La unidad que las caracteriza no se deriva d e ningún
principio o agente específico d e unificación26. Es precisamente
esta forma de organización la que predomina en el sistema d e
apariencias perceptivas mediante el cual experimentamos una cosa
material. Si las apariencias de que se trata pertenecen al mismo
grupo y forman un sistema noemático coherente, se debe ello
a la relación intrínseca de armonía, conformidad y acuerdo recípro-
cos que existe entre ellas. Ningún agente d e organización o princi-
pio de unificación adicional juega papel alguno. Las apariencias
se organizan y se integran en un sistema coherente, en virtud
precisamente de que se continúan y se amplían mutuamente. Al
hablar de la organización de las apariencias, no nos referimos
al tipo d e organización que resulta d e un proceso u operación
de carácter organizador, sino al fenómeno de que las experimentemos
en cuanto organixadas mediante una conexión recíproca y una relación
mutua de índole sistemática. Las apariencias se presentan d e inme-
diato en cuanto forman un sistema. N o es menester llevar a cabo
la sistematización y la unificación d e éstas, ya que los nóemas
se dan sólo en cuanto se organizan y unifican unos con respecto
a otros.
A fin d e que una pluralidad se organice en el sentido indicado,
es menester que los miembros componentes d e la misma se encuen-
tren en la relación d e interdependencia funcional27. E n el caso
que nos ocupa, se cumple también este requisito. En virtud d e
su naturaleza, la cosa sólo puede aparecer según una modalidad
determinada de la presentación cuando la percibimos en condiciones
dadas (digamos, por ejemplo, que desde un punto d e vista particu-
lar). A continuación2*, veremos que la existencia actual d e una
cosa material equivale a la actualización progresiva d e un sistema
coherente determinado y bien definido d e nóemas perceptivos
durante el proceso de la percepción. Por otra parte, tenemos que
cada miembro d e dicho sistema necesariamente se trasciende a

26 Cfr. r~pra,pp. 165.


27 Cfr. snpra, pp. 160 SS.
28 Cfr. injra, pp. 257 SS.
256 La teoria fenommológica de la pcrccpción

sí mismo por referencia a otros nóemas o apariencias de la misma


cosazg. De esto se sigue que todo nóerna perceptivo particular
sea necesariamente la cosa percibida misma en cuanto aparece
ésta de manera unilateral -o sea, en cuanto la vemos desde un
cierto punto de vista y en cuanto se presenta según una orientación
particular o un aspecto determinado y n o según otros. D e acuerdo
con esto, hay que decir que todo nóema perceptivo particular
expresa la totalidad del sistema noemático d e una manera que
le es propiam. Al mirar un edificio desde cierto punto de vista,
lo percibimos como un edificio de determinado tipo que se presenta
desde un lado particular. En esto consiste precisamente el carácter
esencialmente limitado y unilateral d e cada experiencia perceptiva
particular. Al presentarse el edificio desde el lado en que d e hecho
hace su aparición, lo experimentamos no obstante en cuanto percep-
tible desde otros puntos de vista. La apariencia del momento
se trasciende a sí misma por referencia a otras apariencías o a
otros aspectos más o menos determinados, según los cuales percibi-
remos el edificio cuando nos coloquemos en el lugar apropiado.
Percibir un edificio desde cierto lado no es lo mismo que ver
a dicho lado como aparecería en un dibujo o en forma de silueta
o como si fuera el ala de una vivienda en los decorados d e un
teatro. El edificio mismo se da mediante toda percepción particular,
aunque lo haga sólo desde un lado determinado. Toda percepción
particular resulta ser una percepción de la cosa misma en su totali-
dad, aunque lo sea tan sólo desde cierto punto d e vistas'. Para
expresar esto en términos fenomenológicos, diremos que la expe-
riencia d e toda apariencia particular resulta ser la aprehensión
del sistema noemático completo por medio d e la aprehensión d e
uno de sus miembros. La apariencia en cuestión se determina
esencialmente en cuanto apariencia de la cosa percibida misma
mediante las referencias que hace a otros nóemas en el momento
en que se actualiza.
Todo nóema perceptivo particular desempeña su propio papel
dentro del sistema noemático y tiene un significado funcionala
para el sistema de que se trata, en virtud d e la equivalencia que
20 Cfr. snpra, pp. 242 SS.
80 Cfr. rnpra, pp. 171 s.
31 Cfr. Stout, Analytic Psycbokology, 11, p. 17.
32 En el sentido que hemos dado a este término. Cfr. snpra, pp. 139 SS.
El proceso de la percepción 257

existe entre la existencia actual de una cosa material y la actualiza-


ción gradual de un sistema noemático coherente -equivalencia
ésta que pronto pondremos de manifiesto. El significado funcional
de toda apariencia perceptiva particular se encuentra esencialmente
co-determinado mediante referencias a otras apariencias. E l sistema
noemático exige que cierta y determinada apariencia ocurra en
un «lugar» preciso, a fin de mantener su coherencia, consistencia
y continuidad. Si se presentara en dicho lugar una apariencia
diversa de la exigida, tal cosa afectaría a todo el sistema. Más
adelante33, veremos que, cuando en una fase determinada del
proceso perceptivo la cosa percibida resulte ser distinta de como
apareciera en fases anteriores, puede tener lugar un efecto retroacti-
vo que afecte las apariencias correspondientes a dichas fases. Las
modificaciones que ocurran en una apariencia que sea miembro
d e un sistema d e estructura funcionalista34 pueden d e esa manera
tener efectos de largo alcance, más bien que consecuencias que
se limiten al «lugar» donde suceda la modificación de que se
trata. Esto es característico de las contexturas estructurales35. Debe-
mos hacer un análisis detallado d e la estructura interna del nóema
perceptivo, si es que queremos entender más profundamente el
significado de la interdependencia, la determinación recíproca y
la modificación mutua de índole funcional que existen entre las
apariencias perceptivas del mismo sistema noemático. Nos encarga-
remos de esta tarea en un capitulo posterior.

6. Principios de fenomenologia trascendental


a. La referencia de los objeto$ a la conciencia
La existencia actual de una cosa material quiere decir que
ésta es perceptible en principio y n o de hecho. N o se quiere
decir en absoluto por tal expresión que en la práctica se hallen
a nuestra disposición todos los procedimientos y las técnicas que
sean requisito para que la cosa en cuestión sea perceptible de
hecho. No hay contradicción formal alguna en el supuesto de
que una cosa material exista realmente y de que no sea, sin embargo,

s.9 Cfr. infra, pp. 261, 315 y SS.


34 Cfr. rupra, pp. 176 S S .
35 Cfr. rnpra, pp. 161 SS.
258 La teoría fenomenológica de la percepción

perceptible en principio36. Empero, el planteo del problema de


la validez y la justificación del supuesto de la existencia de una
cosa material determinada nos lleva a considerar, en última instan-
cia, tanto los procesos actuales d e la experiencia perceptiva como
los virtuales, mediante los cuales el existente supuestamente real
se presenta tal y como de hecho es. Es de tales procesos de
experiencia perceptiva que el existente real deriva el significado
de su existencia. Sin lugar a dudas, las cosas materiales trascienden
la conciencia. Con todo, la clarificación y la explicación últimas
de dicha trascendencia y de su significado auténtico son imposibles,
a no ser por medio de un análisis de los mismos actos, procesos
y entrelazamientos de procesos mediante los cuales se presenta
a la conciencia la cosa trascendente y en los cuales aparece a
aquélla en cuanto trascendente37.
Análisis anteriores nos han servido para ver que es imposible
que percepción particurar alguna sea aprehensión perceptiva de
una cosa material (o, más correctamente, fase d e dicha aprehensión),
a menos que dicha percepción se integre en un proceso sistemático
que presente una estructura determinada como organización formal.
Supongamos ahora que los procesos perceptivos ocurran d e hecho,
que presenten la susodicha organización estructural y que se hallen
entrelazados de tal manera que cumplan tanto las condiciones
necesarias como las suficientes para que tenga lugar la aprehensión
perceptiva auténtica d e las cosas materiales y d e un mundo coheren-
te que conste de cosas materiales. Es evidente que dudar todavía
de la existencia actual de dicho mundo sería absurdo. Tal mundo
se presenta gradualmente en el curso d e procesos perceptivos
concordantes y convergentes y, a base d e su apariencia perceptiva,
resulta ser asequible a la determinación teórica progresivaas.
Las cosas materiales y el mundo real en general resultan ser lo^
correlatos de los aciosy los procesos de la conciencia. Son unidades idénticas
que experimentamos como tales mediante pluralidades de actos armónicos
y procesos convergentes. Podemos afirmar que tales procesos «dependen»
de la conciencia, por cuanto son lo que experimentamos que sean mediante
agrupamientos sistemáticos de actos. Existen provistas del sentido especrjCico

M Husserl, Ideen, 5 48.


37 Ibid., pp. 88 s.
30 Ibíd., p. 92.
El proceso de la percepción 259

con que se presentan mediante dichos p p o s y sistemas de actos o que


les otorgan éstos3Q. Las condiciones que los actos y los sistemas de actos
deben cumplir a fin de ser experiencias posibles de cosas materiales y
del mundo real en general son condiciones necesarias de fa posibilidad del
mundo real (o sea, que son condiciones trascendentales*).
Lo que es cierto para las cosas materiales lo es también de
modo correspondiente para objetos de toda clase y categoría, como
Son, por ejemplo, los objetos d e importancia y valor prácticos,
los objetos de arte, las instituciones sociales y políticas, los concep-
tos, los números, las unidades d e significado d e la lógica, las
proposiciones y las series concatenadas de proposiciones, las teorías
y así sucesivamente. Todo objeto que tomemos en consideración
posee precisamente las determinaciones y las cualidades con que
se presenta mediante actos reales y virtuales que tengan una función
presentativa y de experiencia con respecto al objeto de que se
trata. La existencia y la validez del objeto se refieren a la posibilidad
de que lo experimentemos mediante actos específicos de aprehen-
sión. El objeto es válido dentro d e los propios límites que establece
la función presentativa de los actos d e aprehensión y experiencia41.
Toda objeto es un correlato idéntico de pluralidades de actos y de procesos
de la conciencia que se encuentren debidamente organiqados y sistematka-
dos42.El tipo y la forma de organización dependen d e la categoría
a la que el objeto pertenezca43. Todo objeto se refiere esencialmen-
te a entrelazamientos de actos y d e procesos de la conciencia44.
A todo objeto verdaderamente existente corresponde la idea de
una conciencia posible que funcione en cuanto aprehensión primor-
dial y presentación auténtica del objeto*. Hay que remitirse al
39 Ibid., pp. 92 s.; Cartesraniscbe Meditationen, pp. 61 y 76.
Husserl, Cartesianiscbe Meditationen, p. 65.
41 Husserl, Ideen, $135; b g i k , $ 94.
42 Husserl, Cartesianrrcbe Meditationen, $ 30.
43 Husserl, Ideen, pp. 296 S S .
44 Ibid., p. 302: «'Objeto' es para nosotros en todas partes un nombre
para relaciones esenciales de la conciencia...)) (Idea, Sección IV, c. 2, $ 145,
p. 347).
45 Ibíd., p. 296: «Enprincipio corresponde (con la aprioridad de la universali-
dad esencial absoluta) a todo objeto 'verdaderamente existente' la idea de nna cpncirruia
posible en que el objeto mismo es aprehensible or~inariaamentey ademilr ra forncr
perfectamente adec~ada. A la inversa, cuando está garantizada esta poribilidid
es co ipo el objeto verdaderamente existente)). (Idcar, Sección IV, c. 2, .j 142,
p. 340).
260 La teoría fenomenológica de la percepción

((equivalente en la conciencia)) de los objetos d e la categoría d e


que se trate, a fin de lograr una clarificación última de objetos
de cualquier categoría y una explicación final del significado especí-
fico de su existencia46. Es menester que examinemos y dilucidemos
la estructura interna de dicho equivalente47. Además de describir
y analizar los actos individuales, debemos considerar a tales actos
desde el punto de vista de su función teleológica, es decir, que
debemos tomar en cuenta el papel que desempeñen dentro de
los grupos sistemáticos en que se organizan, así como también
la aportación que hagan a ellos. D e inmediato, surge la interrogante
acerca de cuáles deban ser la estructura y la forma de tales grupos,
a fin de que los múltiples actos no integren un mero agregado,
sino que se organicen y lleguen a formar la unidad de un proceso
o de una conciencia, la cual es -a su vez- la conciencia d e
una unidad, a saber: del correlato objetivo d e la pluralidad de
actos debidamente organizada48. De q u el otijeeto resulte ser e/ correlato
de una pluralidad de actos se sigue que el objeto no es mrís que la concatenación
sistemáticamente organiyada de nóemas que corresponden a los mismos
actos que forman el ((equivalente en la conciencia>» de/ objeto en cuestión
y que son producidos por ellos. E n particular, la cosa material resulta
ser la totalidad sistemáticamente organizada de las apariencias o
los nóemas perceptivos. Podemos entonces definir la relación entre
una apariencia perceptiva particular de una cosa y la cosa misma
en cuanto existente real como la que existe entre un miembro
de un sistema noemático y el sistema de su totalidad.
Lps fenomenólogos tratan de problemas trascendentales cuando
se ocupan de la correlación existente entre un objeto idéntico
y la pluralidad de los actos mediante los que el objeto aparece.
Intentan dar razón del objeto en función d e la subjetividad, o
sea, a base de la pluralidad de los actos d e aprehensión y de
las aportaciones presentativas y objetivantes d e tales actos, y tratan
de poner de manifiesto que el objeto es el correlato de los mismos.
Al distinguir y separar la coherencia, la conformidad y la continua-
ción armónica de las apariencias perceptivas en cuanto estructura
formal invariable y necesaria de la organización del proceso percep-
48 Ibid., p. 319.
Husserl, Cartesianische Meditutionen, 4 29.
47
Husserl, Ideen, 8 86 y pp. 301 S S . y 314 SS.; vCase también: Cartesiuni$che
48
Meditrrtionen, pp. 78-79 y 80.
El proceso de la percepción 261

tivo, hemos establecido una condición trascendental d e la pluralidad


d e las cosas materiales y del mundo perceptivo en general.
b. El supuesto de fa existencia del mundo perceptivo
Según hemos ya visto49, el proceso perceptivo -que presenta
el carácter d e secuencia infinita abierta- se encuentra sujeto a
la condición de que las apariencias que se actualicen en fases
ulteriores del proceso concuerden y se conformen tanto entre
sí como con .las apariencias actualizadas en fases anteriores.
Supongamos que se haya cumplido esta condición en el pasado
con respecto a una cosa material determinada. A partir d e su
cumplimiento en el pasado, no se obtiene garantía alguna o certeza
que no pueda ponerse en tela d e juicio con respecto a s u cumpli-
miento continuado durante el curso ulterior del proceso perceptivo.
A base de la experiencia perceptiva tal y como se ha desarrollado
hasta el presente, ponemos una cosa material como existente real
y en cuanto determinada por ciertas propiedades y cualidades.
Es posible aún que fases ulteriores del proceso perceptivo puedan
entrar de tal manera en conflicto con las anteriores como para
que sea necesario que abandonemos o, al menos, que revisemos
las posiciones que en fases anteriores estaban verdaderamente justi-
ficadasso. Las experiencias futuras pudieran presentar a la cosa
material en posesión d e cualidades y propiedades diversas d e las
que con anterioridad mostraba en el proceso. Al mirar una cosa,
la percibiremos --digamos- como una esfera regular51 y anticipa-
remos que las apariencias ulteriores d e la cosa estarán en conformi-
dad con la del momento presente. Al hacer girar la cosa en la
mano o al caminar alrededor de ella, veremos que la superficie
presenta ciertas deformaciones más o menos irregulaces del lado
que no era visible en la fase anterior del proceso perceptivo.
Tales revisiones tendrán un efecto retroactivo, por cuanto que
-al ver el lado deformado y al recordar la apariencia anterior-
ésta podrá sufrir,una reorganización, a fin d e que concuerde con
la presente apariencia perceptiva d e la cosa. Al volver al punto

49 Cfr. rupra, 5 3 S.
50 Husserl, Ideen, p. 86; Curtesiuniscbe Meditotionen, p. 97.
51 El modo de expresarnos aquí -al decir que la percibir8mo~y no qur
/o interpreturemos como una esfera, aunque la veamos s61o de un lado- se
verá justificado más adelante. Cfr. infru, c. 2, 4 1 .
262 La teoría fenomcnológica de la percepción

de vista desde el cual la cosa había aparecido con. anterioridad


como una esfera regular, dicha cosa no se presentará ya como
antes. Lo que sucederá es más bien esto: que las experiencias
perceptivas posteriores de la cosa co-determinarán ahora la aparien-
cia de ésta52. Revisiones d e esta especie son bastante frecuentes
y familiares. Ocurrirán siempre que lo que nos había revelado
la experiencia perceptiva se corrija a la luz d e una experiencia
más completa. En principio, la posibilidad de que la experiencia perceptiva
ulteriory más completa exva que se hagan correccionesy revisiones confinría
existiendo con respecto a toda cosa material y al mundo perceptivo en
general. En casos extremos, es posible que las correlaciones nos
lleven a cancelar o a anular una cosa que habiamos percibido
con anterioridad y que habiamos puesto como existente real. La
existencia de toda cosa material y del mundo perceptivo en su
totalidad resulta ser un supuesto, en el sentido de que, a base
de la experiencia perceptiva -que es d e índole necesariamente
finita, no obstante el grado de desarrollo que haya alcanzado-,
es imposible poner cosa material alguna en cuanto existente real,
a no ser que se estipule que en el curso ulterior del proceso
perceptivo se sigan verificando ininterrumpidamente los requisitos
de armonía, consistencia y continuidad53.
Farber -que no suscribe la posición del idealismo fenomenoló-
gico- echa mano del concepto del «éxito en la experiencia práctica))
para oponerse a la duda universal de Descartes, que vuelve a
hacer su aparición de forma modificada en la fenomenologia de
Husserl bajo la rúbrica d e «la reducción trascendentaln54. El argu-
mento que propone Farber no parece invalidar la tesis central
del idealismo fenomenológico de Husserl, a saber: que todo objeto
y que todo existente se refieren esencialmente a entrelazamientos
de actos y procesos de la conciencia, que hay una correlación
esencial entre aquéllos y éstos y que los objetos «dependen» de
la conciencia (si por ((dependencia))se entiende aquí dicha ~referen-
cia»). 2Cómo podríamos interpretar el significado del concepto

52 Véase nuestra explicación de la posición que encontramos en la teoría


de la forma en torno al hecho de que la percepción y la organización perceptiva
dependan de la experiencia anterior: Segunda Parte, 4 3a.
5 3 Husserl, Idccn, pp. 86 y 287. Cfr. también Merleau-Ponty, Pbinoménologic
de Iu perception, pp. 343 s . y 395 S S .
54 Farber, op. NI., p. 538.
El proceso de la percepción 263

del «éxito en la experiencia práctica))? Nos parece que no puede


querer decir otra cosa que lo siguiente: que los procesos d e la
experiencia -que se organizan de modo que produzcan una textura
entretejida y entrelazada y de esa manera formen una experiencia
coherente del mundo perceptivo- han cumplido ininterrumpida-
mente hasta ahora los requisitos de coherencia, armonía y continui-
dad, ialvo en las contadas ocasiones en que haya habido correccio-
nes de detalle. Empero, este hecho n o hace más que poner aún
más de relieve la susodicha referencia y nos pone d e manifiesto
que todo enunciado existencia1 en torno a lo fáctico posee un
carácter esencialmente contingente. Cuando Farber nos dice que
la posibilidad de que «seamos engañados d e modo consistente
en la experiencia)) es una ((posibilidad vacía)) que «se opone a
la posibilidad que se basa en la experiencia)), no está en desacuerdo
con Husserl. De hecho, Husserl ha afirmado lo siguienteSS: «El
mundo no es dudoso en el sentido d e que hubiese motivos raciona-
les que entrasen en cuenta contra la enorme fuerza de las experien-
cias coherentes, sino en el sentido d e que es concebible una duda,
y lo es, porque jamás queda excluida la posibilidad d e la no
existencia, por ser una posibilidad de principio)). D e lo que se
trata aquí no es de que la existencia real del mundo sea verosímil
en mayor o menor grado. Ya tuvimos ocasión56 d e referirnos
al hecho de que dudar de la existencia actual del mundo perceptivo
es al parecer absurdo, dado el carácter que poseen los procesos
perceptivos al entretejerse y entrelazarse. Si dicha duda parece
ser absurda, se debe ello precisamente al carácter que poseen los
procesos perceptivos o -para decirlo quizá con mayor e2actitud-
al carácter que éstos presentan de hecho57. Berger ha formulado con

55 Husserl, Ideen, p. 87 (Ideas, Sección 11, c. 2, 8 46, p. 107).


56 Cfr. supra, p. 258.
57 Al examinar el carácter esencialmente contingente del mundo perceptivo,
no nos es posible llegar a suscribir la fórmula siguiente d e Merleau-Ponty:
«Hay certidumbre absoluta del mundo en general, pero no de ninguna cosa
en particular» ( o p cit., p. 344; Fsnomena/ogia de la percepció~,trad. Emilio Uranga,
México: Fondo de Cultura Económica, 1957, p. 329). Con todo, mediante la
distinción que hace entre la creencia en la existencia del mundo en general
y la que hay en la d e las cosas perceptibles individuales (op. di., p. 395).
apunta Merleau-Ponty a un problema real y auténtico. Más adelante (cfr. Sexta
Parte, $ 5), demostraremos que no es posible predicar la existencia del mundo
en general en el mismo sentido en que decimos que un objeto mundano existe.
264 La teoria fenomenolbgica de la percepción

claridad el tema en disputa, al hablar de esta manera en torno


al idealismo fenomenológico: en éste «no se niega la verdadera
existencia del mundo. El único quehacer de tal idealismo consiste
en dilucidar el sentido de este mundo. Sin lugar a dkdas, existe
el mundo, pero es menester entender el carácter indubitable que
presentas58. BergerJg pone también en primer plano el hecho
de que Husserl suspenda la creencia general en la existencia del
mundo, a diferencia de Descartes, quien provisionalmente niega
la existencia del mundo mediante la duda universal. Se pone así
entre «paréntesis» la creencia en la existencia, la cual permanece
sin alteración alguna aunque no se la emplea en absolutom. Si
el procedimiento metodológico utilizado por Husserl difiere del
de Descartes, se debe ello -para usar las palabras de Berger-
a lo siguiente: «En verdad, por mucho que lo queramos, no
nos será posible creer en serio que el mundo n o existem61.
Tuvimos ocasión d e demostrar en el 3 anterior que a cada
existencia corresponde un entrelazamiento de actos y procesos d e
la conciencia, mediante los cuales aprehendemos dicho existente
de un modo primordial y adecuado. Debido al carácter d e secuencia
infinita abierta que presenta el proceso perceptivo62, corresponde
a cada cosa material, por consiguiente, un proceso perceptivo
infinito que es una aprehensión adecuada y auténtica de la misma.
Es evidente que no es posible llevar a término y completar un
proceso infinito por medio de una secuencia finita d e fases. D e
aquí se sigue que la tesis de que la existencia d e las cosas materiales
es sólo un supuesto concuerde perfectamente con el hecho de
que la aprehensión de dichas cosas mediante cualquier segmento
delimitado de un proceso perceptivo sea esencialmente incompleta
e inadecuada. Con todo, es posible concebir la idea d e una aprehen-
sión completa y adecuada de una cosa material, pese a la imposibili-
dad d e llevar a cabo de hecho dicha aprehensión. La idea que
aquí nos ocupa lo es en el sentido de Kant; es decir, que es la

Ahora deseamos hacer hincapié en el hecho de que las dos especies de creencia
enlaexistenciaestánsujetas ala reducción fenomenológica (cfr. Segunda Parte, 5 3).
58 Berger, L e cogito danr la pbi/osopbie de Husserl, p. 95.
59 Ibíd., pp. 44 y 135.
80 Cfr. Tercera Parte, 8 3, donde explicamos la reducción fenomenológica.
61 Berger, op. cit., p. 135.
62 Cfr. ~upra,4 4
El proceso de la percepci6n 265

idea de un proceso infinito cuya coherencia intrínseca es inquebran-


tablee3. Si la aprehensión perceptiva completa y adecuada d e una
cosa material es una idea en el sentido d e Kant, lo será también
de modo análogo la cosa misma que, en cuanto existente real,
es el correlato del ((equivalente en la conciencian64 que le correspon-
de. La cosa material es la idea misma de un ~isfemainfinito o de
un continuo de apariencias que se dan sin excepción en la experiencia
sensible actual. El requisito de la coherencia interna, la armonía
recíproca y la continuidad de las apariencias determina la estructura
y la organización formales de dicho sistema. A partír d e una
apariencia cualquiera, es posible seguir varias direcciones distintas
que conduzcan a diversos grupos sistemáticos y coherentes de
apariencias. Si concebimos el sistema d e las apariencias y, por
tanto, el entrelazamiento correspondiente d e actos y procesos en
cuanto todos completos y traídos a término, lo que hacemos es
concebirlos -en virtud de su coherencia intrínseca ininterrumpi-
da- como aquello de lo que resulta la conciencia d e una cosa
idéntica, la cual se revela según la totalidad d e sus aspectos y
maneras de presentación posibles y perdura como tal d e un extremo
al otro de esta pluralidad.

63 Husserl, Ideen, 8 143 y pp. 31 1 SS.


64 Husserl, Cartcsianisrhe Meditationen, p. 97: c..un objeto actna/ .., #S ma
idea infinita, relativa a secuencias infinitas de experiencias combinabfcs arnvdnicanralr,
o sea, una idca que es el correlato dc la idea de una evidencia ptrjack dr rxpnirncia,
de una síntesis completa de experiencias posibles)).
Capítulo 2
EL ANALISIS DEL NOEMA PERCEPTTVO

1. La experiencia sensible y la percepci6n

Debemos hacer una distinción en el seno d e la estructura de


todo nóema perceptivo o de toda apariencia perceptiva, que defini-
mos como la cosa percibida sólo y precisamente en cuanto se
presenta ésta mediante un acto dado de la percepción. Dicha distin-
ción es la que existe entre lo que de hecho se da a los sentidos
y lo que -sin presentarse directamente en la experiencia sensible-
juega no obstante un papel importante en relación con la percepción
y el nóema perceptivo correspondiente. Cuando miramos un edifi-
cio desde cierto punto de vista (de modo que lo veamos desde
uno de sus costados), lo que se da a los sentido es el costado
y sus cualidades visuales (o sea, el color y la forma). Y, sin
embargo, en la percepción no juega solamente un papel lo que
meramente vemos de hecho, ya que lo que percibimos es un
edificio que se presenta de manera unilateral l. A fin de que esta
apariencia perceptiva sea lo que de hecho es y tenga el significado
de pesentación perceptiva del edificio visto según un aspecto deter-
minado, es menester que de algún modo estén presentes en la

1 Cfr. Stout, Analytir Psychologv, 1, pp. 93 y 183.


El :inálisis del nócma perceptivo 267

percepción de que se trata otros aspectos que en ese momento


no se dan en la experiencia sensible, d e modo tal que hagan
una aportación a la confoimación d e dicha percepción precisamente
para que resulte lo que se experimenta d e hecho. A toda percepción
visual de una cosa material corresponde un sentido o significado
perceptivo propio que es el resultado de la codeterminación produ-
cida por la presencia e intervención en la percepción dada d e
unidades que no se ven2. En ausencia d e tales unidades, veríamos
una superficie que presentaría una forma geométrica determinada
y que estaría cubierta de cierto color, pero no percibiríamos la
fachada, es decir el frente del edificio3. Los datos que vemos
hacen su aparición en relación con unidades no vistas. Tanto
los datos que vemos como los que no vemos forman una unidad
y en conjunto constituyen el sentido perceptivo en cuestión. D e
modo análogo, al percibir una esfera, lo que vemos es una superficie
coloreada que presenta una forma geométrica característica. Es
posible que no experimentáramos la percepción d e una esfera,
si el interior de la misma no se encontrase ya representado d e
alguna manera en la estructura y la constitución d e la apariencia
perceptiva del momento de que se trate. La esfera puede ser
o sólida o hueca. Es posible que la condición del interior de
la esfera aparezca de modo indeterminado a la conciencia perceptiva
mediante la apariencia perceptiva del momento. Más adelante,
hablaremos de tales presentaciones posibles d e índole indetermina-
da. Por ahora, nos es menester poner d e relieve el hecho d e
que es imposible que la presentación perceptiva sea la apariencia
d e una esfera, a no ser que contenga referencias al interior que
no vemos. Es así que las unidades que n o se dan en la experiencia

2 Husserl, Erfahrnng md Urteil,.p. 27: «Toda experiencia -sea l o que fuere


aquello que se experimenta en sentido propio (o sea, aquello que se presenta)-
se halla eo ipro y necesariamente en posesión d e un saber. Tal saber es de
indole latente y se relaciona precisamente con la cosa determinada, con sus
características Propias e incluso con las cualidades d e aquClla que no se hayan
presentado todavla. E n cuanto a su contenido, dicho saber previo s a d d e
indole indeterminada o imperfectamente determinada, pero n o se m c o n m r i
jamás completamente vacio. La experiencia en general no sería experiencir
de esta cosa una e idéntica si tal saber no se anunciara ya en ellan.
a lbid., p. 31: «El costado que vemos no lo es más que en h medida
en que hay tambitn otros costados que aún no hemos visto pero que rnticlpimoi
y que, como tales, determinan el sentido».
268 La teoda fenommológica de la percepción

sensible juegan un papel de consideración en lo que se refiere


a la estructura de una presentación perceptiva y cumplen una
función importante en la determinación de lo que tal presentación
es para la conciencia del sujeto d e la percepción.
E n ciertos casos, los datos que se dan directamente en la
experiencia sensible y los que no se dan de tal manera en ella
pertenecen a ámbitos distintos de la sensibilidad. Un cuerpo que
nos limitemos a ver y que, por consiguiente, no hayamos cargado
o levantado puede muy bien aparecer visualmente ya sea como
cuerpo pesado e inerte o como cuerpo ligero y más bien etéreo.
La pesantez y la ingravidez son constitutivos d e la apariencia
visual del cuerpo que poseen relativamente menor importancia
que las referencias a los costados que no son visibles en un momen-
to determinado. Sería imposible que una apariencia visual fuera
la presentación de una cosa material si faltaran dichas referencias,
ya que es esencial a una cosa de tal especie ser perceptible según
aspectos visuales diversos del que presenta d e hecho en una ocasión
determinada. Pero es perfectamente posible, sin embargo, que
haya apariencias visuales de cosas materiales que no nos hagan
presente nada que tenga que ver con la pesantez o la ingravidez
de la cosa. Si de hecho se nos hace presente este tipo de información
mediante la apariencia visual de una cosa material - c o m o sucede
a veces-, se deberá incluir la pesantez o la ingravidez -que
se darán en la experiencia sensible auténtica cuando levantemos
el cuerpo en cuestión- entre aquellas cosas a que hace referencia
la apariencia visual.
Consideremos ahora otros casos en los cuales se presentan
ciertas unidades o en los que hay referencias a ellas. Nos encontra-
mos aquí también con que dichas unidades pertenecen a un ámbito
de la sensibilidad distinto del de los datos que se dan en la experien-
cia sensible auténtica. Empero, en estos casos la presencia d e
tales unidades o la referencia a las mismas son de mucha mayor
importancia que en el ejemplo que acabamos d e examinar en
lo que se refiere a la estructura y a la constitución internas d e
la presentación perceptiva. Se trata de casos como el de la experien-
cia que consiste en oír un sonido que -aun en cuanto dato
auditivo- lo percibimos como causado por un automóvil o como
producido por la voz humana. Supongamos que, al oír tal sonido,
no tengamos de lo que lo produce ninguna otra experiencia que
El análisis del nóema perceptivo 269

la meramente auditiva y, sobre todo, que no tengamos una presenta-


ción visual de ello. Esto sucede con bastante frecuencia. Con
todo, el mismo sonido sirve para experimentar lo que lo produce.
No experimentamos los datos auditivos como cualidades autóno-
mas «puras» y totalmente divorciadas y separadas de los objetos
que los emiten4, a no ser que sea mediante la aprehensión d e
las notas musicales que tiene lugar al adoptarse la actitud específica
del músico. Normalmente y por lo general, experimentamos los
datos auditivos (ya sean sonidos o ruidos) como si se refirieran
a la fuente de emisión. Referencia tal hace su aparición median-
te caracteres especificas de los datos auditivos. Por medio de dichos
caracteres, percibimos un dato auditivo en cuanto ruido que es
producido por un automóvil, un tren o un avión o como una
voz humana, una voz de niño y así sucesivamente. Los datos
auditivos nos hacen conscientes d e tales objetos en cuanto los
experimentamos con referencia a ellos y como emitidos por los
mismos. La experiencia auditiva puede hacer referencia implícita
a ciertos hechos y unidades que no se dan en la experiencia sensible
auténtica del momento en cuestión, pero que, cuando se presenten
según la modalidad privilegiada d e la presentación, se darán a
un sentido diverso del oído. Sólo si sucede esto así, puede la
experiencia auditiva apuntar a un objeto y hacernos conscientes
de él5. Que aparezcan en la experiencia auditiva unidades ajenas
y foráneas a la audición pura es un factor esencial integrante
de tal experiencia, en tanto y eri cuanto depende ésta d e tal factor
en lo que respecta al aspecto cualitativo de índole fenoménica
que le es propia.

4 'Desde otro punto d e vista, hace hincapiC M. Pradines en el hecho d e


que tanto los colores como los sonidos s e relacionan intrfnseca y esencialmente
con las cosas (cfr. Philorophie dt la scnrarion, París: 1928, 1, pp. 40 s. y 53 SS.).
Según Pradines, no debemos considerar en cuanto primario o fundamental
el aspecto «puro» según el cual los sonidos y los colores juegan un papel
en el arte, la música, la pintura y la ciencia (a saber: la acústica y la óptica).
E n torno a los colores y los sonidos tomados según dicho aspecto upuror,
hay que preguntarse «...si tales estados sensibles son primordiales o derivadom.
E n caso de que sean esto último, habria aún que determinar si se dan o mi
son producidos por alguna operación mental que trascienda el ámbito de lo
sensación».
5 Cfr. Stout, Ana!yfic Prychology, 11, pp. 26 SS. ; A Manual o/ P s y b o l o ~(Lon-
dres: 1929, 4.8 ed.), pp. 206 SS.
270 La teoría fenomenológica de la percepción

Por último, mencionemos la percepción de un objeto que se


presenta provisto de un carácter determinado d e instrumento (v.g.
un martillo). Con anterioridad 6, tuvimos la oportunidad de analizar
la cuestión de la adquisición de los significados empíricos o las
características funcionales, y pusimos de relieve el carácter perma-
nente que poseen dichas características una vez que ya hayan
sido adquiridas. Todo instrumento se presenta como tal, aun cuan-
do haga su aparición en una situación que no sea la de la acción
concreta (o sea, cuando aparezca en un momento en que no funcio-
ne como instrumento). El carácter permanente de las características
funcionales se hace patente en el hecho de que se encuentran
enclavadas en el seno mismo d e la percepción del objeto. Es
por esto que no percibimos el objeto como si fuera una mera
cosa, sino más bien como algo útil que ha de ser manipulado
de una manera determinada. En la ocasión que nos ocupa (o
sea, cuando el objeto no se da en una acción concreta), no se
presentarán las características funcionales en la experiencia sensible
auténtica. A fin de que lo hagan según dicha modalidad privilegiada
de la presentación, es menester que percibamos el objeto en una
situación de acción concreta en que de hecho sea utilizado. Empero,
aun cuando las características funcionales sólo se den implícitamente
y se encuentren enclavadas en la percepción, harán una aportación
esencial al proceso de la delimitación y la determinación del nóema
perceptivo.,Es en virtud de las características funcionales implicitas
que percibimos el objeto según el aspecto de instrumentalidad,
utilidad e idoneidad con respecto a ciertos fines.
2. La orientación descriptiva de los análisis fenomenológicos
Al poner de manifiesto las unidades y los factores que conlleva
una percepción dada y que se dan por añadidura a los que de
hecho se experimentan por los sentidos, debemos hacer hincapié
en el carácter estrictamente descriptivo de la orientación adoptada
en este análisis. Al examinar con cuidado un sonido que percibimos
en cuanto producido por la voz humana, podemos Negar a descubrir
que proviene de un fonógrafo. Pudiera ocurrir perfectamente que
un cuerpo que aparezca como algo ligero en la presentación visual
resulte ser bastante pesado cuando de hecho lo levantemos. Al

6 Cfr. srrpra, pp. 54 SS. y la Segunda Parte, 4 3 b.


El análisis del nóema perceptivo 271

mirar un edificio desde cierto punto de vista, lo percibiremos


como una configuración arquitectónica determinada. Mediante la
modalidad unilateral de la presentación, aparecerá el edificio como
una determinada forma espacial total. Al darle la vuelta al edificio
e ir así delineando la forma arquitectónica del mismo paso a
paso o al estudiarlo como una totalidad desde lo alto de una
torre, es posible llegar a descubrir que la configuración arquitectó-
nica del edificio es distinta de la apariencia que mostraba éste
en la percepción inicial. En todos estos casos, revisamos y corregi-
mos la percepción inicial en el curso del proceso perceptivo.
Por ahora no nos ocuparemos del análisis d e las cosas tal
y como realmente son, o sea, tal y como resultan ser en el curso
del proceso perceptivo. Lo que estudiaremos aquí es una fase
determinada del proceso y no el desarrollo gradual del proceso
mismo considerado en su totalidad. Adoptaremos por el momento
un punto de vista más bien estático y abandonaremos, por tanto,
el de los análisis del capítulo anterior, en los cuales pusimos
de manifiesto ciertas estructuras fundamentales del proceso percep-
tivo en cuanto proceso dinámico. Nos limitaremos al estudio de
una percepción particular que ocurra en una fase determinada
del proceso perceptivo. Nuestra tarea consistirá en hacer - d e l
modo más completo posible- una descripción y un análisis de
la percepción particular y de su correlato noemático, a saber:
del objeto que hace su aparición precisamente del modo en que
se presenta mediante la percepción particular. Pasaremos por alto
aquí todo cambio que tenga lugar al integrarse dicha percepción
en la unidad de un proceso perceptivo continuado. No nos interesa
determinar si el objeto percibido resultará ser en realidad lo que
aparece siendo en un determinado momento del proceso durante
el curso ulterior de éste. En otras palabras: la propia materia
sobre la que versa nuestra investigación (a saber: el nóema percepti-
vo) nos impone una orientación descriptiva en el análisis. Como
tuvimos ya ocasión de demostrar?, la reducción fenomenológica
motiva y hasta hace necesaria dicha orientación. Tal recurso meto-
dológico permite llevar a cabo el programa d e la fenomenologfa,
a saber: dar r a ~ ó nde los objetos tal y como son realmente sn f w i d n
de lo5 objetos t a l y como se presentan en la experiencia. Por otra parte

7 Cfr. supra, pp. 196 SS.


272 La teoría fenomenológica de la percepción

y como ya dijimos con anterioridads, el concepto de nóema no


depende de la reducción fenomenológica, aunque aquél sea puesto
de manifiesto del modo más fácil y natural al llevarse a cabo
ésta. Por versar sobre los nóemas, nuestras investigaciones deberán
llevarse a cabo de acuerdo con una orientación estrictamente des-
criptiva, ya sea que consideremos el nóerna en un marco trascenden-
tal o en uno meramente psicológico.
Una orientación estrictamente descriptiva exige que distinga-
mos, separemos y explicitemos todos los constitutivos de una
percepción determinada, a fin de que dicha percepción sea lo
que experimentemos que es y de que su correlato noemático sea
el «objeto» intencional tomado precisamente tal y como aparece
a la conciencia del sujeto de la percepción. De esto se sigue
que debamos correr el riesgo d e trascender lo que se nos da
en la experiencia sensible auténtica, ya que -según hemos demos-
trado- no podemos dar razón del objeto tal y como aparece
ante un acto dado de la percepción mediante lo que se da solamente
en la experiencia sensible auténtica. Debemos tener en cuenta
cualquier constitutivo que sea esencia1 a una apariencia perceptiva,
por cuanto la eliminación o la alteración posibles del mismo ten-
drían por consecuencia que se modificara la apariencia o el correlato
noemático de la percepción de que se trata.
Por otra parte, no debemos suponer que una percepción posea
ningún constitutivo determinado, a no ser que de hecho juegue
éste un papel en dicha percepción y que haga una aportación
a la integración del correlato noemático correspondiente para que
resulte lo que se experimenta. Supongamos que, al averiguar cuál
sea la fuente de un sonido que al parecer es producido por la
voz humana, descubrimos que la fuente del mismo es en realidad
un fonógrafo. Supongamos también que, aun después de que
determinemos el origen verdadero del sonido, continúe éste presen-
tándose en la experiencia inmediata como si lo causara la voz
humana, pues el fonógrafo trasmite ésta con una fidelidad engañosa.
En tal caso, nos es menester tomar el sonido tal y como de
hecho se da en la experiencia inmediata, o sea, en cuanto emisión
de la voz humana, pese a nuestro conocimiento acerca de la verdade-
ra situación. Si adoptamos una orientación estrictamente descripti-

Cfr. snpra, pp. 212 SS.


El análisis d c l n ó m a perceptivo 273

va, no nos quedará más remedio que atenernos a la percepción


mima que se somete al análisis fenomenológico. El correlato noe-
mático de dicha percepción ha de tomarse tal y como aparece,
según la modalidad de la presentación que de hecho adopte, precisa-
men2e tal y como lo experimentamos y con todos los rasgos
y las caracteristicas funcionales que lo hacen ser la apariencia
perceptiva de un objeto según un cierto aspecto y de acuerdo
con una orientación determinada. De acuerdo con esto, no debemos
permitir que ningún conocim;ento que tengamos del objeto real
(pero que no tenga su origen en la susodicha percepción sino
en otras fuentes) intervenga en absoluto en el análisis descriptivo
de tal percepción y del correlato noemático respectivo9. E n nuestro
ejemplo del sonido que todavia seguimos experimentando como
si fuera producido por la voz humana, el conocimiento que el
sujeto de la experiencia posee acerca d e la verdadera situación no
proviene de la experiencia auditiva en cuestión sino de otras expe-
riencias diversas, mediante las cuales se ha determinado el verdade-
ro origen del sonido. Sin lugar a dudas, el conocimiento acerca del
origen verdadero del sonido acompaña la percepción auditiva de
que trata. La presencia de tal conocimiento es también un hecho
fenoménico que debemos reconocer como tal. El sujeto experi-
menta el fenómeno de un engaño perceptivo persistente, en virtud
de la diferencia que existe entre el conocimiento que tiene del soni-
do y la percepción del mismo que de hecho experimenta. Mencio-
namos aquí dicho fenómeno como una de las anomalías de la con-
ciencia perceptivalo, pero no nos será posible estudiarlo en este
o Tenemos aquí otro caso más al que se aplica el principio metodológico
de William James, según el cual debemos evitar «la falacia par excellencc del
psicólogo». «Al examinar un estado mental desde el punto de vista del psicólogo,
debemos tener gran cuidado ... de evitar imponerle cosas que sólo son parte
de nuestro saber ya adquirido» (James, The Principler o/ Plychology, 1, pp. 196 SS.).
10 Por «anomalía» nos referimos a un suceso que interfiera en el proceso
perceptivo, de modo tal que le' impida continuar sin rodeos su desarrollo.
Entre dichas anomalías, podemos mencionar las siguientes: 1. La coríección
y la superación de una percepción por otra posterior y 2. el conflicto que
existe entre dos percepciones que compitan entre si con tanto ahínco que
ninguna de las dos percepciones domine a la otra y logre superarla durante
un período de tiempo. El desarrollo del fenómeno del conflicto perceptivo
pudiera ser tal que se llegara finalmente a la situación de que una percepción
domine y supere a la otra. Husserl ha examinado los fenómenos d e correcci6n
y confiido en Erfahrung M¿ Urteil, $ $ 21 a y 21 b.
274 La teoría fenomc~iológicade la percepción

contexto. A fin de poder plantear correctamente el problema del


fenómeno del engaño perceptivo, es menester tomar en considera-
ción la experiencia perceptiva que se halla en conflicto con un co-
nocimiento (que esté «más al tanto» de lo que pasa) de acuerdo con
una orientación estrictamente descriptiva y no reinterpretarla a la
luz del conocimiento con que esté reñido.

3. El horizonte interno
Al escuchar un sonido y percibirlo en cuanto producido por
la voz humana (digamos que por la voz de un amigo que habla
en la habitación vecina), podemos encontrarnos ante una imagen
más o menos vívida del que habla. A veces es esto lo que de
hecho sucede. Durante el curso del proceso de explicitación, pueden
surgir -aunque no lo hagan espontáneamente- imágenes de cons-
titutivos que, pese a que no se dan directamente en la experiencia
sensible, resultan ser esenciales a la apariencia perceptiva de que
se trata. Por medio de dicho proceso, el sujeto de la experiencia
intenta hacer que la apariencia perceptiva que se le presenta sea
lo más explícita y distinta posible o, cuando menos, que lo sea
en grado mayor que antes de que comenzara el proceso en cuestión.
Al percibir un martillo en cuanto instrumento, podemos adoptar
una actitud reflexiva e iniciar un análisis d e la percepción y del
nóema perceptivo correspondiente. Si así lo hacemos, distinguire-
mos y separaremos los constitutivos noemáticos y los pondremos
de manifiesto al señalar el papel que juegan en la constitución
de lo que se presenta mediante el acto de la percepción precisamente
tal y como hace su aparición mediante dicho acto. Entre tales
constitutivos, mencionemos las características funcionales de que
depende el carácter instrumental propio del martillo percibido
en cuanto instrumento. Será posible, por ejemplo, evocar imágenes
de situaciones de acción en las que el martillo muestre su utilidad
en el curso del análisis reflexivo. Podremos asimismo imaginarnos
las maneras en que manipulamos el martillo con el propósito
de cumplir alguno de sus fines. Empero, se percibe el martillo
en cuanto instrumento (o sea, en cuanto provisto del sentido
de instrumentalidad que le es propio) con anterioridad al proceso
de explicitación analítica (en el curso del cual surgen las susodichas
imágenes u otras afines) y con independencia del mismo. De modo
El análisis del nóema perceptivo 275

análogo, percibimos la voz del amigo como la suya propia, aun


cuando no surja imagen alguna d e él o d e la habitación en que
se encuentre. Cuando, al encontrarnos parados en la calle, percibi-
mos la casa en que vivimos, la apariencia perceptiva que se nos
presenta no contiene simplemente lo que se da en la visión actual.
Los constitutivos que no vemos hacen una aportación esencial
que contribuye a establecer el sentido perceptivo que nos sirve
de guía en la acción. Empero -y como lo ha demostrado Stout
en gran variedad d e casosil-, no hace su aparición en general
imagen alguna de tales constitutivos co-determinantes.
Imágenes de esta especie hacen poco al caso en lo que se
refiere a la aprehensión perceptiva. Se hace esto patente con toda
claridad en el hecho d e que muestran un carácter indeterminado
las unidades y los constitutivos que 4 e modo implicito- cumplen
una función, en lo que respecta a una apariencia perceptiva, por
añadidura a la que desempeña lo que se da directamente en la
experiencia sensible. Cuando miremos un edificio desde un punto
de vista determinado (de modo tal que el lado que se presente
a la visión actual aparezca como uno d e los costados del edificio),
se darán en la percepción actual referencias implícitas a la configura-
ción arquitectónica global. E n otras palabras: se darán referencias
a la planta del edificio (como forma cuadrada u oblonga) y a
los costados del mismo que no sean visibles (en cuanto se ajusten
a la estructura y a la configuración totales del edificio y n o con
respecto a los detalles arquitectónicos que posean). Tal carácter
indeterminado afecta hasta las percepciones d e cosas que nos sean
muy familiares. Al encontrarnos a punto de entrar en la casa
en que vivimos, es posible que la disposición interior juegue
un papel predominante en lo que se refiere a la apariencia perceptiva
d e la casa en cuanto vista desde afuera. Con todo, las referencias
que haya al interior d e la casa lo serán a la disposición típica
del mismo más bien que a los detalles que posea -no habrá
referencia, por ejemplo, al hecho d e que la paredes del pasillo
que habría que tomar para llegar a una habitación determinada
sean de tal o cual color sino al requisito d e que -para lograrlo-
sea menester virar a la izquierda. Al explicitar la apariencia percepti-

11 Stout, Anahtic Pr_ycho/ogy, 11, pp. 5 y 21 SS.; A Manual of P ~ y ~ b o l q ~ y ,


pp. 205 SS.
276 La teona fenomenológica de la percepción

va en cuestión y al intentar evocar imágenes de los constitutivos


que no son asequibles en ese momento a la percepción actual,
muy a menudo nos encontramos ante imágenes de índole más
bien genérica y esquemática (como son, por ejemplo, las que
presentan a la disposición del interior de la casa en lo que se
refiere a su estilo general y típico). Las tentativas de producir
imágenes que nos presenten los detalles suelen redundar en el
fracaso.
El carácter indeterminado de los aspectos que n o se actualicen
en una percepción dada (pero a los cuales se refiera ésta d e modo
implícito) puede presentar diversas gradaciones, según sea la relati-
va familiaridad de la cosa percibida. Cuanto menos familiar nos
sea la cosa, tanto mayor será el grado de indeterminación d e
tales aspectos. En el caso de una cosa que nos sea bastante poco
familiar, el aspecto según el cual se presente la misma mediante la
percepción de que se trata hará referencia implícita a otros aspectos
según los cuales la cosa pudiera presentarse (y lo hará d e modo
que sólo se den unos cuantos detalles o quizá ninguno en absoluto).
Hará referencia tan sólo al estilo y al tipo en general de dichos
aspectos, en cuanto se ajusten simplemente a los lineamientos
generales y a la estructura y la configuración más típicas d e una
armazón determinada. El aspecto que se actualice mediante la
susodicha percepción también se ajustará a dicha armazón. A ningu-
na apariencia perceptiva d e una cosa material pueden faltarle por
completo referencias a aspectos diversos del que se actualiza en
la ocasión d e que s e trate. Suponer que tal cosa fuera posible
tendría por consecuencia que se aprehendiese perceptivamente una
cosa material mediante una sola percepción particular. Además
de lo que ya hemos dicho12 para justificar el rechazo d e tal
conclusión, podemos señalar que dicha consecuencia nos llevaría
también a admitir la noción igualmente absurda d e que sea posible
que una cosa -al menos en ciertas circunstancias- coincidiese
con una sola d e sus apariencias perceptivas. Toda apariencia percep-
tiva encierra un núcleo que está formado por lo que se da directa-
rriente en la experiencia sensible. A dicho núcleo se unen las
referencias a lo que no se presenta según tal modalidad privilegiada.
Sin embargo, lo que no se da de tal manera pertenece esencialmente

12 , 1, 4 2.
Cfr. s ~ p r a c.
El análisis del nóema perceptivo 277

a la apariencia perceptiva, la co-constituye y la co-determinal3.


Lo que se da directamente en la experiencia sensible se coloca
en el seno de un horiqonte de carácter más o menos indeterminado
o se halla rodeado por este último. Se trata aquí de lo que Husserl
llamara horixonte internol4, el cual no es lo mismo que el horixon-
te externo, que ya tendremos ocasión de examinar en análisis ul-
teriores 15.
Será insuficiente toda tentativa d e caracterizar negativamente
el horizonte interno mediante la sola insistencia en el hecho de
que carece de determinación. Y será insuficiente dicha tentativa,
pese a lo indeterminado, vago y oscuro que dicho horizonte pueda
ser en un caso dado. Todo horizonte interno presenta un matiz
característico y específico que le es propio, a pesar d e su posible
carácter indistinto e indefinido y la casi completa carencia de
determinación en lo que a detalles se refierele. Pongamos por
caso que percibimos una cosa por vez primera. No sabemos lo
que es ni qué aspectos presentará cuando la veamos desde puntos
de vista distintos, ni cuál será su comportamiento en condiciones
diversas. Al aprehender lo que se presenta en cuanto cosa material,
lo percibiremos, empero, en cuanto perceptible desde otros puntos
de vista y según variados aspectos y en cuanto posee una forma
estereométrica global que se desplegará gradualmente a medida
que vayamos percibiendo la cosa desde diversos puntos de vista.
Con todo lo indeterminada que pueda ser la forma estereométrica
global, se darán referencias a ella precisamente en cuanto forma
estereométrica. A dicha forma se ajustará lo que se dé directamente
en la visión mediante la percepción del momento presente. En
otras palabras: debido al horizonte interno de la percepción de
que se trate, se ofrecerá la cosa en cuanto provista de tal forma
espacial d e índole global que -al ser percibida desde el punto
d e vista del momento presente- aparezca .según el aspecto con

13 Husserl, Ideen, p. 80: «...un nIc/eo de u& 'reulmente exhibido', rodeudo, por
obra de apercepciones, de m horizonte de algo 'ro-dudo' impropiamente y m b o
menos vagamente indeterminado» (Idear, Sección 11, c. 2, $ 44, p. 99).
14 Husserl, Erfubrnng m d Urtcil, p. 28. Cfr. también H. Kuhn, «Thc Phcnome-
nological Concept of 'Horizon'~en Philosophicul fisays in Memoty o j Edmrrrrd
Hwserl (ver sobre todo el c. 1).
15 Cfr. infru, pp. 374 SS.,415 s. y 472 SS.
16 En torno a, lo que sigue, cfr. Husserl, Equhrmg md Urtil, pp. 31 sc.
278 La teoría fenomenológica de la percepci0n

que se dé de hecho mediante la percepción correspondiente. Ocurri-


rá esto así, sea cual fuere el grado de indeterminación con que
se presente la forma estereométrica de la cosa. Nos encontraremos
con una situación análoga cuando lo que observemos sea una
esfera, ya sea ésta sólida o hueca: es decir, que quedará por
determinar si la esfera es o sólida o hueca, y, si es hueca, tendremos
aún que establecer cuál sea el espesor particular que presente
la corteza. Percibiremos la eqera en cuanto dotada de un interior, no
obstante el hecho de que la condición que presente dicho interior
se muestra de forma tan indeterminada que suponerle un cierto
aspecto seria tan arbitrario como suponerle otro distinto. De nuevo,
nos encontramos con el hecho de que el horizonte interno de
la percepción visual se esboza tan s61o en lo que respecta al
plan general de la estructura típica de qu'e se trate.
Por lo general, el horizonte interno se da con mayor concreción
que lo que nos permitiría suponer el examen de los casos anteriores,
que pueden servir de ejemplo de la especificación mínima posible.
No sólo percibimos las cosas como objetos materiales a los cuales
es esencial el carácter espacial, en cuanto objetos que poseen un
interior, como perceptibles desde diversos lados y así sucesivamen-
te, sino que además lo hacemos en cuanto pertenecen ellas a
ciertos tipos y son miembros d e determinadas clases. Percibir
una cosa como objeto de determinado tipo no quiere decir, por
supuesto, que llevemos a cabo una aprehensión explícita de tal
cosa en cuanto ejemplo o representante de una clase. No sucede
como si, por un lado, hubiera la conciencia de la clase de posibles
ejemplos individuales de un concepto, con respecto al cual se
constituye y se unifica la clase y, por otro, la aprehensión de .
la cosa percibida en cuanto miembro de tal clase. Todo lo que
sea d e naturaleza genérica en la presentación perceptiva d e una
cosa que aparezca como objeto de cierto tipo se encontrará enclava-
do de tal manera en la apariencia perceptiva y se habrá integrado
hasta tal punto en ésta que será imposible que tengan lugar la
aprehensión explícita de un concepto y la percepción de la cosa
particular por relación con dicho conceptol'. Por lo general, las
17 Cfr. Stout, A Mannal of Psycho/ogy, pp. 310 SS.; A . Schütz, ~Language,
Language Disturbancts, and the Texture o € Consciousnas». Socia/ Rcscar~h,
XVII (1950), pp. 384ss. Schütz hace aqul una presentación clara y concisa
de las ideas pertinentes de Husserl.
El análisis del nóema perceptivo 279

percepciones de las cosas materiales las experimentamos al adoptar


lo que Goldstein llama «la actitud concreta)), que hay que distinguir
de la actitud ((categorial)),«abstracta» o «conceptual»l8. Al adoptar
la actitud concreta, nos atendremos tanto al carácter individual
como al típico de las cosas percibidas y proseguiremos a base
de ello. No referiremos las cosas perceptivas a un ámbito extra-per-
ceptivo, procedimiento característico d e lo que sucede al adoptar
la actitud categorial. La diferencia que existe entre percibir una
cosa según el carácter típico que posee y aprehenderla en cuanto
representante del tipo en cuestión es en gran medida análoga
a la distinción que estableciera Husserl entre la homogeneidad
sensible o cualitativa y la igualdad categorial -o, para expresarnos
de modo general, a la existente entre la forma sensible d e unidad
y la categoriallg. Gelb dice lo siguiente al examinar el comporta-
miento de un paciente que sufría de amnesia con respecto al
nombre de los colores y que era incapaz de clasificar madejas
de color a menos que pudiera seguir la pauta establecida por
una experiencia inmediata de la homogeneidad cualitativa o sensi-
ble20: «Coger juntas ... las madejas de iguai brillantez en virtud
...
de la conformidad de hecho que existe entre ellas es muy diferente
de saber que tales madejas sean similares (o análogas) en virtud
de la brillantez y de seleccionar dicha propiedad como principio
clasificatorio»21. La fórmula de Gelb expresa la diferencia en cues-
tión del modo más feliz y adecuado.

18 Para la definición de la actitud «concreta» y de la «categorial» cfr. K. Golds-


tein, Language and Langrurge Disturbanres (New York: 1948), pp. 6 SS. Schütz
ha hecho ciertas objeciones a la teorla de Goldstein y ha propuesto que
expliquemos los descubrimientos pertinentes al campo de la patologia a base
del concepto de attention d la vie de Bergson (cfr. Schütz, lor. cit., pp. 374 SS.
y 390 SS.). En este contexto, no nos es posible entrar en el examen de las
objeciones hechas por Schütz.
19 Husserl, Log. Unt., 11, iii, 55 22 s. y vi, 51; cfr. Farber, op. d., c. 10,
B, 8 s. y c. 14, A, 9. En nuestro artículo intitulado «Gelb-Goldstein's Concept
of 'Concrete' and 'Categorial' Attitude and the Phenomenology of Idcation~
(loc. cit.), hemos puesto de manifiesto la conformidad que existe entre el concepto
de Husserl y el establecido por Gelb y Goldstein.
Véase el informe que sobre el caso de dicho paciente hace Goldstein (loc.
cit., pp. 253 SS.);cfr. la segunda parte de nuestro articulo, que hemos citado en
la nota anterior.
21 A. Gelb, «Remarques générales sur I'utilisation des d o n n t a pnthologiquec
280 La teoría fenomenológica de la percepción

Pasemos a ilustrar con algunos ejemplos la percepción d e las


cosas materiales en lo que al carácter típico de éstas se refiere.
Digamos que un ser humano hace su aparición al anochecer y
que no nos hallamos seguros d e si es un hombre o una mujer.
O que en el bosque se presenta algo que parece ser un animal
o hasta un cuadrúpedo, pero d e lo cual n o estamos ciertos en
la penumbra. O que hace su aparición un edificio que no nos
es familiar y que lo hace d e tal modo que se nos presenta no
sólo en cuanto cosa material sino además como edificio, es decir,
en cuanto hecho por el hombre y en cuanto sirve a fines humanos.
Podremos percibirlo como un edificio d e cierto tipo (v.g. en
cuanto fábrica o como residencia); lo mentaremos por tanto en
cuanto sirva a fines humanos específicos. Si el edificio se presenta,
por ejemplo, como residencia, la apariencia perceptiva que tenga
hará referencia implicita a cierta organización arquitectónica inte-
rior. Dicha organización aparecerá determinada tan sólo, sin ernbar-
go, en lo que respecta a los lineamientos esquemáticos y generales
de tipo y plan y no en lo que se refiere a los detalles. E n este
sentido, se ve que la diferencia existente entre las percepciones
de objetos familiares y las d e los que no lo son resulta ser d e
índole más bien gradual. Cuando nos hallemos parados en una
calle y dirijamos la mirada a una casa que nos es familiar (pongamos
por caso nuestra morada), la apariencia perceptiva que presentará
la misma contendrá referencias implícitas a la organización interna
d e aquélla, las cuales serán menos esquemáticas y más articuladas
y elaboradas que las que encontrábamos en el caso anterior. Pero,
sea cual fuere el grado de familiaridad de la casa, las referencias
que se den a los diversos detalles de la organización interior
d e la misma n o se presentaran con igual grado d e claridad y
distinción. El carácter indeterminado que - e n el caso d e la percep-
ción de un objeto que no nos es familiar- afecta el horizonte
interno d e la apariencia perceptiva y en el cual halla su expresión
fenoménica la falta de familiaridad del objeto se refiere solamente
al modo particular y preciso en que toma cuerpo un tipo de
cierta especie. El tipo mismo nos es familiar y se delinea y especifica
ante la conciencia (al menos en lo que a su estilo general y contorno

pour la psychologie et la philosophie du langagen, Prychologie dn Iangage (París,


1933), p. 411.
El análisis del nóema perceptivo 28 1

esquemático se refiere). La falta de familiaridad quiere decir por


tanto que hay una falta de determinación en l o que respecta a
los detalles, a los cuales se hace referencia, sin embargo, en cuanto
se ajustan a una estructura general. O dicho con las palabras
del propio Husserl: «La falta de familiaridad es una modalidad
de la familiaridad»22.
La experiencia de un navegante que descubre una nueva tierra
es un ejemplo que ilustra el fenómeno de la falta d e familiaridad
a base de la familiaridad. No sabe aún el navegante si tal tierra
es isla o continente; por consiguiente, procede al bojeo y, después
de llevar a cabo la circumnavegación d e dicha tierra, llega a la
conclusión de que es una isla. John Stuart Mill cita este ejemplo
a fin de ilustrar la diferencia que hay entre una descripción d e
hechos observados llevada a cabo en términos generales y una
inferencia inductiva a base de hechos d e tal especie23. Al convencer-
se el navegante de lo que es en realidad la tierra que ha descubierto,
formará un juicio que no contendrá -según Mill- ningún elernen-
to que se añada a los hechos parciales, a las observaciones fragrnen-
tarias que hiciera durante la circumnavegación de la isla. D e acuerdo
con Mill, el juicio último del navegante sólo se refiere a los
hechos parciales mismos y es exclusivamente «un resumen de dichos
hechos)). Durante la circumnavegación, se llevaron a cabo las obser-
vaciones fragmentarias a retazos y por separado. Una vez que
se da término al viaje, se toman los hechos parciales en conjunto
mediante una simple yuxtaposición extrínseca. Al considerar este
mismo ejemplo, rechaza Stout la interpretación de Mill. E n este
contexto, es de particular interés la afirmación de Stout, según
la cual «las partes que se han de unir no son aprehendidas desde
un principio en cuanto separadas totalmente entre sí. Comienza
el navegante por tomarlas en cuenta desde un punto. d e vista
determinado; si no piensa en ellas entonces en cuanto partes de
una isla, por lo menos piensa en las mismas como integrantes
del litoral»24. En todos sus aspectos esenciales, concuerda la inter-
pretación de Stout con la que aquí propugnamos siguiendo a
Husserl. Al percibir por vez primera el sector de tierra en cuanto

22 Huss.er1, Erfabrung rmd Urkil, p. 34.


23 and Ind~cn'ue,Libro 3, c. 2,
J. S . Mill, System of Logic, Ratiotin~~tive g 3.
24 Stout, Analytic Pychology, 11, p. 50.
282 La teoría fenomenol6,gica de la pacepcinn

parte del litoral, lo que ve el navegante aparece rodeado d e un


horizonte interno o colocado en el seno d e éste. Presenta dicho
horizonte lineamientos generales d e su estructura típica, aunque
sea ésta un carácter determinado en lo que respecta a ciertos
de indole indefinida e indeterminada en lo que se refiere no sólo
a los detalles de conformación sino también a su condición general.
Percibimos el sector de tierra como parte del litoral en virtud
de esta especificación del horizonte interno. Durante el bojeo,
el fin del navegante consistirá en llevar a cabo la exploración
eficaz del horizonte: interno o, para decirlo con las palabras d e
Stout, en lograr «la determinación específica d e cierta especie d e
totalidad)). Al terminar el viaje, el navegante procede a atar las
observaciones que ha llevado a cabo. Empero, dicho proceso «es
posible solamenten, según apunta Stout, «en virtud de que es
también un proceso mediante el cual la unidad relativamente vaga
e indeterminada que implicaba su punto de vista inicial logra
determinarse gradualmente en lo que respecta a los detalles». Al
volver a su punto de observación original, se le presenta d e nuevo
al navegante un sector de tierra, pero ahora aparece éste en cuanto
parte del litoral de una isla, a cuya configuración puede aún haber
referencias de índole altamente esquemática. La mayor parte d e los
detalles de dicha configuración se darán todavía con relativa va-
guedad y falta de distinción.
Por indeterminado y vago que sea el horizonte interno d e
la percepción en un caso particular, se presentará siempre esbozado
y especificado según ciertos lineamientos generales. Toda falta
de determinación que afecte el horizonte interno se encontrará
demarcada y delimitada por el delineamiento y la especificación
en cuanto a plan y estilo de índole típica y general. D e esto
se sigue que el carácter indeterminado del horizonte interno no
posea un significado meramente negativo. Uno no se dispone
a explorar el horizonte sin contar con alguna anticipación que
se defina positivamente, como si uno esperara cualquier cosa o
como si el conjunto de expectativas posibles fuera ilimitado. Lo
que quiere decir el carácter indeterminado del horizonte interno
es más bien que se da una ambigiedad en lo que se refiere al
modo particular y especqico en que toma cuerpo un estilo y un tipo
determinados. El tipo mismo que toma cuerpo no presenta ambigüe-
dad ninguna, aunque quizá venga determinado sólo d e una manera
El análisis del nócma perceptivo 213

más o menos esquemática. D e acuerdo con esto, hay que decir


que la realixación del tipo siempre tendrá lugar sujeta a la condición
d e ser la del tipo en cuestión, es decir, en conformidad con el delinea-
miento y la especificación del tipo, por ambigua que sea la realiza-
ción del mismo en lo que a los particulares se refiere. La vaguedad
y el carácter indeterminado sólo se refieren a los contenidos d e
cierta estructura o armazón. Pese a ello, la estructura misma queda
determinada en lo que respecta a ciertos lineamientos estructurales
más o menos genéricos. Por indejinidos y vagos que puedan 5er en
todo otro sentido los contenidos que abarque una estructura o arma@
particular, lo cierto es que se dan en forma lo suficientemente determinada
como para que se ajarten al plany se presenten en conformidad con la esttuc-
turay la organiqación de La arma~ón,en la menina en que b y a un delinea-
miento de la esfruttura de organiqación de tal armaqón. E n otras pala-
bras: los conten,idos indefinidos e indeterminados se hallan sujetos
a la condición d e darse en conformidad con la especificación y el
delineamiento típicos y genéricos que presente el horizonte interno
en un caso particular.
Es menester tomar el horizonte interno d e una percepción
dada precisamente tal y como lo experimentemos en el caso d e
que se trate. Esto ha d e hacerse así para obrar en conformidad
con la orientación estrictamente descriptiva d e las investigaciones
fenomenológicas. Debemos conservar toda vaguedad e indetermi-
nación en lo que a los detalles respecta exactamente en la medida
en que impere dicho carácter indeterminado y debemos preservar
toda especificación estructural y típica precisamente en cuanto
sea el resultado del delineamiento d e que se trate. Hay además
otra cuestión d e importacia en lo que respecta a la orientación
descriptiva de los análisis fenomenológicos del horizonte interno.
Supongamos que percibimos una casa que nos es familiar y cuya
forma arquitectónica nos interesa. E n este caso, aparecerá el costado
de la casa que vemos d e hecho por referencia a la organización
arquitectónica global de la casa y según este mismo aspecto. Las
paredes exteriores d e la casa -a las cuales se hace referencia
con mayor o menor grado de distinción y claridad- juegan un
papel decisivo en lo que se refiere al horizonte interno d e la
percepción de que se trata. Supongamos además que volvemos
a percibir la misma casa en otra ocasión desde el mismo punto
d e vista aunque con una variación, a saber: que estemos a punto
284 La teoría fenomenológica de la percepción

de entrar en la casa. Percibiremos entonces el «mismo» costado


de la casa con respecto a la disposición interior de ésta, más
bien que como parte integrante d e la forma arquitectónica global.
En esta situación, es posible que el horizonte interno no contenga
referencia alguna a las paredes exteriores d e la casa (las cuales
no vemos en ese momento) o que, si la contiene, sea una referencia
de índole menos distinta y específica que la de la del caso anterior.
Referencia tal jugará si acaso un papel más bien subordinado.
Al analizar una apariencia perceptiva, el fenomenólogo debe respetar
la concreción fenoménica actual del horizonte interno de la percep-
ción que estudia. Es en función de tal concreción actual que
el horizonte interno hace su aporte a la conformación de la aparien-
cia perceptiva, de modo tal que dicha apariencia se presente tal
y como lo hace. El fenomenólogo debe evitar imponerle al horizon-
te interno que de hecho experimentemos todo rasgo que el horizon-
te mismo no presente. En los casos que nos ocupan, debe abstenerse
de imponer al horizonte interno de la percepción correspondiente
a la segunda ocasión todo rasgo característico propio del horizonte
interno de la percepción que se tuvo en la primera ocasión. Al
exponer la orientación estrictamente descriptiva del análisis fenome-
nológico, nos referimos al concepto de «la falácia par exceffence
del psicólogo»25 de James. El principio metodológico de James
se aplica en este contexto. Tanto las percepciones como las aparien-
cias perceptivas tienen que ver con el grupo organizado d e actos
y con la concatenación sistemática de nóemas cuyo correlato es
la casa (es decir, la cosa material real)26. Al examinar una percepción
particular del grupo en cuestión, debe tener uno cuidado de consi-
derar el acto de que se trata tal y como es por sí mismo y
de n o atribuirle nada que él mismo no produzca. La apariencia
perceptiva d e la casa en cuanto vista desde un lado determinado
con respecto a su interior no es sólo diferente d e la apariencia
de la casa considerada según el aspecto de su forma arquitectónica
global sino también d e la presentación de la casa según el aspecto
que muestre desde el punto de vista conjunto d e su forma arquitec-
tónica global y de la disposición de su interior -presentación
esta última que es igualmente posible. Mediante problemas que

25 Cfr. ~ ~ p r pp.
a , 272 SS.
Cfr. supra, c. 1, 5 6 a.
El análisis del nóema perceptivo 285

se plantee el fenomenólogo en torno a la forma arquitectónica


de la casa, puede llegar éste a transformar el asunto que le ocupe
al analizar la percepción por medio de la cual se presente la
casa por referencia a su interior. N o puede suponerse que dicha
percepción haga referencia a la forma arquitectónica de la casa.
Puede el fenomenólogo sustituir la apariencia perceptiva que se
proponía examinar por la que se mencionara en tercer lugar. Es
de notar que la susodicha transformación puede resultar sencilla-
mente del planteo de los problemas pertinentes.
Al estudiar el proceso perceptivo desde el punto d e vista dinámi-
~ 0 2 7 ,pusimos de manifiesto que una condición necesaria a priori
de la posibilidad de una cosa material -en lo que respecta a
la unidad y a la identidad de ésta- consiste en la coherencia,
la concordancia y el acuerdo entre las diversas apariencias percepti-
vas. Nos encontramos ahora con que el fenómeno de/ horixonte interno
es el origen fenomeno/ógico de dicha condición. Más adelante28, veremos
que el horizonte interno -que es un fenómeno noemático- posee
un equivalente noético, por cuanto se experimentan -al mismo
tiempo que se produce la percepción d e que se trate- expectativas
y anticipaciones de apariencias perceptivas que habrán de actualizar-
se en el curso ulterior del proceso d e la percepción. Dichas expecta-
tivas y anticipaciones se encuentran íntimamente relacionadas e
intrínsecamente entretejidas con la percepción actual. Las expcctati-
vas son más o menos vagas e indistintas en lo que se refiere
a los detalles de las apariencias perceptivas que anticipamos. Esto
sucede así en virtud de las características que posee el horizonte
interno. Con todo, se espera que dichas apariencias se den en
conformidad con ciertos lineamientos generales y típicos. E n lo
que respecta a su origen fenomenológico, podemos formular en
términos noéticos la condición necesaria de la posibilidad de una
cosa material de la manera siguiente: teniendo en cuenta sólo
la mera posibilidad de la cosa material, se puede decir que la
unidad y la identidad de ésta dependen de las expectativas y de
las anticipaciones que encierra una fase dada del proceso perceptivo
y que se encuentran especificadas en lo que se refiere a tipo,
estructura y plan de índole más o menos general. Dichas anticipacio-

27 Cfr. supra, c. 1, 5 3.
28 Cfr. infra, C. 3, 5 1.
286 La teoría fenomenológica d e la perccpci<in

nes y expectativas alcanzarán su cumplimiento en fases ulteriores


del proceso perceptivo tal y como lo habían logrado ya en fases
anteriores. A fin de hacer una presentación simplificada, nos limita-
remos a los procesos perceptivos que se desarrollen sin la interven-
ción de correcciones o revisiones.

4. Las posibilidades abiertas


Debido al carácter indefinido e indistinto del horizonte interno,
la percepción a la cual pertenece el horizonte dado. no revela
pista alguna que sirva para descubrir los otros atributos y cualidades
de la cosa percibida que en el momento en cuestión no se den
directamente en la experiencia sensible. La esfera percibida puede
ser tanto hueca como sólida a base exclusivamente d e la percepción
de que se trata. Lo mismo sucede en lo que se refiere a los
casos siguientes: la parte posterior del edificio puede presentar
un color igual al del frente u otro distinto; el litoral puede ser
el de un continente o el de una isla- el litoral podrá presentarse
como regular o en cuanto afectado de irregularidades y depresiones,
cualquiera que sea la posibilidad d e entre las dos disponibles que
de hecho se dé. De ese modo, se le presentará al sujeto de la
percepción un repertorio más o menos amplio de posibilidadeszg.
La percepción que experimenta no le da pauta alguna que le
permita ulteriormente decidir cuál de entre las posibilidades se
dará de hecho. Si a base de la percepción dada el sujeto intenta
formar una idea d e la cosa percibida en función de los lados,
aspectos y condiciones que n o se dan directamente en la experiencia
sensible, se encontrará con que tiene libertad de imaginar que
toma cuerpo cualquiera de las posibilidades y, al arbitrio d e su
imaginación, podrá sustituir una posibilidad por otra cualquiera.
Todas las posibilidades Qe que se trata son compatibles por igual
con la percepción dada o, más correctamente, con el delineamiento
estructural y la especificación típica del horizonte interno de dicha
percepción. E n función de ésta, no es posible justificar la preferencia
por una posibilidad particular cualquiera. A base d e tal percepción,
no podremos encontrar razón válida ninguna que permita afirmar
que una posibilidad cualquiera sea más probable que otra. NO

29 Husserl, Erjabrnng und Urteil, p. 32.


El análisis del nócma pcrccptivo 2H-

se sigue de esto, sin embargo, que todas las posibilidades que


se den en un caso determinado se presenten con igual grado
de probabilidad o improbabilidad. El hecho de que haya igual
probabilidad e improbabilidad quiere decir que las razones que
existan para afirmar que se da una u otra posibilidad (de entre
las varias del caso) son aproximadamente d e igual peso. Las posibili-
dades d e la especie que nos ocupa aquí se caracterizan, sin embargo,
por carecer de toda fuerza resolutiva que encuentre justificación
o motivo. No sólo no surge ninguna consideración en torno
a los grados de probabilidad de tales posibilidades, sino que además
los mismos conceptos de probabilidad e improbabilidad carecen de
aplicación aquí. Ni siquiera existe conflicto alguno entre tales
posibilidades. En realidad, la existencia d e un conflicto implicaría
que hay motivos que favorecen una de las alternativas y motivos
contrarios que se le oponen y que favorecen una diversa. Una
ausencia de motivos a favor y en contra caracteriza el fenómeno
que examinamos. Hablando con rigor, no puede decirse siquiera
que se dé una opción entre los términos posibles, ya que la idea
de opción implica un coflicto entre motivos opuestos. Los términos
se presentan aquí en cuanto puramente posibles y, por tanto,
como incapaces en absoluto de tener influencia alguna en cualquier
resultado ulterior.
Nos encontramos con que el fenómeno descrito es el origen
fenomenológico del concepto de ((posibilidad abierta)), que se opone
al d e «posibilidad problemática»30. En el caso de las posibilidades
abiertas, se halla el sujeto de la percepción por completo libre
de imaginar que cualquier posibilidad de entre las que se dan
haya tomado cuerpo y d e sustituir arbitrariamente cualquier posibi-
lidad por otra cualquiera. Con todo,*l libre empleo d e la imagina-
ción no carece de restricciones total y completamente, en tanto
y en cuanto la libertad debe limitarse a/ repertorio mismo de las posibili-
dades abiertas. Sin lugar a dudas, puede el navegante en su imagina-
ción atribuir al litoral la configuración que le venga en ganas.
Con todo, ha de tratarse de la configuración que el litoral pudiera
presentar. Podemos imaginarnos la cosa percibida como si mostrara
por su parte posterior el mismo color que en el frente u otro

30 En torno al origen de ambos conceptos de posibilidad y tambiCn del


de negación en la conciencia perceptiva, cfr. Husserl, Er/ahrung unA Urtdl, @ 21.
288 La teoría fenomenológica de la percepción

distinto. Empero, es un color (es decir, «algún color») lo que


el sujeto de la percepción ha d e imaginar al intentar dar forma
a una idea sobre la posible condición d e la parte posterior d e
la cosa percibida31. El sujeto d e la percepción no puede pasar,
por ejemplo, de percibir el color del lado anterior de la cosa
percibida a imaginar una nota musical, si es que en verdad desea
atenerse al objeto percibido en cuanto uno e idéntico. No está
en libertad de proceder así, si el acto d e la imaginación que
ejecuta ha de formar parte del grupo sistemático y del entretejimien-
to de los actos cuyo correlato es el objeto en cuestión32. Lo
que impone límites al libre ejercicio de la imaginación es el delinea-
miento y la especificación en cuanto a tipo y estructura que caracte-
riza al horizonte interno y le otorga la concreción con que juega
su papel en una percepción dada. El propio repertorio de posibilida-
des abiertas no se encuentra indeterminado sino que se define
con respecto a la especificación misma del horizonte interno, aun-
que no se sepa con certeza cuál de los términos pertenecientes
al repertorio tomará cuerpo d e hecho. La índole especial del bori~onte
interno -o sea, la vaguedad y el carácter indistinto que presenta ek
lo que a detalles se refiere y la determinación más o menos esquemática
que alcanqa según ciertos lineamientos de estructura, tipo y estilo- $e
hace patente con toda claridad en el hecho de que el hori~onteinterno
permite distinguir entre los términos que pertenecen al ámbito de las
posibilidades abiertas y los que son. ajenos a éste. Mediante esta distinción
es que el ámbito mismo se define. Por otra parte, el horixonte interno
no da pie en absoluto para creer en ninguna de las posibilidades abiertas
en particular. Al encontrarse ante una percepción determinada, le
es posible al sujeto inclinarse a plantear problemas en virtud del
horizonte interno de tal percepción. Puede resultar que dichos
problemas carezcan de solución a base de la percepción dada.
Empero, el horizonte interno de la percepción de que se trate
sirve de fundamento para distinguir entre los problemas que es
posible plantear y los que no vienen al caso. Esto se debe a
la especificación del horizonte interno en lo que se refiere a su
estructura general y a su delineamiento en cuanto a estilo y tipo.

31 Ibíd., pp. 31 SS. y 105.


32 Cfr. mpra, c. 1, 3.
1-.I análisis del nóema perceptivo

5. Las teorías de J. Ward y de G. F. Stout

A fin de explicar el fenómeno del horizonte interno, es evidente


que es menester tener en cuenta la influencia que la experiencia
pasada ejerce sobre la percepción del momento presente. La aparien-
cia visual de una cosa que nos es familiar y que se presenta
desde cierto lado y según cierto aspecto nos hace partícipes d e
un conocimiento -que quizá sea hasta cierto punto indeterminado
e indistinto- acerca de los lados, aspectos, propiedades y condicio-
nes de la cosa que no se dan en ese momento directamente en
la experiencia sensible. Las percepciones pasadas -mediante las
cuales el sujeto ha adquirido una cierta familiaridad con la cosa
eii cuestión- tienen un efecto en la percepción del momento.
D e modo similar, percibimos las cosas desconocidas y que no
nos son familiares en cuanto miembros d e ciertas clases y tipos,
debido a que en el pasado hemos acumulado experiencias d e cosas
de la clase en cuestión y a que tales experiencias juegan un papel
en la percepción del momento presente.
Según las teorías asociacionistas, la influencia que el pasado
ejerce sobre el presente consiste en hacer surgir -con ocasión
de los datos sensibles del momento- imágenes más o menos
vívidas de otros datos sensibles que -por modo de coexistencia
o d e sucesión inmediata- se han dado por lo regular en el pasado
en conexión con datos sensibles altamente similares a los que
se dan en el presente. Se da razón asi del horizonte interno mediante
imágenes que se presentan en asociación con los datos sensibles
del momento en cuestión. La percepción aparece como un agregado
de sensaciones e imágenes33. De acuerdo con el asociacionismo,
un percepto complejo ha de tomarse como si no fuera nada más
que la suma de sus componentes, es decir, en cuanto ((formado
de hecho por la mera yuxtaposición de los perceptos componen-
tes»34. Por la misma razón -y como señala Stout-, la teoria
del asociacionismo no tiene en cuenta la unidad intrínseca del
percepto. Una cosa material percibida -hace hincapié Stout-
«es una unidad de múltiples cualidades que se encuentran vinculadas

38 Cfr. Helmholtz, Handbncb der physiologisthcn Opfik, pp. 596 SS., 608 $8. y
947 s.
34 Stout, Analytic Pvchology, 11, p. 20.
290 La teoría fenomenológica de la percepción

de acuerdo con un plan especqico de agrupamiento»35. Al poner d e


relieve las imágenes, es menester no pasar por alto la unidad
intrínseca que hay entre ellas, ya que el hecho d e que en un
momento lleguen a despertarse dichas imágenes viene posibilitado
por la aprehensión de la unidad intrínseca que es característica
del percepto y está sujeto a ellas. Hagamos referencia también
a nuestros análisis anteriores37 en que hemos demostrado que
las imágenes -aun cuando surjan- no son esenciales ni al fenóme-
no del horizonte interno ni a la experiencia perceptiva.
a. Las ideas implícitas
Al interpretar el percepto como suma d e sensaciones e imágenes
concomitantes, los asociacionistas han dado por descontado que
las ideas -a las cuales conciben como residuos o efectos secunda-
rios conscientes de sensaciones pasadas- sólo pueden darse d e
una forma perfectamente definida y determinada. Las ideas son
de índole discreta y distinta lo mismo si se las considera en relación
recíproca que si se las toma con respecto a las sensaciones con
que coexisten38. Se supone aquí que las ideas n o pueden tener
otra condición que la d e imágenes libres y separadas d e la especie
de las que experimentamos cuando evocamos recuerdos explicitos
o nos damos a la fantasía.
J. Ward ha puesto en tela d e juicio este mismo supuesto.
Al ilustrar la adquisición gradual de la habilidad y la destreza
en diversas esferas, Ward se refiere a la diferencia que existe
entre la etapa final d e perfección y la fase inicial d e torpeza,
más bien que a su semejanza39. La adquisición gradual tiene lugar
por medio del cambio actual y conlleva la superación d e funciones
anteriores mediante otras nuevas. D e acuerdo con esto, no puede
decirse que la función perfecta - e n cuanto surge en la etapa
de la culminación del proceso- contenga las funciones correspon-
dientes a las diversas etapas a través d e las cuales el proceso
Ibíd., 1, p. 183. El subrayado es nuestro.
Ibíd., 11, pp. 20 s. y 25.
36
Cfr. snpra, pp. 274 SS.
37
Por ejemplo, vcase: Hume, A Treotise o/Hnmon Notwc, p. 259: «...toda
38
percepción distinta ...existe por separado, es diferente de otras percepciones
y puede ser distinguida y separada de cualquier otra, ya sea simultánea o
posterior)).
Jarnes Ward, Psycbological Principies (Cambridge, 1920), pp. 180 SS.
El análisis del nóema pcrccptivo 20 1

de adquisición ha pasado o que conste de ellas. Pudiera muy


bien ser verdad que una experiencia determinada no pueda ocurrir
a menos que venga precedida d e otras experiencias que hayan
sido provocadas por una serie d e sucesos objetivos semejantes.
Con todo, la semejanza entre los sucesos objetivos no justifica
la conclusión de que todas las experiencias en cuestión sean ~cualita-
tivamente idénticasn40. Tampoco se sigue que la «experiencia [final]
sea la mera suma y ni siquiera que consista en ser la mera 'fusión'))
de las experiencias precedentes, como si éstas ((persistieran cada
una por su cuenta y sin alteración alguna y de modo tal que
la experiencia 'arrastre a cada paso una creciente cadena' o un
montón mayor de ellas. Las experiencias sucesivas d e n suce-
sos idénticos no resultan pues en una acumulación de n residuos
idénticos~41.
Ward aplica por igual este modo d e razonar al desarrollo d e
la actividad motora y al del conocimiento perceptivo. Con respecto
a la percepción, nos dice lo siguiente: c... si consideramos - c o m o
es evidente que debemos hacerlo- no la cosa fisica sino la percep-
ción que el individuo tiene de ésta, se sigue sin duda que también
dicha percepción es el resultado d e un proceso adquisitivo, que
ésta implica actividad y progreso y que gradualmente se aproxima
a su culminación, de modo semejante a como lo hacen las adquisi-
ciones en la esfera motora»42. Supongamos -y aquí tomamos
un ejemplo de Ward43- que vemos una armadura pulida que
se presenta visualmente en cuanto dura, lisa y fria y que -simuitá-
neamente- la percepción evoque ((primero las ideas d e torneos,
luego las de cruzadas y, después, todo el conjunto d e imágenes
cambiantes del romance novelesco)). Tales ideas presentan d e hecho
la condición que los asociacionistas atribuyen a todas las ideas.
Consisten en ser imágenes que presentan mayor o menor grado
40 Ibíd.,c.4,§§ 3 s . y c . 6 , 5 2.
41 Ibid., p. 183. Cfr. también Stout, Analytic Psythology, 11, p. 20: «Una
pluralidad de condiciones puede dar lugar, por supuesto, a una consecuencia
que sea de naturaleza diversa de la de las condiciones mismas, peto, cuando
suceda esto, no podrá tomarse dicha consecuencia como si fuera meramente
idéntica a las condiciones mismas tomadas en conjunto». Con anterioridad (cfr.
sr/pra, p. 38), nos referimos a un argumento semejante que ]ama unpieira
con respecto a las condiciones que se dan simultáneamente.
42 Ward, op. cit., pp. 182 SS.
43 Ibid., c. 6 , 4 7.
292 La teoría fenomenológica de la percepción

de distinción y que acompañan a la percepción que las evoca.


Se le presenta aquí al sujeto de la experiencia una pluralidad
de objetos, de modo tal que le es posible desplazar su atención
libremente de uno a otro. Si bien el término «asociación» le parece
apropiado a Ward para describir la relación entre una percepción
y las ideas concomitantes de la imaginación, no lo es en lo que
respecta a la conexión existente entre los componentes parciales
de un percepto. Si la armadura pulida visualmente «parece» fría,
dura y lisa, se debe ello a que en el pasado han sido experimentadas
las sensaciones de frialdad, dureza y lisura y que la percepción
1.isual del objeto las ((reestablece de inmediato y [las] mantiene
firmemente)). Puede así decirse que las propiedades táctiles d e
la armadura pulida se ven representadas en la percepción visual
de la misma, tal y como se representan en la apariencia visual
de una naranja las propiedades táctiles y gustativas d e ésta. N o
debemos confundir los componentes de un percepto que no se
den directamente en la experiencia sensible con imágenes distintas
y discretas que existan junto a los componentes del mismo que
se den directamente en la experiencia sensible. Al aparecer propieda-
des táctiles, gustativas o de otra especie no visual como pertenecien-
tes a una cosa vista o al ser representadas dichas propiedades
en la apariencia visual de la cosa, se encuentra el sujeto d e la
experiencia ante un único objeto y no ante una pluralidad d e
objetos a los cuales pudiera.llegar a dirigir su atención por separado.
«Si bien es verdad que el percepto es complejo, no es éste -sin
embargo- más que una totalidad única como lo es también el
acto de la percepción»44. La conexión que existe entre diversos
complejos de percepción, memoria e imaginación difiere sustancial-
mente de la que hay entre los componentes parciales que integran
la unidad de un solo complejo en su totalidad. La teoría de Ward
coincide esencialmente con la distinción que Bergson hiciera en-
tre dos formas de la memoria, a saber: entre «... la memoria
que repite» o ((memoria motora)) y «la memoria que imagina)) y «re-
cuerda»45.
Es posible emplear todavía el término «idea» para referirnos
a los constitutivos del complejo perceptivo que no se den directa-

44 Ibíd., p. 168.
45 Bergson, Matiire e! mémoire, c . 2, 1.
El análisis del nóema perceptivn 293

mente en la experiencia sensible. Podremos hacerlo así n o sólo


porque el fenómeno en cuestión depende de la experiencia pasada,
sino también y principalmente porque dichos constitutivos habrán
de transformarse ulteriormente en ideas libres y separadas, o sea,
en ideas propiamente dichas". Con respecto al posible desarrollo
de las ideas, nos habla Ward de ((ideas en formación» o d e «ideas
en estado naciente)). En virtud de que los constitutivos en cuestión
no han sido aún separados de los datos sensibles d e la percepción,
Ward caracteriza a tales ideas como «ligadas al sentido», «sustenta-
das» por éste, «vinculadas» al mismo e «implícitas» en él.
Stout ha adoptado la distinción d e Ward ente ideas libres
o separadas e ideas implícitas o vinculadas. Stout también pone
de relieve el hecho de que las ideas vinculadas carecen d e existencia
por separado47. Cuando al ver el hielo «nos parece [éste] frío)),
la? previas experiencias táctiles con el hielo «se representan como
si formaran parte integrante de la apariencia visualn48 del mismo.
La idea vinculada causa una modificación especial en la apariencia
visual, en virtud de la cual se convierte ésta en «el vehículo
de perceptos que de otro modo no podría representar». Debido
a dicha modificación, adquiere significado la apariencia visual. Dicho
significado -insiste Stout49- debemos diferenciarlo de la modifi-
cación misma, la cual dota de significado a la impresión sensible.
Vemos un color de tal modo que nos hace conocer un objeto
y las propiedades del mismo que no se dan directamente en la
experiencia sensible del momento. Precisamente es el hecho d e
estar el color entrelazado con ideas vinculadas lo que ocasiona
en aquél las modificaciones que explican que lo veamos d e la
manera señaladaso. El color significa el objeto y se refiere a éste.

48 Ward, op. cit., pp. 184 SS. Ward propone esta teorla no sólo como análisis
descriptivo, sino también y hasta principalmente como una explicación genética
del desarrollo de las ideas. El punto de vista genético no se toma aquí en
consideración.
47 Stout, A Mannal oj P~_yholo&y,pp. 204 SS. Stout distingue etapas en
que las ideas no están en absoluto separadas de los datos sensibles o en que,
al menos, no lo están por completo.
40 Stout, Anabtic Psycbology, 11, p. 26; A Manual oj Pybology, p. 240. Cfr.
también Ward, op. Nt., p. 186.
49 Stout, A Manual of Pr_ycbo/ogy,p. 198.
50 Ibid., p. 188: «...la aprehensión que tiene lugar en la experiencia inmediata
294 La teoría fenommol6gica de la percepci<in

Al ver el color, aprehendemos una totalidad y la unidad de la


misma, de modo tal que no ocurra distinción explícita entre sus
partes. Dicha aprehensión la denomina Stout ((aprehensión implíci-
ta»51. La experiencia del dato sensible se convierte en la aprehensión
implícita de la cosa material y conlleva ((detalles que -por así
decirlo- entraña dicha aprehensión, pero que n o se despliegan
ante la conciencia»52. Esto tiene lugar así, en virtud de las ideas
vinculadas que forman parte del dato sensible y lo modifican.
El hecho de que una impresión sensible esté dotada de signifi-
cado indica que la misma hace referencia «a algo distinto de sí»53.
Encontramos pues que hay dos componentes heterogéneos en la
experiencia perceptiva, a saber: las sensaciones del momento (o
-para decirlo en función de los factores del acto- la experiencia
de los datos sensibles) y la aprehensión del significado. Sur-
ge ahora el interrogante acerca de cuál sea la naturaleza de la co-
nexión entre los dos componentes heterogéneos de la aprehensión
perceptiva.
b. h teoria de /a si,,qnzj'icación percepfivajl el concepto de retentiva
de Stout
En su libro intitulado Anal_yfic Psychology, Stout da razón d e
la percepción de las cosas materiales en función del concepto
de ((reborde psiquico», que se refiere explícitamente al d e William
James54. Si ((10 que de hecho se ve, en conjunción con lo que
se representa mentalmente, constituye sólo una pequeña parte del
objeto tal y como se percibe)), se debe ello a que «una representación
de la totalidad que no contenga imagen alguna se une a la apariencia
sensible y constituye el 'reborde psíquico' d e ésta». El reborde
-apunta Stout- es mucho más fundamental e importante que

por medio de la sensación conlleva la aprehensión d e objetos que no se dan


en la experiencia inmediata...)).
51 Stout, Anulytic Pgchology, 1, pp. 95 cs.
52 Stout, A Munnul of Psychology, p. 204.
5s Ibid., p. 192: «Afirmar que posee significado quiere decir que, al experimen-
tar un objeto, hace este acto de presenciaánte la mente y además que conocemos
12 existencia y -hasta cierto punto- la naturaleza d e lo que se presenta)).
Cfr. también la p. 197: «...uno de tales datos [pertenecicntes a un estilo determina-
do] llega a ser el representante de la unidad del todo del modo en que, por
ejemplo, una mancha amarilla representa una naranja,).
54 Stout, Anulytic Pgchology, 1, pp. 93 y 183.
El analisis del nóema perceptivo 295

los datos (tanto de la sensación como de la imaginación) que


dicho reborde rodea. La índole dualista del concepto d e aprehensión
implícita de Stout se pone de manifiesto aquí, por cuanto se
hace hincapié en la heterogeneidad existente entre los dos constituti-
vos en cuestión y se hace patente que la conexión que hay entre
ellos es bastante laxa, ya que el reborde puede tomarse perfectamen-
te como una especie d e apéndice del dato al cual se adhiere.
E n su obra intitulada A Manual of Psycbology, Stout propone
la teoría de la significación que hemos esbozado al final d e la
sección precedente. Aquí aparece la conexión entre los dos constitu-
tivos en cuestión (a saber: el dato sensible y el significado) como
menos laxa, ya que el dato sensible d e hecho se modifica y, en
virtud de la modificación resultante, adquiere significado y lo
expresa. En conformidad con su explicación general d e toda unidad
y organización perceptivasss, Stout recurre a las disposiciones
establecidas por la experiencia anterior, a fin de dar razón de
la modificación de que se trata. E l percepto tal y como de hecho
se experimenta es el ((resultado conjunto)) de la acción de los
estímulos o ((condiciones externas)) y de la ((disposición persisten-
ten56. Desde el punto de vista psicológico, Stout caracteriza de
retentiva el efecto secundario que los procesos perceptivos anteriores
producen en el proceso del momento presente. Más concretamente,
habla Stout de la retentiva primordial, a fin de distinguir la aportación
hecha por las disposiciones en el caso de las ideas vinculadas
e implícitas d e esa especie de retentiva que juega un papel en
la reminiscencia y en el recuerdo explícito de las ideas «libres»57.
La impresión sensible que resultaría si la retentiva primordial
no jugara papel alguno (es decir, si los únicos factores operativos
fueran los estímulos externos) sería distinta d e la producida a
base d e la colaboración tanto d e estímulos como d e disposiciones.
Si se diera tal colaboración, la impresión que resultaría de hecho
presentaría una ((característica o modificación especial)) que le ven-
dría conferida ((como resultado d e las disposiones determinadas
por la experiencia anterior)).
55 Cfr. infra, pp. 298 SS.
58 Stout, A Manual of Psychology, .pp. 197 SS.
57 Véase la distinción correspondiente que hiciera Husserl entre uretenci6nu
(o «memoria primordial))) y «reproducción» ( o «memoria derivadan). Cfr. V o r k -
sungen zur Pbcinomenologie des inneren Zeitbervmtscins, $814 SS.
296 La teoría fenomenológica de la percepción

Según la teoría d e Stout, no hemos.de interpretar la modificación


de que se trata como si fuera una transformación o reorgani~ación
conriderable del dato sensible sino más bien como la superposición de otra
caracteristica más aldato sensible. Al examinar el ejemplo que presenta-
ra Ward d e la armadura pulida que aparece visualmente como
dura, lisa y fria, habla Stout d e la reproducción d e «las experiencias
táctiles y de otra especie)) que ha tenido lugar con anterioridad.
Tal reproducción se pone d e manifiesto «en cuanto modificación
de la experiencia visual, como añadido a su complejidad indivisa~58.
E n virtud de la modificación que sufren debido a las disposiciones
que produce el proceso anterior, <</asimpresiones sensibb pueden
llegar a significar lo que antes no signifiaban»59. Nuestra interpretación
del concepto d e modificación d e Stout como la noción d e algo
sobreañadido y adventicio encuentra confirmación en el hecho
d e que se base Stout en las ideas d e origen o abasto ideal y
de «extensión ideal)) al dar razón d e aquello que en la aprehensión
perceptiva de un objeto sobrepase la mera sensación inmediataso.
El papel y la importancia del origen o abasto ideal se hace del
todo patente en el engaño perceptivo (como sucede cuando el
objeto que percibíamos como una naranja real n o resulta ser nada
más que una imitación en cera). A fin d e que percibamos un
objeto como naranja, no es menester que sean provocadas ideas
e imágenes distintas y separables. «La rwiviscencia ideal puede
ocurrir principalmente de manera implícita)). La explicación d e
la experiencia perceptiva que Stout da en su obra intitulada A
Manual of Psychology nos parece ser una elaboración y un desarrollo
de sus posiciones anteriores. Al descartar la explicación asociacio-
nista d e la percepción a base d e imágenes y d e ideas explícitas,
habla Stout d e nuestro ((presentimiento)), d e nuestra «anticipación
esquemática)) y de nuestra ((expectativa mental» cuando una parte
de un todo complejo se da en la experiencia perceptiva61. Tal
presentimiento o expectativa mental «nos permite ... evocar en suce-
sión las correspondientes ideas)). «Se constituye en posibilidad

Stout, A Mannal of Psycbology, p. 207. El énfasis es nuestro.


50
Ibíd., p. 198. El énfasis es nuestro.
59
60 Ibíd., p. 205: «Lo que haya en nuestra aprehensión del objeto que no
se deba sencillamente a nuestra sensación inmediata al verlo tiene un origen
ideal».
61 Stout, Anahtir Pqcbologv, 11, pp. 20 SS.
El análisis del nócrna perceptivo 297

d e una serie de perceptos actuales o reviviscencias ideales y controla


el orden de la misma, pero no contiene ya - d e s d e un principi-
tales ideas y perceptos)). Lo que aparece como presentimiento
y expectativa en la obra anterior d e Stout es caracterizado de
modo más específico en su libro intitulado A ManuaL of PgchoLogy
como ((esamodificación especial d e la conciencia que sólo es posible
denominar 'aprehensión de significado' o 'significación'»62. Como
dijimos con anterioridad63, la modificación de la conciencia en
que la aprehensión del significado consiste no debe ser confundida
con el significado mismo.
Con todo lo importante y significativo que sea el adelanto
logrado por Stout con respecto a las teorías asociacionistas, es
menester que no pasemos por alto el hecho de que Stout concibe
la modificación mediante la cual el dato sensible recibe su significa-
d o como algo adicional y sobreañadido. D e este modo, el sustrato
que ha de sufrir la modificación (o sea, la sensación pura o la
sensación dotada de las propiedades originales que ulteriormente
resultan ser modificadas) puede depender sólo y exclusivamente
de los estímulos externos. Es cierto que no podremos jamás experi-
mentar una ((sensación absolutamente pura» o sensación ((absoluta-
mente desprovista de significado)), ya que «la retentiva y la asocia-
ción entran en operación desde el comienzo mismo d e la vida»64.
E n cuanto concepto de límite ideal, la idea de «sensación absoluta-
mente pura» es perfectamente legítima, pese al hecho d e ser una
abstración artificial. En cada percepto, debemos hacer la distinción
entre los datos de la experiencia sensible auténtica y lo que resulta
de «la interpretación llevada a cabo a base de la experiencia ante-
rior»=. Al poner de relieve la unidad de la experiencia perceptiva,
mantiene Stout que ((10 que de hecho se da a los sentidos se
une a lo que es objeto de reviviscencia)) para d o m a r una única
sensación compleja»66. Si en el seno de tal sensación compleja
única ha de llevarse a cabo la susodicha distinción, se deberá
ello a consideraciones de índole causal y genética más bien que
a hallazgos fenoménicos. Lo que se da a la conciencia no reflexiva
62 Stout, A Manual o/ P y h o l o g p. 204.
63 Cfr. rnpra, pp. 292 s .
64 Stout, A Manua/ of Psychology, pp. 124 SS.
65 Ib/d., p. 178.
66 Ibíd., pp. 200 y 206.
298 La teoría fenomenológica de la percepción

es una única cualidad semible compleja. Que tal cualidad sensible


sea en realidad un dato de la experiencia sensible originaria y
auténtica que con ulterioridad se modifique de la manera indicada
anteriormente se pone de manifiesto sólo mediante «el escrutinio
reflexivo que lleva a cabo el psicólogo»a7.
Si consideraciones de índole causal y genética llevan a distinguir
entre dos componentes heterogéneos en el seno de la unidad
del percepto (que aparece como homogéneo a la experiencia inme-
diata y no reflexiva), se debe ello a que tales consideraciones
teóricas se apoyan en la hipótesis de la constancia. Aunque Stout
no formule explícitamente la hipótesis de la constancia, le sirve
ésta sin embargo de tácito fundamento a su explicación de la
experiencia perceptiva. La conclusión de que toda teoría dualista
de la percepción implica la hipótesis de la constancia y de que
ésta conlleva una teoría de tal especieea encuentra su confirmación
tanto en nuestro análisis de la teoría de Stout como en nuestro
examen anterior de la psicología funcionalista de PiagetsQ, de
las teorías de la escuela de Graz70 y de las de Husserl y Stumpf71.
Siempre que se acepte el concepto de sensación como aquello
que depende exclusivamente de los estímulos externos (aun cuando
lo sea simplemente como concepto limite), no quedará más rerne-
dio que recurrir a factores extra-sensibles para dar razón d e la
diferencia que existe entre lo que una experiencia sensible debiera
ser (por referencia a los estímulos operantes) y lo que de hecho
es en el caso de que se trate72. De ese modo, se toma el percepto
como si constara de dos componentes o constitutivos heterogéneos,
de modo tal que cada componente se refiera a condiciones operantes
o factores contribuidores propios. Es evidente que se concibe
la aportación del factor no sensible como algo que se sobreañade
a la de la mera sensibilidad.
Las ideas vinculadas o implícitas de la percepción (o, para

87 Ibíd., pp. 206 s.


Cfr. Segunda Parte, 4 1.
68
Cfr. Primera Parte, c. 2, § 3 b.
80
70 Cfr. Primera Parte, c. 3, 2 b.
71 Cfr. Primera Parte, c. 3, 3 b.
72 Cfr. Stout, A Man#a/ Of P~cboIogy,p. 208: «En la mayoría de los procesos
normala de la percepción, casi nada puede atribuirse a los datos sensibles
El análisis del nóema perceptivo 299

usar nuestros términos técnicos, el horizonte perceptivo interno)


no constituyen el único fenómeno que Stout explica mediante
la noción de retentiva. Analiza él dicho fenómeno en relación
con las contexturas estructurales en general. La última nota de
una melodía es la única «de la que estamos conscientes en el
momento en que causa una impresión en el oído. Empero, la
melodía entera se encuentra presente en cierto sentido en dicha
nota. Llega ante la conciencia en cuanto parte de un todo bastante
específico y deriva su carácter determinado del lugar que ocupa
en tal todo»73. Cuando las notas que precedían a la última hayan
desaparecido de la conciencia, dejarán tras de sí ciertas disposicio-
nes, de modo tal que -en virtud d e la retentiva- la última
nota resulte ser modificada y adquiera asi significado. Es evidente
que dicho significado es la propia melodía. Otro ejemplo pertinente
es la repetición rítmica de un mismo estimulo. «La secuencia
de los estímulos físicos es la siguiente: a, a, a, ...[y] la de los
estados mentales es ésta: al, a2, aj, ... El mero hecho de que
a2 se presente a la conciencia en cuanto repetición o como una
cosa más de la misma especie constituye una diferencia d e importan-
cia entre a2 y a1»74. De nuevo, nos encontramos con que dicha
diferencia consiste en las ((modificaciones de la conciencia. .. que
se deben al funcionamiento de la retentiva, a la disposición de
índole cumulativa que las impresiones anteriores dejan tras de
sí». Entre otros ejemplos, Stout se refiere al hecho de que el
significado de una oración o de un párrafo enteros se halle ante
la conciencia precisamente en el momento en que sólo la última
palabra se da de modo inmediato75. Cuando se pronuncien sucesiva-
mente palabras que terminen de modo idéntico (como, por ejemplo,
((mistifican), ((fructificar)) e «identificar»), sabremos en cada caso
cuál sea la palabra que hayamos dicho en el momento de pronunciar
la terminación común, que es lo único .que en ese instante se
da de manera inmediata. Esto puede deberse sólo al hecho de
que en cada ocasión la conciencia se modifica al pronunciarse
la terminación de que se trata por razón del efecto cumulativo
de los sonidos anteriores76. Además de explicar la coordinación
73 Ibíd., pp. 195 SS.
74 Ibid., p. 194.
75 Ibíd., p. 196.
76 Ibíd.
300 La tcoria fenomenológica de la pcrcepciófi

entre los sentidos y la que existe entre la experiencia perceptiva


y el movimiento activo77 mediante el concepto de retentiva, proce-
de Stout a dar razón también del aprendizaje por experiencia
por medio del empleo de dicho concepto78. Se refiere al caso
de un polluelo que picotea cualquier objeto pequeño que encuentre
y que lo captura y se lo engulle. Captura el polluelo una oruga
de color rojo vivo, pero la arroja d e inmediato. La segunda vez
que se encuentre con dicha oruga, el polluelo ni siquiera intentará
picotearla. Según Stout, la primera experiencia del polluelo con
la oruga de color rojo vivo deja una disposición permanente,
mediante la cual se modifica de modo específico la apariencia
visual de una oruga de tal especie. Dicha modificación consiste
en que tenga lugar la reviviscencia del «significado ya adquirido)).
La apariencia visual de la oruga de color rojo vivo significa ahora
la experiencia total del polluelo cuando se encontrara con la oruga
por vez primera. Es así que el polluelo se abstendrá ahora d e
picotear la oruga, debido al significado que le comunica la aparien-
cia visual modificada. A fin de explicar la reacción posterior,
no es ni suficiente ni necesario -sostiene Stout- que recurramos
a la reproducción explícita de sensaciones d e desagrado que le
inclinen al rechazo. La tendencia a la abstención entra en conflicto
con la que hay a picotear y capturar, a lo cual se ve impulsado
a su vez el polluelo a base de la mera apariencia visual. Lo que
Stout rechaza es la noción fundada en las teorías asociacionistas,
según la cual la apariencia visual de la oruga de color rojo vivo
sería idéntica en las dos ocasiones, salvo que en la segunda se
vería acompañada la apariencia visual de sensaciones d e desagrado,
reproducidas con mayor o menor debilidad. Dicha apariencia no
sería modificada, sin embargo, por tales sensaciones ni se afectaría
la estructura intrínseca de la misma en lo mas mínimo.
-Las citas anteriores sirven para probar que Stout se haUa cons-
ciente a cabaiidad de la unidad intrínseca que impera en la esfera
de las contexturas estructurales así como de la unidad intrínseca
de.1percepto79. Al discutir ambos fenómenos bajo la misma rúbrica,
Stout reconoce que la unidad en cuestión es -en ambos casos-

77 Ibid., pp. 196 s .


78 Ibíd., pp. 200 SS.; cfr. también Libro 111, Parte 1, c. 1, S 3.
79 Cfr. snpra, p. 289 s.
El análisis del nóema perceptivo 301

esencialmente d e la misma especie. Toda objeción que se haga


a la explicación de Stout se referirá a la posibilidad d e dar cuenta
satisfactoriamente de la especie de unidad que nos ocupa (a saber:
la unidad por contextura estructural) en función de la retentiva
y del significado.
c. La critica de Koflka a la teoría de Stout
Las objeciones de Koffka se refieren a la explicación que da
Stout de los fenómenos rítmicos, de las melodías, etc. (es decir,
de los fenómenos temporales), más bien que a su explicación
d e la organización intrínseca de las percepciones de las cosas mate-
riales. Dos de las cuestiones que plantea Koffka merecen especial
atención en este contexto. Pasemos a examinarlas.
1. Al interpretar un estado de conciencia como el producto
conjunto de una estimulación actual y d e las disposiciones estableci-
das por procesos anteriores, deja Stout d e indicar -según apunta
Koffka80- un principio que sirva de criterio d e selección entre
las disposiciones. E n cada ocasión en que tiene lugar una estimula-
ción, contamos con gran número d e disposiciones que pueden
llegar a ser efectivas. Esto lleva a plantear el problema acerca
de qué sea lo que determina que ciertas disposiciones lleguen
a ser efectivas y otras no. E n el momento de resonar la cuarta
y última nota de una melodía determinada, tendremos que dicha,
nota depende d e las tres anteriores y está sujeta a la influencia
de ellas. Supongamos que el claxon d e un automóvil resuena
inmediatamente antes d e que lo haga la última nota d e la melodía.
Con todo, la nota en cuestión seguirá dependiendo sólo d e las
tres notas anteriores y no estará sujeta a la influencia que pueda
ejercer la disposición establecida por el ruido que se ha entremetido.
Otro d e los ejemplos que da Koffka es el d e dos movimientos
melódicos -uno d e índole ascendente y otro d e naturaleza descen-
dente- que se hallan d e tal modo entrelazados que las notas
del movimiento descendente se coloquen entre las del ascendentesl.
Una nota perteneciente al movimiento descendente hace su apari-
ción como continuación d e dicho movimiento, aunque se encuentre
precedida de una nota del movimiento ascendente. A pesar d e

* Koffka, Principies of Gesialt Psycbology, p p . 436 SS.


81 Ibid., p. 434.
La tmda fcnornenológica de la percepción'I

encontrarse entrelazados dichos movimientos, los experimentarel


mos como entidades separadas -es decir, que se nos presentara
cada movimiento como un contexto melódico dotado de unidad
propia. Tales fenómenos exigen principios de organización, en
función de los cuales se explique la formación d e unidades y
la separación que ocurre entre éstas. Dichos principios son la
ley del cerramiento y, sobre todo, la de la continuación apropiada82.
En realidad, Koffka explica el aspecto fisiológico de los fenómenos
en cuestión a base de la ley de la continuación apropiadas3. E n
virtud del limitado espacio de que disponemos, no nos será posible
analizar en detalle la explicación que nos da Koffka. Quisiéramos
referirnos tan sólo al hecho de que, en la teoría de Koffka, no
existe una correlación entre las experiencias fenoménicas y los
vestigios o huellas (o sea, las disposiciones en el sentido de Stout)
sino más bien entre dichas experiencias y los procesos de estimula-
ción. Conforme al principio del isomorfismo psicofisiológico~4,
Koffka atribuye al proceso de estimulación una estructura formal
de organización análoga a la de la experiencia fenoménica corres-
pondiente. Es evidente que los procesos de estimulación ocurren
en un campo de vestigios. E n lo que a esto se refiere, Koffka
está de acuerdo con Stout al afirmar que «exi~teuna 'colaboración'
entre los vestigios y los estímulos»%. Empero, Stout toma las
disposiciones como las causas de las modificaciones y las transfor-
maciones que se sobreañaden a los datos sensibles puros, mientras
que en la teoría de Koffka los vestigios hacen su aparición en
cuanto sistemas organizados que se hallan sujetos a las leyes genera-
les de la organización. Debido a la organización propia de los
sistemas de vestigios, nos encontramos con el hecho de que éstos
den pie a que surjan ciertos procesos con preferencia a otroses.
De acuerdo con Stout, tendríamos el hecho de que las disposiciones
hacen aportaciones a la composición del percepto. Stout considera
que tales aportaciones se añadirían a las de los sentidos. Según
Koffka, los vestigios jugarían el papel de condiciones co-determi-

a Cfr. Segunda Parte, 8 1 1 .


83Koffka, op. Nt., pp. 438 SS. y 448 SS.
84 VCanse las referencias ya dadas: cfr. rupra, p. 70, n. 74.
85 Koffla, op. cit., p. 450.
Ibíd., p. 451.
F.1 análisis del nócma petceptivo 3n3

nantes, o sea, que constituirían un grupo de condiciones del cual


-junto con otros- dependería el percepto en su totalidadsi'.
2. Otro problema que plantea Koffka se refiere a la explicación
que da Stout d e fenómenos tales como las melodías, Según dicha
explicación, serían estos fenómenos «en última instancia de índole
cumulativa~88.E n todo momento, sólo la nota que resuene d e
hecho se dará de manera inmediata a la conciencia. Al ser modifica-
da por las notas anteriores y al depender de ellas, la nota en
cuestión conllevará en sí misma la melodía entera. O más correcta-
mente: la nota que resuene en un momento dado conllevará en
si la parte de la melodía que la preceda de inmediato y mentará
dicha parte. La melodía aparece d e ese modo como una sucesión
de notas, cada una de las cuales resultará ser modificada por
todas las que la anteceden y a su vez las mentará. Concebir una
melodía «como compuesta de tonos provistos de significadon
-apunta KoffkaEQ- es lo mismo que robarle «su carácter dinámi-
co». Según la explicación de Stout, la melodia no aparece como
un proceso continuo sino más bien como algo «análogo a las
cuentas de un collar, aun cuando demos por supuesto ... que las
cuentas posteriores dependan de las anteriores ...»m. Es tomar la
melodia como si existiera a cada momento en una nota determinada.
No difiere esta explicación de aquella descripción del movimiento
que supone que el móvil existe a cada momento en una posición
determinada y que, en la posición en cuestión, presenta -en virtud
de las disposiciones establecidas por las percepciones d e las posicio-
nes que ocupara con anterioridad- una cierta propiedad específica,
a saber: la velocidadQ1. Así como es menester considerar el móvil
en cuanto pasa por las diversas posiciones que ocupa, habrá que
caracterizar también la melodía en cuanto pasa por las notas de
que consta.
Podemos completar la crítica d e Koffka si preguntamos -a

87 Cft. Segunda Parte, 5 2.


88 Koffka, op. cit., p. 437. .
S@ Ibíd., p. 450.
Ibíd., p. 437.
91 Ibid., p. 434 s. Como seaala Koffka, Stout no da de la percepcidn del
movimiento la explicación que hemos esbozado en este pasaje. Koffka constryt
dicha explicación en consonancia con los principios a base de bs cuales Stout
da forma a su explicación de la percepción de una melodía.
base d e la teoría de Stout- cómo es posible dar razón del f e n ó m e h
del malogro que ocurre - c o m o señala el mismo Stout02- cuando
se toca una nota equivocada o hasta cuando .se prolonga indebida-
-I
L a teoría fenomenológica de la pcrccpci '

mente la nota correcta. En tal caso, la experiencia auditiva actual


diferiría d e la que tendría lugar si se tocara la nota correcta del
modo apropiado, ya que - s e g ú n Stout- todo estado presente
de la conciencia es el producto conjunto d e la estirnulación actual
y d e las disposiciones establecidas por procesos anteriores. Por
consiguiente, las notas que sigan a la nota en cuestión se encontra-
rán modificadas de manera diferente de la que les afectaría si
se hubiese tocado la nota correcta y tendrán significados diversos
de los que poseerían en dicha circunstancia. E l malogro no equivale,
sin embargo, a sustituir una experiencia auditiva por otra distinta
ni consiste tampoco en ser una mera diferencia d e cualidad y
significado. Consiste más bien en experimentar el dato auditivo
presente en cuanto no se ajusta a la tendencia que ha adquirido
la melodía hasta la fase del desarrollo en que se encuentre. Para
dar razón del malogro, es menester tener en cuenta la parte d e
la melodía que precede a la nota clave (en tanto y en cuanto
exige aquélla ser continuada d e modo específico en el lugar en
cuestión) y. el hecho de que la nota que realmente resuena no
cumple las exigencias creadas d e esa manera. Es así que el malogro
resulta ser una experiencia de la falta de cumplimiento de tales
exigencias (las cuales, dicho sea d e paso, se hacen cada vez m&
definidas a medida que la melodia llega a su culminación). D e
ese modo, se nos remite d e nuevo a la ley d e la continuación
apropiada, o sea, a la continuación en conformidad con la tendencia
que hasta ese momento se ha establecido en el proceso. Al levantar
el edificio d e su teoría a base de los principios d e la teoría d e
la forma, le es posible a Koffka dar razón d e fenómenos análogos
a los que aquí analizamos y en realidad lleva a cabo esta tareaQ3.
Stout es del todo consciente del hecho de que la nota que resuena
en el momento presente ((hace su aparición ante la conciencia
en cuanto parte integrante d e un todo de naturaleza bien determina-
da ... [, de que la nota] deriva su carácter especifico del lugar
que ocupa en dicho todo» y de que «la parte está determinada

02 Stout, A Manual o j Pybology, p. 196.


93 Koffka, op. cit., pp. 449 ss.
El análisis del ndema perceptivo 305

por el todo y el todo por la parte»e4. Empero, nos parece que


Stout a base de los principios de su teoría- es incapaz de
dar razón de modo satisfactorio de los fenómenos que ilustran
la ley de la continuación apropiada, que es esencial a las contexturas
estructurales y característica de ellas.
d. El s&nificado9 el portador del ~&nificado
La critica de Koffka se referia a los conceptos d e retentiva
y de disposición. Pasemos ahora a examinar el papel que juega
el concepto de significado en la teoria de Stout. Al volver a
considerar las ideas vinculadas o implícitas en el ámbito de la
percepción, nos proponemos examinar la relación que existe -se-
gún Stout- entre el portador de un significado y el significado
mismo. El problema que nos ocupa versa no sólo sobre «los
significados adquiridos)) de que hemos tratado casi exclusivamente
hasta el momento sino además acerca d e lo que Stout llama ((signifi-
cado originario)) (digamos, por ejemplo, la aprehensión de la sensa-
ción visual en tanto que «se encuentra unida inseparablemente
al pensamiento de un objeto exterior, sea dicho pensamiento todo
lo vago y rudimentario que se quiera»m).
Cuando se da un dato sensible, la experiencia de dicho dato
a f i r m a Stout- «conlleva el pensamiento)) de un objeto. Sin
embargo, el dato se experimenta también como cualidad del mismo
objeto. En este sentido, hay que decir que no importa que el
dato en cuestión aparezca como cualidad de un objeto que se
encuentre indeterminado en todo otro respecto (como sucede en
el caso de un significado originario cuando la experiencia del
dato «conlleva el pensamiento)) de un objeto exterior en general)
o que lo experimentemos en cuanto determinación cualitativa de
un objeto que aprehendemos como objeto que además posee otras
cualidades determinadas (como cuando percibimos un objeto amari-
llo en cuanto naranja). Stout hace hincapié en la unidad del percepto
y en el hecho de que ((cualidades múltiples)) se hallen ((vinculadas
de acuerdo con un plan específico de agrupamiento)). Pone de
relieve «la tendencia a coordinarse... con otras partes o aspectos
que presenta una parte explícita cualquiera de un todo aprehendido

94 Stout, A Manual of Psycbologl, pp. 194 SS.


Zbíd., pp. 192 SS.
306 La ceoria fenomenológica de la percepci6n

implícitamente, según el plan especifico de combinación que s b


característico del todo»Q6. De esto se sigue que, al parecer, t l
dato en cuestión juegue dos papeles a la vez. Por una parte,
será el portador del significado en tanto y en cuanto «al experimen-
tarlo hace su aparición un objeto ante la mente»97. Por otra,
el mismo dato hará su aparición, no obstante, como atributo
del objeto que ((pone ante'la mente)). D e este modo, se concibe
el dato como perteneciente al propio significado que comunica
y como constitutivo del mismo.
Estos dos papeles resultan ser incompatibles. Las palabras irn-
presas en una página, por ejemplo, son portadoras d e significado,
por cuanto la percepción de las mismas hace que se ejecuten
ciertos actos mediante los cuales se capta el pensamiento así expresa-
do. Si las palabras se perciben como símbolos provistos de significa-
d o (y no meramente como rasgos negros sobre un fondo blanco),
se debe ello solamente al hecho de que la percepción d e las palabras
hace que se ejecuten determinados actos de aprehensión de significa-
d o y cumple la función d e servir de apoyo a éstosg8. Empero,
las palabras percibidas no pertenecen en absoluto al significado
aprehendido mediante tales actos, los cuales -a su vez- se fundan
en la percepción de las palabras mismas". Al leer un informe
sobre hechos reales o una disertación teórica, las palabras no
jugarán para nosotros papel alguno en el contexto del significado
aprehendido, ya se tomen en cuanto meros hechos que existen
físicamente o como simbolos (es decir, en tanto y en cuanto
sirven de apoyo a los actos d e aprehensión de significado). Tampo-
co cumplen esa función los actos d e aprehensión del significado.
Aquí tomamos el significado en un sentido objetivo, o sea, en
cuanto es, diferente del acto de aprehensión del misrnoioo. E n
cierto sentido, Stout tiene en cuenta dicha diferencia al distinguir
entre el significado que comunica una impresión sensible y la
modificación mediante la cual tal impresión sensible comunica
el significadol01. De cualquier modo, ningún componente de una

Stout, Anabtic Pgchology, 1, p. 183.


87 Stout, A MannaI of Pgcbology, p. 192.
08 Cfr. Husscrl, Log. Unf., 11, i, 8 9 s.
00 Ibíd., 11, 1 , pp. 407 SS.; 11, 2, pp. 88 SS.
' 0 0 Cfr. rnpra, pp. 206 SS.
101 Cfr. snpra, p. 293.
El análisis del nóema perceptivo 307

unidad de significado podrá jugar el papel d e portador del significa-


do (ya sea con respecto a si mismo o a la unidad de significado
de la que forma parte), ya que aprehendemos tanto la unidad
de significado en s u totalidad como los componentes de la misma
mediante actos específicos que se fundan en la percepción del
portador del significado y se apoyan en ella. Por la misma razón,
no es posible que un portador de significado -y ésta es la situación
inversa- forme parte del significado que porta. Resulta, pues,
que la teoría de la aprehensión perceptiva de Stout se encuentra
reñida con las distinciones que existen entre la percepción de
un portador d e significado, los actos específicos mediante los cuales
se aprehende el significado y el significado mismo Aistinciones
éstas que pueden establecerse mediante el análisis fenomenológi-
~ 0 1 0 2 . Al mencionar nuevamente estas distinciones, no es nuestro
propósito afirmar que sea menester que haya un portador de
significado en la aprehensión de todo significado. Con respecto
al problema que nos ocupa, tomamos en consideración sólo aquellos
casos de aprehensión d e significado en los que haya d e hecho
un portador d i significado. En tales casos, mantenemos que es
imposible que el portador del significado sea, en principio, u n
constitutivo del significado que conllevalo3.

102 El ámbito de esta investigación no abarca una teoría fenomenológica


general del significado. Nos limitaremos, por tanto, a referirnos a Husserl:
cfr. Lug. Unt., 11, i, «Expresión y significación» (Invutigacioncs Ió'car, pp. 231 SS.).
Cfr. Farber, op. cit., c. 8; cfr. también D. Cairns, uThe Identity of Verbal Expres-
sionsm, PbiIosopby and PbenomcnologicaI Rcsearcb, 1 (1941). Es de interés señalar
la semejanza y la identidad parcial que existen entre los razonamientos de
Stout (Anafytic Psycbology, 1, Libro 1, c. 4, 2) y los de Husserl ( b g . Unf.,
11, i, c. 2; cfr. Farber, op. cit., c. 8 B ) en lo que se refiere a la naturaleza
espefífica de los actos de aprehensión del significado. Según ambo9 autores,
no es posible dar razón de la aprehensión y la comprensión del significado
en función de imígenes de la fantasía que algunas veces se suscitan de hecho.
108 De acuerdo con Piaget, toda apariencia perceptiva de un cubo - e n
cuanto contemplado desde cierto punto de vista- es a la vez ?índice» y aspecto
del cubo percibido (Cfr. In*od~ction d PL'pistémoIogic ginCtiyw, 1. pp. 182 SS. y
31 1). Sin lugar a dudas -y según ya hicimos mención (cfr. snpra, p. 56, n. 43)-,
Piaget distingue entre «índice» y «significante». Escribe no obstante lo siguiente:
«el índice es un aspecto de su propio significado)) (ibld., p. 182). Piaget presenta
la relación que existe entre el «índice» y la cosa percibida como por lo menos
altamente análoga a la que hay entre un símbolo y su significado. Seghn 61,
por lo menos hay que afirmar que esto sea así, aunque quizl haata exista
La teoría fenomenológica de la percepcio
308
4i
La objeción que hacemos a la teoría de la aprehensión perceptiv*
de Stout es idéntica en lo esencial a la que podemos hacer:.ii
su explicación de las contexturas estructurales en general. U w
melodía es un paradigma de contextura estructural. Todas las
notas de una melodía son constitutivos de la misma. Consideremos
una nota particular. Dicha nota existirá provista de un significado
funcional propio en un lugar determinado, en virtud de que los
otros constitutivos exigen que exista en tal lugar. En otras palabras:
existirá en cuanto su significado funcional la defina y determine.
La nota en cuestión hará su aporte a la constitución de la melodía
como una totalidad, pero no será posible en sentido alguno que
se refiera a la melodía. Al escucharse la melodía, no jugará papel
alguno ningún portador de significado como sucederá -sin embar-
go- cuando leamos la partitura de la misma. Aqui de nuevo
es evidente que los símbolos impresos de la notación musical
no juegan papel alguno en lo que se refiere al contexto musical
que mentamos cuando percibimos y entendemos los símbolos im-
presos.
No podemos suscribir la explicación que Stout da de tal fenóme-
no, pese al valor que tiene -sin lugar a dudas- el concepto
de idea vinculada o implícita, sobre todo cuando lo tomamos
en cuenta desde un punto de vista histórico. En última instancia,
tal explicación resulta estar basada en la hipótesis de la constancia.
Esto lleva a Stout, por tanto, a proponer una teoria dualista
de la percepción. Sin duda, se deben las ideas implícitas a la
influencia que ejerce la experiencia pasada en la percepción del
momento presente. Sin embargo, no debe interpretarse esa influen-
cia y dependencia tal como si constituyesen una modificación que
se sobreañadiera a los datos sensibles actuales a raíz de los efectos
secundarios de las experiencias anteriores. No se trata de que
tales efectos secundarios o disposiciones sean el origen de aportes
a la constitución de la percepción del momento presente que
se den por añadidura a los que se deriven de la estimulación
actual. En conformidad con análisis anterioreslo4, mantenemos
una identidad entre h s dos relaciones (ibfd., p. 181). La tesis que propugnamos
aquí (según la cuai la funcidn de portador de significado es incompatible con
la de constitutivo del mismo significado) también implica. por tanto, una crltica
a la teoría de Piaget.
104 Cfr. Segunda Parte, 8 3 a.
El análisis del nóema perceptivo 309

que es menester dar razón de la influencia que ejerce la experiencia


anterior sobre la percepción del momento presente en función
de la reorganización y de la reconstrucción. Al experimentarse
una percepción después de que una cierta reorganización haya
tenido lugar, tendremos que el percepto correspondiente dependerá
como un todo y en lo que respecta a su estructuta total tanto d e la
estimulación del momento presente como d e la reorganización
que ya haya ocurrido. Nos parece que la explicación de la influencia
que el pasado ejerce en el presente -tal y como la encontramos
en la teoría de la forma- no sólo está d e acuerdo con la posición
d e Ward, sino que también la completa y le sirve d e cumplimiento.
Wardl05 se niega por igual a interpretar dicha influencia como
si fuera el resultado d e la acumulación creciente de residuos del
pasado (o sea, d e imágenes y de ideas libres) en torno a los
datos sensibles del momento presente.

6. L a teoría dualista de la percepción de Husserl


En la explicación que del fenómeno del horizonte interno nos
da Husserl, es menester analizar primero la distinción que hace
entre bylé y morfé, la cual -según nos dice- afecta la totalidad
de la vida consciente.
Mediante la rúbrica de hylé, se refiere Husserl tanto a las impte-
siones sensibles como a las d e dolor, placer o cosquillas y a
las que pertenecen a'la clase d e los impulsos o apetitosl06. Son
éstas datos que se dan simplemente. En sí mismos, carecen de
significado y -he aquí lo más importante- no poseen función
objetivadora alguna. Pese a esto, se integran como componentes
en actos intencionales que poseen una función objetivadora y
presentativa y mediante los cuales aparecen los objetos ante la
mente del sujeto de la experiencia. Se define un acto intencional
como aquél por medio del cual se mienta un objeto y al cual
corresponde éste intencionalmente según una u otra modalidad
(v. g. según las modalidades d e la percepción, del recuerdo o
d e la imaginación o en cuanto imagen o signo de otro objetolo7).

10s Cfr. sNpra, pp. 290 SS.


Husserl, Ideen, 4 85.
107 Cf. Husserl, Lox. Unt., 11, 1, p. 386.
310 La teoría fenomenológica de la percepción i

Carentes en sí mismos de carácter intencional, los datos hiléticos!


sirven de material a factores operativos mediante los que s d
«animados» y reciben significado. Husserl se refiere a dichos factd-
res mediante los términos ((forma intencional o noética» y ((nóesim.
Si el acto concreto que se experimenta -tomado en su totalidad
(es decir, en. cuanto compuesto d e datos hiléticos y de formas
n o é t i c a s t es un acto intencionallo*, se deberá ello a factores
noéticos que confieren forma a los datos hiléticos y los dotan
de significado. Es así que el concepto de intencionalidad de Husserl
(o sea, su concepción de la conciencia como lo que se define
esencialmente mediante la función presentativa y objetivadora)
hace su aparición en relación con la dualidad que existe entre hyié
y morfé. Se acepta, pues, la existencia d e factores específicos, cuya
función es la de dotar de significadolOQ.Al experimentarse un acto
de la conciencia, se capta un significado y se adquiere conciencia d e
él -es decir, que se aprehende un objeto. Y esto sucede en virtud
de dichos factores. Captar un significado consiste, en realidad, en
aprehender el objeto al que se refiere tal significado y así encon-
trarse ante un objeto que se ofrece según una modalidad determi-
nada de la presentaciónllo. Al hallarse conformados y organizados
por los factores noéticos, los datos hiléticos juegan un papel en la
aprehensión de los objetos tal y como son mentados y en cuanto

108 Es decir, si sucede lo siguiente: que, cuando el sujeto experimente


dicho acto, se le presente un objeto según una cierta modalidad.
109 Como Husserl mismo lo hace notar (Ideen, pp. 174 SS.). esta distinción
se deriva de la que establece F. Brentano, P~_vcho/ogievom empirischen Standpnnkt,
ed. O . Kraus; Leipzig, 1924; Libro 11, c. l), aunque no coincida exactamente
con ella. La teoría de Brentano ha dado lugar a muchos conceptos. Aparte
de la distinción que hace Husserl entre hy/é y mor)', haremos mención de
la que llevara a cabo la escuela de Graz entre superilrs e inferiora, entre el
proceso de la «producción» y los procesos sensibles (cfr. Primera Parte, c. 3, 8 2)
y de la que estableciera Stumpf entre «fenómenos» y «funciones» (cfr. «Erschei-
nungen und ps ychische Fun ktionenn, Abhandlungen der Kgl. Prenssisrhen Aibdetnie
der Wi~senschaftcn,Berlin, 1906). La teoría de Husserl se aproxima mucho a
la de Stumpf (en lo que respecta a las diferencias terrninológicas, cfr. Ideen,
pp. 178s.). Aún hoy debiera llevarse a' cabo un estudio a la vez histórico
y sistemático en torno a la significativa distinción de Brentano y a los conceptos
que se han derivado,de ella.
. 110 En lo que respecta a la relación entre el significado (es decir, el nóema)
y el objeto, cfr. Tercera Parte, $8 5 a y 5 c.
El análisis del nóemi perceptivo 311

corresponden intencionalmente a los actos concretos d e la con-


ciencia.
En el caso de la percepción, la dualidad de que se trata es
la que existe entre las impresiones sensibles (es decir, las materias
primas provenientes de la sensación) y los actos específicos de
aprehensión, interpretación, objetivación y apercepción. Al oponer-
se a l a teorías tradicionales de la percepción, Husserl insiste enérgi-
camente en el hecho de que no es posible dar razón d e la apercep-
ción objetivadora de las sensaciones -mediante la cual el experi-
mentar las sensaciones se convierte en percepción d e los objetos-
en función de sensaciones adicionales o, por lo mismo, de imáge-
neslll. Es menester reconocer que la apercepción es un factor
descriptivo irreductible de la conciencia y que posee una índole
específica propia. Las sensaciones adquieren una referencia objetiva
mediante la apercepción de las mismas y por medio de su utilización
como materiales de las funciones noéticas d e objetivación e interpre-
tación. Llegarán a jugar un papel en la presentación o apariencia
perceptiva de los objetos y cumplirán una función a los fines
de ésta. Cuando se den, por ejemplo, los datos tonales, serán
apercibidos mediante un acto intencional. En vez d e experimentar
puros datos sensibles de índole tonal, el sujeto de la experiencia
oirá la canción del cantante, el adagio del violinista o el piar de
los pájaros.
Existe un cierto parentesco entre la apercepción objetivadora
de la percepción y la aprehensión del significado en el sentido
propio y estricto de la palabra. Los actos d e aprehensión de signifi-
cado en sentido propio son los actos o los componentes de los
mismos que confieren significado a los sonidos que se oyen o
a los rasgos que se ven a fin d e transformarlos en sfmbolos.
Es así que -al oír palabras de una lengua que nos sea familiar-
no nos hallaremos en presencia de meros sonidos, sino que entendere-
mos la idea, la información o el pedido que dichas palabras comuni-
quenll2. Los actos de interpretación se fundan en datos subyacentes
que ya se hallan a nuestra disposición y se aplican a ellos, tanto
en la apercepción perceptiva como en la aprehensión del significado
en sentido propio.
111 Husserl, Log. Unt., 11, v, 8 14; Farber, op. dt., C. 12, B,3.
1'2 En lo que respecta a la aprehensión del significado en sentido propio,
cfr. Husserl, op. cit., 11, i, c. 2; Farber, op. cit., c. 8,'B.
312 La teoría fcn~rncnoló~ica
de la percepción

Husserl señala el hecho de que existen diferencias entre la


apercepción perceptiva y la aprehensión del significado, pero al
mismo tiempo pone de relieve el parentesco que hay entre ellas113.
E n la aprehensión perceptiva, los datos sensibles reciben forma
noética. Mediante el acto intencional así constituido, hace su apari-
ción una cosa material (v. g. una casa o un árbol) según la modali-
dad de la presentación perceptiva. La aprehensión perceptiva tam-
bién juega un papel en la comprensión d e los significados en
sentido estricto, y es esto asi hasta tal punto que dicha aprehensión
se convierte en requisito para tal comprensión. Las cosas percibidas
en cuestión son aquI los sonidos que oímos y los rasgos que
vemos, tomados en cuanto meros objetos físicos y no aún como
símbolos. E n los actos de la percepción, se funda una segunda
interpretación, a saber: el acto que confiere el significado en el
sentido propio del térrninoll4. Se capta el significado mediante
dicho acto. El significado se define aquí como aquello que menta-
mos. En otras palabras, el término «significado» se tomará en
un sentido objetivo, o sea, en cuanto se refiera a una unidad
ideal que se opone a los actos de aprehensión del significado,
los cuales son hechos psicológicos realesll5. N o existe relación
intrínseca alguna entre el significado tomado en sentido objetivo
y los sonidos que oímos o los rasgos que vemos en el papel
(la apariencia perceptiva de los cuales sirve d e base o apoyo al
acto que otorga el significado). N o hay mayor relación aquí que
la que existe entre el significado y aquellos datos sensibles que
juegan un papel en la aprehensión perceptiva de los sonidos o
de los rasgos en cuanto objetos físicos (los cuales, en virtud del
significado que se les confiere, se convierten en símbolos). Los
sonidos y los rasgos (cuya percepción funda el acto mediante
el cual se confiere el significado) funcionan simplemente de porta-
dores d e significado, pero no entran a formar parte del significado
mismolls. Al contrario, al ser apercibidos los datos sensibles y
118 Husserl, op. rit., 11, i, 9 23; Farber, op. cit., pp. 235 ss.
114 A fin de hacer una presentación simplificada, pasamos aqul por alto
-por un lado- las diferencias que existen entre la situación del que escribe
y la del que habla y -por otro - las que hay entre la del que lee y la
del que escucha. En tales situaciones, la apariencia perceptiva de los objetos
físicos sirve de base a los actos de comprensión de los significados.
115 Cfr. s~pra,p. 207 s .
116 Cfr. swpra, pp. 305 SS.
El análisis del nóema perceptivo 313

al recibir forma noética en el acto de aprehensión perceptiva


de una cosa material, no jugarán en absoluto el papel de portadores
de significado. Más bien se les dará una función presentativa
a dichos datos, en virtud de ser animados y apercibidos por los
factores noéticos. De tal modo, harán su aportación a la presenta-
ción de la cosa percibida y de sus propiedades por vía de escorzo
y matización. Mediante las sensaciones del tacto, se ponen de
manifiesto las cualidades táctiles del objeto. Al ser interpretadas
y apercibidas, las sensaciones de color presentan las propiedades
cromáticas de la cosa vista. O dicho con mayor precisión: tales
sensaciones presentan las apariencias de tales propiedades por vía
de escorzo y matización, lo cual equivale a decir que presentan
el color «aparente» del objeto (o sea, el color que ofrece el objeto
percibido cuando se le ve en ciertas condiciones, de acuerdo con
determinada orientación y según un aspecto específico). Husserl
hace hincapié en la distinción entre: 1. los atributos y las propieda-
des cualitativos de la cosa, que hacen su aparición por vía de
escorzo y matización mediante cualidades sensibles que han sido
apercibidas noéticamente y 2. las mismas cualidades sensibles que
son dotadas -mediante factores noéticos- de función presentativa
por vía de escorzo y matización. Según Husserl, debe ponerse
de relieve esta distinción, ya que términos tales como «rojo» y
«liso» se emplean confusamente para referirse tanto a los atributos
como a los datos sensiblesll'. Si razonamos en conformidad con
la teoría de Husserl,. podremos llegar a la conclusión -a base
del carácter necesario de la distinción que hace- de que los
datos sensibles juegan un papel en la apariencia perceptiva del
objeto o nóerna perceptivo y a los fines de éste, cosa imposible
en el caso de que se tratara de un mero portador de significado.
El nóema perceptivo es el correlato intencional del acto de la
percepción tomado en su totalidad (o sea, en cuanto incluye datos
hiléticos y formas noéticas). Al ser interpretados y apercibidos
los datos sensibles, entrarán a formar parte - e n cuanto componentes
o conrtit~tivos- del sentido o nóema perceptivo, o sea, del objeto
percibido tal y como se presenta mediante el acto dado de la
percepción. Es menester comprender la referencia objetiva que

117 Husserl, Log. Unt., 11, 1, pp. 129 y 348 SS.; l d ~ n #$,41
, y 97; cfr.
Farber, op. cit., pp. 254 y 335 SS.
314 La ieoria fenomenológica de la percepción

los factores noéticos confieren a los datos sensibles en conformidad


con el hecho .de que los objetos reales y las propiedades reales
de los mismos son concatenaciones sistemáticas de apariencias
o nóemas perceptivosll8. No es posible formular en contra de
la explicación que Husserl da de la percepción las objeciones
que hicimos contra la teoría de Stoutllg, a pesar de que Husserl
acepta la existencia de una especie d e paralelismo entre la aprehen-
sión perceptiva de las cosas materiales y la comprensión de los
significados en el sentido propio y estricto del término y no
obstante el hecho de que Husserl llegue a referirse a los datos
sensibles en cuanto signos del objeto percibido y de las propiedades
del mismo 120.
En consonancia con la teoría dualista de la percepción que
propugna Husserl, pudiera afirmarse que él atribuye a los factores
noéticos la función de organizar el nóema perceptivo tomado
en su totalidad o en cuanto abarca tanto lo que se da directamente
en la experiencia sensible como el horizonte interno. En sí mismos,
los datos hiléticos son amorfos y carecen de organización. De
aquí se sigue que toda estructura y organización que presente
el nóema perceptivo debe ser el producto del funcionamiento
de los factores noéticos. Es cierto que Husserl no ha examinado
formalmente el problema de organización que nos ocupa aquí.
Con todo, la conclusión a que hemos llegado parece apoyarse
en la afirmación de Husserl según la cual no existe nada en la
indole propia de los datos hiléticos que establezca sin ambigüedades
la referencia objetiva que poseen éstos. El mismo complejo de
datos hiléticos -mantiene Husserllzl- puede ser objeto de diver-
sas apercepciones y recibir interpretaciones varias, de modo que
puedan presentarse objetos diferentes mediante actos de la percep-
ción que contengan los mismos datos sensibles. Ilustremos esto
mediante el análisis que Husserl hace del fenómeno del conflicto
y la duda perceptivos122. En un escaparate vemos lo que al parecer
es una persona viviente. El proceso perceptivo se despliega armóni-
camente durante un intervalo, de modo que las fases de aquél
11s Cfr. snpra, c. 1, 8 6 a.
119 Cfr. snpru, 4 5 d .
120 Cfr. Huserl, b g . Un:., 11, 1 , p. 75.
121 Husserl, Ideun, p. 206.
122 Husserl, Erfabrwrg nnd Urteif, p p . 99 SS.
El anáiisis del nóema perceptivo 315

se encuentren en concordancia y acuerdo recíprocos. Pero, en


cierto momento, se ve impedido el progreso continuado del proceso
perceptivo. A partir de entonces, no estaremos ya seguros de
lo que sea el objeto -o una persona viviente o un maniquí.
La percepción del maniquí vestido no sustituirá a la de la persona
viviente. Lo que sucederá es más bien que las dos percepciones
entren en conflicto y se alternen. E n un momento dado, preponde-
rará una sobre la otra, pero poco después pasará lo contrario;
ninguna de las dos logrará ocupar un lugar de preponderancia
definitiva. Durante todo el conflicto, experimentaremos los mismos
datos sensibles, pero los apercibiremos de modo diverso. En una
fase determinada del conflicto, nos encontraremos con que un
horizonte interno -que produce el sentido perceptivo de un cuerpo
humano- incluye un contenido nucleario de sensaciones en virtud
de ciertas intenciones aperceptivas. En una fase distinta, las mismas
sensaciones se verán sujetas a una interpretación diferente y a
una apercepción diversa, por lo que resultará un horizonte interno
diferente. Se producirá así la apariencia de un maniquí vestido.
De acuerdo con el análisis que de esto hace Husserl, el conflicto
se presenta como una competencia entre dos interpretaciones aper-
ceptivas que hacen referencia al mismo complejo de datos sensibles.
Al captar una apercepción dada ,a los datos sensibles en cuestión,
la otra apercepción quedará temporalmente superada, es decir,
hasta que vuelva a aparecer.
No es posible afirmar que los datos sensibles permanezcan
idénticos y de ese modo establecer un contraste entre tales datos
y las diferentes interpretaciones aperceptivas y las diversas formas
de organización de los mismosl23, a menos que concibamos que
la organización de los datos sensibles se lleve a cabo desde afuera
y sin afectarlos intrínsecamente. Nos hemos encontrado ya con
la tesis de la identidad o invariabilidad de los datos sensibles
en conexión con la hipótesis de la constancia. Una vez que se
haya llevado a cabo la reducción fenomenológica, será totalmente
imposible considerar los datos de la conciencia como dependientes
-causal o funcionalmente- de los procesos nerviosos o de las
estimulaciones que tengan lugar en los órganos de los sentidos.

123 Los cambios de la forma de organización se producen en funci6n de


las variaciones de las apercepciones y dependen de dichas apercepciones.
316 La teoría fenomenológica de la percepción

Con todo, una afirmación que Husserl hace d e paso nos recuerda
la distinción que Benussi estableciera entre los procesos d e origen
sensible y los de origen extra-sensiblel24. Nos dice Husserl: asensi-
bilidad designa en una acepción restringida el residuo fenomenoló-
gico de lo que procuran los 'sentidos' en la percepción exterior
normal»l25. Es como si la hipótesis d e la constancia interviniera
subrepticiamente en las investigaciones fenomenológicas. Quizá
nada ilustre mejor la gran influencia que ejerce la hipótesis d e
la constancia sobre el pensamiento filosófico y psicológico que
el hecho de que aparezcan conceptos íntimamente relacionados
con ella y que se deriven de la misma en un contexto teórico
que excluye por definición dicha hipótesisl26.
Con referencia al concepto de idea implícita d e Ward y d e
Stout y a modo de anticipación de la interpretación d e dicho
concepto a base de la teoría de la forma que aparecerá en el
párrafo siguiente, formulemos ahora esta pregunta: cuando dos
apercepciones perceptivas se den alternativamente, ¿no resultará
que lo que se dé directamente en la experiencia sensible se encuentre
de tal manera modificado por las diversas ideas implícitas d e que
se trate en cada percepto que no sea posible afirmar que ambos
perceptos contengan elementos idénticos? A fin d e contemplar
la posibilidad de que las variaciones que Husserl atribuye solamente
a los factores noéticos no dejen intacto lo que se da directamente
en la experiencia sensible, pasemos a considerar el ejemplo siguien-
te. En una región montañosa que no nos es familiar, vemos a
cierta altura una formación gris azulada que en un momento deter-
minado aparece como una nube y que en otras ocasiones se presenta
como el contorno de la silueta d e las montañas. E n este caso,
la modificación de lo que se da directamente en la experiencia
sensible es muy notable. Mientras aparezca la silueta de las monta-
ñas, el color gris azulado se unirá a una superficie corpórea y
se adherirá a ella. Cuando se perciba la nube, sin embargo, la
localización espacial del color adquirirá un carácter indeterminado,

Cfr. snpra, pp. 81 SS.


124
1%Husserl, Idccn, p. 173 (Ideas, 85, p. 204).
126 Cfr. las objecionks que ha hecho Sanre al concepto de dato hilético
de Husserl y al concepto de «sensación» en general desde un punto de vista
diferente del nuestro (L'itra at /e ne'ant, 11.. ed., pp. 26 SS. y 372 SS.).
El anáiisis del noema perceptivo 317

pues el color parecerá flotar en el aireln. Es evidente que el


horizonte interno de la apariencia perceptiva de la nube difiere
profundamente del de la presentación perceptiva de la silueta.
El hecho de que las dos apariencias perceptivas se den alternativa-
mente pudiera muy bien interpretarse como una variación del
horizonte interno. Nos parece que variación tal afectaría lo que
en cada percepción se dé directamente en la experiencia sensible
(o sea, lo que en conjunción con el horizonte interno formaría
el nóema perceptivo o el sentido o significado de la percepción)l28.
Nos encontramos ante el fenómeno característico y propio de
las contexturas estructurales, a saber: que la modificación de algu-
nas de las partes de tales contexturas puede conllevar la modifica-
ción de otras129. La existencia de un conflicto supone que haya
algo idéntico con respecto a lo cual se plantee el antagonismo.
A nuestro modo de ver, la cosa idéntica de que aquí se trata
seria la posición determinada que se ocupe en el espacio perceptivo
y no un conjunto de datos sensibles tomados como materias primas,
carentes de forma noética y supuestamente presentes en perceptos
varios en cuanto elementos comunes a los mismos.
Nos parece que es menester reinterpretar la teoría del horizonte
interno de Husserl a base de la teoría de la forma. El concepto
de intencionalidad -que es fundamental en la fenomenologia-
debe también reinterpretarse, de modo que resulte ser independien-

127 En lo que se refiere a la noción de color de superficie (Flrjcbenfarben


y Obcrflachmfarbm), cfr. David Katz, Dcr A u p a r der Farbwelt (Leipzig, 1930),
pp. 8 SS.
128 Cfr. Ernst Cassirer, PhiIosopbie der ~ymbolischenFormen, IIi : Ph~11omenologic
der Erktmrtnis (Berlín: Bruno Cassirer Verlag, 1929), ii. c. 2: «Si mediante un
cambio de actitud interna, tomamos un fenómeno que hasta entonces habíamos
considerado como un color de superficie (y, como tal, en relación con un
vehículo objetivo determinado) y lo trasponemos de modo que ahora sea un
fenómeno de mero color ordinario, la apariencia total quedará afectada por
tal trasposición, pues aparecerá ahora ante nosotros con una determinación
intuitiva diversan. ((Cuando pasemos de un modo de ver a otro, no será sólo
un factor el que cambie en la intuición, sino que será la intuición misma
en su totalidad y en su unidad indivisa la que sufra una metamorfosis caracteristi-
ca». «En un sentido puramente intuitivo, un color nos parecerá ser diferente
y tendrá una apariencia visual distinta tan pronto como se le desplace al torndrscle
representativamente -o sea, tan pronto como se le vea no como color de
superficie sino como color ordinario o viceversa*.
129 Cft. supra, pp. 160 SS.
te de la concepción dualista de la conciencia con la que aparece
de algún modo conectado en la teoría de Husserl. Pero en este
contexto no nos será posible tratar de los problemas que se plantean
en torno al concepto de intencionalidad, para lo cual habremos
de referirnos a las tentativas de reformulación de dicho concepto
que hemos llevado a cabo en otra partel30.

7. L a explicación del nóerna perceptivo según la teoria de


la forma
a. Planteo delproblema
Con anterioridadlsl, hubimos de definir el nóema perceptivo
como la cosa percibida sólo y exactamente tal y como aparece
al sujeto de la percepción mediante un acto perceptivo determinado.
Es menester considerar como incluidas en el nóema perceptivo
no sólo aquellas cualidades que se den en la experiencia sensible
actual sino también las que en el momento en cuestión no se
den de tal manera y que sin embargo jueguen un papel en la
percepción de que se trata. Debemos tomar también en considera-
ción los aspectos según los cuales la cosa no hace aún su aparición
mediante la percepción del momento presente, pero según los
cuales es posible que aparezca y a los cuales dicha percepción
hace referencia en cuanto aspectos ulteriores posibles. En conformi-
dad con la orientación estrictamente descriptiva de las investigacio-
nes fenomenológicas, hay que afirmar que lo que no se dé directa-
mente en la experiencia sensible debe ser reconocido sólo en la
medida en que de hecho juegue un papel en el percepto en cues-
tiónls2. Ha de tomarse tal cosa exactamente según el papel que
juegue, con la función que tenga y con el carácter indeterminado,
indistinto e indefinido que pueda presentar. El nóema perceptivo
abarca tanto lo que se da explícitamente en la experiencia sensible
como las ideas implícitas. Las ideas implicitas integran lo que
llamamos -a usanza de Husserl- horizonte interno.
En lo que respecta al nóema perceptivo, hay que decir que

1x1 A Gurwitsch, ~Phanomenologieder niematik und des reinen Ich», loc.


cit.,p. 357; «On the Intentionality of Consciousness», loc. cit.
131 Cfr. mpra, pp. 203 SS.
132 Cfr. mpra, 5 2.
El análisis del nóerna perceptivo 319

el acto perceptivo correspondiente no es sólo la percepción de


esta cosa y no de una diferente sino también una aprehensión
perceptiva particular y específica de la cosa. En conformidad con
Husserl, hemos caracterizado el nóema perceptivo, por lo tanto,
como el significado perceptivo o la significación de la percepción,
por lo cual atribuimos al nóema perceptivo la condición de ser
un significado en sentido latol33. Tanto la teoría de la aprehensión
perceptiva de Stout como la explicación fenomenológica concuer-
dan en la afirmación del hecho de que el significado juega un
papel en la percepción. Sin embargo, mientras que según Stout
los datos senribies se modifican por medio de las disposiciones de
tal modo que comuniquen un significado, en la explicación fenomenológi-
ca se interpreta e l percepto en su totalidad - q u e incluirá lo que
se da directamente en la experiencia sensible y lo que pertenece
al horizonte interno- como unidad compleja de significado. De acuerdo
con esto, hablaremos aqui de lo que se da directamente en la
experiencia sensible como uno de los constitutivos del significado
perceptivo, en lugar de hablar de los datos sensibles o las sensacio-
nes con el sentido en que dichos términos se han tomado en
la tradición clásica de la psicología y la filosofía. Todos los constitu-
tivos hacen conjuntamente su aporte a la formación de la unidad
compleja de significado -o sea, a la del nóerna perceptivo. Al
descartar la hipótesis de la constancia, no tomaremos ya en cuenta
en función de su origen lo que juegue un papel en la percepción
-es decir, no distinguiremos entre los datos sensibles auténticos
y lo que se derive de fuentes que no sean la sensibilidad mismalad.
No atribuiremos carácter privilegiado a ningún constitutivo del
percepto, de modo que exista una distinción entre dicho constituti-
vo y los restantes componentes del mismo percepto. Tomaremos
en consideración todos los constitutivos con idéntico rango, es
decir, como hechos auténticos y genuinos d e la experiencia percepti-
va. En este sentido, resulta ser que el percepto tomado en su
totalidad (o sea, el nóema perceptivo) es de indole homogénea
aunque de carácter complejo. No se halla compuesto d e modo
tal que sea el resultado de superponer las aportaciones hechas
por factores heterogéneos. Tomado como una totalidad y con

133 Cf. mpra, Tercera Parte, 5 4 b.


134 Cf. supra, pp. 112 SS.
3 20 La teoría fenomenológica de la perccpciGn

respecto a todos los componentes y constitutivos que lo integren,


el percepto dependerá lo mismo d e las condiciones externas que
de las internas. El estudio detallado d e tal dependencia se llevará
a cabo durante la fase explicativa de la psicología.
D e este modo, un análisis de la estructura del nóema perceptivo
adoptará la forma de un análisis del significado y más concretamente
del significado perceptivo. Deberemos investigar la forma d e orga-
nización d e los constitutivos del significado perceptivo en cuanto
coexisten en un todo -es decir, la organización del significado
perceptivo complejo que se actualiza mediante un acto dado d e
la percepción y que corresponde en cuanto nóema perceptivo
a tal acto.
b. La estructura del nóema perceptivo
Por el momento, pasemos por alto los datos que se den directa-
mente en la experiencia sensible y limitémonos a considerar sola-
mente los hechos que pertenezcan al horizonte interno, con el
fin de adentrarnos en la estructura del nóema perceptivo y poner
de manifiesto el hecho de que la unidad que la caracteriza es
de la especie que hemos denominado de cohesión o coherencia
estructural. Al ver un edificio por el frente, lo percibimos como
una determinada configuración arquitectónica global. Podemos dar
por supuesto el hecho de que el sujeto se encuentre muy familiariza-
do con el edificio y que, por tanto, al percibirlo por el frente,
se dé una referencia a la configuración arquitectónica global del
mismo que presente un alto grado de distinción y determinación.
Como ya hemos vistols, tal referencia es esencial para que la
percepción de que se trate presente el carácter d e aprehensión
perceptiva del edificio en cuanto hace éste su aparición según
un aspecto determinado. No debemos interpretar dicha referencia,
sin embargo, como si fuera una suma d e referencias parciales
(o sea, como la suma de la referencia a un costado y la referencia
al otro y la referencia a la parte posterior y así sucesivamente)
o como si el horizonte interno constara d e unidades autónomas
e inconexas. La referencia que se da es más bien a la configuración
arquitectónica en su totalidad. Se hace referencia a los costados
y a la parte posterior en cuanto integrantes d e la configuración

135 Cf. snpra, l.


El análisis del nóema perceptivo 321

global, es decir, en tanto y en cuanto dan cuerpo a la configuración


global y hacen su aporte en lo que respecta a la conformación
de ésta. Aun cuando el sujeto de la percepción se halle familiarizado
con gran número de detalles que presenten los costados, no habrá
por lo general referencia alguna a los mismos en las refereccias
que se dan a los costados, siempre y cuando dichos detalles carezcan
d e importancia en lo que respecta a la configuración arquitectónica
global. Se hzce referencia a los costados meramente en cuanto
cumplen una función en lo que se refiere a la configuración arquitec-
tónica global, o sea, simplemente en cuanto la configuración arqui-
tectónica global toma cuerpo mediante dichos costados.
Esto se hará más evidente todavía cuando el sujeto se encuentre
menos familiarizado con el edificio percibido, de modo que suceda
que la configuración arquitectónica global aparezca determinada
sólo en lo que se refiere a su estilo general y típico mediante
la percepción del edificiol36. Por supuesto, cuando suceda esto
así, los detalles no vistos ni conocidos d e los lados no podrán
jugar papel alguno en la percepción del edificio. Empero, habrá
aún una referencia a los costados n o vistos ni conocidos en dicha
percepción, en tanto y en cuanto se percibe el edifico como configu-
ración arquitectónica que presenta un plan esquemático determina-
do. Existirá tal referencia a dichos costados, sin embargo, en
cuanto éstos se integren simplemente en dicho plan, en cuanto
se ajusten meramente al esbozo d e la configuración arquitectónica
que se delinea más o menos aproximadamente al aparecer ésta
-por medio de la percepción de que se trate- con toda la vague-
dad y la falta de distinción que le son propias y en tanto que
adquieren determinación sólo de acuerdo con ciertos lineamientos
generales de tipo y de estilo. Se hace referencia a los costados
no vistos en cuanto constitutivos arquitectóriicos d e la configura-
ción global y en función del papel que jueguen con respecto
a tal todo y en el seno del mismo, sea cual fuere el grado de
familiaridad que caracterice al conocimiento que el sujeto d e la
percepción tenga del edificio percibido. Los cos:ados no vistos
se van caracterizando por medio del significado funcional que
poseen con respecto a la configuración arquitectónica global. Dicha
caracterización tiene lugar de acuerdo con las exigencias que la

'38 Cfr. snpra, Q 3.


322 La teoría fenomenológica de la percepción

configuración arquitectónica global en cuestión establezca en los


lugares que ocupan los costados no vistos. Esto sucede a medida
que dichos costados se dan -mediante las referencias de que
se trata- a la conciencia perceptiva. Debemos tener presente el
hecho de que no nos ocupamos aquí d e los costados del edificio
en cuanto existen realmente, sino más bien en cuanto se hallan
representados referencialrnente en la percepción de que se trata.
E n otras palabras, lo que nos ocupa son los componentes noemáti-
cos que se hallan en el seno de la unidad de un nóema perceptivo
dado. Los componentes noemáticos son -sólo y exactamente- tal
y como aparecen mediante los actos que los captan, como sucede con
todos los componentes de significado y con todos los significados
en general. De acuerdo con esto, se definirán los costados no vis-
tos mediante la significación funcional que posean. Sucederá esto
así al darse referencias a dichos costados simplemente en relación
con el significado funcional que tengan con respecto a la totalidad
de la configuración. Esta situación se dará en la aprehensión per-
ceptiva del edificio según el aspecto de la configuración arquitectó-
nica global. El significado funcional de los costados modifica a
cada uno de ellos y los hace ser lo que son. El significado funcional
de una parte con respecto a un todo y en el seno del mismo es, por
supuesto, el que posee dicha parte con respecto a las demás. Todas
aquellas cosas que pertenezcan al horizonte interno se asignarán
mutuamente el significado funcional que posean y lo derivarán
unas d e otras. De ese modo, tendrán lugar las modificaciones recí-
procas de las mismas que redunden en lo que éstas son de hecho.
A fin de simplicar la presentación, hemos pasado por alto
el costado tal y como se da directamente en la experiencia sensible.
Ni que decirse tiene que el costado que de hecho vemos también
es - c o m o puede serlo cualquier otro costado- un componente
de la configuración arquitectónica global. Con todo costado que
se dé directamente en la experiencia sensible pasará lo mismo
que lo que le sucede a la configuración arquitectónica global
a fin de que sea lo que es, a saber: que se exija en ciertos lugares
la existencia de determinadas partes, en cuanto quedan éstas defini-
das por la significación funcional que posean. Cada constitutivo
de la configuración arquitectónica global se modifica de manera
tal que es lo que es por medio del papel que juega en el seno
de la totalidad de la configuración, es decir, con respecto a los
El anilisis del nócma perceptivo 323

otros constitutivos. Por consiguiente,


- del mismo modo que el
costado que se da directamente en la experiencia sensible determina
el significado funcional de los costados a que se refiere y que
integran su horizonte interno, el costado en cuestión derivará
su propio significado funcional de estos últimos137. Así como
es imposible que la parte d e atrás del edificio se presente como
tal a menos que lo haga por referencia a otros lados que aparezcan
como el frente o como los costados, tampoco podrá hacer su
aparición un lado como frente del edificio a menos que haga
referencia a los otros lados en cuanto jueguen los demás
que sean posibles. Como constitutivo que es componente d e la
configuración arquitectónica global, el frente -que suponemos
que se nos da directamente en la experiencia s e n s i b l e poseerá
una cierta función arquitectónica que depende de la configuración
global en cuestión y resultará ser modificado por la susodicha
función. Es evidente que no es posible que el lado en cuestión
tenga la función especifica que posee, salvo con respecto a los
otros lados y en cuanto desempeñen éstos sus funciones y papeles
correspondientes. Con respecto a los constitutivos del percepto,
se observa que la modificación de una parte cualquiera (o sea,
el hecho de que cada parte se defina por medio de su significado
funcional) presenta un carácter recíproco y mutuo. Esto es así,
ya sea que el constitutivo se dé directamente en la experiencia
sensible o que pertenezca al horizonte interno.
Por medio del análisis anterior, la organización interna del
percepto se revela como una unidad por cohesión o coherencia

137 Cassirer hace el siguiente comentario sobre el análisis que Gelb y Golds-
tein han líevado a cabo d e un caso d e la llamada «ceguera psicológica»: «En
la percepción normal, todo aspecto particular se relaciona siempre con un
contexto amplio (es decir. con una totalidad ordenada y articulada d e aspectos)
y deriva d e tal relación la interpretación y el significado que le corresponden))
o t . , 111 i c. 6 3). Por falta d e espacio, no podemos entrar aquí a
examinar la explicación que Gelb y Goldstein dan del caso en cuestión. Deseamos
sólo apuntar que dicha explicación se presta a ser interpretada fenomenológica-
mente y que, además. el análisis fenomenológico que presentamos aqul halla
su confirmación en los descabrimientos y los resultados de las investigaciones
de Gelb y de Goldstein. Merleau-Ponty ha examinado a cabalidad este caso
(op. cit., pp. 119 SS.), pero lo ha hecho desde el punto de vista d e una orientacifin
fenomenológica general que es diferente en cierto sentido del que hemos emplrn-
d o aquí.
324 La teoría fenomenológica de la percepción

estructural, en el sentido que ya hemos examinadol38, a saber:


que un sistema de significados funcionales -o sea, un sistema
d e significados que dependan unos de otros y que se determinen
recíprocamente- constituye el percepto en su totalidad y en cuanto
dotado d e una unidad específica propia mediante la misma coexis-
tencia equilibrada de los susodichos significados. D e nuevo nos
encontramos aquí con que -como en los ejemplos ya analizados-
no hay principio de unificación alguno quc se dé por añadidura
a los materiales que han d e ser unificados. La unidad del percepto
es de índole intrínseca por cuanto las partes y los componentes
del mismo dependen unos d e otros, a fin d e que resulte la modifica-
ción individual que presenten.
A base d e la teoría de la forma, es posible dar una explicación
satisfactoria del fenómeno analizado por Ward y Stout bajo la
rúbrica d e ideas vinculadas o implícitas. D e acuerdo con esto,
consistirá dicho fenómeno en el hecho d e que propiedades táctiles
y de otra especie se incluyan en la apariencia visual d e un objeto.
Lo que en la apariencia visual se da directamente por medio
de la experiencia sensible n o es más que uno d e los constitutivos
del percepio total que, como tal, es modificado por los otros
constitutivos y se organiza con respecto a ellos. Al ver una naranja,
percibimos la superficie esférica y anaranjada como lo que encierra
un contenido jugoso y sabroso. E n la percepción visual d e un
pedazo de hierro pulido, un color grisáceo hace su aparición como
lo que cubre una superficie dura, fresca y lisa que presenta una
determinada forma geométrica. El pedazo d e hierro en verdad
hace su aparición como algo duro, fresco y liso, en virtud d e
que la apariencia visual del mismo se determina esencialmente
mediante la referencia que conlleva a las propiedades táctiles que
no se dan directamente en la experiencia sensiblel39. A nuestro
juicio, la conexión entre los constitutivos d e un complejo (que,
d e acuerdo con Wardlm, difiere d e la que existe entre varios
complejos) puede caracterizarse adecuadamente como una unidad

138Cfr. supm, pp. 160 SS.y 165 SS.


'39Cfr. Sartre, op. cit., pp. 235 S S . : «...[Las propiedades del agua de una
piscina, tales como el] carácter fluido, lo tibio, el color azulado y la movilidad
undosa ... se dan de una vez las unas por medio de las otras. Precisamente
es tal interpretación total lo que denominamos esto)).
140 Cfr. supro, pp. 290 ss.
El analisis del nóema pcrceptivo 325

por cohesión o coherencia estructural. Según veremos más adelan-


tel41, no se sigue de esto, sin embargo, que la conexión por
medio de asociación sea la única alternativa que haya además
de la de la unidad por cohesión o coherencia estructural.
El análisis anterior en torno a la estructura y a la organización
interna del nóema perceptivo nos permite definir con precisión
el carácter unilateral de toda percepción particular. Mediante cual-
quier percepción d e esta especie, se presenta a la conciencia percepti-
va algo más que lo que se da directamente en la experiencia
sensible. Este «algo más» no se sobreañade simplemente. Al contra-
rio, el horizonte interno se halla muy íntimamente unido a lo
que se da directamente en la experiencia sensible. Es así que
lo que se da de tal manera se determina, organiza y conforma
con respecto al horizonte interno. Lejos d e ser algo autónomo,
lo que se da directamente en la experiencia sensible es solamente
un constitutivo y una parte dependiente del nóema perceptivo
total. En cuanto parte tal, no le es posible existir, salvo en un
todo que necesariamente incluya componentes vacíos e indetermi-
nadosl42. Por consiguiente, mediante toda percepción particular
se presentará el objeto en cuanto posesor de propiedades y cualida-
des que no se reducen a las qiie se dan directamente en la experiencia
sensible. Las propiedades y las cualidades que se den directamente
en la experiencia sensible se modificarán esencialmente al referirse
implícitamente a las que no se dan según tal modalidad privilegiada
d e la presentación. Si toda percepción particular es unilateral e
incompleta, se debe ello a que sólo parte d e ia totalidad del
significado o nóema perceptivo se da directamente en la experiencia
sensible. El nóerna perceptivo total se define al decir que es el
objeto tal y como lo mienta la percepción particular d e que se
trata y en cuanto corresponde intencionalmente a ésta. D e este
modo, lo que dicha percepción mienta o lo que corresponde inten-
cionalmrnte a ella según la modalidad d e la aprehensión perceptiva
siempre sobrepasará lo que se d é directamente en la experiencia
sensible. El carácter unilateral e incompleto de toda percepci6n
particular ha de ser interpretado recordémoslo^^^- como algo

141 Cfr Quinta Parte, $ $ 6 e y 8.


142 Husserl, Ideen, p. 286.
143 Cfr. ritpra, p. 238.
326 La teoría fenomenológica de la percepción

que se experimenta d e tal manera. Debido al horizonte interno


(o sea, a las referencias a constitutivos del nóema perceptivo que
no se dan directamente en la experiencia sensible), se convierte
el nóema perceptivo en lo que se encuentra ante la conciencia
del sujeto de la percepción mediante un acto perceptivo individual.
Por la misma razón, queda explicado el carácter unilateral e incom-
pleto que experimentamos con respecto a toda percepción particu-
lar, ya que las referencias a lo que no se da directamente en
la experiencia sensible auténtica equivalen -como lo veremos
a continuación- a la existencia d e anticipaciones de percepciones
ulteriores mediante las cuales se complementará la percepción parti-
cular de que se trata.
Capítulo 3
EL ANÁLISIS NOÉTICO DE LA PERCEPCIÓN

1. Anticipaciones y expectativas

Hasta ahora hemos considerado el horizonte interno desde


un punto de vista noemático. Pudiéramos también analizar este
fenómeno desde el punto d e vista noético, o sea, desde el punto
d e vista d e los actos en vez del d e los nóemas. Pasemos a hacer
precisamente esto.
Como hemos demostrado con anterioridad', la cosa peicibida
se presenta mediante toda percepción particular d e una manera
incompleta y limitada por vía d e escorzo y matización unilateral.
Al percibirse de hecho la cosa fiegún un determinado aspecto,
se presentará en cuanto perceptible según una pluralidad d e aspec-
tos. Para expresarnos en términos noéticos, diremos que toda
percepción actual se encuentra entrelazada y entretejida con antici-
paciones de experiencias perceptivas adicionales. Se anticipan per-
cepciones ulteriores mediante las cuales la cosa se presentará según
aspectos, desde lados o de acuerdo con orientaciones diversos
d e los que se actualizan en el momento dado. Por medio de
tales percepciones ulteriores, se anticipa el hecho d e que la cosa

1 Cfr. supra, c. 2, 1
328 La teoría fenomenológica de la percepcitiri

mostrará -según la modalidad d e la experiencia sensible auténtica


y directa- propiedades y atributos que no se dan según dicha
modalidad d e la presentación en el momento d e que se trata.
E n otras palabras, se anticipa que tengan lugar las percepciones
mediante las cuales ciertos constitutivos del significado perceptivo
se actualizarán de modo explícito. Aunque dichos constitutivos
sólo se den de manera nieramente implícita en la percepción actual
del niomento en cuestión, harán no obstante una aportación esencial
a la determinación, la conformación y la constitución del nóema
correspondiente a la percepción d e momento tal. Según sea mayor
o menor el grado d e determinación d e dichos componentes implíci-
tos, así será el nivel de mayor o menor determinación que presenten
las anticipaciones de las experiencias perceptivas ulteriores, median-
te las cuales tales constitutivos se darán según la modalidad d e
la presentación perceptiva explíci~ay directa.
Como ya hemos demostradoz, el horizonte interno se especifica-
rá en cuanto a ciertos lineamicntos de estructura típica aun en
el caso en que se dé un máximo d e indeterminación en lo que
respecta a los detalles. D e acuerdo con esto, las anticipaciones
que penetren la percepción actual y la saturen no deberán interpre-
tarse como si fueran «vacías», es decir, como expectativas d e una
cosa cualquiera, sino más bien de algo que -con todo lo indefinido
que pueda ser- se ajustará a cierto plan y a ciertas condiciones
de estilo, tipo y organización. Con la percepción actual se entretejen
expectativas de percepciones ulteriores d e tal índole que lo que
aparezca por medio de ellas lo haga conforme a ciertos lineamientos
típicos. Además, se anticipan percepciones ulteriores que expresen
determinaciones dentro del marco d e tales lineamientos. E n otras
pal.abras, se anticipan percepciones ulteriores que produzcan deter-
minaciones d e detalle que sólo se presentan d e modo implícito
en la percepción del momento y que, por tanto, se dan con carácter
más o menos vago e indefinido. Se anticipan las percepciones
ulteriores que han de llenar d e contenido el plan estructural del
horizonte interno de la percepción del momento dado, el cual
se especifica tan sólo en lo que se refiere a estilo típico y esquema
general. Se anticipan tales percepciones con vistas a que aparezcan
tales determinaciones en la experiencia perceptiva auténtica (que

2 Cfr. supro, pp. 277 SS.


1'1 análisis noético de la percepción 3 2')

es la manera de realización propia d e este tipo) y a dar lugar


a una decisión entre las posibilidades abiertas que confronta el
sujeto de la percepción en el caso de todo horizonte interno
perceptivo de índole indeterminadas. O para decirlo d e otra mane-
ra: se espera que las percepciones ulteriores que anticipamos den
respuesta a los interrogante5 que - c o n toda legitimidad- se
formulan a base d e la percepción del momento presente, pero
para cuya respuesta tal percepción no nos suministra pista alguna.
Una referencia anticipativa a determinaciones ulteriores corres-
ponde - d e s d e el punto de vista noético- a todo aspecto indetermi-
nado del nóema perceptivo. En lo que respecta a la estructura
noética, hay que decir que el carácter indeterminado ~2nificaque exirte
la posibilidad de determinación4. Lo que se ha descrito desde un
punto de vista noemático como interdependencia y modificación
recíproca de los constitutivos del nóema perceptivo (y, sobre todo,
en cuanto modificación de los constitutivos que se dan directamente
en la experiencia sensible por influencia de los que no se dan
de tal modo en el momento d e que se trate) hace su aparición
--desde el punto de vista noético- como lo que apunta a percep-
ciones ulteriores. Percepciones tales ensancharán, ampliarán, exten-
derán y complementarán la experiencia perceptiva de la cosa percibi-
da más allá de lo que estrictamente nos comunique la percepción
del momento presente. Dichas percepciones presentarán d e forma
explícita y directa un conocimiento d e índole perceptiva que la
percepción del momento presente produce sólo de manera implícita.
Esto es válido tanto para percepciones relativamente determinadas
como para las que sean relativamente indeterminadas. Cuando
una cosa vista aparezca en cuanto dura o lisa, se deberá ello
a que la percepción visual se refiere a experiencias táctiles posibles
mediante las cuales la cosa mostraría sus cualidades táctiles según
la modalidad de la presentación directa. D e modo análogo, la
propia percepción auditiva de un sonido tal como la voz d e un
amigo se encuentra impregnada por referencias anticipativas a
experiencias visuales de la persona que habla. En términos noemáti-
cos, habrá que decir que el carácter incompleto y limitado d e
3 Cfr. supru, C. 2, $ 4.
4 Husserl, Ideen, p. 80: «La indeterminación significa, en efecto, necetsrlrmen-
te la posibilidad de determinarse en un estilo rigwosumenh prrrrritou ( I d r a ~Seccicin
, 11,
c . 2, tj 44, p. 99). Cfr. también Cartesianisrbe Meditationcn, p. 83.
330 La teoria fenomenológica de la percepción

toda percepción particular consiste en el hecho d e que sólo produce


ésta una presentación de la cosa percibida por vía d e escorzo
y matización. La cosa aparece según un aspecto más bien que
según otro, de un lado en vez d e otro distinto o de acuerdo
con una orientación especial. Desde el punto de vista noético,
hay que afirmar que el carácter insuficiente e inadecuado d e toda
percepción particular consiste en el propio fenómeno de que ésta
apunte más allá de sí misma, o sea, en el entretejimiento d e la
percepción dada con referencias anticipativas a percepciones ulterio-
res. O para decirlo al modo de Husserls: toda percepción particular
se sobrepasa a si misma necesariamente.
La relación que existe entre la percepción y las anticipaciones
es de una naturaleza más estrecha e íntima que la que se funda
en la mera simultaneidad, pues el hecho de que las anticipaciones
de percepciones ulteriores impregnen una percepción resulta ser
el equivalente noético de una estructura noemática. Al encontrarnos
absortos en la consideración d e una. cuestión científica (pongamos
por ejemplo un problema matemático), nos es posible pensar en
un amigo cuya visita anticipamos como algo que ha de ocurrir
en el transcurso del día. Si pasamos por alto la posibilidad d e
que el pensamiento que así se entremete nos distraiga de lo que
es nuestro tema, no nos quedará otra cosa que el hecho de que
se experimenten dos actos simultáneamente. Si la anticipación d e
la visita de nuestro amigo hace su aparición como intromisión
perturbadora, se deberá ello a que entre la visita que anticipamos
y el problema científico que nos ocupa existe meramente la relación
de simultaneidad y no una conexión intrínseca. N o se hallará presente
ninguna relación que se funde en los contenidos materiales que
hagan su aparición mediante cualquiera d e los dos actose. Al
contrario, la percepción y las anticipaciones se encontrarán unidas

5 Husserl, Cartcsianische Meditationen, p. 84; véase también: ErJahrung und


lirteil, pp. 27 y 30 s.
6 En la Quinta Parte, 5 6 b, haremos la presentación del término «conciencia
marginal)) con el propósito de referirnos a la totalidad de actos que experimente-
mos simultáneamente con la actividad temática, pero cuyos contenidos nada
tengan que ver con el tema. Hemos escogido el término «marginal» a fin
de indicar que no existe relación intrínseca alguna entre la actividad temática
y tala actos concomitantes, o sea, para señalar la ausencia de toda relación
-a base de la pertinencia- entre tal actividad y dichos actos.
El análisis noético de la percepción 33 1

por un vínculo más estrecho que el que se da en el caso de


una mera coincidencia temporal cuando percibamos una cosa desde
cierto lugar y anticipemos de modo explicito los aspectos según
los cuales la cosa aparecerá o las propiedades que mostrará ésta
al percibirla desde diversos puntos de vista. N o sólo las percepcio-
nes ulteriores que anticipemos se referirán a la misma cosa que
la percepción actual, sino que además -y principalmente- lo
que se anticipe serán percepciones mediante las cuales se darán -según
la modalidad de la presentación perceptiva directa _y auténtica- aspectos,
propiedades, atributos, etc., que co-determinen el significado perceptivo
de la percepción del momento presente, es decir, la cosa percibida
tomada exactamente tal y como se presenta mediante tal percepción.
Por medio de estas anticipaciones, adquirirán mayor claridad los
constitutivos implícitos del significado d e la percepción dada -o
sea, que se separarán y distinguirán y serán representados d e manera
explícita.
De esto no debemos inferir, sin embargo, que toda percepción
se encuentre de hecho rodeada por anticipaciones explicitas. Nos
es posible percibir una cosa sin anticipar de modo explicito los
aspectos según los cuales aparecerá la misma al percibirla desde
otro punto de vista. De hecho, sucede esto así. Los aspectos
y los atributos de la cosa que no se den directamente en la experien-
cia sensible del momento presente jugarán un papel co-determinante
en lo que se refiere al significado perceptivo. Harán también su
aportación de modo tal que la cosa percibida aparezca como lo
que se presenta mediante la percepción de que se trata. Es perfecta-
mente posible que el carácter implícito que presente una percepción
determinada alcance un nivel bastante elevado o que quizá hasta
llegue a ser total. Puede ser que no tenga lugar ninguna clarificación
o dilucidación del significado perceptivo correspondiente y que
ni siquiera ocurra una clarificación d e índole incipiente. Es posible,
empero, someter toda percepción a un proceso de explicitación. Me-
diante dicho proceso, el significado perceptivo n o se modificará
materialmente; lo único que hará será desplegarse. Continuará
siendo dicha percepción una percepción de la cosa dada, y además
se mantendrá como la percepción determinada que ya era antes de
que comenzara el proceso de clarificación, a saber, una percepción
por medio de la cual la cosa aparece según un aspecto determinado,
desde un cierto lado y de acuerdo con una orientación especifica.
332 La tcoria fenomenológica de b percepción

No tendrá lugar modificación alguna en la modalidad ni en la


manera de aparecer y presentarse la cosa percibida. Sin embargo,
los constitutivos del significado perceptivo -que hacen que sea
la apariencia y la presentación de índole perceptiva que de hecho
es- se pondrán de manifiesto de modo explícito y se separarán
unos de otros. Se hará patente cada uno d e ellos de acuerdo
con el papel que juegue con respecto al significado perceptivo
total y en cuanto haga su aportación a la integración d e éste.
Deberán tenerse en cuenta también, por supuesto, la modificación
y la determinación que sufran los constitutivos por referencia
de unos a otros. Tampoco se alterarán los constitutivos que sean
de índole indeterminada. N o sufrirán determinación alguna. E n
verdad, determinación tal exigiría que de hecho tuviese lugar
el tránsito efectivo de la percepción dada a percepciones ulteriores.
Mediante el proceso de explicitacijn, el sujeto d e la percepción
se atiene a la percepción cuyo sigriificado intenta aclarar. A los
constitutivos indeterminados les ocurrirá lo misnio que a todos
10s componentes -sencillamente serán separados entre sí y se
desenredarán unos de otros. Se les pondrá de manifiesto precisa-
mente según el carácter indeterminado que presenten y también
de acuerdo con los lineamientos típicos y esquemáticos que les
sean propios.
Tal proceso de clarificación y dilucidación puede ser aplicado
a cualquier significado perceptivo y también a cualquier significado
en general'. El sujeto de la experiencia puede aclararse a si mismo
el significado de que se trata y está en libertad de hacerlo, sea
cual fuere el significado en cuestión. Es posible hacer mucho
más explícito todo significado que d e alguna forma sea indistinto
e inarticulado y que se presente con poca estructuración y diferen-
ciación intrínsecas. Cuando se ponga de manifiesto el significado
de manera tal, se desplegará éste y se desenredarán unos de otros
los constitutivos del mismo, pero el contenido material del significa-
do original continuará siendo el mismos. Interpretamos aquí el
entretejimiento que existe entre la percepcihn dada y las referencias
anticipativas a percepciones ulteriores como el equivalente noético
Cfr. Husserl, Formtrle rrnd tronsgendenfale Logik, pp. 50 ss.
7
Cfr. Husserl, iug. Unt., 11, v, 21 en lo que se refiere a la identidad
8
del contenido material de un significado por contraste con diferencias en cuanto
a carácter explícito o con otras de especie análoga.
El análisis noético de la percepción 333

de la interdependencia noemática y la modificación recíproca d e


los constitutivos del significado perceptivo. Al entender d e esta
manera el entretejimiento que se da entre la percepción actual
y las referencias anticipativas, ponemos d e relieve la existencia
de la posibilidad permanente de llevar a cabo la clarificación y
la dilucidación y no afirmamos que las anticipaciones actuales
se susciten de hecho en el caso de cada percepción. Hemos empleado
el término ({horizonte interno)) para referirnos al aspecto noemático
de la percepción. Dicho término se ajusta también al aspecto
noético d e la misma. Con propiedad describe el hecho d e que
toda percepción se encuentra envuelta por referencias anticipatorias
a percepciones ulteriores que desarrollan y amplían la percepción
dada.

2. El concepto d e potencialidad de la conciencia s e g ú n H u s -


ser1
Bajo la rúbrica d e ({potencialidadesd e la vida consciente» (Poten-
tialitateten des Bewusstseinrleben) , ha analizado H usserl o el fenómeno
que nos ocupa. Por medio de las anticipaciones que envuelven
una percepción determinada, se hace referencia a percepciones
ulteriores en cuanto experiencias perceptivas que pueden llegar
a actualizarse. La actualización de estas'posibilidades depende -al
menos en principio- del sujeto mismo d e la percepción, y es
tal cosa lo que experimentamos. Al anticipar el aspecto según
el cual una cosa hará su aparición cuando la percibamos desde
un punto d e vista diferente del d e la percepción d e un momento
dado, experimentaremos la percepción que anticipamos como una
potencialidad que estamos en libertad d e actualizar si cambiamos
el lugar que ocupamos en el espacio para colocarnos en el punto
d e observación apropiado. Al oír un sonido y percibirlo como
la voz de nuestro amigo, anticipamos ciertas experiencias visuales
que llegarán a actualizarse cuando decidamos entrar en la habitación
vecina. E n términos noéticos, diremos que la expectativa d e tener
ciertas experiencias táctiles que anticipamos como lo que tcndri
lugar cuando el sujeto alargue la mano y toque la cosa de que
se trata corresponde a la apariencia d e algo duro o liso que presente

8 Husserl, Carte~ionischeMeditationen, fj 19.


334 La teoría fcnommológica de La percepción

una cosa vistalo. De modo análogo, al recordar una percepción


pasada, podemos concebir en la imaginación aspectos según los
cuales la cosa se hubiera presentado si hubiésemos dirigido la
mirada en otra dirección o si hubiéramos visto la cosa desde
otro punto de vista. Nos encontramos conscientes del hecho de
que habíamos estado en libertad d e cumplir tales condiciones en
el momento en que tuvo lugar la percepción que recordamos.
Como ya hubimos de demostrarloll, el carácter indetermina-
d o d e los constitutivos del sentido perceptivo significa que pode-
mos llegar a determinarlos. Debemos añadir que esta posibilidad d e
llegar a determinar dichos constitutivos tiene el sentido d e que
al sujeto de la percepción le es posible /levar a cabo tal determinación;
es este sujeto quien está consciente de la libertad que posee d e
dar cumplimiento a las condiciones de las cuales depende que,
de hecho, los constitutivos indeterminados alcancen determinación.
De nuevo nos encontramos con que dichas determinaciones im-
plican que el sujeto de la percepción lleve a cabo ciertos mo-
vimientos 12.
Tal y como se hace patente a partir de los ejemplos anteriores,
la conciencia que tenemos del cuerpo juega un papel en la conciencia
perceptiva que poseemos de las cosas que son diversas del cuerpo.
Dicho papel es posible en virtud d e que cierta especie de conciencia
que tenemos de nuestra existencia encarnada -tanto en lo que
se refiere a la postura del momento como a las potencialidades
somáticas (es decir, la libertad y el control que hasta cierto punto
tenemos con respecto a nuestro cuerpo y a algunos d e sus órga-
nos)- es un factor concomitante de índole permanente y marginal
de nuestra vida consciente, sea cual fuere el tema d e la actividad
consciente. O dicho con mayor propiedad: jugar tal papel es
uno de los fenómenos mediante los cuales la presencia permanente
de nuestra existencia encarnada se pone d e manifiesto, al menos
en cuanto conciencia marginal.

10 Ibid., p. 83: «En lo que a esto se refiere, juega un papel en toda circunstancia
un 'yo puedo hacer esto y lo hago, aunque pudiera también hacer otra cosa
que lo que hago', lo cual no es óbice para que siempre puedan presentarse
obstáculos a esta forma de 'libertad' como puede suceder con respecto a otra
cualquiera». Cfr. también Stout, Analytic Prychologv, 11, p. 25 s.
11 Cfr. rupro, pp. 329 SS.
12 Husserl, Erfabrung und Urteil, pp. 34 y 88 SS.
El análisis noético de la percepción 335

En los análisis anteriores, hemos encontrado dos especies de


posibilidad que -a pesar de las diferencias que existen entre elhs-
se hallan relacionadas estrechamente. En primer lugar, tenemos
la ya mencionada13 posibilidad de dilucidar y clar;ficar un significado
perceptivo dado, de distinguir y separar los constitutivos de éste
y de elaborarlos de tal modo que pasen al estado de representación
y anticipación explícitas. El sujeto se atendrá a la percepción dada
durante todo el proceso de explicitación y clarificación. En segundo
lugar, tenemos la posibilidad de examinar de hecho la cosa percibida
y de pasar en realidad a ulteriores percepciones de la misma cosa
4 sea, a percepciones mediante las cuales se presentará directa-
mente la cosa en la experiencia sensible según aspectos varios
y desde diversos lados. Lo que desde el punto de vista de la
percepción se encuentre aún indeterminado recibirá determinación
gradual mediante la acumulación de experiencias perceptivas.
La conciencia de la posibilidad que tenemos de examinar el
objeto percibido puede adoptar una forma altamente activa. De
hecho, sucede esto así. No sólo se encuentra el sujeto de la percep-
ción consciente de la libertad que posee de dar cumplimiento
mediante movimientos apropiados a las anticipaciones que envuel-
ven la percepción dada, sino que se siente además impelido a
utilizar dicha. libertad a fin de llevar a cabo tal cumplimiento.
La apariencia perceptiva - q u e hace su aparición ante el sujeto-
suscita un interés en el objeto que aparecel4. Los constitutivos
del horizonte interno de la percepción dada -sobre todo los
de carácter indeterminado- desempeñan h función de estímulos.
Estimulaciones tales y dicho interés perceptivo se ponen de mani-
fiesto mediante vivencias tendientes a que el objeto percibido
haga su aparición según aspectos varios, a que la cosa muestre
sus atributos y propiedades y a que ésta haga patentes sus diversos
detalles y partes. Tendencias de esta especie buscan cumplimiento
mediante la experiencia sensible directa de lo que en la percepción
del momento presente sólo se da implícitamente y por anticipación.
Dichas tendencias trascienden hasta la percepción dada y las impli-
caciones de ésta, las cuales se dirigen a captar perceptivamente
el objeto de modo cada vez más extenso, más amplio y m98

13 Cfr. snpa, pp. 330 SS.


14 Husserl, Erjahrrmg und Urteif, $ 19; cfr. tambikn injra, pp. 430 a.
336 La teoría fenomenológica de la percepción

completo. Al ceder a tendencias tales y así dar satisfacción a


sil interés por el objeto que hace su aparición, el sujeto de la
percepción se halla inmerso en un proceso perceptivo cuyos rasgos
fundamentales ya hemos descrito en el primer capítulo d e esta
parte de la obra. Las múltiples apariencias - q u e se actualizan
sucesivamente- se organizan y forman un sistema noemático cohe-
rente. D e modo correspondiente, las percepciones particulares
-mediante las cuales se actualizan dichas apariencias- se combinan
y así producen un proceso continuado. De este modo, cada percep-
ción particular se convierte en fase de un proceso.

3. Las condiciones necesarias y suficientes del proceso per-


ceptivo
Al analizar el proceso perceptivo, ya tuvimos ocasión15 de
hacer hincapié en el acuerdo, la concordia y la continuación arrnóni-
ca que existen entre las múltiples apariencias que forman parte
del mismo grupo noemático coherente. A base del análisis que
hemos llevado a cabo acerca de la estructura del nóerna perceptivo,
nos es posible dar expresión del modo siguiente a la relación
de conformidad. y continuación armónica que hay en una pluralidad
de nóemas perceptivos. Mediante toda percepción particular, hace
su aparición la cosa percibida según un cierto aspecto que - c o m o
se ve mediante el análisis reflexivo- resulta haberse ya encontrado
de modo implícito en otras apariencias perceptivas (que correspon-
dían a percepciones experimentadas con anterioridad) y que ha
jugado un papel co-determinante con respecto a tales percepciones.
Dicho aspecto viene a su vez co-determinado por otros aspectos
según los cuales la cosa ya habia hecho su aparición o según
los que la hará por medio de percepciones ulteriores. E n virtud
de esta referencia recíproca, se concatenan los nóemas perceptivos
y forman un grupo coherente y sistemático, a saber: el «equivalente
en la conciencia)) de la cosa material percibida. Cada apariencia
particular da así cuerpo en el lugar que ocupa al sistema entero.
Esto significa que se aprehende el propio sistema mediante cada
nóema o apariencia particular que pertenezca al mismo. O para

15 Cfr. snpra, c. 1, 3.
El análisis noitico <fe la percepción 337

decirlo de otra manera: los miltiples nóemas resultan ser apariencia


varias de la misma cosa.
Tanto la conformidad y la armonía que se da entre las aparien-
cias perceptivas como el hecho de que dichas apariencias se conti-
núen unas a otras son condiciones transcendentales de la cosa
material, es decir, condiciones de la posibilidad de la experiencia
de una cosa material idéntica y, por tanto, de la propia posibilidad
de la cosa material mismals. Pero, aunque sean necesarias, dichas
condiciones tlo son suficientes. Se refieren a la jmibilidud y no a
la existencia a c t d de una cosa material. A fin de que la conciencia
dd una cosa material idéntica en cuanto existente real adquiera expresión,
es menester algo más que la mera compatibilidad entre las apariencias
perceptivas que se dan en sucesión, aun cuando se tenga en cuenta
el hecho de que toda percepción particular y el correlato noemático
respectivo se determinan esencialmente mediante referencias a per-
cepciones ulteriores y a los correlatos correspondientes.
A base de los resultados obtenidos, nos es posible formular
ahora la condición suficiente de la experiencia de las cosas materiales
y asimismo de la existencia actual de éstas mediante la presentación
de otro de los caracteres fundamentales del proceso perceptivo.
Cuando -en el curso de dicho proceso- una percepción siga
a otra, los constitutivos que sólo se daban implícitamente o por
anticipación en la percepción anterior, se darán directamente en
la experiencia sensible con ocasión de la percepción del momento
presente. Y viceversa : los constitutivos que se presentaban median-
te la percepción anterior según la modalidad de la experiencia
sensible directa lo harán de manera implícita por medio de una
percepción ulterior. Todavía nos será posible mantener presentes
a tales constitutivos como lo que acaba de darse directamente
.en la experiencia sensible, y podremos anticipar el hecho de que
hagan de nuevo su aparición según dicha modalidad privilegiada
de la presentación siempre que el sujeto de la experiencia vuelva
a hacer efectivas las condiciones perceptivas apropiadasl7. Toda
percepción particular que pertenezca al proceso en cuestión da
cumplimiento a anticipaciones que forman parte de otras percepcio-
nes que pertenezcan al mismo proceso. A su vez se refetití, a

16 Cfr. rupra, pp. 245 S S .


17 Cfr. r u p r ~ pp.
, 252 s.
338 La teoría fcnomenológica de la percepci6n

percepciones ulteriores con el propósito d e que se d é cumplimiento


a las anticipaciones que le son propiasl8. Las mihiples percepciones
que experimentemos en el cwso del proceso se confirmarán rec@rocamente
y se corroborarán u n a a otras, con tal de que el proceso perceptivo
se desenvuelva sin trastorno y mientras que no tengan lugar ni
correcciones ni revisiones. Debido a la confirmación, la corroboración
y la validación rec+rocar, se organi~anlas miltipies percepciones y se
integran en cuanto fases en la unidad de proceso perceptivo continuado.
La coherencia infrimeca de este proceso consiJtey se funda en las refrencias
anticipativas que se dan en cada miembro del grupo a otros miembros
del mismo, los cuales -al actualirarse sucesivamente- dan cumplimiento
a dichas anticipaciones.
Nos permitimos afirmar que la confirmación renproca de las percep-
ciones particulares que se suceden unas a otras en el curso del
proceso perceptivo es la mndición trascendental suficiente de la existencia
de las C0JU.S materiales. Con anterioridad'@, pusimos de manifiesto
el hecho de que existe una referencia esencial de los objetos d e
cualquier clase y especie a entretejimientos d e actos y de procesos
de ia conciencia y de que hay una correlación esencial entre aquéllos
y éstos. En el caso de las cosas materiales y del mundo real
en general, la referencia d e que se trata es, por supuesto, la que
se hace a la conciencia perceptiva. La existencia d e una cosa material
depende d e las percepciones mediante las cuales se presenta la
cosa en cuestión, d e modo que concuerden entre sí, se continúen
armónicamente y se confirmen unas a otras. E n función d e los
resultados que acabamos de obtener, hay que afirmar que la existen-
cia de una cosa material depende del proceso perceptivo coordinado con
dicha cosa en cuanto resulta que dicho proceso es de punta a cabo
un proceso de cumplimiento de anticipaciones. S i , tal y como lo hemos
puesto ya de relieve20, sólo es una suposición que existan las
cosas materiales y el mundo perceptivo en general, encontraremos
la razón d e ello en que no se dan en ninguna etapa del proceso
perceptivo ni la garantía ni la certidumbre absolutas que impidan
toda duda en torno al hecho de que el proceso perceptivo se
mantenga dando cumplimiento a las anticipaciones. E n este sentido,

18 Husserl, Erfahrnng rmd Urted, pp. 93 SS.


19 Cfr. SUPN,C. 1, 3 6 a.
20 Cfr. rnpra, c. 1, 9 6 b.
El análisis noético de la percepción 339

hay que decir que la existencia d e las cosas materiales y del mundo
perceptivo depende en general d e la conciencia en cuanto la experi-
mentamos de hecho y no en cuanto es imaginable y concebible
en principio21. La contingencia afecta esencialmente a las cosas
materiales, ya que éstas -según el mismo sentido d e su existencia-
dependen de las anticipaciones que se den en cualquier fase del
proceso perceptivo como lo que se habrá de cumplir de hecho
mediante percepciones ulteriores.
Si percepciones múltiples se confirman recíprocamente por me-
dio del cumplimiento de anticipaciones, tendremos por resultado
que tales percepciones se organizarán y se integrarán en la unidad
d e un proceso cuya índole específica sea la d e una «~ínte.ri.rde
identifiación», es decir, que lo harán en la unidad de la conciencia
que es conciencia de una unidad22. La identidad d e la cosa percibida
-sostiene Husserl23- se experimenta mediante actos que pertene-
cen al sistema que corresponde a la cosa d e que se trata. Con
anterioridad24, dejamos sin resolver la cuestión de saber si nos
hacemos conscientes d e la identidad d e la cosa percibida mediante
actos especiales que se den por añadidura a las percepciones particu-
lares que integran un sistema coherente o si sucede tal cosa por
medio de una estructura determinada y de un cierto rasgo de
organización que sean propios de tal sistema. Podemos ahora
afirmar que cobramos conciencia de la identidad de fa cosa percibida
mediante la experiencia de la conjrmación y fa corroboración rec@rocas
de las miíltiples percepciones que .forman parte del sistema de que se
tra tu.
Las observaciones anteriores distan mucho de agotar el proble-

21 Husserl, Ideen, p. 92: «... el mundo de las 'res' trascendentes está íntegramente
referido a lo conciencia, y M a uno con~iencialógicamente fingida, sino a una conciencia
actual» (Ideas, Sección 11, c. 3, fj 49, p. 113).
32 Husserl, Cartcsiani~cbeMeditationen, p. 80: «... L unidad de ma conciencia
en la cual la unidad de un objeto intencional se 'constituye' en cuanto unidad
'idéntica' que corresponde a las modalidades múltiples de la apariencia)); cfr.
también las pp. 78-79. En torno al concepto de «síntesis de identificación)).
que es una noción de máxima importancia en la fenomenologia constitutiva.
cfr. también Log. Unt., 11, vi. 4 14 b e Ideen, tj 41, lugares en los que
Husserl habla de «[la conciencia empírica, 'omnilateral'] que rc ronfrmu u sí
misma en JMO unidad continuada, de lo misma rosa...)) (Ideas, p. 93).
2Wusser1, Ideen, p. 279.
24 Cfr. rupra, pp. 239 s.
340 La teoría fenomenológica de ia percepción

ma de la identidad de la cosa por oposición a sus apariencias


varias, es decir, el propio problema d e la ~urtanciay del carácter
s~tancialplanteado a nivel meramente perceptivo. Debido a la
falta de espacio, no podemos continuar adentrándonos en él. Desea-
mos sólo indicar ahora algunas de las direcciones que debieran
seguirse en el análisis del problema.
Al presentarse en el curso del proceso perceptivo según aspectos
diversos y al desplegar gradualmente en dicho proceso sus propie-
dades y cualidades, la cosa percibida se revela en sus atributos
y determinaciones y mediante los mismos en cuanto es lo que
es, a saber: la unidad de atributos y determinaciones que le son
propios. A fin de lograr una clarificación final de las categorías
de «sujeto» y ((predicado))tomadas en un sentido lógico, es menester
recurrir al proceso perceptivo en que dichas categorías tienen
su ((origen fenomenológico»25. Con el propósito d e dar satisfacción
a su interés por la cosa percibida, no debe el sujeto atenerse
a ninguna percepción particular ni meramente fijar la mirada en
la cosa26. Al contrario, debe avanzar d e percepción en percepción,
de una apariencia de la cosa a otra27. Debe percibir la cosa desde
varios puntos de vista y examinar sus atributos, distinguir sus
partes y observar sus propiedades y cualidades.
Al darse cuenta de tales determinaciones y atributos, el sujeto
de la percepción no los considera, sin embargo, por si solos,
sino más bien en tanto y en cuanto la cosa a que pertenecen
se pone de manifiesto en ellos28. N o se toman dichos atributos
y determinaciones por separado e independientemente sino en
relación con la cosa a que caracterizan, o sea, con la unidad
que forman unos con otros. Dicha unidad de atributos y cualidades
es el tema permanente de la actividad perceptiva durante el proceso
de la percepción. Y lo es en cada etapa del proceso y en toda

Husserl, Erfahrung und Urteil, 24.


25
lbid., p. 124.
26
27 Ibíd., p. 88. Véase también Ideen, p. 205: e... [la universal evidencia
de que] la percepción no es un vacío tener presente el objeto, sino que es
inherente (a prior11 a la esencia propia de la percepción tener 'su' obieto, y
tenerlo como unidad de cierto complejo noemático. que para otras percepciones
del 'mismo' objeto es siempre distinto, pero siempre esencialmente determina-
do...)) (Ideas, Sección 111, c. 4, § ' 97, p. 239).
28 Husserl, Erfabrung und Urteil, pp. 114 SS. y 125 SS.
El análisis noético de la percepcion 34 1

percepción particular que pertenezca a tal proceso. Ninguna cuali-


dad, propiedad o determinación que se presente mediante una
percepción particular se convierte en el propio tema, sino que
se la toma como momento del mismo. Se la aprehende en cuanto
se relaciona con la cosa percibida y como característica de la
misma. Una percepción particular cualquiera de una cosa material
presenta más de lo que se da directamente en la experiencia sensible,
debido al horizonte interno de la percepción de que se trata o
-para expresarlo noéticamente- en virtud de las anticipaciones
con que se encuentra entrelazada. Tales potencialidades -a las
que denominamos posibifidade~intratemáticas- se caracterizan por
el hecho de que su actuali~aciónrignifica una projundiqación del tema,
ya sea que tales anticipaciones las experimentemos como meras
posibilidades exploratorias o que lo hagamos en forma d e tenden;
cias que inclinen a llevar a cabo de hecho una exploración. La
actualización de las posibilidades intratemáticas es incluso el requisi-
to previo de tal profundización. Debemos hacer hincapié en esto,
porque más adelante29 nos encontraremos con potencialidades cuyo
sentido es distinto.
4. En torno al análisis intencional
El método fenomenológico par excellence es el del ((análisis
intencional)). El ((logro que le es propio [eigentnmliche L e i ~ t ~ n g ]
consiste -en cuanto "intencional9'.- en revelar las potenciafidades
que se hallen "implícitas" en la conciencia actual»m. El análisis
intencional - q u e es el método general de dilucidación y explicita-
ción de los significados- consiste en poner de manifiesto y en
distinguir y separar los constitutivos que se encuentren implícitos
necesariamente en un significado determinado que experimentemos
en un caso dados'.
No podemos hacer aquí un examen detallado del análisis inten-
cional tomado en general y en lo que respecta a su aplicabilidad

29Cfr. Quinta Parte, 5.9 b.


Husserl, Cartcsiani.rche Meditationcn, p. 84.
31 Cfr. G. Berger, Recherches sur les conditions de /u ronaaissoncs (París: 1941).
p. 101: (L.. [el análisis intencional] consiste esencialmente... en precisar loa
significados y en distinguir y separar las ideas virtuales que implican o loa
objetos particulares conocidos o los aspectos del conocimiento que sean expllcitr.
mente reconocidos».
342 La teoría fenomenológica de la percepci<in

universal a significados de toda especie o entrar en la presentación


del mismo según un punto de vista metodológico genera132. Con
respecto a la aprehensión perceptiva d e las cosas materiales, el
método del análisis intencional exige que el examen de una percep-
ción dada no se limite a lo que se presente directamente en la
experiencia sensible. E n realidad, el significado d e una percepción
o el nóema perceptivo (o -más exactamente- la cosa percibida
tal y como se presenta a la mente del sujeto d e la experiencia
y se halla ante ella) viene solamente esbozado d e una manera
meramente implícita por lo que se da directamente en la experiencia
sensible. Es menester llevar a cabo una explicitación gradual d e
los horizontes, a fin de lograr que el análisis y la clarificación
de un significado perceptivo sean completos33. Es por esto que
hemos recurrido al empleo del método del análisis intencional
cuando -al trascender lo que se da directamente en la experiencia
sensible- hemos señalado el papel co-determinante que juega
el horizonte interno con respecto al significado perceptivo. Desde
el punto d e vista noético, la explicación del horizonte interno
se presenta como lo que pone d e manifiesto las anticipaciones
que se encuentran entrelazadas con la percepción dada. Dichas
anticipaciones se refieren a percepciones potenciales que, al actuali-
zarse, harán visible lo que en el momento en cuestión no se
ve34. Someter una percepción al análisis intencional equivale a
considerarla en relación con otras percepciones, a saber: con el
grupo d e las que se refieran a la misma cosa. La cosa material
en cuanto unidad objetiva se constituye mediante percepciones
que se concatenan para formar un grupo sistemático y coherente.

32 Berger emplea el método del análisis intencional con amplitud y d e modo


consistente en sus investigaciones sobre el conocimiento (Iu connuissancc), el
cual es un ámbito - s e g ú n él- coextensivo con el del significado (op. cit.,
p. 106). Cfr. también su libro intitulado Le cogito danr la pbilosopbie de H w r l (Pa-
rís: 1941), pp. 45 SS.,79 SS. y 109 SS.,en el cual aplica con buen resultado el mé-
todo del análisis intencional (sobre todo en los C.C. 1 y 2) al estudio del desarro-
llo gradual de la obra d e Husserl.
33 Cfr. Husserl, Curtesiuniscbe Meditutionen, p.. 83.
34 Ibid., p. 86: N... la explicación fenomenológica clarifica lo que ya se
encuentra en el sentido del cogitotum, pero que en el mismo sólo se co-presenta
intencionalmente a la conciencia d e modo n o intuitivo (pongamos por ejemplo
el 'otro- lado'); dicha explicación lleva a cabo esta tarea haciendo aparecer
en la fantasía las percepciones potenciales que harían visible lo invisible)).
1.1 análisis noético de la percepción 343

Lo que se revela gradualmente mediante dichas percepciones es


la cosa misma. La investigación d e una percepción particular por
medio del método del análisis intencional considera el aporte que
tal percepción hace con respecto a la constitución d e la cosa
que hace su aparición, ya que la cosa deriva el sentido d e su
existencia de la concatenación y el entretejimiento sistemáticos
d e las percepciones en cuestión. Investigación tal se ocupa del
papel que juega en el grupo a que pertenece la percepción particular
que haya sido escogida. Al examinar una percepción particular por
medio del método del análisis intencional, nos concentraremos en
la función que dicha percepción asuma a efectos d e la «sintesis
d e identificación)), que es la característica fundamental del proceso
perceptivo35. En otras palabras: someter una percepción dada al anólisis
intencional comiste en considerarla desde el bunto de vista tra~cendenfal36.
E n el análisis intencional, se coiisideran las percepciones particu-
lares en cuanto fases del proceso perceptivo tomado como la
totalidad en el curso de la cual surge cada Una d e ellas. E n nuestras
investigaciones, el proceso perceptivo ha resultado ser l o que
se caracteriza por la confirmación y la corroboración continuadas
y recíprocas de-las percepciones q u e l o integran. E n fases ulteriores,
el proceso en cuestión consistirá en ser la actualización gradual

35 Husserl, Ideen, pp. 176 SS.: «... aparece la consideración d e lo singular


bajo el punto de vista 'teleológico' de su función, hacer posible la unidad
sintctica ... se vuelve hacia lo diseñado, por decirlo así, esencialmente en las
vivencias mismas, en su dar sentido, en sus nóesis en general, hacia las múltiples
variedades de la conciencia que pueden sacarse d e ella, por decirlo así ... Esta
consideración trata de averiguar cómo lo idéntico consigo mismo, cómo unidades
objetivas ... de toda índole, resultan 'conscientes', 'mentadas'; cOmo pertenecen
a la identidad de lo mentado productos de la conciencia d e una estructura
muy diversa y sin embargo esencialmente requerida...)) (Ideas, SecciOn 111, c.
2, 5 86, p. 208).
Cfr., también Cur!esiani.de Meditotionen, p. 86: (L..el fenomenólogo (puede ha-
cerse inteligible a si mismo cómo -en la inmanencia d e la vida consciente y en
tales y cuales modalidades de la conciencia que pertenezcan a tal devenir incesan-
te- ~ u e d econvertirse en obieto intencional aleo - cuva, naturaleza sea la d e
las unidades objetiva de índole j j a y permanente y -en particular- cómo s e lleva
a cabo la maravillosa tarea de 'constituir' obietos idénticos de cudu ri~tawr/a...
w

[y] qué apariencia ... deba tener -en el caso d e cada categoria- la vida consciente
constitutiva con respecto a las variantes noéticas y noemáticas correspondlenten
que se refieran al mismo objeton.
36 Cfr. supra, c. 1, 9 6 a.
344 La teoría fenomenológica de la percepción

de lo que con anterioridad sólo se daba implícitamente y -a


la inversa- en la pérdida consiguiente de actualización por parte
de lo que antes se daba directamente en la experiencia sensible.
Debemos dar razón del proceso perceptivo en cuanto síntesis
de identificación a base de la estructura invariable d e la percepción
particular. En lo que respecta a la forma d e organización que
presenta, hay que decir que el proceso perceptivo se enraíza en
la estructura d e organización d e la percepción particular. Si es
menester caracterizar el proceso a base de la teoria d e la forma
(y sobre todo en función del principio de la continuación apropia-
da37), se deberá ello a que el nóema perceptivo que corresponde
a una percepción particular presenta una unidad por coherencia
o cohesión estructural38. A fin d e hacerse por completo inteligible
el proceso perceptivo, habrá que referirse a la estructura invariable
y -por consiguiente- necesaria de la percepción particular. Un
análisis completo de la percepción particular exige que tengamos
en cuenta el proceso en el curso del cual surge dicha percepción
y al cual pertenece ésta como una d e las tantas percepciones posibles
que se refieren a la misma cosa objetiva y material. D e este modo,
se complementan mutuamente los puntos de vista estático y dinámi-
co en el estudio fenomenológico de la percepción. Por un lado,
tenemos el hecho de que la percepción particular ha de referirse
esencial e intrínsecamente al proceso de que forma parte, en virtud
del papel que juega el horizonte interno; por otro, nos hallamos
ante el hecho de que lo que se despliega durante dicho proceso
es aquello que se da en la percepción particular d e modo implícito
y en estado naciente.

5. La teoria de la organización perceptiva de Merleau-Ponty


E n la Phénoménologie de la perception, Merleau-Ponty ha elaborado
una teoría de la organización perceptiva que concuerda en puntos
esenciales con la explicación que hemos propuesto aquí. Los varios
aspectos según los cuales se presenta una cosa en la percepción
se organizan d e modo tal que una forma determinada de organiza-
ción sea la que predomine. E n virtud d e ésta, los diversos aspectos

97 Cfr. w p r a , c. 1, 5 5.
98 Cfr. srrpra, c. 2, 7 b.
El análisis noético de la percepción 345

se «significan» de un modo totalmente recíproco y con total equiva-


lencia. Por así decirlo, se comunican entre sí. se simbolizan unos
a otros, se modifican mutuamente y se implican recíprocamente39.
Al percibir una rosa desde un punto d e vista dado, el sujeto
se encuentra con un «espectáculo» determinado. Tal espectáculo
de hecho implica los diversos espectáculos que se presentan a
otros observadores desde sus respectivos puntos d e vista y al
sujeto mismo cuando se coloque en el lugar apropiado d e observa-
ción40. Al hacer un análisis de la percepción de la dimensión de
profundidad, Merleau-Ponty niega enérgicamente que la conver-
gencia de los ojos y la magnitud aparente del objeto puedan
considerarse como signos, causas o condiciones de la profundidad
percibidau. La magnitud aparente n o puede ni siquiera ser definida
aparte de la profundidad, ya que aquélla y ésta se implican mutua-

Convergencia, magnitud aparente y distancia se leen una en otra, se simbolizan


o se significan naturalmente una en otra, son elemer..os abstractos d e una
situación y son en ella sinónimas una d e otra...

Las cualidades cromáticas de una cosa percibida son modificadas


y co-determinadas por otras de la cosa43. Sentidos
diferentes se comunican entre sí de tal manera que uno pueda
«ver» la rigidez y la fragilidad del vidrio y la elasticidad del
acero y de modo que uno pueda «oír» la irregularidad del pavimento
en el ruido producido por un carruaje44. De acuerdo con Mer-
leau-Ponty45, una cosa percibida es un organismo formado por
colores, sonidos, olores y apariencias táctiles que se simbolizan

39 Merleau-Ponty, Phinoménologie de lo perception, pp. 373 SS.


40 Ibíd., pp. 390 y 307.
41 Ibíd., pp. 296 SS.
42 Ibid., p. 302 (Fenomenologiade lapercrpción, trad. Emiliano Uranga; México:
Fondo de Cultura Económica, 1957, p. 289).
43 Ibid., p. 361: «Un color no es nunca simplemente color, sino color d e
cierto objeto, y el azul de un tapete n o seria el mismo azul si n o fuera un
azul lanoso» (Fenomenologia de la percepción, pp. 346-347).
44 Ibíd., pp. 265 SS. Cfr. también Sartre, L'ttre e! le néant, pp. 235 SS.:
«... [las propiedades del agua d e una piscina, tales como el] carácter fluido,
lo tibio, el color azulado y la movilidad undosa ... se dan d e una vez lar
unas por medio de las otras. Precisamente es tal intcrpenetración total lo que
denominamos esto)).
45 Merleau-Ponty, op. cit., p. 48.
746 La teoría fenomenológica de la percepción

unos a otros y que se modifican mutuamente de modo que se


ajusten de manera recíproca y concuerden entre sí según una
«lógica real)).
La coordinación entre las apariencias, los aspectos y las propie-
dades de una cosa no exige principio o agente de unificación
de índole especial en virtud de la forma de organización que
predomina entre ellos. No es menester que tenga lugar ninguna
unificación :special y explícita, ya que los diversos aspectos según
los cuales aparece una cosa n o se experimentan como si carecieran
de conexión entre si o como si fueran independientes unos d e
otros46. Al implicarse unas a otras, al modificarse mutuamente
y al transformarse recíprocamente, las diversas apariencias de una
cosa percibida se dan en cuanto coordinadas en virtud de la referen-
cia intrínseca que hay de una a otra. N o precisan d e una coordina-
ción que se les sobreañada y mediante la cual se conviertan en
casos de una ley o fórmula o de un géométraf, que es otro de
los apelativos que para esto emplea también Merleau-Ponty47.
Si un objeto -pongamos por ejemplo un cenicero- se presenta
provisto de un sentido determinado, no sucederá que tal sentido
se esconda de algún modo tras las apariencias y bajo ellas. N o
es una idea que resulte del funcionamiento de operaciones intelecti-
vas y que sea asequible tan sólo al entendimiento, una idea a
base d e la cual se unifiquen y coordinen los aspectos sensibles.
Lo que sucederá es más bien que el sentido en cuestión se integre
y se encarne en las apariencias mismas48. Por consiguiente, no
se construye la cosa percibida por medio d e interpretaciones y
apercepciones ni a base de datos inconexos ni de apariencias y
aspectos que meramente concuerden entre sí, pero que no se
refieran intrínsecamente unos a 0tros49. Así:

Ibid., pp. 302, 316 s. y 376.


46
Ibid., pp. 266 y 269. Cfr. también las pp. 152 SS. en lo que se refiere
47
al deterioro de las irnplicaciones perceptivas en virtud de condiciones patológicas.
48 Ibid., p. 369.
49 Ibid., p. 178: c..el objeto exterior no es el geometral o el invariante
de una serie de perspectivas, sino una cosa... cuyas perspectivas, según la
evidencia perceptiva, no son índices sino aspectos. El intelectualisrno no puede
concebir el tránsito de la perspectiva a la cosa misma, del signo a la significación,
sino como una interpretación, una aperccpción, una intención de conocimiento»
( Fenomenología de la percepción, pp. 166-167).
El análisis noético de la percepción 347

... [cuando] percibo una cosa -por ejemplo, una chimenea-, n o es la


concordancia d e sus diferentes aspectos la que m e lleva a concluir la existencia
de la chimenea como geometral y significación común d e todas estas perspectivas,
sino, a la inversa, percibo la cosa en su evidencia propia y ello me da la
seguridad d e obtener, por el desarrollo d e la experiencia perceptiva, una serie
indefinida d e perspectivas concordantes50.

Cuando percibimos un dado, n o se nos presentarán unos datos


sensibles en cuanto menesterosos d e interpretación51. Lo que hace
su aparición son los lados del dado. Hablando con rigor, hay
'
que decir que el sujeto d e la experiencia ni siquiera percibe las
proyecciones o escorzos del dado, sino que lo que ve es «...el
dado por aquí o por allá; las apariencias que todavía n o están
coaguladas se comunican entre sí, pasan una a la otra ...»52
La explicación que Merleau-Ponty da del proceso perceptivo
está en consonancia con la posición que mantiene en torno a
la organización de los aspectos y d e las apariencias que correspon-
den a la cosa percibida. Al aparecer d e acuerdo con una cierta
orientación unilateral, el dado se presenta sin embargo en cuanto
tal mediante la percepción particular. Al darle vueltas en la mano
al dado o al caminar en derredor d e él a fin d e que aparezca
según variados aspectos, se ofrecerá el mismo como aquello que
ya hablamos mentado -según la modalidad d e la aprehensión
perceptiva- por medio d e la percepción inicial53. E n el curso
del proceso perceptivo, lo que se daba sólo implícitamente en
los horizontes d e una percepción particular se despliega gradual-
mente y se muestra en la experiencia sensible actual y auténtica54.
N o es menester que las apariencias que correspondan a las varias
fases del proceso perceptivo se unan mediante una síntesis explíci-

50 Ibíd., p. 21 6 (Fenomenologíu de la percepción, pp. 203-204).


51 Estamos de acuerdo con esta posición d e Merleau-Ponty, la cual se opone
a la teoría de la apercepción perceptiva d e Husserl que ya hemos analizado
(Cfr. snpru, c. 2, $ 6). TambiCn estamos d e acuerdo con Merleau-Ponty cuando
rechaza por completo los conceptos de by& y morfe (op. cit., p. 464).
52 Ibíd., pp. 374 s. (Fenomenologíu de la percepción, p. 359).
53 Ibíd., p. 237.
54 Ibíd., p. 390: (L.. las experiencias ... que obtendría desplazándome s610
desarrollan lo que está señalado por los horizontes de mi experiencia actual
y-no aiiaden nada. Mi percepción hace coexistir un número indefinido dc
cadenas perceptivas que la confirmarlan en todos sus puntos y concordnrl:in
con ella» ( Fenon~enolo~íode lo percepción, p. 374).
348 La teoría fenomenológica de h percepción

ta55, y de hecho no sucede esto así. Se deberá ello a que no


experimentamos ni ponemos tales apariencias como iinidades dis-
cretas y distintas entre sí. La identidad d e la cosa percibida durante
el proceso perceptivo --es decir, la identidad de la cosa con respecto
a sus variadas apariencias- es semejante a la identidad d e un
cuerpo que percibamos en movimiento56. E n realidad, la identidad
del móvil ni se pone ni se transforma en tema, ni tampoco se
infiere a partir d e actos mediante los cuales se relacionen explícita-
mente entre sí las diferentes posiciones que el cuerpo ocupara
en su trayectoria57. Si tiene lugar una síntesis en el proceso percepti-
vo, será ésta una «síntesis d e transición» mediante la cual las
diversas fases pasen una a otra continuamente en lugar d e ser unidas
y conectadas entre sí58. La continuidad significa aquí el hecho
de que no se da ningún acto o proceso explícito d e conexión
y unificación. Merleau-Ponty se refiere a Husserl59 en lo que
respecta al concepto de síntesis de transición. Más bien que d e
síntesis d e transición, nos habla Fiusserl d e «síntesis d e identifica-
ciónn60, la continuidad de la cual caracteriza asíel:
E n la continuidad de la identificación sucesiva [ I d e n f i t a f u e r ~ ~ h m e lpero
~g],
no repartida en actos separados, el objeto idénticamente uno aparece una sola
vez y no tanras veces como actos parciales cabe distinguir.

Para hablar en conformidad con formulaciones anteriores nues-


trasaz, habrá que decir que durante todo el prmeso perceptivo
el tema de éste es la cosa percibida, es decir, que el tema es
un determinado sistema noemático. Ninguno d e los miembros

- 1

56 Cfr. el interesante examen que hace Mcrleau-Ponty d e la experiencia


perceptiva del movimiento y en especial su análisis d e la polémica entre Linke
y Wertheimer (ibíd.,, pp. 313 SS.).
57 Ibid., p. 316: el móvil «no es idéntico debajo d e las Cases del movimiento;
es idéntico en ellas» (Fenomenologia de la percepciún, p. 302).
5 8 Ibid., p. 380: «No tengo una vista en perspectiva y luego otra, y entre
ellas un enlace del entendimiento, sino que toda perspectiva para a la otra
v.
,. si todavía ~ u e d hablarse
e de síntesis. se trataría d e una 'síntesis de transición'»
(Fenomenologia de la percepciin, pp. 364-365).
59 Jbirl., D . 307.
60 Cfr. 'r$ra, p. 340.
61 Husserl, Log. Un/., 11. 2, pp. 98 SS. (Inue~figacionerlógicas, vi, sección
1 , c. 3, § 29, pp. 668-669).
, 247 s. y 255 S S .
62 Cfr. s ~ p r upp.
El análisis noético de la percepción 349

d e tal sistema se convierte en tema por sí mismo, pese al hecho


d e que aprehendemos sucesivamente dicho sistema desde los puntos
de vista correspondientes a los diversos miembros que lo integran.
Las síntesis perceptivas d e identificación presentan al fenomenólogo
la tarea que consiste -para expresarlo al modo d e Husserl63-
en describir sistemáticamente las nóesis y los nóemas que forman
parte de una conciencia perceptiva d e una cosa material, conciencia
que ha resultado d e un proceso d e integración. Con el propósito
de colaborar en la resolución d e este problema, nos habíamos
dedicado a investigar la organización del proceso perceptivo. Llega-
mos a la conclusión de que el proceso perceptivo se unifica desde
dentro, en tanto y en cuanto la unidad del mismo se funda por
entero en la concordancia recíproca, la coherencia mutua y la
continuación armónica de los nóemas perceptivos que correspon-
den a las diversas fases del proceso. Para expresarnos en términos
noéticos, diremos que la unidad en cuestión se basa en el cumpli-
miento recíproco y la confirmación mutua d e tales fases64. Merleau-
Ponty afirma que65:

... los escorzos no se suceden o no s e yuxtaponen ante mí ... mi experiencia


se enlaza a si misma d e tal modo que no tengo diferentes perspectivas enlazadas
por la concepción d e un invariante.

Esta afirmación encuentra cabal confirmación en los resultados


que hemos obtenido mediante los análisis que hemos llevado a
cabo y sobre todo a base de la explicación que hemos dado de
la organización perceptiva en función del concepto d e coherencia
o cohesión estructural66.
D e acuerdo con Merleau-Ponty, es menester establecer una
distinción y hasta una oposición entre la cosa que se d a según
su «propia evidencia)) o la ((evidencia perceptiva)) -por una parte-
y una serie d e perspectivas, aspectos y apariencias concordantes,
por otra. «No comenzamos conociendo los aspectos perspectivas
d e la cosa; n o está mediatizada por nuestros sentidos, nuestras
sensaciones, nuestras perspectivas, sino que vamos directamente

63 Husserl, Ideen, p. 314.


64 Cfr.sfipra,c. 1, $9 3 s s . y c . 3 , 8 3.
65 Merleau-Ponty, op. cit., pp. 379 SS. (Fenomenologia de la perrrpcidn, p. 364).
66 Cfr. swpra, c. 1, 9 5 y C. 2, 8 7 b.
350 La teoria fenomcnológica de la percepcibn

a ella ...»67. Y añade más adelante: C.. todo intento d e definir


la cosa... como síntesis de las apariencias, sustituye la cosa misma
en su ser originario por una reconstrucción imperfecta d e ella
con ayuda de jirones [lambeaux] subjetivos»68. Al discutir las cons-
tancias perceptivas y en especial las de la forma y la magnitud, es-
cribe Merleau-Ponty lo siguientesg:
Cuando miro ante mi los muebles d e mi habitación, la mesa. con su forma
y su magnitud, no es para mi una ley o una regla del decurso d e los fenómenos,
una' relación invariable: la razón es que percibo la mesa con su magnitud
y su forma definidas y que supongo para todo cambio d e la distancia o d e
la orientación, un cambio correlativo d e la magnitud y d e la forma, y n o
a la inversa. E n la evidencia de la cosa se funda la constancia de las relaciones,
lejos, pues, d e que la cosa se reduzca a relaciones constantes.

Nos parece que esta posición de Merleau-Ponty está reñida


con su teoría tomada en conjunto y sobre todo con la tesis d e
que no ha de considerarse la cosa como si fuera una «significación
común)), un géométral o un invariante que sea independiente d e
las apariencias y que, en cierto sentido, las trascienda. Si bien
es cierto que la aprehensión perceptiva d e una cosa no resulta
de la aplicación de operaciones intelectivas a los datos -ni siquiera
a los aspectos- de la experiencia sensible, el hecho de que dicha
aprehensión corresponda a la cosa percibida no le viene otorgada
a una experiencia perceptiva en virtud d e actividades mentales
sobreañadidas, sino que, al contrario, es algo esencial e intrínseca-
mente inherente a la experiencia perceptiva. Esta correspondencia
intrínseca significa que la cosa se presenta en su totalidad mediante
toda percepción particular, pese al hecho d e que toda percepción
particular es sólo una presentación unilateral d e la cosa percibida
por vía de escorzo y matización. O dicho con mayor precisión:
la cosa se presenta en cuanto tal y como la totalidad determinada
que la percepción particular en cuestión mienta según la modalidad
de la aprehension perceptiva y que corresponde intencionalmente
Merleau-Ponty, op. rit., p. 374 (Fenomenologia de la percepción, p. 359).
67
Ibid., p. 375 (Fenomenologia de la percepción, p. 360); cfr. tambiCn la p.
68
84 en lo que respecta a la distincibn entre «una serie concordante e indefinida
de perspectivas sobre el objeto)) y «el objeto en su plenitud» (Fenomenologío
de la percepción, p. 75).
69 IbM., p. 348 (Fenomenologia de la percepción, p. 334). Con respecto a esto.
mantiene Merleau-Ponty que existen «percepciones privilegiadas» (cfr. también
las pp. 266 SS.). E n este contexto, no nos es posible examinar esta tesis.
El análisis noético de la percepción 35 1

a dicha percepción según tal modalidad70. Como ya hubimos d e


establecer con anterioridad71, quiere esto decir que toda apariencia
perceptiva de una cosa no sólo se refiere a apariencias ulteriores
sino que además queda completamente modificada y determinada
por tales referencias. D e esto se sigue que pueda someterse toda
apariencia perceptiva a un proceso de dilucidación y explicitación,
a fin de poner de manifiesto y distinguir y separar los aspectos
varios según los cuales la cosa de que se trata hará su aparición
cuando se den las condiciones apropiadas72. Sólo en este sentido
podemos aceptar la formulación de Merleau-Ponty a que ya nos
referimos73 y según la cual (c.. la cosa es su evidencia propia ...
me da la seguridad de obtener ... una serie indefinida de perspectivas
concordantesn. Alguna vez Merleau-Ponty llega casi a dar la inter-
pretación de la percepción que propugnamos aquí. Así, por ejem-
plo, nos habla de una «contracción en un solo acto perceptivo
de todo un proceso posiblen74. Nos parece que la razón por
la cual Merleau-Ponty ha llegado a distinguir entre la cosa misma
y el sistema de apariencias concordantes es que no ha logrado
diferenciar el aspecto noemático d e la percepción del aspecto noéti-
co y no ha llevado a cabo investigaciones consistentes y completas
del aspecto noemático. Tales investigaciones llevarían - e n última
instancia- a poner de manifiesto la índole noernática d e todo
objeto, incluso en el caso de las cosas materiales perceptibles75.
Desde un punto de vista estrictamente fenomenológico, n o es
posible justificar la distinción entre la cosa misma y el grupo
sistemáticamente concatenado de nóemas perceptivos que -intrín-
secamente y sin excepción- se refieren unos a otros y que se
modifican mutuamente en virtud de las referencias recíprocas que
forman parte de ellos.
De acuerdo con los resultados de Merleau-Ponty y con los

'0 cfr. s#pra, pp. 215 SS. y 255 SS.


71 Cfr.s#pra,c.l,$$ l s . ; c . 2 , $ $ l y 7 b .
72 Cfr. supra, pp. 330 SS.
79 Cfr. p. 347 n. 50.
74 Merleau-Ponty, op. cit., p. 306 (Fenomenologia de h percepción, p. 292).
Cfr. las pp. 308 S S . : «Hay una comprerencia o una coexistencia de escorzos
que se enlazan a través del tiempo y del espacio en el horizonte interno y
externo de la cosa o del paisaje*. Cfr. también la p. 84.
75 Cfr. Tercera Parte, $ 5 c ; supra, c. 1 , $ 6 a.
352 La teorla fenomenológica de la percepción

nuestros, la organización perceptiva resulta ser d e tal naturaleza


que las partes integrantes de una pluralidad que se organice según
lineamientos tales no se limitarán a coexistir sino que más bien
se darán implícitamente las unas en las otras, se englobarán mutua-
mente, se referirán simbólicamente unas a otras y se modificarán
recíprocamente. Tal forma de organización se realiza también en
nuestra existencia encarnada. Al hablar del cuerpo, Merleau-Ponty
tiene presente -en consonancia con la distinción que ya hemos
mencionado76- el cuerpo en cuanto experimentado por un sujeto
pre-ocupado y no el organismo tomado como objeto físico y en
cuanto materia de estudio científico. Una postura o un gesto
del cuerpo involucran, si no a todo el cuerpo, por lo menos
a un amplio sistema de órganos corporales. Cada órgano desempeña
su función específica propia en conformidad con la postura global
del cuerpo en la ocasión de que se trate. Lejos d e encontrarse
meramente coordinados de manera recíproca, los diversos órganos
y sus funciones respectivas se condicionan y determinan mutuamen-
te, de tal manera que en la función de cualquier órgano -y
en especial en la de aquellos órganos cuyo papel predomine en
determinada postura global del cuerpo- vengan implicadas y se
hallen involucradas las funciones d e otros órganos77. Se asignan
funciones a los diversos órganos que tengan que ver con una
postura global del cuerpo, en consonancia con el hecho d e que
dichas funciones dependen unas de otras y en vista de la tarea
con referencia a la cual el cuerpo se polariza en una situación
dada. La existencia encarnada presenta en todo momento la estruc-
tura de organizacibn que hemos descrito con anterioridad como
coherencia o cohesión estructural'*. Esto es también cierto, mufatis
mutandis, en el caso de las experiencias visuales, táctiles y d e otra
especie que tengamos de nuestro cuerpo. N o es menester traducir
los datos táctiles a un ((lenguaje visual)), del mismo modo que
no es preciso tampoco llevar a cabo una síntesis explícita de
la información fragmentaria sobre nuestro cuerpo que nos suminis-
tran los diversos sentidos. Por eso nos dice Merleau-Ponty que
esta 79
76 Cfr. znpra, p. 199 n. 27.
.
'7 Cfr. Merleau-Ponty, op. cit., pp. 114 SS. y 173 ss.
78 Cfr. Segunda Parte, $ 5 8 y 10.
79 Merleau-Ponty, op. Nt., p. 175 (Fenomenologia de la pertepcidn, p. 164);
El análisis noético de la percepción 353

traducción y esta reunión están hechas en mi d e una vez para [riE: por] todas:
son mi propio cuerpo ... los «datos visuales» sólo aparecen a través d e s u
sentido táctil, los «datos táctiles)) a través d e su sentido visual, todo movimiento
local sobre el fondo d e una posición global, todo acaecer corporal, sea cual
fuere el «analizador» que lo revela, sobre un fondo significativo, en que sus
ecos más lejanos están, por lo menos, esbozados y se proporciona inmediatamente
la posibilidad d e una equivalencia intersensorial.

La unidad d e que aqui se trata n o es la que existe por referencia


a una ley que rija la co-variación d e un número determinado
d e términos. Se trata en todo respecto d e una unidad por interde-
pendencia, determinación mutua e implicación recíproca completas.
Ni las variaciones que tienen lugar en nuestros órganos corporales
ni los invariantes que se refieren a tales variaciones se aprehenden
y se ponen explícitamente. D e acuerdo con esto, la conciencia
que tenemos a cada momento d e nuestros órganos y d e nuestro
cuerpo en su totalidad n o debe confundirse con un conocimiento
que sea d e índole temática. Tal conciencia no adopta la forma
d e un conjunto d e representaciones explícitas, manifiestas y bien
delimitadas. Posee más bien la índole d e una especie d e familiaridad
inarticulada, indistinta y totalmente carente del carácter d e concien-
cia posicional y presentativa. La naturaleza peculiar d e dicha con-
ciencia hace su aparición d e modo muy notable en condiciones
patológicas. Cuando se den tales condiciones, los pacientes no
sólo perderán la familiaridad de que gozan con su propia existencia
encarnada, sino que a la vez se verán desposeídos del libre control
que las personas normales ejercen sobre los órganos d e su cuerpo80.
Al hablar del cuerpo, Merleau-Ponty estima que lo que se
da es algo más que la ocurrencia d e una simple analogía o hasta
de una identidad d e estructura de organización entre la percepción
d e las cosas materiales y la existencia encarnada. Según él, la
estructura d e la organización de que se trata se origina en la
existencia encarnada y d e ahí es transferida y comunicada a las
cfr. también la p. 177: «Una determinada experiencia táctil del brazo significa
unr determinada experiencia táctil del antebrazo y d e la espalda [sic: del hombro],
un determinado aspecto visual del mismo braza, y n o porque las diferentes
percepciones táctiles, las percepciones táctiles y las percepciones visuales partici-
pen siempre en un idéntico brazo inteligible, ... sino porque el brazo visto
y el brazo tocado, como diferentes segmentos del brazo, forman todos, en
conjunto, un mismo gesto)) (Fenomenologia de la percepción, p. 166).
80 Ibid., pp. 120 SS. y 162 SS.
354 La teoría fenomenológica de la percepción

cosas percibidas. Cuando se presenta a un sentido particular (diga-


mos que sólo a la visión o al tacto), el objeto d e inmediato
emplaza a todos los demás sentidos, d e modo tal que el cuerpo
entero se polarice hacia el objeto. Como todos los órganos corpora-
les, los órganos d e los sentidos se comunican directamente entre
sí en virtud d e la interdependencia y d e la determinación recíproca
que existe entre ellos. A base d e esto se posibilita y se hace
inteligible que aspectos, cualidades y atributos d e una cosa que
pertenezcan a ámbitos diversos d e la sensibilidad se impliquen
mutuamente. «Las 'propiedades' sensibles d e una cosa constituyen
en conjunto una única cosa, d e la misma manera que mi mirada,
mi tacto y todos mis otros sentidos son, en conjunto, las facultades
de un único cuerpo integradas en una única acción»81. Precisamente
del mismo modo, los diversos aspectos y apariencias d e una cosa
no se coordinan entre sí en virtud d e un principio especial d e
unificación o - s e g ú n lo expresa Merleau-Ponty- por referencia
a un géométrai, sino que lo que sucede es más bien que dichos
aspectos y apariencias pasan unos a otros continuamente debido
a la especie de unidad que predomina en el ámbito d e la organiza-
ción de nuestro cuerpo. E n otras palabras: es por esta razón
que la síntesis perceptiva es una síntesis d e transición y no una
que se deba a la índole posicional y temática d e actos que lleven
a cabo una unificación explicitas2. Según Merleau-Ponty, la unidad
y la identidad d e la cosa percibida son correlativas a la unidad
y a la identidad del cuerpo83. Así nos dice84:
La identidad de la cosa a través de la experiencia perceptiva no a sino
otro aspecto de la identidad del cuerpo propio en el curso de sus movimientos
de exploración; es, pues, de la misma clase que ella: al igual que el esquema

81 Ibíd., p. 367 (Fenomenologia de la percepción, p. 352); véanse también las


pp. 270 SS.
82 Ibíd., p. 349: «...no conozco las actitudes perceptivas una por una, sino
que se me dan implícitamente como etapas en el gesto que conduce a la actitud
óptima; correlativamente las perspectivas que les corresponden no son puestas
ante mí una tras otra...* (Fenomenologia de la percepción, p. 335). Cfr. también
la p. 358.
83 lbid., p. 363; cfr. también la p. 237: «La síntesis del objeto se hace ... a
través de la síntesis del cuerpo propio, es su réplica o correlato ...» (Fenomenologia
de la percepción, p. 225).
84 Ibid., p. 216 (Fenomenología de la percepción, p. 204). Cfr. también las
pp. 235 SS. y 322.
El análisis noético de la perccpci6n 355

corporal, la chimenea es un sistema d e equivalencia que n o se funda en el


reconocimiento d e una ley, sino en la vivencia d e una presencia corporal.

E n cuanto correlato del cuerpo, la cosa percibida presenta


una estructura que se hace asequible a la inspección que el cuerpo
haga d e ella85. Merleau-Ponty define el percibir como percibir
con el cuerpo en lo que respecta a la correlación que existe entre
éste y la cosa percibida86. Al referir la organización perceptiva
a la estructura d e organización que predomina en nuestra existencia
encarnada, Merleau-Ponty repetidas veces habla del cuerpo como
«instrumento general con que llevo a cabo la comprensión* y
como agente y hasta sujeto de la percepción87. El pasaje88 que
citamos a continuación pudiera muy bien servir para ilustrar y
explicar la concepción que Merleau-Ponty tiene del cuerpo en
cuanto sujeto de la percepción:
... hay una lógica del mundo que mi cuerpo entero abarca y por la cual
las cosas intersensoriales se nos hacen posibles. Mi cuerpo, en tanto que es
capaz de sinergia, sabe más o menos lo que significa para el conjunto de
mi experiencia tal color, capta de inmediato la incidencia sobre la presentación
y el sentido del objeto. Tener sentidos, por ejemplo, tener visión, significa
poseer este montaje general. esa tópica de las relaciones visuales posibles con
ayuda de la cual somos capaces d e asumir toda constelación visual dada. Tener
un cuerpo significa poseer una montaje universal, una tópica d e todos los
desarrollos perceptivos y d e todas las correspondencias intetsensoriales más
allá del segmento de mundo que percibo efectivamente.

La teoria d e Merleau-Ponty nos lleva a hacer frente a los


problemas que se refieren al papel que el cuerpo juega en la
percepción y en especial a la función que desempeñan los movimien-
tos corporales en ésta. Dichos problemas tienen que ver con la
importancia de los movimientos corporales a efectos d e la constitu-
ción misma d e las cosas perceptibles y con la aportación que
aquéllos hacen a ésta. Surgen interrogantes acerca d e la naturaleza
d e la relación -en la percepción actual- entre las apariencias
perceptivas que se refieren a la cosa percibida y los fenómenos
corporales. Con respecto a esta relación, Merleau-Ponty habla d e
«un conjunto de correspondencias vividas» y de «una conexión
85 Ibid., pp. 369 SS.
88 lbid., pp. 275 SS. y 376 s.
87 lbíd., pp. 237 SS., 269 SS. y 350 s.
88 lbíd., p. 377 (Fenomcno/ogia de /a percepción, p. 361).
356 La teoría fenomenológica de la pcrccpción

vivan89. Estos problemas son demasiado complejos e importantes


como para ser examinados incidentalmente, lo cual habría d e suce-
der inevitablemente si los tratáramos en el marco d e la presente
investigación. Merecen ser estudiados d e modo especial en un
contexto que les sea propio. Por tanto; no continuaremos con
la exposición de la teoría d e Merleau-Ponty sobre la existencia
encarnada ni someteremos a análisis critico las numerosas conclusio-
nes que deriva de su teoría -consecuencias estas que se refieren
a la interpretación d e la percepción y de los fenómenos allende
la percepción. En este contexto, nos limitamos a indicar los puntos
de acuerdo que existen entre nuestras posiciones respectivas en
torno a la organización perceptiva.
Empero, queremos hacer mención de algo que Merleau-Ponty
dice en el último pasaje que hemos citado extensamente. Refiere
allí Merleau-Ponty la constitución d e las cosas perceptibles y del
mundo perceptivo en general a la existencia encarnada y n o a
la conciencia. No podemos hacer referencia al cuerpo -y sobre
todo al cuerpo fenoménico- salvo en la medida en que se d é
éste en la experiencia, sea cual fuere su importancia y con todo
lo esencial que pueda ser la función que desempeñen los movimien-
tos del cuerpo y los fenómenos corporales en general (pongamos
por ejemplo los fenómenos de la cinestesia) en lo que respecta
a la constitución de las cosas perceptibles. Podemos recurrir a
los fenómenos corporales sólo en cuanto los experimentamos, es
decir, tal y como aparecen y se presentan mediante nuestra concien-
cia específica de ellos. En última instancia, la referencia en cuestión
no es simp!emente a los fenómenos corporales sino más bien a
la experiencia y a la conciencia de tales fenómenos. No es menester
que dicha conciencia asuma necesariamente una forma en que
- d e modo explícito- ponga objetos y los transforme en temas.
D e buena gana le concedemos a Merleau-Ponty que «... haya ...
muchas maneras para !a conciencia de ser conciencia» m.
Con todo, la conciencia pre-temática y pre-posicional es también
una forma de conciencia. Los problemas en torno a la constitución
no surgen sólo con respecto a las cosas materiales perceptibles,

89 Ibid., pp. 236 ss. (FenomenoloRia de /a percepción, pp. 224 y 225). Véase
también la p. 358.
Ibíd., p. 144 (Fenomenologia de la percepción, p. 134).
El análisis noitico d e la percepción 357

los objetos culturales y los objetos ideales de la más varia especie


(como son, por ejemplo, los números y las unidades d e significa-
ción)gl, sino también con respecto a nuestro cuerpo y a nuestra
existencia encarnada. E n conformidad con los principios sentados
por Husserl, afirmamos por tanto que es menester plantear y
tratar los problemas constitutivos en función exclusiva d e la con-
ciencia tanto posicional como pre-posicional.

91 Cfr. supra, c. 1, 6 a.
Quinta parte
E L CAMPO TEMÁTICO
Capítulo 1
EL C A M P O TEMATICO

El propósito de nuestras investigaciones consiste en poner


de manifiesto los diversos tipos o dimensiones de organización
que hay en la conciencia. Entre éstos sólo hemos examinado hasta
ahora el de coherencia o cohesión estructural. Nos parece apropiado
comenzar el presente análisis con ciertos conceptos de William
James, a fin de hacer patentes otros tipos de organización. Por
de pronto, pasemos a examinar la teoría de James en torno al
«margen» o «reborde».

1. El concepto d e m a r g e n » o «reborde» según James


James define los márgenes, las ((resonancias psíquicas)) o las
«difusiones» como los correlatos conscientes de procesos cerebrales
débiles. Experimentamos tales correlatos mediante una especie de
conciencia que ((percibe indistintamente ciertos objetos y relacio-
nes»l. Jarnes establece además que el origen de la diferencia entre
((saberde algo» (howiedge abouf) y ((conocer directamente)) (acqnain-
tance) se halla en el hecho de que los márgenes o rebordes se

1 Para lo que sigue, cfr. James, Tbe Principfe~of Psyrboiog 1, pp. 258 68,
362 El campo temático

encuentren o presentes o ausentes. Conocer algo d e modo directo


consiste en que lo tengamos meramente presente y saber d e algo
en que aparezca esto en relación con otra cosa. Estrictamente
a base de esta caracterización d e la diferencia en cuestión, hay
que decir que los márgenes o rebordes pertenecen a la clase d e
los «estados transitivos)). D e acuerdo con James, todo estado transi-
tivo se encuentra condicionado por procesos cerebrales cuyo nivel
de excitación no ha alcanzado el máximo. Desde un punto de.
vista descriptivo, hay que caracterizar dichos estados como vagos.
La función que cumplen en la vida consciente es la d e llevar
de una «parte sustantiva)) a otra2. Lo que es cierto d e los estados
transitivos en general también es válido para esta clase en particu-
larJ. Los márgenes o rebordes constituyen una sub-clase dentro
del conjunto de los estados transitivos, por cuanto expresan «un
sentido d e afinidad)), que es «uno d e los rasgos más interesantes
de la corriente subjetiva)).
La «afinidad» puede existir entre aquello d e que se ocupa
en un momento dado nuestra mente o en que nuestra--&iSívidad
-
mental se concentra (a saber: el tema, que es como lo llamaremos
de ahora en adelante), por un lado, y, por otro, las palabras,
freses, imágenes y representaciones que d e hecho pasan ante nuestra
mente. Todo a s u n a m a se encuentra rodeado por márgenes
o rebordes, es decir, por un halo d e relaciones, referencias e
indicaciones de las cuales sólo estamos conscientes d e una manera
vaga e inarticulada. Experimentamos las frases, imágenes e ideas
que pasan ante nuestra mente como pertinentes al tema en la
medida en que ocupen un lugar en tal sistema o halo de márgenes

2 Cfr. nuestro articulo intitulado <tWilliam Jarnes, Theory of the 'Transitive


Parts' of the Stream of Consciousnessn, loc. cit., 4 4 .
3 E. B. McGilvary ha distinguido con mayor nitidez que James entre los
«estados transitivosn y los «márgenes» o «rebordes» (Cfr. «The 'Fringe' of
'William James' Psychology, the Basis of Logicn, PhilorophicaJ Review, XX,
191 1, pp. 138 SS.). McGilvary define los estados transitivos como experiencias
de relaciones que -en el caso más simple posible- existen entre dos términos
que se dan en el momento presente. Por otra parte, los márgenes o rebordes
tienen que ver -según McGilvary- con complejos incompletos de relaciones.
Por definición, un margen o reborde -al adherirse a un termino que s e da
en la experiencia del momento presente- apunta a algún objeto que no se
encuentra presente en absoluto en dicha experiencia; da así a un espacio vacío
de todo contenido y hasta de «objetos que sean indistintamente percibidos)).
El campo tematico 363

o rebordes. El ((sentidode afinidad» consiste en la misma experien-


cia que tenemos de tales imágenes, representaciones, etc. en cuanto
se dan en conformidad con los márgenes o rebordes que rodean
y abarcan el tema. Damos así entrada en nuestro pensamiento
a frases e imágenes que cumplen esta condición. Al pasar a tales
unidades, experimentamos una transición continua y sin dificultades
y tenemos la sensación de que nuestro pensamiento se dirige
en sentido correcto. Nuestro pensamiento sigue una trayectoria
esbozada por los propios márgenes o rebordes que rodean y acom-
pañan el tema.
También hay afinidad entre las palabras que se siguen unas
a otras en el habla, la lectura y la experiencia auditiva de todos
los días. Las palabras que ya hemos oído o leído se encuentran
rodeadas de márgenes o rebordes. Sólo se considerarán pertinentes
las nuevas palabras que cumplan el requisito de ajustarse a tales
márgenes o rebordes (digamos, por ejemplo, que pertenezcan a
la misma lengua que ya se ha utilizado y 4 e n t r o d e ésta-
al mismo vocabulario especial d e que se trate), y sólo a estas
nuevas palabras se les dará entrada como debida continuación
de lo que se haya presentado hasta el momento. Cuando se cumpla
el requisito indicado y cuando la estructura gramatical d e la oración
sea correcta, nos será posible aceptar la oración de que se trate
como provista de significado, aun cuando -al examinarla con ma-
yor cuidado- resulte ser un completo sin sentido. Al leer y al oír
poco atentamente, la experiencia de lo racional a menudo se reduce
casi por completo a la afinidad que se da entre las palabras en vir-
tud de los márgenes o rebordes que les corresponden.
James se refiere además a los márgenes o rebordes para justificar
su afirmación según la cual el material del pensamiento no viene
al caso en absoluto. El resultado o la conclusión a que lleva
un hilo de pensamiento es lo que importa en éste. Dicho resultado
puede ser la solución de un problema teórico, la adopción de
una actitud práctica o una decisión. A base d e un punto d e partida
determinado, es posible lograr de varias maneras la consecución
de un fin mediante imágenes meramente verbales (que pudieran
pertenecer por lo demás a varias lenguas) o siguiendo la pauta
de un conjunto de imágenes visuales o táctiles. Los m6rgenes
o rebordes de repugnancia y de afinidad recíprocas (digamos que
P:,t.Tt- p n ] l F , I C \ ..
i.i.I!;K..n~ .:-. ..-. . . 1 1
364 El campo temático

dan entre los materiales que pertenezcan a un sistema distinto


de imágenes o pudieran llegar a ser los mismos que los de este
otro sistema, sea cual fuere la diferencia que haya entre los materia-
les en cuestión. De esto se sigue que la índole específica d e los
materiales de que se trate carecerá de imp.rtancia siempre que
se cumpla el requisito mínimo d e que sean las mismas las estructuras
de relación que se den en sistemas que consten de materiales
que pudieran llegar a ser diversos en grado sumo. Tan pronto
como se alcanza el resultado o la conclusión a que se iba, los
pasos intermedios que allí llevaron se desvanecerán con gran rapi-
dez. Sólo la conclusión sobresaldrá entonces como un «hecho
sustantivo)). «Cuando hayamos articulado y proferido una pmposi-
ción, rara vez seremos capaces momentos después de recordar
exactamente qué palabras empleamos, aunque con facilidad poda-
mos darle expresión a aquélla mediante otras palabras».
Esta última cita nos presenta el fenómeno de la significación. E n
realidad, el significado de la proposición es la parte sustantiva
que sobresale; es precisamente a tal significado al que podemos
dar expresión mediante distintas palabras. Mutatis mutandis, siempre
que James hable de ((márgeneso rebordes de repugnancia o afinidad
recíprocas)) que se dan entre las palabras, no se refirirá a éstas
«en cuanto meras sensaciones)) o como sonidos que escuchamos,
sino a ellas «en cuanto sonidos que se entienden» o al significado
de las mismas. James no se limita, sin embargo, a afirmar que
también los significados aparecen rodeados de un halo de márgenes
o rebordes, d e modo tal que - c u a n d o se aprehenda un significa-
do- se experimente que ciertos significados y no otros se ajustan
al que se ha dado ya con anterioridad. Hasta llega a recurrir
a los márgenes o rebordes para dar razón del fenómeno mismo
d e la significación, a saber: el fenómeno de que se experimenten
las palabras en cuanto provistas de significado. Puede decirse que
el significado de la palabra «se reduce por lo común al mero
margen o reborde ... en el que se siente que hay un ajuste al
contexto y a la conclusión» o que falta éste. Y esto es así en
la medida en que al oír o ver una palabra no se despierten o
susciten imágenes sensibles; aun cuando se experimente la palabra
como provista de significado. Que las palabras no son «puras
sensaciones» sino ((sensaciones que se entienden)) se determina por
medio de los márgenes o rebordes, esos «hechos evanescentes
F.1 campo cemático 365

y 'transitivos' de la mente~4.A los márgenes o rebordes se debe


el ((sentido de nuestro significado)). La misma palabra (pongamos
por ejemplo «hombre») podemos emplearla para referirnos a un
hombre individual determinado o a un grupo particular d e hombres
o hasta a la clase formada por todos los hombres (cuando la
tomemos con un sentido universal). E n todos estos casos, podremos
oír el mismo sonido o tener la misma imagen en nuestra mente,
pero en cada caso sabremos en qué sentido ha de entenderse
el sonido o la representación. ((Esta conciencia adicional es una
sensación de índole absolutamente positiva que transforma en algo
que se entiende lo que de otro modo no sería más que puro sonido
o mera visión)). Cobramos esta ((conciencia adicional» por medio
de los márgenes o rebordes que rodean al sonido o a la imagens.
No sólo la significación de una palabra se debe en muchísimos
casos a los márgenes o rebordes, sino que el significado especr;/ico
de una palabra en una situación concreta puede también depender
de los márgenes o rebordes. Además, James se remite a éstos
para explicar la diferencia que existe entre un «pensamiento» y
un «sentimiento» o entre un concepto y una imagen. Tal diferencia
«se reduce, en última instancia subjetiva, a la presencia o a la
falta del margen o reborde»6.
De acuerdo con el breve examen que hemos llevado a cabo,
se puede ver que James aplica el concepto de margen o reborde
a fenómenos marcadamente heterogéneos. Cabe, pues, preguntar:
a pesar de su heterogeneidad, ¿se hallan dichos fenómenos lo
suficientemente emparentados o se encuentran lo bastante relaciona-
dos intrínsecamente entre sí como para que se justifique tratarlos
bajo la misma rúbrica? Si la respuesta fuera negativa, habría que
formularse otra interrogante, a saber: el que versa sobre las razones
que llevaran a James a creer que se podían explicar fenómenos

4 James, op. cit., 1, p. 472.


5 A base de la su ya mencionada definición de margen o reborde (cfr. swpra,
n. 3), McGilvary ha elaborado una teoría del significado (loc. cit., pp. 124 8s.)
y de la verificación y falsificación de los significados (loc. cit., pp. 152 as.).
Con todo lo interesantes que son en ciertos respectos tales teorhs, debemor
no obstante renunciar a presentarlas y analizarlas. ya que un estudio rirtemAtico
del problema acerca del fenómeno de la significación no pertenece al imblto
de estas investigaciones.
6 Cfr. James, op. cit., 1, pp. 477 ss.
366 El campo temático

hettrogéneos tales mediante el concepto de margen o reborde.


Con todo lo interesantes que son dichas cuestiones, no podemos
analizarlas aquí, ya que hacer una evaluación y un examen críticos
de la teoría d e James sobre los márgenes o rebordes no es uno
de los objetivos fundamentales d e esta investigación. Tarea tal
nos parece ser, sin embargo, algo que debiera llevarse a cabo
y hasta - d e s d e varios puntos d e vista- con carácter urgente.
Optamos más bien por fererirnos a un fenómeno especifico al
cual se aplica este concepto d e James, a saber: la experiencia del
contexto. Pasamos por lo tanto a analizar los conceptos de asunto
y objeto de pensamiento tal y como los entendiera James. Nos
fijaremos de modo especial en el papel que cumple el margen
o reborde al establecer en ciertos casos la conexión entre el objeto
y el asunto.

2. La distinción y la conexión entre asunto y objeto de penea-


miento según James

Con anterioridad, mencionamos la definición que James diera


de objeto de pensamiento como «...ni más ni menos que todo
lo que piensa el pensamiento y precisamente tal y como lo piensa
dicho pensamiento» o como «el contenido o fruto total, ni más
ni menos», del pensamiento7. También tuvimos ocasión de ptesen-
tar la analogía que existe entre el concepto d e James y el de
((objeto en cuanto mentado»8 de Husserl. E n sus últimos escritos,
Husserl se refirió a dicho concepto mediante el término «nóema».
El término «objeto», que es el que emplea James, se refiere a
lo que se presenta mediante un acto dado de la conciencia, sólo
y exactamente tal y como aparece ante la mente del sujeto d e
la experiencia. El término «asunto» denota el hecho o el estado
de cosas a la que el acto de la conciencia se refiere cognoscitivamen-
te, sea tal hecho o estado de cosas de índole real, ideal o meramente
imaginaria. Si vamos más aUá de los limites de los conceptos
de James y los aplicamos también en el ámbito de la percepción
sensible, podremos definir el objeto d e una percepción - s e g ú n

7 Cfr. supra, pp. 216 ss.


8 U «objeto tal como es intencionado». Cfr. Tercera Parte, $ 5b, n. 55. N. de/
Tr.
1:I campo temático 367

ya lo hemos hecho, por lo demás, en otro lugarg- como la


cosa percibida tal y como aparece mediante una percepción dada.
El objeto de la percepción resulta ser, pues, el nóema perceptivo.
El asunto de la percepción es la cosa percibida tal y como es
ésta en realidad.
Por medio de los conceptos que propone, considera James
primordialmente el caso de las proposiciones. El objeto d e pensa-
miento de que aquí se trata será lo que una proposición enuncia,
formula o expresa o aquello a lo que d a cuerpo la misma. E n
otras palabras, el objeto de pensamiento será el propio significado
de la proposición que el oyente o el lector entienden mediante
el acto de aprehensión d e tal proposición que el sujeto lleva a
cabo, si por significado entendemos el sentido objetivo-ideal d e
la proposición y no el acto de aprehensión del significadolo. Por
el contrario, ha de tomarse por asunto el hecho o estado d e
cosas que el sujeto pensante intenta determinar mediante su pensar.
Trata de conocer tal estado de cosas y refiere a éste el conocimiento
que ya ha logrado y que ahora formula mediante la proposición
en cuestión. Tomemos el propio ejemplo que nos da James y
consideremos, pues, la proposición «Colón descubrió América en
1492nll. A los efectos de nuestro análisis, diremos que Colón
es el asunto de que se trata. El objeto, sin embargo, n o será
Colón ni América ni siquiera el descubrimiento de América. «No
será nada menos que la oración entera, o sea, 'Colón-descubrió-Amé-
rica-en-1492'. Y si queremos hablar nominalmente d e ella, n o
nos quedará más remedio que transformarla en nombre mediante
el recurso de escribirla con guiones tal y como lo hemos hecho)).
Husserl razona d e forma semejante en el caso d e la proposición
«el cuchillo está sobre la mesa»: el cuchillo es el objeto $obre
el que versa el enunciado o la predicaciónl2. Con todo, no es
éste el objeto «primario» o completo del juicio sino solamente

9 A. Gurwitsch, «On the Object of Thought)), loc. cit., pp. 351 SS.
10 En lo que se refiere a esta distinción, cfr. $#pro, pp. 207 s.
11 James, op. cit., 1, pp. 275 ss.
12 El término «objeto» se emplea aquí con el sentido que le da Husrerl
y no con el de James; éste hubiera empleado para ello el ttrmino «asunta».
E n lo que sigue, siempre que empleemos el término «objeto» en el sentido
de Jamer, lo pondremos entre comillas.
368 El campo temático

el del suieto de éstel3. Esta concordancia entre análisis llevados


a cabo en detalle sobre fenómenos concretos confirma nuestra
afirmación de que existe una analogía entre los conceptos d e James
y de Husserl.
Una vez que hemos distinguido entre asunto y «objeto» de
pensamiento, surge la pregunta en torno a la conexión que pueda
haber entre tales conceptos. Como ya tuvimos ocasión d e decirl4,
en Tbe Principies of Psychofogy James se limita a postular y a aceptar
incondicionalmente el hecho d e que nuestros estados mentales
presenten una referencia de índole cognoscitiva. Con posterioridad,
emprendió James una investigación filosófica en torno a esa ((rela-
ción última», lo cual hubo de llevarle a la filosofía del ((empirismo
radical». A base de la concepción que Husserl tiene de la conciencia
(a saber: como ámbito que-se define por la intencionalidad), pode-
mos afirmar que la referencia cognoscitiva d e los actos (o la
referencia que presenta a lo que Jarnes llama asunto) no es tanto
un problema que haya que resolver como una característica funda-
mental de los mismosl5. Es evidente que «el objeto que es m e n t a d o ~
va incluido o implícito en «el objeto en cuanto mentadon16, siempre
que algún objeto aparezca mediante un acto según una cierta

13 Husserl, Lag. Unt., 11, 1 , p. 402 (<fr. Farber, op. cit., pp. 349 s.): «El
juicio entero tiene por objeto pleno y total la situación de hecho sobre que
se juzga y que puede ser lo representado como idéntico en una mera representa-
ción, lo deseado en un deseo, lo preguntado en una pregunta, lo dudado
en una duda, etc. En este último respecto el deseo: cl cuchillo deberia estar
sobre la mesa, correspondiente al juicio, concierne sin duda al cuchillo, pero
en él no deseo el cuchillo sino que el cuchillo esté sobre la mesa, que la situación
sea ésta de hecho» (Investigacioneslógicas, v. c. 2, ij 17, p. 515). En lo que respecta
a la distinción entre «materia» y «cualidad», a que se ha hecho referencia aqul,
cfr. supra, pp. 208 s.
14 Cfr. supra, pp. 219 SS.
15 Husserl, Log. Unf., 11, 1 , p. 372: «Las vivencias intencionala tienen
la peculiaridad de referirse de diverso modo a los objetos representados ... En
ellas es mentado un objeto, se 'tiende' a él, en la forma de la representación,
o en ésta y a la vez en la del juicio, etc... no hay dos cosas que estén presentes
en el modo de la vivencia, no es vivido el objeto y junto a él la vivencia
intencional que se dirige a él ... sino que sólo hay presente una cosa, la viven-
cia intencional, cuyo carácter descriptivo esencial es justamente la intención r a -
pectivau (Invcrtigrtcioncslógicm, v. c. 2, 11, pp. 494-495).
18 Cfr. supra, pp. 208s. y 216 SS., en lo que se refiere a la distinción entre «el
objeto que es mentadon y uel objeto en cuanto es mentadon (o sea. la umaterian
de un acto intencional).
El campo temático 369

modalidad de la presentación. Y a la inversa: la referencia de


un acto a un objeto - a h o r a en el sentido d e Husserl- no puede
experimentarse en absoluto a menos que el objeto se presente
de un modo específico, esto es, mediante «una materia» que se
encuentre completamente deterrninadal7. sólo al dar expresión
a un significado se refiere una fórmula verbal a un objeto. Es
menester distinguir entre el significado en cuanto ente ideal objeti-
vol8 y el objeto mentado. Empero, no es posible separar la aprehen-
sión del significado de la referencia que experimentamos al objeto
que corresponde intencionalmente al acto mediante el cual se dota
de sentido a la fórmula verballg. En el mismo hecho d e que
ésta da expresión al significado respectivo, la experimentamos ipso
facto como aquello que se refiere al objeto intencional y en cuanto
denota y significa a éste.
Por otra parte, al aparecer un objeto según una cierta modalidad
de la presentación, viene éste acompañado por una referencia a
otras posibilidades posibles de la presentación del mismo. Ponga-
mos por caso que en el momento presente el objeto haga su
aparición en la memoria, en Ia imaginacion o en el pensamiento.
Nos encontraremos con que el objeto muestra alguna de sus propie-
dades en Ia apariencia que presenta en dicha ocasión, de modo
tal que la apariencia en cuestión se refiera a presentaciones ulteriores
posibles en que el objeto mostrará propiedades diversas d e las
que ahora ofrece. D e modo análogo, cuando se formula una propo-
sición mediante la cual se predica algo d e un objeto, la referencia
que se da es a posibles proposiciones y predicaciones ulteriores
en torno al mismo objeto. Esta posición n o difiere de los resultados
obtenidos en nuestro análisis de la percepción y de la referencia
que ésta hace necesariamente a percepciones ulteriores a saber:
que todo nóema perceptivo particular se refiere a nóemas percepti-
vos ulteriores (o, en términos noéticos, que toda percepción se
encuentra entretejida con expectativas y anticipaciones"). E n lo
que respecta a las percepciones de las cosas materiales, hay que
decir que la relación que se da entre «objeto» y asunto es la

17 Cfr. Husserl, Log. Unt., 11, 1 , p. 416.


18 Cfr. swpra, p p . 207 SS.
19 Cfr. Huserl, Log. Unt., 11, 1 , 5 13.
20 Cfr.rnpra,CuartaParte,c.1, 2; c. 2, S$ 1 y3;c.3, 4 1.
370 El campo temático

que existe entre un nóema perceptivo particular y un grupo sistemá-


ticamente concatenado del cual el nóema particular es miembro21.
Al plantear el problema acerca de la relación y d e la conexión
existentes entre el «objeto» y el asunto de pensamiento, no nos
proponemos emprender un análisis del problema general de la
referencia cognoscitiva que encontramos en los estados mentales,
aunque tal problema es -sin lugar a dudas- de interés e importan-
cia primordiales. Lo que llevaremos a cabo será más bien un
examen descriptivo de diversas formas típicas en las que se puede
experimentar la referencia d e una proposición al asunto correspon-
diente.
Tomemos el propio ejemplo de James (o sea, «Colón descubrió
América en 1492))) y supongamos que la proposición trata d e
Colón. La relación entre «objeto» y asunto que aquí nos encontra-
mos consiste en el hecho de que el asunto está contenido en
el «objeto». O dicho con mayor precisión: en que la unidad d e
significado (es decir, el «objeto») incluye también entre sus constitu-
tivos de significación el nombre propio «Colón», que es el sujeto
de la oración y que --por vía denotativa- se refiere directamente
al asunto. Es en este sentido que el «objeto» puede incluir al
asunto. De acuerdo con James22, el error que con mayor facilidad
se comete en tal caso consiste en separar un «núcleo sustantivo»
del seno del «objeto» y equivocadamente tomarlo como si fuera
el «objeto» mismo.
E n otros casos, el «objeto» no incluye al asunto. En ocasiones
tales, sólo habrá una referencia al asunto por medio de la forma
pronominal, como sucede, por ejemplo, en la proposición «Era
él de osado ingenio)). Asi como el psicólogo no debe separar
un núcleo sustantivo del ((objeto d e pensamiento)) y tomar a dicho
núcleo como si fuera el «objeto» mismo, no puede tampoco permi-
tirse que añada tal núcleo al «objeto» de pensamiento cuando
el «objeto» no lo incluya de hecho. E n el ejemplo que ahora
consideramos, el «objeto» de pensamiento es de nuevo el significado
completo de la proposición, tal y como de hecho aprehendemos
dicho significado. El pensamiento puede, con todo, ser sobre Colón,
y -si lo es- lo experimentaremos así. Que experimentemos la refe-

21 Cfr. snpra, pp. 2 5 0 s y 335 s.


22 Para lo que sigue, vCase: J a m s , op. d.,
1, pp. 275 SS.
El campo temático 37 1

rencia al asunto se debe aquí al pensamiento del momento, que


hace su aparición en cuanto perteneciente a un cierto contexto.
Un margen o reborde que apunte retroactkamente a lo que se
dijera poco antes nos hace conscientes d e la conexión que existe
entre el pensamiento del momento presente y un contexto o hilo
determinado de pensamiento. Con facilidad, podemos indicar el
lugar donde se adhiere el margen o reborde, pues no es otro
que el de la palabra «él», la cual deriva la referencia que hace
a Colón (y no a otra persona) de la conexión y la pertinencia
que se experimentan. A pesar de que el «objeto» no incluye al
asunto, es posible que lo implique debido a la especificación qge
el significado de la palabra «él» sufre en virtud del margen o reborde
en cuestión. Cuando sustituyamos dicha palabra por el nombre
propio «Colón», tendremos por resultado una expresión que no
es sólo equivalente a la original sino también idéntica a ella.
Sustitución tal no hace, sin embargo, que desaparezca el margen
o reborde. Aprehendemos la proposición «era Colón de osado
ingenio)), ya por referencia retroactiva a lo que se había afirmado
antes o por referencia prospectiva a lo que habrá de seguir, en
función de hechos que tanto el que habla como el que escucha
dan por supuesto que ambos conocen. En todo caso, se experimenta
la proposición en cuanto se refiere a un contexto determinado
y en tanto pertenece y se ajusta a él. Como veremos posteriormente,
el papel del margen o reborde no consiste meramente en conectar
el «objeto» y el asunto. En virtud de la función más amplia
y general que desempeña, puede el margen o reborde establecer
también en ciertos casos la conexión entre «objeto» y asunto.
Hay otros casos en que el asunto no se encuentra en absoluto
representado de modo explícito en el «objeto», ni siquiera por
medio de la forma pronominal2s. Una proposición que se enuncie
en condiciones tales pertenece también a un contexto determinado
y se refiere a él. De nuevo, cobramos conciencia d e la relación
y de la pertinencia mediante el margen o reborde que cumple
la función de apuntar retroactivamente. James habla de una «sensa-
ción de continuidad con los pensamientos anteriores». Al pasar de una
fase a otra del proceso de pensamiento, el sujeto de la experiencia

23 Cfr. James, «On Some Omissions o f Introspcctive Psychologyn, lor. rif.,


pp. 21 SS.
372 El campo temítico

se encuentra consciente de seguir un solo e idéntico hilo coherente.


Tiene conciencia de que «no ha habido ruptura alguna en el
asunto y d e que el centro d e interés y el problema principales
no han cambiado)). De la conciencia d e la relación y d e la pertinen-
cia, deriva el pensamiento del momento presente la referencia
que se experimenta y que aquél hace al asunto. Experimentamos
dicha referencia mediante un margen o reborde d e ((igualdad-con-
otra-cosa», «en el cual un núcleo mental de contenido -un núcleo
de índole sustantiva- puede aparecer incluido)).
La referencia al asunto es un constitutivo esencial y necesario
del «objeto». Es en absoluto imposible aprehender sigíiificado
alguno a menos que se refiera d e cierto modo al asunto que
le corresponde. El sujeto pensante siempre conoce aquello sobre
lo cual versan sus pensamientos y siempre está consciente d e
ello, sea cual fuere la modalidad que adopte la referencia al asunto
que va incluida en el «objeto». Podemos lograr conocimiento
y conciencia tales mediante márgenes o rebordes. Es perfectamente
posible que éstos hagan un aporte a la conformación del «objeto»
de pensamiento, o sea, al significado de la proposición por medio
de la cual el pensamiento alcanza expresión.
Debemos adelentarnos a un posible malentendido, a fin de
que evitemos caer eri él. Una proposición tal como «los otros
son mejora)) no carece en sí de sentido del mismo modo en
que son fórmulas desprovistas d e significación expresiones tales
como ((abracadabra))o secuencias de palabras del tipo de «porque
la casa y sin embargo el árbol por lo tanto»24. Tampoco dicha
proposición adquirirá significado solamente por relacionarse con
un contexto determinado y al pertenecer a éste. N o es posible
en absoluto que ((abracadabra)) o la secuencia verbal citada adquie-
ran sentido por referencia a un contexto. La proposición posee
en sí misma un significado; por tanto, tendrá sentido también
tomada independientemente y aparte de todo contexto. E n cada
caso dado, la proposición deriva sólo su signz~cadreespec$'co del
contexto por medio de un margen o reborde que nos hace conscien-
tes de la continuidad del contexto.

24 Cfr. infra, pp. 388 SS. en lo que se refiere a la especie particular de


carenaa de sentido de que se trata en secuencias verbales de esta índole.
El campo temático

3. El fenómeno del contexto

a. L definición del campo temático


Consideremos otra vez el ejemplo que da James, o sea, la
proposición «Colón descubrió América en 1492)). Hemos dado
por supuesto que el asunto fuera «Colón». Empero, el asunto
hubiera podido ser también o «América» o «el descubrimiento
d e América)). D e hecho, hay que plantear el problema de cómo
se determina el asunto en un caso dado. E n cierto sentido, es
posible tomar a Colón como el asunto, ya que el enunciado es
sobre Colón. Tal proposición podría encontrarse en una biografía
de Colón, en un libro de historia d e América o de España o
en un relato de los grandes descubrimientos geográficos. La con-
ciencia y la experiencia determinan, por supuesto, en cuál contexto
nos topamos con dicha proposición. Al aprehender el significado
de dicha proposición, el sujeto d e la experiencia se ve referido
de inmediato a otros pensamientos y hechos con los que, d e
algún modo, la proposición aparece conectada. E n el momento
en cuestión, el tema del sujeto es lo que la proposición mienta.
Se ocupa de esto su mente y concentra en ello su actividad mental.
Mientras que el sujeto se ocupe de su tema (que, en el ejemplo
anterior, es el hecho d e que Colón-descubrió-América-en-1492),
se le presentarán ante la mente hechos, cuestiones y pensamientos
vinculados, por ejemplo, con las opiniones vigentes en el siglo xv
sobre la forma d e la tierra, con las condiciones políticas en la
España de finales d e ese siglo o con el crecimiento del poder
español a consecuencia del descubrimiento de América. N o sólo
se dan simultáneamente con el tema hechos y pensamientos d e
esta especie, sino que aquél también se refiere y apunta a ellos.
E n virtud de referencia tal, el tema hace su aparición ante la
conciencia como perteneciente a un contexto más amplio y en
cuanto vinculado con éste, de modo tal que pueda decirse que
se anuncia mediante dichos pensamientos y hechos. La conciencia
del hecho de apuntar a algo es la misma cosa que la experiencia
de los márgenes o rebordes que se adhieren al tema. Nos permitimor
decir, pues, que la conciencia que tenemos de que e/ tema prtrnrrr
a un contexto más amplio constitve la función princ9ai dd margra
o reborde en cuanto ((sentido de afinidad)). Todo lo demis que se
374 El campo tcrnáti~o

deba a los márgenes o rebordes se hace posible en función d e


este papel principal.
A base de estas observaciones, parece ser que el fenómeno
que estudiamos se refiere no sólo a la conexión que existe entre
el asunto y el «objeto» de pensamiento en las expresiones elípticas
sino también a otras cosas. Nos encontramos ante el hecho de
que todo terna24* se experimenta en cuanto vinculado con un
contexto determinado al cual se refiere y apunta. Cuando un tema
se presente a la conciencia, no se darán unidades dispersas y
aisladas. En su aparición misma ante la conciencia, el tema apunta
a otros hechos y datos que se dan junto con él y a los cuales
se refiere. Es menester describir la aparición de un tema como surgi-
miento del seno de un campo en el cual el tema ocupa un lugar
central, de modo tal que el campo constituya el trasfondo del
mismo. El tema conlleva, pues, un campo, de modo tal que no
haga aparición ante la conciencia ni se presente ante ella más
que en cuanto se encuentre situado en el campo y apunte a éste.
No quiere decir esto, por supuesto, que un tema dado se
encuentre indisolublemente unido a un solo campo. Al analizar
el ejemplo de James, hemos visto que un mismo tema piiede
darse en contextos diferentes. Solo el tipo y la estructura jórmales
de organización (es decir, la condición formal de que todo tema apmeqca
en algún campo y se refiera a éste) se constituyen en invariante~de
la conciencia. Por otra parte, aunque ocurran variaciones en el campo
en que se dé un cierto tema, tales cambios se encontrarán sujetos
a condiciones restrictivasu. La razón de esto se halla en el hecho
de que la relación entre un tema y el campo en el cual aparece
éste se funda - s e g ú n ya verernos26- en los contenidos materiafes
de ambos. Con respecto a la naturaleza específica de dicha relación,
denominaremos campo temático a la totalidad de las unidades a
las cuales un tema apunte y se refiera de dicho modo y que
constituyan el contexto en el seno del cual se presente el tema.
Además, diremos que el campo temático no coincide con el campo

2dA En el tema incluimos al asunto, ya que - c o m o dijimos con anterioridad-


el asunto va siempre de algún modo incluido en el «objeto».
25 Enla fj 7 de esta parte, haremos un examen tanto de la relativa indcpenden-
cia del tema con respecto al campo como de los limites dentro de los cuales
ha de darse toda variación posible del campo que pertenezca al tema dado.
26 Cfr. in.frn, 4 6 1.
El campo temático 375

total, ya que éste se define como la totalidad d e las unidades


que se presentan con el tema dado27.
b. La experiencia del contexto
El estudio de algunos ejemplos nos permitirá poner de mani-
fiesto el significado general del fenómeno del contexto.
Con anterioridad 28, hubimos d e analizar los conceptos de figura
y fondo tal y como los definiera Rubin. Al establecer la diferencia
entre figura y fondo, Rubin se ha concentrado casi exclusivamente
en la percepción de dibujos de dos dimensiones. Empero, la distin-
ción que ha hecho encuentra también aplicación en la percepción
d e las cosas materiales. Al mirar una casa y tomarla como tema
d e nuestra percepción del momento presente, la percibiremos en
cuanto rodeada por otros edificios y en tanto que situada junto
a un parque. Veremos la calle en que la casa se encuentra, los
transeúntes y los automóviles que pasan. Mientras que la casa
percibida sea nuestro tema, los otros edificios d e la misma calle,
la gente, los automóviles, el parque y todas las otras cosas que
percibamos no se convertirán, por supuesto, en temas por cuenta
propia. Formarán más bien un trasfondo que rodea la casa, la
cual es el tema de la percepción que tenemos en ese momento.
Todo lo que escojamos como tema será experimentado en el seno
de un determinado entorno perceptivo. El tema d e la percepción
hace su aparición en el seno d e un trasfondo propio, del cual
surge o con respecto al cual sobresale. E n este sentido, podemos
caracterizar el per-cipere como ex-cipere2Q.Como ya tuvimos ocasión
d e decir30, Merleau-Ponty también pone de relieve la estructura
((figura-fondo))como factor necesario de la percepción, en virtud
del papel esencial que juega en la constitución de la identidad
del objeto percibido (que se ha escogido como tema) durante
el proceso de exploración perceptiva31. Es menester considerar
la relación entre el tema de una percepción y el entorno o trasfondo
perceptivo correspondiente como la forma especifica del fenómeno
del contexto en la percepción de las cosas materiales. Los análisis
27 Cfr, i ~ r t 5~6, b.
28 Cfr. rupra, Segunda Parte, 5 5 b.
29 Husserl, Idccn, p. 62; cfr. también Erfbrtmg wtd U&/, pp, 24 y 74.
30 Cfr. s q r a , p. 137.
31 Merleau-Ponty, Phémminologie de la percepiion, pp. 81 si.
3 76 El campo temático

llevados a cabo por Rubin se ocupan en un caso especial d e


una estructura d e índole más bien general, a saber: la estructura
«tema-campo temático)).
Al leer una novela o un informe sobre hechos reales, los
sucesos d e que nos ocuparnh en tal momento hacen referencia
a los que los anteceden. Los hechos de ((ahora))hacen su aparición
y se experimentan como los que dan continuación a los de «antes»,
como resultado de éstos o - e n todo caso- como concatenados
d e algún modo con ellos. Además, los hechos en que fijamos
la atención y que forman el tema del momento presente apuntan
hacia lo que viene «después», o sea, hacia las cosas que -aunque
todavía sean desconocidas- puedan resultar d e lo que acontece
«ahora». Aun cuando no seamos capaces d e formarnos una idea
clara y concreta de los resultados posibles de los acaeceres del
momento presente, serán experimentados éstos, sin embargo, como
rodeados por un margen o reborde que consiste en las referencias
a consecuencias ulteriores (que quizá sean d e índole bastante inde-
terminada). Al adoptar el punto d e vista fenomenológico, no nos
importarán las consecuencias «objetivas» d e los hechos, sino sólo
el modo en que el sujeto experimente aquello d e lo que se ocupa
en d momento en cuestión. Sea cual fuere el grado de intensidad
de su absorción en los hechos que en un momento dado formen
el tema que le ocupa, el sujeto d e la experiencia siempre se hallará
consciente d e que aquéllos pertenecen a algún contexto. Cobra
conciencia tal mediante las referencias y las indicaciones que circun-
dan el tema y que, a modo d e márgenes o rebordes, se adhieren
a éste.
Supongamos que fijemos la atención en un personaje determina-
d o d e una obra de teatro o d e una narración. El personaje hará
su aparición a la luz d e los hechos que lo han involucrado. Dichos
hechos tienen lugar en derredor suyo y causan ciertas reacciones
tanto en él como en las personas que tienen que ver con él.
Constituirá nuestro tema la persona en que fijemos la atención
eri un momento dado, y -sin embargo- no se presentará ésta
por separado. Hará su aparición más bien en el seno de un «mundo»
determinad6 y como miembro d e éste. No podremos habérnoslas
con ella, ocuparnos de la misma o hacerla tema de nuestra actividad
mental del momento, a menos que experimentemos ciertas referen-
cias a las costumbres, las creencias y las opiniones que se encuentren
El campo temático 377

vigentes en «su» patria, época y ambiente social y a los problemas


y conflictos que tengan importancia general durante el período
que sea el «suyo». D e nuevo, nos encontramos aquí con la interco-
nexión estructural que existe entre el tema y el campo temático,
es decir, con el hecho de que el tema aparezca a la luz del campo
y desde el punto de vista de éste.
Es menester recordar que tanto el terna como el campo temático
han de entenderse sólo en un sentido descriptivo o fenomenológico.
El campo temático es el contexto en cuyo seno el tema se da
de hecho mediante un acto determinado de la experiencia. Es
menester tomar el campo temático exactamente tal y como se
experimenta de hecho mediante las referencias indicativas que irra-
dian del tema. Por medio de un cambio de actitud, es posible
que un campo temático sustituya a otro y que -no obstante-
el tema permanezca idéntico (como sucedería, por ejemplo, si
consideráramos a una persona primero con respecto a su desarrollo
personal y luego por referencia a una situación determinada en
que se encuentra). Los campos temáticos pueden llegar a ser tan
diferentes entre si que carezcan d e todo elemento material de
contenido que les sea común, a excepción del tema. Pongamos
un ejemplo: en una ocasión determinada, podemos pensar en Goe-
the como poeta y como genio creador de la lengua alemana, y,
en otro momento distinto, podemos tenerlo presente como ministro
del gobierno del duque de Weirnar.
Nos referiremos además a la experiencia que tendremos cuando,
al escuchar una pieza musical, se nos presente una frase cuya
índole sea la de algo relativamente completo. La integridad y
el cerramiento de una frase musical equivalen al hecho de que
se dé ésta por separado con respecto al resto de la experiencia
auditiva -es decir, de modo tal que se presente como autónoma
y en cuanto provista de unidad por coherencia o cohesión estructu-
ra132, Las diversas notas que compongan la frase en cuestión
se definirán mediante el significado funcional musical que posean
por referencia recíproca y serán modificadas por éste. Las notas
se constituyen y se integran en un sistema en equilibrio (o sea,
en la contextura ,estructural que es la propia frase musical en

32 Tomamos este término en el sentido que ya le hemos dado. Cfr. Segunda


Parte, 4 tj 6 y 8.
378 El campo temático

cuanto todo33) al exigirse unas a otras y al apoyarse mutuamente


en los lugares respectivos que ocupan y mediante s u misma interde-
pendencia y determinación recíproca. Experimentamos la frase mu-
sical como parte integrante d e un contexto musical más amplio
y en cuanto apunta tanto a los pasajes anteriores como a los
ulteriores, sea cual fuere el grado d e autonomía que pueda presentar
la frase separada y consolidada en tanto y en cuanto subsiste
ésta en si y no exige complemento alguno para subsistir. N o
podremos explicar satisfactoriamente el fenómeno que ponemos
de manifiesto aquí si recurrimos a las diferencias que haya entre
las modalidades de la presentación. D e hecho, oímos la frase en
cuestión en un momento dado al mismo tiempo que experimenta-
mos ciertas partes del contexto a que hace referencia dicha frase
como «lo que acabamos d e oír)) y otras como «lo que estamos
a punto de oír». Supongamos que d e hecho n o oigamos la frase
de que se trata sino que solamente la recordemos. Con todo,
la frase recordada se experimentará en cuanto se refiere al contexto
musical que también se da en el recuerdo. D e nuevo, nos topamos
aqui con la interrelación estructural que hay entre el tema34 y
el campo temático (aunque en este caso tanto el tema como el
campo se den según la misma modalidad d e la presentación).
Supongamos ahora que d e hecho lo único que oigamos sea una
frase d e la pieza musical -es decir, que lo hagamos sin haber
oído un momento antes los pasajes que la anteceden y sin esperar
oír los que la siguen. D e nuevo, experimentaremos tal frase en
cuanto perteneciente a un contexto musical determinado, que ni
se presenta como ya dado ni se espera como algo que habrá
de darse en la experiencia auditiva actual, sino que hace su aparición
según la modalidad de la representación pura. E n tal caso, es
posible que el contexto musical a que se hace referencia se d é

33 Cfr. Segunda Parte, 5 10. El término «todo» ha d e tomarse aquf en el


sentido funcionalista del mismo que es propio d e la teoría d e la forma.
34 Lo mismo aqui que en el resto de esta investigación, tomamos el término
«tema» en un sentido puramente fenomenológico o psicológico y n o en un
sentido técnico propio de la música. Por «tema» queremos decir aquello que
ocupa al sujeto de la experiencia, aquello con lo que s e entiende o aquello
en lo que fija la atención en un acto dado d e la experiencia, sean cuales
fueren la importancia y la significación que posea desde un punto d e vista
o/?jetivo-musical lo que en el caso en cuestión sea el tema en sentido fenomcnológico.
El campo temático 379

con poca claridad y distinción y con un carácter más bien indetermi-


nado y vago. Esta posibilidad se presentará asimismo cuando
recordemos la frase musical y también -hasta cierto punto-
cuando experimentemos la pieza musical en su totalidad en la
audición actual. Más adelante35, volveremos sobre la cuestión del
carácter indeterminado e indefinido del campo temático. Por el
momento, nos limitaremos a hacer hincapié en el hecho de que
ningún tema -aparte de lo completo, independiente y cerrado
en si mismo que pueda ser- será jamás experimentado en total
aislamiento y en cuanto desprovisto d e todo vínculo. El tema
se refiere a un contexto musical propio (o, al menos, a un contexto
indistinto) y apunta a éste, aun cuando sólo sea el tema lo que
se dé en la audición actual. El tema hará su aparición e n el
seno de un horizonte determinado, sea éste todo lo vago que
se quiera. El fenómeno del contexto no depende del hecho d e
que el tema y el campo temático se presenten según la misma
modalidad de la presentación. Los cambios que tengan lugar en
la modalidad de la presentación no afectarán a dicho fenómeno,
el cual, por tanto, resultará ser invariable con respecto a tales
cambios.
Al examinar el ejemplo musical, hemos hablado d e «lo que
antecede)) y de «lo que sigue)). Hemos pues utilizado términos
que poseen una connotación temporal. Los diversos pasajes que
constituyen una pieza musical se relacionan entre sí de una manera
temporal definida. Por tanto, desde el punto de vista del pasaje
que de hecho oímos o que meramente recordamos (y que, por
consiguiente, se caracteriza de presente), los otros pasajes (a los
cuales se refiere éste) se presentan -respectivamente- como pasa-
dos o futuros. Si de hecho desempeña aquí la temporalidad función
alguna, se deberá ello ~ ó l oa la nututale~aespecrjCicu del ejemplo musical
y no a la estruttm general de que se trata. E n algunos de los ejemplos
que ya hemos examinado, ciertas unidades pertenecientes al campo
temático hacían aparición simultáneamente con el tema. A continua-
ción, veremos que la estructura que aquí analizamos también se
da en ámbitos y órdenes cuya naturaleza propia excluye por c'omple-
to la temporalidad. Además, la temporalidad que juega un papel
en el ejemplo musical es de índole objetiva y no fenoménica. EI

35 Cfr. infra, 8 5.
380 El campo temático

la propia de las relaciones temporales que existen entre las cosas que
experimentamos y del orden temporal que constituyen éstas y no la
de las que existen entre los actos de fa conciencia mediante los cuales
se experimentan aquéllas. Sin lugar a dudas, el tiempo objetivo d e
que hablamos aquí es el tiempo objetivo mwicaf y no el tiempo objeti-
vo del mundo físico. Sin embargo, es un tiempo d e índole objetiva.
Supongamos que una frase musical que recordemos y que nos ocupe
como tema haga referencia a algún pasaje como variación, desarrollo
y elaboración del mismo. Digamos que nos referimos a dicho pasa-
je en cuanto es lo que antecede al tema como parte de un orden
musical específico y no como integrante del orden subjetivo d e los
actos de la conciencia. Nos referiremos a él en cuanto sea algo que
hayamos recordado antes del tema. Más adelante36, demostraremos
de modo general que no es posible dar razón del fenómeno del
contexto a base del tiempo subjetivo o fenoménico. Anticipando
tales resultados y también tomando en consideración la indepen-
dencia de la estructura «tema-campo temático)) -a que ya nos he-
mos referido- con respecto a las diferencias y variaciones que
afectan a las modalidades de la presentación, afirmamos que la es-
tructura en cuestión es un fenómeno irreductible, originario y sui
generis. Además - y en virtud de la universalidad que le es propia
y de su indiferencia con respecto a la índole específica del conteni-
do material de que se trate-, estructura tal resultará ser.un inva-
riante formal de la conciencia.

4. El contexto en la lógica
a. Ef núcleo noemático y los caracteres contextuafesde la^ proposicio-
nes
Pasemos ahora a examinar el fenómeno del contexto en el ám-
bito del razonamiento. Al seguir una serie concatenada de argumen-
tos, tomamos en consideración una proposición tras otra. D e modo
sucesivo, se convierte cada proposición en nuestro tema. Al ocupar-
nos de cualquiera de las proposiciones, la experimentaremos en
cuanto apunta y se refiere <tretroactivamente»a otras proposiciones
de las que se sigue. Podemos experimentar la proposición d e
que se trata no sólo en cuanto hace tal referencia retroactiva
y por tanto en cuanto «se sigue de» otras, sino además (y quizá
Cfr. infro, 5 6 c.
I .I campo temático 381

sea esto lo que se dé con mayor énfasis) en cuanto punto de


partida para el razonamiento ulterior -o sea, como apuntando
((hacia delante)), es decir, hacia las consecuencias implícitas. Esto
es válido también cuando son aún desconocidas las consecuencias
ulteriores a las que la serie concatenada d e argumentos nos ha
d e llevar y el sujeto pensante simplemente intenta describirlas
(como sucede en el razonamiento productivo). E n tal caso, la
proposición en cuestión se dará en función de un borixonte de
comecuencia.r posibles y eventualcs. No se refiere a una conclusión
particular, sino a «alguna» que ha de ser obtenida. Y hace su
aparición como punto de partida de un movimiento ulterior de
pensamiento, la dirección del cual sólo se determina de cierto
modo, sin que las etapas del mismo queden establecidas d e primera
intención.
N o deben tomarse las referencias indicativas de esta especie
como si fueran meros hechos «subjetivos», como si tuvieran sólo
que ver con los actos y con el acaecer d e éstos en la corriente
de la conciencia. No es que el sujeto tenga sólo conciencia de
otras proposiciones que se le den por añadidura a la que es su
tema, de modo tal que ésta y las otras proposiciones fueran aprehen-
didas simultáneamente. Al contrario: en las referencias indicativas
y mediante ellas, se experimentad una relación intrínseca entre el
tema y las otras proposiciories. Lo que se da no es una proposición
y -por añadidura- otras tantas, sino un campo de significación37.
Tal campo consta de significados y d e unidades de significación
que se organizan en torno al tema y con respecto a éste, el cual
es también una unidad de significación. Que experimentemos el
tema en cuanto centro de un campo d e significación quiere decir
que hace aquél su aparición como perteneciente a un contexto
de significados y en cuanto se relaciona con los significados de
tal contexto mediante una u otra de las maneras de relacionarse
que son características de los significados y en especial d e las
proposiciones. Las referencias indicativas que constituyen el mar-
gen o reborde del tema nos hacen conscientes de la pertenencia
37 Cfr. K. Goldstein, ~L'analysede l'aphasie et I'étude de I'essence du Janga-
ge», Plyrhologie du lungage (París: 1933), pp. 463 SS. y Language and i.uagnai(,
Distnrbances (Nueva York: 1948), pp. 66, 72. 101 s. y 226 s. en lo que se rñiere
nl fenómeno de «la conciencia de ám biton (Spharenbewn.rrtscin; spbiredr z i g ~ ~ c d t i a i r )
!. I:I forma que adopta tal fenómeno al darse en condiciones patolbgicai.
382 El campo temático

del tema a un contexto determinado. Tal conciencia no es algo


que se dé por añadidura al tema, sino que lo afecta al presentarse
en un caso dado. Cuando afirmamos que nuestro tema hace su
aparición como «lo que se sigue de»» otras proposiciones o como
«lo que lleva a» ellas, queremos dar expresión a ciertos caracteres
que resultan de la especificación d e la pertinencia a un contexto.
Es precisamente la proposición la que presenta dichos caracteres al ser
experimentada de hecho. Es menester incluirlos, pues, entre los caracte-
res que la proposición presenta a la conciencia. Caracteres tales
hacen su aporte a la conformación de la proposición, de modo
tal que lo que resulte sea precisamente lo que se halla ante la
mente del sujeto pensante. E n otras palabras : dichos caracteres
y la pertenencia a un contexto en general se refieren a lo que
Hwserl denomina nóema y a lo que James llama objeto de pen~amiento38.
Los márgenes o rebordes y las referencias indicativas se refieren
a los actos de la experiencia. A tales rasgos del acto corresponde,
sin embargo, algo que forma parte de lo que se da mediante
el mismo y que se toma exactamente tal y como se da.
Al definir el concepto de nóema de Husserl (y especialmente
el de nóema perceptivo), hubimos de analizar la distinción que
estableciera aquél entre la «materia» y la «cualidad» d e un acto
intencionalsg. Esta distinción hace de nuevo su aparición en Ideen
y se expresa -mediantes los términos técnicos d e esta obra-
como la que existe entre el núcleo noemático y los caracteres
noemáticos". Entre estos caracteres, hemos hecho mención d e
los que tienen que ver con las modalidades de la presentación,
a saber: los que se refieren a las diferencias que existen entre
las diversas ocasiones en que se percibe, se recuerda o meramente
se imagina una misma cosa, o entre las que un mismo estado
de cosas (la materia idéntica de una proposición) se afirma o
se niega, se duda, se pone en cuestión o se considera como probable.
Estos caracteres (y también los que tienen que ver con la claridad
o la falta de distinción y con la explicitud y la vaguedad del
significado de una proposición) son los únicos que Husserl ha
tomado en consideración. Vale aquí afirmar que se debe reconocer

38 Cf. supru, pp. 216 SS.


39 Cf. rupra, pp. 208 SS.
40 Husserl, Idcen, 99 y 103.
El campo temático 383

que los caracteres que nos ocupan ahora (o sea, los que se refieren
a los fenómenos de «seguirse de», «llevar a», «ser compatible
con» y ((contradecir a») pertenecen también al ámbito de los caracte-
res noemáticos. Denominaremos con el término especial d e caracte-
rex contextuales a los que analizamos aquí, ya que son propios
de una dimensión diversa de aquélla a la que pertenecen los ya
mencionados con anterioridad. Por otra parte, la proposición toma-
da en sí misma en el sentido de la lógica formal o solamente
en función de lo que enuncia (es decir, considerada aparte tanto
de los caracteres contextuales como d e los que se refieren a la
explicitud o a la vaguedad) pertenece al ámbito que define el
concepto de núcleo noemático41. Con anterioridad42, pusimos d e
relieve la invariabilidad del núcleo noemático con respecto a los
cambios de los caracteres noemáticos. E n realidad, en lo que
se refiere al contenido, toda proposición (pongamos por ejemplo
el teorema de Pitágoras) permanece idéntica a sí misma, ya sea
que -en un contexto- aparezca como la conclusión a la que
se llega o -en otro- como el punto de partida para la continuación
del pensamiento geométrico. Más adelante43, veremos que la inva-
riabilidad de una proposición con respecto a los cambios de los
caracteres contextuales es un caso especial de la independencia
que caracteriza en general a cualquier tema con respecto al campo
temático correspondiente. Sostenemos que los caracteres contextua-
les son de índole noemática, ya que se refieren a un núcleo noemáti-
co (a saber: la proposición tomada en el sentido de la lógica
formal), por cuanto indican la posición que ocupa una proposición
en el seno de un campo de significación.
Al afirmar que las proposiciones apuntan bien retroactivamente
o bien prospectivamente, es menester -por supuesto- que recor-
demos que términos tales deben ser tomados sin connotación
temporal alguna. Como ya hemos dicho44, los significados son
entes ideales y no unidades entre las que existan relaciones tempora-

41 Ibid., PP. 195 SS.: «Un juicio evidente, S es P, y 'el mismo' juicio ciego,
son moematicamente distintos, pero idénticos en un núcleo de sentido que
es lo único determinante para la consideración lógico-formal» ( I d e a , 111, c.
3, 5 94, p. 229).
42 Cf. supra, p. 209.
43 C f r . infra, 5 7.
44 Cfr. supra, pp. 207 S .
304 El campo. temático

les. Cuando una proposición determinada haga su aparición como


((10 que se sigue de» otras proposiciones o como «lo que lleva
a» ellas, puede muy bien suceder que se experimenten también
estas últimas -respectivamente-- como lo que acabamos d e pensar
o como lo que estamos a punto d e pensar, pero puede también
ser que esto no tenga lugar. Las proposiciones a que se hace
referencia ~ o experimentadas
n de ese modo cuando nos encontramos
de hecho inmersos en la tarea de obtener de las premisas correspon-
dientes la proposición que es nuestro tema o cuando de hecho
intentamos encontrar las consecuencias que éste implique. E n otras
palabras: los caracteres temporales se dan cuando se trata d e un
proceso de razonamiento que sea unitario, coherente e ininterrum-
pido. Ida presencia de tales caracteres temporales es, no obstante,
una complicación adicional y accesoria al fenómeno del contexto.
En realidad, dicho fenómeno puede existir aun cuando no se
den los caracteres temporales. Puede tener lugar que -una proposi-
ción se presente ante nuestra mente sin que haya sido recién
inferida de las premisas correspondientes y sin que esperemos
obtener las conclusiones que sea posible deducir de ella. Con
todo, la proposición se dará como perteneciente a un contexto de-
terminado y en cuanto hace referencia -quizá d e manera vaga-
a otras proposiciones que hacen su aparición con un contenido
más o menos específico. Pensemos en un teorema geométrico.
Aunque quizá en este momento no seamos capaces d e precisar
la posición sistemática que le corresponda, experimentaremos tal
teorema -sin embargo- como dotado de tal posición. Este teore-
ma se refiere a algún contexto y a cierto sistema d e índole geométri-
ca y hace su aparición en cuanto es posible deducirlo de otros
teoremas geométricos. La deductibilidad expresa la posibilidad
y no la actualidad de un proceso de pensamiento mediante el
cual el tema se infiera de otros teoremas geométricos determinados.
A fin de que el teorema geométrico haga su aparición d e ese
modo en la perspectiva d e un sistema geométrico y en cuanto
deducible de otros teoremas, no es menester que recordemos o
anticipemos los actos de la conciencia mediante los cuales la demos-
tración ha sido llevada a cabo o por medio de los cuales se
llevará a término de hecho. N o es menester tampoco que nos
refiramos a esos otros teoremas a los que el tema apunta (quizá
de modo vago e indistinto) como si ya hubieran sido aprehendidos
El campo temático 385

de hecho con anterioridad. El fenómeno del contexto se refiere


a lo que se experimenta y no al hecho de que ello se experimente en
realidad, sea cual fuere el grado d e determinación que presente
dicho fenómeno. Por consiguiente, no es posible dar razón del
mismo en función del tiempo fenoménico45. E n este respecto,
el ejemplo que hemos examinado aquí es semejante al ejemplo
musical que ya nos ocupara&. E n ambos casos, la referencia que
un tema hace a un campo temático no implica que experimentemos
el contexto o las partes del mismo como si ya los hubiéramos
aprehendido o como si los fueramos a aprehender con ulterioridad
en el orden temporal de la vida consciente. Estos dos ejemplos,
por supuesto, difieren fundamentalmente, ya que en un caso nos
encontramos con el tiempo objetivo-musical y en el otro -por
ser el ámbito de que se trata el d e los significados- no hay
tiempo de ninguna especie.
Hasta este momento hemos considerado el razonamiento desde
el punto de vista lógico y según un sentido especial d e éste,
a saber: el de las relaciones, las conexiones y las concatenaciones
entre proposiciones. Se darán referencias indicativas a otras propo-
siciones mientras que mantengamos como nuestro tema a una
proposición. D e acuerdo con esto, hay que afirmar que el campo
temático constará de proposiciones. Esta actitud -que corresponde
a la reflexión lógica (o, más correctarhente, a la reflexión noernática)
en torno a las proposiciones en cuanto mentadas por actos de
aprehensión y como objetos intencionales de éstos47- no es,
sin embargo, la única posible. Al formular las proposiciones o
al pasar de una proposición a las que se siguen de ésta, nuestro
interés se centra por lo general en los estados de cosas a los
que la proposición o el sistema d e proposiciones se refieren y
no en las proposiciones mismas o en su estructura lógica o en
el estado de concatenación que presenten. Al leer un tratado cientíG-
co, por ejemplo, aprehendemos la tesis del autor y seguimos el
curso de su razonamiento. Es posible que nuestro tema sea los
propios hechos, sucesos y estados d e cosas de que tratan las afima-
ciones que el autor hace por medio de las proposiciones que

45 Cfr. infra, 5 6 C.
46 Cfr. s ~ p r a pp.
, 376 SS.
47 Cfr. Husserl, l,ogiA, pp. 112 y 116 s.
386 El campo temático

emplea, y sucede así por lo general. El contexto del tema n o


consta aquí d e proposiciones, sino d e otros hechos y sucesos
que de alguna manera se relacionan con el estado d e cosas que
es nuestro tema. Pueden darse referencias indicativas a un repertorio
de hechos d e extensión variable, pero -eso sí- todas ellas tendrán
que ver con la materia sobre la que verse el tratado. En el caso
de que adoptáramos una actitud diversa, pudieran darse referencias
a teorías distintas de la que sustenta el autor.
E n cada caso determinado, el contenido del campo temático
dependerá por completo d e la índole d e dicho caso. D e todos
modos, habrá que tomar el campo temático exactamente tal y como
lo experimentamos de hecho y sólo del modo como se presenta en
un caso dado48. Ya hemos dicho que el campo temático puede
sufrir cambios sin que el tema se altere. Supongamos, por ejemplo,
que leemos acerca de un estado d e cosas determinado que ahora
se presenta por referencia a un contexto d e hechos diverso d e
aquél en que hiciera aparición con anterioridad, o que consideremos
un estado de cosas desde el punto d e vista d e una teoría distinta
de aquélla a la luz de la cual había sido considerado hasta el
momento. Al parecer, el campo temático depende d e la actitud
y de la dirección del interés y de la atención. Sin embargo, cuando
afirmamos que adoptamos una actitud determinada, que damos
una cierta dirección a nuestro interés y a nuestra atención o que
-al cabo- modificamos tal dirección, no nos encontramos -si
hablamos con rigor- más que con otra manera d e dar expresión
al hecho de que nos hallamos ante un campo temático determinado
y no ante otros o al hecho d e que un campo dado es sustituido
por otro49. Por contraste con tales variaciones y modificaciones,
resulta ser invariable la estructura formal d e un tema que surge
de un campo temático y que -al hacerlo- apunta y se refiere
a éste.
Hemos distinguido la actitud d e acuerdo con la que nuestro

48 Al análisis del fenómeno del contexto, se aplica también lo que hemos afir-
mado con anterioridad (cfr. Cuarta Parte, c. 2, 2) en torno a la orientación es-
trictamente descriptiva del análisis fenemenológico d e la percepción y con res-
pecto al nóema perceptivo.
49 En nuestro articulo intitulado «Phanomenologie der Thematik und des
reinen Ichn (loc. cit., c. 3), hemos explicado la atención y las modificaciones
que sufre la dirección de la misma a base de la estructura «tema-campo temático)).
El campo temático 387

interés se centra en las proposiciones de aquélla según la cual


nuestro interés se dirige hacia los objetos o los estados d e cosas.
Es posible llevar a cabo la operación d e formalización con respecto
a ambas actitudes50. Cuando la aplicamos a proposiciones, lo que
resulta es la forma de las mismas. A partir d e esto, se plantea
el problema de la ((posibilidad))de las proposiciones, de los sistemas
de proposiciones y hasta de las teorías complejas solamente a
base de la forma, es decir, sin tomar en cuenta el contenido
material de los mismos. La investigación sistemática d e este proble-
ma lleva a lo que Husserl denomina ((analítica apofántica)) o ((lógica
apofántica~sl.La formalización de los objetos tiene por resultado
el concepto o la categoría formal d e ((algo))o de ((objeto en general))
(Etwa~überhaupt)y los derivados categoriales correspondientes, tales
como «la propiedad)), «la relación», «el todo)), «la parten, «el orden)),
«la pluralidad)), «el número» y así sucesivamente. Se encuentra
uno ante la tarea de investigar de modo sistemático dichas formas
categoriales, de establecer las leyes que las rigen y de poner de
manifiesto las varias especies posibles de pluralidad que son de
índole meramente formal o categorial (Mannigfafigkdfen), es decir,
las diversas clases de pluralidad que se definen tan sólo a base
de la forma de los elementos que las integran y en especial en
función de la forma d e las relaciones que se dan entre elementos
tales. Todo esto forma parte de la materia de estudio de la disciplina
que Husserl ha denominado ((análisis no apofántico)) u ((ontología
formal)). La totalidad d e la matemática puramente formal o analítica
es parte del análisis no apofántico. La distinción entre la apofántica
formal y la ontología formal se lleva a cabo por referencia a
estas dos actitudes, y sólo se debe a ellas. Haciendo abstracción
de esto, habrá que decir que ambas disciplinas forman un todo
y que existe una correlación completa y acabada entre ellas, lo
cual es lo mismo que afirmar que son equivalentes entre sí. Conjun-
tamente, ambas disciplinas constituirán una ciencia única, a saber:
la lógica formal pura, que se entiende en el sentido que Leibniz
diera a la idea de mathesis universafis52.

50 Con respecto a esta operación, cfr. supru, pp. 174 s. y 229 s.


51 Cfr. Husserl, Logik, $5 12 SS.
52 Cfr. Husserl, h g . Un!.,1, c. 1 1 ; Logik, Sección 1; véase también: Farber,
np. cit., c. 5, B.
388 El campo temático

El análisis que hemos llevado a cabo del fenómeno del contexto


en el ámbito del razonamiento no es una explicación de las relacio-
nes lógicas en el sentido propio del término. Entre las relaciones
lógicas figuran la compatibilidad, la incompatibilidad, la contradic-
ción entre proposiciones, la implicación y otras. El sentido propio
del término ((relación lógica» se refiere a la posición específica
y definida que ocupa una proposición dada con respecto a otras
-es decir, a su posición en un grupo sistemático de proposiciones.
Aquí sólo hemos considerado el fenómeno d e que una proposición
presenta una referencia indicativa a otras. Al afirmar que una
proposición pertenece a un grupo o sistema determinado, emplea-
mos el término «pertinencia» simplemente en el sentido de referen-
cia indicativa, sea cual fuere la naturaleza específica que presente
dicha referencia. Cuando experimentemos una proposición en cuan-
to use sigue de» otras o en tanto ((lleva a» otras o es ((compatible
o incompatible con» las mismas, habremos de considerar tales
caracteres contextuales como especificaciones del fenómeno del
contexto o de la pertinencia en general. Nos permitimos afirmar
que el fenómeno del contexto o de la pertinencia -en su forma no especljCica
o más bien previa a la espec~icación- es una condición necesaria de
la relación Ió'ca en el sentido propio del término. No sucede, por
supuesto, que primero experimentemos la proposición como perti-
nente a un grupo de proposiciones de modo general e inespecífico
y que después lo hagamos en cuanto aquélla pasa a ocupar una
posición lógica definida con respecto a dicho grupo. La condición
necesaria de la relación lógica se cumple ipso jacto mediante la
misma aparición de la proposición en una posición logica determi-
nada que se define con respecto a otras proposiciones, ya que
toda posición lógica definida es una especificación del fenómeno
general del contexto, sea cual fuere la naturaleza específica de
la posición lógica en cuestión. El fenómeno del contexto está
a la base de cualquier relación lógica definida en cuanto condición
necesaria d e la misma. Tal fenómeno hace posible a dicha relación
en el sentido de que no puede plantearse en absoluto cuestión
alguna sobre la posición lógica d e una proposición con respecto
a un grupo de proposiciones, a menos que la proposición de
que se trate apunte y se refiera al grupo d e proposiciones en
F.1 campo temático 389

cuestión y que aparezca de ese modo como pertinente a dicho


grupo.
N m t r o s a n á k s -que no tratan d e cuestiones lógicas en el
sentido técnico del vocablo- versan tnáx bien sobre las condiciones
de la lógica misma y hacen una aportación a la clarificación fenome-
nológica de la lógica. Siguen, pues, las líneas establecidas por
las investigaciones que Husserl llevara a cabo acerca d e las condicio-
nes necesarias de la posibilidad de las proposiciones en cuanto
tales (o, con mayor precisión, en torno a las condiciones necesarias
d e la posibilidad de la misma existencia -existencia ideal- d e
las proposiciones). Las condiciones necesarias de la posibilidad
misma de las proposiciones lo son también de toda cuestión que
pueda plantearse acerca de la verdad y d e la falsedad d e las proposi-
ciones.
Examinemos la oración «este color más uno son tres», que
ya analizara Husserl53. No puede decirse de ella que sea falsa,
ni siquiera que implique una contradicción, ya sea ésta de índole
analítica o extra-analítica. Cada uno d e los elementos que encontra-
mos en esta oración tiene un significado propio y es una unidad
auténtica de significación. Pero -en combinación- dichos elemen-
tos de significación no forman, sin embargo, un todo en sí dotado
de unidad de significado. E n virtud de esta falta de sentido y
en la falta misma de éste, encontramos que la oración trasciende
el ámbito de la verdad y de la falsedad y también el de la consistencia
y el carácter contradictorio intrínsecos. Es menester hacer notar
que esta falta de significado tiene un sentido diverso del de aquélla
de la que Husserl hablara al tratar d e la idea de una gramática
pura o lógica y pertenece a una dimensión distinta de la d e éstas4.
Encontramos en la forma proposicional «esta S es P» variables
que pueden ser sustituidas. Las sustituciones de que aquí se trata
están sujetas, sin embargo, a condiciones restrictivas determinadas.
Los términos que han de emplearse en las sustituciones deben
pertenecer a ciertas categorías. En la sustitución de «S»sólo pueden
emplearse términos de índole nominal y en la de «P» sólo los
de naturaleza adjetival. Si no se presta atención a tales condiciones,
pudiera ser que se obtuvieran secuencias de palabras tales como

53 Husserl, Logik, p. 192.


54 Husserl, Log. Unt., 11, iv, 10; Farber, op. cit., c. 11, H.
390 El campo temático

«este frívolo es verde)). De nuevo nos encontramos con que cada


palabra que forma parte d e la secuencia tiene significado, pero
que la secuencia misma como un todo no forma una unidad
compleja de sentido. Otro ejemplo que hace al caso es el de
una secuencia d e palabras como «un árbol es y». Nos encontramos
aquí con que un término d e naturaleza formal (a saber: «y»)
hace su aparición en un lugar en que es preciso hallar un término
de índole material (y, más específicamente, uno d e especie adjetival).
E n ambos casos, la falta d e sentido se debe a que se han violado
las leyes a priori que pertenecen a la «teoría d e las formas puras
de la significación)) (reine Formenlehre der Bedeutungen). Esta teoría
constituye la disciplina primera y la más elemental de la lógica
formal55. Dichas leyes establecen las formas posibles de cornbina-
ción en que pueden entrar los elementos del significado (es decir,
las palabras), a fin de que los complejos resultantes tengan'unidad
de sentido. Es posible que un complejo se ajuste a estas leyes
y sea con todo absurdo, ya que adolece d e una contradicción
interna (como se ve, por ejemplo, en los complejos «hierro de
madera)) y ((todos los cuadrados tienen cinco vértices»). Dichos
complejos contradictorios no carecen, empero, d e sentido56. D e
acuerdo con esto, hay que decir que - d e s d e el punto de vista
de la gramática lógica pura y como Husserl mismo señalaras'-
una oración como «este número algebraico es azul» no carece
de sentido. Empero, la oración en cuestión - d e s d e el punto
de vista de las investigaciones que Husserl llevara a cabo en
Formale und transqendentale Logik- parece carecer de sentido, y
no menos que secuencias tales como «este color más uno son
tres» y en el mismo sentido que ellas. La falta de sentido no
resulta aquí d e que se haya violado una d e las leyes formales
que rigen las formas sintácticas. Depende más bien del hecho
de que los términos o núcleos de indole material que integran la oración
no tienen nada que ver entre sí58. Como los términos de naturaleza
material son ajenos entre si, resulta que ni siquiera entran en
la relación de incompatibilidad o contradicción. A J ~ una , de las

55 Husserl, Logik, 5 13 a; cfr. también rnpra, pp. 229 SS.


56 Husserl, Log. Unt., 11, iv, 5 12; Farber, op. Nt:, c. 11. J.
57 Husserl, Log. Unt., 11, 1, p. 319.
58 Husserl, Logik, $8 89 s.
F.1 campo temático 39.1

condiciones necesarias de la existencia de una proposición viene a ser que


los términos de índole material que aparezcan en la misma guarden
una relación de pertinencia mutua.
Los lógicos formales se encuentran inclinados a pasar por alto
el papel que juegan los términos d e naturaleza material, en virtud
d e que estos investigadores se caracterizan por un interés unilateral
por la estructura formal y por una tendencia a llevar a cabo
la «algebraización» d e dichos términos. Es por ello que el cumpli-
miento d e esta condición se da por sentado,- ya - que
- d e hecho
se cumple en todo caso d e proposición provista d e sentido que
estudia la lógica. Una filosofía de la lógica, sin embargo, no
puede limitarse a ser una elaboración y un desarrollo constructivos
de la lógica
- en cuanto pura técnica d e cálculo, sino que debe
necesariamente preguntarse por las condiciones mismas d e la lógi-
ca. Es menester formular de modo explícito la condición que
-de entre las varias d e esta disciplina- hemos analizado aquí.
D e acuerdo con Husserl, es menester recurrir a la unidad d e
la experiehcia y al acuerdo y a la armonía que imperan en ésta
(o sea, al contexto en que las cosas experimentadas convienen
entre sí y a la pertinencia de una con respecto a la otra), a fin
de lograr una justificación y una validación definitivas d e condición
ta159. Berger ha hecho observaciones semejantes con respecto a
las proposiciones negativas. Una oración tal como «Portugal n o
es diatónico)) carece -según Berger- d e sentido, ya que - c o n
respecto a un país- no es posible en absoluto plantearse la cuestión
d e si es diatónico o noeo.

5 0 Siguiendo a Husserl, distinguimos la carencia d e sentido que se debe


a la falta d e pertinencia mutua de los términos d e indole material d e la que
se define en función de la gramática lógica, pero queremos dejar sin resolver
la cuestión de si no es menester recurrir asimismo a la unidad de la experiencia
y a la estructura específica de ésta a fin d e lograr una justificación fenomenológica
definitiva de las leyes que pertenecen a la «teoria de las formas puras d e
la significación».
60 Berger, Recherches Jwr lcs condifionr de la connaissance, pp. 155 SS.: «A fin
d e que la exclusión d e una cualidad tenga sentido, es menester que se determine
que la atribución d e dicha cualidad sea posible ... una proposición que sea
lógicamente correcta nos parecerá absurda, empero, si le niega a un sujeto
un atributo que en efecto no le pertenece pero que, sin embargo, no pudiera
pertenecerle en principio)).
392 El campo tematico

Mientras que los análisis d e Husserl tratan de las condiciones


de la existencia de una proposición en cuanto tal, nuestro interés
se centra en la consideración de una condición necesaria, según
la cual una proposición dada -a la cual suponemos provista
de sentido desde todo punto d e vista- puede llegar a ocupar
una posición lógica en el seno de un grupo o sistema determinado
de proposiciones. Tal condición no es otra que la del fenómeno
del contexto -es decir, el hecho de que la proposición dada
presente una referencia indicativa al sistema en cuestión y que,
en ese sentido, sea pertinente a dicho sistema. Como ya hemos
puesto d e relieve, no es posible dar razón d e la referencia indicativa
en función del tiempo fenoménico, ya que el fenómeno en cuestión
se refiere a lo que se experimenta y no al hecho de que tal
cosa se experimente ni al orden en que se experimenta. Debido
a la índole noemática del fenómeno del contexto, hemos caracteriza-
do la relación que existe entre la proposición dada y el grupo
o sistema a que ésta se refiere de relación intrínseca. Tal relación
es d e naturaleza más intima que la que se da entre los actos
de la conciencia simplemente por contigüidad en el tiempo fenomé-
nico. A fin de que exista una relación internoemática, es menester
que queden involucrados los contenidos materiales de los nóemas
en cuestión. Si una proposición dada apunta y se refiere a un
sistema de proposiciones, se deberá ello a que los términos de
índole material de aquélla tienen que ver en algún sentido con
los términos de naturaleza material que aparecen en las proposicio-
nes que forman parte del sistema y al hecho de que son de algún
modo pertinentes a estos últimos. En esto consiste el fenómeno
del contexto. L a conciencia que tenemos del contexto o de l a re/erencias
indicativm es lo mismo que la conciencia de la pertinencia, sin que importe
lo vaga que pueda llegar a ser ésta. A fin de lograr una clarificación
definitiva de la pertinencia tal y como la entendemos aquí, es
menester recurrir -igual que en el caso de la estructura analizada
por Husserl- a la conexión que se da entre las cosas en la unidad
de la experiencia.
Los análisis filosóficos d e la lógica - d e la especie que, siguiendo
a Husserl, propugnamos aquí- sirven para aclarar el sentido que
la formalización tiene en la lógica y hacen una aportación a la
definición de las condiciones y -al cabo- d e los límites d e
la formalización. Empero, la elaboración d e las consecuencias que
El campo temático 393

Husserl ha señalado61 no cae dentro del ámbito d e esta investiga-


ción62.

5. El carácter indetaminado del campo temático


Repetidas veces hemos afirmado que no es menester que la
relación establecida entre el tema y el campo temático mediante
la referencia indicativa sea de naturaleza totalmente articulada y
distinta. Puede ser de índole oscura, darse como en penumbra
y poseer poca o ninguna diferenciación estructural. Las relaciones
que se dan entre el tema y las unidades del campo temático pueden
ser indistintas en mayor o menor grado y en cierto sentido nebulo-
sas y oscuras. Si este es el caso, nos encontraremos con el hecho
de que la estructura «tema-campo temático» presenta una apariencia
más bien compacta, concreta y confusa. N o todas las unidades
del campo aparecerán delimitadas con claridad unas con respecto
de las otras. D e algún modo, se funden, se unen, se mezclan
y se confunden entre sí. Es posible que las unidades que surjan
del seno de un campo que en todo otro sentido apenas presente
articulación alguna sean, no obstante, d e índole más bien vaga
e indistinta, carezcan d e contornos precisos y presenten poca o
ninguna diferenciación internass. Vaguedad, falta d e distinción
e indeterminación tales pueden llegar a ser casi absolutas, lo cual
es posible en virtud d e que dichas unidades pueden darse según
gradaciones diversas. Y esto puede llegar a ser así hasta tal punto
que la referencia indicativa que se dé sea a un campo total de
índole difusa y no a unidades definidas y determinadas.
Al leer un tratado científico, es posible experimentar referencias
a un repertorio más o menos amplio d e hechos pertenecientes
a la materia de estudio del tratado. N o obstante, al menos no

61Husserl, Lugik, $5 33 s., 40 y 51 s.


82En torno a ciertos problemas filosóficos de la lógica, cfr. nuestro artículo
intitulado «Présuppositions philosophiques de la logique)), Rwue de métapbysique
et de moralc, LVI (1951).
63 El tema mismo puede quedar afectado por tal falta de distinción, de
diferenciación interna y de articulación estructural (como sucede, por ejemplo,
cuando el tema es un problema a resolver o un vaclo a llenar o cuando
sólo se experimenta un «interés difuso))). Cfr. James, Tbc Prinriples of Prycholo~.
1. p. 259.
394 El campo ternárico

todos los hechos a los que se hace referencia se dan como unidades
distintas y determinadas que se diferencien claramente entre sí.
James se refiere al hecho de que - c u a n d o un hilo d e pensamiento
nos lleve a una conclusión- puede suceder que sólo ésta se ponga
de relieve y se mantenga firme, mientras que los pasos que nos
llevaron a ella se desvanezcan y muy pronto se olviden casi por
completo64. Las fases por las que el pensamiento ha tenido que
pasar para llegar a conclusión tal no desaparecen del todo, por
supuesto, d e la conciencia; la conclusión -una vez alcanzada-
no se pondrá de relieve como si estuviera desconectada del hilo
entero de pensamiento al cual sirve de culminación y como si
hubiera roto el vínculo con éste. Al contrario, la conclusión se
pondrá de relieve como una toncl~idnque hemos aItanrado; la experi-
mentaremos por referencia a las premisas d e las que se sigue.
Empero, no es .menester que retengamos necesariamente dichas
premisas d e modo tal que formen una secuencia ordenada de
pensamientos que sean distintos y se encuentren separados entre
sí. Es posible que la referencia que se dé sea a una masa indiferencia-
da, en cierto sentido oscura e indistinta y, sin embargo, de índole
específica. Ménard65 ilustra esto mediante un ejemplo que toma
del ejercicio de la razón matemática:
... ya en su mismo punto de partida el pensamiento se encuentra coloreado
por el resultado especial hacia el cual tiende ... el proceso deductivo puede
aquí llegar a ser largo y sinuoso, y..., sin embargo, d a d e un principio la
mente tiene la sensación d e las sinuosidades y las dificultades; cuando se alcance
la solución, hará de nuevo su aparición la impresión d e una pluralidad coherente
pero apenas sin articulación [liée, muis inflfuble] en cuanto totalidad indivisa,
que en sí contiene todas las relaciones que han sido recorridas y algo más.
a saber; el conocimiento de todas y cada una d e estas cosas pero a nueva
luz y en un estadio diferente de desarrollo.

Con todo lo difuso, vago, oscuro y carente de diferenciación


y articulación internas que pueda ser el campo temático, siempre
se encontrará éste coloreado d e manera específica. Es. posible que
los hechos a los cuales se den referencias cuando leamos un tratado
científico se combinen y se presenten en forma de masa solidificada,

64James, op. cit., 1, p. 260.


65A. Ménard, Anabse et critique des Principes de /u Pgcho/ogie de W . Jam~.r
(I.!.On.i lolo), p. 102.
El campo temático 395

mas, sin embargo, se darán tales referencias a dichos hechos como


a lo que tiene que ver con lo que nos ocupa en el momento
dado. Como mínimo, ha de suceder que las referencias que se
den a los hechos en cuestión sean de tal especie que éstos aparezcan
en cuanto dotados de la misma naturaleza y en cuanto pertenecientes
al mismo orden que aquello que en ese momento ocupa nuestra
mente y constituye nuestro tema. Si se llega a alcanzar una conclu-
sión, es posible que las premisas d e donde se sigue aquélla se
borren tan rápidamente que la referencia a éstas que se da en
, la conclusión se reduzca a ser mera conciencia de ((algo que ha
sido deducido)) y puede que no haya casi especificación alguna
en lo que respecta a las premisas concretas que han servido d e
punto de partida. E n tal caso, la experiencia de la referencia puede
adoptar la forma de mera conciencia d e dirección. Con todo,
será ésta una dirección específica, a saber: la conciencia d e un
«de donde» y no la de un «hacia donde~66.Esta diferencia puede
ilustrarse muy bien mediante el ejemplo de Ménard. Fenómenos
tales como los que estamos considerando aquí es probable que
tengan lugar cuando -según ya hemos dicho67- se nos ocurra
un teorema o proposición en cuanto perteneciente a un sistema
y deducible de éste (aunque n o sea deducido de hecho en ese
momento) o en cuanto implique ciertas consecuencias (pero sin
que éstas tampoco sean deducidas de hecho en esa ocasión) y
no cuando llevemos a cabo un razonamiento, con todo lo rápido
que pueda ocurrir el mismo. Nos relacionamos con el sistema
en cuanto sistema geométrico si el teorema que se nos ocurre
es también de esta índole, sin que importe para ello que el campo
temático presente un elevado grado d e indiferenciación y de inarti-
culación (en virtud de que casi ningún miembro del sistema en
cuestión hace su aparición con claridad).
Estos casos sirven de ejemplo del grado máximo que puede
alcanzar la vaguedad del campo temático. Pero aun sin tomar
en cuenta tales extremos, hay que afirmar que no existe campo
temático que esté completamente libre d e oscuridad. Supongamos

66 En lo que se refiere a la «conciencia del de donde y del hacia donde»,


cfr. James, op Nt., 1, p. 242. Con respecto a fenómenos que -aunque afines-
son diferentes, James habla de «un sentido de... dirección» (op. cit., 1. p. 251).
67 Cfr. snpra, p. 384.
306 El campo tcrniiic~i

que hemos deducido un teorema matemático, d e modo tal que


la posición lógica que ocupe con respecto a los teoremas d e los
que se deduce se d é con absoluta claridad. E l teorema que hemos
demostrado -o sea, nuestro tema- se refiere, sin embargo, no
sólo a las premisas directas e inmediatas d e sí, sino también a
lo que está más allá -es decir, a los otros teoremas d e los que
se siguen las premisas en cuestión. Y, en «sentido contrario)),
hace referencia a las conclusiones que el mismo implica. Jamás
se presentará por completo el contexto matemático d e índole siste-
mática al que pertenece el teorema dado y en cuyo seno hace
éste su aparición, d e modo tal que se dé totalmente desarrollado
y elaborado y que aparezcan todos los miembros del contexto
diferenciados entre sí y por separado. Hablamos aquí, por supuesto,
de la totalidad que incluye desde los axiomas fundamentales hasta
las conclusiones últimas que se sigan del teorema d e que se trata.
Por otra parte, experimentamos todo teorema matemático que
aprehendamos como tema en cuanto hace referencia a tal contexto
comprehensivo y abarcador. Es posible que la determinación, la di-
ferenciación y la articulación totales predominen sólo en aquellas
regiones del campo temático que se encuentren «cerca» del tema,
mientras que las zonas más «remotas» se hallen afectadas d e vague-
dad e indiferenciación. Empero, presentarán tales zonas una colo-
ración específica (en el sentido del que ya hemos hecho mención).
La índole indeterminada del campo temático no quiere simple-
mente decir que carezca éste d e especificación. Es posible que
las unidades del campo temático sean vagas e indistintas. Si llegan
a combinarse y a fundirse unas con otras, lo harán -sin embargo-
d e acuerdo con la condición de que tengan que ver con el tema
a base del contenido material d e las mismas y d e éste. Esto recuerda
los análisis que llevamos a cabo con anterioridad en torno al
horizonte interno del nóema perceptivoss. Llegamos en ellos a
la conclusión de que los detalles presentan un carácter indefinido
e indeterminado, pero que, no obstante, se hallan especificados
en tanto y en cuanto se ajustan a un patrón o armazón que
queda delineado en lo que se refiere al tipo y al estilo generales.
Tal semejanza es, empero, d e índole meramente formal y descripti-
va. El delineamiento y la especificación (de acuerdo con ciertos

6s Cfr. Cuarta Parte, c. 2, 3.


El campo temático 397

aspectos genéricos d e las unidades, que en todo otro sentido son


indistintas e indefinidas) constituyen una característica descriptiva
d e la conciencia d e horizonte en general. La importancia d e las
unidades indeterminadas y el papel que juegan éstas no son idénti-
cos en ambos casos, debido a la diferencia que existe entre la
organización intrínseca del nóerna perceptivo y la d e la estructura
«tema-campo temático)). D e acuerdo con esto, el sentido que presen-
ta el carácter indeterminado que se delinea en forma genérica
es distinto en cada caso. Haremos un análisis d e tal diferencia
más adelante69, una vez que hayamos puesto d e manifiesto la
estructura de organización del campo temático.
James caracteriza tanto a los márgenes o rebordes como a
los estados transitivos en general d e vagos, oscuros, indefinidos
e inarticulados, condición esta debido a la cual resultan reacios
al análisis por introspección70. James fue el primero en llamar
la atención sobre los estados mentales d e índole indeterminada
y en propugnar que «se devolviera lo vago a su debido lugar
en nuestra vida mental»71. A James n o se le ha escapado lo
que hemos descrito como delineamiento genérico y coloración
específica de un estado mental que sea indeterminado en todo
otro respecto. La vaguedad no significa meramente carencia d e
determinación: (c.. la sensación d e carencia es tolo coe/o diversa
d e la carencia de sensación»72. Cuando no somos capaces d e recor-
dar una palabra, experimentamos un vacio73. Y, sin embargo:
... es éste un vacio d e índole intensamente activa... n o experimentamos el
vacío d e una palabra como si fuera el de otra, es decir, que no los experimentamos
como meros huecos de contenido, como parece que debiera suceder al describirlos
como vacíos ... Hay innumerables formas que la conciencia d e vacío adopta
y que son diversas unas d e otras, aunque no hayan recibido ningún nombre
específico.

Cfr. infra, pp. 436 SS.


70 James, op. cit., 1, pp. 243 SS.
71 Ibid., 1, p. 254. Con respecto a la teoría de la forma, Merleau-Ponty
insiste en que se reconozca que lo indeterminado es un fenómeno positivo
(cfr. Pbénoménologie de la perccption, pp. 11 ss.). Cfr. Koffka, «Psychologie», Ldrbucb
der Philorophie, ed. M. Dessoir (Berlín: 1925), 11, pp. 528 ss. y 547 SS. Cfr.
también A . Gurwitsch, ~ Q u e l q u e saspects et quelques développements d e la
psychologie de la forme)), loc. cit., pp. 437 SS.
72 James, op. cit., 1, p. 252.
73 Ibíd., 11, pp. 251 s.
308 El campo temático

6. La pertinencia y la falta de pertinencia


a. La unidad por pertinencia
Pasemos a comparar dos conjuntos de datos que, en la ocasión
de que se trate, suponemos presentes con el tema. Al ocuparnos
d e un teorema científico, tenemos -enprimer lugar- una conciencia
más o menos explícita y clara d e lo que ha llevado a dicho teorema,
de las conclusiones que se siguen del mismo, d e otros teoremas
que son o compatibles o incompatibles con él y d e los hechos
que de algún modo tienen que ver con aquéllos a los que se
refiere el teorema en cuestión. E n segundo lugar, tenemos una cierta
conciencia -más o menos vaga y como en penumbra- d e nuestra
circunstancia actual, de la habitación en que nos encontramos,
de las cosas en ésta, de la hora del día, d e nuestra postura
corporal, del tiempo que hemos dedicado a la cuestión científica
de que se trata y así sucesivamente. Es evidente que la referencia
indicativa que irradia del tema -que en este caso es el teorema
científico- sólo apunta a los datos del primer grupo y n o a
los del segundo. Todos los fenómenos a que hemos pasado revista
en los anteriores análisis en que presentamos la experiencia del
contexto son d e índole idéntica a la d e los datos que hemos
colocado en el primer conjunto.
Recapitulemos ahora los análisis que hemos llevado a cabo
de ejemplos específicos y concretos, y enunciemos de modo sistemá-
tico y general los resultados que hemos obtenido. Los datos que
pertenecen al primer conjunto -además d e estar presentes con
el tema parecen ser de cierta importancia para éste. Tienen que ver
con él y le son pertinentes. La relación que encontramos aquí
no es simplemente la de la simultaneidad en el tiempo fenoménico,
sino que se basa en los contenidos materiales del tema y d e los
datos compresentes. Tal relación es d e índole intrínseca, ya que
se refiere a lo que se experimenta juntamente y n o al mero hecho
de que se lo experimente al mismo tiempo. Unidades entre las
que exista relación tal no coexisten simplemente, n o se yuxtaponen
meramente. Una unidad de índole específica y propia se da predomi-
nantemente entre ellos. Llamaremos unidad por pertinencia a la que
se pone de manifiesto mediante la aparición d e un tema cualquiera
en el seno del campo temático correspondiente. Un tema se presenta
como perteneciente a un cierto campo temático debido a que
t I campo temático 390

los contenidos materiales del tema y los contenidos materiales


de lo que aparece en el campo temático son importantes uno para
el otro. El tema se refiere a unidades diversas de sí que le son perti-
nentes, de modo tal que -al referirse el tema a ellas- las experimen-
temos como pertinentes. Es así que la pertinencia se encuentra
a la base del fenómeno del contexto o d e la referencia indicativa,
ya que el tema se refiere a los datos en cuestión en cuanto se encuen-
tran éstos vinculados materialmente con él. L a unidad del contexto e5
unidadpor pertinencia. En este sentido, puede decirse que el contexto
se funda en la pertinencia. Por otra parte, experimentamos la
pertinencia en la experiencia del contexto y d e la referencia indicati-
va y por medio de ella. No podemos experimentar la pertinencia
de otra manera. A fin de que unas unidades cualesquiera sean
experimentadas en cuanto mutuamente pertinentes, es menester
que aparezcan en el seno d e un contexto. N o es posible experimen-
tar que las unidades tengan que ver ente sí y que x n virtud
de su contenido material- se hallen relacionadas intrínsecamente
unas con otras, a menos que dichas unidades se presenten en
el seno de un contexto (que se funde en tal relación intrínseca)
yrque aparezcan mediante la relación d e referencia recíproca dentro
de dicho contexto. El fenómeno del contexto consiste en esta
referencia recíproca a base de la pertinencia. D e este modo, la
pertinencia no se pone d e manifiesto más que en la experiencia
del contexto y mediante ella. La pertinencia y el contexto son
conceptos correlativos: el contexto denota una unidad d e índole
específica y la pertinencia el principio que sirve d e fundamento
a klicha unidad. Toda experiencia que sirva d e ejemplo d e uno
de estos dos conceptos lo será también del otro.
Podemos definir el campo temático, por lo tanto, como un
úmbito de pertinencia. Abarca todos los datos que estén presentes
con el tema y que experimentemos como materialmente pertene-
cientes a él y en cuanto vinculados del mismo modo a éste. D e
acuerdo con la orientación estrictamente descriptiva de los análisis
fenomenológicos74, es menester considerar como pertenecientes
al campo temático sólo aquellos datos que d e hecho se presenten
ante la conciencia en un caso dado. Por otra parte, tales unidades
-según hemos ya visto- pueden hacer aparición con un grado

74 Cfr. supra, Cuarta Parte, c. 2, 8 2.


400 El campo temático

mayor o menor de indeterminación y de falta d e distinción. La


pertinencia resulta ser el rasgo esenciaíy distintivo del fenómeno del
contexto y de la estructura «tema-campo temático». La pertinencia
implica un punto de referencia, y éste no es otro que el tema,
el cual es -en este sentido- el centro del campo temático, es
decir, el centro con respecto al cual se organiza el campo.
Tomamos aquí el término «pertinencia» con un sentido diverso
del que Schütz asignara al vocablo en su importante artículo intitu-
lado «On Multiple Realitiesn. Schütz no busca el principio funda-
mental del contexto y de la unidad del mismo, en virtud del
cual las unidades del campo temático se vinculan intrínsecamente
entre sí como resultado de la relación intrínseca que guardan
cori el tema que les es común. Por ((pertinencia)) entiende Schütz
más bien la relativa importancia que tienen para el sujeto d e
la experiencia los objetos y los contextos d e objetos, es decir,
el mayor o menor interés que tenga aquél en tales objetos y
en los contextos de que formen parte75. Para formularlo en térmi-
nos que nos son propios, diremos que a Schütz no le interesa
el aspecto de organización de la estructura «tema-campo temático)).
La cuestión que se plantea Schütz es la d e saber por qué 'el
sujeto escoge un determinado objeto como tema y lo considera
en un contexto más bien que en otro. D e acuerdo con Schütz,
el término ((pertinencia)) se refiere a la relación de los objetos
y las unidades con el yo (desde el punto d e vista de los planes
y de los proyectos de éste) y no a la relación d e referencia indicativa
recíproca entre las unidades, como sucede cuando empleamos el
término del modo en que lo hacemos aquí. Según Schütz, una
unidad determinada me es pertinente debido a los proyectos y quehaceres
a que me encuentro entregado. D e acuerdo con el uso que aquí
le damos al término, diremos que fina unidad determinada es pertinente
al tema (que puede muy bien ser un plan de acción o un quehacer)
y también a otras unidades, en virtud d e que todas ellas son
pertinentes al tema. El concepto de Schütz es diferente del nuestro,
ya que nosotros definimos el término d e modo noemático, a fin
d e que exprese las relaciones que se dan entre los objetos que
experimentamos (tomados exactamente tal y como los experimenta-

75 A , Schütz, «On Multiple Realitiess, Phi/osopby ami Pbcmmsno/ogica/ R~carcb,


V (1945), pp. 549 SS.
El campo temático 401

mos) en función d e los contenidos materiales d e los mismos.


Schütz refiere, sin embargo, todas aquellas cosas que aparezcan
como pertinentes y los sistemás que éstas formen al yo (the E p )
o -según su propia preferencia terminológica- al sí mismo (tbe
selj), aunque ocasionalmente76 llegue a emplear el término en
cuestión con un sentido próximo al nuestro. Según Schütz, el
sistema de las cosas pertinentes que predomina en la vida cotidiana
o en el ((mundo del trabajo~77se funda en la ((experiencia básica))
de la ((ansiedad fundamental)), a saber: que «sé que h e d e morir
y temo la muerte~78. Cuando del mundo del trabajo pasamos
a otra ((provincia finita de significado»7@(pongamos por ejemplo
a la de la contemplación teórica y en especial a la científica),
se trasciende el sistema de lo pertinente que predomina en la
vida cotidiana mediante un sistema diferente que «se origina en
un acto voluntario del hombre d e ciencia y mediante el cual
escoge éste los objetos que ha d e someter a la investigación que
llevará a cabo ulteriormente ...»80. D e acuerdo con Schütz, los
sistemas que forma lo pertinente se encuentran muy íntimamente
vinculados con las opciones y las decisiones, en virtud d e que
se hallan motivados por éstas. ((La función selectiva d e nuestro
interés organiza el mundo ... en capas que difieren según el grado
d e pertinencia. Del mundo ... se escogen como primordialmente
importantes aquellos objetos que d e hecho son posibles fines o
medios para llevar a cabo mis proyectos o que en el futuro deven-
drán tal cosa o aquéllos que son peligrosos o agradables (o d e
algún modo me son pertinentes) o que lo serán»81. A su vez, las
opciones y las decisiones se derivan d e lo que Bergson llama
((atención a la vida)), concepto que Schütz adoptará82.

76 Véase un ejemplo de esto en Ibid., pp. 567 cs.


77 Cfr. Ibid., 1, 2, en lo que se refiere al «mundo del trabajo)).
78 Ibid., p. 550.
79 Más adelante, examinaremos con mayor detenimiento la teoría de las
múltiples «provincias finitas de significado» de Schütz (cfr. Sexta Parte, fj 4).
Schütz, loc. cit., p . 567.
81 Ibid., p. 549 (el énfasis es nuestro); cfr. también la p. 568.
$2 Ibid., 1, 3: «La athntion a' la vie ... define el sector de nuestro mundo
que nos es pertinente ..., dota de articulación a la corriente de nuestro pensamiento
que fluye continuamente, ...determina el alcance y la función de nuestra memoria,
...nos hace... o vivir dentro del ámbito d e nuestras experiencias presentes qiic
402 El campo temático

b. La compresentiapura
Los datos que anteriormente83 colocamos en el segundo conjun-
to se presentan o se dan meramente con el tema. La única relación
que hay entre tales datos y el tema consiste en que los experimenta-
mos simultáneamente. La pertinencia por referencia al tema es
algo que falta por completo en los datos en cuestión. N o tiene
nada que ver con el teorema científico el hecho d e que estemos
sentados en una habitación o d e que nos encontremos caminando
por la calle cuando nos ocupamos d e él. Las percepciones del
sector del mundo externo que forma nuestra circunstancia actual
y una cierta conciencia tanto de nuestra existencia encarnada como
de la corriente de la conciencia en su temporalidad fenoménica
siempre acompañarán a toda actividad d e la conciencia, sea cual
fuere el tema de tal actividad. Y, sin embargo, carecerá de toda
importancia y consecuencia para el tema el hecho d e que ciertas
percepciones y no otras se experimenten d e hecho cuando nos ocupe-
mos de aquél. Entre el tema y lo que aparece mediante percepciones
tales no existe relación intrínseca alguna que se funde en los
contenidos materiales de ambos, del mismo modo que no hay
relación alguna de esta especie entre el teorema científico que
nos ocupa y -pongamos por caso- el recuerdo súbito d e que
un amigo ha de visitarnos. Esto es también así en el caso d e
la conciencia d e un segmento determinado d e la corriente d e
la conciencia o en el d e la d e nuestra postura corporal. Si se
pudiera d e algún modo decir que existe alguna conexión entre
tales datos y el tema, habría que hablar d e lo que Wertheimer
llama Exi~tentialverbindung84,o sea, de la mera compresencia d e
datos que -a pesar del hecho mismo d e su coexistencia- son
y se mantienen indiferentes entre sí y sin tener nada que ver
unos con otros. Los datos del segundo conjunto son simplemente
de índole accesoria con respecto tanto del tema como del campo
temáticc. Si un dato cualquiera d e este conjunto se relacionara
materialmente con un elemento del campo temático, adquiriría

se dirigen hacia los objetos correspondientes o nos hace retornar en actitud


reflexiva a nuestras experiencias pasadas...».
83 Cfr. supra, p. 398.
84 Wertheirner, ~Untersuchungenzur Lehre von der Gestalt)), loc. cit., 1,
i , p. 49.
1.1 campo temático 403

por ello una cierta pertinencia -aunque sólo fuera remota- con
respecto al tema y -a consecuencia d e tal hecho- pasaría a
formar parte del campo temático. Los datos del segundo conjunto
se caracterizan por la total falta de pertinencia-con respecto tanto
al tema como al campo temático con que tales datos se hallan
presentes. Por lo tanto, nos referiremos a éstos mediante el apelativo
d e datos mar-nales. D e manera correspondiente, llamaremos actos
marginales a los actos o a los componentes d e los mismos mediante
los cuales experimentamos los datos marginales. El término «mar-
gen» se emplea aquí con un sentido diverso d'el que James diera
al mismo. James define el margen o reborde como la totalidad
d e datos que - e n cualquier momento dado- se encuentran presen-
tes con el dato que ocupe el «foco» (o sea, el tema según nuestra
terrninología)~.Nosotros reservamos el término «margen» para
denotar solamente aquellos datos que -aunque s e presenten con
el tema- no le son pertinentes. El margen -tal y como lo entende-
mos aquí- se refiere a un ámbito formado por lo que carece de pertinencia
con respecto al tema y al campo temático.

c. La continuidad de la concienciay la del contexto


E n lugar d e examinar los actos que experimentamos simultánea-
mente, analicemos ahora una secuencia d e actos. Después d e haber-
nos ocupado, por ejemplo, d e un teorema científico TI -que
fuera nuestro tema hace sólo un momento-, consideramos ahora
una de las consecuencias que produce el mismo - d i g a m o s que
T2- y la convertimos en el tema del momento presente. Al
ocuparnos d e T2, todavía retenemos T1, pero -sin embargo-
no lo hacemos simplemente como lo que nos ha sido presente
y como lo que era nuestro tema en un momento anterior. T2
apunta y se refiere a T I (o sea, al teorema que se retiene) en
cuanto que aquél se relaciona materialmente con éste, es decir,
con la premisa d e la cual se deduce. Es así que experimentamos
a T1 en cuanto perteneciente al campo temático d e T2. El paso
d e T1 a T2 conlleva el hecho d e que T1 sufra una modificación
al perder su condición privilegiada d e tema y verse reducido a
la de elemento del campo temático que se relaciona con el tema

Cfr. supra, p. 35.


404 El campo temático

del momento presente86. Con todo, al pasar d e TI a T2,nos


movemos aún dentro de un contexto temático idéntico. N o tiene
lugar ruptura alguna en nuestra actividad mental, en tanto y en
cuanto nos atenemos al ámbito temático dado. La fase presente
de nuestra actividad mental no sólo sucede, por tanto, a la anterior,
sino que se encuentra además intrínsecamente vinculada con ella.
Por e l contrario, ocurre una ruptura cuando -mientras nos
ocupamos de un teorema c i e n t i f i c e algún suceso que tiene lugar
en nuestro entorno se impone a nuestra atención y nos hace
sucumbir a su atracción. Si esto pasa, nuestra actividad mental
abandonará el ámbito temático anterior para fijarsé en un hecho
que es por entero ajeno a dicho ámbito en lo que respecta a
su contenido material. Empero, por lo menos al comienzo d e
nuestro trato con el nuevo tema, se retiene aún el anterior. Se
retiene, no obstante, meramente como aquello d e que nos ocupába-
mos hacía un momento. En otras palabras, se retiene el tema
anterior como dato marginal (en el sentido que dimos ya a este
término). La retención del tema anterior en el momento en que
nos ocupamos del nuevo tema no implica los temas en lo que
respecta a los contenidos materiales correspondientes, sino que
se refiere solamente a los actos por medio d e los cuales se experi-
menta cada tema. E n la ocasión del acto del momento presente
o de una fase d e éste, tiene lugar la retención o la reminiscencia
inmediata d e la fase anterior, es decir, del hecho d e que -sólo
hacía un momento- habíamos pensado sobre el teorema científico
en cuestión y nos habíamos ocupado de él como tema d e nuestra
conciencia. Debido a dicha reminiscencia -que ~implementeacompa-
fia la fase presente--, se experimenta ésta en cuanto vinculada
con la anterior. Tal vínculo -debemos hacer hincapié en ello-
se refiere tan sólo a las fases sucesivas d e la corriente d e la
conciencia y n o a lo que se da en fases tales. Dicho vínculo se
experimenta mediante el propio hecho d e que existe -como factor
concomitante d e la fase presente- una especie d e conciencia d e
las fases que la preceden más o menos inmediatamente. Esto es
así independientemente del hecho de que lo que apareciera en
fases anteriores se relacione o n o con lo que haga su aparición
con posterioridad y le sea pertinente. La continuidad temporal de

Cfr. Husserl, Ideen, p. 254.


111 campo temarico 4115

la corriente de la conciencia -es decir, la continuidad a la cual la conciencia


debe su semejanza a una corriente- consiste precisamente en esa efpecie
de concienciay hace su aparición por medio de ella 87. Lo que se experimen-
ta en nuestro ejemplo es la mera sucesión, la simple temporalidad,
el puro hecho de que las fases y los segmentos d e la vida consciente
-al darse unos tras otros no se separan sino que permanecen
unidos. La conexión que se da entre ellos consiste en el hecho'
de que todo acto presente de la conciencia se encuentra por comple-
to afectado por alguna reminiscencia o retención por lo menos
de los actos que preceden de inmediato al acto en cuestión y
también por cierta expectativa -sea lo vaga que se quiera- d e
que otros actos seguirán al del momento presente.
La temporalidad fenoménica y la continuidad temporal se expe-
rimentan también en el paso de T1 a T2. Al ocuparnos d e T2
(a cuyo campo temático pertenece TI, d e modo que T2 se refiera
a T1 en cuanto vinculado materialmente con él), nos encontramos
además conscientes de T1 como lo que acaba de ser experimentado
en cuanto tema. Sólo así nos es posible llegar a ser conscientes
de la modificación de T1, a que ya nos hemos referido y que
consiste en cambiar su condición d e tema y adoptar la d e elemento
de un campo temático. Aquí nos encontramos también con el
hecho de que la retención y la reminiscencia inmediata d e la
fase anterior acompañan la fase del momento presente. Lo que
hemos dicho ya con respecto al vínculo que experimentamos entre
fases adyacentes d e la corriente de la conciencia es válido para
los dos casos típicos que hemos considerado. El paso d e TI a
T2, por lo tanto, también es un ejemplo d e la temporalidad fenomé-
nica. En este caso, sin embargo, la experiencia d e la referencia
indicativa recíproca de T2 y TI (o sea, d e la relación material
que se da entre ellos y de la importancia que uno tiene para
87 En lo que respecta al tiempo fenoménico y a la experiencia de la continui-
dad temporal de la conciencia, cfr. H usserl, Ideen, 3 4 81 s., Vorleswngenccr Phanome-
nologie des inneren Zeitbewwstseins, 3 8 SS., Er/ahrung und Urteil, 9 23 ; Farber, op.
cit., pp. 516 SS.;Merleau-Ponty, Pbé~minologicde Iu perreption, pp. 474 SS.; Ph.
Merlan, «Time Consc?ousness in Husserl and Heidegger)), Philosophy ond Phcnome-
nological Reseurch, VI11 (1947), pp. 24 ss. En nuestro artículo intitulado «William
James' Theorv of the 'Tranñitive Parts' of the Stream o í Consciousness» (lor.
cit., 5 l), hemos puesto de manifiesto el muy amplio acuerdo que existe entre
las posiciones de James y de Husserl en lo que se refiere a los fenbmenos
cn cuestión aquí.
406 El csrnpo temático

el otro) eclipsa la temporalidad fenoménica. Si bien TI y T2 se


encuentran vinculados, no se debe ello simplemente a que los
actos mediante los cuales hacen su aparición respectiva guarden
una cierta relación en el tiempo fenoménico. Además de haber
una conjunción temporal d e tales actos, existe otro vínculo que
se refiere a TI y a T2 en sí mismos, es decir, a los propios
contenidos materiales que se dan por medio d e los actos en cuestión.
La experiencia de que TI pertenece al campo temático de T2
-por contraste con la de que TIsea sólo un factor concomitante
marginal de T2- se caracteriza a la vez por la continuidad de
la conciencia y por /a del contexto. La continuidad del contexto
-exige que se dé un factor específico (a saber: la pertinencia) y
se funda en él. La temporalidad fenoménica no es una condición suficiente
de la pertinencia, ya que ésta falta en ciertas estructuras d e actos,
mientras que la temporalidad fenoménica es un factor que juega
un papel en todos los actos y estructuras de actosaa. Todo acto
de la conciencia tiene lugar en el tiempo fenoménico, y d e ese
modo se encuentra sujeto a las leyes d e la temporalidad fenoménica
-es decir, que debe necesariamente presentar la estructura esencial
de la temporalidad fenoménica. En este sentido, hay que afirmar
que la temporalidad fenoménica ex una condición necesaria de todo acto
de la conciencia y de todo lo que existe en la conciencia y para
ésta -y, por lo tanto, también la es de la pertinencia.
Esta afirmación parece estar reñida con otra que hicimos ante-
riormente y según la cual - c u a n d o una frase musical se refiera
a un cierto contexto de esa especie o un teorema geométrico
lo haga a un sistema de la misma índole- no debemos interpretar
la experiencia como si fuera un recuerdo o una anticipación d e
los actos por medio de los cuales se han aprehendido o se aprehen-
derán el contexto o las partes que lo integranag. No debemos
malentender el fenómeno del contexto y tratar de éste como si
fuera de índole temporal. A fin de eliminar esta aparente contradic-

88 Lo mismo que no podemos dar razón de la unidad del tema (o sea,


de una unidad por cohesión o coherencia estructural) mediante el empleo de
la «retentiva)>,tampoco nos será posible hacerlo en el caso de la continuidad
del contexto. Pero es esto precisamente lo que propugna Stout (cfr. -4 Manual
o/ P.ycho/og)., p. 196). Véase la exposición y el análisis que llevamos a cabo
en torno a la teoría de Stout: cfr. Cuarta Parte, c. 2, $4 5 b y 5 c.
a@ Cfr. suprtz, pp. 378 s. y 383 s.
F.1 campo temático 407

ción, pasemos a hacer un breve análisis d e la temporalidad fenomé-


nica. Si es verdad que toda fase presente d e la vida consciente
se encuentra por completo afectada por retenciones y anticipaciones,
habrá que afirmar esto tanti3 de una secuencia de actos diferentes
y diversos como d e la duración d e un solo acto. E n este acto,
nos encontraremos no con retenciones d e actos anteriores sino
con las de fases precedentes del acto en cuestión; esto será válido
también para fases ulteriores del mismo. N o podremos experimen-
tar ningún acto como presente a menos que lo experimentemos
como algo que dura en el tiempo, ya que «presente» debe entenderse
aquí en el sentido que James diera al término ((presente especio-
so»m. D e este modo, la conciencia del tiempo fenoménico es
-en verdad- una condición necesaria d e todo acto d e la concien-
cia. Si se puede justificar la distinción que hemos hechos entre
la duración del «mismo» acto y la sensación d e actos diversos,
será debido al hecho de que - e n el primer caso- nos encontramos
ante un nóema idéntico desde que comienza hasta que cesa el
acto, mientras que no se da tal condición en el segundo caso.
Esto por sí sólo nos da derecho a hablar d e un único acto y
d e las fases varias del mismo. Al considerar el desarrollo temporal
de todo acto (o sea, el paso de éste por distintas fases temporales),
no encontramos identidad alguna como n o sea la d e nóema único
correspondiente. E n otro lugargl, hemos demostrado que no nos
es posible separar y determinar la identidad del nóema a menos
que a la vez pongamos d e manifiesto la temporalidad fenoménica.
Y la recíproca d e esta proposición también es cierta. La índole
esencialmente temporal de los actos d e la conciencia apirece así
no sólo en cuanto es compatible con la naturaleza atemporal d e
los constitutivos y los caracteres noemáticos (y d e los caracteres
contextuales inclusive), sino también como correlativa d e dicha
atemporalidad 92.
E n lo que respecta a los ejemplos que estamos examinando,
es menester hacer una distinción entre recordar un teorema geomé-
trico y recordar un acto de la conciencia por medio del cual
90 Jarnes, The Principies of Psychology, 1, pp. 608 SS.
el A. Gurwitsch, «On the Intentionality of Consciousness», lor. cit., 3 3.
82 Con respecto a la naturaleza atemporal del nóema, cfr. supra, pp. 204 s .
E n otra parte, ya hemos puesto de relieve el carácter noemático d e los fenómenos
del contexto y de la pertinencia (cfr. supra, @a).
408 El campo temático

habíamos aprehendido dicho teorema con anterioridad. Aquí nos


hemos ocupado sólo del primer caso, pero lo que hemos afirmado
acerca de la pertinencia se aplica también al segundo caso. N o
obstante, es menester realizar esta nueva aplicación llevando a
cabo los cambios que sean apropiados, en tanto y cuanto el
tema d e que se trata no es ahora el teorema geométrico mismo
sino un acto de la conciencia que experimentamos en el pasado.
d. El concepto de cogito sepanHusserI
Husserl ha examinado desde un punto de vista noético los
fenómenos que nos ocupan. Al pasar a considerar el análisis que
llevara a cabo, a menester primero poner d e manifiesto el concepto
de cogito que le era propio. Husserl describe los actos cuya forma
es la del cogito como actos que ocurren según la modalidad d e
lo explicito o de la dirección efectiva hacia un objeto; se trata,
pues, de «la conciencia en el modo del estar vuelto actualmete hacia
al' ...»93. Al experimentar un acto de esta forma, nos encontramos
d e hecho ocupados con el correlato objetivo de nuestro acto y
nos hallamos dirigidos hacia dicho correlato, o sea, que vivimos
en c..este ac-l habérselas con el correlato objetivo, [en] este
estar dirigido hacia él ...»94. Es evidente que los actos mediante
los cuales aprehendemos un tema son de la forma en cuestión
(o sea, que son casos d e cogito en el sentido d e Husserl). El
cogito expresa el correlato noético de lo que describimos como
el tema desde un punto de vista noemático. E n Ideen y en sus
escritos posteriores, Husserl ha propugnado una concepción egoló-
gica d e la conciencia. Conforme a esto, Husserl refiere el cogito
a una actividad del yo o, más precisamente, lo interpreta como
modalidad específica de la actividad egológica. Actos que presenten
esta forma serán producidos por el yo o emanarán d e él. Al
experimentar un acto de esta especie, el yo «vive» en él95.
Con fines ilustrativos, pasemos a examinar el análisis que hace
Husserl de'la aprehensión d e una nota musical que resuena durante
cierto tiempom. En el ahora actual, la actividad de aprehesión
emana del yo, según la modalidad originaria y auténtica de «la
03 Hussetl, Idccn, p. 63 (Ideas, Sección 11, c. ii, $ 35, p. 80).
89 lbíd., p. 169 (Idem, Seccidn 111, c. ii, $ 84, p. 199).
Ibíd., $$ 37 y 80; Erfabrung und Urkil, $17 s.
Husserl, Erfubrmg und Urteil, $ 23a.
El campo temático 400

captación)) (im GriJfe buben). La actividad d e aptehensión n o se


dirige, sin embargo, hacia la fase presente en que la nota hace
su aparición, aunque d e hecho surja en dicha fase. Más bien se
dirige por medio d e ésta hacia la totalidad d e la nota que dura
en el tiempo. Se dirige hacia la nota que ahora suena, que ha
sonado durante un intervalo y que anticipamos que continuará
sonando. Aprehensión tal es posible en virtud del entrelazamiento
que existe entre la fase presente, las retenciones de fases anteriores
y las anticipaciones de fases ulteriores. La actividad d e aprehensión
va desde la fase presente hasta la que acaba d e pasar y la que está
a punto de ocurrir. Al suceder esto, tal actividad sufre una modifi-
cación determinada. Si bien es cierto que en lo que respecta a la
fase presente la actividad de aprehensión es una auténtica capta-
ción, es también verdad que adopta la modalidad d e «la captación
continuada)) (noch im GriiTe behalten) en lo que se refiere a las fases
que se retengan todavía. Debido a que lo que «captamos» y lo que
((continuamos captando)) son idénticos y a que también lo son lo
que «captamos» y lo que anticipamos como lo que «ha d e llegar a
ser captado)), surge la experiencia d e un mismo tema -en nuestro
caso, la nota- en cuanto duradero en el tiempo97. O hablando con
mayor precisión: en virtud d e la identidad del nóema, las diversas
fases -que experimentamos según las modalidades d e la captación,
de la captación continuada y del advenimiento d e la captación- se
funden y así forman la unidad d e un acto que crece en el tiempo. D e
acuerdo con esto, es a la totalidad d e este acto en su desarrollo
temporal que le es propia la forma del cogito y no a ninguna d e las
fases del mismo.
Llevando a cabo los cambios q"e sean apropiados, nos será
posible explicar de la misma manera el paso d e ciertas proposiciones
a una conclusión' que d e ellas se siga, d e modo que -al ocuparnos
d e la conclusión como tema d e nuestra conciencia- se retengan
aún las premisas en cuanto se relacionan materialmente con el
tema y son pertinentes a éste. Mientras que el tema se «capte»,
las proposiciones que pertenecen al campo temático se darán según
la modalidad derivada de la captación continuada98. Y, sin embar-
go, no tendrá lugar la experiencia d e un tema idéntico que se

~7 Cfr. supra, pp. 406 s.


su Cfr. infra, pp. 428 S S .
4 10 El campo tcmático

presente a la conciencia durante un intervalo determinado, ya


que el acto que experimentamos según la modalidad de la captación
difiere del que se nos da según la modalidad d e la captación
continuada desde el punto de vista d e los nóemas correspondientes.
Lo que se presenta aquí es más bien lo que ha sido descrito
como la aparición de un tema en el seno d e un campo temático.
Sólo la aprehensión del tema presenta la forma del cogito, pues
la conciencia de lo que pertenece al campo temático n o la adopta.
Por último, nos encontramos con que el yo puede apartarse
de lo que antes se daba según la modalidad d e la captación continua-
da y «abandonar la captación)) (a# dem Griff entla~sen)del mismo.
Las unidades en cuestión no tienen por qué desaparecer por comple-
to d e la conciencia. Pueden seguir todavía presentándose ante
ésta, pero lo harán d e modo que se las retenga en cuanto relegadas
al margen. La captación continuada no es, por consiguiente, lo
mismo que la mera retención. Mientras que la captación continuada
-según Husserl- implica la actividad del yo, no sucede tal cosa
en el caso d e la mera retención 99. A cada momento d e nuestra
vida consciente, el ((ahora actual» deviene un «ahora actual que
acaba d e pasar». Por esto mismo, la retención se convierte en
la retención d e una retención, o -en general- una retención
de grado cualquiera se transforma en una retención d e grado
mayor. Además, lo que esperamos experimentar como ahora actual
se convierte en un ahora actua1100. El tiempo fenoménico fluye
de acuerdo con leyes inflexibles e independientemente d e toda
actividad egológica. Husserl explica la diferencia que existe entre
lo que se describe como pertinencia al campo temático y la pertinen-
cia al margen a base de que haya actividad del yo o d e que
falte 101.
Con respecto a la interpretación egológica que da Huserrl
del fenómeno que nos ocupa, formulamos - c o n f o r m e a la proble-
mática general d e la organizaciónl02- la siguiente pregunta: ¿es
posible que la actividad de aprehensión que realiza el yo continúe
captando un objeto o una unidad cualesquiera al mismo tiempo
Husserl, ErJahrung und Urfeil, $ 23 b.
09
Cfr. las referencias que dimos (~upm,n. 87) en lo que respecta al fluir
'00
del tiempo fenomknico.
'01 Cfr. Husserl, Ideen, 4 122.
102 Cfr. Primera Parte, c. 2, $ 9 2 y ' 3 b.
El campo temático 41 1

que capta un tema determinado si n o existe relación material


alguna entre ellos? ¿Es acaso enteramente libre la actividad d e
aprehensión que realiza el yo o precisa ésta que la guíen las
relaciones materiales que se den entre los contenidos en cuestión?
Si esta última alternativa fuera la correcta; se s e g d a que -por
muchas otras cosas que produzca la actividad del yo- no seria
ésta capaz d e dar lugar a la articulación fundamental de organj~ación
que divide el campo total de la conciencia en dos esferas (o, mejor aún,
en dos dimemiones), a saber: el campo temáticoy el margen. N o podemos
entrar aquí en un análisis detallado d e la concepción egológica
d e la conciencia que es propia de Husserl, ni podremos tampoco
elaborar la concepción no egológica que hemos expuesto en otro
lugarl03. Conforme a nuestra concepción n o egológica d e la con-
ciencia, empleamos los términos d e Husserl (a saber: los d e capta-
ción y captación continuada) sin que se refieran a actividad alguna
del yo. Los términos que usara Husserl nos parecen idóneos para
denotar los correlatos noéticos de lo que en el análisis noemático
que hemos llevado a cabo hemos denominado la condición d e
tema y la de elemento del campo temático -es decir, que nos
parecen justos para expresar las modalidades de los actos mediante
los cuales el tema y los elementos del campo temático se presentan
respectivamente ante la conciencia. Nuestro análisis concuerda por
completo .con la explicación que Husserl diera d e la conciencia
marginal al interpretarla en función d e la pura temporalidad feno-
ménica.

c. L a articulación del campo de la conciencia


Hacia el principio d e esta investigación, nos preguntamos si
los enlaces y las conexiones que existen entre los estados mentales

103 Cfr. nuestro artículo intitulado ~Phanomenologieder Thematik und des


reinen Ichn, Inc. cit., c. 2, 3 7 ; c. 3. 19; c. 4, 3 4. Véase también: 1. P. Sartre,
«La trascendance de I'ego», Rerherrhes philosophique~, VI (1936-1937) y 1-'étre
et /e niun/, Segunda Parte, cc. 1 y 5 y pp. 209 SS. 1-lemos examinado y suscrito
la tesis que Sartre formulara en «La trascendance de I'egon en nuestro artículo
intitulado «A Non-egological Conception of Consciousness», Pbilosopby und Pheno-
menological Research, 1 (1941). A . Schütz ha hecho objeciones contra la posición
de Sartre y la nuestra en su artículo intitulado ~Schelcr'sTheory of Intersubjecti-
vity and the General Thesis of the Alter Ego», Pl~ilnsop!,y und Pl~rnnn/ennlo,~irul
Research, 11 (1942), p. 339.
412 El campo temático

difieren entre sí sólo serialmente o si también se distinguen dimen-


sionalmente unos de otrosl04. Teniendo en cuenta los resultados
de los análisis llevados a cabo, afirmaremos ahora que existen
tres especies de enlace y que las diferencias que se dan entre
ellas son de índole típica, cualitativa o dimensional. Según dijimos
yalos, el primer tipo de enlace es el que existe entre los constitutivos
del tema. Para este tipo de enlace hemos propuesto el término
de coherencia o cohesión estructural. E n segundo lugar, tenemos
los enlaces que se dan entre el tema y el campo temático y también
entre l a unidades del campo temático. Los enlaces d e este tipo -que
se fundan en la relación material entre los contenidos d e que
se trate- establecen una unidad de contexto o unida¿ por pertinencia.
Entre los enalces de cada una d e estas dimensiones, también se
dan diferencias de serie (término que empleamos con el sentido
que ya le hemos asignadol06). E n el caso d e la coherencia o
cohesión estructural, las diferencias de serie dependerán del valor
funcional que los constitutivos estructurales posean a los efectos
de la contextura en la que se integrenl07. Con respecto a la unidad
de contexto, podemos decir que las diferencias de serie dan expre-
sión a los diversos grados d e pertinencia (que se dan en forma
de proximidad o de lejanía). Por ríltimo, tenemos que los enlaces
entre el tema y el campo temático, por una parte, y el margen, por
otro, son de pura índole temporal. Consisten tales enlaces o en
la ocurrencia simultánea d e los actos respectivos o en el acontecer
inmediatamente sucesivo de los mismos.
En todo lugarl08, hemos demostrado que los datos fenoménicos
de los que James ha tratado bajo la rúbrica d e partes transitivas
de la corriente de la conciencia son experiencias de conexiones
y vínculos que existen entre los estados mentales. Entre dichas
partes transitivas, figura una clase especial que constituyen los
márgenes o rebordes, los cuales se refieren a experiencias de enlaces
del segundo tipo. Podemos definir los márgenes o rebordes como
experiencia dt referencias indicativas, del contexto y de la pertinencia

Cfr. Primera Parte, c. 1 , 8 1 .


104
105 Cfr. snpru, pp. 165 s.
106 Cfr. snpru) p p 28 s . y 33 s.
107 Cfr. srtpru, pp. 158 SS.
108 A. Gurwitsch, «William James' Theory oC the 'Transitive Parts' of the
Stream o f Consciousness», lor. cit., $5 3, 4 y 7.
I.;I campo temático 413

-o sea, de esa relación espec$ica que se da entre e/ tema y e/ campo


temáticol09. Un margen o reborde es el componente principal en
todo acto que se experimente según la modalidad d e la captación
continuada.
A los efectos d e nuestra interpretación d e los márgenes o
rebordes, podemos referirnos a las formulaciones que hiciera el
propio James. Ha hablado éste d e la «afinidad», d e la pertinencia
y del carácter apropiado d e la ((relación... que existe con nuestro
asunto o interés ... [y] en especial [de] la relación d e armonía
y desacuerdo y d e apoyo o d e obstaculización del asunto~llo.
Es evidente que todos estos términos se aplican a los estados
mentales en lo que respecta al contenido que les sea propio -o
sea, que se aplica a lo que se d a en cada estado mental y por
medio de él y no a la secuencia d e estados mentales en el tiempo
fenoménico. Un pensamiento o representación que se le ocurra
al sujeto es acogido o rechazado en virtud del margen o reborde
y a base de que el pensamiento sea experimentado como algo
que tenga que ver con el tema o n o l l l . El rechazo no tiene
por qué significar que el pensamiento en cuestión desaparezca
por completo de la conciencia; puede querer decir simplemente
que se lo relega al margen.

7. La relativa independencia del tema con respecto al campo


temático
Al formular el concepto de coherencia o cohesión estructural,
tuvimos ocasión d e demostrar que los constitutivos d e una contex-

109 James atribuye también esta función a ciertas «partes transitivas)) que
son diversas d e los márgenes o rebordes. Cfr. la explicación que da d e «la
sensación d e diferencia)) y d e «la sensación d e semejanza)) y que hemos analizado
en la Segunda Parte, 6 7 b.
110 James, Tbe Principfes o j Psychology, 1, pp. 259 SS.; cf. también la p. 261:
«El más importante elemento en estos márgenes o rebordes es... la pura sensación
d e armonla o desacuerdo, d e que el pensamiento s e mueve en una dirección
correcta o en una erradan.
111 Ibid., 1, pp. 259 SS.: «...cuulquier pensamiento - c u y o margen o reborde
posea la cualidad d e hacernos sentir 'bien'- es un miembro aceptable d e nuestro
pensar, sea cual fuere la índole d e aquél desde o t r o punto d e vista. Con tal
d e que sintamos que ocupa un lugai en el sistema d e relaciones en el que
t;imbién se encuentra situado el asunto d e interés, nos bastará para convertirlo
cn una parte apropiada y pertinente del curso d e nuestras ideas)).
414 El campo temático

tura estructural vienen definidos y determinados por medio del


significado funcional que poseen a los efectos d e la contextura
estructural d e que forman parte y en el seno d e ésta. Un constitutivo
de esta especie se modifica -como parte que existe dentro d e
una contextura estructural dada- mediante el significado funcional
que presenta con respecto a los otros constitutivos d e la misma
contextura estructural. La propia contextura es el sistema funcional
equilibrado que forman los constitutivos d e éste, sistema que se
encuentra modificado desde dentro y que deriva su unidad d e
la acción recíproca, determinación mutua e interdependencia misma
de los propios constitutivosll2. D e acuerdo con esto, al extraer
una parte d e esta índole d e una cierta contextura estructural -ya
sea que esto se haga realmente o sólo mentalmente- y al tomarla
por su cuenta o en cuanto integrada en otra contextura estructural
en la que posea un significado funcional diverso, puede resultar
que la parte en cuestión se modifique más o menos completamen-
tell3. Si se toma dicha parte por su cuenta o en cuanto se integra
en una nueva contextura, puede llegar a perder su identidad fenomé-
nica y a convertirse en algo diverso d e lo que era cuando se
hallaba en el seno d e la contextura estructural originaria.
No existe determinación recíproca ni interdependencia alguna
entre el tema y las unidades que pertenecen al campo temático.
El que un tema haga su aparición en el seno d e un contexto
temático determinado más bien que en otro no es un mero suceso
contingente. Por contraste con los datos marginales, las unidades
que pertenecen al campo temático no se dan simplemente de modo
concomitante con el tema, es decir, que no se experimentan mera-
mente de modo simultáneo ni inmediata ni sucesivamente. El
tema no sólo se encuentra en el campo temático, sino que también
apunta y se refiere a él. Que el tema sea pertinente a un cierto
contexto temático no carece de importancia en lo que a aquél
se refiere. Más adelante, intentaremos obtener alguna claridad sobre
la naturaleza de importancia tal. La unidad que predomina entre
el tema y el campo temático correspondiente es auténtica y n o
solamente una Existentialverbindung (en el sentido d e Wertheimer).
Mas, con todo, no es dicha unidad de índole tal que tenga por

112 Cfr. Segunda Parte, § $ 6 c, 8 y 10.


11s Cfr. Segunda Parte, $5 6 b y 6 c.
El campo temático 415

resultado que el tema se funda con el campo temático y sea


absorbido por éste. Al hacer su aparición en un caso dado,
el tema no deriva del contexto temático su calidad e identidad fe-
noménicas.
Cuando hicimos la presentación del fenómeno del contexto,
nos referimos ya al hecho d e que es posible que un tema se
presente en un número mayor o menor d e contextos diversos
sin que por ello cambie d e identidad (por oposición a los variados
campos temáticos que así le corresponderían)114. Podemos encon-
trar la proposición ((Colón descubrió América en 1492)) -por
ejemplo- en contextos varios. La proposición en cuestión se
experimentará en cuanto se organiza conforme a sentidos distintos
de la pertinencia según las diferencias que existan entre los diversos
contextos. Con todo, la proposición permanecerá idéntica y la
experimentaremos como tal, sea cual fuere el contexto en que
se encuentre y pese a las diferencias en cuestión, que -lejos
de ser extrínsecas a la proposición- se refieren a ella misma.
E n cada caso, nos encontraremos ante la misma unidad d e significa-
do (la cual es, precisamente, lo que «dice» la proposición; a saber:
que ((Colón descubrió América en 1492»), ya sea que la leamos
en una historia d e América o en una historia d e los grandes
descubrimientos geográficos o que la tomemos - c o m o sucede en
esta ocasión- como mero ejemplo. E l significado d e esta oración
no cambia en función de las variaciones d e contexto. Resulta
ser así independiente de todo contexto particular. Al pasar d e
un contexto a otro y al comparar los diversos contextos, nos
damos cuenta d e la identidad del tema con respecto a los campos
temáticos distintos.
Consideremos ahora otro ejemplo más : es posible experimentar
en diferentes ocasiones una proposición determinada - d i g a m o s
que el teorema d e Pitágoras- lo mismo en cuanto conclusión
d e un proceso d e inferencia que como punto d e partida d e un
proceso deductivo ulterior de índole geométrica. Mediante la refle-
xión comparativa, cobramos conciencia d e que aquí también la
proposición d e la cual intentamos ahora deducir ciertas conclusio-
nes es idéntica a la que se obtuviera anteriormente como conclusión
del razonamiento geométrico. Al poner así d e manifiesto el carácter

114 Cfr. snpra, Q 3 a y pp. 376 s.


416 El campo temático

idéntico d e la proposición, nos damos también cuenta d e las posicio-


nes diversas que ocupa en cada caso. Los caracteres que expresamos
mediante fórmulas tales como «se deriva de» y ((lleva a» indican
la posición específica que ocupa una proposición - e n un caso
dado- en el seno de un contexto determinado. Con anteriori-
dadlis, demostramos que es menester no malinterpretar los caracte-
res contextuales como si fueran meros hechos subjetivos o como
si sólo se sobreañadieran a la proposición. Los caracteres contextua-
les pertenecen a la proposición d e manera tal que hacen m aporte
a la constitución de ésta y d e ese modo la modifican al presentarse
a la conciencia que la aprehende. Ya distinguimos de dichos caracte-
res aquello que porta, presenta o muestra los mismos - e s decir,
un núcleo noemático determinado (que, en el caso que nos incumbe
ahora, no es otro que esa unidad de significado que conocemos
con el nombre de teorema de Pitágoras). La distinción d e que
se trata es la que existe entre la proposición que se aprehende y la
proposición tomada en cnanto es aprebendidall6. Los caracteres contex-
tuales cumplen su función modificadora sólo con respecto a la
proposición tomada tal y como se aprehende. A fin de establecer
la distinción entre el núcleo y los caracteres, examinamos una
proposición dada en posiciones o contextos diversos y no hallamos
modificación alguna del núcleo que sea el resultado del cambio
de posición o de contexto. D e esto se sigue que la proposición
-tomada como unidad d e significado que experimentamos- no
se determina ni se define en función del contexto actual a que
pertenece ni depende de manera alguna d e la posición que ocupa
en el seno del mismo. Hace así su aparición la relativa independen-
cia del tema con respecto al campo temático mediante el carác-
ter idéntico que presenta el tema en relación con los cambios
del campo temático y también por referencia a las variacio-
nes en la posición que ocupa el tema en un campo temático de-
terminado 117.

Cfr. supra, 4 4 a.
115
Cfr. snpra, pp. 216 SS. en lo que se refiere a la distinción análoga -que
118
no paralela- entre «el objeto que es mentado» y ciel obieto tal y como es
mentado».
117 Desde un punto de vista distinto, hace hincapié Husserl en la «indcpenden-
cin temática» de una proposiciOn completa cualquiera de la forma «S es P»
con respecto al contexto en que se integra (Er/arung unu' Urteil, (j 60 c). Un
1.1 campo temático 417

Es posible considerar los conceptos d e figura y fondo d e Rubin


como especificaciones de los conceptos más generales d e tema
y campo temático, tal y como los entendemos aquí. La estructura
«tema-campo temático)) adopta la forma que ha puesto de manifiesto
Rubin en el caso de los fenómenos a que éste ha limitado casi
exclusivamente sus investigaciones, a saber: la apariencia perceptiva
de las figuras planas 118. La independencia d e la figura con respecto
al fondo hace su aparición en el papel que juega el contorno
delimitante que deslinda y separa la figura del fondo, d e modo
tal que aquélla surja como unidad autónoma. Independencia tal
también se hace patente en el carácter de cosa que presenta la
figura por contraste con el fondo, el cual tiene las características
de «sustancia» (stuffl o «material». Además, las figuras d e Rubin
son independientes del fondo por cuanto la posición actual que
ocupan aparece como contingente y extrínseca. Toda figura de
esta especie hace su aparición en cuanto desplazable en el fondo
del que de hecho surge y también como algo que puede ser
trasladado de un fondo a otro sin que por ello se deteriore su
indentidad fenoménica (como sucede, pongamos por caso, cuando
una figura negra pasa de un fondo blanco a uno rojo). La movilidad
y la capacidad de trasladarse que presentan las figuras que estudiara
Rubin corresponden a la disposición propia d e las proposiciones
según la cual les es posible aparecer en contextos diversos.
Movilidad tal es también característica d e la apariencia percepti-
va de las cosas materiales. El cuadro que se halla en la pared
y al que dirigimos la mirada no se encuentra situado simplemente
donde está. E n virtud del hecho mismo d e que se halla situado
allí, apunta y se refiere el cuadro a su entorno y al transfondo
correspondiente que integran los demás cuadros que cuelgan de
la pared, el escritorio que está bajo el cuadro, los libros y los
papeles encima del escritorio, el librero a un costado y la ventana

contexto de esta especie (pongamos por caso el d e una teorfa más o menos
compleja) consta de proposiciones «temáticamente independientes)) que se conca-
tenan y se relacionan entre si. El contexto presenta - d e punta a cabo- una
unidad por pertinencia. Cada una de estas proposiciones hace su aporte a
la conformación del contexto, a pesar de que mantiene su independencia como
unidad completa en el seno d e éste.
118 E n lo que se refiere a nuestra presentación d e los análisis d e Rubin.
cfr. Segunda Parte, 5 5 b.
418 El campo temático

al otro. Empero, el cuadro n o se funde con la pared o pasa


al seno de ésta; no se da como si estuviera remachado o soldado
a la pared. No se trata aquí d e saber si d e hecho es posible
cambiar al cuadro d e sitio, sino d e ver si el cuadro, sin ser d e
hecho trasladado, se da - e n su propia apariencia perceptiva-
en cuanto separable y transferible, sin que por ello haya pérdida
o deterioro en la identidad fenoménica del mismo. La relativa
independencia del tema perceptivo con respecto al campo circun-
dante precisamente encuentra expresión fenoménica tanto en dicho
carácter de transferible -tomado en cuanto perteneciente a la
apariencia perceptiva estática de la cosa- como en las características
a que ha apuntado Rubin (como es, por ejemplo, el hecho d e
que el contorno cumpla la función d e deslindar).
Con anterioridadllg, hemos descrito las contexturas estructura-
les como unidades consolidadas y separadas. Hemos dado razón
tanto de la separación como de la consolidación a base d e la
coherencia o cohesión estructural. La separación -entendida como
en análisis previos- se refiere al mismo rasgo fenoménico que
la independencia, a saber: al hecho d e que una unidad autónoma
y cerrada surja mediante su separación del campo, sin que por
ello se rompa el vínculo que lo ata al mismo. A pesar d e que
el tema es independiente del campo y se separa d e éste, se mantiene
aún unido al mismo en cuanto es éste el fondo del cual surge
aquél o como el horizonte en el que hace su aparición. Entre
el tema y el campo a que pertenece se da predominantemente
una unidad por. pertinencia, d e modo tal que la independencia
del tema sea parte de dicha unidad. Si el tema surge y se separa
del campo, lo hace y es capaz de hacerlo sólo en cuanto es una
unidad consolidada y en virtud de la consolidación. La unidad
por coherencia o cohesión estructwal se encuentra a la base de la unidad
por pertinencia y la hace posible. A fin de que un tema sea el centro
de referencia con respecto al cual se organice el campo temático,
es menester que el tema se presente como una unidad consolidada
e intrínsecamente coherente o cohesiva. Sólo entre unidades que
presenten tal estructura interna de organización pueden darse rela-
ciones de pertinencia.

119 Cfr. Segunda Parte, 8 b.


El campo temático

8. El índice posicional

Que un tema tenga lugar en un determinado campo temático


y no en otro no debe ser considerado como un suceso meramente
extrínseco y accesorio, a pesar del hecho d e que el tema es indepen-
diente con respecto al campo temático. Por contraste con los
datos marginales - c u y a única relación con el tema es el hecho
de que ocurren simultáneamente con éste en la conciencia-, las
unidades que pertenecen al campo temático no sólo se presentan
con el tema sino que también se experimentan - c o m o ya lo
demostramos en nuestro análisis anteriorl20- en cuanto intrínseca-
mente vinculados con el tema en virtud d e los contenidos materiales
en cuestión. El tema surge como centro del campo temático al
cual apunta y se refiere. Es de esta manera que el tema se vincula
con el campo temático y le es pertinente y que el campo temático
-a su vez- hace su aparición en cuanto organizado con respecto
a su centro. A base de esto, se plantea el problema d e saber
cómo se representa y se expresa fenoménicamente la vinculación
con el campo temático y la pertinencia a éste mediante una colora-
ción o un rasgo de índole específica que el tema presente y que
derive del campo temático.
Al analizar un ejemplo cualquiera, descubrimos que la colora-
ción que deriva el tema del campo temático es la perspectiua, la
l u y~ orientación y el punto de vizta según los cuales aparece ante
la conciencia. Nos ocupamos d e la proposición «Colón descubrió
América en 1492)) en conexión con los grandes descubrimientos
geográficos de la época. En conformidad con la orientación fenome-
nológica de los análisis que aquí llevamos a cabo, lo que nos
interesa es el aspecto noemático del fenómeno (que, en este caso,
es el significado de la proposición), o sea, lo que James llama
el objeto de pensamientol21. El tema que nos ocupa es, pues,
el descubrimiento de América que Colón llevara a cabo en 1492
y que experimentamos como resultado del desarrollo d e las polémi-
cas sobre la forma de la tierra que tuvieran lugar en el siglo xv,
en cuanto vinculado a empresas que se emprendieran a base de
dichas polémicas y precisamente como una d e tales empresas.

Cfr. supra) 5 6 a y 6 c.
121 Cfr. supra, pp. 216 s. y 366 ss.
4 20 El campo termítico

La perspectiva según la cual se presenta el tema y la organización


que posee éste de acuerdo con ciertos lineamientos específicos
de pertinencia dependen del campo temático o del contexto en
el seno del cual hace su aparición. Podemos cambiar nuestro punto
de vista y ocuparnos de dicha proposición con respecto al creciente
poder d e España durante el siglo XVI. Cuando suceda esto, el
tema no se presentará ya ante la conciencia en la perspectiva
de las opiniones y las creencias en torno a la forma de la tierra
que fueran características del siglo xv, sino más bien como un
hecho que lleva a una constelación política determinada. El tema
hace así su aparición a la luz d e los acontecimientos políticos
ulteriores y en cuanto tiene importancia para ellos. Cuando pasamos
de un punto de vista a otro diverso, el tema mismo (en nuestro
caso, el significado de la proposición de que se trata) permanece
idéntico, mientras que la perspectiva y la orientación cambian.
La perspectiva, la iluminación y la orientación se refieren a
un elemento inherente al nóema tomado cabal y concretamente,
es decir, a un elemento inherente al tema precisamente tal y como
se presenta en un caso dado a la mente del sujeto d e la experiencia.
A fin de ilustrar esto, supongamos que, al ocuparnos d e la proposi-
ción ((Colón descubrió América en 1492)) en conexión con los
grandes descubrimientos geográficos, se nos ocurre un pensamiento
en torno a la transformación ulterior del poder político de España.
Tal pensamiento hace su aparición como algo que no tiene nada
que ver con el tema y, por tanto, se le excluye del campo temático
y se le relega al margen. Tomados en sí mismos, no es cierto
que el tema y el pensamiento que asl se nos ocurre nada tengan
que ver entre sí. O hablando con mayor precisión: no los experi-
mentaremos en todas las circunstancias como si nada tuvieran
que ver entre sí. Hay una perspectiva posible según la cual el
tema puede presentarse de modo tal que el pensamiento que se
nos ocurre le sea pertinente. Mas, en las circunstancias del ejemplo
en cuestión, no sólo las unidades del campo temático rechazan
el pensamiento que se nos ocurre sino que también lo hace el
tema mismo. Si el pensamiento que así se entromete se experimenta
como algo que no es pertinente al tema, la razón de ello la
encontraremos en que la perspectiva según la cual aparece el tema
caracteriza a éste. Debido a la perspectiva en cuestión, experimenta-
mos el pensamiento que se nos ocurre como algo que se entromete.
1.1 campo temático 421

La perspectiva y la orientación se refieren así a un rasgo que


co-determina no al tema mismo sino a la modalidad de su aparecer.
Con anterioridad, nos hemos referido a casos en los cuales
la oración entera o una sola palabra de la misma derivan su
sentido especifico del contexto en que d e hecho se dan122. Tal
y como lo pusimos ya de relieve, el contexto no dota d e sentido
a la palabra o a la oración en casos tales, como si carecieran
de significado propio cuando hacen aparición por su cuenta. Lo
que se deriva del contexto es sólo el significado especqico d e la
palabra o de la oración. Aquí se hace patente la independencia
del tema con respecto a todo contexto posible. E n lo que se
refiere a los significados de las proposiciones, podemos dar expre-
sión a independencia tal del modo siguiente: no es en función
del contexto que podemos determinar las condiciones conforme
a las cuales la combinación de unidades elementales d e significado
(es decir, las palabras) tiene por resultado una unidad d e significa-
ción, a saber: el significado de una proposición que - c o m o un
todo- puede convertirse en temal23. Por otra parte, el significado
especifico que una palabra o una oración derivan del contexto
en que d e hecho se dan es el elemento de significación o el
matiz de significado mediante los cuales experimentamos la perti-
nencia de la palabra o d e la oración al contexto. La especificación
del significado consiste en que se dé ese elemento de la estructura
total de la unidad de significación cuya función es la d e representar
y expresar la pertinencia de tal unidad al contexto correspondiente.
D e nuevo nos encontramos aquí con que el tema posee -en
cuanto carácter propio- una cierta coloración que deriva del
contexto.
En función del grado mayor o menor de estructuración y de
articulación que presente el campo temático, es posible que el
tema aparezca no sólo como perteneciente a un contexto de modo
general, sino que lo haga también en cuanto ocupa una posición
determinada en el seno del mismo. Conforme a esto, podemos
definir dicha posición más o merios exactamente. D e acuerdo con
'22 Cfr. snpra, pp. 369 SS.
123 El análisis de condiciones tales -que se refieren a la estructura interna
de las proposiciones- es la materia que estudia la disciplina que Husserl llamara
((gramática lógica pura». Cfr. Log. Unt., 2, iv y Logik, 5 13; ver también snpra.
p p 229 S S . y 388 SS.
422 El campo temático

el grado de determinación y d e distinción d e las unidades d e campo


temático, así será el grado d e precisión con que se den las relaciones
entre el tema y dichas unidades. Al ocuparnos -por ejemplo-
de un cierto hecho que forma parte d e una secuencia, es posible
que lo que hemos escogido de tema no sólo apunte y se refiera
de modo general a los hechos anteriores (a la luz de los cuales
hace su aparición), sino que también se experimente como desarro-
llo, continuación y complementación de los mismos. También
puede tal hecho aparecer como algo que precisa un desarrollo
y una complementación ulteriores. Además d e conferir al tema
perspectiva y orientación, el campo temático le otorga un índice
posicional, es decir, un carácter que indica la posición que el
tema ocupa en el campo. Es evidente que dicha posición depende
de las relaciones que existan entre el tema y las unidades del
campo temático. Los caracteres contextuales d e las proposiciones
sirven de ejemplos ilustrativos d e indice posicionall24. Dichos
caracteres también pueden presentar diversos grados de precisión.
Las premisas de las que resulta la proposición en cuestión o las
conclusiones que ésta implica pueden fundirse d e modo tal que
formen un horizonte que carezca casi por completo de diferencia-
ción y de articulación y al que la susodicha proposición se refiera
retroactiva o prospectivamente. En el extremo opuesto, nos encon-
traremos con el caso de que la proposición seleccionada como
tema haga su aparición de modo tal que las relaciones que existan
entre ella y las premisas que la implican o las conclusiones que
de ella se sigan se den con toda claridad -o sea, que aquí
la proposición se presentaría en un campo que se caracteriza por
la diferenciación y la articulación completas. Entre el caso límite
de la distipción perfecta y el d e una imprecisión casi completa,
nos encontraremos con casos intermedios que presentan grados
varios d e articulación.
Hablando con rigor y propiedad, hay que afirmar que el término
((índice posicional)) debe aplicarse solamente al caso limite d e la
distinción perfecta, en que la relación entre el tema y el campo
temático-se da con plena articulación. Nos es posible, sin embargo,
emplear el término en un sentido lato, a fin d e que encuentre
aplicación tanto a casos que presenten una determinación imperfecta

124 Cfr. snpra, 5 4 a.


I:I campo temático 423

como al caso limite que se caracteriza por la ausencia total d e


articulación. Como ya hubimos d e demostrarl25, el contexto que
experimentamos -sea cual fuere el grado en que le falte diferencia-
ción y articulación- no carece d e carácter específico. Así y todo,
presenta una cierta coloración especial, aunque sea d e índole alta-
mente vaga e indistinta. El empleo del término «índice posicional))
en un sentido lato encuentra justificación debido al hecho d e
que el fenómeno del contexto como tal -tomado con anterioridad
a toda especificación posible- se halla a la base d e toda relación
específica que se dé entre un tema y el campo temático correspon-
dientel26. A fin de que una proposición se d é en cuanto consecuen-
cia o como premisa de otras proposiciones o +on toda generali-
dad- para que aparezca en una relación lógica cualquiera con
, otras proposiciones (e incluimos aquí las relaciones d e compatibili-
dad e incompatibilidad), es menester que todas las proposiciones
en cuestión se presenten como parte d e un contexto que se base
en la pertinencial27. Las proposiciones inconexas que nada tienen
que ver entre sí debido a la falta d e pertinencia recíproca no
guardan relación lógica alguna, ni siquiera la d e compatibilidad
o la d e incompatibilidad. Es posible considerar todo índice posicio-
nal determindo y definido -en el sentido riguroso y estricto
del término- como especificación del fenómeno del contexto en
general, es decir, del índice posicional tomado en sentido lato.
Empleado en este sentido, el término ((índice posicional)) se refiere
a cualesquiera perspectiva, orientación o caracterización que el
campo temático confiera al tema. E n la próxima parte d e este
libro, ampliaremos el alcance d e nuestro análisis del fenómeno
del contexto, d e modo que se aplique al del orden d e la existencia.
Conforme a esto, tomaremos el concepto d e índice posicional
aún con un sentido más amplio, a saber, con el de índice existencial,
carácter que hace referencia al orden d e la existencia al cual un
tema dado pertenecel28.
El índice posicional codetermina el tema taly como se experimenta,
tal y como se presenta -en un caso dado- ante la mente del sujeto

125 Cfr. snpra, 4 5.


126 Cfr. supra, pp. 388 s.
127 Cfr. supra, pp. 390 ss.
128 Cfr. infra, pp. 443 ss. y Sexta Parte, $ 5.
4 24 El campo temático

de la experiencia, y esto sucede así aunque dicho índice no hace


aporte alguno a la conformación y a la constitución del tema
en lo que respecta a su contenido material y a pesar d e que
los cambios del índice no afectan a la identidad del tema. L o
que depende del campo temático y cambia en función d e las
variaciones d e éste no es el propio tema sino la perspectiva según
la cual se presenta el mismo -es decir, que lo que depende
y cambia así no es lo que aparece, sino la modalidad según la
cual hace su aparición tal cosa. Si tomamos el tema exactamente
tal y como se presenta en un .caso dado d e la experiencia, es
menester considerar la perspectiva según la cual aparece el tema
como uno de los varios rasgos que éste muestra y que le pertenecen.
En otras palabras : lo que denominamos índice posicional resulta
ser de índole noemática, pues se refiere a lo que se experimenta
más bien que al hecho de que en realidad se experimente. Con
anterioridad 129, hicimos mención d e la distinción que estableciera
Husserl entre el núcleo noemático central y los caracteres noemáti-
cos, y nos referimos al hecho de que éste hiciera hincapié en
la invariabilidad del núcleo noernático con respecto a los cambios
que tienen lugar en el ámbito de los caracteres. Ya hemos ampliado
la distinción de Husserl, de modo tal que se aplique también
a los caracteres contextuales de las p r o p o s i c i o n e s ~ ~Con
. todo,
nos es posible ampliarla aún más, a fin de que encuentre aplicación
en todo caso en que un tema haga su aparición en un campo
temático. Tomado tal y como es en sí mismo, el tema resulta
ser un caso del concepto de núcleo noemático central que formulara
Husserl, mientras que toda orientación y perspectiva que el tema
derive del contexto a que pertenece (o, dicho sucintamente, todo
lo que abarque el término ((índiceposicional») es un carácter noemá-
tico. A base de la forma ampliada que hemos dado a la distinción
que hiciera Husserl, nos es posible dar razón a la vez de la índole
noemática del índice posicional y de la independencia del tema
tal y como ya la hemos definido. E n realidad, podemos considerar
la independencia del tema como un caso especial d e la invariabilidad
general que presenta un núcleo noemático central con respecto
a las variaciones de los caracteres noemáticos.

129 Cfr. supra, pp. 210 SS.


Cfr. ~ u p r a PP.
, 383 cs.
El campo temático 425

Tanto la índole noemática del índice posicional como la inde-


pendencia del tema se hacen patentes en virtud d e que las modifica-
ciones que sufre el contexto -aun cuando no afectan al tema
en sí mismo- no lo dejan, sin embargo, intacto por completo.
Es posible que un campo temático -que hasta ese momento
se presentaba como oscuro e indistinto hasta cierto punto- experi-
mente una clarificación. Un número cada vez mayor d e unidades
del campo surge de un estado que puede caracterizarse como
de fusión y apartir del cual proceden dichas unidades a diferenciarse
progresivamente entre sí. De acuerdo con esto, el índice posicional
en sentido lato se transforma gradualmente hasta convertirse en
el índice posicional Jenru stricto. Otra modificación que el campo
temático puede sufrir es la de la expansión. Digamos que hasta
este momento el tema había aparecido en un contexto más bien
limitado y que ahora el contexto pasa a ensancharse. Un número
cada vez mayor d e unidades se presenta como pertinente al tema,
lo cual tiene por resultado que éste aparezca ahora en un ámbito
mayor y segín una perspectiva más amplia. La expansión puede
darse en combinación con la clarificaciónl31. En virtud de variacio-
nes tales, la perspectiva según la cual aparece el tema sin duda
se modifica, mas -no obstante- el tema mantiene su identidad
fenoménica. Existe empero otra modificación de mayor alcance,
que consiste en que el campo temático de que se trata dé paso
a otro disthto. A esta variación hemos recurrido yal32, a fin
d e establecer el hecho de que el tema permanece idéntico en
diversos contextos. Un tema determinado no se ajusta, sin embargo,
a todo contexto posible. A fin de que un cierto contexto sea
un campo temático posible para un tema dado, es menester que
se dé la rehción de pertinencia entre el contexto y el tema. Si
no se cumple la relación d e pertinencia, el tema - s i es que aún
lo retenemos- es relegado al margen, y el sujeto de la experiencia
pasa a considerar otro tema que se ajuste al nuevo contexto.
Si, con todo, el sujeto se atiene a tema tal, el nuevo contexto
puede no llegar a convertirse en campo temático y se limita a

131 Para un análisis más completo de las modificaciones de que aqui se


trata, cfr. nuestro articulo intitulado ~Phanomenologieder Thematik und des
reinen Ich», loc. NI., c. 3, 1.
132 Cfr. ~ u p r a ,pp. 414 S S .
426 El campo temático

hacer un aporte a la conformación del margen. La variación del


campo temático con respecto a un tema dado está sujeta a la
condición d e que se mantenga la relación d e pertinencia entre
el tema y el campo temático posible (relación que se funda en
los contenidos materiales d e ambos), sea cual fuere la clase y
la índole específica de tal pertinencia en un caso dado.
Wertheimer 133 ha definido Und-summe» como un agregado
cumulativo que consta de elementos que son independientes entre
sí (en el sentido de que -entre otras condiciones- una modifica-
ción culquiera d e un elemento o d e una parte está sujeta al siguiente
requisito: que se encuentre estrictamente limitada a tal elemento
y que en modo alguno afecte a las otras partes que coexistan
con él). Tal independencia de los elementos unos con respecto
a otros y tal indiferencia recíproca entre las partes componentes
no predominan en las totalidades que presenten una estructura
formal (Gestalt). Los análisis que hemos realizado nos llevan a
afirmar algo que ya habíamos propuesto en otro escrito nuestrol34,
a saber: que debemos distinguir dos especies d e totalidad de índole
formal. Las totalidades de una d e estas especies presentan una
unidad por coherencia o cohesión estructural, mientras que las
de la otra poseen una unidad por pertinencia. Como ya apuntamos
con anterioridadl", la unidad por pertinencia sólo puede darse
entre contexturas estructurales y, en ese sentido,-supone la unidad
por coherencia o cohesión estructural.

9. Las potencialidades del campo


a. Los temas potenciales
Cuando una cosa percibida sea nuestro tema, las cosas que
la rodean y que forman el campo temático perceptivo del que
surge el tema no se funden unas con otras para dar lugar a
un fondo informe y amorfo que carezca d e articulación y diferencia-
ción internas. Tales cosas se presentan -por lo menos en la

133 Wertheimer, ((Untersuchungen zut Lehre von der Gestalt», loc. cit., 1,
pp. 48 SS.
194 A, Gurwitsch, «Phinomenologie der Thernatik und des reinen Ich»,
lar. cit., c. 2, $ 6.
135 cfr. swbra, p. 418.
El campo temático 427

cercanía más o menos inmediata d e aquello que hemos escogido


como tema- de modo análogo a éste -o sea, como unidades
separadas y a u t ó n o m a s l ~ Supongamos
. que dirigimos la mirada
a un cuadro que cuelga de la pared y que tomamos a éste de
tema. Percibimos al mismo tiempo -aunque no constituyan el
tema que nos ocupa- los otros cuadros que cuelgan d e la misma
pared, los libros, los papeles y la lámpara que están encima de
nuestro escritorio, el librero que se halla situado a un lado y
la ventana al otro. Según Husserll37, percibir es seleccionar. El
campo del cual se selecciona y surge el tema perceptivo consta
de cosas bien circunscritas y delimitadas, que se encuentran separa-
das entre si y que n o presentan el aspecto d e una totalidad sensible,
carente de diferenciación y de estructura, tal y como la describiera
James138. De modo semejante, nos encontramos con que las prerni-
sas de las cuales acabamos de deducir un teorema geométrico
determinado pueden darse en cuanto proposiciones distintas y
definidas, aunque en ese momento nuestro tema sea la conclusión
y no las premisas. Sólo las zonas más remotas del campo temático
tienen el aspecto de un horizonte difuso, vago e indeterminado,
que carece de toda especificación que no sea la de la pertinencia
al tema. Tal cosa puede suceder en el caso de los teoremas y
d e los axiomas que no constituyen las premisas inmediatas de
la conclusión de que se trata y de los cuales no la hemos deducido
d e hecho. Es posible que hayamos contado con dichas proposicio-
nes, sin embargo, en el proceso de nuestro razonamiento, debido
a una conciencia implícita e inarticulada que tengamos de ellas
en cuanto ocupantes de un lugar en el sistema geométrico en
cuestión. Al poner de relieve la distinción y el carácter definido
de por lo menos una parte del campo temático, no nos retractamos
de la afirmación que hicimos con anterioridad con respecto a
la posible indeterminación de éste139. A los efectos del asunto
que ahora nos ocupa, limitémonos por lo pronto a aquellas partes
del campo temático y a aquellos campos temáticos que' n o se
encuentren afectados por una indeterminación completa.

1% Cfr. Rubin. VisneII iYahrgenommcnc Fignrin, p. 44.


137 Cfr. Husserl, Ideen, p. 62.
138 Cfr. snpra, pp. 39 SS.
139 Cfr. supra, 4 5.
4 28 El campo tcmático

Las unidades del campo temático -al hacer su aparición como


unidades separadas y delimitadas entre sí- presentan la misma
estructura de organización que el tema y también se muestran
independientes, en el mismo sentido anterior d e consolidación
y separación. Y, no obstante, ninguna d e estas unidades es de
hecho nuestro tema. Cada una de ellas, sin embargo, se ofrece
en cuanto tema potenciall40. Al mirar el cuadro que cuelga de
la pared, percibimos al mismo tiempo los libros que se encuentran
sobre el escritorio como algo que ahora pertenece a nuestro campo
temático perceptivo pero que puede llegar a convertirse en nuestro
tema. Al ocuparnos de una conclusión a que hemos llegado, la
premisa d e la cual la hemos obtenido no sólo se da aún como
lo que fuera nuestro tema hace un momento, sino también como
aquello .que puede volver a serlo. Estamos conscientes del hecho
de que esto depende solamente d e que ejerzamos nuestro libre
arbitrio para despojar a la conclusión de su condición de tema
y devolvérsela a la premisa en cuestión. D e modo análogo, una
conclusión que se sigue de una proposición puede anunciarse
a la conciencia con un carácter relativamente distinto mientras
nos atenemos todavía a esta proposición. Aquí también nos halla-
mos conscientes del hecho de que tenemos la libertad de «dar
un paso más» y así convertir a la conclusión en nuestro tema.
Hablando en términos noéticos, podemos decir que los factores
de los actos, mediante los cuales la premisa o la conclusión se
presentan a la conciencia, se experimentan respectivamente según
la modalidad de «la captación continuada)) o la del ((advenimiento
de la captación»141. Ambas modalidades se derivan d e la modalidad
privilegiada de la captación (es decir, del cogito). Las modalidades
derivadas de la conciencia hacen referencia a la originaria o primor-
dial de la cual provienen o son variacionesl42. Referencia tal es
esencial a fin de que las modalidades derivadas sean experimentadas
en cuanto variaciones o como derivados. La referencia en cuestión
implica la posibilidad de una transformación mediante la cual

Cfr. Husserl, Ideen, pp. 62 ss: y 169 s.


140
Cfr. supro, 5 6 d.
141
Cfr. Husserl, Ideen, 5 99 en lo que respecta a las diversas modalidades
142
de la presentación (v.g. la percepción, el recuerdo y la anticipación)~los55 103s.
en lo que se refiere a las modalizaciones (v.g. la creencia, la duda. la interroga-
cirin. la probabilidad y 'la suposición).
El campo temático 429

lo que por el momento no se da según la modalidad originaria


puede llegar a ser aprehendido según tal modalidad. D e acuerdo
con esto, hay que afirmar que todo acto que no experimentemos
según la modalidad del mgito hace referencia a un acto correspon-
diente que ocurre según dicha modalidadl43. En este sentido,
todo acto de la conciencia es o un cogito actual o uno potencial.
Hablando en términos noemáticos, diremos que todo lo que se
presente a la conciencia es o un tema actual o uno potencial.
Esto es verdad no sólo en lo que respecta a las unidades
del campo temático sino también en lo que se refiere a los datos
marginales. Al ocuparnos d e un teorema o d e una teoria d e índole
científica, podemos oír un ruido proveniente d e la calie; puede
también suceder que durante el curso del día tengamos que ocupar-
nos de algún asunto que no se relacione en absoluto con lo
que en ese momento ocupa nuestra mente. Supongamos que n o
toleremos que el ruido o el pensamiento que así se entrometen
nos distraigan de lo que nos ocupa en ese momento. Con respecto
a la intromisión, tenemos la libertad siempre de descartarla o
de ceder a ella. Aunque de hecho elijamos descartarla (sin que
haya, por supuesto, ningún proceso explícito d e deliberación y
decisión para ello), nos hubiera sido posible haber hecho una
elección diferente, ya que pudimos haber abandonado el interés
por la teoría científica y - e n su lugar- habernos dedicado a
escuchar el ruido u ocupado del asunto en cuestión. El ruido
y el asunto hacen su aparición como temas potenciales, pese al
hecho de que se dan como meros datos marginales debido a su
falta de pertinencia al tema. La actualización de esta potencialidad
depende por entero del libre arbitrio del sujeto de la experiencia.
Husserl habla de una fuerza con la cual los datos que meramente
se presentan (es decir, que se dan sin que les prestemos atención)
reclaman el interés del y0144. LOS datos sensibles -lo mismo
que los sonidos súbitos, los pensamientos que se nos ocurren,
los deseos y los anhelos- sirven de estímulo al yo. Al ceder
a estimulación tal, el yo se dirige hacia aquello que lo reclama,
'43 Ibid., p. 236: «El rogito designa, pues, de hecho ... el acto propiamente
tal de percibir. juzgar, agradarse, etc. Pero, por otra parte, es la estructura
entera de la vivencia ... la misma, con todos sus... caracteres noemáticos, aun
faltándole esta actualidad» (Idea, 111, c. 4, 4 1 15, p. 274).
144 Husserl, Er/ahrmg md Urteil, pp. 80 SS.; cfr. también: wpra, pp. 335 s \ .
430 El campo tcmhico

y lo aprehende como objeto intencional suyo mediante un acto


que posea la forma del cogito. La descripción que nos da Husserl
está de acuerdo con su concepción egológica d e la conciencia
a que ya nos hemos referido, sobre todo en lo que respecta al
cogito145. En virtud de que aquí no nos es posible analizar los
problemas y las dificultades de que adolece una concepción egológi-
ca d e la conciencia, nos limitaremos a decir que cualquier cosa
que aparezca ante la conciencia sin que la captemos como tema
puede convertirse en tema, ya sea que pertenezca al campo temático
o al margen.
Es posible llevar a cabo la operación mediante la cual algo
se transforma en tema, tanto en lo que respecta a campos temáticos
indeterminados e indistintos como en lo que se refiere a las regiones
más remotas de un campo temático que se caracterizan por la
vaguedad y la confusión. Supongamos que acabamos de demostrar
un teorema matemático y que ahora lo consideramos como nuestro
tema. Tal teorema se refiere y apunta no sólo a las premisas
de las que acabamos d e deducirlo sino también a otros teoremas
y axiomas que, sin embargo, no distinguimos entre sí con claridad.
Estas últimas proposiciones forman más bien un horizonte difuso
que rodea tanto al tema como a la región del campo temático
que presente mayor articulación. Que algo pueda convertirse en
tema significa en este caso que es posible llevar a cabo una clarifica-
ción. E n el mismo acto en que experimentamos la referencia al
horizonte inarticulado, experimentamos también la posibilidad d e
«pasar» al horizonte y de clasificarlo, mediante la separación, la
explicitación y la transformación en tema d e los teoremas y los
axiomas a que nos referimos en el momento presente sólo d e
una manera oscura e indistinta y como en penumbra. Es así que
experimentamos todo horizonte indistinto y vago como aquello
que puede someterse al proceso de clarificación.
También se dan regiones indeterminadas y vagas en el horizonte
perceptivo. Con anterioridadl46, ya hicimos hincapié en el hecho
de que los objetos que se hallan en el entorno inmediate del
tema perceptivo se ofrecen como unidades definidas y bien delimita-
das. Al mirar el cuadro que cuelga de la pared, sin embargo,

145 Cfr. supro, 5 6d.


148 Cfr. supro, p. 426.
El campo temático 4.1 1

no percibimos al mismo tiempo sólo las cosas que se encuentran


ante nosotros (v.g. los libros que están encima del escritorio)
sino que además nos hallamos conscientes d e las cosas que se
encuentran en la habitación aunque detrás de nosotros y de la
forma de ésta tomada en su totalidad (es decir, en cuanto 'incluye
las partes que en ese momento no nos son visibles). Tenemos
cierta conciencia del lugar que nuestra habitación ocupa en la
configuración arquitectónica de la casa y d e la posición d e la
casa con respecto a la calle y a la ciudad. N o es menester que
dicha conciencia adopte una forma explícita. Por lo general, existe
como referencia indicativa de índole indistinta e indeterminada
que carece de toda articulación y diferenciación internasl47. A
la usanza de Husserll48, empleamos el término ((horizonte externon
para referirnos al contexto perceptivo ampliado más allá d e los
límites del campo perceptivo en el sentido propio y riguroso
del término. El horizonte externo abarca cosas que en el momento
presente no percibimos de hecho, pero a las que se da una referencia
como a aquello que es perceptible. E n lo que respecta a los
atributos, las propiedades y los detalles, hay que decir que se
da una referencia a las cosas perceptibles que puede presentar
diversos grados de distinción y claridad. E n consonancia con la
orientación estrictamente descriptiva d e las investigaciones feno-
menológicas 149, debemos tener en cuenta las referencias indicativas
exactamente tal y como las experimentamos de hecho y sólo en
la medida en que las experimentamos así. La experiencia de las
referencias indicativas al horizonte externo constituye la raíz y
el origen fenomenológicos de la conciencia que -en todo momento
de la vida consciente- tenemos del mundo como trasfondo, con-
texto u horizonte de índole universal y que todo lo abarca. Sea
cual fuere el objeto material que escojamos como nuestro tema,
lo percibiremos en el seno de este horizonte que todo lo abarca
y como perteneciente al mundo. También tenemos conciencia de
nosotros mismos en cuanto existentes en el seno del mundo y
como partes integrantes de éste, y no de una manera que sea

147 Cfr. la descripción que hace Merleau-Ponty d e la conciencia d e horizontes


perceptivos ( o p Nt., p p 381 SS.).
148 Husserl, Erfahrung md Urteil, pp. 28 SS.
149 Cfr. Cuarta Parte, c . 2, 2.
432 El campo temático

-en algún respecto y en cierto sentido- distinta d e la d e un


objeto materiall50.
La conciencia d e un horizonte indefinido e indiferenciado signi-
fica que estamos conscientes d e que es posible llevar a cabo la
dilucidación d e dicho horizonte. Podemos entender aquí el término
«dilucidación» en dos sentidos. Sin dejar el lugar en que d e hecho
nos encontramos, podemos intentar traer a la mente recuerdos
e imágenes d e las cosas que se hallan detrás d e nosotros y de
la calle en que nuestra casa está situadal51. O podemos volvernos
y dirigir d e hecho la mirada a aquellas partes d e la habitación que
no veiamos hacía un momento, y podemos salir d e la habitación
y explorar la casa, la calle y la ciudad. Mediante la misma experiencia
de las referencias indicativas a un horizonte indiferenciado e inarti-
culado, cobramos conciencia d e las posibilidades que existen de
dilucidar algo y de transformarlo en tema. Por esto mismo, pode-
mos también llegar a darnos cuenta de que la actualización de
dichas posibilidades depende de nuestro arbitrio.

b. Los potencia/idades intratemáticar y las potencialidades del campo


Al analizar desde el punto de vista noético tanto el campo
temático como el margen, nos encontramos con las potencialidades
de la conciencia. Ya nos había sucedido esto cuando analizamos
el horizonte interno de la percepción o las implicaciones perceptivas
desde un punto de vista noéticol52. Ahora, lo mismo que antes,
nos hallamos con anticipaciones de actos ulteriores y con referencias
a experiencias futuras, mediante las cuales lo que en el momento
presente hace su aparición según una cierta modalidad lo hará
según otra diversa. Existe la conciencia d e que ((puedo hacerlo
si quiero)), es decir, la conciencia de que la actualización d e las

150 Cfr. L. Landgrebe, «The World as a Phenomenological Problem)), Pbilo-


ropby and Pbenomenologicul Reseurcb, 1 (1940), pp. 39 SS. Camo se hace patente
a partir de estas indicaciones, el Fenómeno del mundo está muy íntimamente
ligado con el del campo temático y sobre todo con el del campo temático
perceptivo. Aparte de algunas observaciones que haremos más adelante (cfr.
Sexta Parte, 5 2 a y pp. 472 s.), debernos abstenernos aquí de entrar en un análisis
sistemático del fenómeno del mundo.
151 Cfr. Husserl, Ideen, pp. 48 SS.
152 Cfr. Cuarta Parte, c. 3, $51 y 2.
F.1 campo temático 433

potencialidades que se experimentan depende solamente del libre


arbitrio del sujeto d e la experiencia. E n ambos casos, las potenciali-
dades de que se nata son la de dilucidar y explicitar y la de
explorar de hecho. El carácter de indeterminación adquiere de
este modo el sentido d e determinabilidad. Por último, en ambos
casos puede darse que las potencialidades que experimentamos
reclamen que se las actualice y también que tendamos a ceder
a dicho reclamo. E n términos descriptivos, hay que afirmar que
las potencialidades que juegan un papel en la experiencia tanto
del campo temático como del margen son tan semejantes a las
potencialidades que tienen que ver con la experiencia del horizonte
interno de la percepción que nos es posible remitirnos a la caracteri-
zación que dimos con anterioridad. Las potencialidades que juegan
un papel en los dos casos tienen, sin embargo, un sentido distinto,
en virtud de la diferencia 'que -en lo que respecta a la estructura
de organización- se da entre el tema y el campo temático. Para
mayor comodidad, denominaremos potencialidades intratemáticas a
las potencialidades que tienen que ver con el aspecto noético
del fenómeno de la implicación perceptiva y reservaremos el térmi-
no ((potencialidades del campo» para las que tienen que ver con
el campo temático.
Debido a la independencia153 del tema con respecto del campo
temático, que una unidad del campo temático se transforme en
tema es equivalente a que abandonemos el tema que nos ocupa,
mas no a que dejemos el ámbito o contexto temático del mismol54.
E n realidad, cuando -después de haber llegado a una conclusión-
volvemos a convertir en tema a una d e las premisas de la cual
obtuviéramos dicha conclusión, deja ésta de ser nuestro tema.
N o sólo es posible que la conclusión continúe presentándose a
la conciencia en tales circunstancias, sino que además -si sucede
así- hará la misma su aparición en cuanto perteneciente al campo
temático del nuevo tema (a saber: la premisa en cuestión). Dicha
premisa puede aparecer ahora según la perspectiva de la conclusión
a la que nos lleva y según la orientación que nos conduce hacia
ésta. Aunque -según hemos ya vistol55- la perspectiva según
- ----

153 Tomamos este termino en el sentido ya indicado. Cfr. rnpra, 5 7.


154 En el caso de los datos marginales, la transformación en tema equivalc
al abandono hasta del propio ámbito temático.
155 Cfr. snpra, § 8.
434 El campo temático

la cual se presenta la p r h i s a no carece d e importancia para ésta,


la orientación según la cual aparece un tema, sin embargo, no
es algo que haga un aporte a la conformación y a la determinación
del mismo a fin d e que resulte lo que de hecho experimentamos.
Ambos temas son autónomos e independientes entre sí, a pesar
de que la unidad por pertinencia es la que predomina en la relación
que se da entre el tema anterior y el del momento presente.
De esto se sigue que la transformación en tema que sufre una
potencialidad del campo equivalga al paso efectivo de un tema
a otro.
La situación es por entero diferente en el caso d e las posibilida-
des intratemáticas. Al percibir una cosa desde cierto punto de
vista y al experimentar las referencias a otros aspectos (según
los cuales la cosa hará su aparición cuando la percibamos desde
otros puntos de vista), anticipamos la ocurrencia d e percepciones
diversas d e la presente mas - c o n todo- de percepciones que
son de la misma clase. Lo que anticipamos aquí no es el paso
de un tema perceptivo a otro diverso, sino más bien apariencias
varias del mismo tema, que se da según diversas modalidades
de la presentación. Es menester tener en cuenta también que la
estructura interna del nóema perceptivo posee unidad por coheren-
cia o cohesión estructuralls6. El aspecto según el cual la cosa
es percibida d e hecho se conforma, modifica, define y determina
por medio d e las referencias que implícitamente contiene con res-
pecto a otros aspectos según los cuales pudiera también aparecer.
De esto se sigue que las potencialidades intratemáticas tengan
el sentido de ser posibilidades de dilucidación ): explicitación n o
sólo del tema (o sea, de la cosa percibida) sino también del nóema
correspondiente a una percepción particular (es decir, d e la cosa
en cuanto aparece según el aspecto d e acuerdo con el cual se
da mediante la percepción de que se trate). Anticipamos que los
constitutivos noemáticos que sólo se dan de forma implícita157
por medio d e la percepción del momento presente se ofrecerán
directamente en la experiencia sensible. Cuando de hecho pasemos
de la percepción de una cosa desde un punto de vista a la percepción

Cfr. Cuarta Parte, c. 2, Q: 7 b.


En un sentido conforme a la definición que dimos con anterioridad.
157
Cfr. supra, pp. 323 s.
El cnmpo temirico 435

de la misma desde otro punto d e vista, no abandonaremos el


nóema perceptivo correspondiente a la percepción anterior, ya
que juega éste un papel co-determinante y modificador de la apa-
riencia perceptiva que d e la cosa se da mediante la percepción
ulterior. Como ya hubimos de demostrarlss, el proceso perceptivo
es un proceso d e confirmación y cumplimiento recíprocos entre
las diversas fases del mismo. Durante proceso tal, los constitutivos
noemáticos que experimentáramos con anterioridad d e modo direc-
to en la experiencia sensible se darán luego d e forma implicita.
Y a la inversa: los otros constitutivos pasan de presentarse d e
manera implícita a hacerlo en la experiencia sensible auténtica.
Dichas variaciones -que se refieren a la modalidad d e la presenta-
ción- evidentemente tienen un sentido bien diferente del de las
modificaciones que ocurren cuando el sujeto de la experiencia
-al moverse libremente en un ámbito temático- pasa d e un
tema a otro (aunque el tema anterior pueda aún darse según
la modalidad de la captación continuada) y pertenecen a una dimen-
sión totalmente diversa de la de estas modificaciones.
La transformación en tema d e atributos, determinnciones y
otras propiedades d e nuestro tema sirve de ilustración idónea
de la diferencia que existe entre las potencialidades intratemáticas
y las del campol5Q. Al colocarnos en un punto de observación
determinado, nos será posible percibir un edificio que nos sea
familiar según el aspecto de su configuración arquitectónica global.
E n análisis anteriores, hicimos el descubrimiento de que las referen-
cias a los costados que ahora n o sean visibles son esenciales para
que la percepción del momento presente sea la aprehensión del
edificio según el aspecto de su configuración arquitectónica glo-
halla. Si el edificio en cuestión nos es. familiar en alto grado,
podremos dar por supuesto, por tanto, que dichas referencias
adoptarán la forma d e lo totalmente explícito y hasta la d e h s
imágenes del recuerdo. Al pasar en la memoria d e imagen en
imagen (o sea, de las que corresponden a un costado del edificio
a las que corresponden a otro) y así actualizar las potencialidades

158 Cfr. Cuarta Parte, c. 3, $ 3 .


159 Cfr. nuestro articulo intitulado «Phanomenologie dcr Thematik und d a
reinen Ich», loc. cit., c. 3, $ $ 11 SS.
lao Cfr. Cuarta Parte, c. 2,l.
436 El campo temático

intratemáticas que conlleva nuestra percepción del momento pre-


sente, explicitaremos a ésta y nos atendremos al tema respectivo
durante todo el proceso de explicitación. Mientras recordamos
los costados del edificio que ahora no nos son visibles, es posible
que la atención de nuestra memoria sea cautivada por algún detalle
que presente dicho costado (pongamos por ejemplo el labrado.
de una puerta). E n lo que respecta a la percepción anterior, diremos
que se dan referencias a los costados que n o son visibles sólo
en cuanto poseen éstos un significado funcional a los efectos
del tema perceptivol61. Se dan referencias al costado que no vemos
sólo en cuanto hace éste un aporte a la configuración arquitectónica
global del edificio y no en lo que respecta a todos los detalles
del mismo (sobre todo en lo que se refiere a los detalles que
tienen poca importancia o que n o poseen ninguna a los efectos
de la configuración arquitectónica global del edificio). Cuando
nuestra atención se fije en el costado que ahora no es visible
y cedamos a su reclamo, los detalles del mismo se destacarán
en cuanto determinaciones del tema del acto de la memoria que
ejecutamos en ese momento, y hasta quizá descubramos que tales
determinaciones son esenciales a dicho costado; Estos detalles ape-
nas habían jugado papel alguno en lo que respecta al tema d e
la percepción anterior. El costado del edificio -que ahora no
es visible y que antes era uno de los constitutivos del nóema
correspondiente a la percepción anterior- se separa d e dicha con-
textura noemática y rompe el vínculo que lo une a ella. Se hace
independiente y se convierte en tema por derecho propio. D e
inmediato, los otros costados del edificio -que eran constitutivos
integrantes del tema de la percepción anterior- pueden pasar
a ser relegados al campo temático y hasta al margen, si es que
de hecho continúan todavía haciendo su aparición ante la concien-
cia. E n realidid, cuando el tema del acto de la memoria sea
-por ejemplo- el labrado de una puerta, experimentaremos la
configuración arquitectónica global del edificio y los otros costados
de éste que hagan un aporte a dicha configuración como algo
que no viene al caso.
Por último, hay que decir que el sentido de la indeterminación
del campo temático es distinto al de la del horizonte interno.

161 Cfr. srrpra, pp. 320 SS. y 339 s.


El campo temático ' 437

También nos es posible dar razón d e esta diferencia a base d e


la que existe entre la estructura de organización d e un tema percepti-
vo y la de un campo temático. Como ya hubimos d e demostrarlsz,
la indeterminación del horizonte interno de un nóema perceptivo
afecta los detalles que, sin embargo, se especifican en lo que
se refiere a estilo y tipo. Sea cual fuere el grado d e vaguedad
y de falta de distinción que presenten dichos detalles, se hará
referencia a ellos en cuanto se ajustan a un armazón o patrón,
que a su vez presenta un delineamiento más o menos esquemático
y general. La indeterminación quiere decir en este caso que se
da una ambigüedad en lo que se refiere a la manera concreta
de realizarse que tiene un tipo más o menos determinado. E n
virtud de la estructura de organización del nóema perceptivo,
los constitutivos de éste que se dan directamente en la experiencia
sensible o a los que se hace referencia de modo distinto, diferenciado
y articulado exigen que constitutivos d e tipo determinado formen
parte de los nóemas perceptivos que correspondan a percepciones
ulteriores de la misma cosal63. Toda apariencia perceptiva de
una cosa hace referencia a la continuación y a la complementación
necesarias de sí que llevarán a cabo las apariencias ulteriores.
D e esto se sigue que el acuerdo, la armonía y la congruencia
con el sentido perceptivo de la percepción del momento presente
sean condiciones que se imponen a los productos de las percepcio-
nes ulteriores, si es que la cosa percibida ha de resultar ser en
realidad - d u r a n t e todo el proceso perceptivo- lo que parece
ser mediante la presentación del momento presentel64. Es posible
cumplir de diversas maneras las exigencias, los requisitos y las
condiciones de esta especie. Esta posibilidad encuentra expresión
en el hecho de que el nóema perceptivo puede presentar un carácter
indeterminado. Las condiciones ya mencionadas definen indetermi-
nación tal dentro de ciertos términos y Iímites165. También alcanza
especificación el carácter indeterminado del campo temáticol66.

162 Cfr. Cuarta Parte, c. 2, F, 3.


163 Cfr. Cuarta Parte, c. 1, 3 5.
164 Cfr. Cuarta Parte, c. 1, Q: 3 y c. 3, 5 3.
105 Cfr. Cuarta Parte, c. 2, F, 4 en lo que se refiere al concepto d e ((posibilidad
abierta)) y al origen fenomenológico del mismo en el carácter indeterminado
d e índole especifica que presenta el nóema perceptivo.
166 Cfr. zupra, pp. ,393 ss.
438 El campo temático

En este caso, la pertinencia al tema es la condición de especificación


que viene impuesta a las regiones indeterminadas del campo temáti-
co. Es menester que toda unidad a la que se dé una referencia
como a algo que pertenece al campo temático se relacione con
el tema en virtud de su contenido material. La determinabilidad
del horizonte interno de un nóema perceptivo significa -entre
otras cosas- que existe la expectativa de que el proceso perceptivo
permita responder a los interroga- a que somos incapaces d e
dar respuesta a base de la percepción del momento presente, pero
que se formulan con toda legitimidad ya que son motivados por
tal percepciónl67. La determinabilidad del campo temático quiere
decir que podemos proseguir de acuerdo con ciertos lineamientos
de pertinencia específica y hasta que es posible - c o m o ya vere-
mos 168- continuar indefinidamente dicho proceso. La dilucidación
del horizonte interno implica que la cosa percibida alcanza una
mayor determinación, mientras que la del campo temático n o
afecta al tema sino meramente a la perspectiva según la cual aparece
éste. Todas estas diferencias -y sobre todo la que tiene que
ver con la especificación de lo indeterminado- se derivan d e
la independencia del tema con respecto al campo temático, por
una parte, y -por otra- de la interdependencia y d e la determina-
ción reciproca de los constitutivos del nóema perceptivo. Estos
constitutivos son modificados esencialmente por el significado fun-
cional'que se confieren mutuamente y que reciben unos de otros.
Se debe esto a las referencias a otros constitutivos que forman
parte de todo constitutivo (e incluimos entre aquéllos a los que
sólo vienen determinados en lo que se refiere a estilo y tipo).
De esto se sigue que parezca inadecuado interpretar la diferencia
que tiene que ver con la especificación de lo indeterminado como
si fuera sólo una diferencia de grado, como si las condiciones
especificantes fuesen -en el caso del horizonte interno- meramen-
te de «mayor intensidad)) que en el del campo temático. Podemos
caracterizar con mayor propiedad a dicha diferencia diciendo que
la especificación de lo indeterminado tiene en un caso un sentido
y un s&nifitado diverso del que presenta en el otro.

167 Cfr. s ~ p r a p.
, 288.
168 Cfr. Sexta Parte, @ 1.
S e x t a parte

PROBLEMAS ONTOLÓGICOS
Capítulo 1
PROBLEMAS ONTOLÓGICOS

1. La continuación indefinida del contexto

La estructura «temz-campo temático)) constituye un invariante


formal d e organización cuya importancia es d e alcance universal.
Esta estructura se realiza en todo momento d e la vida consciente,
sea cual fuere el objeto1 que se presente mediante un acto dado.
Así como todo invariante formal adopta una forma particular
en cada caso concreto en que toma cuerpo, también la pertinencia
se especifica cada vez que un tema hace su aparición en un campo
temático. La pertinencia -en cuanto la experimentamos d e hecho-
se modifica y se especifica siempre en conformidad con los conteni-
dos materiales tanto del tema como del campo temático y en
función de dichos contenidos.
Nunca nos encontraremos ante hechos o datos dispersos en
virtud del alcance universal que posee dicha estructura formal
de organización. Sea cual fuere el objeto que sea nuestro tema,
hará éste su aparición en un campo temático y lo experimentaremos
en cuanto perteneciente a algún contextb, con todo lo indetermina-
d o e inarticulado que tal contexto pueda ser. Ocuparnos d e un

1 Empleamos este término con el sentido más amplio posible.


442 Problemas ontológicos

tema quiere decir, por tanto, que se nos presente un repertorio


más o menos amplio d e datos y unidades que -en virtud d e
su pertinencia al tema- se integran en el campo temático por
referencia a aquél.
N o sólo es posible que el campo temático tenga un carácter
indistinto e indeterminado, sino que además - c o m o ya tuvimos
ocasión d e decir2- la vaguedad y la indeterminación caracterizan
por lo general a las zonas más remotas del campo temático. Un
tema dado n o sólo se refiere y apunta a las partes «adyacentes»
del campo temático (o sea, a objetos, hechos, datos y unidades
que sean d e importancia inmediata para aquél), sino que además
se refiere y apunta a las zonas más remotas que tienen relativamente
poco que ver consigo mismo y aún más allá al referirse a ciertas
unidades que se funden entre sí y que forman una masa inarticula-
da. Tal masa apenas posee impacto directo sobre el tema. Con
todo, se dan referencias a esa masa -compuesta d e unidades que
se mezclan y funden entre sí-. en cuanto es pertinente al tema d e
alguna forma, al menos en el sentido d e que los componentes in-
distintos e indiferenciados d e la masa tienen «que ver» con el tema
o poseen índole y naturaleza idénticas a las de éste. La vaguedad y
el carácter indistinto d e la referencia indicativa corresponde a la in-
determinación y a la inarticulación de la masa que se encuentra in-
tegrada por unidades que se han fundido entre sí. Hablando con ri-
gor, hay que afirmar que la experiencia de la pertinencia posee aquí
el sentido d e continuación indefinida y no el d e continuidad del contexto.
La pertinencia presentará una cierta coloración determinada aun
cuando adopte la forma más vaga posible, en tanto y en cuanto la
experiencia d e la continuación indefinida del contexto tiene -en
cada caso dado- el sentido d e continuación posible de un contex-
t o d e especie determinada y no de otro cualquiera.
E l término alemán «Einstellunp sirve d e vehículo idóneo para
dar expresión a este fenómenos, y el vocablo «actitud» parece
ser su equivalente adecuado. Supongamos que - d e hecho- nues-
tro tema sea una determinada relación aritmética. Tal relación
se referirá no sólo a otras relaciones aritméticas que se sigan

Cfr. sttpra, p p 394 SS.


2
Es decir, al de la experiencia de indole específica que tenemos de la conti-
3
nuación indefinida del contexto.
Problemas ontológicos 443

de ella o a aquélhs de las cuales se derive, sino que también


lo hará con respecto a otras relaciones numéricas que casi nada
tengan que ver con el tema en cuestión. Si tenemos presente
que aquí hablamos como fenomenólogos y no en cuanto maternáti-
cos, tendremos que expresarnos con mayor precisión y afirmar
que estas otras relaciones numéricas n o las experimentamos como
algo que tenga que ver con el tema y que su importancia posible
con respecto al tema no hace su aparición ante la conciencia,
aunque de hecho se den referencias a dichas relaciones. E n cierto
sentido, tales referencias se dan con respecto al sistema entero
que forman los números y a la totalidad d e las relaciones aritméticas.
E n virtud de que el sistema que integran los números es infinito,
no podrá el mismo hacer su aparición ante la conciencia si no
es mediante la experiencia de la posible continuación indefinida
del contexto. Cuando hablamos de adoptar una actitud aritmética
o de encontrarnos en la actitud (eingesfelif) correspondiente a la
aritmética, lo que queremos decir es precisamente que tenemos
experiencia tal de la referencia indicativa en su forma más compacta
posible, la cual -sin embargo- presentaría una índole específica.
Por medio del ejemplo aritmético, se hace patente que es menester
considerar la continuación indefinida del contexto en cuanto poten-
cialidad del campod. Con toda generalidad, se puede afirmar que
la experiencia de la continuación indefinida del contexto es la
conciencia que tenemos de que es posible proseguir por vías deter-
minadas de pertinencia en el seno de un horizonte y d e modo
tal que - c u a n t o más lejos llegue el sujeto- menor será el grado
de determinación que presenten las relaciones d e pertinencia que
se den con respecto al tema que nos sirviera d e punto de partida.
Emplearemos el término «orden de la existencia)) para denotar
al repertorio más amplio posible de unidades y datos a que pueda
referirse la conciencia de la continuación indefinida del contexto.
Por «campo temático)) queremos dar expresión a aquella parte
del orden de la existencia que se encuentra inmediatamente junto
al tema y cuyos componentes se experimentan como lo que tiene
impacto directo sobre el tema y en cuanto tienen que ver de
modo inmediato con el mismo. Es casi imposible, por supuesto,

4 Cfr. supra, pp. 429 s.


444 Problemas ontológicos

establecer una nítida separación entre el campo temático y lo


que se encuentra más allá de éste pero que, sin embargo, pertenece
al mismo orden de la existencia. Tal separación no puede llevarse
a cabo a base del grado de articulación que se dé, ya que -según
hubimos de verJ- el campo temático, tomado ahora en un sentido
estricto, puede presentar todos los grados concebibles d e indetermi-
nación y de falta de distinción. E n última instancia, aquello a
que nos referimos mediante el término «orden d e la existencia))
no es más que un campo temático que ha sido ampliado indefinida-
mente.
Si tenemos en consideración .que todo objeto hace su aparición
en un campo temático y que las referencias indicativas se dan
con respecto tanto a las zonas próximas como a las remotas del
campo temático, nos será posible afirmar que todo objefo que nos
ocupe -sea cual fuere la índole de éste- se presentará en el seno de
un orden determinado de la existencia y en cuanto miembro del mismos.
Experimentar un objeto equivale a encontrarse ante un orden detumina&
de la existencia. En un momento dado, el objeto que hemos escogido
como tema ocupa el centro del orden d e la existencia de que se
trate. O dicho de otra forma: el orden de la existencia se presenta
a la conciencia desde el punto d e vista del objeto que hemos
escogido como tema. La vaguedad y la falta d e distinción de
índole específica que presentan la perspectiva y la orientación
que el tema deriva del campo temático que ha sido ampliado
indefinidamente corresponden a la inarticulación y a la indetermina-
ción de las, pese a todo, especificadas referencias indicativas que se
dan a dicho campo. Bajo la rúbrica de índice posicional, incluimos
todo rasgo y coloración que un contexto confiera a un tema'. E n
el caso d e un orden de la existencia o campo temático que haya sido
ampliado indefinidamente, el índice posicional se limitará a ser un
índice existencia1 que apenas indique otra cosa que el hecho de que
un tema sea pertinente a un orden determinado de la existencia.

5 Cfr. Quinta Parte, 5.


6 James ha formulado una tesis semejante aunque dentro de un marco
bastante diferente (cfr. The Principies of Pzycbology, 11, p. 293).
7 Cfr. supra, pp. 421 S S .
2. Los órdenes de la existencia

Tanto los ((agrupamientos naturales)) en que las cosas se presen-


tan en la experiencia pre-científica y pre-teórica como los sistemas
explicativos que se construyen en las diversas ciencias a fin d e
dar razón del mundo material, histórico y social pertenecen al
ámbito d e los órdenes d e la existencia, tal y como entendemos
aquí este término. Debemos hacer referencia también a los órdenes
puramente ideales d e la existencia, tales como los sistemas lógicos,
los varios sistemas geométricos, el sistema d e los números naturales,
los sistemas numéricos generalizados y así sucesivamente. Por últi-
mo, nos encontramos con los universos d e la creación artística
(como es, por ejemplo, el de la música). A cada orden determinado
de la existencia pertenecen ciertos principio$ especrjCicos de pertinencia
que lo constituyen y lo unifican. .Podemos dar expresión a las
diferencias que hay entre los diversos órdenes d e la existencia
y definir a las mismas en función d e los varios principios d e
pertinencia constituyentes de cada orden.
a. El ordenj los sub-órdenes de /a realidad
Como veremos d e inmediato, el tiempo objetivo es el principio
d e pertinencia que constituye a la realidad en general (de la cual
el mundo perceptivo es la capa fundamental). Por ((mundo percepti-
vo» entendemos el orden d e la existencia que - e n la actitud
pre-teórica o a-teórica d e la experiencia cotidiana- sin lugar a
dudas cuenta para cada uno d e nosotros como la realidad exterior.
A cada momento d e nuestra vida consciente, nos encontramos
en el mundo perceptivo. Es en este mundo que existimos, llevamos
a cabo todas nuestras actividades y nos encontramos con nuestros
semejantes (con quienes guardamos relaciones d e la más varia
índole). Al vivir y actuar en el mundo perceptivo real, nos orienta-
mos en el mismo al seguir la pauta d e cierta «comprensión» y
familiaridad de índole especifica, que se dan, sin embargo, de
modo implícito y sin alcanzar formulación alguna. «Comprensión»
y familiaridad tales presentan el carácter general d e conciencia
d e horizontes. Tal comprensión implícita del mundo perceptivo

8 E n 10 que respecta al deterioro que sufre en condiciones patológicas


I;i familiaridad rutinaria e informulada con que nos relacionamos con el mundo
real y la familiaridad informulada con que nos relacionarnos con
el mismo en cuanto escenario, trasfondo general y suelo de todas
nuestras actividades en la vida cotidiana anteceden a todas las
explicaciones teóricas y científicas que puedan hacerse con ulteriori-
dad y se hallan -por lo tanto- a la base de éstas y son independien-
tes de las mismas.
E n el seno de la realidad principalísima que para cada uno
de nosotros es el mundo perceptivo como totalidad, han llegado
a distinguirse entre sí varias esferas de actividad y d e vida. Entre
éstas haremos mención d e la de nuestra actividad profesional,
la de nuestra vida familiar y la d e la política (en la cual actuamos
como ciudadanos). D e acuerdo con las condiciones vigentes en
la civilización moderna, la separación existente entre dichas esferas
de la vida ha ido acentuándose gradualmente y cada esfera particular
ha ido adquiriendo una autonomía cada vez mayor. Hemos d e
tomar a cada una de tales esferas y a otras semejantes en cuanto
órdenes de la existencia, dándole a este término un sentido confor-
me a la definición que de él hemos hecho -es decir, que habremos
de tomarlas como contextos sistemáticos que se constituyen y
unifican con respecto a principios específicos d e pertinencia. E n
cuanto a las esferas de la vida profesional, habrá que decir que
los correspondientes principios de pertinencia evidentemente varían
en función de la naturaleza d e la actividad profesional d e que
se trate. Sea cual fuere dicha naturaleza, podemos describir cada
esfera de la vida profesional como un sistema de propósitos, planes,
proyectos, intenciones, fines, medios y acciones. Todas estas cosas
se refieren unas a otras, y cada una d e ellas ocupa un cierto
lugar determinado en el seno de un orden y de una organización
que son d e índole jerárquica. Aquéllos de nuestros semejantes
que encontremos en la esfera de la actividad profesional harán
su aparición de acuerdo con los papeles que tengan dentro de
dicha esfera y se presentarán en cuanto definidos por ellos. Se
mostrarán como estudiantes, maestros, médicos, pacientes, empre-
sarios, empleados, socios de negocios, clientes, funcionarios investi-
dos de autoridad y asi sucesivamente. D e modo análogo, también

perceptivo y sobre todo en lo que se refiere al caso que tradicionalmente


ha sido clasificado como «ceguera psicológica», cfr. Merleau-Ponty, PbénoménoIo~i~
de la perception, Primera Parte, 111.
Problemas ontoldgicos 447

experimentaremos a las cosas según la perspectivas de las situacio-


nes de acción concreta en que nos sirvan de instrumentos y utensi-
lios, haciendo así su aparición por referencia a fines pertinentes
a situaciones tales. Las cosas no sólo se presentan en cuanto
provistas de un sentido de instrumentalidad especificas, sino que
también lo hacen en cuanto pertenecen a situaciones típicas, es
decir, en cuanto dotadas de un índice existencia1 determinado
mediante el cual cobramos conciencia de su pertenencia a la esfera
de acción de que se trate. Supongamos que -al encontrarnos
inmersos en nuestra actividad profesional- damos con una idea,
un plan, una cosa o una persona que no se ajuste al sistema
de quehaceres pertinentes y que no cumpla los requisitos estableci-
dos por los principios de pertinencia que constituyen a orden
tal. Experimentaremos entonces al «intruso» como afuera d e lugar»
y en cuanto carente de existencia en esa esfera d e la vida. La
intromisión de un objeto que carezca d e pertinencia con respecto
a la esfera en cuestión la experimentaremos como invasión incipien-
te del sistema en que vivimos en ese momento por parte de
uno ajeno, ya que todo objeto10 que haga su aparición se referirá
por medio de su propia apariencia al orden de la existencia que
le corresponda.
Hemos de considerar a esferas tales d e la vida y la actividad
como agrupamientos naturales en que los objetos se presentan
en la experiencia de la vida cotidiana. Entre dichos agrupamientos
figura también el orden de nuestro presente actual, que se opone
al de nuestro pasado. Nuestro presente actual abarca todo lo que
sea percibido en el momento presente. No sólo percibimos los
objetos de nuestro presente actual mediante actos que ocurren
en el momento presente del tiempo fenoménico, sino que también
los aprehendemos, ponemos, intencionamos y mentamos en cuanto
coexistentes y como simultáneamente duraderos en el tiempo objeti-
vo o -hablando con mayor precisión- en la fase presente del
mismoll. La duración y el tiempo objetivos tienen una denotación
noemática, es decir, que se refieren a rasgos y constitutivos que
pertenecen al sentido objetivo de lo que se aprehende mediante

9 Cfr. supra, pp. 54 SS.


10 De nuevo tomarnos este término con el sentido más amplio posible.
11 H usserl, Erjabrung und Urfeil, fj 36.
448 Problemas ontologicm

los actos de la conciencia. Entre los objetos en cuestión se da


una «unidad por conjunción objetiva)) (Einbeit des objektiven Zmam-
men). La unidad por conjunción objetiva, al encontrar su fundamen-
to en la unidad d e duración en el tiempo objetivo, tendrá la
misma extensión que ésta.
Lo que pertenece al pasado se separa del orden del presente
actual, ya que el presente y el pasado no poseen la misma unidad
de duración objetival2. E n lugar d e examinar el pasado en general,
pasemos a analizar ciertos segmentos bien definidos del mismo,
como son -por ejemplo- ciertas secuencias continuas y coheren-
tes de hechos que tuvieron lugar el año anterior, una escena
de nuestra infancia o los acontecimientos d e nuestra primera juven-
tud. D e una manera más o menos vívida e intuitiva, recordemos
una vez más un segmento d e nuestro pasado y experimentémoslo
de nuevo. Ateniéndonos a dicho segmento d e modo consistente,
nos será posible seguir de fase a fase el curso continuo y coherente
de los hechos. El volver a experimentar las cosas mediante un
recuerdo de esta especie posee esencialmente la misma estructura
de temporalidad fenoménica que la aprehensión perceptiva d e un
proceso que tenga lugar en el presente, o sea, de uno que aprehenda-
mos y mentemos en cuanto acontece en la fase del presente objetivo.
E n cada momento del intervalo fenoménico que dura el acto
de volver a experimentar las cosas, sólo captaremos una fase deter-
minada del proceso o de la secuencia de hechos que recordamos,
mientras que las fases anteriores las continuaremos captando todavía
y las ulteriores las anticiparemos en la memoria como algo que
está a punto de ser captado. Con todo, lo que así volvemos
a experimentar es la totalidad del proceso pasado que se recuerdala.
Cada segmento d e nuestro pasado es un orden de la existencia
análogo al del presente actual. E n realidad, la unidad de duración
en el tiempo objetivo pasado que recordamos constituye o por
lo menos funda la unidad d e un segmento delimitado cualquiera
de nuestro pasado. Sólo los objetos, hechos y acciones que han
durado simultáneamente en el tiempo objetivo pertenecen al mismo
segmento de nuestro pasado. Los segmentos diversos de nuestro
pasado se separan entre sí, ya que no corresponden a la misma

12 Ibid., 5 37.
13 Cfr. rupra, pp. 408 SS.
Problemas ontológicos 449

unidad de duración objetiva. Y esto no es menos cierto d e lo


que sucede entre cada uno de ellos y el presente actual,. siendo
la razón de esta otra separación la misma que en el caso anterior.
'
N o debemos interpretar tal separación, sin embargo, como si
implicara una ruptura y una desconexión totales. Nos encontramos
con que el tiempo objetivo posee una estructura de horizonte
análoga a la del tiempo fenoménicol4. Todo momento del tiempo
objetivo -ya sea del pasado o del presente- se trasciende a
sí mismo al referirse tanto a las fases anteriores como a las siguientes.
Al volver a experimentar un segmento determinado d e nuestro
pasado del modo ya descrito, nos será posible seguir prospectiva-
mente las referencias temporales (cuya índole es la d e horizonte),
y d e esa manera podremos pasar del segmento en cuestión a
otros posteriores, hasta que por fin este volver a experimentar
las cosas en que nos hemos enfrascado culmine y desemboque
en el presente actual. Y viceversa: si empezamos el proceso a
partir de nuestro presente actual, nos será posible retrotraernos
a los segmentos anteriores. Al penetrar d e tal manera en nuestro
pasado, podremos -al menos en principio- alcanzar cualquier
segmento del mismo, por remoto que pueda ser con respecto
a nuestro presente actual y con todo lo vacío y oscuro que pueda
parecernos en un comienzo el intervalo que separa al presente
actual de un segmento determinado del pasado. Concatenamos
un segmento cualquiera de nuestro pasado con todo otro segmento
del mismo y también con nuestro presente actual mediante el
proceso prolongado de volver a experimentar las cosas, d e penetrar
en los horizontes y desentrañar y desplegar los mismos y d e
evocar recuerdos cada vez más explícitos. E n lo que respecta
a la posibilidad de tal concatenación, podemos afirmar que tanto
cada segmento de nuestro pasado como nuestro presente actual
adquieren el carácter de segmento en un sentido auténtico -es
decir, que se convierten en partes d e un orden d e la existencia
que incluye y abarca más cosas, a saber: la historia d e nuestra
vida.
Ciertas relaciones específicas entre los diversos entornos espacia-
les llegan a ser posibles en virtud d e la unificación de las unidades
objetivas de duración que corresponden respectivamente a los

'4 Para lo que sigue, cfr. Husserl, Erfahrung und Urtcil, 8 38.
450 Problemas ontológicos

varios segmentos de nuestro pasado y a nuestro presente actual.


Nos referimos aquí a las posibles relaciones entre los escenarios
correspondientes a los segmentos de nuestro pasado y el de nuestro
presente actual. A todos los objetos y los hechos que jugaron
un papel en nuestra vida, se les asigna lugares determinados en
el tiempo objetivo, que es el tiempo de la historia de nuestra
vida. De esto se sigue que dichos objetos y hechos guarden entre
sí relaciones determinadas de índole objetivo-temporal. A base
de tales relaciones temporales, llegan a establecerse relaciones espa-
ciales ente los entornos respectivos en que los hechos tuvieron
lugar y entre los objetos que existieron o que aún. existen's.
Se constituye así un espacio circundante y unitario que presenta
un carácter coherente aunque limitado. Para cada uno de nosotros
es éste el espacio del «mundo de la vida» (Lebemweft) que le

, es propio, o sea, el del mundo en que uno ha existido y continúa


existiendo.
A fin de ampliar el alcance de nuestro análisis, tengamos en
/ cuenta ahora la comunicación intersubjetiva. Cuando alguien nos
(
cuente sus experiencias pasada~procederánlos segmentos de su
pasado a insertarse en el mismo tiempo objetivo -<(tiempo patrón
o normal)), lo llama Schützla- en que ocupan también un lugar
los segmentos de nuestro pasado. Las experiencias pasadas suyas
guardarán así relaciones temporales determinadas con las nuestras.
\ Las dos biografías habrán ocurrido en el mismo tiempo patrón
/ de índole intersubjetiva, lo cual no quiere decir -por supuesto-
que se fundan entre si, pues permanecen separadas una de otra.
i En virtud de que los segmentos del pasado de otra persona cual-
/
!
quiera se insertan en el mismo tiempo patrón objetivo en que
los segmentos de nuestro pasado también ocupan un lugar determi-
'
nado, se amplía de tal manera el sistema de las relaciones espaciales
que se dan entre los escenarios correspondientes a los segmentos
de nuestro pasado que llega abarcar también aquél los escenarios
de la biografía de toda otra persona, aun cuando quizá no hayamos
visto jamás por cuenta propia dichos entornos espaciales y no

15 Según Husserl, es menester que los objetos coexistan en el tiempo objetivo


a fin de que guarden relaciones espaciales entre si. Cfr. ErjArnng un¿ Urfeil,
pp. 182 SS.
16 Schutz, loc. cit., p. 545.
Problemas ontológicos 45 1

hayan jugado éstos papel alguno en nuestra biografía. Este sistema


d e relaciones espaciales alcanza todavía una expansión mayor cuan-
d o tenemos en cuenta la comunicación intersubjetiva de índole
indirecta que tiene lugar por medio d e los libros y d e la tradición.
A base del tiempo obetim uno y único en que las biografías de
todas las personas tienen lugar, se unvican todos los entorm e~paciale~
que corresponden a dichas biografías yforman un orden de la existencia
que todo lo abarca, a saber: el rínico mundo espacio-temporal, real y
objetivo, el mundo d e la vida d e todos los seres humanos que
se encuentren en comunicación unos con otros,tya sea directa
o indirectamente. El tiempo objetivo es «...la forma de todo mundo
posible de experiencia objetiva ... la forma primera y fundamental,
la forma de todas las formas, el supuesto de todas las otras conexio-
nes que establezcan unidad de otras maneras»". O para darle
expresión en nuestras propias palabras: el tiempo obetivo es elprincipio
fundamental de pertinencia de la realidad, en tanto y en cuanto la
unidad de la realidad depende del tiempo objetivo. Con respecto
a la posible unificación, todos los órdenes de la existencia que he-
mos descrito hasta este momento (a saber: las biografias d e todas
las personas, los entornos espaciales en que dichas biografías ocu-
rrieran y las esferas de actividad, de vida profesional y de existencia
familiar de todas las personas), deben ser considerados como ~ u b -
órdenes de la realidad en general, que es el orden de la existencia
que todo lo incluye y lo abarca. Esto es cierto pese al hecho de que
los subórdenes poseen -uno con respecto al otro- una autono-
mía y una independencia relativas y d e que en algunos casos Ile-
guen a darse relativamente separados entre si y a pesar d e la diver-
sidad que hay entre los principios específicos de pertinencia que
constituyen los varios subórdenes.

17 Husserl, Erfabrnng md Urtril, p. 191: «Antes de que se formule todo


interrogante respecto a la realidad objetiva y antes de que se plantee el problema
de saber qué es lo que confiere a determinados objetos intencionala o 'aparien-
cias' que se presentan mediante experiencias intuitivas el privilegio en virtud
del cual les atribuimos el predicado de objetos 'verdaderos' o 'reales', nos
encontraremos ante el hecho de que la propiedad esencial de todas las 'apariencias'
-tanto de las verdaderas como de aquéllas que resulten ser una pura nada-.
n o es otra que la de darm~el tiempo y la de hacerlo de modo tal que todos
los tiempos que asf se den formen nn solo tiempo único)).
Problemas ontológicos

b. Los órdenes autónomos de la existencia


Los productos de la imaginación quedan excluidos de la reali-
dad 18. También presentan éstos estructuras temporales. Al imaginar
libremente objetos cualesquiera y al asignarles los atributos y las
propiedades que nos plazcan, se presentarán los mismos a la fantasia
en cuanto duraderos en el tiempo, ya sea que se den como inmuta-
bles o como sujetos al cambio. Es posible imaginar que hechos
de toda especie se desarrollen y pasen por fases temporales. E n
lugar de limitarnos a actos dispersos de la imaginación que carezcan
de vínculo entre sí, nos es posible referir unos a otros los productos
de varios actos de la misma y concatenarlos unos con otros.
Podemos establecer continuidad y unidad entre los productos d e
la imaginación de modo tal que tengamos por resultado un «mundo
de la fantasía)). Este mundo será el correlato d e un proceso continuo
y sostenido de ia imaginación, del cual entren a formar parte
los actos particulares d e la misma en virtud del sentido que les
es propio. Los mundos de la fantasía (como son, por ejemplo,
los de la épica, la lírica, el drama o la novela) pueden presentar
notable complejidad en lo que respecta a los hechos y acaeceres
que imaginamos como engranados entre si. Es posible que existan
las más variadas relaciones entre los personajes d e que se trate
-personas de índole humana, divina y hasta animal (como sucede
en las fábulas de animales). A fin de que un mundo determinado
de la fantasía haga su aparición en cuanto uno, es menester que
no contenga ni contradicciones ni inconsistencias. Los hechos en
cuestión deben entrar a formar parte de secuencias ordenadas,
de modo que algunos de ellos resulten d e acaeceres previos y
que den lugar -a su vez- a complicaciones ulteriores. Pasamos
de una fase a otra al inventarnos un mundo de la fantasía o
al seguir -tal y como sucede en la lectura- el proceso imaginativo
del autor. E n cada momento de nuestro imaginar (ya sea éste
de índole productiva o meramente receptiva), una fase determinada
del mundo imaginado hace su aparición en cuanto presente y
hace a la vez referencia retroactiva a fases anteriores y referencia
prospectiva a las posteriores.
Tal y como sucedía en el caso del presente actual y en el

18 Para lo que sigue, cfr. Ibíd., $5 39 S.


Problemas ontológicos 453

d e los segmentos del pasado, nos encontramos ahora con que


también un mundo d e la fantasía se unifica por referencia al tiempo.
Es menester hacer notar que el tiempo d e que aquí se trata no
es el de índole fenoménica, es decir, la duración y el orden temporal
de los actos d e la imaginación. Nos es posible ocuparnos d e
objetos y hechos imaginados o habérnoslas con un mundo d e
la fantasía tanto d e una tirada como por medio d e una pluralidad
d e actos separados entre si por intervalos d e mayor o menor
duración (como pasa, por ejemplo, cuando continuamos ahora
la lectura a partir de donde la interrumpiéramos con anterioridad).
Podemos imaginarnos un objeto o un hecho mediante la conciencia
explícita de que lo mentamos en cuanto idéntico al que imaginára-
mos en una ocasión previa. La continuidad del tiempo imaginado
(o sea, del tiempo en que ocurren los objetos y hechos que imagina-
mos y en el que guardan éstos relaciones determinadas entre sí)
no resulta afectada en absoluto por las discontinuidades que puedan
darse en el proceso imaginativo. Aquí debemos hacer hincapié
de nuevo en la distinción entre la duración d e los actos d e la
conciencia y el orden en que se siguen unos a otros, por una
parte, y, por otra, las estructuras temporales d e lo que se aprehende
y mienta por medio de los actos de la conciencia según modalidades
cualesquiera de la aprehensión intencional (e incluimos entre éstas
la de la imaginación)lg.
Si bien es cierto que la temporalidad de los objetos y d e
los hechos imaginados no debe ser confundida con la fenoménica,
también es verdad que es menester no confundirla tampoco con
el tiempo patrón objetivo. Es evidente que preguntar si un hecho
imaginado es contemporáneo de algún suceso real o cuál d e los
dos es anterior en el tiempo carece totalmente d e sentido. Aunque
sea verdad que el tiempo imaginado es un tiempo «objetivado»
(en tanto y en cuanto denota aquél la duración y el orden temporal
d e las cosas imaginadas y no los d e los actos d e la imaginación),
también es cierto que el mismo n o es más que un «cuasi-tiempo)),
en consonancia con el hecho d e que un mundo d e la fantasía
no' es otra cosa que un ((cuasi-mundo»%. Lo que imaginemos
-trátese de personas, d e hechos o d e cosas- quedará afectado

19 Ibíd., 6 42 a; cfr. también rnpra, pp. 379 SS.


H usserl, Erjabrnng nnd Urtcil, pp. 196 SS.
454 Problemas ontológicos

por la ((modalización de neutralización»21. La neutralización afecta


a todos los atributos y propiedades de los productos de la imagina-
ción y también al tiempo en que los objetos y los hechos imaginados
se disponen unos con respecto de otros. Ningin mundo de /a fantmia
e~ un ~ubordende /a realidad, en virtud de que la inserción en el
tiempo real objetivo es la condición necesaria que debe cumplir
cualquier objeto a fin de pertenecer al orden d e la realidad. D e
esto se sigue que es menester considerar a todo mundo de la fantcurá
en cuanto orden de /a existencia por derecho propio.
No sólo se encuentran divorciados de la realidad los diversos
mundos de la fantasía, sino que además es posible que carezcan
de nexo entre sí. Cuando una pluralidad de hechos imaginados
se presenta de forma concatenada, se conciben los diversos ((cuasi-
tiempos)) en que tales hechos ocurren respectivamente en cuanto
fases de un cuasi-tiempo por referencia al cual los múltiples hechos
imaginados se unifican y forman un mundo d e la fantasía que
los engloba. Tal unificación es, sin embargo, completamente extrín-
seca a los productos de la imaginación. No es menester que ningún
hecho imaginado o que ninguna secuencia d e tales hechos -en
virtud del sentido que les es propio- sea insertado en un contexto
mayor. La unificación de que aqui se trata depende por completo
del arbitrio y del capricho del sujeto de la imaginación. Se encuentra
éste en completa libertad tanto de unificar los productos de la
imaginación como de absteneise de llevar a cabo dicha unificación,
ya que cada uno d e tales productos se encuentra provisto de
un cuasi-tiempo propio y, por lo tanto, se halla desvinculado
de todos los demás. Si bien es verdad qtte se debe mantener
a cada mundo de la fantasía libre de toda contradicción, no es
cierto -sin embargo- que se pueda plantear con legitimidad
problema alguno en torno a la consistencia o inconsistencia entre
hechos que pertenezcan a mundos diversos de la fantasía22. Existi-
rán, entonces, tantos órdenes independientes y autónomos d e la

21 Cfr. Idean, $4 109 SS. en lo que respecta a la umodalización de neuualiza-


ciónn y a su importancia en lo que se rdierc a la imaginacibn.
22 Husserl, Er-fabrung u d Urteil, pp. 201-202: «Aquí la unidad del tiempo
juega el papel determinante de condición de la posibilidad de una unidad
del mundo en cuanto es ésta correlato de la unidad de 'una' experiencia y,
por as( decirlo, el papel de condición de la posibilidad del suelo sobre el
cual se ventilan todas las incompatibilidades en forma de 'conflicto'».
Problemas ontológicos 455

existencia como haya diversos mundos de la fantasía. D e esto


es ejemplo la existencia de múltiples novelas, dramas y poemas
épicos.
Con anterioridad23, pusimos de manifiesto el papel que juegan
la imaginación y «la variación libre en la imaginación» en el proceso
d e la ideación, es decir, en la constitución de los eidt?. A la luz
de los resultados que acabamos d e obtener, se hace patente ahora
que los edt?-en cuanto invariantes que surgen en el curso del
empleo del método de la variación libre y como límites que no
han de ser infringidos por la imaginación- quedan excluidos
del mundo de la realidad. Debemos sustentar la validez del concepto
de jorismós de Platón, aunque n o por ello lo interpretemos en
el sentido del realismo metafisico24. Los eidt?no se presentan separa-
dos y desvinculados entre sí; más bien hacen su aparición en
órdenes sistemáticos y forman ámbitos eidéticos. Ejemplos d e tales
ámbitos los encontramos en los sistemas que forman los colores
y las notas musicales, en los sistemas numéricos, en cualquier
sistema geométrico y en cualquier multiplicidad (MannigfaLfigkit)
matemática. i 3 menester considerar a todo ámbito eidético tomo orden
a~tónomode /a existencia. En contraste con los mundos d e la fantasía
que analizamos con anterioridad, los ámbitos eidéticos son esencial-
mente de índole atemporal; no presentarán, pues, ni siquiera las
estructuras de un cuasi-tiempo. A fin d e dar razón de la atemporali-
dad esencial que los caracteriza, es menester tomar en consideración
' el hecho de que no nos inventamos un cuasi-mundo de indole
coherente y continua cuando pasamos de una variedad a otra
durante todo el proceso de la variación libre en la imaginación.
E n dicho proceso, nos encontramos más bien en bzísqueda de
un invariante que no resulte ser una d e las tantas variedades,
en virtud de que tal invariante ha d e realizarse en toda variedad.
La variación libre en la imaginación nos prepara así para llevar

23 Cfr. snpra, pp. 225 SS.


24 Con anterioridad (cfr. Cuarta Parte, c. 1, 8 6 a), hemos hecho la presenta-
ción del principio de la fenomenologfa trascendental, según el cual todo objeto
y todo existente se refieren necesariamente a los actos y a las operaciones de la
conciencia que se hallan sistemáticamente concatenados entre si. La interpraa-
ción que hacemos de todo existente en cuanto correlato de un grupo de actos de
la conciencia que se halle sistemáticamente organizado vale tanto para los eid¿
como para todo otro objeto cualquiera.
456 Problemas ontológicos

a cabo una real metabasis eis allo genos. Y , sin embargo, tendremos
que renunciar a ello, ya que, dentro d e los límites que nos hemos
impuesto en esta investigación, nos será menester abstenernos
de continuar con la profundización en el problema d e la ideación.

3. Los principios d e pertinencia y la constitución de los


órdenes d e la existencia

En el examen que hicimos del presente actual, d e los segmentos


del pasado y de los mundos de la fantasía, hemos seguido muy
de cerca los análisis que llevara a cabo Husserl. El problema
que ocupara a Husserl no es, sin embargo, el mismo que nos
interesa aquí. El motivo de que Husserl examine las diferentes
formas en que pueden unirse las cosas se encuentra en el hecho
de que las relaciones entre las mismas se establecen a base d e
tales formas de conexión. El fin último que persigue Husserl
consiste en dar razón de la diferencia que existe entre las relacione$
de ideas y las relaciones entre hechos en función de las varias formas
según las cuales se unen entre sí las cosas que así se relacionan25.
A nosotros nos interesa más bien hallar un principio en virtud
del cual los órdenes de la existencia presenten unidad y continuidad.
El tiempo objetivado -ya sea el real o un cuasi-tiempo-
es una condición necesaria por lo menos de ciertos órdenes determi-
nados de la existencia. A fin de que un hecho pertenezca a un
cierto segmento del pasado, es menester que se dé en continuidad
temporal con otros hechos que integren dicho segmento del pasado.
De modo semejante, no es posible que un hecho imaginado perte-
nezca a un mundo de la fantasía, a menos que ocupe un lugar
en ese cuasi-tiempo en que imaginamos que ocurren las cosas
y los acaeceres del mundo d e que se trata. Por otra parte, no
podemos considerar al tiempo objetivado como principio constituti-
vo general d e todos los órdenes d e la existencia, en virtud de
que se dan los ámbitos eidéticos que son órdenes de la existencia
de índole esencialmente atemporal.

m Husserl, Erfahrnng nnd Urtcil, 8 43. Husserl usa los términos «relaciones
de ideas» y «relaciones entre hechos)) en el sentido que les diera Hume. Cfr.
A n Enqniry Conccrning H m a n Understanding, ed. L. A . Selby-Bigge, 2.a ed.,
pp. 25 SS.
Problemas ontol6gicos 457

El tiempo objetivado no es una condición suficiente -aunque


sí es necesaria- d e la unidad y d e la continuidad hasta d e órdenes
de la existencia que son diversos d e los ámbitos eidéticos. Suponga-
mos que el segmento del pasado que consideramos sea el d e
la historia de Francia durante el medioevo. Cierto hecho que
tuvo lugar en la China del siglo XII será contemporáneo d e ciertos
acaeceres que pertenecen al orden d e la existencia que ahora exami-
namos. Si este suceso que ocurriera en la China n o se encontrara
-sin embargo- en absoluto vinculado con los acontecimientos
históricos de la Francia de la época en cuestión, habrá que afirmar
que el hecho que ocurriera en la China no pertenece al orden
de la existencia que nos interesa y que no ocupa un lugar en
el mismo. A pesar d e que tal hecho haya ocurrido actualmente
y pese a que -en virtud de la posición' temporal que ocupa-
el mismo cumple la condición necesaria para que sea insertado
en este segmento del pasado, habrá que decir que no existe dicho
hecho en la historia d e la Francia medieval y a los efectos d e
ésta. Examinemos un ejemplo semejante: pongamos por caso que
exista un mundo d e la fantasía y que haya en éste una persona
cuya vida tenga lugar en el cuasi-tiempo correspondiente. Suponga-
mos, sin embargo, que dicha persona no intervenga en los aconteci-
mientos que ocurren en dicho mundo d e la fantasía y que no
sea afectada aquélla por los mismos, d e modo tal que la ausencia
o la presencia d e dicha persona sea indiferente en absoluto a
los efectos del curso que sigan los hechos y los asuntos d e ese
mundo. Nos es posible concebir a persona tal (cuya vida ocurre
en ese cuasi-tiempo, pero que n o tiene nada que ver en ningún
otro sentido con los acontecimientos y los hechos que tengan
lugar en el mundo en cuestión) en virtud d e la completa libertad
que tenemos d e inventarnos mundos d e la fantasía, con tal d e
que cumplamos el único requisito d e que se eviten las inconsisten-
cias en el seno d e un mismo mundoze. Aunque tal persona cumple
la condición necesaria para pertenecer a este mundo de la fantasía,
difícilmente podremos afirmar que exista en éste, ya que n o posee
función alguna en dicho mundo. Y no podremos hacer semejante
afirmación por la misma razón que tampoco nos es posible decir
que un ruido que de hecho oímos y que 'se entromete en una

Husserl, Erfahrwng wnd Urteil, pp. 201 y 203.


458 Problcmls 0fltolÓg~os

función musical tenga existencia alguna en el seno del contexto


musical.
Sólo hay un orden de la existencia del que pueda darse razón
completa y satisfactoriamente en función únicamente del tiempo
objetivado. Tal orden es el d e la realidad en general, tomada
como continuo de índole temporal pura. Todo lo que tenga lugar
o haya tenido lugar en cualquier momento determinado del tiempo
patrón objetivo (es decir, todo hecho físico, todo acontecer biológi-
co, toda experiencia d e una persona cualquiera y todo hecho político
o histórico) pertenece al todo d e la realidad, en el sentido que
le damos aquí a este término. Al definirla como un continuo
de índole temporal pura, la realidad en cuanto totalidad resulta
ser la suma total de todo lo que ha ocurrido d e hecho, si hacemos
caso omiso de cualquier diferenciación y especificación. Tal orden
de la existencia parece carecer d e importancia lo mismo desde
el punto de vista teórico que desde el práctico. Tan pronto como
introduzcamos diferenciaciones en el seno d e ese contexto d e índole
temporal pura, tendremos por resultado una serie de órdenes de
la existencia para cuya unidad y continuidad el tiempo real objetiva-
d o ya no es condición suficiente aunque sí necesaria. A fin d e
que un hecho pertenezca al mundo material real, es menester
que ocurra no solamente en un momento determinado del tiempo
patrón objetivado sino además en cierto lugar del espacio objetivo.
Debe guardar ciertas relaciones espaciales determinadas con otras
cosas y hechos que pertenezcan al mundo material. Como ya
hubimos d e apuntar27, las relaciones espaciales sólo pueden darse
entre cosas y hechos que sean partícipes d e la misma unidad
d e duración en el tiempo objetivo. Aunque la espacialidad se
funda en la temporalidad, es menester reconocerle un carácter
específico e irreductible. E n realidad, el mundo material real (es
decir, el mundo perceptivo) presenta una unidad y una continuidad
de índole espasio-temporal y no meramente temporal. D e manera
análoga, hay que afirmar que n o es suficiente que un acto d e
la experiencia haya ocurrido en un momento determinado del
tiempo patrón objetivo para que pertenezca a la biografía d e una
cierta persona. Además d e insertarse en el tiempo objetivo, este
acto d e la experiencia debe por lo menos ocupar también un lugar

27 Cfr. rupra, p p 449 SS.


Problemas ontológicos 459

en el tiempo específico que es propio d e la biografía d e la persona


d e que se trata28. Por esto mismo, el acto de la experiencia debe
relacionarse de manera determinada con otras experiencias d e la
misma persona en el tiempo específico en cuestión.
Gracias a los ejemplos anteriores, se hace patente que debemos
recmir a los principios especrjFicoos de pertinencia a fin de dar raqón
de la unidad y la continuidad de órdenes determinados de la existencia.
Nos permitimos afirmar que tales principios son especificcione~
del fenómeno de índole general y formal que eJ la pertinencia, entendida
ésta en el sentido que ya hemos dado al término, a saber: como
relación fundada en los contenidos materiales de las unidades en
cuestión, las cuales tienen que ver entre sí en virtud d e dichos
contenidos29. Junto con la ampliación que sufriera el concepto
de campo temático (y que tuviera por resultado el concepto de
orden de la existencia) y la ampliación paralela a que se viera
sujeto el concepto de índice posicional (y que tuviera por fruto
el concepto de índice existencial), tenemos ahora la que le ocurre
al concepto de pertinencia conforme a la expansión que experimenta
el concepto de la experiencia de la continuidad de contexto y
cuyo producto es el concepto de la continuación indefinida del
contexto30. Según sea la naturaleza d e un orden particular de
la existencia, así será la determinada forma específica que adopte
el fenómeno de la pertinencia. Todo orden de la existencia posee
unidad y continuidad en virtud d e un determinado principio de
pertinencia que tiene vigencia en toda la extensión de dicho orden
sin que por ello pierda su carácter específico.

4. La teoría de las «provincias finitas de significado» de


Schütz
a. Exposición de la teoría de Schüf?
E n su artículo intitulado «On Multiple Realities)), Schütz analiza
el ((estilo cognoscitivo)) del ((mundo del trabajo)) o «mundo de
28 Nos limitamos a dar expresión a la condición mínima que ha de cumplirse,
ya que aquf debemos renunciar a entrar en el análisis de los problemas en
torno a la constitución del yo. Es evidente que no es posible clarificar el
sentido en que las experiencias de una persona /e pertenecen a n o ser en co-
nexión con una cxplicaci6n fenomenológica general de la constitución del yo.
2* Cfr. snpru, pp. 398 SS.
so Cfr. snpru, 4 l .
460 Problemas ontológicm

la vida cotidiana)), de los ((mundos d e fantasías)), del ((mundo


de los sueños)) y del ((mundo d e la teoría científica)) (y, en este
último caso, hace hincapié de modo especial en el d e la teoría
sociológica). Schütz define el estilo cognoscitivo de un orden
de la existencia (o, según prefiere él expresarlo, de una ((provincia
finita d e significado))) en función d e los siguientes rasgos funda-
mentales y característicos de índole estructural31 : 1. Un ((esfuerzo
específico de conciencia)), entendido este término en el sentido d e
la attention 2 la vie de Bergson32; 2. Una ((epjé específica)); 3. Una
((forma predominante de espontaneidad)); 4. Una ((forma específica
de experimentarse a uno mismo)); 5. Una «forma específica d e so-
ciabilidad)) y 6. Una «perspectiva temporal específica)).
E n cada ((provincia finita d e significado», todos estos rasgos
característicos y componentes fundamentales del estilo cognoscitivo
adoptan una forma específica. A nuestro juicio, es oportuno que
demos algunos ejemplos aquí. E l motivo pragmático se encuentra
por completo ausente d e todas las ((provincias d e significado))
que Schütz ha tomado en consideración, con la salvedad d e la
d e la vida en el «mundo del trabajo)), que se encuentra dominada
por dicho motivo d e punta a cabo. La forma d e espontaneidad
que predomina en el «mundo d e la vida cotidiana)) es el ((trabajo)),
que Schütz define como ((acción en el. mundo exterior, que se
, lleva a cabo a base d e un proyecto y que se caracteriza por
la intencióndeproducir el estado d e cosas que se proyecta mediante
movimientos corporales)). Es menester distinguir el ((trabajo)) en
cuanto acción o~tensibledirigida a un fin d e lo que Schütz llama
((ejecución)), que es una acción encubierta que se dirige a un fin.
El ((trabajo))es diferente d e la ((ejecución)),por cuanto aquél encaja
con el mundo exterior y conlleva cambios en el mismo, mientras
que tal cosa no sucede en el caso d e ésta33. Toda tentativa d e
resolver mentalmente un problema científico sirve d e ejemplo d e
«ejecución». La ((ejecución))es la forma específica d e espontaneidad

Schütz, «On Multiple Realitiesn, foc. cif., p. 552.


31
Cfr. ibid, 1, 3 en lo que se refiere a estos conceptos.
32
33 lbíd., pp. 536 SS. Por esta misma razón, las acciones mentales ( o sea,
las ejecuciones) pueden ser revocadas, mientras que las acciones del trabajo
son irrevocables. De esto se sigue que la responsabilidad -tanto en el sentido
moral como en el legal- se limite también al «trabajo» ( o sea, a las obras)
y no incluya las «ejecuciones» ( o sea, los pensamientos). Cfr. Ibid., p. 541.
Problemas ontológicos 461

que predomina en la «provincia» d e la teoría científica34. Por


otra parte, no se da ningún «trabajo» ni «ejecución» alguna en
el imaginar o en el soñar -es decir, que en estas actividades
no se presenta ninguna forma d e acción dirigida a un finas. Según
Schütz36, experimentamos a nuestros semejantes en cuanto unida-
des y totalidades indivisas sólo cuando nos encontramos «cara
a cara» con ellos en el ((mundo del trabajo». Schütz propone
una tesis análoga en lo que se refiere a la forma específica en
que el sujeto del trabajo se experimenta a sí mismo en s u propio
trabajo. ((Mientras vive en el activo presente d e los actos d e trabajo
en curso y, de ese modo, en cuanto yo global e indiviso~37. El
sujeto del trabajo se experimenta a sí mismo en cuanto yo [1]
trabajo se experimenta a sí mismo como originador d e las acciones
en curso y, de ese modo, en cuanto yo global e indivison37. El
sujeto del trabajo se experimenta a sí mismo en cuanto yo [I]
al vivir de hecho en sus actos d e «trabajo» y sólo mientras así
lo haga. Al adoptar una actitud reflexiva y dirigir la mirada a
sus actos de trabajo en cuanto ((ejecutados en procesos anteriores
d e la acción y expresados en pasado o en pretérito peifecto (mo-
do praeterito))), «el si mismo que ejecutara los actos pasados ya
n o será el sí mismo global e indiviso sino más bien un yo
parcial, a saber: el que ejecuta este acto parcial ... el que adopta
un papel o... un 'yo' [Me])). El ((mundo d e la vida cotidiana))
es un mundo intersubjetivo, que nos es común a todos y en
el cual no sólo vivimos con nuestros semejantes, sino que además
nos orientamos en nuestras acciones unos con respecto d e otros38.
Las acciones que tienen lugar en el «mundo del trabajo)) son
esencialmente d e índole social. Imaginar puede ser una actividad
d e índole solitaria (como lo es también el teorizar la ciencia)39.
Por oposición al «hombre d e ciencia en cuanto ser humano que

34 Ibíd., pp. 564 SS.


35 Ibíd., pp. 556 y 561. Mientras que el Sujeto de la imaginación (o, segun
prefiere decir Schütz, el sí mismo [seljl de dicha actividad) se encuentra en
libertad de disponer como le plazca de los productos de su fantasía, el que
sueña carece de tal libertad.
M Ibid., p. 544.
37 Ibid., pp, 540 SS.
3.9 Ibíd., 1. $ 5 .
39 Ibíd., pp. 559 cs. y 563.
462 Problemas ontologicos

actúa y vive su vida cotidiana entre sus semejantes)), el pensador


teórico es un observador desinteresado que mantiene la distanciado.
Para el pensador teórico, el mundo ya no se organiza por referencia
a su cuerpo en cuanto centro d e orientación, ya que el motivo
pragmático y la solución d e los problemas prácticos de índole
personal ni dominan ni le interesan en cuanto tal. De acuerdo con
esto, la diferencia entre lo que está «al alcance d e la manon41 y lo
que no lo está carece d e importancia para el pensador teórico. Junto
con su existencia física, el pensador teórico -por así decirlo-
también «pone entre paréntesis)) su existencia social. «El sí mismo
que teoriza se encuentra solo; no posee entorno social alguno; ..
se halla fuera del nexo de las relaciones sociales»42. Si tomamos'.
en consideración, empero, el hecho d e que el teorizar d e la ciencia
es esencialmente una empresa d e índole colectiva, nos encontrare-
mos frente a un problema dialéctico que se refiere a la posibilidad
de la comunicación entre miembros d e una pluralidad d e pensadores
teóricos a los fines de lograr la corroboración y la corrección'
mutuas43. Por último, recordemos el contraste que existe entre
el tiempo patrón (como tiempo del «mundo d e la vida cotidiana)))
y las perspectivas temporales d e los «mundos d e la fantasía». E n
cuanto a estas perspectivas temporales, Schütz se remite a los
análisis d e Husserl que ya hemos expuesto con anterioridad44.

* Ibid., pp. 564 SS.


Cfr. Ibid., 1, 4 6 en lo que se refiere al concepto d e umundo al alcance
41
de la mano».
42 Ibid., pp. 570 SS.
43 Cfr. Ibid., pp. 573 SS. y 562 s. en lo que respecta a este problema dial6ctico.
44 Cfr. Iupra, pp. 483 SS. Schütz (loc. cit., p. 559) mantiene que u... al sl
mismo que imagina le es posible eliminar en sus fantasías todos los rasgos del
tiempo patrón, con excepción del carácter irreversible de éste... Al imaginar
y al soñar, yo continúo envejeciendo». Nos permitimos afirmar que lo que
aquí dice Schütz se refiere al tiempo fenoménico como tiempo en el que ocurren
los actos de la imaginación y no al tiempo que es propio d e uun mundo
de la fantasía». D e acuerdo con nuestro análisis anterior, hay que caracterizar
el tiempo propio del «mundo de la fantasían como «cuasi-tiempo objetivado)).
La distinción, en la que aqui hacemos hincapié es consistente con la que existe
entre «el imaginar como manifestación de nuestra vida espontánea y las imágenes
que imaginamos)) (loc. cit., p. 556) y, mutatis mutandis, con la que hay entre
«las cogitaciones teóricas y los cogitata inrencionales d e teorizar tal» (loc. cit.,
p. 569). Al parecer, nuestra distinción se sigue d e estas otras que el mismo
Schütz hiciera y pusiera de relieve.
Problemas ontológicos 463

El resumen anterior no es más que una muestra d e lo que


Schütz entiende por ((estilo cognoscitivo», aspecto especifico y
característico de las varias «provincias finitas d e significado)) que
considerara. Sirve también para indicar la dirección y la orientación
generales de sus investigaciones. N o pretendemos en absoluto
haber hecho una presentación que agote el sentido d e la labor
d e análisis que Schütz llevara a cabo.
Entre las diversas ((provincias finitas d e significado)), ocupa
el «mundo del trabajo» una posición privilegiada en varios respec-
tos. E n este mundo, llevamos a cabo todos nuestros quehaceres
y vivimos como seres humanos entre nuestros semejantes. Aun
cuando nos retiremos por un tiempo del mundo del trabajo a
fin de vivir en otra provincia de significado, no sólo nos veremos
obligados a volver al mundo de la vida cotidiana sino que también
existirá siempre este mundo para nosotros, excepción hecha d e
los periodos en que durmamos y soñemos. Siempre tendremos
una conciencia más o menos indistinta, inarticulada, marginal y
como en penumbra del mundo d e la vida cotidiana en el seno
del cual nos encontramos por mucho que nos ocupemos d e nuestro
pasado, del pasado de otra persona o d e algún pasado impersonal
y sea cual fuere la intensidad con que demos rienda suelta a
nuestra imaginación o la profundidad d e nuestra concentración
en una teoría científica. El mundo del trabajo es para nosotros
la realidad ptincipalísima". Dicho mundo es el mundo por excelen-
cia y no un «mundo» entre tantos otros; es el ((arquetipo)) d e
la realidad, y todas las otras «provincias finitas de significado))
no son sino sus modificaciones46. El paso del mundo d e la vida
cotidiana a otra provincia finita d e significado se lleva a cabo
por medio de un «salto» o «choque», que consiste en ser una
modificación radical del esfuerzo d e nuestra conciencia. Dicha
modificación se funda en una forma diversa d e la atfenfion 2 la
vie, d e la atención a la vida. Por causa d e tal modificación radical,
se priva del uénfasis de realidad)) a'ciertas capas, factores y elementos
d e la experiencia y se confiere el mismo a otros a los que no
se había otorgado con anterioridad en virtud del predominio del
motivo pragmático. E n esta transferencia del énfasis d e realidad

4.6 Cfr. Schutz, IOC. NI., p. 549.


46 Para lo que sigue, cfr. ibíd., pp. 552 cs.
464 Problemas ontológica

consiste la epojé específica que caracteriza a una provincia finita


dada de significado y que hace un aporte propio a la constitucióil
del ((estilo cognoscitivo»47 de la misma. Schütz se ve así llevada
a proponer la idea de una tipología de las diferentes provincisa
finitas de significado que se formule a base d e la epojé característica
de cada una de ellas, o sea, en función d e las capas del mundo
de la vida cotidiana a las que en cada caso se prive del énfasis
de realidad. Es en esta coyuntura donde entra en juego el concepto
de pertinencia. Recordemos48 que Schütz define la pertinencia
por referencia al sujeto, ego o si mismo. O más correctamente:
la define en función del grado d e ((esfuerzo d e conciencia)) o
de ((atención a la vida)). El sistema de pertinencias que rige la
vida en el mundo del trabajo tiene por origen la «experiencia
básica))de la ((ansiedad fundamental)). D e acuerdo con esto, cuando
el grado de esfuerzo de conciencia disminuya (de modo que d
motivo pragmático deje de ser el predominante), un sistema d e
pertinencias diferente del que prepondera en el mundo de la vida
cotidiana pasará a ocupar el lugar del sistema de pertinencias
característico de este último4Q. D e esto se sigue que, de acuerdo
con Schütz, la ((disminución del esfuerzo de nuestra conciencia

47 Cfr. ibid., p. 567 en lo que se refiere a la epojé especifica que caracteriza


a la «provincia finita» del teorizar de la ciencia; e n lo que respecta al «mundo
de los sueños», véase la p. 560. La epoji que caracteriza la vida en el «mundo
del trabajo)) consiste en suspender la duda en torno a la existencia del mundo
exterior (cfr. pp. 550 SS.). Es d e notar que Schütz emplea el término «ep@
con un sentido bastante distinto del que le diera Husserl, para quien tal vocablo
significa lo mismo que el de «reducciOn fenomenológica». Cfr. Tercera Parte. F) 3,
lugar donde hicimos una presentación de lo que es la epoji en el sentido d e
Husserl.
4s Cfr. supra, pp. 399 SS.
49 Al parecer, la teoría d e Schütz da lugar a dos interrogantes. E n primer
lugar, hay que preguntarse cuáles son las experiencias que dan origen a los
sistemas d e pertinencia que son diversos del que prepondera en el ((mundo
de la vida cotidiana*. Se refiere esta pregunta a aquellas experiencias que guarden
la misma relación con los sistemas respectivos de pertinencia que la «experiencia
básica» d e la ((ansiedad fundamental)) tiene con el sistema de pertinencia que
prepondera en el «mundo del trabajo». E n segundo lugar, hay que preguntarse
cómo se derivan las experiencias de que aquí se trata d e la que para Schütz
es la experiencia básica. Para formular esta pregunta, nos basamos en el hecho
d e que tales experiencias -conforme a la orientación general de la teoría d e
Schütz- no han de tomarse como básicas sino como experiencias derivadas
d e la d e la «ansiedad fundamental».
Probl-mas ontológicos 465

- q u e se funda en el hecho d e que nuestra atención deja d e


concentrarse en la vida cotidiana-)) hace su aparición como ((princi-
pio constitutivo» d e las ((provincias finitas d e significado)) que
son diversas del mundo del trabajo.
b. Dos puntos de vista :el psicológicoy el constitutivo
La diferencia entre la explicación que Schütz da del fenómeno
d e las provincias finitas de significado (o, dicho en términos que
nos son propios, d e los órdenes d e la existencia) y la que formula-
mos nosotros se encuentra en el mismo planteo del problema
y en el modo d e acceso al mismo. Tanto en el artículo que exa-
minamos aquí como en todas sus otras obras, Schütz mantiene inten-
cionalmente la ((actitud natural»50. Al hablar del sí mismo, Schütz
toma al ser humano en la plenitud d e su humanidad, o sea, en
cuanto existente mundano situado entre otros existentes mundanos.
Es evidente que tanto el predominio como el abandono del motivo
pragmático tienen sentido solamente por referencia al ser humano
en cuanto unidad psicosomática que se interesa en el mundo y
se ocupa de él y que existe y vive brevemente en su seno. No
formula Schütz, por lo tanto, ningún interrogante de índole filosófi-
ca en torno a la constitución fenomenológica del mundo o del
sí mismo tomado como ente mundano y sobre el sentido de
la existencia de los mismos. E n la «actitud natural)), nos encontra-
mos ante el mundo y nos hallamos situados en el seno del mismo,
es decir, en esa realidad principalísima cuya existencia aceptamos
simplemente sin ni siquiera convertirla en tema para la conciencia.
Como ya dijimos con anterioridadsl, dicha aceptación informulada,
implícita y «tácita» d e la tesis existencia1 o creencia en la existencia
es la característica esencial d e la ((actitud natural».
Es posible que cedamos al reclamo del motivo pragmático
y, en consecuencia, que llevemos a cabo nuestros planes y proyectos
en el mundo del trabajo. 0, por el contrario, podemos retirarnos
d e este mundo y volvernos al pasado, dar rienda suelta a nuestra

50 Entendemos el término «actitud natural» en el sentido que le diera Husserl,


o sea, como la que se opone a la actitud fenomenológica o actitud correspondiente
a la reducción fenomenológica. (Cfr. supra, pp. 190 SS., 192 SS. y 196 SS. en
lo que se refiere a nuestra breve presentación en torno a la ((actitud natural»
y d e la modalización de la misma que resulta de la «reducción fenomenológica»).
51 Cfr. supra, pp. 190 ss.
466 Problanv ontológicos

fantasía o adoptar la actitud correspondiente al teorizar d e la


ciencia. Al escoger de entre estas últimas posibilidades, nos encon-
tramos con que se nos ofrecen ((provincias d e significado» que
son distintas del mundo del trabajo. Poner el énfasis d e realidad
en una de dichas provincias es lo mismo que volvernos hacia
los contenidos de la misma, vivir en ellos y ocuparnos d e los
mismos de tal manera que los aceptemos simple e irreflexivamente
como ((existentes)). Y los aceptaremos d e ese modo mientras se
presenten en cuanto consistentes unos con otros o, al menos,
como compatibles entre si y con tal de que además n o surja
conflicto alguno entre las diversas creencias en la existencia que
corresponden a las distintas provincias de significado.
Siguiendo una dirección semejante a la que William James
adoptara en su explicación psicológica del fenómeno de la creen-
cia52 y haciendo referencia explícita a James, Schütz53 describe
la ((aceptacióntácita» de esa creencia en la existencia que ni Connula-
mos ni convertimos en tema y prosigue su análisis a base del
concepto de aceptación así entendido. Procede pues a examinar
las estructuras esenciales de las experiencias del sí mismo (o, pa-
ra expresarlo en sus propias palabras, d e la «conducta», tér-
mino que significa ((todas las experiencias d e espontaneidad
que tengan sentido desde un punto de vista subjetivo, ya se trate
de experiencias de la vida interior o d e las que se dirigen al
mundo exterior y encajan con éste~54).Al comenzar por investigar
la vida en el mundo del trabajo, Schütz pone de manifiesto el
estilo cognoscitivo que es característico del mundo de la vida
cotidiana. Y lo define en función de los rasgos fundamentales
y característicos de que ya hicimos menciónSS. Al ser examinados
más cuidadosamente dichos rasgos, resultan ser invariantes estruc-
turales de índole formal que caracterizan a las experiencias median-
te las cuales el sí mismo se ocupa del mundo del trabajo.
Hemos de tomar también a tales rasgos como categorías por medio
de las cuales es menester describir dichas experiencias. Tal y
como hemos intentado mostrarlo mediante nuestro resumen d e

52 Cfr. James, Tbc Priníiples of Psychology, 11, pp. 287 SS.


53 Schütz, loc. cit., pp. 551 SS. y 557 SS.
54 Ibid., p. 536.
55 Cfr. supra, pp. 459 SS.
las investigaciones d e Schütz, procede éste -a partir del mundo
del trabajo- a presentar las modificaciones que categorías ta-
les sufren cuando el sí mismo abandona el motivo pragmático
y -al retirarse del mundo de la vida cotidiana- se vuelve hacia
otra provincia finita de significado. Lo que Schütz llama estilo
cognoscitivo de una provincia finita de significado no es otra
cosa que - e n general- el estilo que caracteriza las experien-
cias del sí mismo concebido como existente mundano. Por medio
de experiencias tales, se ocupa el sí mismo d e objetos que se
aceptan simplemente como «existentes». Deliberadamente, Schütz
no somete a la investigación filosófica ni el sentido d e la exis-
tencia de tales objetos ni el de los que pertenecen al mundo de la
vida cotidiana. D e esto se sigue que las investigaciones de
Schütz pertenezcan a la esfera d e una Pzicologia fenomenológica
p e se cuítiva cn la uctitd natnral. No se plantean problemas filosóficos
en torno a la existencia cuando vivimos según la actitud natural,
la cual se caracteriza - c o m o lo hicimos notar con anterioridad-
por la aceptación irnplicita de la tesis existencia1 o creencia en
la existencia o por la aceptación informulada de los existentes
como tales. O expresado de manera más adecuada: el planteo
mismo de los problemas filosóficos y la formulación radical de
los mismos sirve de motivación para que se lleve a cabo la reducción
fenomenológica y para abandonar, por tanto, la actitud natural56.
Al incluir así en la esfera de la psicología fenomenológica
los análisis que Schütz llevara a cabo, lo que nos proponiamos
hacer era delimitar el campo a que se refieren sus investigaciones
y dentro del cual es menester examinar los .resultados por él obteni-
dos y determinar su propio valor.
Nos ocupamos aquí de los problemas que surgen en torno
a la existencia con respecto a lo que Schütz denomina provincias
finitas d e significado. Contrasta esto con el modo de acceso al
fenómeno d e los órdenes de la existencia que Schütz emplea.
Dentro de los límites que nos hemos impuesto en esta investigación,

56 Cfr. snpra, pp. 195 ss. Cfr. Husserl. Idcm, ji (i 53 y 76; Logik 8 99; «Nach-
wort zu meinen 'Ideen zu einer reinen Phanomenologie und phinornenologr-
schen Philosophie»;/oc.N/. y CarterianisclJc Mcditationen, S;§ 11, 35, 45, 57 y 61 m
lo que se refiere tanto a la distinción como a1 paralelismo que hay entre la psico-
logla fenommológica y la fenomenología constitutiva o trascendental (o, lo que
es lo mismo, entrt la subjetividad psicol6gica y la trascendental).
Problemas ontológicm

nos será preciso restringirnos a señalar tan sólo uno de los aspectos
existenciales que presentan las provincias finitas d e significado,
a saber: que cada una de ellas hace su aparición en cuanto ámbito
o esjeru que presenta una unión intrínseca, se caracterixa por la cobercncia
y posee unidad y continuidad. Intentamos aquí dar una explicación
fenomenológica de esta unidad y de esta continuidad, a las cuales
debe toda provincia finita d e significado su carácter d e tal. Y
nos proponemos hacerlo en función de las referencias indicativas
que experimentamos y de las experiencias del contexto y d e la
continuación indefinida del mismo que poseemos. La explicación
que proponemos la hemos de llevar a cabo a base de las experiencias
de pertinencia, fenómeno éste que entendemos ateniéndonos a
la definición que ya hemos dado del mismo en cuanto relación
fundada en los contenidos materiales de las unidades en cuestión.
Schütz no toma la unidad y la continuidad d e las provincias
finitas de significado como asunto al cual dedicar una investigación
explícita, aunque fenómenos tales juegan un papel en todas las
estructuras a las cuales se refieren sus análisis. E n realidad, el
sí mismo se encuentra con datos y hechos que experimenta en
cuanto forman parte de un contexto determinado y en cuanto
pertenecen a un orden específico que incluye al contexto inmediato,
ya sea que el sí mismo ceda al motivo pragmático y viva en
el mundo del trabajo o que -como resultado d e la disminución
del esfuerzo de conciencia- abandone el sistema de pertinencias
que se funda en el motivo pragmático y se ocupe de una u
otra de las varias provincias de significados'. La provincia d e
significado hará su aparición en cuanto tal (es decir, según ya
hemos visto, como ámbito unificado, coherente o continuo), sea
cual fuere la provincia hacia la cual el sí mismo se v u e l v ~en
concreto y a la cual confiera el «énhsis de realidad)). El otorgar
énfasis tal supone en verdad que al sí mismo se le da un
ámbito unificado de esa especie y que le es posible, por tanto,
concentrarse en él y dar expresión a su espontaneidad con respecto
al mismo. Al tomar en consideración el papel que juega la pertinen-
57 El fin que nos proponemos al examinar la teoría de Schütz consiste
en poner de manifiesto uno de los «supuestos» de la misma, sin que por
ello nos comprometamos a entrar en el anhlisis crítico de todos los detalles
de dicha teoría (y en especial del concepto de Paiteniion 2 la vie de Bergson)
y sin que entremos de hecho en dicho análisis.
Problemas ontológicos 469

cia - d e acuerdo con nuestra teoria- en la constitución d e las


provincias unificadas y coherentes d e significado, nos es posible
plantear el problema de si no sería menester dar razón d e las
características y variaciones -que Schütz señala como propias
del estilo cognoscitivo- por referencia a la naturaleza específica
de la provincia d e significado de que se trate y -en última instan-
cia- por referencia a la forma específica d e pertinencia que juegue
un papel en la provincia en cuestión. Sostenemos que, mediante
el análisis que hemos llevado a cabo, nos ha sido posible identificar
uno de los supuestos de las investigaciones d e Schütz. Hemos
puesto de manifiesto un fenómeno que Schütz no transforma en
tema en virtud d e que se atiene a la actitud natural, y hemos
hecho esto a fin de poder someter dicho fenómeno a una clarifica-
ción fenomenológica más amplia. Aunque aquí nos hemos limitado
al solo fenómeno de la unidad y la continuidad d e las provincias
finitas de significado, el examen que hemos llevado a cabo d e
los análisis de Schütz puede servirnos para ver cómo es posible
llegar al nivel trascendental y constitutivo y ponerlo d e manifiesto
mediante el replanteo radical de problemas que surgen en la esfera
de la psicología fenomenológica58.
Por último, debemos explicar por qué preferimos el término
((orden de la existencia)) al que empleara Sdiütz. Mientras que
James -de cuyos análisis ha partido Schütz- habla d e ((los órdenes
d e la realidad)) y d e los ((sub-universos», Schütz se ha decidido
por el término ((provincias de significado)), ya que ((10 que constitu-
ye la realidad es el significado d e nuestras experiencias y no la
estructura ontológica de los objetos»5Q.Nos parece que es oportuno
hacer dos observaciones en torno a esta aserción de Schütz. E n
primer lugar, afirmar que la realidad se encuentra constituida por
los significados d e las experiencias y que Gsta resulta ser -al
cabo d e una clarificación y una explicación finales- el correlato
d e experiencias significativas sólo es válido con respecto a la

58 Cfr. Husserl, Cartesianisrhe Meditationen, p. 174: «... l o trascendental ya


se encuentra de forma latente en el seno mismo de la psicología intencional».
Cfr. también ((Nachwort zu meinen 'Ideen tu einer reinen Phanomenologie
und Phanomenologischen Philosophie')),Ioc. cit., pp. 556 SS.Véase: supra, Tercera
Parte, 5 4.
59 Schütz, loc. cit., p. 551.
470 Problemas onmlogicos

rutsjetividad trarcendentalpero no a la psicológica60. Cuando con anterio-


ridadsl hicimos hincapié en el hecho de que objetos de toda
especie se rdieren esencialmente a los actos de la conciencia y
a grupos sistemáticos de los mismos e insistimos en que dichos
objetos se encuentran en relación de dependencia con respecto
a éstos, teníamos presente la conciencia trascendental que se pone
de manifiesto mediante la reducción fenomenológica. Empero,
los análisis de Schütz - c o m o ya lo hemos visto- se refieren
por entero a la subjetividad psicológica. En segundo lugar, con
todo derecho hace hincapié Schütz m los significados de las expe-
riencias. El concepto de nóema de Husserl y el de ((objeto de
pensamiento)) (que es el que le corresponde en James) no tienen
menos importancia fundamental para la psicología descriptiva (que
se cultiva en la actitud natural) que para la fenomenología trascen-
dental y constitutiva62. Al estudiar desde el punto de vista psicoló-
gico toda especie de objetos, hechos y unidades que pertenezcan
a cualquier provincia de significado, es menester que los considere-
mos tal y como aparecen al sujeto de la experiencia y con el
significado que tengan para el sí mismo. Orientación tal con
respecto de las experiencias de los objetos y a los objetos en
cuanto experimentados -y no con respecto a los objetos en sí mismos
y tomados como lo que son en verdad .y en realidad- es lo
característico y lo esencial del punto de vista psicológico. Con
todo, hemos de tener en cuenta el hecho de, que mentamos los
hechos y los objetos como existentes y en cuanto se presentan
provistos de un cierto sentido especifico de existencia. Al emplear
el término «orden de la existencia)), deseamos mantener presente
el sentido de existencia que se acepta simplemente -según hemos
visto ya- en la psicología fenomenológica (ya que ésta se atiene
a la actitud natural), pero que se convierte en uno de los problemas
80 Husserl, Curterianirche Medituiionen, $8 40 s.
81Cfr. Cuarta Parte, c. 1 , 8 6 a.
82 Cfr. Husserl, Ideen, p. 184. Con anterioridad (cfr. snprct, pp. 212 SS.),
hemos demostrado que es posible establecer el concepto de nóema aparte de
la reducción, aunque se llegue de manera mis directa a aquél mediante el
empleo de esta. En lo que respecta al paralelismo que existe entre el concepto
de nóema de Husserl y el de «objeto de pensamiento» de James, cfr. Tercera
Parte, 8 6. James formulb dicho concepto -recordtmoslo- en un marco psicolb-
gico puro. Los problemas trascendentales y constitutivos eran ajenos por comple-
to al ámbito de sus intereses.
Problemas ontológicos 471

y temas centrales cuando se pasa a examinar los problemas ttascen-


dentales y constitutivos.

5. , E n torno al concepto d e existencia


E n el curso del análisis a que hemos sometido la teoría d e
Schütz, el fenómeno de la existencia ha pasado a primer plano.
Dentro de los limites que nos hemos impuesto en esta investigación,
no nos será posible llevar a cabo un examen cabal y sistemático
de los problemas en torno a la existencia. Formularemos tan sólo
algunas consecuencias de las que se siguen de los resultados que
hemos obtenido hasta ahora, consecuencias que parecen arrojar
alguna luz sobre e. concepto de existencia.
Todo objeto que haga su aparición no sólo se presentará en
el seno de un campo temático, sino que -como ya hemos vistosa-
también hará referencia y apuntará a un contexto más amplio
que se extiende más allá de dicho campo y lo engloba. Experimentar
un objeto es lo mismo, por tanto, que aprehenderlo en el seno
de un contexto más amplio u orden de la existencia, que posee
una forma sistemática determinada d e unidad y continuidad en
virtud d e un principio constitutivo específico de pertinencia. De
acuerdo con esto, cuando un objeto aparezca en cuanto existente,
se presentará como tal en el seno d e cierto orden especifico.
La existencia se refiere esencialmente a un orden de la existencia. Nos
permitimos afirmar que, a fin de que exista un objeto, es menester
que el mismo pertenegca a un orden sistemático especrjcito y que ocupe
un determinado lugar en el seno del mismo. Si es cierto que la existencia
conlleva una referencia a un orden sistemático, se deberá ello
a la estructura ((tema-campo temático)) y al fenómeno d e la pertinen-
cia (los cuales se toman aquí con un sentido ampliado y generaliza-
do). Con todo, debemos recordar que la independencia64 del tema
con respecto al campo temático es válida a fortiori para el orden
de la existencia: no es en virtud del lugar que ocupa en el seno
del orden de la existencia a que pertenece que un objeto se modifica,
determina y se convierte en lo que d e hecho es. Un objeto no

6s Cfr. supra, 8 1.
64 Empleamos este término con el sentido que establecimos con anterioridad.
Cfr. snpra, Quinta Parte, 8 7.
472 Problanas ontológicos

deriva ninguno de sus atributos, propiedades y cualidades del


contexto al que pertenece. O expresado mediante la fórmula de
Kant: «Ser no es... un predicado real»65. Esto concuerda perfecta-
mente con la tesis que ya propusimos con anterioridad66 y segúp
la cual el índice posicional - q u e abarca toda perspectiva, ilurnina-
ción u orientación que el tema derive del contexto a que pertenez-
ca- no ha de contarse entre los constituvos del núcleo noemático
central, sino que ha de ser tomado como carácter noemático.
El índice existencia1 no es otra cosa que el índice posicional llevado
hasta su última forma especifica.
Concretemos esta interpretación del fenómeno d e la existencia
mediante unos cuantos ejemplos.
Con anterioridads', hemos demostrado que para poder plantear
el problema de saber si un objeto o un hecho en verdad existen
en el seno de una esfera de la realidad es menester que tal objeto
o hecho se presente insertado en el tiempo objetivo. Con respecto
a la realidad perceptiva exterior, el requisito correspondiente seria
la inserción en un único orden espacio-temporal objetivo. Si perci-
bimos o ponemos un objeto o un hecho como existente real,
lo haremos en cuanto éste existe en un lugar determinado del
espacio y del tiempo objetivos y, por tanto, en cuanto guarda
ciertas relaciones con otros objetos y hechos que también se conci-
ben como existentes reales. Al dar raqón de la aprehensión de una
cosa material, nos vemos abocados al fenómeno del mundo68. La existkncia
de una cosa material es /o m i m que la existencia en el seno de un
sistema constit~idopor relaciones e~pacialesy temporales, en el seno de
un horiqonte espacio-temporaly en el de un orden crryo principio constitutivo
de pertinencia es el espacio-tiempo objetivo6Q.Tal orden de la existencia

65 Kant, Kritik der reinen Vernunft, B 626 s. ( L a cri/ica de la razón pura,


trad. José Rovira Armengol; Buenos Aires: Editorial Losada, S. A,, 1960;
11, p. 263). Cfr. también Husserl, Erfabrung und Urteil, tj 75.
66 Cfr. supru, pp. 423 SS.
67 Cfr. supru, pp. 450 SS.
68 Dentro de los ttrminos de esta obra. nos vemos obligados a limitarnos
a hacer sólo algunas sugerencias en torno al fenómeno del mundo. Además
de a los escritos de Husserl que vamos a citar enseguida, nos referiremos
a L. Landgrebe, «The World as a Phenomenological Problem~,loc. Nt., y
a Merleau-Ponty, Pbinoménologie de la perception, Segunda Parte, 111, c.
a* Husserl, Erfahrnng nnd Urteil, p. 29: «La existencia de un ente real no
Problemas ontológicos 473

no es otro que el mundo perceptivo. Una cosa material cualquiera


-tomada meramente en cuanto existente real- será pertinente
a cualquier. otra, en tanto y en cuanto se dé entre ellas una relación
determinada en el espacio y en el tiempo. El índice existencia1
que la cosa material deriva del orden d e la existencia al que
pertenece caracteriza a la cosa de existente mundano, o sea, d e cosa
perteneciente al mundo perceptivo y d e algo que existe entre
otras cosas materiales y por referencia a ellas. El fenómeno del
mundo es una ampliación de la forma que adopta la estructura
«tema-campo temático)) en el ámbito d e la percepción sensible.
Con anterioridad70, dijimos que una cosa material percibida se
presenta en el seno de un entorno perceptivo determinado y que
a la vez se refiere a dicho entorno y surge de é1 como d e un
trasfondo. Hemos visto71 además que tal referencia no se da sólo
con respecto a las cosas percibidas en el entorno inmediato del
objeto que sea el tema d e la percepción del momento presente,
sino también por referencia al horizonte externo que abarca las
cosas que -aunque no se perciban en ese momento- son sin
embargo perceptibles. Podemos extender indefinidamente el hori-
zonte externo de la percepción, d e la misma manera que nos
será posible hacerlo cuando se trate d e un contexto o d e un
campo temático cualquiera72. De esto se sigue que la referencia
que experimentamos vaya más allá del horizonte externo en el
sentido propio del término y que alcance cosas que no se perciban
ni se conozcan, o sea, aquéllas que harán su aparición en la experíen-
cia perceptiva cuando prosigamos en una u otra dirección al darse
las condiciones apropiadas de movirniento73. Es asi que la concien-
cia general del mundo acompaña y sustenta a toda percepción
d e una cosa particular. Hasta puede decirse que dicha percepción

tiene jamás ni en absoluto otro significado que el de in-exiJtencia, O sea, el


de ser en el seno del universo, en el seno del horizonte abierto del espacio-tiempo
o en el seno del horizonte de las realidades que ya nos son conocidas. Y
no solamente de aquellas realidades que se presenten a la conciencia actual,
sino también de las que nos son todavla desconocidas pero pueden llegar
a ser experimentadas y convertirse en objetos del conocimiento ulterion.
70 Cfr. supra, pp. 353 S S .
71 Cnr. supra, pp, 430 SS.
72 Cfr. supril, $ 1 .
73 Cfr. Husserl, Ideen, $4 27 SS. y pp. 84 SS.; Es/btnngwnd Urtcil, $8 7 s.
474 Problemas ontológicor
¿
surge de conciencia tal74. La conciencia del mundo denota un
fenómeno de la vida consciente que exige un examen más detallado
y un análisis mas profundo que tos que podemos llevar a cabo
en este contexto.
La validez es a las proposiciones y a los teoremas lo que
la existencia mundana es a las cosas materiales. Es evidente que
la validez de un teorema o de una proposición se refiere esencial-
mente a un contexto lógico y no es preciso insistir en ello. La
validez que una proposición tiene en el seno de un sistema d e
proposiciones y por referencia a éste ea una forma especifica que
adopta el fenómeno general de la pertinencia d e esta proposición
con respecto al sistema de que se trate. Validez tal implica, por
tanto, dicho fenómeno75. A fin de simplificar las cosas, nos limitare-
mos aquí a considerar la existencia de las proposíciones en el
sentido de la validez de las mismas y no examinaremos la existencia
de aquéllas en cuanto unidades de significación que pertenecen
a una esfera o un ámbito propios76.
De modo semejante, hay que decir que la existencia matemática
es lo mismo que la existencia en el seno de un sistema matemático.
Esta tesis es valedera tanto desde el punto de vista «formalista»
como desde el «intuicionista», perspectivas ambas que encontramos
en la filosofia contemporánea de las matemáticas. Lo es lo mismo
cuando definimos la existencia matemdtica en función de la compati-
bilidad pura y de la ausencia de contradicción que cuando exigimos
que para que algo tenga existencia matemática pueda de hecho
ser construido77. Demos un ejemplo elementalísimo: es de sobra
conocido que s610 puede plantearse el problema de si existe una
solución para una ecuación algebraica dada por referencia a un
campo numérico determinado. Así ni x+1 =O ni x2+l = O son
ecuaciones que tengan solución en el campo de los números natura-
les. La primera de las dos tiene una solución en el campo de

74 Cfr. Husserl, Cartesianiscbe Meditatiancn, pp. 75-76.


76 Cfr. supro, pp. 386 SS.
78 Huescrl, Logik, ij 48. Ya nos hemos referido a nlgunas de las condiciones
de la posibilidad de las proposiciones en cuanto unidades de significación (cfr.
supro, pp. 388 SS.).
77 VCase la formulaci6n que de los dos puntos de vista da O. Becker,
((MathematischcExistcnz», Jabrbwch für Pbiiosopbie und phljhonrcnologiscbe Forschung,
VI11 ( 1 927), pp. 467 SS.
Problemas ontológicos 475

los números enteros y la otra tiene dos soluciones en el d e los


números complejos.
Por último, refirámonos al análisis que Goldstein ha hecho
del concepto de realidad biológica. No es posible pensar que
un hecho pertenezca a un organismo (o sea, que estt dotado
de realidad biológica) meramente en virtud de que ocurra y sea
actual78. Debemos tener en cuenta las condiciones que sirven
de fundamento a un hecho actual a fin de justipreciar, evaluar
y comprender debidamente al mismo. Es de suma importancia
aquí la diferencia que existe entre los hechos que se observan
en condiciones que son normales para la vida d e un organismo
dado y los que tienen lugar cuando se observa el mismo aisladamen-
te. El aislamiento de que hablamos puede producirse artificialmente
mediante una operación quirúrgica, puede ser el efecto d e ciertos
preparativos experimentales o puede ser el resultado concomitante
d e una enfermedad o de un choque o postración. Entre los hechos
de la segunda clase, tenemos los reflejos, es decir, las reacciones
que tienen lugar cuando un órgano o un sistema d e órganos
se aíslan en lo posible del resto del organismo y se someten
a la estimulación. Al examinar descubrimientos experimentales de
la más varia especie, Goldstein hace hincapié en el hecho de
que no es posible dar razón de la naturaleza y la estructura de
un organismo dado en función de reflejos o d e procesos elementales
semejantes a éstos79. E n otras palabras, es imposible explicar los
logros y los actos que lleva a cabo un organismo en su vida
normal mediante la acción reclproca, la interaccióri y el refuerzo
e inhibición mutuos de procesos y fenómenos que harían su apari-
ción al darse las condiciones apropiadas d e aislamiento. Goldstein
llega hasta afirmar que acaeceres tales sólo existen en dichas condi-
ciones. A fin de aprehender un organismo o d e formarse una
imagen o «idea» del mismo, es menester comenzar con hechos
y fenómenos particulares (e incluimos entre éstos hasta los que
resulten del empleo de los métodos analíticos). Tales hechos y
fenómenos nos han de servir de materiales, ya que no hay ningún
otro punto de partida a nuestra disposición. Con todo, la «idea»
de un organismo no puede ser elaborada mediante síntesis d e

78 K. Goldstein, Der w Haya: 1934). pp. 244 ss.


Aupar, dcr O r g a n i ~ ~(La
79 lbid., c. 2.
476 Problemas ontológicos

hechos particulares, como no puede serlo tampoco por medio


de la inducción o de la generalizaciónm. Para esto es necesario
ejecutar un «acto de imaginación creadora)), por medio del cual
-y de manera análoga a lo que sucede en la física teórica-
se conciban «símbolos», modelos o «ideas» que sirvan para estable-
cer un orden racional e inteligible entre los hechos observados.
Símbolo o idea tal no debe ser interpretado como si fuera u n a
ratio es~endi(Reakrund) que fundara la existencia, sino más bien
como una ratio cognoscendi (Erkenntni~grunú)que haga comprensibles
a los hechos y fenómenos particulares una vez que tomemos en
cuenta las condiciones de su acontecergl. La «idea» de un organismo
y los hechos que observemos sobre el mismo pertenecen a dos
planos diversos82. Según Goldstein, el conocimiento biológico
parece ser, por lo tanto, un proceso dialéctico que sin cesar oscila
entre el plano de los hechos y el plano de la «idea». Es menester
que refiramos todo hecho particular a esta «idea» o «imagen»
del organismo si es que queremos entenderlo, es decir, concebirlo
en función del sentido y significado que tenga para el organismo.
Goldstein mantiene que el conocimiento biológico no debe jamás
limitarse a ser una mera determinación del acaecer actual de los
fenómenos. Debemos aprehender dichos fenómenos en cuanto po-
sean «valor cualitativo»83, en cuanto desempenen una función
en relación con el organismo entero y en cuanto sean manifestacio-
nes o expresiones del mismo. Los reflejos y otros hechos que
ocurren en condiciones de aislamiento son reacciones del organismo
cuando se encuentra en situaciones limite y n o manifestaciones
genuinas y auténticas de éstes*. Un acontecimiento actual deriva
su realidad biológica del sentido y significado que tenga para
el organismo, es decir, de ser referido a la idea del organismo
en cuestión85. No podemos aceptar que un acontecimiento actual

80 Cfr. Ibíd., c. 7 en lo que se refiere a la metodologia filosófica del conoci-


miento biológico; cfr. tambiCn nuestro articulo intitulado «La science biologique
d'npris M. K. Goldstein~,Reune philo~ophiqwde la Frunce et de Pitranger, C X X I X
(1940).
81 Goldstein, op. cit., p. 242.
82 Ibid., p. 251.
83 Ibid., p. 255.
84 Ibíd., C . 5.
Ibid., p. 244: «Que el reflejo ocurra en el organismo no quiere decir
Problemas ontológicos 477

sea un hecho para el organismo en cuestión, a menos que se


haya establecido que aquél tiene significación auténtica para éste.
Con respecto a todos los fenómenos y hechos observados, podemos
formular una pregunta fundamental: «¿Cuáles son los fenómenos
que tienen pertinencia biológica y cuáles carecen de ella? ¿Cuáles
son los fenómenos que son 'hechos' biológicos y cuáles no lo
son?»86 D e este modo, resulta que la existencia y la realidad
biológicas son lo mismo que la existencia en el seno de un sistema
y en un lugar determinado de éste, si por «sistema» entendemos
«idea del organismd~.
Los órdenes de la existencia poseen unidad y continuidad por
referencia a los principios específicos d e pertinencia que los consti-
tuyen. Por lo tanto, es menester dar razón de las diferencias entre
los órdenes de la existencia en función d e las que hay entre los
principios de pertinencia en cuestión. Cuando hablamos d e diferen-
cias entre los órdenes d e la existencia, no nos referimos a las
que hay, por ejemplo, entre las biografías de varias personas,
los múltiples periodos históricos que pertenecen a civilizaciones
distintas, las esferas disímiles de la vida y la actividad profesionales
y los diversos «mundos de la fantasía». Nos referimos más bien
a otras diferencias de mayor alcance y profundidad y que tienen
que ver con el propio estilo y tipo de los órdenes de la existencia
de que se trata. Tales diferencias son las que se dan entre el
mundo de la realidad, por un lado, y, por otro, un «mundo
cualquiera de la fantasía)), un sistema geométrico cualquiera o un
sistema cualquiera d e proposiciones. Los principios especficos de perti-
nencia que constityen un cierto orden de la existencia determinan el sentido
o la modalidad de la exiskncia de los objetos que pertenecen a dicho
orden, ya que la existencia de un objetos7 es lo mismo que la existencia
de éste en un orden determinado. Los objetos que pertenecen a distintos
órdenes difieren entre sí en lo que respecta a la modalidad o el sentido
especYicos de la existencia que poseen. Hasta una comparación superficial
entre'una cosa material y una proposición nos ha de servir para

todavía que aquél posea realidad con respecto a tste. En este sentido, diremos
que 'realidad' significa que un proceso pertenece al 'ser' o a la 'naturaleza'
del organismo».
8% Ibid., pp. 241 SS.
87 Empleamos el termino «objeto» con el sentido más amplio posible, es
decir, con un sentido que sea sinónimo del tkrrnino «ente».
478 Problemas ontológicos

ver de qué diferencia hablamos. La existencia de una cosa material


equivale esencialmente a existencia en el espacio y el tiempo objeti-
vos. En virtud de que el espacio-tiempo objetivo +omo ya
hemos visto- es el principio constitutivo de pertinencia del mundo
exterior, se dará el hecho de que tal principio define el sentido
de la existencia de todo lo que pertenezca a dicho mundo. Empero,
ni en las proposiciones ni en significados d e ninguna especie ni
en ningún ente ideal nos encontraremos en absoluto determinacio-
nes espaciales y temporales. El índice existencia] -que es el correla-
to noemático de la referencia que experimentamos al orden al
cual un objeto determinado pertenece- apunta d e inmediato a
la modalidad o el sentido específicos d e la existencia del objeto.
De nuestro ensayo de interpretación del fenómeno de la existen-
cia, se siguen dos consecuencias:
1. El significado del concepto d e existencia es distinto en cada
orden de la misma. Según sea la naturaleza del orden dado, así
será el modo en que se especifique el concepto d e la existencia.
Habrá pues que decir que, en virtud d e tal especificación, el
significado que el concepto de la existencia tiene con respecto
al orden en cuestión es proporcional al que posee a consecuencia
de una especificación distinta, en referencia al orden correspon-
diente de la existencia. D e esto se sigue que el rancepto d e la
existencia mantendrá una unidad de significado, a pesar de que
n o siempre tenga una significación idéntica. Dicha unidad será,
sin embargo, una unidad por analogía, en un sentido semejante
al que corresponde a la definición de Aristótelesga. E n una teoría

88 Aristoteles, Metaphysica, , c. 6 , 1048 b 6 SS.: «Pero 'estar en acto' no


se dice de todas las cosas en el mismo sentido, sino analógicamente: como
a t o existe en a t o o en orden a esto, aquello existe en aquello o en orden
a aquello ...» (Mitafiica de Aristdteles, ed. ttilingüe de Valentin Garcia Yebra:
Madrid; Gredos, 1970, 11, pp. 52-53). Seiiala Aristótetes que el concepto de
ser, aunque se entienda de muchas maneras, no ha de tenerse por ambiguo,
ya que todos los sentidos del mismo se dicen «en orden a un solo principian
(Ibid., D, c. 7 , 1003 b 5; Metafísica, 1, p. 152); «... el Ente se dice en varios
sentidos, aunque en orden a una sola cosa y a cierta naturaleza única» (Ibid.,
G, c. 2, 1003 a 32 SS.;MctafU-ira, 1, p. 151). Esa ucosa», maturaleza~o «principio»
único es la «sustancia». Por referencia a la «sustancian y al «Cste», se entiende
el nser» en su sentido primario o fundamental. Los otros sentidos del término
serán de índole derivada (Ibid., Z, c. 4, 1030 a 19 SS.; cfr. también 2, c.
1, 1028 a 10 SS.).Es evidente que las especificaciones del concepto de existencia
Problemas onroldgicos 479

de la existencia, se planteará el problema de dar razón tanto de


lo que se especifica de muchas maneras como de las diversas
especificaciones que así resulten.
2. Es menester distinguir las afirmaciones y los problemas
en torno a la existencia de un objeto en el seno del orden a
que pertenece de los que se refieran al orden mismo de la existencia
o a la pertinencia de un objeto a un orden determinado, en virtud
del hecho de que existir equivale a hacerlo en el seno d e un
cierto orden. No puede decirse en absoluto que el mundo exista
en el mismo sentido que un existente mundano lo hace en el
seno del mundose. Lo mismo vale -matatis matadir- para todos
los órdenes de la existencia (pongamos por caso el plano de los
hechos pertenecientes al organismo por contraste con el de la
«idea» del organismo).
La distinción que acabamos de proponer está en conformidad
con la que Husserl hiciera entre «predicaciones de realidad» (Wirk-
lichhitspradiktionen) y «predicaciones de existencia» (Existenqiul-
pra¿iikationen)m. Mediante las predicaciones de realidad se afirma
que un objeto pertenece al mundo de la realidad o, en el caso
de las proposiciones negativas de esta índole, se relega el objeto
al mundo de lo ficticio. O para expresarlo en nuestros propios
términos: de modo explícito, se pone en relación al objeto con
el orden de la existencia a que pertenece. Por el contrario, las
predicaciones de existencia dan expresión a las modalidades de
la existencia. Es posible poner simplemente el objeto en cuanto
existente; en el caso de la predicación negativa de existencia,
se niega que el mismo exista - e s decir, se anula el objeto en
cuanto carente de existencia. Nos es posible, además, suponer
que el objeto exista o enunciar que la existencia del mismo es
a que aquí nos referimos n o deben confundirse con las correspondientes a
la distinción de Aristóteles que hemos citado, ni tampoco con las que estableciera
(Ibid., D, c. 7) el mismo entre «ser por accidente)) y «ser por naturaleza)) (es
bajo esta rúbrica que se encuentran todas las distinciones que hemos mencionado),
ni con las que resultan por referencia a la verdad y a la falsedad ni tampoco,
por último, con las que tienen que ver con la distinción entre potencia y
acto.
Landgrebe apunta que «un mundo no er un objato entre tantos» y que «la
conciencia que tenemos de un mundo es cualitativamente diversa d e la conciencia
que poseemos de los existentes 'mundanos' particulares» (loc. cit., p. 51).
Husserl, Erjahrutg nnd Urtcil, $74.
480 Problemas ontológicos

probable o dudosa. Pero las modalidades d e la existencia n o se


limitan tan sólo al mundo de la realidad. Al asistir a la representa-
ción de una nueva obra de teatro, podemos llegar a anticipar
ciertas acciones con mayor o menor grado de probabilidad. E n
déterminada etapa de dichaaobra, nos será posible prever (y d e
ese modo proponer) ciertos hechos que - c o n ulterioridad- ten-
dremos que anular, en virtud de que en el ínterin surgen determi-
nadas complicaciones. Es posible anular la existencia que propone-
mos en el caso de objetos tanto reales como ficticios. Que anule-
mos la existencia de un objeto que habíamos propuesto con ante-
rioridad en cunto existente en el seno del mundo de la realidad y
que lo hagamos en virtud d e que la experiencia ulterior así lo moti-
va no nos basta para declarar que dicho objeto pertenezca a un
((mundo de la fantasía». Dicho objeto continuará más bien sien-
do un objeto mundano que -si existiera- ocuparía un lugar en
el mundo de la realidad. Negar que el objeto exista en el seno del
mundo de la realidad no significa, por tanto, que lo refiramos a un
orden diferente de la existencia. La oposición que hay entre la exis-
tencia y la inexistencia no coincide con la que se da entre la reali-
dad y lo ficticio o imaginario.
Al mismo tiempo que vivimos en el mundo de la realidad,
nos es posible poner objetos en cuanto existentes, probables o
presuntos o podemos llegar a anularlos en cuanto inexistentes.
Mientras nos dirijamos directamente a los objetos y no adoptemos
una actitud reflexiva, no referiremos -según Husserlgl- los obje-
tos que nos ocupan al concepto d e realidad. D e modo semejante,
el sujeto se encuentra -al dar rienda suelta a su fantasía- con
objetos y hechos imaginarios sin que por ello los aprehenda explíci-
tamente en cuanto tales. Conceptos como el de la realidad y el
de lo imaginario hacen su aparición solamente si el sujeto, a
la vez que vive en el mundo de la realidad, se proyecta hacia
un mundo de la fantasía, o si -al revés- dirige la mirada hacia
la realidad en cuestión o se vuelve hacia ella al dar rienda suelta
a su imaginación92. Estos conceptos surgirán cuando adoptemos
Ibid., $74 a.
91
Schütz ha elaborado esta teoria de Husserl de un modo muy interesante
92
y ha puesto de manifiesto los puntos en que concuerdan las posiciones de
Husserl y de James en este respecto. (Cfr. «On Multiple Realities)), loc. cit..
pp. 556 SS.).
Problemas ontológicos 481

una actitud reflexiva con respecto a la experiencia del choque


y del contraste entre los objetos y hechos d e índole real y los
de naturaleza imaginaria. Tanto los objetos y los hechos d e una
especie como los de la otra los aprehenderemos respectivamente
como casos particulares de realidades posibles o d e creaciones
posibles de la imaginación. Aún antes d e que aprehendamos explíci-
tamente los objetos reales y los imaginarios en cuanto tales, los
objetos reales harán su aparición, por supuesto, en el seno d e
un contexto de la realidad, del cual se excluyen - c o m o ya lo
hemos demostrado93- los imaginarios, en tanto y en cuanto sean
éstos capaces de llegar a formar un contexto propio. E n otras
palabras, los objetos que experimentemos al vivir según la actitud
directa y pre-reflexiva se presentan con sendos índices existenciales.
El índice existencial ya es efectivo cuando vivimos según la actitud
pre-reflexiva, en tanto y en cuanto hace un aporte dicho índice
a la determinación del sentido d e lo que se experimenta, a saber:
la apariencia del objeto en cuanto apunta y se refiere al orden
de la existencia a que pertenece. Mas, con todo, la efectividad
del índice existencial sólo es tácita, pues lo experimentamos d e
forma mas bien implícita. Las predicaciones d e realidad -que
dan por supuesto que ha tenido lugar la aprehensión reflexiva
de los objetos reales y de los imaginarios en cuanto tales- consisten
en poner de manifiesto, explicitar y convertir en tema al índice
existencialg4. Nos permitimos afirmar que la teoría d e Husserl
en torno a las predicaciones de realidad puede ser generalizada
d e modo que se aplique a todos los órdenes d e la existencia,
aunque el autor de la misma la haya limitado a los órdenes de
lo real y de lo imaginario.

93 Cfr. supra, $ 2 b.
94 No podemos entrar aquí en el análisis d e la operación por medio de
, la cual algo se convierte en tema. Hemos hecho sobre esto algunas observaciones
de índole provisional en nuestro artículo intitulado «Gelb-Goldstein's Concept
of 'Concrete' and 'Categorial' Attitude and the Phenomenology of Ideation)),
loc. cit., pp. 187 SS.
A fin de que un dato pertenezca al campo temático d e un
tema dado, es menester que cumpla el requisito d e ser pertinente
al tema, requisito este que atañe a los contenidos materiales tanto
del tema como del dato en cuestión. Todo dato que experimentemos
simultáneamente con el tema pero que n o guarde con éste la
relación d e pertinencia ocupará un lugar en el margen, ámbito
que se caracteriza por la falta de pertinencia y por la compresencia
pura, según hemos podido comprobar como resultado d e nuestros
análisis anterioresl.
Hemos demostrado con anterioridad2 que el campo temático
no hace aporte alguno a la constitución del núcleo noemático
central del tema. Por contraste con las variaciones que sufre el
campo temático, el tema -tomado tal y cual es en sí mismo-
no cambia d e identidad fenoménica. Al hacer hincapié en la inde-
pendencias del tema con respecto al campo temático, hemos puesto

1 Cfr. Quinta Parte, 5 6 b. Los datos a que nos hemos rderido en la p. 398
como integrantes del segundo conjunto sirven de ejemplo de lo que se experimen-
ta en la conciencia marginal.
2 Cfr. Quinta Parte, Q: 7.
3 Precisamente en el sentido que acabamos de indicar es como aquí emplea-
mos este término.
también de relieve los rasgos fenoménicos que el tema deriva
del campo temático que de hecho le corresponde, a saber: la
iluminación y la perspectiva según las cuales se presenta el temad.
Se ha hecho patente que variaciones en el campo temático pueden
conllevar modificaciones del índice posicional del tema que no
llegan a transformar el tema mismo.
Esto no es cierto en lo que se refiere a los datos marginales.
Al ocuparnos de un teorema o problema d e índole científica,
continuamos percibiendo las cosas que nos rodean y tenemos
una cierta conciencia de nuestro entorno actual. Conciencia tal
cae, por supuesto, bajo el concepto d e conciencia marginal,
tomado tal y como lo entendemos aquí. No tiene la menor
importancia para el teorema científico -en lo que respecta
tanto al núcleo central como los caracteres noemáticos del mis-
mo-, que, al ocuparnos de él, nos encontremos sentados ante
nuestro escritorio o nos hallemos caminando por la calle. E n
otras palabras, no atañe al teorema el hecho de que tengamos
esas u otras percepciones al mismo tiempo que lo experimentamos.
El tema -tomado según la modalidad concretísima d e su apare-
cer- no deriva ninguna coloración ni rasgo alguno d e la percepción
d e nuestro entorno actual. En el seno d e la estructura noemática
global del tema -que incluye tanto a los constitutivos del núcleo
central como a los caracteres noemáticos-, no encontramos ele-
mento alguno que represente a tales percepciones ni a ningún
otro dato marginal compresente. D e acuerdo con esto, ningún
efecto resultará de los cambios que ocurran en la conciencia margi-
nal, mientras que las variaciones que tengan lugar en el campo
temático pueden tener por consecuencia que la perspectiva según
la cual se presenta el tema se modifique. En realidad, el teorema
científico continuará haciendo su aparición d e manera idéntica
y mantendrá la perspectiva según la cual se presenta cuando abando-
nemos nuestra habitación y salgamos a la calle, con tal -por
supuesto- de que las percepciones marginales no logren imponerse
a nuestra atención y tengan por resultado que nos desviemos
de nuestro tema. La interferencia es el único efecto que los datos
marginales pueden tener en la experiencia del tema. E n esto se
hace patente la desvinculación que existe entre todo lo que pertene-

4 Cfr. Quinta Parte, 8.


ce al margen, por un lado, y el tema y el campo temático, por
otro. Tal desvinculación se caracteriza por la falta de conexión
que hay entre el tema (tal y como aparece en el seno del campo
temático) y el margen, excepción hecha d e la relación d e mera
simultaneidad. En virtud de dicha desvinculación, n o se impondrá
condición restrictiva alguna a los datos marginales que puedan
presentarse con un tema dado. Cualquier dato puede ser experimen-
tado simultáneamente con cualquier tema. La conciencia marginal
--que definimos como una esfera donde no se da la pertinencia-
es también un ámbito donde reina la contingencia. Ningún ejemplo
puede aclarar mejor lo que queremos decir aquí que el caso d e
pensamientos que -sin venir a cuento- se entrometen en lo
que nos ocupa, como sucede, por ejemplo, cuando, al habérnoslas
con un teorema científico, recordamos un compromiso que tenemos
para más tarde, sin que por ello logre la intromisión d e dicha
expectativa que nos apartemos de nuestra actividad temática.
No es debido al hecho de que puedan ocurrírsenos pensamientos
que no vienen al caso que vale la pena que nos ocupemos d e
la conciencia marginal. El interés y la importancia d e dicha forma
de conciencia radican más bien en que -sea cual fuere el tema-
nuestra actividad temática irá siempre acompañada d e una concien-
cia de hechos y datos que pertenecen a los tres órdenes siguientes
de la existencia: la corriente de nuestra vida consciente, nuestra existencia
encarnada y el mundo perceptivo. Si nuestro tema no perteneciera
a ninguno de estos tres órdenes (como sucede, por ejemplo, cuando
nos concentramos en un teorema científico), la conciencia d e dichos
órdenes adoptaría la forma d e conciencia marginal. Por otra parte,
cuando nos hallemos inmersos en la percepción d e una cosa (de
modo tal que la cosa percibida sea nuestro tema y el entorno
perceptivo en cuyo seno aparece aquélla nuestro campo temático),
es evidente que tendremos conciencia marginal sólo d e los otros
dos órdenes d e la existencia a que acabamos d e referirnos.
Supongamos que -al habérnoslas con un teorema científico-
adoptemos - c o m o es lo normal- la actitud directa en relación
con lo que nos ocupa. Nos concentraremos, entonces, en el estado
d e cosas al cual se refiere el teorema o en el teorema mismo
en l o que respecta a su posición lógica en el seno del contexto
teórico al que pertenece. Al dirigirnos a aquello que es nuestro
tcma en el momento presente, nos hallamos también conscientcs
al mismo tiempo de que vivimos el acto o los actos mediante
los cuales se presentan a la conciencia dicho teorema o el estado
de cosas a que se refiere el mismo. La conciencia que tenemos
de que un acto tiene lugar es lo mismo que la conciencia d e
la temporalidad fenoménica del acto, por cuanto los actos de
la conciencia aparecen, desaparecen y crecen en el tiempo. D e
esto se sigue que tal conciencia sea una conciencia del tiempo
fenoménico. Al estar conscientes del acto que vivimos en ese
momento, nos encontramos a la vez en posesión d e una conciencia
de índole retentiva en lo que se refiere a las fases anteriores
de la vida consciente y de una conciencia potencial de las ulteriores5.
E n virtud de la temporalidad que es intrínseca a los actos de
la conciencia, la conciencia del acto o d e la fase del acto que
vivimos es a la vez conciencia d e un segmento determinado d e
la corriente de la conciencia, segmento este que se centra alrededor
del acto o de la fase del acto de que se trate en el momento
presente y que alcanza su culminación en los mismos. Conciencia
semejante es independiente del hecho de que adoptemos una actitud
reflexivas. La reflexión consiste en transformar a los actos d e
la conciencia en temas para la misma. D e ese modo, cuando adopte-
mos una actitud reflexiva, nuestro tema no será ya lo que experi-
mentamos, sino. más bien el experimentar mismo. El análisis feno-
menológico evidentemente exige que adoptemos la actitud reflexi-
va'. Por consiguiente, si experimentábamos la temporalidad feno-
ménica de una forma más bien implícita e inarticulada con anteriori-
dad a la adopción d e la actitud reflexiva, el análisis y la explicación
fenomenológicos necesariamente presentarán el tiempo fenoménico
de modo tal que la estructura del mismo aparezca por sí sola
y de forma articulada y clarificadas.
5 Cfr. las referencias en torno a la temporalidad fenoménica que dimos
en la n. 87 de la Quinta Parte.
6 Cfr. Husserl, Vorlesunpn zur Pbanomenolo~ie des inneren Zeitbewusstseim,
pp. 436 ss. y 473.
7 Cfr. Husserl, Ideen, ji 6 77 SS.
8 Merleau-Ponty hace hincapié a lo largo d e su obra en la conciencia pre-temá-
rica y pre-posicional y, a base de ello, mantiene -siguiendo a Husserl- que
la vivencia del tiempo no adopta la forma d e conciencia posicional y que
-en consonancia con esto- la vivencia del tiempo en cuanto continuo pasar
no se debe a una síntesis explícita de fases que se pongan en cuanto distintas
cntre sí (cfr. Phénoménologie de la perception, pp. 477 SS.).
Junto con la conciencia marginal del tiempo fenoménico (o,
lo que es lo mismo, de un segmento determinado d e la corriente
de la vida consciente), nos encontramos en posesión d e una concien-
cia de nuestra existencia encarnada, la cual tampoco será nuestro
tema y cuya índole no será menos marginal e implícita que la
del tiempo fenoménicog. Sea cual fuere nuestro tema, nos hallare-
mos conscientes tanto de nuestro cuerpo en general como d e
nuestra postura y de nuestros movimientos corporales en el momen-
to presente -es decir, que estaremos conscientes, por ejemplo,
de encontrarnos sentados, acostados o caminando. E n virtud d e
que las posturas y los movimientos corporales encajan con el
mundo exterior, la conciencia de aquéllos conllevará la de éste.
La conciencia de nuestro mirar o d e nuestro caminar incluirá
de ese modo una conciencia de la dirección determinada en que
miremos o por la que caminemos en el espacio objetivo. La concien-
cia del mundo perceptivo es, en verdad, concomitante con todo
tema que ocupe nuestra mente. Sea cual fuere el grado de nuestra
inmersión en la actividad mental del momento presente, nos será
imposible evitar ver las cosas que se encuentran delante de nosotros
y en nuestro derredor. Las cosas que de hecho vemos forman
el centro del mundo perceptivo tal y como se presenta por medio
de la conciencia marginal. A partir de dicho centro, la conciencia
marginal se amplía y se extiende hasta abarcar cosas que de hecho
no percibimos pero que nos son perceptibles. Mientras nos encon-
tramos sentados ante nuestro escritorio e inmersos en la considera-
ción de un problema o teorema de índole científica, no sólo percibi-
mos los libros y papeles que se hallan sobre el escritorio, sino
que también poseemos una conciencia marginal confusa y como
en penumbra de la habitación en cuanto todo y d e la situación
de ésta en la totalidad d e la casa. Entendemos por conciencia
marginal del mundo perceptivo una conciencia de un cierto sector
de nuestro entorno actual. Este sector, por supuesto, no se encuen-
tra delineado mediante contornos precisos.
La conciencia marginal hace su aparición como un ámbito
donde reina la contingencia. Pasemos por alto la posible intromisión

9 E n lo que respecta a la existencia encarnada, nos remitimos a los análisis


llevados a cabo por Merleau-Ponty (op cit., Primera Parte, 1-IV), sin q u e p o r
tIIo entremos -en este contexto- a analizar las tesis que éste ha formulacl~~.
de pensamientos que no vengan al caso y que pueden tener o
no lugar y tomemos en consideración sólo aquellos datos d e los
cuales tenemos - c o m o hemos demostrado- una conciencia margi-
nal ininterrumpida. Al ocuparnos en resolver un problema cientifi-
co, nos encontramos en libertad d e adoptar tanto una postura corpo-
ral como otra. Nos será posible ocuparnos del problema, sea cual
fuere el entorno perceptivo que nos toque en suerte. Es un hecho
totalmente contingente que unas u otras percepciones determinadas
del mundo y de los hechos exteriores que se relacionen con nuestra
existencia encarnada acompañen d e hecho a la actividad temática
del momento. En lo que respecta a la conciencia del tiempo fenomé-
nico o de la corriente de la conciencia, no se da contingencia
tal, ya que esta conciencia siempre y necesariamente incluye al
acto en que vivimos y culmina en el mismo, o sea, en el propio
acto mediante el cual hace su aparición el tema.
La conciencia marginal presenta una invariabilidad característi-
ca, pese a la contingencia de que adolece y al alcance que puede
llegar a tener ésta. Tal contingencia afecta a las unidades particulares
que aparecen por medio d e la conciencia marginal. Lo que no
varía es el hecho d e que, en todo momento, se presentan a la
conciencia unidades pertenecientes a los tres citados órdenes de
la existencia, sea cual fuere la índole particular que posean aquéllas
en un momento dado 10. Según hubimos d e demostrar con anteriori-
dad", todo objeto que aparezca ante la conciencia hará referencia,
en su misma apariencia, el orden de la existencia del cual es
miembro. Es así que podemos formular la estructura invariable
en cuestión del modo siguiente: se presentarán a la conciencia el
tiempo fenoménico (o la corriente de la conciencia), nuestra existencia
encarnada J el mundo perceptivo en todo momento en que nos demos
cuenta de datos y unidades que pertenezcan respectivamente a
tales órdenes de la existencia. El carácter privilegiado d e dichos
órdenes -por contraste con todo otro orden- se hace patente
en este último hecho. A fin de que el sujeto se encuentre ante
un orden cualquiera de la existencia que sea diverso de los tres

10 Con respecto a la existencia encarnada, Sartre escribe que M... se podría


definir el cuerpo como /a,/ormu rontin~enteque adopto /o nereriM d t mi rontingenrian
(L.'étre et le néunl, p. 371).
11 Cfr. supro, pp. 443 S S .
4 88 Epílogo

de que aquí se trata, es menester que dicho sujeto se ocupe explícita-


mente d e los datos, objetos y unidades que pertenezcan al orden
en cuestión. El universo d e la aritmética12 se nos presentará sólo
si nos ocupamos de los números y d e las relaciones numéricas
y mientras así lo hagamos. Por contraste con esto, tenemos el
hecho de que los tres órdenes privilegiados d e la existencia -que
en conjunto constituyen la realidad- se presentan d e modo perma-
nente a la conciencia. En todo momento de la vida con~ciente,tenemoj
conciencia de la realidad, al menos de forma marginal. Debido a la
conciencia marginal y a la estructura invariable d e la misma, nunca
perderemos de vista a la realidad ni dejaremos d e estar en contacto
con ella, sea cual fuere la dirección de nuestra actividad temática
y el grado de nuestra concentración en ella.
La conciencia de nuestra existencia encarnada conlleva -como
ya hubimos de señalar- la conciencia del mundo perceptivo y
se encuentra entretejida con ésta. Al mismo tiempo que estamos
conscientes de nuestras posturas y gestos corporales y del lugar
que ocupa nuestro cuerpo en el seno del mundo perceptivo, tene-
mos conciencia de los actos que vivimos y mediante los cuales
se presenta lo que es nuestro tema en ese momento. Es así que
los actos de la conciencia aparecen en cuanto ocurren en un momen-
to determinado del tiempo objetivo y mientras nuestro cuerpo ocupa
un cierto lugar en el espacio objetivo. La conciencia -tomada desde
el punto de vista de su propia naturaleza- es un ámbito encerrado
en sí mismo, en el cual nada puede entrar y del cual nada puede
escaparl3. Con todo, la conciencia puede ser integrada en la realidad
mundana y puede en cierto sentido participar en ella, debido
a que vivimos los actos de la conciencia en cuanto ocurren en
compañía de la conciencia que tenemos d e los hechos y procesos
corporales y de ese modo en cuanto vinculados con éstal4. Es
posible, sin embargo, considerar a los actos d e la conciencia como
hechos que tienen lugar en conexión con procesos biológicos
y corporales y en relación de dependencia con éstos (los cuales,
a su vez, serían causados por acontecimientos que ocurren en
Cfr. Husserl, Ideen, p. 51.
12
[bid., p. 93: (c... la conciencia, considerada en su 'pure~a',debe tenerse
13
por un orden del ser encerrado eti si, c o m o un orden d e ser absoluto en que nada
puede entrar ni del que nada puede escapar...)) (Idear, 11, c . 3, Ij 49, p. 114).
1 4 Cfr. ibid., 53.
el mundo exterior). Y esto es así, a pesar d e que la participación
de la conciencia en la realidad mundana es un hecho puramente
adventicio e inesencial a aquélla (en virtud d e que no afecta a
la naturaleza intrínseca y específica d e la misma). Esta concepción
e interpretación d e la conciencia es característica del modo psicoló-
gico de acceso a la conciencia, el cual se distingue del fenomenológi-
co. Nuestra conciencia d e la realidad adopta así la forma de una
conciencia de nosotros mismos como seres psicosomáticos que
existen en el mundo en cuanto existentes mundanos situados entre
otros existentes mundanos. Nos vemos así abocados al propio
fenómeno que c u a n d o se haya puesto d e manifiesto y se haya
explicitado y tan pronto como se haya transformado en tema
y se haya formulado- alcanzará expresión en la tesis general
d e la ((actitud natural)). Una vez que hayamos llevado a cabo
la reducción fenomenológica, la creencia en la existencia se pondrá
entre parénticis y quedará suspendida, según lo demostramos con
anterioridad's. La suspensión d e la creencia en la existencia no
quiere en abosoluto decir, sin embargo, que se la suprima, ni
mucho menos que tenga lugar la eliminación de los fenómenos
a los cuales -en la ((actitud natural»-- se adhiere la creencia
en la existencia. Por el contrario, es menester que -entre los
temas y problemas principales de la fenomenología- contemos
a la apariencia del mundo en cuanto existente y a la conciencia
de nosotros mismos en cuanto existentes mundanos. Nos permiti-
mos afirmar que la explicación fenomenológica d e la ((actitud natu-
ral» tiene que partir d e la conciencia ininterrumpida -al menos
en su forma marginal- del mundo perceptivo, de nuestra existencia
encarnada y de la corriente de la conciencia.

15 Cfr. Tercera Parte, 3.


<**
.re vola~rnenrr.r es r,.rito u i ~estudio e': iorrro a la fenomend
1
. como iin:, obra des ti:^:::; p exarnini:r el problema i'enomenológic
la conciencia. AKON ;TJRW!;'~:'-,~l.?.ha elegido para esa rare
pir:ito de v:s:a fenorn.::nológico y 1:;; el de observador que, d
filtra, co:.~r;.mpla rin determinado método. Partiendo de loa ob
y acontecimientos quc ia experiencia entrega, e! fenomenólogo
rnit;i las conexiones en que aquéllos se presentan, pues tr,doa
se percibe siempre en un entorno, nunca como hecho aisladb o
o . ob,cto sc. ~ b r e:i Ir percepción entre otros que
d e ~ p e i & : ~ a dCada
constituyen el trasfocdo de su aparició:~y sin los cuales no dería 1
tx :ible que ésta se produjera. El per.samiento, para la fendrzic-
ri, .»gTa. no se da aislado, sino eiie siempre sUir;e en la conci+cia
er relación con un contexto de cierto valor teórico. Las r e f e r e e s
n 12s so!Licionts posibles de un problema se viven de una rnahera
irnpllcita, oscura y corno ciitre periurnbras; y las direcciones para
i.esolvedo, ios supucstcu y teorías que ::irven para tal empresa, se
rnaiufiesran rainbitn de ~a'misrnamaneta. ZL CAMPO DE LA CON-
CIENCIA anaiim cómo el conjunto de los datos, asequibles m
&versos grados de vapiedad, config~raproblemas y consecuendas,
que se dcfinen pctr la :o:alidsd de los datos compresentes. .4sf pues,
la teoria de !S io!icia~cia es, eji definitiva, el examen de !as asticu-
!aciones que caracterizan !a estructura del campo total y dc los es-
(piernas y las formiis según los cuales se organizan MXre sl
s ;íw.wtes. Cttas obras publicadas por Alianza Editorial
: 'Occidente y relacionadas con este campo temtítico: n
" cickes iógicas;, de Edmund lIusuerl; «Fenomenolagla y raz
?, PhilipFSilver (AU 213); «Husserl y la búsqueda be ceryzas, de

~eszekKdlakowski (LB 658). ' . . . -


Ai'ic~?~sa
Editorial 1
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