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El autor aportó para la agencia AIM esta columna sobre los árboles de Victoria,
antes de que conociéramos la desaparición del ombú histórico de Mandisoví
(Federación), vinculado a la campaña revolucionaria de Manuel Belgrano. Aquí,
una confluencia de la biodiversidad, la historia y el arte con el ombú en el centro.
Los vecinos del cerro narran que un terreno cercano a los ombúes fue usurpado y los
usurpadores dejaron que sus vacas y caballos comieran las hojas de los ombúes
hasta secarlos poco a poco.
Un grupo de jóvenes, vinculados con la Abadía del Niño Dios, situado muy cerca de
allí, plantaron luego 100 ombúes donde estaba el monte, para tratar de reparar el
daño; pero otra vez las vacas hicieron su trabajo y otra vez los ombúes
desaparecieron. Lo que se mantuvo sin variantes fueron la negligencia y el
descuido.
Dicen los vecinos que en la municipalidad de Victoria hay alguien que no sabe cuál
fue el destino del monte, que sigue apareciendo en internet como un atractivo de la
ciudad y una curiosidad, y manda a turistas a visitarlo y constatar la ruina.
El ombú, en una situación normal, es una planta que crece en soledad en la llanura
pampeana. En Victoria, el monte al pie del cerro de la Matanza, considerado
reserva ecológica, era un extraordinario atractivo natural.
El ombú es una hierba gigante, no un árbol, que siempre crece en forma aislada. El
monte de Victoria era único en el mundo, o al menos compartido con otro similar y
nada más: era uno de dos en todo el planeta.
N. de la R.: Aníbal Sampayo dedicó al cerro de la Matanza una canción muy honda,
entre sus últimas composiciones. Aquí una versión de Graciela Castro Bagnasco.
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