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ESCUELA PREPARATORIA OFICIAL NÚMERO 72

ANTOLOGÍA
LITERATURA Y CONTEMPORANEIDAD I
Núm. de Lista // Nombre (s) del alumno:
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Grupo 2° ______

Recopilación: Profa. Stephany Caso Alfaro

CICLO ESCOLAR 2013-2014


La literatura:
Instrumento de
interpretación cultural
ESTADOS DE ÁNIMO
Mario Benedetti
Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento


como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.

Pero hoy me siento apenas


como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.
NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha vencedor de las flores


cerrada y pobre. y las alondras.
Escarcha de tus días Rival del sol.
y de mis noches. Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha Desperté de ser niño:
grande y redonda. nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
En la cuna del hambre ríete siempre.
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba. Siempre en la cuna
defendiendo la risa
Pero tu sangre, pluma por pluma.
escarchada de azúcar Al octavo mes ríes
cebolla y hambre. con cinco azahares.
Con cinco diminutas
Una mujer morena ferocidades.
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo Con cinco dientes
sobre la cuna. como cinco jazmines
adolescentes.
Ríete niño
que te traigo la luna Frontera de los besos
cuando es preciso. serán mañana,
cuando en la dentadura
Tu risa me hace libre, sientas un arma.
me pone alas.

Soledades me quita, Sientas un fuego


cárcel me arranca. correr dientes abajo
buscando el centro.
Boca que vuela, Vuela niño en la doble
corazón que en tus labios luna del pecho:
relampaguea. él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
Es tu risa la espada No te derrumbes.
más victoriosa, No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
MIENTRAS POR COMPETIR CON TU CABELLO
Luis de Góngora y Argote
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello.
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

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POEMA ÉSTE QUE VES, ENGAÑO COLORIDO


Sor Juana Inés de la Cruz
Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
LÁZARO
José Asunción Silva
Ven, Lázaro! gritóle
El Salvador, y del sepulcro negro
El cadáver alzóse entre el sudario,
Ensayó caminar, a pasos trémulos,
Olió, palpó, miró, sintió, dio un grito
Y lloró de contento

Cuatro lunas más tarde, entre las sombras


Del crepúsculo oscuro en el silencio
Del lugar y la hora, entre las tumbas
De antiguo cementerio
Lázaro estaba sollozando a solas
Y envidiando a los muertos.

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LÁZARO
Luis Cernuda
Era de madrugada. Mordiendo un sueño vago inferior al milagro,
Después de retirada la piedra con trabajo, Come rebaño hosco
Porque no la materia sino el tiempo Que no a la voz sino a la piedra atiende,
Pesaba sobre ella, Y el sudor de sus frentes
Oyeron una voz tranquila Oí caer pesado entre la hierba.
Llamándome, come un amigo llama
Cuando atrás queda alguno
Fatigado de la jornada y cae la sombra.
Hubo un silencio largo. Alguien dijo palabras
Así lo cuentan ellos que lo vieron. De nuevo nacimiento.
Mas no hubo allí sangre materna
Yo no recuerdo sino el frío Ni vientre fecundado
Extraño que brotaba Que crea con dolor nueva vida doliente.
Desde la tierra honda, con angustia Sólo anchas vendas, lienzos amarillos
De entresueño, y lento iba Con olor denso, desnudaban
A despertar el pecho,
Donde insistió con unos golpes leves,
Avido de tornarse sangre tibia.
En mi cuerpo dolía La carne gris y fláccida como fruto pasado;
Un dolor vivo o un dolor soñado. No el terso cuerpo oscuro, rosa de los
deseos,
Sino el cuerpo de un hijo de la muerte.

Era otra vez la vida. El cielo rojo abría hacia lo lejos


Cuando abrí los ojos Tras de olivos y alcores;
Fue el alba pálida quien dijo El aire estaba en calma.
La verdad. Porque aquellos Mas tremblaban los cuerpos,
Rostros ávidos, sobre mí estaban mudos, Como las ramas cuando el viento sopla,
Brotando de la noche con los brazos tendidos Y de la imagen del amor quedaban
Para ofrecerme su propio afán estéril. Sólo recuerdos vagos bajo el viento.
La luz me remordía El conocía que todo estaba muerto
Y hundí la frente sobre el polvo En mí, que yo era un muerto
Al sentir la pereza de la muerte. Andando entre los muertos.

Quise cerrar los ojos, Sentado a su derecha me veía


Buscar la vasta sombra, Como aquél que festejan el retorno.
La tiniebla primaria La mano suya descansaba cerca
Que su venero esconde bajo el mundo Y recliné la frente sobre ella
Lavando de vergüenzas la memoria. Con asco de mi cuerpo y alma.
Cuando un alma doliente en mis entrañas Así pedí en silencio, como se pide
Gritó, por las oscuras galerías A Dios, porque su nombre,
Del cuerpo, agria, desencajada, Más vasto que los templos, los mares, las
Hasta chocar contra el muro de los huesos estrellas,
Y levantar mareas febriles por la sangre. Cabe en el desconsuelo del hombre que está
solo,
Aquel que con su mano sostenía Fuerza para llevar la vida nuevamente.
La lámpara testigo del milagro,
Mató brusco la llama, Así rogué, con lágrimas,
Porque ya el día estaba con nosotros. Fuerza de soportar mi ignorancia resignado,
Una rápida sombra sobrevino. Trabajando, no para mi vida ni mi espíritu,
Entonces, hondos bajo una frente, vi unos Mas por una verdad en aquellos ojos
ojos entrevista
Llenos de compasión, y hallé temblando un Ahora. La hermosura es paciencia.
alma Sé que el lirio del campo,
Donde mi alma se copiaba inmensa, Tras de su humilde oscuridad en tantas
Por el amor dueña del mundo. noches
Con larga espera bajo tierra,
Vi unos pies que marcaban la linde de la Del tallo verde erguido a la corola alba
vida, Irrumpe un día en gloria triunfante.
El borde de una túnica incolora
Plegada, resbalando
Hasta rozar la fosa, como un ala De: Las nubes
Cuando a subir tras la luz incita.
Sentí de nuevo el sueño, la locura
Y el error de estar vivo
Siendo carne doliente día a día.
Pero él me había llamado
Y en mí no estaba ya sino seguirle.

Por eso, puesto en pie, anduve silencioso,


Aunque todo para mí fuera extraño y vano,
Mientras pensaba: así débieron ellos,
Muerto yo, caminar llevádome a tierra.
La casa estaba lejos;
Otra vez vi sus muros blancos
Y el ciprés del huerto.
Sobre el terrado había una estrella pálida.
Dentro no hallamos lumbre
En el hogar cubierto de ceniza.

Todos le rodearon en la mesa.


Encontré el pan amargo, sin sabor las frutas,
El agua sin frescor, los cuerpos sin deseo;
La palabra hermandad sonaba falsa,
NOCTURNO EN QUE NADA SE OYE
XAVIER VILLAURRUTIA

En medio de un silencio desierto como la calle


antesdel crimen sin respirar siquiera
para que nada turbe mi muerte en esta soledad
sin paredes al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua
sin sangrepara salir en un momento tan lento
en un interminable descenso sin brazos
que tender sin dedos para alcanzar la escala
que cae de unpiano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido
que corta como el grito.

Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro


cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya quedecirse.
VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS
Gustavo Adolfo Bécquer
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas


de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquellas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate:
¡así no te querrán!
EN PAZ
Amado Nervo
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino


que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las
cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles
sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre
rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el


invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;


mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.


¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
ME PREOCUPA EL TELEVISOR...
Jaime Sabines
Me preocupa el televisor. Da imágenes distorsionadas últimamente.
Las caras se alargan de manera ridícula, o se acortan, tiemblan
indistintamente, hasta volverse un juego monstruoso de rostros
inventados, rayas, luces y sombras como en una pesadilla. Se oyen
las palabras claramente, la música, los efectos de sonido, pero no
corresponde a la realidad, se atrasan, se anticipan, se montan sobre
los gestos que uno adivina.

Me dicen que un técnico lo arreglaría en dos o tres días, pero yo me


resisto. No quiero la violencia: le meterían las manos, le quitarían las
partes, le harían injertos ominosos, trasplantes arriesgados y no
siempre efectivos. No volvería a ser el mismo.

Ojalá que supere esta crisis. Porque lo que tiene es una fiebre
tremenda, un dolor de cabeza, una náusea horrible, que lo hacen
soñar estas cosas que vemos.
Muerte de Antoñito el Camborio
Federico García Lorca
Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.

Les clavó sobre las botas


mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.

Bañó con sangre enemiga


su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.

***
- Antonio Torres Heredia - ¡Ay Federico García,
Camborio de dura crin, llama a la guardia civil!
moreno de verde luna, Ya mi talle se ha quebrado
voz de clavel varonil: como caña de maíz.
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir? ***
- Mis cuatro primos Heredia,
hijos de Benamejí. Tres golpes de sangre tuvo
Lo que en otros no envidiaban, y se murió de perfil.
ya lo envidiaban en mí. Viva moneda que nunca
Zapatos color corinto, se volverá a repetir.
medallones de marfil, Un ángel marchoso pone
y este cutis amasado su cabeza en un cojín.
con aceituna y jazmín. Otros de rubor cansado
- ¡Ay Antoñito el Camborio encendieron un candil.
digno de una emperatriz! Y cuando los cuatro primos
Acuérdate de la Virgen llegan a Benamejí,
porque te vas a morir. voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
DIONISIO BACO
Su origen. Harmonía dio a Cadmo, fundador de Tebas, una
hija a la que llamó Semele; ella era tan hermosa que Zeus, el Dios
Padre, en una de sus frecuentes recorridas se enamoró de ella, cosa
que no le costaba mucho, y la sedujo, cosa que le costaba menos,
despreocupándose el Dios de los problemas conyugales que
frustrarían la cálida aventura.
Zeus había elegido a Hera, su hermana, como tercer y legítima
esposa para toda la eternidad, ya que divinos ambos eran inmortales.
Hera, la protectora de la familia y del vínculo matrimonial,
estaba conciente de que las frecuentes correrías de su esposo
estaban poblando la tierra, pero altiva y celosa no dejaba de castigar a
quienes perturbaban o debilitaban la paz familiar, tomando terribles
venganzas. La metamorfosis fue uno de los recursos habituales de los
inmortales para ocultar su personalidad, para castigar o recompensar a
los mortales.
Así, Hera, tomó la apariencia de la nodriza deSemele, a quien esta amaba entrañablemente
y de quien recibía sabios y preciados consejos haciéndoladudar de la autenticidad de su divino
amante. Bajo esta apariencia la instruyó en un sencillo y letal ardid.
Le hizo jurar, inocente, a Zeus que atendería un ruego poniendo por testimonio a Estigia,
juramento sagrado e inviolable. –El ruego fue satisfecho y el padre de los dioses a su pesar, ya
que no pudo disuadirla, debió mostrarse en su esplendor y los rayos y relámpagos de su apoteosis
redujeron a su amante a cenizas. No hubiera sido otro el fatal destino del niño que llevaba en sus
entrañas si una enredadera no se hubiera interpuesto entre él y el fuego como una pantalla
protegiéndolo. Zeus encerró al niño en gestación en su muslo, cuando estuvo maduro lo sacó y lo
entregó a Hermes que encargó la crianza del niño a Ino, hermana de Semele y esposa del rey
Atamante, pero Hera no había sido burlada y enloqueció a ambos esposos. Zeus, decidido a
salvar a su hijo lo confió nuevamente a Hermes que lo llevó al país de Nysa, encomendando su
crianza a las ninfas del lugar después de transformarlo en cabrito para evitar que fuera reconocido
por Hera. Cuando llegó a la adolescencia Dionisio transformó los frutos de la vid en un delicioso
vino que comenzó bebiendo con moderación, pero Hera, obstinada en su venganza lo indujo a una
demencial borrachera.
Cuando Dionisio recupera la razón comienza a recorrer el mundo imponiendo su culto.
En uno de estos viajes la hija del rey Icario le da a Dionisio un hijo Erigone que lo colma de
felicidad. Icario comparte el vino que le obsequia Dionisio con unos pastores y estos, al
embriagarse, le dan muerte. El cadáver es descubierto por su propia hija que enloquecida de dolor
se cuelga de un árbol cercano. Dionisio, fuera de si, venga la muerte de su enamorada
enloqueciendo a todas las doncellas atenienses que ponen fin a su vida ahorcándose.
En su apasionada vida la mesura jamás se hace presente. Joven y bello las aventuras
amorosas definen los hitos de su peregrinación; romances, hijos y sangrientas venganzas marchan
con él.
Llegado a la costa de la isla de Naxos, vio tendida en la orilla a la bella Ariadna, hija de
Minos, que había sido abandonada por Teseo, después de haberlo ayudado en la isla de Creta a
dar muerte a su hermano, el Minotauro.
Afrodita hizo que Dionisio la tomara por esposa, y del feliz encuentro nacen tres hijos:
Evantes, Enopio y Estafilo. Ariadna fue elevada a la inmortalidad y luce en los cielos como brillante
constelación.
La aventura más notable de Dionisio fue sin duda, la conquista de la India, de donde
regresó triunfal y transformado. Se había afeminado y lucía los rasgos de un efebo, hermoso
adolescente, que se cubría con una túnica y se adornaba con una guirnalda de flores.
A pesar de su carácter díscolo y excéntrico, Zeus lo recibió en la morada celestial, donde
convivió según su rango como uno más entre los dioses.
LEYENDA DE LA VAINILLA
Datos Generales

Título: Leyenda de la vainilla


Género: Narrativo
Subgénero: Leyenda

lugar de registro: Municipio de Papantla


Recopilador: Luis Salas García
Cronista de Papantla

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Cuando los totonacas -la raza más artística de la América precolombina después de haber
esculpido las maravillosas ornamentaciones pétreas de Teotihuacan, decidieron asentarse en las
costas del hoy Estado de Veracruz, en el golfo de México, todavía no practicaban los sacrificios
humanos.

Panteístas por temperamento, amantes de las cosas bellas y delicadas, rendían culto al sol, al
viento, al agua y a la tierra y sus ofrendas a los dioses consistían en ramilletes de flores y en
incineraciones de "copal". En holocausto mataban algunos animales silvestres, pero adoraban a los
pájaros, sobre todo a los de brillantes plumajes que les servían para los penachos de sus áureos
copilli.

Establecidos en la región costeña, constituyeron el reino de Totonacapan, una de cuyas capitales,


además de Cempoala y Mixquihuacán, fue Papantla, que en su idioma quiere decir "tierra de luna
resplandeciente".

Los primeros jefes de aquel señorío levantaron adoratorios a sus principales deidades, entre las
que sobresalía la diosa Tonacayohua, que era la que cuidaba "la siembra, el pan y los alimentos", y
a la que comparan los primeros cronistas con la Ceres de los antiguos romanos.

En la cumbre de una de las más altas sierras cercanas Papantla, tenía su tempo Tonacayohua, de
cuyo aderezo y ritos estaban encargados doce jóvenes nobles que desde niñas eran dedicadas
especialmente a ella y que hacían voto de castidad de por vida.

En tiempos del Rey Tenitztli, tercero de la dinastía totonaca, tuvo una de sus esposas, una niña, a
quien por su singular hermosura pusieron el nombre de Tzacopontziza que equivale a "lucero del
alba". Y queriendo que nadie disfrutara de su belleza, fue consagrada al culto de Tonacayohua.
Pero un joven príncipe, llamado Zkatan-oxga (el joven venado), se prendó de ella. A pesar de que
sabía que tal sacrilegio estaba penado con el degí¼ello, un día que "Lucero del Alba" salió del
templo para recoger unas tortolillas que había atrapado para ofrendarlas a la diosa, su enamorado
la raptó huyendo con ella a lo más abrupto de la montaña.

Pero no había caminado mucho trecho, cuando se le apareció un espantable monstruo, que
envolviendo a ambos en oleadas de fuego, les obligó a retroceder rápidamente. Al llegar al camino,
ya los .sacerdotes les esperaban airados, y antes de que Zkatan, pudiera decir una palabra, fue
degollado de un solo tajo y la misma suerte corrió la princesa. Sus cuerpos fueron llevados aíºn
calientes, hasta el adoratorio, en donde tras de extraerles los corazones que se pusieron en las
piedras votivas del ara de la diosa, fueron arrojados a una barranca.

Mas en el lugar en que se les sacrificó, la hierba menuda empezó a secarse, como si la sangre de
las dos víctimas allí esparcida tuviera un maléfico influjo. Y pocos meses después empezó a brotar
un arbusto pero tan prodigiosamente, que en unos cuantos días se elevó varios palmos del suelo y
se cubrió de espeso follaje.

Cuando ya alcanzó su crecimiento total comenzó a nacer Junto a su tallo una orquídea trepadora
que, también con asombrosa rapidez y exuberancia, echó sus guías de esmeralda sobre el tronco
del arbusto, con tanta fuerza y delicadeza a la vez, que parecían brazos de una mujer. Eran guías
frágiles, de elegantes y cinceladas hojas.

El ardiente sol del trópico apenas si traspasaba las frondas del arbusto, a cuyo amparo la orquídea
se desarrollaba como una novia que reposa en el seno de su amado. Y una mañana se cubrió de
mínimas flores y todo aquel sitio se inundó de inefables aromas.

Atraídos por tanto prodigio, los sacerdotes y el pueblo no dudaron de que la sangre de los dos prí-
ncipes se había transformado en arbusto y orquídea. Y su pasmo subió de punto cuando las
florecidas odorantes se convirtieron en largas y delgadas vainas, que al penetrar en sazón, al
madurarse, despedían un perfume todavía más penetrante, como si el alma inocente de "Lucero
del Alba", quintaesenciara en él las fragancias más exquisitas.

La orquídea fue objeto de reverencioso culto; se le declaró planta sagrada y se le elevó como
ofrenda divina hasta los adoratorios totonacas.

Así, de la sangre de una princesa, nació la vainilla que en totonaco es llamada caxicánath (Flor
recóndita) y en azteca tlilixóxhitl (Flor negra).
ROMEO Y JULIETA
En un claro del bosque, una tarde de sol asediado
por nubes estiradas y movedizas, la niña rubia de
largas trenzas agarra el cuchillo con firmeza y el
niño de ojos grandes y delicadas manos contiene
la respiración.

--Lo haré yo primero --dice ella, acercando el


acero afilado a las venas de su muñeca derecha --.
Lo haré porque te amo y por tí soy capaz de dar
todo, hasta mi vida misma. Lo haremos porque no
hay, ni habrá, amor que se compare al nuestro.
El niño lagrimea, alza el brazo izquierdo.
--No lo hagas todavía, Ale... Lo haré yo primero.
Soy un hombre, debo dar el ejemplo.
--Ese es el Gabriel que yo conocí y aprendí a
amar. Toma. ¿Por qué lo harás?
--Porque te amo como nunca creí que podía
amar. Porque no hay más que yo pueda darte que
mi vida misma.
Gabriel empuña el cuchillo, lo acerca a las venas
de su muñeca derecha. Vacila, las negras pupilas
dilatadas. Alejandra se inclina sobre él, le da un
apasionado beso en la boca.
--Te amo mucho, no sabes cuánto.
--Yo también te amo mucho, no sabes cuánto.
--¿Ahora sí, mi Romeo?
--Ahora sí, mi Julia.
--Julieta.
--Mi Julieta.

Gabriel mira el cuchillo, toma aire, se seca las lágrimas, y luego hace un movimiento rápido con
el brazo izquierdo y la hoja acerada encuentra las venas. La sangre comienza a manar con furia.
Gabriel se sorprende, nunca había visto un líquido tan rojo. Siente el dolor, deja caer el cuchillo y
se reclina en el suelo de tierra: el sol le da en los ojos. Alejandra se echa sobre él, le lame la
sangre, lo besa.

--Ah, Gabriel, cómo te amo.


--Ahora te toca a tí --dice él, balbuceante, sintiendo que cada vez le es más difícil respirar.
--Sí. Ahora me toca --dice ella, incorporándose.
--¿Me... me amas?
--Muchísimo.

Alejandra se da la vuelta y se dirige hacia su casa, pensando en la tarea de literatura que tiene
que entregar al día siguiente. Detrás suyo, incontenible, avanza el charco rojo.

(Amores imperfectos, 1998; nueva edición: editorial Estruendomudo, Lima, Perú, 2011)
ANTOLOGÍA DEL PAN
Por Salvador Novo

El Pan, según la Biblia, resulta ser tan antiguo como el hombre mismo. Adán, vegetariano, al ser
echado de su huerta, no sólo fue condenado a ganarlo con el sudor de su frente, sino que iba en lo
sucesivo a alimentarse de carnes –caza y pesca- para tragar, las cuales necesitaban acompañarse
de pan, tal como nosotros. Las frutas y las legumbres pasan sin él. Mas para aquellas constantes
excursiones de nuestros abuelos prehistóricos, como para las nuestras, era bueno llevar
sándwiches. Toda pena es buena con pan. Y el que tiene hambre, piensa en él. Lo comen las
personas que son como él de buenas. Calma el llanto. ¿A quién le dan pan que llore? Y las
personas sinceras le llaman por su nombre, y al vino vino.

El pan es sagrado. Manhá ―¿qué es esto?‖ ―El pan que se cuaje en torno de nosotros, mejor que
en los trigales:‖ Antes, Lot (Génesis, III) hizo una fiesta ―e hizo pan‖. Y Abraham, cuando recibió a
los ángeles, ordenó a la diligente Sara (Génesis XVIII) que preparara panecillos.

El pan no armoniza con ciertos guisos ni con determinados líquidos. Por eso a las personas
inarmónicas se les llama ―pan con atole‖ y es preferible comer tortillas con los frijoles y piloncillo
con el atole. Tal hacían los indios y todavía o aceptan el pan. Es sagrado, he dicho, y es católico.
Conformándolo con diversas maneras se celebran fechas notables: las roscas de reyes, el pan de
muerto, y desde luego las torrijas y la capirotada y los chongos.

El pan es inseparable de la leche. Si incompatible con el atole, es indispensable con el chocolate o


con el café con leche. Niños y viejos lo bendicen porque se reblandece mojándolo en ―sopas‖. No
es menor su interés literario. ¿En qué novela con calabozos no aparece, con el jarro de agua, un
pan duro? ¿En qué novela con altruismo no se habla de los mendrugos o de las migajas y no se
dice: ―nos arrebatan el pan.‖ ¿Y el amargo pan del destierro?

En nuestros pueblos, coloniales aún, el pan se vende en las plazas, en grandes canastos. Todavía
las familias, en las ―colonias‖, tienen un panadero predilecto, aquel que constituye
en flirt decorativo que llega a las cinco de la tarde, cuando ellos vuelven del colegio, con su gran
bandeja de chilindrinas, hojaldras, violines, huesos, cocoles, monjas, empanadas, roscas de
canela, cuernos, chamucos…

Las teleras –bolillos y virote, según la región- que consumimos usualmente en la mesa son
adecuadamente grandes; parecen encerrar, además, en su forma de puño cerrado, una sorpresa.
El pan rebanado, americano –el pan que usted comerá- ya se sabe que nada encierra. (¡Oh, razas
blondas que procedéis por partes, por pisos, por años, por capítulos, por tajadas, por estados!)
La telera y el bolillo son aristocráticos, totales e individualistas. Nadie que se respete comerá
delante de la gente una sobra de bolillo como se come una rebanada de pan. Y decid,
francamente, ¿no halláis preferibles las tortas compuestas a los sándwiches, aun los pambazos
compuestos?

Mas, ya aparecen casas americanas que reparten pan en automóvil: tostado y de pasas -¡poca
imaginación nórdica!-, para todos los usos. Aquellos grandes surtidos de bizcochos para la
merienda van desapareciendo. En los cumpleaños ya se parte el birth-day-cakes. El té substituye
al chocolate y se toma con pan tostado o con pan de pasas. Los bolillos, grandes trigos, ceden su
puesto a las monótonas rebanadas. México se desmejicaniza. ―Con su pan se lo coma.‖
EL RETRATO OVAL
Edgar Allan Poe
El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme,
malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos edificios
mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus altivas frentes
en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de MistressRadcliffe.
Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonado, aunque
temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos
suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su
decorado era rico, pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de
tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un
número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en
sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi
incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes
principales, sino también en una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo
hacía inevitable; hice a Pedro cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora
avanzada, encender un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera,
y abrir completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que
rodeaban el lecho. Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el sueño, distraerme
alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen
que había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y analizaban.

Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron, rápidas y
silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo
la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que arrojase
la luz de lleno sobre el libro.

Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas
bujías dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta
entonces cubierto con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un cuadro que hasta
entonces no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi mujer. Lo contemplé
rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis
ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un
movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no
me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más
serena. Al cabo de algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.

No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz al caer
sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se hallaban
poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.

El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se trataba sencillamente de un retrato


de medio cuerpo, todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de viñeta; había
en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y
las puntas de sus radiantes cabellos, pendíanse en la sombra vaga, pero profunda, que servía
de fondo a la imagen. El marco era oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco.
Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que
me impresionó tan repentina y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al salir de
su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Empero, los detalles del
dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante.
Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato.
Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó
por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera posición, y
habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé
ansiosamente del volumen que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué
inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y
singular historia siguiente:

"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor
y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en
el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un
cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que
la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su
adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas
era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta
habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo
raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y
era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no
veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los
encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía
más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y
ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la
que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los
que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba
palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin,
cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el
pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y levantaba los ojos
rara vez del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores
que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y
cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa
muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama
palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el
pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había
ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el
terror, y gritó con voz terrible: "¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para
mirar a su bien amada:¡Estaba muerta!"
Historia de la
LITERATURA
MESOPOTAMIA

EPOPEYA DE GILGAMESH
VERSION BABILONICA ANTIGUA
Columna V Columna VI
(Faltan unos 6 versos)
Enkidu va adelante, Contra Gilgamesh se lanzó Enkidu,
y tras él marcha la ramera. greñudo.
Se levantó
Cuando entra en Uruk de anchas plazas, contra él,
el pueblo sale a su encuentro. y midieron sus fuerzas en la gran plaza.
Se detiene en las calles Enkidu obstruyó la puerta
de Uruk de anchas plazas, con su pie,
donde la gente se reúne y Gilgamesh no pudo entrar.
y dice de él:
Se asieron entrambos,
―¡Cómo se parece a Gilgamesh! como dos fieros toros
Aunque es más bajo, se lanzaron uno contra otro.
tiene los huesos más recios…
Ahora es uno de los más fuertes del país. Hicieron astillas la puerta,
La leche de los rebaños tumbaron el muro.
solía mamar.
Gilgamesh y Enkidu
En Uruk habrá un constante entrechocar de se agarraron;
armas…‖ como dos toros fieros
Los nobles se regocijan: se lanzaron uno contra otro.
―Se ha presentado un héroe Hicieron astillas la puerta,
para el hombre de porte gallardo. tumbaron el muro.
Para Gilgamesh, semejante a un dios,
ha llegado su parigual‖. Gilgamesh tuvo que hincar
una rodilla en el suelo.
Para la diosa Isharra una cama
ha sido preparada Su cólera aplacose,
en la Morada de la Reunión. su pecho se aquietó;
Gilgamesh, por la noche, cuando su pecho se hubo aquietado,
se desliza afuera… Enkidu habló así a Gilgamesh:
Pero Enkidu, en la calle, ―¡Unico entre todos tu madre
cierra el camino te parió,
a Gilgamesh… la fogosa vaca del establo,
la divina Ninsun
Se agarraron ante la puerta de la Morada de la que ha elevado tu cabeza
Reunión. por encima de la de los otros hombres!
¡Enlil te nombró rey
del pueblo!‖
EGIPCIA
EL LIBRO DE LOS MUERTOS
Capítulo primero: La muerte
Yo no soy un hombre. Soy un dios. Ahora te hablo desde
mi casa de los muertos, donde estaré por toda la
eternidad, disfrutando de la compañía de los dioses, de
los otros dioses.

Es verdad que tuve una vida mortal. Que tuve un padre,


el faraón Seti, de quien aprendí a ser rey, y una madre,
mi queridísima Tuya.

Que me casé por cinco ocasiones, y que a una mujer ,


Nefertiti, la amé más allá de como quieren los hombres a
las mujeres. Por eso, para ella, hice construir la tumba
con las más bellas pinturas, y ni siquiera así supieron los
artistas reflejar todo lo que ella significaba para mí. ¿Y
qué otra esposa de faraón puede mostrar un templo
como el que ella tiene allá en las tierras sureñas
de Abu Simbel, un templo que ella quiso dedicar también
a la diosa de la belleza y el amor Hathor?

También es verdad que, a lo largo de mi reinado, que


los dioses quisieron prolongar durante 67 años(sin duda
por satisfacción ante mi comportamiento), tuve que
superar enormes dificultades, guerras contra los nubios
del sur, contra los libios del oeste, contra los asirios, y
sobre todo, contra los duros hititas. Pero a todos los
derroté, asegurando además la próspera paz con
generosos acuerdos que el pueblo me agradeció. Así, mi
imperio se hizo el más grande que vieron los tiempos, y mi paz abarcó todo el mundo civilizado.
Todos los que me conocieron, me amaron o me temieron.

Pero llegó el día en que mi cuerpo mortal se transformaría en lo que soy a hora, un alma inmortal
que vive en el reino de Osiris, dios de la oscuridad y de los muertos, Señor de Ultratumba. Así
ocurrió todo.

Muchos lloraron mi muerte. Los sacerdotes


más puros me
embalsamaron, me perfumaron, me
envolvieron en finas vendas de lino.
Una vez preparado, me transportaron
hasta la que iba a ser mi
última morada en la tierra, allá, en el Valle
de los Reyes, frente a la ciudad de Tebas.
En ese estrechoy seco valle, fácil de vigilar,
ya descasaban mi padre, el bienamado
Seti, y mi abuelo, el que inició nuestra
dinastía, Ramsés I.
Me transportaron en un carro con forma de barca, pues tendría que atravesar el mar que nos
separa del Otro Mundo, así me conducían por los polvorientos caminos. Lloraban mis esposas
Isisnofret, que me dio el hijo que me sucedería; mis dos hijas, con las me casé cuando llegaron a la
edad fértil; y la princesa del los hititas con la que me uní para que nuestros pueblos firmaran una
alianza duradera. Aunque la mujer que más quise, Nefertari la hermosa, hacía ya tiempo que se
me había adelantado en este viaje. Lloraban las mujeres y descubrían sus pechos y se arrancaban
los cabellos en señal de dolor.

Todos los que me eran cercanos seguían la marcha, lamentándose de mi partida. El sacerdote principal,
vestido con piel de pantera, abría la marcha perfumando y purificando el camino con incienso y perfumes.
Contemplándolo todo desde mi muerte, murmuraba estas palabras al dios que había de acogerme:

―A ti, que abres el camino, que conoces el


viaje, abre entonces
para mí este camino, hazme saber la ruta
por la que mi alma se dirija a
Osiris, para que pueda entrar en paz en su
mansión sagrada. Él nunca
se detiene, nunca descansa. Quien entra
allí despreciado, sale amado.
Su voz es justa y todolo queordena, se
cumple en la casa de Osiris. No
tiene defectos, es perfecto y en su
existencia no existe el mal‖.
Antes de encerrarme en la tumba, los
sacerdotes realizaron una
última ceremonia, llamada ―de la apertura
de la boca‖: derramaron l
íquidos purificadoresytocaron miboca con
un objetosagrado, así pude
recuperar mis sentidos y hablaros desde
aquí, desde el Reino de los
Muertos. El sacerdote se dirigió a mí,
diciendo:
―He venido a liberarte, hijo de Horus, dios
protector de los
faraones. La boca estaba cerrada pero
ahora se abre, los ojos ya no
veían, pero ahora sí lo hacen. Horus, abre
la boca; Horus, abre la boca.
El muerto ahora hablará y caminará, y su
cuerpo disfrutará de la
compañía de todos los dioses‖.
El dios con cabeza de chacal, Anubis, encargado de los rituales relacionados con las momias y la muerte, me
acogió entre sus brazos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo seco. Ya estaba listo para entrar en lo profundo.

FUENTE DE INFORMACIÓN: http://www.juntadeandalucia.es/


HINDÚ
Dos grandes epopeyas de la India y del Asia Sudoriental

EL MAHABHARATA Y EL RAMAYANA
Varios siglos antes de iniciarse la era cristiana eran ya conocidos los dos grandes poemas épicos:
el Mahabarata y el Ramayana.

EL MAR
(Fragmento del Mahabarata)
Las hermanas Vinata y Kadrú, cuando la noche hubo comenzado a disiparse, hacia la mañana, al
salir el sol, apresuradas e impacientes corrieron por la ribera… Allí vieron el mar de aguas
profundas; el mar con su gran poblado, poblado de peces y de ballenas, de tiburones, de animales
innumerables, espantosos, horribles y d variadas formas, de tortugas y cocodrilos: el mar terrible,
cuyo clamor asusta, infranqueable por sus remolinos profundos, que llevan el miedo al corazón de
las criaturas; el mar, removiéndose en sus orillas por la acción vigorosa del viento encrespándose
por el furor de su agitación, acercándose, retirándose y removiendo sus innumerables ondas; el
mar lleno de ondas que se hinchan cuando la luna crece, la mina más rica de pedrerías; el mar que
produjo la concha de Krishna. Turbado en otro tiempo hasta su fondo por el poderoso Govinda,
cuando bajo la forma de un jabalí estuvo buscando al tierra bajo sus ondas agitadas; ese mar, cuyo
fondo no pudo encontrar durante cien años el Brahmarsi Atri, y que se apoya siempre en la bóveda
del cielo; ese mar, sombrío lecho de Vishnú en su esplendor infinito, origen de loto, cuando en la
remota época de la renovación del mundo, saboreaba el éxtasis de su absorción en el seno del
absoluto el mar que allana las montañas conmovidas por la caída del rayo el mar, asilo de los
Asuras vencidos por los dioses, ese mar que ofrece a Agni la ofrenda de su oleaje, se mostró a las
dos hermanas como inconmensurable y como rey de las riberas. Y ellas contemplaron el vasto
océano que parecía danzar en todas sus ondas y hacia el cual, rebosando de aguas profundas, se
dirigía sin cesar una multitud de caudalosos ríos…
(Fragmento del Ramayana)
Este es uno de los episodios más conocidos del Ramayana. El héroe-dios Rama tiene diecisiete años cuando conoce a Sita.
Sita era la bellísima ahijada del rey Janaka , a la que había encontrado recién nacida en un surco del campo,como si hubiese
nacido del seno de la tierra.Cuando llegó el momento de elegirle esposo, el rey Janaka somete a los pretendientes a una
prueba: debían tensar un gigantesco y pesadísimo arco. Sólo Rama lo consigue ( Recordad que era la encarnación del
mismísimo Visnú)
Un día durante uno de sus viajes, llegó a oídos de Rama la belleza y dulzura sin par de la princesa
Sita. Su corazón se inflamó y se puso inmediatamente en camino hacia el reino videha, en cuya
corte se congregaban ya héroes legendarios de todo el continente.

Cargó a la espalda su arco y su carcaj de flechas. Los tigres devoradores de hombres, al acecho
en la selva, le reconocían y eludían su encuentro. El agua de los torrentes le reconocía y se
amansaba al paso de sus sandalias. Hasta el sol le reconocía y le enviaba sus más benignos
rayos. Pero Rama, el inexpugnable, era ajeno a tales maravillas, porque en su pecho no había
lugar para ningún prodigio que no fuera el de su amor por la más dulce y hermosa de las mujeres,
la princesa Sita, la de los ojos de gacela, hermosas caderas y fina cintura.

Llegó por fin al palacio de Djanaka. Príncipes y reyes, procedentes incluso de los países bárbaros,
exhibían ante el rey sus merecidos títulos para convertir en su esposa a la princesa Sita. Ella, entre
tanto, se mantenía con la mirada baja, tranquilamente reclinada entre almohadas de seda a los
pies de su padre. Pero cuando Rama, el inexpugnable, atravesó los corredores de palacio; cuando
Rama, el más glorioso héroe, entró en el amplio salón donde vociferaban -e incluso amenazaban
con la guerra, si el rey Djanaka no accedía a sus pretensiones- los arrogantes pretendientes, Sita
sintió la presencia de un aura poderosa y alzó la mirada por primera vez. Vio al príncipe Rama, y
sus mejillas, de color de la miel, se entintaron como cobre batido. Sus ojos de gacela quedaron
imantados en los del joven Rama y tuvo la certeza de que nunca jamás podría apartarlos ya de él.
CHINA
EL TA-HIO O LA GRAN CIENCIA
Confucio
I
Los objetivos básicos de la Gran Ciencia o Filosofía consisten en el cultivo de la naturaleza
racional que todo hombre recibe del Cielo, en la educación y renovación de los pueblos, y en la
búsqueda del Bien Supremo o Fin Último al que debemos dirigir nuestras acciones para alcanzar la
perfección.
II
Ante todo es preciso conocer el fin hacia el que debemos dirigir nuestras acciones, es necesario
descubrir nuestro destino, para poder tomar la firme determinación de dirigirnos hacia el.
Una vez hecho esto, nuestro espíritu se vera libre de toda vacilación e inquietud. En cuanto se
hayan consolidado esta serenidad y tranquilidad de espíritu, gozaremos de una profunda paz
interior que ningún acontecimiento podrá alterar. Cuando gocemos de esta paz inalterable,
estaremos en condiciones para meditar y para penetrar en la esencia de todas las cosas. En
cuanto conozcamos la esencia de todas las cosas, habremos alcanzado el estado de perfección
que nos habíamos propuesto.
III
Todos los seres de la naturaleza tienen una causa y producen unos efectos; todas las acciones
humanas se fundan en unos motivos y dan lugar a unas consecuencias. El conocimiento de las
causas y los efectos, de los motivos y de las consecuencias, constituye la raíz del método racional
con el que se alcanza la perfección.

IV
Los antiguos príncipes que pretendían educar y renovar a todos los pueblos se esforzaban primero
en gobernar con rectitud sus propios reinos. Para gobernar rectamente sus reinos se aplicaban
ante todo a ordenar bien sus familias. Para ordenar bien sus familias, procuraban previamente
corregirse a si mismos. Para corregirse a si mismos, ponían un especial cuidado en adornar su
alma de todas las virtudes. Para la consecución de todas las virtudes, se esforzaban en conseguir
la rectitud y sinceridad de todas sus intenciones. Para lograr que sus intenciones fueran rectas y
sinceras se entregaban con ardor al perfeccionamiento de sus conocimientos morales y el máximo
perfeccionamiento de los conocimientos morales consiste en penetrar y descubrir los móviles de
las acciones.
V
Si alcanzamos un conocimiento claro y profundo de los móviles de las acciones obtenemos con
ello la máxima perfección de nuestros conocimientos morales. Cuando se alcanza la máxima
perfección de los conocimientos morales, inmediatamente todas las intenciones son rectas y
sinceras. Si las intenciones son rectas y sinceras, el alma queda adornada de todas las virtudes,
las virtudes del alma mejoraran y corregirán todo nuestro ser. Si alcanzamos nuestra perfección
personal, quedara establecido el orden en nuestra familia. Si la familia está en orden, el reino será
rectamente gobernado, y cuando todos los reinos son bien gobernados, el mundo entero goza de
paz y armonía, siendo renovados y educados todos los pueblos.
VI
Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el deber de corregir su propio ser. El
perfeccionamiento de uno mismo es la base de todo progreso y desarrollo moral.
VII
Sería contrario a la naturaleza de las cosas el que produjeran los mismos efectos en estado de
desorden y confusión, que organizadas y sistematizadas. Por consiguiente ha de evitarse siempre
el tratamiento superficial de lo más importante subordinándolo a lo que es secundario; jamás
hemos de tratar con seriedad lo secundario, anteponiéndolo a lo principal y más importante.
Li Tai Po

La mujer del guerrero, en su telar, teje en silencio


el brocado de seda.
Las cortinas purpúreas de los rayos postreros del
crepúsculo
dejan pasar los gritos de los cuervos.
Suspende su trabajo. Piensa con desaliento en el
siempre esperado.
Gana en silencio el solitario lecho
y sus lágrimas caen como lluvia estival.

El que vive es un viajero en tránsito,


el que muere es un hombre que vuelve a su morada.
Un trayecto muy breve entre el cielo y la tierra,
¡Ahimé!, y ya no somos más
que el viejo polvo de los diez mil siglos.
El conejo en la luna busca en vano
el elíxir de la vida.
Fu Sang, el árbol de la inmortalidad, se ha desmoronado
en un montón de leña.
El hombre muere; sus blancos huesos enmudecen
cuando los verdes pinos sienten el retorno de la
primavera.
Miro hacia atrás y suspiro; miro hacia delante y suspiro.
¿Hay algo sólido en la vaporosa gloria de la vida?

LI PO (LI TAI PO)


Poeta de la dinastía Tang, (700-762)

Fuente: Poesía china. Selección, traducción, prólogo, comentarios y notas de Marcela de Juan. Madrid, Alianza editorial, 1973
ÁRABE
Alí Babá y los cuarenta ladrones
[Cuento. Texto completo.]

Anónimo
Había una vez un señor que se llamaba Alí Babá y que tenía un hermano que se llamaba Kassim.
Alí Babá era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre. Kassim era deshonesto, haragán, malo,
usurero y rico. Alí Babá tenía una esposa, una hermosa criada que se llamaba Luz de la Noche,
varios hijos fuertes y tres mulas. Kassim tenía una esposa y muy mala memoria, pues nunca se
acordaba de visitar a sus parientes, ni siquiera para preguntarles si se encontraban bien o si
necesitaban algo. En realidad no los visitaba para que no le salieran pidiendo algo.

Un día en que Alí Babá estaba en el bosque cortando leña oyó un ruido que se acercaba y que se
parecía al ruido que hacen cuarenta caballos cuando galopan. Se asustó, pero como era curioso
trepó a un árbol.

Espiando, vio que eran, efectivamente, cuarenta caballos. Sobre cada caballo venía un ladrón, y
cada ladrón tenía una bolsa llena de monedas de oro, vasos de oro, collares de oro y más de mil
rubíes, zafiros, ágatas y perlas. Delante de todos iba el jefe de los ladrones.

Los ladrones pasaron debajo de Alí Babá y sofrenaron frente a una gran roca que tenía, más o
menos, como una cuadra de alto y que era completamente lisa. Entonces el jefe de los ladrones
gritó a la roca: "¡Sésamo: ábrete!". Se oyó un trueno y la roca, como si fuera un sésamo, se abrió
por el medio mientras Alí Babá casi se cae del árbol por la emoción. Los ladrones entraron por la
abertura de la roca con caballos y todo, y una vez que estuvieron dentro el jefe gritó: "¡Sésamo:
ciérrate!". Y la roca se cerró.

"Es indudable -pensó Alí Babá sin bajar del árbol- que esa roca completamente lisa es mágica y
que las palabras pronunciadas por el jefe de los ladrones tienen el poder de abrirla. Pero más
indudable todavía es que dentro de esa extraña roca tienen esos ladrones su escondite secreto
donde guardan todo lo que roban." Y en seguida se oyó otra vez un gran trueno y la roca se abrió.
Los ladrones salieron y el jefe gritó: "¡Sésamo: ciérrate!". La roca se cerró y los ladrones se
alejaron a todo galope, seguramente para ir a robar en algún lado. Cuando se pedieron de vista, Alí
Babá bajó del árbol.

"Yo también entraré en esa roca -pensó-. El asunto será ver si otra persona, pronunciando las
palabras mágicas, puede abrirla." Entonces, con todas las fuerzas que tenía, gritó: "¡Sésamo:
ábrete!". Y la roca se abrió.

Después de tardar lo que se tarda en parpadear, se lanzó por la puerta mágica y entró. Y una vez
dentro se encontró con el tesoro más grande del mundo. "¡Sésamo: ciérrate!", dijo después. La
roca se cerró con Alí Babá dentro y él, con toda tranquilidad, se ocupó de meter en una bolsa una
buena cantidad de monedas de oro y rubíes. No demasiado: lo suficiente como para asegurarse la
comida de un año y tres meses. Después dijo: "¡Sésamo: ábrete!". La roca se abrió y Alí Babá salió
con la bolsa al hombro. Dijo: "¡Sésamo: ciérrate!" y la roca se cerró y él volvió a su casa, cantando
de alegría. Pero cuando su esposa lo vio entrar con la bolsa se puso a llorar.

-¿A quién le robaste eso? -gimió la mujer.

Y siguió llorando. Pero cuando Alí Babá le contó la verdadera historia, la mujer se puso a bailar con
él.
-Nadie debe enterarse que tenemos este tesoro -dijo Alí Babá-, porque si alguien se entera querrá
saber de dónde lo sacamos, y si le decimos de dónde lo sacamos querrá ir también él a esa roca
mágica, y si va puede ser que los ladrones lo descubran, y si lo descubren terminarán por
descubrirnos a nosotros. Y si nos descubren a nosotros nos cortarán la cabeza. Enterremos todo
esto.

-Antes contemos cuántas monedas y piedras preciosas hay -dijo la mujer de Alí Babá.
-¿Y terminar dentro de diez años? ¡Nunca! -le contestó Alí Babá.
-Entonces pesaré todo esto. Así sabré, al menos aproximadamente, cuánto tenemos y cuánto
podremos gastar -dijo la mujer.

Y agregó:
-Pediré prestada una balanza.
Desgraciadamente, la mujer de Alí Babá tuvo la mala idea de ir a la casa de Kassim y pedir
prestada la balanza. Kassim no estaba en ese momento, pero sí su esposa.
-¿Y para qué quieres la balanza? -le preguntó la mujer de Kassim a la mujer de Alí Babá.
-Para pesar unos granos -contestó la mujer de Alí Babá.
"¡Qué raro! -pensó la mujer de Kassim-. Éstos no tienen ni para caerse muertos y ahora quieren
una balanza para pesar granos. Eso sólo lo hacen los dueños de los grandes graneros o los ricos
comerciantes que venden granos."
-¿Y qué clase de granos vas a pesar? - le preguntó la mujer de Kassim después de pensar lo que
pensó.
-Pues granos... -le contestó la mujer de Alí Babá.
-Voy a prestarte la balanza -le dijo la mujer de Kassim.

Pero antes de prestársela, y con todo disimulo, la mujer de Kassim untó con grasa la base de la
balanza.

"Algunos granos se pegarán en la grasa, y así descubriré qué estuvieron pesando realmente",
pensó la mujer de Kassim.

Alí Babá y su mujer pesaron todas las monedas y las piedras preciosas. Después devolvieron la
balanza. Pero un rubí había quedado pegado a la grasa.
-De manera que éstos son los granos que estuvieron pesando -masculló la mujer de Kassim-. Se lo
mostraré a mi marido.

Y cuando Kassim vio el rubí, casi se muere del disgusto.


Y él, que nunca se acordaba de visitar a Alí Babá, fue corriendo a buscarlo. Sin saludar a nadie,
entró en la casa de su hermano en el mismo momento en que estaban por enterrar el tesoro.

-¡Sinvergüenzas! -gritó-. Ustedes siempre fueron unos pobres gatos. Díganme de dónde sacaron
ese maravilloso tesoro si no quieren que los denuncie a la policía.
Y se puso a patalear de rabia. Alí Babá, resignado, comprendió que lo mejor sería contarle la
verdad.

-Mañana mismo iré hasta esa roca y me traeré todo a mi casa -dijo Kassim cuando terminaron de
explicarle.
A la mañana siguiente, Kassim estaba frente a la roca dispuesto a pronunciar las palabras
mágicas.

Había llevado 12 mulas y 24 bolsas; tanto era lo que pensaba sacar.


-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó Kassim-. Ah, sí, ahora recuerdo... Y muy
emocionado exclamó: "¡Sésamo: ábrete!".
La roca se abrió y Kassim entró. Después dijo "Sésamo: ciérrate", y la roca se cerró con él dentro.
Una hora estuvo Kassim parado frente a las montañas de moneda de oro y de piedras preciosas.
"Aunque tenga que venir todos los días -pensó-, no dejaré la más mínima cosa de valor que haya
aquí. Me lo voy a llevar todo a mi casa." Y se puso a morder las monedas para ver si eran falsas.
Después empezó a elegir entre las piedras preciosas. "Aunque me las llevaré todas, es mejor que
empiece por las más grandes, no vaya a ser que por h o por b mañana no pueda venir y me quede
sin las mejores." La elección le llevó unas cinco horas. Pero en ningún momento se sintió cansado.
"Es el trabajo más hermoso que hice en mi vida. Gracias al tonto de mi hermano, me he convertido
en el hombre más rico del mundo." Y cuando cargó las 24 bolsas se dispuso a partir.

-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó-. Ah, sí, ahora recuerdo... Y muy emocionado dijo:
"Alpiste: ábrete".
Pero la roca ni se movió.
-¡Alpiste: ábrete! -repitió Kassim.
Pero la roca no obedeció.
-Por Dios -dijo Kassim-, olvidé el nombre de la semilla. ¿Por qué no lo habré anotado en un
papelito?

Y, desesperado, empezó a pronunciar el nombre de todas las semillas que recordaba: "Cebada:
ábrete"; "Maíz: ábrete"; "Garbanzo: ábrete".
Al final, totalmente asustado, ya no sabía qué decir: "Zanahoria: ábrete"; "Coliflor: ábrete";
"Calabaza: ábrete".

Hasta que la roca se abrió. Pero no por Kassim sino por los cuarenta ladrones que regresaban. Y
cuando vieron a Kassim, le cortaron la cabeza.
-¿Cómo habrá entrado aquí? -preguntó uno de los ladrones.
-Ya lo averiguaremos -dijo el jefe-. Ahora salgamos a robar otra vez.
Y se fueron a robar, después de dejar bien cerrada la roca.

Pero Alí Babá estaba preocupado porque Kassim no regresaba. Entonces fue a buscarlo a la roca.
Dijo "Sésamo: ábrete", y cuando entró vio a Kassim muerto. Llorando, se lo llevó a su casa para
darle sepultura. Pero había un problema: ¿qué diría a los vecinos? Si contaba que Kassim había
sido muerto por los ladrones se descubriría el secreto, y eso, ya lo sabemos, no convenía.
-Digamos que murió de muerte natural -dijo Luz de la Noche.

-¿Cómo vamos a decir eso? Nadie se muere sin cabeza -dijo Alí Babá.
-Yo lo resolveré -dijo Luz de la Noche, y fue a buscar a un zapatero.
Camina que camina, llegó a la casa del zapatero.
-Zapatero -le dijo-, voy a vendarte los ojos y te llevaré a mi casa.
Eso nunca -le contestó el zapatero-. Si voy, iré con los ojos bien libres.
No -repuso Luz de la Noche. Y le dio una moneda de oro.
-¿Y para qué quieres vendarme los ojos? -preguntó el zapatero.
-Para que no veas adónde te llevo y no puedas decir a nadie dónde queda mi casa -dijo Luz de la
Noche, y le dio otra moneda de oro.
-¿Y qué tengo que hacer en tu casa? -preguntó el zapatero.
-Coser a un muerto -le explicó Luz de la Noche.
-Ah, no -dijo el zapatero-, eso sí que no -y tendió la mano para que Luz de la Noche le diera otra
moneda.

-Está bien -dijo el zapatero después de recibir la moneda-, vamos a tu casa.


Y fueron. El zapatero cosió la cabeza del muerto, uniéndola. Y todo lo hizo con los ojos vendados.
Finalmente volvió a su casa acompañado por Luz de la Noche y allí se quitó la venda.
-No cuentes a nadie lo que hiciste -le advirtió Luz de la Noche.
Y se fue contenta, porque con su plan ya estaba todo resuelto. De manera que cuando los vecinos
fueron informados que Kassim había muerto, nadie sospechó nada.
Y eso fue lo que pasó con Kassim, el malo, el haragán, el de mala memoria. Pero resulta que los
ladrones volvieron a la roca y vieron que Kassim no estaba. Ninguno de los ladrones era muy
inteligente que digamos, pero el jefe dijo:
-Si el muerto no está, quiere decir que alguien se lo llevó.
-Y si alguien se lo llevó, quiere decir que alguien salió de aquí llevándoselo -dijo otro ladrón.
-Pero si alguien salió de aquí llevándoselo, quiere decir que primero entró alguien que después se
lo llevó -dijo el jefe de los ladrones.

-¿Pero cómo va a entrar alguien si para entrar tiene que pronunciar las palabras mágicas secretas,
que por ser secretas nadie conoce? -dijo otro ladrón.

Después de cavilar hasta el anochecer, el jefe dijo:


-Quiere decir que si alguien salió llevándose a ese muerto, quiere decir que antes de salir entró,
porque nadie puede salir de ningún lado si antes no entra. Quiere decir que el que entró pronunció
las palabras secretas.

-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los otros 39 ladrones.


-¡Quiere decir que alguien descubrió el secreto! -contestó el jefe.
-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los 39.
-¡Que hay que cortarle la cabeza!
-¡Muy bien! ¡Cortémosela ahora mismo!
Y ya salían a cortarle la cabeza cuando el jefe dijo:
-Primero tenemos que saber quién es el que descubrió nuestro secreto. Uno de ustedes debe ir al
pueblo y averiguarlo.

-Yo iré -dijo el ladrón número 39. (El número 40 era el jefe).
Cuando el ladrón número 39 llegó al pueblo, pasó frente al taller de un zapatero y entró. Dio la
casualidad de que era el zapatero que ya sabemos.
-Zapatero -dijo el ladrón número 39-, estoy buscando a un muerto que se murió hace poco. ¿No lo
viste?
-¿Uno sin cabeza? -preguntó el zapatero.
-El mismo -dijo el ladrón número 39.

-No, no lo vi -dijo el zapatero.


-De mí no se ríe ningún zapatero -dijo el ladrón-. Bien sabes de quién hablo.
-Sí que sé, pero juro que no lo vi.
Y el zapatero le contó todo.
-Qué lástima -se lamentó el 39-, yo quería recompensarte con esta linda bolsita. Y le mostró una
bolsita llena de moneditas de oro.
-Un momento -dijo el zapatero-, yo no vi nada, pero debes saber que los ciegos tienen muy
desarrollados sus otros sentidos. Cuando me vendaron los ojos, súbitamente se me desarrolló el
sentido del olfato. Creo que por el olor podría reconocer la casa a la que me llevaron.

Y agregó:
-Véndame los ojos y sígueme. Me guiaré por mi nariz.
Así se hizo. Con su nariz al frente fue el zapatero oliendo todo. Detrás de él iba el ladrón número
39. Hasta que se pararon frente a una casa.
-Es ésta -dijo el zapatero-. La reconozco por el olor de la leña que sale de ella.
-Muy bien -respondió el ladrón número 39-. Haré una marca en la puerta para que pueda guiar a
mis compañeros hasta aquí y cumplir nuestra venganza amparados por la oscuridad de la noche.
Y el ladrón hizo una cruz en la puerta. Después ladrón y zapatero se fueron, cada cual por su
camino. Pero Luz de la Noche había visto todo. Entonces salió a la calle y marcó la puerta de todas
las casas con una cruz igual a la que había hecho el ladrón. Después se fue a dormir muy
tranquila.
-Jefe -dijo el ladrón número 39 cuando volvió a la guarida secreta-, con ayuda de un zapatero
descubrí la casa del que sabe nuestro secreto y ahora puedo conducirlos hasta ese lugar.
-¿Aun en la oscuridad de la noche? ¿No te equivocarás de casa? -preguntó el jefe.
-No. Porque marqué la puerta con una cruz.

-Vamos -dijeron todos.


Y blandiendo sus alfanjes se lanzaron a todo galope.
-Ésta es la casa -dijo el ladrón número 39 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.
-¿Cuál? -preguntó el jefe.
-La que tiene la cruz en la puerta.

-¡Todas tienen una cruz! ¿Cuántas puertas marcaste?


El ladrón número 39 casi se desmaya. Pero no tuvo tiempo porque el jefe, enfurecido, le cortó la
cabeza. Y, sin pérdida de tiempo, ordenó el regreso. No querían levantar sospechas.
-Alguien tiene que volver al pueblo, hablar con ese zapatero y tratar de dar con la casa.
-Iré yo -dijo el ladrón número 38.

Y fue.
Y encontró la casa del zapatero. Y el zapatero se hizo vendar los ojos. Y le señaló la casa. Y el
ladrón número 38 hizo una cruz en la puerta. Pero de color rojo y tan chiquita que apenas se veía.
Después zapatero y ladrón se fueron, cada cual por su camino.
Pero Luz de la Noche vio todo y repitió la estratagema anterior: en todas las puertas de la vecindad
marcó una cruz roja, igual a la que había hecho el bandido.
-Jefe, ya encontré la casa y puedo guiarlos ahora mismo -dijo el ladrón número 38 cuando volvió a
la roca mágica.

-¿No te confundirás? -dijo el jefe.


-No, porque hice una cruz muy pequeña, que solo yo sé cuál es.
Y los treinta y nueve ladrones salieron a todo galope.
-Esta es la casa -dijo el ladrón número 38 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.
-¿Cuál? -preguntó el jefe.
-La que tiene esa pequeña cruz colorada en la puerta.
-Todas tienen una pequeña cruz colorada en la puerta -dijo el jefe de los bandidos. Y le cortó la
cabeza.

Después el jefe dijo:


-Mañana hablaré yo con ese zapatero.
Y ordenó el regreso. Al día siguiente el jefe de los ladrones buscó al zapatero. Y lo encontró. Y el
zapatero se hizo vendar los ojos. Y lo guió. Y le mostró la casa. Pero el jefe no hizo ninguna cruz
en la puerta ni otra señal. Lo que hizo fue quedarse durante diez minutos mirando bien la casa.
-Ahora soy capaz de reconocerla entre diez mil casas parecidas.
Y fue en busca de sus muchachos.

-Ladrones -les dijo-, para entrar en la casa del que descubrió nuestro secreto y cortarle la cabeza
sin ningún problema, me disfrazaré de vendedor de aceite. En cada caballo cargaré dos tinas de
aceite sin aceite. Cada uno de ustedes se esconderá en una tina y cuando yo dé la orden ustedes
saldrán de la tina y mataremos al que descubrió nuestro secreto y a todos los que salgan a
defenderlo.

-Muy bien -dijeron los ladrones.


Los caballos fueron cargados con las tinas y cada ladrón se metió en una de ellas. El jefe se
disfrazó de vendedor de aceite y después tapó las tinas.
Esa tarde los 38 ladrones entraron en el pueblo. Todos los que los vieron entrar pensaban que se
trataba de un vendedor que traía 37 tinas de aceite.
Llegaron a la casa de Alí Babá y el jefe de los ladrones pidió permiso para pasar.
-¿Quién eres? -preguntó Alí Babá.
-Un pacífico vendedor de aceite -dijo el jefe de los bandidos-. Lo único que te pido es albergue,
para mí y para mis caballos.
-Adelante, pacífico vendedor -dijo Alí Babá.
Y les dio albergue. Y también comida, y dulces y licores. Pero el jefe de los ladrones lo único que
quería era que llegara la noche para matar a Alí Babá y a toda su familia.

Y la noche llegó.
Pero resulta que hubo que encender las lámparas.
-Nos hemos quedado sin una gota de aceite -dijo Luz de la Noche-, y no puedo encender las
lámparas. Por suerte hay en casa un vendedor de aceites; sacaré un poco de esas grandes tinas
que él tiene.
Luz de la Noche tomó un pesado cucharón de cobre y fue hasta la primera tina y levantó la tapa. El
ladrón que estaba adentro creyó que era su jefe que venía a buscarlo para lanzarse al ataque, y
asomó la cabeza.

-¡Qué aceite más raro! -exclamó Luz de la Noche, y le dio con el cucharón en la cabeza.
El ladrón no se levantó más.
Luz de la Noche fue hasta la segunda tina y levantó la tapa, y otro ladrón asomó la cabeza,
creyendo que era su jefe.

-Un aceite con turbantes -dijo Luz de la Noche.


Y le dio con el cucharón. El ladrón no se levantó más. Tina por tina recorrió Luz de la Noche, y en
todas le pasó lo mismo. A ella y al que estaba adentro. Enojadísima, fue a buscar al vendedor de
aceite, y blandiendo el cucharón le dijo:

-Es una vergüenza. No encontré ni una miserable gota de aceite en ninguna de sus tinas. ¿Con
qué enciendo ahora mis lámparas?

Y le dio con el cucharón en la cabeza.


El jefe de los ladrones cayó redondo.
-¿Por qué tratas así a mis huéspedes? -preguntó Ali Babá.
Entonces Luz de la Noche quitó el disfraz al jefe de la banda y todo quedó aclarado. Como es de
imaginar, los ladrones recibieron su merecido.

Y eso fue lo que pasó con ellos.


En cuanto a Alí Babá, dicen que al día siguiente fue a buscar algunas monedas de oro a la roca, y
que cuando llegó no encontró nada: la roca había desaparecido, con tesoro y todo.
Pero ésta es una versión que ha comenzado a circular en estos días, y no se ha podido demostrar .
HEBREA
GÉNESIS
El juicio y el castigo
EL JUICIO DE SATANÁS EN LA CRUZ
El conflicto entre Dios y Satanás comenzó con la caída de Satanás de su estado original de
santidad mucho antes que Adán y Eva fueran creados (véase capítulo 22). A través de la historia
del hombre, cayeron sobre Satanás varios juicios, incluyendo el juicio del Huerto de Edén que fue
infligido a la serpiente y el pronunciamiento de Génesis 3:15 que anunciaba la caída definitiva de
Satanás. Allí Satanás fue informado de que la simiente de la mujer «te herirá en la cabeza y tú le
herirás el calcañal». Esto se refería al conflicto entre Satanás y Dios que trajo como resultado la
crucifixión de Cristo. Aunque Cristo murió en la cruz, fue levantado de entre los muertos, y a esto
se refiere el «tú le herirás el calcañal». Por contraste, Satanás sufrió una herida mortal que le
significará su derrota total, expresada en la frase «te herirá en la cabeza». Cristo, en su muerte,
logró una victoria duradera sobre Satanás.
En Juan 16:11 se hace referencia a esta misma verdad, donde Cristo señala que el Espíritu
Santo, cuando venga, convencerá al mundo «de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha
sido ya juzgado». El juicio de Satanás fue pronunciado en la cruz, y Satanás fue declarado
culpable de rebelión contra Dios, lo que hizo necesario el sacrificio de Cristo con el fin de salvar a
los hombres caídos.
Un incidente anterior en la vida de Cristo también anunció la victoria de Cristo sobre Satanás.
Cuando regresaron los setenta que había enviado a predicar, ellos dijeron en Lucas 10:17:
«Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.» Cristo les respondió: «Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo» (10:18). Este era un anuncio profético de la derrota final de
Satanás.
SATANÁS, EXPULSADO DEL CIELO
En el comienzo de la Gran Tribulación, cuarenta y dos meses antes de la segunda venida de
Cristo, según Apocalipsis 12:7-9, ocurre una guerra en el cielo entre Miguel, el jefe de los santos
ángeles, y Satanás, descrito como el dragón, y sus ángeles (llamados ángeles caídos). Satanás y
los ángeles caídos son derrotados, y «fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que
se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles
fueron arrojados con él» (Ap. 12:9).
Como se dice en Apocalipsis 12:10, Satanás ha estado incesantemente ocupado en acusar a los
hermanos, y «los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». La obra acusadora de Satanás
se presenta por primera vez en las Escrituras en el libro de Job, y llega a su fin con el anuncio del
juicio definitivo que habrá en su contra. A partir de este punto en el programa profético,
aproximadamente cuarenta y dos meses antes de la segunda venida de Cristo (cf. Ap. 12:6),
Satanás y los ángeles impíos quedan por fin excluidos del cielo. La derrota de Satanás, que
comenzó cuando fue incapaz de tentar exitosamente a Cristo, hecha evidente por la expulsión de
demonios realizada por Cristo y sus seguidores y asegurada por la muerte de Cristo en la cruz,
ahora se acerca rápidamente a su clímax. Satanás, ya juzgado y declarado culpable, ahora está
a punto de ver ejecutado el juicio en su contra.
SATANAS, ATADO Y
ECHADO EN EL ABISMO
En la segunda venida de Cristo
se ejecuta el juicio condenatorio
no sólo sobre un mundo
blasfemo y sus gobernadores,
sino también sobre Satanás y los
ángeles caídos. En Apocalipsis
20:1-3 Juan escribe: «Vi a un
ángel que descendía del cielo,
con la llave del abismo, y una
gran cadena en la mano. Y
prendió al dragón, la serpiente
antigua, que es el diablo y
Satanás, y lo ató por mil años; y
lo arrojó al abismo y lo encerró, y
puso su sello sobre él, para que
no engañase más a las
naciones, hasta que fuesen
cumplidos mil años; después de
esto debe ser desatado por un
poco de tiempo.»
En esta gráfica visión se
registra un nuevo avance en el
juicio de Satanás. Juan no
solamente ve a Satanás atado y
arrojado en el abismo siendo
confinado allí, sino que se da también la razón de esta acción. El propósito es que Satanás sea
incapaz de engañar a las naciones hasta que se hayan cumplido mil años y haya llegado a su
término el reino milenial. Aunque esta verdad se le da a Juan en una visión, la interpretación es
clara. Satanás es incapacitado para que no engañe más al mundo como lo hizo desde que Adán
y Eva fueron creados.
La presentación vívida de Satanás atado durante mil años —lo que dura el reinado de Cristo—
es otra evidencia importante de que el reino milenial todavía es futuro y que no debe ser
identificado con ningún reinado presente de Dios. En las Escrituras es muy obvio que Satanás
ahora no está atado, como se vio en el estudio previo de Satanás (véase el capítulo 23).
Cualquier cumplimiento literal de Apocalipsis 19 - 20 exige que ocurra primero la venida de Cristo
e inmediatamente después sea atado Satanás. En Apocalipsis 20 se menciona seis veces el
período de mil años, señalando los acontecimientos que la preceden y los que la suceden. El
encadenamiento de Satanás ocurre, muy claramente, antes del comienzo de los mil años.
Aunque nada se dice en este pasaje acerca de los ángeles caídos, se puede suponer que en
este punto también son confinados, así como también fueron expulsados del cielo junto con
Satanás cuarenta y dos meses antes. En ningún pasaje milenial se habla de actividad satánica
hasta el mismo fin, cuando Satanás es desatado por un poco de tiempo.
LA ILIADA Y LA ODISEA GRIEGA

Homero
Estas dos obras fueron entendidas desde temprano como una sola gran obra: la historia sobre la
guerra de Troya y la historia sobre Odiseo, uno de los héroes de la guerra, de esta forma si no
existiera una historia que anteceda a la odisea, esta perdería fuerza y lo mismo sucedería con la
ilíada si esta no tuviera una historia que la preceda.

LA ILIADA
El relato se enmarca durante la guerra de Troya en la que las fuerzas de Agamenon rey de argos y
jefe de los griegos en Troya intentan tomar la ciudad, hecho que finalmente ocurre. La ilíada no
abarca todo el tiempo que los aqueos, es decir las fuerzas griegas sitiaron la ciudad. El relato
abarca los acontecimientos sucedidos durante el décimo año de la guerra. En este relato el
principal protagonista es Aquiles y la trama gira en torno a su tragedia. El poema trata sobre el
enojo de Aquiles con Agamenon, ya que este le quita una esclava, por esta causa Aquiles desiste
de luchar en la guerra de los aqueos. Aquiles molesto y furioso por los hechos ocurridos le pide al
dios Zeus que los aqueos pierdan la guerra, Zeus lo escucha y cumple sus súplicas, luego de esto
los troyanos comienzan a ganar batalla tras batalla. Petroclo el mejor amigo de Aquiles pelea en su
nombre ,este muere a manos de Héctor un héroe troyano hijo de Príamo rey de la ciudad. A causa
de la muerte de su amigo Aquiles se enfurece. Durante una de las batallas, las fuerzas troyanas se
ven en desventaja ante los aqueos y los troyanos se refugian en la ciudad .Héctor queda afuera
por lo que debe enfrentar al héroe Aquiles ,encuentro en el que Héctor pierde la vida, producto de
la venganza de Aquiles. El griego sube el cadáver a su carro y comienza a dar vueltas por la
ciudad. Después de esto Príamo suplica que le entreguen el cadáver para sepultarlo, Aquiles
accede y Príamo celebra el funeral de Héctor. En resumen esta obra trata sobre las consecuencias
de la cólera de Aquiles y los acontecimientos que ocurrirán a causa de ella.

LA ODISEA
Este poema épico narra el viaje de regreso a casa de uno de los héroes que participó en la guerra
de Troya, su nombre era Odiseo también llamado Ulises en latín. Tras esta guerra Odiseo rey de
Itaca comienza su viaje a casa el cual durará veinte años. Durante la travesía Odiseo se encuentra
con una serie de obstáculos, producto del designio de los dioses .Mientras el regresa a casa su hijo
Telémaco y su esposa Penélope lo esperan pero deben soportar a los pretendientes de Penélope,
quienes creen que Odiseo está muerto por lo cual es necesario un nuevo rey para Itaca, estos
pretendientes se desafían unos a otros para determinar quien es el mas apropiado para suceder en
el trono el que se cree es un rey que a muerto.Mientras esto ocurre Odiseo lucha contra los
designios de los dioses usando todo tipo de métodos, tanto físicos como mentales, dentro de estos
últimos destaca su principal cualidad que es su astucia la cual lo llevará a superar los obstáculos
en su larga odisea, junto con esto también tiene la ayuda de Palas atena, hija de Zeus. Finalmente
Odiseo logra llegar a Itaca, su hogar y logra poner las cosas en su lugar recuperando su reino
ocupando nuevamente su máxima cualidad, la astucia.
LA IMPORTANCIA DE LA ILIADA Y LA ODISEA
Tanto la Ilíada como la odisea han ejercido una enorme influencia en la antigüedad clásica,
especialmente en el mundo helénico como en el romano, prueba de la influencia en Roma fue
Horacio que en uno de sus versos dijo (En Roma, siendo niño, aprendí cuánto daño había causado
a los Griegos la cólera de Aquiles). Esta influencia fue en el ámbito de los valores y en la moral que
hasta hoy es notoria y por eso la importancia de estas dos legendarias obras. Los poemas de
Homero contienen valores como la valentía y el sentido de justicia, también se muestran los anti
valores como la crueldad y el egoísmo actitudes que se deben evitar para lograr ser un hombre
respetado.

Las dos epopeyas fueron esenciales para la formación del pueblo griego, desde pequeños se
educaba a los griegos en base a los relatos de la Ilíada y la odisea, se recitaban a sus héroes y los
valores que ellos representaban, y se esperaba que los niños que pasaban por este proceso de
educación recrearan en sus vidas las enseñanzas de estos poemas, es decir que los héroes de
estas obras eran verdaderos ejemplos a seguir por este pueblo y estos veían en ellos el ideal de
hombre, valerosos y justos.

Estos poemas durante la edad arcaica sirvieron para dar unidad a los helenos que estaban
divididos en ciudades estado, pero tenían una identidad cultural en común. La identidad cultural y
el desarrollo de los pueblos han esta do estrechamente vinculados con los valores y la cultura.
Estos valores le dan a los pueblos una identidad en común y sirven como una especie de
reglamento que si se siguen de buena manera se puede ser una persona ideal desacuerdo con
cada sociedad y los valores que estas promueven estos puntos eran cumplidos de gran forma por
estas dos epopeyas.

La principal importancia de estos poemas fue su labor en el ámbito de la educación que se le


entregó al pueblo heleno y en la cantidad de valores que esta formación contenía, también esto
pudo haber influido en la posterior democracia y los valores que esta representa, como la justicia y
el respeto. Hoy en día estos valores siguen vigentes en muchas sociedades en el mundo, también
en occidente que es donde estos poemas influyeron de forma más directa y en parte junto con
otras obras como la Biblia moldearon la forma de ser de sus habitantes.

FUENTE DE INFORMACIÓN: -Escolar Sobrino, H. (1987). Historia de las bibliotecas. Salamanca: Fundación Germán Sánchez
Ruipérez
TRAGEDIAS DE SOFOCLES
Edipo Rey
(La ciudad de Tebas sufre una
terrible peste. Los cultivos no dan
fruto, las mujeres no conciben
hijos y el ganado sufre terribles
partos de los que no nace ningún
ternero. El rey Edipo envía a su
cuñado Creonte a consultar al
oráculo la causa de la desgracia,
y este le dice que la razón es que
el asesino del anterior monarca,
Layo, vive sin preocupación en la
ciudad. Edipo proclama que
nadie debe hablar ni socorrer al
asesino cuando sea descubierto,
y llama al adivino ciego Tiresias
para que le ayude a descubrirlo.
Cuando Tiresias le revela que el
asesino es él, Edipo cree
queCreonte y Tiresias han urdido
conjuntamente un plan para
destronarlo.)

YOCASTA.– Desentiéndete,
Edipo, de las cosas que dices y
entérate de que no hay ciencia
humana que no tenga el don de
la adivinación. Te voy a dar la
prueba brevemente. Una vez le
llegó un oráculo a Layo –no diré
del propio Febo, pero sí al menos
de sus servidores– diciendo que
era su destino morir a manos del
hijo que nacería de mí y de él.
Pero a él, según es conocido,
unos hombres extranjeros le
dieron muerte en una
encrucijada, y desde el
nacimiento de su hijo no pasaron
tres días, cuando Layo, atándole
los pies, hizo que le arrojaran a
un monte inaccesible.

IMAGEN Edipo y la Esfinge de GustaveMoreau (1826-1898)

Así Apolo no dejó que el niño fuera asesino de su padre ni tampoco que Layo muriera a manos de
su hijo, como temía. Estos fueron los avisos del oráculo, de los cuales no debes preocuparte; pues
aquello que un dios considera necesario, lo saca él mismo fácilmente a la luz.
EDIPO.– ¡Qué inquietud del alma, qué turbación me ha sobrevenido, esposa mía, al
escucharte ahora!

YOCASTA.– ¿Qué pensamiento te ha alterado para hablar así?

EDIPO.– Me ha parecido oírte que el rey Layo fue asesinado en un encuentro de caminos.

YOCASTA.– Así se dijo entonces y no ha dejado de decirse.

EDIPO.– ¿Y dónde está el lugar en que ello sucedió?

YOCASTA.– El país se llama Fócide; allí se juntan los caminos de Delfos y de Daulis.

EDIPO.– ¿Cuánto hace que ocurrió?

YOCASTA.– Poco antes de alcanzar tú el trono de Tebas fue anunciado esto a la ciudad.

EDIPO.– ¡Oh, Zeus! ¿Qué has decidido hacer conmigo?

YOCASTA.– ¿Qué es esto, Edipo, que te viene a la memoria?

EDIPO.– No me preguntes todavía. ¿Qué aspecto tenía Layo, qué edad?

YOCASTA.– Era alto y hacía poco que le habían nacido canas; su aspecto no difería mucho del
tuyo.

EDIPO.– Desgraciado de mí; me parece que no me he dado cuenta hace un momento de


que contra mí mismo profería terribles maldiciones.

YOCASTA.– ¿Cómo dices? Tiemblo al mirarte, rey.

EDIPO.– Terrible desánimo me invade, no sea vidente el adivino. Pero mejor me lo harásver si me
dices una cosa.

YOCASTA.– Tengo miedo, pero responderé a lo que me preguntes.

EDIPO.– ¿Marchaba solo o con escolta numerosa, como un rey?

YOCASTA.– Cinco eran en total, entre ellos un heraldo; sólo había un coche, el que
llevaba a Layo.

EDIPO.– ¡Ay, esto ya está claro! ¿Mas quién era, señora, el que contó lo sucedido?

YOCASTA.– Un esclavo, el único que se salvó y volvió.

EDIPO.– ¿Está ahora en el palacio?

YOCASTA.– No, en verdad; cuando llegó él de allí y vio que tú tenías el poder y Layo estaba
muerto, me suplicó, tomándome la mano, que le enviara al campo como pastor de rebaños, para
estar lo más lejos posible de la vista de Tebas. Yo le envié, pues era digno, para ser un esclavo, de
obtener este favor y aun otro más grande.

EDIPO.– ¿Cómo podría venir a toda prisa?

YOCASTA.– Es fácil, mas ¿por qué lo deseas?


EDIPO.– Temo, señora, haber hablado demasiado; por eso quiero verlo.

YOCASTA.– Bien, vendrá; pero también yo merezco, rey, saber la inquietud que hay en ti.

EDIPO.– No te he de privar de ello, una vez que he llegado a este presentimiento. Pues ¿a quién
hablaría mejor que a ti en este trance? Era mi padre Pólibo, el corintio, y Mérope, mi madre, de la
Dóride. Yo era considerado como el primero de los ciudadanos hasta que me ocurrió un suceso
digno de admiración, si bien no del calor que puse en él. Un hombre ebrio me dijo en un banquete
que yo no era hijo verdadero de mi padre. Yo, vejado, apenas me contuve; y al otro día fui a mis
padres y les hice la pregunta; y ellos se dolieron de la ofensa del que dejó escapar aquella
afirmación. Yo me alegré por ellos, pero aquello me escocía continuamente; pues me llegó a lo
vivo. A escondidas de mi padre y mi madre, me encaminé hacia Delfos; y Febo, a lo que
preguntaba, nada me respondió, mas reveló otras cosas llenas de miseria, de horror y de dolor:
que yo debía unirme con mi madre y haría nacer hijos cuya vista los hombres no podrían soportar y
había de ser el asesino de mi padre.

Cuando esto oí, huí de Corinto guiándome por las estrellas, adonde jamás viera cumplirse la
vergüenza de mi oráculo. Andando, llegué a aquellos lugares en que dices que murió vuestro rey.
Voy a decirte la verdad, señora.

Cuando llegaba cerca de aquella encrucijada vi que hacia mí venían un heraldo y un hombre que
montaba en un coche de potros cual tú dices; y el que venía delante y el anciano mismo quisieron
apartarme por la fuerza del camino. Yo golpeé con ira al que me echaba fuera, al cochero, y al
verlo el viejo, aguardando a que pasara, me clavó desde el coche su aguijón de dos púas en mitad
de la cabeza. No sufrió igual castigo, pues al punto le golpeé con mi bastón y, rodando del coche,
cayó en el suelo boca arriba. Luego di muerte a los demás. [...] ¿No se podría decir que todo esto
ha sido maquinado contra mí por un dios lleno de
crueldad?

FUENTE DE INFORMACIÓN: Sófocles: Edipo rey (versión de Francisco R. Adrados). Madrid: Ediciones Clásicas, 1992.
Fragmento de la Eneida.
De Virgilio.

Libro II.
Enmudecieron todos, conteniendo Los creemos en fuga hacia Micenas,
el habla, ansiosos de escuchar. Eneas y de su largo duelo toda Troya
empieza entonces desde su alto se siente libre al fin. Las puertas se
estrado: abren
«Espantable dolor es el que mandas, ¡qué gozo ir por los dorios
oh reina, renovar con esta historia campamentos
del ocaso de Ilión, de cómo el reino, y ver vacía la llanura toda
que es imposible recordar sin llanto, y desierta la orilla! «Aquí, los Dólopes,
el Griego derribó: ruina misérrima aquí, las tiendas del cruel Aquiles;
que vi y en que arrostré parte tan cubrían las escuadras esta playa;
grande. las batallas, aquí…» Muchos admiran
¿Quién, Mirmidón o Dólope o soldado la mole del caballo, don funesto
del implacable Ulises, referirla a Palas virginal. Lanza Timetes
pudiera sin llorar? Y ya en la altura la idea de acogerle por los muros
la húmeda noche avanza, y las hasta el alcázar —o traición dolosa,
estrellas u obra tal vez del Hado que ya urgía—.
lentas declinan convidando al sueño. Mas Capis, y con él los más juiciosos,
Mas si tanto interés tu amor te inspira están porque en el mar se hunda al
por saber nuestras lástimas, y en suma caballo,
lo que fue Troya en su hora postrimera, don insidioso de la astucia griega,
aunque el solo recuerdo me estremece, tras entregarle al fuego, o se taladre
y esquiva el alma su dolor, empiezo. a que descubra el monstruo su secreto.
Del Hado rebatidos, tantos años, Incierto el vulgo entre los dos vacila.
los caudillos de Grecia, hartos de lides, De pronto, desde lo alto del alcázar,
con arte digno de la excelsa Palas, acorre al frente de crecida tropa
un caballo edifican —los costados, Laoconte enardecido, y desde lejos:
vigas de abeto, un monte de madera—; «¡Oh ciudadanos míseros! —les grita—
y hacen correr la voz que era el exvoto ¿qué locura es la vuestra? ¿al enemigo
por una vuelta venturosa. Astutos, imagináis en fuga? ¿o que una dádiva
sortean capitanes escogidos pueda, si es griega, carecer de dolo?
y en los oscuros flancos los ocultan, ¿no conocéis a Ulises? O es manida
cueva ingente cargada de guerreros. de Argivos este leño, o es la máquina
Hay a vista de Ilión una isla célebre que, salvando los muros, se dispone
bajo el troyano cetro rico emporio, a dominar las casas, y de súbito
Ténedos, hoy anclaje mal seguro: dar sobre Ilión; en todo caso un fraude.
vanse hasta allí y en su arenal se Mas del caballo no os fiéis, Troyanos:
esconden. yo temo al Griego, aunque presente
dones.»
MEDIEVAL Y RENACENTSTA
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS
Fragmento

PRIMERA AVENTURA: Lo que soñaba muchos honores.


Kriemhilde.
Los señores eran generosos, nacidos de
Muchas cosas maravillosas narran las noble estirpe,
sagas de tiempos antiguos, Sobremanera temerarios de fuerza los
De héroes loables de gran temeridad, héroes elegidos.
De alegría y de fiestas, de llantos y De los Burgundios tenía el país su
lamentos. nombre;
De la lucha de héroes valientes ahora Crearon grandes maravillas aún en el
escucharéis narrar maravillas. país de Atila.

Creció en Burgundia una niña tan noble En Worms a la orilla del Rhin vivían los
Que en todos los países no podría haber señores poderosos,
alguna más bella. A ellos gustosos servían muchos
Kriemhild se llamaba y se hizo mujer muy caballeros orgullosos,
hermosa. Con grandes honores durante toda su
Por ella muchos caballeros perdieron su vida,
Hasta que murieron lastimosamente a
vida y su cuerpo. causa de enemistades entre dos nobles
señoras.
Amar a la muy noble no traía vergüenza
a nadie;
Los tres reyes eran, como ya he dicho,
Muchos héroes la pretendieron, nadie la Fuertes y de gran ánimo; eran súbditos
malquería.
de ellos
Bella sobremanera era la muchacha
También los mejores héroes, quienes
noble. tenían notable prestigio
Los modales cortesanos de la doncella
De gran fuerza y temeridad, sin miedo en
hubieran sido adorno de todas las
toda lucha.
mujeres.
Éstos eran de Tronje Hagen y el
Tres reyes la cuidaban, nobles y ricos, hermano suyo
Gunther y Gernot, héroes sin par
Dankwart, el rápido, de Metz el señor
Y Geiselher el joven, un espada Ortewein,
escogido;
Los dos Margraves: Gere y Eckewart,
Ella era su hermana, los príncipes tenían
Volker de Alzei bien dotados de fuerza.
que cuidarla.

Ute se llamó su madre, reina de gran


riqueza,
Y Dankrat su padre, quien legó la
herencia
A favor de sus hijos, cuando murió; antes
fue un hombre fuerte
Que en su juventud había ganado
EL CANTAR DEL MÍO CID (Fragmento)
EL DESTIERRO (fragmento)

-Cronista:
De los sus ojos tan fuerte mientre llorando,
Tornaba la cabeza e estabalos catando;
Vio puertas abiertas e uzos sin cañados,
Alcandarasvazias sin pieles e sin mantos
Y sin falcones y sin adtores mudados.
Suspiro mioÇid, ca a mucho habia grandes cuidados,
Fablo mioÇid bien y tan mesurado:

-Cid:
Grado a Ti, Señor Padre, que estas en alto.
¡Esto me han vuelto mios enemigos malos!

-Cronista:
Alli piensan de aguijar, alli sueltan las riendas.
A la exida de Bivarhobieron la corneja diestra,
Y entrando a Burgos hobieron la siniestra.
MeçiomioÇid los hombros e engrameo la tiesta.

-Cid:
¡Albriçia, Albar Fañez, ca echados somos de tierra!
________________________________________________________________________
EL CANTAR DE ROLDÁN (Fragmento)
I
El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España: hasta el
mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad,
salvo Zaragoza, que está en una montaña. La tiene el rey Marsil, que a Dios no quiere. Sirve a
Mahoma y le reza a Apolo. No podrá remediarlo: lo alcanzará el infortunio.
II
El rey Marsil se encuentra en Zaragoza. Se ha ido hacia un vergel, bajo la sombra. En una terraza
de mármoles azules se reclina; son más de veinte mil en torno a él. Llama a sus condes y a sus
duques:
-Oíd, señores, qué azote nos abruma. El emperador Carlos, de Francia, la dulce, a nuestro país
viene, a confundirnos. No tengo ejército que pueda darle batalla; para vencer a su gente, no es de
talla la mía. Aconsejadme, pues, hombres juiciosos, ¡guardadme de la muerte y la deshonra!
No hay infiel que conteste una palabra, salvo Blancandrín, del castillo de Vallehondo.
III
Entre los infieles, Blancandrín es juicioso: por su valor, buen caballero; por su nobleza, buen
consejero de su señor. Le dice al rey:

-¡Nada temáis! Enviad a Carlos, orgulloso y altivo, palabras de servicio fiel y de gran amistad. Le
daréis osos, y leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientas mulas,
cargadas de oro y plata y cincuenta carros, con los que podrá formar un cortejo: con largueza
pagará así a sus mercenarios. Mandadle decir que combatió bastante en esta tierra; que a
Aquisgrán, en Francia, debería volverse, que allí lo seguiréis, en la fiesta de San Miguel, que
recibiréis la ley de los cristianos; que os convertiréis en su vasallo, para honra y para bien. ¿Quiere
rehenes?, pues bien, mandémosle diez o veinte, para darle confianza. Enviemos a los hijos de
nuestras esposas: así perezca, yo le entregaré el mío. Más vale que caigan sus cabezas y no
perdamos nosotros libertad y señorío, hasta vernos reducidos a mendigar.
EL CANTAR DE BEOWULF (Fragmento)

¡Oíd! Yo conozco la fama gloriosa


que antaño lograron los reyes daneses,
los hechos heroicos de nobles señores.
A menudo los bancos tomábales Skild,
el hijo de Sked, a la gente enemiga;
infundía pavor el que fue recogido
en penoso abandono. Consuelo le cupo,
pues luego en la tierra con gloria vivió
y a todos los pueblos que habitan la orilla
del paso del pez a su mando los tuvo,
tributo le daban. ¡Era un rey excelente!

El poema consta de 3.182 versos, que formalmente se estructuran en cuatro acentos marcados por
la aliteración y divididos en dos partes por una cesura. Temáticamente, el poema parece fusionar
la historia y la mitología escandinava pagana con elementos cristianos.

La narración se ocupa de dos sucesos capitales en la vida de un joven guerrero, héroe y príncipe
escandinavo, llamado Beowulf, situado históricamente en algún momento de fines del siglo VI.
Vamos a ver cuáles son sus heroicas acciones, narradas en el cantar.

Beowulf consigue librar a los daneses del monstruo Grendel, mitad hombre y mitad demonio-troll-
gigante, tras convencerles de que podía hacerlo sobradamente relatando alguna de sus
formidables hazañas anteriores. No sólo acaba con Grendel, sino también con la todavía más
monstruosa madre del mismo, que atacará a los humanos para vengarse.

Años más tarde, un maduro Beowulf, convertido en rey de gautas (dinastía de Suecia meridional),
lucha contra un dragón que amenaza a su pueblo. En esta ocasión Beowulf y el dragón mueren
en el combate. El poema concluye con el funeral vikingo que recibe el héroe y el canto elegíaco
que constituye su epitafio.

Nibelungos Mío Cid Roldán Beowulf


RENACIMIENTO
EL DECAMERÓN
Segunda jornada

Giovanni Boccaccio
QUINTA JORNADA
COMIENZA LA QUINTA JORNADA DEL DECAMERÓN, EN LA CUAL, BAJO EL
GOBIERNO DE FIAMETA, SE RAZONA SOBRE LO QUE A ALGÚN AMANTE,
DESPUÉS DE DUROS O DESVENTURADOS ACCIDENTES, SUCEDIÓ DE FELIZ.

Estaba ya el oriente todo blanco y los surgentes rayos de todo nuestro hemisferio habían
extendido la claridad, cuando Fiameta, por los dulces cantos de los jóvenes que a primera
hora del día cantaban alegremente en los arbustos incitada, se levantó e hizo llamar a
todas las demás y a los tres jóvenes; y con suave paso descendiendo a los campos, por
la ancha llanura arriba entre las hierbas cubiertas de rocío, hasta que el sol se hubo
alzado un tanto, con su compañía fue paseando, hablando con ellos de una y otra cosa.

Pero al sentir que ya los solares rayos se calentaban, hacia su habitación volvieron los
pasos; llegados a la cual, con óptimos vinos y con dulces del ligero trabajo pasado les
hizo confortarse y por el deleitoso jardín hasta la hora de comer se recrearon. Venida la
cual, estando todas las cosas aparejadas por el discretísimo senescal, luego de que
alguna estampida y una baladilla o dos fueron cantadas, alegremente, según plugo a la
reina, se pusieron a comer; y habiéndolo hecho ordenadamente y con alegría, no olvidada
la establecida costumbre de bailar, con los instrumentos y con las canciones algunas
danzas siguieron.

Después de las cuales, hasta pasada la hora de dormir, la reina dio licencia a todos;
algunos de ellos se fueron a dormir y otros a su solaz por el bello jardín se quedaron. Pero
todos, un poco pasada nona, allí, como quiso la reina, según la usada costumbre se
reunieron junto a la fuente; y habiéndose sentado la reina pro tribunali, mirando hacia
Pánfilo, sonriendo, a él le ordenó que diese principio a las felices novelas; el cual a ello se
dispuso de grado, y dijo así:

(Te recomendamos leer el texto completo en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ita/bocca/deca01.htm)


LA DIVINA COMEDIA
Dante Alighieri
EL INFIERNO
Ante las puertas del infierno
Aquí se encuentran, entre lamentos de dolor y de ira, las "gentes que vivieron sin gloria ni infamia", mezcladas
con los ángeles que no se rebelaron contra Dios, pero no por lealtad, sino para evitar las consecuencias de
tomar partido en la lucha entre el bien y el mal. El cielo los rechaza porque no hicieron nada bueno y el
infierno también, porque no hicieron nada malo. Su tormento es que nadie se acuerda de ellos, no tienen
esperanza de morir y no tienen nada que hacer en su pobre vida, desdeñados tanto de la justicia como de la
compasión. Dante está condenando aquí, en particular, a sus compatriotas que, al contrario que él, evitaron
tomar partido en los conflictos políticos de su tiempo anteponiendo su bienestar al bien de su ciudad.
También están allí los pusilánimes, desnudos, acosados por avispas, moscones y gusanos. Entre ellos estaba
"quien hizo por cobardía aquella gran renuncia", sin duda el Papa Celestino V.
El Infierno es un enorme valle cónico y está dividido en nueve niveles o círculos, cada cual más profundo y
estrecho que el anterior. Para llegar hasta él hay que cruzar el río Aqueronte, y las almas lo hacen en la barca
de Caronte.

Círculo primero
El círculo primero es el Limbo, donde están quienes, sin haber cometido falta alguna, han muerto sin haber
recibido el bautismo; en particular, todos cuantos nacieron antes de la llegada de Cristo. Las excepciones son
Adán, Abel, Noé, Moisés, Abraham, Isaac, Jacob y sus doce hijos, Raquel y "otros muchos", que dejaron el
Infierno cuando fue visitado por Jesucristo entre su muerte y su resurrección, y fueron entonces convertidos
en santos. Los que están en el Limbo no sufren tormento alguno, salvo el saber que estarán allí para siempre.

Círculo segundo
A la entrada del círculo segundo está el rey Minos, ante cuya presencia todas las almas confiesan sus
pecados y él los asigna al lugar del Infierno que les corresponde. En este círculo se castiga a "los lujuriosos,
que la razón someten al deseo", eternamente arrastrados de un sitio a otro por un terrible e incesante viento.
Entre ellos se encuentran Francesca da Rimini y Paolo Malatesta. Los amantes explican cómo estaban
leyendo la historia de Lanzarote y la reina Ginebra y, en el punto en que los personajes se besaron, ellos lo
hicieron también, y así empezó su perdición.

Círculo tercero
El círculo tercero está guardado por Cerbero, el perro de tres cabezas. Aquí se castiga el pecado de la gula.
Los condenados sufren una tormenta perpetua, con lluvia y granizo.

Círculo cuarto
El círculo cuarto está guardado por Pluto, el dios romano de la riqueza, y en él se encuentran los pródigos y
los avaros, condenados a hacer rodar pesadas rocas desde las laderas del valle hasta chocar en el centro.
Entre los condenados hay numerosos clérigos, cardenales y papas.

Círculo quinto
En el círculo quinto está la laguna Estigia, vigilada por Flegias, hijo de Marte. Enfangados en ella, luchando
eternamente unos contra otros, a golpes y mordiscos, están los condenados por el pecado de la ira, mientras
que debajo del agua están los acidiosos, es decir, los perezosos y los que vivieron tristes y deprimidos sin
motivo. Entre los iracundos estaba Felipe Argenti, florentino llamado así porque en una ocasión hizo herrar a
su caballo con herraduras de plata. Su familia, los Adimari, fue la que se quedó con los bienes de Dante
cuando fue exiliado.

Los cuatro círculos anteriores castigan los pecados de incontinencia, mientras que los círculos siguientes
castigan (más severamente) la maldad en sentido estricto. La región que comprende a todos ellos se
llama Dite (un nombre latino para el Hades, o el Infierno), una ciudad que toma el color rojo de las llamas que
hay en ella por todas partes, y está rodeada de murallas, cuyas puertas guardan los demonios.

Círculo Sexto
En el círculo sexto se condena a los herejes. Está sembrado de tumbas en cada una de las cuales arde el jefe
de una secta herética junto con todos sus seguidores. Allí se encuentra Farinata degli Uberti.
Círculo Séptimo
El círculo séptimo está custodiado por el Minotauro, en él se castiga a los violentos y está dividido en tres
recintos:

Recinto primero
Aquí se castiga a los que cometieron violencia contra el prójimo, cuyas almas hierven en el Flegetonte, un río
de sangre. Los que intentan salir de él son devueltos por las flechas de los centauros que vigilan sus orillas.

Recinto segundo
Aquí se castiga a los que cometieron violencia contra sí mismos (los suicidas) o contra sus posesiones
(dilapidadores). Los que han renunciado a su cuerpo mediante el suicidio lo pierden para siempre, pues
cuando sus almas son arrojadas a este recinto se convierten en árboles que sangran cuando las arpías se
comen sus hojas. Los dilapidadores son perseguidos y devorados por perros.

Recinto tercero
En el recinto tercero se castiga a quienes cometieron violencia contra Dios y sus designos: blasfemos,
homosexuales y usureros. (Los usureros no respetaban el mandato divino de ganarse el pan con el sudor de
su frente, sino que se lo ganaban con el sudor de la frente ajena.) Se trata de un arenal ardiente sobre el que
cae una lluvia de fuego. Los blasfemos están tendidos boca arriba, lo que les impide protegerse de la lluvia;
los usureros están sentados, lo que les permite estar algo más resguardados, mientras que los homosexuales
pueden correr libremente (y si uno se para se ve obligado a estar parado durante cien años).

Círculo octavo
En el círculo octavo se condenan las distintas clases de fraude, y se llama Malasbolsas, porque está dividido
en diez recintos o bolsas. Está separado del anterior por el río Flegetonte, que forma una gran catarata.

Bolsa primera: En ella se castiga a los seductores, azotados por demonios cornudos, provistos de
látigos.
Bolsa segunda: Aquí están los aduladores, hundidos en estiércol.
Bolsa tercera: Aquí se castiga la simonía. Cada reo está metido boca abajo en un agujero, de modo
que sólo le asoman los pies en llamas. Dante se encuentra con el Papa Nicolás III, que confunde al
poeta conBonifacio VIII (que aún no ha muerto, pero ya está destinado a este lugar del infierno, y
tras él le seguirá Clemente V, que destruyó a los templarios por dinero).
Bolsa cuarta: Aquí se castiga a los adivinos, que caminan hacia atrás porque les han retorcido el
cuello, de modo que tienen la cara en la espalda.
Bolsa quinta: Aquí están los estafadores, a los que unos demonios negros sumergen en una espesa
resina ardiente y les pinchan con sus garfios si asoman la cabeza.
Bolsa sexta: Aquí están los hipócritas, que iban vestidos con capas que por fuera eran de oro y por
dentro de pesado plomo, que se veían obligados a llevar con gran esfuerzo. Caifás, Anás y todos los
judíos que decidieron la crucifixión de Cristo estaban crucificados, desnudos en el suelo, de modo
que los demás hipócritas pasaban por encima de ellos.
Bolsa séptima: Aquí los ladrones desnudos entre serpientes que se les suben encima, les muerden y
hacen que se deshagan en cenizas, pero luego se recomponen para seguir sufriendo el tormento.
Bolsa octava: Es un foso en llamas, donde se castiga a los que sembraron discordia.
Bolsa novena: Unos demonios desgarran en ella a los "sembradores de escándalo y cisma", entre los
que se encuentran Mahoma y Alí.
Bolsa décima: Los falsificadores caminan aquejados de distintas enfermedades. Entre ellos
está Gianni Schichi, que falsificó un testamento para cobrar una herencia.

Círculo noveno
El último círculo está rodeado por los gigantes que forman una muralla humana que sobresale hasta la altura
del círculo octavo. En él se castiga a los traidores, sumergidos en hielo. Se divide en cuatro zonas, en las que
se castiga, respectivamente, a los traidores a su propia familia, a los traidores políticos, a quienes traicionaron
a sus amigos (entre ellos Ugolino della Gherardesca y el cardenal Ruggieri degli Ubaldini) y, ya en el
mismo centro de la Tierra, donde está Lucifer, se encuentran quienes traicionaron a sus benefactores, entre
ellos Judas y los asesinos de César: Bruto y Casio.
Lucifer es un gigante de unos mil metros. Fue arrojado del cielo por el hemisferio austral, de donde se
retiraron las tierras (todas concentradas en el hemisferio norte) y quedó el agujero que lleva hasta el centro de
la Tierra. La tierra desplazada formó el monte del Purgatorio, junto al agujero, por el que fluye el río Leteo.
EL PURGATORIO
El monte Purgatorio es una gran montaña rodeada de agua, la más alta de la Tierra, la única tierra del
hemisferio austral, justo en las antípodas del monte Calvario. Dante sale del túnel en una playa desierta,
donde se encuentra con Catón (el que se suicidó en 46 a.C. para no caer en manos de César). Es el vigilante
del Purgatorio. Las ánimas llegan hasta allí en barcas pilotadas por ángeles.

Antepurgatorio
Muchas almas tienen que esperar un tiempo antes de poder entrar en el Purgatorio para iniciar su penitencia:
Los excomulgados que se arrepintieron antes de su muerte, que deben dar vueltas a la montaña
antes de iniciar su penitencia durante un tiempo treinta veces superior a lo que duró su excomunión.
Entre ellas está Manfredo.
Los perezosos, que deben esperar lo mismo que duró su vida antes de entrar en el Purgatorio.
Los muertos violentamente que se arrepintieron antes de morir.
Los príncipes que descuidaron sus deberes. Entre ellos se encuentran Rodolfo de Austria, Otakar II
de Bohemia, Felipe III de Francia, Enrique I de Navarra, Pedro III de Aragón, Carlos II de
Anjou yEnrique III de Inglaterra.

Purgatorio
El Purgatorio se divide en siete círculos, en cada uno de los cuales se castiga uno de los pecados capitales.
Círculo primero: Aquí purgan su pecado los soberbios, arrastrándose por el suelo oprimidos por
grandes pesos.
Círculo segundo: Destinado a los envidiosos, que tienen cosidos los ojos.
Círculo tercero: Destinado a los iracundos, envueltos en una nube de humo.
Círculo cuarto: Destinado a los perezosos, que no dejan de correr.
Círculo quinto: Destinado a los avaros. Aquí están el Papa Adriano V y Hugo Capeto.
Círculo sexto: Destinado al pecado de la gula. Los golosos no pueden comer ni beber, aunque tienen
alimentos ante ellos. Allí está el Papa Martin IV.
Círculo séptimo: El círculo donde los lujuriosos son consumidos por el fuego.

Paraíso Terrenal
En la cumbre del monte purgatorio está el Paraíso Terrenal, que es también el Parnaso de la mitología griega.
Hasta aquí Dante ha sido conducido por el poeta Virgilio, que ahora vuelve a su lugar en el limbo y Dante
prosigue su camino guiado ahora por Beatriz.

EL PARAÍSO
También aparece dividido en varios niveles:
En el cielo de la Luna están las almas de quienes no guardaron sus votos.
En el cielo de Mercurio están las almas que amaron la gloria humana. Dante encuentra allí al
emperador Justiniano.
En el cielo de Venus están los espíritus amantes.
En el cielo del Sol están los sabios. Dante encuentra aquí, entre otros muchos, a santo Tomás de
Aquino, san Alberto Magno, san Isidoro de Sevilla, san Anselmo de Canterbury, etc.
En el cielo de Marte están las almas de los héroes y los mártires. Entre ellos están Carlomagno,
Roberto Guiscardo y Godofredo V, el duque de Lorena que dirigió la primera cruzada y fue elegido
rey de Jerusalén.
En el cielo de Júpiter están las almas que se distinguieron por su justicia, como el
Emperador Constantino I.
En el cielo de Saturno están las almas dadas a la vida contemplativa, como san Benito, el fundador
de la orden Benedictina.
En el cielo de las estrellas fijas residen los ángeles, la virgen María y los apóstoles.
Por encima de estos ocho niveles está el cielo cristalino, es decir, la bóveda celeste, que es el primer móvil
que transmite su movimiento a las demás esferas y a la Tierra.
Pero Dante descubre que esta gradación del Paraíso no es real, sino que en realidad todas las almas se
encuentran en el cielo empíreo, inmóvil, situado fuera del cielo cristalino, y que las distintas almas se le han
mostrado en estratos para que pueda comprender los distintos grados de felicidad.
Una última ascensión, bajo la guía de san Bernardo de Claraval, lleva a Dante a contemplar al propio Dios.
BARROCO
MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA
Francisco de Quevedo
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía


los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada


de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,


y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte
SIGLO DE ORO ESPAÑOL
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Miguel de Cervantes Saavedra
CAP. OCTAVO

Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo


en la espantable y jamás imaginada aventura de los
molinos de viento, con otros sucesos dignos de
felice recordación

En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de


viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote
los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando
nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear;
porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se
descubren treinta o poco más desaforados gigantes con
quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas,
con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que
esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar
tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué
gigantes? dijo Sancho Panza.

Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos


largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos
que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de
viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la
piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las
aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio
que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su
caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin
duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan
puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver,
aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades,
cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco
de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues
aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en


tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope
de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el
aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al
caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo
el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él
Rocinante. ¡Válame Dios! dijo Sancho; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que
hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los podía ignorar sino quien llevase otros tales en
la cabeza? Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra, más que
otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel
sabio Frestón,

Imagen Gustave Doré: Don Quijote de La Mancha and Sancho Panza, 1863
NEOCLACISISMO
EL AVARO
Jean Baptiste Poquelín “Molière”
ACTO PRIMERO de CINCO ACTOS

ESCENA PRIMERA- VALERIO y ELISA

VALERIO. ¡Cómo, encantadora Elisa, os sentís melancólica después de las


amables seguridades que habéis tenido la bondad de darme sobre vuestra
felicidad! Os veo suspirar, ¡ay!, en medio de mi alegría. ¿Es que acaso
lamentáis, decidme, haberme hecho dichoso? ¿Y os arrepentís de esta
promesa, a la que mi pasión ha podido obligaros?

ELISA. No, Valerio; no puedo arrepentirme de todo cuanto hago por vos. Me
siento movida a ello por un poder demasiado dulce, y no tengo siquiera
fuerza para desear que las cosas no sucedieran así. Mas, a deciros verdad,
el buen fin me causa inquietud, y temo grandemente amaros algo más de lo
que debiera.

VALERIO. ¡Eh! ¿Qué podéis temer, Elisa, de las bondades que habéis tenido conmigo?
ELISA. ¡Ah! Cien cosas a la vez; el arrebato de un padre, los reproches de una familia, las
censuras del mundo; pero más que nada, Valerio, la mudanza de vuestro corazón y esa frialdad
criminal con la que los de vuestro sexo pagan las más de las veces los testimonios demasiado
ardientes de un amor inocente.

VALERIO. ¡Ah, no me hagáis el agravio de juzgarme por los demás! Creedme capaz de todo, Elisa,
menos de faltar a lo que os debo. Os amo en demasía para eso, y mi amor por vos durará tanto
como mi vida.

ELISA. ¡AH, Valerio! ¡Todos dicen lo mismo! Todos los hombres son semejantes por sus palabras;
y son tan sólo sus acciones las que los muestran diferentes.

VALERIO. Puesto que únicamente las acciones revelan lo que somos, esperad entonces, al
menos, a juzgar de mi corazón por ellas, y no queráis buscar crímenes en los injustos temores de
una enojosa previsión. No me asesinéis, os lo
ruego, con las sensibles acometidas de una
sospecha ultrajante, y dadme tiempo para
convenceros, con mil y mil pruebas, de la
honradez de mi pasión.

ELISA. ¡Ay! ¡Con qué facilidad se deja una


persuadir por las personas a quienes ama! Sí,
Valerio; juzgo a vuestro corazón incapaz de
engañarme. Creo que me amáis con verdadero
amor y que me seréis fiel; no quiero dudar de ello
en modo alguno, y limito mi pesar al temor de las
censuras que puedan hacerme.
EL SÍ DE LAS NIÑAS (FRAGMENTO)
Leandro Fernández de Moratín
DON DIEGO

Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una
niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con
una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas
en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni
el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su
voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las
permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal
que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a
pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos
escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que
inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.

DON DIEGO

Él y su hija de usted estaban locos de amor, mientras las tías y usted fundaban castillos en el aire,
y me llenaban la cabeza de ilusiones, que han desaparecido como un sueño... Esto resulta del
abuso de autoridad, de la opresión que la juventud padece; estas son las seguridades que dan los
padres y los tutores, y esto lo que se debe fiar en el sí de las niñas... Por una casualidad he sabido
a tiempo el error en que estaba... ¡Ay de aquellos que lo saben tarde!

Con estas palabras Moratín está perfilando una de


las alocuciones didácticas más importantes de la
pieza, que responde totalmente a las directrices del
pensamiento ilustrado. El saber, la educación, como
elementos esenciales en la realización vital de la
persona. Y por el contrario, las terribles
consecuencias que puede acarrear un mal empleo
de esta máxima de una educación errónea.

Esta intervención directa de Moratín, a través de su


personaje Don Diego, entronca su pensamiento con
el de los reformistas liberales (en especial el de
Jovellanos). Estos sufrieron las consecuencias de la
intolerancia de los grupos más intransigentes, que no veían con buenos ojos las ideas reformistas
de los ilustrados, padeciendo por ello los rigores de la persecución y el destierro, o la intervención
de la Inquisición (que no desaparecerá hasta el XIX), como en el caso de Moratín.

El autor no entiende la persecución del Santo Oficio por esta obra, como afirma en la Advertencia
que la prologa ("ya que en ella no existe ni una sola proposición opuesta al dogma ni a la moral
cristiana"). Reconoce que las nuevas ideas que propone en cuanto a una nueva configuración
social (donde las mujeres puedan actuar con más libertad) atentan contra los "privados intereses"
de los que "no quieren ver descubiertos en la escena vicios y errores tan funestos en la sociedad".
"Tales son los obstáculos que han impedido frecuentemente en España el progreso rápido de las
luces, y esta oposición poderosa han tenido que temer los que han dedicado en ella su aplicación y
su talento a la indagación de verdades útiles y al fomento y esplendor de la literatura y de las
artes".
ROMANTICISMO
DESPUÉS DE LAS ONCE
Johann Wolfgang von Goethe
"Todo duerme en torno mío, y mi alma está tranquila.
Te doy gracias, ¡oh Dios!, por haberme concedido en
momento tan supremo resignación tan grande. Me
asomo a la ventana, amada mía, y distingo a través de
las tempestuosas nubes algunos luceros esparcidos en
la inmensidad del cielo. ¡Vosotros no desapareceréis,
astros inmortales! El Eterno os lleva, lo mismo que a
mí. Veo las estrellas de la Osa, que es mi constelación
favorita, porque, de noche, cuando salía de su casa, la
tenía siempre delante. ¡Con qué delicia la he
contemplado muchas veces! ¡Cuántas he levantado mis
manos hacia ella para tomarla por testigo de la
felicidad de que entonces disfrutaba! ¡Oh Carlota!,
¿qué hay en el mundo que no traiga a mi memoria tu
recuerdo? ¿No estás en cuanto me rodea? ¿No te he
robado codicioso como un niño, mil objetos
insignificantes que habías santificado con sólo
tocarlos?

"Tu retrato, este retrato querido, te lo doy suplicándote que lo conserves. He estampado en él mil
millones de besos, y lo he saludado mil veces al entrar en mi habitación y al salir de ella. Dejo una
carta escrita para tu padre, rogándole que proteja mi cadáver. Al final del cementerio, en la parte
que da al campo, hay dos tilos, a cuya sombra deseo reposar. Esto puede hacer tu padre por su
amigo, y tengo la seguridad de que lo hará. Pídeselo tú también. Carlota. No pretendo que los
piadosos cristianos dejen depositar el cuerpo de un desgraciado cerca de sus cuerpos. Deseo que mi
sepultura esté a orillas de un camino o en un valle solitario, para que, cuando el sacerdote o el levita
pasen junto a ella, eleven sus brazos al cielo, bendiciéndome, y para que el samaritano la riegue con
sus lágrimas. Carlota, no tiemblo al tomar el cáliz terrible y frío que me dará la embriaguez de la
muerte. Tú me lo has presentado, y no vacilo. Así van a cumplirse todas las esperanzas y todos los
deseos de mi vida, todos, sí, todos.

"Sereno y tranquilo voy a llamar a la puerta de bronce del sepulcro. ¡Ah, si me hubiese cabido en
suerte morir sacrificándome por ti! Con alegría con entusiasmo hubiera abandonado este mundo,
seguro de que mi muerte afianzaba tu reposo y la felicidad de toda tu vida. Pero, ¡ay!, sólo algunos
seres privilegiados logran dar su sangre por los que aman y ofrecerse en holocausto para centuplicar
los goces de sus preciosas existencias. Carlota, deseo que me entierren con el traje que tengo puesto,
porque tú lo has bendecido al tocarlo. La misma petición hago a tu padre. Prohíbo que me registren
los bolsillos. Llevo en uno aquel lazo de cinta color de rosa que tenías en el pecho el primer día que
te vi rodeada de tus niños... ¡Oh! Abrázalos mil veces y cuéntales el infortunio de su desdichado
amigo. ¡Cuánto los quiero! Aún los veo agruparse en torno mío. ¡Ay, cuánto te he amado desde el
momento en que te vi! Desde ese momento comprendí que llenarías toda mi vida... Haz que
entierren el lazo conmigo... Me lo diste el día de mi cumpleaños, y lo he conservado como sagrada
reliquia. ¡Ah!, nunca sospeché que aquel principio tan agradable me condujese a este fin. Ten calma,
te lo ruego; no te desesperes... Están cargadas... Oigo las doce... ¡Sea lo que ha de ser! Carlota...,
Carlota... ¡Adiós,adiós!"
REALISMO
Madame Bovary (Fragmento)
Gustave Flaubert

" Emma, que le daba el brazo, se apoyaba un poco


sobre su hombro, y miraba el disco del sol que irradiaba
a lo lejos, en la bruma, su palidez deslumbrante; pero
volvió la cabeza: Carlos estaba allí. Llevaba la gorra
hundida hasta las cejas, y sus gruesos labios
temblequeaban, lo cual añadía a su cara algo de
estúpido; su espalda incluso, su espalda tranquila
resultaba irritante a la vista, y Emma veía aparecer sobre
la levita toda la simpleza del personaje. Mientras que ella
lo contemplaba, gozando así en su irritación de una
especie de voluptuosidad depravada, León se adelantó
un paso.

El frío que le palidecía parecía depositar sobre su cara


una languidez más suave; el cuello de la camisa, un poco
flojo, dejaba ver la piel; un pedazo de oreja asomaba
entre un mechón de cabellos y sus grandes ojos azules,
levantados hacia las nubes, le parecieron a Emma más límpidos y más bellos que esos
lagos de las montañas en los que se refleja el cielo.

(...)

Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ninguna novedad para él.
Emma se parecía a las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como
un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las
mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la
diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones. Porque labios libertinos
o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor
de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan
afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las
metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus
necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un
caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando
quisiéramos conmover a las estrellas. "
EL BIGOTE
Guy de Maupassant
Castillo de Solles, lunes 30 de julio de 1883

Querida Lucía, nada nuevo. Vivimos en el


salón viendo como cae la lluvia. No se puede
salir con este tiempo horroroso; entonces
hacemos teatro. Que estúpidas son, querida,
las obras de teatro del repertorio actual.
Todo es forzado, todo es grosero, pesado.
Las bromas impactan como las balas de
cañón, rompiéndolo todo. Ni rastro de
espíritu, de naturalidad, ningún humor,
ninguna elegancia. Estos literatos por cierto
no saben nada del mundo. Ignoran por
completo como pensamos y como hablamos
nosotros. Tolero perfectamente que
desprecien nuestras costumbres, nuestras
convenciones y nuestros modales, pero no
les permito en absoluto que no los conozcan.
Para ser finos, hacen juegos de palabras que
podrían servir para alegrar un cuartel militar;
para ser joviales nos sirven un ingenio que
han debido cosechar en las alturas del
bulevar exterior, en esas cervecerías llenas
de artistas en las que se repiten, desde hace
cincuenta años, las mismas paradojas de
estudiante.

En fin, hacemos teatro. Como sólo somos dos mujeres, mi marido desempeña los papeles de
doncella, y para ello se afeitó. No te imaginas, querida Lucía, que cambiado está, ya no lo
reconozco... ni de día ni de noche. Si no dejase crecer enseguida su bigote creo que le sería infiel,
de tanto que me disgusta así.
En serio, un hombre sin bigote deja de ser un hombre. No me gusta mucho la barba que casi
siempre da un aspecto desaliñado, pero el bigote, ¡ay, el bigote!, se hace imprescindible en una
fisonomía viril. No, nunca podrías imaginar cuán útil resulta para la vista y... las relaciones entre
esposos este pequeño cepillo de vello en el labio. Se me han ocurrido un montón de reflexiones
sobre este tema que apenas me atrevo a contarte por escrito. Te las diré de buena gana... en voz
baja. Pero las palabras que expresan ciertas cosas son tan difíciles de encontrar, y algunas
palabras insustituibles, resultan tan feas sobre el papel, que no puedo escribirlas. Y además, el
tema es tan complejo, tan delicado, tan escabroso, que necesitaría una ciencia infinita para
abordarlo sin peligro.

¡En fin! da igual si no me entiendes. Y además, querida, procura leer entre líneas.
Sí, cuando mi marido me llegó afeitado, enseguida supe que jamás sentiría debilidad por un
comediante, ni por un predicador, aunque fuese el padre Didon, el más seductor de todos. Y
cuando más tarde estuve a solas con él (mi marido), fue mucho peor. ¡Oh! querida Lucía, nunca te
dejes besar por un hombre sin bigote; sus besos no tienen ningún sabor, ninguno, ninguno! ya no
tiene ese encanto, esa suavidad y esa...pimienta, sí, esa pimienta del auténtico beso. El bigote es
su guindilla.

Imagínate que te apliquen en el labio un pergamino seco...o húmedo. Esa es la caricia


del hombreafeitado. Desde luego ya no merece la pena.
¿De dónde viene pues la seducción del bigote, me preguntarás? ¿Acaso lo sé?
Primero te produce un delicioso cosquilleo. Te roza la boca y sientes un escalofrío agradable
por todo el cuerpo, hasta la punta de los pies. Es él el que acaricia, el que estremece y sobresalta
la piel, el que otorga a los nervios esa vibración exquisita que te arranca ese pequeño ―¡Ah!‖, como
si una tuviese mucho frío.

¡Y en el cuello! Sí, ¿has sentido alguna vez un bigote en tu cuello? Eso te embriaga y te crispa, te
baja por la espalda, te llega hasta la punta de los dedos. Te retuerces, mueves los hombros, echas
la cabeza hacia atrás. Una desearía huir y quedarse; ¡es adorable e irritante! ¡Pero qué sensación
tan agradable!

Hay más todavía...¡de verdad, ya no me atrevo! Un marido que te quiere del todo sabe encontrar
un montón de recónditos lugares donde esconder sus besos, de los cuales una no se percataría
nunca sola. Pues bien, sin bigote esos besos también pierden mucho de su sabor; ¡sin contar que
se vuelven casi indecentes! Explícalo como puedas. En cuanto a mí, ésta es la razón que lo
justifica. Un labio sin bigote está igual de desnudo que un cuerpo sin ropa; y, la ropa siempre hace
falta, muy poca si tú quieres, ¡pero es necesaria!

El Creador (no me atrevo a escribir otra palabra al hablar de estas cosas), el Creador tuvo el
detalle de velar todos los amparos de nuestra carne donde tenía que esconderse el amor.
Una boca afeitada se me parece a un bosque talado alrededor de alguna fuente a donde se va a
comer y dormir.

Eso me recuerda una frase (de un político) que desde hace tres meses me está dando vueltas en
lacabeza.

Mi marido, que lee los periódicos, me leyó, una noche, un discurso singular de nuestro ministro de
agricultura que se llamaba entonces el Señor éline, ¿habrá sido sustituido por otro? Lo ignoro.
No estaba escuchando, pero el nombre de Meline me llamó la atención. Me recordó, no sé muy
bien porqué, las escenas de la vida de Bohemia. Creí que se trataba de una modistilla. Así fue
cómo memoricé unos fragmentos de este discurso. Entonces el Señor Méline les hacía a los
habitantes de Amiens, creo, esta declaración cuyo significado llevaba buscando hasta la fecha: ―No
hay patriotismo sin agricultura‖. Pues ese significado, lo he hallado hace un rato; y he de
confesarte que no hay amor sin bigote. Cuando uno lo dice de este modo suena raro, ¿verdad?

¡No hay amor sin bigote!.


―No hay patriotismo sin agricultura‖, afirmaba el Señor Méline; y tenía razón ese ministro,
¡ahora lo entiendo!

Desde otro punto de vista, el bigote es esencial. Determina la fisonomía. Te da un semblante


dulce, tierno, violento, de rudo, de golfo, ¡de atrevido! El hombre barbudo, realmente barbudo, el
que lleva todo el pelo (¡oh!, ¡qué palabra más fea!) en las mejillas no tiene finura en la cara, pues
quedan ocultos sus rasgos; y la forma de la mandíbula y del mentón revelan muchas cosas a quien
sabe ver. El hombre con bigote conserva su aspecto propio y su elegancia al mismo tiempo.
¡Y que variados son esos bigotes! Tanto son solapados, rizados, como coquetos. ¡Estos parecen
querer a las mujeres por encima de todo!

Tanto son puntiagudos, como agujas, amenazadores. Éstos prefieren el vino, los caballos y las
batallas

Tanto son enormes, caídos, espantosos. Éstos enormes suelen disimular un carácter excelente,
una bondad que linda con la debilidad y una dulzura que se confunde con la timidez.
Además, lo que primero me encanta del bigote es que sea francés, muy francés. Procede de
nuestros padres los galos y luego perduró como señal de nuestro carácter nacional.
Es fanfarrón, galante y bravo. Se empapa graciosamente de vino y sabe reír con elegancia,
mientras que las anchas mandíbulas barbudas son pesadas en todo lo que hacen.
Por cierto, me acuerdo de una cosa por la que lloré con fuerza y que me hizo también, ahora me
doy cuenta de ello amar el bigote en los labios de los hombres.

Fue durante la guerra, en casa de papá. Era jovencita por aquel entonces. Un día hubo un
combate cerca del castillo. Llevaba toda la mañana oyendo cañonazos y disparos, y por la noche
un coronel alemán entró y se instaló en nuestra casa. Luego, al día siguiente se marchó. Fueron a
avisar a mi padre de que había muchos muertos en los campos. Los mandó traer a casa para
enterrarlos juntos. Los tumbaban a lo largo de la gran avenida de abetos, por ambos lados, a
medida que iban llegando; y como empezaban a oler mal, se les echaba tierra en el cuerpo
mientras se esperaba a que hubieran cavado la fosa común. De este modo ya no se veía más que
sus cabezas que parecían salir del suelo, igual de amarillas, con sus ojos cerrados. Quise verlos;
pero cuando descubrí aquellas dos largas líneas de horribles caras, pensé que iba a perder el
sentido; y me puse a examinarlas, una tras otra, procurando adivinar lo que habían sido
esos hombres.

Los uniformes estaban enterrados, ocultos bajo la tierra, y sin embargo de repente, sí querida, de
repente reconocí a los franceses, ¡por su bigote!

Unos se habían afeitado el día mismo del combate, ¡como si hubiesen querido ser coquetos hasta
el último momento!. No obstante, su barba había crecido un poco, pues sabes que la barba sigue
creciendo aún después de la muerte. Otros parecían tenerla de ocho días, pero todos al fin
llevaban el bigote francés, muy distinto, el orgulloso bigote, que parecía estar diciendo: ―No me
confundas con mi vecino barbudo, pequeña, soy de los tuyos‖. Y lloré, ¡oh!, lloré mucho más que si
no los hubiese reconocido de esta manera, a esos pobres muertos.

Hice mal en contarte esto. Ahora estoy triste y me siento incapaz de charlar por más tiempo.
Venga, adiós, querida Lucía. Te envío un abrazo con toda mi alma. ¡Viva el bigote!
NATURALISMO
LA NIÑA MÁRTIR
Emilia Pardo Bazán
No se trata de alguna de esas criaturas cuyas desdichas alborotan de repente a la prensa; de esas que
recoge la policía en las calles a las altas horas de la noche, vestidas de andrajos, escuálidas de hambre,
ateridas de frío, acardenaladas y tundidas a golpes, o dilaceradas por el hierro candente que aplicó a sus
tierras carnecitas sañuda madrastra.

La mártir de que voy a hablaros tuvo la ropa blanca por docenas de docenas, bordada, marcada con corona y
cifra, orlada de espuma de Valenciennes auténtico; de Inglaterra le enviaban en enormes cajas, los vestidos,
los abrigos y las tocas; en su mesa abundaban platos nutritivos, vinos selectos; el frío la encontraba
acolchada de pieles y edredones; diariamente lavaba su cuerpo con jabones finísimos y aguas fragantes,
una chambermaid británica.

En invierno habitaba un palacete forrado de tapices, sembrado de estufas y caloríferos; en verano, una quinta
a orillas del mar, con jardines, bosques, vergeles, alamedas de árboles centenarios y diosas de mármol que
se inclinan parar mirarse en la superficie de los estanques al través del velo de hojas de ninfea...

Si quería salir, preparado estaba en todo tiempo el landó o el sociable; si prefería solazarse en casa, le abrían
un armario atestado de juguetes raros, y salían de él, como salen de una viva imaginación los cuentos, seres
maravillosos, creaciones de la magia moderna: el jockey vestido de raso azul y botón de oro, con su caballo
que galopa de veras y salta zanjas; la muñeca que mueve la cabeza, y abre los ojos, y llama a sus papás con
mimoso quejido infantil; la otra muñeca bailarina que, asiendo un aro de flores, gira, revolotea, se columpia,
danza y repica con los pies y, por último, saluda al público, enviándole un beso volado; el cochecillo eléctrico,
el acróbata, el mono violinista, el ruiseñor mecánico, que gorjea, sacude la cabeza y eriza las plumas; todos
los autómatas, todos los remedos, todos los fantoches de la vida, que a tanto alto precio se compran para
entretener a los hijos de padres acaudalados.

Pues no obstante, yo os digo que la niña de mi cuento era mártir, y que mártir murió, y que después de
muerta, su cara, entre los pliegues del velo de muselina, mostraba más acentuada que nunca la expresión
melancólica y grave, tan sorprendente en una criatura de diez años, adorada y criada entre algodones.

Mártir, creedlo; tan mártir como las abandonadas que en las noches de enero se acurrucan tiritando en el
umbral de una puerta. La vida es así; para todos tienen destinado su trago de ajenjo; sólo que a unos se lo
sirve en copa de oro cincelada, y a otros en el hueco de la mano. El dolor es eternamente fecundo; unas
veces da a luz en sábanas de holanda, y otras, sobre las guijas del arroyo.

Hija de padres machuchos, que contaban perdida toda esperanza de sucesión; única heredera de ilustre
nombre y de pingües haciendas, la niña fue desde sus primeros años víctima de sus propios brillantes
destinos. Pendientes de sus más leves movimientos, espiando su respiración, contando los latidos de su
corazoncillo inocente, los dos cincuentones la criaron como se creía en el invernáculo la flor rara,
predestinada a sucumbir al primer cierzo. Un médico, que bien podemos llamar de cámara, tenía especial
encargo de llevar el alta y baja de las funciones fisiológicas de la criatura. Se apuntaban las chupadas de
leche que pasaban del seno del ama a la boquita de la nena. Un reloj puntualísimo marcaba por minutos el
sueño, el despertar, las horas de comer, la del aseo, la del paseo. Un termómetro graduaba el temple del
agua de las abluciones; fina balanza pesaba el alimento y las ropas, según las prescripciones y órdenes
minuciosas del doctor. Cuando vino la crisis de la dentición, y con ella el desasosiego, la impaciencia, la casa
se convirtió en una Trapa: nadie alzaba la voz; nadie pisaba fuerte por no sobresaltar a la niña, por no quitarle
el sueño.

El régimen pareció higiénico y se hizo permanente ya. Diríase que aquella morada sordomuda era una capilla
erigida al dios del silencio; y la niña, con la singular adivinación que a veces demuestra la infancia,
comprendiendo que allí los ruidos no tendrían eco, ni eco las risas, fue, desde que rompió a andar, calladita,
formal, obediente, seria... tan seria y tan obediente, que daba una lástima terrible.

Hubo un terreno en que no pudo ser tan dócil. Desplegando la mejor voluntad, la niña no lograba sacar buen
color, el color de manzana sanjuanera que alegra a las madres. Su tez de seda, satinada y transparente por la
clorosis, se jaspeaba con venitas celestes y a trechos con la suave amarillez del marfil. Sus ojos azules, de un
azul oscuro, eran hondos, tranquilos y resignados. Su boca parecía una rosa desteñida, mustia ya.
Sea por el cuidado que habían puesto en que no sintiese nunca la menor impresión de frío, o sea por el
mismo empobrecimiento de la sangre, era tan friolera, que en el rigor del verano, vestía de lana blanca, con
polainas y guantes blancos también. Al verla pasar toda blanca, esbelta, derecha, despaciosa, grave, las
ideas sanas y humorísticas que infunde la niñez cedían el paso a otras ideas fúnebres, de claustro y de
mausoleo. No creáis que sus padres no advertían que la niña era una lamparita de ésas que apaga un soplo.
Tanto lo advertían, que por eso mismo cada día calafateaban mejor las rendijas por donde pudiese deslizarse
una ráfaga perturbadora. Así que blindasen, acolchasen y forrasen completamente la casa, no penetraría el
hálito sutil de la muerte. Vengan algodones, vengan telas, vengan clavos; aislemos a la niña. ¡Ah! ¡Si la madre
pudiese restituirla a la concavidad del claustro materno, y el padre al calor de las entrañas generadoras! ¡Si
fuese dable meterla en la campana neumática, o alojarla en la máquina donde incuban los polluelos!

Por la ventana, entreabriendo los pesados cortinajes, la niña veía a veces jugar en la calle a los
desharrapados granujas. Frescos, risueños, turbulentos, derramando vida, los chicos se embestían con una
cabeza de toro hecha de mimbres, o se liaban a cachete limpio, o se santiguaban con peladillas. En la quinta,
desde donde se dominaba la playa, granujas también, los hijos de los pescadores, que, desnudos,
bronceados, ágiles y saltadores como peces y, en bandadas como ellos, se bañaban, permaneciendo horas
enteras dentro del agua verdosa en que se zampuzaban a manera de delfines.

Por orden del médico, la niña se bañaba también. Le habían preparado una cómoda y ancha caseta; allí la
desnudaban y, arropada en mil abrigos, la llevaban a los brazos del bañero, que la sepultaba un momento en
el mar y la sacaba inmediatamente, recibida la impresión. Esta impresión era, por cierto, terrible. La sangre
fluía al corazón de la criatura: trémula y con las pupilas dilatadas, miraba aquel infinito espantable, aquel
abismo de agua verde y rugiente, la ola que avanzaba pavorosa, cóncava, cerrándose ya como para
devorarla; y los dientes de la niña castañeteaban, y pensaba para sí: «Tengo miedo.» Pero ni un grito ni un
suspiro la delataban. El voto de silencio no lo rompía ni aun entonces. Sólo que después, al ver desde la
ventana a los traviesos gateras en familiaridad con las terribles olas, jugueteando con ellas lo mismo que
gaviotas, pensaba la niña mártir: «¿Cómo harán para ser tan valientes esos chicos?»

Entre tanto, la Muerte, riéndose con siniestra risa de calavera, se acercaba a la señorial y cerrada mansión.
Es de saber que no encontró ni puerta por donde pasar, ni siquiera por donde colarse, y hubo de entrar,
aplanándose, por debajo de una teja, a la buhardilla; de allí, por el ojo de la llave, pasar a la escalera, y desde
la escalera, enhebrarse por debajo de la levita del médico, que se metió casa adentro muy impávido, con la
Muerte guardadita en el bolsillo, detrás de la fosforera.

A causa de tantas dificultades como encontró para insinuarse en la casa de la niña, la Muerte quedó algo
quebrantada, y no se presentó con empuje y arresto, sino con mansedumbre hipócrita, tardando bastante en
llevarse a la criatura. El tiempo que aguardó la Muerte a tomar bríos fue para la mártir larga cuestión de
tormento.

Drogas asquerosas, pócimas nauseabundas por la boca, papeles epispásticos y vejigatorios sobre la piel;
cauterio para las llagas que abría en su garganta la miseria de su organismo; todo se empleó, sin que
rompiese el voto del silencio la víctima, y sin que sus verdugos atendiesen la súplica de sus vidriados ojos...,
porque aquellos verdugos la idolatraban demasiado para perdonarle ni un detalle del suplicio. Sólo en el
último instante, cuando todavía le presentaban una cucharada de no sé qué mejunje farmacéutico, la niña
suspiró hondamente, se incorporó, dijo que no tres veces con la cabeza y, echando los brazos al cuello de la
insensata madre, pegando el rostro al suyo, murmuró muy bajo: «Abre la ventana, mamá.»

Era, sin duda, la congoja del postrer ataque de disnea que empezaba. Poco duró. Y la mártir quedó bonita,
cándida, exangüe, pero con una expresión de amargura reconcentrada, como el que se va de la vida
dejándose algo por hacer, por decir o por sentir; algo que era quizá la esencia de la vida misma.

En el ataúd forrado de raso, bajo las lilas blancas que la envolvían en aristocráticos aromas, los pobres
despojos pedían justicia, se quejaban de un asesinato lento. Por ser la estación primaveral y la noche
templada y por disipar el olor a cera y a difunto, los que velaban a la niña abrieron la ventana. Al entrar la
bienhechora bocanada de aire libre, la carita demacrada pareció adquirir plácida expresión de reposo.
Tal vez no quería pasar sin orearse del encierro de su casa al encierro del nicho
LITERATURA
Contemporánea
PARNASIANISMO
LES TROPHÉES (LOS TROFEOS)
José María Heredia

BLASÓN CELESTE (Fragmento)


"Teniendo por esmalte el azul, vi en la esfera
nubes de cobre y púrpura y plata, hacia occidente
-donde al ojo deslumbran-, pintar en el poniente
con blasón gigantesco la celeste vidriera"

EL BAÑO (completa).
"Tal como el monstruo antiguo, hombre y bruto han
(entrado
en el mar, y desnudos, libres, se abren camino
entre la bruma de oro-polvo líquido y fino-,
formando grupo atlético bajo el cielo incendiado.

Y aquel domador rústico y el corcel indomado


sorben a pulmón pleno sal y yodo marino
y en carne y crin reciben el azul torbellino
con que baña sus cuerpos el Atlántico helado.

Hínchasé, corre, elévase y revienta la ola.


Grita el hombre. El caballo relincha y con su cola
hace saltar las aguas en chorros deslumbrantes.

Y mientras sus cabellos revuelve la marea,


presentan, negro, el pecho, que en el azul humea,
al azote furioso de espumas palpitantes.

FLORIDUM MARE (COMPLETA).


"En llano de cambiante matiz la mies ondea,
desbordante, al halago del viento que la mece,
y el perfil de un rastrillo sobre el cielo parece
un barco que alza el negro bauprés y cabecea.

Y el mar, hasta el poniente que en púrpura llamea,


a mis pies, ya cerúleo, ya violeta, enrojece,
o inundado de ovejas en fuga palidece,
o cual inmenso prado en el confín verdea.

Vuelan en torbellinos, veloces, las gaviotas


que siguen la marea, lanzandoalegres notas,
hacia el trigal, por olas de oro estremecido.

Y, de tierra, la brisa, suave y melificada,


va esparciendo, a capricho de su embriaguez alada,
vuelos de mariposas sobre el mar florecido."
SIMBOLISMO
Una temporada en el infierno
(Fragmento)

Por Arthur Rimbaud


Versión: Ramón Buenaventura

Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín


en el que se abrían todos los corazones, en el
que todos los vinos hacían torrentes.
Una noche, senté a la Belleza sobre mis
rodillas. - Y la encontré acerba. - Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh
aversión, es a ustedes solamente que confié
mi tesoro!

Logré diluir en mi espíritu toda esperanza


humana. Sobre todo júbilo, para estrangularlo,
hice el salto cauteloso de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder la culata de
sus fusiles mientras perecía. Llamé a los
flagelos para ahogar con arena, la sangre. La
desgracia fue mi dios. Me revolqué en el barro.
Me sequé con el aire del crimen. Aposté con la
locura.

Y la primavera me brindó la risa repugnante


del idiota.

Pero, cuando estaba casi por decir adiós,


resolví buscar la llave que me abriera las
puertas del festín antiguo, donde quizás
recuperaría el apetito.

La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación


comprueba que estuve en un sueño!
Permanecerás como una hiena, etc
... exclama el demonio que me corona con duermevelas tan amables. Consigue la muerte con
todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales.

¡Ah! He tenido demasiado: - Pero, querido Satán, se lo suplico, ¡tenga la pupila menos irritada! Y
esperando esas vilezas que se retrasan, para usted que ama en el escritor la ausencia de
facultades descriptivas o instructivas, le arranco algunas hojas ominosas de mi carnet de
condenado.

Consultar más sobre esta obra en http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/infierno/infierno.html#2


CUBISMO
AVIÓN
Guillaume Apollinaire
Guillaume Apollinaire asume La defensa de la palabra «avión» empleada
por el precursor Ader (1897), pero que había sido olvidada en favor del
término culto: aeroplano. El uso le ha dado la razón.

¿Qué habéis hecho, franceses, con Ader el aéreo?


Una palabra era suya, ahora ya nada.

Aparejó los miembros de la ascesis,


en la lengua francesa entonces sin nombre,
y luego Ader se torna poeta y los llama avión.

Oh pueblo de París, vosotros, Marsella y Lyon;


todos vosotros, ríos y montañas francesas,
habitantes de ciudades y vosotros, gentes del
campo...
el instrumento para volar se llama avión.

Dulce palabra que habría encantado a Villon;


los poetas venideros la pondrán en sus
rimas.

No, tus alas, Ader, no eran anónimas


cuando llegó el gramático a dominarlas,
a fraguar una palabra erudita sin nada de
aéreo
donde el pesado hiato y el asno que le
acompaña (aeropl -ane)
componen una palabra larga, como un vocablo de Alemania.
Se requería el murmullo y la voz de Ariel
para denominar el instrumento que nos lleva al cielo.
El quejido de la brisa, un pájaro en el espacio,
y es una palabra francesa que pasa por nuestras bocas.

¡El avión! Que suba el avión por los aires,


que planee sobre los montes, que atraviese los mares
y aún más lejos se pierda.

Que trace en el éter un eterno surco,


pero guardémosle el nombre suave de avión,
pues de ese mágico mote sus cinco letras hábiles
tuvieron la fuerza de abrir los cielos móviles.

¿Qué habéis hecho, franceses, con Ader el aéreo?


Una palabra era suya, ahora ya nada.

Extraído de un grupo de cinco poemas inéditos


publicados en el volumen Apollinaire, Colección
«Les poétes d'aujourd'hui», Ed. Pierre Segher
FUTURISMO

BATALLA (Fragmento)
FilippoTomaso Marinetti
Mediodía 3/4 flautas gemidos canícula tumbtumb alarma Gargaresh romperse crepitación marcha
Tintineo mochilas fusiles zuecos clavos cañones crines ruedas furgones judíos buñuelos pan al
aceite cantinelas tenduchas vaharadas lebrillo legaña hedor canela moho flujo reflujo pimienta
pelea mugre remolino naranjos-en-flor rosa arabesco mosaico carroña aguijones frongollo
ametralladoras grava resaca ranas Tintineo mochilas fusiles cañones chatarra atmósfera plomo
lava trescientos hedores cincuenta perfumes empedrado-colchón detritos estiércol-de-caballo
carroña flicflac amontonarse camellos asnos estrépito cloacas Souk-de-los plateros dédalo seda
azul galabieh púrpura naranjos moucharabien arcos descabalgan bifurcación placita popular

MANIFIESTO FUTURISTA
1. Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar
el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza
de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes
de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la
Victoria de Samotracia.
5. Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también
ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el fervor entusiasta
de los elementos primordiales.
7. No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser
una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas
desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre.
8. ¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!... ¿Porqué deberíamos cuidarnos las
espaldas, si queremos derribar las misteriosas puertas de lo imposible? El Tiempo y el Espacio murieron
ayer. Nosotros vivimos ya en el absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el gesto
destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el
moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta:
cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas,
cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas
eléctricas; a las estaciones ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas
de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas gigantes que
husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enormes
caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al
viento como una bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al
mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos hoy el
FUTURISMO porque queremos liberar a este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos,
de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de ropavejeros.
Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren por completo de cementerios.

Tomado de: <www.cronologia.it/storia/a1909c.htm>. Traducción, introducción y notas de Fr. Ricardo W. Corleto OAR
DADAÍSMO
HE SEMBRADO EN TU CUERPO, AMADA, LA FLOR...
Tristán Tzara
He sembrado en tu cuerpo, amada, la flor
que esparcirá pétalos sobre tu cuello, mejillas y manos
y hará brotar mañana tus senos -primavera
Me gustan las cejas y tus ojos con destello de metales
y los brazos que ondulan como las serpientes, las olas, el mar

De tu cuerpo quisiera levantar palacios, arquitectónicos jardines


y terrenales paraísos monumentales
Quiero enterrarme en sus tierras cuando me muera
Quiero enterrarme en tu carne cuando me muera

En tu cabello siento el olor de los racimos de naranjas


En tus ojos anublados veo sol y en los labios ganas de comer
Con tus dientes querrás Cortar carne del alma
querrás cambiar las uñas en garras

Quisiera morder tus senos como muerden el pan


Los hambrientos que mendigan monedas en la calle
Quisiera que florecieran en tus miradas jardines arquitectónicos
Alinear tu pensar a los sueños terrenales, mamie.

Versión de Darie Novácenau


SURREALISMO
LA UNIÓN LIBRE
André Bretón
Mi mujer con la cabellera de fuego de los Mi mujer con su garganta de Valle de Oro
bosques Que se cita en el lecho mismo del torrente
Con pensamientos de relámpago de calor Con sus senos de noche
Con su talle de reloj de arena Mi mujer con senos de albergue marino de
Mi mujer con su talle de nutria en los dientes topos
del tigre Mi mujer con senos de crisol de rubíes
Mi mujer con la boca de escarapela y de Con sus senos de espectro de la rosa bajo el
ramillete rocío
de estrellas de un ínfimo tamaño Mi mujer con vientre del despliegue del
Con dientes de huellas de ratones abanico de los días
blancos en la tierra blanca Con su vientre de garra gigantesca
Con la lengua de ámbar y vidrio Mi mujer con espalda de pájaro
frotados que en vertical escapa
Mi mujer con la lengua de Con espalda de plata viva
hostia apuñalada Con espalda de luz
Con la lengua de muñeca Con la nuca de canto
que abre y cierra los ojos rodado y de tiza mojada
Con la lengua de piedra Y de caída de un vaso
increíble donde se acaba de beber
Mi mujer con pestañas Mi mujer con caderas de
de palotes de escritura barquilla
de niño Con caderas de araña y
Con sus cejas de borde de rabo de flechas.
de nido de golondrina Y de tallo de plumas de
Mi mujer con sus sienes pavo real blanco
de pizarra en un techo de De balanza insensible
invernadero Mi mujer con nalgas de
Y de vaho en los vidrios arenisca y de amianto
Mi mujer con hombros de Mi mujer con nalgas de tomo
vino de champaña de cisne
Y de frente con cabeza de Mi mujer con nalgas de primavera
delfines bajo la nieve Con sexo de espadaña
Mi mujer con muñecas de fósforos Mi mujer con sexo de arenal de oro y de
Mi mujer con dedos de azar y de as de copas ornitorrinco
Con sus dedos de heno cortado Mi mujer con sexo de alga y de viejo bombón
Mi mujer con axilas de marta y de bellotas Mi mujer con sexo de espejo
De noche de San Juan Mi mujer con ojos llenos de lágrimas
De alheña Con ojos de panoplia violeta y de aguja
Con sus brazos de espuma de mar y de imantada
esclusa Mi mujer con ojos de sábana
Y de mezcla de trigo y de molino Mi mujer con ojos de agua para beber en la
Mi mujer con piernas de cohete cárcel
Con sus movimientos de relojería y Mi mujer con ojos de bosques siempre bajo
desesperación el hacha
Mi mujer con pantorrillas de médula de saúco Con ojos de nivel de agua de nivel de aire de
Mi mujer con sus pies de iniciales tierra y de fuego.
Con pies de manojo de llaves con pies de
canarios blancos que beben
Mi mujer con cuello de cebada imperlada
LITERATURA DE POSGUERRA
EL VIEJO EN EL PUENTE
(Cuento completo)
Ernest Hemingway
Un viejo con gafas de montura de acero y la ropa cubierta de polvo estaba sentado a un lado de la
carretera. Había un pontón que cruzaba el río, y lo atravesaban carros, camiones y hombres,
mujeres y niños. Los carros tirados por bueyes subían tambaleándose la empinada orilla cuando
dejaban el puente, y los soldados ayudaban empujando los radios de las ruedas. Los camiones
subían chirriando y se alejaban a toda prisa y los campesinos avanzaban hundiéndose en el polvo
hasta los tobillos. Pero el viejo estaba allí sentado sin moverse. Estaba demasiado cansado para
continuar.

Mi misión era cruzar el puente, explorar la cabeza de puente que había más allá, y averiguar hasta
dónde había avanzado el enemigo. La cumplí y regresé por el puente. Ahora había menos carros y
poca gente a pie, y el hombre seguía allí.

-¿De dónde viene? -le pregunté.

-De San Carlos -dijo, y sonrió.

Era su ciudad natal, por lo que le llenó de satisfacción mencionarla, y sonrió.

-Cuidaba de los animales -explicó.

-Oh -dije, sin entenderlo del todo.

-Sí -dijo-, ya ve, me quedé cuidando de los animales. Fui el último que salió de San Carlos.

No tenía pinta de pastor ni de vaquero, y tras observar su ropa negra y cubierta de polvo, su rostro
gris cubierto de polvo y sus gafas de montura de acero, dije:

-¿Qué animales eran?

-Animales diversos -dijo negando con la cabeza-. Tuve que dejarlos.

Yo estaba contemplando el puente y el aspecto de paisaje africano del delta del Ebro y me
preguntaba cuánto tardaríamos en ver al enemigo, y todo el rato estaba atento por si oía los
primeros ruidos que delataran ese misterioso suceso denominado contacto, y el hombre seguía allí
sentado.

-¿Qué animales eran? -pregunté.

-En total tres clases de animales -explicó-. Había dos cabras y un gato y cuatro pares de palomos.

-¿Y los ha dejado? -pregunté.

-Sí. Por culpa de la artillería. El capitán me dijo que me fuera por culpa de la artillería.

-¿Y no tiene familia? -pregunté, vigilando el otro extremo del puente, donde los últimos carros
bajaban deprisa la pendiente de la orilla.
-No -dijo-. Sólo los animales que le he dicho. Al gato, naturalmente, no le pasará nada. Un gato
sabe cuidarse, pero no quiero ni pensar qué va a ser de los otros.

-¿En qué bando está usted? -le pregunté.

-Yo no tengo bando -dijo-. Tengo setenta y seis años. Llevo andados doce kilómetros y creo que ya
no puedo seguir.

-Este no es un buen lugar para pararse -dije-. Si puede llegar, hay camiones en el desvío a
Tortosa.

-Esperaré un poco -dijo-, y luego seguiré. ¿Adónde van esos camiones?

-A Barcelona -le dije.

-No conozco a nadie en esa dirección -dijo-, pero muchas gracias. Se lo repito, muchas gracias.

Me miró sin expresión, cansado, y a continuación, necesitando compartir su preocupación con


alguien, dijo:

-Al gato no le pasará nada, estoy seguro. No hay por qué inquietarse por un gato. Pero a los
demás, ¿qué cree que les pasará a los demás?

-Bueno, probablemente tampoco les pasará nada.

-¿De verdad lo cree?

-¿Por qué no? -dije mirando la otra orilla, donde ya no había carretas.

-Pero ¿qué harán cuando empiece el fuego de la artillería, si a mí me dijeron que me fuera por
culpa de la artillería?

-¿Dejó abierta la jaula de los palomos? -pregunté.

-Sí.

-Entonces saldrán volando.

-Sí, seguro que saldrán volando. Pero los demás. Más vale no pensar en los demás -dijo.

-Si ya ha descansado, yo si fuera usted me iría -le insistí- . Levántese e intente andar.

-Gracias -dijo, y se puso en pie, avanzó haciendo eses y volvió a sentarse sobre el polvo,
dejándose caer.

-Yo sólo cuidaba los animales -dijo sin energía, pero ya no hablaba conmigo-. Sólo cuidaba a los
animales.

No se podía hacer nada por él. Era Domingo de Pascua y los fascistas avanzaban hacia el Ebro.
Era un día gris y las nubes iban bajas, por lo que sus aviones no volaban. Eso, y que los gatos
supieran cuidarse solos, era toda la buena suerte que tendría aquel hombre.
EXISTENCIALISMO
LA NÁUSEA
(Fragmento de novela)
Jean Paul Sartre
“ La realidad es un presente perpetuo. Presente, nada
más que presente… las cosas son en su totalidad lo que
parecen, y detrás de ellas… no hay nada”

“ Yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco


de existir son otras tantas maneras de hacerme existir,
de ahí la ironía y tragedia de ese paródico: existo
porque pienso.”

“ Pero tengo miedo de lo que va a nacer, de lo que va a


apoderarse e mí, ¿y arrastrarme a dónde?”

“ Siempre es demasiado tarde o demasiado temprano


para lo que uno quiere hacer.”

“ Veo el encadenamiento riguroso de las circunstancias.


He cruzado mares, he dejado atrás ciudades y he
remontado ríos; me interné en las selvas buscando
siempre nuevas ciudades. He tenido mujeres, he
peleado con individuos, y nunca pude volver atrás,
como no puede girar un disco al revés. ¿Y adónde me
lleva todo aquello? A este instante, a esta banqueta, a
esta burbuja de claridad rumorosa de música.”

“ Ya no veo nada; es inútil que hurgue en el pasado,


sólo saco restos de imágenes y no sé muy bien lo que
representan, ni si son recuerdos o ficciones.”

“ Sueño basándome en palabras. Construyo mis recuerdos con el presente.”


“ Algo comienza para terminar: la aventura no admite añadidos; sólo cobra sentido con su muerte. Hacia esta
muerte, que acaso sea también la mía, me veo arrastrado irremisiblemente. Cada instante aparece para traer
los siguientes. Me aferro a cada instante con toda el alma; sé que es único, irremplazable y, sin embargo, no
movería un dedo para impedir su aniquilación. El último minuto que paso en brazos de una mujer conocida la
antevíspera – minuto que amo apasionadamente, mujer que estoy a punto de amar- terminará, lo sé. Me
inclino sobre cada segundo, trato de agotarlo; no dejo nada sin captar, sin fijar para siempre en mí, nada, ni la
ternura fugitiva de esos hermosos ojos, y sin embargo, el minuto transcurre y no lo retengo; me gusta que
pase.

Y entonces de pronto algo se rompe. La aventura ha terminado, el tiempo recobra su blandura cotidiana.
Ahora el fin y el comienzo son una sola cosa. Aceptaría revivirlo todo, en las mismas circunstancias. Pero una
aventura no se empieza de nuevo ni se prolonga.”

“ Para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo. Esto es lo que
engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; ve a través de ellas todo lo que sucede, y
trata de vivir su vida como si la contara.”

“ Nada ha cambiado y sin embargo todo existe de otra manera. No puedo describirlo; es como la Náusea y sin
embargo es precisamente lo contrario: al fin me sucede una aventura, y cuando me interrogo veo que me
sucede que yo soy yo y estoy aquí; me siento feliz como un héroe de novela.”

“ El pasado es un lujo de propietario. Un hombre sólo, con su cuerpo, no puede detener recuerdos; le pasan a
través. No debería quejarme: sólo quise ser libre.”


CIENCIA FICCIÓN
ASNOS ESTÚPIDOS (Cuento completo)
Isaac Asimov
Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de
su estirpe que llevaba los anales galácticos. Tenía en
su poder el gran libro que contenía la lista de las
numerosas razas de todas las galaxias que habían
adquirido el don de la inteligencia, y el libro, mucho
menor, en el que figuraban las que habían llegado a la
madurez y poseían méritos para formar parte de la
Federación Galáctica. En el primer libro habían
tachado algunos nombres anotados con anterioridad:
los de las razas que, por el motivo que fuere, habían
fracasado. La mala fortuna, las deficiencias
bioquímicas o biofísicas, la falta de adaptación social
se cobraban su tributo. Sin embargo, en el libro
pequeño nunca se había tenido que tachar ninguno
de los nombres anotados.

En aquel momento, Naron, enormemente corpulento e increíblemente anciano, levantó la vista al


notar que se acercaba un mensajero.
-Naron -saludó el mensajero-. ¡Gran Señor!
-Bueno, bueno, ¿qué hay? Menos ceremonias.
-Otro grupo de organismos ha llegado a la madurez.
-Estupendo, estupendo. Hoy en día ascienden muy aprisa. Apenas pasa año sin que llegue un
grupo nuevo. ¿Quiénes son?
El mensajero dio el número clave de la galaxia y las coordenadas del mundo en cuestión.
-Ah, sí -dijo Naron- lo conozco.
Y con buena letra cursiva anotó el dato en el primer libro, trasladando luego el nombre del planeta
al segundo. Utilizaba, como de costumbre, el nombre bajo el cual era conocido el planeta por la
fracción más numerosa de sus propios habitantes.
Escribió, pues: La Tierra.
-Estas criaturas nuevas -dijo luego- han establecido un récord. Ningún otro grupo ha pasado tan
rápidamente de la inteligencia a la madurez. No será una equivocación, espero.
-De ningún modo, señor -respondió el mensajero.
-Han llegado al conocimiento de la energía termonuclear, ¿no es cierto?
-Sí, señor.
-Bien, ese es el requisito -Naron soltó una risita-. Sus naves sondearán pronto el espacio y se
pondrán en contacto con la Federación.
-En realidad, señor -dijo el mensajero con renuencia-, los observadores nos comunican que
todavía no han penetrado en el espacio.
Naron se quedó atónito.
-¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?
-Todavía no, señor.
-Pero si poseen la energía termonuclear, ¿dónde realizan las pruebas y las explosiones?
-En su propio planeta, señor.
Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:
-¿En su propio planeta?
-Si, señor.
Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro
pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo
inevitable, como nadie, en la galaxia.
-¡Asnos estúpidos! -murmuró.
LITERATURA FEMENINA
EL SEGUNDO SEXO
Simonne de Beauvoir
(…)Para todos aquellos que
padecen complejo de inferioridad,
hay ahí un linimento milagroso: con
respecto a las mujeres, nada hay
más arrogante, agresivo o
desdeñoso que un hombre inquieto
por su virilidad. Aquellos a quienes
no intimidan sus semejantes están
también mucho más dispuestos a
reconocer en la mujer un semejante;
aun a estos, sin embargo, el mito de
la Mujer, de lo Otro, les es caro por
muchas razones ; no podría
censurárseles por no sacrificar de
buen grado todos los beneficios que
extraen de ello: saben lo que pierden
al renunciar a la mujer tal y como la
sueñan; pero ignoran lo que les
aportará la mujer tal y como será
mañana.

Se precisa mucha abnegación para


negarse a aparecer como Sujeto
único y absoluto. Por otra parte, la
inmensa mayoría de los hombres no asume explícitamente esa pretensión. No sitúan
a la mujer como un ser inferior: hoy día están demasiado penetrados del ideal
democrático para no reconocer como iguales a todos los seres humanos.

En el seno de la familia, la mujer aparece a los ojos del niño, del muchacho, como
revestida de la misma dignidad social que los adultos varones; después, ese niño, ya
mayor, ha experimentado en el deseo y el amor la resistencia y la independencia de la
mujer deseada y amada; casado, respeta en su mujer a la esposa, a la madre, y, en la
experiencia concreta de la vida conyugal, ella se afirma frente a él como una libertad.

Así, pues, el hombre puede persuadirse de que ya no existe entre los sexos una
jerarquía social, y de que, en conjunto, a través de las diferencias, la mujer es una
igual. Como, no obstante, observa ciertas inferioridades -la más importante de las
cuales es la incapacidad profesional-, las atribuye a la naturaleza.

Cuando observa respecto a la mujer una actitud de colaboración y benevolencia,


tematiza el principio de la igualdad abstracta; pero la desigualdad concreta que
observa no la plantea. Sin embargo, cuando entra en conflicto con ella, la situación se
invierte: tematizará la desigualdad concreta y ello le autorizará incluso para negar la
igualdad abstracta.
NOVELA PSICOLÓGICA
EL SILENCIO DE LAS SIRENAS(Cuento completo)
Franz Kafka
Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que
también pueden servir para la salvación. He aquí la
prueba:

Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó


sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de
la nave. Aunque todo el mundo sabía que este
recurso era ineficaz, muchos navegantes podían
haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran
atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de
las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los
seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes
que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si
bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus
oídos. Se confió por completo en aquel puñado de
cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las
sirenas con alegría inocente.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió
en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque
nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas
vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a
aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro
de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas
cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la
respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte
de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las
sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya
no supo más acerca de ellas.

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas
cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo
querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas
permanecieron y Ulises escapó.

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que
incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto
sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo
representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

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