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LAS EMOCIONES

COMO DISPOSITIVOS
PARA LA COMPREHENSIÓN
DEL MUNDO SOCIAL

ROCÍO ENRÍQUEZ ROSAS


OLIVA LÓPEZ SÁNCHEZ
COORDINADORAS

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instituto tecnológico y de estudios superiores de occidente
Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, sj
Enríquez Rosas, Rocío; López Sánchez, Oliva (coord. e introd.)
Las emociones como dispositivos para la comprehensión del mundo social /
Coord. e introd. de R. Enríquez Rosas, O. López Sánchez ; pról. A. Noble. -- Guadalajara,
México : iteso ; México : unam, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, 2014.
463 p. (Emociones e Interdisciplina ; 1)

isbn 978-607-9361-46-4 iteso


isbn 978-607-02-5955-5 fes Iztacala–unam
isbn de la colección 978-607-9361-45-7

1. Miedo. 2. Dolor. 3. Esperanza. 4. Emociones – Aspectos Sociales y Culturales –


Tema Principal. 5. Sentimientos – Aspectos Sociales y Culturales. 6. Violencia. 7. Duelo. 8.
Muerte. 9. Histeria. 10. Bienestar. 11. Salud. 12. Prácticas Culturales. 13. Antropología Social.
14. Sociología de la Cultura. 15. Neurociencias. 16. Psicología y Arte. 17. Psicología Social. I.
Noble, Andrea (pról.) III. t.

[LC] 152.4 [Dewey]

Diseño original: Danilo Design


Diseño de portada: Éctor Sandoval
Diagramación: Olivia Hidalgo

La presentación y disposición de Las emociones como dispositivos para la comprehensión


del mundo social son propiedad de los editores. Aparte de los usos legales relacionados
con la investigación, el estudio privado, la crítica o la reseña, esta publicación no puede
ser reproducida, ni en todo ni en parte, en español o cualquier otro idioma, ni registrada
en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni
por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por
fotocopia, o cualquier otro, inventado o por inventar, sin el permiso expreso, previo y por
escrito de los editores.

1a. edición, Guadalajara, 3 de noviembre de 2014.


dr © Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (iteso)
Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. iteso,
Tlaquepaque, Jalisco, México, cp 45604.
www.publicaciones.iteso.mx
dr © Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán,
México, Distrito Federal, cp 04510.
Facultad de Estudios Superiores Iztacala
Avenida de los Barrios N.° 1, Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla,
Estado de México, México, cp 54090.

isbn 978-607-9361-46-4 iteso


isbn 978-607-02-5955-5 fes Iztacala–unam
isbn de la colección 978-607-9361-45-7

Impreso y hecho en México.


Printed and made in Mexico.

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Índice

Prólogo Andrea Noble 9

Introducción Rocío Enríquez Rosas y Oliva López Sánchez 13

I. Paisajes emocionales en los contextos


urbanos contemporáneos

La esperanza: potencial de convocatoria social


Sofía Cervantes Rodríguez 29

La esperanza y la capacidad de agencia. De la exclusión


a la inclusión Elba Noemí Gómez Gómez 57

Análisis de narrativas con miras a identificar


los afectos e ideales presentes en tres actores sociales
Antonio Sánchez Antillón 87

Los miedos del desplazamiento: antropológicos,


cómplices y resistencias Rubiela Arboleda Gómez 121

Índice 5

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II. Socioantropología de las emociones y salud

La intersección disciplinar de las emociones y la factibilidad


de su análisis antropológico en el contexto médico–psiquiátrico
de principios del siglo xx en México Oliva López Sánchez 155

Cuerpos sujetos y cuerpos sujetados. Análisis antropológico


del trastorno psicogénico de internadas en una institución
religiosa en México Josefina Ramírez Velázquez 177

La fuga perfecta de Villa de las Niñas: emociones


silenciadas y hechas cuerpo Olivia Guadalupe Penilla Núñez 203

III. Las emociones y los procesos sociales de largo aliento

Reciprocidades de largo aliento en el cuidado: la implicación


de las emociones en la construcción del bienestar social
Rocío Enríquez Rosas 233

El papel de las estrategias de regulación emocional


en cuidadores familiares de enfermos crónicos
Elba Karina Vázquez Garnica y Rocío Enríquez Rosas 253

La experiencia de pérdida por muerte. Una mirada


comprensiva de los sentimientos María Isabel Moratilla Olvera 275

6 Las emociones como dispositivos para la comprehensión del mundo social

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IV. Historia cultural y emociones

Cada quien su historia verdadera. Algunas sugestiones sobre


el papel de la emotividad en el análisis historiográfico
Gustavo Martínez Santiago 297

Conceptos de miedo entre los nahuas precolombinos


Jaime Echeverría García 321

El miedo a la mujer en la cultura azteca


Miriam López Hernández 349

V. Las emociones en las encrucijadas


de las neurociencias y el arte

La emoción musical desde una conceptualización


psicofísica–social y una aproximación
neurofisiológica–fenomenológica Ximena A. González Grandón 371

El Edén de Rossi: tardes plácidas y estrategias


de sobrevivencia María Esther Castillo García 389

Bibliografía 415

Acerca de los autores 459

Índice 7

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Cuerpos sujetos y cuerpos sujetados.
Análisis antropológico del trastorno
psicogénico de internadas en una
institución religiosa en México
Josefina Ramírez Velázquez

Desde un análisis epistemológico, teórico y metodológico del cuerpo


en su triple dimensión —individual, social y política— nos aproxi-
mamos a explicar las múltiples respuestas que los actores dan ante la
cultura como disciplina que mantiene códigos y contratos sociales que
domestican el cuerpo individual conforme lo requiere un orden social
y político determinado. Adicionalmente pretendemos la comprensión
de la enfermedad como constructo sociocultural, es decir, como me-
táfora codificada que constituye el lenguaje del cuerpo y, a este, como
el terreno más inmediato donde se expresan el poder, el sufrimiento y
las contradicciones sociales, así como el sitio de resistencia personal
y social. Desde esta propuesta analizamos el trastorno psicogénico
ocurrido en 2007 a más de 500 jóvenes de un internado de religiosas
en México cuyo ordenamiento habla de una institución total al estilo
de Erving Goffman.

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Introducción

En las últimas dos décadas, al interior de la antropología física en Mé-


xico se ha generado un movimiento de reflexión, revisión y cuestiona-
miento de una categoría analítica que ha estado presente y ha sido el
fundamento de su práctica, poniendo particular atención a su estruc-
tura y función, fundamentalmente para diferenciar a las poblaciones.
Me refiero a la noción de cuerpo. Ahí ha estado. Ha sido el centro de la
atención para ser medido y ser objetivado, pero hasta hace poco esta
rama de la antropología se ha convertido en un campo complejo de
conocimientos desde el cual resulta imposible soslayar los procesos
de ruptura y las nuevas formas de abordar la realidad económica, polí-
tica y sociocultural que habitan los cuerpos y que se resisten a ser sim-
plificados y homogeneizados a través de la métrica (Ramírez, 2009a).
Un elemento epistémico importante para la reformulación de su campo
ha sido, sin duda, el reconocimiento de que el hombre debe ser ahora
comprendido como sujeto (hombre o mujer) productor de sentido que
asigna significados subjetivos a sus condiciones corporales y a todas
sus acciones en general (Ramírez, 2007a). De esta manera el cuerpo
es analizado ya no solo como ente pasivo sino como fuente creativa
de experiencia, acción y significación generada socioculturalmente.
Con esta visión es posible abordar diversas problemáticas que reflejan
ciertas condiciones corporales como la salud, enfermedad y muerte
analizadas desde lo que piensan, sienten, dicen y hacen diversos con-
juntos sociales, así como las imágenes, nociones y prácticas que tales
conjuntos elaboran sobre sus cuerpos enfermos, violentados, someti-
dos, disciplinados y diferenciados sexual y genéricamente (Ramírez,
2002). Este tránsito de cuerpo–objeto a cuerpo–sujeto se demuestra
con las nuevas interrogantes que llevan a otros derroteros y a otras bús-
quedas, para explicar no solo el significado de los cuerpos y sus usos
sociales sino también y, sobre todo, las experiencias que perfilan cuer-
pos enfermos, en sufrimiento, violentados, alienados, sometidos y dis-
ciplinados, dando cuenta de cómo los cuerpos se encuentran siempre

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inmersos en relaciones de poder y de tensión. Estos elementos funda-
mentan la línea de investigación cuerpo y poder,1 desde la cual elaboro
las siguientes interrogantes: ¿qué significa el cuerpo para los dife-
rentes conjuntos sociales? ¿cómo se expresan y representan las
diferentes circunstancias —enfermedad, sufrimiento, violencia, aliena-
ción, sometimiento y disciplina— que puede experimentar el cuerpo?
¿qué poderes y resistencias ejerce el cuerpo respecto de sus usos so-
ciales y los valores otorgados a sus productos naturales tales como sa-
liva, sangre, leche, lagrimas, semen, excretas? (op. cit.) ¿cómo podemos
escribir sobre el cuerpo y sus condiciones, de tal manera que al tiempo
que comprendemos las realidades de su experiencia vivida, podamos
alcanzar a explicar procesos sociales, culturales e históricos de los cua-
les los actores pueden o no estar conscientes? (Ramírez, 2010).
Tales interrogantes las hemos venido dilucidando teniendo como
orientación el reconocimiento de que el cuerpo es una entidad con
historia, como afirmó Michael Foucault, y siguiendo los lineamientos
de una nueva noción de cuerpo, que se viene construyendo en ciencias
antropológicas y sociales (Csordas, 1994; Featherstone, Hepworth y
Turner, 1991; Lock, 1993; Scheper–Hughes y Lock, 1987), que destacan
que este ya no puede ser considerado como un hecho natural universal,
objetivado y desprovisto de intencionalidad e intersubjetividad, en vir-
tud de que estas consideraciones han servido para enmascarar las reali-
dades políticas y económicas que habitan los cuerpos. Derivado de ello
entiendo al cuerpo como sujeto con agencia, es decir reconozco que
tiene la capacidad de pensar y de actuar negociando y renegociando
su realidad. Es un producto histórico, social, cultural e ideológico, de
múltiples ocurrencias, es decir, tiene uso, función, significación y se
vive y transforma en la creatividad y en la negación, en la enfermedad,
el dolor, la violencia, las emociones y la muerte. Este sentido subraya

1. Dicha línea de investigación se desarrolla desde el 2004 en el posgrado de Antropología Física de la


Escuela Nacional de Antropología e Historia, en México.

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su naturaleza polisémica y polivalente, que conduce a la comprensión
de sus tres dimensiones al advertirlo como: cuerpo vivido desde la
experiencia; socialmente representado a través de diferentes lenguajes
simbólicos y metafóricos, y como centro de regulación, disciplina y
control (Scheper–Hughes y Lock, 1987).
Desde estos linderos, en los que para fines de mi propia reflexión
concibo al cuerpo como un campo de experiencia perceptual de in-
teracciones afectivas y sensibles por medio del cual los actores cons-
truyen su mundo e interactúan produciendo significados, metáforas,
negociando y renegociando sus situaciones en un proceso dinámico,
encuentro potencialmente fértil la noción de cuerpo en su triple di-
mensión, pues permite explicar las múltiples respuestas que dan los
cuerpos ante la cultura como disciplina que mantiene códigos y contra-
tos sociales que domestican el cuerpo individual conforme lo requiere
un orden social y político determinado. Adicionalmente posibilita la
comprensión de la enfermedad como constructo sociocultural, es de-
cir como metáfora codificada que constituye el lenguaje del cuerpo y,
a este, como el terreno más inmediato donde se expresan el poder, el
sufrimiento y las contradicciones sociales, así como el sitio de resis-
tencia personal y social.
En consecuencia, desde este discurso no se puede soslayar la manera
en que biomedicina, psiquiatría y psicología intervienen para etiquetar,
diagnosticar y controlar expresiones como nerviosismo, irritabilidad,
agotamiento e inseguridad, que pueden explicarse con categorías clí-
nicas como estrés, síndrome premenstrual (pms), desorden de estrés
postraumático (ptsd), desorden de déficit de atención (add), tras-
tornos psicogénicos, por citar algunas. De manera tal que la irritación
femenina, la hiperactividad infantil o la fobia a la escuela se formulan,
desde la perspectiva hegemónica, como patologías individuales y “sín-
tomas” descontextualizados que contribuyen a naturalizar y psicolo-
gizar las relaciones socioculturales.
Desde estos principales elementos epistémicos intento explicar aho-
ra un suceso definido como histeria de masas, histeria de conversión o

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trastorno psicogénico de la marcha, ocurrido durante la primera mitad
de 2007 a poco más de 600 alumnas de un internado de religiosas en el
Estado de México. La tarea se ha trazado a partir de la investigación que
tengo a mi cargo,2 que surge como una necesidad de explicar un caso
de atención a la salud en términos de problema epidémico, y cómo la
biomedicina a través del diagnóstico sirve a los intereses de las reli-
giosas para exonerarlas de una responsabilidad ubicada posiblemente
en el manejo de la disciplina, el control y la sujeción de los cuerpos de
las jóvenes internas.
El tema es excepcionalmente importante debido a que articula nu-
merosos aspectos que tienen que ver con el orden social, político y
cultural en el que hay una especial participación del estado mexicano
y del sistema de atención a la salud y la educación. En consecuencia es
un tema / problema de alta envergadura para explicarse en los marcos
antropológicos.

El escenario de la histeria

En los primeros meses de 2007, algunos medios de comunicación en


México dieron a conocer una noticia que alarmó por el número de
casos (cerca de 600 jóvenes internas de Villa de las Niñas), quienes
mostraron síntomas como desmayos, mareos, fiebres, vómitos, dolo-
res de cabeza y de articulaciones, además de dificultad para caminar y
hablar. Ante el comportamiento de contagio exponencial, las alumnas
se mostraron ansiosas y algunos maestros empezaron a expresar temor
y presionaron a las monjas para que fueran evaluadas por especialistas.
Además, el manejo que las autoridades del internado hicieron, aislando
a las estudiantes conforme iban enfermando, despertó sospechas entre

2. La investigación se denomina El trastorno psicogénico de la marcha como lenguaje del cuerpo.


Explicación socioantropológica de la realidad vivida en Villa de las Niñas en Chalco Edo. de México,
y se desarrolla desde el posgrado de Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, financiada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

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los profesores y el resto de las alumnas, convirtiendo los pocos escena-
rios de encuentro (las aulas en donde había cada vez menos alumnas)
en espacios para hacer circular inquietudes que se configuraban a par-
tir de lo que cada quien creía sobre lo que estaba ocurriendo. Se decía
que probablemente la enfermedad era contagiosa y el vector era la
comida podrida y el agua contaminada. También se pensaba que los
síntomas se debían a la fiebre reumática, o a una posible brucelosis; un
contagio por estreptococo beta hemolítico; o bien de leptospirosis o de
riquetsiosis.3 Todos rumores que solo fueron esclareciéndose a medi-
da que epidemiólogos, pediatras, psicólogos y psiquiatras, de manera
oficial, empezaron a atender a la población enferma.
Algunos especialistas aplicaron 2,000 cuestionarios a las internas
buscando antecedentes de maltrato, abuso, estrés, ansiedad, depresión
y tendencias al suicidio. Encontraron que 84% de las encuestadas mos-
tró depresión, 74% ansiedad, 91.3% tendencia al suicidio con baja seve-
ridad y 63.8% con alta severidad, todo ello clínicamente comprobado
(De la Peña, 2008). Con esta información los especialistas concluyeron
que el cuadro de síntomas que presentaron las internas podía definirse
como “trastorno psicogénico de la marcha” o “histeria de conversión”.
De acuerdo al subdirector de epidemiología del Instituto de Salud del
Estado de México,4 dicho trastorno “puede ser desencadenado por un
estrés común, no es contagioso, ni es provocado por maltrato físico o
por intoxicación”. Con este diagnóstico se exoneró a las autoridades
religiosas y en definitiva la enfermedad logró su explicación más con-
tundente a partir de “lo psicológico”. Pero si bien el diagnóstico mé-

3. Véase: Álvarez, Karina. “Enfermaban de histeria y soledad las niñas internas en un albergue de
Chalco”, en Excelsior, 2 de abril de 2007; Ramón, René; Silvia Chávez e Israel Dávila. “Hallan en ba-
surero bebidas caducas y colchones usados de Villa de las Niñas”, en La Jornada on line, 12 de abril
de 2007; Ramón, René. “Internas de Villa de las Niñas, víctimas de histeria colectiva”, en La Jornada
on Line, 29 de marzo de 2007.
4. Fernández, Emilo. “La enfermedad de 600 niñas de internado fue sicológica”, en El Universal, 27 de
marzo de 2007.

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dico aleja la incertidumbre del enfermo y cuando explica la epidemia
permite contener o bien detener la especulación, también confir-
ma el poder del discurso biomédico que individualiza y descontextua-
liza toda problemática de la cual aflora la enfermedad.
Por ello el diagnóstico médico es el punto de arranque de mi deci-
sión de estudiar la afección de las internas de Chalco, dado que desde
la perspectiva antropológica se crean otras fórmulas que permiten
esclarecer los procesos, los factores y las múltiples relaciones en las
que están inmersos los sujetos con sus problemáticas de enfermedad.
Esta perspectiva se manifiesta en oposición a aquella forma de inter-
pretación que anteponiendo “el diagnóstico” desdibuja el contexto y
al sujeto, y vuelve a la enfermedad imputable al cuerpo individual,
empobrecido y, como en el caso de las niñas de Chalco, violentado
desde su cuna de origen.

Ruta metodológica

Comencé la indagación desde mayo de 2007 justo cuando se dio ofi-


cialmente el diagnóstico. La inicié solo por curiosidad académica, sin
proyecto claramente propuesto. Me di a la tarea de recabar toda la
información periodística y la empecé analizar, cada vez más con un
propósito fijo: comprender lo que había sucedido desde el punto de
vista de las jóvenes enfermas, quienes —desde mi perspectiva— son
las que pueden explicar el evento. Realicé una revisión y análisis de
diversas fuentes periodística (periódicos, revistas, televisión y portales
de la Internet), aunque incompletas, sesgadas y distorsionadas fue-
ron los espacios que me permitieron contextualizar el fenómeno con
diferentes ecos y exhibir con nitidez que el actor central afectado, o
sea las niñas enfermas, no tuvo existencia más que a partir de un dato
duro, un porcentaje, un referente culpabilizado por sus antecedentes
de pobreza, historia de maltrato y frágiles lazos de amor filial. Es-
tos primeros indicios me orientaron a tomar la decisión de buscar a

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las niñas enfermas en sus lugares de origen: los más importantes por
el número de enfermas fueron Guerrero, Veracruz, Oaxaca y Puebla.
Antes de iniciar el trabajo etnográfico en varias comunidades de
estos estados, revisé varios portales de la Internet donde se exhibieron
diversos comentarios. Obtuve más de 300 comentarios generados en
el chat en diversas páginas web, los cuales ordené, clasifiqué y analicé
a partir de la hipertextualidad tomando en cuenta al actor social y sus
nociones —ya fueran a favor o en contra— de las religiosas. A partir de
ello contacté, hasta la fecha de la elaboración de este artículo, a cerca
de un centenar de informantes entre profesores, padres de familia y
exalumnas del internado (que enfermaron o no). Debido al evento
muchas salieron de la Villa para ser curadas en sus comunidades de
origen y cuando empezaron a comentar lo que vivieron dentro del
internado, ya no fueron aceptadas de nuevo para retomar sus estu-
dios. A estas chicas fue a las que busqué a través de muchos medios.
He trabajado en varias comunidades —las más pobres del país— que
corresponden a los grupos indígenas tlapanecas, mixtecos, zapotecos
y nahuas. En tales comunidades he realizado etnografías y entrevistas
a profundidad teniendo como hilo conductor la histeria colectiva o
trastorno psicogénico, desde el cual las jóvenes explicaron un antes (de
entrar al internado) y un después, inmersas en relaciones de poder y
control del internado. Con ello he logrado una comprensión compleja
del fenómeno. Como se podrá ver, esta investigación se caracteriza por
implementar técnicas combinadas: comienza con una búsqueda y aná-
lisis de fuentes periodísticas y transita en la búsqueda de las respuestas
vertidas en la Internet, analizado a partir de la hipertextualidad, e invo-
lucra posteriormente el trabajo etnográfico en diversas comunidades,
guiado por la observación participante, las entrevistas en profundidad
y el análisis de narrativas cuyo centro de interés ha sido la experiencia
de la enfermedad, del cuerpo y de formas de atención y de respuestas.
Estos avances iniciales se fundamentan en mis notas de campo y en
la codificación de la experiencia de la enfermedad desde el punto de
vista de un grupo de niñas (algunas) que presenciaron el brote epidé-

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mico de histeria colectiva y otras que sufrieron la enfermedad y tras
la intervención de especialistas fueron diagnosticadas con trastorno
psicogénico de la marcha.5
Lo que a continuación presento pretende empezar a tramar la his-
toria de la histeria, tomando en cuenta algunos antecedentes que pue-
den explicar el origen. Por cierto en virtud de ser un fenómeno tan
complejo y por estar precisamente en la etapa de clasificación de la
información de campo, este trabajo es un preliminar.

Presupuestos iniciales

El primer supuesto que orienta la indagación es que más allá de recono-


cer los efectos orgánicos y psicológicos del llamado trastorno psicogé-
nico, quiero destacar que este es una respuesta que, como lenguaje del
cuerpo, enuncia el punto de quiebre del ámbito social. Esto es, la falta
de fuerza en las piernas, el dolor de cuerpo, la incapacidad de hablar, de
caminar, la fiebre, el dolor de cabeza, que caracterizan al trastorno, etc,
pueden interpretarse como expresiones de miedo y resistencia contra
las múltiples violaciones a los límites corporales. En esta propuesta me
desmarco de las explicaciones psicológicas occidentales que traducen
algunos padecimientos que no tienen explicación orgánica como pro-
blemas psicológicos (Colligan, Pennebaker y Murphy, 1982) y construyo
una aproximación sociocultural guiada por el concepto de resistencia
que se ha usado desde la antropología médica crítica para analizar la
experiencia del padecimiento más estudiado como “posesión de espí-
ritus” y su traducción como “histeria”, “somatización” y “trastornos de
conversión” (véase Van Schaik, 1988; Dunk, 1989; Ong, 1988; Taussig,
1992; Martin, 1992; Lock, 1993; Lock y Scheper–Hughes, 1996), con el

5. Otros actores importantes aunque secundarios son los padres y los profesores de la Villa, así como
los profesores bilingües que sirven de contacto entre las comunidades y el internado (los nombres
han sido cambiados).

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objeto de lograr una aproximación que desenmascare críticamente los
intereses dominantes de las autoridades religiosas de Villa de las Niñas,
exponiendo los mecanismos por los que son apoyadas por el discurso
médico autorizado de la biomedicina, psicología y psiquiatría. De esta
manera destaco que la enfermedad es una expresión de resistencia, un
acto de rebelión que simboliza lo que no puede hablarse directamente,
pero que puede interpretarse como una renegociación de las obliga-
ciones y derechos entre las autoridades y las alumnas.
El segundo supuesto se plantea enfocando el contexto al presumir
que la respuesta de resistencia se da precisamente ante el poder que
ejerce la institución considerada como institución total, en el sentido
que lo ha propuesto Goffman, al afirmar que las instituciones totales
violan los límites personales que el individuo ha trazado entre su ser
y el contexto y, al ingresar a la institución los internos “comienzan una
serie de depresiones, degradaciones, humillaciones y profanaciones del
yo” (Goffman, 2004: 27). Destaco que esas mortificaciones del yo tienen
respuesta en un cuerpo anclado en un espacio —físico y social— que
ya no consigue reconocerse. Es posible interpretar que ese cuerpo,
que no encuentra más referencias, perdido y perturbado, dará su res-
puesta con alguna forma de ruptura que impide continuar. La ruptura
está en el cuerpo que habla en silencio, pero muestra un repertorio por
medio del cual aquellos que carecen de poder doblegan sus músculos.
Enfocamos la narrativa porque permite articular alrededor del pade-
cimiento diferentes circunstancias, momentos, situaciones, individuos
y a su propia persona haciendo uso de su ir y venir en el tiempo; provee
significado a la experiencia; reconstruye el pasado, explica el presente
y se anticipa al futuro. Explica el padecimiento y las trasformaciones
del sujeto, su cuerpo, su yo, y es el vehículo a través del cual en torno
a la enfermedad se devela un mundo desesperado de dolor físico y
quebranto moral.

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El contexto

Villa de las Niñas tiene como objetivo brindar educación secundaria


técnica, bachillerato y algunos oficios a más de 3,000 alumnas de entre
12 y 17 años, que deben tener como características el ser de escasos
recursos, provenir de lugares marginales y pobres e incluso de gru-
pos indígenas. A decir de la directora, el propósito principal de la Villa
“es educar y preparar a las chicas, para que salgan como ‘misioneras’,
llevando el mensaje del Evangelio con ellas por el mundo. Es triste ver
cómo muchas de ellas, a pesar de haber recibido una educación católica
tan buena, dejan su fe después de graduarse debido a la gran presión
materialista y mundana que luego les rodea”.6
Al hablar de la Villa, las jóvenes entrevistadas en su mayoría inicia-
ban con una remembranza muy emotiva sobre lo inmenso y moderno
que es el internado.
Está rodeado de flores a la entrada y flanqueada por cuatro edificios
de siete plantas cada uno, con dormitorios y aulas. Adentro casi no
se advierte todo lo que lo conforma dado su gran espacio y distancia
entre cada edificio. Tiene dos talleres para formación profesional, dos
gimnasios sencillos y uno doble con escenario, una piscina semi–olím-
pica, diez campos de futbol, 20 canchas de baloncesto, dos de futbito,
guardería para niños de familias pobres de Valle del Chalco, un edificio
de tres plantas para talleres de moda y un dormitorio para graduados,
una planta de tratamiento de aguas residuales, un centro de día y de
capacitación de mujeres (situado a 30 minutos de la aldea para niñas).
Pero lo que destaca de las descripciones de las niñas que van a estu-
diar ahí es que el lugar es enorme, bonito porque tiene flores hermosas,
porque los edificios son grandes y tienen piso —no son de tierra— y

6. “Preparando misioneras para el mundo”. Comunicado firmado por Tricia Hauber, coordinadora de
la Comunidad afc (Apostolate for Family Consecration) México, en Familyland.com, octubre de
2006 [de disponible en http://spanish.familyland.be/, consultada el 20 de junio de 2007].

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porque ahí todos los profesores son muy profesionales y enseñan bien.
Todas las jóvenes, y sus padres, entrevistadas han mencionado que
fueron a Chalco porque la educación es de calidad “no como en sus
comunidades y pueblos” y porque tienen la esperanza de lograr un
destino diferente al de sus antecesores.
La institución es muy reconocida en los alrededores de Chalco, los
vecinos hablan bien de ella y han incorporado también en sus repre-
sentaciones una imagen que se replica siempre, con nociones como
bondad, altruismo, protección, apoyo, enseñanza de calidad, como una
institución de religiosas que ayuda a los niños pobres. Por ello la em-
patía de los vecinos es amplia aunque a veces no se comprende por
qué creen que el internado es del gobierno.
Pocas veces se ha sabido que algo no marcha bien dentro de ella, sin
embargo el suceso de 2007 rememoró en algunos de sus protagonistas
otras historias antecedentes que hoy podemos reconstruir, y que vi-
siblemente comparten algunos rasgos similares a los que se nombran
para describir la epidemia de histeria.
Sebastián me contaba a través de la Internet que en 1999, cuando la
escuela todavía era de niños y niñas, hubo una revuelta interna, azu-
zada por los profesores y cuyo origen fue el maltrato hacia las niñas.
Describió:

En 1999 todavía el internado era de niños y niñas, pero no vivíamos


o convivíamos juntos, estábamos separados por rejas y las únicas
veces que nos veíamos era en las misas o ceremonias a la bandera. En
ese entonces hicimos una especie de paro o plantón ante la dirección
porque sabíamos —por los profesores— que las niñas eran maltra-
tadas. En una ocasión algunos maestros, de manera clandestina, nos
leyeron una carta de una niña que había sido humillada. Lo carta
decía que la niña fue sorprendida por la madre tomando comida de
la bodega por lo cual esta tomó unas tijeras y cortó un poco de su
cabello como castigo. A nosotros no nos maltrataban o por lo menos

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nunca supe que alguien dijera que fue humillado o golpeado, pero
sí decían que la carne que nos daban era de caballo. Todos los días
tomábamos té en el desayuno y en la cena, y en ocasiones aparecía
una mosca o cucaracha en el té, eso para mí era descuido de las coci-
neras, que tal vez dejaban las cosas sin tapaderas. Nuestra intención
con el paro era abrirles los ojos a las autoridades, y pedirles que no
reprendieran a las niñas de esa manera y que supieran los incidentes
que sucedían en la comida. Lamentablemente, y me duele decirlo,
se nos fue de las manos, no nos escucharon, todos estábamos en la
puerta principal; pero como nadie nos cuidaba ya, muchos niños
comenzaron a hablar con sus amigas de sus poblaciones, y se olvi-
daron de nuestro propósito, y como nadie salió, pasamos la noche
ahí, pero al día siguiente toda la generación fue enviada a su casa
dos o tres meses antes de terminar el último año escolar.

Las alumnas que vivieron el brote de histeria de 2007 recuerdan ese


hecho resignificado por las monjas, quienes siempre lo refieren como
“el problema” y del cual no se habla más que en voz baja, en el cuchi-
cheo y en la resignificación cotidiana; hasta se ha llegado a decir que
de ese día hubo niñas embarazadas y “por locas perdieron su sitio en
la escuela”.
Entrar a la Villa y pertenecer a una escuela con tan gran prestigio
ha hecho que muchas de las niñas que quieren estudiar ahí se recreen
en ideas fabulosas que otras les cuentan cuando vuelven a sus casas.
Unas quieren ir a Chalco para conocer otras cosas, pues nunca han
salido de sus comunidades, otras tienen la expectativa de “ser alguien”
y volver a sus orígenes con otro estatus. Unas más son enviadas por sus
padres con la idea de que “en lugar de estar de locas aquí, y que venga
un hombre y se las lleve, que estudien, al fin es gratis”.
Que sea una escuela gratis es lo que más les llama la atención a cien-
tos de miles de niñas que no tienen recursos no solo para la escuela
sino también para vestir, comer, visitar museos o centros de diversión

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como Six Flags.7 Pero lo que no saben es que solo las mejor portadas
pueden ir. Otra cosa que desconocen las niñas antes de entrar a la Villa
—o, por lo menos, que aunque les hayan contado, no saben qué sig-
nifique en su propia experiencia— es que la comida tiene un toque
oriental, pues las monjas son coreanas, y que solo comerán dos tortillas
al día junto con otro tipo de alimentos que no son comunes para ellas,
pero que deben comérsela porque de lo contrario se les castigará con
sanciones simbólicas o prácticas como obligarlas a comer aunque no
les guste, o imponiéndoles trabajos de limpieza. Tampoco saben, hasta
que se enfrentan a ello, que todas las alumnas tienen que hacer su aseo
personal, cuidar su cuerpo, lavar los retazos de tela que usarán para la
menstruación, y trabajar para mantener el orden y la limpieza de sus
espacios cotidianos. Ignoran que tienen que cargar hasta la bodega
muchos productos donados por los benefactores de la Villa (Colgate–
Palmolive, Nestlé, Nike, lg, Grupo Lala, tv Azteca, Fundación Merced
y Vamos México; Deportes Tigre del Centro, Fondo de Cultura Eco-
nómica, Calzados Mickey, Velmar, El Globo). Tampoco tienen mucha
idea que perderán su identidad personal, pues no pueden usar aretes ni
colguijes, aunque sean de motivos religiosos, arreglos personales
ni recordar su cumpleaños pues todas serán tratadas por igual: con
el mismo corte de pelo, uniforme, zapatos, ropa interior, etc. Pero las
entusiasma saber que por lo menos sus cumpleaños serán festejados el
15 de agosto, fecha en que se celebra al padre fundador de la orden. Ese
día es el cumpleaños de todas y les gusta porque habrá pastel, dulces,
atole, etcétera.
Estando adentro de la institución, las niñas aprenden a cultivar su
mente estudiando la secundaria y preparatoria, a cultivar su espíritu en
el nombre de Dios, y su cuerpo haciendo ejercicio y distintos trabajos.
La atención a más de 4,000 alumnas exige que el internado tenga un
ordenamiento de la vida cotidiana que pueda garantizar el desarrollo

7. Es el parque de diversiones más grande y famoso de la ciudad de México

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de las labores y los planes de manera perfecta. Ahí tienen razón las
rutinas fijas, las normas y la férrea disciplina, administrada y vigilada
por las monjas. La estricta disciplina, la incomunicación de las inter-
nas con el ambiente exterior y la falta de tiempo libre, utilizado para
ellas mismas, son las principales características de una institución to-
tal en el sentido de Goffman. Las alumnas no pueden comunicarse al
exterior ni por cartas ni por teléfono, a menos que sea una cuestión de
importancia extrema. Salen solamente dos veces al año para ir a ver
a sus padres, y reciben una visita de estos una vez al año, cuando las
puertas del internado se abren para que los familiares vengan y hagan
un convivio con sus hijas en los inmensos jardines de la Villa.
El ordenamiento interno se hace por grupos de 40 niñas llamados
“familias”, a cada uno se le asigna un dormitorio en el que conviven,
comen y juegan siempre bajo la supervisión de una compañera de otros
años arriba a la que le llaman ate (hermana) y una madre, cuestión que
también destaca la condición de institución total. La vida cotidiana es
rutinaria, cronometrada, excesivamente disciplinada, observada, vigila-
da por diversos mecanismos de los cuales las propias niñas forman par-
te, pues prontamente se les inculca que al interior de las familias unas
deben vigilar a otras y acusarlas cuando alguien viole las normas. En
este sentido las niñas forman parte igualmente de esa gran maquina-
ria de control y vigilancia regida las más de las veces por un altavoz
a través del cual se ordena el momento de levantarse de la cama, de
rezar y de enfilarse para cada actividad. Un día común se puede sinteti-
zar con las siguientes actividades descritas por todas:

Nos levantamos a las seis de la mañana, nos ponemos el faldón para


ir a las regaderas, nos bañamos de dos en dos, todo es como en fila.
Regresamos nos vestimos y rezamos para empezar el aseo. Desayu-
namos, tenemos que estar a las 7:50 en el salón de clases, tomamos
muchas clases, salimos a las 12:00, comemos y otra vez hace-
mos aseos. A las 13:00 horas volvemos a clases, de ahí hasta las 16:30.
Tenemos un descanso para jugar, pero las madres siempre quieren

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que lo que hagamos sea correr, nos ponen a correr varias vueltas a
la pista y si no se hace nos ponen más vueltas como castigo. A las
17:30 vamos de nuevo a bañarnos y a las 18:00 tenemos cena, luego
hacemos otra vez aseos, rezamos, tenemos hora y media de estudio
y a más tardar a las 9:30 de la noche a dormir, se apagan las luces y
no puedes hacer ruido porque si no te castigan, pero antes de ello se
hace oración. Las actividades durante los sábados y domingos varían
un poco, pues se realiza la limpieza general del plantel, lavamos
nuestra ropa, algunas van a Tae Kwon Do, todas vamos a catecismo
y podemos ver dos horas de televisión, pero siempre pasan películas
de santos, no vemos los canales.8

Es posible que en diciembre de 2006, ante la plena erupción de la


epidemia que surgía silenciosamente intramuros y el movimiento po-
co usual de la salida de las internas a vacaciones, los habitantes de Chalco
sospecharan cosas, y que por ello muchos estuvieron expectantes hasta
que los propios profesores de la escuela, quienes llamaron a los medios
y las ambulancias, hicieron de los alrededores de la Villa de las Niñas
un foco rojo de atención. Los rumores empezaron a salir de la Villa.
Algunos dicen que a un lado de sus bardas se han encontrado pequeños
trozos de papel en donde las alumnas piden ayuda. Otros comentan que
a pesar de la altura de las bardas, las alumnas han escapado.9
Entre marzo y mayo de 2007 salieron de la Villa más de 1,600 niñas
para volver a sus casas y ser atendidas por sus padres. La mayoría era
de Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Estado de México y Tlaxcala.
De lugares más alejados, como Chiapas y Yucatán, no pudieron salir

8. Narración de Estela. Malinalco, Guerrero, junio de 2009.


9. Aún hoy en día el tema de la huida del internado sigue siendo una noticia. El 5 de agosto de 2011 se volvió
a saber que tres jóvenes habían escapado de la institución. Las jóvenes fueron trasladadas a la Fiscalía
de Niñas, Niños y Adolescentes, donde mostraron moretones en distintas partes del cuerpo y relataron
haber sido golpeadas por una de las instructoras, a quienes llaman “madres”. Véase la nota de Nieto,
Antonio y Yáscara López. “Tienen en la mira a internado ¡otra vez!”, en Reforma, 5 de agosto de 2011.

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algunas pues sus padres no tuvieron dinero para venir a buscarlas.
Nosotros fuimos a buscarlas (con algunos nombres) y preguntamos
si sabían de alguien que hubiera estudiado en la Villa y hubiera enfer-
mado. De esta manera, en cada una de las comunidades una nos llevó
a la otra y así fuimos abordando cada historia.
Lili tiene 15 años. Es originaria de Tlapa, Guerrero. Quizá es la pri-
mera historia que se puede asociar a los orígenes del malestar colecti-
vo. Días antes de las vacaciones de diciembre de 2006, Lili estaba feliz
porque se acercaba el día de volver con su familia. Ella comenta que
su estancia en la Villa le sirvió mucho para valorar más a su mamá y
los esfuerzos que hace para mantener a todos los hermanos. Era el día
de la Virgen (12 de diciembre) por lo que les dieron permiso de jugar.

Empezamos a las “jaladitas” aunque unas le llaman la cola del diablo,


y consiste en agarrarse de la mano y hacer una larga fila y jalar con
fuerza. De pronto sentí como que un espíritu me empujaba con mucha
fuerza hasta que oí el tronido. Yo creí que me había quebrado el hue-
so pero no sabía cuál, solo que no me podía levantar ni mover el
brazo. Yo pensé ¿por qué, Virgencita, no me cuidaste en este tu día?

Lili se fracturó la clavícula, pero para llegar a este diagnóstico tuvo


que pasar muchas horas hasta que las madres la atendieran y aceptaran
llevarla al hospital en donde, al fin, la enyesaron. Las monjas le dijeron
que no por eso iba a dejar de hacer su aseo, y que no molestara porque
ya se le había atendido. Diez días después salió a las vacaciones —en
diciembre— junto con otras 3,600 internas. Cuando ya se habían pre-
sentado los primeros cinco casos de adolescentes que no podían ca-
minar, que padecían vómitos y fuertes dolores de cabeza, ella también
salió tambaleándose pero por una razón distinta. En Tlapa, Guerrero,
su mamá la atendió. En consulta con otro médico se dio cuenta que le
había puesto mal el yeso, decidieron quitárselo y mantenerla vendada
y con medicamentos. Cuando volvió al internado, el 3 de enero, su
mamá les pidió a las religiosas que no le quitaran los medicamentos,

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pues de lo contrario, no se iba a restablecer. Le aseguraron que no, pero
Lili no volvió a tomar una sola pastilla. Ante el dolor que mostró y la
necesidad de su medicamento, comenzaron a calificarla de rebelde. La
castigaron encomendándole tareas pesadas, que no podía desempeñar.
Estando en su periodo, no se podía bañar, ni lavar su ropa, ni sus cuatro
retazos de tela que usaba como toallas sanitarias. Las religiosas dieron
la orden de que nadie la ayudara.
“¡Eres un pinche parásito!”, dice que le gritaba cualquier religiosa
con la que se encontraba. Entonces la empujaban, la jaloneaban y hasta
le jalaban del cabello. Le gritaban: “zonza, tonta, parásito, inútil”.
Le quitaron el yeso antes de tiempo y le causaron un gran dolor. Un
día imploró ayuda porque ya no se podía mover a causa de los fuertes
dolores. La madre Aracely dio la orden de que la metieran a las regade-
ras y la apoyaran a bañarse. Pensó que por fin a las religiosas les había
surgido la bondad, pero se equivocó: otras alumnas la condujeron a los
baños a empellones. Ahí, con violencia, le quitaron la ropa, la dejaron
desnuda, no tuvieron cuidado de su fractura, la jalonearon, y como lle-
vaba varios días sin aseo, la tallaron con una escoba por instrucciones
de las monjas.
“Yo ya no aguantaba, lloraba, suplicaba que dejaran de hacerlo. Es-
taba en el piso implorando que me dejaran, pero varias, unas seis com-
pañeras, me jaloneaban, me alzaban para tallarme; el dolor… ese dolor,
sentí que no podía más”, relata.
Tirada bajo la regadera le cortaron las uñas, que ya estaban largas
y sucias. Lo hicieron sin cuidado, llevándose junto con estas carne de
los dedos. “Mis manos y mis pies quedaron llenos de sangre”.
Después de varios días de angustia y de buscar ayuda, sin éxito, con
profesores, la madre Teresa Kin Chan la amenazó con expulsarla por su
desobediencia y rebeldía. Lili se alegró de que así fuera y ya no le im-
portaron sus documentos, solo salir de ese lugar. Durante todos estos
días los casos del extraño malestar se incrementaron. Varias alumnas
salieron de la Villa, algunas completamente inmovilizadas de las pier-

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nas, otras apenas caminando. Finalmente, el 27 de febrero Lili salió con
sus padres. Ese día otras 30 niñas más cayeron enfermas.
Cuando Lili nos cuenta de nuevo esta historia recuerda como una po-
sible explicación lo que años atrás había pasado con Mariela, una com-
pañera suya, originaria de Zongolica, Veracruz, a quien las madres
obligaban a correr y a hacer aseo sin creerle que ella se sentía siempre
enferma.
Cuando Lili regresó de las vacaciones de diciembre de 2006 se en-
contraba aún postrada con el yeso, sin poder moverse y con dolor. Las
madres no le creían y le exigían que hiciera sus deberes. Ella afirma que
ya había compañeras enfermas que tampoco podía moverse y sostener-
se de pie. La enfermedad empezó a expandirse de manera exponencial.
De modo que Lili pasó de estar mal por su clavícula a estar mal como
las otras enfermas, sin poder sostenerse en pie. El temor se apoderó
de ella y creyó que podía correr la misma suerte de Mariela, quien
finalmente murió por causas que, ellas como alumnas, no pudieron
descifrar. Mariela falleció en julio de 2005, no lo saben a ciencia cierta
pero afirman que del corazón. La gran mayoría de las chicas entrevis-
tadas recordaban con tristeza a Mariela. Decían que era buena, que no
mentía sobre su enfermedad pero que las madres no le creyeron y la
obligaban a correr, por eso tal vez falleció. Este es un antecedente que
Lili y muchas otras de sus compañeras recuerdan con mucha tristeza
y aunque no lo afirma claramente, su recurrente recuerdo asociado
a la exigencia de las monjas la lleva a pensar que la enfermedad está
bajo sospecha, que las monjas no la admiten porque se cree que es un
invento para dejar de hacer los quehaceres.
Al preguntar a Lili por qué cree que le pasó ese episodio tan duro y
triste, responde que no sabe pero que puede ser porque ella no se queda
con nada; que cuando cree que algo no está bien, lo dice. Cree que le
agarraron mala voluntad porque no se queda callada. También afirma
que para poder sobrevivir adentro es necesario acatar las órdenes y
hacer todo lo que se te pide. Algunas compañeras quizá sean más listas

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y lambisconas y entonces se llevan bien con las monjas y las ates, y
también influye si le caes bien o si le caes mal, así te tratan.

A mí me pasó eso. Creo que lo que pasó de la enfermedad no puede


ser psicológico porque no lo inventamos, fue real. Y puede ser por
los alimentos que consumíamos caducados, como la bebida King
Light, caducado desde 2002, o los alimentos que se servían casi todos
descompuestos. También muchas dicen que esto nos pasó porque
una niña de Oaxaca, a quien corrieron, se quiso vengar de todos y
mandó una maldición.

En febrero de 2007 había cada vez más alumnas enfermas con síntomas
como desmayos, mareos, fiebres, vómitos, dolores de cabeza y de ar-
ticulaciones, además dificultad para caminar y hablar. Fueron aisladas
en el sexto piso de cada uno de los edificios.
Se olvidaron de ellas y solo les subían comida. Las obligaban a asear
los cuartos y no recibieron atención médica en varias semanas. Rela-
taron Miriam y Verónica: “las niñas lloraban, asustadas, casi ninguna
podía levantarse y caminaban sosteniéndose unas a otras para poder
ir al baño”. Después muchas de las alumnas que ayudaban a aten-
der a las enfermas se daban cuenta que esa era una manera de des-
cansar, porque arriba nadie las cuidaba, además les llevaban comida,
y entre los rumores se decía que les daban dulces, por lo que muchas
alumnas quisieron enfermarse también.10
Algunas sostuvieron que las que se enfermaban eran las débiles
física y mentalmente. Las que quería sobresalir presumían que a ellas
no les podía dar la enfermedad. Otras enfermaron, misteriosamente,
después que entraron los medios de comunicación.
La lógica explicativa que se muestra en casi todas las niñas entrevis-
tadas fue que había algo, como un virus, que se contagió y las enfermó.

10. Entrevistadas de Ayozintepec Oaxaca, abril de 2010.

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Algunas sostuvieron que era psicológico, cuyo fondo fue precisamente
el exceso de trabajo, el estrés, las jornadas interminables de labores y
estudio sin tiempo para descansar.
Entre las explicaciones más socorridas y encontradas a medida que lo-
gramos cierta profundidad entre las entrevistadas, encontramos la
lógica mágico–religiosa que pondera el efecto del castigo divino y
la maldición de una alumna, originaria de Oaxaca, quien afirmaba entre
sus compañeras tener poderes que su mamá le trasmitía porque era
bruja. Esta chica fue expulsada y las entrevistadas narran que al salir
dijo que caería una enfermedad para todas las niñas, empezando por
las piernas y los brazos.

El cuidado de la salud en la Villa

La doctora Yezika Flores comentó que el doctor Lee administraba un


“agua milagrosa” que supuestamente lo curaba todo. Las monjas tenían
tambos grandes del líquido.11 Cuando ella estuvo de encargada de la
asistencia médica en 2006, inició con mucho entusiasmo, queriendo
conocer a cabalidad el contexto en el que se desenvolvían las alumnas
para generar medidas de prevención y vigilancia epidemiológica. Im-
plementó una campaña de vacunación contra la influenza, pero tuvo
que suspenderla porque se enteró que la madre Cheong —a quien
no conoció personalmente— estaba molesta porque mencionó que
“posiblemente su campaña de vacunación pretendía esterilizar a las
niñas”. Más adelante lo que la doctora comprendió fue que las religio-
sas dejaban la biomedicina como último recurso, toda vez que ellas se
empeñaban en utilizar sus recursos terapéuticos orientales como el
“agua milagrosa” y otros métodos que, para muchas alumnas —como
en el caso de la alumna Gena— fueron invasivos pues consistían en
utilizar una hierba con fuego y unas campanitas. Esta exalumna llamó

11. Entrevista personal con la doctora Flores. 27 de abril de 2009.

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a un canal de noticias para denunciar las prácticas de las monjas cuan-
do trataron de curarle una bolita que fue creciendo y que la madre no
quiso que se procurara atención biomédica sino que lo hicieron a partir
de sus creencias orientales y con sus terapias. Gena relata lo siguiente
en una entrevista televisiva y la madre Cheong contesta:
—“Me mandó quemar, me marcó tres puntos en mi espalda. Ponían
una pasta [...] le acercaban un cerillo [fósforo] y era como una brasa
que dolía mucho” —dijo Gena al asegurar que no le ponían anestesia.
—“No quemamos a las niñas” —respondió la monja y admitió co-
nocer a Gena, a la que, aseguró, sometió a un tratamiento oriental
mediante un “maestro coreano”.
—“Cuando las medicinas no funcionan12 tenemos un doctor que vie-
ne a ayudar a las hermanas. Cuando tienen dolor, en mi caso yo tengo
dolor de corazón, tengo una quemadura, pero no es quemando como
dicen. Es un tratamiento en el que en lugar de tomar medicamento se
quema una pequeña parte en donde puedes llegar a dar calor al orga-
nismo [...] Acepto que fue nuestro error, una imprudencia de invitar [a
someterse a estos tratamientos] a las niñas mexicanas que tienen una
cultura diferente a la de Oriente”.13
En otra entrevista Gena comenta: “yo pude apreciar casos de niñas
que fueron quemadas en la espalda, en el pecho, en la cabeza, las col-
gaban incluso de los pies, con la cabeza pegada al suelo, para que según
ellas se les enderezaran los pies”.14
Este panorama que pone en el centro del debate la atención a la
salud, crea una gran tensión que se distorsiona con el manejo de otros

12. Este dato contrasta con la perspectiva de la doctora Flores, quien comentó que cuando las niñas
llegaban a consulta ya habían sido tratadas —en todos los casos— por la terapia oriental, aunque
afirmó no saber en qué consistía. Solo le mencionaron en diversas ocasiones el “agua milagrosa”
13. Torres, Alberto. “Solicitan ayuda en Villa de las Niñas en Chalco”, en El Universal, 5 abril 2007 [de
disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/notas/416779.html].
14. Gómez Oviedo, Gabriel. “Afecta extraño mal a 600 estudiantes del internado ‘Villa de los Niños’;
varias son originarias de Guerrero”, en La Jornada de Guerrero, 6 de abril de 2007.

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elementos que surgen para tratar de explicar el brote contagioso, tanto
por parte las religiosas como por las autoridades de salud.15 Mientras
que las primeras sostienen que son los profesores los que crearon el
malestar con sus cuestionamientos y sus sospechas sobre los alimentos
contaminados;16 las segundas hablan de juegos mágicos o esotéricos co-
mo posibles detonantes del malestar.17 Tal pronunciamiento fue una
de las noticias más sensacionalistas que se recrearon con poca credi-
bilidad, y que de todas maneras enrareció toda posibilidad de com-
prensión, sobre todo cuando se dan a conocer versiones de supuestas
alumnas sobre que vieron a otras jugar con la ouija.18
A finales de febrero, días después de que se detectó el problema, no
hubo clases en dos semanas, porque al menos cinco profesores fueron
despedidos por haber denunciado la situación, y luego otro grupo de
ellos decidió abandonar la institución. Había un clima tenso, propio
para hacer circular cualquier idea sin sustento.
La cobertura en sus lugares de origen fue tan grande que se puede
contar con elementos detallados de muchas de las alumnas que em-
pezaron hablar sobre las condiciones del internado. Pocas preguntas
dirigidas a explicar el origen del malestar, desde el punto de vista de
las afectadas. Muchas conjeturas e interrogantes: ¿maltrato? ¿maleficio?
¿fanatismo? ¿explotación?

15. En este caso quien se pronuncia es la doctora Richardson, directora del Centro Nacional para la
Salud de la Infancia y Adolescencia, quien mencionó el juego de la ouija, tomando en cuenta otros
sucesos aparecidos entre alumnos de una secundaria que fueron diagnosticados con trastorno de
conversión, en Yavaros, Sonora, al norte del país, y cuyo detonante fue dicho juego.
16. Apro. “Se adjudica a maestros dolencias de niñas en Chalco”, en Proceso, 7 de abril de 2007 [de
disponible en: http://www.proceso.com.mx/?p=206922].
17. Véase Excélsior: “La directora Cheong atribuye la teoría de la ouija a un mensaje de una funcionaria
federal”, 7 de abril de 2007, y “ssa se enreda con las niñas y la ouija”, 9 de abril de 2007.
18. Es importante destacar que las niñas en Chalco tienen prohibido tener propiedades personales; en
ese sentido, es impensable que pudieran tener un juego como el mencionado. Se pudo constatar
que no tenían ouija pero que sí jugaban a eso haciendo uso de su imaginación.

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Pero ellas hablan. Martha Elena Santiago llega con sus padres a Igua-
la, Guerrero, y esto causa gran alboroto en el pueblo porque muchos
papás no saben del estado de sus hijas. Ella cuenta que:

[...] las niñas de primer y tercer año están cayendo y no se pueden


sostener sobre sus pies [...] se empezó a rumorear que era una enfer-
medad y muchas niñas comenzaron a caer, a desvanecerse porque
sus pies y rodillas ya no les respondieron [...] les duelen los pies,
de las rodillas para abajo se entumen. Las madres nos invitan en las
noches para que hagamos ejercicio para fortalecer las piernas, in-
cluso entre varias niñas nos ejercitamos; algunas no aguantan pero
lo intentan porque si no lo hacen, se les duermen los pies.

Yeny, de 14 años, explicó que ella se salió de la Villa “por tonta”, por-
que le dio miedo y creyó que se iba a contagiar. Mencionó que había
muchos nervios, incertidumbre, miedo, sin saber por qué. Después sin
preguntarle si algo le molestaba de la Villa, externó que a veces
las monjas “se pasaban”, las hacían correr sin zapatos como castigo.
Otras veces no había castigo pero les exigían mucho y en ocasiones
llegaban hasta el desmayo, y por eso muchas niñas “se ahogaban en
las noches”. No le gustaba bañarse con agua fría ni limpiar los establos
utilizando nada más que sus manos.
Esther comentó: “Cuando se empezaron a enfermar les hicieron ha-
cer 50 sentadillas diarias y aunque ellas se quejaban de que no podían
incorporarse o moverse, las obligaban y, si no, las castigaban [...] quie-
nes no cumplían eran obligadas a realizar dobles jornadas de limpieza
con los animales del lugar.
En todos los referentes que obtuvimos hemos visto un juego de emo-
ciones involucradas que las hacen contener sus propias reflexiones: “no
quiero hablar mal de la Villa ni de las madres porque son buenas y me
dieron mucho”, “no nos maltrataban” son frases que pueden sintetizar
el pensamiento y el sentir de las entrevistadas. Sin embargo de cuando
en cuando en sus narrativas ellas mismas dan pistas de las cosas ne-

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gativas que ocurren en el internado y casi al escucharse se dan cuenta
de que algo no está bien, que están — como decía Rosa—,19 atrapadas,
encerradas por ser pobres y querer ser alguien más.

A manera de síntesis

La antropología física y la antropología médica en el intento de escla-


recer los procesos, los factores y las múltiples relaciones en las que
están inmersos los sujetos con sus problemáticas de enfermedad, se
manifiesta en oposición a aquella forma de interpretación que ante-
poniendo “el diagnóstico” desdibuja el contexto y al sujeto y vuelve a
la enfermedad imputable al cuerpo individual, empobrecido y, como
en el caso de las niñas de Chalco, violentado desde su cuna de origen.
Desde esta óptica y con fundamento en el paradigma interpretativo,
apuntamos que abordar el trastorno psicogénico como lenguaje del
cuerpo no quiere decir negar la biología; por el contrario, significa
subrayar una posición perspectivista y fuertemente interaccionista
entre la biología, las prácticas sociales y el significando, ya que actúan
recíprocamente en la organización del padecimiento como objeto so-
cial y experiencia vivida.
En este primer acercamiento a los relatos de las jóvenes afectadas
encuentro elementos que sostienen la idea de que la enfermedad es un
lenguaje del cuerpo, que enuncia el punto de quiebre del ámbito social.
Esto es, la falta de fuerza en las piernas, el dolor de cuerpo, la incapa-
cidad de hablar, la fiebre, el dolor de cabeza, etc, pueden interpretarse co-
mo expresiones de miedo y resistencia contra las múltiples violaciones
a los límites corporales. Son actos de rebelión que simbolizan lo que

19. Rosa fue alumna y se quedó en la Villa durante nueve años porque decidió ser monja. Sin embargo,
tuvo dificultades y fue echada de la institución. Sus relatos y su reflexión sobre lo que es ser inter-
nada y las cosas que se enseñan adentro son elementos que hoy en día se cuestiona fuertemente,
porque considera que la vida adentro es una ficción y afuera es muy dura y no se les enseña a las
chicas cómo sobrevivir.

Cuerpos sujetos y cuerpos sujetados. Análisis antropológico del trastorno psicogénico... 201

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no puede hablarse directamente, pero que puede interpretarse como
una renegociación de las obligaciones y derechos entre las autoridades
y las alumnas.

202 Las emociones como dispositivos para la comprehensión del mundo social

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