Professional Documents
Culture Documents
1. LA HERENCIA DE KANT
Por tercera y última vez en esta obra, debemos regresar a las “raíces” de la teoría
psicológica contemporánea. Esta vez debemos ir más atrás, hasta los cimientos filosóficos
comunes de la gran variedad de teorías descritas en la segunda parte de este volumen,
incluyendo las de Spranger, Stern, Wertheimer, Lewin y otros.
Todos estos sistemas, que hoy guardan muy pocas semejanzas entre sí, tienen sus
raíces comunes en la filosofía idealista alemana de Emmanuel Kant y sus discípulos. Aún
hoy en día, se enfrentan con los problemas psicológicos tal como los plantearan Kant y
Dilthey. Ni Kant ni Dilthey son los “padres” de este grupo de teorías psicológicas en el
sentido en que lo son Pavlov y Freud. Aunque Pavlov prosiguió la obra de los primeros
asociacionistas, Hartley y Bain, y de los fisiólogos, Flourens y Sechenov, fue el propio
Pavlov quien elaboró la teoría del condicionamiento. Y aunque Freud sufrió la influencia de
Darwin, Spencer, Janet y Charcot, fue el propio Freud quien desarrolló el sistema de la
motivación inconsciente.
Nada de esto puede aplicarse a los sistemas que han visto la luz conjuntamente bajo
el nombre de teorías del conocimiento, de la gestalt y del campo. Tampoco ha aparecido en
este caso un “líder” de talla comparable a la de Pavlov o Freud. Sin embargo, no debemos
olvidar que los sistemas expuestos en la primera y segunda partes de este volumen solo
pueden tener en común su carácter controversivo; han compartido los problemas, pero no
necesariamente las soluciones de los mismos.
Este principio de los problemas comunes agrupa a todas las teorías que quedan
expuestas en la parte III. Todas ellas han resultado influidas por la herencia intelectual
legada por E. Kant y han hecho frente a los problemas psicológicos según el planteamiento
de W. Dilthey.
Razón “pura”
En 1781 apareció la principal obra de Kant, Kritik der Reinen Vernunft (Crítica de la
razón pura). La segunda edición de este libro (1787) comenzaba con la siguiente sentencia:
“No puede dudarse de que todo conocimiento se inicia con la experiencia”1. Pero el
significado de esta experiencia presentada por Kant en la Kritik y en varias otras obras ha
sido uno de los puntos más discutidos en la historia cultural de la humanidad.
1 Emmanuel Kant. Critique of Pure Reason (traducido al ingles por M. Müller), Macmillan, 1881
Mientras numerosos discípulos y seguidores creen que Kant abrió la puerta a la
verdadera investigación científica, muchos otros lo ponen en duda. La principal idea de
Kant era que los sensualistas – Locke, Hume – están en lo cierto al decir que el
conocimiento procede de la percepción sensorial; pero la percepción nos proporciona el
conocimiento de todas las cosas, no como realmente son en sí mismas – Ding an sich -,
sino como nos aparecen – fenómenos -. Las cosas como son, las cosas-en-sí-mismas,
existen, pero nosotros las percibimos del modo como es capaz de percibirlas nuestra mente.
Por consiguiente, Kant estableció una clara dicotomía entre el sujeto percibiente o
experimentante y el objeto percibido. Así pues, el conocimiento “se inicia con la
experiencia”, pero “no se desarrolla al margen de la experiencia”. El conocimiento
comienza con la percepción, pero sólo percibimos los fenómenos percibibles de una manera
determinada por nuestra mente.
El problema de la naturaleza del mundo se había desplazado de los hechos objetivos
al sujeto que percibe, a la mente “trascendental” humana y a sus límites. El contenido del
conocimiento comprende necesariamente las sensaciones procedentes de los objetos: color,
peso, sonido, etc. Pero la mente no es una cámara fotográfica; la mente ordena sus
percepciones de objetos en el tiempo y en el espacio. Tiempo y espacio no se hallan en el
mundo objetivo; no son cualidades empíricas de los objetos; constituyen un a priori dado,
independiente de la experiencia, inherente a la mente humana e inserta en su naturaleza. La
mente percibe los objetos dentro de las dimensiones de tiempo y espacio porque éste es el
único modo por el que el sujeto, la mente humana, puede percibir los objetos. “Suprimid el
sujeto pensante y el mundo corpóreo entero se desvanecerá, pues no es sino la aparición
ante la sensibilidad del sujeto”, escribió Kant. El mundo percibido es producto de dos
factores: la percepción sensorial del objeto y en segundo lugar las formas apriorísticas de la
mente.
Por consiguiente tiempo y espacio son expresiones mentales. Constituyen las
expresiones apriorísticas, sintéticas, generales y universales del conocimiento. No necesitan
prueba alguna, carecen del prerrequisito de cualquier comprobación; sin ellas, todo
conocimiento sería imposible. Son el modo como la mente percibe los fenómenos. Además
del tiempo y el espacio, Kant defendía varias categorías racionales inherentes a nuestras
mentes, tales como la relación - por ejemplo, la causalidad -, la cantidad, la cualidad y la
modalidad. No se derivan de la experiencia; son conceptos puros, formas apriorísticas de
percepción y razonamiento.
Aunque Kant aceptaba el hecho de que parte de nuestro conocimiento es suplido por
la percepción sensorial, no se trata de una información sobre el estado real de las cosas,
sino sólo sobre su apariencia – fenómenos – percibida a través del funcionamiento de
nuestras mentes y modelada por nuestros elementos cognoscitivos. Las matemáticas
constituyen la única ciencia, porque representan una serie de juicios sintéticos,
apriorísticos, absolutos, no empíricos que no precisan de comprobaciones posteriores.
Según Kant, el único conocimiento verdadero es un conocimiento a priori de las
matemáticas puras o de su aplicación a las ciencias. Cualquier ciencia empírica es una
ciencia de los fenómenos y no de la verdad absoluta.
Volviendo a la psicología, Kant no veía razón alguna para presumir la existencia de
un alma. La ciencia empírica del hombre, considerado como parte de la naturaleza, se
denomina antropología; la psicología es una parte de ella2. Como ciencia empírica o
pragmática que es, la psicología trata de las manifestaciones o fenómenos exteriores al yo.
El “yo” es la cosa-en-sí-misma, pero la psicología, como cualquier otra ciencia empírica, se
limita a lo que resulta observable en términos de tiempo y espacio y dentro de las
coordenadas de las categorías.
Según Kant, todos los fenómenos psicológicos pueden reducirse a tres clases, a
saber, conocimiento – la razón -, sentimiento- las emociones- y volición- la voluntad. En la
facultad de conocer Kant distinguía la sensación pasiva y la comprensión activa. La
sensación meramente es una receptividad pasiva. La simple sensación no es conocimiento.
La percepción sensorial es un cambio de nuestra conciencia originado por estímulos
externos. La mente recibe las sensaciones, intuitivamente percibe el tiempo y el espacio
puros independientemente de los fenómenos. Entonces, la mente ordena los elementos
sensoriales según el tiempo, el espacio y las categorías.
Kant distinguía los sentimientos estéticos útiles y los sentimientos de placer y dolor
que consideraba como obstáculos de la “razón” pura.
Todo lo que existe en la conciencia humana es producto de una “síntesis
trascendental” creada por el yo trascendental, la mente, y percibida de acuerdo con el
tiempo, el espacio y las categorías. Por consiguiente, el objeto de la psicología empírica, el
yo empírico, es exactamente un fenómeno como todos los demás fenómenos. Puede
estudiarse mediante observaciones externas e internas y los asertos que le conciernen
dependen de la mente que percibe, trascendental.
Esta mente trascendental, que impone sus leyes – tiempo, espacio, etc. – a la
naturaleza, no puede ser objeto de estudios empíricos; determina la verdad de los estudios
empíricos mediante su conformidad con las formas apriorísticas de la mente trascendental.
El objeto de la psicología está constituido por los fenómenos mentales pero no por la propia
mente.
3 Arthur Shopenhauer, The World as Will and Idea (traducido al ingles por Haldane y Kemp), Scribner, 1923
4Bertrand Russell, “Philosophy of the Twentieth Century”, D. D. Runes (ed.), Twentieth Century Philosophy,
Philosophical Library, 1947, pág. 245
personas pensaran que no estaban haciendo ciencia a menos que usaran las matemáticas. A
consecuencia de ello, los psicólogos actuales experimentan la progresiva tendencia a
explorar a todos los métodos de obtener “datos” cuantificables, muchas veces sin tener
ninguna hipótesis jugosa que comprobar”5
Freud nunca fue influido por Kant. Pavlov se opuso a él. Pero Dilthey, Spranger,
Stern y los teóricos de la gestalt y del campo nunca se despojaron de la influencia kantiana.
Los neo-kantianos
5 G. S. Brett; History of Psychology (R. S. Peters, ed.), Allen & Unwin, 1951, página 508
6 H. A. Hodges, The Philosophy of Wilhelm Dilthey, Rutledge & Kegan Paul, 1952, pág. 27
experiencia estética están gobernadas por unos principios abstractos apriorísticos
denominados valores por la escuela de Baden. Windelband y Rickert oponían las ciencias
culturales o históricas – Kultur o Geschichtswissenschaften – a las ciencias naturales.
Preferían el nombre de “ciencias culturales” al del antiguo “humanidades” –
Geisteswissenschaft -, pues este último incluía los valores eternos de la lógica, la ética y la
estética, mientras que Kulturwissenschaft trata, así lo creían ellos, de los fenómenos y
valores empíricos y transitorios.
Tanto la Naturwissenschaf como la Kulturwissenschaft son ciencias empíricas.
Difieren en el método de investigación. Las ciencias naturales buscan los principios y las
leyes que gobiernan a los objetos concretos. Las ciencias naturales son nomotéticas, esto es,
buscan leyes generales. Las ciencias naturales no se interesan por los casos únicos;
conciernen a los sucesos necesarios, a las leyes que gobiernan el universo.
Las ciencias históricas o culturales tratan de individuo, del caso único e irrepetible;
por ejemplo, lo que sucedió cuando Napoleón se retiró de Moscú en 1812. Este
acontecimiento es único e irrepetible; se trata de un idiofenómeno. Las ciencias que
estudian los idiofenómenos no buscan leyes generales; las ciencias ideográficas se refieren
a los valores y no a las causas naturales.
Según Windelband, la psicología estudiada por Wundt, Ebbinghaus y otros era una
ciencia nomotética. Rickert señalaba que las ciencias natrales tratan de las relaciones causa-
efecto, mientras las históricas refieren sus datos a los valores culturales.
2. FENOMENOLOGIA
7 Edmund Husserl, Ideas: General Introduction to Pure Phenomenology. 1931, prefacio, pág 13
Evidentemente, Husserl no se alejó excesivamente de Kant. Situó algunos procesos
mentales relativos a la “experimentación” al frente de lo que está siendo percibido en lugar
de admitir que estas mismas experiencias forman parte del universo. La fenomenología no
solventaba las dificultades kantianas; las mitigaba no aceptando la idea de Kant de que los
fenómenos son meramente apariencias del mundo real. En gran medida la fenomenología
evitó la revolución anticopernicana de Kant, que situó al sujeto percibiente o
experimentante en el centro del universo.
¿Kant o empirismo?
8 Citado por H. A. Hodges, Wilhelm Dilthey, An Introduction, Routledge & Kegan Paul, 1949, pág. 133
de un color violeta, considerado como un fenómeno interno se trata de algo indivisible.”.
La experiencia vivida “no guarda parecido con los procesos de la naturaleza.
Continuamente experimentamos combinaciones y conexiones en nosotros mismos,
mientras tenemos que descifrarlas en los estímulos sensoriales… Así es como concebimos
las ideas de unidad en la pluralidad, de partes en un todo, de relaciones causales, y, por
medio de ellas, comprendemos la naturaleza aplicándole estas concepciones bajo unas
condiciones concretas de coexistencia o sucesión regular”9
Además, Dilthey no podía aceptar la idea kantiana de que la mente y el cuerpo son
elaboraciones del sujeto percibiente y de sus principios racionales establecidos a priori. La
psicología de Kant estudia uno de los fenómenos y su validez dependía de la epistemología.
La psicología de Dilthey estudia la mente humana y la epistemología dependía de la
psicología en lo que concierne al estudio del razonamiento. La epistemología o teoría del
conocimiento, escribió Dilthey, es una “psicología en movimiento, es decir, una psicología
que se dirige hacia una meta determinada”10.
La psicología tiene que utilizarse en los estudios humanos de la misma forma como
las matemáticas se emplean en el estudio de la naturaleza.
La psicología de la comprensión
La estructura mental
Conclusiones
Kant, Husserl y Dilthey han escrito una nueva página en la historia de la psicología.
La aportación de Kant a la psicología ha sido más bien negativa y puede ser considerada
como una regresión en comparación con los estudios de los sensualistas y del
asociacionismo.
No obstante, el impacto de Kant sobre la psicología ha sido muy significativo,
especialmente en aquellos psicólogos alemanes que se han educado en el espíritu de su
idealismo epistemológico. Kant introdujo una fina distinción entre el sujeto percibiente y el
mundo objetivo percibido, inclinando la balanza del lado del sujeto. Esta es la razón por la
que el autor cree que la revolución de Kant era contraria a Copérnico. Copérnico destronó
al hombre y a la Tierra; Kant marchó en dirección opuesta.
El problema de Husserl consistía en cómo salvar la investigación científica del
inevitable solipsismo. Su solución ofrecía ventajas concretas sobre la de Kant. Husserl no
se hizo cuestión de la existencia del mundo objetivo ni de la verdad de nuestras
percepciones. El hecho de que experimentamos (Erlebnis) el mundo es la piedra angular de
su filosofía.
Entonces hizo su aparición Dilthey, que sugirió otra solución para esta situación. No
podía aceptar ni el menosprecio de Kant hacia los estudios empíricos ni el enfoque
positivista de la psicología experimenta. Dilthey no abrió un nuevo camino a la psicología;
sólo elaboró un nuevo rótulo. Spranger, Stern y las teorías del campo y de la gestalt
adoptaron este rótulo como punto de partida.
Introducción
La psicología fenomenológica
Procesos psicológicos
Un primer modo de nóesis, o acto intencional, estaría integrado por los fenómenos
que podríamos considerar como (i) cogniciones, fenómenos en los cuales al sujeto le es
dado algo como objeto. Husserl distingue entre los materiales con que se muestra algo y el
objeto mismo que se muestra; de esta manera, cuando percibo una habitación desde dos
ángulos diferentes veo la misma habitación mediante unos materiales, o sensaciones,
distintos. Quizá la forma fundamental de darse algo es la que Husserl llama “intuición”,
acto en que se da un objeto inmediata y originariamente; hay actos, en cambio, en que se da
algo, pero de modo mediato no intuitivo. Husserl habla de percepción cuando algún objeto
concreto se presenta “con personal presencia al yo… como realmente existente” (1962,
267). La percepción, pues, presenta objetos inmediatamente y se opone así a la presencia
mediata que da la mera imagen, como cuando algo está presente a través de una fotografía
suya. Este conocimiento contiene unos materiales, sensaciones, que posibilitan la presencia
perceptiva de la fotografía, la cual sólo es captada en cuanto intermediario o representante
de lo “imaginado”, que ahora se muestra como “una ‘imagen’, una ficción” (1962, 267).
Percepción y memoria también presentan una dimensión común a los ojos de Husserl, pues
son modos de darse los objetos, pero según una diferente modalidad temporal. En un acto
de recuerdo, por ejemplo, el objeto recordado sólo está dado mediatamente; en cambio, en
ese mismo acto de recuerdo, el recordar está dado intuitiva, inmediatamente; como se ve,
los mismos materiales pueden en esos casos dar origen a actos de sentido o significación
diferentes, como ya había indicado Stumpf, que como se ve tendrían “objeto” o “sentido”
diversos.
Un tema fundamental en la obra de Husserl es el de las variedades de la intuición.
Hay una intuición que nos da fenómenos concretos, y por ello merece ser considerada
“empírica” (la percepción); hay también una forma de intuición, pero una intuición distinta,
que nos hace presentes con inmediatez las “esencias”, los requisitos que hacen aparecer a
un fenómeno como “fenómeno de tal o cual significación”; ésta es la que Husserl considera
“intuición eidética” o de esencias. Por ejemplo, en una intuición empírica podemos tener
ante nosotros un triángulo, que será grande o pequeño, rectángulo o no, etc.; pero sobre esta
base empírica, podemos llegar a ver las notas o caracteres esenciales de todo triángulo, sin
cuya presencia y realización en cada caso concreto no podría aquello “aparecer como
triangulo”; éstas son las notas o caracteres que constituyen esa esencia. Con nuestras
sensaciones tenemos la percepción del triángulo; a través de esa percepción que es fluyente,
temporal, que ocurren en un aquí y ahora, se alcanza a conocer un objeto con sus caracteres
esenciales, que ya no dependen del aquí y el ahora, como ocurre cuando aprehendemos que
el valor de la suma de los ángulos internos del triángulo equivale a dos rectos, etc.; de este
modo, Husserl llegó a establecer que en el conocimiento adquirido por un sujeto mediante
su experiencia de hechos hay no sólo ese nivel fáctico, sino también un nivel de
“esencialidad” que él llamó “idealidad”, y que sobrepasa los límites de lo temporal y
momentáneo a lo que da fundamento. De este modo, la investigación de Husserl defiende
tanto los aspectos verdaderamente “objetivos” del conocimiento como su otro lado,
subjetivo; a través de lo psicológico se llega a la lógica y a la ciencia.
En la percepción, como ya hemos dichos, “alguna cosa aparece con personal
presencia al yo…, como realmente existente”; en ella hay además un “fondo perceptivo”
que ofrece desarrollos o “aprehensiones potenciales” (1962, 266). Al percibir, vemos que
podemos seguir percibiendo, teniendo percepciones distintas del mismo objeto desde
perspectivas diferentes, o variando la atención hacia unas partes o elementos distintos. De
esta suerte, las presentaciones, unas actuales y otras potenciales, se dan en una continuidad
coherente, se van sintetizando y así tenemos “una unidad de conciencia una, y en esta
conciencia se constituye la unidad de una entidad intencional, precisamente como siendo la
misma entidad presentándose de maneras variadas y múltiples” (1953, ap. 18). Una especial
forma de percepción es, para Husserl, la percepción del otro, esto es, de la otra persona:
cree que lo que ocurre en ese caso es que yo traslado imaginariamente mi intimidad al otro ,
y así vería una intimidad en otro cuerpo, un “ego” distinto del mío, o “alter ego”, “sujetos
que perciben el mundo – el mismo mundo que percibo yo y que así tienen experiencia de
mí como yo tengo experiencia del mundo y en él de los ‘otros’” (1953, ap. 43).
El análisis de la conciencia lleva a Husserl a plantearse el problema de la (ii)
personalidad. También aquí hay una compleja pluralidad de niveles en su análisis. Uno es
el de la dimensión social del yo. Frente a los otros hombres, en mi experiencia se delimitan
un campo que abarca “lo mío propio” (das Mir-Eigene) (1953, ap. 44) y que incluye
además una referencia a los “otros”, es decir, a la sociedad, pues lo mío aparece también
como “humano”. Otro nivel está constituido por la consideración de mi realidad en forma
de “unidad psicofísica” (que condensa la relación yo-cuerpo), donde un “yo-personalidad”
“en’ y por medio de’ este organismo hace y padece en el mundo exterior” (1953, ap. 39);
este yo que opera en el mundo posee y va estructurando un sistema de hábitos. Hasta aquí
el planeamiento del tema se ha venido moviendo dentro de la “actitud natural”. Acto
seguido entra el análisis del “ego” realizado después de la epokhé, después de que suspendo
la creencia en la realidad: este “ego” reducido que entonces aparece se muestra como un yo
que simplemente es polo idéntico de todas las vivencias, y que va constituyendo una
“historia”, es decir, su “biografía”, al integrar esas vivencias.
Precisamente, esa “historicidad” del yo constituye la dimensión más profunda que
posee la capacidad de (iii) aprendizaje del hombre. El aprendizaje no se reduce a aumentar
la experiencia del sujeto, sino a proporcionarle su personal y propia identidad. En este
marco Husserl entiende la asociación como un concepto fundamental de la fenomenología
(ap. 39). En efecto, el “ego” va organizándose mediante una asociación de vivencias o actos
intencionales que se adaptan “a la forma universal y constante del tiempo”. El proceso de
asociación explica esa génesis pasiva del “ego” que poner nada para que ello suceda; pero
hay además una génesis que resulta de la actividad, de “los actos del yo”, en los que
aparecen, junto a elementos representativos o cognitivos, otros de tipo afectivo, valorativo,
sentimental, volitivo. Husserl dice que “todas éstas son vivencias que contienen capas
intencionales múltiples” (1962, 231). Dentro de esa complejidad la intención valorativa se
da cuando “estimamos” algo. Esto abre el área de los problemas de (iv) la motivación.
Husserl ha advertido que en cierto tipo de vivencias no sólo hay “esencias”, sino también
“valores” que hacen que el yo no sólo conozca, sino que ‘prefiera’ algo. Pero este aspecto
está más centralmente examinado en la obra de algunos otros fenomenólogos, a los que
haremos muy somera referencia aquí.
Al lado de las investigaciones de Husserl, los trabajos de Max Scheler muestran una
preferencia marcada por el análisis de los aspectos afectivos y valorativos de la vida
humana. Su interés por una antropología filosófica le obligaba a examinar el modo de ser
de la vida, y empleó ahí el método de análisis y descripción fenomenológicos. Scheler
(Munich 1874-1928) estudió en la Universidad de Jena con R. Eucken y O. Liebmann, y
fue profesor titular en la Universidad de Colonia. Es autor, entre otras, de las siguientes
obras: Ética, El puesto del hombre en el cosmos (1928), Esencia y formas de la simpatía,
etc.
Scheler, frente a Husserl, separa la vida emocional de la representativa e intelectual:
“La fenomenología del valor y la fenomenología de la vida emocional han de considerarse
como un dominio de objetos e investigaciones enteramente autónomo e independiente de la
lógica” (1948, I, 42). Para Scheler, la experiencia en que tendemos a las cosas que nos
rodean permite el análisis de la “esencia” de esa vida valorativa: las cosas aparecen
entonces como unidades en las que se realiza o se asienta un valor, y se llaman “bienes”. El
valor, que se descubre a través de los actos de sentimiento, se evidencia en toda situación
en que hay que elegir y preferir; en esa situación el hombre es movido por “apetitos” (1957,
157), que pueden impulsar en direcciones contrarias, como pueden ser también contrarios
los valores, positivos unos y negativos otros; en suma, “hay auténticas y verdaderas
cualidades de valor, que representan un dominio propio de objetos, los cuales tienen sus
particulares relaciones y conexiones…, un orden y una jerarquía, independientes de la
existencia de un mundo de bienes, en el cual se manifiestan” (1948, I, 42). Los valores son
objetos análogos a las “esencias” de Husserl.
Scheler piensa que la estructura de la persona está caracterizada por la
intencionalidad. Lo que era en Brentano una nota definitoria de lo psíquico, pasa a tener
alcance filosófico y antropológico general. Mientras el animal posee una conducta
determinada por las excitaciones del medio, los impulsos y las resistencias a tales impulsos,
en el hombre aparece “la posibilidad de ser determinado por la manera de ser de los objetos
mismos” (1929, 64) y así se produce “ese peculiar alejamiento y sustantivación que
convierte un medio en mundo… (y) la transformación en objeto de los centros de
resistencia, definidos afectiva e impulsivamente” (1929, 67). Por la intencionalidad se
constituye un mundo de objetividades, de esencias y de valores, que determinan la conducta
específicamente humana, irreductible a la del animal. Para Scheler, el hombre se mueve en
un mundo de objetos y valores, en el cual puede “decir no” (1929, 87).
También es relevante el análisis del sentimiento y la motivación que llevó a cabo
otro fenomenólogo, Alexander Pfänder, cabeza del grupo fenomenológico de Munich.
Pfänder (Iserlohn 1879-1941), discípulo de Th. Lipps, siguió sus orientaciones, pero se
rebeló después contra su psicologismo, llegando a posiciones similares a las alcanzadas por
Husserl, con algunas diferencias. Se llegó a hablar de una Escuela Fenomenológica de
Munich inspirada por él, no siempre coincidente con la de Husserl. Autor, entre otras, de las
obras siguientes: Introducción a la psicología (1904), Lógica (1921), Problemas
fundamentales de la caracterología (1924) y Fenomenología de la voluntad (1900).
Para Pfänder, el sentimiento es un elemento básico y diferenciante en la constitución
del mundo subjetivo. Mientras “las sensaciones… constituyen lo que se llama mundo
exterior… contrapuesto al yo-conciencia… los sentimientos, en cambio, constituyen el yo;
forman, por decirlo así, el modo de estar constituido el yo en sus referencias a los
contenidos “objetivos”; son… las modificaciones del yo conciencia” (1931, 56).
Pfänder también analiza en profundidad el fenómeno de la voluntad. Una forma o
clase peculiar de sentimientos está representada por la tendencia interior o deseo hacia algo
no simplemente representado, sino anticipado de modo que produce en el sujeto un
sentimiento de “agrado relativo” (Ídem, 85). Cuando hay representación del fin, y hay
deseo, y junto a éste hay también deseo de los medios hacia aquel fin, y hay conciencia de
la posibilidad de conseguirlo (Ídem, 120), entonces hay volición o querer. Se puede desear
cualquier cosa, pero sólo se puede querer lo posible. En la volición el yo está presente en la
forma de hallarse “determinado” el curso de la acción, y aquellos elementos que se le
presentan como “fundamentos de una resolución de la voluntad”, son, en riguroso concepto
fenomenológico, los motivos (Ídem, 218). Pfänder, su análisis de la volición, precisaba la
existencia de formas muy complejas de conducta: al lado de la volición hacia algo deseado
describió otra “volición” en que se hallaría involucrada una repulsión frente a algo; también
habría voliciones hipotéticas, voliciones disyuntivas, etc. Se trata de una obra de gran
riqueza analítica que además se ocupa de la voluntad, un tema muy olvidado en la
psicología contemporánea.
Muchas otras derivaciones de la fenomenología han ido por el terreno más
específico de la psiquiatría. Karl Jaspers, Ludwig Binswanger, E. Minkowski, Medard
Boss, Víctor Frankl y otros han aprovechado una fundamentación fenomenológica y
existencial. En ellos aparece la idea del hombre como un ser abierto al mundo, desde la cual
buscan entender las formas patológicas de abandono, rechazo y negación del mundo y de
los otros, que parece realizar en sí mismo el hombre enajenado (Spiegelberg, 1972).
La fenomenología, temáticamente, se propuso recuperar el análisis y la descripción
de la experiencia inmediatamente vivida. En ese sentido, su influencia se extendió a varias
de las grandes escuelas de la psicología contemporánea, y en especial a una, que está
engarzada en una tradición común. Nos referimos a la escuela de la psicología de la forma,
o de la Gestalt, cuyas realizaciones hemos de estudiar ahora.