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AUTORES:
CESPEDES PAREDES, Irma
GUARNIZ VEGA, Leonel
GUAYÁN CASTILLO, María Lucía
HILARIO ROBLES, Evelyn
IGLESIAS NUREÑA, Yhanela
DOCENTE:
LA RIVA VEGAZZO, IVAN FELIPE
TRUJILLO – PERÚ
2017
UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA ACADEMICO PROFESIONAL DE TURISMO
PRESENTACIÓN
Por lo tanto, esperamos que el presente trabajo cumpla con los objetivos y metas
trazadas al iniciar el desarrollo del mismo, y sea de orientación y base para futuros
Los Autores.
INTRODUCCIÓN
En las décadas finales de Virreinato, la apertura hacia las novedades del exterior
fue cada vez mayor sobre todo en Lima. Con rapidez inusitada la capital fue
Primero fue el rococó, estrilo del origen francés surgido en la época de Luis XV,
adoptado por la nueva dinastía reinante en España junto con otras tendencias
rocalla, de carácter asimétrico dio nombre al estilo. Acogido por los virreyes
ilustrados y por las esferas oficiales, el rococó tuvo mucha mayor repercusión en
colonial. Por ello mismo, su imposición en Lima tuvo una faceta iconoclasta muy
cusqueño, con la que se iniciaba un largo ocaso para las tradiciones artísticas en
el virreinato, las que hallaran continuidad en las artes populares del siglo XIX.
ÍNDICE
2. La interpretación criolla
La ensambladura del Rococó…………………………………………..8
3. Pinturas y retablos
Ecos del Rococó en los Andes……………………………….……….14
4. La ilustración en el arte
Pintura e Imagen Etnográfica………………………………………....16
6. Furor Antibarroco
Matías Maestro y la “Reforma” Neoclásica ………………………….21
8. El caso de Arequipa
La respuesta Andina……………………………………………………27
CONCLUSIÓN…………………………….……………………………..……………..33
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………34
Entre los cuadros más logrados del siglo mercedario figura lo de San Pedro
Nolasco partiendo a la guerra y San Pedro de Nolasco en las faldas de
Montserrat, amos firmados por Bermejo. Es también digna de mención La
aparición de la virgen en el coro de Barcelona, obra de Jayo que recrea una
conocida composición del siglo anterior, pero esta vez ambientando la escena en
medio de una encrespada sillería coral rococó. Este pintor, descendiente de la
nobleza indagan del valle del Rímac, se mantuvo en actividad al menos hasta
1811, año en que firma el retrato de sor Micaela Barba de Cabrera, abadesa de la
concepción. También retrato a fray José Gómez (1793) en el convento de los
Descalzo, entre otras obras de este género.
Ya a principios del siglo XIX, el quiteño Francisco Cortés desarrolló en Lima una
pintura religiosa que habría de prolongar en el tiempo las preferencias locales. Sin
Javier Cortés, La
Presentación del
Niño Jesús en el
Templo, S. XVIII
(serie sobre la vida
de la virgen),
convento de los
Descalzos.
2. LA INTERPRETACIÓN CRIOLLA
El ocaso del barroco salomónico en Lima llegó después del terremoto de 1746,
mientras las lentas obras de reconstrucción abrían paso a las novedades
aportadas por el estilo rococó. Obra significativa de esta etapa de transición es el
altar mayor de San Marcelo, trabajando en 1766. Aunque es todavía dorado y, en
líneas generales, conserva el abigarramiento decorativo barroco, incorpora en sus
columnas salomónicas las figuras de los cuatro evangelistas a manera de atlantes
en el primer cuerpo, mientras un número similar de cariátides invade el segundo.
Este tipo de soportes terminará desplazando a las tradicionales columnas torsas
en los retablos del último tercio de siglo, influidos por el gusto rocaille.
Sin duda, lo más interesante del periodo resulta de las versiones locales del
rococó preconizado por las esferas oficiales. Encarna esta tendencia el
ensamblador mulato Atanasio Contreras del Cid en 1776, Contreras concluía el
retablo mayor de San Sebastián, verdadera obra maestra del periodo. Su
combinación cromática de marfil y oro, con algunos detalles policromados, es
característica de su tipo. También lo es el diseño de sus columnas, hinchadas de
follaje, que parecen estallar en forma de rocallas, motivo asimétrico recurrente
dentro del estilo.
Por su parte, los jesuitas hasta su expulsión, en 1767 propiciaron una vuelta a la
columna salomónica, aunque en términos puristas y europeizantes. Esta corriente
se inicia con el retablo de San Ignacio de Loyola, en el crucero de San Pedro, que
repite el modelo de su similar en Roma, obra de Andrea Pozzo. De acuerdo con
Harth-terré, esta pieza monumental habría sido trabajada por el ensamblador
limeño Juan José Salinas, de quien no se tienen mayores noticias. Basándose en
un grabado europeo, el artificie local reinterpreta en madera oscura un diseño
concebido para ejecutarse en ricos mármoles y piedras de colores.
Dentro de esa misma línea, el altar mayor del noviciado jesuita (hoy panteón de
los Próceres) asume con gran corrección prototipos del barroco centroeuropeo.
Fue concebido hacia 1766, junto con las tribunas del perfil bombé y el excelente
púlpito, cuyo tornavoz adquiere contornos bulbosos y se adorna, al igual que la
base, con una sucesión de volutas que proliferan como si fuesen formas
orgánicas.
En la costa, el estilo se difundió con cierta rapidez, sobre todo hacia el norte. Ya
en 1774, el retablo mayor de la iglesia de San Lorenzo de Trujillo se hacía eco del
gusto afrancesado, dándole una original interpretación provinciana. Ejemplos
relevantes de esta influencia se hallan, además, en Lambayeque, Ferreñafe, e
incluso en Piura.
3. PINTURAS Y RETABLOS
El gusto por el diseño rocaille se dejó sentir con menor intensidad en la región
andina. Un caso interesante de tales influencias se halla en el pintor cusqueño
Antonio Vilca o Huilca (en actividad entre 1778-1803), un continuador del estilo
iniciado por Marcos Zapata. Al igual que este, Vilca demuestra predilección por los
tipos humanos idealizados, así como por los colores rojo y azul. También suele
frecuentar la iconografía de exaltación mariana, aunque valiéndose de modelos
más avanzados. Así lo demuestran obras como las Letanías lauretanas en las
iglesias de zurite y Pujiura, inspirada en las estampas de los hermanos Klauber.
De este modo, Vilca introdujo el grabado dieciochesco germánico y la decoración
rococó en la región.
Hermanos Klauber.
Hermanos Klauber. Rosa
Santa Virgo Virginum,
Mystica, ca. 1740,
ca. 1740, Letanías
Letanías Lauretanas.
Lauretanas.
4. LA ILUSTRACION EN EL ARTE
En 1771 por ejemplo Amat mando a pintar a uno de los mejores artistas de Lima
un conjunto de lienzos sobre las mezclas raciales en el virreinato peruano que
serían enviadas al Gabinete de Historia Natural formado en Madrid por Carlos III.
Estos cuadros de mestizaje actualmente exhibidos en el Museo Antropológico de
Madrid representan con gran detalle una serie de grupos familiares en los que se
muestra la minuciosa tipología racial existente en el lenguaje de entonces
asociada a los estereotipos o prejuicios que se tejen entorno a cada una de esas
castas. Más que una descripción objetiva estas pinturas encierran un testimonio
sobre la ideología social de la época y el afán clasificador de la ilustración
interpretada con el lenguaje de la pintura culta de ese momento.
conceptual que separaba a los artistas provincianos de los limeños, así como a
estos de sus contemporáneos del viejo mundo.
NEOCLASICISMO Y ACADEMIA
Hubo algunos intentos aislados de formalizar las enseñanzas de las artes, dejando
atrás el tradicional sistema de los gremios y los talleres que había regido hasta
entonces. Así por ejemplo, el pintor sevillano José del Pozo llegado a Lima en
1790 junto con la expedición científica de Alejandro Malaspina fundo una
academia privada para la enseñanza de dibujo y pintura en 1791, que aparece
anunciada en las páginas del Mercurio Peruano. En realidad, del Pozo era un
cultor del barroco tardío andaluz que encontró una clientela pudiente entre los
miembros de la aristocracia limeña.
Aparte de los números retratos que realizo, se deben a del Pozo apoteosis de
Santa Rosa; en el altar mayor de Santa Rosa y los lienzos sobre la vida de San
Diego de Alcalá en la portería del convento del convento de San Francisco. El
ambiente dieciochesco de estas pinturas contrasta con la Inmaculada Concepción
que Pozo realizo por encargo del Tribunal del consulado (colección el INC) en el
que aparecen los retratos de antiguos priores a manera de donantes. Basado en
un modelo de Mateo Cerezo grabado por Carmona, el pintor evoca aquí el claro
oscuro de los grandes maestros españoles del siglo de oro después de la
independencia, del Pozo continuó activo al menos hasta 1826 y llego a retratar al
libertador Simón Bolívar.
Al parecer, la academia de del Pozo solo funciono durante breve tiempo. Si bien
respondía a una iniciativa privada, tampoco faltaron decisiones de gobierno en
este campo, como la creación de 1810 de una catedra de dibujo adscrita a la
escuela medicinal de San Fernando, dispuesta por el virrey Fernando de Abascal.
El titular elegido fue el quiteño Francisco Javier Cortés, miembro de una familia de
pintores que colaboraron con la expedición científica de José Celestino Mutis en la
nueva granada experiencia que sin duda fue tenida en cuenta para su
nombramiento.
Años más tarde este curso, serviría de punto de partida para la academia de
dibujo de lima que funcionaría como tal hasta la muerte de Cortés en 1841. En sus
aulas recibieron las primeras lecciones artísticas como, Ignacio Merino y Francisco
Lazo, cuya generación asumirá, a mediados del siglo XIX la ruptura definitiva, con
las persistencias tradicionales artísticos coloniales.
6. FUROR ANTIBARROCO
Los trabajos de Maestro en la Catedral fueron diversos y tuvieron lugar entre 1799
y 1805.De su intervención en el interior quedan en el interior mayor en forma de
templete y el clásico pulpito, cuyo correcto academicismo sirvió de modelo para
otros en Lima. En los años siguientes, el clérigo continúo en los principales
templos su obra de remoción de los viejos retablos barrocos para sustituirlos por
nuevas estructuras. Se le deben los altares mayores de la Merced San Pedro y
San Francisco todos los cuales repiten la misma composición básica; un solo gran
cuerpo sostenido por columnas corintias o compuestas, espacioso ático y
decoración de medallones y guirnaldas.
Por su parte José Voto es autor de San Bernardo labrado en 1807 para la iglesia
de la Merced que ha podido identificarse gracias a un papel colocado en el interior
de la imagen. Voto permanecería activo en su taller al menos hasta 1833, año en
que fue demandado por deudas, situación que demuestra la precaria situación de
los últimos imagineros coloniales.
José Mendoza,
Adoración de los reyes
magos, 1799, Catedral
de Lima. Por influencia
de las ideas neoclásicas
de Maestro, algunos
pintores limeños
intentaron conciliar en
sus obras tradiciones
precedentes con pureza
de línea y mayor
claridad en la
composición.
Seguidor de Matías
Maestro, tabernáculo de
la capilla Nuestra Señora
de la Antigua, plata
fundida y repujada,
1799, Catedral de Lima.
Las autoridades
universitarias
sanmarquinas se
propusieron “renovar” su
capilla catedralicia con
esta diseñada de
acuerdo al gusto
neoclásico acogido por
las esferas ilustradas de
la ciudad.
8. EL CASO DE AREQUIPA
LA RESPUESTA ANDINA
Como en el caso del rococó, las ciudades andinas fueron más bien refractarias
con respecto a las nuevas maneras En el Cuzco, unas de las pocas realizaciones
neoclásicas de importancia es el altar mayor de la Catedral, obra patrocinada por
el obispo Bartolomé María de las Heras en 1802. Se trata de un gran templete
clasicista íntegramente recubierto por planchas de plata de plata.
Arequipa, en cambio, fue bastante más receptiva a la nueva tendencia, y se
convertiría en un inesperado foco de clasicismo. A ellos contribuyeron el terremoto
de 1784 y la presencia de una élite criolla ilustrada que acogió de buen grado las
ideas artísticas preconizadas por el presbítero canario Antonio Pereira y Ruiz,
cercano seguidor de Maestro, quien trabajo en la ciudad del Misti entre 1811 y
1816. Pereira diseño piezas de mobiliario de platería para la Catedral, que luego
serían imitadas por artífices locales. Tanto en los retablos como en el trabajo de la
plata, los maestros arequipeños recrearon con gran destreza estos modelos
clasicistas Luis Linares, activo entre 1784 y 1814, es el platero más influyente del
momento, y sus obras incorporan elementos tradicionales dentro de los nuevos
planteamientos, como puede verse en el sagrario de Santa Catalina.
MURALISMO EN EL CUSCO
A inicios del siglo XIX, la figura del Tadeo Escalante encarna un activo
resurgimiento de la pintura mural en el Cusco y región, solo comparable con el
auge de este género en los primeros tiempos virreinales. Mientras la producción
de lienzos iba decayendo progresivamente, tanto en cantidad como en calidad,
Escalante consiguió reinterpretar con gran habilidad los estilos de pintores del
pasado reciente como Marcos Zapata, otorgándoles un sentido distinto.
Es todavía escasa la información biográfica sobre este maestro. Al parecer, había
iniciado su carrera como pintor en Huaro, decorando por completo el interior de la
iglesia lugareña. Sus muros despliegan un extenso programa iconográfico que
incluye series de doctores de la Iglesia, papas, santos, etcétera. Pero los más
interesante se encuentra en la zona del sotacoro, donde Escalante representó las
postrimerías del hombre, un conjunto de composiciones alegóricas sobre la
muerte en casa del rico y la muerte en casa del pobre, además del gran Juicio
Final, dividido en la gloria, purgatorio e infierno. Este último congrega una multitud
de figuras desnudas protagonizando escenas de castigos y torturas a amaos de
monstruosos demonios. Cubriendo el techo, se aprecia una sucesión de animales
emblemáticos representado con manifiesta ingenuidad, que simbolizan virtudes o
elementos del universo.
A partir de las obras firmadas por Escalante, algunos investigadores le atribuyen
los murales de la sala capitular en el monasterio de Santa Catalina (Cusco). Esta
obra data de fines del XVIII, y por tanto seria anterior a la decoración mural de
Huaro.
Existe un marcado contraste entre los santos ermitaños y las escenas galantes,
rodeadas por diseños rococó, sobre fondos blancos.
Con seguridad son de mano de Escalante los murales de los molinos de Acomayo,
pueblo de donde al parecer era oriundo, además de los que decoran la iglesia
parroquial de Belén. Los temas desarrollados en Acomayo la creación, la pobreza
y los incas revelan una mentalidad más laica y distanciada de las tradiciones
religiosas. Todas estas obras podrían fecharse ya alrededor de 1830, con lo que
Escalante traza una fecunda línea de continuidad entre la pintura colonial y los
maestros populares andinos de la primera República.
CONCLUSIÓN
Los nuevos estilos arquitectónicos del exterior fueron cada vez de mayor influencia
en nuestra capital. Primero fue el rococó, estilo bastante moderado, destaca por
su ligereza, intimismo, alegría y sus formas, en contraposición del Barroco que se
distinguía por la profusión decorativa.
BIBLIOGRAFÍA
ROJAS, Juan Pablo. 2015. La imagen del Virreinato del Perú a través de la
pintura. Universidad de Salamanca.
GALERÍA