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UNIVERSIDAD CATÓLICA LUMEN GENTIUM

MAESTRÍA EN FILOSOFÍA

FILOSOFÍA Y RELIGION EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO – Mtro. Amedeo Orlandini.

Presenta: José Manuel Arias Córdova

Tlalpan, D.F., 29 de noviembre de 2017

«LA PERSISTENCIA DEL FENÓMENO RELIGIOSO DESDE LA PERSPECTIVA DE

ADRIANO ALESSI»

A pesar de la perspectiva humana del hombre de ver el fenómeno religioso, en donde


hay motivos desde los que se niega la existencia del fenómeno, hay una persistencia de querer
encontrarse con ello.

La nueva marea de la modernidad apunta hacia una nueva religiosidad que parte del
indiferentismo propuesto tal vez a partir del ateísmo de Feuerbach y Nietzsche, y más
adelante consolidado con el positivismo del siglo XX.

Al parecer la humanidad se encuentra en un nuevo despertar religioso, sin embargo esta


nueva visión de religiosidad no parte desde una perspectiva de dioses o deidades, hay una
parte que ha ido desapareciendo en las nuevas religiones.

El mundo religioso de hoy está recorrido por mensajes nuevos y viejos:


ángeles viejos se encuentran con ángeles nuevos en un intento de provocar
que la cultura proporcione una respuesta religiosa. Los ángeles de escayola
son los mensajes que ya no tienen pegada: también hay algo que muere en
las religiones. Hay símbolos que ya no parecen responder a las exigencias e
instancias de un mundo en continuo movimiento.1

1
J.C. Gil y J.A. Nistal, «New age». Una religiosidad desconcertante. Barcelona. 1994. 32-33.
El regreso del hombre hacia lo sagrado parte de la necesidad y las aspiraciones del
hombre hacia un más allá de la ciencia y el desarrollo económico, es decir, la ciencia y la
economía no responde a las cuestiones más primarias del deseo de conocer la verdad.

Nunca el hombre se encuentra completamente en paz, se debate entre la desesperación


y la náusea, entre la rebelión y el sometimiento, entre tentaciones de dominio prometeico y
el oscurecimiento de los valores. Experimenta una profunda ansia de trascendencia, una
necesidad no alcanzada de posterioridad, que le deja enteramente insatisfecho.

Inquietum est cor nostrum, esta es la condición que marca a fuego la existencia del
hombre, un modo de concebir que irrumpe con fuerza, especialmente en ciertas situaciones,
pero que se encuentra siempre latente en todos.

Hay quien, concreto y realista, formula a la baja los proyectos y esperanzas sobre el
futuro. La pregunta sobre la necesidad de abrirse a instancias de orden trascendente, la
necesidad de recurrir a fueras más altas, que, precisamente por localizarse más allá de la
esfera humana, garantizan la realización de proyectos del hombre.

Actualmente, el contraste parece atenuarse, ya que, junto a la actitud apasionada de


quienes apoyan o, en el punto contrario, denuncian los errores de la fe en Dios, se va
imponiendo la indiferencia creciente de los apáticos, los abúlicos, de quienes consideran que
las creencias religiosas son una dimensión insignificante a nivel teórico y sin influencia en el
nivel práctico.

Algunas oposiciones al fenómeno religioso.

La primera oposición se establece entre el alcance de la religión como liberación y su


significado esclavizante en relación con la existencia humana en su conjunto. El hombre se
presenta como una realidad radicalmente frágil, parece anhelar horizontes de salvación que,
por ser de orden trascendente, postulan un salvador divino, un amigo que le comprenda y
socorra, un Dios que le perdone y le ayude a alcanzar estas metas que solo no puede alcanzar.

No se puede negar que la razón vive motivada por un ansia incurable de comprender.
La fe es esa nueva forma de conocimiento, misteriosa y real, que abre nuevos horizontes a la
inteligencia, empujando su mirada más allá de las fronteras que se le asignan naturalmente.
La razón debe renunciar a lo que es más propio y dar un salto en el vacío, debe fiarse de
alguien sin poder establecer si lo que se le impone tiene un fundamento objetivo.

Hoy se comprende sobre el esquema de una weltanschauung cada vez más laica una
concepción en la que la referencia a Dios es progresivamente callada, cuando no
explícitamente negada. Según P. M. Buren el hombre moderno es irreparablemente secular
en sus actitudes y en su pensamiento. Vive en un mundo de inmanencia radical, un mundo
en el que los valores humanísticos más elevados, todas las verdades y significados, son
esencialmente empíricos.

El fenómeno del ateísmo constituye una de las dimensiones más significativas del
vivir contemporáneo y ha pasado de ser un fenómeno elitista a un movimiento que
comprende pueblos enteros, clases sociales y generaciones, con una notable influencia a
todos los niveles de la vida en sociedad.

El cristianismo, entendido como la religión por excelencia, se entiende como el


núcleo central de la resistencia, la encarnación residual de las fuerzas que luchan por la
supervivencia de lo que se plantea como antítesis de todo progreso y moralidad racional.

La perspectiva agnósticas es ni se, ni sabré. Para el agnosticismo, el hombre no está


en condiciones, ni nunca lo estará, de demostrar de un modo universalmente convincente que
Dios existe.

No obstante, no niega la autenticidad del problema, difiriendo en esto del ateísmo


semántico, que considera como carentes de significado los intentos de elaboración racional
sobre la cuestión teológica. Los fundamentos de la cultura moderna no son ni no-cristianos
ni anticristianos, son post-cristianos. Derivan del cristianismo pero, en ellos, el cristianismo
no sufre una muerte cruel sino una dulce eutanasia.

El hombre que no vive sumergido en un puro Vorhandensein, experimenta un ansia


profunda de trascendencia, intuye que el puro dato de hecho, aunque vaya acompañado del
aplauso general, ni es ni puede ser suficiente para apagar su sed de verdad.

Comprende que la existencia humana no se puede conducir siguiendo los parámetros


de una praxis que solo busca la eficiencia, sino que exige un camino serio de búsqueda de la
verdad.
La búsqueda de la verdad no está marcada por la mirada del espectador desinteresado.
El desinterés, al menos en su acepción de indiferencia, constituye una actitud extraña para
quien se encuentra movido por la pasión por la verdad, porque, o no se busca realmente la
verdad o, si se es consciente de aquello hacia lo que se va, no es posible quedarse indiferente
ante la majestad y la belleza de la meta a la que se aspira.

La verdad alcanzada no sacia sólo al apetito de la razón, sino que también apela de
modo esencial, aunque indirecto, a todas las potencialidades del hombre. Dentro de esa
totalidad es posible distinguir una doble polaridad emergente. A un lado se encuentra el
hombre en la integridad de su ser, de su realidad corpórea dotada de interioridad. En el otro
lado, a través de una oposición que no hay que exagerar, se sitúa el conjunto poliédrico de
las realidades cósmicas.

Conocer la realidad significa, de hecho, atrapar su esencia más profunda, significa


llegar a las causas que lo hacen inteligible.

La ciencia cognitio rerum per causas conocimiento de las cosas por sus causas,
conocimiento fundamentado y riguroso que, sin embargo, puede tener diferentes grados de
comprensión.

La filosofía scientia rerum per causas ultimas ciencia de las cosas en sus últimas
causas, el intento fáctico de adentrarse con humildad, y a la vez con decisión, en las
capacidades de captación humanas hasta el corazón mismo de la realidad.

La religión se puede definir inicialmente como conjunto de actitudes existenciales


que el hombre experimenta ante una o más divinidades que percibe como realidades
eminentemente sagradas.

Religioso es todo lo que hace referencia al orden de lo sagrado, de lo eminente, de lo


que se sitúa más allá, de lo que constituye el último más allá de las aspiraciones mismas del
corazón del hombre.

La filosofía de la religión no es filosofía religiosa. La primera modalidad la constituye


la disolución de la filosofía dentro de la instancia religiosa. Filosofía y religión concurren
para dar vida a una filosofía religiosa, es decir, una forma de sabiduría universal en la que el
adjetivo religioso informa completamente al sustantivo filosófico.
La filosofía de la religión no es la religión filosófica. Desde el punto de vista teórico,
esta concepción se puede definir como el intento, más o menos explícito y consciente, de
negar la existencia autónoma del dato religioso. Desde esta perspectiva, la religión se
entiende como producto derivado, manifestación subalterna de la ciencia filosófica.

El hecho religioso como dato histórico cultural. Filosofía de la religión tiene como
campo de investigación el hecho religioso entendido como dato histórico cultural. La
filosofía de la religión no se identifica ni con la elaboración racional filosófica ni con la
propiamente teológica sobre dios, sino que su atención se dirige al hombre religioso, al
creyente en cuanto sujeto de específicas experiencias.

La modernidad ha cambiado la forma de vida del hombre, incluso su forma de


religiosidad, sin embargo, esta, como se llega a creer erróneamente no está extinta, sino que
ha ido evolucionando de igual forma que su forma de pensar.

La religión, marcada por la cultura, se encuentra en declive debido a que se vuelve


obsoleta en cuanto no responde a las necesidades de la cultura en la que se encuentra, es por
esto que la religión tiene necesidad de adaptarse a la nueva cultura contemporánea en la que
se encuentra.

El interés sigue vigente porque el hombre secularizado deriva históricamente del


hombre religioso, de quien hereda preocupaciones e instancias múltiples, o porque continúa
llevando inscritos existencialmente, en el fondo de su ser, interrogantes y anhelos que le
sitúan, al menos en momentos determinados, ante el significado radical de la dimensión
religiosa.

La prevalencia entonces, del fenómeno religioso, sigue inscrita en el hombre de


diversa forma, ya que esta secularización tiene hacia el rechazo de una divinidad pero
ambiguamente a la exaltación de algún objeto de exaltación.

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