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UNIVERSIDAD DE MANIZALES
AGOSTO DE 2015
XIII COHORTE
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Teniendo en cuenta que la privatización del servicio público del agua, impera en el
mundo, como resultado de la búsqueda de mayor eficiencia y de sopesar la situación
macroeconómica y de crisis en las entidades del estado, para la problemática de la
escasez del recurso, el gobierno debe hacer frente al reto social y económico del
acceso al agua y al saneamiento, con estrategias y políticas hídricas, que igualmente
regulen a las empresas prestadoras del servicio, pero que se adapten a la capacidad
financiera de los usuarios en cuanto al manejo de tarifas, permitiendo de manera
conjunta entre los componentes técnicos, de gestión y ambientales, sostenibilidad de
los sistemas de acueducto y alcantarillado, incluyendo el saneamiento (Hernández &
Borrego, 2008).
“El agua es uno de los recursos naturales renovables más importantes que se
vincula directamente con la calidad de vida de la población y es determinante para el
funcionamiento del sistema económico” en cualquier país o región (Morales &
Rodríguez, 2007, pág. 5).
Según Morales & Rodríguez (2007) en todas las actividades del hombre, sean
sociales, económicas, ambientales, entre otras, el agua es un recurso vital; de igual
manera, la viabilidad de cualquier grupo de personas que habitan un territorio
dependerá del abastecimiento de agua para consumo, a largo plazo. Por lo tanto, el
agua se ha considerado un derecho que va desde la distribución del recurso hasta el
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Sin embargo, en el agua como recurso, también repercute uno de los problemas
ambientales de mayor trascendencia “no sólo por las fuertes desigualdades que
impone su distribución geográfica, tanto en el tiempo como en el espacio, sino, sobre
todo por las decisiones políticas y económicas que determinan la relación con este vital
recurso” (Peña, 2007, pág. 125). Esta problemática, que en muchas regiones se ha ido
agravando con el paso del tiempo, obliga a la adopción de políticas hídricas enfocadas
en la demanda del recurso, entre las cuales está la implementación de campañas y
prácticas para el uso eficiente del agua por parte de los usuarios domésticos,
agroindustriales y comerciales, además del manejo de nuevas tecnologías en equipos
ahorradores de agua y sistemas de descontaminación del líquido, más eficientes.
Morales & Rodríguez (2007) agrupan todas las dimensiones de análisis sobre la
problemática del agua en las condiciones físicas del suministro de agua a un territorio,
las condiciones que determinan y garantizan el acceso al agua para una sociedad y el
aprovechamiento del recurso. Dado lo anterior, es claro que para resolver la crisis se
deben solucionar primero todos los frentes involucrados, incluyendo el “componente
social en la búsqueda de soluciones a un problema que compete a toda la población”.
(Delgadillo, 1993, pág. 19)
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Pero en este sentido, resulta importante recalcar que si bien es cierto el gobierno es
quien debe garantizar el suministro de agua potable y saneamiento básico a la
población, partiendo del derecho al agua, es el capital privado quien obtiene las
ganancias por la prestación del servicio y por partida doble, ya que de un lado los
usuarios pagan las tarifas, que aunque reguladas, son incrementadas por temas de
reposición y mantenimiento y por el otro lado, el Estado y los estratos altos subsidian a
los usuarios de escasos recursos, quienes no pueden pagar las tarifas; es decir, el
Estado debe velar también porque no solo se implementen políticas hídricas que
conlleven a un adecuado manejo del recurso, sino que debe trabajar como veedor en el
manejo adecuado de las empresas de servicios públicos, en el sentido del adecuado
mantenimiento de la infraestructura, obviamente en pro tanto del bienestar de la
población como del cuidado del medio ambiente y del recurso.
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y aseo, sin embargo persiste la baja cobertura en estos servicios principalmente en las
zonas rurales, donde se sigue dando prioridad a los sistemas agrícolas que a los de
consumo humano.
Por su parte, Ait Kadi (citado por GWP, 2013) afirma que “se precisan modelos
económicos innovadores junto a la necesidad esencial de ‘ecologizar’ a la economía
mundial para así proveer sostenibilidad económica y de los recursos naturales a largo
plazo” (Ait Kadi, 2011), además de requerir una perspectiva global y la inclusión de los
usuarios en diferentes niveles (Lenton & Muller, 2009), dado que el agua hace parte de
todos los aspectos en la gestión de recursos naturales como la energía y las
actividades productivas y es preciso que se considere su valor social, ambiental y
económico y que desde las políticas hídricas, el gobierno actúe frente al desgaste y
desaparición de los acuíferos y de muchos ecosistemas completos a raíz de prácticas
para nada ecológicas; esta política hídrica debe también atender el nivel de demanda
del agua, de tal manera que se reconsidere los hábitos de su uso (Morales &
Rodríguez, 2007).
Como lo afirma Veraza (2007) “el agua no es ni puede ser mercancía”, en otras
palabras, se debe dejar de pensar en el agua como un recurso que solo se produce y
se comercializa, ya que este manejo aunque se traduce en “un acto político que busca
someter al despojado mediante procedimientos que aparentan equidad económica
mercantil, siendo esta la solución más eficaz para garantizar el servicio hídrico y para
promover la libertad y el progreso de toda la gente” (Veraza, 2007). Pero en verdad el
hecho de que una tarifa haga parecer al agua como mercancía, le quita su peso
intrínseco y verdadero, ya que lo que se paga es desinfectarla, almacenarla, canalizarla
y transportarla; estos procesos añaden valor al agua, debido al esfuerzo humano que
requiere, mientras que el agua misma existe por naturaleza y es ahí donde se genera
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su gran y real importancia, para el cual no hay tarifa que pueda sopesar ni restituir en
tal caso de que este recurso se agote. (Veraza, 2007).
Las políticas hídricas actuales no tienen en cuenta estrategias como el reuso del
agua o la implementación de nuevas tecnologías, aunque se han creado medidas
sancionatorias para quienes malgasten el recurso hídrico, su aplicación es incipiente y
continúa para todos los entes territoriales tanto locales como departamentales, la
búsqueda de aumentar la oferta en proporción al crecimiento de los centros poblados.
La nueva economía del agua debe aunar los ecosistemas, el territorio y el mercado,
además de vincular a las instituciones, la comunidad y la democracia participativa,
como lo manifiesta Aguilera (2008). Se ha hecho un gran esfuerzo por facilitarle a la
población el acceso al agua potable y al saneamiento básico, cada mandatario en sus
planes de desarrollo, plantea estrategias encaminadas a ese fin; en Colombia el mayor
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reto se centra en las zonas rurales las cuales en general se ubican en los grupos de
bajos ingresos; estas zonas aunque cuentan en su mayoría con sistemas de acueducto
construidos principalmente para uso agrícola, carecen de suministro de agua para
consumo humano. Pero es claro que a pesar del incremento de cobertura en suministro
de agua potable, la gran excepción es en el tratamiento de aguas residuales
(Jouravlev, 2004).
Bibliografía