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La problemática hídrica desde un contexto económico, político y social

ANYELA PATRICIA QUINTERO ZULUAGA

CONTEXTO SOCIO ECONÓMICO Y POLÍTICO

PROFESOR: CARLOS HUMBERTO GONZÁLEZ ESCOBAR

UNIVERSIDAD DE MANIZALES
AGOSTO DE 2015
XIII COHORTE
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La problemática hídrica desde un contexto económico, político y social

El agua como activo social escaso, se asocia a la disponibilidad de recursos fiscales


requeridos para el sostenimiento de la infraestructura necesaria, que garantice la
cobertura a una sociedad con un crecimiento desbordado y un mínimo de conciencia
sobre el agotamiento de tan vital recurso. “Pero la escasez también está determinada
por el patrón de aprovechamiento de los recursos entre los usuarios con acceso a la
red, tanto para el consumo doméstico como para el de producción” (Morales &
Rodríguez, 2007, pág. 189).

Teniendo en cuenta que la privatización del servicio público del agua, impera en el
mundo, como resultado de la búsqueda de mayor eficiencia y de sopesar la situación
macroeconómica y de crisis en las entidades del estado, para la problemática de la
escasez del recurso, el gobierno debe hacer frente al reto social y económico del
acceso al agua y al saneamiento, con estrategias y políticas hídricas, que igualmente
regulen a las empresas prestadoras del servicio, pero que se adapten a la capacidad
financiera de los usuarios en cuanto al manejo de tarifas, permitiendo de manera
conjunta entre los componentes técnicos, de gestión y ambientales, sostenibilidad de
los sistemas de acueducto y alcantarillado, incluyendo el saneamiento (Hernández &
Borrego, 2008).

“El agua es uno de los recursos naturales renovables más importantes que se
vincula directamente con la calidad de vida de la población y es determinante para el
funcionamiento del sistema económico” en cualquier país o región (Morales &
Rodríguez, 2007, pág. 5).

Según Morales & Rodríguez (2007) en todas las actividades del hombre, sean
sociales, económicas, ambientales, entre otras, el agua es un recurso vital; de igual
manera, la viabilidad de cualquier grupo de personas que habitan un territorio
dependerá del abastecimiento de agua para consumo, a largo plazo. Por lo tanto, el
agua se ha considerado un derecho que va desde la distribución del recurso hasta el
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financiamiento de las inversiones para suministrar agua de consumo humano a la


población, y es deber igualmente del ser humano devolverla en iguales condiciones a
las que tenía una vez captada, es decir, brindarle el tratamiento adecuado, luego de los
usos que se le haya dado.

En la declaración de Estocolmo (2011) se describe el agua como “el torrente


sanguíneo de la economía verde”, definida esta última (economía verde) como las
actividades, acciones y prácticas que producen mayor bienestar para el ser humano,
procurando reducir riesgos ambientales y pérdida de biodiversidad en un ámbito de
equidad social (Global Water Partnership, 2013).

Sin embargo, en el agua como recurso, también repercute uno de los problemas
ambientales de mayor trascendencia “no sólo por las fuertes desigualdades que
impone su distribución geográfica, tanto en el tiempo como en el espacio, sino, sobre
todo por las decisiones políticas y económicas que determinan la relación con este vital
recurso” (Peña, 2007, pág. 125). Esta problemática, que en muchas regiones se ha ido
agravando con el paso del tiempo, obliga a la adopción de políticas hídricas enfocadas
en la demanda del recurso, entre las cuales está la implementación de campañas y
prácticas para el uso eficiente del agua por parte de los usuarios domésticos,
agroindustriales y comerciales, además del manejo de nuevas tecnologías en equipos
ahorradores de agua y sistemas de descontaminación del líquido, más eficientes.

Morales & Rodríguez (2007) agrupan todas las dimensiones de análisis sobre la
problemática del agua en las condiciones físicas del suministro de agua a un territorio,
las condiciones que determinan y garantizan el acceso al agua para una sociedad y el
aprovechamiento del recurso. Dado lo anterior, es claro que para resolver la crisis se
deben solucionar primero todos los frentes involucrados, incluyendo el “componente
social en la búsqueda de soluciones a un problema que compete a toda la población”.
(Delgadillo, 1993, pág. 19)
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Teniendo en cuenta la globalidad de la problemática hídrica, la cual debe ser


resuelta desde una perspectiva local, es preciso que los gobiernos y los grupos de
poder convoquen a las organizaciones comunitarias para vincularlos en las soluciones
reales de fondo. Por suerte, cada vez se incrementa la conciencia por el cuidado del
agua y el tema está presente en diversos foros y cumbres mundiales, además de
movimientos que buscan proteger y conservar las fuentes de agua (Connant, 2007).

Desde el punto de vista del agua como servicio público, y en la actualidad, de


carácter privado, cualquier estrategia debe involucrar a todos los usuarios, mucho más
cuando se habla de subsidios y tarifas que apalancan usos agrícolas o que financian la
ampliación de coberturas, siendo en la mayoría de los casos, insuficientes (Jouravlev,
2004). No obstante la escasez de agua es el resultado del crecimiento económico y
demográfico, que conllevan al aumento de la demanda y que está determinado por las
políticas públicas y privadas de sobre-explotación del recurso, ligados a infraestructura
ineficiente y problemas en el mantenimiento de los sistemas (Morales & Rodríguez,
2007).

Pero en este sentido, resulta importante recalcar que si bien es cierto el gobierno es
quien debe garantizar el suministro de agua potable y saneamiento básico a la
población, partiendo del derecho al agua, es el capital privado quien obtiene las
ganancias por la prestación del servicio y por partida doble, ya que de un lado los
usuarios pagan las tarifas, que aunque reguladas, son incrementadas por temas de
reposición y mantenimiento y por el otro lado, el Estado y los estratos altos subsidian a
los usuarios de escasos recursos, quienes no pueden pagar las tarifas; es decir, el
Estado debe velar también porque no solo se implementen políticas hídricas que
conlleven a un adecuado manejo del recurso, sino que debe trabajar como veedor en el
manejo adecuado de las empresas de servicios públicos, en el sentido del adecuado
mantenimiento de la infraestructura, obviamente en pro tanto del bienestar de la
población como del cuidado del medio ambiente y del recurso.
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El séptimo objetivo del milenio, corresponde a Garantizar la sostenibilidad Ambiental,


en: Medio Ambiente, Saneamiento Básico y Vivienda. En Saneamiento Básico, el
gobierno colombiano viene implementando estrategias que conlleven a cumplirlo,
focalizando sus esfuerzos en los municipios con dificultades en el suministro de agua
potable y para los cuales no ha sido posible sostener sistemas eficientes de gestión y
bajo componentes financieros, institucionales y de fortalecimiento empresarial. En
cuanto al componente financiero se aprecia aun en muchas comunidades que las
tarifas no alcanzan a cubrir los costos de administración, operación y mantenimiento; lo
que ha buscado la estrategia es promover la vigilancia y la aplicación eficiente de las
metodologías tarifarias, aunque éstas están más concebidas para cálculos en zonas
urbanas que rurales; otro de los efectos de la estrategia es el uso eficiente de los
recursos del Sistema General de Participaciones en Agua Potable y Saneamiento
Básico, además del sistema de subsidios y mecanismos de vinculación de
inversionistas privados.

El componente institucional, de la estrategia nacional para lograr el séptimo objetivo


del milenio en lo referente a saneamiento básico, se enmarca en fortalecer inicialmente
las instituciones gubernamentales encargadas y el establecimiento de mecanismos
para recolección y manejo eficiente de la información del sector. El último componente
relacionado con el fortalecimiento empresarial, busca involucrar a la comunidad en la
prestación de los servicios, asegurando la eficiencia y sostenibilidad financiera de las
inversiones realizadas en el sector y el establecimiento de economías de escala que
reduzcan los costos en los procesos, adicionalmente se proyecta la implementación de
campañas educativas y cultura del agua (Departamento Nacional de Planeación, 2005).

La meta nacional que apunta a que en 2015 se haya avanzado en el cumplimiento


de los Objetivos del Milenio en este caso al séptimo y al tema de Saneamiento Básico,
está dirigida a temas de infraestructura en acueducto y alcantarillado en zonas urbanas
y rurales. El gobierno ha trabajado arduamente para el cumplimiento de esta meta,
para lo cual implementó la política de los Planes Departamentales de Agua y
Saneamiento para el Manejo Empresarial de los servicios de acueducto, alcantarillado
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y aseo, sin embargo persiste la baja cobertura en estos servicios principalmente en las
zonas rurales, donde se sigue dando prioridad a los sistemas agrícolas que a los de
consumo humano.

“Asimismo, el uso de políticas e instrumentos de expansión de la oferta de agua, a


través del desarrollo de nuevas fuentes de abastecimiento… va en sentido contrario
a…incentivar el uso eficiente del agua ya disponible” (Rivero & García, 2011, pág. 6).

Por su parte, Ait Kadi (citado por GWP, 2013) afirma que “se precisan modelos
económicos innovadores junto a la necesidad esencial de ‘ecologizar’ a la economía
mundial para así proveer sostenibilidad económica y de los recursos naturales a largo
plazo” (Ait Kadi, 2011), además de requerir una perspectiva global y la inclusión de los
usuarios en diferentes niveles (Lenton & Muller, 2009), dado que el agua hace parte de
todos los aspectos en la gestión de recursos naturales como la energía y las
actividades productivas y es preciso que se considere su valor social, ambiental y
económico y que desde las políticas hídricas, el gobierno actúe frente al desgaste y
desaparición de los acuíferos y de muchos ecosistemas completos a raíz de prácticas
para nada ecológicas; esta política hídrica debe también atender el nivel de demanda
del agua, de tal manera que se reconsidere los hábitos de su uso (Morales &
Rodríguez, 2007).

Como lo afirma Veraza (2007) “el agua no es ni puede ser mercancía”, en otras
palabras, se debe dejar de pensar en el agua como un recurso que solo se produce y
se comercializa, ya que este manejo aunque se traduce en “un acto político que busca
someter al despojado mediante procedimientos que aparentan equidad económica
mercantil, siendo esta la solución más eficaz para garantizar el servicio hídrico y para
promover la libertad y el progreso de toda la gente” (Veraza, 2007). Pero en verdad el
hecho de que una tarifa haga parecer al agua como mercancía, le quita su peso
intrínseco y verdadero, ya que lo que se paga es desinfectarla, almacenarla, canalizarla
y transportarla; estos procesos añaden valor al agua, debido al esfuerzo humano que
requiere, mientras que el agua misma existe por naturaleza y es ahí donde se genera
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su gran y real importancia, para el cual no hay tarifa que pueda sopesar ni restituir en
tal caso de que este recurso se agote. (Veraza, 2007).

Las políticas hídricas actuales no tienen en cuenta estrategias como el reuso del
agua o la implementación de nuevas tecnologías, aunque se han creado medidas
sancionatorias para quienes malgasten el recurso hídrico, su aplicación es incipiente y
continúa para todos los entes territoriales tanto locales como departamentales, la
búsqueda de aumentar la oferta en proporción al crecimiento de los centros poblados.

Esta medida sancionatoria, que se ve reflejada en el cobro de la tarifa de cada metro


cúbico de más que el usuario consuma, no refleja el conocimiento que tienen los
usuarios en torno a la gravedad del problema de escasez del agua y a pesar de las
campañas educativas sigue faltando ajustar la demanda del abastecimiento que
produce la cuenca como tal.

Por otro lado, el problema del agua se ha enfocado principalmente al


abastecimiento, dejando a un lado los conflictos presentados ante el saneamiento del
agua una vez consumida por los usuarios; existe una estrecha relación entre el
abastecimiento y el saneamiento, cada una es pieza clave para conformar un todo y el
gobierno ha sido demasiado laxo en cuanto al tema del saneamiento, sin considerar
que los drenajes pueden servir de abastecimiento para otras comunidades, “…
mientras el agua tenga una calidad determinada puede seguir siendo un recurso y
cumplir esas funciones ... y es deber devolverla o retornarla en las condiciones
necesarias para evitar el deterioro del río, del acuífero o del mar, es decir para
mantener el buen estado ecológico…” (López, 2008, pág. 108).

La nueva economía del agua debe aunar los ecosistemas, el territorio y el mercado,
además de vincular a las instituciones, la comunidad y la democracia participativa,
como lo manifiesta Aguilera (2008). Se ha hecho un gran esfuerzo por facilitarle a la
población el acceso al agua potable y al saneamiento básico, cada mandatario en sus
planes de desarrollo, plantea estrategias encaminadas a ese fin; en Colombia el mayor
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reto se centra en las zonas rurales las cuales en general se ubican en los grupos de
bajos ingresos; estas zonas aunque cuentan en su mayoría con sistemas de acueducto
construidos principalmente para uso agrícola, carecen de suministro de agua para
consumo humano. Pero es claro que a pesar del incremento de cobertura en suministro
de agua potable, la gran excepción es en el tratamiento de aguas residuales
(Jouravlev, 2004).

Desde otro punto de vista, se evidencia un avance normativo importante, en especial


en los ajustes tarifarios y en sistemas de subsidios; pero ha sido incipiente para los
marcos regulatorios de operación de las empresas prestadoras, sumado a la
inestabilidad macroeconómica y un déficit estructural de las finanzas públicas, estas
reformas no han tenido los resultados proyectados (Jouravlev, 2004). Las tarifas de
suministro de agua, deben traducirle al usuario que debe pagarla, sobre la dificultad de
producir el agua y la importancia de su escasez, además de las implicaciones
ecológicas y ambientales ante el desmedido uso del recurso, convirtiendo al agua en
un bien social y agotable. “Además de las campañas de concientización y de los
esquemas de subsidios…, determinar un precio para el agua es una política importante
por el lado de la demanda” (Morales & Rodríguez, 2007, pág. 109).

Maurice Strong, filántropo global, advierte que a los procesos de consumo y


producción practicados en las ciudades no les preocupa la sustentabilidad ni como una
práctica humana cotidiana, ni como una cultura a seguir, sin darse cuenta de que la
tierra empezará a flaquear hasta llegar a una revolución ecológica (Meadows,
Meadows, & Randers, 1992) en forma de escasez de agua y transmutación de
ecosistemas y del planeta en su conjunto (Morales & Rodríguez, 2007).

Finalmente, las políticas de territorio seguirán mostrando que entre la practicidad


política y el idealismo de la sociedad hay una gran distancia, bajo la cual una
ciudadanía responsable con su entorno no tiene cabida ni es aceptable para el ámbito
territorial. Mientras el movimiento social a favor del agua sea débil, persistirá la crisis
del recurso.
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La solución es política y desde esta perspectiva, se enfoca en tomar conciencia para


darle pie a la acciones reales de los movimientos sociales e involucrar a una sociedad
más activa en el cuidado y uso adecuado del recurso y en políticas económicas que
realmente esté ligadas a una solución de raíz (Morales & Rodríguez, 2007) y no se
basa en el hecho de atacar al capitalismo, sino en formar un capital social nacional,
consciente de los abusos hídricos que se están manifestando.
“…un mundo con seguridad hídrica es vital para construir un mejor futuro: un futuro
en el cual exista suficiente agua para el desarrollo económico y social y para los
ecosistemas”. (Global Water Partnership, 2013).

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