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Prólogo
Camilo Fernández Cozman
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Academia Peruana de la Lengua
BENÍTEZ, Luis, [Buenos Aires, Argentina - 1956]
Mitologias/ la Balada De La Mujer Perdida
Poesía Argentina Actual
Colección de Poesía Latinoamericana Contemporánea La Lira de Orfeo
Director de Colección: Luis Alberto Vittor
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
Director:
Luis Alberto Vittor
Títulos Publicados:
3. Luis Benítez
Mitologias / La Balada De La Mujer Perdida
Próximos Títulos:
4. Daniel Chirom
Candelabros
5. Luis Thonis
No Vienen Avispas
Luis Benítez:
Mitologías/
La balada de la mujer perdida (1983)
y la poética de la interculturalidad(*)
Camilo Fernández Cozman
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Academia Peruana de la Lengua
(*)
Nota del Editor: El texto que publicamos a modo de Prólogo es el primer capítulo del
libro de Camilo Fernández Cozman, La poesía es como el aroma. Poética de Luis
Benítez. Agradecemos al autor la gentileza de cedernos el texto para la presente edición
digital del segundo poemario de Luis Benítez.
Mitologías/la balada de la mujer perdida tiene poemas como "Sobre
Tenochtitlán antiguos dioses toltecas del viento, la lluvia y la muerte,
esperan la llegada de Hernán Cortés, abogado de Cáceres", "A una momia
indígena" y "Un general de Atahualpa" que revelan el funcionamiento de
un referente indígena prehispánico. Toda comprensión hermenéutica, al
decir de Hans-Hans-Georg Gadamer en Verdad y método, tiene una base
histórica. Por lo tanto, resulta imprescindible trazar los ribetes de una
tradición poética que en Hispanoamérica ha intentado reconstruir
-creativamente, claro está- la tradición indígena prehispánica para poder
dialogar con ella y recalcar sus aportes desde un presente en el cual se
sitúa el yo poético. Tomaremos como punto de partida la lírica de la
Emancipación en lengua castellana y avanzaremos hasta llegar a la poesía
vanguardista. No abordaremos ni la épica ni el cuento ni la novela porque
esos géneros tienen una dinámica obviamente disímil.
Octavio Paz, como Vallejo y Neruda, también opta por una poesía
intercultural. Por ejemplo, "Piedra de sol" es un poema antropológico
porque manifiesta algunas características fundamentales. Primero, el
título hace referencia al ciclo venusino y al calendario de los antiguos
mexicanos, como veremos más adelante. Segundo, el final del poema
indica la trayectoria circular del mismo. El texto termina con los versos
que aparecen al inicio. En ese sentido, muestra la concepción circular del
tiempo que, en este caso, alude a las civilizaciones prehispánicas.
II
El que habla en un poema es, sin duda, el locutor. Hay dos tipos: el locutor
personaje y el no-personaje. El primero, también llamado yo poético, se
manifiesta cuando el autor emplea la primera persona gramatical (el "yo"
o el "nosotros") y allí predomina la focalización interna, pues el hablante
forma parte del mundo representado. El segundo emerge cuando se utiliza
la tercera persona en singular o plural ("él", "ella", "ellos", entre otras
posibilidades); en este caso, prepondera la focalización externa porque el
hablante parece que observara la escena desde fuera, en vista de que
está fuera del mundo representado.
Uno de los temas esenciales del poema es la violencia cultural, vale decir,
aquella que implica la imposición de un sistema de pensamiento (el
occidental) por encima del otro (el indígena). Se cuenta la inminencia de
dicho acto violento: los arcabuceros de Hernán Cortés impondrán su
religión e ideología por encima de la decisión de los dioses toltecas.
NOTAS:
Mientras ellos flotan como vagas sombras sobre la cúspide del templo, la
pirámide, y se incendian los arrabales construidos por sus manos
cuando el mundo estrenaba el alba, en el llano ruedan las cabezas
y las lanzas perforan pechos como lluvia de raros minerales:
En la noche el lujo de la muerte es llegar
en una hiriente esmeralda al corazón del hombre.
La alegría de morir a filo de amatista.
En la amplia selva el jaguar acecha a los caídos
(otro jaguar, el tiempo, está pendiente de ellos)
y el hoatzín, el pájaro de la locura,
rueda y despliega sus alas por la tierra.
Los dioses esperan su muerte de inmortales:
Un mundo debe concluir, entero, para que ellos
expiren su exacta dignidad de las gargantas.
Todo es espejo del fuego, menos sus soberbias
pupilas. Los hombres han cerrado libros de sabiduría.
Pero sobre Tenochtitlán, la hecha para siempre,
todavía los dioses templan sus instrumentos,
cuentan sus homenajes, examinan los tributos
que un terror mayor que el que inspiraron ellos
en edades remotas ofrendó, de parte de los hombres,
en los altares olvidados hasta esa tarde extranjera.
Es la noche, la noche donde todo culmina
Y ellos sobre Tenochtitlán, contando sus regalos.
Relucientes por el incendio de la tierra
Sus colgantes de ágata y de hueso,
sus estandartes de nervios, sus escudos de montañas
labradas por la ingenua hechicería.
Erizadas por el viento de la abierta nada sus plumas de papagayo.
Huesos humanos, pendientes de calaveras,
collares de orejas arrancadas al enemigo
por guerreros de la prehistoria:
Eran otros guerreros, otros eran los enemigos.
Hoy veinte arcabuces y caballos famélicos
Y una canalla de cárcel bastan
con su esplendor de hierro y de metralla.
Tenochtitlán caerá: está su hora en el vuelo de las aves,
señalada en el hígado del niño recién sacrificado,
marcada hasta en el último doblez de hierba y en
los sueños. Los hombres del maíz desaparecerán,
esa es la sentencia. Los hombres del maíz, como sus dioses,
ya son sólo neblina, estupor, inútiles aplazos:
Hay en el polvo un juego de alucinaciones que horroriza.
En este momento nadie sabe si es hombre o dios
o signo dejado en una tapia. En tanto, lejos de allí,
sentado sobre un hombre, Hernán Cortés lee a Manrique.
Y no comprende. En Tenochtitlán algo ha quemado la nave
de los dioses. La retirada es inútil. Inútil la esperanza.
II
Dylan Thomas
A Marcel Schwob
I
En las cejas, inmóvil, va volando un pájaro
sobre la oscura onda de los ojos, pardos.
Españoles y atentos al gran fluir del mundo,
perturban por lo inquieto de su otro mundo, el alma.
Desde la partida frente ondula todo el óvalo
la pesada, castaña cabellera
y la nada rueda tras de la carne firme;
mujer, eres la nada, que origina las cosas.
Bárbara criatura de la aurora, te estoy cantando.
Todos los días, entre miles de gestos, uno:
la boca que despliega su brillante amenaza,
esa arma antigua que recuerda
la vieja enemistad del macho y de la hembra.
Ante este rostro, vana, siempre
la noche se queda en la ventana.
II
Un nombre,
un nombre de mujer
para contener la estirpe de los astros,
un nombre
que suena al fluir del tiempo
en el único idioma de las cosas,
un nombre
que es como una palabra de otra dimensión
pronunciada en ésta; una palabra
que sueña a una mujer.
Un nombre
que en la antigua Al-Andalus,
la otra, la de la media luna
y el canto del sufí,
imaginó el árabe para mayor honor
de un Alá inevitable;
un nombre
que los duros godos robaron
de la Alhambra con la Alhambra,
un nombre que recorrió Europa
cuando aún no era Europa
y anduvo en las bocas de los anónimos,
esos que hubo y no tuvieron nombre,
un nombre
que antes fue amado por los muertos.
Un nombre
que cruzó con otros los mares y los tiempos
hasta la América de los galeones
y el oro inútil de los adelantados,
la América de un extraño animal
al que llaman león y no lo es,
la América de las banderas nuevas
y los nombres viejos;
un nombre
que las generaciones guardaban para tu nombre,
de boca en boca, sin ser en su todo pronunciado
hasta que llegó tu sombra,
oh la innombrable,
hasta que llegó tu sombra
a la luz que baña el tiempo.
Un nombre,
un nombre de mujer
para contener tantas otras cosas,
según lo imagine de noche,
según lo sueñe de día:
a veces es un rincón
de una vieja casa que yo sé que existe,
donde hay un gato con ojos de mujer
y una angustia boba cruzando la inmortalidad de los salones;
otras veces un nombre donde alguien descubre,
por vez primera, quién es el que responde en el espejo.
Un nombre
donde un raro pájaro
vuela hacia la hoguera y crea
una leyenda de cenizas que renacen,
un nombre de mujer
oh innombrable,
fatal como la última y la primera de las horas.
Un nombre que agota toda réplica,
un nombre,
un nombre de mujer que es más que esto
y tener de todo esto sólo el nombre.
El Amor Loco
Mitologias/
la Balada De La Mujer Perdida
Mitologias
Lengua muerta
Identidad
Sobre Tenochtitlán los antiguos dioses toltecas del viento, la lluvia y la
muerte, esperan la llegada de Hernán Cortes, abogado de Cáceres
El forastero
Un montonero del Chacho
A una momia indígena
Un filósofo del siglo XVII
Un General de Atahualpa
Los miedos
El Uro