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Resumen:
Este artículo tiene como objetivo realizar un análisis del discurso, que dé cuenta de la
influencia de la Religión Católica en la vida política de Colombia; discurso que incitó a
actos violentos en contra de posturas ideológicas en oposición a la de la Iglesia, que
amenazaban sus valores tradicionales, la hegemonía que ejercía en las racionalidades y su
dominio en las prácticas cotidianas de la sociedad. El análisis, se ubicará específicamente
en Antioquia, en los años de 1928-1950; época denominada LA VIOLENCIA. Para
abordarlo, se retomaron autores como: Max Weber, Carl Schmitt y Paul Ricoeur.
Realizando también, una revisión de fuentes primarias, que corresponden a periódicos de la
época; y de fuentes secundarias, que corresponden a estudios relacionados
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Estudiante de Sociología Universidad de Antioquia: carolina_ruiz_rojas@hotmail.com
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Estudiante de Sociología Universidad de Antioquia: vanes-128@hotmail.com
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Estudiante de Sociología Universidad de Antioquia: yesenia.acevedo.correa@gmail.com
INTRODUCCIÓN
Es la Religión la que proclama contra las utopías disolventes del socialismo y de otros sistemas
erróneos, la necesidad de una autoridad que salve a la socidad [sic] de la anarquía y la barbarie, ya
que toda acción concertada supone una dirección que guíe las voluntades y reprima los abusos. El
Superior tienen a su favor un derecho permanente y ese derecho y esa autoridad le vienen de la
voluntad divina, fuente de todos los derechos y de cuya inviolabilidad participa el gobernante.
El excelentísimo Nos Manuel José Cayzedo, Arzobispo de Medellín (Hojita Parroquial, 1933).
En este artículo, se propone evidenciar a partir del discurso, las publicaciones en los
periódicos y los textos que datan de esta época, la persecución que se promueve y que
agudiza los conflictos sociopolíticos en todo el territorio Colombiano, principalmente en
contra de las tendencias liberales y comunistas.
Para abordar el presente, se trabajaron varios autores como: Paul Ricoeur (2006), quien por
medio de su teoría permite dilucidar las afecciones del discurso; Max Weber (1997) que
con su estudio de la sociología de las religiones, posibilita observar que este es un asunto
poderoso que limita la vida cotidiana de los sujetos religiosos; y Carl Schmitt (1998), que
con sus aportes al concepto de lo político, ofrece bases para explicar los enfrentamientos
dados dentro de un Estado. Además, se realizó la revisión de tres periódicos, que confirman
los sucesos violentos que datan de la época; corresponden a fuentes primarias, ubicadas en
el archivo de periódicos de la Biblioteca central de la Universidad de Antioquia: La Hojita
Parroquial, El Adalid y El Heraldo. Fueron utilizadas también, un total de 18 fuentes
secundarias, que ofrecieron un panorama del contexto que aquí se analiza. En medio del
proceso de búsqueda de documentos, se constató la falta de estudios sobre el tema, en el
que se tome como influencia directa el discurso de la Iglesia Católica en LA VIOLENCIA,
por lo que se podría decir que este es un trabajo pionero.
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Se entenderá la beligerancia y las hostilidades de la época a la luz de que estas son dadas,
porque “cada una de las partes está convencida de poseer la verdad, la bondad y la justicia”
(Schmitt, 1998). Y en esta medida se establece entonces, lo “bueno” y lo “malo”, lo que se
encuentra en contraposición en cada una de las partes.
Se hace necesario aclarar el lugar que el Estado, y así mismo la sociedad, le ha otorgado a
la iglesia en los asuntos políticos del país a través de la historia, estableciendo la religión y
la política como asuntos que no se desligan, siendo ello, uno de los imaginarios más
legitimados en la sociedad (Arboleda, 2011). Como ejemplo, la Constitución Política de
1886 (Valencia, 1987) le delega a la iglesia una posición -política- preponderante;
impulsada desde el partido conservador, y plasmada en el proyecto de la Restauración, en
donde se excluía e inclusive exterminaba a sus contrarios políticos (Aguilera & Vega,
1991).
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En realidad es una postura que va mantener hasta nuestros tiempos, así haya pasado por algunos cambios
que en verdad no son tan representativos
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Forma en que eran llamados desde el siglo XIX, todos aquellos sujeto que pertenecían a el partido Liberal o
que se identificaban con sus ideologías. De hecho en el periódico de corte conservador llamado La
civilización aparece en agosto de 1849 el siguiente título : La polémica de los rojos y allí se dedican a plasmar
los crímenes colectivos del partido rojo-liberal, lo que evidencia que desde la época eran llamados de esta
forma y siguieron siendo nombrados así históricamente
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De acuerdo a lo anterior se plantea la siguiente pregunta: ¿cómo el discurso religioso-
católico influenció o incentivó las acciones violentas en el departamento de Antioquia,
para la época de 1928-1950?
Se expresa en el discurso, una forma de ejercer presión, por parte de la iglesia católica, a
sus fieles; llevándoles un mensaje en donde es fundamental estar preparados –inclusive
limpios- para que los males, como el comunismo, no afecten su existencia. Se manifiesta
una proliferación en la constelación de intereses, utilizado como un mecanismo más para
guiar a sus fieles, en lo que para la Iglesia, era el buen camino, el camino hacia la verdad.
Esto deja a su vez, un arbitrio libre6(Weber, 1997) a una multiplicidad de interpretaciones
y, así mismo una multiplicidad de formas de defensas.
Son las palabras polisémicas, (Ricoeur, 2006), las que permiten que se de esta
multiplicidad de interpretaciones -pluralidad de significados-, basadas en la ambigüedad de
las oraciones que eran promulgadas, se relaciona lo místico –prepararse para la cuaresma-
con lo fáctico –ser comunistas, masones-; y así mismo infundir el miedo de un país
condenado al pecado si estos últimos, tomaran el poder.
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El arbitrio libre tiene que ver con puntos de vista jurídicamente informales e irracionales de equidad y
justicia (Weber, 1997)
4
Weber plantea, a modo de tipo ideal –imperfecto7- un Estado Legal-racional, instituido por
medio de la Constitución Política de 1886, en la que se pactan estatutos de manera racional
(Weber, 1964); en donde los juicios de valor no tendrían potestad sobre las decisiones
tomadas en los gobiernos8. Existe entonces, una contradicción entre lo objetivo y la
realidad, ya que se puede observar como la Iglesia católica-conservadora, influía en los
sujetos, en una relación directa y factual, produciendo un código colectivo (Ricoeur, 2006),
que se entendería como la beligerancia y si es posible, el exterminio de una postura
ideológica y política.
Allí hay una producción que genera una identificación con el imaginario colectivo, que
tiene como característica argumentar los actos violentos; en donde los receptores
identifican por medio del interlocutor, un sentido, una significación, que apoya el accionar
violento con los de tendencias políticas diferentes a los conservadores. Para Weber (1997),
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Es imperfecto, en la medida de que toda teoría no cumple a cabalidad con la realidad. Además en el caso
particular analizado, Colombia a pesar de cumplir a partir de la Constitución de 1886 con los parámetros de
un Estado Legal-Racional; es un Estado que tienden más a los Reformismos, al Fetichismo y a los poderes
impersonales
8
Valencia Villa hace una vasta exposición de los componentes, directrices y estatutos de la Constitución en
mención, donde se promueve una racionalidad legal-racional, pero que de igual forma expone el papel de la
Iglesia con su proyecto de Regeneración de Nación.
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A pesar de que hayan sucedido en esta zona y no Antioquia, se la da una importante mención en el periódico
la Hojita parroquial de Santo Domingo (Antioquia) por lo que ya se considera algo significativo.
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estos virtuosos religiosos, tienen entonces un sentido apolítico10, en donde en la praxis se
les observa con desinterés en los temas políticos y participativos.
Un hecho histórico, que relata Roldán (2003), fue lo sucedido en el suroeste antioqueño, en
donde se dieron enfrentamientos, justo el mismo día que llega la Virgen de Fátima, patrona
de los reaccionarios conservadores. Esto, como símbolo de la soberanía que tenía el partido
en los municipios Antiqueños como Amagá, Concordia, Montebello y la Estrella. Símbolo
de un estilo de vida regido por la tradición religiosa (Weber, 1997), que como estrategia,
buscaba la dominación en los sectores más rurales del país.
La preocupación de la iglesia para el momento, era detener las ideas modernizadoras que
llegaban al país luego de la revolución Francesa; se puede ver, como desde la iglesia, se
descalificaban los procesos de desarrollo y modernización que emprendía el país. El obispo
Miguel Ángel Builes (Gonzáles, 2014), por ejemplo, cada vez que hacía referencia a la
construcción de las vías férreas que se llevaba a cabo en el país, las comparaba con el
demonio Asmodeo encargado de los desórdenes en materia sexual, prediciendo
consecuencias devastadoras para las familias de buenas costumbres. Para el autor Max
Weber (1997), la pérdida del „pecado‟ o de creencias influenciadas en profecías, es lo que
precisamente promueve el intento de un Estado laico, como lo que se intentó instaurar en la
República liberal, teniendo un efecto colateral, generando violencia en los creyentes y sus
líderes.
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El sentido apolítico o anti político, hace referencia al desinterés de los virtuosos religiosos, por adquirir una
conciencia para sí en los temas políticos; y es así como la apatía es la que legitima. Estos virtuosos, se pasan
la vida con la esperanza de que “Dios proveerá” por lo que les limita a una verdadera participación en la vida
política del País.
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Las incitaciones que emprendió la Iglesia contra sus opositores, no solo eran físicas –
violenta- (Figueroa, 2010), sino también de presión social, tales como estigmatizar el
matrimonio civil de los no católicos, que era castigado con la excomulgación para los que
la practicaban, y la expulsión de los jueces que lo realizaran (Londoño, 2014). Esto es una
repercusión del discurso católico, ante los que no hacían parte de sus lógicas clericales;
pues era difundido el miedo y la exclusión, desatando una relación de odio contra el
enemigo, permitiendo el proceso de identificación segura (Schmitt, 1998), es decir, hay una
innegable tensión por parte de los dos bandos que tienen ideales diferentes y que están
diferenciados por la dicotomía de amigo/enemigo, en donde primero se identifica al
“hermano”, que es una referencia de “amigo de Dios” y por consiguiente un “amigo del
alma”.
Cuando la burguesía le concede de nuevo libertad a la Iglesia, esta comienza una campaña
política y electoral, que por medio de todos los tipos de representantes que esta tiene y sus
medios, hace llegar un mensaje al pueblo católico anti liberalista y en contra de la
modernidad que estos promulgaban. El mensaje es abordado en el presente, como algo
intencional, que es pensado por alguien, es arbitrario y contingente, que se transmite por
medio del discurso (Ricoeur, 2006). Teniendo en cuenta esto último, el mensaje que se es
trasmitido no se desprende de las posturas ideológicas tradicionales, que se trasmiten
subjetivamente al receptor.
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En el transcurso de la historia Colombiana en general, y en particular la electoral, la iglesia
ha cumplido un papel poderoso y activo (Deas, 2002). En donde participa de la fiesta
eleccionaria como mejor puede; descendiendo del terreno espiritual, de la protección de las
almas al terreno de la opinión. Es por esta razón, que con el progreso del liberalismo, el
poder y la jerarquía que la iglesia ejercía sobre la sociedad se ve amenazada. Haciendo lo
posible y lo imposible, lo ético y lo no ético para poder defender la posición que la sociedad
le había otorgado desde el siglo XIX. Por ejemplo, se encuentra documentado como cada
obispo improviso sus propios argumentos para justificar el apoyo al candidato de sus
simpatías. También, la intervención electoral del alto y bajo clero con cobertura nacional
(Medina, 2012).
Las disputas entre conservadores y liberales, que muy bien datan muchos documentos, se
han dado prácticamente desde el nacimiento de ambos partidos. Pero en esta época en
particular se agudizan estos conflictos, por medio de discursos que incitan constantemente a
la violencia y cohibición de pensamientos y posturas ideológicas diferentes. La iglesia ha
estado siempre presente en estas disputas, no como mediadora sino más bien como
intensificadora de esta violencia, especialmente, como fue mencionado anteriormente, si su
preponderancia se ve amenazada.
El aumento de los discursos que incitaban a actos violentos, se da cuando los liberales
comienzan a quitarles funciones ciudadanas a los párrocos de los pueblos, a su poder
político e institucional. El cual les fue otorgado en la constitución de 1886 y el concordato
de 1887, donde se declaraba que tenían la plena autoridad y control sobre el cuerpo y el
alma de la población civil, así mismo la formación de ciudadanos legítimos (Salamanca,
2005). Vemos entonces, como esta institución religiosa corresponde al concepto del autor
Max Weber de Hierocracia, la cual busca el monopolio administrativo de los valores
religiosos, y la protección de las almas. (Weber, 1997). Al verse en peligro este monopolio,
el sector conservador y católico responde con beligerancia a la modernidad y a sus prácticas
políticas–las cuales hacen temblar las bases de la iglesia- (Salamanca, 2005), en otras
palabras, involucran al pueblo en una especie de guerra civil argumentada desde unos
planteamientos religiosos presentados como mandamientos.
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Los liberales, convencidos de que la iglesia era intelectualmente atrasada, que no promovía
el progreso espiritual y material del pueblo Colombiano, prohíbe al clero educar a los
ciudadanos; termina los contratos estatales, y así su participación en la educación pública;
convirtiendo a los colegios en el teatro político, donde se da parte de la estructura
discursiva protagonista de la violencia en los años 40‟s y 50‟s. Con acusaciones mutuas de
conspiraciones armadas, justificaban las masacres de los miembros del partido opuesto
(Willford, 2009). En nombre del derecho, la libertad y la paz, conceptos que producen
confusiones, legitimaban las propias aspiraciones y descalificaban y desmoralizaban al
enemigo (Schmitt, 1998). Teniendo claro que, en el discurso, toda aseveración puede ser
contradicha por otra aseveración, pueden ser verdaderas o falsas, dependiendo del receptor
y la afección (Ricoeur, 2006) es decir, no existe una verdad absoluta, pues esta puede ser
desmentida.
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Los que la despojan de sus bienes con el mayor cinismo
Quienes la reprochan de ser intolerante?
Los que a nadie permiten tener una opinión distinta a la suya
Los que despreciando la libertad han cerrado las escuelas católicas expulsando a los
religiosos y a los maestros cristianos
Quienes, pues, son los que más vociferan contra la iglesia y sus enseñanzas?
Los que no saben ni jota de religión, o aquellos a quienes sus enseñanzas no
acomodan [sic] (La Hojita Parroquial, 1931).
Aquí se ve, como se ejerce el acto de interlocución, que es lo que dice qué hacer y cómo se
hará, que es lo asumido como verdad, como fue explicado anteriormente.
Se les eran negados los sacramentos a los liberales no arrepentidos, se les negaba el acceso
a los registro parroquiales que eran necesarios para obtener los certificados obligatorios
para el voto; se organizaban turbas en contra de los voceros liberales “y el tañido de las
campanas de la iglesia para interrumpir sus reuniones” (Deas, 2002) convirtiendo el
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lenguaje, que es una impresión, en una expresión por medio de oraciones ambiguas que
generan una respuesta (Ricoeur, 2006)
La patria son los altares, con el campanario de la Iglesia, que recuerda el bautismo, la
primera comunión, el matrimonio, la sepultura
Lo que no se ha visto nunca, es el patriotismo sin altar
La patria es todo nuestro país, con sus hogares y sus altares, con su pasado, con su presente,
con su porvenir […] Comienza cerca del crucifijo de la cama, y continua incesantemente
hasta el majón que indica los límites del territorio. He ahí la patria (La Hojita Parroquial,
1932).
La manipulación del pueblo, se daba principalmente por medio de los curas y los obispos,
que para tener influencias, debían hacerse querer y respetar, debían mostrarse
desinteresados, generosos y caritativos (Deas, 2002). En donde el discurso que se maneja
genere una identificación (Ricoeur, 2006). Por ejemplo, el obispo de Santa Rosa de Osos,
recordado por formar parte de la maquinaria sectaria conservadora (Deas, 2002), Miguel
Angel Builes, fue el propulsor de la comuna 1 en Medellín, promoviendo la construcción de
los barrios Santo Domingo Sabio y la Avanzada, quien obtuvo el derecho sobre estas
tierras, ganándole a los terratenientes (Jürgen & Rubiela 1997), y con ello la fe ciega de sus
simpatizantes. Ya que los sujetos religiosos, siempre realizan sus acciones con base en las
constelaciones de intereses y las habituaciones inconscientes (Weber, 1997).
Por otra parte, se puede decir que el operar de la Iglesia perseguidora se evidencia de
múltiples maneras y en variadas situaciones. Algunos ejemplos específicos de esto, se
encuentran en estudios paralelos que se han hecho sobre el tema, y los cuales analizan
desde otros contextos la idea central, como se demuestra en el texto de (Carballo, 2013):
“La persecución a los protestantes por parte de la iglesia católica en Antioquia, durante el
siglo XX”; donde se distinguen planteamientos que trastocan concretamente la persecución
a las prácticas religiosas, pero que también tienen que ver con observaciones para el ámbito
de la violencia política, alentada -en este caso- por la religión católica, la cual tenía como
misión sagrada estimular luchas he instaurar la idea de acabar con el enemigo, aquel que
propagaba el ateísmo, las practicas inmorales y además violaba sus derechos e
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institucionalidad. Lo que se puede leer implícitamente en las líneas pronunciadas por
Monseñor Builes, 1948, Santa Rosa de Osos (citado por Carballo, 2013):
Parece imposible entonces concretar si la persecución fue de corte político o religioso, al fin
y al cabo, la religión era el baluarte sobre el que estaba fundada la patria según el
pensamiento conservador. La persecución contra los protestantes fue más bien un proceso
de ataque a lo que dañaba el concepto de patriotismos en su visión antioqueña (2013,
p.100).
11
Se da total crédito a Fabio Hernán Carballo (2013) de su fuente primaria, la cual se citó en este trabajo,
pues no se pudo obtener la cita de primera mano, sino que por su grado de importancia se procedió a hacer
uso de ella para darle más rigurosidad a lo que aquí se quiere demostrar.
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concepto que va ser clave en la medida en que se va a convertir en la excusa que sustenta las acciones
violentas y que se presentan como consecuencia de los discursos de los obispos, párrocos, presbíteros,
sacerdotes o curas Antioqueños
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Se podría decir también, que además de realzar la lucha entre partidos, configurar un
lenguaje bélico y afirmar la violencia como resistencia, es la iglesia católica la que desde el
inicio de la historia política de Colombia, ha vendido la idea de luchar contra aquello que
altere el orden instituido, y en este sentido ha establecido el discurso sobre el amigo-
enemigo, donde el enemigo se sitúa frente aquel que altere el orden establecido (López,
2015, p.4).
Se daba una reconfiguración de los lenguajes de guerra13 (Uribe & López, 2006) y se
volvían una realidad concreta, se llevaban a la realidad empírica, en la medida que se
aprobaban estas arremetidas contra el enemigo construido. Respecto a esto, Carl Schmitt
(1998, p.131) va a decir lo siguiente: “Hoy en día el enemigo constituye el concepto
primario por referencia a la guerra”, es entonces el enemigo, pecador, rebelde, asesino
impuro, o cuanto adjetivo encontraran para vigorizar los señalamientos, como claramente
se observa:
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Parafraseando a María Teresa Uribe y a Liliana López, tratando de adaptar sus estudios del siglo XIX a la
Colombia del XX
13
No tenemos ninguno - que decimos no tenemos - no queremos reconocer a quien tenga
la sagrada delegación de la autoridad divina. Y podremos reconocer esa delegación
cuando no atacamos la del mismo Dios. Tan torpe anda la razón humana por sobre la fe
y sobre lo sagrado (...) quien ejerce hoy es un rey de burlas, armado de la vara de la
ignominia, cubierto por una careta de mando. Y representando la cómica farsa de la
superioridad. Hoy nos ponemos siempre de parte de los trasgresores, de los rebeldes,
de los criminales que endurecidos de corazón y amaestrados en el crimen, mañana
serán los asesinos de nuestros hijos, los asaltantes de nuestros hogares (…). (La Hojita
parroquial, 1931).
Este punto permite hacer una reflexión particular que se encontró durante la búsqueda y
recolección de la información de la que parte este ensayo –y es cómo se ha venido
demostrando de varias formas- la iglesia agudizó los conflictos entre los dos partidos
políticos colombianos, de una manera indirecta a través de simbolismos o códigos como se
mencionaba en un principio.
Lo anterior se manifiesta las publicaciones que se hacían en los periódicos citados, pues
directamente no aparecen incitaciones a acciones violentas que lleven a realizar ataques, no
se impulsa a enfrentamientos civiles de forma material, ni se leían expresiones que tuvieran
que ver de forma inmediata con el deber de flagelar a ciertos sujetos –lo que se llamarían
acciones de violencia explicitas-, más bien siempre fue una violencia latente desde la
tensión de ánimos, y por medio de ideas que según podrían leerse no tenían un propósito
fijo. Referente a esto Weber plantea “Es indudable, por otra parte, que profetas y sacerdotes
se han servido del resentimiento de las masas, por medio de una propaganda intencionada o
no” (1997, p.15) y en este caso se sirvieron de Antioquia y Colombia, no sólo para la
segregación y radicalismos, sino para la incentivación de la guerra.
Dicho de otra forma, son esos resentimientos, que expresa Weber (1997), los que van a
dar sentido y fuerza a los agitamientos infundados –quizás discretamente y por debajo del
discurso- con los que los sacerdotes direcciona a los creyentes y fieles católicos en pro de
la defensa a toda costa, de la vida, la fe, los derechos, lo sagrado, y sobre todo la “NACION
DE CRISTO” (Arboleda, 2011) ya que esta era la definición que se había elaborado
históricamente del creyente bueno, el aliado, el héroe y el que entraría en el reino de los
cielos –palabras que eran consecutivamente mencionada por las jerarquías de esta
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institución-. Esa imagen de moral y “deber ser” tan fuerte en Colombia, como lo expresa
Arboleda:
CONCLUSIONES
Se considera, para finalizar, que desde una interpretación más profunda, lo que la Iglesia
aportó al conflicto, fue entonces la promulgación de palabras que llevaban una violencia
con carga ideológica, haciendo uso de lo figurativo y de lo camuflado para interiorizar
mensajes en los sujetos, que al fin y al cabo se manifestaban de forma real, saldando las
rivalidades a sangre y fuego en los diferentes municipios de Antioquia, es decir, se
legitimaba la segmentación radical de los territorios.
Así de una u otra forma la iglesia se las ingeniaban para fundar imaginarios de lo que no
debe ser un buen católico, un buen patriota, un buen ciudadano que agrade a Dios y a su
nación, y por ende se ponía implícitamente lo que NO era, en esa medida esas doctrinas
irían en un segundo plano creando una imagen social y colectiva de quien es el malo el que
representaba el peligro y la amenaza vida, tomando fuerza lo que sería el exterminio del
“otro”. Ya que como menciona María del Rosario Vázquez,
Se determina entonces, que se daba una coexistencia de poderes que se manifestaban desde
lo legitimo –República Liberal- y lo que se podría considerar lo ilegítimo desde las
acciones que emprendía la iglesia; precursora y en caminadora de acciones agresivas por
parte de los católicos –en este caso específico en Antioquia- como también en otras partes
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del país. Se establecía y se configuraba a través de la construcción de un código colectivo,
como lo mencionaba Ricoeur (2006), donde se le daba cabida a la interpretación y
manipulación, tanto de lo que manifestaba los interlocutores de la iglesia, como los
receptores que eran los conservadores.
FUENTES PRIMARIAS
Pastoral del excelentísimo Nos Manuel José Caycedo. (1933, Febrero 5). La Hojita
Parroquial. Número 43.
BIBLIOGRAFÍA
Aguilera, M. & Vega, R. (1991). Ideal democrático y revuelta popular. El ascenso del
liberalismo: Instrumentos y efectos de la convocación al “pueblo”. Instituto María Cano.
16
Carballo, H. (2013). La persecución a los protestantes en Antioquia durante la violencia
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Griesbeck, J & Arboleda, R. (1997). Santo Domingo Savio y la avanzada. Educacion Fisica
Y Deporte, 19, 23–29.
17
Schmitt, C. (1998). El concepto de lo político. España: Alianza Editorial.
Uribe, M & López L. (2006). Las palabras de la guerra: Un estudio sobre las memorias de
las guerras civiles en Colombia. Carreta editores.
Williford, T. (2009). Las “tomas” de colegios durante la república liberal, 1936-1942 parte
de la estructura discursiva de la violencia. Historia Critica, 39, 130–152.
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