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Matriarcado

En un matriarcado la autoridad de la mujer es reconocida por todos y nunca es coercitiva.


En la gestión social se mira el bien común.

Es una sociedad de reparto basada en el “ser” y no en el “tener.” Se estructura en los


valores amorosos de una “buena” madre.

En una sociedad matriarcal se parte de la diferencias entre hombre y mujer. Los dos son
complementarios. Se aprecia la sensibilidad del hombre y su rol social. En algunas
comunidades se le considera menos preparado para tomar decisiones. De una naturaleza
más débil, aunque se le tiene en cuenta y se le trata con ternura, como a un niño.

Los hombres se muestran muy satisfechos de pertenecer a estas comunidades.

Hay un respeto profundo por el cuerpo de la mujer que da la vida. Y existe un gran amor
por la naturaleza que guía. Se conservan las tradiciones animistas ancestrales y el respeto
a la tierra y a los antepasados a los que se rinde culto. A veces hay sincretismos religiosos
que se mezclan en el día a día.

Son comunidades normalmente agrícolas, en las que se practica la economía de


subsistencia según la riqueza de la zona.

La casa y los bienes de la familia pasan de madres a hijas, pero no lo consideran un


“poder”, sino un tesoro que hay que guardar.

Entre las mujeres hay redes de ayuda y reciprocidad para el bien de la comunidad.

Patriarcado

La sociedad patriarcal está basada en la acumulación y el dominio dónde unos pocos


poseen la mayoría de bienes. El equilibrio social es muy precario.

Se potencia el “tener” frente a la esencia del “ser”. Ya sea el poder ostentado por un
hombre o por una mujer. La falta de expresión de los sentimientos es una costumbre
patriarcal.

En un patriarcado las mujeres luchan por hacer oír su voz, y sufren discriminación
constante en todos los ámbitos de la vida y en la mayoría de países que hay en el mundo.

En un patriarcado la espiritualidad se establece desde la jerarquía de la Iglesia. Desde la


imposición de una verdad absoluta. Hay un Dios creador externo y lejano. Las jerarquías
eclesiásticas de las religiones han minusvalorado a las mujeres.

El cuerpo de la mujer no se contempla como sagrado, sino que es motivo de marginación


en muchas culturas religiosas, por ejemplo, cuando una mujer tiene la regla es impura y
no puede realizar determinados cultos.

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