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Juan Carlos Onetti

Juan Carlos Onetti

Información personal

Nombre de
Juan Carlos Onetti Borges
nacimiento

Nacimiento 1 de julio de 1909


Montevideo, Uruguay

Fallecimiento 30 de mayo de 1994 (84 años)


Madrid, España

Lugar de
Cementerio de La Almudena
sepultura

Nacionalidad Uruguaya y española

Familia

Cónyuge María Amalia Onetti


(1930 - 1933)
María Julia Onetti
(1934 - 1939)
Elizabeth María Pekelharing
(1945 - 1955)
Dorothea Muhr
(1955 - 1994)

Hijos Jorge Onetti Onetti


(1931 - 1998)
Isabel María (1949)

Información profesional

Ocupación Escritor y periodista

Años activo 1939 - 1993

Género Novela y cuento

Obras La vida breve (1950)


notables El astillero (1961)
Juntacadáveres (1964)

Distinciones • Premio Miguel de


Cervantes (1980)

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Juan Carlos Onetti Borges (Montevideo, 1 de julio de 1909 - Madrid, 30 de mayo de 1994) fue
un escritor uruguayo.

La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, considera que Onetti es «uno de los
pocos existencialistas en lengua castellana». Mario Vargas Llosa, quien preparó un ensayo sobre
Onetti, dijo en una entrevista a la agencia AFP en mayo de 2008 que «es uno de los grandes
escritores modernos, y no sólo de América Latina». «No ha obtenido el reconocimiento que
merece como uno de los autores más originales y personales, que introdujo sobre todo la
modernidad en el mundo de la literatura narrativa». «Su mundo es un mundo más bien pesimista,
cargado de negatividad, eso hace que no llegue a un público muy vasto». Con anterioridad Vargas
Llosa había comentado que Onetti «es un escritor enormemente original, coherente; su mundo es
un universo de un pesimismo que supera gracias a la literatura».

Índice

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• 1Biografía

o 1.1Los años de formación (1909 - 1941)


o 1.2Los años de plenitud (1942 - 1975)

o 1.3Los años de exilio (1976 - 1994)

• 2El narrador en Juan Carlos Onetti

• 3Influencias

• 4Premios y distinciones

• 5Obras

o 5.1Novelas

▪ 5.1.1Fragmento

o 5.2Cuentos

o 5.3Artículos

o 5.4Correspondencia

• 6Traducciones

• 7Filmografía

• 8Onetti y su legado

• 9Notas

• 10Bibliografía

• 11Enlaces externos

Biografía[editar]

Los años de formación (1909 - 1941)[editar]

Juan Carlos Onetti nació en Montevideo, el 1 de julio de 1909, a las seis de la mañana.1 Hijo de
Carlos Onetti, funcionario de aduanas, descendiente de emigrados Irlandeses (apellido original
O'Nety),2 y Honoria Borges, una descendiente de una familia aristocrática brasileña, de Río Grande
do Sul. Tuvo dos hermanos, uno mayor que él, Raúl, y una hermana menor, Raquel. Onetti recordó
su infancia como una época feliz, describiendo a sus padres como una pareja muy unida y amorosa
con sus hijos.3

En 1930, con apenas 20 años, se casó con su prima, María Amalia Onetti. En marzo del mismo año
la pareja viajó a Buenos Aires, su nueva residencia. El 16 de junio de 1931 nació su primer
hijo: Jorge Onetti Onetti, también escritor, fallecido en 1998. En 1933aparece su primer cuento
publicado, Avenida de Mayo - Diagonal - Avenida de Mayo, en La Prensa, después de ganar un
concurso convocado por el diario, en el que hubo diez primeros lugares y 400 pesos para cada
ganador.4 Poco después se separa de su mujer y un año más tarde, de regreso en Montevideo,
vuelve a contraer matrimonio con María Julia Onetti, la hermana de María Amalia. Por esa época
escribe la novela Tiempo de abrazar, que publicará décadas después, en 1974.
Continuó ejerciendo diferentes oficios y escribiendo cuentos y artículos que fueron publicados en
diversos medios de Buenos Aires y Montevideo hasta 1939, en el que tienen lugar dos hechos
importantes: publica su primera novela, El pozo (en Editorial Signo), la cual es considerada como la
primera en abrir la novela de creación o nueva novela en América Latina5(escrita, según
testimonio del autor, en una tarde durante un fin de semana en el que se quedó sin tabaco) y es
nombrado secretario de redacción del semanario Marcha, para el que escribirá columnas bajo los
seudónimos Grucho Marx y Periquito el Aguador. Por ese entonces se separa de su segunda
esposa. También desarrolla interés por las artes plásticas, como se refleja en su correspondencia
con su amigo Julio E. Payró y su relación estrecha con Joaquín Torres García. Desempeña el cargo
de secretario de redacción hasta 1941, cuando abandona el semanario por diferencias con Carlos
Quijano y comienza a trabajar en la agencia de noticias Reuters. Ese año obtiene el segundo lugar,
con su novela Tierra de nadie, en un concurso que convoca la editorial Losada, que la publica. El
jurado estuvo compuesto por Guillermo de Torre, Norah Lange y Jorge Luis Borges y otorgó el
primer lugar a la novela Es difícil empezar a vivir de Bernardo Verbitsky.6 Poco después, Onetti es
enviado como corresponsal a Buenos Aires, donde permanecerá hasta 1955.

Los años de plenitud (1942 - 1975)[editar]

Trabaja como secretario de redacción de las revistas Vea y Lea e Ímpetu. En 1943 aparece Para
esta noche, cuyo título original fue El perro tendrá su día. En 1945 se casa con una compañera de
trabajo en Reuters, la neerlandesa Elizabeth María Pekelharing. El 26 de julio de 1949 nace su hija
Isabel María (Litti).

En 1950 publica La vida breve (en Editorial Sudamericana), una novela central en su obra. En ella, y
mediante un complejo juego de planos metaficcionales, Onetti funda la ciudad ficticia de Santa
María, en la que, a partir de entonces, situaría la mayoría de sus novelas y cuentos. A pesar de que
en sus primeras ediciones no tuvo mucho éxito, no tardó en ser reconocida como una de las
novelas más innovadoras de su tiempo, y aun hoy es considerada una de las obras más
importantes en lengua castellana. Poco después publicó la novela corta Los adioses, que si bien no
transcurre en Santa María, alude a un personaje ya recurrente en la obra de Onetti, el doctor Díaz
Grey.

A fines de 1955 regresó a Montevideo y comenzó a trabajar en el diario Acción; contrajo


matrimonio por cuarta vez con la joven argentina de ascendencia alemana Dorothea Muhr (Dolly),
a quien había conocido en 1945 y que será su compañera definitiva.

En 1959 publica la novela corta Para una tumba sin nombre, y en 1961 El astillero, otra de sus
novelas más celebradas, incluso considerada por algunos su mejor
novela.[cita requerida] En 1964 aparece Juntacadáveres, novela que Onetti había empezado antes de El
astillero, pero que interrumpió para escribir esta última, la cual continúa la
historia. Juntacadáveres fue finalista del Premio Rómulo Gallegos en 1967, pero perdió ante La
casa verde de Mario Vargas Llosa, también de tema prostibulario, lo cual dio ocasión a que Onetti
bromeara diciendo que «su burdel en La casa verde era mejor que el mío en Juntacadáveres. El
mío no tenía orquesta».7 Estas tres novelas (La vida breve, El astillero y Juntacadáveres)
conforman lo que después se llamó "Trilogía de Santa María", si bien no son las únicas obras del
autor ambientadas en la ciudad.
En 1967 Onetti graba un disco para la serie Voz Viva8 de América Latina,9 que contiene la lectura
de fragmentos de la obra en voz del autor.10 En el mismo año aparece en Buenos Aires la primera
edición de sus Cuentos completos por el Centro Editor de América Latina, y en 1970 la editorial
Aguilar de México publica una primera edición de sus Obras completas, si bien omite algunos
relatos de juventud. En 1973 publica la novela corta La muerte y la niña. En 1974 publicó una
segunda edición de sus Cuentos completos y la novela corta Tiempo de abrazar junto con todos sus
cuentos escritos y publicados entre 1933 y 1950, además de ser jurado del Premio Anual de
Narrativa organizado por Marcha, que se otorgó a Nelson Marra por su cuento «El
guardapespaldas». Dado que tanto el relato como su autor fueron censurados el dictador Juan
María Bordaberry, Onetti fue detenido y encerrado en un hospital psiquiátrico, de donde logró
salir al cabo de tres meses gracias a la intervención del poeta español Félix Grande, entonces
director de Cuadernos Hispanoamericanos, quien recogió firmas para lograr la liberación del
escritor uruguayo, y del diplomático español Juan Ignacio Tena Ybarra director del Instituto de
Cultura Hispánica (a donde había dictado una serie de conferencias en 1972). Después de una
breve estadía en Buenos Aires, es invitado nuevamente a Madrid por el Instituto Internacional de
Literatura Iberoamericana para participar en un congreso sobre el barroco. Onetti decide
instalarse definitivamente en la capital española, donde residirá durante casi veinte años.

Los años de exilio (1976 - 1994)[editar]

Los años españoles se caracterizaron por una menor producción literaria pero de muchos premios
y participaciones en congresos, participaciones que muchas veces se vieron afectadas por timidez
de Onetti, quien llegó a permanecer encerrado en la habitación del hotel durante la celebración
del Primer Congreso Internacional de Escritores de Lengua Española en la ciudad de Las Palmas,
en Gran Canaria, evento del cual había sido designado presidente, negándose a participar en
ninguna de las actividades previstas.

En 1979 publica Dejemos hablar al viento, novela con la que concluye la saga de Santa María, y
que está dedicada a su amigo Juan Ignacio Tena Ybarra, en agradecimiento a las gestiones que
emprendió para permitir su liberación.11 Además de esta novela, continuó escribiendo artículos,
muchas veces tratando la problemática de los exiliados latinoamericanos. En 1981 es anunciado
como el ganador del Premio Cervantes de 1980, recibiendo así el galardón más importante de su
carrera, el mismo año que fue propuesto por el Pen Club como candidato al Premio Nobel de
Literatura, el cual no recibió. Cuando en 1985 la democracia regresa a Uruguay, el presidente
electo, Julio María Sanguinetti, lo invita a la ceremonia de instalación del nuevo Gobierno; el
escritor agradece la invitación pero decide permanecer en Madrid.
Placa conmemorativa en el número 31 de la madrileña avenida de América, donde residió entre
1976 y 1994.12

En 1987 publica Cuando entonces, su primera novela después de ocho años. Para entonces, Onetti
llevaba una vida cada vez más ermitaña: pasó sus últimos doce años encerrado en su
departamento sobre la avenida América, en donde recibía la visita de lectores y periodistas, sin
salir prácticamente de su cama, leyendo, fumando y tomando whisky. En 1993 publicó su último
libro, la novela Cuando ya no importe, en la que resucita por última vez la ciudad de Santa María.

Falleció el 30 de mayo de 1994 a los 84 años en una clínica madrileña, a causa de problemas
hepáticos. Siguiendo su última voluntad, sus restos fueron cremados en el Cementerio de La
Almudena, en la capital española.13

El narrador en Juan Carlos Onetti[editar]

El narrador (o narradores) en la obra de Juan Carlos Onetti es un complejo elemento que no deja
de asombrar. Con frecuencia Onetti hace del acto de narrar uno de los hechos de la trama. Ello
desdobla sus ficciones, aportándoles un grado de lucidez ejemplar en la literatura en español del
siglo XX. Un pasaje revelador en este sentido es el siguiente14 de la novela Juntacadáveres:

Es fácil dibujar un mapa del lugar y un plano de Santa María, además de darle nombre; pero hay
que poner una luz especial en cada casa de negocio, en cada zaguán y en cada esquina. Hay que
dar una forma a las nubes bajas que derivan sobre el campanario de la iglesia y las azoteas con
balaustradas cremas y rosas; hay que repartir mobiliarios disgustantes, hay que aceptar lo que se
odia; hay que acarrear gente, de no se sabe dónde, para que habiten, ensucien, conmuevan, sean
felices y malgasten. Y, en el juego, tengo que darles cuerpos, necesidades de amor y dinero,
ambiciones disímiles y coincidentes, una fe nunca examinada en la inmortalidad y en el
merecimiento de la inmortalidad; tengo que darles capacidad de olvido, entrañas y rostros
inconfundibles.15

En la novelística, el primer narrador de Onetti (aparecido en El pozo) es estrictamente un


narrador-protagonista, personaje central de la novela que narra su propia historia. El papel tanto
de personaje, Eladio Linacero, como de narrador valen por igual:

Hace un rato me estaba paseando por el cuarto y se me ocurrió de golpe que lo veía por primera
vez. Hay dos catres, sillas despatarradas y sin asiento, diarios tostados de sol, viejos de meses,
clavados en la ventana en el lugar de los vidrios.
Me paseaba con medio cuerpo desnudo, aburrido de estar tirado, desde mediodía, soplando el
maldito calor que junta el techo y que ahora, siempre, en las tardes, derrama adentro de la pieza.
Caminaba con las manos atrás, oyendo golpear las zapatillas en las baldosas, oliéndome
alternativamente cada una de las axilas. Movía la cabeza de un lado a otro, aspirando, y esto me
hacía crecer, yo lo sentía, una mueca de asco en la cara. La barbilla, sin afeitar, me rozaba los
hombros.
Recuerdo que, antes que nada, evoqué una cosa sencilla. Una prostituta me mostraba el hombro
izquierdo, enrojecido, con la piel a punto de rajarse, diciendo: «Date cuenta si serán hijos de perra.
Vienen veinte por día y ninguno se afeita».16

En la novela corta Los adioses (1954) un narrador en primera persona que también es personaje
pero secundario, almacenero del pueblo, se encarga de contarle al narratario lo que sabe y vio de
un exbasquetbolista:17

Quisiera no haber visto del hombre, la primera vez que entró en el almacén, nada más que las
manos; lentas, intimidadas y torpes, moviéndose sin fe, largas y todavía sin tostar, disculpándose
por su actuación desinteresada. Hizo algunas preguntas y tomó una botella de cerveza, de pie en
el extremo sombrío del mostrador, vuelta la cara —sobre un fondo de alpargatas, el almanaque,
embutidos blanqueados por los años— hacia afuera, hacia el sol del atardecer y la altura violeta de
la sierra, mientras esperaba el ómnibus que lo llevaría a los portones del hotel viejo.18

En Jacob y el otro (novela corta o cuento largo), estamos ante un relato construido por tres
narradores: dos narradores-personaje (uno protagonista y otro secundario) y un narrador en
tercera persona. Jacob y el otro es la historia de la llegada del luchador Jacob van Oppen y el
Comendador Orsini a Santa María, quienes promueven un desafío (“500 pesos 500 a quien suba al
ring y no sea puesto de espaldas en 3 minutos por Jacob van Oppen”) y una exhibición de lucha
grecorromana.

El primer narrador que aparece, el médico, muestra su intervención como personaje y deja clara la
imposibilidad de omnisapiencia como narrador. Este narrador “junto con sus lectores sabe ahora
que no puede poseer «La Verdad»; ya no mira los hechos desde una altura olímpica que lo libra de
ataduras. No hay «Verdad» y los hechos se contaminan con su persona al momento de escribirlos
(así como él sufre influencias, también, por este contacto). Está inmerso en el universo narrativo –
no arriba, ni enfrente, ni atrás- y, efectivamente, es una de las personas que lo transita":19

Media ciudad debió haber estado anoche en el Cine Apolo, viendo la cosa y participando también
del tumultuoso final. Yo estaba aburriéndome en la mesa de póker del club y sólo intervine cuando
el portero me anunció el llamado urgente del hospital. El club no tiene más que una línea
telefónica; pero cuando salí de la cabina todos conocían la noticia mucho mejor que yo.
[...]
Antes de tomar las píldoras comprendí que nunca podría conocer la verdad de aquella historia;
con buena suerte y paciencia tal vez llegara a enterarme de la mitad correspondiente a, nosotros,
los habitantes de la ciudad. Pero era necesario resignarse, aceptar como inalcanzable el
conocimiento de la parte que trajeron consigo los dos forasteros y que se llevarían de manera
diversa, incógnita y para siempre. 20
Más adelante aparece el narrador en tercera persona:

Las tarjetas decían Comendador Orsini y el hombre conversador e inquieto las repartió sin avaricia
por toda la ciudad. Se conservan ejemplares, algunos de ellos autografiados y con adjetivos.
Desde el primer —y último— domingo, Orsini alquiló la sala del Apolo para las sesiones de
entrenamiento, a un peso la entrada durante el lunes y el martes, a la mitad el miércoles, a dos
pesos el jueves y el viernes, cuando el desafío quedó formalizado y la curiosidad y el patriotismo
de los sanmarianos empezó a llenar el Apolo.
[...]
Orsini y el gigante habían entrado al continente por Colombia y ahora bajaban de Perú, Ecuador y
Bolivia. En pocos pueblos fue aceptado el desafío y siempre van Oppen pudo liquidarlo en un
tiempo medido por segundos, con el primer abrazo. 21

Y el narrador que cierra el relato es el príncipe Orsini, el Comendador Orsini, protector de Jacob
van Oppen:

Sonó la campana y ya era imposible no respirar y entender el olor de la muchedumbre que llenaba
el Apolo. Sonó la campana y dejé a Jacob solo, mucho más solo y para siempre que como lo había
dejado en tantas madrugadas, en esquinas y bares, cuando yo empezaba a tener sueño y
aburrirme. Lo malo era que aquella noche, mientras me separaba de él para sentarme en una
platea de privilegio, no estaba dormido ni me sentía aburrido. La primera campana era para
despejar el ring. La segunda para que empezara la lucha. Engrasado, casi joven, sin mostrar los
kilos, Jacob fue girando, encorvado, hasta ocupar el centro del ring y esperó con una sonrisa. 22

Influencias[editar]

La obra literaria de Onetti, fuera de su poderosa originalidad, debe mucho a dos raíces distintas. La
primera nace en su admiración por la obra de William Faulkner. Como él, crea un mundo
autónomo, cuyo centro es la inexistente ciudad de Santa María. La segunda raíz es
el Existencialismo: una angustia profunda se encuentra enterrada en cada uno de sus escritos,
siempre íntimos y desesperanzados.

Premios y distinciones[editar]

Juan Carlos Onetti recibió numerosos premios a lo largo de su vida, entre los que destacan el
Premio Nacional de Literatura de Uruguay (lo recibe en 1962 por el bienio 1959/1960), el Premio
Cervantes (1980), el Gran Premio Nacional de Literatura de Uruguay 1985, el Premio de la Unión
Latina de Literatura 1990 y el Gran Premio Rodó a la labor intelectual, de la Intendencia Municipal
de Montevideo (1991).

En 1972 fue elegido como el mejor narrador uruguayo de los últimos 50 años en una encuesta
realizada por el semanario Marcha, en la que participaron escritores de distintas generaciones.

En 1980 fue propuesto por el Pen Club Latinoamericano como postulante al Premio Nobel de
Literatura. Ese mismo año Onetti recibía el Premio Cervantes, máximo premio de la lengua
española, siendo totalmente ignorado por las autoridades uruguayas. En esa oportunidad el
ministro de Cultura del gobierno dictatorial de ese momento en Uruguay, el Dr. Daniel Darracq,
dijo desconocer la obra de Onetti, aunque sí había oído hablar de él.
Obras[editar]

Novelas[editar]

• El pozo (1939)

• Tierra de nadie (1941)

• Para esta noche (1943)

• La vida breve (1950)

• Los adioses (1954)

• Para una tumba sin nombre (1959)

• La cara de la desgracia (1960)

• Jacob y el otro (1961)

• El astillero (1961)

• Tan triste como ella (1963)

• Juntacadáveres (1964)

• La muerte y la niña (1973)

• Dejemos hablar al viento (1979)

• Cuando entonces (1987)

• Cuando ya no importe (1993)

os consideraciones a propósito del pesimismo de Onetti


Juan Carlos Onetti (1909-1994) fue uno de los escritores más renombrados del Uruguay y de
Iberoamérica. Integrante del movimiento literario uruguayo conocido como Generación del '45,
fue uno de los que introdujo la nueva literatura hispana al mundo con sus nuevas técnicas y estilos
vanguardistas, y fue también el precursor del llamado "realismo sucio" en la narrativa urbana
rioplatense. Toda su obra, la obra de un hombre depresivo e incrédulo, tiene la impronta de
la melancolía, el fracaso y la soledad. Escrita con un estilo caprichoso e intrincado, a veces
sombrío, abunda en la temática de la incomunicación y la angustia. Así publicó "El pozo", "El
astillero", "El infierno tan temido", "La vida breve" y "Juntacadáveres" entre otros, hasta que
obtuvo un tardío reconocimiento cuando recibió el Premio Cervantes en 1980.
Al cumplirse el 1 de julio de 2009 los cien años de su nacimiento, fueron múltiples los actos de
homenaje en su honor: reedición de su obra, exhibición de documentales y entrevistas hechas al
escritor por la televisión, charlas, conferencias y hasta un concurso de historietas basadas en alguno
de sus cuentos o novelas, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. También
se escribieron numerosos artículos sobre su vida y su obra, algunos muy valiosos por cierto. En ese
sentido, se destacan los escritos por el periodista, novelista y ensayista argentino Tomás Eloy
Martínez, y por la poetisa y novelista uruguaya Cristina Peri Rossi.

Tomás Eloy Martínez (1934-2010). Nació en Tucumán, donde se graduó como licenciado en
Literatura Española y Latinoamericana. En Buenos Aires fue, sucesivamente, crítico de cine del
diario "La Nación", jefe de redacción del semanario "Primera Plana", director del semanario
"Panorama", corresponsal de la editorial Abril en París y director del suplemento cultural del diario
"La Opinión". Entre 1975 y 1983 vivió exiliado en Caracas, donde fue editor del suplemento "Papel
Literario" del diario "El Nacional" y fundador y director de redacción de "El Diario de Caracas". Más
adelante participó en la creación del diario "Siglo 21" de Guadalajara y del suplemento literario
"Primer Plano" del diario "Página/12" de Buenos Aires. Ha publicado, entre otros, los ensayos
"Estructuras del cine argentino", "Los testigos de afuera", "Retrato del artista enmascarado"
y "Réquiem por un país perdido"; las crónicas "La pasión según Trelew" y "Las memorias del
General"; las novelas "Sagrado", "La novela de Perón", "Santa Evita", "La mano del amo", "El vuelo
de la reina", "El cantor de tango" y "Purgatorio"; y la colección de relatos "Lugar común la
muerte". Fue también autor de diez guiones para cine, entre ellos "El último piso" y "La casa del
agua". Ha escrito infinidad de artículos sobre los temas más diversos, los que se han publicado en
más doscientos diarios de América y Europa. El 4 de julio de 2009 escribió para el diario "La
Nación" uno sobre Onetti en ocasión de cumplirse el centenario de su nacimiento. Titulado "Un
perdedor de cien años", algunos de los párrafos más sobresalientes dicen así:

Era una personalidad difícil de tratar, desdeñoso aun con lo que le gustaba, malhumorado y de una
timidez sin límites. Esas cualidades se reflejan en "el estilo crapuloso"... esa oscuridad, esa
amalgama vertiginosa de historias trágicas y excrecencias del cuerpo, fracasos y humillaciones,
desesperados y explotadores... El propio Onetti se lo dijo a María Esther Gilio: "Todos los
personajes y todas las personas nacieron para la derrota. Uno puede detener la trayectoria del
personaje en un instante de triunfo pero, si continuamos, el final es siempre Waterloo". Tal vez por
eso llegó segundo a casi todos los premios a los que se presentó. Pero el último, y el más importante
en lengua castellana, el Cervantes que recibió en 1980, le sirvió como conjuro. Primero, quedó
finalista del premio Farrar y Reinhart, de Nueva York, con la novela "Tiempo de abrazar": le ganó
Ciro Alegría con "El mundo es ancho y ajeno". Luego, el argentino Marco Denevi lo derrotó en el
concurso Life en Español: su cuento "Ceremonia secreta" se impuso sobre el extraordinario "Jacob y
el otro", que al comienzo no había quedado siquiera entre los seleccionados... El Premio Fabril
ignoró "El astillero" una obra maestra y prefirió "El profesor de inglés", una ya olvidada novela del
argentino Jorge Masciángioli. Poco después, en 1967, cuando Vargas Llosa recibió el Rómulo
Gallegos por "La casa verde", señaló en su discurso que le parecía injusto distinguir esa novela sobre
su competidora "Juntacadáveres". Los otros finalistas del período, 1962-1966, eran Julio Cortázar
por "Rayuela", Carlos Fuentes por "La muerte de Artemio Cruz" y Gabriel García Márquez por "El
coronel no tiene quien le escriba". Ese destino es una ironía para alguien que, cuando debió juzgar,
lo hizo con una arbitrariedad casi pueril. Lo vi castigar a autores valiosos, entre ellos a Manuel Puig
en el concurso Primera Plana-Sudamericana de 1969, para el que fue jurado con María Rosa Oliver
y Severo Sarduy. Había consenso para premiar "Boquitas pintadas", que Puig presentó con el título
"Tangos y boleros", pero Onetti la rechazó sin contemplaciones. "Quiero saber cómo escribe de
verdad el coso ese cuando no copia cartas, fragmentos de calendarios, informes burocráticos,
conversaciones telefónicas, informes policiales y avisos fúnebres", dijo. Y en 1974, cuando, junto con
la escritora Mercedes Rein y el crítico Jorge Ruffinelli concedió el premio anual de narrativa de la
revista "Marcha" al cuento "El guardaespaldas" de Nelson Marra, exigió que se aclarase en el fallo:
"El jurado Juan Carlos Onetti hace constar que el cuento ganador, aun cuando es inequívocamente
el mejor, contiene pasajes de violencia sexual desagradables e inútiles desde el punto de vista
literario". A la dictadura que dominaba Uruguay no le importó: supuso que el cuento se burlaba de
un comisario muerto años antes por la guerrilla Tupamaros y envió a la cárcel a Onetti
(de sesentiséis años en ese momento), a Rein (enferma de cáncer), al director de "Marcha", Carlos
Quijano y a Nelson Marra, quien fue condenado por la justicia militar y sufrió cuatro años de
torturas antes de salir al exilio. Ruffinelli se hallaba en México en el momento del escándalo; quedó
prófugo con una orden de captura por diez años. Sin el complemento habitual de whisky y
cigarrillos, Onetti leyó novelas policiales durante su reclusión en una celda y su posterior traslado a
un neuropsiquiátrico, gracias a la presión internacional. El encierro desquició en más de una
ocasión a este autor de tantos personajes suicidas y, cuando llegó a España, meses más tarde, creía
que lo había perdido todo y que su futuro era un páramo... No fue más amable con las mujeres. Se
casó cuatro veces, las dos primeras con primas que eran hermanas entre sí: María Amalia Onetti y
María Julia Onetti. Cuando se separó de la tercera esposa, Elizabeth María Pekelharing, se casó para
siempre -los cuarenta años de vida que le quedaban- con la violinista Dorotea Muhr. La frase con
que le dedicó, en 1960, "La cara de la desgracia" (un librito parco, de cincuenta páginas, editado por
Alfa en Montevideo, con la fotografía de una bicicleta abandonada y una orla verde en la portada),
fue para el lector tan cruel y misteriosa como el propio relato: "Para Dorotea Muhr, ese ignorado
perro de la dicha". La enigmática declaración de amor o compasión o cólera resumía sus tortuosos
vínculos con la realidad... "Dolly" lo amó como era: con su bohemia, su desasosiego y su insaciable
apetito por otras mujeres. Le aseguró a Vargas Llosa que fue feliz a su lado. Ahora la ilusiona que se
lo esté leyendo más: "Estos homenajes lo traen a la vista pública", dijo hace unas semanas, cuando
inauguró el "Año Onetti" en Uruguay con la lectura de fragmentos de "El pozo", la primera novela.
Logró, de algún modo, reconciliarlo con sus orígenes: en la cúpula del legendario teatro Solís, una
foto que el artista Hermenegildo Sábat le tomó a Onetti, retrabajada por el fotógrafo Juan Carlos
Urruzola, lo muestra, gigante, mirando a la Montevideo de sus infinitas derrotas.

Cristina Peri Rossi (1941). Nacida en Montevideo, se licenció en Literatura Comparada


y comenzó su carrera literaria en 1963 con la publicación de su libro de cuentos "Viviendo". Tras el
golpe militar en su país tuvo que exiliarse en España, donde obtuvo la nacionalidad en 1974. Ha
sido profesora de literatura, traductora y periodista, actividad esta última que ejerció en "El País",
"Diario 16", "La Vanguardia", "El Mundo" y "El Periódico de Catalunya". Su primera colección
poética -"Evohe"- le aparejó un escándalo debido a su erotismo y sus transgresiones sexuales. Luego
publicó otros poemarios como "Descripción de un naufragio", "Diáspora", "Lingüística general",
"Europa después de la lluvia", "Babel bárbara", "Otra vez Eros", "Aquella noche", "Poemas de amor
y desamor", "Inmovilidad de los barcos", "Las musas inquietantes", "Estado de exilio", "Por fin
solos" y "Estrategias del deseo". Su obra narrativa comprende los libros de cuentos "Los museos
abandonados", "Indicios pánicos", "La tarde del dinosaurio", "La rebelión de los niños", "El museo
de los esfuerzos inútiles", "La ciudad de Luzbel y otros relatos", "Desastres íntimos" y "Te adoro y
otros relatos"; las novelas "El libro de mis primos", "La nave de los locos", "Una pasión prohibida",
"Solitario de amor", "Cosmoagonías", "La última noche de Dostoievski" y "El amor es una droga
dura"; y los ensayos "Fantasías eróticas", "Acerca de la escritura", "Julio Cortázar", "Cuando fumar
era un placer" y "El pulso del mundo". En abril de 2009 escribió en Barcelona un breve texto
titulado "Cien años del nacimiento de J.C. Onetti", algunos de cuyos párrafos se reproducen a
continuación:

Autor de numerosos relatos y de varias novelas donde los personajes aparecen y desaparecen (como
ocurre en la obra de Balzac), Onetti fue un hombre depresivo, incrédulo, alejado de cualquier
mistificación, en primer lugar, de la mistificación de la literatura y de su propia obra... Quizás
por esos mismos rasgos de su carácter, la tendencia depresiva, la falta de comunicación,
un angustiado pesimismo, J.C. Onetti fue muy amado por algunas mujeres, y no sólo por aquellas a
quienes despertaba el instinto maternal y de protección. Había, en su desolación, un rasgo de
elegante coquetería, una especie de demanda de amor, de un amor que él difícilmente
prodigaba... Ninguno de sus personajes, ni Aránzuru en "Tierra de nadie", ni Ossorio en "Para esta
noche", ni Brausen en "La vida breve", ni Larsen en "El astillero" dejaron de ser ese hombre
solitario, incapaz de integrarse, de superar la distancia afectiva y emocional que va de un yo a otro, y
confundirse con la materia o con la carne... El gran tema de todos sus libros es la soledad. Una
soledad ambivalente: es la fuente de angustia, pero, al mismo tiempo, es una señal de identidad, un
escudo para protegerse de cualquier ilusión, fundamentalmente, de la ilusión amorosa o sensual.
Porque ante el riesgo del desengaño, los personajes de Onetti optan por no tener ilusiones, en una
especie de budismo desplazado y sin doctrina... Todos los vínculos y las adscripciones humanas son
negadas en la obra de Onetti, pero también es negado el vínculo, la proyección en el paisaje
urbano. Es la ciudad, es la noche, pero el protagonista (otro yo del autor, como en casi todas sus
novelas) no tiene nada que ver con ella... En una especie de ecuación invariable, las fábulas de
Onetti repiten el mismo esquema psicológico: aislamiento y soledad, tentación de romperlos, y
luego, la confirmación de que son irrompibles, con el sentimiento de que se ha fracasado. Sin
embargo, sutilmente, nos engañan: de verdad, nunca lo han intentado. Han sido tan cobardes, tan
abatidos, tan ensimismados que ni siquiera lo han intentado. No están de vuelta, como parecen: no
han llegado a ir. No es una literatura del fracaso, como se ha dicho, porque el fracaso implica una
empresa. Sólo en "El astillero" (admirable alegoría de la decadencia de Uruguay, su país de
nacimiento) hay un asomo de proyecto, pero el protagonista no lo asume porque crea posible
refundirlo, sacarlo adelante, sino todo lo contrario. Como ocurre a menudo en las grandes alegorías
de uno de sus contemporáneos, J.G. Ballard, los personajes sólo aceptan el espejo de la catástrofe: la
catástrofe ya ha ocurrido en un tiempo anterior, previo a la irrupción del protagonista... Es cierto
que la estética de uno y otro escritor no se asemejan (Ballard es pródigo en metáforas, en
descripciones pictóricas, su estilo es el de un poeta que escribe en prosa, en cambio J.C. Onetti es
experto en omisiones, elipsis, menos visual y menos metafórico), pero los antihéroes del británico
tienen algo de los personajes onettianos: solitarios, encuentran cierto goce en el fracaso, en la
ajenidad, en el extrañamiento, en la incomunicación. En toda la obra de J.C. Onetti no hay una sola
historia de amor. Por lo menos de lo que entendemos como "enamoramiento", o sea, florescencia de
lo imaginario, euforia; aquello que los ingleses denominan como "infatuation". En J.G. Ballard,
tampoco... Lo más parecido al enamoramiento que hay en algún relato de J.C. Onetti es cierta
velada atracción por las adolescentes hurañas y esquivas, pero miradas desde lejos, con la óptica del
fracaso anticipado... Parece imposible separar ciertos temas de la narrativa de J.C. Onetti (el
desprecio ambivalente de las mujeres, la nostalgia por la juventud perdida, la soledad inevitable) de
la estética del tango. En el relato "El perro tendrá su día", hay un diálogo entre el asesino y el
comisario que parece la letra de más de un tango. El asesino dice: "Todas las mujeres son putas.
Peor que nosotros. Mejor dicho, yeguas. Y ni siquiera verdaderas putas". La violencia de la imagen
nos deja boquiabiertos: las mujeres son "yeguas". Hay otra lectura posible y necesaria de su obra: la
misoginia, la incapacidad de amar a las mujeres. Quizás todo el fracaso y la melancolía vienen de
allí, de esa imposibilidad de darse, de entregarse, de dialogar, en suma, con "La Otra".

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