traigo los frutos más queridos; traigo a vender mis amaneceres de tinto amargo y desesperanza; quién compra un poco de mil jornadas al sol o este cansancio que ya me alcanza.
Vendo canto de los arados
fruto de mis dedos cuarteados; quién compra un poco de esta nostalgia o el frío de invierno en un rancho e´guadua; cambio la sal que en mi frente el viento secó por un poquitico de esperanza.
Vengo del suelo oscuro de mi Patria
a ofrecer los frutos de mi vida que a todos pasa inadvertida; mi nombre es el de tantos campesinos a los que Dios fijó el destino de vivir siempre en el olvido.