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Francisco: entre la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo

Emilce Cuda

Entre los cuarenta y cinco años que separan a Francisco de Medellín la cultura
latinoamericana se teologiza y produce una nueva categoría hermenéutica: el pobre. No se trata
de adivinar cuál es la teología de Francisco, sino tan solo de conocer la modalidad teológica
argentina que el papa habitó, como herramienta para entender la radicalización en la pobreza del
obispo de Roma. Esa teología se denomina Teología del Pueblo –modalidad que asume la
Teología de la Liberación latinoamericana en una parte de la teología argentina-, y surge con los
procesos políticos por la democracia en Argentina entre los años 1964 y 1976. Ambas, la
Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo, utilizan el método ver-juzgar-obrar,
poniendo en relación la praxis cultural con la reflexión teológica, pero la Teología del Pueblo
privilegia el análisis histórico-cultural sobre el socio-estructural.

Para comprender mejor la diferencia entre la Teología de la Liberación y la Teología del


Pueblo, tomaré la clasificación hecha por Scannone,1 para quien dentro de la Teología de la
Liberación pueden distinguirse cuatro corrientes, siendo la Teología del Pueblo una de ellas. A la
primera la denomina Teología de la Liberación desde la Praxis Pastoral (Pironio), persigue la
unidad de todo el pueblo mediante una reflexión ética-antropológica teniendo en cuenta a las
ciencias sociales, pero sin reflexionar en los aspectos políticos. La segunda es la Teología de la
Liberación desde la Praxis Revolucionaria (Assmann), un análisis socio-histórico de la realidad
a partir del marxismo, que la convierte en teología secularizada. La tercera es la de la Teología
de la Liberación desde la Praxis Histórica (Gutiérrez, Sobrino), fiel a la tradición, utilizará el
saber sociológico del análisis marxista en busca de una transformación radical de la sociedad
latinoamericana, donde el sujeto es el pueblo pobre como clase encarnada. La cuarta corriente es
la Teología del Pueblo (Gera, Tello), que busca la inculturación de la teología como praxis,
trazando socialmente la línea de la justicia entre pueblo y anti-pueblo. Francisco estudió y vivió
entre la Teología Pastoral y la Teología del Pueblo.

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Para la Teología del Pueblo el sujeto es el pueblo y no la clase. Una parte del pueblo, el
pobre, y este es el agente de evangelización ya que el mismo pueblo como comunidad
organizada que se autoevangeliza y se autogobierna. Esa práctica pública de la Teología del
Pueblo que conoció Francisco se detiene hacia 1976, como consecuencia de la persecución
política que comienza con la dictadura cívico-militar en Argentina y en otros países de la región.
La Teología del Pueblo, en lugar de secularizarse -es decir, de secularizar sus conceptos
teológicos insertándolos como políticos en la cabeza del nuevo príncipe moderno-, se incultura.
La Teología del Pueblo logra inspirar al resto de la Teología Latinoamericana con esta idea de
cultura, así Gera fue el inspirador y redactor de los números centrales de la Conferencia
Episcopal de Puebla sobre “evangelización de la cultura” en 1979, y Bergoglio el relator de
Aparecida en el 2007.
Mientras la Teología de la Liberación concluye que la pobreza es el estado de anonadamiento
como lugar teológico privilegiado, por el contrario el documento de Aparecida -donde Bergoglio
tuvo un papel decisivo-, dice que la evangelización es para que los pobres tengan vida y la
tengan en abundancia, es decir para que se exilien de la pobreza del ser al ser. A mi modo de ver,
la resolución de esta dialéctica, entre el ser y la nada, es el punto de desencuentro entre la
Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo. La Teología del Pueblo ve a la pobreza como
momento escatológico pero con esperanza. El ascenso de la nada al ser es posible aquí y ahora,
aliviando el sufrimiento del pobre. Agudizar las contradicciones sociales para acelerar la parusía
es para ella una posición marxista; por el contrario, intervenir en la realidad buscando justicia
social es una posición políticamente popular que genera la esperanza de promoción total del
hombre.

La Teología del Pueblo trata de intervenir culturalmente, por ejemplo a través del
sindicalismo o apoyando las políticas públicas de gobiernos populares. No hablará entonces de
liberación, sino de liberalidad, que no es renuncia a todo lo material, ni tampoco liberalismo
egoísta, sino vocación de dar lo poseído. Buscará políticamente la justicia social, por eso los
teólogos argentinos de los años 1960 y 1970 se vinculan con el movimiento obrero, por
considerar que será en el mundo del trabajo, y no en la pobreza, donde el pastor deviene teólogo.
Esta praxis teológica articula lo teórico y lo práctico en el campo de la realidad, uniendo así:
acción y contemplación, docencia y estudio, pastoral y teología. De este modo, el saber
teológico, como el saber político, emergen de la acción. El teólogo y el trabajador –para la
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Teología del Pueblo- se auto-producen en la experiencia como sujetos teológicos y políticos


colectivos. Su saber teológico será a posteriori de una praxis como sujeto colectivo, y no a priori
como pretende el sujeto iluminado.

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