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PHILOSOPHIA VULGARIS

(scripta quodammodo philosophica)

REDACCIÓN

Marisa Mosto
Federico Caivano
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 2 – 2018
Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta
publicación.

1
ÍNDICE

Presentación p. 3

Alejo Cercato. Lo común de lo improbable p. 4

Radulfus. Los penúltimos meses de Carmelo Di Leo p. 7

Marisa Mosto. Un regalo en Bruselas p. 8

Attilio Salvatore. La justicia de Teodoro Roque p. 10

Federico Caivano. Pseudo-bio-filosofía del aburrimiento p. 12

Felipe Matti. La receta mágica del whiskey p. 14

Arcón de los recuerdos p. 16

Minima philosophica p. 20

2
PRESENTACIÓN

En este lugar encontrarás, amigo lector, algunos escritos


que se relacionan de algún modo con la filosofía. Tal relación se
manifestará en notas y minucias filosóficas: unas veces, con
humor; otras, con seriedad. Nos gustaría que nos acompañaras
con tu lectura y con tu pluma. De esta forma serás para nosotros
un nuevo Boecio, pues darás alegría y consuelo.
Radulfus

3
LO COMÚN DE LO IMPROBABLE

ALEJO CERCATO

Con el paso de los años terminé por aprender, a los golpes, una
extravagante verdad: lo improbable es más común de lo que creemos. Y,
como si lo anterior fuese poco, también descubrí que lo improbable es
siempre mucho más relevante en nuestras vidas que lo cotidiano y
esperable. Cuando nos acontece algo inesperado e improbable
(generalmente suele ser algo que nosotros imaginábamos como
imposible) nuestra vida, ya sea para bien o para mal, se topa con algo
que la impacta1. Si el impacto es elevado, relevante digamos, nuestra
vida necesariamente cambia.

Mi idea no es hacer una generalización completa del


comportamiento de lo improbable, que, dicho sea de paso, sería
imposible. De haber una regla general que comprendiese todas las
improbabilidades, aquella regla sería de por sí improbable, y por tanto
tendría que comprenderse a sí misma para poder ser una regla general de
todo lo improbable, lo cual, claramente, sería improbable. Dejo, sin
embargo, que cada uno haga la prueba.

Empecemos entonces con una anécdota sencilla y vulgar, de bajo


impacto, pero que ilustra la idea de lo común que es lo improbable. Hace
algunos años atrás, una noche de verano propicia para la juventud, fui
con unos amigos y mi hermano a una cena de egresados2. Temerarios,
coronados de laureles y alegres emprendimos el retorno a casa cerca de
las cuatro de la madrugada. Teníamos que caminar solo tres cuadras
hasta la parada del colectivo, pero a mitad de camino fuimos
interceptados por una pandilla de malhechores al grito de “dennos todo”.

1
El grado del “impacto” recibido, y por tanto sus ulteriores consecuencias, usualmente es
proporcional al grado de improbabilidad de aquello que nos impacta (ya sea una improbabilidad
real o una improbabilidad imaginada, otorgada por nosotros sin suficiente información al
respecto).
2
Dato curioso: mi objetivo de la noche era conquistar a una joven entrerriana que estaba de paso
por la ciudad. El objetivo, aunque improbable, fue logrado con creces. Una de las principales
dificultades consistía en que los egresados de la cena eran nuestros enemigos jurados del colegio,
con quienes, hacía pocos meses, habíamos librado una batalla campal que me valió una fractura
de tabique. Empero, después de un duro trabajo de inteligencia, optamos por llegar a la cena
pasada la medianoche, momento para el cual los muchachos ya estaban pasados de copa y
resultaban inofensivos. Otra de las dificultades fue librarme de los abrazos y llantos de
arrepentimiento del sujeto que me había fracturado el tabique, quien, interrumpiendo mis
tácticas, le repetía a la joven entrerriana que yo “era un buen tipo”.

4
Como “soldado que huye sirve para otra guerra”, nos entregamos
a la fuga… Entonces sucedió algo que jamás hubiese imaginado: mi
hermano, un Goliat Argentino (alto, robusto, fuerte e iracundo), fue
atrapado por un pequeño vándalo que no le llegaba ni a los hombros. La
escena era bizarra: un enano zarandeando a una mole que había quedado
petrificada. Para colmo el resto de mis amigos había desaparecido en la
lejanía. Volví sobre mis pasos y liberé a mi hermano de su opresor al
grito de “corre bol…”.

Y he aquí la perla de la noche, lo realmente inesperado: mi


hermano despierta abruptamente de su letargo, mueve desesperadamente
todo su cuerpo y sale corriendo de la escena solo después de haberme
propinado una improbable piña en la cara. Sin querer, por supuesto.
Todavía recuerdo la cara de sorpresa que puso el pequeño vándalo al ver
aquel disparatado episodio. Éste fue uno de los tantos golpes que me
llevaron a vislumbrar que lo improbable era mucho más común que lo
esperable1.

1
Dato curioso 2: aquella noche nos deparó muchas más sorpresas. Después de liberarnos de
aquel grupo de malhechores nos encontramos con una patrulla de policía que nos indicó otra ruta
de escape más segura. ¡Ja! En nuestro nuevo rumbo encontramos una segunda banda enfurecida
que nos persiguió al grito de “¡Mátenlos!”. Corrimos más rápido que Forrest Gump y logramos
escapar escondiéndonos en el jardín de una casa en la que nos esperaba un “tranquilo” perro
policía. Llegamos a casa a las seis de la mañana y juramos jamás contar nada a nuestros padres.

5
El problema no es que lo improbable sea más común de lo que
pensamos, sino el hecho de que no lo veamos o no sepamos aceptarlo.
Por un instinto de supervivencia tendemos a simplificar nuestra visión de
las cosas para poder movernos con mayor facilidad en el día a día. Como
hay demasiada información en el ambiente, más de la que podemos
procesar, “comprimimos” en un pack toda la información que creemos
importante y nos movemos de acuerdo a las pautas de dicho pack. Por
varias razones (como la comodidad, el miedo o la prisa) terminamos
olvidando que nuestro pack de información es solo una parte del todo y,
confundidos, asumimos que es toda la información (en el mejor de los
casos creemos que es una cantidad de información “suficiente”, pero no
lo es). Y allí, en el prado de la información que no tenemos en cuenta,
habitan los acontecimientos “improbables” con que un día chocamos.

Si bien no podemos procesar toda la información del ambiente de


forma tal que nada nos sorprenda, sí podemos tener una actitud más
provechosa hacia aquello que no sabemos qué será, pero que sabemos
vendrá. El truco está en no dar nada por “imposible”, en reservarnos un
espacio para imaginar que “todo puede pasar” y, de esa forma, estar
mejor preparados para el impacto de lo que venga: si es malo, para
recibir mejor el golpe y reducir el daño; si es bueno, para aprovechar al
máximo lo que tenga para ofrecernos.

ALEJO CERCATO
Tempus Fugit

6
LOS PENÚLTIMOS MESES DE CARMELO DI LEO

Carmelo Di Leo era de Sicilia, pero había venido aquí


muchísimos años antes. Se casó en estas tierras y tuvo tres hijos,
argentinos por tanto los tres. Falleció en 2001 a los 77 años, en esta
Buenos Aires a la que había terminado por acostumbrarse.

Sé que muchos de mi generación y otros bastante menores lo


recordarán, porque fueron sus discípulos en unos o en otros lados. Me
permitiré mencionar aquí algo que me impresionó mucho.
No recuerdo cómo me enteré de su muerte (supongo que por
aviso de la Facultad), pero sí que un tiempo después me llamó por
teléfono uno de su hijos, para pedirme que fuera a llevarme algunos
libros de latín y de griego, que estaban repartiendo entre sus exalumnos.
Eso hice y me da alegría conservar su memoria también de ese modo.
Pero vuelvo al título de esta nota, porque hablé de sus penúltimos
meses, de una forma exagerada. En realidad una vez tuvo, no mucho
antes de morir, una internación en el policlínico docente. Fui a verlo un
domingo a la tarde y estaba solo en su habitación. Dijo que su familia
quería llevarle un televisor, a lo cual él se negó.
La razón estaba en su mesa de luz, que tenía tres volúmenes en
griego: La Odisea, Los Evangelios y los Pensamientos de Marco
Aurelio. Al momento de mi llegada estaba en compañía del emperador
filósofo. Me explicó que se lectura le daba una gran paz; lo mismo,
respecto de las otras dos obras.
Me animo a arriesgar una interpretación, que muy probablemente
sea mala. Esta es, con tu venia, querido lector. Marco Aurelio enseñaba
(me hago el propósito de volver a leerlo) que no hay razón para
inquietarse, porque todo el cosmos responde a un orden divino, del cual
formamos parte. Si meditamos en nuestra pertenencia a tal cosmos,
podemos sentirnos profundamente felices, porque nuestra felicidad no
depende de azares (O Fortuna, velut Luna). En fin, te dejo esta ínfima
memoria de un profesor que no solo enseñaba… él era griego. Había
traído su espíritu helénico de la misma Mesina y lo llevaba en su sangre
y en su vida. 1
Radulfus

1
Al final de este número, en la sección Minima Philosophica, hay una bonita nota de
Marisa Mosto, a propósito del Prof. Di Leo.

7
UN REGALO EN BRUSELAS

MARISA MOSTO

Hace un tiempo estuvimos con Juan, mi marido, en Bruselas.

El hotel en que parábamos quedaba en una zona céntrica. Para


llegar al corazón histórico de la ciudad debíamos caminar unos diez
minutos atravesando una calle comercial muy concurrida.

El último día que estuvimos allí fue un sábado. La calle


comercial estaba repleta de gente. Si uno hacía un alto en la caminata y
se ponía a observar hacia adelante donde la calle bajaba un poco, podía
contemplar una marea humana, como si alguien hubiera pisado un
hormiguero y se hubieran desparramado a gran velocidad las hormigas.
Lleno de gente. Gente de distintas procedencias, razas, vestimentas,
edades, competía en número con la cantidad de objetos que se ofrecían
para la venta y de imágenes con que se los publicitaba.

Tiendas de venta de ropa, ¡muchísima ropa!, pantalones, remeras,


bombachas, camisas, medias, suéteres, camperas, polleras, shorts, y
también valijas, carteras, zapatos, pañuelos, gorros, y helados,
panqueques, chocolates, sándwiches, teléfonos, accesorios,... ¡Uf! Varias
personas caminaban rápidamente engullendo comida al paso servida en
cajitas de cartón. Toda una experiencia de exceso: estímulos, consumo,
aceleración, apretujamiento y aislamiento a la vez. A lo sumo algún
encuentro efímero de miradas, una sonrisa fugaz, un empujón
involuntario.

A las seis de la tarde, hora en que cerraron los negocios, se acabó


todo. Poco a poco la calle fue quedando desierta. Comenzaron a poblarla
lentamente inmensas bolsas de residuos que los negocios sacaban a la
calle y la basura sorda y dispersa que los transeúntes habían dejado caer
en su avalancha.

Caminamos de vuelta por allí al caer el sol. En los patios de


entrada de varios negocios –detrás de las bolsas de basura– se habían
instalado algunas familias de Medio Oriente (a juzgar por la vestimenta
de las mujeres) buscando guarecerse para pasar la noche.

El escenario ahora más despojado de la calle, permitía prestar


atención a los detalles.

8
Una niña de cara redondita, cachetona, pelito suelto y flequillo,
jugaba con su peluche como si fuera una pelota. Lo lanzaba al aire y lo
volvía a recoger. Tenía la carita sucia y risueña. Inspiraba ternura y pena
verla jugar en esa calle, a la intemperie, rodeada de basura y luces de
neón. Irradiaba ese típico entusiasmo infantil despreocupado: ella
jugaba. Verdaderamente jugaba. La vida era sólo ese momento. Todo
estaba allí. Entretenida con su muñeco. Y jugando se le cayó el peluche a
mis pies. Y el peluche también estaba sucio. Vino corriendo a recogerlo.

Su madre permanecía contemplándola desde lejos, sentada en el


patio del negocio con otro niño a su lado; le grito algo, seguramente la
retaba –con el tono en que lo hace una madre cariñosa, un reto sin
violencia-, enseñándole a “comportarse”, a “no molestar”. Mientras
recogía el peluche la niña me miró sonriendo pícara como pidiendo
disculpas. Desde otro lado se nos acercó su padre con un bebe alzado en
el brazo derecho y extendiendo su mano izquierda, pidiendo ayuda, con
una mirada llena de paz.

Pensé que sería tremendo para esos padres, para esos padres, de
esa familia, no poder darles una casa, una casa con un baño para lavar su
carita y su peluche, una cama para arroparlos, una mesa para
compartir… y verse obligados a pedir ayuda a unos extraños, sentirse
impotentes frente a sus hijos.

Pero esa mirada llena de paz y la niña pícara y alegre con su


peluche y la madre que la cuidaba desde lejos. Papá, mamá y los niños
estaban allí. Ellos así reunidos eran su hogar y su fortuna. Ricos en su
pobreza. Por alguna rara hendija en ese momento nos colamos a la
intemperie en la intimidad de su hogar y palpamos su amor. Necesitados
y orgullosamente conscientes a la vez del tesoro que tenían entre manos.

Escasez y riqueza. Un contraste imponente frente a la vanidad del


exceso y la nada que habitaban la calle más temprano. Un exceso que
hace que no tengamos en claro los fines. Cuando todo ese potencial de
dispersión desapareció, pudieron salir a escena, mostrar sus contornos y
sus voces las verdaderas razones que nos mantienen en la existencia. En
la desnudez que impone la pobreza los fines se hacen evidentes.

MARISA MOSTO

9
LA JUSTICIA DE TEODORO ROQUE

ATTILIO SALVATORE
“(…) Eso es todo lo que somos, pero podemos
comprender que las autoridades a cuyo servicio estamos,
antes de ordenar una detención así se informen muy bien
sobre los motivos de la detención y la persona del
detenido. En eso no hay error. Nuestras autoridades, por
lo que yo sé, y yo solo sé de los niveles inferiores, no
buscan la culpa entre la población sino que, como dice la
Ley, es la culpa la que las atrae, y tienen que enviarnos a
nosotros, los guardianes. Esa es la Ley. ¿Cómo podría
haber un error?” “Esa Ley no la conozco”, dijo K. “Tanto
peor para usted”, dijo el guardián. “Y probablemente solo
existe en su cabeza”, dijo K.
El Proceso, Franz Kafka.

“Es completamente justo y hasta necesario que la muerte me


alcance ahora –pensó Teodoro Roque casi en un suspiro y las palabras
hicieron eco en su alma. Es justo y necesario”. El paisaje en movimiento
que podía ver por la ventana era exactamente el mismo que había visto
otras tantas veces a lo largo del camino que iba desde la ciudad de La
Plata hacia Capital Federal. Solo que esta vez miraba todo con mayor
atención procurando, aunque fuese en vano, guardar en la memoria los
detalles más insignificantes. En su extraña lógica ese pequeño esfuerzo
le ahorraría algunos sufrimientos en el momento culminante, que estaba
próximo sin duda…

Para ser honestos, más allá de que el dato sea baladí, Teodoro
Roque era un hombre que profesaba insospechadamente la fe católica.
Baladí, digo, porque en la lógica de aquel sujeto dominaba una premisa
implacable: la Justicia a todos alcanza constantemente. En pocas
palabras Teodoro Roque vivía y obraba (no siempre coherentemente)
bajo la idea de que todas y cada una de sus acciones le debían ser
inmediatamente recompensadas, ya fuese con bienes en caso de ser
buenas acciones o males en caso de ser malas.

Su idea compartía mucho con la concepción oriental del karma y


Teodoro no lo negaba, aunque él se jactaba de poder justificar
racionalmente la necesidad de esta Justicia suya. Aunque la realidad le
demostraba de continuo la falacia de la piedra angular de su lógica, él
siempre encontraba, o fingía encontrar, motivos para el retraso de la
Justicia en un mundo que, a su pesar, era demasiado azaroso y complejo
para rendir cuentas inmediatamente.

10
Teodoro Roque era un fino moralista y un rebuscado metafísico;
pero por sobre todo era un reo esperando la muerte, única recompensa
posible por sus crímenes y pecados (inmensos en su imaginación,
ínfimos para el que entiende de la vida). Y, ahora que todo indicaba la
proximidad del fin lo afrontaba, sin miedo.

Ese día se había retrasado solo unos segundos más de lo habitual


en llegar a la parada del micro que tomaba todos los días para viajar a
Capital Federal, pero ese retraso bastó para que perdiese su transporte.
Empero no llegó a maldecir su suerte (algo que solía hacer con total
incongruencia) porque inmediatamente llegó otro micro y se subió sin
pensarlo dos veces. El chofer era un hombre decrépito y malhumorado,
parecía borracho. Teodoro Roque se sentó, pero enseguida volvió a
ponerse de pie para confirmar lo que habían visto sus ojos: el micro
estaba completamente vacío. Solo estaban él y el chofer. Pasaron las
paradas y nadie subió. Entonces lo comprendió: la ocasión era propicia
para que la Justicia lo alcanzase y le diese muerte. El micro volcaría en
algún punto del camino llevándose solo su vida y la del chofer, que
demás está decir seguramente también merecía ese fin. Lamentó las
circunstancias pero no tuvo miedo. Suspiró.

El micro se detuvo en la última parada. Teodoro estaba vivo y


sorprendido hasta que vio salir de los asientos del fondo a un joven.
¿Cómo no lo había visto? Por un solo justo había sido salvado.

ATTILIO SALVATORE

11
PSEUDO-BIO-FILOSOFÍA DEL ABURRIMIENTO

FEDERICO CAIVANO

Mis gatos, como los niños, hacen lío cuando están aburridos y no
les damos la suficiente atención. Como buen filósofo, en vez de ponerme
a jugar más con ellos y mantenerlos entretenidos y felices, esto me dejó
pensando: ¿por qué existe el aburrimiento? Y también: ¿por qué tenemos
la capacidad de aburrirnos? ¿De qué nos sirve? ¿Todo animal tiene esa
capacidad?

El primer ejemplo que se me viene a la cabeza es el de las


hormigas, seguramente por ser el arquetipo del trabajador. Sería ridículo
encontrar una hormiga aburrida, recostada contra una hoja y bostezando.
Lo cual nos da una pista: el aburrimiento llega en el descanso, en el ocio
mal entendido. Y otra pista: nuestra singular hormiga aburrida está sola,
y al imaginarla me pongo en sus minúsculos zapatos y pienso que al
estar en esa situación, lo que instintivamente se me ocurriría hacer sería
tomar algo del piso (una piedrita, una rama, una hoja seca) para
romperlo (canalizando el espíritu de la Entropía Universal, tal vez),
lanzarlo lejos o simplemente manipularlo (eso que en inglés tiene su
propia palabra: fidget), con tal de hacer algo. Por lo tanto, concluyo que
el aburrimiento, más que una falta de diversión o deseo o placer es una
falta de propósito o al menos surge de esta falta.

¿Pero sólo queremos mantenernos ocupado? ¿Tan necesario es estar


haciendo algo? Es imposible vivir sin un propósito, un para qué. 1 La
vida es movimiento, y el movimiento se compone, necesariamente, de
energía, dirección y sentido. Los insectos y, más aún, los
microorganismos, tal vez sean los seres más embebidos en propósito
vital en este planeta, lo cual explica su extraordinaria y exitosa
expansión 2 (en cantidad y diversidad) sobre prácticamente cada
centímetro cúbico del globo. Entonces, podría decirse que cuanto menos
consciente es un ser vivo, más fácil le es cumplir con un propósito
determinado por su constitución biológica; es decir, es menos libre, pero
cumple mejor la función biológica de vivir (sobrevivir y reproducirse).
Por lo tanto, concluyo lo siguiente:

1
Dejo de lado la cuestión metafísica pre-post-moderna de si las cosas pueden existir sin
un propósito. Aunque a este respecto me considero firmemente platónico y afirmo la
existencia de un Bien supremo al que todos los otros fines o propósitos apuntan.
2
La aglomeración de prefijos repetitivos (“ex-“) fue pura coincidencia y no tiene
remedio.

12
 El aburrimiento es signo de libertad. Y pocos animales tenemos
el lujo de experimentarlo.
 El aburrimiento es signo de infelicidad, en cuanto que es falta de
conciencia acerca del sentido biológico de la vida del individuo.
Sin embargo, existencialmente (es decir, considerándonos
como individuos libres), buscar ese sentido, aunque no se
encuentre inmediatamente, ya es una manera de hacer algo y, por
lo tanto, tener un propósito (más breve: buscar el sentido de la
vida es ya darle un sentido a la vida).
 El aburrimiento es una alerta que hay que aprender a escuchar y
contestar no sólo a corto plazo. Y hay que saber diferenciar el
vivir para sobrevivir y el vivir para ser feliz con lo que elegimos
ser.
 No solo los humanos buscan ese sentido: todo ser vivo vive para
algo, para un pro-pósito, puesto delante de nosotros por alguien
más, por las circunstancias o por cada uno. Los animales que se
aburren sugieren que tienen un grado de libertad no desdeñable.
 Cada vez más siento que debo leer a Schopenhauer, que hace
casi, casi 200 años que pensó en estas cosas, aunque obviamente
con mucha más profundidad y lamentablemente con conclusiones
mucho más desesperantes.1

Dice Jackson Galaxy, experto en conducta felina, que a los gatos


hiperactivos hay que tratar de jugarles con un hilito o algo para que
cacen y después darles de comer. De esa manera, se replica lo que
ocurriría en la naturaleza y se elimina el exceso de energía (sobre todo
de energía mental, de la preocupación atávica por el animal de cazar para
vivir). ¿Qué propósito real elegimos seguir? ¿Y qué propósitos nos
creamos mientras tanto, para eludir al aburrimiento?

FEDERICO CAIVANO

1
El mundo como voluntad y representación fue publicado en 1819.

13
LA RECETA MÁGICA DEL WHISKEY1

FELIPE MATTI

El humor no deja cuarto a la razón; o a lo que entendemos como


ella; el humor irrumpe en nuestra representación por completo. Es el
principio básico que muestra la gran ambivalencia que posee el hombre.
Acostumbrados a que nuestras impresiones soslayen una causalidad; tal
es el manejo del humor que permite que aquello se esfume. Arremete
con la ilusión de que una situación finalice como se espera que lo haga.

Aquella es una gran habilidad que posee el hombre, muchas


veces escondida y no siempre analizada. Resulta penumbrosa, causa de
una oclusión misteriosa que nunca podemos olfatear por completo entre
risas. Avasalla nuestros sentimientos, nuestras capacidades; la carcajada
nos inhibe, el poder de tentarnos nos distrae y nos sustrae de este mundo,
en ese momento habitamos un éxtasis eufórico incomprensible. La
capacidad de aliviar el sofoque del existir en simetría y dar entrada al
caos, plantarse en una llanura de pastizales donde el hastío ha de
confundirse.

La capacidad de ser irónico es la demostración de que el hombre


puede alejarse de su costumbre, entrar en un razonamiento alienígeno y
distanciarse de su costumbre. Puede crear un nuevo mundo donde triunfa
un acostumbramiento nuevo, diferente.

El humor y la mentira tienen el mismo principio. La comedia es


un trozo de realidad esculpido a gusto; manufacturado para reconocer lo
absurdo de la realidad misma

Es un juego constante, vulgo. El hombre tiene la capacidad de


crear un universo donde las plantas golpeasen a quien intenten comerlas
y los bebes sean invisibles al nacer. Al introducirnos en ese mundo con
nuestra costumbre a que las plantas no tengan sistema nervioso y los
obstetras no entren en un calvario y se asusten al no saber que poseen un
bebe en brazos al recibir al niño; resulta cómico a nuestro entender, si
nos encontrásemos en ese mundo. Aun siendo poseedores de nuestras
impresiones actuales.

1
Me permito añadir aquí, en esta nota, la definición que da la Real Academia:
“güisqui. Adaptación gráfica de la voz inglesa whisky (o whiskey, en su denominación
irlandesa y americana).” [Radulfus]

14
Pero el humor también puede demostrar la tensión e ironía que la
tradición lógica y racional, es decir la idiosincrasia de un pueblo en el
cual uno se incluye, posee de gracioso. Ejemplificando de manera
exacerbada y manipulando las costumbres que poseen esas gentes para
causar historias humorosas de todo tipo. Uno puede reírse de uno mismo,
despreciarse y aun así ser chistoso. Ofender a otro y sin más, ser causa
de risa al mofarse. Puede uno irrumpir en el orden moral y provocar
carcajadas. Es una tierra sin orden ni tampoco imperativos gobernantes,
cualquier cosa bien hecha puede ser considerado humor.

Por último, puede ser chistosa una diferente suposición de un


término, utilizado adrede para cambiar el sentido de una oración. El
hombre puede crearse una racionalidad, unos parámetros nuevos y hacer
uso de ellos para la comedia. Potencialmente entendible por la
disposición a reír que todo hombre posee. Inclusive resulta gracioso que
alguien no pueda entender el sarcasmo, por ejemplo; se hace uso de ello
para el mismísimo motivo. Causar risa. Me parece correcto entonces
concluir que, dicho lo de arriba, he podido probar la verdadera
composición del whiskey. Con tan solo mezclar talco, mostaza y
zanahorias podrá usted disfrutar de un rico Gin & Tonic.
FELIPE MATTI

Cerca de San Patricio, preferimos escribir whiskey1

1
Nota de Radulfus.

15
EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS

En este arcón aparecen objetos peculiares de valor


incalculable. Venderlos no es una opción, pues al traducirlos en
dinero pierden significado. Sin embargo, queremos compartirlos
de alguna manera y por eso abrimos este espacio.

El clavo enmohecido
El otro día encontré tirado en un descampado un viejo clavo de
hierro, perdido entre los pastizales y olvidado por todos. Tanto es así que
hasta las hormigas, que iban y venían en una labor desesperada (se
aproximaba una tormenta), no se molestaban en esquivar al pobre clavo.
Me pareció una osadía aberrante, fuera de lugar, y decidí entonces
llevarme al clavo conmigo. Pesaba tan poco en mi bolsillo en el camino
de regreso a casa que, de no haber sido porque al meter la mano me
pinché con él, allí hubiese quedado seguramente olvidado de nuevo.
Ya en mi cuarto volví a tomar el clavo entre mis manos y empecé
a examinarlo minuciosamente: tenía que ser muy viejo, quizás contase
con más años que yo, puesto que ya había perdido su color, aquí y allá se
notaba carcomido, y la mayor parte de su cuerpo estaba enmohecida.
¿Qué hacer con él? Al menos todavía parecía guardar cierta resistencia.
De pronto lo supe: ¡Su destino era evidente! Seguro de su fuerza, usé el
clavo enmohecido para clavar sobre la pared frente a mi cama una copia
del Più Avanti! de Almafuerte, poeta y pensador algo olvidado:
No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que, ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo.
Por una extraña transición osmótica sentí que mi cuerpo y mi
espíritu absorbían con sed el vigor que emanaba de aquel clavo viejo y
ruin que sostenía un canto de rebeldía. Porque el Più Avanti! es, por
sobre todas las cosas, un canto de rebeldía. ¿Contra qué? ¡Contra todo!
Es aquel poema la última trinchera del combate, donde se aprieta el
bastión que aguarda más allá de todo, más allá incluso de la esperanza,
para arremeter feroz, ya mal herido. ¿Qué esperanza queda, en efecto,
para el vencido, para el esclavo de los hados? Ninguna esperanza tiene
ya, pero aún guarda en sí todo su pasado y la nostalgia es su baluarte. Y
con razón, porque ¿qué otra cosa le queda al hombre sin futuro sino los
tesoros su perdida estatura?

16
¿Para qué entonces, si enmohecidos yacemos, tener aún el tesón
cual clavo viejo? He aquí el secreto: todavía nos queda algo bello por
vivir. Y la belleza, por nimia que sea, siempre legitimará cualquier
esfuerzo, cualquier sacrificio, cualquier entrega. ¡Aunque la belleza en
cuestión no sea mucho más que un poema sostenido contra una pared
que, para colmo, no puede oírlo! Al menos ese testimonio basta, para
todo el resto de la eternidad o lo que quede del tiempo. No darse por
vencido, ni aun vencido, es la máxima que rezan los labios del hombre
que ama la belleza.
Alejo Cercato

El libro y el profesor
Revolviendo viejos recuerdos encontré un libro bastante común,
de colegio, pero que tiene gratos recuerdos de mi juventud. Antes de
decir cuál es, ¿es necesario tener un libro de texto para dar una materia
en el secundario? Creo que no, pero dicen que es una ayuda para el
docente el que todos los alumnos tengan un elemento de trabajo común.
No quiero ponerme más nostálgico pero muchísimos de mi época
estudiamos con Santos Lara, Fernández y Galloni, Ibáñez, Rampa, el
Manual del alumno, el Manual del alumno Bonaerense, Alcántara,
Astolfi, Repetto y Fesquet.

17
Deliberadamente he omitido las consultas en la Red; de modo
que probablemente haya mencionado con errores a estos hombres y
obras (algún lector se tomará el tiempo de corregir). Pero el libro de
marras fue el Curso de filosofía de García Venturini.

Casi no lo leí en aquellos días, sino varios meses después, porque


mi profesor (después hablaré de él) lo había dado como complemento a
sus apuntes. La vida tiene sus vueltas y, unos cuantos años más tarde, me
tocó ser colega de García Venturini en el Central Buenos Aires, aunque
solo llegué a saludarlo, pues no me atrevía a hablar con una personalidad
tan conocida en el ámbito educativo.

18
El profesor Miguel Ángel Mirabella es el de la imagen de la
página anterior. Transmitió conocimiento y reflexión profundos.
Tendríamos unas cuantas anécdotas para referir, cosa que impide la
diosa Brevitas. Vuelvo a las vueltas de la vida, porque una vez, en
pasillos de la Universidad Católica, compartimos un viaje en ascensor y
nos quedamos conversando. Le dije por supuesto que había sido su
discípulo en la secundaria. Más aún –¡colmo de las ironías!– años
después de aquel ascenso al mundo de las ideas me llamó por teléfono a
casa. En la Universidad le habían dicho que cultivaba yo los griegos y
los latines y él quería, simplemente, hacerme una pregunta sobre los
sentidos de una palabra. Respondí que estaba muy sorprendido de
escucharlo y traté, lo más brevemente que pude, de hacer unas
Saturnales y ponerme un minuto en el lugar del maestro.
En fin, del arcón de los recuerdos salen, diría Pero Grullo,
recuerdos. Quizás no es tan malo, pues saber es recordar.
Radulfus

19
MINIMA PHILOSOPHICA

Aceite muy filosófico


El Dante no solo es un autor literario. También fue filósofo y
escribió obras de ese tenor. Pero aquí lo menciono como chef, por
decirlo de algún modo.

¿Por qué se llama Dante un aceite y no un limoncello? Es cosa


que deben responder los sabios. En todo caso, Italia es tierra de arte,
incluso en sus diseños publicitarios.
Nicolás Demio

Olga, Fernando y Radulfus, tres dactilógrafos


¿De qué se trata lo que dice el título? Paso a explicar, querido
lector. Hace un tiempo, en una modesta revista literaria de amigos, Olga
Fernández Latour de Botas publicó un bellísimo poema evocativo. Los
temas: la infancia, la casa familiar, la educación en la escuela y en el
hogar, las calles del viejo barrio. Copio de él la musical estrofa que
corresponde a lo que escribo ahora:

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Estaban los libros en el escritorio,
y los diccionarios de lomos brillantes.
La Remington gris tecleaba en los dedos
finos, firmes, fuertes, sabios, de mi padre.
En esta publicación filosófica, viene ahora un ejemplo de algo
poco filosófico. En efecto, de tantas cosas bellas que tiene la poesía tomé
algo baladí. No me detuve en lo profundo sino en lo anecdótico: la vieja
Remington. Y mi asociación voló hacia el modelo Remington Rapid-
Riter. Y te contaré, querido amigo, dónde me llevó mi mente fugaz.

La filosofía no quiere que seamos picaflores; al contrario, non


multa sed multum: no cantidad sino calidad, pensamiento meditado y
serio. No seguí tan sabio aviso y di vueltas en la idea de que rapid es del
latín, ‘arrebatador’. A Riter, lo uní con el Ritter alemán, el ‘caballero’,
aquel melancólico personaje de varios poemas del Libro de los cantares
de Heine. Entonces, según mi peregrino devaneo, la Remington nos
hacía cabalgar velozmente sobre nuestras ideas. Todo esto, por supuesto,
con total desprecio de la ciencia etimológica, pues Ritter no tiene
relación con Rapid Riter. Busqué entonces en la Red acerca de la palabra
de marras y solo una referencia a un cuento del escritor Fernando
Sorrentino, quien me honra con su amistad. Lee su respuesta epistolar.

Hola, Raúl:
Cuando yo terminé el secundario en el Nicolás Avellaneda (1960)
mi mamá me premió con el regalo de una flamante Remington
Rapid-Riter, comprada –cero kilómetro– en la propia casa
Remington, de la que sólo recuerdo que quedaba en la calle
Tucumán, sin tener idea de la altura.

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Pero, previamente a la recepción del regalo, mi papá me aconsejó
que siguiera un curso de dactilografía, cosa que hice en la sede de
las Academias Pitman ubicada en la avenida Santa Fe en alguna
de las dos cuadras que corren entre Oro y Uriarte. Desde
entonces, soy un perfecto mecanógrafo que puede escribir al tacto
y con elogiable velocidad.
En cuanto a tu curiosidad filológica, mi diccionario Simon and
Schuster’s me dice que rapid es un adjetivo correspondiente a
nuestro rápido (como sustantivo equivale también a nuestro rápido,
acepción que no nos interesa en este caso). Respecto de riter
(vocablo inexistente en inglés), imagino que es una forma
inventada, una especie de simplificación del inglés writer.
Añado ahora que ignoro si la forma correcta es Rapid-Riter
o Rapid Riter: aunque conservo mi querida máquina, se halla
ahora en un sitio de mi casa de difícil acceso. Por asociación de
ideas, veo ahora que hasta 1986 escribí todos mis textos en el
entrañable aparato; por esos días le asigné el beneficio de la
jubilación y me pasé a la computadora.
Esto es todo lo que sé.
Abrazo,
FerS

En fin, mi disparate intelectual, lleno de dóxa y vacío de epistéme


(perdón por las transliteraciones), produjo algo bueno, pues la respuesta
de Fernando es en sí una pequeña pieza literaria. Por otro lado, me hizo
recordar los versos sentidos de Olga. A lo mejor nos unió
espiritualmente la vieja Remington.
Radulfus

Más sobre el Prof. Di Leo (a propósito del artículo de p. 7)


Marisa Mosto, después de leer mi artículo sobre el Prof. Di Leo,
recordó un encuentro que había tenido con él. Me pareció bien sumarlo a
los recuerdos de alguien tan querido. Copio entonces su relato epistolar.
“Querido Raúl:
Recuerdo una ocasión en que yo todavía era alumna y estaba en
sala de profesores aguardando encontrarme con el Dr. Komar –quien me
había citado allí–, apareció el Prof. Di Leo. Yo lo conocía de vista
solamente. No lo tuve como profesor. Entonces se puso a conversar
conmigo y me contó que su peor miedo era que su mujer muriera antes
que él.

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Me dijo: "Si yo pudiera, les pediría a los dioses, como Filemón y
Baucis, que me concedieran la gracia de morirnos juntos". Yo era muy
joven. Lo que más me impresionó del asunto es que él tuviera tan
presente la cuestión de la muerte. Para mí era algo que estaba en un
horizonte lejano. Ahora que soy grande –incluso debo tener más años que
él en ese momento– creo entender perfectamente cuál era su miedo.
Volví mucho después al relato de Ovidio, porque encontré a Filemón y
Baucis en el Fausto de Goethe, y quise conocer bien su historia. Una
historia muy sabrosa sobre la importancia de la hospitalidad en la vida.
Aunque Fausto, como ya sabrás mejor que yo, no tuvo piedad con ellos y
arrasó el lugar en que habitaban. Pero allí también murieron juntos. Ese
final a su vez me hizo acordar a Di Leo.
En cuanto a Marco Aurelio: a mí me resulta muy triste.
Quizás más cerca de mi muerte pueda entenderlo mejor.”

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