You are on page 1of 8

Los ojos del perro siberiano

Antonio Santa Ana

Personajes: narrador, Ezequiel (el hermano), padres, Mariano (amigo), abuela, Natalia (novia de
Ezequiel)

Narrador: 1era persona, protagonista

Género: Narrativo, novela

Lugar: Buenos Aires

Tiempo: ¿Años 90? Los capítulos están organizados de modo tal que va contando la historia desde
el presente en el que el narrador está por irse de viaje. Por un lado, se cuenta la historia de la
enfermedad y la relación de los hermanos más o menos progresivamente (cronológicamente, en
orden), pero también va haciendo “adelantos” de lo que va a ocurrir al final (la muerte del
hermano, por ejemplo), o de cosas que no tienen tanto que ver con el relato principal y que son
reflexiones, o recuerdos.

Introducción

El narrador se encuentra angustiado, y decide contarnos la historia de la relación con su hermano


y su muerte; y, además, nos cuenta que al día siguiente se tomará un avión. Ezequiel, el hermano
del narrador, se había ido de la casa a los 18, cuando el narrador tenía 5.

Capítulo 1

La familia vivía en una casona en San Isidro, con muchas habitaciones y un gran jardín.

A la madre le gustaba la jardinería, y el narrador tenía una buena relación con ella. Con el padre no
se llevaba mucho, y mientras el colegio y los deportes (natación y rugby) fueran bien, no tenía
problemas; aunque es cierto que le tenía un poco de miedo.

El hermano Ezequiel, con el que el narrador se llevaba 13 años, había sido el orgullo de todos, el
más querido. Era lindo, excelente en la escuela, en los deportes, bueno en la casa. Cuando el
narrador nació, el hermano se puso muy celoso.

Capítulo II

El narrador siente que su primer recuerdo es de cuando el hermano se fue. Recuerda que había
tensión en el aire, y que los padres no se lo dijeron, sino que le mentían diciendo que estaba
estudiando o algo así. Para el narrador, Ezequiel era su modelo a seguir. Al irse el hermano, pensó
que ahora él iba a ser el centro de la atención, y que toda la situación podría resultar en algo
bueno para él.

Capítulo III
El narrador nos cuenta sobre su amigo Mariano, su mejor amigo hasta los 11, que era hijo de un
amigo del papá. Recuerda que un día, cuando tenía 10, volviendo de la casa de este amigo, entró
por la puerta de atrás porque tenía las zapatillas embarradas del club, y escuchó que su familia
(incluido Ezequiel) estaba en el despacho del padre. Nadie lo había escuchado entrar, y cuando
quiso saludarlos, se dio cuenta de que la madre estaba llorando. Ezequiel no lo saludó; y el padre
lo miró fijo y le dijo que fuera a su cuarto. Esta vez sintió violencia en el aire. Llamó a su amigo
Mariano, que le dijo “me parece que tu hermano se mandó otra cagada”.

Capítulo IV

El narrador se enteró del motivo por el que su hermano se había ido de la casa gracias a Mariano,
porque el padre del narrador le había contado al padre de Mariano  él, a la madre  ella, a la
hermana  ella, a Mariano

Desde los 13, Ezequiel tuvo una novia llamada Virginia, hija de otro amigo del padre. De ella había
alguna foto, pero no se la podía mencionar. Ella había quedado embarazada, y se hizo un aborto.
Cuando el padre de ella se enteró, fue a hablar con el padre de Ezequiel y a pedirle que se casaran.
Ezequiel no aceptó, y la discusión terminó con que él se fue de la casa y dejó de estudiar.

Capítulo V

La noche de la reunión con Ezequiel, nadie llamó al narrador a cenar. En el desayuno de la


mañana, nadie habló tampoco. Aunque sabe que debería haberlo hecho, no preguntó nada,
porque sabía que el padre se enojaría. Los padres estuvieron malhumorados a partir de ahí, y no
podía ni mencionarse el nombre de Ezequiel. El narrador escuchaba sus conversaciones para
enterarse, pero nada. Mariano y el narrador quisieron averiguar por la hermana de Mariano, pero
ni la familia de ellos sabía nada. Decidió preguntarle directamente a Ezequiel. Tuvo que buscar su
dirección a escondidas y tomarse un colectivo. Fue un viaje que le cambió la vida.

Capítulo VI

El día de este viaje fue la primera vez que les mintió a los padres, diciéndoles que iba a ir con
Mariano. Cuando llegó al departamento, le saltó un perro siberiano enorme. Le contó que tenía el
perro hacía un año y medio, y que como era el más chiquito y débil de la camada lo iban a matar.
Por eso decidió llevárselo y adoptarlo. El hermano opinó que la gente le tiene miedo a lo diferente,
porque no lo entiende, y margina a los que son así.

Animándose, el narrador preguntó por qué sus padres estaban enojados con él, quien le contestó
que porque tenía SIDA.

Capítulo VII

A la vuelta de la casa de Ezequiel, el narrador ya se sentía distinto, transformado, raro. Faltó a


rugby, volvió más tarde de lo que se suponía. Pero vio que los padres no estaban, y que habían
dejado una nota. Al rato, llamó Mariano. El narrador decidió mentirle, diciéndole que su hermano
no estaba, y que había tardado porque se había perdido. Prendió la tele para distraerse, y vio una
película de Tarzán en Nueva York. Se dio cuenta de que se sentía como Tarzán: desnudo y rodeado
de cosas que no entendía.
Capítulo VIII

Vuelve a contar el encuentro con su hermano en el departamento. Después de que el hermano


confesara su enfermedad, el narrador le preguntó cómo se había contagiado. Ezequiel se enojó,
pensando que lo había mandado el padre a preguntar, pensando que lo acusarían de drogadicto,
de homosexual. Le dijo que eso no importaba. El narrador pensó en que Ezequiel estaba siendo
injusto con él al enojarse, pero no dijo nada y, en cambio, se fue.

Capítulo XIX

Al día siguiente de la visita, la madre le hizo notar que no había cenado lo que le habían dejado
para que se calentara. El narrador mintió, diciendo que se había sentido mal, y fue a abrazarla,
cosa que no era para nada común entre ellos. Fue al colegio, aunque tenía miedo de que Mariano
descubriera algo. Estaba enojado con Ezequiel, pensando en que en realidad nunca había contado
con él, como hermano, y que le podía pasar cualquier cosa y, para el narrador, sería lo mismo.

Capítulo X

El narrador cuenta que el padre lo obligaba a hacer deportes, a jugar al ajedrez, a escuchar música
clásica. Su lema era “mente sana en cuerpo sano”. De vez en cuando, jugaban al ajedrez. Ese día,
al padre le extraño ganarle tan rápido a su hijo. Le dijo que estaba desconcentrado, y el narrador
contestó que era porque se acercaba su cumpleaños.

Capítulo XI

Cuenta una pesadilla que empezó a tener recurrentemente, en la que un viajero caminaba por el
desierto y veía la sombra de un ave de rapiña, pero cada vez que miraba al cielo, el sol lo
enceguecía. Sólo podía ver la sombra del ave cada vez más cerca de él, volando en círculos.

Capítulo XII

Esa semana, fue la abuela a visitarlos un domingo. Vivía en el campo, pero también tenía un
departamento en la ciudad. Ellos solían ir para el campo una vez al mes y quedarse durante el fin
de semana.

El padre comenzó a hacerle un interrogatorio de por qué estaba ahí, a lo que ella lo calló
diciéndole que era bastante grande como para andar dando esas explicaciones. Fue la primera vez
que el narrador vio a alguien enfrentándose así a su padre.

Cuando terminaron de almorzar, el narrador se fue a acompañar a su abuela al jardín. Hablaron de


varias cosas. Después, la abuela le dijo que se había enterado de que había visitado a Ezequiel. El
narrador quedó totalmente sorprendido, angustiado por que su padre se enterara, triste porque
estaba tratando de olvidar esa ocasión. La abuela le contó que con Ezequiel se veían por lo menos
una vez por semana. El narrador, medio enojado y triste, le dijo que no quería hablar más de él,
porque los separaba un abismo. La abuela concluyó que se podía hacer puentes para cruzar los
abismos.

Capítulo XIII
Después de que la abuela se fuera, el narrador necesitaba pensar. Buscó un libro con el cual
entretenerse, pero como no encontró ninguno, decidió ir a comprarlo. En la librería, preguntó por
la librera que siempre lo ayudaba, pero le dijeron que estaba de franco. Eso lo apenó, porque ella
siempre le recomendaba los libros y con ella descubrió la lectura. Empezó a revisar toda la librería,
hasta que encontró una pila de María Elena Walsh, y encontró la canción con que lo acunaba su
hermano, que era de ella (“La canción del jardinero”). De repente, el narrador soltó todos los
libros y salió corriendo hasta el río, mientras lloraba.

Capítulo XIV

Mientras mira el río, reflexiona sobre la vida, sobre los cambios, lo que está bien y lo que no,
piensa en cómo le gustaría que todo volviera a la normalidad, a la tranquilidad como el río. De
repente, se levanta un viento y el agua le empieza a mojar los pies. Decide irse antes de que
llueva.

Capítulo XV

Se venía el cumpleaños del narrador. Mariano lo ayudó con los preparativos. Hizo la fiesta en su
casa, con un montón de comida. Hacia el final, llegó Ezequiel, que nunca había ido a uno de sus
cumpleaños. Le dio un regalo: un CD de Brothers in Arms, de Dire Straits, que significa “hermanos
abrazados”.

Capítulo XVI

Cuando sólo quedaban Mariano y los adultos, puso el CD. El padre se les acercó y les dijo que ya se
les pasaría eso de escuchar “música moderna” (al padre le gustaba la música clásica). Mariano y el
narrador dijeron que les gustaba. Luego, Ezequiel lo invitó a ver a Racing el domingo siguiente. El
narrador se quedó todo ese día escuchando el CD, y pensando en si debía o no ir a la cancha.

Al día siguiente, Mariano quiso convencerlo de que fueran juntos a la cancha, pero el narrador no
quiso. Ya en la casa, y después de una partida de ajedrez, el papá sacó el tema de la cancha. Le dijo
que podía ser peligroso, pero el narrador logró convencerlo.

Capítulo XVII

El domingo del partido el papá lo llevó en auto a Palermo, donde se encontraron con Ezequiel. De
ahí, se tomaron un colectivo hasta la cancha.

Hablaron de varias cosas, y la conversación fluyó. En la cancha, el narrador quedó muy


impresionado por todo el espectáculo, porque nunca había ido. Le agradeció a su hermano, y se
abrazaron. Al final del partido, Ezequiel dijo que si Racing seguía jugando así, él se iba a morir sin
poder verlo campeón. El narrador se asustó, pero el hermano le dijo que si seguía así, los dos se
iban a morir sin verlo campeón.

Volvieron a la casa del narrador. Después de ducharse, el padre le pidió que hablaran. Le dijo que:
1. si le gustaba el fútbol, podían ir juntos a la cancha (él y su padre); 2. que lo mejor era que no se
interesara por su hermano; 3. y que si alguna vez tenía una duda sobre los cambios en la pubertad,
le avisara; 4. y por último, que le prohibía ver al hermano fuera de las reuniones familiares.

El narrador se quedó en el despacho llorando.


Capítulo XVIII

No volvió a ver a Ezequiel por meses; y mientras tanto, no soportaba a su padre, pero tampoco se
animaba a decirle nada y enfrentarlo.

Capítulo XIX

Se sentía angustiado, hasta que un día decidió hablar con su madre, mientras ella hacía jardinería.
Le preguntó por qué no hablaban de Ezequiel, y ella le contestó que porque era lo mejor.

Capítulo XX

Un domingo antes de las fiestas, Ezequiel fue a almorzar. El narrador fue el que abrió la puerta, y
le confesó al hermano que el papá no lo dejaba verlo. El almuerzo fue silencioso, y Ezequiel dijo
que quería pasar fin de año con ellos. Esto sorprendió al narrador, y después le dijo a su hermano
que era un hipócrita. Ezequiel le dijo que no era así, y que lo decía porque tenía ganas de verdad.
Que al fin y al cabo eran sus padres, y los quería. El narrador estaba feliz y sorprendido por estar
conociendo a su hermano.

En eso, llegó Mariano a despedirse antes de las vacaciones. El narrador y él se fueron al cuarto a
escuchar el CD. Se contaron cosas que nunca se habían contado. El narrador decidió contarle lo de
Ezequiel. Mariano le dijo entonces que suponía que no se verían más, que era ridículo que lo
siguieran haciendo, y que nunca le había importado verdaderamente. El narrador le dijo que era
imposible que se contagiara. Con eso terminó su amistad.

Capítulo XXI

Antes de Navidad, se fueron al campo de la abuela. El narrador y Ezequiel pudieron hablar más
fácilmente, por mucho tiempo. Después de cuatro días, cuando Ezequiel se fue, el narrador
decidió que tenía que seguir viéndolo, no importaba cómo.

Capítulo XXII

Pasó todo el verano pensando en cómo ver a su hermano. En marzo, cuando volvió del campo,
llamó a Mariano para ver cómo le había ido en sus vacaciones. Pero él nunca lo atendió. El primer
día de clases, lo vio llegar con la chica que le gustaba de la mano (habían ido sus dos familias a
Punta del Este de vacaciones). Mariano lo saludó de modo frío y no le dio bola. El narrador se dio
cuenta de que era porque “era hermano de un sidoso”. En educación física y en rugby evitaba
tocarlo, y lo ignoraba todo el tiempo. El narrador estaba muy angustiado, porque había sido su
mejor amigo. Cuando les preguntaban, cada uno decía que se habían peleado. El narrador decidió
cambiarse de colegio y logró convencer a su padre para ir al Nacional Buenos Aires, un colegio
prestigioso. Tuvo que hacer un curso de ingreso en un instituto que quedaba a cinco minutos de lo
de Ezequiel, para rendir un examen de ingreso y entrar.

Capítulo XXIII

Cuenta que después de que murió Ezequiel, el narrador estaba triste todo el tiempo, como si ese
fuera su estado natural y no pudiera superarlo. Opina que quizás eso también sea parte de la
adolescencia.
Capítulo XXIV

Empezó a ir al instituto en mayo, y dejó rugby. A los padres les encantaba la idea de que fuera a
ese colegio, pero no les gustaba tanto que tuviera tanta libertad, porque tenía que viajar solo. Se
sintió mejor al conocer gente nueva, nuevos chicos de todas partes de la ciudad, aunque no se
hizo ningún nuevo amigo.

En julio, Ezequiel tuvo su primera crisis, y estaba muy enfermo y lo internaron (neumonía). Por
eso, lo despidieron del trabajo que tenía como diseñador gráfico y tuvo que empezar a tomar AZT
(un remedio). La abuela fue a hablar con el padre para convencerlo de que contratara a Ezequiel
para trabajar con él en su oficina, pero el padre dijo que era lógico que lo hubieran despedido y
que no era necesario que trabajara, que podía irse a vivir a la casa con ellos.

Capítulo XXV

Ezequiel tuvo que empezar a comer sano y hacer ejercicio para contrarrestar lo que le causaba el
remedio. Un día, el hermano lo empezó a buscar después del instituto, y el narrador se dio cuenta
de que estaba distinto, más asustado y apagado. Iba con el perro, Sacha. Ezequiel dijo que le
gustaban los ojos del perro porque sentía que eran los únicos ojos que lo seguían mirando igual,
más allá de su enfermedad.

Capítulo XXVI

Ezequiel le pidió al narrador que cuidar a Sacha, antes de su internación definitiva, y lo llevaron a
la casa del narrador. Como rompió varias plantas de la madre, no se lo dejaron quedar; aunque
cuando Ezequiel preguntaba, ellos decían que estaba bien.

Capítulo XXVII

Cuando Ezequiel lo buscaba después del instituto, las caminatas se hacían cada vez más largas, y a
veces terminaban yendo a su casa. Ahí descubrió la biblioteca (le prestó El señor de los anillos al
hermano), y Ezequiel también le contó que le gustaba la fotografía y tocar el chelo. Ezequiel le dijo
que lo único cierto en la vida era que todos nos moriríamos; lo que no sabíamos era cuándo. Por
eso había decidido tocar el chelo para poder tocar la Suite N°1 para chelo de Bach. Llamó a sus
padres para avisar que se había demorado en lo de un compañero.

Capítulo XXVIII

Los padres lo retaron por ir a lo de un desconocido sin permiso, pero al narrador no le importó
demasiado.

Empezó a leer con ganas El señor de los anillos, y se lo leyó en una semana, aunque era largo.
Estaba feliz de que el hermano le recomendara libros.

Un día que estaba leyendo, entró el padre de repente y le dijo que jugaran al ajedrez. El narrador
le pidió al padre que pusiera la Suite N°1 para chelo de Bach.

Capítulo XXIX

En noviembre terminaban las clases en el instituto, y Ezequiel lo fue a buscar por última vez.
Hablaron de libros y de películas. De repente, comenzó una tormenta muy fuerte y se mojaron
todos. Ezequiel dijo que el SIDA era como una tormenta, porque “nadie quiere sacar la cabeza
para saber qué hay afuera”

Capítulo XXX

El fin de año siguiente lo pasaron en su casa, y también celebraban que el narrador había
ingresado al Nacional Buenos Aires. Cuando llegó Ezequiel, vio que había adelgazado mucho y que
se lo veía más débil. Comieron en silencio, había tensión debido al estado de saludo de Ezequiel.
Cuando brindaban, el narrador no quiso desearle feliz año, porque quizás muriera antes; entonces
se dijeron “te quiero”.

Capítulo XXXI

Se fueron apenas unos días al campo de la abuela, y el narrador no vio a Ezequiel hasta marzo,
aunque hablaban muy seguido por teléfono. Los padres no se lo impedían, pero no lo dejaban ir a
verlo. Cuando empezaron las clases, pudieron verse una vez. El narrador lo fue a visitar. Estaba
peor de salud, más flaco, sin fuerzas. Ezequiel le regaló una foto en blanco y negro: en el centro
había una vela iluminando un pentagrama, que estaba en la clave con la que se toca el chelo. Era
un recuerdo para el narrador.

Capítulo XXXII

Un domingo, el narrador fue a comprar libros al shopping, y se encontró con amigos de su padre,
que le dijeron que se habían enterado de lo de Ezequiel: la leucemia (cáncer en la sangre). El
narrador se fue enojadísimo. Los padres le habían inventado una enfermedad menos
“vergonzosa”.

Capítulo XXXIII

El narrador cuenta que, en el cajón, Ezequiel se veía muy solo, como todos los muertos. Cuando
murió, sólo estaban el narrador y la abuela. El padre, en viaje de negocios.

Capítulo XXXIV

Una de las tardes en la casa de Ezequiel, el narrador le contó de Natalia, compañera del colegio,
que le gustaba. Ezequiel le dijo que tenía que animarse, arriesgarse.

Capítulo XXXV

Antes de cumplir los 13, Ezequiel le pidió que fuera el día anterior a su casa. La sorpresa era que
podía tocar la Suite N°1 de Bach. El narrador se emocionó. Cuando terminó, se abrazaron y
lloraron juntos. A la semana siguiente, lo internaron por última vez.

Capítulo XXXVI

El narrador dice que los últimos momentos de Ezequiel son demasiado dolorosos como para
recordarlos.

Capítulo XXXVII

El día del entierro, se sentía raro que hubiera sol y los pájaros cantaban, y que tenía más sentido
que lloviera, como en las películas.
Capítulo XXXVIII

Los últimos días, Ezequiel tenía momentos de locura y momentos de lucidez. Cuando el narrador
lo fue a visitar al hospital, Ezequiel le dijo que era una contradicción que él le hubiera enseñado a
caminar (el principio de su vida), mientras que el narrador ahora lo acompañaba en el final de su
vida. Después, comenzó a delirar y se quedó dormido, por última vez.

Capítulo XXXIX

Después de su muerte, eran como todos fantasmas en la familia. Poco a poco fueron
recuperándose.

Cuenta que ahora —en el verdadero presente del narrador— terminó el colegio y se está por ir a
estudiar a una facultad en USA. Dice que no sabe si va a volver con sus padres.

Capítulo XL

El narrador dice que siempre admiró que su hermano nunca hubiera perdido su alegría y su
entusiasmo, las ganas de vivir.

Capítulo XLI

Al mes del entierro, la abuela visitó al narrador. Le dijo que Ezequiel le había pedido que le diera
un cassette con la película Blade Runner. Hay una cita de la película, que reflexiona sobre la
muerte.

Capítulo XLII

Es el día del viaje. El narrador acaba de terminar de afinar su chelo, aunque no sabe tocarlo. El
padre está nervioso, porque puede perder el vuelo. Natalia lo va a ir a despedir a Ezeiza, y lo
visitará en dos meses.

Capítulo XLIII

El narrador dice que “ayer” (no se sabe cuándo) volvió al río después de muchos años, y que ya no
es el mismo. Dice que Ezequiel le enseñó que la vida es “asomar la cabeza para ver qué pasa
afuera”.

You might also like