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Primeros auxilios emocionales
Gina Ross y Peter Levine

El impacto causado por un suceso traumático no sólo afecta a nuestro sentido


básico de seguridad y a nuestra confianza en la vida, sino que puede
desencadenar importantes reacciones físicas y emocionales. Estas reacciones
pueden ser consideradas como normales cuando se presenten como
consecuencia inmediata a sucesos impactantes y durante un espacio de
tiempo limitado.
"Primeros auxilios emocionales" proporcionará la información necesaria para
ayudarte a ti, a tu familia y tus amigos en momentos de máxima tensión cuando
hayas presenciado, escuchado o experimentado algún hecho traumático.

Lo que debes y no debes hacer:

Trata de conseguir cuanto antes información sobre la situación en la que se


encuentren tus seres queridos. Escucha las noticias, pero solamente durante
un tiempo limitado. Después apaga la televisión o la radio y espera. Puedes
volver a poner la televisión cada dos horas para obtener más detalles, pero es
importante que no te enganches a las imágenes repetitivas del suceso
traumático que se continuarán mostrando. Estas imágenes tienen la tremenda
habilidad de atraparnos y mantenernos obsesivamente pegados a la pantalla,
incluso si incrementan nuestro malestar. Resiste el impulso de mirar.

No te aísles. Procura organizar grupos de apoyo o asiste a alguno ya existente.


Busca el contacto con vecinos y visita reuniones en centros cívicos o
religiosos. Únete con familiares o amigos para conseguir apoyo. La
comprensión y el apoyo de nuestros seres queridos nos ayuda a soportar las
tragedias con mayor facilidad. Es muy importante aceptar y convalidar los
sentimientos de miedo e impotencia de los que nos rodean, aunque nosotros
manejáramos la situación con más facilidad. Cada persona responde de
manera diferente y tiene el derecho de ser comprendida. No existen reacciones
correctas ni incorrectas.

Busca ayuda profesional si tu reacción ante la situación parece demasiado


intensa como para manejarla solo o con el apoyo de tus amigos. Necesitar
ayuda no significa que seas una persona desequilibrada o débil. Es muy
importante saber solicitarla.
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Mantente ocupado y con horarios estructurados en la medida en que sea


posible. Te permitirá conservar un buen contacto contigo mismo y con el
mundo.

Es muy importante que intentes conectarte con tus propios recursos. Cualquier
cosa que te haga sentir más tranquilo, más fuerte y más arraigado puede
ayudarte a superar el impacto. Rememora todos los apoyos que tienes a tu
alcance y utilízalos: personas, actividades o lugares. Realiza actividades que
mantengan tu mente ocupada, como por ejemplo ver una película, escuchar o
tocar música, cocinar, jugar con los niños o un animal doméstico, cuidar de las
plantas o salir al campo.

Anota tus sensaciones, emociones y pensamientos. Escribir, ayuda en la


descarga de la ansiedad y en la recuperación del control.

Trata de descansar. Debido a la adrenalina generada por el impacto es posible


que tiendas a la hiperactividad y que puedas agotarte físicamente.

Intenta evitar que tú u otros afectados cuenten el suceso de manera repetitiva y


sin descanso, ya que en ello hay cierto peligro de profundizar el trauma. Al
escuchar el recuerdo que cada uno tiene de la tragedia o la catástrofe, es más
recomendable introducir diversas pausas entre el comienzo y el final. De esta
manera, interrumpiendo el relato cronológico de vez en cuando, encontramos
el espacio necesario para procesar nuestros sentimientos sin el peligro de
desbordamiento emocional, a la vez que evitamos quedarnos estancados en
pensamientos repetitivos y obsesivos. Permítete sentir todos los sentimientos
que afloren, incluso los que menos te gusten. El enfado, la rabia, y los deseos
de venganza son respuestas muy naturales ante sucesos traumáticos
causados por otros seres humanos. Experimenta tus sentimientos y permítete
expresarlos dentro de un marco racional.

No te culpabilices por tener sentimientos negativos, pero asegúrate que tus


actos sean positivos y productivos.

Mantente activo, presta ayuda como voluntario, u ofrécete para donar sangre.
Envía dinero o involúcrate directamente apoyando a personas afectadas.
Puedes ayudar a familiares o amigos traumatizados simplemente
escuchándoles, sin juicios de valores y sin tomar a mal, si se comportan de
manera furiosa y acusadora. Puedes ayudarles con las tareas domésticas, o
con los niños, para que ellos dispongan de tiempo libre y puedan descansar.

Respuestas psicológicas

Las personas afectadas pueden mostrar reacciones muy variadas ante la


tragedia, o sentir todo un conjunto de emociones a la vez. Antes de que el
tránsito natural hacia el duelo y la aceptación sea posible, la primera reacción
suelen ser el shock y la negación. Después pueden manifestarse otros estados,
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como la rabia o la depresión.

Algunas personas pueden permanecer en un estado de shock, de parálisis y de


disociación durante un cierto tiempo. Puede que se sientan desorientadas en el
tiempo, el lugar. También pueden percibirse como anestesiados y
completamente alejados del terror y del dolor.

Pueden sentir miedo y profunda preocupación, inseguridad e impotencia.


Pueden entrar en estados de confusión y sentirse incapaces de pensar con
claridad, o mostrar dificultades de concentración, problemas de memoria e
incapacidad para solucionar hasta los problemas más simples. Puede que se
sientan deprimidos, agotados, incapaces de descansar y con la tendencia de
ausentarse emocionalmente. Todos estos sentimientos son completamente
normales ante una situación anormal traumática, siempre que no se
prolonguen demasiado.

Otras personas se muestran inquietas, ansiosas, permanentemente en vigilia,


fácilmente irritables e incapaces de controlar sus emociones. Necesitan
participar en actividades y encontrar una forma de expresión creativa que les
permita relajarse. El acompañamiento de familiares y amigos les puede ayudar
a recuperar la calma.

Pueden reaccionar con sospecha y desconfianza, hasta el extremo de sentirse


paranoicas. Es posible que experimenten intensa rabia e incluso se planteen
participar en actos reinvinditativos. Puede que se conviertan en personas
extremadamente críticas y con tendencias de culpabilizar a todo el mundo, y
que necesiten la ayuda de sus amigos, o de profesionales, para mantenerse
ubicados en la realidad. (Un buen contacto con la realidad evita que nuestras
ideas se plasmen en expresiones que no puedan ser compartidas de forma
coherente con otras personas).

Los niños, en particular, tienden a sufrir pesadillas y necesitan mayor atención


afectiva. Pueden sufrir dolores de estómago y cabeza, o reaccionar de modo
agresivo. Todo ello es normal. Suele durar unos pocos días, o algo más, pero
pasará. Se les debe transmitir seguridad y sensación de protección.

Respuestas fisiológicas

Tener reacciones físicas ante el estrés traumático es completamente normal.


Lo correcto sería reconocer estos síntomas como signos de “activación” o
“alteración del sistema nervioso” y no asustarse ante ellos:
-Aceleración del pulso,
-Dificultades de respiración,
-Tensión arterial elevada,
-Presión en el estómago, nudo en la garganta,
-Temblores musculares,
-Piel fría,
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-Pensamientos acelerados.

Estas reacciones disminuirán, o desaparecerán por completo, si no intentamos


vencerlas por la fuerza.

Las personas afectadas pueden experimentar alteraciones de sueño, tender a


sobrealimentarse o a desarrollar adicciones, como el uso excesivo de alcohol u
otro tipo de drogas. El mejor antídoto contra ello es el mantenimiento de una
actitud consciente hacia éstos y otros impulsos, aceptando el hecho de
encontrarse profundamente alterados, y en un estado excepcional de carácter
pasajero.

En algunas personas puede darse una reactivación de traumas antiguos no


resueltos que afecte su sentido de seguridad y confianza. Según cada caso,
será necesario pedirles que recuerden su nombre (o hacérselo recordar), su
edad, el día y el mes en el que nos encontramos, o algún otro dato que les
permita situarse en el “aquí y ahora”.

La manera en que se presentan los síntomas varían de una persona a otra:


Pueden ser constantes, pasajeros o recurrentes. Es posible experimentar un
solo síntoma o una sintomatología más compleja.

Respuestas físicas que nos ayudan

Tenemos la capacidad de ayudar a nuestro sistema nervioso en la


recuperación de su equilibrio básico si comprendemos sus mecanismos de
descarga en caso de una estimulación excesiva. Algunos de ellos son:

- Temblores, sacudidas, vibraciones, sudoración,


- Sensación de calor corporal,
- Ruidos gastrointestinales,
- Respiración profunda,
- Llanto o risa,
- Piel de gallina.

Todas estas reacciones son positivas. Significan que estamos descargando


parte de la energía activada y que comenzamos a recuperar el equilibrio. En la
mayoría de las situaciones lo recomendable sería solamente observar, sin
juicio alguno, lo que está ocurriendo en nuestro cuerpo y comprender que tiene
la capacidad innata de recuperar su equilibrio. Si le permitimos sentir lo que
ocurre en cada momento, y si le concedemos el tiempo necesario, facilitamos
su proceso de autorregulación.

¿Qué hacer?

Es muy importante mantenerse arraigado/enraizado (grounding), es decir, en


buen contacto con las sensaciones físicas del cuerpo y con nuestro entorno. En
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caso de desorientación, confusión, enfado o estados de incredibilidad, se


pueden realizar los siguientes ejercicios:

1) Tomar asiento en una silla, colocar los pies firmemente en el suelo y


ejercer presión desde las piernas hacia los pies, sentir el peso de las
nalgas sobre el asiento y entrar en contacto con el respaldo de la silla.
Una vez sintamos un mejor contacto con el cuerpo, podemos mirar a
nuestro entorno, orientarnos lentamente en el espacio y escoger seis
objetos que tengan el color rojo o azul.

Este ejercicio debería ayudarnos a sentirnos más presentes y más


conectados con nosotros mismos. Si nos encontramos cerca de la
naturaleza podemos salir, buscar un lugar tranquilo para sentarnos
sobre el pasto y tratar de encontrar la sensación del peso de nuestro
cuerpo sobre el suelo.

2) El siguiente ejercicio permite sentir el cuerpo como “contenedor” de


nuestras emociones: Golpea con la palma de la mano suavemente los
diferentes partes del cuerpo (es importante hacerlo con la muñeca muy
relajada). Los brazos, las piernas, las nalgas, el abdomen, el pecho, etc.
Después de un rato percibirás en el cuerpo un ligero cosquilleo, te
sentirás más vivo, más presente, y posiblemente en mejor contacto con
tus emociones.

3) Otro ejercicio sería tensar tus músculos durante algún tiempo y


después aflojar la tensión. La mejor manera de hacerlo es por grupos de
músculos. Por ejemplo, puedes tomar tus hombros con las manos, al
tiempo que los brazos cruzan el pecho, incrementar la presión,
aguantarla durante algún tiempo, y después pasar a golpear tus brazos
con las palmas de tus manos suavemente, de arriba hacia abajo y
viceversa. Algo parecido puedes hacer con las piernas: tensarlas,
presionarlas con las manos en su cara externa, y después pasar a darle
golpecitos durante unos minutos. A continuación tensa tu espalda, y el
tronco en general, y después afloja la tensión. Este ejercicio puede
ayudar, al poco tiempo, a sentirse más tranquilos y equilibrados.

Cualquier tipo de ejercicio físico, como el baile, los deportes, la gimnasia, o


algún trabajo con pesas, pueden colaborar a evitar el desarrollo de una
depresión y facilitar la canalización de sentimientos agresivos.

Si tienes fe en el poder de la oración, o en alguna fuerza superior, reza por el


descanso de las almas de los fallecidos y por la curación de los heridos. Pide
fortaleza y consuelo para los que han sufrido una pérdida; reza por la paz, el
entendimiento y la sabiduría, y por la supremacía de las fuerzas positivas. No
pierdas la fe en la bondad del hombre y mantén la confianza en la humanidad.

Y por último, debes saber que los seres humanos somos extremamente dúctiles
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y adaptables. Durante toda la historia de la humanidad hemos sido capaces de


recuperarnos de las tragedias más horrendas y de seguir con nuestras vidas.
Debes también tener presente que cada proceso de curación lleva inherente la
posibilidad de una profunda transformación de nosotros mismos a través de
nuestros traumas.

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