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Alieto Guadagni: "La educación argentina discrimina a los pobres"

Lejos de la excelencia que transformó a la Argentina en un país de avanzada y modelo de la Región, la


educación atraviesa hoy una grave e inédita crisis. DEF dialogó con Alieto Guadagni, miembro de la
Academia Nacional de Educación y director del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la
Universidad de Belgrano.
Por Susana Rigoz
24 de febrero de 2018
Como cada año, el comienzo de las clases pende de un hilo en los principales distritos del país. Si bien la
discusión se restringe al tema salarial, los expertos coinciden en que el sistema necesita reformas y ajustes
para responder a las demandas de la sociedad.
Desde una perspectiva amplia, Alieto Guadagni brindó a DEF su opinión sobre las principales deficiencias
de nuestro modelo educativo y propuso una serie de políticas que han tenido éxito en otras latitudes.
-La escuela argentina, emblema de excelencia e igualdad de oportunidades, fue involucionando a
través de los años. ¿Cómo describiría su realidad actual?
-Nuestro país tiene una larga tradición educativa que registró un hecho novedoso en el año 2003, cuando
comenzó una fuga de la escuela pública, algo que no había sucedido desde la sanción de la Ley 1420 de
educación gratuita, común y obligatoria en 1884. De tener una matrícula pública en constante crecimiento
anual, a partir de 2003, fue disminuyendo y se fueron del primer grado estatal alrededor del 20 % de los
inscriptos.
-¿A qué se debe esta fuga?
-Claramente el sistema educativo argentino es dual y, como lo indican todas las evaluaciones, el nivel de
conocimiento de los chicos de las escuelas privadas es superior al de las escuelas públicas. En las pruebas
implementadas por la Unesco a los alumnos de tercero y sexto grado en 1997, la Argentina salió segunda,
detrás de Cuba. En la última, realizada a mediados de 2013, Cuba no se presentó, Chile obtuvo los mejores
resultados y Argentina descendió al octavo lugar. El nivel de conocimiento de nuestros chicos es muy
bajo y no, en comparación con Alemania o Suiza, sino con México, Perú o Chile.Este diagnóstico fue
ratificado a nivel nacional por el último Operativo Aprender de 2016.
-¿Qué medidas considera primordiales para fortalecer la escuela pública?
-Uno de los grandes inconvenientes que tenemos en la primaria estatal es el incumplimiento flagrante de la
ley que dispone la jornada escolar extendida. En 2006, la Ley Nacional de Educación estableció que hacia
2010, el 30 % de los chicos debían tener jornada doble. Hay una gran desigualdad en la Argentina.
Basta un dato para comprender de qué hablamos: mientras en la Ciudad de Buenos Aires casi el 50
% de los alumnos primarios estatales tienen jornada extendida, cruzando la avenida General Paz,
solo gozan de ese beneficio el 2 o 3 %. Estamos muy lejos de cumplir la meta establecida y lo más grave
es que ni siquiera se debate cómo hacerlo. El problema de nuestro país es que las leyes no se
cumplen.
Otro tema importante es que tenemos el calendario escolar más corto del mundo. Calendario corto,
sobrecargado de feriados y con huelgas, cuyos días no trabajados no se reponen. En estos
momentos hay una gran oposición a recuperar estos días perdidos, hecho que ni siquiera genera una gran
demanda de parte de los padres. La sociedad es bastante indiferente respecto a la escuela. Estas
medidas que menciono no aseguran una mejora en el nivel de la educación, pero sin dudas, son una
condición básica y necesaria para alcanzarla.
-¿Cómo se entiende el bajo rendimiento escolar cuando somos uno de los países de América Latina
que tiene mayor cantidad de docentes por alumnos?
-Es cierto, lideramos en Latinoamérica y en muchas naciones, sin embargo eso no impacta en el nivel de
conocimiento de los chicos, porque la mejora viene por la calidad y no por la cantidad. En la Argentina
el régimen de formación docente es muy pobre: tenemos más de 1000 institutos terciarios cuando
en los países que progresan, la docencia es una carrera universitaria. Hay que hacer una gran reforma
organizativa orientada en ese sentido y lograr lo que consiguieron los países que salieron adelante como
Finlandia, Corea y Ecuador, donde solo pueden ser docentes los primeros promedios de la escuela
secundaria. A largo plazo, esto implica que los mejores sueldos de la administración pública estarán
destinados a los docentes, pero para ello deben estar mejor capacitados. Es una reforma estructural que
puede durar 10 o 15 años.
-¿Cuáles considera que son los principales problemas de nuestra escuela media?
-La escuela secundaria tiene dos características graves: los adolescentes saben poco y hay una profunda
discriminación contra los más pobres. De cada 100 niños, terminan la secundaria entre 40 y 42 chicos,
cifra cierta, pero engañosa porque esconde una gran variable: en las escuelas privadas egresan 70
de cada 100, mientras que en las públicas solo terminan 30 de cada 100 de los que ingresan a primer
grado. De los que abandonan, un altísimo porcentaje se concentra en los chicos más humildes. Si
miramos las cifras por provincia, hay algunas como Misiones o Santiago del Estero donde casi todos los que
van a escuelas privadas se reciben, mientras que de las estatales lo hacen un 10 o 15 %.
-La primera premisa entonces es cómo logramos hacer obligatoria en serio la enseñanza secundaria.
-En cuanto a la calidad de la educación nada más evidente que la prueba PISA de 2012 (no hablo de la
última de 2015, porque la Argentina fue expulsada debido a que la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico, OCDE, consideró que la muestra presentada no permitía garantizar la comparación
con la evaluación de 2012), donde el 66 % de los estudiantes argentinos tiene una nota insuficiente en
Matemáticas, en tanto que el promedio de ignorancia a nivel mundial es del 23 % y en los países asiáticos
solo entre el 3 y el 6 %. Creo que estos son los principales problemas de la escuela secundaria.
-Hizo referencia al Operativo Aprender, que midió el aprendizaje de los estudiantes de primaria y
secundaria. Este tipo de mediciones es utilizado en todos los países como herramienta para
decisiones de política educativa y permite a las familias conocer la situación de la escuela de sus
hijos. En la Argentina, no se permite la difusión de los resultados por considerarla "estigmatizante".
¿No debe ser un derecho la transparencia en la información?
-Por supuesto. El Operativo Aprender fue un censo, el más grande de la Argentina, que incluyó alrededor de
500 mil alumnos de sexto grado y más de 300 mil de secundario. La imposibilidad de acceder a la
información brindada está avalada por el artículo 98 de la Ley Filmus que habla de resguardar la identidad
de las instituciones. Esta prohibición no incluye a la propia escuela, por lo que los directores de las 40.000
instituciones educativas públicas y privadas tienen las evaluaciones a disposición; sin embargo, casi
ninguna familia se tomó el trabajo de averiguar el resultado de su escuela en este operativo. Los
padres argentinos dicen dos cosas al mismo tiempo: la primera es que la educación es un desastre;
y la segunda, que el colegio al que mandan a sus hijos es fenómeno.
-Esta falta real de interés por el tema se manifiesta en todos los estratos de la sociedad, incluida la
clase política.
-Porque la clase dirigente es seguidora no rectora. Cuando Sarmiento y Roca hicieron la Ley de Educación
1420 no le preguntaron a la gente. Esa es la grandeza de un estadista: adelantarse a los intereses de la
sociedad. La clave de la buena política es ver el futuro, y cuando el político en vez de enfocarse en
eso, solo mira el resultado de las próximas elecciones, estamos fritos.
-En su libro, La educación argentina en el siglo XXI, usted propone, entre otras acciones destinadas
a mejorar el funcionamiento escolar, que los establecimientos avancen en la autonomía de gestión.
¿Cómo se implementaría esta herramienta?
-El régimen argentino es burocrático y centralizado, se gasta mucho en estructuras superiores y poco en las
aulas, que es el lugar donde hay que invertir. La gran cantidad de gente con funciones fuera del aula explica
la alta cifra de docentes respecto de los alumnos, porque es una estadística que comprende a todos los que
están con cargos docentes: inspectores, supervisores, etc. Creo que debemos avanzar hacia un régimen
en el cual el director de la escuela tenga mayores facultades que las que tiene en la actualidad y las
estructuras superiores se dediquen a la programación y control, pero no a la gestión. Hay
muchísimos ejemplos en el mundo donde el 20 o 25 % del currículum lo determina la propia escuela
(Finlandia, por ejemplo), con una gran participación de los padres y de la cooperadora. Se trata de un
modelo de alto grado de autonomía en la gestión, no en los resultados: cuanto más se delega, más se
controla.
-¿Cuáles son las medidas más urgentes que deberíamos implementar para cambiar un diagnóstico
tan preocupante?
-Para empezar a cambiar hay que difundir la realidad mostrando la radiografía y los análisis que determinan
que el nivel de colesterol y triglicéridos están muy altos y que es urgente empezar una dieta. Difundir el
estado de situación, decirle a nuestra clase dirigente: "Presten atención al futuro del país, miren a Brasil, a
Colombia, a México. No se preocupen por Suiza y Finlandia. Miren a nuestros vecinos que se van a quedar
con las inversiones porque van a tener una fuerza laboral mejor capacitada". ¿Cómo vamos a salir de la
pobreza sin desarrollo pujante futuro y cómo vamos a alcanzarlo si no hay inversiones de riesgo que
buscan, en el siglo de la ciencia y la tecnología, el capital requerido?
El ciclo superior
-¿Cómo ve la situación de la universidad?
-El sistema nuestro está armado para no tener graduados universitarios. Argentina es el país de
América Latina que tiene más estudiantes secundarios en proporción a la población y, sin embargo, es el
que tiene menos egresados. Brasil gradúa 80 % más que nosotros; Chile, 70 %; Colombia, 110 % y México,
60 % más. ¿Cómo se explican estos números? Es sencillo, todos ellos –al igual que más de 100 países del
mundo– para pasar de la escuela secundaria a la universidad deben dar un examen de validación.
Hay gente que opina que eso es sinónimo de restringir. Restringe el que hace ingreso irrestricto, porque el
mensaje que manda a los estudiantes del último año del secundario es que no es importante estudiar para ir
a la universidad. Nosotros tenemos un tremendo problema de deserción en la universidad. La mitad
de los estudiantes no aprueba más de una materia cuatrimestral después de estar un año. Carecen
de metodología y disciplina de estudio. De cada 100 que ingresan a una universidad privada se van a
recibir 40, y 60 van a desertar. En una universidad pública, a mismo ingreso, los valores son de 28 y
72, respectivamente.
-¿Cuáles son los principales problemas que debemos afrontar?
-Son tres: primero, no tenemos graduados universitarios. Segundo, no tenemos egresados en
carreras científicas y tecnológicas (ciencias, matemáticas, ingenierías).Le doy una sola cifra: tenemos
120 mil graduados, de los cuales alrededor de 60.000 pertenecen al área de ciencias sociales. Ingenieros
hidráulicos, 5. Todo el mundo habla de Vaca Muerta, pero nuestros ingenieros en petróleo no pasan de 30.
En definitiva, nuestra matrícula universitaria es del siglo XIX no del XXI. Y tercero, no hay pobres en la
universidad, porque la gratuidad a los pobres no les alcanza y a los ricos les sobra.Dicho de otro
modo, es un buen mecanismo de transferencia de ingresos a los más acomodados, que son quienes
predominan en la universidad y que en su mayoría vienen de escuelas privadas. Yo propongo copiar el
modelo uruguayo, el Fondo de Solidaridad Universitaria, que le permite a la universidad uruguaya becar con
280 dólares por mes al 20 % de sus estudiantes. ¿Quién paga? ¿Los contribuyentes que en su gran
mayoría no van a ir a la universidad? No, los graduados universitarios, que aportan 120 dólares por año por
toda su vida profesional. Pero para eso hay que tener un espíritu solidario, y en la Argentina, cada vez que
se quiso implementar esta propuesta fue automáticamente abortada porque no se consideraba
políticamente viable.
-Hablando de la gratuidad universitaria, un tema de debate permanente es el de la situación de los
extranjeros que estudian en el país. ¿Qué opina al respecto?
-Los inmigrantes en nuestro país tienen el mismo beneficio que los argentinos. En Uruguay, por ejemplo, no
es así, para poder ingresar a la Universidad de la República, salvo en el caso de los exiliados políticos por
alguna dictadura, se exige una residencia mínima de tres años en el país. Entonces sí acceden a la
gratuidad como los uruguayos. En el resto de los países –Brasil, Colombia, México, Chile– no pueden
hacerlo porque deben dar los exámenes de evaluación secundaria.
-¿Cómo revertir esta situación?
–Con políticas, pero para eso es necesario que haya una demanda social y, lamentablemente, la
sociedad argentina no está madura para pedir una mejora en la educación ni asumir el tremendo
desafío que implica el futuro. Estamos mandando al difícil mundo globalizado actual a adolescentes que
van a tener serios problemas por una razón muy sencilla: en el siglo XXI progresan los países que tienen
recursos humanos capitalizados con buena educación, no los que tienen recursos naturales. Argentina no
sale adelante con Vaca Muerta, lo hace con un buen sistema educativo, como lo demuestra el caso de
Corea que, sin tener nada, tiene mucho mejor nivel de vida que Nigeria al que le sale el petróleo por las
orejas.
-¿Es optimista?
-Siempre hay que serlo porque si no, no se puede trabajar. Esa es una idea que le robé a Noam Chomsky.
Si creyera que un problema es insoluble, no tendría la voluntad de cooperar en su solución. Creo que
debemos realizar una verdadera epopeya educativa.Necesitamos convencer a la clase dirigente de que
asuma la realidad y vaya más allá de lo que pretende la sociedad. Un estadista es el que mira el futuro, el
que se preocupa por pensar dónde va a estar la argentina en 2050, porque ese es el país de los chicos que
hoy tienen 10 años. ¿Cómo será el país en el que van a vivir? ¿Qué les vamos a dejar? Ese fue el gran
sueño de Sarmiento. Él la tenía tan clara que cuando vio llegar a los inmigrantes dijo: "Los hijos de estos
nos van a gobernar". Y no se equivocó, los últimos cinco presidentes son hijos de inmigrantes de primera
generación. Hay una frase de Sarmiento con la que bien podemos cerrar el reportaje: "Por cada escuela que
se abre se cierra una cárcel".

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