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TIERRA GRANDE

Revista en honor de Miguel N. Lira

MARZO. AÑO VI -- No. 30 TLAXCALA -- 2017 DIRECTOR: RAFAEL GARCÍA SÁNCHEZ.

TLAHUICOLE, es el nombre del


heroico guerrero tlaxcalteca del
cual se han tenido algunas
aportaciones, que no las
suficientes, para aquilatar en su
justa dimensión la vida, hazañas
y proezas realizadas por este
célebre personaje tlaxcalteca.
Afortunadamente uno de los
más valiosos ensayos que en
honor a su persona se han
escrito, se debe a la atildada y
rigurosa pluma del Ing.
Candelario Reyes Flores, que
tuvo el gran acierto de escribir
(hace ya muchos años) en
relación al célebre guerrero, y
publicar tal ensayo en el Sol de
Tlaxcala, de donde ha sido
tomado el valioso trabajo que hoy
presentamos con mucho gusto. Tlahuicole, indómito, legendario y célebre guerrero tlaxcalteca.
Fotografía: Rafael García / Tierra Grande

1
Ensayo1

TLAHUICOLE
Ing. Candelario Reyes

2
Compilación: Rafael García Sánchez

El nombre “TLAHUICOLE” lo tomamos de la


versión tlaxcalteca que nos da el clásico
historiógrafo de esta entidad; Diego Muñoz
Camargo; pues que en el famoso manuscrito
del Coronel Diego Panes se le denomina
“TLAHUISCOLE”, en tanto que Fray Juan de
Torquemada le llama “TLALHUICOLE”.
Además como el propio Muñoz Camargo
expresa que “TLAHUICOLE”, significa en
Nahuatl “el de la divisa de barro”, a virtud que
el héroe siempre traía como distintivo el asa
de un jarro de barro cocido y torcido, el
historiógrafo José Fernando Ramírez sostiene
que la ortografía propia del nombre debía ser
“TLALHUICOLOTL”. Pero –repito- preferimos
o adoptamos la versión de Muñoz Camargo,
porque así aparece en los demás –que son
muchos- historiógrafos básicos del México
precortesiano; aparte de que es bien conocida
la fatal evolución que sufre la fonética de los
nombres Nahuatl.

1
Publicado originalmente en EL SOL DE TLAXCALA.
2
Presidente del Colegio Cultural Evolutivo, A.C.

2
Estos mismos historiógrafos básicos están contestes en que “TLAHUICOLE”, se distinguió muchísimo como Jefe
(tlaxcalteca) del ejército tlalcalteca, precisamente en las guerras que Tlaxcala sostuvo contra los de Huejotzingo y Cholula
que –como se sabe- estaban apoyados y fortalecidos por las tropas mexicanas; y como todos también asientan que
“TLAHUICOLE”, en ese tiempo (1500-18) se hallaban en plenitud de sus fuerzas físicas, no es muy aventurado suponer que
tendría entonces alrededor de 30 años, lo que equivaldría a suponer que ha de haber nacido en el último tercio del siglo XV,
cuando los Cuatro Señoríos que constituían la notable federación tlaxcalteca estaba en su apogeo.

De todos esos historiadores, el único que sostiene que “TLAHUICOLE” es de origen Otomí resulta ser nada
menos que Hernando Alvarado Tezozomoc, hijo del penúltimo emperador azteca y que en 1598 escribió una obra (crónica
mexicana) que está considerada como la mejor sobre la historia del imperio azteca. Por añadidura es de los pocos también
que aseguran que “TLAHUICOLE” se suicidó tirándose desde la cúspide del teocali de Tlaltelulco, dominado por la nostalgia
que sentía por Tlaxcala y ante la imposibilidad honrosa de no poder volver a ella.

Pero las críticas de la obra coinciden en que así como para Fernando Ixtlixochitl todo lo mejor de la historia precortesiana es
obra de los de Texcoco y para Muñoz Camargo no hubo nada más brillante y heroica que los Cuatro Señoríos Tlaxcaltecas,
de la misma manera para Tezozomoc no había nada peor que los enemigos encarnizados de su imperio como lo eran los
de Tlaxcala, a extremo de que una gloria auténtica suya como acaecía en “TLAHUICOLE” le da origen Otomí y le asigna
una muerte triste y miserable; no obstante que tuvo a su disposición como pruebas en contrario las mismas fuentes
esenciales de origen francamente indígena que se aprovecharon también Muñoz Camargo (1566 ó 1576), Fray Diego Durán
(1579 a 1581), Fernando Ixtlixochitl (1600), Fray Juan de Torquemada (1615); o sea los códices precortesianos, el Código
Ramírez (1520-1525), la obra del primer historiador tlaxcalteca Thadeo de Niza (1548) y, las obras de Fray Toribio de
Benavente (a) Motolinia y de Fray Andrés de Olmoas, escritas en la primera mitad del siglo XVI.

Por otra parte, hay una identificación completa entre teochichimecas (tlaxcaltecas francos) y los otomíes que
formaban la base racial de los Cuatro Señoríos de Tlaxcala, de tal manera que si éstos recordaban su origen no por ello
dejaban de considerarse tan tlaxcaltecas como los de la otra rama racial. A este respecto me voy a dar el gusto de sintetizar
los datos que sobre los otomíes en general y los otomíes tlaxcaltecas en particular logré obtener para hacer un estudio
crítico de la obra de Muñoz Camargo, en 1957; atento a que ellos servirán para esclarecer la vida de “TLAHUICOLE”…

En las teogonías nahoas, bien como para no quedarse atrás en antigüedad ante las otras razas, o bien como
atisbo de una legendaria unidad racial, se dice que la pareja primitiva formada por Ixtacomixcoatl (culebra de noche blanca
o vía láctea) y por Ilancuey (rana vieja o la tierra) tuvo seis hijos, allá en Chicomostoc Xehua (el padre de los mayas y de los
quichés); Tenuch (el ancestro de los mexicas); Ulmecatl (origen de los ulmecas), Xicalancatl (arranque de los Xicalancatl);
Mixtecatl (el progenitor de los mixtecatl – zapotecas); y Otomítl (fuente genitora de los otomíes).

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Y lo curioso es que quienes les pusieron otomí fueron los nahoas, porque los encontraron en Otumba que era entonces su
Metrópoli; pero ellos, los propios Otomíes, se llamaban en su idioma los Hui-hia. Lo cierto es que los Otomíes, mucho antes
del siglo VII, a más de Otumba, contaban con dos ciudades más; Ma-he-mi y Ki-te-ma-ki que los toltecas, en las
postrimerías de ese siglo ocuparon y embellecieron, llamando Tollán a la primera y Teotihuacán a la segunda.

El historiador Alfredo Chavero nos da a conocer una serie de datos, más impresionantes que convincentes, con la
pretensión de demostrar que los Otomíes son de la antiquísima raza china. Entre esas pruebas está el famoso ídolo de tipo
francamente chino encontrado en un sepulcro de Ychcaquixtla del Estado de Puebla, en 1867, de la época de la piedra
pulida, pues es de diorita. Boturini que estuvo en Tlaxcala a mediados del siglo XVIII nos cuenta que vió aquí, usando por
los tlaxcaltecas, el adminúsculo chino llamado quipo (nepohualtzitzin en náhuatl), constituido por multitud de cuerdas de
colores que por medio de una complicada combinación y tejido servía para “cartearse” o llevar cuentas de los sucesos
memorables. Algo semejante utilizaban los Incas del Perú.

Pero independientemente de sus orígenes y de sus primitivas peregrinaciones cabe decir que la historia encontró
a los Otomí ocupando el centro del país, del Golfo al Pacífico, con centros principales en los valles de Toluca, de México y
de Puebla.

El avance de los Nahoas y Chichimecas de Norte a Sur aisló a uno de los grupos menores en un rincón costero
del Pacífico, obligando a su mayor parte a refugiarse en el Valle de Toluca; y un avance semejante verificado de Sur a
Norte, lento, secular y absorbente, a lo largo de las costas del Golfo de México por los Mayas y Nonoalcas, los empujó hacia
el Valle de Puebla y Tlaxcala y hacia los llanos de Apam, teniendo repercusiones en los propios grupos del resto de Hidalgo,
Querétaro y de Guanajuato, en forma de hacerlos llegar a San Luis Potosí y Tamaulipas. Esto último se agudizó cuando
fueron conquistados por los Toltecas en el siglo VII.

Sin embargo, todas las tribus vencedoras; mayas, toltecas, nahoas y chichimecas de xolotl, a lo largo de sus lentos avances
se resistieron de la influencia de los Otomíes vencidos; de tal manera que los teochichimecas que en el siglo XIV
constituyeron el núcleo esencial de la futura grandeza de Tlaxcala y que antes de llegar al Valle de México, a Poyauhtlan y
Coatlinchan tuvieron que atravesar lentamente regiones Otomíes, fueron considerados como Otomíes al suceder su llegada
a dichos sitios.

Así Sahagún los llama cazadores del Norte, por su baja cultura. Fray Juan de Torquemada los denomina Otomíes
Poyauhtecas, L’histoyre de Mechique (manuscrito francés del siglo XVI) los clasifica como tales. Un célebre investigador
moderno, Paul Kirchhoff en el formidable estudio que hizo sobre el códice de Quauhtinchan o sea el Tolteca-Chichimeca,
sostiene que todos los Chichimecas son Otomíes.

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Otra de las características que distinguen a los Otomíes y que interesa a Tlaxcala es que surgieron a la vida histórica en
regiones donde abunda al maguey pulquero, creándose así la firme y extendida opinión de que a ellos se debe la invención
del pulque. Sus leyendas contienen la versión de que les vino la idea de aprovechar el agua-miel al darse cuenta de que las
tuzas, royendo el tronco de la planta bebían el jugo que de la roedura emanaba. La fermentación indispensable para
convertir el agua-miel en pulque ha de haber requerido de poco o mucho tiempo para lograrlo, como lo aprueba el hecho de
que los quematzi o huehuetlacame (gigantes) que eran otomíes ya tenían el vicio de la embriaguez con OCTLI o
TLACHIQUE cuando llegaron los mayas que sucedió como límite máximo en el siglo X, a.d.c.

Estadio Tlahuicole, ciudad de Tlaxcala.

Más si para el siglo XII los otomíes había recibido golpes y presiones tremendas, tanto por los mayas y nonoalcas
como por los nahoas y chichimecas en general, a modo de quedar reducidos a Xillotepec, Chiapan, Toluca y Mazahuapan y
tener que buscar salida única, por medio de un angosto corredor, hacia el Norte; es de llamar la atención sobre que en el
siglo XIII tuvieron un importante renacimiento a través de uno de sus fuertes núcleos, al constituirse al reino de
Atzcapozalco, en el año cepetl (1220 d.d.c.) y el de Xaltocan que fue constituido en ese mismo año, casi exclusivamente por
otomíes, habiendo logrado en poco tiempo abarcar parte del destruido reino tolteca, y parte también del de Xolotl.

Su auge llegó a Mediados del siglo XIV, con alcances territoriales hasta Oxitipa (cd. de Valles, S.L.P.) y
comprendiendo extenso polígono con vértices en Ixmiquilpan, Mextitlán, Totoltepec, Tulancingo, Tepeapulco, Otumba,
Chiconautla, Zacatepec, Tultitlán, Cuauahtitlán, Tequisquiac, Apasco y Atitalaquia; pero sucedió al mismo tiempo que el
reino de Azcapozalco adquirió extremado, especialmente al asumir su trono el gran Tezozomoc, de tal manera que uno y
otro trataron de ejercer la hegemonía de todo el Valle de México y cacicazgos y adyacentes, viéndose orillados a acudir a
las armas en choques decisivos.

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La suerte, unida al mayor número y valentía de sus aliados favoreció a los tecpanecas de Tezozomoc, pues que en 1395
(yecatl) el reino xaltocano fue destruido por completo incluyendo los viejos centro otomíes de xilotepec y Mazahuapan que
habían hecho causa común con él. Su rey fue a refugiarse a Mextitlán y Totoltepec en donde tanía también derechos regios.
Una parte de los otomíes vencidos buscaron acomodo en Otumba y Acolhuacan con permiso del Rey texcocano
Techolalotzin que tuvo lastima de ellos, según nos cuenta Ixtlixochitl.

Otra se fue a Yahualipan, Maxapa. Calpulalpan en dos mil familias, fue acogida con beneplácito por los de
Tlaxcala. Las fuentes que he consultado al respecto me indican que los otomíes vencidos de Zumpango y Actopan fueron a
radicarse a la región de Huamantla (Tecoac y Tzompantepec); los de Xaltocan en Hueyotlipan; los de Teocalhueuacan que
estaba al sur-este de Xaltocan, se radicaron en Tliliuhquitepec que según esas fuentes ha desaparecido, pero que por las
investigaciones que he hecho es ahora un rancho denominado Tliltepec, del municipio de Atlangatepec, con la particularidad
de que hay allí multitud de ruinas que acusan su vieja y extensa urbanización; y los de Mazahuacan Mazahuapan y
Quahuacan pasaron a refugiarse a la flamante Tepectipac.

Todos estos otomíes, unidos a muchos otros que vinieron después a refugiarse a los Señoríos Tlaxcaltecas
huyendo de la tiranía azteca, pagaron con su sangre y con su valentía y fidelidad a su tierra adoptiva la definitiva
hospitalidad que recibieron, en momentos cruciales por los que aquellos pasaron; y permanentemente fueron los guardianes
eficaces de sus fronteras.

Sin embargo, al iniciarse la vida colonial y sobre todo al ser fundada Huamantla en Octubre de 1534, fueron objeto
de lamentables reconcentraciones e injusticias, de tal modo que la corona en 1552 tomó la determinación de fundar el
pueblo de San Juan Bautista Ixtenco a fín de que en él tuviese conveniente acomodo sus núcleos principales y se evitase
así su éxodo a la cercana provincia de Puebla.

Para ese efecto se le concedieron ejidos con superficies de cerca de ocho mil hectáreas que por cierto, por obra
de convenio y despojos posteriores, quedó reducida en 1915 a 2330 hectáreas escasas.

Naturalmente, esos otomíes de fines del siglo XIV o de principios del XV, venían otomíes nobles, caciques y
capitanes a quienes de seguro los acogedores tlaxcaltcas los siguieron considerando como tales. De ahí resulta lógico creer
que algunos de ellos fue el ancestro de “TLAHUICOLE”, ya que si todos los historiógrafos de la época en que él vivió, sin
discrepancia alguna, sostienen que era jefe (tlacatecatl) del ejército tlaxcalteca, se cae en la seguridad de que era de origen
distinguido, puesto que era un requisito ineludible e indispensable que solo los de origen así podían llegar a ser tlacatecatl,
amén de tener que educarse en el Telpochcalli, o sea el Colegio Militar.

En consecuencia, resulta evidente que en el caso probable o seguro de que “TLAHUICOLE” haya tenido origen
Otomí, el prestigio de sus hazañas que después relataré vinieron a aumentar el acervo de las glorias tlaxcaltecas en forma
directa y justiciera.

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A lo anterior debe agruparse que si hasta 1560 se reconocieron los derechos de los Señoríos de Quiahuixtlán, y
Tepectipac, pues que antes solo se tenían en cuenta a los de Ocotelulco y tizatlán por el gobierno Colonial, fue porque a la
llegada de Hernán Cortés predominaban en todo y para todo estos últimos Señoríos, sin fijarse que en realidad eran cuatro
los que formaban la federación ú oligarquía tlaxcalteca, y que si Tizatlán y Ocotelulco aparecían en primer término solo
obedecía a que desde 75 años atrás, cuando menos, estaba la sede religiosa y comercial en Ocotelulco (Camaxtli,
sacerdocio y Mercado) y la sede militar (Colegio Militar) cuarteles centrales, altos jefes) en Tizatlán. Hubo necesidad, pues,
de que durante 40 años los otros dos Señoríos lograran convencer a las autoridades españolas de la Provincia de la Nueva
España y al propio Rey de que desde el punto de vista gubernamental, los Cuatro Señoríos eran iguales.

Por último creo indispensable exponer que cada vez que leo el capítulo de la crónica mexicana de Tezozomoc en
que habla de “TLAHUICOLE”, me salta la duda de si al decir que éste era Otomí quiso decir que era de raza Otomí o quiso
decir que por su fama de nombre valiente le dio el calificativo OTOMI con que el ejército mexicano se señalaba a cierto
cuerpo de individuos que a más de haber probado su valor en varios combates habían logrado aprehender a cierto número
de enemigos; lo que, además, demuestra la fama bien cimentada de valientes que tenían los auténticos otomíes.

Bajo los conceptos expuestos, no creo que se me tilde de componedor arbitrario y efectista de hechos de ninguna
consistencia histórica, si expongo que “TLAHUICOLE”, por no ser de origen esclarecido tuvo que pasar por los rigores que
implicaban los estudios del Calmecac (seminario) establecido en Ocotelulco, o bien en el Telpochcalli que existía en Tizatlán
para los jóvenes; ahora bien, los historiógrafos consultados al efecto nos dicen que en el Calmecac los educandos, desde
niños, recibían 2 clases de enseñanza la religiosa, destinada al sacerdocio, la civil, como base para puestos públicos
administrativos y militares, de modo que quienes la captaban podían vivir fuera de los Teocalis y casarse. De esta
institución, como dice Sahagun, salían para poseer los estratos y sillas de la República o desempeñar puestos militares con
poder de matar y derramar sangre.

Para la clase guerrera (hijos militares) había el establecimiento denominado Telpochcalli. Se ingresaba a él
cuando los jóvenes tenían 15 años de edad. La educación sin descuidar las nociones y prácticas religiosas, eran
esencialmente guerreras; ejercicios durísimos, a fin de acostumbrarlos a las fatigas, a las largas caminatas, a los rudos
movimientos de las luchas reales; teoría bélica con aprendizaje en las guerras floridas, conocimientos detallados de las
tradiciones raciales, así como de las danzas sagradas, militares y profanas. Las disciplinas eran más estrictas que las del
Calmecac, pues la obediencia ciega, el espíritu de sacrificio y la eficacia patriótica eran las finalidades perseguidas.

En estas condiciones, la juventud tlaxcalteca, en su mayor parte, salía apta de ambos establecimientos educativos
para defender su territorio, sobre todo a partir de 1455 en que se establecieron las guerras floridas entre Tlaxcala y
Tenochtitlán, ya que si al principio implicaban estudiadas maniobras militares, después tendieron a capturar prisioneros que
para propósitos de sacrificio ante sus dioses exigían las fiestas dedicadas a éstos. Más cuando esa educación militar dio
mejores frutos fue de 1490 a 1518, o sea cuando los Huejotzincas y Cholultecas le hicieron inútil y desastrosa para ellos la
guerra a Tlaxcala y cuando ante su fracaso se vieron precisados a obtener la ayuda del Moctezuma II, ya que entonces los
Cuatro Señoríos tuvieron que enfrentarse al poderoso ejército mexicano y convertirse en verdadera fortaleza militar.

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Fue en ese largo período cuando de seguro apareció y se singularizó por su valentía y terrible fuerza “TLAHUICOLE”. Sin
embargo habría que descartar la primera batalla formal que tuvieron los tlaxcaltecas con los huejotzincas en los terrenos
cercanos al actual pueblo de San Vicente Xiloxochitla, habiendo entrado los invasores por Yanquitlalpan (Nativitas) y
Teacalco, al mando de Tecayahuatzin, en tanto que los de Tlaxcala eran jefaturados por Tizacaltatzin, Señor de Contla; ya
que esa batalla en la que el ejército tlaxcalteca salió victorioso, aunque a costa de la muerte de su jefe y del Capitán
Ometochtli, se verificó en 1439, fecha en que “TLAHUICOLE” no tenía aún la edad para ir al combate efectivo.

Escena del sacrificio gladiatorio, del guerrero tlaxcalteca Tlahuicole, autoría del pintor Desiderio Hernández.

En cambio, es lógico suponer que sí ha de haber tomado parte en la famosa y celebrada batalla de Atlixco, sucedida a
principios del siglo XVI. Para ello acaeció que los huejotzincas y cholultecas viéndose invadidos y cercados por los
tlaxcaltecas lograron que Moctezuma II los auxiliares con sus poderosos ejércitos que puso al mando de su hijo, el príncipe
Tlacahuepantzin; mismo que salvando el Popocatepetl por Tochimilco bajó a Quaquechollan (Atlixco) para esperar allí a las
guarniciones que el imperio tenía en Itzocan (Matamoros Izúcar) y en Chietlan (Chietla). Pero como los tlaxcaltecas estaban
sobre aviso y contaban con fuerzas suficientes dejaron parte de éstas apretando el sitio a sus enemigos vecinos y en
marchas forzadas fueron a sorprender a los mexicanos, ocasionándoles una derrota tremenda en que la mayoría de los
aztecas quedó muerta, incluyendo en ella la del príncipe Tlacahuepantzin.

Por el afán de venir a celebrar su victoria y de conducir el cuantioso y rico botín recogido, los tlaxcaltecas se
contentaron con destruir las sementeras de los Huejotzinco y Cholula.

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La victoria de Atlixco (Quaquechollan) indignó a Moctezuma, exaltando a la vez su espíritu de venganza. Así es que para
1503-1504 un poderosísimo ejército de elementos aliados puso cerco agobiador a Tlaxcala: al norte se colocaron los de
Zacatlán y Tetela: al Este, los de Tepeaca y Tecamachalco; al Sur, los mexicas con sus confederados de Chalco y
Tlacopan; y al Oeste, los texcocanos de Calpulalpan unidos a cholultecas y huejotzioncas. Aquello no fue una sorpresa para
Tlaxcala ni se confió solo en sus tropas, pues que previsora había fortalecido sus fronteras con fosas, trincheras y murallas;
de tal modo que aunque los ataques de sus sitiadores fueron tremendos no solo no quebrantaron su defensa sino que se
produjeron en completa derrota y lamentable retirada. Fue entonces cuando los xaltocanos de Hueyotlipan y los otomíes
también de Tecoac y el Matlalcuey verificaron en la defensa actos de elevado heroísmo que en las fiestas del triunfo los
cuatro oligarcas premiaron con investirlos de caballeros (tecuhtles) y concederles esposas nobles.

Tras de esa batalla que llevó el nombre de Tlaxcala a Michoacán y centro américa, vino un largo periodo de
treguas expectantes, ocasionada por dos años de hambre sucesivos; la necesidad en que se vio Moctezuma para someter
de nuevo a totonacas y huastecos (cuya rebeldía se atribuye a influencia de Tlaxcala); el afán imperialista suyo de
conquistar las tierras lejanas de Guatemala Nicaragua; y mediar en las sangrientas diferencias territoriales que se suscitaron
entre Huejotzinco y Cholula.

Pero para 1511-1512 los mexicanos en número imponente hicieron acto de agresiva presencia en las fronteras de
sus ya orgullosos enemigos, logrando en esta ocasión hacer prejuicios de nota en los hombres y en las cementeras de
Tlaxcala; y si no hubiere sido porque se les presentaron a los mexicas problemas militares urgentes en las provincias
lejanas, se las habrían visto muy negras los tlaxcaltecas, con todo y que como siempre hubiesen derrochado valentía y
firmeza.
Después, en 1517 más o menos, los huejotzincas, reformados a plena capacidad por los mexicanos y sus aliados
invadieron Tlaxcala por el rumbo de Yanquitlalpan (ahora Nativitas) en forma terrible; siendo entonces cuando en los
pantanos que había cerca de Xiloxoxitla (San Vicente), llevado a su furor bélico, o bien como resultado de tramposa
maniobra de sus enemigos, se enfango “TLAHUICOLE” y pudo ser fácil presa de ellos. Algunos autores aseguran que la
aprehensión de ”TLAHUICOLE” no fue en esa batalla si no en la última (1518) que sostuvieron los tlaxcaltecas con los
mexicano y en la que a cambio de perder a “TLAHUCOLE” obtuvieron aquellos una resonante victoriosa que costo a los
inversores, según Torquemada, 3200 bajas, incluyendo a los capitanes mexicas Motlatocazomatzin, Ytzpalotzin y los jefes
huejotzincas Huitzilihuitl, Ternictzontenco y Cipiac. Más ya sea en esta batalla -_que es lo más probable- o en la anterior, la
forma en que cayo “TLAHUICOLE” es la misma.

No conozco el texto de la obra de Thadeo de Niza escrita en 1548, pues el único ejemplar con que cuenta nuestro
Museo Nacional de Historia está escrito en Náhuatl y aunque se me informo que ya existe la traducción y que pronto se
publicara, no ha salido aun a la luz. Sim embargo en la parte que, según confesión propia, aprovechó Ixtlixochitl
íntegramente se asienta que los talxacaltecas tuvieron también contienda con los mexicanos (quizá así mismo con
huejotzincas y cholultecas) en Huitzilhuacan, Tepetlaxco, Tetzmolocan, Teotlaltzinco, Tepetzinco, Ocotepec,
Tlamacazquicac, atlmoyahuacan, Zecalacoyocan y en todo el contorno de Cholula. Y como se presentan estos datos, tal
parece que sucedieron esos encuentros en el periodo 1512-1518.

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No hay ninguna referencia histórica sobre si “TLAHUICOLE” tomo parte en las batallas de 1503,1503-1504, 1511-1512 y en
los demás encuentros; pero es de rigor lógico suponerlo desde el momento en que abundan los relatos en que se expresa
que su fama de guerrero fortísimo y terrible y el pánico que producía en los huejotzincas, eran proverbiales; fama y afecto
que no pueden ser producto de un solo encuentro, sino de un gran numero destacado de ellos. No se explicaría de otra
manera que historiógrafos, ya no digamos tlaxcaltecas, sí que también de otros lugares y de otras razas se hayan ocupado
de tal personaje, sino hubieran reconocido sobre el abundancia de datos meritorios a través de una serie de hazañas
singulares. La leyenda que envuelve a los héroes, por exagerada y aun nebulosa que parezca tiene medula real, maciza
consistencia histórica.
Dejamos ahora la palabra escrita a los autores fundamentales que se han ocupado de “TLAHUICOLE”
I.- Diego Muñoz Camargo (1576, cuando mucho) Dice:
Acaeció en los tiempos que ya los españoles se acercaban en su venida (y aun quieren decir que en aquel propio
año) que prendieron los de huejotzinco uno de los más valientes indios que entre los tlaxcaltecas ovo, que se
llamó “TLAHUICOLE.”----- Este fue tan esforzado y valiente que con solo oír su nombre, sus enemigos huían de él.
Fue de tan grandes fuerzas, que la macana con que peleaba tenía un hombre bien que hacer en alzarla. Esto
quiere decir que no fue alto de cuerpo, sino bajo y espaldudo, de terribles y muy grandes fuerzas que hizo
hazañas y hechos que parecen cosas increíbles y más que de un hombre.------Finalmente, que al cabo de muchas
hazañas y buenos hechos que hizo lo prendieron los huejotzincas atoyado en una Ciénega, y por gran trofeo lo
llevaron enjaulado a presentarle a Moctheuzoma a México, donde le fue echa mucha honra y se le dio libertad
para que se volviese a su tierra, cosa jamás usada con ninguno.

Cuenta en seguida que deseando someter Moctezuma a los tarascos que Caczoltzin (zapato viejo, en purépecha)
regia, organizo para ello un gran ejercicio, poniendo al frente de su mayor parte a “TLAHUICOLE”; que se combatió durante
seis meses en los puntos denominados Tacimaloyan (Taximaroa), maravatió, Acámbaro, Oquario y Tzinapecuaro; que los
mexicanos no lograron penetrar al territorio tarasco, aunque si obtener en rapiña mucha plata y cobre y que en esa guerra
“TLAHUICOLE” hizo por su persona grandes hechos y muy temerarios ganando así “entre los mexicanos eterna fama de
valiente y extremado capitán”. Agrega que Moctezuma, ante tan feliz resultado, concedió a “TLAHUICOLE” absoluta libertad
para volver a su patria o quedarse en Tenochtitlan con el grado de capitán del ejército; pero él no acepto ninguna de esas
prerrogativas, alegando que en la ética militar de Tlaxcala era una vergüenza y deshonor volver a ella después de haber
caído prisionero y que aceptar lo segundo era cometer una traición a su patria; prefiriendo, por lo tanto que se solemnizara
su muerte en la forma acostumbrada para los hombres valientes como él.

Que entonces Moctezuma mando que se cumpliese su demanda, de modo que durante ocho días le hicieron
grandes fiestas, bailes y banquetes, con el repugnante detalle de que en una de estos le sirvieron en cierto potaje nada
menos que el sexo de la mujer que de Tlaxcala había ido acompañarlo en su cautiverio. Y que al cabo de ese tiempo fue
llevado y atado a la piedra del sacrificio para que allí, de acuerdo con el ritual correspondiente combatiera hasta morir con
los hombres que le designaron, habiendo logrado, en esas circunstancias difíciles matar a más de ocho y herir a más de
veinte, siendo a la postre derribado y muerto por varios golpes, para en seguida ser ofrecido en sacrificio al Dios
Huitchilopochtli; termina el suceso con estas palabras;- “Y este fue el final del miserable “TLAHUICOLE” de Tlaxcala, con
este horrendo espectáculo, el cual no fue de los muy principales, sino un pobre Hidalgo que por su valentía y persona había
tenido valor; y si no fuera preso llegara a ser un gran señor en esta providencia”.

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II.- La versión de Fray Juan de Torquemada (1600-1620) es casi idéntica a la de Muñoz Camargo; de tal modo
que algunos aseguran que se concretó a copiarlo, pero la verdad es que Torquemada tardo 20 años en escribir su
“Monarquía indiana” que tiene el gran mérito de ser la primera historia completa de la época precortesiana y de la conquista,
para lo cual tuvo que consultar cuanto códice, documental, escritos, planos, etc., había en las bibliotecas franciscanas de su
tiempo. Aquí fue guardián del convento de San Francisco y se documentó en los tesoros bibliográficos que allí y en el
cabildo de la ciudad existían. De ahí que yo me incline a creer que las versiones de ambos historiógrafos tengan las mismas
fuentes, especialmente la historia de Thadeo de Niza y el códice Ramírez. El capítulo relativo (LXXXII) concluye así: “y que
como estuvo tres o cuatro años en esta ciudad (Tenochtitlan) se vino a hacer vida con él una de sus mujeres, y que murió
ese mismo día, cuyas partes verendas le cortaron y dieron a comer aquel mismo día, de la muerte.- de ambos, a
“TLAHUICOLE” su marido; y con esto feneció el valor de este esforzudo y valiente capitán Tlaxcalteca.

III.- La versión de Fray Diego Duran (religioso de la orden de predicadores), escrita en 1579 a 1581, está
considerada como una traducción para fraseada del códice Ramírez (llamado así por Alfredo Chavero y Manuel Orosco y
Berra en honor del historiógrafo José Fernando Ramírez quien se lo encontró en el archivo de convento Franciscano de
México en 1856).

Es importante porque nos da noticias sobre la muerte de un héroe en forma muy distinta a la dada por Muñoz
Camargo y Torquemada; no siendo difícil que Tezozomoc, lo hay copiado en esto. Precisamente Ramírez en la introducción
que escribió para la edición de la propia obra de Durán en 1857 nos dice “El volumen del anónimo (Códice Ramírez,
después contiene, muy en compendio, todo lo que esta historia; así es que el trabajo del P. Duran se encamino a ampliar
sus noticias, que frecuentemente se reducen a la mera anunciación de un hecho, y a aumentarlas, relatando todas las que
había omitido. Paréceme también que tuvo a la vista alguna otra historia o memorias antiguas, que igualmente consulto
Tezozomoc, cronista indio, pues hay muy grande congruencia entre su crónica y la historia de Durán”.

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Ahora bien, el autor en el capítulo LX, dice que Moctezuma, ha solicitado los huejotzincas, mando aparejar un ejército que
fuere contra Tlaxcala hasta derrotarla por completo, con indicaciones especiales de que le llevasen prisionero al general del
ejército enemigo que se llamaba “TLAHUICOLE “- “un valentísimo indio que por sus hecho tenia gran fama en la tierra y
sonaba su fama y grandeza entre todas las naciones” (textual). Que durante 20 días continuos pelearon los tlaxcaltecas que
“TLAHUICOLE” mandaba, con gran éxito, obligando a los jefes mexicanos a pedir refuerzos o renovación de elementos a
Moctezuma, mismo que de ahí a poco se dieron maña para aprender a “TLAHUICOLE” y a muchos otros señores;
procediendo en seguida a llevarlo ante Moctezuma, ya que este quería ver “que arte de hombre tenía aquel de quien
temblaba toda la tierra” (textual).

Que Moctezuma, al ver que se le humillaban y le pedían perdón de las ofensas recibidas, le consoló expresando
que las cosas de la guerra ofrecían altas y bajas; concluyendo por ordenar que le vistieran ropas reales y le montaran armas
e insignias de caballero. Que pasando algunos días “TLAHUICOLE” acordándose de sus mujeres y de sus hijos, empezó a
llorar por ello, lo que sabido por Moctezuma motivo le enviara a decir que esa actitud le sorprendía por considerar que un
hombre hecho a la guerra como el no solo no pensaba en mujeres e hijos, pero ni siquiera en perder la vida; más como
sucedía lo contrario, que se fuese de la cuidad para ir a reunirse con sus mujeres; ordenando a la vez que le quitasen la
guardia que lo acompañaba y que no le diesen de comer en el palacio como antes se hacía. Que desde entonces
“TLAHUICOLE” fue de casa en casa pidiendo de comer, triste y desconsolado, hasta que en el colmo de la desesperación
se fue a Tlatelulco y llegando a lo más alto del teocalli, se dejó caer gradas abajo, sacrificándose así mismo a los dioses.

Tratándose del hijo ilustre de Cuitláhuac o sea hermano Alvarado Tezozomoc, resulta indispensable transcribir
casi todo el capítulo XCVIII de su famosa crónica mexicana” que le dedica a “TLAHUICOLE”, no tanto por lo que dice sobre
cómo y porque se suicidó el héroe que es igual a lo dicho por el P. Durán, cuanto por los valiosos detalles que da sobre los
aprestos y cuantiosos elementos militares que aparto para combatir a los tlaxcaltecas y aprehender a “TLAHUICOLE”,
aparte de que en ellos aparecen las dos acepciones que da a la palabra otomí y que me despiertan las dudas que ya
expuse. Dice lo siguiente:
“habiendo entendido los mexicanos capitanes la manera y la brevedad de la partida contra los tlaxcaltecas en los
montes de Huexotzinco, mandaron luego con toda la brevedad posible a los Cuachic, otomíes y Aculhuacán, que
las armas más fuertes que hubiesen llevasen; apercibidas los cuatro barrios mexicanos, partieron juntamente los
chinampanecas con ellos, y los de Nauhteuctlí, tecpanecas y tlatelulcanos; llevaron de camino a los de
Aculhuacan; fuéronse a juntar a Chalco, llevando cada gente a su capitán, y escuadrones entretejidos de buenos
soldados. Mando el general de los mexicanos a los de Chalco, que los tributos que se habían de dar a la corona
mexicana, de maíz y frijoles los tuvieran pronto; y a los de tierra caliente, que trajeran mucho chile, tomate y fruta
para los señores principales; los cuales mantenimientos llevaron a Huexotzinco, de todos los pueblos de Chalco y
Chinampanecas. Llegado el campo mexicano a los términos de Chalco mandaron a todos los capitanes que se
tuvieran especial cuenta con el capitán de los tlaxcaltecas llamado “TLAHUICOLE”, que decían era muy valiente,
que se lleve preso a México, y se entregue al rey Moctezuma vivo. Llegados a Tlalchichilco hicieron con mucha
presteza buhiyos, xacales que servían de tienda para las aguas; no habían descansado en día con el estorbo de

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los buhiyos. Mando el general Cuauhnochtli, que los chalcas fuesen por un camino o senda; los de Aculhuacan
por otro; los tecpane por otro; y los mexicanos en medio, a donde los tlaxcaltecas, donde los tlaxcaltecas .solían
entrar; todas las demás naciones entendidas para coger a los tlaxcaltecas en medio; y dijole a los mexicanos;
¿Qué braveza pueden tener, ni que más aventajadas armas que las nuestras podrá traer el “TLAHUICOLE” ---
Tlaxcaltecatl capitán, que tanto le temen los Huexotzincas? Respondieron todos los cuachimees y otomíes, que
todo su poderío era morir en la demanda; con esto se esforzaron tanto los mexicanos, que fueron a las partes y
lugares señalados del viaje, camino, y senda de “TLAHUICOLE” capitán tlaxcalteca. Acabado esto, otro día de
gran mañana iba asomado el campo tlaxcalteca y en la delantera venia el capitán “TLAHUICOLE”. Visto el campo
mexicano, se iban retirando atrás los tlaxcaltecas que no acometían tan valerosamente como a los pobres
huexotzincas hacían; con todo acometiéronse los unos a los otros muy valerosamente, uno, dos, y tres días
viniendo los tlaxcaltecas remudándose, yéndose unos, y viniendo otros de refresco, como estaba cerca de su
tierra enviaban a dar aviso de esto; los principales mexicanos enviaron también avisara a México, para que el rey
Moctezuma mandase hacer lo propio que hacían los tlaxcaltecas, oído esto por Moctezuma mando luego que
fueran de todas las tres partes y lugares de Aculhuacan, Tecpanecas y chinampanecas, cerranos, Matlatzinco, de
todas suertes de gentes, con toda la brevedad posible, que dentro de cuatro días se hallasen en Chalco, al doble
gente que fueron para socorro de sus parientes, amigos y hermanos, habiendo ya veinte días, que peleaban los
mexicanos solo con tanto número de Tlaxcaltecas. Llegados los campos a Chalco, juntamente los chalcas con los
mexicanos, y vino toda la serranía de otomíes valientes, llegados a los compañeros, se holgaron de extremo de
venir a tan buen tiempo que estaba ya algo cansado los tlaxcaltecas, y se tardó en su socorro de ellos; dijéronle;
señores; volveos, que de aquí a veinte días tornareis, y volveremos a descansar como ahora vosotros.

Llegados a México, le explicaron a Moctezuma la fortaleza de los tlaxcaltecas, en especial a los de Tecoac,
chichimecas valientes y techalotepecas. Dijo Moctezuma ¿Ya no les hemos comenzado? Pues hemos de concluir de esta
vez con ellos. Al siguiente día vino un mensajero de Moctezuma, como tenían preso, y a buen recaudo a “TLAHUICOLE” y a
otro día vinieron doce principales con el “TLAHUICOLE” y luego le subieron al templo de Huitzilopochtli, y comenzó a rodear
el templo, y las gran piedra o degolladero, y con él otros muchos tlaxcaltecas, y todos subieron y bajaron a la gran casa del
rey Moctezuma; mandólo entrar a donde estaba Moctezuma, para ver qué tanta fortaleza tenían, el cual espantaba a los de
huexotzinco, y vístoles dijo el “TLAHUICOLE”;
señor, seáis bien hallado con vuestra real corte, yo soy el otomí llamado “TLAHUICOLE”, me tengo por dichoso de
haber visto vuestra real presencia y haber reconocido imperio tan valeroso y tan generoso emperador como vos
sois, que ahora lo acabo de ver y creer, que más de lo que por allá se trata Díjole Moctezuma; seáis bien venido,
que no vaca de misterios, que no es cosa mujeril, esta usanza es de guerra, hoy por mí, y mañana por ti,
descansad y sosegad, no tengáis pena; mandóle dar de vestir todo tigreado como valiente soldado que era, y
pañetes muy labrado y una bezoleta de esmeraldas, orejeras de oro, y le hizo gran cortesía Moctezuma; luego le
dio una divisa que llamaba Quetzaltonameyutl que es una plomería con un sol llano relumbrante como espejo, y
cada día lloraba acordándose de las mujeres que tenía, diciendo; es ¿es posible, mujeres mías, que jamás os han
de ver mis ojos? Oyólo Moctezuma y recibió mucha pesadumbre de ello, dijo: ¿Qué os parece de esto a vosotros?
¿Esto no es una cobardía y afrenta grande? ¿En los campos de Huexotzinco, Cholula y Tlaxcala no murieron allá

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Ixtlilhuechahuac, Mactlacuia, Macuilmalinal, Zecepactic, Quitzicuacua? ¿Estos no fueron tan grandes principales, y
tan valerosos como él? ¿Acaso se acordaron de sus mujeres? Decide que es grande afrenta que da a la sangre
ilustre, y que lo dice Moctezuma, y digo yo que se valla a su tierra, que es mi voluntad, esta que da afrenta su
temor de morir a todos los varones principales mexicanos de esta corte, que valla a ver a las que por ellas llora de
noche y día. Habiéndolo entendido el “TLAHUICOLE” no lloro más, ni hablo, ni chisto; fueronselo a decir a
Moctezuma y mando a los calpixques que tampoco le dicen de comer, que se fuera cuando quisiera; habiendo
oído esto “TLAHUICOLE” andaba de casa en casa pidiendo de comer, fue a un cuarto de Tlatelulco y subido allá
despeñose y murió.

Del siglo XVII pasaremos al siglo XVIII, deteniéndonos en la obra del notable jesuita veracruzano Francisco Javier
Clavijero por su gran conocimiento que llego a adquirir sobre las antigüedades en todo orden de México y por la
ponderación e imparcialidad que acentúa en los hechos que relata. Data el último tercio de dicho siglo (1779-1781). Es tan
interesante por su base documental por su lógica rigidez y por su criterio severamente cristalino que no resulta exagerado
decir con el primer biógrafo de este jesuita esclarecido que más que autor de la historia de México es su creador.

El mismo dice en el prólogo de la primera edición, que ha leído y examinado cuando se ha publicado sobre la
materia; ha confrontado las relaciones de los autores, pensando su autoridad en la balanza de la crítica; y ha estudiado
muchísimas pinturas históricas de los mexicanos y sus valiosos manuscritos; debiendo añadir el haber vivido 36 años en
alguna provincia de Nueva España, haber aprendido la lengua mexicana y tratado por algunos años a los mismo mexicanos
cuya historia escribe.

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Más adelante expresa que al referirse a los acontecimientos de la conquista que hicieron los españoles, se aparte
igualmente del panegírico de Solís y de la invectiva de las casa, porque no quiere adular a sus connacionales ni tampoco
calumniarlos; teniendo siempre presente las dos santas leyes de la historia; no atreverse a decir mentira ni temer decir
verdad, por eso es que lo he escogido para que por conducto de su historia nos hable de “TLAHUICOLE”. Y en el capítulo V
del segundo tomo (I/a. edición en español) dice así:
“Entre otras víctimas es memorable en la historia mexicana la que en uno de esos asaltos apresaron los
huexotzincas. Había en la armada de Tlaxcala un famosísimo general nombrado “TLAHUICOLE” cuyo valor no era
inferior a la asombrosa fuerza de su brazo. La macana con que ordinariamente combatía era tan pesada, que otro
soldado de moderada fuerza apenas podía alzarla del suelo. Su nombre era el terror de los enemigos de la
república, y todos huían del lugar donde él se presentaba con su macana”. Este, pues, en un asalto que dieron los
huexontzincas a una guarnición de otomíes en el calor de la acción se metió incautamente en un lugar pantanoso,
en donde no pudiendo moverse con tanta libertad como había menester fue hecho prisionero y encerrado en un
fuerte jaula de madera, fue llevado a México y presentado a Moctezuma. Este rey que sabía apreciar el mérito de
las personas aun en sus propios enemigos, en vez de darle la muerte le concedió generosamente la libertad de
volverse a su tierra tlaxcalteca; pero el arrogante tlaxcalteca no acepto el favor, pretextando que habiendo sido
cautivo no osaba presentarse con tan grande ignominia a sus nacionales; que quería morir como los demás
prisioneros, en honor de sus dioses. Moctezuma viéndolo tan renuente a volver a su patria y no queriendo por otra
parte privar al mundo de un hombre tan celebre, lo fue entreteniendo en la corte con ánimo de ganarle la voluntad
y servirse de el en beneficio de la corona. Entre tanto se ofreció la guerra con el rey de Michoacán, cuya ocasión y
circunstancias ignoramos, y sirvió su ejército a Tlaximaloyan que era la raya de ambos reinos a las órdenes de
“TLAHUICOLE”. Este general desempeño con valor la confianza del rey, y aunque no pudo desalojar a los
michuacanenses del lugar donde se habían hecho fuertes, les hizo muchos prisioneros y les quito mucho oro y
plata con estas ventajas volvió a México lleno de gloria. El rey del dio las gracias y le convido de nuevo con la
libertad, y no aceptándola el tlaxcalteca, le ofreció el empleo estable de tlacatecatl o general del ejército; a lo cual
respondió “TLAHUICOLE” con bastante desenfado que no quería ser traidor a su patria; que deseaba morir
sacrificado, pero pedía a su majestad que fuese en el sacrificio gladiatorio, que sería más honroso a su persona
por ser ese el destino a los prisioneros de mérito. Más de tres años estuvo este celebre general cautivo en México
con una de sus mujeres que de Tlaxcala se había ido hacer vida con él lo cual solicitaron verosímilmente los
mismos mexicanos, por la esperanza de que les dejase una gloriosa posteridad que ennobleciese con sus
hazañas la corte y el reino de México.

Al cabo de los años viendo Moctezuma la obstinación con que desechaba todos los partidos que le ofrecían,
condescendió finalmente a sus barbaros deseos y señalo el día del sacrificio. Ocho días antes comenzaron los mexicanos a
celebrarlo con bailes, y cumplido el termino, en presencia del rey, de toda la nobleza y de inmenso pueblo, ataron de un pie,
según el rito establecido al cautivo tlaxcalteca, al temalacatl o piedra grande y redonda donde se hacía semejante sacrifico.
Salieron sucesivamente a combatir con él varios hombres esforzados, de los cuales dejo, según dicen, muertos ocho y
heridos unos veinte, hasta que habiendo recibido un fuerte golpe cayó en tierra fuera de sí, y antes de morir le llevaron a la

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presencia del ídolo Huitzilopochtli, en donde le abrieron los sacerdotes el pecho y le sacaron el corazón, y echaron a rodar
su cadáver según la costumbre, por las escaleras del templo. Así acabo este famoso general cuyo valor y fidelidad a su
patria lo hubieron elevado al más alto grado del heroísmo, si se hubiera dirigido por mejores luces.

Por último, quiero asentar aquí lo que el famoso historiador poblano Licenciado Mariano José Fernández de
Echevarría y Veytía escribió sobre “TLAHUICOLE”; advirtiendo que me fije en este autor (1750-70) porque a más de
haberse familiarizado con muchos archivos históricos europeos tuvo la suerte de conocer en detalle el archivo completo de
Don Lorenzo Boturini y Beneduci que entre otros documentos preciosos contenía 17 mapas y 37 manuscritos tlaxcaltecas
que en 1740 recogio aquí en Tlaxcala cuando fue gobernador interino de la providencia. –Don Mariano Veytia- como se le
conoce vulgarmente – dice lo que sigue en la parte final del capítulo X del segundo--- Tomo de su obra “Historia antigua de
México”.
“La historia de estos tiempos, nos ha transmitido el nombre de un héroe tlaxcalteca, cuya elevación de alma y
fuerzas hercúleas han sido justamente celebradas por todos los historiadores; hablamos del famoso “TLAHUICOLE”. Este
fue hecho prisionero en una de las guerras siguientes; aunque no se sabe a punto fijo en cual, ni el tiempo en que esto se
verificó. El maquahuitl o espada con que combatía, que los españoles llamaron macana, dicen que era tan pesado que
apenas podía levantarlo del suelo un hombre de fuerzas ordinarias.

Su nombre solo bastaba para aterrorizar a los enemigos de la república, y todos huían donde quiera que se
presentaba con su arma formidable. En un asalto que dieron los huexotzincas a una guarnición de otomítes se metió
“TLAHUICOLE” incautamente a un pantano, donde no pudiéndose moverse con la expedición que era necesaria cayó en
poder de los enemigos, y encerrado en una fuerte jaula, fue conducido a México y presentado a Mocteuhzuma.

El rey supo apreciar el valor de este enemigo suyo, y en lugar de hacerlo morir le concedió generosamente la
libertad y le permitió que regresase a su patria, cosa que jamás se había concedido a ningún otro; pero el arrogante
prisionero no quiso aceptar esta gracia diciendo que no tenía valor para presentarse a sus compatriotas con ignominia, y
que quería morir como los otros prisioneros en honor de sus dioses. Viéndolo tan decidido a no volver a su patria, y no
queriendo privar de la vida a un guerrero tan valiente, lo entretuvo Mocteuhzuma en su corte, con esperanza de reconciliarlo
con los mexicanos, y aprovecharse de sus servicios en favor del imperio.

Entretanto se declaró la guerra a Michuacán, y aunque se ignora los sucesos particulares que en ella ocurrieron,
se sabe que “TLAHUICOLE” aceptó el mando de un ejército que le confió Mocteuhzuma, y que marchó con él a
Tlaximaloyan que era uno de los puntos fronterizos del reino de Michuacán. “TLAHUICOLE” correspondió cumplidamente a
la confianza que se había hecho de él; pues si bien no pudo desalojar a los michuacanos del puesto en que se habían
fortalecido, hizo muchos prisioneros, y les tomó una cantidad considerable de oro y plata. Moteuhzuma apreció como debía
este servicio, y volvió a instarle para que usara la libertad que le había otorgado; aún rehusando él lo mismo de antes, le
ofreció el Rey el honorífico empleo de Tlacatecatl que, como se ha visto ya, correspondía al del general de los ejércitos
mexicanos. Entonces contestó denodadamente el tlaxcalteca: “Jamás seré yo traidor a mi patria; quiero morir, y la gracia
que pido es recibir la muerte en el sacrificio gladiatorio”. Sin duda lo pidió por ser éste el que se destinaba a los prisioneros

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de más nota, y por lo mismo le era más honroso que el sacrificio ordinario. Tres años se mantuvo este famoso capitán en
México, en compañía de una de sus mujeres que vino de Tlaxcala a reunírsele.

Clavijero conjetura que los mexicanos proporcionarían esta unión para que les dejase una gloriosa posteridad, que
ennobleciese con sus proezas la corte y el reino de México. En todo este tiempo no cesó de instarle a Moteuhzuma para
que usase de su libertad ofreciéndole, si no quería volver a su patria, los cargos más honoríficos y muchas mercedes para sí
y para cuantas personas quisiese; pero nunca consiguió que “TLAHUICOLE” le pidiese otro favor que el de morir en el
sacrificio gladiatorio.

Tlahuicole. fuente: Internet,

Viendo, pues, el Rey la obstinación con que rehusaba todos sus ofrecimientos, condescendió a sus bárbaros
deseos, y fijó el día del sacrificio. Ocho días antes comenzaron los mexicanos a celebrarlo con bailes y muchas fiestas, y en
ellos dicen algunos escritores que le dieron a comer la carne de su mujer, a quien sacrificaron antes; y luego que pasó el
término señalado fue conducido lugar del sacrificio, donde en presencia del Rey, de la nobleza y de una inmensa multitud
del pueblo, lo ataron por el pie al temalacatl, que como se dijo en el capítulo VII, era el nombre que daba a la piedra redonda
en que combatía el prisionero. Se presentaron en seguida muchos combatientes, de los cuales mató a ocho e hirió veinte,
según algunos refieren, hasta que cayó en tierra medio muerto de un golpe que recibió en la cabeza. Inmediatamente fue
conducido ante el ídolo Huitzilopuchtli, donde los sacerdotes le abrieron el pecho, le arrancaron el corazón, y precipitaron su
cadáver por las escaleras de templo conforme al rito establecido. Así terminó su vida este famoso caudillo, digno por su
valor y acendrado patriotismo de los elogios de la posteridad”.

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Aún bajo el temor de hacer demasiado largo este artículo he creído indispensable dar a conocer lo que sobre
“TLAHUICOLE” han expuesto los principales historiógrafos nuestros, ya sea que asome buena o mala voluntad en sus
opiniones para el héroe, ya que ambos bandos de todas maneras dan fé irrefutable de que “TLAHUICOLE” existió en
realidad y aparece en alto relieve en la historia de México, pues estoy seguro de que algunos, llevados por la ignorancia o
por apasionamientos negativos están en la creencia lamentable e injusta de que “TLAHUICOLE” es solo un hombre
inventado por la imaginación calenturienta y orgullosa de los antiguos tlaxcaltecas o que la personalidad que encierra se
pierde en los ropajes nebulosos de la leyenda, cuando no en la trama intrincada de un cuento guerrero.

Y tampoco es para permanecer en la otra falsa creencia de que el nombre de “TLAHUICOLE” surge ahora por
primera vez al calor de las encontradas opiniones que ha provocado el nombre que debe llevar el nuevo estadio. Eso sería
tanto como pensar y creer que el pueblo tlaxcalteca desconoce y jamás visita el panteón de sus héroes. Las pruebas en
contrario constituyen legión. Desde luego, es obvio que los tlaxcaltecas de los siglos XVI, XVII y XVIII, hayan recordado a
“TLAHUICOLE” no por los conocimientos que tenían de sus códices, manuscritos y mapas que guardan, sino también por el
arraigado espíritu tradicionalista que los caracterizara.

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Los hombres que en Tlaxcala promovieron y lucharon por la independencia de México y de su provincia y los que
hicieron triunfar aquí la Revolución de Ayutla, evocaron cientos de veces el nombre de “TLAHUICOLE”, según puede verse
en sus escritos y proclamas. Los que aquí también hicieron frente a los conservadores en la guerra de 3 años, a la
intervención francesa y al Segundo Imperio, siguieron el ejemplo de los insurgentes. Bastaría tan solo mencionar al Lic.
Miguel Lira y Ortega, como símbolo evocador respectivo. Precisamente acabo de encontrarme un legajo que contiene las
primeras Actas de una Sociedad Literaria y Científica fundada por él en 1871 e integrada por 19 intelectuales más que había
en la ciudad con el detalle de que en la sesión del 4 de noviembre de ese año el propio Lira y Ortega presentó la biografía
de “TLAHUICOLE” que acababa de escribir.

Habría, así mismo, que traer a colación las frases, los cantos, los rasgos biográficos y las referencias estimulantes
que sobre “TLAHUICOLE” obran dispersas en los 67 periódicos y revistas que se han publicado en la Entidad, desde el
primero denominado “EL PUEBLO” del 5 de junio de 1869, hasta el actual “EL SOL DE TLAXCALA”; en la inteligencia de
que en 1943 con el apoyo del Gobierno y bajo la Dirección del Prof. Melitón Salazar Monroy apareció la revista titulada
“TLAHUICOLE”. Además es para tomar en cuenta lo que sobre el multicitado héroe han escrito los historiadores, poetas y
escritores tlaxcaltecas contemporáneos.

Y por si eso no fuera suficiente, podríamos recordar que el primer modestísimo estadio que tuvo Tlaxcala en 1913
llevaba el nombre del héroe.
Hay pues una tradición continua y secular de reconocimiento, de orgullo local, de fervor profundamente sincero
hacia “TLAHUICOLE” del parte del pueblo entero tlaxcalteca.

En el panteón de sus héroes, Tlaxcala ha puesto a “TLAHUICOLE”, en vinculación unitaria con


Culhuatecutliquanes, su fundador; con Xicohténcatl Axayacatzin el gallardo visionario de la unidad indígena; con Felipe
Santiago Xicohténcatl, su heroico representante en la defensa de la integridad nacional; con Guridi y Alcocer el paladín
intelectual de sus altos fueros y categoría; con Lira y Ortega, su héroe civil en la Reforma; con Juan Cuamatzi su principal
precursor aunado a los demás que con el esfuerzo, su sangre y su vida, hicieron triunfar la Revolución de 1910 cuyos
nobles principios cristalizaron en nuestra constitución de 1917.

CANDELARIO REYES:
Académico Correspondiente (según diploma de 15 de mayo de 1945) de la
Academia Nacional de Historia y Geografía, patrocinada por la Universidad Nacional de México.

TG

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"Plumas Brillantes"; Jorge Netzahualcoyotl Galicia; Lugar: Tlatempan, Apetatitlán de Antonio
Carvajal, Estado de Tlaxcala; Año: 2016

Sinopsis: El Carnaval de la región sur del estado se caracteriza por el colorido de los charros, quienes portan
una indumentaria muy tradicional y vistosa que muestran su esplendor a la hora de ejecutar los diversos sones
carnavalescos únicos de esa región.

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REFLEXIÓN MATUTINA.
Edwin Corona y Cepeda
Tetra heroica Veracruz el 20 de febrero del 2018.

La moneda mexicana de 8 reales acuñada con el diseño imperial establecido en 1823 se fue abriendo paso en el mercado
internacional, y aunque en un principio no logró la misma aceptación que su antecesora, sí mantuvo una amplia circulación,
encontrando su principal mercado en el Oriente. Pero, mientras esta conquistaba mercados en el exterior, en el interior
continuaron los inconvenientes del sistema monetario virreinal: la escasez de la moneda y la casi inexistencia de moneda
fraccionaria. El problema radicaba en que el metal de la moneda valía demasiado para efectuar compras al menudeo y es
así que desde 1824 algunas Entidades Federativas tomaron el problema en sus manos y comenzaron a acuñar moneda
menuda en cobre y bronce, con valor nominal de un medio (tostón) un cuarto (peseta) y un octavo de real.

LAS MONEDAS DE NECESIDAD.


POR; Edwin Corona y Cepeda.
Instructor Internacional de Buceo.

Escritos de Manuel Payno, señalan los mayores inconvenientes de la moneda menuda de esa época que eran: “1.- Una
tremenda escasez de ella en los mercados de la república. 2.- Que la mayor parte del menudo es viejo y liso, de modo que
ni tiene el peso y el tipo que está enteramente borrado. 3.- Que muchos tostones están recortados. 4.- Que está mezclada
la moneda vieja con la moneda decimal. 5.- Que hay circulando mucha moneda falsa, especialmente de la nueva.
La crisis de la moneda fraccionaria, ocasionada por la baja emisión de centavos y por la escasez de cuartillas y
tlacos, fue la causa de que surgieran las monedas de necesidad, dando paso a publicaciones como la realizada en febrero
de 1871 en el periódico EL MONITOR donde se señalaba que en la plaza del Volador parten un centavo por la mitad y lo
acompañan de un entero para representar al tlaco.
Y si bien este era un problema en tierra firme, imaginemos la magnitud del mismo en un navío que recorría
cualquiera de las rutas comerciales del siglo XVI al XIX.
Dejemos por un momento estos señalamientos realizados por D. Fabián Zamora Rosas, Vocal de Historia del
Colegio Cultural Evolutivo para la revista Quorum y trasladémonos a un lujoso salón de cine particular ubicado en la
residencia del Ing. Carlos “El Güero” Delgado en el Pedregal de San Ángel, quién tras opípara cena proyectaba a los
“Samuráis” del Club de Exploraciones y Deportes Acuáticos de México (CEDAM), varias escenas submarinas tomadas en
un viaje efectuado en uno de los mares mexicanos con su recién adquirida cámara submarina Paillard – Bolex de 16 mms.,
cuando de pronto se escuchó la voz de Alfonso “El Yaqui” Arnold Miranda que demandaba: “Güero” ¡¡PARA LA
PROYECCIÓN!! Así lo hizo este y Alfonso exigió : ¡¡REGRESALA!!, y llegado el momento, dirigiéndose a todos nosotros
exclamó en su clásico lenguaje: ¡¡ YA SE FIJARON CABRONES, ALLÍ HAY ORO” y volteando hacia El Güero le preguntó:
¿Dónde tomaste esta película?. El Ing. Delgado, totalmente sorprendido solo acertó a contestar: “Poncho, no me acuerdo”
Pues más vale que te acuerdes hijo de tu madre, porque mañana empezamos a buscar este tesoro. Y así fue
pues Alfonso y “El Güero” localizaron el lugar y 15 días después a bordo de un barco pesquero 10 buzos mexicanos,
Alfonso “El Yaqui” Arnold, Guillermo “Memin” Calderón Stell, Carlos “El Güero” Delgado, José “Primus” Sempere, Carlos “La

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Mangosta” García Basurto, Alberto “El Profeta” Singer, Edwin “El Nazi” Corona, Víctor “La Jícama con chile” Becerra, Arturo
“La Espinita” Múgica, y Alfonso “El NAUI” Pérez Munguía estábamos cruzando el mar proceloso llevando a bordo 25
tanques de buceo y su correspondiente equipo, 1 saco de dormir por expedicionario, dos compresores de alta presión de
3c.f.m., una lancha inflable Zodiac y otra auxiliar de fibra de vidrio, dos motores fuera de borda de 50 H. P., 4 rollos de100
metros c/u de Primacord, 250 kilos de cartuchos de dinamita, varios rollos de cinta de aislar, 2 tambos de grasa grafitada,
200 bolsas de polietileno, 1 galón de ácido acético y las correspondientes charolas porcelanizadas, un air-lift, su red de
recolección y sus tanques de aprovisionamiento, barretas, picos, martillos, estopines, mechas y detonantes, así como las
provisiones e insumos necesarios y la inevitable caja de huevos… para el desayuno … no sean mal pensados.
No es el caso relatar en este corto espacio todas las aventuras que ocurrieron en esta expedición y solo me
limitare, de acuerdo al título de este artículo, de algo a lo que en su momento no le dimos la menor importancia: la moneda
de necesidad.
Y de la mano de Manuel Payno llamo la atención de mis lectores y amigos en su anotación sobre el hecho de que
(punto 3) muchos tostones, (nombre popular dado a la moneda de 50 centavos) ESTABAN RECORTADOS, y en el
reportaje de EL MONITOR se señala que en la popular Plaza del Volador ubicada en el Centro de la Ciudad de México,
parten un centavo por la mitad y lo acompañan de un entero para representar un tlaco.
Y es que dentro de las múltiples monedas de plata que localizamos en este naufragio, también se rescataron
pedaceros de plata correspondientes a monedas recortadas y a las cuales, en un principio no les dimos la menor
importancia, pero que en su tiempo conformaron las monedas de necesidad.
El nombre en sí mismo nos explica su objetivo, pues aunque por lo regular en los largos viajes trasatlánticos se
incluía la dieta de a bordo para tripulantes y pasajeros, es muy probable que alguno de ellos, bien sea que acuciado por el
hambre o por deseo de un antojo, adquiría una golosina, un pan, una copa de vino o un puñado de aceitunas, mismo que
pagaba con una moneda de valor como la de los 8 reales. Pero como escaseaba la moneda fraccionaria y además era
estorboso el cargar con costales de ellas, se recurrió al sencillo procedimiento de recortar las monedas, quedando el
vendedor con el pedazo correspondiente y el comprador permitía el recorte para efectuar su pago.
Y tanto llego a popularizarse este sistema en los viajes ultramarinos que incluso se llevaba a bordo una pequeña
guillotina con la que se recortaba el pago de la mercancía adquirida. Y cuando el barco llegaba a puerto el metal, o más
bien la plata recabada, era vendida por su propio valor metálico, dejando pingües ganancias al adquirente.
Así que abusados y no vayan a hacer lo que hizo “La Espinita” que arrojo su pedacero correspondiente al mar
pensando que no tenía valor alguno.

TG

22
"Al son de la Cuarta", Jorge Netzahualcoyotl Galicia, Lugar: San Francisco Tepeyanco, Año: 2016.

Sinopsis: El color del Carnaval en Tepeyanco se resume en alegría, tradición, plumas, paños coloridos y de
sonidos que van desde las cuadrillas a través de la banda de viento, hasta el "estruendo de las cuartas", el
sonido al llamado de vivir esta tradición.

23
Anteproyecto, para construir la rectoría de la UAT, Febrero de 1977

Edificio inaugurado a mediados de 1977

24
REFLEXION MATUTINA.
Tetra heroica Veracruz el 27 de febrero del 2018.
Verdadero escándalo, no solo en las redes sociales o en reportajes y noticieros ha causado el izamiento de nuestra bandera
con la presencia de Enrique Peña Nieto ocurrida el pasado día 24 de febrero en el Campo Marte de la Ciudad de México.
Pero este singular evento, según información enviada a este espacio, también ocurrió en la sede de diversas zonas militares
del país como Aguascalientes, Colima y Baja California (Tijuana).

EL TRÁGICO SONIDO DEL HUEHUETL.


POR: Edwin Corona y Cepeda
Señala el artículo 10 de la Ley sobre los Símbolos Patrios que la Secretaría de Gobernación será la encargada de vigilar
que no se falte el respeto a los símbolos patrios y en su caso sancionar con una multa de hasta 250 veces el salario mínimo
o con arresto de hasta 36 horas a quien o quienes no respeten las disposiciones contenidas en dicho instrumento-
Juzgar, ante este hecho y diversos antecedentes relativos sobre ello la actitud de esta Secretaria durante toda su
existencia, es colocar en el banquillo de los acusados a una anciana matrona delincuente que nunca ha sabido ocupar el
sitio que el corresponde ya que a ella, más que a la Presidencia o cualquiera de las instituciones castrenses del país le
corresponde toda la responsabilidad sobre este lamentable hecho.
Pero además, este triste acontecimiento también se repitió en diversas zonas militares del país y que los
mexicanos señalan como un hecho irrespetuoso, lamentable y hasta profético, ya que, aunque nuestra ley no lo señala,
ciertos protocoles de índole internacional indican que el escudo de una bandera puesto al revés significa solicitud de auxilio,
denuncia de secuestro, terrorismo, protesta o rendición de una plaza.
Tomemos también en cuenta que nuestra bandera y su escudo representan, también a todos aquellos hombres
que a la Patria ofrendaron la rosa púrpura de su vida, sin pedirle nada aunque fueran capitanes de renombre o los humildes
soldados anónimos cuyos restos yacen confundidos con el polvo de los campos de batalla de la Independencia, la Reforma,
la Intervención y la Revolución, masa anónima que no tiene más que los pliegues de nuestro lábaro patrio.
Y esto me hizo recordar aquel recorrido por los rincones de la Patria efectuado en el gobierno de Gustavo Díaz
Ordaz en el cual un carro militar, escoltado por los cadetes del Colegio Militar circulaba por los carriles de la Patrias
mostrando a nuestros compatriotas la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el facsímil de nuestro Himno
Nacional y nuestro lábaro patrio con el águila devorando a la serpiente y que nos recuerda no solo la fundación de
Tenochtitlán, sino de sus venerables caudillos como Moctezuma I, Netzahualcoyotl, Cuitláhuac o Cuauhtémoc, “El Águila
que desciende”-
Todos estos símbolos patrios hoy en día han sido atropellados, sin que la madrota del burdel o sea la señora
Secretaria de Gobernación, haya hecho algo por evitarlo. Nuestro Himno Nacional ha sido mutilado en diversas estrofas,
nuestra Constitución vejada, violada, despojada de su contenido social y hecho a modo del gobernante en turno lo que
representa cerca de 700 modificaciones a su estructura original. Recordemos también el atropello del “Águila Mocha”
efectuado por Vicente Fox mientras Doña Gobernación permanecía incólume ante esta violación.
Y este hecho que hoy repercute como cañonazo en todos los ámbitos de la patria es, indudablemente, un aviso de
algo que suena como el trágico “Hueheuetl” el tambor de la muerte de nuestros antepasados.
TG

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"Sonríe el Catrín", Jorge Netzahualcoyotl Galicia; Lugar: San Rafael Tepatlaxco; Año: 2017

Sinopsis: Una comunidad muy especial por vivir su carnaval en un día considerado de "guardar" como el
miércoles de ceniza es en la comunidad de Tepatlaxco perteneciente a Santa Ana Chiautempan, en donde la
mayoría de las personas, después de haber cumplido el rito de fé a través de la "toma de la ceniza", disfruta de
las cuadrillas al salir del templo religioso, rodeados de un ambiente festivo y de las diversas manifestaciones de
sátira a través de sus danzantes.

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Artículo

UNA HISTORIA CON MEDALLA, EL GRUPO 1921-

1922 DE LA ESCUELA NACIONAL DE

JURISPRUDENCIA
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Por: Fabián Zamora Rosas

La numismática hunde sus raíces en la profundidad de los siglos, dando testimonio de hechos remotos y trayendo al
presente trozos de ese pasado. Además de las piezas consideradas propiamente como monedas, es decir, aquellas que
cuentan con un valor nominal generalmente impreso en alguna de sus caras, existen otras, cuya función se concreta a dar
testimonio de hechos de cierta trascendencia, a estas piezas, que carecen de valor nominal se les da el nombre de
medallas.

Trascender en el tiempo es un deseo inherente al hombre, dicho deseo lo ha llevado a crear todo tipo de
monumentos, registros de su quehacer, y al desarrollo de la medallística, arte que encuentra uno de sus ejemplos notables
en la medalla que nos ocupa. Acuñada en plata en 1950, para conmemorar el 25 aniversario de egreso del grupo 1921-
1922 de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, no solo es magnífica por sus dimensiones, 60 milímetros de diámetro y casi

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Vocal de Historia Regional del Colegio Cultural Evolutivo

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100 gramos de peso, también lo es por sus bien logrados detalles y especialmente por la historia que encierra. Esa historia
se hace evidente en dos particularidades: dice grupo 1921-1922, en vez de señalar un solo año; y en el marco del escudo
se lee “FACULTAD DE JURISPRUDENCIA U. N. DE M.”, ambos detalles tienen una razón. Por la otra cara, la medalla es
estrictamente artística, muestra a una mujer robusta, con cabeza pequeña, ataviada con huipil, rebozo y larga falda,
sosteniendo dos palmas, y detrás de ella el escudo universitario con la leyenda UNIVERSIDAD NACIONAL DE MÉXICO.

La Escuela Nacional de Jurisprudencia tiene su origen en la Real y Pontificia Universidad de México, una de las
instituciones que más contribuyó a la organización y consolidación del reino de Nueva España, pero fue hasta 1833 cuando
se erigió como una institución independiente. A partir de entonces, la máxima casa de estudios jurídicos tuvo una existencia
azarosa, ocupó varias sedes, desde la soberbia edificación del Colegio de San Idelfonso, hasta el añoso Convento de la
Encarnación.4 En éste último vio el inicio del siglo XX, y aún en la pax porfiriana fue construida la nueva sede, un flamante
edificio levantado en el predio que antes ocupaba uno de los cuarteles de San Idelfonso, el primero construido ex profeso
para la escuela de leyes.

El acto de inauguración de aquella belleza arquitectónica tuvo lugar en la sala de la Biblioteca, en marzo de 1908,
la ceremonia fue descrita como breve, pero estuvo revestida de la solemnidad característica de aquellos tiempos, estuvo
presente el general don Porfirio Díaz, Presidente de la República; el Ministro de Justicia, el de Instrucción Pública y Bellas
Artes, el de Hacienda y Crédito Público, el Procurador de Justicia, el Director de la Escuela de Medicina, la mayor parte de
los catedráticos y alumnos, y muchos ex alumnos de la Escuela de Jurisprudencia. Antonio Caso, quien entonces era un
joven pasante de Derecho, dirigió una brillante alocución. El Licenciado Pablo Macedo, director de la Escuela, pronunció un
discurso muy elogiado por la prensa, que, después de hablar sobre historia del derecho y sobre el futuro de la ciencia
jurídica, concluyó de la siguiente forma:
“No consideremos, pues, estos muros como extraños, por el contrario, traslademos a ellos nuestros afectos, que
pronto nuestros hijos intelectuales, los alumnos de esta Escuela, como las golondrinas de esta primavera,
colgarán de ellos el nido de sus ilusiones, que serán también las nuestras, y consideremos esta casa siempre
como propia, porque si no está fabricada con las piedras de nuestra antigua mansión, hemos trasladado a ella
nuestros dioses penates, y aquí hallarán siempre cariñosa acogida el amor que a nuestra ciencia profesamos y
nuestros inextinguibles afectos por la libertad humana y por el engrandecimiento de la patria.” 5

Y ciertamente, los alumnos harían suyos esos nuevos muros, que habrían de ocupar por casi medio siglo, hasta la
construcción de Ciudad Universitaria.
La Escuela no pudo sustraerse al torbellino de la Revolución, pero saldría engrandecida, alimentada con nuevos
anhelos y los bríos de las nuevas generaciones que, apenas terminada la lucha armada, emprendieron las reformas, ya no
materiales, sino académicas.
Afirma la autora María Teresa Gómez Mont que:

4
Sierra Brabatta, Carlos J., CRÓNICA DE UNA GENERACIÓN, Departamento del Distrito Federal, México, 1983, p. 11-
18.
5
Kato, “La Nueva Escuela de Jurisprudencia”, EL TIEMPO ILUSTRADO, México, Domingo 22 de marzo de 1908.

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“Todavía no se hacía Manuel Gómez Morín a la idea de ser todo un profesionista, cuando don José Natividad
Macías, rector de la Universidad Nacional de México, lo nombra el 9 de febrero de 1919 secretario de la Escuela
Nacional de Jurisprudencia, siendo entonces director de esta otro queridísimo maestro, don Alejandro Quijano…” 6

Desde su nombramiento, el joven Gómez Morín (25 años) impartió la materia de Teoría General del Derecho, que
cambió, poco después por las de Iniciación a la Ciencia del Derecho y Derecho Público. Sin embargo, el 9 de agosto de
1920, después de algunas ausencias y por atender compromisos no académicos, se vio precisado a renunciar a su cargo.
Sin embargo, no sería un adiós definitivo, y el 19 de mayo de 1922 José Vasconcelos, Secretario de Educación, lo nombró
director de la escuela de Jurisprudencia en sustitución del maestro Quijano (entonces la Universidad aún no era autónoma y
dependía de la Secretaría de Educación). Para la Escuela de Jurisprudencia era un periodo difícil en el que se necesitaba
un fuerte liderazgo, el Secretario de Educación y el nuevo Director demostrarían ser dos luminarias, Antonio Caso como
rector completaba la terna que asentaría las bases de una nueva era en la educación.7

El nuevo Director no tardó en presentar su programa de reformas, tan ambiciosas como necesarias, propuso la
creación de una escuela más: la de Ciencias Sociales, con su respectiva licenciatura y doctorado. Respecto a
Jurisprudencia planteo la creación de especializaciones y una profunda reforma del plan de estudios. En 1922 el propio

6
Gómez Mont, María Teresa, MANUEL GÓMEZ MORÍN, LA LUCHA POR LA LIBERTAD DE CÁTEDRA, UNAM,
México, 1996, p. 62.
7
Ibidem, p. 63-64.

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rector, Antonio Caso, propuso que se cambiara el nombre de la Escuela de Jurisprudencia por el de Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales,8 a pesar de ello, el nombre de la Escuela no variaría, cuando menos en algunos años.
Como resultado de la reforma en el Plan de Estudios, los que habían aprobado todas las materias en 1921,
continuaron sus estudios conjuntamente con los ingresados en 1922, razón por la que en la medalla que nos ocupa se lee
“GRUPO 1921-1922”.
Es necesario destacar que la planta docente fue de lo más selecta, el grupo 1921-1922 recibió cátedra de
Sociología con Antonio Caso, Procedimientos Civiles con Rafael Rojo de la Vega, Garantías y Amparo con Narciso Bassols,
Derecho Constitucional con Miguel Lanz Duret, Teoría del Estado con Gómez Morín, Derecho Penal con Julio Guerrero y
Adolfo Valles, Derecho Mercantil con Eduardo Pallares Portillo, Derecho Romano con Francisco de P. Herrasti, Derecho
Civil con Agustín Hurtado de Mendoza y Manuel Borja Soriano, y Economía Política con Miguel Mendoza López
Schwerfegert.9
De aquella generación grandiosa surgieron dos maestros eméritos y uno de los rectores más memorables: Mario
de la Cueva.10
De la aprobación del proyecto de reforma de la Facultad de Jurisprudencia a su realización pasaron algunos años,
la carrera de Ciencias Sociales se organizó en 1927 y las especializaciones quedaron en el olvido. 11
Cabe mencionar que los egresados de la Facultad de Derecho, sucesora de la Escuela de Jurisprudencia, han
sido poco dados al estudio e investigación de la historia de la institución que los formó, y aún falta mucho por hacer en ese
campo, sin embargo, no son escasos los libros que abordan el tema.
La medalla del grupo 1921-1922 queda como testigo de la obra de Gómez Morín y aún como un homenaje a su
esfuerzo por la adecuada formación de los abogados del siglo XX. No ha sido posible hallar más datos numismáticos al
respecto, no presenta seca alguna que permita identificar a su grabador (al parecer no está catalogada) y tampoco es
posible saber cuántas piezas se acuñaron, aunque presumiblemente fueron muy pocas.

BIBLIOGRAFÍA:

NUESTROS MAESTROS, Tomo I, UNAM, México, 1992, pp. 253.

Gómez Mont, María Teresa, MANUEL GÓMEZ MORÍN, LA LUCHA POR LA LIBERTAD DE CÁTEDRA, UNAM, México,
1996, pp. 693.

Marsiske, Renate (coordinadora), LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO, UNAM, México, 2001, pp. 329.

Sierra Brabatta, Carlos J., CRÓNICA DE UNA GENERACIÓN, Departamento del Distrito Federal, México, 1983, pp. 189.

HEMEROGRAFÍA

EL TIEMPO ILUSTRADO.

8
Ibidem. p. 71-80.
9
NUESTROS MAESTROS, Tomo I, UNAM, México, 1992, p. 14 y 92.
10
Ibidem, p., 14
11
Marsiske, Renate (coordinadora), LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO, UNAM, México, 2001, p. 128.

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"La Fiesta del Pueblo", Jorge Netzahualcoyotl Galicia, Lugar: Contla de Juan Cuamatzi, Año: 2018

Sinopsis: Compartiendo una fotografía del Carnaval en el municipio de Contla de Juan Cuamatzi, reconocido por
ser uno de los mejores en el estado en cuanto a la variedad de camadas y la numerosidad de danzantes que
participan, los días en donde se lleva a cabo esta fiesta y el gran legado histórico que prevalece a través de sus
historias locales.

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