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1. Interrogue de verdad
El principio esencial de todo interrogatorio, aquel que debe guiar la preparación de las
preguntas e inspirar nuestra intervención en la sala, es la búsqueda de la verdad. Reconozco que
es un principio marginado y que pocos abogados formulan las preguntas diciéndose a sí mismos
“mi objetivo con esta pregunta es conocer la verdad”. Pero si la búsqueda de la verdad, de cómo
sucedieron realmente las cosas, no es el sentido del interrogatorio, entonces ¿qué lo guía?
2. El efecto pasillo
Déjeme compartir esta idea con usted: el interrogatorio empieza en los pasillos del
juzgado. Todavía podríamos ampliar más esta idea diciendo que todo el acto del juicio empieza
en los pasillos de los tribunales. Condicionada nuestra mente por la clásica división del
procedimiento que nos inculcan desde estudiantes, y que se encarga de recordarnos
continuamente las leyes procesales, cortamos el juicio como porciones de una tarta: escritos de
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alegaciones, proposición de prueba, interrogatorio e informe final, olvidándonos que estos
compartimentos son sólo reglas o principios que sirven para que el juego (el juicio) pueda
celebrarse, pero que en ningún caso son el juego.
Es una actitud que no se diferencia de la del abogado en un juicio. Éste tiene que ser
capaz de visualizar el juicio en su conjunto, suprimiendo los tabiques procesales impuestos
entre una fase y otra. Desde esta perspectiva, la inercia del interrogatorio debe aprovecharse
para el informe final y éste debe servir para formular preguntas al juez. Por eso decía antes que
el juicio da comienzo en los pasillos, ya qué este es el primer lugar donde tenemos, a pocos
metros, a quienes serán las partes contrarias.
Desde esa distancia prudencial marcada por los pasillos, igual que los toreros protegidos
por el burladero, observaremos atentamente a las personas que rodean al abogado contrario.
Intentaremos descubrir quiénes son las partes preguntando a nuestros clientes y, una vez
conocida su identidad, estudiaremos el lenguaje no verbal de cada una de ellas. Gesticula y se
mueve mucho o por el contrario se muestra tímido y reservado. Muestra seguridad en sus gestos
o su actitud es vacilante. Cuando nota que le miramos a los ojos aparta o sostiene su mirada. No
pierda la oportunidad de acercarse a saludar al abogado contrario y observar de cerca a esas
personas. Diríjales una mirada, prémieles con un saludo y observe cómo se comportan y qué
voz tienen. Respóndase a esas cuestiones y obtenga todas las pistas que sea capaz sobre su
conducta. Luego le resultarán tremendamente beneficiosas dentro de la sala, en el interrogatorio.
Existen tres tipos de preguntas que podemos utilizar en el interrogatorio: las directas (o
abiertas), las cerradas (o dirigidas) y las indirectas (también llamadas sugestivas o inductivas).
Si le pregunto: ¿Qué hizo ayer?, le estoy dando la oportunidad de que responda libremente y
usted decide que datos del día de ayer quiere darme y cuales ocultar. Este un ejemplo de
pregunta directa o abierta. En cambio, si le pregunto: ¿Ayer tuvo un juicio?, la única respuesta
posible es “sí” o “no”. Es lo que se llama una pregunta cerrada. Por último, puedo preguntarle
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también: ¿En el juicio de ayer quién testificó? y en este caso le estaré formulando una pregunta
indirecta, ya que si responde citando a las personas que testificaron en el juicio también me
estará confesando (indirectamente) que fue a ese juicio.
Seguidamente contemplaremos con más detalle cada uno de estos tipos de preguntas.
Los efectos que pueden causar este tipo de preguntas en el interrogado se contabilizan
en dos. El primero es que le producen poca presión psicológica, dejándole la posibilidad de que
conteste la versión de los hechos que mejor le convenga. Esto le tranquiliza y anima a contestar,
incurriendo en el peligro de que “cuente su historia”, al que nos referiremos luego, y perdamos
el control del interrogatorio. El segundo efecto consiste en otorgar un mayor tiempo de reacción
al contrario para contestar. Este tiempo lo utiliza para buscar en su archivo mental la respuesta
que le permita salirse airoso del interrogatorio.
En este caso, los efectos que se logran sobre el interrogado también son dos. El primero
es aumentar la presión psicológica sobre él, no dejando que declarare libremente y forzándole a
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responder con una de las opciones que le ofrecemos. El segundo se refleja en una disminución
del tiempo de reacción a las preguntas, impidiéndole que se entretenga en pensar las respuestas.
Estos dos efectos se traducen en un mayor control del interrogatorio por nuestra parte y en una
minoración del riesgo de que nos “cuente su historia”.
Las dos opciones de respuesta que se ofrecen al contrario pueden consistir, bien en dos
conceptos incompatibles, o bien en una respuesta digital de “sí” o “no”. Por ejemplo, podríamos
preguntarle: ¿El lunes a las diez de la mañana estuvo en casa o en la oficina? y la respuesta
podría ser “en casa” o “en la oficina”, pero no en ambos sitios a la vez al tratarse de conceptos
incompatibles. En cambio, si le preguntamos: ¿El lunes a las diez de la mañana estaba en casa?,
la respuesta podrá ser únicamente digital, es decir, “sí´” o “no”.
En el ejemplo del administrador que pusimos antes, una pregunta indirecta sería:
¿Desde cuándo su empresa dejó de pagar a los acreedores? Esta pregunta se compone de dos
partes. Una que pivota sobre el adverbio “cuándo” y la otra sobre el verbo “dejar”.
Aparentemente nuestro interés al formularla se centra en conocer cuándo la empresa desatendió
sus obligaciones, desviando la atención del interrogado hacia ese punto. Sin embargo, nuestro
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propósito es que al responder el cuándo, también reconozca que existió un incumplimiento de
las obligaciones, de lo cual podremos desprender que había causa de disolución.
No obstante, cada vez son más los jueces civiles que permiten a los abogados un
interrogatorio parecido a los que se realizan en los juzgados penales o sociales, admitiendo la
formulación de preguntas sugestivas o indirectas. Este cambio de tendencia, que creo muy
beneficioso para los abogados civilistas, en mi opinión obedece a dos factores. El primero, a la
entrada en vigor de la LEC 1/2000, en la que se otorga, respecto a las leyes de procedimiento
anteriores, mayor importancia a los principios de oralidad e inmediación, según se señalándose
esta innovación ya en su Exposición de Motivos1. El Magistrado y profesor de la Escuela
Judicial de Barcelona, D. Juan Francisco Garnica Martin, en la conferencia que ambos
impartimos para el Consell dels Il.lustres Col.legis d’Advocats de Catalunya, apuntó el segundo
de los motivos cuando dijo que “los jueces, en el momento de dictar sentencia, valoran cada vez
menos la jurisprudencia y leyes alegadas por los abogados”2, en clara referencia a la
manipulación interesada que realizan los abogados de la legislación y jurisprudencia alegadas en
cualquier fase del proceso, incluida el acto del juicio. La conclusión la extraía poco después el
mismo ponente: “los juicios se están convirtiendo en juicios de hechos y no de Derecho”. Esto
significa que lo importante para el juzgador es averiguar la realidad de los hechos controvertidos
y la entidad de las pruebas que se aporten con este fin, y no tanto la jurisprudencia o artículos
citados por los abogados.
1
COLMENERO GUERRA, J.A. y otros: Ley de Enjuiciamiento Civil. Tecnos. Madrid, 2007; p.
25.
2
Conferencia Cómo dicta una sentencia un juez, impartida en el Colegio de Abogados de
Terrassa a través del sistema de videoconferencia del Consell dels Il.lustres Col.legis
d’Advocats de Catalunya.
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Este tipo de preguntas combinan elementos de los dos tipos anteriores (cerradas y
abiertas) y son especialmente eficaces para obtener información debido a que su aparente
carácter inofensivo no provoca presión psicológica al contrario y puede llegar a responder a la
sugestión oculta sin apenas darse cuenta.
Desde luego, habrá jueces que no consientan este tipo de preguntas y nos estén
recordando su impertinencia con advertencias del tipo “no introduzca la respuesta en la
pregunta”, “no dé por sentado eso”, “no confunda al testigo” o expresiones similares. Sin
embargo, esto ocurrirá principalmente en la jurisdicción civil y ya hemos señalado los factores
que anuncian un cambio de tendencia hacia su admisión; en cualquier caso, yo me inclino por
utilizarlas y siempre estaremos a tiempo de retirarla o reformularla de otra manera.
Cuando hayamos obtenido suficiente información de los hechos que nos interesan,
iniciaremos el cierre del interrogatorio. En esta fase, hemos de conseguir que el contrario se
comprometa mediante sus respuestas. A diferencia de la fase de extracción, aquí no dejaremos
que se explique libremente, sino que dirigiremos las preguntas con el fin de obtener respuestas
concretas sobre los hechos. Nuestro propósito será que, de todas las explicaciones posibles de
cómo pudieron ocurrir los hechos, el interrogado adopte una sola explicación, es decir, se
comprometa únicamente con una opción de las posibles. Este es el momento idóneo para
formularle preguntas cerradas o sugestivas.
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Por último, cuando lo tengamos firmemente comprometido con una opción, pasaremos
a la fase de refutación. Aquí se trata de formular preguntas que pongan en evidencia las
contradicciones en las que ha incurrido entre sus propias declaraciones, con las del resto de
testigos y con cualquier otra prueba practicada en el procedimiento. En esta fase, requeriremos
a la parte contraria que aclare las contradicciones existentes entre su compromiso -aquella
explicación que ha escogido de cómo sucedieron los hechos- y la información que nosotros
tenemos procedente de sus mismas declaraciones o de cualquier otro medio de prueba.
Algo que se desconoce es que la mayoría de veces el propio abogado es quien provoca
esa situación de parálisis, contaminando al interrogado con las pregunta que formula. Dos son
los efectos nocivos que pueden llevar a esa situación y que en lo posible debemos evitar: el
efecto de demanda de información y el efecto Greespoon.
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contestar, discriminando claramente el sentido de la respuesta que debe darse”.3 Yo estoy de
acuerdo con Segura Oronich y he comprobado este efecto en mis interrogatorios y en los de
multitud de otros abogados, fiscales y jueces.
Es conveniente recordar lo que dejamos dicho más atrás de que la parte contraria, y de
hecho cualquier testigo, tiene dos objetivos claros durante un interrogatorio: acabar cuanto antes
y superarlo. Su motivación irá aumentando a medida que responda convenientemente a nuestras
preguntas. Puede desconocer algún episodio o detalle del suceso, pero no dudará en utilizar
cualquier pista o dato que le ofrezcamos para hacerse una composición de los hechos que le
permita inferir la respuesta que esperamos, contestándola si le beneficia y eludiéndola en caso
contrario. Para esto último, puede utilizar el tipo de respuesta evasiva que apuntamos al
principio.
Las conclusiones que podemos extraer de los dos efectos, el de demanda de información
y Greespoon, aplicables a los interrogatorios de los abogados son que, por un lado, al formular
las preguntas a la parte contraria debemos evitar introducir información o datos que le indiquen
la respuesta que esperamos y, por el otro, debemos prestar especial cuidado a nuestro lenguaje
para-verbal y no verbal.
3
SEGURA ORONICH, A.: El Imputado y el Testigo ante el Juez. Psicología del
Interrogatorio. Cedecs. Barcelona, 1998; p. 74.
4
SEGURA ORONICH, o.p. citada; pp. 75-76.
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Observando a los abogados en los juicios, me he dado cuenta de que acompañan las
preguntas con una entonación, expresiones a modo de coletillas y gestos o posturas que ofrecen
al interrogado innumerables pistas o guiños respecto a las respuestas que esperamos obtener.
Las diversas respuestas de las partes y testigos en un juicio pueden agruparse en cuatro
tipos: contrarias, de anclaje, evasivas y “su historia”. Para cada uno de estos grupos de
respuestas existe una vacuna o defensa que ayudará a los abogados a neutralizarlas. A
continuación veremos las características esenciales de cada grupo y las medidas de defensa
asociadas a cada uno de ellos.
Las respuestas contrarias son todas aquellas en las que la parte manifiesta una versión
de los hechos totalmente opuesta a la que nosotros conocemos o queremos obtener de ella.
Frente a estas respuestas, las defensas posibles son dos. La primera consiste en confrontar la
respuesta con la información que nosotros tenemos provinente de los clientes, documentos o
cualquier otro medio de prueba. La confrontación la haremos en el mismo momento
preguntando al interrogado sobre las contradicciones entre sus declaraciones y nuestra
información, haciendo referencia o exponiéndole la prueba en que se apoya dicha información.
Una segunda defensa sería evidenciar sus contradicciones ante el juez en el mismo
interrogatorio o en el informe final con el fin de desacreditarlo.
Un segundo grupo lo forman las respuestas de anclaje. Éstas son frases hechas que el
interrogado utiliza para mantenerse firme (anclarse) en su declaración y evadir nuestras
preguntas. Al lector seguramente le serán familiares respuestas ancla como: “No sé”, “No
recuerdo”, “No estoy seguro”. Para defenderse de ellas, primero debemos evitar sugerirlas,
intentando no incurrir en los dos efectos vistos en el epígrafe anterior. Otra posible defensa es
expresar al juez, en el interrogatorio o en el informe final, nuestras dudas sobre la capacidad de
recordar de la parte. Por último, una excelente manera de superar las anclas es reiterar la
pregunta más tarde con otras palabras. Frente a una respuesta de anclaje, insistir en ese
momento para que responda sólo servirá para aumentar su resistencia (añadimos más peso al
ancla), así que lo mejor es continuar con el interrogatorio y volver sobre la pregunta más tarde
utilizando otras palabras.
El tercer grupo de respuestas son las evasivas. Con éstas el contrario responde a
nuestras preguntas pero de una forma muy tangencial y ambigua. No se trata de anclas ni de
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respuestas contrarias porque las responde y lo hace en el sentido de la pregunta, pero no termina
de comprometerse. Recuerdo un juicio que tuve donde la demandada, a mi pregunta de si
trabajaba y percibía un salario, respondió: “Hago algún trabajillo…”. Me contestó lo que quería,
pero de forma incompleta. La defensa en estos casos es centrar la pregunta y formulársela de
nuevo al testigo o requerirle que responda con un “sí” o un “no”.
Finalmente, el cuarto tipo de respuestas lo constituye las que denomino “su historia”. A
nuestras preguntas el interrogado se extiende en explicar una historia, la suya. No son
necesariamente historias contrarias a la información que esperamos, aunque sí se caracterizan
por intentar ofrecer detalles que justifiquen los hechos o alguna conducta. A menos que nos
interese, no debemos dejar que la parte interrogada asuma el control del interrogatorio
contándonos su historia. Si esto ocurre, lo interpretará como un gesto de debilidad nuestra que
repercutirá en un incremento de su motivación para superar el interrogatorio.
RESPUESTA DEFENSA
- Confrontarla
CONTRARIA
- Evidenciarla
ANCLAJE - Evitar sugerirla
“No sé”/ ”No recuerdo”/ - Dudar de su capacidad
”No estoy seguro” - Postergarla
EVASIVA
- Centrar la pregunta
“Hace tanto tiempo”/
- Requerir un sí/no
”Hago trabajillos”
- Recuperar el control
SU HISTORIA
- Centrar la pregunta
6. Conclusiones
Como conclusión sumaria me gustaría transmitirle una idea para mí esencial y que fue
el embrión de mi primer libro5: el interrogatorio es una habilidad que puede aprenderse y
5
ESTALELLA DEL PINO, J.: El abogado eficaz. Cómo convencer, persuadir e influir en los
juicios. La Ley. Madrid, 2005.
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desarrollarse hasta límites que le resultarían increíbles. He tenido la oportunidad, e inmensa
satisfacción, de comprobarlo personalmente con muchos de los abogados a los que he
preparado. Para conseguirlo, a veces basta con realizar un pequeño cambio en su conducta,
aplicando alguna de las técnicas que he compartido con usted.
Previamente, y una vez fijados los hechos objeto de interrogatorio, lo prepararemos con
preguntas abiertas, cerradas o indirectas, dependiendo del efecto que pretendamos en el
interrogado y en el juez. Las abiertas despliegan opciones de respuesta, mientras que las
cerradas y las sugestivas las cierran e imprimen velocidad y ritmo al interrogatorio, ejerciendo
una mayor presión sobre la parte contraria.
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