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SETEN TA

VECES
SIET E

Ricardo Elizondo Elizondo

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LEEGA LITERARIA

/
Diseño de la portada: EKO

Foto del autor : ARCHIVO LEEGA

Primera edición: Mayo de 1987

© Editoral Leega, S. A. de C.V. PRIMER TIEMPO


México/Buenos Aires/Madrid
Al centro del mantel, con hilaza blanca y sobre blanco, Caro-
Buen Tono No. 94 Col. Industrial
México, D.F. C.P. 07800 la bordó su nombre. Alrededor de él, girand o y distribuidas aqu í
y allá, guirnaldas y guías se repartían blan cas sobr e blanco. Era
su color favorito . Carolina Govea nunca se distinguió precisa-
mente por su belleza , de poca estatura, bien formada , cabellos
castaños y mirada directa, lo que sí la diferenciaba era el blan cor
Ninguna parte de esta public ación incluido el diseño de portada, de su vestir. En invierno o en verano , de día o de noche, en
puede ser reproducida, almacenada o tra nsmitida en manera al- bodas o funerales, Carola era un reventar de algodón encandi-
guna ni por ningún medio ya sea eléctrico químico mecánico lante. Aún después de casada, cuando se le amontonaron los
óptico, de grabación o de fotocopia, si~ permiso ' previo del muertos, siguió envuelta en alburas y sólo al final -en medio del
editor. dolor pestilente que le arrancaba alaridos a media noche y ce-
trina de tanta adormidera- sus ojos perdieron la luz y ya no
vieron el reflejo puro de su gusto de siempre y María Rosa,
atortolada por meses de verla consumirse, la cubrió con azules y
carmelitas y verdes telas . Fue así como Carola la Blanca muri ó
envuelta en ajenos colores.
ISBN: 968-495-045-4
Debajo de su nombre y un po co como queriendo equilibrar la
figura, Carolina bordó también Año de 1886, después, con hilo
y ganchillo , se PlU!Ó desde la primavera hasta el verano tejiendo
alrededor del mantel una puntilla que al trasluz figuraba lirios y
ondas de agua. Todo blanco por supuesto. Fue una tarde de
Hecho en México aquellas cuando lo conoció. Estaba sentada en la puerta que da

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al patio de adentro , serían las cuatro y media o cinco, desde su resplandores y luego de pronto la nube se va y la luz rebota en
lugar se veía la higuera y el granado y más allá el huerto de las piedras y yo diría que hasta sobre el aire mismo, bueno pu es
hierbas dulces, a su izquierda, a diez pasos, estaba el portón de así fue lo que pasó, ví su blancura y me gustó, de plano ya no
la calle. Oyó voces que venían de afuera y es qu e parece que me fijé si despachaba duraznos verdes, fue un minutito, más me
papá está hablando con alguien . Carolina, tráeme una canasta de tardo en recordarlo, ella no parpadeó, nunca lo hace, ve direct o
la cocina y cuando se la fue a llevar lo vió, tan solo el tiempo como mono de pintura, me sentí chiquito y pobre, ella t an
que hay en levantar el brazo, pero lo vió. Ent regó la canasta a su blanca y yo tan zarrapastroso , si cuando menos llevara ropas
padre y tranquila volvió al tejido. Cuando oyó que se despedían lavadas en casa, pero todo lo que traía yo mismo lo restregaba
y el carre tón comenzó a moverse, paralizó sus dedos y sin volver en los arroyos que cruzaba y no es lo mismo, uno siente bonit o
la cara ni los ojos, lo vió con los oídos. la ropa lavada por mujer, eso se nota , así ni presentarme de
nuevo , pero ya lo ves, pudo más el ansia , dejé que casi se metiera
Cosme Villarreal compró el carretón -sin mulas- con lo que el sol, en el rato en que ya no hay sombras pero sigue habiendo
se ganó arreglando animales allá en el pueblo del Capadero. El luz, y así distraídamente pasé por su portón con todo y carre -
armatoste era sólido, vara y media alzaba del suelo, el mazo de tón, pero no la ví, no la volví a ver hasta los dos meses.
las ruedas hab ía sido tallado de un grueso palofierro y toda la
circunferencia estaba cinchada con metal, fue una buena inver- José Govea tenía tres hijos: Agustín, Ramón y Carola. Los
.,;ón, no cabía duda. Después, su primo Jerónimo le compró las dos varones se habían ido a hacer fortuna al otro lado de la
mulas, a veces también le acompañaba de lugar en lugar ven- frontera . En un principio los extrañó, en parte porque hacen
diendo lo que compraban o comp rando lo que después vendían. falta manos y en parte porque son mis hijos, pero se acostu m-
No era mal negocio, aún así, como estaban solteros ambos y con bró , porque eso de más allá de la frontera es un decir puramen-
to da la vida y los años por delante, la verdad no les importaba te, yo no veo diferencia en la tierra y las gentes, lo único es qu e
tanto la ganancia como el divertimiento de andar de aquí para cruzas un río, ancho sí , pero río al fin y al cabo, ahora que a los
allá. Claro está que en el pueblo la parentela vivía con el susidio dos les ha ido bien, Ramón ya tiene tienda también, cuando fu í
de no volver a verlos, porque aún cuando ellos hacían sus viajes les dije qu e no me agrada que andando tan lejos pongan negocio
mercaderes sólo en verano y los indios y bandoleros hormiguea- cada uno por su cuenta. Si no estamos separados papá, lo que
ban en invierno, no había nada seguro, que tal si un día encon- pasa es que así es mejor, nos hacemos competencia a ojos vistas,
tr aban a los dos asados a fuego manso, Ni pensarlo. todos piensan que estamos si no enemistados si distanciados y
Cosme era alto y con los ojos del color del aguardiente, segun- eso nos conviene porque los demás atacan a uno o al otro pero
do varón de cuatro hijos, los últimos dos, mujeres. Cosme ya tenía no a los dos, total, si el grano no me lo co mpran a mí se lo
so brinos . Hacía veinticuatro días que andaba -esta vez sin su pri- compran a Ramón , al final las mon edas van al mismo cá n ta ro . Yo
mo- de caserío en caserío. No era la primera ocasión que pasaba como quiera no quedé muy conforme, pero en fin ya son ho m-
por el pueblo de Carola, pero sí era la primera vez que transitaba bres y ellos saben lo que hacen, ésta será siempre su casa para
su calle. Quién iba a decírselo, después lo recordaría siempre. ellos y su descendencia, traigan plata o no.
Cuando oí su nombre yo seguí echando dur aznos en la medida,
eso era lo que me importaba, no ves que con tanto calor ya El hermano mayor de Cosme es Romualdo, las hermanas,
estaban pasándose de maduros y en eso estaba cuando me distra- Manuela y Nicolasa: Mema y Colasa, Mema se casó bien chica,
jo una blancura que de repente se hizo . Fue así como cuando pasó los quince años embarazada y de allí hasta ahora cada año
andas por el camino y una nube tapa el sol y todo se ve sin tiene un hijo, como si fuera promesa. Colasa les hace casa a

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Rom ualdo y a Cosme, qu izá nun ca se case, no se le ve prisa algu- con mucha gente, poner un negocio , ser hombre importante allá,
na. Rom ualdo dicen que se merece una buena mujer p orqu ~ es el tener caballos y coche y casa grande con sirvient es, aquí no pasa
(Iue más ha sufrido, él iba con su padre cuando se desbarranca- uno de tener tres cuartos frescos y una cocina al fondo . Tanto
ron, tenía ocho años, tuvo que dejar el cadáver mosq ueándose estuvieron dale y dale, mañana, tarde y noche, que al fin consi-
para venir a avisar y tuvo qu e hacer frente a la soledad de cuatro bruieron el permiso y un poco de dinero, a cambio don J osé les
huérfan os. Dicen que pret ende a una muchacha bonita del pue- hizo pro meter que si a los tres meses no tenían cuando menos el
blo de la Paloma. colorada ella, ojalá que sea un a buena mujer. mismo dinero qu e llevaban, regresarían y darían fin a esos sue-
Rom ualdo se lo merece. ños de gentc desocupada. Agustín y Ramón no volvieron al
pueblo sino hasta la boda de Carola , seis años después.
No hacía ni diez años todos los alrededores estaban alboro-
tados con la refriega que por entonces asolaba a la ancha y larga Todavía me aguanté hasta ter minar de vender la carga de
tier ra que hablaba la misma lengua, claro que por aquí no fue duraznos, me acuerdo que en el rancho La Ilusión me ofrecieron
tanto el movimiento, a lo más alarmas de que por ahí vienen, higos a muy buen precio pero no los acepté. No, si lo que yo
aunq ue la verdad sea dicha ellos no eran gente tem erosa , antes quería era regresar cuanto ant es al puebl o para pedirle a don
bien, tanto año de estar defendiendo contra los indios lo poqui- Tulio me hicier a el favor de escribirle al papá de Carolina ; por-
to que tenían los había hecho decididos, valient es, hasta las que es de más respeto que escriba qui en tiene edad y gobierno .
mujeres sabían, llegado el caso, disparar un fusil y las más viejas Largas se me hicieron las semanas para ir por la respuesta, mien-
recordaban incluso como sus abuelas las habían enseñado a fun- tras , me entretuve en los campos cortando tomates y trenzando
dir plomo para hacer postas y perdigones. Ahora era diferente, ajos y cebollas. Jerónimo me discutía, y con razón , que estába-
el gobierno central estaba comandado por un hombre aguerrido, mos yen la mejor época para el negocio, pero yo no quería salir,
el General Díaz, quien como buen militar había metido en cin- no antes de saber la respuesta de don José. Me gané un poco de
tura a los bandidos y a los apaches del norte, por eso se sentía dinero, muy poco, en las ayudas que presté cosechando y mira
aire de paz, poco a poco los caminos dejaban de tener bandole- tú lo que son las cosas, gracias a que me quedé o a la mejor el
ros y ya eran varios los inviernos que los indios no molestaban. alboroto que traía me hizo sentar juicio, el caso es que a mi her-
El tren ya pasaba, no muy cerca es cierto, a una hora de camino, mano Romualdo le ofrecieron un terreno chico con media hora
pero por lo que decían era el gran progreso. Muchos no lo de agua a la semana. Eso nos contó una mañana temprano a Ni-
conocían y menos eran los que se habían subido en él. Don José colasa y a mí , la buena de Colasa se me quedó viendo como di-
Govea fue de los primeros en sacar boleto, él sólo, no quiso que ciéndome anímate y pues me animé, saqué el dinero que tenía
alguno de la familia lo acompañara, fue y vino hasta la ciudad ahorrado, hice los cálculos de la venta del carretón y muy apeo
capita l y después al pueblo de la frontera, al otro lado , a donde nas completé, no me qu edó moneda ni para el viaje al puebl o de
llegaba el tren. A Carola le trajo telas blancas y sombreros, con Carola. No sabía ni como hacerle ni a quien pedirle , Mema y su
las t elas se hizo vestidos y los sombreros jamás los lució porque marido a duras penas podían mantener a tanta chiquillada, Ro -
to dos eran calorinas y no le gustaron, aparte que aquí no se mualdo no tenía nada, lo dijo cuando nos contó lo del terreno ,
usan papá, ya me veo ir por la calle con cresta de gallo-gallina. la buena de Colasa pues de dónde, ni modo , no hubo de otra,
Por ese tiempo y alborotados por el tren, los dos hermanos tuve que pedirle a J erónimo. Cuando vendí el carretón primero
comenzaron con su cantata constante de querer irse a trabajar se lo ofrecí a él, pero no lo quiso, estaba más que enojado, así
lejos del pueblo, a la frontera. Labrar la tierra no es vida papá, que lo vendí más delante. Mi primo siempre ha sido muy débil
tampoco cuidar treinta vacas, Ir) bonito es vivir en una ciudad de carácter y atenido, nunca se arriesga a nada, ni tan siquiera a

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hacer cruzas entre las vacas, me duele decirlo pero es la pura ver- do como uno de los más sólidos de la región . Llegaron con la
dad . Cuando le dije lo del terreno me cont estó que estaba bien rop a que t raí an puesta, una pequeña maleta y los diez pesos oro
atras ado, que dejaba lo fácil y bueno por lo difí cil y malo, sólo que les dió don José. Ramón llegó con la boca blanca de la sed
lo escuché, pero por la tarde que fui a pedi rle para el viaje, cuan - encanijada que traía. En vano buscó, recién bajado del tren, un
do iba a empezar a jeringarme le dije, mira me prestas o no, yo pozo, un cántaro o cuando menos una atarjea para caballos,
te lo repongo pero hasta el año que viene, tú pon el rédito y te cualquier cosa que tuviera agua, pero nada, no había nada, salvo
pago to do junto el otro año . Me prestó. Me prestó en moneda, el inmenso y muy alto tanque desde el cual llenaban la caldera
los caballos y hasta se ofreció a acompañarme, de la máquina del tren. Agustín también estaba sediento, pero
no tanto como AU hermano, así que mientras el otro buscaba en
Antes de llegar a su casa - un mediodía, tres semanas después la estación con que calmarla, él se puso a pensar qué iban a
del incidente de los duraznos- don José fue con Macario, el de la hacer para sobrevivir y al mismo tiempo no gastar los pesos que
estafeta, para ver si ten ía alguna carta de sus hijos. De ellos nada traían, cuando menos que pasen los tres meses que le prome-
enco ntró pero sí de don Tulio Aguilera. José y Tulio se cono- timos a papá, pero no pudo pensar mucho porque prácticamente
cían desde años atrás, para ser exactos fue cuando el gobierno toda la estación estaba sedienta y todos le preguntaban que
nos obligó a tener cementerios y a administrarlos nosotros mis- dónde había agua. En eso andaba cuando vió venir a Ramón con
mos, -porque antes enterrábamos a los muertos pegados a la cara de paz y los pelos relamidos de mojados, los pasajeros le
iglesia o dentro de ella-, para saber administrarlos nos juntaron inquirían que dónde estaba el agua y él les respondía que por la
en la ciudad capital a darnos instrucciones, Tulio iba en repre- parte de atrás, cuando por fin se acercó , fíjate que el que cuida
sentación de su pueblo, yo creo que de allí para acá lo he visto el tanque es Crispín, el del pueblo. De la estación se fueron a la
una o dos veces, no tengo idea de para qué me escribe . Don José calle principal y buscaron por todas partes una olla grande, de
llegó a su casa, dejó la carta en el apoyo de sillar que está junto a barro poroso, batallaron para encontrarla, compraron también
las mecedoras, en el corredor sombreado que da al patio de una docena de búcaros y un cucharón. Esa noche durmieron en
auentro, después de la siesta la leo . Comió con Carolina , durmió la estación, en la mañana temprano eligieron un lugarcito apar-
un rato, se fue al corredor, Carola tejía el agua y los lirios. Oye tado que tenía sombra todo el día, sobre unas cajas que enco n-
hija ¿conoces a Cosme Villarreal? , yo tampoco , ¿tienes idea de traron pusieron la olla de barro llena de agua y la docena de
quién es? , claro, si no lo conoces, pues va a venir acompañado pasillos , a centavo. Al anochecer, tres veces habían llenado
de Tulio Aguilera, del pueblo de Charco Blanco , dice que quiere la olla.
tener relación contigo. No era el primero que escribía carta para
eso, lo bueno es que su padre nunca la obligaba, hasta la fecha a Don Tulio me dijo que pasara por él dos horas antes de que
ninguno había aceptado. amaneciera, a buen paso y sin accidentes llegaríamos al pueblo
del Sabinal mediada la mañana. Colasa le había puesto una ca-
Cuando Agustín y Ramón Govea llegaron al pueblo de la misa y el pantalón negro para que se cambiara antes de llegar al
frontera había muchos comerciantes, sí, pero todos aventureros, pueblo. Don Tulio me dijo que en la primera visita el preten-
iban tan sólo por tres o cuatro años o para hacer dinero, cual- diente no debe llevar regalos, para que no haya obligación ni
quiera de los dos términos que se diera primero. Esa fue la compromiso. Me dijo también que lo más seguro es que no la
diferencia entre los hermanos Govea y los demás y gracias a esa viera, que ella sí me iba a ver, me iba a ver todo el tiempo que
diferencia se volvieron millonarios, tanto así que a vuelta de durara la visita , por detrás de una cort ina' o por la rendija de un
siglo, en el cincuentenario de la tienda, su capital era considera- postigo ella iba a estar sin perder detalle. Me aleccionó todo el

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camino de como debía portarme, no cruces la pierna ni t e le casa de tus hermanos, ve pensando con seriedad; sal de la casa,
quedes viendo a todo; mira directo a los ojos pero sin provo- ten amigas, encuentra ni muchacho qu e te gusta, los años se pa-
cación; no aceptes al prim er ofrecimiento copa ni fruta, agua sí; san pronto, más para una mujer. Tanto le dijo que Carolina, no
cuando terminemos de hablar los general es y emp ecemos con lo po r falt a de respeto, sino más bien pensando en lo que decía su
tuy o t e disculpas y vas a ver a los animales; terminado el asunto padre pero por distinto camino , se pu so a recordar la casa que
yo te hablo, te despides y nos vamos. Como don Tulio sí llevaba aún no existía y que era del tamaño exacto de su energía, para
obsequio por ser amigo de don J osé, le dije que por favor entre- atenderla yo sola, dos tre s cuartos, huerta y cocina, un nogal del
gara también el jarro de miel perfumada que Colasa me dió, se lado ponien te y retamas y nopa les por las bardas, las gallinas
tardó un mes en prepararla y no era justo despreciarla, le dije sueltas, un espejo, una cama y un baú l, dos mecedoras, la mesa
que no dijera que era mía , que nada más la entregara. Aceptó. y los peroles, todo lo que se pinte que se haga de color blanco,
Yo iba con ilusión , Carolina y su blancura no se me borraban de lo demás sin colore s. Estaba Lan pensativa que ni cueuta se dio
la mente. cuando su padr e se fue, de seguro al comercio de BIas.

Carolina, desde la muerte de su madre, hacía de eso ocho Quince días después de haber comprado la olla, las cajas de
años, poco a poco se había hecho responsable de la casa, no madera se hab ían convertido en un estante hechizo más o menos
tanto de las cosas diarias como la comida y el aseo, sino de las generoso , sobr e él y vendiéndose solos en el aire reseco de la
trascend entes como cuidar el gasto y vigilar las dos sirvientas de estación , había melones verd es y amarillos, un canastón con
la casa y a los propios de la huerta y el corral. También era, naranjas y el ventrudo jarro trasminado de fresca humedad. Agus-
gracias a la buena letra, la secretaria de su padre. Por eso estaba tín no dejaba un minuto su lugar, Ramó n iba y venía a la calle
ent erada de cuándo y qué se siembra, cómo se abona. y sabía principal. Resulta que a la estación llegaban constantemente pe-
tam bién de plagas y de marcar animales, todo sin profundizar, lo queños agricultores con sus cajas y atados de productos de la
hací a porque su padre estaba solo, más desde que se fueron los tierra, el pu eblo front erizo consumía mucho por la afluencia
herm anos. Al salir don José le dio la carta y ella la guardó sin grande de aventureros, ganaderos, gambusinos y comerciantes.
pensar en su contenido, desde antes no le interesaba, no tenía Una semana o dos después que los hermanos Govea instalaron su
prisa por casarse. Esa noche, cenando, su padre le dijo que den- puesto, recién llegado el tren, un hombre chaparro y de rotunda
tro de tres semanas viene Tulio Aguilera con el tal Cosme Villa- panza se les presentó atorzonado por un terrible dolor de estó-
rreal y que sería bueno que antes de dar respuesta lo pienses mago, estaba desencajado y casi doblado en dos, Ramón se fue
bien, mejor dicho lo sientas bien, porque ya tienes edad para corriendo a buscar en la farmacia algún polvo o beb edizo , con
cambiar de estado, sabes todo lo de una casa, eres honesta y yo tan buen tino que el hombre aquel, agradecido, les ofr eció sus
quisiera gozar de mis nietos muchos años. La verdad era que don veinte canastos de perón-manzana, que aparte del buen precio ,
José temía grandemente que por una u otra causa Carolina se eran los primeros que llegaban. Ramón fue a ofrecerlos al pue-
quedara sola y soltera, al morir su mujer le juró por todo lo blo. Esa noche, haciendo cuentas, se dieron cuenta que casi ha-
bueno que la hija se casaría, su esposa adivinaba que para él iba bían duplicado el capital. Crispín , el vigía del tanque, les dijo
a ser muy difícil la separación, por eso se lo hizo jurar, pero que iba a ver a su madre y que qué querían que dijera por allá.
cuanto pretendiente llegaba Carola lo rechazaba sin más y ya esa Agustín fue a la calle princ ipal y compró unas medias de seda
situación lo preocupaba, así que se lo dijo, le dijo no quiero mo- blanquísimas y t illa cantimplora de cuero para licor. Fue el pri-
rirme sin ver que estás casada, no digo ya morirme, sino verme mer regalo de los muchísimos que recibir ían de ellos don J osé y
viejo, tú no naciste para estar arrimada en casa ajena, ni aún en Carolina.

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Colasa era la pura bondad sin pensamiento, vivía sumerja en Paloma porque allá pret endía a una muchacha pelirroja. Puras
un lugar de fragancias donde la peste del mund o no exist ía. Para mentiras, mentira tod o, lo único que existía era su ingente do-
ella to do era mondo y lirondo y quizás por eso ella misma lo lor, como si los gusanos me estuvieran comiendo en vida, sólo el
era.. Sabí a cosas tan simples como imitar la forma en que las frasquito me alivia.
galhnas buscan su comida o interpretar, en el canto de las pa- Romualdo murió la tarde misma en que Cosme y Carolina se
lomas, la frase que incesantemente repetían. Algunas dicen ten- vieron por segunda vez, murió en soledad y afortunadam ent e
go-frío , tengo-frío; otras triste-estoy, triste-estoy; las más comu- aletargado por el opio. Dos veces le habló Colasa para que fuera
nes repiten acur rúcate-aquí, acurrúcate-aquí; una vez oí una que a cenar, yo sabía que estaba malo pero nunca pensé qu e fuera
decía feo-tú, feo-tú, y otra come-tuna, come-tuna ; las que más tan grave, tenía algunas semanas de casi no comer, té con miel y
me gustan son las que cantan adiós-pastores, adiós-pastores, son atole era lo más, las tardes se las pasaba hecho nudo y como no
del color de la carne del piñón y en las alas se me afigura a mí le gust aba platicar pues yo mejor lo dejaba estarse así. Cuando se
que tra en pintados paisajes, paisajes de anochecer, secazones de hizo de noche y prendí la lámpara, me asomé y ví que no se
mezquites con montañas al fondo, ellas no saben vivir en jaula, había movido, así que me acerqué y fue cuando miré el fras-
se van poniendo tristes y una mañana las encuentras acurrucadas quito que tanto cuidaba derramado sobre la almohada, ent onces
y tiesas ya, ellas nacieron para volar y andar en parejas por los lo toqué, estaba frío como piedra laja, como el agua al amane-
mon tes. A Colasa le gustaba también seguir los caminos de hor- cer, no lo pude enderezar porque ya se estaba poniendo tieso ,
migas y leer los recados que, según ella, las mariposas taían en fuí corriendo a casa de Mema, entre las dos lo limpiamos, lo
las alas. Regía el día y sus trabajos por el sol, más bien por el cambiamos y lo tendimos en la cama mientras Cherna terminaba
lenguetazo luminoso que se recortaba en el suelo, justo en la de hacer la caja, para entonces ya nos habían mandado café con
puerta de su casa. Cuando la luz llegaba a un punto era la hora pan, yo me serví y Mema se enojó y me dijo que era una tibia,
.de comer, a otro más allá, el momento de meter los animales y que ella llore y llore y yo como si nada, pero que iba a hacer si
cuando está nublado no hago nada porque no sé que hora es. ya estaba muerto. Más tarde, antes que lo metieran al cajón, me
Así de elemental era Colasa, quería a todos; personas, animales hinqué junto a la cama y estuve un rato platicando con él, fue
y cosas por igual, sin hacer distingo alguno, por eso no se ena- cuando le juré que desde ese momento y hasta que yo muriera
moró . Vivía feliz, en un mismo punto los sentimientos, y nunca, iba a cultivar en su memoria un rosal, si se me seca uno siembro
en sus noventa años de vida, se la vió llorar. otro, así toda la vida, te lo juro Romualdo.

Romualdo estaba enfermo y se iba a morir , lo sabía y por eso Después que lo vio, Carolina se arrepintió de no hab er
dejó qu e su hermano comprara el terreno. Cada día estaba más puest o cojines en las mecedoras, si hubiera sabido que es él
flaco y las bolitas en su vientre ya él mismo se las notaba. Todo pongo los de lino, por eso se fue a la cocina y sacó la jarra y los
comenzó quién sabe cuándo. Un día inapetencia, al otro dolor y vasos de filo dorado, y a la limonada, que ya estaba hecha, de
luego vómitos después de comer, hasta que fue a ver a la hierbera pur o invento y emoción le rebanó pequeñas rodajas de melón de
y le recetó borraja con manzanilla, después melisa con milenra - castilla, después se cambió el vestido, todo de prisa porque tan
ma y por último le dijo que mejor fuera con el doctor. Fue a la pronto terminen los comentarios de todo y nada Cosme se
ciudad capital del estado y al hombre serio que lo revisó se le saldría y lo que ella quería es que la viera y notara que sí estaba
pusieron tristes los ojos, le dio opio, opio tomado . Desde enton- interesada. Su entrada causó conmoción en los tres hombres,
ces las gotitas amargas fueron el dulce sueño de Romualdo, ninguno la esperaba. Tulio Aguilera fue el que primero la vió y
cada vez que iba a comprarlas decía que iba al pueblo de la se levantó automático, después don José y por último Cosme,

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que estaha de espaldas y no supo por qué lo hacían hasta qu e la corriente ancha y verdosa sobrevolada por el pu ente, luego la
volteó y la cara se le puso roja y no halló acom odo para las bonanza de Carrisales se desparramaba por doquier y por últi-
manos. Carolina Govea llegó llevando hasta el corredor olor a mo, rodeando a la constru cción de madera de tres pisos, el barrio
telas limpias y asoleadas , vestida de muselina parecía cascada de del merca do, la Marqu eta le decían. Ese cuarto sería su casa por
espuma de sal, toda de blanco , desd e el zapat o hasta la cin ta con tres años .
que sosten ía el pelo, saludó con los ojos bajos y de la misma
for ma ofreció y sirvió el refr esco. An tes de salir y con tranquila Al día siguiente del entierro de Romualdo, Colasa disolvió en
seguridad , acogotó a Cosme con una mirada de arro yo, de un cazo grande anilina negra y puso a hervir un vest ido , dos
puñito de agua en mediodía ardiente. Contra todas las reglas faldas y dos blusas , después de una hora le agregó un vaso de
había salido a ofrece r el refresco, por eso don J osé se dio cuenta vinagre, sacó del fu ego la mezcla de trapos y negrura y los batió
que este muchacho sí Ic interesa, yo qu isiera par a ella no ya un con vigor porque si nó no agarra bien la falda de florecitas y la
potentado sino alguien con algo más qu e un terreno , pero si blusa rosa. Pese a todos sus cuidados la ropa le quedó franjeada.
Carola lo decide y lo quiere, su voluntad y la mía son un a sola. Ya un a vez tendida al vivo sol, al ver la ropa tan llamativamente
Aco rdaron que durante seis meses los jóvenes no se verían ni negra en medio del patio, Colasa se acordó de la muchacha que
tampoco se escribir ían y que al fin del plazo volverían a plati car. dice Cosme que viste de puro blanco, válgame Dios, con tanta
Para entonces puedes venir solo Cosme, aquí te espero , todo mortificación no le he preguntado qué pasó, así que se fu e a
este tiem po ni busques a mi hija ni vayas a pasearte por la calle buscar a su hermano todavía con las manos medio tiznadas.
de arriba a abajo , mientras a ver que tanto haces que demuestre ¿La viste Cosme? ¿A poco ella en persona salió a ofrec er el
que ya ti enes juicio. refresco? Ella te quiere, no hay duda. ¿Su papá qué dijo? No
te apures, seis meses se pasan pronto. Tú como te dijeron ni la
Pese a que estaban cansados, don Tulio y Cosme decidieron busques ni le escribas . ¿Vestida todita de blanco? j Válgame
regrcsar al Sabinal inmediatamente después de la entrevista. Ya Dios! Se ha de haber visto chul ísima . Ahora a trabajar , yo te
antes habían comido algo, así que compraron fruta y con el sol ayudo con los almácigos.
a la altura del cuello volvieron sobre sus pasos. Llegaron entrada
la noche, algunos gallos alaraquientos alborotaban de vez en No fue necesario que don José hablara con Carolina , su pre-
cuando, lo demás , obscuridad transparente. En casa de Tulio sencia en el corredor lo había dicho todo. Días después de la
había luz, luz que se movió t an pronto ladraron los perros. visit a de Cosme VilIarreal, temprano en la mañana, don J osé,
Dion isia, la esposa de Tulio, hizo desmontar a Cosme y sentado a la mesa esperando por el desayuno, vió en el cent ro
mirándolo a los ojos le dijo Romualdo ha muerto, no me del patio a su hija rodeada del revolotear de las palomas. Fue
preguntes de qué porque nadie lo sabe, a mí me lo dijeron entonces cuando por primera vez sintió la posible separación, de
después de cenar, lo están velando en tu casa, sólo estaba verdad el corazón se le hizo chiquito y el estómago se le arru gó,
esperando que ' ust edes llegaran para irme a acompañar a tus me va a doler cuando te vayas criaturita, él sabía que si lo de
hermanas. Cosme se hacía éste jamás aceptaría mudarse al Sabinal, Carola
lo tendría que seguir, la historia se repite, lo mismo sucedió con
La venta de los veinte canastos de perón-manzana dejó a los mi mujer, sólo que ahora yo seré el padre abandonado. Quería
hermanos Govea suficiente como para alquilar un cuarto de no sufrir pero el pensamiento de su futuro sin la hija le daba
tercera en un hotel de segunda. Desde su ventana se veía, al otro cuchillazos al corazón, más aún viendo a Carola ilusionada dan-
lado del río, el caserío de Carrizalejo, tierra de su patria, despu és do de comer a la docena de palomas blancas.

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. , A los pocos meses de haber instalado su puesto en la esta- A Cosme le dolió fue rt e lo de Romualdo, en el mome nto no
clOn: los hermanos Govea se dieron cuenta qu e su posición en el lo sinti ó tanto por lo del viaje, lo de Carola y lo rep entino del
ambiente comercial ya era envidiable, al menos en ese punto de suceso, pero días después, semanas más bien, el recuerdo de su
la front era. El puebl?-más bien los pueblos, porque eran dos , hermano se le hundía dentro, no sé ni dónde Colasa pero cuan-
uno .a c ad~ lado del no Gordo-había com enzado siendo, siglo y do me acuerdo siento desasosiego en los adentros, algo así como
medio atras , una pobrísima misión de franciscanos resto de ansias, pero amargas. Colasa le decía que llorara, qu e soltara el
aq~ellos tiem pos era la antigua Capilla. Por aquel en~onces los llanto, pero no puedo, lo siento dentro pero sigo con los ojos
frailes y sus indios cristianizados vivían sólo en el margen norte secos, clavada la mirada en el recu erdo , sólo me saca de eso la
del río . Afias después, al rededor de la misión fueron insta- ilusión por Carolina. Y era verdad, sin haberla tratado nunc a y
lánd ose hombres blancos , quienes vivían básicamente de la tie- habiendo oído su voz una sola vez, Cosme sentía que Carola era
rra. Al crecer el núme ro de pobladores y a resultas de los fre- su destino, no podía explicarlo pero así era, cuando pienso en ella
cuentísimos ataques de los indios bárbaros qu e bajaban de las no siento muros qu e nos separe n, siento sólo con la piel y la
llanuras del norte, el Virrey de la Nueva España envió un desta- siento mía, sin vergüenzas, como si tuvi éramos recu erdo s ju n-
camento de soldados para proteger al incipiente pueblo, llamado tos.
a~npulosamente e? la cartografía colonial como Misión y Presi- En mucha parte por la ilusión por Carola , pero en part e
?in de Santa. Mana de los Carrizales. Vino después la guerra de también por olvidarse de la muerte de su hermano, Cosme emp e-
ind ependencia y luego de consumada ésta , las luchas entre cen- zó a trabajar con ahínco desmesurado. No es qu e ant es fuera
tralistas y federalistas. Fu eron esos conflictos los qu e hiciero n flojo, sino qu e antes no vivía en fun ción del tiempo qu e corre y
crecer al pu eblo , llamado a partir de entonces Carrizal es a secas ahora sí. Tenía que formar un patrimonio, así qu e decidió no
sin el Santa María. ' , escatimar fuerza alguna. Todavía sin clarear el día se bebía un
tazón de té de salvia con un pedazo de bizcocho de maíz y
Carolina encargó a Bias, el del comercio, un cuaderno de melaza de caña, luego iba a su tierra, pequeña parcela rodeada
cu~tro r~anos, de los mejores que hayaglon BIas, qu e tenga las de huizache y granjenos, la deshr e ñó y a fuerza de pura insola-
h?Jas resIste.ntes y I~ pastas de cartón grueso. Le encargó tam o ción la dejó lisita y oscura como pizarra. Después anduv o limos-
bien dos cajas de hilaza blanca y otro tanto de hilo del ocho neando estiércol por los establos y porquerizas y con la carretilla
para tejer. Escribió a sus hermanos y después de saludarlos y de palo qu e había sido propiedad de Romualdo, llena hasta el
c?ntarles lo de Cosme Villarreal , les pidió le compraran dos top e de pestilente caca, hada hasta ocho viajes diarios al terre-
~Iezas completas de manta inglesa de doble ancho, una pieza de no. Pero el trabajo no paró ah í , porque con la prim era lluvia
lino de Holanda, ocho yardas de un encaje que según me han di- otoñal la parte que ya tenía abonada se llenó de girasoles y él de
~ho se hace en?1 puerto de ~Ianchester, diez yardas de raso y por consternación, la energía no le daba para más, necesitaba ayuda,
favor, ahora SI con urgencia, el tornillo que no llegó de la m á- pero a qui én pedirla si todos estaban igual de ocupados, sólo
quma de coser qu e me mandaron, si acaso no lo encuentran pagándola, pero con qué, era tanta su desespera ción qu e una
cO~l.pren otr a máquina y agregan su cost o en la cuenta. Yo noche Nicolasa lo oyó hablar ent re sueños y lo vió dormido
qU.lsIe,ra que me enviaran todo lo más pronto posible, ojalá que cort ando girasoles. A la mañana siguiente Colasa se ap ersonó en el
Crisp ín ~ueda traer las cosas, nosotros aquí lo gratificamos. Bue- terreno. tra ía puestos los huarachotes de Romualdo y un trapo
no, queridos hermanos, es todo cuanto les digo y pido, su her- amarrado en la cabeza, Cosme est aba duro y dale repartiendo
mana qu e los q uiere. Carol ina. Posdata, ya sabe n que todas las estiércol en la tierra sin abonar, Colasa ni tan siquiera le habl ó,
telas deben ser blancas, sólo blancas. cogió el azadón y se puso renglón por renglón a limpiar de

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yerbajos la tierr a. Lo que no pudo hac er la muerte de Romual-


do, lo pudo Colasa con su callada fratern idad. Cua ndo Cosme la dad. Tan cierto era esto q ue el tren, qu e v e~ía ~ esd e el ce ntro de
vió la tern ura le cerró la garganta y co menzó a llorar, sentado en ' ico cru zaba el río hast a detenerse en Carrizales, porqu e Ca-
MeXI , b 1 l' .
el suelo siguió llorando hasta que el de saliento , seco y sin lágri- rrIza1ejo no tenía est ació n. Varios. trenes llega an
. _ a rn a, fsm
mas, se disolvió y se volvió esperanza. Esa n och e viendo las hor ario fijo por más (¡u e las autoridades se em penadran e~ ~ Ir-
est rellas, Colasa le dijo tu tierra va a rendir m ucho, producirá de mar lo contrario , algunos eran s~lamente cargueros e t: anslto ,
todo c ua nt o le siembres, porque además de co n sudor, la regaste no descargaban me rcancía y segm an hasta muy ad entro tierras al
co n lágrimas. norte, otros, m ezcla de cargueros y transporte humano , despan-
zurraban en la est ación sus furgon es retacados de gentes y de
Dado el éxito económico Ramón y Agust ín rentaro n un pe- d ctos del campo. En uno de esos trenes llegaron los C ovea
dazo del terrenote vacío que estaba frente a la estació n. Ahí y yprogracias
u . . .
a sus corridas , los hermanos micraron y mu lti
np l'reare n
co mo (ludieron levantaron un tinglado de tablas , pura esceno- su fortuna.
/,'1'a fí a sostenida con su ambición y trabajo. El tejaban, gran dote
BIas el due ño del tendajo, pu so en una canasta el cuadern o y
y fco , est aba techado con lonas, maderas y láminas, y estaba así
no po r diseiio sino por necesidad. Para en tonces Crispín Trevi ño los hil~s que Carola había ped ido, llamó a uno de sus I~ijos y lo
había dejado su trabajo en el tanque y se hab ía co nverti do en el mandó a casa de José Cov ea a entregar el encargo . Di cen q ue
primer trabajado r de lo qu e después sería la Covea Bros. and Co . hora sí Carolina aceptó un pretendiente, p or lo qu e se ve ella
o C ovca Hermanos, S. de R .L. , dependiendo el nombre del lado :stá segur a de que va a casar se, ojalá y sea así , si nó el puebl e
de l río en el que traficaban. tendrá una solterona más .
Los e ovea definitivamente habían triunfado, aún no tenían Caroli na estaba segura, cosas de su caráct er, siem pre sería así,
capital acum ulado , pero habían triunfado. Carrizales se estaba al parecer jamás se arriesgaba en algo ~u e pudi ~ra no ser, espe-
raba hasta tener la certeza y ento nces S I se em pe ñaba dc llcno en
volviendo de pu eblo a ciudad , ellos eran parte del cambio y po r
el asunto , Así era ahora con esto de Cosme Villarreal, ella sahía
su mu cho trabajo tendrían re compen sa. Claro que en est rict o
sin cua rt eadura alguna qu e el duraznero sería su marido , con
derecho estaban en otro país (lue no era el suyo , su patria co-
nu-uzuba a mitad del río , pero co m o su padre de cía , de he cho la nadie lo comentaba pero ni falta hacía porque su cond ucta lo
!!t'u le es la misma. Carrizales y Carrizalej o, ahora divididos por decía to do. Tan pronto rec ibió el cuadern ó n lo dividió en cuatro
un río que deslindaba países, tenían un mismo ori gen : la antigua partes, Cocina, Campo, Rem edios y Ot ro.s. To das I?s lard es, co n
su cua de rn o bajo el brazo, iba co n las vecina s a pedir recetas y re-
Vlisi ón franciscana. Al momento de arrivar los do s hermanos, no
medios. Las hojas en blanco come nzaro n a llenarse co n guisos d (~
haría ni cincuenta añ o s - allá po r mil ochocientos cuare nt a y
calabaza y elote, de borrego con tomillo, de arroz co n papas y
tautos-> , la de cisión de lejanos gobiernos había puest o una
pasas, de turcos , semitas y pan de boda. Apareciero n también
lín ea divisoria a mitad de la co rriente del río, línea qu e en la
pomadas de manteca serenad a y lavada co n..nu eve aguas , lu ego
prácticu se resolv ía en pagar impuestos a diferente patrón. Las
se le po ne cuant o azufre aguante y unas hojitas de albahaca, no
pro piedades e ingr esos de Carrizale s pagaban tasa a Estados Uni-
hay na da mejor para granos y zizotes. Apuntó q~ e el es t~ fia te en
do s. lo do lo de Carrizalejo a i\léxieo , pero las gentes eran las
ayu nas saca la lombríz, qu e los ret oño s de carrizo ~ ervl?Gs so n
mismas. uno que otro rubio ojos de hielo, uno qu e otro indio
para granos en la cab eza, y qu e la amapola seca, en infusi ón co n
colo r de piano, los demás mezcla de aquí y de allá. Los habitan-
lechu ga, calma a la serpiente de la locura, En el apartado dc
tes dI' ambos pueblos cruzaban sin más la línea que aunque
Campo vació prácticamente lo qu e su padre sabía so bre an imale s
clarísima en los mapas. era perfectamente invisibl e en la reali-
y sem bradíos, un año siembras maíz y al otro frijol, si plantas
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cho una gran sonrisa mientras Agustín se escabulló por ahí para
melón no plantes calabaza ni sandía, los panales se ponen alto
que no vieran que estaba llorando. La inteligencia y el cálculo
para que las abejas no piquen y las vacas flacas para ahijar son
eran las cualidades de Agustín, la diligencia y valentía de Ra-
buenas . El apartado de Otros, que era el más abundoso, crujía
món, sólo que Agustín era tierno, se derretía por dentro cua ndo
con métodos para curtir cueros , para saber si el agua era dulce o
veía a un anciano enfermo o a un niño descuidado. Por el lado
gruesa, y parll predecir, valiéndose del crep úsculo y el canto de
los ~los, .el, clima del día siguiente. Con toda esta organización de los senti mient os cualquiera lo robaba. Por eso Ramón lo
Carohna vrvia tan ocupada que ni tiempo tenía para recordar la cuidaba más que a su vida misma, él sabía que contando con la
imagen de Cosme, de vez en cuando se le venía a la cabeza su mente de Agustín jamás fracasarían, siempre y cuando no su-
friera porq ue entonces todo se le obnubilaba, se encerraba en un
cuerpo e~teco y sus manotas, sonreía y volvía de nuevo a lo que
estaba . SI los hecho s son amores, Carolina estaba bien enamo- rincón y nada lo hacía salir. Así era Agustín, mente de cuarzo
rada. con alma de pan de almendra.
Hospedaron a su padre en el mejor hotel y esa noche lo
. ,El prim er viaje de don José Govea para ver a sus hijos coinci- llevaron a una tanda legüera , al teatro trashumante de María
dio con la apertura de la tienda de Ramón en la Marqueta. Valencia y su compañía de actores. Frente a la impavidez de
Ramón don J osé fue discreto, pero bien se dió cuenta de lo
Habían pasado poco más de dos años sin verse don José no
avisó que iría porque el viaje lo decidió de un dí~ p'lra otro. El,
familiar que era su hijo para algunas actricillas e incluso para la
dueña misma, quien sin tapujo alguno le sonreía generosamente
de siempre poco dado a las efusiones, un mediodía vió como el
cuando los giros de su personaje la llevaban junto a ellos.
hijo mayor de Bias ya estaba de la misma estatura del padre,
También notó don José que para Agustín todo aquello era estu -
quién sabe qué le pasó el hecho es que el recuerdo de sus hijos se
pend amente novedoso. Saliendo del teatro se fueron a la fonda
le acogotó en la garganta y no tuvo paz ni para comer tranquilo,
Río Grande porque Ramón insistió que pocos lugares como ése
sus .do~ muchachos lejos y solos, sabrá Dios que tanto habrán
para cocinar el caldo de pescado. Luego que dejaron a su padre
sufn.do y yo aquí más frío que una mojarra de río, me voy a
en el hotel, Agustín se fue a la ti enda de la estación, desde meses
Ca~nzales Carola, dos tres días nada más, qué quieres que te
atrás era prácticamente su casa, y Ramón, como todas las no-
traiga. Carolina nada encargó , sólo le dio los dos pares de calceti-
ches, se fue por ahí de gato enamorado. A la mañana siguient e
nes de lana que había tejido para sus hermanos. El viejo tomó el
don José fue a buscarlos y se encont ró con la novedad de qu e
tren a la medianoche, en la mañana temprano estaban cruzando
por fin un local en la mera Marqueta nos lo rentan, Agustín se
el r~o ~ ya entrando a la estación divisó el tejabanzote feo que
quedaría en la estación mientras Ramón atendería en el barrio
tema pmtadas, muy orondas y amarillas, las letras de su apellido.
comercial. Definitivamente sus hijos hablaban una lengua que él
Es~eró un poco a que se dispersara la gente y lentamente, como
no entendía, les recomendó qu e compraran tierra, toda la que
qUIen ve una maravilla, fue acercándose al trabajo de sus hijos.
pued an, es lo único fijo, lo demás viene y se va. Agustín le envió
~ón y C'¿spín es~ban en un rincón acomodando costales y
a su hermana una bellísima sombrilla blanca, Ramón, acon-
cajas, Agustm, detras de una jaula de alambre, hacía cuentas.
sejado por una su amiguita, le compró un inmenso pote de perfu-
Sin levantar la vista, en qué le sirvo, vengo por mis diez monedas
me de jazmines con una etiqueta negra y roja que decía: "Eflu-
de oro. La voz del viejo se reflejó en la memoria de los hermanos
vios de la Alahambra ". A Carola la sombrilla la encantó, tanto
y un badajazo de gritos de cariño lo estemeció. Ramón y Agus-
que años después la llevó en su boda, no así el regalo de Ramón,
tín se precipitaron junto a don José y se volvieron niños, cuando
muchísimo tiempo lo tuvo guardado, herméticamente cerrado,
al fin soltaron todo el afecto dos años contenido, el padre se dio
cuenta que no habían cambiado. Ramón lo miraba directo he- volviéndose negruzco su opalino líquido.

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Cosme pidió consejo sobre qué le convenía semb rar , si lo Carolina se enderezó y lo vió a los ojos y con esa mirada él se
qui eres para el sustento siembra maíz o frijol, si lo quieres para dió cuenta que su hija ya había elegido compañero, com pañero
negocio planta caña, caña de azúcar. Colasa, que zonza zonza al que ·ella servirí a, por propia voluntad, hasta la muerte, y que a
pero en to do estaba, le dijo que con la huertita de verduras que nadie le permitirí a que se cruzara en su camino, ni aún siendo
tenían en casa y vendiendo huevos y miel, pasarían sin mucho ese alguien su propio padre.
apuro un año o dos, así que siembra caña, luego le pedimos a
Jerónimo el molino y entre los dos hacemos el piloncillo. A Vaya compromiso , él se sentía seguro pero no tanto com o
finales de enero, Colasa y Cosme sembraron caña, habanera y de para ir a comer. Claro que la ropa estaba limpia y asentada y
la criolla, trabajaron mucho porque tuvieron que dividir las pie- venía cortado de pelo, rasurado y aseado de cuerpo y cara, bien
zas en cañutos para poder completar con la poca caña que les podía presentarse pero la timidez lo acobardaba. Empezó a ca-
habían regalado. A mediados de Febrero terminaron la siembra minar para calmar el nervio hasta que sintió sudor en la frente y
y para Mayo el terreno era simetría de surcos y varejones de ver- acató entonces qué chulo voy a quedar si aparte de corto llego
de bonito, fue entonces que Cosme hizo el viaje al pueblo del sudoroso y oliendo a bestia, así que se metió a la iglesia pen-
Sabinal, le llevó a Carolina un juego de agujas para tejer de ma- sando que estaría sentado, fresco y en sombra. La paz del aire
der a de sabino que él mismo había curado, tallado y pulido, y oliendo a cera se le metió dentro, y sin proponérselo, platic ando
par a don José una carta de Tulio Aguilera donde contaba del consigo mismo se puso a platicar con Dios, le contó de sus
trabajo de Cosme. planes, sus ilusiones y de lo seguro de su amor por Carola. El
tiempo se fue volando y si no es por el sacristán, que al cuarto
Ya se, había vencido el plazo y Cosme Villarreal no aparecía, para la una cierra el templo, hubiera sido impuntual.
don Jose estaba preocupado, él más que ninguno había notado
e~ entusias~o ~~encioso de Carolina y por nada del mundo que- Cuando Cosme tocó el cencerro que don José había 'p uesto a
na una desilusión para ella. A medida que pasaban los días más la entrada a manera de aldaba, la casa toda, desde las matas del
se atufaba el viejo, sobre todo viendo el laborío de la hija hacien- corredor hasta las higueras del traspatio, se quedó quieta, con
do ropas y prendas para su vida de casada. Por fin una mañana silencio de apasmamiento. El padre de Carolina salió a la puerta
como a la once un chiquillo de BIas llegó diciendo que dice con un aire que no ocultaba la inquietud por el hecho desusado de
Cosme Villarreal que si lo pueden recibir. Don José no estaba en recibir a un pretenso, en su segunda visita, con manteles largos y
casa pero Carola dijo que sí, que a la una en punto lo esperaban comida de fiesta. Cosme le entregó la carta, pasa por acá y
a comer. Carolina aumentó el menú, había arroz, puerco en to- siéntate. El cordón que ataba las agujas empezó a deshacerse de
matill~ y frijoles, hizo sopa de elote, cecina de res con pimienta, tant o nervioso tirón. Conque trabajaste duro, sembraste caña, es
tostadit as con queso y de postre calostros hervidos en miel, buen negocio en estos tiempos... una blancura se hizo detrás
higos en almíbar cubiertos de crema o dulce de naranja. Sacó su de don José y allí estaba ella, viendo a Cosme con su mirada de
vajilla blanca, puso el mantel de lino blanco con servilletas de lo arroyo. El cordón cedió y las catorce largas agujas saltaron por
mismo , y ella toda, como siempre , se vistió con vapores de el aire y don J osé se interrumpió y Carola sonrió y Cosme por el
albura. Al llegar don José ni imaginaba el por qué del alboroto, suelo levantándolas una a una. Cuando se incorporó, Carolina
cuando lo supo dijo que no, de ninguna manera Carolina , vamos estaba enfrente y él se las dió, yo las hice para tí, son de sabino,
a andar de boca en boca, nunca se ha visto, ni siquiera estamos porque su madera es blanca como a tí te gusta. A Carola le faltó
segu~o~ de nada, .si no t~ casas vas a quedar desprestigiada, que el aire y Cosme creció y se sintió seguro. Don José rompió el
tal SI VIene a decir que SIempre no, y siguió hablando hasta que silencio hablando del clima, de sus hijos y de Tulio Aguilera,

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todo perfect amente inú til porque su sentimiento de estar fuera comenzaba, pero la boletera, vieja actriz de segunda, con los
era una realidad. Cosme y Carolin a platicaban sin hablar, ajenos elos colorados y el pescuezo de gallina, al reco nocerlo amable-
al lugar y al tiempo y hubieran seguido así a no ser porque el ~ente lo condujo a los camerinos, un mero decir, porque era,n
padre calló y los distrajo, entonces ella dijo, podemos pasar, la uros biombos de manta cruda atravesados en el terr eno de at ras
mesa está servida. ~el tablado. La señora Valencia sonriéndole le dijo no lo he visto
pero pásele y siéntese, Ramón nos ha cont ado ~ucho de uste ? ,
Colasa estaba trasplantando cebollas cuando Cosme regresó se nota a leguas que lo quiere mucho. Agustín nunca hab la
de vuelta del Sabinal, con las manos llenas de lodo oyó la noticia trat ado a una mujer tan segura, se sentía incómodo y deslumbra-
que dentro de un año me caso con Carolina Govea, de la emo- do al mismo tiempo, ella sacó un atadito y le ofre~ió ~n cigarr~,
ción ni se dió cuenta que con los abrazos le dejó la espalda a su yo misma los tuerzo, tome uno , le van a g~star , Slgul~ro~ plati-
hermano todita enfangada. Mientras Cosme se bañaba, ella corrió cando y Agustín no se explicaba por qu e pero al finaliza r el
a casa de Mema a participarle el gusto. Como siempre , la sofla - cigarro se sentía totalmente desfasado , despernancado y hu~­
mera de Manuela -que andaba por esos días en el sexto emba- dido en un mundo de trapos y luces de kerosen e. El recordarl a
razo- se atacó, pero esta vez no le hizo caso alguno, la dejó después que alguien le apr etaba el estómago mientras su nar íz y
tor cida en medio de su chiquillal. De ahí se fué a casa de Dioni - boca echaban babas y babas , luego un perfum e tibio lo rodeó y
sia y Tulio, los dos se alegraron de corazón. Ya de regreso, toda unas manos suaves le poní an toallas frescas y húm edas en la
alborotada, vió de pronto como un gavilancillo, en rápido pla- frent e y por entre el gran dolor de cabeza oía una voz de mujer
neo, cargaba entre sus garras un pollito, mientras la gallina ma- que decía qu é bárbara doñ a María si este homb,re es un much?-
dre, hecha una furia, se desplumaba de esfuerzo impotente. Con cho crecido cóm o se le ocurrió darle de sus clgarros. Agust ín
la imaginación que tenía, aquello no era nada bueno, entre más est uvo entre consciente y dormido hasta much o despu és de la
lo pensaba menos le gustaba , con mis propios ojos lo ví, no me media noche, todo el tiem po sintió aquellas manos suaves y el
lo cuentan, pero desde mañana voy a estar mu y al tanto revi- perfume rodeándolo.. Poco. ,a poc~ el ~o~~r de c~bez~ desap.a,-
sando todo, porque si es un mensaje seguro vuelve a repetirse. reció y cuando por fm abri ó los OJos sin ti éndose el mismo, VIO
una cabellera negra sobr e unos ojos grandes que le decían los
El tren de México a Estados Unidos llegó a Carrizales en cigarros de doña María son especiales, ella mezcla los tab aco s
1881, en 1883 arribaron Agustín y Ramón Govea, dos años con alguna hierba, nu nca dice con qu é pero todos pensamos que
después abrieron la segunda tienda en la Marqueta. Esos días es marihuana, por eso te hizo daño el que te fumaste, par~
fueron muy importantes para el futuro de los hermanos, porque mañana estarás bien , no te preocupes. ¿Quieres quedarte conrm-
aparte de la consolidación del negocio, Agustín, por esas cosas go esta noche? No conte stó porque se quedó do~mido profun-
de la vida, se enamoró de Virginia Beltrán, actriz y cantante de damente. Al aman ecer, todo desguanzado, Agustín, que no ha-
la Cía. de Teatro de María Valencia. Sucedió unos días después bía comido desde el mediodía ant erior, sintió el estómago ama-
de la primera visita de don J osé Govea. Resulta que ya noche rrado de hambre trató de incorpor arse sin hacer ruido pero la
Agustín necesitaba arreglar con Ramón un asunto de naranjas y cabellera negra e~vuelta en un a capa y sentada por ahí, levantó
limones, como su hermano no apareció en toda la tarde, Agustín la cara, yo me llamo Virginia, Virginia Beltrán y tú me gustas,
dejó a Crispín encargado del tendajón de la Estación y se fue a me gustas mucho. Así comenzó todo. A las nueve de la maña~a
la Marqueta, tan solo para llegar y encontrar el negocio bien la pareja estaba almorz and o copioso y caliente en la fonda RlO
cerrado con tablas y mecates, imaginó entonces que Ramón Grande .
estaría en el teatro, así que se apersonó ahí. La función aún no

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Crisp ín, de nat ural corto de entendimient o , más co rt o est ab a peñ oso . Defin itivamente Carolina había elegido bien . Les dio
esa m ad~ugada P? rque ni sabía todos los precios, ni podía con per miso para verse una vez al m es, en su casa , el sábado o el
t~ntos clientes, m ~ucho menos hacer las cu ent as bien y Agus- domingo en la ta rde. Por su parte el bu en viejo com enzó a llenar
t in no II egab~ y m modo de cerrar la ti en da y Ramón que una alc an cía, co n e! din ero qu e juntase les íba a regalar to dos los
tampo?o venia y a las o cho de la mañana lo mandó llamar de animales que pudiera co mprar . Ya imaginaba a su qu erida hija ,
ur~e nc la cO,n un chiq uillo . Ramón se disgustó, no m e pu edo ir perla blanca de su vida, salir d el Sabinal rumbo a Char co Blanco
aSI nada m as, para qué me qui eren, que esperen hasta mediodía. con un gran carre tó n lleno de jaulas co n gallinas y guajolotes,
Crispí~ se volvió loco con la respuesta y le mandó decir que palomas y gorriones. También llevaría una vaca o dos y po r
~gust In no fue a dormir Y: que no ha llegado desd e ano ch e y qu e supuesto, el caballo Flor de Nieve, ése sería su regalo para Cos-
el no sabe donde andara. Para entonces Ramón ya lo sab ía me, porque el hombre qu e sea la felicidad de mi hija merece
po rque un cliente le dijo que acababa de ver a la Virginia mu y tod o cuanto yo t en ga . . . y más.
galana del brazo de Agustí n, entran do a la fonda Río C: ande
Ra~~ n, ponien~o las tablas y amarrando los mecates, malhay~ A final es de septiembre J erónimo se compromet ió a prestar-
la Vieja esa, maldita cuatro letras y el babotas de Agu stín pas ean- les el molino, los perol es y la deshidrat ad ora de melaz a un a vez a
dose así de .fresco con ella, tonto, es un tonto qu e no sab e nada. la semana , eso sí , tú y Nicolasa van a trabajar solos, po rqu e no
Echan do chispas y co n las pantorrillas t emblando se fue rumbo les voy a facilitar ni animales ni empleado s. Puras habladas, así
a la fo nda, y sí , era cierto , ahí est aba Agustín más angelical q ue era J er ónimo, a la ho ra de la hora Luz , el capat az del tr api ch e,
nunc~ co n ~a diabla aquella ,dándole de su.plato taquitos de frijo- no se separó un instante. El día an t erior Cosme hab ía cortado
les. ~I e~c~ndalo fu e ma yusculo , ha sta in tervino la autoridad. caña suficiente para procesarla en e! co rto ti emp o q ue po día
Ramo n tiro los platos y le dijo de cosas a la muj er que bellaca- usar el molin o. Co lasa, pese al disgusto de su hermano , co n las
men te esco ndía su cabecit a negra tra s el hombro de Agust f manos envuelt as en t rap os, sub ía los lar gos varejo nes en la carre-
R ' , In.
,amo n trato .~e. separar a Sil hermano pero ést e se resistió y ta , prestada también. A las tr es de la mañana los do s se fu eron al
sae atel~s le deJ~ Ir un p~ñete , ento nces intervino la autoridad y trapiche , Cosme iba dispu esto a servir de mula si J erónimo curn-
se llevo a Ramon. Agust ín se qu edó pasmado eru ctando la indi- plía su condición de no permi tirles el uso del animal, pero no
gestió n, de indig~ación , co n hu evos enchilad~s. Ella le dijo qu e fue necesario , cuan do llegaron, Lu z ya estaba ah í amarr ando la
no sab ia por q.ue. ~amon n.o m e qu iere, pero y o no soy mal a, y mula a la pé rt iga del molino . Nico lasa co n un cepilló n se puso a
era ve,rdad , Vlrlpma Beltran jamás serí a una mala mujer para lavar los peroles y mo ld es mientras Cosme sacaba agua del po zo,
Agu st l.n. La llevo a.l~ ca~a de asist en cia donde ella se ho spedaba lu ego , arriando el animal, ella m isma co me nzó a met er caña
y se fu e a la ~umclpahdad . Ramón est aba fur ioso, peo r qu e ent re los cilind ros, llen ó un bú caro co n la primera miel qu e
marrano hambriento, la presencia de Agust í n lo calmó era su salía, la santiguó y llamó a su hermano par a que la b ebiera. Era
hermano qu.e~ido y le dol ía hab erl e pegado. Agustí n ~agó la un rit o , el du eñ o de la cose cha es e! primero en beb er. El molino
111I~lta y retiro !os cargos, despu és se fu eron sin hablar, cada siguió vuel ta y vuel ta, Colasa m et iendo caña , Cosme pasando
quien a su negocIo. miel a la deshidratad ora y Luz alime nta ndo el fuego con leña y
bagazo. Cua nd o emp ezó a clarear la mañ ana, el pri mer pero l,
~on José, sin reconocerlo abiertamente, qu edó mu y bien irn- hecho un borb otón de melaza hirvi ente , ya casi est aba a punto ,
p~eslOnado de Cosm e, le gustaba el mu cha cho , serio, bien inten - lo sacaro n del fue go y rápido los hermanos se pusiero n a llenar
c~o nado , de los qu e se entregan co nscien tem ente a un solo ca- jumates porque si nó el dulce cuaja, mien tras, Lu z pus o en la
ri ño , claro que no t enía capital, pero sab ía trabajar y era em- hoguera el otro pe ro l lleno de miel cruda. Mema se presentó con

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pan y un a jarrilla de café, estaba inmensa con la panz a de emba- negocio y me voy con ella, sólo te pido que me prestes diez
razo, así no sirvo para nada, si nó les ayudaba. Ya tenían cuatro monedas de oro . Ramón, flaco de por sí, más flaco se pLISO, su
horas de trabajo bestial y quien sabe que tantas más t endrían / estómago estaba lleno de coraje contra la diabla mient ras su
que estar, Cosme le suplicó a Colasa que descansara, le pidió a corazón , cada que 'Agustín hablaba , se llenaha de amor protec-
Mema que inte rcediera, pero Colasa era terca, aunque te enojes tor. Derrotado , mand ó a Crispín por su padre , quizás él pudiera
aquí me quedo, en lugar de hablar arrímate caña que falta mu- hacer algo. Crispín le contó a don José, en el corredor, el asunto
cha miel para completar el siguiente perol. Cinco cargas sacaron que lo llevaba, así como andaba vestido se fue el viejo para
ese día, por el pueblo corrió la voz del trabajo de los hermanos, Carrizales, llegó sintiéndose sultán y ése fue su error, porque los
sobre todo el de Nicolasa, la admiraban porque a ella no le afectos doblaban a Agustín pero los grito s nunca. A los diez
quedaba nada, lo hacía por amor a su hermano . Ya para minutos de estar con su hijo , do n J osé se dio cuenta tlue aquello
obscurecer, Dionisia, la '~sposa de Tulio, llegó diciendo que basta era una batalla perdida, Agustí n, igual que Carolina , era idéntico
ya muchachos, dejen eso para otro día, se van a deslomar . Ella a su madre, dulce pero-inflexible, primero los mataban antes que
tenía autoridad porque era bien intencionada. La pértiga dejó de cambiar de rum bo. Agustín no cont radijo a su padre, en todo
girar, el molino se detuvo y Cosme y Colasa se sintieron estuvo de acuerdo, no obstante com o quiera me caso, fu e enton -
atro zmente cansados . Dionisia le dijo a Jerónimo que no fuera ces cuan do don J osé le gritó cuervo que me sacas los ojos, no
infame, haz que tus hombres recojan lo que queda y mandó a tienes respeto po r tí ni por tu casa, to nto amasado, esa mujer te
los hermanos a dormir. Ni la ropa se quitaron. A la mañan a enyer bó, es una manzana con los adentros podridos, engusana-
siguiente empezaron a envolver en hojas de caña los panes de dos, si te casas, olvíd ate que tiene s padre y herm ana. Agustí n
azúcar, Cosme notó que eran más de los qu e él había contado y con los ojos grandes, sólo lo veía, me gustaría qu e estuviera
es que Jerónimo ordenó a Luz que metiera ent re la producción presente, el mes que entra nos casamos , pero si no puede venir
de sus primos dos cargas más de su propia cosecha. Ese fin de no importa, Usted como quiera sigue siendo mi padre y yo lo
semana, la recua de arrieros se llevó el azúcar a cambio de un quiero.
bultito de monedas de plata y ese mismo fin de semana, con El viejo Covea salió del tendajón igual que Ramón, con las
profunda tristeza, Cosme se percató de la incip iente ceguera de vísceras de plo mo y el pulso temblorín , llévame a ver a la mujer
Nicolasa, ésa. Virginia estaba levantando una bastilla, cuando los vió dejó
las telas a un lado y los recibió como tod a una dama, no en
Don José prohibió a Carola pronunciar el nombre de Virginia balde había hecho ese pap el muchísimas veces sobr e el escena-
Beltrán, para él, esa mujer no existía. Ramón hizo todo lo imagi- rio, hasta Ramón , cí nico por naturaleza, se imp resionó. No arre-
nable por disuadir a su hermano, hasta le llevó cinco hombres glaron absolutamen te nada porq ue Virginia los envolvió con su
que atestiguaban, delante de Virginia si fuera preciso, el hab er increíble ingenio, les contó de la noche en que ya para salir a
tenido condumios carnales con ella, pero todo fue inútil. Al no escena no encontró un zapato de tacón , era el único par que
poder cambiar la decisión de Agustín, ni por las bue nas ni por tenía y si no me los poní a el vestido arrast raría una cuarta y yo
las malas, Ramón enfiló sus armas contra María Valencia, a calzo grande, mire usted, ningún otro par me ajustaba, así que le
punta de pistola quiso obligarla a largarse del pu eblo con todas pasé un recado al galán diciéndo le que su heroín a falseada del
sus pulgas amaestradas, pero los ojos buenos de Agustín le vol- pié estaba y que hiciera la faramalla y me aco modara el cuadro,
teaban las intenciones, yo la quiero Ramón, no me importa su y allí me tienen ustedes toda la función reng ueando de aquí
pasado ni lo sucias que entonces estaban sus ropas, la quiero para allá con un zapa to de tacón y una chancla de tr es agujeros.
ahora y creo que la querré siempre , si Virginia se va, te dejo mi Don J osé la veía, la sentía y no lo cre ía, com o dice Ramó n ésta

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es una diabla, bonit a no se le niega, pero diabla. Se fueron sin Aco~p añaba el regalo un instructivo para su uso y una cajita
mencionar siquiera el asunt o qu e los llevaba, porque de pronto, con herramien tas . Cosme le dijo que se sentía mal por no tener
para sopresa de ellos, Virginia pidió a la sirvienta unas tortillas dinero que darle para comprar cosas, mas era tan sincero el amor
bien calient es y bien envueltas en una servilleta . Una vez que las de los dos que Carola fácilmente lo tranquilizó y lo alentó ilusio-
tuvo en las manos se las aplicó certeramente en el bajo vientre nándolo con la casa que pronto tendrían y para poder hacerla es
mientras dulcement e les decía es mi luna saben, me pone mal í- para lo que debes guarda r tu dinero. Carolina querí a cono cer a
sima. Fue el colmo, do n José se despidió y Ramón lo siguió. Nicolasa, por las pláticas de Cosme sabía de su bondad y des-
De regreso al Sabinal el viejo le contó a su hija lo sucedido y prendimiento, muchas veces pidió a su novio qu e la trajera pero
le hizo la prohibición de jamás mencionar el nombre de la bella- nunca faltó pretexto . La verdad es que Colasa se cohibía tan
ca, inútil, porq ue Carola quería a su hermano entrañablement e y sólo en pensarlo, imaginaba a Carolina tan principal y distingui-
siempre estaría con él. Agustín y Virginia se casaron un domingo da y yo sin un vestido fino que ponerme, ya no digo fino, con
asoleado de mediados del año 1885. Fueron testigos por parte que fuera nuevo, por eso le digo a Cosme que a la próxima sí
de él: Ramón y Crispín; por parte de ella: María Valencia y la voy, y así me los voy llevando. Com o esa próxima vez no lle-
boletera vieja del cabello colorado. La comida fue en el tablado gaba, a mitad de una semana, muy temprano, en la rnañana..
que servía de escenario en la carpa del teatro, ahí pusieron una Carola le dijo a don José que quería ir al pueblo de Charco Blan-
mesa con guirnaldas y corazones de pap el. La señora Valencia co. Estás loca, loca de atar , cómo se te ocurre, eso no es de una
tocó la guitarra y cantó, Virginia cant ó, bailó y declamó , Ramón señorita decente y el bueno de don José se pasó to do el camino .
se emborrachó y Agustín sonrió todo el tiempo , pulcramente despotricando.
sentado , como niño educado de rancia familia.
Ni por no dejar les pasaba por la mente a Cosme y Nicolasa la
Cuando Carola conoció a Cosme , Agustín ya tenía un año de posibilidad de que Caroli na Covea visit ara Charco Blanco antes
casado. Don J osé no mencionaba nunca el nomb re de Virginia, de la boda, jamás novia alguna había hecho semejante cosa y
como si ella no existiera daba a entender que su hijo seguí a a úncuan do sabían del carácter decidido de ella y de lo poco que -
solt ero y hasta pret endía ignorar la correspondencia qu e el ma- le importaban las reglas de los mayores, claro está, siempre y
trimonio sostenía con Carolina. Una de tantas cartas llegó acom- cuand o no fueran contra la bondad, pue s ni esto era suficient e
pañada de una pequeña foto de Virginia, de cuerpo entero, vaya como para pensar en una posible visita. Pasado el trabajo de la
si se veía bonita, si hasta parecía figurín de moda. El domingo molienda de caña y vuelto s los dos hermanos a sus respectivos
siguiente, estando de visita Cosme ya como prom etid o oficial, quehaceres, Colasa, un dí a que est aba desyerb ando el surco de
Carola le contó la historia de su hermano y le enseñ ó la foto, él repollos, vi ó para la casa y no supo si por su ceguera el caso es
estuvo de acuerdo con ella al decir que nunca había visto mujer que la vi ó neja, el blan co no era brilla nte sino mas bien sucio y
tan hermosa. Virginia, sin conocer a Carolina mas qu e por carta, oxidado , así qu e decidió blanquearla al día siguiente. Cortó una
quería quererla y hacía todo lo posible por agradarla, y es que docena de pencas de nopal, de las más gordas, las picó menudo y
siendo hija de madre desconocida y habi endo crecido ju nt o a un las echó en un tinajón lleno de agua con cal, a la mañana siguien-
supuesto padre, músico de profesión y ya fallecido, ansiaba con te le agregó dos puños de sal en grano y batió la mezcla vigoro-
todo .~u ser formar parte de una familia. Fue Virginia la que samente, lucgo dejó que se asentara y fue decantando el blanco
escoglO las telas que Carola encargó, también po r iniciativa de líqu ido en una cubeta. Serían las diez de la mañana cnando con
ella se envió la primera máquina de coser, de manivela, y la que un escobetillón de fibra de lechugilla, Nicolasa, trepada en un
regaló la segunda, ésta sí con mueble y mecanismo de pedal. . banco , se puso a repintar su fresco jacal de adobe. Después de

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mediodía, pringada la falda, la blusa y la cara con minúsculas hortaliza, haremos el corral más grande y al fondo pondremos la
gotitas blancas, oyó voces en la calle, justo en la tranca de la porqueriza y el establo para la vaca y en ese instante a Carolina
barda. Buenas tardes Nicolasa, gritó una desconocida voz de se le chinó la piel al ver, sobre unas tablas y sombreado por la
mujer, ella se bajó del banco y con la cubeta en la mano y el engañosa copa de un mezquite, el minúsculo jardín floral de
escobillón en la otra fué a donde la saludaban. Nada más vió el Colasa, geranios en cazuelas desportilladas y en potes de madera
reflejo blanco y supo quien era, señorita Carolina, fue lo único rosales y jazmines, mantener aquello reventando de flores era
que acertó a decir mientras con verdadera consternación y a una verdadera proeza, Colasa cortó una rosa blanca a medio
fuerza de pases de mano trataba de limpiar su nevada indu- abrir y se la dió y desde ese momento y para siempre, las dos
mentaria. A Carolina la fascinó el entorno, prodigiosamente se mujeres sellaron una amistad que lo soportaría todo.
ajustaba a la idea que ella tenía de un lugar para vivir, su pueblo
natal algo tenía que no le gustaba, algo de triste, de húmedo, de Virginia insistió en tener vacaciones de boda y en llevar a su
sillares viejos puestos sobre sillares viejos. Era indudable , sin marido junto al mar para que lo conociera, así que al día si-
embargo, que el Sabinal era más grande, más pueblo, con sus guiente de la fiesta tomaron la diligencia que seguía el camino
caserones de doscientos años que atestiguaban pasadas bonanzas que bordeando el Río Grande llegaba hasta su desembocadura
de mineral y ganadería. Pero aquí era otra cosa. Charco Blanco en el Golfo, lugar donde estaban las Playas de Bagdad o Puerto
no era tan grande eomo un pueblo ni tan pequeño como una del Refugio. Cinco días estuvieron hospedados en un cuartucho
ranchería, más bien era una aldea donde todos sus habitantes en más o menos limpio -en todo caso lo mejor que encontraron- y
mayor o menor grado, guardaban parentesco . Las calles no esta- cinco noches durmieron en medio del peor zancudal que nin-
ban tiradas a cordel, las pocas que había se enredaban y desen- guno de los dos hubiera visto nunca, tantos eran que si abrías la
volvían unas en otras, el camino al llegar se torcía sinuosamente boca te picaban en la lengua , al pobre de Agustín se le hinchó
para poder pasar por los dos barrios que formaban elpueblillo, toda la retaguardia por su costumbre de dormir boca abajo, yo .
cada uno con su plaza resolanuda y reseca. Tan pequeño era que lo tapaba entre la noche pero el calorón lo destapaba, con de-
no había ni cura, ni templo formal , ni ayuntamiento, ni tan cirles que una madrugada estábamos tan enfurecidos por el je-
siquiera corralón para fiesta de toros o coleaderas. Charco Blan- jenerío aquel que salimos a caminar junto al mismísimo mar,
co, pese al nombre, tenía poca agua, la que llegaba venía desde peligrando nuestras vidas, según supimos después, dada la canti-
lejos, desde la represa de Papagayos, quizás esa fué la diferencia dad de malhechores que por ahí pululan, lo peor fue cuando un
que más notó Carolina, porque en el Sabinal con cada lluvia zancudo, que digo zancudo . sería jicote, le picó a Agustín en
fuerte los veneros reventaban en los traspatios de las casas, ane- salva-sea-la-parte, ahí no se pueden rascar los hombres porque si
gando con su agua mansa los solares y convirtiendo cualquier se aprietan les duele, yo estaba tamañita de que aquello tuviera
hondonada en criadero de zancudos'. Por el contrario, el pueblo consecuencias y además de verlo tan desesperado, así que fuí al
de Cosme tenía transparencia de secazón, pocos verdores se dis- patio y me traje tamaña bola de lodo que apenas podía con ella,
6'1g11ían y quizás por eso eran tan deleitosos a la vista, el aire lo senté en la cama, le abrí las piernas, y le adoquiné perfecta-
olía a orégano y gobernadora, y el sol, terrible sol, rebotaba en mente todo el negocio, de a~go sirvió el frescor del barro porque
, las paredes espejosas y hacía del cielo una cazuela volteada de se le calmó el escozor, al día siguiente hicimos las maletas y
azul inmensidad. Carolina tomó a Nicolasa de las dos manos y la vámonos para atrás. Ahora Agustín no quiere saber del mar ni
miró a los ojos, esto me encanta Colasa, es lo que había SOñado, en pintura ni en canción.
supongo que aquí es el lado donde Cosme piensa construír, me Virginia decidió instalar el hogar atrás del tendajón de la
gusta este aire y este sol, mira, entre las dos 'cultivaremos -la Estación, fue una verdadera ayuda para Agustín, salerosa y des-

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pierta, jamás estaba irritada contr a la clientela , ant es bien, con- lejo se vieron aqu ejados por una incru enta epidemia de calen-
tr ató una sirvienta-cocinera, ganamos más los dos si me qued o turas, tercianas o euarteanas les decía la gente, porque la fiebre
en el mostrador en lugar de fregar plat os y lavar rop a. El negocio subía hasta la pesadilla cada tercer o cuarto día . Virginia estaba
creció a ojos vistas, ad emás de lo qu e ya vendían, Virginia abrió enterada, por tanto viaje en su época de actriz , qu e el contagio
departamento para dama s dond e había desde t elas y tijeras hasta era trasmitido por las nub es dc mosqu itos , así qu e rod eó la cama
libros de cocina, pasando por semillas de flores, jabones de olor conyugal con espesos velos y obligó a Agustín a embadurnarse
y abanicos de España. A esco ndidas de su marido, - él pensaba cara, cuello y mano s con aceit e de eucal ipto , porque según de-
que el agio es pecado- , clla co menzó a prest ar, sin usura , pidien- cían ahuy entaba los bichos . Un día Ramón devolvió la vianda
do lo justo . Despu és de un ti empo la caja donde guardaba las intacta y la sirvienta le dijo que estaba en cama mojado en sudor
garan tías comenzó a llenarse con medallas y colguijes de oro y ' y t emblando como gelati na. Sin darle expl icación previa le dijo a
papeles que los hacían du e ños de mula s, cama s y alamb iqu es su marido, tu hermano tiene palu dism o, to davía podemos atajár-
para destilar aguard iente . La cosa no paró ahí po rque su fama de selo porque le acaba de comenzar, ya man dé t raer quinina , voy a
no ser una logro na ni usure ra corri ó po r Carrizales y Canizal ejo , verlo y voy a llevar la tin a grande para darle baños, si se hace de
hasta que !lO p udo más con el sigilo y una no che despertó a noche y no regreso , vas por mí. Virginia era enfermera por
Agustín y se lo contó todo, ya lo sab ía, me dí cuenta desde el nat uraleza, el extracto de quini na, amargo como semilla de naran-
principio, no te lo dije porque siempre lo haces sin apro vecharte, ja, lo mezcló con harina de maíz y formó unas pelo titas qu e dejó
ahora duérme te y mañana hablamos. Ella lo qui so más q ue nun- secar, luego se fue al hot el dond c vivía Ramón, llevaba sábanas y
ca, su adorado niño grande era el más listo de todos los hombres mantas y hierbas y Crispín atrás cargando la t inajot a de hoja de
del mund o . lata. Ramó n desfallecí a en temblores y sudores , lo hizo que se
tomara cuartilla y media de té -de alucema, luego, ayudada por
Ramón , de por sí licencioso, desp ués de la boda de su herm a- Crispín, lo met ió en cl agua bien calient e de la tina, cambió las
no se relajó aún más y descuidó el negocio. SI:: sen t ía desplaz ado sábanas , lo sacó y secó y ya en la cama le dio una friega de
por que nun ca había compartido el cariño de Agust ín con alguien alcohol alcanfor ado q ue le provocó al enfermo estertores de
ajeno a la familia, esto no se lo confe saba ni a sí mismo pero moribundo y desvaimiento de muerto, para gran sust o de Cris-
era to do lo que le pasaba. Virginia, que sab ía de la vida por los pín que creyó que ya no reviviría, lucgo lo envolvió en tr es
trancazos qu e se hab ía dado pero que aún así t enía bue n cora- mantas de lana y a falta de fuego calentador le ordenó a Crispín
zón, lo de tect ó inm ediatament e, no podía met erse porq ue Agus- se acostara encima de él, eso sí que no doña Virginia, yo le
tín no la dejaba, para él, Ramó n lo qu e scnt ía era vergüenza y ayudo en todo pero eso no , en peligro y se me pegue la enfer-
ya se le pasaría. Pero pasaro n los meses y no se le pasó y ya medad. Nunca lo hub iera dicho, Virginia se t ransformó en furia
Virginia veía venir un dist anciamiento q ue si no se remediaba de las t empest ades, su lengua se volvió espada de veinte filos, le
aho ra después sería imposible, así qu e, en contra de su marido, puso una malt rat ada tal que a los cinco minut os Crispín estaba
quien seguía pens ando que Ra món no venía por q ue la despre- tend ido sobre el ent eco cuerpo de Ramón, qu e poc o a poco
ciaba, ella le empezó a mandar co mida dos veces por semana y comenzaba de nuevo a tembl ar y sudar. A las dos horas el palú-
luego todos los días. Al principio la viand a volvía com o se iba, dico reaccionó, quítat eme de encima tarugo, me estás ahogando ,
despu és llegó vacía y ella esperó unas semanas antes de acercarse Virginia soltó una fresca carcajada, pero o rdenó al enfermo que -
más. Ya cuando est uvo segura que Ramó n digería su comi da, le darse en cama hasta el día siguient e y t omarse en el transcurso
mandó decir que enviara la ropa sucia pa ra que en su casa la de-la noche litro y medio de té de alucema con seis píldoras de
lavaran y plancharan. Fu e la época en qu e Carrizales y Carriza- quinina, la puerta se abrió y entró Agust ín, y no debes levantar-

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te ni para ir al baño , ahí te las ingenias como puedas, lo impor- ment e y cuando, agachada la cab eza exte ndió las manos para
tante, e~ que su?es toda la enfermedad, quisiera quedarme pero recibir la toalla, vió el vuelo blanquísimo del vestido de Caroli-
no se SI Agustín me deje, él sonriéndole le dijo que sí , puedes na, mojado y mojándola la cargó por la cintura dándole vueltas
quedarte, el enfermo ya no los oía porque estaba bien dormido . por el aire, riendo ambos y alborotando con su felicidad a las
Cuatro días después Ramón llegó al tendajón de la Estación gallinas que ya se preparaban para dormir. Entre Dionisia, Tulio
con una pluma de plata pam Agustín y una pul sera, hecha con y Nicolasa convencieron a don José para que pasaran la noche y
doce moneditas de oro, para su mujer. Virginia le dijo quédate a en la mañana se fueran . Después de la cena, Carola y Cosme se
cenar y Agust ín le pidió fuera él quien estrenara la pluma. Ra- sent aron en la barda al claro soberbio -de la luna grande, tan
món tomó el papel y entintando el estilete escribió perdóname int ensa era la luz que el vestido de ella, al reflejarla, la hacía
querido hermano, tu mujer es extraordinaria y por Dios que les parecer aparición. Los Govea fueron hos pedados en casa de Tu-
deseo lo mejo r. Mientras Virginia leía en voz alta lo escrito, lio, ya bien instalado s, Dionisia sigilosamente se fue a casa de
Agustín se disculpó, después de un momento regresó con una Nicolasa y entre las dos amasaron una arro ba de harin a, la mitad
botella de vino, me acordé que la tenía guardada y fuí por ella, pan de levadura, la otra pan de mant eca. Cosme, a regañadi en-
pero no era la verdad, Virginia y Ramón sabían que se había ido tes, llenó el horno de leña y no pu do irse a la cama sino hast a
porque le apenaba llorar. que lo dejó ardiente y bien bar rido de todas Las cenizas. El gallo
cantó cuando esta ban metie ndo la última ho rn eada, Dionisia
dijo me voy antes de que despierte n ; a éso de las siete los traigo
Cómo supon es eso, aunque nun ca lo haya hecho es bu en
para que desayunen . Don J osé no tuvo palab ras para expresar el
tiempo para aprender, préstame un delantal y un trapo para la
agradecimiento cuando vió las dos bateas rebosant es de pan
cabeza. Colasa se t opó con un a t erca peo r que ella, de nada valió
hecho especialmente para ellos. Cosme los acompañaría hasta la
enojarse. Carolina se salió con la suya, y así , una po r lo alt o y la
salida del pue blo para que de pasada vieran su terreno, Carolina,
otro por lo bajo , entre las dos le dieron ráp ido fin al blanqueo
al despedirse, se quitó una pequeña med alla con la imagen de la
de la casa. Don J osé, abu rri do y medio disgustado todavía, se
Virgen y la pasó po r el cuello de Colasa, quien se quedó viendo,
fu~ a casa de. Tulio Aguilera, no se vaya a andar paseando po r
entre la neblina de su cata rat a, el polvo de la despedida, pen -
ahí 'padre, qUIero que esto ~ea una sorpresa para Cosme. El viejo
sando sabe Dios qué tantas cosas.
le hizo caso por que ent end ía a su hija, él tam bién había vivido
las com~zones del amor, así que se sentó en casa de Tulic y par a Una semana después del viaje a Charco Blanco , don José
nada qUIso levanta rse. Las dos m uj cres, una vez qu e lcrm inaron
Govea escribió a sus hijos una larga cart a donde les daba cuenta
de blanquear, se lavaron y metie ro n en la cocina. Mientr as Cola-
y razón de Cosme Villarre al y sus esfuerzos, terminaba diciendo ,
su amasaba y e xt end ía to rf illas, Carola, envuelta en una to tcl
quiero que le comp ren a su futuro cuñado toda su pro duc ción
l:cli~idad , ¡!t1isó frijoles y huevo con chicharró n. La I)( ~qtlf'ii cz del
de piloncillo de azúcar y es mi deseo se la paguen a muy buen
(oqo." Y la d tlh:l~ uí mó sfc ru del cua rto de udo bc r o n ~t1 S po-
precio, luego yo me ent iendo con ustedes si result a alguna pér-
qUisimos muebles, la hacían imaginar su propia casa, cuando la
dida en la transacción . Tam bién les pido guarden esto en la más
tuvi era. No tarda Cosme , le dijo Nicolasa, ya van llegando las
absoluta discreció n, ni Carolina ni Cosme deben saberlo .
vacas y poqu ito después aparece él. Como siempre, llegó a la
tranca y se fue der echo al pozo , sacó agua y le gritó a Colasa qu e
por favor le llevara una toalla, con los br azos enjabonados y la Agust ín y Ramó n se pusieron de acuerdo y mandaron a Cris-
cara tam bién, descamisado, creyendo que era su hermana le pre- pín a Charco Blanco para que negociara con Cosme Villarreal la
guntó si había terminado de blanqu ear, se enjuagó abundante- compra de su cosecha, Cosme y Nicolasa lo recibieron at ent a-

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mente, lo escucharon pero ambos coincidieron en no aceptar del aguante de aquella mujer, nada la amilanaba. Nicolasa le dijo
dinero alguno hasta entregar el piloncillo. Crispín llevaba la en- que todo muy bien pero que la miel le llevaba dos meses prepa-
comienda también de invitar a Cosme a Carrizales, el viaje y la rarla, pero que si quería le daba la receta. En un primer instante
estadía correrían por cuenta de los Gove a, pero él se excusó la amb ición pudo más y Virginia dijo que sí, haciendo ya cuen-
amablemente diciendo que era mucho el trabajo, que después de tas del mucho dinero que ganaría, pero cuando Colasa le sirvió
la molienda iría con gusto . Crispín tosía a cada momento , les 'el café en una jarra chueca y co n cuchara de madera le puso el
dijo que desde hacía meses traía polvo en el galillo, Colasa le dió azúcar, ella notó la honrada pobreza y po r sobre eso el extremo
un jarrita con miel de hie rbas que ella preparaba, porque es muy desprendimiento y entonces le dijo que no, tú preparas la miel y
buena para la tos. Se quedó a comer y pasado lo fuert e del sol se yo te la compro , por lo pronto t e dejo un adelanto para que
despidió y se fué. Esa noch e, pese a lo incómodo del tr en, adquieras t oda la miel que puedas y vasijas para que la guardes,
Crispí n durmió com o niño y ni una sola vez lo desp ertó la tos. dentro de do s meses Crispín viene a recogerla. Inmediatament e
se fueron . Dur ant e el camino Virgin ia fue pen sando cómo llamar
Eran días de mucho t rabajo porq ue con el dinero de la prim e- a la miel , de qué tamaño serían los frascos, quién imprimiría la
ra cosecha, un a vez pagada s las deudas, Cosme habfa rent ado etiqueta y hast a redactó mentalmente un an uncio para ponerlo
unas tierras, para sembrar más caña, así que se repartía entr e dos en el periodiquito semanal de Carrizales y en forma de cartel
labores , la suya y la rent ada más allá, colindando con las propie- pegarlo po r ahí y ponerlo a la entrada del te at ro de María Valen -
dades del primo Jerónimo. cia, quien al pare cer había decidido quedarse para siempre en el
pueblo .
Los Govea acep taron sin más la: decisió n de Cosm e, In m ersos
como est aban en el nudo del desarrrollo comercial, no t enían Nada mas ent rada la primavera, cuand o muc ho a finales de
tiempo ni de contar sus ganan cias, qu e a la sazó n co me nzaba n a abril, no después porque comenzaban los calor es. Con calenda-
volverse jugoso patrimo nio . Virginia, en su sección de la tienda, rio en mano Carolina estu diaba los día s para fijar la fech a de su
se la pasaba despachando bot ones y yardas de raso y t afet a. Ella boda, se decidió por el segundo sábado después del Sábado de
not aba algo raro en Crispín pero no había dado en lo que era, Gloria, ya para en ton ces Cosm e terminó de sembrar y aunque
hasta qu e u na tarde, mas o menos sosegada, el polvillo de las papá aún va a estar en la marca y deste t e de becerros, bien se
telas le caló en la garganta y al t oser pensó que era eso, Crispín dará un tiemp o. Ya casi había te rminado su ajuar, la máquina le
no tosía más y le pregu ntó que había pasa do con su molesta tos había servido mu chísimo y ella había resultado muy háb il en su
de per ro . Ell e co ntó lo de la miel, a ella un brillo le pasó por la uso, tanto que hasta los monogramas, llenos y perfectament e
mirada, él le trajo el jarrita , ella probó el contenido pensando en acabados, los había bordado valiéndo se de ella. Todo lo que
algún ata cado de tos. En cont ró a tres y a los tres les o bseq uió un pudiera necesit ar qu e fuese de tela, lo había hecho por docenas
poquito de aquella- según ella- car ísima y efectiva medici na, o sus múlti plos . Así : un a docena de sábanas y dos de fundas,
con tan buen resulta do que al día siguient e dos de los tres media docena de manteles y titipuchales de servilletas, una do-
querían co mprar del ja rabe al precio que fuera. Virginia habló ' cena de delan ta les y otra de secadores, sin con t ar los lienzos
con su marido , los dos hablaron con Ramó n. Se llegó al acue rdo para cortinas y los metros de plizad o y fru ncido galón, listo para
de qu e ellos ya t en ían mucho que hacer co n su mercanc ía per o aplicarse a cualq uier poco lindo final. Por esos días estaba por
que si ella quería podía contar con ellos para iniciar ese negocio . concluír la t ercera colc honeta,-t ela por arriba y por abajo y en
Al día siguiente Virgini a y Crispín se int ern aron en México ru m- medio un gene roso grosor de lana ru bia, limpia y cardada-, tan
bo a Charco Blanco y una vez más Crispín se quedó sorpren dido pronto la concluyera iniciar ía la cuarta y últ ima . Empezó traba-

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jando aquí y allá por toda la casa, dependiendo de la luz y el ' lienda y como ya había pasado lo duro en el cultivo de la caña,
calor, pero cuando llegó la máquina limpió el cuartito de atrás Cosme dedicó más tiempo a la con strucción de su hogar de casa-
que servía para tiliches y lo convirtió en taller. Su cuñada Virgi- do. En Charco Blanco las casas eran construidas con sillar o con
nia, quien al parecer estaba muy entusiasmada con la boda, adobe, más de este último porque salía más barato y cualquiera
recién le había enviado lo último en costura, eran unos patrones lo podía hacer; sólo se necesitaba escarbar en la loma del lado
cortados en grueso papel y que servían -usándolos como planti- del sur, sacar el barro y mezclándolo con paja y agua, piso~earlo
lla, tan solo aumentándoles o disminuyéndoles- para obtener bien para luego formar con el molde los adobes y d~Jarlos
casi cualq uier prenda, tanto de hombre como de mujer, Los secar al sol. En cambio el sillar lo utilizaban sólo los pudientes,
guardó muy bien para darles uso después de casada. El vestido los que podían pagar al que los extraía , los transportaba y los
de novia ya estaba terminado, sólo faltaba ajustarle las pinzas de sabía sent ar uno sobre otro. También en la loma estaba la can-
la cintura, precaución por si ella enflaquecía o engordaba, tera de caliza de donde extraí an los inmensos cubo s, era un arte
sacarlos bien cuadrados. Primero , en la pared lisa de la cantera
Nicolasa Villarreal compró una do cena de jarros, grandes y dejaban colgar una plom ada y valiénd ose. de ella ~acía? vertical-
gruesos, con to do y tapa. Compró también miel como para un mente pequeñas marcas a codo y medio de distancia una de
ejérc ito, prácticamente desmieló a todas las casas de Charco otra luego con un nivel de agua, hac ían las mismas marcas pero
Blanco. Después, - fue lo más arduo, cegato na como esta ba-, , , drí l
en sentido ho rizontal. Ya que tenían est a especie de cua rICU a
salía temprano por la maña na y ya casi al pardear la tarde, se iba punteada , en cada marca hací an un hoyo como ~e cuarta ,de
a las lomas de los alrededores y a las ata rjeas por donde pasab a profundo y no más grueso que un dedo, en esos agujeros metian
el agua y ahí recogía las yerb as qu e necesitaba. Melisa, gord olo- taquetes de pino bien secos, calentaban agua y comenzaban a
bo , raí z de perro, hojas de sauce, bolitas de pirul y otras más mojar la pared, a mañana, tarde y no che. El agua, al humedecer
que sólo ella sabía . Ya en su casa, a unas las dejaba secar, a otras los taquetes, los hinchaba y ésto s al ejercer presión en la caliza ,
las tostaba y a ot ras más las machacaba en el metate . Luego, la fracturab an, las griet as al irse unien do un as a otras respetaba?
midiéndo las por puños y por medios puños, las met ía en saqu i- la geometría con q ue hab ían sido colocados los t aquetes y aSI,
tos de mant a con una piedra bol a bien-limp ia, santigu aba el después de una semana, los cubos de sillar, per fecta mente recor-
ata do y lo sumergía dentro del jarro con miel, cubría ést e con su tados iban desprendiéndose y en carretas qu e transportaban dos
tapa y sellaba las junturas con mezcla de cal. Por últim o, con un o tres eran llevado al lugar de la construcción. Cosme quería
trozo de carbón, le ponía la fecha . Dejaba cada jarro tres noches constr~ír con sillar, pero po r más cuentas que hacía, calcul,ando
serenándose, dos seman as al sol y el resto del tiempo en lo lo que ganaría con el piloncillo, no completa ba. Lo consulto cO,n
fresco y obscu ro. Ya al final, le sacaba el saquito de yerbas, y Carolina y ella opinó que la hiciera con adobe y que ya después _
con un palo de retama que sólo para eso usaba , lo menea ba cambiarían lo que pudieran a sillar. Tulio Aguilera, con sabi-
cuarenta y nueve veces, siet e veces siet e los dolores de la Virgen . duría de viejo , sugirió qu e si construía con adobe después iba a
ser muy difícil desbaratar para hacerlo con sillar, no porque no
Todo indi caba que la cosecha de caña serf a magnífica, la pudiera, sino porque el cariño estaría en los muros y en verdad
lluvia había llegado a t iempo y no se habían presentado plagas, dolería tumb arlos. Total, Cosme decid ió ir comprando vigas y
pasando la canícula ya no regaría n más para que el azúcar se madera para pu ertas y postigos, encargar cama, mesa, sillas y
concentrase. Cosme ya tenía apalabrado con Jerónimo el prés- muebles en general y dejar lo de la construcción para cuando ya
tam o del trapiche y hab ía conseguido que Luz lo ayudara de supiese, con más certeza, cuánto ganaría.
nuevo por un módico sueldo . Faltaban tres meses para la mo-

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Virginia decidió llamar comercialmente a la miel de Nicolasa Agust ín el bu eno, para qu e ella no suf riera, cargaba con la culpa.
"!ónico para la Tos Coticr ", pOfljue ella así pronunciaba el ape- Desde ese momento ella entendió que aquella falsa con fesión era
llido de la Dama de las Camelias, papel dramático qu e para su un acto de completa acep tación a su esterilidad. Vivió más
orgullo y según decía la gente, era de lo mejor que había repre- tranquila.
sentado en su época de actr iz. A ella le parecía q ue el no mbre
era sonoro y pegajoso , y que, además de remi tir a la tris t e heroína Crispm llegó a Charco Blanco por la miel y de regreso tardó
tub ~rcul osa , tenía el atractivo de sonar como francé s y bien se porque los recipientes eran frágiles y el traquet eo del tren, mu-
sah ía qu e todo lo que viniera de Francia se vend ía mu cho aun- cho . Traía el encargo de dar a Nicolasa cinco moneda s de oro y
qu e fuera malo . Como sus dot es nat urales para el dibu jo no eran decirle que tan pronto se vendiera el jarabe harían cuen tas y de
muchas y por más q ue preguntó no encon tró alguien que hiciera la utilidad le darían dos q uintas partes. Colasa no ente ndía de
u ~la esta mpa alusiva, buscó en los catálogos de moda s"que reci- números ni dineros , sabía de trabajo y de gozar con las cosas
b ía u~la mona o mono qu e le pudiera servir, pero ta mpoco en- simples qu e son gratis para to dos, pero como la boda de su
con tra . Impac ient ada y casi decidida a po ner en la etiquet a sólo hermano era y a un hecho consumado, to mó el dinero y dijo que
el nombre-eso sí, con volutas, reto rcimientos y tod o- vió de lo único que qu ería era un vestido y unos zapatos y unas medias
repente que en los paquet es de agujas para coser que vení an de y un velo . Cosme no quería aceptar todas las mo nedas y así se lo
Alemania , aparecía una mujer cosiendo , con una gran cabellera dijo a Carolina cuand o la visitó , es dinero de Nicolasa, a ella le
y la boca abierta. Eso era lo que buscaba. La calcó y en lugar de cost ó su trabajo, me pidió le comprara vestid o, zapatos, medias}
c~erp? le puso una especie de bu fanda y, pues sí , le dijo Agus- velo , pero como yo no sé nada de eso dime cómo le hago.
t rn , SI par ece enferma y tosiendo. Sati sfecha llevó su dibujo al Carolina contest ó: para la próxima vez qu e vengas le traes la
tallercito del impresor y junto con él dio los últim os toques al planta de sus pies dibujada en un papel y le dices q ue se mida y
diseñ o . Ya t enía encargadas las bot ellas, pequ eñas, lo único que me envíe en pulgadas lo qu e te vay a apuntar, también le pre-
faltaba era la miel. No descansas, le dijo un día su marido . Era gunta s qué color le gusta. Cosme regresó cou una lista que"decía
verdad, Virginia no descansaba porqu e una angustia la ro ía por cintura, caderas, largo, hombros y otras cosas. A Colasa le dio
dentro , era algo que desde año s antes sospec haba y qu e ahora pena pedir una cinta de med ir porqu e ella no t enía, así qlle con
result aba más cierto q ue la luz del sol, después de meses de hilo del seis se tornó las medidas, cada trozo lo envolvió en un
casada y haciendo las cosas como Dios manda, no que daba em- papelit o y ahí apuntó la parte del cuerpo medida. -Para el tam a-
barazada. Cada veint iocho dí as era lo mismo, esperar con ilusión ño de los pies se tiznó las dos plantas y se paró sobre un papel
y desesperar ante la evidencia. Al par ecer t enía seca la entrepier- hum edecido , le dices a Carolina fi lie a mí me gusta el amarill o
na, seca par a la mate rnidad. Una ta rd e llegaron a la tiend a dos porqu e es el color del sol y también el de Id flor del nopal, de los
mujeres del pueblo con panzas tal es que a leguas mostr aban la girasoles y de la retama en primavera. Por supuesto, Cosme no
bellísima fecundidad de sus vientres. Virginia se acogotó de ter- pasó tanto recad o, sólo dijo que le gustaba el ama rillo y ent regó
nura al verlas, platicó mu chísimo con ellas y les regaló mantitas los cor dones y el papel con las hu ellas. Carolina escribió a Virgi-
para los fut uro s niños y una tela fina para cada una. Agust ín, sin nia y le man dó las medida s de cn erpo y pies de Nicolasa, como
dar apariencia, la estuvo viendo todo el rato . Esa noche él le Virginia ya la conocía, en lugar de comprar tela para hacerle un
di!o que qu ería. hacerl e una t erribl e confesión y que le p~día a vestid o se fue a la tienda de la francesa Paulette- iespecialista en
DIOS que despues ella no lo aban donara. Le dijo, mi semilla no "modas- -y eligió un vestid o de m uselina y tafeta, color ro mpo pe
es buena , est á muerta. Pero era mentira y Virginia lo sabía y la primera y amari llo dam asco la segunda. No era un vestido
muchas lágrimas se le junt aron en los ojo s porque su marido, finísimo, en cualquier ciudad grande sería de calle, pero Virginia

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estaba segura que para Nicolasa sería de reina, si no es que dome una bicoca que a mí de bruto me parecía un sol. Quedó
sultana de la tierra de la mirra y el alcanfor. Le compró también muy formalmente en ir a ver a los Govea para establecer contac-
un para de chinelas de raso color mimbre, unos zapatos negros to y venderles a ellos directamente todo lo que por acá se con-
de tobillera y agujetas, dos pares de medias y un velo español de siga. A Crispín también lo llevaba el negocio de la miel, habló
un encaje llamado de Tenerife. De su propia iniciativa le envió con Nicolasa para darle la parte de su ganancia y encargarle no
un bolsón que hacía juego con un abanico de fiesta. La inten- una docena sino dos de jarros, pero ella le dijo que no era
ción de Virginia, con todas estas compras, no estaba exenta de posible, primero porque en invierno no crecen las yerbas que
cálculo, ella quería que Nicolasa supiera de cosas buenas para necesito y segundo porque por ahora nadie me vende miel por-
que por su propia voluntad trabajara mucho con la miel, porque que ya no hay más, se tienen que esperar hast a mayo o junio.
de verdad hab ía resulta do negocio, ya se había vendido un cien- Crispín, quien aunque sintiéndose potentado no dejaba de ser
to de botellas yeso que aún no estaba en su fuerza el invierno. medio tonto , no insistió más y le pidió ,a Cosme le alquilara tres
Antes de Navidad, junto con los regalos que les enviaban Agus- carretas para llevar el piloncillo, del pue blo a las vías del tren.
tín y Ramón , Carolina recibió los paqu etes para Nicolasa, tarde
se le hacía para que llegara Cosme y se los llevara. Colasa se No pue de ser - mesándose los cabellos lo increpaba Virginia-
quedó boquiabierta y patidifusa, sobre la cama colocó el vestido no puede ser Crispín, por qué no le insistías, si se acaba el jarabe
y asemejando una figura le puso los zapatos y el velo y en una hay que comenzar el año que entra de nuevo con el relajo de los
manga el abanico y en la otra la bolsa . Lo veía y lo veía y fue carteles, si serás tonto, le hubi eras dicho que buscara miel por
por Mema y por Dionisia y luego llegaron las demás del pueblo y algún otro de esos poblachos polvosos, por fuer za encontraría
todas asombradas querían tocarlo pero ella no las dejaba. Vir- suficiente para seis o siete jarros, también le hub ieras dicho que
ginia tenía razón, no sólo Nicolasa sino toda la part e feme- aunque no la hiciera con tanto menjurge de yerbas , total a estas
nina de Charco Blanco pensó que aquella prenda era de reina y alturas como quiera se vende. Le est uvo diciendo cosas hasta
que su dueña era una elegida por tener indumentaria tal. vino Agustín con su paciencia, le pregunto cuantos jarros te
quedan, bueno pues mézclalos con otra part e igual de miel, con
A Cosme le fue estu pendamente bien con la caña, no hubo eso alcanzas a que pase el invierno y desde ahora encárgale
necesidad del trabajo de Nicolasa porque Luz y otro llamado cincuenta jarros o definitivamente cómprale la fórmula. Sí, eso
Melquíades le ayuda ro n. La cosecha fue suficiente como para voy a hacer, pensó Virginia, primero digo que no me han surtido
usar el trapiche una vez a la sema na por trece semanas y en lo más jarabe porque en la capital de México hay una terrible
que sí trabajó la hermana fue en la envoltura y empaque del epidemia de tos, luego les digo que sólo dispongo de quince
piloncillo . Juntaron muchas cargas de producción y cada sema- frascos por seman a y a fines de enero voy con Nicolasa Villarreal
na, al llegar los arrie ros, sucedía lo mismo . Jerónimo insistiendo a comp rarle la fór mula.
en que ya no esperara a los de Carrizales y Cosme t erco en
hacerlo . Por fin, unos días antes del fin del año, llegó Crispín Cosme completó ' para construír con sillar dos cuartos gran-
con un jom d ero compañante, le pagó todo lo producido en oro des, sala y recámara. La cocina y la galera las fabricaría de adobe.
americano y le pidió firmara un recibo que tenía impreso en El trabajo del campo como quiera seguía, había que barbechar la
letras Govea Bros. & Co. Jerónimo no pod ía creer que pagaran tierra y abonarla y después sembrar, ahora ya po día pagar a un
tanto por el azúca r, pero Crispín le dijo que su precio en Carri- trabajado r, pero tenía que estar al tanto , así que le pidió a
zales era to davía mayor. El primo mon tó en cólera al saber que Nicolasa vigilara al const ructor para que no se amañara porque
los arrieros lo habían esta do explotando por años y año s pagán- la casa tenía que estar terminada a más tardar para el Domingo

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de Ram os. Todas las tardes, al llegar de! campo, revisaba la Nicolasa le dijo supo ngo que vienes po r la re cet a, mira , para un
calidad de los sillares y el bu en acabado del asentamien to . L0 jarro así de mi el clara , necesitas dos puñ os de m elisa seca sin
qu e no pudo hac er, por falta de ti empo y energías, fu e pisar sere nar, medio de raíz del perro nada mas machacada, sin que se
barro para los adob es de la coc ina, un domingo de febr ero se lo le salga el jugo , veintidos hojas d e sauce de río secas y seis
come ntó a Carolina y ella le dijo q ue no se pr eocupara, qu e verd es, tr es puños d e gordolobo medio tostado y luego mo li-
mientras no est uviera lista usarían la de Nicol asa . Así fu e. do .. . ahora era Virginia la mareada, cuatro horas se pasó a pun·
tando los secr etos d e la preparación del jarabe, todo com plica-
Virginia llegó a Charco Blan co env uelt a en un violento y dís imo , porque aparte de lo elaborado d e las yerbas, si la miel
helado viento no rte. Por tod o e! camino, desde q ue ven ían en el era clara y esp esa se utilizaban ciertas cantidades, mas si era
tren y después en el carricoc he, las bola s de cardos espino sos, obs cura pero fluída , cambiaba todo. Total que Virginia t erminó
arranc adas de cuajo , bailoteaba n por el suelo entre e! camino )' atolondrada, con dolor de cabe za y co n la duda de si hab ía
los chapa rrales. El pu eblo estaba remachado y desierto, ni hu mo ap unt ado bi en o no . Sin fu erza ni humor para partir ese mismo
salía por las chime neas, sólo lo hahitaba e! vcndabal h nlulante día, le pidió hospedaj e por esa no ch e. Cosm e durmió en casa de
por las callejas y los bandazos y tre pideos de tablas sueltas y J eró nimo y Crispín con Tulio Aguil era . Al día sigui ent e Virginia
postigos mal cerrado s. Cosm e y Nicolasa, ensimismados, m ed í- revisó sus notas, hizo más preguntas y despu és de comer ella y
tahan sabr á Dios qu é oyendo al aire cantar como codorniz por e! Crisp ín se fu eron rumbo a las vías del tren .
tiro de la chime nea. Toca ron a la pu erta y ¿qui én po drá ser? y
al abrir el viento rugió y Virginia entró volt ea da al revés, el Bien , pensó Carolina, faltan do s semanas para la boda , así
sombrero ladeado y fald a y cara blancosas 'de tant o po lvo , eso que ahora en la tarde se lo digo . Llegó don J osé, comió, du rm ió
sí, el carácter fuerte y la sonrisa de artis ta, igual que siem pre. y al mom ento de sentarse para b eber un a ta za de café, Carol a
Colasa le presen tó a Cosme y Virginia, co n su famil iaridad carac- suavement e le dijo Agu stín y Virginia vien en a mi matrimonio ,
ter ística, tú vas a ser mi co nc uño pero desde ya te quie ro , qu é yo los invité a nombre suy o .
tal ¿te pareció bueno el precio qu e pagamos por el pilon cillo ?
Mira, aquí entre nos te diré qu e pued es san ar aún más si cuidas
la prese~tación de cada pieza, casi nin~no llegó entero , pura Mema le dijo a Nicolasa que no podía ir a la boda, sí , y a sé
pedacer ía y aunque sea el mismo azúcar la gente es necia, pagan que es mi únic o hermano y también qu e nada mas se casa una
m~s por un ~ilo ncillo entero que por el mismo en pedazos, vez, pero a ver, con qui én dejo a los niños, ni modo de llevar-
metcl os en cajas , en chiq uihuites o en lo que encuentres, el caso melos a todos, ya pen sé y no hay forma , así qu e mejor no voy.
es qu e no se rompa n. La co nstru cció n de aliado va a ser tu casa,
se ve bonita.' oye Nicolasa dame por favor agua para limpiarm e El primo J erónimo , TuJio Aguilera, su muj er y otros amigos
un poco, te Juro que traigo tierr a hasta en el cielo del pala dar. Se más iban a salir rumbo al Sab inal la víspera de la boda, como a
lavo cara y manos, se peinó y sacudió las ropas hablan do sin las diez de la no che , aprovecharían el fresco y para la madrugada
cesar. Tanta charla los mareó , Nicolasa v su herm an o estaban estarían en el pu eblo de Caro lina Govea, list os para la fiesta.
marea?os, P ? r :so Cosmc dijo .voy a casa' del primo J eró nim o y
se llevo a Crispín. Ya solas platicaron de las pr end as q ue Virginia Agust ín y su muj er saldrían de Carrizalejo dos días antes de!
le había com prado, también de a ver q ué dí a de éstos te vas a matrimonio porque Virginia quería ayudar - según ella- dando
Carrizales, te quedas el tiem po que qui eras, es bue no que conoz - un elegante toque final a la fiesta y banquet e. La tienda no la
cas o tras cosas, y siguiero n hab lando de tonterías hasta q ue po dían cerrar así que Crispín tenía que quedarse, él no iría.

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Ramón, por su parte , decidió salir un día antes, si el t ren no una carreta compl eta de macetas con matas, to das prestadas, en
traía retraso llegaría justo para la ceremonia. el ten dajo de BIas compró muchos pliegos de papel blanco y
cordón de cáñamo y con todos esos artilugios convirtió el desa-
Nicolasa no pudo negarse al pedimiento de Carolina de irse brido patio y corredor en delicioso remanso de verdor con cielo
para el Sabinal cuatro días antes, como era muy cansado para de papel picado y guías de lo mismo pero torcidas. Estando en
Cosme llevarla y regresar para después volver a irse, don José eso, amarrando palmas a los pilares, pidió cordón y no fue Agus-
dijo que no era necesario tanto trajín, :jue se vinieran de una vez tín quien se lo dió, sino don José, ella sin saberlo y creyéndolo
con todo, Nicolasa por supuesto se queda en casa y para Cosme su marido dijo ojalá y le guste a tu papá, ojalá y vea que no soy
rento un cuarto en la casa de huéspedes, tengo muchas cosas que tan mala como imagina.
hablar con él, así aprovecho esos días.
La víspera de la boda estuvo llena de contratiempos, que si
La boda prometía ser, según los preparativos hechos, digna llegan todos o no llegan, que los músicos, que faltan platos, que
de recordarse. Don José no era de los más ricos del Sabinal, pero se bañen unos ahora y otros mañana temprano , en fin, que
tenía lo suyo. Había dispuesto tres carneros, una docena de diero n las doce y aún estaban prendidos los quinqués.
cabritos y una vaquilla, porque el menú consistía de varias
carnes en guiso diferente, medio costal de arroz, frijoles chinos y El día amaneció suave, nublado y fresco, mañanita de abril
caldosos, y postres de leche, de calabaza y camote. Eso para la con olor de azahar.
comida, en la merienda variado pan y tanto chocolate como
fuese necesario . Si la fiesta continuaba servirían en la noch e
panza de res en caldo y tamales de puerco . Había contratado Nicolasa estaba vestida y con abanico y bolso desde antes de
seis guisanderas y dos hacedoras de tortilla, con todos sus hijos e amanecer, no sabía si ponerse el velo así que mejor lo dobló y lo
hijas para que atendieran a la concurrencia. En verdad, en ver- traía en las manos , tan pronto oyó ruidos en el cuarto de Caro-
dad que a solas, a don José se le perlaban los ojos , su hija lina fue a ver en qué la podía servir, con toda su inocencia se
querida se iba, se casaba, mas en público daba impresión de presentó, claro, sintiéndose curiosa entre tanto trapo resbaloso .
completa alegría y satisfacción. Carola la vió y se sintió molesta por pensar mal, ridícula, se dijo
a sí misma, no hay otra palabra, la pobre de Nicolasa se ve
Virginia se desilusionó al ver a Carolina , la imaginaba dife- ridí cula, pensó y repensó a qué se debía, si el vestido es bonito y
rente, no dijo nada, claro está, ni 10 dejó entrever, al fin actriz, Colasa no es tan fea, le voy a decir a Virginia que me ayude a
dejó que pasara la primera impresión tratándola mucho, alboro- compo nerla, espérarne aquí Nicolasa, no tardo. Llamó a Virginia
tada como andaba con los preparativos. Virginia sabía que la en secreto y ella le dijo, no te apures , saca hilo y aguja, ahora se
vista engaña fácilmente y eso era cierto no tan solo con las lo compongo, cuando andaba en el teatro de un saco de harin a
personas sino con los ambientes también, por eso pidió le expli- hacíamos un traje de emperatriz y diciendo y haciendo, Virginia
caran. cómo habían dispuesto las mesas y el patio de baile y la le dijo, párate Colasa, date la vuelta, muy bien, por la espalda le
música y la barra de bebida . Todo está muy bien , todo perfecto, pasó cuarenta o cincuenta hilvanes de aquí para allá, la cintura
eso decía con la palabra pero pensando que le faltaba estilo, la estrechó, el seno lo hizo mas altivo y en general el talle caía
consultó con Carolina algunos caml.ios y ella la autorizó a hacer mejor, ahora sí, te pones el velo y por nada te lo quitas, si acaso
tantos como quisiera . Junto con Agustín se fue a dar vueltas po r te descubres la cabeza, pero la espalda nunca . Muy agradecida
el pueblo y regresó con muchísimas ramas de palma datile ra y Nicolasa dijo gracias y al momento de sentarse sintió tronar de

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hilos, no les dijo nada sobre los zapatos, pero la verda d cs que perfect a fué la qu e for maron Virginia y Ramón, ambos desen-
no los aguantaba. vueltos, alegres y bellos. Agustín se la pasó plati cando con don
Tulio, su papá y los hombres mayor es. Nicolasa y Dionisia, jo-
Ramón llegó en ese momento gritando y dando abrazos a ven la una y vieja la otra, hicieron man cuerna, no se levantaron
Carolina. Como remolinu pasó y como remolino se bañó , rasuró mas qu e para ir al baño yeso con bastante discresión . Los
y vistió. novios formaron un paí s aparte.
Virginia estaba arr eglándos e mientras Agustín, con su pacien- La casa est uvo abiert a, para el qu e quisiera quedarse, hasta
cia caract eríst ica, cepillaba los zapatos. Ella se puso un vestido muy ent rada la noch e. Agustín se retiró temprano , sería la me-
col?r malva, .con gran escot e y remolino de encajes blan cos por dianoche, lo mismo Dionisia y Nicolasa. Los novios también
atras, de la cmtur a al suelo. El pelo se lo subió y justo encima de porque había qu e madrugar para cargar las carretas y salir rum-
la nuca prendió el velo, también de encaje, la bolsa blan ca y la
bo a Charco Blanco , durmi ero n separados, esa noche no con-
sombrilla malva, tr es gruesas cadenas de oro del cuello al pecho
sumaron su uni ón. Todo s los demás se qu edaron plati cando,
y la pulsera de las doc e monedas. ¿Cómo me veo? El silencio
ca n t.a n? ~ y ~o mi~ndo: Fue entonces cuando Ramó n le preguntó
fue la respuesta de Agust ín, Virginia parecía reventar de her-
a Virginia SI habla VISto a la mu cha cha redondita de los ojo s
mosura . El silencio fue también el piropo que t odos le dirizieron
borrados.
cuando salió. o

Una verdadera caravana fue la que salió rumbo a Charco


Vámonos a la iglesia, empezó a gritar Ramón, vámo nos a la
Blanco , seis carros con doce mula s y caballos ent re ellos distri-
iglesia a esperar a la novia. En el atrio se juntaron los de Charco
buí?os. El. primo J erónimo e n~abezaba la lí nea, despu és seguía
Blanco , los de Carrizales y tod o el Sabina!. A Cosme , parado
Tulio A~ ilera, luego el carreto n lleno de animales obsequio de
junto a Nicolasa, le apret aba el cuello, el cinto y los zapatos. Al
don .Jose y el c.arro alto de Cosme conducido por Nicolasa, en
dar la segunda llamad a, el cabriolé de don J osé, con galo pe de
~eg~.ll da los no.vlOs con todos los baúle s y cajas del ajuar y por
paseo, dio la vuelta en la plaza. Rosa blanca de nieve blan ca.
último los amIgos de Charco Blanco. Ramón y Agust ín, cada
Costumbre de verla blanca pero más blanca ese día. Albura de
uno en su mon tura, qui sieron acom pañar a su hermana a qu e se
nub e, vapor , espuma y fuent e, y todo lo demás sale so brando .
instalase y también aprov echar la vuelta para establecer contac-
tos comerciales. Virginia se qu edó en el Sabinal para hacer com-
E~ la misa Virginia cantó , cantó el Oferto rio, el Kyrie y el
pañí a a don J osé y qu e no sin tiera ta nto la separación de su hija.
Gloria, y lo hizo con aut éntica devoción, m uy desde siempre ella
soñó con una boda así , co n papás y hermanos y amigas y ancia-
nos. Terminada la ceremo nia, ya de salida, don José le dió el
brazo, una hija pierdo pero otra gano . Por un minuto ella qui so
llorar pero aspiró profundo, tomó el brazo de su suegro, levantó
la cabeza y deslumbró a todos co n la perfe cción de su den-
tadura.

Comieron, cantaron y bebieron. Bailaron desd e vals hasta


zacandul, pasando por polcas, redobas y habaneras. La par eja

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SEGUNDO TIEMPO

Los primeros meses don José bajó de peso , la gente se lo


decía y él lo notó en los dos hoyos que recorrió la hebilla de su
cinto, después, con el paso de las semanas, se acostumbró a su
nueva posición y la vida siguió sin más. Una vez al mes visitaba
Charco Blanco y cada dos pasaba tres días en Carrizales.

Carolina quedó emharazada en Id época de la cosecha, por


septiembre. Un día su luna no brilló en el horizonte mensual,
esperó y a la semana de seguir a obscuras fue a consultar a
Dionisia, comadrona en tercera generación -entre su abuela, su
madre y ella, habían dado la primer santiguada a prácticamente
todo Charco Blanco-. La anciana le dijo tráeme la última orina
de esta noche y la primera de mañana, mientras le digo a Tulio
que vaya a la represa y me traiga sapos de panza lisa, él sabe de
cuales. Al otro día Dionisia colocó uno de los animales en un
pocillo de barro y lo bañó con la orina, a los pocos minutos dijo,
ni duda cabe, estás embarazada. El sapo se excitó tanto con la
orina y tanto se hinchó que murió despanzurrado. Como quiera
que sea y para estar más segura te voy a medir el cuello, cuando
se venza tu próxima luna te lo vuelvo a medir y ya ento nces
darás la noticia, por lo pronto te tomas cada día un huevo con

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todo y cáscara, lo pones a remojar en limón desde la no che es qu e él sient a doblemente tus malest ares, así son todos los
anterior, si no tienes limones mueles el hu evo entero en el mol- homb res cuando están enamorados, por eso y si lo amas, trata
cajete y después lo mezclas con atole de maíz. No se te olvid e, de ser discreta con lo mal que puedas sentirte, pero sé genero sa
sigue comiendo como hasta ahora, sólo agregas un huevo con con tu alegría . No dudes en llamarme a cualquier hora si sient es
cáscara todos J0S días, es muy importante porque si no te qu e- dolor en el bajo vientre o tienes hemorragia, aunque sea una
das chimuela. Carolina hizo lo que le ordenaron con tanto sigilo gota, sólo por esas dos cosas debes alarmarte, los demás males-
que ni Colasa se dio cuenta. tares so n normales y prácticamente dejan de ser al cuarto mes.
Vete tranquila, duerme bien y sigue trabajando como hasta aho-
Según se veía la cosecha de caña iba a ser como nunca antes, ra. Ya iba en la tranca Carolina cuando Dionisia la llamó de
en parte porque Cosme , con más din ero , había separado y co m- nuevo para decirle te van a crecer los senos, se t e van a poner
prado los mejores pies y en parte también por el folleto que los duros y muy sensibl es porque eres primeriza, si la molest ia es
hermanos Govea le habían enviado y en el cual se daban instruc- . mucha levantas los brazos por encima de tu cabeza el tiem po
ciones precisas y consejos clarísimos aún para el más tonto . De que tardas en decir un Credo , hazlo tantas veces como sea nece-
ahí aprendió a poner ceniza a la tierra junto con el estiércol, a sario, con eso se relaja la carne y la sangre se reacomoda, saluda
orientar los surco s en dirección del viento y a regar en el mo- a Nicolasa y dile qu e me prest e un poco de yerba de la golon-
mento justo que las plantas lo necesitaban, el resultado fueron drina.
los gruesos y densos cañon es de su plantío. Los demás labriegos,
asombrados, comentaban que Carolina había bendecido las tie- "Govea Brothers & Company, la firma de confianza, ofr ece a
rras de Cosme, y así era, sólo qu e indirect amente, a través del su honorable clientela la mejor calidad y precios qu e se pueden
folleto enviado por sus hermanos y no mágicam ente com o el conseguir en cualquier punto de la frontera. Actualmente, en su
pueblo creía. muy surt ida bodega, ust ed pued e enco ntrar artículos de ferrete-
rí a; abarrote en general ; semillas para siembra; lo último en ve-
La casa blanca de Cosme, junto con su esposa, rápidamente nenos alemanes para plagas; frutas y legumbres seleccion adas;
se hicieron célebres en el villorio y sus alrededores. Carolina encurt idos; conservas; dulces y chocolates. Para nuestras distin-
llevó su pasión por lo blanco hasta las enr edaderas y flor es del guidas y bellas damitas hemo s abierto sección aparte, donde y
patio . Como lo había prometido, junto con Nicolasa hizo más atendida por mujer es, la Rcina del Hogar podrá encontrar y
grande el corral de aves y la huerta de legumbres. Sus hermanos deleit arse con los más finos artículo s de mercería, t elas, perfu-
le enviaron semilla buena de calabaza, de tomate y verduras de mería, regalos y una amplísima lín ea de cocina. Por todo lo
raíz. No era poco el dinero que entre las dos sacaban con la ante rior podemos afirmar sin mod estia qu e Govea Brothers es la
venta de su hortaliza. mejor tie nda porqu e vende a lo mejor de la sociedad. En su
próxima visita no deje de visitarnos, lo esperamos a usted y su
Tu niño va a nacer cuando madure el cuarto menguante de familia en cualquiera de nuestros dos locales, GO'Vea Estación y
mayo, todavía no te puedo decir si va a ser hombre o mujer, hay Govea Marqueta" . Con esto s térm inos u otros pare cidos , Virgi-
que esperar hasta el sexto mes, sigue co miendo el hu evo con nia y Ramón mandaron imprim ir volantes, lo hicieron porqu e la
cáscara todos los días y bebe cuanta agua puedas tomar, si te experiencia del Jarabe Gotier les enseñó qu e la publicidad puede
dan vértigos aum enta el dulce que comas, si sientes náuseas mucho. Agustín - el cerebro finan ciero - los dejó hacer, desat en-
toma agua muy fresca o infusión de laurel con un poco de sal. dido del trato inmediato con los clientes y de las mil nimiedades
Ya pu edes decirle a Cosme qu e pronto será papá, lo más probable que a diario surgían en las tiendas, .se concentró en los provee-

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dores y en la manera de obtener el máximo de beneficio con el o gozaran tomando café mientras veían llover. Todo era trabajo,
mínimo de inversión. Estableció contacto con los gobiernos de puro trabajo. Hasta Virginia , siempre galanosa y bien vestida,
Carrizales y Carrizalejo para surtir la despensa de sus trabaj a- descuidó su arreglo personal, sobr e todo con el trajín que traía
dores, lo mismo hizo con los empleados del ferrocarril y con la con el jarabe, porque después de entracalarse con dos barriles de
lín ea de diligencias. Por intuición sabía que en un giro como el miel y de comprar y encargar las yerbas que necesitaba, resulta
de ellos lo importante era tener en existencia lo que estuvieran que a los dos meses, al destapar las barricas, su contenido era un
seguros de poder vender, por eso vigilaba constantemente los pudri dero espantoso y maloliente, con cortinas telarañudas
inventarios y por acuerdo de los tres él era el único que podía de hongos azulosos y cientos de burbujas con rompimiento de
decidir qué comprar y cuándo. Junto a la tienda de la Estació n, ebullición. Tuvo que tirar todo el mugrero y digerir una semana
en un terreno que también habían comprado, construyó su ofi- el disgusto de su fracaso, acendrado aún más por las imperti-
cina, y contrató a un tenedor de libros y a dos agentes, uno para ' nentes voces y toses que a diario iban a recordarle lo que estaba
México y otro para Estados Unidos, ellos se encargaban de viajar perdiendo por no tener en exist encia jarabe y lo peor era que
a las rancherías y puntos de fábrica para conseguir los artículos sucedí a cuando más trabajo tenía y no podía dejar la ti enda
a un precio mucho menor que si los compraban puestos en para ir a Charco Blanco, así que un sábado le dijo a su marido
Carrizales. También hizo contacto con un comerciante de Puer- yo me hago cargo de todo con tal que Crispín vaya con Nico-
to del Refugio o Matamoros, don Apolonio Pereda, para desco n- lasa, pero Agustín le contestó mejor escríbele a papá y que él
tar documentos y que su tienda fuera la base de los productos nos haga el favor. Así fue. Don José Govea le encargó a Nicolasa
de ultramar. Ahora sí el negocio iba viento en popa , el tenedor Villarreal cincuenta jarros de miel, pero ella, ~gorera como era,
de libros no se daba abasto para contabilizar tanta operación, se comprometió con cuarenta y nu eve, ni uno más ni uno menos
porque además de las transacciones al menudeo, los Govea y eso si consigo tantísima miel como se necesita. Los jarros
-prácticamente Agustín- empezaron a comprar tierras ya ven- comenzaron a llegar a Carrizales en noviembre , junto con la
der abarrote al por mayor. Ramón, por su parte, agregó dos noticia del embarazo de Carolina .
locales más a la tienda de la Marqueta, la cual tenía todo lo que
la propaganda anunciaba excepto el departamento de damas, Se lo dijo al anochecer, antes de la cena, Cosme estaba por
que seguía en la Estación. Diez dependientes de mostrador tra- terminar un canastón de carrizo y al saberlo tan solo se le quedó
bajaban distribuídos entre las dos tiendas -inc1uídas las dos viendo, no pudo hablar, frotándose las manos en los pantalones
mujeres de Virginia- y tres cargadores más que servían también se puso a dar vueltas como aturdido , Carolina lo detuvo y le dijo
como mensajeros. Crispín estaba encargado del local de la Esta- vamos a cenar , pero no puedo porque traigo mariposas acá den-
ción y Virginia de la sección de señoras. tro, mejor voy a dar un a vuelta y al rato regreso. Yo creo que no
Con el mucho trabajo y la espiral de ambición en la que llegó ni a la plaza, porque Carolina mal alcanzó a encender los
inconscientement e habían caído, los lazos afectuosos entre los quinqués cuando el arrebato de su marido enamorado ya la
tres se estancaron, no quiere decir que se hubieran enfriado o se estaba cargando por los aires -como solí a hacerlo siempre que
estuvieran secando, no , simplemente no crecieron más. Apar en- el cariño lo asfixiaba- y le decía te quiero te quiero sabe Dios
temente ninguno de ellos tenía tiempo de pensar ni en su cora- que t antas veces, luego, como recapacitando, detuvo su girar y
zón ni en el del otro. Desde la boda de Carolina -hacía meses de dulcemente la sentó en la mecedora y ahí te quedas todo el
eso- no habían asistido a fiesta alguna , ni siquiera al teatro tiempo, no vayas a hacer nada, porque una futura mamá no
-tan querido para Virginia y tan excitante para Ramón -. El día debe trabajar, sólo esperar y Carolina soltó una carcajada de ta n-
llegaba y la noche subía sin que ellos notaran las hermosas nubes to volumen y tan contínua que Nicolasa, en su casa y sentada de

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espaldas a la luz, vislumbrando su propia so m bra, reaccionó Par a fine s de añ o Ra mó n llegó a Charc o Blanco y se qu edó
asom?rada pensando q ue cuál sería la causa de tan repe nt ina sólo un día porque tenía pri sa por regresar al Sabin al, co mp ró la
alegri a, Jlero en eso lo supo porque Cosm e empezó a gritarle pro du cción de Cosme y de J erónimo y varias cargas de grandes
Colasa, Co lasa, mi muj er va a te ner un hijo y Nicolasa se ata- cala bazas y camotes amarillos y morados. Al ver qu e los do s
r~n tó y no decidía si salir a verla o rezar o reír o qu é, por fin
vegetales se daban estu pe ndame nte bi en , Ram ón le sugirió a su
hl~o todo al mismo ti empo y m ientras rezaba y reía, salí a de
cuñ ado qu e aprendiese a prepararlos en dulce porqu e en esa fo r-
prisa a da~l e un ~brazo a su hermano y después a Caro lina y ma eran muchísimo mejor pagad os. Caro lina sacó su librote y
luego me dio matandose por la neblina en sus ojos fue a casa de buscó las recetas de calabaza cubieta, en miel y past a de camote.
M e ~ a y a con el primo J erónimo y a con Dionisia, pero la
A manera de pru eba esa misma tarde Colasa y ella hicieron el
int ento co n mu y bu en resultad o. Qu edaron en qu e para fines de
an cla?a ya lo. ~ab~~. A su regreso Cosme est aba más tranquilo y
Carolina le dijo si én t ate a cenar Cola sa, pero cómo crees si la enero mandarían a Carriz ales los nu evos productos. Ramón se
q ~ e deb e ~entarse ere s tú , porqu e tienes qu e cui darte . . . y hu-
fue no sin darl e a Nicolasa su parte en las utilidade s del jarab e.
biera _segUi do hablando si no es qu e Carola ende reza su pequeño
A m ediados de enero sucedi eron t res cosas tra scend entales.
tam ano y encarando a los do s les dijo ni me vo y a mor ir ni
Prim ero : Cosm e se volvió patr ón al co nt ratar de man era perma -
esto y tullida, ni soy vaca flaca para qu e exagere n tanto v;y a
se~uir hac~endo la~ cosas como hasta ahora las he h ecl;o y si nente a cuatro peones; segundo: Nico lasa - co n la uti lidad del
jarabe- co mpró una cu chilla de tierra q ue por superstició n ha-
qUieren evitarme disgustos, qu e sí pudieran ser dañinos, más les
bía estado abandonada de siem pre; y terce ro: don José Govea .
vale qu e se dejen de tonterías los dos . Los herm anos callaro n
les tr ajo la nu eva de qu e Ramón ya est aba de no vio co n la hija
sólo intercambiaron una mirada de co mplicidad. A partir de
segunda de F elip e Zárat e.
ent o nce s Carolina se enco ntró con la in creíble coinc ide ncia de
que ya estuvieran hechos los trabajos más pesados. Si después de
Para desp edir el año viejo y recib ir al nu evo los co me rciant es
desayunar iba al pozo dispu esta a sacar la do cena de baldes de
asociados de Carriza1es y Carrizalejo organizaron un gran baile,
agua para llenar el tanque del uso coti diano , ya lo enco ntraba
por supuesto qu e ent re los primeros estaban los Govea. El baile
lleno ; si iba a reco ger el ex cre mento de las aves result ab a qu e el
en sí hubiera pasado sin mayor importan cia si no es qu e por su
co rral est aba limpio y sólo faltaba reco ger los hu evos y si acaso
culpa Virginia y Agust ín tuvieron el prime r disgusto. Nun ca
poner agua en los beb edores, y así co n todo ; desd e acarrear la
ant es habían peleado, ni tan siquiera los prim ero s días de su
leña hast a regar la hu erta, desd e moler maíz hasta sacu dir las
mat rimonio co mo todas las parejas. Qu izá po r eso fu e tan extre-
colchas y no había forma de acusar porque según par ecía' su
moso. Resulta que a Virginia, después de meses de manten er
cuñada y su marido estaban pasando por un períod o en el cual
contenida su vocación de artista, le fue fácil decir que sí - sin
la energía co nstante men te vivía con ellos, nu nca est aban cansa-
consultar a su marido- y co mpro mete rse co n la invitación que
dos ~ nunca se quejaban de dolor alguno. Llegó la época del
le hicieron de cant ar y representar esa no ch e algún sainete de lo s
trabajo fu erte en la cosec ha y en la m oli enda , la pro ducción fu e
q ue tan bien sab ía en su époc a de farándula. Ella nunca pensó
est upe? da, más de cien chiqu igiiites fu eron llenados por Nico-
que Agustín le negara su autorización y le dijera que no quiero
l~a ~ICntras C~ola envolvía, en hoj as de caña, pilo ncillo por
que lo hagas, p ero se lo dijo y ahí empezó todo . Estaban en la
pilo nc ill? Eso SI lo pudo hacer sin que rechistaran po rqu e era
tienda - afort u nadamente sin c1iente s- , la negati va le pareció a
un trab~Jo de estar sen tada todo el d ía y sólo los brazos y manos
Virginia denigrante y un claro sí nto ma de desconfianza y de éso
se movi an .
se tomó para solta rse habland o y decirl e qu e en todo he hech o

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tus gustos, trabaj o más que una esclava y sin sueldo, cuido la casa, estaba tan poco tiempo en la cama, y por eso tambi én casi no
a tí y a t u hermano y no solamente éso sino también ayudo a la tr abajaba en el escritorio. Una vez que lo supi eron se empezó a
ran chera de Nicolasa y a la insípida de Carolina, sí , no me / desenredar la madeja y ambos empezaron a atar cabos. Virginia
pongas esa cara , a la insípida de tu hermana y al engre ído de tu recordó las madrugadas en que entrevió a su marido dando vuel-
señor padre, mi sec ción en la tienda es la que más utilidades deja tas por la habitación, también acató en ese instante que últi-
pero ni las huelo por que to do se va contigo para que te sientas mament e lo veía medio encorvado y que el rictu s de su cara,
importan te inviertiéndotelo en lo que te da la gana, nunca te he sien do de dolor, ella lo achacaba a preocupacióri de trab ajo. Para
pedido casa, pero ahora la quiero, lo oyes, una casa buena y rica, agravar su conciencia Crispín le comentó que el día del pleito
porque donde estamos no pasa de ser trastienda, tejabán con -lluvioso y frío- Agustín se sentía tan mal que había toma do
olor a cebolla y jabones, por tí dejé mis amistades y el aplaus o un te rcio de botella de aguardiente. Lo bueno es que el carácte r
del público , po rque aunque no lo creas, ya qu e tú eres un de Virginia no era para sufrir inerme por arrepentimientos t ar-
tímido, a mí los aplausos me alimentan, me gusta que me vi- díos, de ya puso manos en el asunto, llenó con agua caliente la
toreen . .. en éso su marido enloqueció. Después , al recordarlo y tinajota de lata y le puso abundante cantidad de espliego, ayu-
saber la causa, a Virginia se le partiría el alma . El siempre pa- dada por Ramón metió ahí a su marido. Luego ord enó a la
ciente Agust ín se fue metódicamente tumbando y desenrollando sirvienta qu e preparara ocho o diez platos de postres y dulces,
por los suelos to ditas las telas, volcó los cajones que contenían porque lo primero era quitarle la borrachera, mientras mandó
bo to nes, cintas, hilazas, broches. Su paso por los anaqueles hizo comprar láudano. Ya en la cama - seco, rasurado y perfu mado-
volar a los abanicos, quebrarse los pomos de perfume y deslo- Agust ín se mal comió los postres que pudo y tre s tazas de t é de
marse los recetarios de cocina y para rematar disparó sobre la azahar con cinco gotas de narcótico. Durmió once hor as de un
confusión tres (~ocenas de frascos de untuoso y chorreante solo estadio. Para cuando despert ó , Virginia ya había con sultado
jarabe. Para entonces Virginia estaba riendo y llorando, estr ic- con los médicos titulados de Carrizales, con un prestigiado soba-
t amente como histérica. Al terminar con el último frasco Agus- dor de Carrizalejo y con varios yerberos de amb os lado s del río.
tín se fue. Virginia lo volvió a ver cinco días despu és cuando To dos dieron dictámenes diferentes y opin aron que necesitaban
Ramón, ya de vuelta del Sabinal, lo trajo hecho una piltrafa, ver al enfermo y así lo hicieron una vez qu e Agustín, recobrado,
barbudo, baboso y descompuesto po r el alcohol. El primer día pudo ser auscultado y preguntado. Con excepción del Dr. Be-
del disgusto Virginia se la pasó como ieona enjaulada, el segund o dolla -español pero graduado en París - todos los demás le
inició la compost ura de su escombrada secci ón, al terce ro parecieron a Virginia unos charlatanes. Bedolla dictaminó qu e
le preguntó a Crispín si había visto a su marido, el cuart o tenía que observar los dolores por dos semanas cuando menos y
estaba muy mortificada espera ndo a Ramón y el quinto, que ent onces, y sólo entonces, daría su parecer, qu e mient ras y
al verlo de vuelta, todo su amor se volcó sobre su maltra- si el tormento era mucho, tomara láudano, pero sólo en caso de
tado marido. Fue en esos días cuando ella y Ramón se en- extrema necesidad porque podía volverse un adicto . Tam bién les
teraron de algo que al parecer todos en la tien da sabían pero dijo que no era necesario qu e guardara cam a o reposo , que
que ellos -enajenados por el trabajo- ni tan siquiera sospe- siguiera como hasta ahora y que él vendría a verlo una vez al
chaban. Agustín, de algunos meses a la fech a, padecía de día. El Dr. Bedolla cobró en oro, pero qu é diantre pensó Vir-
espantosos dolores en toda la caña de la columna vert ebral, los ginia, para eso es el dinero .
dolores resultab an más violentos si permanecía mucho tiem po
acostado o sentado y la única for ma de paliarlos , según él mismo Con el inciden te de Agustín, Ramón no creyó prudente co-
hab ía comprob ado , era permanecer de pie o caminando, Por eso mentar lo de su noviazgo, ya lo harí a después cuando las cosas

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tomaran un ritm o tranq uilo. Virginia ya lo imaginaba y si no es siguien te regresó co n m ecate y cuchill o , de entre el bosqu ecillo
por lo del pleito primero y lo de la en fermedad d espués, seguro qu e había crecido libremente eligió algun os soberb ios ej;mpla res
se lo hubiera pr eguntado. Como quiera lo hizo , durante la co- de mezquites y ebanillos , los rodeó con un lazo y ordeno qu e los
mida, tre s días después y Agustín por más memoria que aplicó que tuvieran su marca fueran respetados , también les dijo qu e
no pudo recordar la cara de Amanda Zárate y es que cuando media vara del perímetro de su propiedad no fuera tocado, cn
salimos del pueblo las hijas de Felipe eran un montón de niña s, esa for ma t endría una barda natural de intrincada maleza. A
dices que es la segunda, ¿cuántos años tiene? , quince, imagínat e medida que avanzaba el desmo nte fu ero n comprobando (¡ue la
tení a nueve cuando nos vinimos, ha de ser bonita. Virginia fue la tierr a era estupenda, a una cuarta de la superficie el subsuelo era
que cont est ó diciendo qu e sí , que en la boda de Carola se veía negro , fresco y húm edo , perfecto para cualqu ier cul tivo.
muy fr esca y bonita. Ya a solas Virginia y Agust ín, ella le dijo Lo que resultó casi un escándalo fué la can tidad de osa-
qu e esa muchachita era muy pu eblerina y hasta donde se veía, ment as que encontraron, tantas que co n ellas llenaro n tres cos-
demasiado sumisa , con poco carácter. Agustín no contest ó por- t ales y Cosme tuvo que ir a hablar con el cura del Sabinal, quien
que casi estaba dormido. Ella siguió rumiando sola el asunto hizo viaje para calmar al pueblo y dar cristiana sepult ura al
hasta que concluy ó que no era su vida ni debía meters e, pero calaverío aquel, a t od as luces pagano. Nicolasa decidió sembrar
que Ramón necesitaba una mujer más vivida , si no , se va a en su tierra -bautizada po r todos como de las Calaveras- camo-
abur rir al segundo m es y de nu evo va a andar por ah í , de cuarto te y calabaza, además de algunos sur cos de frijol y chile para
en cuarto y de cama en cama. consumo dom ést ico. Carola co nsultó su libro te y aconsejó qu e
cada dos años todo el campo lo sembraran con frijol y garbanzo
Nicolasa nunca supo cómo se le ocurrió comprar el terreno , y que lo abon aran de preferencia con estiércol y poc o de cal.
quizás porque cada qu e lo veía le daba lást ima verlo tan des- Mientras Cosme y Nicol asa trabajaban entre los viejos y nuevos
cuidado, un puro br eñal de hu izaches, palos-prieto y granj enos . cultivos, el embarazo de Carolina progresaba tranquilamen te , los
Los más viejos de Charco Blanco recordaban qu e sus abuelos consejos y rece tas de Dionisia eran de lo más acertados y pre dijo
contaban que en ese lugar había estado un cementerio indi o , qu e, dada la forma de la panz a, sería un niño.
hacía de eso doscientos o tr escientos años y qu e nad ie hab ía
querido desde un principio aquella cuchilla de tierra porque las El Dr. Bedolla les dijo a Virginia y a Agustín que el do lor
calaveras y huesos aparecían a cada instante co n solo escarb ar sólo po día te ner una de dos causas. Prime ro, algún lejano ac-
un poquito. Cosme pensó qu e Tulio Aguilera exageraba pero la cidente que provocó corrimiento en los huesos de la co lumna .
conceja resultó totalmente cierta, porque una vez que el t err eno Segundo , que se trat ara de la enfermedad conocida como Espon -
fue de Nicolasa y fu eron a reconocer la ti erra e iniciar el des- dilitis , al decir esto últi mo no pudo evitar transmitir un dejo de
monte, entre las raíces de un arbustillo se toparon co n unos alarma. Siguió diciendo que en el pri mer caso el uso de tirant es
agujeros negros y una sonrisa burlona de pelones dientes, para o faja era lo más indicado, que este tr atamiento era do loroso al
gran susto de los empleados qu e ya no querían seguir pero qu e princi pio pero q ue a la larga resultaba en un alivio casi perma-
fueron conv encido s por la oferta de Colasa. Aparte del sueldo , la nente. En cuan to a la segun da posibilidad y poniendo cara seria,
mitad de lo qu e produzca la leña que saquen de aquí es para dijo q ue la ciencia médica desconoce por el mo mento la manera
ustedes. La proposición era por demás atractiva, fácilmente po- de atajar el proceso y lo ún ico que existe es narcotiz ar al pacie n-
dían salir cien cargas de estupendos leños, sin co nt ar las raí ces y te cua ndo el dolor es mucho y aconsejarle que permita al cuerpo
varejon es del chaparral. Nicolasa se metió entre lo más tupido de acomo darse al dolor, sin importar la deformación que la enfer-
su monte, lo recorrió todo más qu e viendo, te ntando , al día medad conlleva. A la pregunta de que en cual de las dos posi-

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bilidades estaba Agust ín el do ctor respondió qu e sólo el tiempo Es la maldita faja señora, don Agust í n su fre mucho co n ella
lo dirí a, qu e por lo pronto usara una faja para ver cómo respo n- puesta , a veces no pu ede más y se le salen las lágrimas, de ahí los
día. Agustín inquirió qu e dónd e se co mpraban y Virginia dijo got erones qu e ust ed vio yo le digo qu e se la quit e pero él le jur ó
que en la tienda tenía pero de dam a, qu e si hab ía alguna diferen- a usted que la usarí a y se aguanta el dolor, pob re hombr e seño-
cia, ninguna , respondió el médico , lo úni co es qu e debe sujetar ra, qu é no habrá ot ra cosa qu e pued a servir y no la maldi ta faja.
parej o, no apr etar , sino mas bien sostener, debe pon erse cuand o Virginia en silencio se levantó, fue a su secció n en la tienda y
el dolor está en su mínima intensidad y tratar de usarla el máxi- to mó unas tijeras, bu scó a su marido y de un tijereta zo cortó los
mo ti empo posible. Las últimas palabra s las dijo Bedo lla cuan- cordones, prefiero verte dobl ado en dos a saber que sufres.
do Virginia cruza ba el umbr al en dirección a la tienda, regresó Agustín abrazó a su mujer y la retuvo así largo rato.
con las ocho fajas qu e ten ía en existe ncia, vamos a ver Agustín,
párate, qu ítate la camisa y bájate los pantalones, a primera vista Amanda Zárat e era justo la muchacha qu e según Ramón ne-
eligió la debida y una vez puesta empezó a tirar de los largos cesitaba. Redon dita , bonita y fresca, muy fresca, según el tam-
cordo nes, pero Bedo lla opinó qu e mejor los tensara por delant e, bién justo adjetivo de Virginia. Tan fr esca era - en el sentido de
sobre el vientre, así lo hizo. En el primer mom ento Agust ín sólo ingenua, de inocent e- que bien podía pasar por tonta si en un os
sint ió la tela dura y cnvarillada pegada a la piel. Poco después de años más seguía igual. Como qu iera qu e sea Ramó n pensaba qu e
mar charse el doct or y de nuevo en el aje treo de la oficina , pensó lo importante era que supiera llevar una casa, eso significaba que
en cómo era posible que las mujeres aguantaran el martirio de la debía gustar del aseo , de lavar, planchar y cocinar, sin olvidar el
prenda y todavía sonrieran. Ese día soportó el suplicio hasta la cuidado de niñ os y po r supu esto una co nformidad a pru eba de
meriend a y con el pretexto de po der lavarse bien se la quitó, tormentas, nada de andar en la calle y ob ediencia ciega al mari-
pero al termin ar ahí estaba su rr. .er con la cosa aque lla en la do. Amanda había sido educada para correspo nder a estos idea-
mano y de nuevo se la enjaretó. Virginia había hablado en se- les, era sumisa y de un criterio tan corto , que a lo más que se
creto co n Bedolla y alarmada ant e la posibilidad de que fuera avent uraba era a decidir entre do s telas o a sustitu ír - no sin
artritis degenerat iva, incon scientem ent e, o casi, tratab a de cam- desasosiego- el cilantro por el perejil en un guiso de pollo con
biar las cosas y ha cer que el dolor fuera por mala posición de tomates. Afort unadamente su propia vacu idad la prot egía de la
algún músculo o hu eso, por eso insistía ta nto en qu e su mari do triste za y la frustración, ella trabajaba com o la qu e más y ser-
usara a toda hora la faja. Nunca imaginó 'el tormento qu e él viría con complacencia hasta el fin de sus días, a cambio debía
soportaba y no lo sup o sino por mera casualidad varias semanas perdonársele qu e no supiese del dinero mas que la forma y el
despu és. Resulta qu e un día fue llamada de la oficina para que color pero qu e sin embargo lo celara mu cho , que no co mpren-
firmara uno s pap eles, estando ahí y muy de pasada vió que un diese matiz alguno de los sentimientos fuera del que rer o no
docum ento tenía inn egables got ero nes bo rrosos, tal como si al- querer, que estuviera privada de la mas leve iniciativa y que en
guien hubiera bebid o y goteado encima de él. Hasta ahí hubiera ocasiones fuera ruin, no por mala sino por to nta. Amanda era la
llegado todo si no es que el apocado ten edor de libro s, con segunda de las seis hijas que tuvo Felipe Zárat e, peluquero del
atrabancamiento de pecado , esco ndió rápidam ent e el papel, en- pueblo del Sabinal, todas ellas -menos una qu e murió de tuber-
tonces ella entró en curiosidad y medio mofándose - sincera- culosis- se casaron, vivieron felices y muri eron gordas, ninguna
mente pensaba qu e el tenedor era quien bebía- le dijo qu e hacía pensó jamás qu e hab ían pasado por la vida como una s perfectas
muy mal en ocultar las cosas, total qué tanto podía suceder si estú pidas.
ella se enteraba, quedaría ent re ust ed y yo, se lo aseguro, y entre
más hablaba Virginia más nervioso el tenedor, hasta qu e lo dijo.

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presa ofreció una hora d~ música p~ra que ~a ho nor able asis-
Cuando Carolina estaba en el octavo mes de embarazo, llegó tencia bailara, pronto la pista se lleno de parejas y a las once de
a Charco Blanco una partida de cirqueros ambulantes, se situa- la noch e todo estaba en calma.
ron en la plazuela desolada del barrio norte, clavaron unos palos Al día siguiente muri eron los dos changuitos, dejando con
altos en círculo y entre ellos trabaron unas lonas remendadas y temblores y desmayos a los otros dos. Esa tard e no hubo fun -
sebosas, luego tres de ellos se fueron por las calles, co n tam bora ción porque por el pueblo corrió la voz de qu e los cuatitos de
y clarinete, anunciando para esa noche, a las siete en punto, la Flora tenían t emblores y desma yos . A la mañana siguiente ya no
{unción de gala del mundialmente famoso circo de los Hermanos estaba n los cirqueros, cargaron con t odo menos con los dos
Macias. "Tiemble de pavor viendo a la Mujer Tortuga, recréese monos adultos, los dejaron amarrados y moribundos en el agua-
con el baile de las increíbles Perritas Españolas y aplaudan con cat e grande que está junto al paso de agua.
frenesí el cuadro escénico de los fabulosos Monos Amaestrados.
No lo olvide , esta noche a las siete en punto en la plaza del En un principio Agust ín pretendió hacerlo solo, para después
barrio norte, lo invitamos a usted y su familia a com partir
darle la sorpresa, pero, co nociéndola co mo la conocía, optó
con nosotros una alegre velada de sano esparcimiento". Char-
mejor por decírselo y qu e ella eligiera . No había mucho de
co Blanco se conmocionó con la novedad y esa tarde desde donde escoger, las mejores casas en venta estaban en la calle
antes de las seis, con el pretexto de encontrar un buen lugar,
principal, por lo cual no podían ser elegidas, p.orque. la única
los vecinos empezaron a desfilar rumbo a la plaza norte caro
condición qu e puso Agust ín fue que la casa estuviera leJOS de los
gando cada quien con su silla o banco de ordeña, porque el
negocios y que tuviera suficiente terreno adelante, atrás y a los
circo era tan pobre que ni para bancas tenía. Dionisia fué a
lados, cosa casi imposible de conseguir porque en Carrizales la
invitar a Nicolasa pero ella no q uiso ir porqu e si de día no veo
gente no tenía la menor idea de la comodidad, al menos entre
de noche peor tantito. Cosme y Caro lina sí aceptaron y Dio nisia
los llegado s recientemente, las familias antiguas t enían frescos
les dijo que no se preocuparan de llevar silla, a mí me queda
caserones pero est aban en el centro, en las orillas hab ía puras
enfrente y nada me cuesta acarrearlas desde temprano. Que.
casuchas, de madera la mayoría. Después de tres t ardes de do-
daron en verse dentro del circo a las seis y media. Hubo de t odo,
mingo destinadas a buscar casa, Virginia llegó a la conclusión
pleitos, chiflidos y un vendaval enloquecido que apagó las lám-
que lo mejor sería comprar un t erreno y ahí hacer lo que les
paras y poco faltó para que hiciera volar las lonas, co mo qui.era
diera la gana. Agustín estuvo de acuerdo pero puso dos condi-
el pueblo se divirtió hast a decir no más. Las pregonadas Pernt as
ciones, que estuviera lejos de las vías del tren y lejos también de
Españolas resultaron ser perros disfrazados con faldas olanudas
la parte baja del río , por muy at rayentes que fueran esas verdes
y un moño en la cabeza, se sostenían en las patas post eriores dos
espesuras. Por fin fu e Ramón el que enco ntró el terreno, estaba
tres pasos, caían y comenzaban de nuevo, acompañados siempre
hacia el norte, en una llanura suave, tenía agua y además la gran
por la tambora y clarinete en ritmo de chotis. La Mujer To rt uga
vent aja de que el camino principal la flanqueara. Entre los dos
no se presentó porque al parecer algo le pasó a su acartonado
hermanos compraron todo el terreno que pudieron, algo les de-
caparazón y en cuanto a los monos, daba lástima verlos, sobre
cía que en el futuro sería un buen negocio. En eso andaban
todo a los dos más ehicos. En un principio el público creyó que
cuando les llegó la noticia de la epidemia q ue azotaba a Charco
eran parte del cuadro los temblores y desvaimientos, pero pron-
Blanco.
to cavó en la cuenta de que aquellos animales estaban enfermos,
muy -enfermos, fue entonces cuando emp ezar on a rechiflar y a
Fue una cuaresma muy amarga, sin guisos especiales y con
gritarle méndigo, infame, mejor tráenos a tu abuelita, al Macias
muchas lamentaciones. Quince días después de idos los cirque-
que los conducía. Para calmar los ánimos el gerente de la em-

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ros ya eran ocho los niños muertos y once adultos, despu és de La junta de vecinos del pu eblo del Sabinal estuvo de acu erdo
linos días los vecino s emp ezaron a salir de Charco Blanco, iban en vigilar día y noche los alrededores y negar la entrada, con
hasta dond e pudieran o les alcanzara la fuerza , pero en ninguna pólvora si fu era pr eciso, a cualq uier persona , viniera de dónde
part e eran recibidos, los corrían antes de llegar al límite de los viniera. Cuando Agustín llegó no pudo pasar de la Esta ció n
pueblos porqu e la región tenía miedo , un miedo sin piedad ni porque uno s empistolados, de lejos, le grit aron qu e si daba un
corazón, temían qu e la pest e cundiera y bordara co n hilos de paso lo mataban. Ni cuando supieron qu e se trataba de Agustín
muert e su nombre en cada puerta. Desde Ebanillo hasta la Mota, Govea lo dejaron pasar , llamaron a don Jo sé pero no le permitie-
desde Esmeraldas hasta el Sabinal, no había ran chería , pueblo o ron acercarse. Dialogaron a gritos, a cincuenta pasos uno del
villa qu e los recibi era, lo más que hacían era ponerles un os otr o. El viejo no sabía nada de Carolina y estaba muy preo-
canastos con víveres yagua, luego, los apedreaban si se que- cupado y para acabarla de amolar el miedo volvió al pueblo
daban. Las mano s qu e empuñaban los predru scos lloraban con sumamen te bravo, ni a los perros dejan entrar. Agustí n pidió
los ojos , pero no se podía hacer otra cosa porque era vida co ntra un caballo y los otros accedieron, salió a galope rumbo a Charco
muerte. La peste no respetaba, ésa menos qu e otra alguna, la Blanco, sólo Dios sabe lo qu e sufrió con la columna cuarte án-
llamaban fiebr e tullidora, era poliomelitis. Comenzaba con ca- dosele por la cintur a. En el tra yect o se enco ntró con linos qu e
lenturas, luego dolor de nuca y cuerpo, después la muerte o si el venían de allá, no est aban enfermos y hasta donde sabían, Cos-
enfermo era fuerte y se repon ía, terminaba sin sentir las pierna s, me y Carolina tampoco.
o los brazos, o todo el cuerpo, se le iban enfla cando, secánd ose,
ya jamás los podría mover. Tulio Aguilera murió y Dionisia se Mas o menos a mitad de camino entre Charco Blanco y el
fue a casa de Nicolasa y cuando todos huyeron ellas no , porq ue Sabinal, a mano derecha, hay un venero min úsculo de agua ca-
si nos toca la raya hasta aquí llegamos y se acab ó. Cosme y liente, en invierno desde lejos se ve porque se llena de neblina el
Carolina se fueron rumbo al Sabinal, Dionisia , sabiendo qu e el entorno. Hasta ahí llegó el embarazo de Carolina, el traqu et eo
parto era inmin ente, les dio unas yerbas, trapos limpios y minu- de la carret a pre cipitó el parto y cuando Cosme la ayudaba a
ciosamente le explicó a Cosme lo que tendría qu e hacer si llega- bajar para descansar junto al venero , la bolsa de las aguas se le
do el momento no había nadi e más para ayudar. También les rompió y un dolor con sabor a cobre empe zó a palpitarle entre
dio toda la plata qu e t enía y un papel qu e decía qu e si ella las caderas. A Cosme se le enchinó la piel con el prim er grito de
moría Cosme sería su únic o heredero . No se despidi eron . su mujer, como pud o exte ndió unas colchas y en un cacharro
trajo agua para limpiarl a un poco . En unos minutos Carolina se
El doctor Bedolla comentó con Agust ín qu e no había reme- mojó en su dor y recordando a Dionisia comenzó a resoplar y a
dio alguno co ntra la pest e qu e asolaba Charco Blanco, qu e era pujar muy fuert e mordiendo un cuero . Nació niño, pero la ma-
poliom elitis, sumamente co ntagiosa porque según los últim os dre lo vio muy poco por qu e .una fiebre engañosa la sumió en de-
descubrimientos se trasmitía a través del aire infestado , por eso lirios. Toda vía cuando Agustín se los top ó, casi al anoch ecer,
lo mejor era abandonar el lugar tan pronto como se detectara la Carolina reconocía y su única preocupación era salvar a su hijo
enfermedad. Ya se habían tomado la precaución de que el tr en del cont agio, por eso no lo qu er ía te ner junto a ella. Le pidió a
no levantara pasajero s ni en Charco Blanco ni en los puebl os su hermano que se lo llevara, qu e lo salvara de la tullidora, dile a
cercanos. Esa noch e, en co ntra de Virginia y del Doctor, Agus- Virginia qu e se lo encargo , que lo cuide como a su hijo. Agustín
tín tomó el tr en rumbo al Sabinal. Ramón andaba para el Puerto vió a su cuñado a los ojos en el momento en el que le ent regaba
del Refugio, por eso no pudo impedírselo. al niño, ténlo y si no tienes noticias de nosotros en do s semanas,
regístralo con tu nombre. No se pudo qu edar más porque Carola

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fuera de sí le gritaba lárgate, lIévatelo. Agustín cambió su caba - quedan tullidos. Si tuvo al niño en el monte de seguro le dan
llo por uno de los de Cosme, se entripó de agua caliente del calenturas, por eso es important e que memorices lo q ue t e esto y
venero, envolvió al niño y se perdió entre el chaparral de mez- diciendo . Ahora, si ella y el niño están bien pero tú o Cosme se
qui tes, El recordaba lJue siguiendo rumbo al oriente, a campo acalent uran, no se lo digan a Carola, hágans e me nsos, qu édens e
traviesa, estaban las majadas de cabras, una estancia tras de otra atrás y traten de volver aquí, ni a Colasa ni a mí nos import a
sin int erru pción hasta llegar al mar, así l{ue hacia allá se dirigió. morir, en cambio Carolina debe vivir p0l{ue su hijo la necesita.
Serían las tres de la mañana cuando vió a lo lejos un fuego No t e qu edes más ni tom es agua en el pueblo, cuando ya estés
rompiendo la obscuridad, luego oyó ladrar de perrros y de prono lejos t e chupas estas naranjas.
to el alboroto de cabr as asustadas le llenó de alegría el corazón.
El pastor lo recibió bien , no sabía de la peste y Agustín tampo- Agust ín dió un largo rodeo con tal de no pasar por los pu e-
co se lo dijo, había cabras recién paridas y muchísima leche blos prevenidos contra la pest e, incluídos todos los próximos a
cuajada, el pastor le dijo que no le diera leche al niño, qu e mejor la vía del ferr ocarril. A un a mujer, viuda , le pagó en plata mexi-
le diera suero de la cuajada. Con una tripita, reblandecida en cana para qu e se fuera co n él y cuid ara a Carlos Nicolás, porque
agua , alimentaron al pequeño, dejó de llorar y se qu edó dor- así se le ocurrió qu e deb ía llamarse el hijo de Cosme y Carola.
mido. Agustín también. La viuda, llamada Primitiva Velasco, en ningún mom ento dejó de
transparentar la inm ensa alegría de salir por fin del rancho dc
Virginia mandó con un mozo una cart a para Ramón donde lo bejereq ue donde sobrevivía y al que llegó Agustín a media tarde,
ponía :;1 tanto de lo sucedido. Ramón decidió ir directo de Ma- recomendado por el pastor de cabras. Cuando se apalabró con
tamoros a Carrizales, ahí tomó el tren porque a caballo tardaría ella le prometió qu e si el niño llegaba vivo a Carrizales, además
mucho más. El tren se detuvo lo suficiente como para que salta- de la plata que le entregaba, le daría empleo. En realidad, Primi-
ra, no en la estación de Sabinal, sino en la que está próxima a tiva pensaba qu e co n que la sacaran de ahí se daba por bien
Charco Blanco, que no es estación sino simple parada. El pueblo pagada. Fue ella, con su familiaridad de mujer de pueblo , la que
estaba prácticamente sin habitantes, todos los animales sueltos, consiguió alojamiento y co mida para el señor Agustín en cada
sólo los de Cosme no porque Nicolasa los cuidaba. Lógico , ellas uno de los poblados por los qu e pasaron. El rodeo los llevó, por
no sabían nada , hacía más de una semana que Carolina y Cosme exageración de Agust ín, hasta prácti camente la desembocadura
se habían ido, ni imaginaban que la peste hubiera causado tanto del Río Grande, siguieron contra la corriente y el viaje se volvió
alboroto en la región y por supuesto Agustín no se había apa- más rápido y seguro porque en los lugares habitados conocfan a
recido por ahí. Ramón buscó dos caballos entre los que andaban la Govea Brothers, así que alojamiento y bu cn alimento queda-
sueltos, Nicolasa le hizo un atado con carne seca y calabaza ron resueltos. Al llegar al pueblo de San Pedro de Roma , Agus-
igual, bizcocho de maíz con manteca y tres piloncillos de azú - tí n escribió una larga cart a para Virginia donde le explicaba
caro Dionisia le repitió los consejos para la parturienta, le dió t odo, contrató un jin ete y le dio la cart a y un vale para cobrar al
más yerbas y le dijo que si Carola tenía calenturas era muy momento de entregarla.
importante que bebiera agua cada media hora, si no tienen reloj,
tomas tú también mucha agua junto con ella y cada vez que Con la prisa que llevaba po co faltó para que Ramón pasara de
orines vuelven a tomar agua los dos. Ahora fíjate bien , si aparte largo -no tenía para qué detenerse- junto al venero de agua
de la fiebre se le intrincan las carnes, es que no está enferma de calient e, se detuvo porque vio la carreta, desconocida para él, y
calenturas de parto, sino de la tullidora, entonces, y aunque les quiso indagar por su hermana. Carolina estaba cenicienta y aca-
duela mucho, mejor la dejan porque si no se mueren los tres o lenturada hasta el delirio constante, pero según Cosme, estra-

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gado también, no se le habían intrincado las carnes . Aún tenían de gallina y pelos colorados, antes campechana hasta la vulgari-
alimentos, así que Ramón les dió las yerbas que llevaba y las dad, ahora la trataba con respetuosa deferencia, como a una
instrucciones de la comadrona. Mira cuñado, tú sigues aquí cui- dama totalmente ajena a la vida promiscua de la legua, sí, de la
dándola, yo me regreso por Dionisia, me la traigo y luego me legua, así se lo dijo María cuando la vió. Viginia iba elegante, su
sigo para encontrar a Agustín y a tu hijo. Así lo hizo . Dionisia gusto había cambiado y estaba lejos de los chillones colores de
aceptó de muy buen modo ir hasta el venero, pero sola, vete tú a antaño. Valencia seguía igual, su cara, de por sí grande, se veía
buscar a tu hermano y al niño. A un carrito ligero de los del aún más con tanto polvo y chapas y ceja enn egrecida. Platicaron
primo Jerónimo le uncieron un caballo, la anciana cargó con distanciadas, cuando comenzaba la fun ción se despidieron, qui-
peroles, yerbas, polvos , telas limpias, colchas y ungüentos, Ni- zás para siempre, ambas sintieron qu e la antigua identificación
colasa le puso un canastón con mucha comida. Ramón salió había muerto. Virginia se sintió más sola que nunca , qué va a
primero, luego Dionisia . Colasa rezó un Padre Nuestro por cada pasar si Agust ín no vuelve, no le preocupaba de qué vivir, le
uno y se fue por la tina y el banco de ordeña, porque ya era la preocupaba cómo vivir. Si al meno s tu viera un hijo - pensó en
hora . voz alta - o un hermano, pero parece que el Beltrán de mi
apellido no tien e pariente alguno. ¿Por qué no recogen un niño,
Desesperado , jadeante y con dos días sin dormir, lógico era señora? La pr egunta de Crispín hizo llover en su corazón, se
quc Ramón , al llegar al Sabinal y ser recibido como lo fue, se salió a mitad de fun ción porque su alma era un flor ecimiento de
violentara. Disparó sobre los vigías cuando le negaron el paso , llanura sin fin donde un niñ o corriendo se volvía adolescente y
pero como ellos eran más lo fregaron. Una bala astilló su rodilla, luego hombre y después más niños corrían con él y viéndolo
le quedó como naranja reventada. Amanda Zárate, su novia, todo un anciano de inm ensos ojos verdes y una mujer - ella
lloró y se ofreció para cuidarlo, fuera del pueblo claro , donde lo misma- ya vieja pero aún guapa , esperaban junto a una ro-
tumbó el pistoletazo. Don J osé no aceptó, mejor voy yo y ahí saleda y con una gran cesta llena de pan. Ansiosa como ~ra
me quedo hasta que pase la fiebre y nos dejen entrar. Las cura- para todo , le pidió a Crispín la llevara al orfanato de las monjas
ciones que rústicamente hizo don J osé salvaron la pierna de la de Santo Domingo. Estaba cerrado como era de suponerse, toca-
gangrena pero la volvieron tiesa . Mes y medio después Ramón ron , pero la hermana dulce que se asomó por el ventanuco les
salió del pueblo del Sabinal con una pierna end urecida para explicó que no eran horas de visita , qu e volvieran al día siguien -
siempre. Para entonces la tullidora había desaparecido, al meno s te. Nunca volvieron por que al día siguiente Virginia recibió la
no se sabía de algún enfermo reciente, por lo que la vigilancia carta de su marido.
fue relajada y los vecinos de nuevo tuvieron comunicación al
exterior. Ni qu e dudarlo , Dionisia se las sabía de todas, todas, en
problemas de mujer . Al tercer día de cuidar a Carolina junt o al
En verdad Cripín tenía razón al admirar a Virginia, por sobre venero ardiente, la fiebre cedió y podía decirse que estaba en
la preo cupación pero sin olvidarla , ella dirigió los negocios y lo convalescen cia, mu y débil sí, pero casi fuera de peligro. Cosme
hizo bien. Las tres semanas que duró la ausen cia de Agustín la fue por pollos y se qu edaron una semana más para que Carola
mortificaron lo inde cible, pensó en el giro total que había dado estuviera más fuerte. Volvieron a Charco Blanco porque sin ha-
su vida desde que lo conoció y estaba segura que nunca podría bitantes era el lugar más seguro contra la tullidora. Carolina no
ser otra vez la de antes, la actriz y cantante. Lo comprobó una mencionaba a su hijo y los demás no se atr evían a hacerlo, ni tan
noche, harta de no tener noticia alguna le pidió a Crispín la siquiera Cosme. Una mañana muy tempran o, ya en la casa, Coa-
compañara al Teatro de María Valencia. La boletera de pescuez o me fue a ver a su mujer y la encontró con los ojos abiertos y de

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nuevo convertidos en puñitos de agua en mediodía ar diente, la


abra zó y ella le preguntó cuánto hace quc nació nuestro hijo, al
ent erarse que casi el mes, lloró , porque sabía del trato de su ma-
rido con Agustín, ahora su hijo estaba registrad o con otros pa-
drcs. Podría haber pedido que se lo devolvieran, de seguro lo
hu bieran hecho, pero no lo hizo . Toda su vida Carola se pregun·
tar ía por qué dejó las cosas así, nunca encontró respuesta.

TERCER TIEMPO

Cuando don j os é Govea murió , el 10 de agosto de 1904, en


plena canícula , Carlos Nicolás tenía quince años y estaba casti-
gado pasando sus vacaciones de verano en el Sabinal. A don J osé
se le paró el corazón mientras le daba cuerda al reloj inglés que
tenía en la sala, serían las on ce de la noche, recién se hab ía
despedido el nieto para irse a la cama después de una larga
velada. La servidumbre dormía en los cuartos de atrás y com o
era domingo el viejo arrimó el banquito para dar las metódicas
ocho vueltas a las dos cuerdas del reloj . El quinqué se que dó
parpadeando prendido todo el rest o de la no che. Al amanecer,
una de las sirvientas se extrañó de la luz, fue a ver y encontró a
su patrón en el suelo , bien muerto y con un golpanazo bruto en
la cabeza. Todos pensaron que murió po r el golpe, pero no era
verdad, primero se le partió el coraz ón y luego se dio el golpe . A
las ocho de la ma ñana , tan pronto abrieron la oficina del telé-
grafo . Carlos Nicolás puso un t elegrama a SIl S padres. El abuelo
murió vengan pronto.

Desde hac ía seis años , más o menos , Virginia había vuelto a


trabajar en la tienda, dejó dé hacerlo desde el momento en que
recibió en sus brazos al peq ueñ ín que le entregó Primitiva Ve-

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lasco. No hubo necesidad de discutirlo, Agust ín lo ente ndió así. año de la tullidora. Fuero n muchos los q ue quedaron baldados y
Virginia se co nsagró por completo a la crianza de! niño, claro también fuero n muchos los que jamás regresaro n al pueblo,
qu e Primiti va fue de gran ayuda. Tambi én con ella no hub o otro s, de otras part es, los sustitu yeron . Cosme y Nicolasa no
necesidad de aclarar o acordar, sim plemente entró a la casa co- encont raron tr abajadores el primer año , al siguiente vinieron
mo la sirvienta mayor , la de absoluta y t otal confianza. Los unos jorn aleros del ran cho de San Benito y los co nt rataron per-
prim eros dos años del nene, 1890 y 91 , fue ron un remolino manentement e. Cosme se hizo cargo también de la parcela de
dom éstico cargado de problemas pero con muchísimas ilusiones Calaveras, decía qu e co n tierra así a cada minuto daban ganas de
y sueños. Fue cuando constr uyeron su ahora hermosa casa. Los dar gracias a Dios. Colasa se quedó más en su casa, acompa -
dos hermanos, Agust ín y Ramón , decidieron fincar en las afue- ñando a Carolina, porqu e ta rdó semanas en restablecerse com-
ras de Carrizales, en la llanura plana y bonita qu e está hacia el plet ament e. Ent re las dos empezaron a surtir a la tienda de los
norte, contrataron al mismo arq uitecto venido especialme nte Oovea, en Carrizalcs, con un chorizo de puerco de gratísimo
desde San Ant o nio de Béjar, Las dos casas, a cien metros un a de sabor y muy pedido po r la clientela, además del dulce de camote
la otra, eran amplias y bellas, pero mientr as la de Agustín estaba y calabaza. Cada quince dí as iban a las vías del tren a dejar la
exquisit amente decorada , con t apiz de seda en los cuar tos prin- carga de chorizos y dulce. Trabajaban mu cho, hubo un tiempo
cipales, muebles de brocado y mad eras pulidas, la de Ramón -Nicolasa después lo platicaría - en qu c no sé cómo le hacíamos
-casado ya co n Amanda Zára tc- exultaba un inconfundible pero matáb amos marrano dos veces po r semana, Dion isia nos
olor a ranch o : sobre los mu ebles carpetas tejidas y sobre las ayudaba a embutir e! cho rizo en las tripas. Sin tratar el asunto
carpet as cojines bordados, en las ventanas caraco les marinos y entre ellos, la verdad es q ue tant o trabajo era por Carolina, ella
trabando las puerta s tambi én. Cuestión del gusto de las due ñas. era la incitadora, no descansaba ni tan siquiera el domingo. Cos-
Entr e 1891 y 1896 Amanda dio al mund o cuatro hijas exacta- me y su hermana sabían que la causa era el hijo perdido y
ment e iguales a ella, dab an la imp resión de ser la madre pero en quería n ayu darla a olvidar actuando co mo ella, lo peo r es llue
escala enana. To das tenían pacíficio y vacu no aire de señora no se podía hablar sob re la cuestió n, Carola no lo permi tía y si
simple, mano s regord eta s cruzadas adelant e o atrás, necesidad de se insist ía abandonaba e! sitio y se iba a regar las mat as o a dar
formar parte de una manada y con dos dedos de frente , eso sí , de comer a los pollos. Dionisia presentía que algo gordo iba a
absolu tamente bondadosas y acomedidas. A Ramón e! matri- estallar de pro nto y discretam ente le dijo a Nicolasa que la
monio , físicamente, le sentó muy bien, si antes era apues to, llamara en cuanto notara algún cambio violento en la con ducta
aho ra, con unos cuantos kilos sob re e! huesaje ante rior, resul- de Carola. Afortunadamente la anciana estaba presente cuando
taba impa ctante. Las predicciones de Virginia se cump liero n, a sucedió, tan imprevis tamente co mo un calambre en la rodilla.
los tr es años de casado , Ram ón le puso casa a una cup letera Nicolasa y Dionisia estaban embutiendo chorizo y Carolina an-
cubana llamada Sara Lirio, claro que guardó las apari encias, pu- daba trajinando también por ahí, para entretenerse Colasa can-
so la casa en Carrizalejo, del otro lado del río y nun ca se presen- taba la tonada que dice varsovia na, varsoviana, quién te trajo
taba co n ella en Carrizales. To dos lo sabían, era de! dominio aqu í. Como no se sabía la letr a completa repitió varias veces
públi co , inclusive Amanda lo sab ía, pero , mien tras Ram ón guar- comadre Juana vamos a bailar, con este hijo patas de sillar, y
dara la forma ant e las gent es y no faltara cosa alguna en su casa sácatelas, suce dió, la reacció n de Caro la les cayó a las dos como
legal, lo demás no importaba, eran simples travesuras. machete. Enloqueció, sencillamente enloqueció, ella y Agust ín
se parecían en eso, tardaban en perder la serenidad pero cuando
Charco Blanco tardó tiempo en repo nerse de los estragos de lo hacían to do lo tr astocaban . Tumbó la gran cacerola con cho-
la peste , el afio de 1889 sería recordado en la región como e! rizo, bat ió las ristras ya llenas en el suelo, pat eando y gritando

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(Iue por qué lo hacen si saben qu e no duermo por estar piense y hacer e! viaje, les escribió diciéndoles que mientras no fuera n no
piense, y los gritos y la violencia aumentaban a cada segundo iba a dedicar la casa a Dios. Cosme y Carola aceptaron pasar una
pero Dionisia ya estaba preparada y al decir tre s le volcó encima semana en Carrizales y Virginia se preparó para recibirlos so-
un balde dc agua y luego otro y otro. Siete golpes de agua fría berbiamente: Ca~a noche tendrían cena con distintos y encum-
recibió Carolina , e! último ya sentada en el suelo , asusta da y brados matnmomos de ambos lados de! río, además un altero de
llorosa. Dionisia la cubrió con una manta y le ayud ó a levan- blancas telas y dos modistas esperaban a Carolina para hacerle
tarse, entonces lloró y lloró , ent reco rtándose e! aliento hab laba cuanto quisiera. Agustín tenía preparada una sorpresa para la
de la ilusión por su pequeñ o, de lo que había hecho para él y pequeña Emilia, el compromiso de regalarle una gran perla cada
luego me quedo sin nada y no lo puedo pedir porque Agustín se año, hasta que cumpliera veintiuno. Ramón organizó una velada
arriesgó por nosotros y por e! niño y además porque Virginia no nocturna para señores. Al llegar de la Estación, en la entrada de
puede tener niños y ellos lo deseaban mucho y porque "si me l~_ casa estab~ ~~itiva,..fue presentada y se hizo cargo de la
hubiera qu edado tullida no lo reclamar ía , sólo porque estoy mna, luego Virginia les dijo qu e la acompañaran a ver la casa. En
bien lo quiero, soy una convenenciera lo sé, pero quiero a mi eso estaban cuando un niñito de ojos aguardientosos pulcra-
niño. Dionisia la dejó desahogars e, con los ojos le pidió a Nico- mente vestido de blanco desd e los zapatos hasta el so~brerito
lasa que las dejara solas y entonces la anciana habló y le dijo que j~ó la falda de Carolina y dándole una flor blanca balbuceó par~
lo hecho, hecho estaba, pero que el futuro era de ella y tocán- mi verdadera mamá. Ella lo besó y lo abrazó, lo hizo caminar de
dole el vientre eres joven y estás sana, pued es tener todos los aquí p~a allá y lo volvió a besar. Cosme también lo cargó pero
hijos que qui eras, piensa que tu prim ogénito es la alegría de ot ra no pudieron seguir porque Primitiva avisó qu e el almuerzo esta-
casa donde lo quieren más que si fuera propio , deja el pasado a ría e? teinta minutos y que si los señores querían asearse y
Dios y haz que tu amor se adueñe de! futuro , yo 110 tuve hijos cambiarse de ropa, las maletas ya estaban en su recámara . El
Carolina , pero si alguna mujer me hubiera dado e! suyo , cada niño se soltó para tomar la mano de Virgnia y Carolina com-
noche pediría por ella, agradecida por la felicidad, ilusióna te de prendió que es más madre la que cría qu e la que pare. De
nuevo, permite a Cosme compartir tu cama, sí, no te alarmes, él regreso a Ch.~rco Blanco , cargados de regalos, ella le dijo a C~s­
no ha dicho nada pero yo lo sé porque te mira con hambre y me qU,e ~u hijo tema buenos y verdaderos pad res y en ese instan-
porque todo e! pueblo oye que tu marido parte leña a deshoras te, qUlzas por verle el levísimo encrispamiento de manos Carola
de la noche , déjate querer y quiere, inténtalo al menos y si pensó que jamás se había percatado de! dolor de su marido, de!
después sigues sintiéndote amarga , vayan a Carrizales por tu dolor de padre de su marido y enmudeció, se sumió en un
hijo, aunque te lo tengas que robar. pa.ntano, de ?ontrita pesadumbre. Egoísta, sólo yo contaba, sólo
Carolina y Cosme fueron a Carrizales pero hasta dos años mi sufnr, solo mi angustia , no tenía ojos para otra cosa. Esa
después , en 1892, para entonces eran padres de nu evo, esta vez noche, ya el; la blan ca casa, por sobre el cansancio del viaje
de una hermosa niña a la que pusieron el nombre de Emilia. Carola est renó vestido y le pidió a Cosme que la llevara a com-
Carlos Nicolás tenía tres años , los mismos qu e tenían sin verse templar la luna y reviviendo su eonfianza de novia se metió
Agustín y Virginia con Carola , se hab ían escrit o bast ante y hasta el corazón del corazón de su marido , y para él, el peso del
cuando la boda de Ramón , a mediados de 1890 , última vez que pasado fue menor, y para ella, un futuro diferente comenzaba.
se reunió la familia, Carolina se sentía demasiado mal como para
ir y Cosme asistió sin ella. Virginia fue a la estación de Carrizales Ninguno de los tres hijos estuvo presente en e! entierro de don
a recibirlos, sola en carruaje abierto, recién acababan de ocupar Jos~ Govea, no alcanzaron a llegar. Resulta que con el calorón
la nueva casa y con ese pretexto ella prác ticamente los obligó a camcular zumbando hasta en los rincones, desde mediodía el

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cuerpo emp ezó a a hincharse y a media tarde mejor cerraron el Carola y Cosme. Desde la noche qu e llegaron y aún desd e antes,
ataúd porque nubes de moscas gordas rebotaban fascinadas alre- desde que supieron lo del castigo, en ellos acabó la incertidum-
dedor. A las cinco le dijeron a Carlos Nicolás que había q ue bre y vivió la seguridad del mal camino qu e su hijo había to-
ent errar a su abuelo porque si no tronaba y lo enterraron, al mado. Carlos Nicolás los llamaba mamá Carolina y papá Cosme,
cuarto para las seis la tierra recibió el cuerpo. Abajo , lo negro pero eso significaba nada . Por otra parte los padres verdad eros,
del pozo daba la sensación de frescura , arriba, el sol abofeteaba pero ausent es, no tenían por qu é recibir otra cosa. Como qui era
las nucas y el sudor corría, silenciosamente. De regreso, el niet o, les dol ía el sesgo de su prim ogénito. Al décimo día los de Carri-
mientras esculcaba la cómoda del difunto, pensaba con alegría zales se fueron en el tren , Cosme partió a Charco Blanco y
q ue jamás tendría que volver al maldito Sabinal. Esa noc he, Carolina se quedó dos semanas más para cerrar la casa y dejarla
Bias, el del tendajo, se enteró que Carlos Nicolás de nuevo esta- encargada con una de las sirvientas.
ba en el billar, apostando. Ese muchacho creció torcido, pensó,
le falt aron cintarazos. En 1900 , año del cambi o de siglo , María Valencia decidió
retirarse del negocio del espectáculo y puso en venta su teatro,
Cosme y su mujer llegaron al Sabin al bien entrada la noche, con cart ones, escenografías y hasta co n la boletera del pescu ezo
sin sus dos hijos y como siempre, Carola salina en blancuras. Los de gallina. Por supuesto, fue Ramón quien lo compró. Ya con el
allegados no lo tomaron a mal porque la conocían bien y hubo dinero doña María se fue a morir a su tierra natal. El teatro fue
quien recordara qu e cuando murió la madre, hacía ya veinti- una inversión en la cual Agustín no estaba de acuerdo, porque
cinco años, también fue igual, guardó clluto no saliendo, pero aun cuando los dos tenían negocios cada uno por su lado , ind is-
vestida de blanco. A media mañana del día siguiente, forma ndo cutiblemente el financiero era él. Agustín prácticamente apu n-
un grupo compacto y por demá s elegantemente vestido, llegaron taba toda su energía al co mercio de abarrote al mayorco y me-
Agustín y Virginia , Ramón, Amanda y sus cuatro hijas. Ya que nudeo , Ramón traficaba ademá s con ganado , bienes raíces y
ninguno alcanzó a llegar a tiempo para el entierro, todos se ahora co n el espectáculo. Ambos eran ricos, muy ricos, hacía
quedaron los nueve días del rosario, nueve días que fueron los veinte años de su llegada a Carrizales, -con diez monedas de oro
últimos qu e la familia complet a se reunió, ellos no lo sabían prest adas y mucha sed- ahora, entre los ocho más poderosos,
pero jamás nunca volvería a suceder. Fue leído el t estamento, ellos eran importantes. Ramón se ufanaba en serlo y era escan-
las propiedades y pertenencias del difunto serían divididas en daloso y aún pend enciero. Agustín, en cambio, co n su tranquila
cuatro partes, tres para cada uno de los hijos y la cuarta entre parsimonia, perforaba con los verdes ojos y daba el zarpaz o en el
los nietos. Agustín y Virginia. decidieron ceder su parte a Caro- momento justo. Cada uno en su estilo había hecho fortuna pero
lina, Ramón no pudo porque Amanda se alteró con la simple los dos t enían deficiencias complementarias. Agust ín, gracias a
idea, si por ella fuera se quedaría con la casa entera. Virginia lc Virginia, traía jardines en el alma pero su cuerpo sufría ind eci-
dijo que la posición de ambas era la misma , qu e más le valí a no blementc el tormento de la cspo ndilit is. Día co n día se doblaba
mostrar excesiva ambición y Amanda se calló porque le tenía más, los braz os le colgaban y t enía qu e adoptar curva posición
miedo. Agust ín y Ramón concluyeron en dejar casa y muebles a para ver a los ojos. Ramón, en cambio, tenía fuerza de mezqu it e
Carolina y del resto hacer dos partes, una para Ramón y la otra y figura muy atractiva, por pose y con el pretexto de la pierna
para los siete nietos, pero Carlos Nicolás, con impertinent e in- tiesa, usaba bastón con puño de plata maciza, daba la impresión
tromisión, dijo que los nietos eran ocho porque él valía por dos, de ser la imagen misma de la fortuna, sólo que su éxito social y
como hijo de Carola y como hijastro de Agustín. Excep tuando sexual eran más un intento por encontrar la felicidad que un
Ramón, la broma no causó risa pero sí dejo un amargo sabor en producto, trataba de hallar afuera la solución que por dentro no

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tenía. En cu-anto a los hijos, Ramón estaba co ntento con las de que su hijo estaba sacando dinero de la caja central qu e
suyas, pero no ocultab a el deseo de tener un varó n de su carne, Agustí n tenía en la oficina. De momento Virginia montó en
un varón que jamás te ndría, ni den tro ni fuera del matrimon io. cólera contra Crispín, pero rápida en dedu ccion es, inmedia-
Sus hijas se llamaban Amanda , Josefina, Guadalupe y Teresa. tamente hilvanó pequ eñas y al par ecer inocentes tra vesuras de su
Agustín, por su lado , sabiendo que su amada Virginia era estéril, hijastro. Le tendieron una trampa y lógico, Carlos Nicolás cayó.
adop tó con dogmáti co sentid o paternal al hijo de su hermana, lo Agust ín le puso una seria regañada y Virginia también, pero , sin
cuidaba más allá de lo ind ecible pensando qu e sólo así podía pensar en lo grave del asunto , qu edaron en olvidarlo todo. A
retribuír a su verdadero padr e, por eso jamás permitió qu e Car- partir de ento nces Carlos Nicolás no volvió a tomar din ero de
los Nicolás se int eresara en los negocios. La vida del most rador sus padre~ porque ya no lo necesitó, su tío le daría lo que quisie -
es para esclavos y tienes qu e ser ruín para salir adelante - co- ra SI sabia apro vechar el momento. Y vaya si lo aprove chó . A
mentaba Agust ín con Virginia-, si Dios puso al muchacho en mitad de una borrachera -siempre diurna po rque Ramón, respe-
nuestras vidas, lo hizo para q ue en él se cumpla lo que en tando la decencia , nun ca falt aba a dormir a su casa-, cuando
nosotro s no fue. Virginia, totalm ent e de acuerdo con su marido, por seguridad el sobrino se hacía cargo de la carte ra del tío, el
insitió tambi én en retirar a su hijo adoptivo del comereio. Que- monto de las cuent as aum entaba gen erosam ent e sin que nadi e lo
rían para él una profesión ind ependiente, prestigio y como- recordara despu és porque ni el mismo du eño sabía cuanto dine-
didad , pero Carlos Nicolás mal estudió la primaria, cuando la ro tra ía. En realidad , si Ramón se hubiera ente rado de las ex-
termin ó decidieron inte rnarlo en un colegio jesu ít a de San An- traccio.nes, se habría ~nolestado no tanto por el dinero sino por
to nio de Béjar, pero se escapó , y en el cuarto intento por inscri- el destino qu e su sobrino le daba, porque si bien él era licencioso
birlo los religiosos no lo aceptaron. Optaron entonces por met er- en su. vida, co ~ las personas cercanas a su co razón era mu y
lo en una academia militar del nor t e de Texas llevando el estig- moralista y pun tano, de hecho, cuando suce dió lo qu e sucedió
ma de indiscip linado . Un año estu vo nada más porque tai- Ramón se sentía verdaderamente inocente, porque una cosa era
madam ente y en reb eldía, Carlos Nicolás se declaró francame nt e gastar el dinero en vino y mujeres y otra muy distinta perderlo
idiota . No es cuestión de obediencia o de poca docilidad, pen- torpemente .e~ ju egos y apuestas. Carlos Nicolás era jugador.
saban los directivos, es q ue el mu chacho es retrasado mental. Est aba condicionado para serlo. Desde muy pequeño se met ió
Con otras palabras pero qu e decían lo mismo, comunicaro n su en el,amor de la suerte y se metió porque Virginia, sin maldad, lo
parecer a los padrastros. De nu evo en Carrizales, Agust ín y Vir- educo en base a puras apuestas. Madre e hijo competían apo s-
ginia se dispusieron a meterlo en cintura, pero Carlos Nicolás ni tand? para todo; para ver quién se tomaba la sopa o qui én se
se inm utaba con los supuesto s castigos y fue ento nces cuando comra las verduras, para bañarse todo s los días , para qu edarse
creció la relación que vino a romper lo poco bueno qu e podían dormido más pronto o para no ensuciar la ropa y apar ecer siem-
haberle hecho. Resulta qu e Ramó n, co n su dobl e vida y puras pre co mo un caballerito. Era un juego educativo muy certero,
hijas, sentía verdadera necesidad de un comp inch e incondicional sólo qu e el niñ o aprendía co n tal de ganar la apu esta , pun tual-
que solapara y aplaudiera sus inmoralidades, no batalló mucho mente pagada por Virginia -siempre perdía- en contantes y
para encontrar en el sobrino la tierra que buscaba. Hipócri- son~ntes monedas. Cuando Carlos Nicolás creció y fue a la pri-
tamente y a escondidas, tío y sobrino cult ivaron una amistad de man a, las apu estas dom ésticas continu aro n y con las qu e ganaba
licencia , de fiesta. Sólo cuando Ramón andaba de parranda soli- en casa pagaba las qu e perd ía en el colegio. A los catorce años
citaba o buscaba la compañía de Carlos Nicolás, siempre a es- est~~a entrega~o y aU,n ~uando en peq ueña escala, sentía ya la
paldas de Agustín y Virginia, quienes no se dieron cuenta sino ~aslOn qu e sena lo mas Importante en su vida y la única y par a
hasta que fue demasiado tarde. Primero se ente raro n por Crispín el absoluta fuente de placer. Quizás en ese momento algo pu-

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diera habers e hecho para evitarlo, pero no se hizo y en una de dijo un momento, cerró de nuevo y fue a buscar a Virginia. Los
tan tas parrandas de Ramón, un cantinero del Salón América homb res no querían hablar con ella, querían tratar directamente
llevó a Carlos Nicolás al palenque que funcionaba en las afueras con Agustín, pero él no está en casa, está con Ramón . Hacia allá
de Carrizalejo, en la orilla mexicana del Río Gordo. se fué la docena completa. Virginia subió a buscar a Carlos
Nicolás a su cuarto pero no lo encontró, entonces ella y Primi-
Dos años después del nacimiento de la pequeña Emilia -toda tiva tomaron por el atajo de los establos y llegaron en el momen-
su vida llevaría el mote de pequeña porque físicamente lo era- to en que Agustín se enfrentaba con el grupo. No lo podían
nació Joaquín, tercero y último de los hijos de Cosme Villarreal creer pero ahí estaba la evidencia, personificada y con testigos.
y Carolina Govea. Mientras que Emilia desde niña dió clara mues- Carlos Nicolás había perdido en los gallos cincuenta pesos oro.
tra de ser laberíntica y alburera como su tía Nicolasa, Joaquín Los hombres no sabían donde estaba el chamaco , pero las deu-
creció delgado como su padre pero juguetón y alborotador co- das de juego son deudas de juego, vociferaban como si acabaran
mo su tío Ramón. Ambos medraron con el afecto simple de sus de descubrir el agua de la vida eterna. Agustín les firmó una
padres, el hechizo de los cuentos de Colasa y la generosa y vieja letra pagadera al día siguiente en la oficina central de la Govea
sabiduría de Dionisia . Cosme siguió cultivando sus tierras, nun ca Brothers. Los hombres se fueron y con ellos Ramón, él sí sabía
llegó a tene r la fortuna de sus cuñados, pero sí lo suficiente para donde estaba en ese instante Carlos Nicolás. Lo encontró platican-
una holgada vida en pueblo chico . La parcela de las Calaveras do con Sara Lirio, en la casa de ella, bajo la palma datilera que
daba los mejores rendimientos de la región, rendimientos que está en el patio. No lo regañó , no tenía cara para hacerlo , en si-
Nicolasa -la dueña- jamás reclamó porque no le interesaba el lencio lo llevó hasta la casa de Agustín y ahí lo dejó sin dar expli-
dinero. A ella le importaba trabajar, eso sí, pero por el gusto de cación alguna. Agustín estaba profundamente triste y fue Virginia
hacerlo y no por el beneficio. Para cuando murió el padre de quien encaró la situación. La discusión comenzó bien pero la
Carolina , Colasa ya estaba prácticamente ciega, no ciega en obs- pasividad hipócrita de Carlos Nicol ás rompió la cordura y enton-
curidades sino en nublazones, veía claridades pero ningún objeto ces ella dijo cosas que nunca debía haber dicho, cosas de su
se le perfilaba, la catarata había ido cubriendo poco a poco las origen, de los sacrificios hechos por su padrastro para salvarle la
figuras bañándolo todo en celestes resplandores. Virginia le es- vida, de que ahora sería un ran chero sin fortuna si ellos no lo
cribió varias veces incitándola a que se operara, le decía que recogen y que el pago que ellos recibían eran sapos y lagartijas si
tenía fuer za y dinero para hacerlo, pero Colasa nunca aceptó. no es que mierda y que así mejor se fuera lejos y no volviera
En realidad a Virginia lo que más le dolía era perder el estupendo nunca. El chico no contestó nada , es más, lo único que le cam-
negocio del jarabe, porque Nicolasa se negó a producirlo y Dio- bió fue la luz de los ojos, cosa demasiado sutil como para que
nisia, la única que podía seguir la complicada fórmula, ya estab a Virginia, enojada hasta no más, lo notase. Aún tenían autoridad
muy vieja para ilusionarse por cosas así. Virginia empezó a falsi- sobre él por eso Agustín dispuso que en castigo pasaría todo el
ficar la emulsión pero muy poco duró en venta, los frascos se verano en el Sabinal, Dos días después Carlos Nicolás llegó a
fueron empolvando en los estantes hasta el día en que tiró tod os casa de su abuelo acompañado por Crispín, en una carta Agustín
a la basura y se resignó a no ganar lo que antes ganaba con tanta explicaba a su padre lo sucedido, le pedía que aconsejara al nie-
facilidad. to y tratara de corregirlo, en especial le suplicaba que el mucha-
cho no saliera de casa después de la puesta del sol y por supues-
Una noche de mayo de 1904, una docena de hombres, med io to , que no le diera moneda alguna. En agosto falleció el viejo,
borrachos y envalentonados porque andaban juntos, tocaron a la engañado por la docilidad del nieto murió creyendo que algo
casa de Agustín. Abrió la puerta Primitiva Velazco, los oyó, les bueno había hecho, nunca supo - ni imaginó- que Carlos

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Nicolás, brincando las bardas de atrás, se iba todas las noches a demasiado hinchado como para ignorarlo. Por eso optó por se-
los billares del pueblo. Exactamente dos meses después el mu- guir el sendero del desvelo, de la necedad rústica y terca de una
chacho huyó hacia el norte, tomó el tren que se hunde profun- vaca atravesada en el camino. Virginia , embrutecida por el dobl e
do en Estados Unidos. Se llevó una cartera con dólares, veinte trancazo del hijastro y del marido y empeorada después por la
monedas de oro, una petaca grande con mucha ropa y medalli- agonía de esperar siempre alguna noticia, terminó atolondrada y
tas, pulseras y zarcillos que sustrajo del cajón donde Virginia casi inútil para todo, iba al negocio como mensa y porque Ra-
guardaba las prendas de su negocio de préstamos. món la presionaba, se movía mucho pero nada hacía. Entonces
A la muerte de don José, Joaquín y Emilia tenían diez y sí a Ramón se le acabaron las tardes de parranda y los mediodías
doce años, su infancia feliz en Charco Blanco sólo había sido calent ur ientos en casa de Sara Lirio, tuvo que duplicarse para
interrumpida por días más felices pasados en Carrizales, visi- contr olar la Govea Brothers tratando de perder lo mínimo. Co-
tando a sus primas, las hijas de Ramón , y a su hermano, con mo quiera perdieron porque el cerebro financiero de Agustín él
quien nunca los unió un verdadero afecto. La noticia de la huída no lo tenía. Intentó, por todos los medios sacar a su hermano
de Carlos Nicolás la trajo personalmente Ramón. Maldijo todo el del mosquero en el que estaba , pero él mejor que nadie sabía
camino pero sólo él podía hacerlo porque Agustín estaba muy que sólo el tiempo -quizás- arreglaría las cosas.
mal y era un asunto que no debían dejar en manos de Crispín.
En el instante en que Ramón entraba en Charco Blanco,
Agustín se derrumbó. El terregal que levantó no tan solo Nicolasa por poco se revienta un ojo. Ya le habían dicho que así
cubrió a Virginia sino alcanzó también a Ramón y a su familia. como estaba - cegatona- no debía manejarse por entre los rosa-
Los negocios se vieron fuertemente afectados por más de dos les como antes lo hacía, pero ella no entendía y esa tarde una
años, mismos que duró la infructuosa pesquisa. Virginia gastó espina del rosal que cultivaba en memoria de su difunto her-
dinerales enviando a muchísimos periódicos la foto de Carlos mano Romualdo, le desgarró el párpado inferior izquierdo. Des-
Nicolás para que fuese publicada. Recibieron docenas de res- de el tiempo de la fiebre tullidora Dionisia habíase cambiado a
puestas, Crispín anduvo de un lado a otro investigándolas, gra- casa de Nicolasa, le estaba auxiliando la herida con leche de la
cias a eso la enorme suma de dinero ofrecida como recompensa siempreviva conocida con el nombre de oreja de burro, cuando
no fue cobrada. Todas las pistas resultaron falsas. Lo más de- vió llegar a Ramón a casa de Carolina, no hizo comentarios para
sesperante era la total ausencia de Agustín, vivía ido, sin salir de que Colasa no se moviera , pero como quiera se movió porque
su recámara. En un principio el dolor de Virginia fue igual, pero Emilia y Joaquín gritaron a toda voz. Rato después, ocupadas
a las tres semanas lo cambió por el aturdimiento de planea r con las compresas de agua llovediza , Nicolasa dijo que la visita
organizadamente la búsqueda. Agustín no se recuperó, jamás lo primero y el sigilo seguido le sabían a hierro sucio, a machete
haría totalmente. La lucidez de su mente no alcanzaba a com- oxidado. Algo malo pasó, Dionisia, algo feo. De casa de Cosme
prender los porqués de su hijastro , que por otro lado no eran salía un silencio detenido, como sonido de campana sorda, se
demasiado complejos. Carlos Nicolás se fue simplemente porque veía pero no se oía. Ramón se quedó tan solo lo que tardó en
quería libertad, libertad que a sus ojos no podía tener en Carri- comunicar lo pasado , ni tan siquiera pasó a saludarlas , por eso
zales, pero ello nada tenía que ver con el cariño hacia sus pa- Nicolasa y Dionisia, contra su costu mbre de discreción absoluta,
drastros, que si bien tibio, era su única forma de quererlos. fueron a ver a Carolina sin ser llamadas. Estaba sentada en el
Lo que Agustín no quería admitir y que sin embargo fue la banco de h máquina de coser, frente a la ventana que mira a la
auténtica causa de su derrumbe, era el sentimiento de habe r sombra del nogal, Cosme no había llegado aún de la parcela ,
fracasado . Se sentía inútil, el corazón le estorbaba pero lo traía tampoco Joaquín y Emilia, quienes fueron enviados a llamarle.

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Carolina les dijo Carlos Nicolás huyó, huyó hace quince dí as aperos de labranza, pasand o por el batido de huevos y oporto
hacia el norte, huyó llevándose con él la salud de Agustín y el ca- llevado con extrema puntualidad a las seis treinta de la maiiana
riño de Virginia, dice Ramón que están muy mal, los dos, y que y el té de flores de bugambilia para la tos de un viejito asmátic o.
mucho les ayudaríamos si los visitamos o les enviamos una cart a. Todo lo debían hacer con eficiencia y simpatía, claro qu e había
Cuando Cosme llegó, le dijo lo mismo y él se fue a caminar sin algunas excepciones, verbalmente aclaradas por el Capitán y en
decir palabra, volvió cerrada la noche. Carolina lo esperaba en la las cuales, por tratarse de prestación de servicios de estricto
tranca de la barda de afuera. carácter personal, su realización o no dep endían de las ganas o
del pago, dependiendo de la disposición de cada chico. Carlos
Hasta Louisiana llegó Carlos Nicolás, a Nueva Orleans. Para Nicolás estaba como hecho a la medida para el trabajo de chico
entonces tenía prácticamente lo que traía puesto, la maleta se le de barco. Físi camente era espigado como su padre y con los ojos
extravió entre Belton y Waco y las monedas y dólares los fue del mismo tono aguardientoso, pero su mirada era la de Caroli-
gastando sin ton ni son . Al llegar, guiado por el olfato avent u- na, puñito de agua en mediodía ardien te. Además, al fin criado
rero, se situó en el puerto fluvial, de donde partían los barcos por Virginia, tenía un aire de dist inción teatral. Saludaba jun-
grandes, como pastelotes de varios pisos, y decorados igual. Los tando las piernas , inclinando el tors o y mirando con sonrisa a los
barcos aquellos iban y venían sobre las aguas del río con seren i- ojos. Las muchas veces que actuó como caballerito para ganar
dad sosegada, habían sido diseñados imitando el cuerpo de los una apuesta a su madrasta, ahora le sirvieron enormidades, por-
gansos, pechugones y con anch o trasero, pero también com o que éso era, un fino y acomedido cahallerito que aun entre
queriendo poner sobre el río copias oropeladas de las casonas el calor húmedo y con veinte apuradas vueltas de una cubierta a
que se veían a lo largo de las riberas. Tenían varias cubiertas con otra, no perdía el soplo de fresca y elegante apari encia. El suel-
camarotes, comedores, salas, salón de juego, cantina, terraza pa- do que pagaban por el trabajo no era much o, en realidad una
ra el sol y hasta enredaderas de lilas, varios pianos y capilla. Cada miseria, pero lo que sí era mucho -de ahí el corto sucldo-- era
barco era como un hotel, con nómina de empleados, de obreros, la cantidad de propinas qu e recibían , mínimo diez veces más
cocinero mayor, músicos, cantineros y chicos comodines que ser- que el sueldo nominal. Algunos chicos se distinguían en este
vían para muchas cosas. Los requisitos para ser uno de ellos -chi- sentido. Entre los compañeros de Carlos Nicolás, en el primer
co de barco- eran clase, discreción y gracia, porque tanto podían barco en el que trabaj ó, - por otro lado no era el mejor ni el más
acompa ñar. a una dama invernal del comedor a las cubiertas, grande, a ése llegaría dos años después- figuraba un negrito de
como ser mensajeros de recados de urgencia nocturna y canicu- ojos azules que bat ía a todos en cuanto a la cantidad de pro·
lar. En cada barco había entre seis y una docena de estos chicos, pinas que recibía. Tenía el irra cional nombre de Eclesiastés,
era tan importante su silente oficio que las compañías extre- pero por relación y facilidad le llamaban Salomón. Había nacido
maban los cuidados para contratarlos. No pocos escándalos y ahí, en Nueva Orleans y era hijo de un escultural negro y de una
aun crímenes se habían cometido por la indiscreción de algún rubia prostituta holandesa con ojos de crista l de murano que le
mozo irresponsable. En cierto sentido ellos eran el punto de daban la apariencia de pájara exótica. Ella murió de fiebre pa-
seguridad doméstica para los viajeros. Por su juventud yapa- lúdi ca cuando Salomón te nía dos años y llevaba .él nombre de
rente lejanía del círculo social de los usuarios, eran ideales para Willhelm, entonces su padre, aún amante de planta, se lo llevó a
satisfacer las manías y caprichos más disparatados y corridos. Des- su plant ío de origen, muy lejos por uno de los ramales del río, y
de colocar un cordón en el camarote para que las solteronas col- fue la abuela, negra con cabellos de fibr a de vidrio nacida escla-
garan ahí los encajes de calzones y refajos recien lavados, hasta va, la que lo bautizó y registró como Eclesiastés, en el colmo de
abrocharle los botines a un panzón millonario comerciante en su fanatismo religioso. Carlos Nicolás estaba totalmente libre del

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esp m tu de raza qu e todos los blancos tenían por ahí, para él destino, bu eno o malo, y están libres de culpa porque lo entre-
Salomón no tan solo era digno de ser su amigo , sino era el único garon por e! amor qu e le tenían , qu ería n librarlo de una mu ert e
que podía serlo . Ambos hablaban co n acento rústi co el inglés, segura. Si despu és result ó 'Iue no Y luego fue demasiado t arde
ambos -claro que mu cho más Salomón- eran tratados en el para volver los pasos, Dios sabe q ue han pagado todo s estos años
mejor de los casos como sirvientes de confianza, pero nunca con ansiedad y zozobra. Lo ún ico qu e qu eda es pedirl e a El por
como iguales. Ninguno de los dos podía ocultar su origen , uno e! muchacho, lo qu e tiene qu e ser no puede evitarse.
por e! color y el otro por los modales y acento hispano, y para
los que usaban los bar cos eso signifi caba raza inferior. Aun entre Hasta con cartomancianas acudió Virginia en su int ento
los mismos compañeros, desde e! Capitán hasta las calderas, con implacable por saber noti cias de Carlos Nicolás. Era como si
excepción de algunos negros y do s chinos del guardarropa, se todo se hubiera relativizad o y lo único impo rt ante fuera la au-
notaba la diferenciación. Salomó n había sido educado para vivir sencia de su hijastro . Ramón se equ ivocó al creer qu e una carta
así, pero Carlos Nicolás no, es más, en su tier ra el estaba po r de Cosme y Carola podía ayudar, no sirvió para cosa alguna. Po r
encima de mu chos, pero la libertad tenía su precio y por lo más de un año Virginia siguió co mo si trajera e! alma parada en
pronto t enía qu e pagarlo. La ínt ima relación ent re los dos sur gió la cuerda para secar la ropa , en const ante bailo teo de ojos y
porque un día a Salomó n le robaron - mientras se bañaba - todo bailot eo de pensamientos. Veía sin observar y oía sin escuchar,
el din ero de las propinas qu e guardaba en su cinto , ya para pendiente en la mañana de! periódico, a mediodía del correo y
ento nces Carlos Nicolás era lugar en la rue da de ju ego que se por la tar de del telégra fo, pendie nte también de cadc cliente no
organizaba en la pro fun didad de los cam arotes de servicio cada por aten derle sino para preguntarle sobre el desapar ecido. Sus
qu e t enían un mom ent o libre. Salomón no podía darse cuenta act itudes fueron aumentando en color hasta el punto en qu e
porqu e no era jugador -nunca lo serí a- pero Carlos Nicolás, Crispín pensó 'Iue se est aba volviendo loca. Quizás - casi seguro,
dos no ches despu és del robo qu e lo dejó indife rente, notó qu e por lo que sucedió después- Virginia deseara la presencia de
un mesero , siempre deudor, ahora ju gaba con mucha desen- Carlos Nicolás no tanto por el cariño hacia él sino porque creía
voltura. No exte mó su sospecha pero por dentro sintió una que no había otra forma de devolver la vida y actividad a su
indignación tal , por otro lado to talmente desusada en él, qu e se marido. Esto lo reco nocía en público en nivel inferior a su senti-
juró qu e si ganaba esa noche, devolverí a íntegro e! dinero a mient o de madre preo cupa da, pero no era así , en ella se gestaba
Salomón. Y ganó , sea por lo que fuese pero ganó, a todos los una pro funda aversió n por el hijastro , aversión quc ten ía su
qu e se sentaron les vació los bolsillos y hasta se q ue dó con vales origen en el daño qu e por su culpa Agust ín resentía. To do que-
firmad os. A la mañana, delant e del mesero y de algunos otros, dó confirmado por la forma en que salió del berenjen al, casi
Carlos Nicolás le dio a Salomó n dos tercios de lo que había gana- milagrosamente, en unas cuantas horas en las que por fin su
do, le dijo lo del agua al agua, seguro esta ba qu e no po día n culpar- marido tomó las riendas del carro y la llevó de paseo a! valle del
lo del robo porque cuando sucedió él estab a boleando las botas en placer por amor. Porque el remedio llegó po r donde menos lo
el camerín del Capitán. Salomó n le llevó esa ta rd e una bols ita de esperaban, llegó del caracol peludo de ojos verdes qu e por esos
choco lates qu e una muj er fra ncesa le obseq uió por encontrarle días era lo qu e qu edaba de Agust ín . Por meses todos a una
un pendiente qu e se le había extraviado. Así empezó una amis- int entaron sacarlo de su mutismo , de su apatía de vaca. Incluso
tad de poco más de veinticinco año s. las hijas de Amanda , y Amanda misma, acudieron de bufo nas y
con plat os de postres y buñ uelos. La familia cerrr ó filas y todos,
Como se los dijo Dionisia la mañana siguiente: al ent regar ese según sus fuerzas, tiraro n de la cuerda para sacar de! pantano al
niño ust edes perdiero n para siempre la respo nsabilidad de su tío Agustí n. Pero fue inútil, inútiles las canciones de Josefina y

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la guitarra de Guadalupe, inútiles las tra vesuras de la dul ce pareja en una sola carn e, imaginó mas o menos por don de an-
Teresa. Ni Ramón ni Amanda, ni sus cuat ro hijas, ni Crispín daba la cosa, Crisp ín comentó que ya era hora porque los nego-
lograron algo. Fue el amor qu e Agustín sent ía por su mujer lo cios iban de mal en peor . '
q ue devolvió la luz.
Una mañana como a las onc e, Virginia entró a la recámara y Sara Lirio ya no quería estar con Ramón. Básicamente por-
tomando las manos a su marido le dijo ahora sí de seguro regre- que un día al ir de compras un ferrocarril ero mexicano la siguió
sa, mand é publicar en treinta periódicos qu e el mes qu e entra es y la abord ó con impertinencia. A los dos día s volvió y estuvo
tu cumpleaños y que lo esperamos a cenar. Ella siempre le par- parado en la esquina toda la tarde, a los siguientes dos días hizo
ticipaba de cualquier proy ecto y logro en la pesqui sa, pero Agus- lo mismo y así estuvo mes y medio, cada par de días se qu edaba
tín ni parpadeaba , ausente ete rnizado en el zancudal de su río la tarde en estoica corte de amor. Sara supo - por las rápi das
de frustración . Pero aqu ella mañana fue distinto , no puso aten- visitas qu e Ramón le hacía y además porque esas cosas no se
ción a lo qu e le decía, pero ahora no lo hizo por el zumbido de pueden despistar- qu e el hombre aqu el, aun conociendo su si-
tanto insecto, sino porque el recuerd o se le meti ó veintid ós años tuación, scguía parado en la esq uina. Una tarde se arregló con
atrás y sintió en la piel las manos frescas y el perfume tibi o qu e esmero y salió para aclarar los puntos . Los aclaró en una refres-
lo rodeaban y en un instante se le vino encima la madrugada en quería pero fue lo meno s importante de la conversación, el co-
qu e una cabellera negra con ojo s igual le dijo me llamo Virginia mentario de Conrado García Rojas - ese era su nombre- al
y tú me gustas, me gustas mucho. Sin mediar transición alguna" respec to, fue qu e todos t enemo s pasad o y cosas de qu e aver-
la bata de Agustín creció ahí donde les crece a los hombres y I gonzarnos Y siguió adelante con su plática de durmientes y es-
Virginia se subió al coche y pasearon y pasearon, pasearon por puert as y estac iones y ramal es y máqu inas de pati o. Sara Lirio
tod o lo qu e no lo habían hecho en do s años. Esa noche Virginia inició así un noviazgo qu e la llevaría al matrimonio y a vivir en
se vistió de gala, la casa entera fue iluminada, Primitiva Velazco un lugar llamado Est ación Jazmín y que está en la tierra fresca y
anduvo afanando de la cocina a la sala poni end o flor es, sacando agradecida del altiplano cent ral de México. Ahí moriría, viuda ,
manteles y vajilla, dando el punto a los guisos y los postres. Y es rodeada del cariño de hijos y niet os. En una de las paredes de su
qu e co mo a las cinco de esa misma tarde, Virginia, que no había cuarto de moribunda tenía colgado un añoso cart el, enmarcado
dado señales de vida desde qu e sub ió al piso de arrib a, bajó las y con vidrio, en él, entre volutas, aban icos, flores y let ras
escaleras hecha una castañu ela, cant ando casi le ordenó q ue a las capitulares se anunciaba el debut , en el Teat ro María Valencia,
diez de la noche servirían cena pública, que mandara invitar a de la cancionera cubana Sara Lirio . Estaba fechado el carte l en
Ramón y su familia y tambi én a Crispín , que ence ndiera luces, Carrizales, E.U., año de 1892.
pusiera flor es y abri era la sala formal y el piano, que no se
midiera en gastos y qu e a to da la servidumbre la quería sonrien- No puede decirse que la cena transcurrió sin tro piezos. Tam-
do. Primitiva pensó qu e ahora sí Virginia había enloq uecido, poco que así tan pron to t odo cam bió y los dos años de telarañas
así llue discretament e subió con Agustín y la sorpresa, Agust ín fueron barridos en unas cuan tas horas. Nada de eso. Si bien el
estaba boleando los zapatos y sobre la cama, muy bat ida, t enía vesti do de Virginia era soberbio, - quizás uno de los diez
su mejor traj e. Primitiva lloró y Agust ín le dijo no pierdas tiem- mejores de Carrizales- ella había engordado y su cint ura ya no
po mujer , apúrate con los preparativos porqu e ho y en la noche era precisamente la de una gladiola, tamb ién sus cabellos estaban
tenemos fiesta. descuidados y aun cuando los trenzó alrededor de la cabeza se
Amanda se hizo repetir dos veces la invitación. Ramó n pre- v~ían opa cos. Agustín en cambio era un frun cidero de casi~ir,
guntó que si invitaba Virginia o invitaba Agust ín , al saber qu e la diez o doce kilos meno s le habían aliviado del dolor de la colum-

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na pero le desencajaron las facciones y su cara resultaba impac-


tant e porque los ojos fulguraban su verdor sobre los pómulos bertad . Fue una tard e de esas cuando pensó en el futuro de
salient es y la barbilla enteca. Cuando entraron a la sala, reunidos ellos, de sus dos hijos . Su intuición le decía qu e Joaquín hab ía
ya los invitados, su alegría contrastaba con sus cuerpos lasti- nacido para la vida de campo y qu e lo más seguro es qu e él
mosamente aporreados. Como quiera que sea fue el principio de heredaría las tierras. Con Emilia era distinto, te nía mucho del
la integración. Al día siguiente Agustín se fue a la ofici na y la caráct er de Colasa y la verdad Carola no qu ería que su ún ica hija
servidumbre le perdió la hu ella por tres semanas, sabían que quedase soltera, pero por ot ro lado el pueblo no ofrecía posibi-
vení a a casa por la ropa sucia que apar ecía cada mañana en la lidades, dentro de poco ya no podría seguir en la escuelita por-
recámara, pero no lo veían. Virginia tampoco estaba mucho por que era la ley, cuando las niñas comenzaban a redon dearse, no
ahí y las tres comidas las hacía la pareja sobre un escritorio de la más trato co n los mu chacho s. Era curioso (Iue antes no lo hubie-
Covea Brothers. En realidad no había de qué preo cuparse por- ra pensado, se disculpó a sí misma arguyendo qu e mucho tra-
que e! trabajo es un reconstituyente natural, ocupados siempre bajo tuvo en levantar la casa, pero en e! fondo sabía qu e la
atando las mil cuerdas de! telar de los negocios, el cuerpo pedía espina de! primogénito regalado le había co nsumido las esperan-
comida abundante y sueño profundo que a su vez redundaba en zas. Cuando llegó a esto un espejazo int erno la paralizó, a lo
nueva energía. Para Agustín no fue difícil volver a mover las lejos vió a su niña, bo nit a pero montuna y a su hijo, silvestre a
ruedas, al menos no lo fue tanto como imaginaban Ramón y más no pod er y por enésima vez se dijo basta , pero esa vez sí lo
Crispín, se necesitaba tiempo , eso sí, pero la organización fue cumplió. A la mañana, durante el desayu no con el quinqu é en-
imponiéndose. Como Virginia no quería separarse de su marido cendido, le dijo a su marido que no fuera a trabajar porque
y por otro lado los negocios necesitaban con urgencia un inven- tení an qu e platicar. Cosme se entretuvo por ahí hasta que e! sol
tario general, Agustín decidió que ella se encargase de dirigirlo, terminó de sal ir, después sus hijos fueron a despedirse porque
algo sabía de eso porque en su época de actriz cada camb io de los mandaro n a dar un largo paseo con Nicolasa y Dion isia y
lugar implicaba un recu ento de pertenencias. Virginia to mó la entonces fue a sentarse a la sombra del nogal dond e ya lo es-
responsabilidad con verdadero profesionalismo, ella misma la peraba Carolina. Cosme fue definiti vo en su respu esta , acept ó
primera andaba con las hojas largas apuntando cantidades y pre- mandar a Emilia por unos años a Carrizales, pero de Joaquín ni
cios. Agustín iba y venía de las tiendas al escritorio del ten edor habla~, a él no lo dejar ía ir por nada del mundo. Carola argu·
de libros investigando los impu est os y las cue ntas por cobrar y ment o suave y luego fuerte hasta que Cosme le pidió que se
por pagar. En do s meses e! nego cio se recuperó en un ochenta callara, por prim era vez - en veintitantos años de matri rnonio-> .
por ciento, se susp endieron para siempre las campañas de pes- No se volvió a hablar al respecto.
quisas y Agustín se volvió religioso, t anto qu e iba a misa to dos
los días, en la primitiva capilla franciscana que fué e! origen de Carlos Nicolás jamás trat ó de oculta r Sil parade ro , ni hizo
Carrizales. cosa alguna que sirviera para despist arlo. Si bien es ciert o qu c
nunca escribió a Carrizales, no lo hizo por esconderse sino por-
Carolina era feliz en Charco Blanco , lo qu e le dijo a Nicolasa que no le nacía , él no supo hasta qu e pun to su presencia era
cuando la conoció, e! día en qu e por primera vez visitó e! pue· importante para sus padrastr os, tampoc o imaginó q ue su ausen-
blito , lo seguía repitiendo cada que las ocupaciones de pronto le cia provocaría tanto descontrol. Quizás por la edad o porq ue su
daban margen para contemplar la luz brillante y las pocas som- carácter ya era así, tib io, el caso es que no sufría melancolías en
bras obscuras. Le gustaba pasear con Cosme al atardecer, a veces tierra extraña o nosta lgia po r la casa y su olor. Quien sabe si eso
también con Emilia y Joaquín, ambos ya despertando a la pu- se h.erede, en todo caso no pod ía ser aprendi do porque él no
trato con su tía Nicolasa, pero así como ella quería to do por
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igual, sin hacer distingo, también Carlos Nicolás . Tenía , eso sí, Lo que son las cosas, ahora, cuando pensaba que al fin volvía
pr efer encia con gente con la que se acomodaba mejor -como el tiempo de la anchura, resulta que Sara no lo quería ver más.
Salo mó n o su tío Ramón-, pero si por alguna maroma estas Así se lo dijo. Ramón no supo como ella se le empezó a salir del
preferencias quedaban fuera de su panorama, él seguía lo mis- convenio, porq ue tuvo que haber sido paulatino, no podía creer
mo , sin extrañar la identificación perdida. Porque no se esco n- que de un momento a otro lo decidiera, máxim e después de
día, por eso no lo encontraron. También porque prácticament e doce año s de felicidad, doce años en que nada le falt ó, no te nía
vivía en el barco, de arriba a abajo por el río, y ah í los que más por qu e no quería o no lo pedía, que es lo mismo, yo en
acos tumbraban hojear periódicos -el Capitán , el personal de persona le llevaba cuanto se le antojara, sin medir gastos, com o
co ntrol y los usuarios- leían los extranjeros; de París, de Lon- cuando quiso la pianola que me costó un ojo de la cara y los
dres o de Nueva York, que para el caso da lo mismo. Los únicos cincuenta y ocho rollos de música que me sumieron el otro, es
a los que les interesaría leer periódicos loca les - do nde aparecían cierto que nunca la he traído a Carrizales pero ella sabía desde el
los anuncios buscándolo-, eran suscompañeros y ellos igual qus principio que eso no podía ser, a cambio viajaba conmigo como
él no leían absolutamente nada . Por muy extraño que pueda gran señora, la llevé decenas de veces a Matamoros, otras tantas
parecer, Carlos Nicolás no se enteró de que lo buscaban, si hu- a San Anto nio y hasta Nacogdoches la llevé, siempre gastaba
biera sucedido habría escrito una carta o una nota , no para como si el dinero fuera gratis , nunca la medí, excepto la vez qu e
regresar , eso no lo haría, nada mas para tranquilizar a los viejos, "quiso comprar un espejote de dos metros, con uvas y pájaros y
como le dió por llamarlos. quien sabe que tantas cosas doradas amontonadas por todito el
marco, nada mas en el puro transporte se triplicaba el precio y
Dionisia murió, con suma pulcritud, una mañana de invierno luego había que tumbar la puerta porque no iba a caber y hacer
de 1908, a la edad de ochenta y cuatro años . Desd e una semana más grande la recámara, ¿te imaginas?, tanta plata por un es-
antes sentía frías las piernas y frías las manos, pero con un frío pejo, fue lo único que no le compré, pero de eso hace cuatro
que no era de invierno sino un sin calor de mu erte. Esa ma dru- años o más. Virginia, que paciente lo escuchaba, le dijo ya no le
gada, como todas las de su vida, se levantó en reflejo y de igual des vuelta s, Sara Lirio te deja porque va a casarse, sí, no pongas
forma se alisó el cabello , se metió el vestido , avivó el fuego y esa cara, va a casarse con un ferrocarrilero llamado Conrado, a él
puso agua para el té de zacate limonero, luego arregló la mesa y no le importa que ella haya sido tu amante, la quiere bien, yo
sacó las galletas de maíz mientras Nicolasa recogía cobertores y platiqué con los dos, también fuí yo quien aconsejó a Sara para
acomodaba cojines y cubre-camas. Afuera hacía frío , frí o de que sin explicación te dijera que no quiere verte más, porque tú
helada negra , gran silencio de seca obscuridad congelada. Dioni- serías capaz de golpearla, Conrado te devolvería la atención y la
sia sentóse en una silla, acomodó los pliegues de su falda colo r cosa se hubiera hecho más grande, ahora voy a decirte una cos a
cáscara de nuez, cruzó las manos sobre el regazo, dio las gracias y fíja te bien que tranquila estoy, Sara tiene el apoyo de Agustín
a Dios y dejó la vista clavada para siempre en el postigo entrea- y el mío, un apoyo que es tan sincero que hasta le vamos a
bierto de la ventana que mira a la casa de Cosme y Carolina. A regalar una suma de dinero, si tú intentas hacer algo contra ella,
las tres de la tarde la enterraron junto a su marido , Tulio Agui- lo repito, si tú intentas hacer algo contra ella, vaya poner todo
lera, muerto por la fiebre tullidora hacía diecinueve años. Casi mi empeño en hacer imposible la vida de Amanda, esto no es un
todo Charco Blanco fue al cementerio, el pésame lo recibían aviso, es una amenaza, así que ya sabes, deja ir a Sara para que
Nicolasa y Cosme, haga su vida en paz y todos quedaremos en armonía. A Ramón
los nervios de la pierna tiesa se le estiraron hasta el dolor. Días
antes, Virginia había recibido un recado de Sara Lirio donde le

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gado y elegante, pero endeble. Su especial maña par a solapar lo
pedía , por favor, qu e acudiera a las cuatro de la tarde a la iglesia proveían de apetitosas propinas, propinas que como las t ení a las
de la Inmaculada, en Carrizalejo. Virginia con sultó con Agustín y perdía en las ruedas de juego. El Capitán tra tó de guiarlo, por-
decidieron ir los dos. Sara esperaba en uno de los lat erales, lejos que le era simpát ico , pero en cuanto al placer del ju ego t odo era
del confesio nario, al ver a Agustín se alarmó pero la mirada inútil, con siguió como quiera que aprendiese un poco del con -
buena de él la tranquilizó. Lo q ue les dijo ya puede imaginarse, trol adm inistrativo, gracias a eso cuando tuvo que dejar el pues-
les aseguró qu e no mentía y que por eso decidió qu e la entre - to de chico de barco siguió un año más como mediocre emplea-
vista fuera en la iglesia. Ant es que la pareja externase algún dillo del almacén de víveres. En tanto que Carlos Nicolás osci-
come nta rio, Sara hizo una seña y un hombre de aspecto digno se laba constant emente entre mucho din ero -cuando ganaba- y
acercó, era Conrado García Roja s. Agustín dijo que hab ía que poco dinero -las más de las veces-, Salomón era una hormi ga
meditar el asunto y qu e mañana se comunicarían . Al día siguien. que" cuanto mendrugo metálico encontraba lo depositaba en el
te Virginia fue sola a la casa de Sara, le llevó de obseq uio un Banco Inglés, no por la puerta principal, por otra que había en
co frecit o con trece mon editas de oro, las arras para su boda. la calle de atrás , especial para negros. La amistad entre los dos
fue profundizándose y un día Salo món se atrevió a decirle que
Ni fue necesario que se leyera el testamento, todos sabían por cada dolar que ganara le diera a él la mitad, con eso le
que los bienes de Dionisia - bastantes por los que a su vez recio formaría un fondo para su seguridad futura. A partir de enton-
bió de su marido- eran para Cosme Villarrcal. Ello dio por ces Eclesiastés fue invitado de palo en las ruedas de juego y era
resultado que el más rico ya no fuera el primo Jerónimo. Ade- tan voluntarioso en no regresar el dinero entregado, que en más
más de las tierras, las horas de agua, los muebles y las mo nedas, de una ocasión, Carlos Nicolás, enardecido por la coquetería de
hab ía cuatro casas; dos en Charco Blanco y dos en el pueblo de la suert e pero sin plata para responderle, estuvo a punto de
la Paloma . El mismo día del fun eral, Nicolasa, a tientas, cerró golpearlo para quitarle algunos dólares. En el barco murmuraban
con llave el ropero de la difunta y a tientas también guardó su de ellos, coment arios de gente ordinaria, su amistad era limpia,
ropa en el aparatoso baúl de madera perfumada, único en el se querían sí , pero no con el amor que los otros intrigaban. De
pueblo. No volverían a ser abiertos sino hasta seis año s después, vez en cuando Carlos Nicolás pensaba en sus padrastros y en
cuando las tropas revolucionarias, co mandadas por un tal Alfon - función de ello tarareaba las canciones favoritas de Virginia, a
so Corona, pasaron por ahí y a punta de pistola la obligaron a veces tocaba el piano del bar, no lo hacía mal. Algunas noches,
cnt regar la llave. cuando se le terminaba el dinero o no había juego, en la cubierta
de servicio -pegada al cilindro ruidoso de grandes paletas que
Carlos Nicolás fue depurando sus modos y urbanidad; exquisi- daba movimiento al barco- pulsaba en la guitarra aires mexica-
tamente cortés sin ser afecta do , consiguió llegar al prim er lugar nos y recordaba a Sara Lirio y las parrandas de Ramón, no se
entre los chicos del barco , ya no estaba disponible para tod os los pon ía triste, sólo recordaba y después se dormía.
usuarios, se le comi sionaba para atender a dos o tr es de los más
encumbrados. Por el momento 10 único negativo , en todo caso, El otoño anterior a la muerte de Dionisia, o sea en octubre de
era su crecimiento físico, en unos años tendría qu e dejar ese 1907, Agustín y Virginia visitaron Charco Blanco. Se cumplían
trab ajo poryu c al perder el aire adolescente se perdía tamb i én la tres años justos de la desaparición de Carlos Nicolás y no fue por
apari encia disponible y de confianza, cualidades fundament ales casualidad que Agustín eligió ese mes para hacer el viaje. La
para el empleo. Se le alargaron las piernas y como no ejercitaba "Govea Brothers" había recobrado, casi, el aceitado movimiento
ningún deporte y el trabajo no era de esfuerzo muscular, te r- de un buen negocio, tenían un nombre hecho y un prestigio
minó adquiriendo la apariencia de tallo de planta de olor, espi-
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conocido , la gente con fiaba en ellos y junto con la "G olo ndrina del brazo a Cosme y distraídament e aceleró el paso. Agust ín ,
Viajera" de la famil ia Torr es y el "Golden Bird " de los Martí- más enco rvado que ant es, iba aguan tando sin rechistar el dolor
nez-Whit e, formaban "la trilogía que controlaba los precios -al de la columna, Carolina, tomando de la mano al más qu erido de
mayo reo y menudeo- de las mercancías perecederas de Carri- sus dos hermanos, lo invitó a qu e se sentaran. Cinco minutos
zales y Carrizalejo. La más poderosa de las tr es tiendas era la hablaro n, sin at end er, de la enfermedad de Agust ín, pero de
"Golden Bird", no tanto por hab er sido la primera en op erar sino pro nto él empezó a llor ar y Carolina lo abrazó. No lo dejó qu e
porque el segundo apellido de los dueños les abría automática- diera explicación alguna, no tenía caso, la causa de la desapa-
ment e las puertas de créditos, concesiones y comisiones qu e sólo rició n de Carlos Nicolás nadie la sabía, no había culpables. Cos-
en el norte de Estados Unidos se conseguían. En comp ensación, me de lejos vió lo qu e pasaba y reseco como era se co nmovió,
los Govea tenían una simpatía inm ediata con las gentes que dejó a Virginia co n Joaquín y Emilia y rápido regresó. Agustín
hablaban su lengua materna, sin saberlo ciertamente, eran algo entre los dos y sollozando y no, repiti ó una y otra vez qu e al
así como el ideal para muchos, sobre todo Ramón, con su apos- chico tod o lo habían dado y (lue lo quer ían mucho. Cosme
tura, dinero y familia bonita -además de la ganada fama de recordó qu e hacía muchos años y en un atard ecer como ese, el
mujeri ego-o Virginia, también casi totalmente recup erada del hombre qu e ahora lloraba, por sobre el dolor de la columna y
trancazo, estaba viviendo el eclipse definitivo de su luna yeso la sin temer a la tullidora, cabalgó to do el día para encontrar a su
obligaba -por los intolerables bochornos- a traer dí a y noche hermana. Le pasó un brazo por los hombros y le dijo cuñado
hermosos abanicos. Tenía más de veinte, desde los perfumados nosotros no te culpamos, Carlos Nicolás es más hijo tu yo qu e
de mad era de sándalo y cedro, hasta los de marfil y seda , sólo de nuestro y sabemos, tanto Carolina co mo yo , qu e tu sufrimien to
pluma no tenía porque le recordaban la inestable vida de la es sincero, ustedes ya hicieron lo posible por enco ntrarlo, sólo
farándula. Se veía hermosa cuando movía mano y abanic o, y queda esperar y desear qu e en cualquier lugar en qu e se encu en-
como conocía los efectos visuales, lo cerraba dramáticamente tre esté bien. Carolina se sentía extraña al co nsolar al padrastro
para acentuar una frase o lo aceleraba con gracia para marcar un en lugar de qu e fuera al co ntrario, pero no pensó más y para
doble sentido o una ironía . Sí, ya cuarentona seguía deslum- romp er con el sentimentalismo se levantó y a cinco pasos se
brando en Carrizales. volteó y co n tonadilla de burla canturreó Agust ín tien e el alma
La pareja llegó a Charco Blanco un martes para quedarse de violín, llora y llora chin chin chin, igual qu e cuando eran
hasta el domingo, llevaban regalos para todos, desde Dionisia niños sólo qu e ahora Agustín no pudo salir corriendo tras ella
hasta Joaquín, incluso uno para Mema y su familia, quien aun - porqu e el dolor de espalda se lo impedía y lo qu e hizo fue
qu e desde mucho ti empo atrás apartada, seguía siendo como arrojarle piedras sin pro pósito de hacer blanco en el siemp re
quiera hermana de Cosme. A Nicolasa le regalaron un bast ón blanco vestido de su hermana. Regresaron co ntentos, cenaron
-bordón le llamó ella- que tuvieron que rebanar porque era todos juntos y al día siguiente Virginia organizó un cuadro escé-
muy alto . En la algarabía del primer momento no se mencionó nico en el qu e participaban Emilia, Joaquín y ella. Los ensayo s
para nada a Carlos Nicolás, Virginia con su chispa se encargó de les llevaron tr es días y la obrit a la estrenaron el sábado al atard e-
eso, pero al atardecer fue palpable la intensa mirada entre Caro- cer, result ó de tanto éxito qu e la tuviero n qu e rep etir a la medi a
lina y Agustín, entonces, haciéndose la viajera curiosa propuso hora , Virginia les decía a los chicos qu e hab ía q ue ser profesio-
una vuelta por los alrededores porque la luz era hermosa y no nales y reproducir todo co mo si fuera la prim era vez, qu e por
tardaba en salir la luna . Se fueron en macolla , menos Colasa y eso los act ores cobran, porque aunque se t enga fiebre hay qu e
Dionisia, ellas se quedaron a preparar la cena . Cuando iban por actuar sin qu e se trasluzca. Emilia, quinceañera, estaba fascinad a
el aguacate grande que está junto al paso de agua, Virginia to mó con la personalidad de su tí a Virginia, la imitaba en el caminar y

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en el mirar, y como ya se hab ía enterado de su posible ida a aprovechado y otras cosas, pero lo que volvió dolor los ojos de
Carrizales , andaba enloquecida con la perspetiva de hermosos su buen amigo fuer on los insult os referidos al color. Carlos Nico-
trajes y fiestas y bailes y por supuest o, galanes también. Por eso lás los dijo porque decir las cosas es fácil, por supuesto , no era lo
Carolina fue muy sincera cuando juntó a su hermano y su mujer que sinceramente pensaba, pero los dijo. Salomón desapareció y
y les dijo que temía que Emilia se descarriar a en Carrizales y que a la hora regresó co n una carte ra de cuero llena de muchos
quizás lo mejor sería qu e no se fuera, Virginia, qu e sabía por dólares y una lista don de aparecían, puntual es y fieles, los depó-
don de iba el pensamiento de su cuñada, replicó que de ninguna sitos exactos y los intereses ganados. Tres semanas después Car-
manera, si piensas que mi carácte r pu eda ser perjudi cial para los Nicolás estaba de nuevo sin plata y ahora sin Salomó n, aban-
ella, mándala a casa de Ramón , pero no debes privar a tu hija de donó el bar co en pleno mediodía , en un puerto a mitad del
una bu ena educación por culpa de mi cabeza loca. En eso que- curso del río , no se despid ió de persona alguna, igual qu e antes.
daron , Emilia se iría a vivir a casa de Ramón si Amanda acepta- igual que toda su vida futura.
ba, entonces Carolina misma la acompañaría hasta Carrizales y
la dejarí a instalada. Virginia y Agustín dejaron Charco Blanco el Ramón vivió dur ant e tr es meses una cólera tan violenta, que
domingo muy temprano , partieron como llegaron, cargados de hasta Amanda, de hecho y por naturaleza pacífica y aguan-
regalos, pero regalos de comer o hech os laborio sament e con las tadora, le reclamó un lunes por la mañan a que últimament e el
manos. estar con él era un infierno, se lo dijo mirando al suelo y con
susto lacrimoso , como no creyéndose su prop ia valentía. Ramón
Llegó el mom ento en qu e Carlos Nicolás tu vo qu e dejar el salió del comedor y se fue a su recámar a, en la plant a baja , por
puesto de chico de barco porque por más que se acicalaba y la pierna tiesa que tenía, y Amanda se quedó compungida y
rasuraba para aparentar menos edad, el cu erpo terminó traicio- muy mortificada, repro chándo se su poca comprensión de es-
nán dolo y aunque delgado , perdió su apariencia de caballerito y posa. Movida por eso siguió a su marid o para encontrarlo frente
ahora se veía, grot escamente, como adulto infantiloide . El Capi- al altero de camisas desordenadas sobre la cama, mismas qu e
tán le ofreció el pu esto de controlador de salida de comestib les fuero n el pret exto del pleito mañan ero. Amanda tom ó la pri-
en el almacén de cocina, dependiendo del jefe administrativo mera qu e alcanz ó y mansament e le dijo que se la pusiera. Ra-
-un vejete obsesivo que se especializaba en hacer la vida im posi- món discutía qu e estaban mal almidonadas y peor plan chad as,
ble- como quiera aceptó porque no había pensado ni previsto cosa que no era cierto, y para demostrarlo Amanda se mojó las
otra cosa. El trabajo era mucho más descansado que el anterior manos y con eficiencia de buena ama de casa, hum edeció ligera-
- scntado , en un cubil pequ eñito a la salida del almacén y mente, sobre el cuerpo de su esposo, la pechera y los hom bros
apuntar lo que se consumía, nu eve horas al día repartidas entr e de la camisa, al secarse, la tela tom ó la exacta lín ea de la viril
mañana, tarde y noche- , pero la desgracia era qu e no recibí a ni figura de Ram ón. Fue un reproc he de silente servidumbre amo -
una sola propina y el sueldo nominal, aunque mayor, era una rosa y Ramón salió de la casa pensando no ya en Sara Lirio y la
peque ñez de todos modos. Los prim eros meses siguió jugando traición, sino en qu e la confusión de int ereses lo hacían actuar
hasta donde le alcanzaba el sueldo, pero poco a poco dejó de como un patán. Se prom etió cambiar, pero qu edó en promesa.
darle a Salomón parte en las ganancias, hasta que las suspendió
completamente . Luego, unos días que estuvieron libr es en el
puert o porque el barco estaba en compost ura, Carlos Nicolás, La conducta durante el VIaje a Charco Blanco, la actitud
desesperado porque no tenía dinero ni quien se lo prestara, frente al problema de Ramón con Sara Lirio y por último, la
provocó un pleito mayúsculo con Salomón, lo llamó ladrón, paciencia en vivir la superación de su luna con relativa discre-

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ción , dieron a entender que a Virginia no le preocupaba más la eso aceptó rentar las caballerizas de su caserón de veinte cuartos
desaparición de Carlos Nicolás. constr uídos unos antes y otros después sin armonía alguna. Vir-
Cada mes, Agustín la comprometía a ir a la misa qu e él ginia hizo números ayudada por Agustín y el tenedor de libros,
ordenaba en función de la posible -aunque totalmen te in- era mucho el dinero que tenía que invertirse, aún descontando
deseada- muerte del hijastro, y ella, en lugar de pedir por el la tercera parte de Ramón, pero rápida decidió que lo que a ellos
muchacho, pedía al Gran Dios que no permitiera nunca (¡ue les correspondía no iba a salir de la bolsa de su marido, nada de
Agustín volviera a la viciosa postración de antes. Fue gestándose eso, obligó a Crispín a que cobrara todas las letras de préstamos
así su deseo de que el chico no regresara. A los negocios los que tenía desbalagadas, en los dos lados del río, vendi? algunas
impulsaba un viento de bondad extraordinario, cuanto asunto joyas que nunca le hablan gustado y su golpe maestro fue conse-
come rcial intentaba Agustín, salía a pedir de boca, con Ramón guir que el dueño del Banco Smirh -presionado por Mrs. Smith-
sucedía otro tanto, excepto el teatro, que ni ganaba ni perdía. le facilitara el resto a un año . Ya resuelto de donde sacar el
Amanda aceptó recibir por un tiempo a la hija de Carolina, le daría dinero fue con la viuda González y le rentó, por diez años y
la recámara de los huéspedes, Virginia pensó de esto 'lile Aman- con opción de compra, su caballeriza. Primero entraron los asea-
da, bajo su apariencia de abnegación, ocultaba a una ranchera .dores, luego los albañiles, después los carpinteros seguidos de los
ladina y méndiga, porque ofrecer la recámara de los huéspe des pintores. Encargó maderas, espejos, tapetes y vidrios, eligió tel as
era dejar claro en Emilia su transitoria permanencia. Qué impor- para cortinas y tapicería, dos paisajes al óleo y algo muy nove-
ta, concluyó, luego de uno o dos meses me traigo a Emilia y dejo doso, iluminación y ventilación eléctrica, igual que en las tiendas
a esa gorda egoísta con su cursilona recámara sola. Entre que si de Nueva York, según lo veía en las revistas que recibía. Tam-
es o no es se pasó un mes y luego otro y otro, así todo 1908, bién en las revistas se inspiró para diseñar los estantes, anaqu eles
sobre todo porque a Virginia le entró el molin ete de dejar su y mostradores, todos en una elegante combinación de madera de
tienda en la Estación y abrir una nueva, exclusivament e para chopo y cedro. La de chopo se la vendieron carísima porque le
damas, en un barrio más fino y si fuera posible residencial. Es dijeron que era china de China, que allá la llamaban ala de pollo
cierto que su clientela rica iba hasta el ordinario y revuelto local por su veta clara delicadamente plumosa, pero un ebanista, mexi-
que tenía, pero ya empezaban a quejarse y no fuera a ser que cano del sur, le dijo que si de verdad fuera ala de pollo le hubiera
otro listo o lista se aprovechara y entonces sí le daban el reata- costado ocho veces más. Eso le calmó el disgusto . Las hijas de
zo. Definitivamente había que cambiar la tienda. Con Agust ín Ramón, junto con Amanda, se pasaban el día neceando a los
no tuvo problema, lo convenció fácilment e, Ramón era el que trabajadores. Instigadas por Virginia, que sabía sus cualidades,
estaba un poco renuente, pero diabla para manejar a los demás, contaban hasta los clavos que se usaban, no se los fueran a roba r.
enredó en tal forma a Amanda y a sus dos hijas mayores -Man- La apariencia final de la antigua caballeriza probó sin lugar a
da y Fina- que ellas se encargaron de qu e Ramón se com pro- dudas el exquisito gusto de Virginia, gusto que era extensiv o a
metiera a dar un tercio de la inversión. Virginia quería un lugar los artículos que ahí se venderían. Además de lo que antes
cerca de la nueva iglesia y del recien abierto Colegio de las manejaba -telas, patrones, flores artificiales, abanicos, per fu-
Damas. Buscando y rebuscando se topó con un lugar horrendo mes, etc.- introdujo línea de sombreros, guantes, zapatos, y en
por descuidado, pero que su intuición y gusto le decían que el fondo, al lado derecho, arregló un minúsculo costurero siem-
resultaría ideal, sobre todo porque tenía puerta por calle pavi- pre surtido con hilos, hilazas, aros, agujas, ganchos y estambres.
mentada y el sol de la tarde lo recibía por un atrás lleno de La tienda estuvo terminada y habilitada en agosto de 1909, pero
árboles. Estaba en el traspatio de la propiedad de doña Tau rina Virginia postergó su inauguración hasta octubre, en parte por
González, chozna de los fundadores y en completa ruina, por esperar clima más fresco y en parte para que coincidiera con la

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estancia en Carrizales de su cuña da Carolina , quien llegó para
dejar instalada, en casa de Ama nda, a la pequeña Emilia. Sólo a persona alguna. Una que otra preguntó que quiénes eran y
Agust ín recordó, pero no lo extern ó, que se cump lí an cinco to das se maravillaron del encaj e de dos cuart as que le daba la
años de la desaparición de Carlos Nicolás. vuelt a a la falda de Carolina y qu e esta ba hecho con hiló del
cero, trabajo de monja s decían y cuando le preguntaron con tes-
La peq ueña Emilia lo era de est atura pero no de edad cua ndo tó que no , que a ratos libres , en su pueblo asoleado, con sus
llegó a Carriza les; co n diecisiete años cumpidos t enía buen sen. manos lo había hecho . Virginia se sintió orgullosa.
tido del humor, cara bonitilla y el espírit u sim plón y mágico de
su tía Nicolasa. Ella no heredó el amor por lo blanco de su Carlos Nicolás bajó tr es kilos entre que abando nó el bar co y
madre, desde niña fue notori o y Carolina la dejó crecer con el llegó a San Luis Missouri. La ciud ad había vist o ya el magno
gusto colorino, claro que viviendo en Charco Blanco no lo había peregrinar que fue su distintivo y prosperida d los últimos dos
cultivado por co mparación efectiva, y com binada, como india tercios del siglo XIX, aun seguía siendo pue nte entre el este y
cerreru, los cuadros con las bo litas. Las hijas de Amanda cuchi- oeste, eso no lo perderí a nunca po rque era cuestión geográfica,
chcaro n de eso cu ando la vieron llegar, dijero n qu e nada más le pero ahora la afluencia de colonos en trá nsito ya no eran las
faltaba el rebozo . Carolina no quiso darse cuen ta de la actitud hordas que esperaban incómodamente a qu e pasara el invierno
de las hijas de Ram ón, pero Virginia sí y po r esos senti mientos para continuar su viaje - el ferrocarril había resuel to en parte ese
que no acaban de explicarse, tomó el recibimient o como asunto problema-, los ilusionados extranjeros qu e llegaban ya no ve-
personal, ya verán , pensó para sí misma barriendo con sus bri- nían co n prom esa de tierra de promesa, t raían un título de
llant es ojos a las imp ertinent es sobrinas. La inauguración de la pro piedad debidamente legalizado y un destino explícito en el
tienda resultó de un éxito sin precedentes. A las diez de la mapa del oeste , eran aventureros con buen a ventura, sin la fuer-
maña na la familia co mplet a, co n empleados e invitados, fue a la za primig enia y lagarta de los anteriores. El cambio en los usua-
misa mensual qu e mandaba decir Agust ín, creyen do que era por rios de la ciudad puente había cambiado también su fisonom ía :
la inauguración, a la nu eva iglesia del Sagrado Corazón . Luego el las antiguas host erías-barracas casi habían desaparecido dejand o
sacerdote, llamado Canuto , co n cap a pluvial y monaguillos, fue en su lugar hotelitos más o menos limpios ; los establos y herre-
hast a el local de la tienda y asperjó por donde lo dejó Virgi- ros eran menos porque disminu yeron los carro matos y carretas ;
nia, - con todo respeto, el agua mancha los encajes y sedas y las orillas mugrientas y lodosas se convirt ieron en suburbios tr a-
ta mbién los abanicos-, recalcando su ru ego a Dios porque en zados; el cuadro cent ral estaba bien pavimentado y tenía ilum i-
esta tienda la vanidad y el egoísmo nunca sean mayor es que el nación no cturna ; hab ía teléfon os y una clase alta burguesa en
amor al prójimo. Después abrieron botellas de vino europ eo y camino de sofisticación. Perduraban algun os casinos, cantinas,
sirvieron a discreción aceitunas españolas, arenqu e inglés y pas- prost íbulos, especialistas en venéreas, niños ext raviados y un
telillos de carne hechos por Primitiva Velazco. Lo mejor y más zumbido d- dipsómanos, jugadores y desocupados, peligrosos
rico de ambos lado s del rí o estaba presente, las mujeres pr ácti- por ociosos. El Ayuntamiento había limitado el espaci o de ejer-
. camente se peleaban por los art ículos, mient ras los hombres, po r cicio de estas pasadas glorias, tod o era permitido en el barrio
prestigio masculino, co mpetían con su esplendidez. Quedaron designado , porque el vicio y deso rden ahí se había estatificado.
pandas de tanta venta y Josefina nerviosa porque era la encarga- Muchos de los habitant es de esas ocho o diez manzanas, situadas
da de apuntar en un cuad erno las separaciones y los pedidos -para desesperación de los te rrate nientes- en la más at ractiva
especiales. Carolina y Emilia se mantuvieron un tanto apart adas zona junto al río, j amás salían de su entorno; ahí pasaban la
porque fuera de la familia - ocupados atendiendo- no cono cían vida, respetando a los qu e se sabía perm anentes o explo tando a
los trashuma ntes. Elane McLean era una de las vecinas perma-
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nentes. Llegó a San Luis hacía tre inta años o más, iba de paso su respiración y la brusquedad co n qu e se subió los pantalo nes y
pero un tropezón la detuvo, la rodilla se le hinchó en tal for ma se fue sin decir palabra. Carolina guisaba elot es con calabacitas ,
qu e su hermana y su cuñado le dijeron que se quedara mientras eran las once de la mañana y desde la ventanita vió la rauda
se recuperaba, que ellos llegando le enviarían, como pudie ran, escapato ria de su hijo , luego a Colasa parada en su casa con
dinero. De seguro no pudieron porque jamás recibió algo. Se las desazó n cn la boca . A los cinco minutos la ciega tental eando
vió negras, al dolor infame de la rodilla se sumaba su inopia entró a la cocina y dijo Joaquín ya es un hombre y va a ten er
absoluta, lo bueno fue que una lavandera rameril se apia dó y muchos hijo s.
dejó que le ayudara con la plancha. Sentada en una banca, con
la pierna extendida, el esfuerzo de asentar la ropa era doble. Las cosas resultaron como Virginia lo había predicho , Aman-
Sanó de la rodilla porque era joven, pero toda la vida la acompa- da trató como hu ésped obligado a Emilia. No podía decirse qu e
ñó un dolor atmosférico que le hacía rechinar los dientes. Con el era grosera, eso nun ca, es más, se desvivía por atender, pero ahí
paso de los años instaló su propia lavandería, nada en for ma estaba el probl ema , era tan ta la deferencia qu e se marcaba la
porque vivía pensando que recibiendo carta de su hermana se diferencia. Algo así como at encion es exq uisitas qu e lo son po r-
irí a con ella. Aún no la recibía cuando Carlos Nicolás se le que se cumplen durante un ti emp o det erminado, no hay int i-
quedó viendo con hambre cuando ella compraba una cuerda de midad (Iue crezca co n tanto formalismo . Por eso la peque ña
salchichas. Cortó dos, se las dió y siguió sin más haciendo su Emilia optó por aceptar cuanta invita ción le hacía su tía Vir-
mercado semanal. ginia, la discreción apr endida de su madr e le indicaba qu e no
hiciera comentario alguno, pero tía y sobrina con las mirada s se
A los quince años Joaquín pintaba para caciqu e hasta las entendían. Agustín también co ntribuyó a la deserción porqu e le
sábanas con que se tapaba, Carolina vió su inminente y turgente alegraba el corazón recordar en Emilia a su hermana ; si se vistiera
desarrollo y pensó en Ramón. Cosmc, padre amoroso, habló de blanco . .. ; pensaba cada vez qu e la veía. Los prim eros día s
muchísimo con él y le explicó lo qu e tenía que explicarle, pero Arnanda enviaba a Emilia, junto con sus dos hijas mayores, a la
la fuerza del muchacho iba más allá de la conciencia. El garbo nueva ti enda , pero inm ediatamente se vió claro su deficiente
con que montaba el caballo y se metía los botines, la manera de escolaridad y ant es qu e las primas secretea ran sand eces, Virginia
clavar el talón al caminar, de palmearse el vientre plano, de hizo público anun cio qu e no era por falta de inteligencia sino de
enfrentarse ojos con ojos a los animales machos pero coquet ear escuela y para co mprobar mi teor ía voy a contratar dos maes-
jugetonamente con las vacas y palomas, eso no se aprendía, le tros qu e le den clase diario, además, martes y viernes va a ir co n
venía desde muy atrás y sin explicación. Nicolasa fue la prime ra madam Paulette para qu e apr enda corte y algo de diseño, ya le
en sentir el arrebato del crecimiento del muchacho y lo sintió hizo la prueba y la aceptó encantada porque dice qu e es mi-
con la nariz, no supo si fue paulatino y no lo había acatado, o nuciosa y bien acabada. Uno de los maestros enseñaría sólo
de la noche a la mañana, el caso es que Joaquín, al saltar una inglés, el otro , cultura simpl e.
barda, hizo un movimiento brusco y su muslo lo resintió, se
aguantó cuanto pudo pero al fin tuvo que pedir a su tía Colasa Cuando Carolina regresó a Charco Blanco le comentó a
le diera un masaje. La sensibilidad de ella, exacerbada po r la Cosme lo qu e en Carrizal es había oído. Que de seguro hay pro-
ceguera y su virginidad, recorrió sus carnes marchitas cuando lo blemas en México , qu e un periódico publicó no sé qu é cosas del
olió, no sé a qué, le salía un aroma como a monte y secazón, President e Díaz y qu e otro periódico había también publicado
como a salvia con yerba amarga, a carne fresca perfumada con una serie de artículos sobre las barbaridades y atropellos que
sol, además, la pierna que yo sobaba ya no era de niño, tampoco impunemente se come t ían contra el pueblo. Que si era cierto

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- le preguntaron a ella- qu e tierra adentro hay lugares de escla- . didos porque Carola le cuidaba los ojos- leye ndo y estu diand o
vit ud en pleno siglo XX y qu e si a los naturales de las mon ta ñas calendarios, efemérides y map as celestes. Seco y poco comuni-
y desiertos del norte se los llevan como a bestia s para qu e tra - cativo siempre lo había sido, pero de qu e empezó con la lectura
bajen en una selva húmeda del sur de dond e sacan chicle y y poseyendo sana inteli gencia, se le desató la lengua con la
caoba. Yo les dije qu e en mi pueblo no hay chicle ni caob a, que sabiduría de los siglos. Un dí a explicó a la familia que la canícu-
nosotros vivimos en un lugar tranquilo, donde cada quien hace la se llama así porqu e en el tiemp o de los babilonios la con ste-
por su pro pio sust ento y tiene tanto como trabaja , también les lación del perro - can- dominaba el cielo esos cuarent a días.
dije que nun ca hemos viajado para el sur y qu e no sabemos de Otra noch e comentó qu e en Semana Santa hay luna ent era por-
esas tierras. Me acon sejaron t e co nvenciera para qu e nos mude- que la Pascua de Resurrección debe ser siempre el domingo qu e
mos a Carrizales o a otro pueblo del otro lado del río, no les sigue a la luna que llena inm ediatamente despu és del equinocc io
repliqué por educació n, porque yo ni mu erta qui ero salir de de primavera. Esa vez Carolina se levantó y le dió un beso en la
Charco Blanco , aquí qu e laven mi cuerpo y aquí que lo en tie- frent e.
rren. A Cosme el primo J erónimo le había chismeado prác-
ticamen te lo mismo, como él sí viajaba para la ciudad capital El sastre de Agustín ya no pod í a hacer más. Durante varios
una vez cada dos años, la última ocasión, aparte de regresar años se las ingenió para pon er las hombreras hacia atrás y con
alucinado y enfantochado , vino con la novedad de la palabra forma de cimitarra, colocando la anchura en la espalda, con eso
hu elga qu e nadi e conocía ni sabía qué significaba . Cosme estaba se cubría un tanto la joroba. También cortaba extrañament e el
tan ignorante de la geografía y situación del pa ís, ljue la verdad lienzo con tal de qu e la amplitud qu e ocupaba la jiba se distri-
no comprendía gran cosa, de hecho los tre s o cuatro años que buyera en los cost ados, lo mismo hacía co n la bastilla , tanto del
estuvo en la escuela mal apr endió a leer y escribir, luego ya espaldero co mo de los frentes, porque la parte de atrás del saco
casado y con el trabajo de las tierr as, no necesitó hacerlo porque era más larga qu e el delantero , pero una vez puesto se equili-
Carolina leía y escribía para él lo qu e fuera necesario. Ahora no braba por la columna arqu eada de Agustín. .Ot ra cosa es qu e
era tanto el afanar porqu e los trabajadores hací an lo más pesado jamás quiso cortar casimires q ue llevaran diseño, le resultaba
y Joaquín cada día tomaba más responsabilidades, por eso él, imposib le casar las rayas, así q ue los trajes que le hacía siem pre
varias tard es a la semana se qu edab a en casa, ha ciendo cestas de fueron negros de pr eferencia, o grises, decía que la obscuridad
carrizo para empaquet ar los pilon cillos, se que daba para qu e su no crea sombras y co n ello evitaba que los irremediables pliegues
hijo se sintiera más du eño y señor, no porque le sacara al traba- se notaran mu cho, al menos de lejos. Pero ya no pud o más,
jo. Uno de tantos meses se dió cuenta que de los t rabajos domés- porque el arco de la espalda de Agust ín ya era bóv eda y aún
ticos no qu edaba uno pendi ente y él no sabía estar con los aplicando tod a su curiosidad e invent iva de sastre enamo rado de
brazos cruzados, inventánd ose qu é hacer se top ó con el baúl que su ofici o, la curva resultaba imp osible de ocultar. Con pena y
¡,ruardaba las pertenencias del difunto Tulio Aguilera, lo abrió y todo se lo tuvo qu e decir, si le pon go más en tret ela y relleno lo
encon tr ó libros y más libros. El primero qu e hojeó tra ía una único que conseguiré es hacer más notorio el int ent o por despis-
serie de tablas muy bien ord enadas por columnas y en las que tar, creo qu e en funci ón de la dignidad es mejor que usted luzca
aparecía, con cada día del año, su correspondiente hora de sali- su doloro sa enfe rmedad, a qu e ande por ahí haciendo el ridículo
da y puesta del sol. Esto no lo su po de ya, tardó su bu ena media con una ropa antinatural. En Agustí n tan ta explicación no hizo
hora int eligiendo las letras, los números y las abreviatur as. Que- más que aum entar su apr ecio 'p or el nobl e sast re, para él en
dó anonadado y a partir de en to nces, con una pasión desmedida, realidad no era tan importante su apari encia , le gustaba la lim-
se que daba hasta ta rd e en la no che -co n dos quinqu és enc én- pieza, eso ni dudarlo , y ahora qu e fo rmaba parte de la.clase

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pudiente pues importaba usar ropa fina , tenía din ero para ha- qucr ía, no iba a permitrr que estas coqueton as saquearan las
cerlo , pero lo de ocultar su curva de mecedora era cosa de existencias impunemente. El primer semestr e, a la hora de rendir
Virginia, por eso le dijo a Miguelito que no se pr eocupara y le cuentas y dar la participación en la util idad, a Ramó n se le
cort ara los trajes como mejor pudiera. Esa tarde Virginia lo esfumó la suya con el listón enorme de las cosas sacad as por su
sorprendió desnudo, viéndose de perfil en el gran espejo de su mujer e hijas, es más, qu edó un pico pendi ente. Se at orzonó del
vestidor. ¿Qué haces? Viendo que ya me falta poco para tocar disgusto y llegando a casa so ltó una filípica bien end erezada con
co n las palmas mis rodillas. Virginia se salió molesta , le disgus- .adjet ivos como arrastradas, mantenidas, flojas y lerdas. El cli-
taba sobrema nera qu e su marido se hiciera esas bromas, qu e no max se alcanzó cuando Amanda grande, tímidamente, arguyó
lo eran en forma alguna. que t odo se hahía hecho pensando en el futuro de las mucha-
chas, para enco ntrarles un bu en partido. Emilia, desd e que co-
Ramón mantuvo relaciones co n una y otra y otra después menz ó el regaño, discretamente se metió en su r ecámara, pero
qu e Sara Lirio lo abandono. La casa de Carrizalejo - origi- hasta allá oy ó los grito s de su tío poniéndola de ejemplo, les dijo
nalment e al gust o y chifladura de Sara- se co nvirtió en algo así que no se necesit an tantas garras y gorros para lucir boni tas,
como la deser ción organizada. Cada una de las temporales ocu- deberían aprender de Emilia, no ha comprado absolutament e
pantes, además de agregar , mudaba las cosas de un lugar a ot ro y nada, lo qu e tiene se lo hace ella mism a y nada más le conozc o
es mas probable qu e lo hici eran para ent rete ner la neurosis de su dos som br eros, ustedes ya necesitan bodega para meter su rnu-
ocio pagado y no por un sentido de confort o decoración. Hubo greral de faldas y bol sas, desde mañana ni un quinto van a
una qu e no qui so vivir ah í y Ramón le alquiló un cuarto de gastar, ninguna compra se va a hacer en esta casa sin mi con sen-
hotel, pero la muy tonta no tenía suficiente maña para sostener timient o. Se salió enfurecido dejando a las tre s lívidas y al cojín
la incom odidad de su decisión y Ram ón la dejó viendo por la del mueble cuc ho de los bast onazos que le dió. Al día siguie nte,
vent ana y no volvió más. Ot ra, campesina carn osa y dura, se la
las Govea-Zárate, también enfurecidas pero sin pod erlo decir
pasaba tejiendo como araña panteon era , cub rió todos los mue- porque les iba peor , la t omaron co nt ra Emilia. A su tía Virginia
bles con carpe tas y la luz de las lámparas salía por entre ma cizos ni mirarla feo -podían porque sabían de su boca de vinagre y de
y cad enas , el colmo fue vestir los vasos y los potes de café,
su facilidad para regalar bofetadas delante de quien fuese y que
azú car y arroz de la cocina. Todas eran si no frívolas , to rp es,
hasta Ramó n la respetaba, pero esa india cerrera, enana y me nsa,
comparadas co n Sara y aunque Ramón quisi era olvidarla, cada
bien qu e se las pagaría. Eso creyero n, porque la enana cerr era , si
nueva amante se la recordaba más y más. Su situación econ ó-
bien nigromántica y acom edida , no era ni tan mensa ni tan
mica era tan buena como la de Agustín, sólo qu e él gastaba
mucho más y con el paso de los años sí habría diferencia. Sus india, y al primer lancetaz o hiriente de Fina, contestó q ue no
hijas mayores - Fina y Manda- hacía tiempo habían dejado la era así, qu e lo qu e pasaba es que Am anda, como está bizca , veía
inquietud por los muchachos y ahora vivían una necesidad im- tod o torcido. Ni en casa se mencionaba el inc reíble estrabismo de
periosa por encontrar marido, dom ésti cam ente esta necesidad Amanda chica, cuando Virginia su po de la conte stación soltó
era inm isericorde. Querían estrenar cada semana y asistir a cuan- una de sus famosas carcajadas, y soltó o tra cuando la bizca entró
ta reunión había, el trabajo en la tienda de Virginia , qu e al en la tie nda. No hahía form a de safarse, la guerra estaba decla-
principio las entusiasmó, las tenía hartas porque el negocio es rada y to dos tuvieron qu e tomar partido. Emilia se mud ó a casa
negocio y pid e tiempo y responsabilidad, además porque la ilu- de Agustín, las Govea-Zárate no encontraron apoyo y a la se-
sión dc tomar cuanto artículo quisieran se t opó con la intran- mana tuviero n que humillarse fingiendo un arr epentimiento fra-
sigencia de Virginia , si ella misma compraba en efectivo lo qu e terno, porque si disgustaban a Virginia se amo laban las fiestas,

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ella era la de los contactos, la gracia y las invitaciones. Total qu e chaba los padecim ientos e indicaba lo que sería bueno, pero no
ganaron las listas y perdieron las tontas, como siempre. lo daba. El tacto, el oído y el olfato le servían de mucho, pero
con las yerbas no bastaba y podría ser peligroso. Que tal si
A los dos días del incidente de las salchichas, Elane McLean guiándose sólo por el olfato recogía menta silvestre, buena para
renque aba rumbo a su piso. Por el oriente y poniente el cielo era dormir, ~ero ju~to se le iba una planta de digital, esa huele a
transparent e como vidrio limpio , pero por el norte un frente nada y solo el OJO lo reconoce, una plantita bastaba para hacer
anchuroso de nubes estaban sentadas en lo negro del agua que tronar el corazón de cualquiera, nada más de pensarlo se le
traían. Desde media mañana y con un sol precioso supo que enchinaba la piel. Lo mismo pasaba con la yerba del negro y el
llovería, su detector le envió una seña dolorosa, por eso cerró abramo macho, la primera es lo mejor para el hígado perezoso
temprano el lavadero, no por el dolor, sino porque pese al giro pero el segundo provoca hemorragias de muerte. No, ni pensar-
de su negocio a ella no le gustaba mojarse . Iba pensando en lo lo, desde que su día se volvió cerrazón de polvo no usó más las
mismo que pensaba siempre ; en la carta de su hermana. Muy en yerbas, ni .pa~a ella misma. Hacía pomadas tontas de manteca y
lo profundo sabía que era un escudo, o mas bien un tapiz inter- azufre, o jab ón de calabazate y tallos de tomate, efectivísimo
minable de un mismo diseño en el qu e trabajaba y trabajaba para toda clase de bichos parásitos en el pelo o la piel de hom -
para librarse de los filos peligrosos de su vida plana , tan plana bres y animales, pero hasta ahí, no más. Por otro lado su alma
como la gran llanura. El rito diario: llegar, quitarse el sobretodo n,o . envejecía , ya n? se entretenía co n hormigas y maripo sas,
y los zapatos, saber desde antes que no hay carta -en la oficina l ógico, pero en su VIda perpetuamente penumbrosa, el paisaje y
de correos terminaron por conocerla y registraron su dirección su entorno lo pintaban los sonidos y el olfato. Era exacta en
para que no fuera cotidianamente->, ence nder la estu fa, poner el reconocer, tan exacta como un perro pcro mucho más precisa
agua y sentarse junto a la ventana ; luego tomar té, una manzana, porque asociaba y concluía. Si oigo la máquina de coser antes de
cuatro o cinco galletas y esperar a 4u e el sueño viniera, vacía por mediodía es que Carolina está nerviosa, si no se oye una sola
dentro y por fuera . La noche anterior Carlos Nicolás había ven- gallina ~n el patio es que alguien está sentado bajo el nogal y su
dido su suerte a un montuno carbonero y ganó lo suficient e para presencIa las espanta. Nicolasa vivía y hacía mucho en medio de
él y para el otro. Esa tarde, desde lejos, vió la cabezota hirsuta su aparente ociosidad.
de Elane y la reconoció y él era agradecido y ahí mismo se
metió a una tienda de cosas y por quin ce centavo s comp ró una Emilia progresó poco a poco en sus clases de inglés y cultura,
pañoletota grandotota de raso corriente color azul, alcanz ó a la no así en costura y diseño, campo en el que como decía ma-
mujer absorta en la manzana y el té , se le paró delante y le dame Paulette, poseía una intuición maravillosa . Desde ant es
ofreció el envoltorio. Elane se asustó de pronto y sin tomar el sabía man ejar la máquina, puntadas varias a mano y también
obsequio le preguntó que quién era y qu é querí a. Ella necesitaba cort ar, lo que aprendió y desarroll ó en Carrizales fué el acertado
un amigo, un alguien a quién qu erer , por eso lo invitó, ella no uso de los materiales, la elección de los colores y texturas, y la
era liviana, el único varón que conoció, hacía años de eso, resul- proporción y medida para conseguir ocultar los defectos del
tó nuez vana. Lo invitó, porque necesitaba sembrar un árbol en cuerpo humano. La Paulette enseñaba que era más fácil encon-
su tierra abandonada y gris. trar, un huevo negro que un cuerpo perfecto y que lo que se
tema que aprender era a hacer lucir bien una figura regular-
Si no fuera por la catarata Nicolasa hubiera heredado el pres- mente buena . Los maniquíes de Emilia fueron ella misma J
tigio de Dionisia, sabía casi tanto como la difun ta anciana, pero Virginia, le. gustaba más trabajar sobre la tía porque aunqu e
como no veía era poc o lo qu e efectivamente podía hacer. Escu- madura y hgeramente pasada en carn es, su porte y gracia com-

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pensab an t odo. Madame Paulette le pidi ó, para su final del se- ñ ó el co razón amarillo de las amapolas y a darse cuen ta desde
gundo año , el diseño y elabo ración de un vestido totalment e muy niño , qu e las manos de mujer tienen el atributo de calmar
original, uno que mostrase, sin duda alguna , la preferencia con el dolor. Carolina y Cosme se t enían uno a o tro , sabían desde
que la había distinguido. Virginia encargó a París, vía Nueva ant es que dolería la separación , pero al tomar la decisión deci-
Orleans, lo último en figurine s de modas, había tomado la arte- dieron también afrontarla y se consolaban por las no ches abo gan-
sanía de la sobrina como orgullo personal. Emilia cavilaba y do por la felicidad de su hija, porque algún día tendría su
esperaba sin decidir algo en concreto, a diario la tía preguntaba propia familia y porque qu izás, ¿por qu é no? , regresaría a Char-
qué telas elegiría, pero nada co nt estaba. Por fin, después de co Blanco. En honor a la verdad, aunque los dos deseaban hast a
recibir carta de Charco Blanco, se encerró en el taller de Pau- con su sombra verla llegar, eso era lo qu e menos querían porque
lette, Virginia se mordía de curiosidad, máxime oy endo los Charco Blanco no era destino para Emilia, de eso estaban segu-
elogios de madame, pero era un secreto y una sorpresa, así que ros. Pensaban qu e si el ingenio de ella era capaz de encontra r
no se enteró de cómo iba la cosa hasta que Ernilia, pasando de colores en el más lodos o y ho rrendo chiquero, cuanto más en
largo por los anaqueles de telas teñidas, se detuvo ju nto a la una ciudad, ahí con vert iría el empedrado en trozos de márm ol y
blancura de encajes y algodones. Va a diseñar su vestido de a un pequeño jardín en umbría de helechos y flores. Cada uno
novia, -pensó Virginia- aunque ni pretendiente tiene, total lo revivía ané cdotas . Cosmc co nt aba, con panico de padr e, la vez
guarda y ya. Estaba equivocada, Emilia diseñaba en est a ocasión que la divisó, est ampada bajo el solazo de la una, inm óvil y
para su madre y eligió muselina de Holanda, tela humil de com- silente en el camino medianero qu e lleva al laborío de las Calave-
parada con las otras. Una pieza com pleta se llevó y se puso a ras, le gritó varias veces y sin respu esta alarmado la alcanz ó y
tablonear a lo largo, cada medio centímetro, muchísimos me- con su machet e hizo picadillo a la serpiente coralillo qu e la tenía
tros. Fue un trabajo de chinos en el que sólo utilizó muselina, hipnot izada. Emilia se mol est ó, porqu e lo qu e era coral , t ur-
hilo blanco y seis botones de concha. El resultado fue incre íb le, qur.sa y noche en deslizant e mo vimiento, él lo convirtió en
la luz se quebraba en los mil tabloncitos de la falda, tablones triperío de conejo revolvente. Si no me iba a picar , ella est aba
planos que se entrecruzaban geométricamente en un vestido que ahí para ser co nte mplada y viene usted a mach etear la herm o-
más parecía labor de pastelería qu e de costura. Virginia aplau dió sura. Dos día s estuvo resentida y Cosme risueño porque le mara-
cuando lo vió, siguió aplaudiendo cuando se enteró que era para villaba la rareza de su hija, par ecida a la de Nicolasa pero como
Carola, aun cuando algo le punzó dentro. Lo triste fue que más muje r y meno s sibilina. Carolina, más realista , record aba las
Carolina nunca lo pudo estrenar porque la revolución mexicana tardes de bordado y las leccion es de cocina, pero hasta ah í , sin
desquició los caminos y no pudo ir a Carrizales como lo había hacer más tragedia. Colaba, solitaria desde qu e vino al mundo ,
prometido en su carta . Años después el vestido llegó a ser mítico, jamás opinó sobre la cuestión , así era ella y así moriría.
pese a que ningún cuerpo humano lo usó un minuto siqu iera.
Carlos Nicolás se qu edó a vivir en casa de Elane McLean, no
Claro que la extrañaro n, todos, la extrañaron desde que se le pedía ni le quitaba dinero, pero si ella se lo daba lo aceptaba.
fue, la extrañaron tanto qu e su lugar en la mesa, salvo ob ligadas Para cuando Elane recapacitó est aba metida en lo más profundo
ocasiones, nunca fue ocupado. Al paso del tiempo el senti- del bosque de los afectos confundidos, no supo ni como llegó
miento se les convertiría en evocación y luego en añoranza una hasta ahí y aunque se sentía extraviada para siempre, no quiso
y otra vez comentada. Contra lo que aparentaba, Joaquí n fue ni le importó encontrar la salida . A veces el bosque olía a bes-
quien más lo sintió, su hermana, ilógica, loca y todo loque se tialidad pura, en otras un viento desconocido le escombraba el
quiera, era para él piedra fundamental en su cariño, ella le ense- alma con montones de hojas de angustia, pero había días lumi-

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nosos de suave brisa y perfum e de paraíso, día s y noc hes en Ilue por decisión unannu e se llevó a cabo en los jardines de la ca-
el bosque era ella y se sent ía fértil y et ern a como la vida, enton- sa de Agustín Govca. Toda s las mucha chas andaban enloqu e-
ces daba gracias a Dios por haber atravesado el ro bled al en su cidas. La tienda de Virginia vendió mucho esos meses : vesti dos
camino. En el bosq ue no vivía Carlos Nicolás, ni era Carlos de mañana, tarde y noch e, y somb reros y sombrillas sobre to do.
Nicolás; tanto tronco y ta nta hoja y ta nta brisa y tanto sol eran Los solt eros de la tropa fueron asediados, colmados de aten-
de ella, sólo de ella, su primera y aut éntica propiedad, y como ciones y en dos o tr es casos compromet idos a la fuerza. Natae!
propia y vitalme nte valiosa la defendería co n dientes y uñ as para era soltero, pero el listón que usaba en su sombrero, hecho por
no perderla. Su bosque era un esta do de ánimo, una nueva for- mano de mujer, hizo pensar qu e tenía un compromiso, por ello
ma de vivir. Por eso abrió su bolsa y sus años de ahorro, metó- fue distanciado y hasta cierto punto despreciado, o más bien
dica, sin precipitarse, había decidido poner su tumba en e! bos- tratado co mo casado. Primitiva Velazco se había encariñado
que y como no sabía cuando llegaría e! momento lo mejor era rrnfundamente con Emilia, mucho t enía qu e ver la confianza de
ser precavida. Su lavandería, bien atendida, daría dólares, no ya la pequeña y el hecho de qu e ambas venían de tierras salitro sas y
pr r? dos, para cinco si fuera necesario , así que se dedicó más, brillant es, para ellas llenas de recuerdos . Virginia era mandona,
contrató más y ganó más. Carlos Nicolás vistió bien, comió igual dominant e y proveedora; Primitiva, servicio y amor sin límites.
-inapet ent e constante- y jugó todos los días. Como Emilia era muy dom ésti ca, co nvivía mucho con Primiti va
y le contó qu e cuando vió al médico se le acogotó el coraz ón .
Eclesiastés creció en seis meses lo qu e no había crecido en Amanda Zárate invit ó a una segunda recepción , por las hijas se
seis años . Se volvió escultura negra co n ojos de vidrio de Murano enti ende, y le pidió a Primitiva que le ayudara con su exp erien -
y no aceptó el puesto de cocina que el capitán le ofr eció. La cia en e! man ejo de la servidumbre. Si no fuera por el delant al y
Compañía le ext endió una carta de recomendación y Salomón la cofia que usaba , Primitiva pasaría perfectamente como una
dejó e! barco en e! mismo puerto qu e Carlos Nicolás. Sabiendo dama de Carrizales, ella lo sabía, por eso no le fue nada difícil
que su amigo siempre iría tras e! juego , llegó a San Luis bien obte ner la información que necesitaba con urgencia. Estando
comido y bien adm inistrado, rentó un cuarto de pensión afri- formados los invitados para pasar a servirse de la mesa de com i-
cana y esa no che, Carlos Nicolás, como buen jugador, pagó su das, ella art esonó deleitosamente un bien servido plato y se lo
lugar para retirarse de la mesa y ambos se quedaron platicando llevó al médico, diciéndole en su duro y pobre inglés, que la
hasta que amaneció. salud sosti ene con b uen alimento . Luego le llevó pastelillos y
ponche frío y sin andarse con rodeos le preguntó directament e
Por causa de la revolución mexicana una compañía de sol- que si tenía novia formal , Nata el, sin rod eos tamb ién, le dijo
dados de los Estados Unidos de Norteamérica fue enviada a tení a, desde la semana pasada ya no. Eso bastaba. Emilia lo sup o
Carrizal es, desde ahí el Comandant e en Jefe enviaría partidas de ya los tres minutos le sonrió , a los diez e! médico estaba sentado
hombres por los caminos y a los pueblos que bordean la orilla eon ella y a los veinte todo el viejerío de Carrizales se la com ía
norte del Río Grande. Lo que par ecía precaución no estaba viva por ind ecente y ofrecida, un com promet ido es como un
exento de dolo. El regimiento traía cocineros, ecónomo, médico casado, pensaban. Primitiva, mientras, habló con Agustín pri-
y capellán. El médi co era de! norte, tenía el cabello colo r de mero y luego con Virginia, él no qu edó muy conforme y desd e
cob re, muchas pecas en la espalda y e! impronunciable nom- su sillón -sentado prá cticamente con la espalda- no apartó los
bre de Natae! Sprigthoel, impronunciable al menos para Emi- ojos de la par eja. Virginia, en cambio, se ent usiasmó , el doctor
Ha, quien lo conoció en la recepción qu e las dam as de Carri- Sprigth oel era un perfecto partido. La fiesta terminó, Nat ael
zales organizaron para la plana mayor de los milita res y que -con Primitiva por detrás- acompañó a Emilia por la calzada

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que une las dos casas y se despidió de mano en la puerta. Al día t eque y la pólvora, quienes se les pegaro n de prop ia voluntad por-
siguiente Emilia recibió una caja qu e gruñía tiernamente, era un que no hicieron leva. Charco Blanco, por su part e, tuvo que
perrito color chocolate, se lo enviaba Natael Sprigthoel. agasajar pródigamente y durante t res día s a una extraviada par -
tida de alzado s, se qu edaron ahí por circunstancias de cansancio
Elane conoció a Salomón. Salomón buscaba trabajo. Salo- y ganas de dormir, y qu é mejor qu e ese lugarejo perd ido, míse ro
món decidió , mientras encontraba algo mejor, aceptar el em pleo y asustado. La tropilla no hizo mas que dormir, hart arse de
que ella le ofre ció. No imagin ó que esa aceptación provo caría pollo y puerco, y forn icar, para desgracia de alguna, que no de
que los hijos de sus hijos llegarían a' ser, en su tiempo futuro , otras. A Cosme le tocó dar un puerco y veinte pollos debida-
dueños de la misma lavandería, para entonces famosa y presti - mente cocinados, sazonados y presentados, además de una
giada por ser casi centenaria. arroba de p'm. un costal de ma íz y otro de frijol. El líder de esos
revolucionanás -el IJu eblo 110 guardó memo ria de a qlle frac-
El cohete de la revolución mexicana tronó, co n fuegos de ción pertenecían->, Alfon so Coro na, era alt o , delgado, con ojos
idealismo, el veinte de noviembre de 1910. Los mil castillos negros y de natural bondadoso aunque nada casto . Llegó a jef e
pirotéc nicos qu e encendió alarmarían las noches mexicanas por por inteligente, sabía la geografí a, m ucho de carabinas, y lo
seis o siet e años , la humareda fue mucha y los muertos también. suficiente de política aplicada como para que no le pescara n el
Regiones hubo qu e se distinguieron y pasaron a la historia por el dedo. Nadie lo supo pero se fascinó co n el tipo de Carolina la
alboro zo de sus luminarias, qu e de no ser trágicas se pensari an Blanca, por eso cuando se enteró que sus hombres habían asal-
divertidas, porque en ellas participaban - casi con aire de fiesta - tado la casa de Nico lasa, hizo que le devolvieran todo y le pi-
mozalbet es, hombres, viejos y mujeres. Se com pusieron can- dieran disculpas. También por eso obligó a Cosme Villarrea l a
tares, inventáronse bail es y a la lengua le incrustaron palabras de cuidar en su casa, por esos días, a una niñ a pequ eña, medio flaca
contenido insólito. Para robar decían carrancear y a unos ho m- y derr engada . No aclaró si era su hija, pero se suponía, tenía por
bres del norte, por rubios, les llam aron dorados, qu ienes además nombre María Rosa pero no existía pap el qu e la hiciera ciuda-
de valientes eran mu y enamorados. Fue claro con el paso de los dana, ni en este mundo ni en el otro. A Carolina el instinto ma-
años qu e al movimiento podía definírsele con un compl ejo adje- ternal le brotó como flamazo cuando la recibió . La bañó con
tivo: pat ético. Todos los sentimientos se mezclaron en la olla agua perfumada y tibia , le cortó las uñas de pies y manos , le pe-
accidentada que ente ndía el mismo idioma y como sucede en luqueó el greñal hasta dejarle una encantadora cazuelita negra con
est os casos, la verdad fue cambiada, engañada, exagerada, ocul- fleco sobre la frente, la friccion ó con crema bu ena de la qu e hace
tada, contada, dignificada , despreciada . Como qui era qu e sea y Nicolasa, no le puso are titos porque no tenía perforacion es pero
en cualquier caso , nadi e pudo sust raerse a su bofetada. El Sabi- le colgó al cuello una cadena con su cruz. Mientras Colasa - di-
nal y Charco Blanco no vivieron heroísmos desmesurados, qui - verti dísima- la frot aba con bálsamo yagua de olor, Carola sacó
zás les faltó un cronista fantasioso que en lugar de cien con tara del útlimo cajón del rop ero los vestidos qu e un día fuer on de
mil y que viviera literariam ente violaciones, robo s y fusi- Emilia y la vistió de algodón blanco con una einta rosa en la
lamientos de ricachones aprov echados. Lo más que pasó fue que cint ura y gran lazo por atrás. La niña se dejó hac er tod o porque
el Sabinal recibió una partida de revolucionarios qu e asaltaron la sintió con la carne el lenguaje del amor. Al atardecer, Cosme,
farmacia, la caja fiscal y el tendajón de Lucas, Llegaron por la presionado, fue a invitar a cenar al Capitán. Corona se violentó a
mañana y se fueron por la tarde, ni tan siquiera durmieron ah í, los dos minutos de llegar, se salió diciendo que les pidió qu e la
al marcharse se fueron con ellos unas mujeres de las orillas del cuidaran no que la convirtieran en mona porfirista. Nicolasa,
pueblo, zumbonas y libertinas, y cinco hombres amantes del gua- viendo lo que los demás no veían, comentó, no se preocupen ,

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ese hombre va a llorar esta noche. Y sí , Alfon so Coro na se admirar sus ojos de niño o su cintura extrecha. Claro q ue lo del
emborrachó y lloró y estuvo haciendo un ruid erío infern al fren - ronquido era una forma de decir qu e en la intimidad una nada se
te a la casa de Cosme, tanto qu e no durmieron , exce pto la niña, vuelve punto de guerra y de una cosa sí estaba segura, prefería
porqu e ya estaba acostumbrada. En la mañana t emprano Caro- quedarse soltera como Nicolasa, a vivir al lado de un homb re al
lina se acercó con una jarra de café y pan dulc e y viéndole a los que no pudiese compre nder o del qu e no se podía esperar com-
ojos le dijo déjem e a la niña , yo la cuido y la educo, cuando prensión. El punto álgido y que la hizo meditar result ó con la
esto termine usted viene por ella. A los dos días, muy temprano religión, ella era cat ólica, es cierto que no mu y cumplida, pero le
por la mañana, Corona pasó a casa de Cosm e mientras su tr opa enseñaron a platicar con un Dios rod eado de ángeles y santos y
esperaba afuera preparada para marchar. Quedaron en qu e María con una Virgen q ue era la encarn ación misma de la perfección
Rosa viviría con ellos, qu e a persona alguna la entregarían salvo femenina. Nata el no estaba para nada de acuerdo con eso y no
a Coro na mismo , y que si no se volvía a saber de él le contarían era cuestió n de platicarlo , sino que él veía como inferiores a los
que su padre hab ía sido un revolu cionario nacido en Jalis co y que creían en religión , se calificaba a sí mismo como naturalist a,
con cuarenta años cumplidos al dejarla encargada. Esos alzados libre pensador. Viví a un serio problema , entre más lo trataba
se fueron y nun ca más volvieron otros. más le encan taba, en algunas cosas porqu e en ot ras no lo en-
tendía. Y luego el idio ma , maldito idioma, quería decirle m ucho
La envidia las corroía, se indigestaban de pensarlo y so bre eso pero sólo se le ocurría en español, en inglés no acom odaba dos
tener qu e hacer cara de co ntento resultaba insop ortabl e. Que tal palabras qu e le gustaran . A veces él se solta ba habla ndo com o si
con la enana cerrera, india patas de comal y Amanda grande ella fuera giiera y le ente ndiese todo . Lo peor es que le gustaba,
apoyando, si bien dice el dicho qu e la suert e de la fea las bo nit as por eso optó por espera r y to mar inglés todo el día . Virginia no
la desean. Porqu e era innegable qu e el tal Natael Sprigt hoel era puso reparo algun o en que lo hiciera. Por su part e ta mbién
un buen partido y lo qu e más las enchilaba era no haber sido investigó a Nat aeI.
ellas las qu e investigaran y que hubiera sucedido en su fiesta y
en su casa, convertida desde ento nces en bochorno de mal hu- Carlos Nicolás, co n el eje mplo de Salomó n, se metió también
mor, entre ellas nada más, porque a Ramón ni para qué met erlo, en la lavandería , sin sueldo , no lo necesitaba. Elane decidió qu e
el muy despiadado les dijo viejas envidiosas cuando las oyó Carlos despachara y cobrara la ropa ya limpia y plancha da, revi-
cuchichenado al día siguiente de la recepción y para rematar les sando ant es que fuera n la lista exact a y las prendas debidas,
participó que en todo caso el logrón era el médico, po rque Salomón recibiría lo sucio, daría el recibo y repartiría alguno s
Virginia pensaba dar a Emilia una pensión mensual desde ya y encargos a domici lio , ella estaría adentro, distribuyendo el tra -
heredarl e su parte en el negocio, eso si apar ece Carlos Nicolás, bajo ent re las tres lavanderas y las t res plan chado ras. En un
porqu e si no , su prim ita va a ser más rica qu e tod os nosotros primer momento du dó de poner o no a Carlos Nicolás junto al
juntos; todo lo de Agustín y Virginia. El colmo , de matar a la dinero. Se arriesgó.
conde nada recabrona.
Recordados papá y mamá , espero que al recibir estas letr as
Emilia se pasó la mano por el pelo cuando Virginia le cont ó tanto ust edes como Joaqu ín y tía Nicolasa esté n bien de salud,
el coraje de sus primas , eso no importa" lo que la preocupaba es nosotro s acá lo estamos, sólo tío Agustín se ha quejado un poco
que en los poco s días de tratar con Nata el le parecí a qu e ambos de su espalda, quizás es por el invierno , aqu í ha esta do frío y
eran muy distintos y pensaba en lo qu e le dijo su madre un día: lluvioso casi todos los días. La gente qu e llega de México nos
para elegir el comp añero es más importante saber si ronca que saca de dudas en lo de la revolución , porque aqu í nos alarmamos

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mucho con lo que dice el periódico de luchas en Zacat ecas y en pero como están las cosas aventurarse era muy riesgoso. Joa-
T1axcala y en otras partes qu e yo , de verdad, no sabía que quín, con el atravancamiento de su crecimiento, alharaq ueó que
existían. Tía Virginia dice que me falta mucha escu ela y t iene a com o diera lugar tenían que ir a Carrizales, ir por Emilia
razón. Ahora ya sé como es el mapa de México, de América y de porque dicen qu e esos güeros, mensos mensos, pero bien que
Europa, además leo y entiendo algo de inglés. En lo qu e si esto y friegan. Carola se enderezó y apuntá nd ole con un dedo en la
muy bien es en costura, creo qu e mamá se sentiría orgullosa si naríz le dijo tu hermana no te ndr á escuela pero está bien alec-
viera mis acabados, me ha servido de much o su enseñ anza de cionada, sabe más de lo qu e tú imaginas, así qu e t e pro hibo
medir el dobladillo con el dedo y las puntadas co n la mitad de la sospechar ligereza s, conviene co noce r al médico porque Emilia
uña, madame Paulette ya hasta me ofreció trabajo, pero tía se int eresa en él y si se int eresa es porqu e es bu eno. Cosm e no
Virginia dice que no por lo pronto, que primero termine de opinó porque de rep ente sintió qu e ya t enía una hija casadera,
estudiar. Por insistencia de madam e le hice a papá unas corbatas se bloqueó pensando en por qué no había pensado en eso. Ni-
de seda, yo sé qu e no las va a usar , por eso quiero que me colasa, por si acaso, se fue a revisar sus existencias de yerbas y
mande n las medidas de papá y Joaqu ín para co rtarles un gabán, flores secas, le enviaría a su so brina un os saqu it os para per-
así le llaman aquí a lo qu e nosotros conocem os por chamarra, o fumar la ropa y alguno s jabo nes con hojas de naranjo y pol co,
que ahora sé que es otra cosa. Tío Ramón, tía Amanda y las para que hu ela a t ernura y deseo, pensó.
primas están bien. Ahora les voy a contar algo que es muy
importante para mí, conocí a un hombre ameri cano que es mé- La Cámara de Comerc io de Carriz ales - CCC- sesionó
dico , se llama Natael Sprigthoel y vino aquí porq ue trabaja para cuat ro miércoles consecuti vos, alarmados como estab an por la
el ejércit o. El nació en un pu eblo del no rte y su papá es comer- situación mexicana . La primer a fue una barahunda , la segunda
ciante en madera , tiene buenas intenciones conmigo, según pla- lo fue ta mbién pero con organización . En la tercera y con la
ticaron él y t ío Agustín. Siguiend o la moda americana me visita previa experiencia se discutieron los siguientes puntos: a) El no-
casi a diario , en la sala de tía Virginia , pero no se preocupen table descenso en las vent as. b) La total ausencia de artículos
porque Primitiva o tío están siempre present es. Me gustaría ta n- perecederos - comest ibles- pro ceden tes de México. e) La cada
to qu e lo conocieran , Dios quiera que pronto pue dan venir. Esta día mayor afluencia de mexicanos sin dinero y sin trabajo, y d)
es la segunda carta que les escribo contándoles lo mismo, como El apoyo que el gobierno federal y estatal de los Estados Unidos
no me han respondido supongo que la otra se perdió. Esta la de Nort eamérica les debía porque ellos pagaban puntualmente
est oy escribiendo en la oficina de tío Agustín porque vino un sus impuestos. Terminaron esa sesión votando para que el pre-
conocido del pueblo de la Paloma y tío apro vecha eso para sidente y el secretario de la Cámara discutieran con el Ayu n-
mandarles no sé qué y me mandó llamar para escribirles. De tamien to el punto d) y para que el dipu ta do de Carrizales llevase
ve rdad que tío Agustín es puro coraz ón. Buen o, espero su ben- el asun to a la capital del Estado. La cuarta sesión dur ó sólo
dición , reciban un saludo de todos los de aquí y un beso mío quince minut os, los necesarios para aclarar qu e eran muy in-
para cada uno de ustedes. Su hija que los qui ere. Emilia. genuos al pensar que se resolver ía el asunto en och o día s. La
siguiente junta se llevaría a cabo en un mes más y para eoncluír
A la semana de haberse ido la tropilla de Alfo nso Corona, se le dió a Ramón Govea un apla uso y un vo to de confianza por
Cosme Villarreal recibió, por muy amabl e co ndu cto, la carta de ofrecerse person alm ente a agilizar las cosas. A la prim era sesión
su hija. Carolina se molestó por la impertinencia de las coin- - cosa insólita - asistió Virginia, ella era co merciante ¿o no? A
cidencias, si la cart a hubiera llegado antes, el Capit án Corona, la segunda fuero n también madame Paulette y Dominga Tréviño
q uizás, les aconsejaría la mejor forma de llegar a Carrizales, viuda de Soto, dueña de la mejor past elería y panadería. A la

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los Nicolás, con su vicio, nada le importaba, pero a él sí y no se


tercera fueron algunas esposas y como aquello podría degenerar
dejaría, en forma alguna se dejaría. Por principio , I ~ ego de me-
en acto social, Virginia y Paulette pidieron la palabra y manifes-
ses, planteó la idea de que en un futuro no muy I,epno le gus-
taron que ellas estaban allí porque tenían intereses dircctos y
taría ser socio y no empleado. Elane no puso objeciones porqu e
persona les en cl comercio, que por ello debían tener voz y voto
y que quedase bien establecido que las invitadas eran invitadas y la diligencia de Salomó n había triplicado las. entradas, ahora
los socios , socios . En la cuarta sesión y discretamente, la comi- trabajaban más para instituciones que para pa~,Iculares. Dos ho-
telitos, tr es restaurantes y tres casas de penSlOn mandaban su
sión de Orden y Decoro -cuyo vocal era Agustín - , se vió en la
embarazosa e injusta situación de negar la entrada a los tr a- ropa dc cama y mesa, el envío era constante y aparte de obtene~
ficantes en alcohol y carne viva. Pagaban sus impuestos - mu- un ingreso más fijo se dejaban de reñir porq.ue I~ ropa ~e ~ancho
o quedó con el color quebrado. Carlos Nicolás seguIa jugand,o
chos por cierto-, eran comerciantes, ni quien lo dude, pero no
sin pena ni gloria y Salomón prefirió que darse donde habla
podían entrar porque no podían entrar y punto. Como los gritos
se empezaron a oír hasta el salón y aunque todos sabían de qué llegado, en la pensión nigeriana qu e gemía ~ t odas ho~as notas
de lamento selvático . Las letra s de las ca nc ion es de c ían puras
se trataba nadie decía algo, Virginia , preocupada por su marido,
to nterías, que si la gallina puso un huevo o que si la cafetera en
con los ojos mand ó un mensaje a Ramón, que el otro listo lo
el fuego está, pero no era eso lo qu e impo rtaba, lo importante
ent endió . Salió y co n su labia se constit uyó cn represe ntante
autorizado de los nocturnos intereses de Carrizales, mismo papel era deslizar la voz por la improvisación para que tuviera olor y
que en unos minutos haría extensivo a toda la Cámara y que le tint e de madera. Lo conseguían. Luego de año y medio de estar
valió el aplauso. Virginia no sospe chó qu e esa mirada suya dio el en San Luis, Salomón había conocido varias mujer es pero aún
no se enamoraba. Carlos Nicolás, en ese sentido ni tan siquiera
pisto letazo de arranque a la carrera política de su cuñado y que
era cosa, porquc la cosa exist e y est á definida, él era un coso.
también esa mirada iba a cambiar, totalmente, la vida de Aman-
da y sus hijas. Cosas del destino.
Aunque quisi eran no podían ni deb ían hacer el viaje a C~rri­
zales. Cosm e y Joaquín por cuidar las tierras, Nicolasa p~r CIega
En comparación a las muje res pasajeras de los barcos, Elane
y además ni pensarlo , y Car~lina por llevar ~a casa y CUIdar de
era ordinaria, sin refinamiento alguno. Tomaba el café sor-
María Rosa . Total que los jabones y saquitos de yerbas los
biéndolo y hablaba con la boca llena; no se quitaba las medias
usaron ellos mismos -para variar- y el pape l con las medida s
para dormir y al parecer usaba las mismas por varios día s; no le
fué guardado junto co n el prim oro so bordado que Caro l~ recién
importaba dejar tirados los platos y su ropa amontonada en un
terminó para qu e su hija lo aplicara en lo que se le antojara. No
rincón sin ord en ni conci ert o. Sin ser sucia no era exacta mente
estaban trist es ni muy preocupados, -excepto J oaquín- sent ían
limpia , roncaba y por la mañana su pelerío abundantísimo pare-
no ir a conocer a Natael , pero confiaban absolutam ente en Agus-
cía que le crecía desde la nariz. Carlos Nicolás hubiese ignorado
tín, tanto que daban gracias a Dios por aque llo de ~ue .n? hay
éso y más si no es porque Salomón -cuando quería- era más
mal que con bien no venga. Emilia e~taba mu cho mejor ;lVle n~o
filoso que cuchillo de cocinero chino y se lo hizo obvio con
con Virginia, sin constat arlo lo pod ían asegura r. Ademas, Man a
todas sus treinta y dos perfectísimas piezas dentales. Salomón
Rosa, con su infancia qu e olía a pólvora y polvo de muchas
era mucho, pero mucho más perspicaz que Carlos, tam bién era
part es, se convirt ió en el deleitamiento com ún. Insólita por des-
más consciente y más previsor y se daba cuenta de qu e la rela-
conocida, entern ecía con su sabe r permanecer por horas en un
ción con McLean sería muy positiva y hasta beneficiosa -en
rincón, sin hacer ruido , com o cuidándose de su cost umbre de
todos sentidos- si se le mantenía en un límite , porqu e si no,
destruiría ; volvería vulgar lo fino, y al cuidado , dejadez. A Car- balas. Se estaba ahí jugando co n los dedos, personi tas qu c carni-

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naba n sobre su falda haciendo real su imaginació n de niña. A causÍl una huída masiva de la clase acomodada v media. Cruzaron
Carolina le costó mucho sacarla de su columpio de soledad y el río a las volandas, pid iend o asilo donde q u~iera n darles, por-
qu itarle tantísimo s hábitos mol estos que tenía. Por ejemplo : que los hot eles estaban llenos. l'cnsaban qu e el incendio era el pri n-
María Rosa siem pre había comido cua ndo salía el sol y cuando cipio de una ma tanz a sin medida y por creerlo perdieron más
se ponía, así qu e esas horas sustraía un tomate y alguna s torti- que si se hubi eran qu edado , porque el quemad ero fue lo últ imo
llas, o un tas ajo de carne seca co n un pan, y comía arrinconada llue hicieron las tropas. Luego del fuego hub o saqueo, hecho no
y ráp ida, no se los fueran a quitar. Carolina, con amor y vigi- por los soldados -esos tiraron las teas y se fuero n- sino por e!
lancia, prim ero la dejó comer cuanto quisiera y cuando quisiera; horm iguero de mexicanos desesperados y pob res que hah ía n lIe-
para eso colocó intencionalment e plato s co n bocado s por su casa gl!do desde el sur y qu e no tenían ni en qu e caerse mu ertos,
y la de Nicolasa. Lu ego la ob ligó a sent arse a la mesa y a que Como era de esperarse, en las abandonadas - y algunas mu y
com iera con ellos, un día preguntó qu e por qu é a su tía Nicolasa ahumadas- casas, no hab ía cosa de valor líqui do , só lo muebles,
sí la dejaban comer sola y le explicaron lo de su cegue ra, la niña ropa y art ícul os finos de decoración. Fue cosa de verse e! es-
hizo un taco de carne y se lo llevó, porque a un burro ciego que pectáculo de color maravilla de jarras, aguamaniles, tiho res y
ella conoció le daban de come r en la boca. Era montaraz y no plato nes - esmeralda y zafiro y top acio y azul de mar- , cami-
co nocía la diferencia entre palabras bu enas y mala s. La perra de nando por las callejas negruz cas y sofocadas. Ade más, en an das
la casa parió ocho perritos y cuando todos reunidos los admira- ajenas iban retratos familiares, ovalados y serios, como en
ban , María Rosa dijo con deparpajo qu e la Sultana tu vo hijos procesió n. También pedazos de bosqu e inglés co n luz de lluvia y
como PUTA, las cuatro letras las dijo, la P de pera, la U de uva, neblina, y bote llas de vino co n canastas de duraznos ape titosos,
la T de tía y la A de arr oz , ni más ni men os. La sit uación fue todo enmarcado en dorado y muy labra do. De cuando en vez e!
curiosa porque se despernancaban de risa, pero no debían r eírse. sol reverberaba en el azogue adriático y de cuerpo entero de una
Cosme se llevó a la niña a dar una vuelta a caballo, pero la risa tambaleante luna veneciana . Currizulejo estu vo sin autoridad
continuó, cada qu e se acordaban se reían, sobre todo al pensar ocho día s, una semana de ro bo y privación. Al prin cipio la
en la seriedad inocente de María Ro sa. recua hum ana, orope lada con cosas de valor en la cabeza, pasó
sin más el pu ente q ue un e los países , pero cuando los guapos
Mucho s comerciantes de Carrizalejo mudaron sus tiendas al soldaditos rubi os viero n tIue cuatro y cinco palur dos arrastraban
otro lado de! río , a Carrizales. Lo s qu e se qu edaron se arrepin- pianos de firma o pulenta y otros có mo das de nogal fran cés co n
tieron a los po cos meses, porque en una de esas ilógicas si- chapeto nes de bronce, cerraron el puent e con tr es cadenas. Su
tu aciones de guerra -motivada mas por capricho qu e por estra- biblia les prohib ía calentarse con la leña del árb ol caído, al
tegia- el pueblo fue incendiado. Despu és exagerarí an contando menos en forma tan evidente. Se dio el caso de que familias de
que hasta las piedras mismas fu eron qu emadas, pero no fu e así, Carrizalejo comp raran en Carrizales - a precio de 0 1'0- la mirada
Las tropas cabalgando por las calles lanzaron sob re los techos ólea de! abu elo o la charola de plata llue singularizaba un aniver- .
teas alquitranadas y lo hicieron de día, no de noc he com o casi sario. Ellos com praban raí ces de sus recuerdos, pero hub o otros
poéticament e lo recordarían. Lo qu e sí es que las llamas incen- que se volvieron coleccionistas en una sema na, Amanda grande
diarias duraron hasta bien entrada la na cho y por más que las y sus hijas, por ejemp lo. Virginia a du ras penas superó la tenta-
ocho monjas enclaustradas de Santa Ursula rogaron y rogaron ción de aprovecharse, sabía qu e Agustín no se lo perdonaría
porqu e las nub es qu e cubrían el cielo se despeñaran , no lo hi- nunca si lo hacía y el amo r de Agustín era más impo rtante qu e
cieron, y cada quien, confo rme sus intereses , tuvo qu e apagar lo una cuchillería de plat a, aun que fuera para veintic uat ro perso-
prop io, co mo si fue ra una malsana pasión personal. La qu emazón nas, con empuñad ura de ópalo y a precio de ganga. No la co rn -

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pró . Tan enérgico fue para ella tomar esa decisión, que desp ués, Charco Blanco. Agu stín dijo que no, uno de sus no tajan tes,
cuando se preguntaba a sí misma la hondura de! amor por su gran íticos. Mas tarde y poniéndole la mano sobre la cabeza, le
marido, de inmediato le venía a la mente el sacrificio de pasar de exp licó que la situación mexicana era verdaderamente pelig rosa
lado por la iridicente platería opalada, orgullo de la gorda de y que por nada de est e mundo le permitiría cruzar ni tan siqui e-
Amanda, quien la lucía y presumía sin cargo de conciencia algu- ra e! río. Primitiva le propuso si te vas me voy contigo, me
no. gust aría ver las tierras de mi juventud, aunque sea de lejos . Ella
quería ser solución para Emilia pero su amor no bastaba , porque
Quién se siente esa estúpida, y en eso quedaban, no se les no era su madre y la Pequeña, ante el miedo de tomar una
ocurría otra cosa porque la decisión de Emilia las desco ncert ó. decisión que quizás desencadenara un futuro más sinuoso que
Habíale enviado una esqu elita al doctor Nat ael Springt hoel - ellas optimista, prefería mejor sentir e! cobijo de su casa , volver a la
se enteraron por la indiscreción de su ayudante--, en la cual, en cómoda aunque anodina vida de Charco Blanco. Emilia -por
términos de confianza íntima y con tinta color sangre de pi- sobre la negativa- siguió dale y dale, a veces hasta geniosa,
chón, le pedía que no volviese más a visitarla, al menos n o por Virginia nada decía, esperaba a que el grano madurara. Mientras,
dos mes es. No podía pedirle que dejase de ir a casa de Agustín ella y Primitiva -y también Agustín- , se aliaron en un com plot
Govea, porque no era de ella, pero si asistía, no la vería. Le de astucia. Fundamentalmente e! problema residía en tres cosas,
suplicaba que no pensase (¡ue era un capricho o una velei- las tres de Natael. El médico planteó qu e quería casarse en el
dosidad, sino (¡ue por favor recapacitara en lo (¡ue muchas veces térm ino de doce meses, no más porqu e ento nces el ejército lo
habían platicado. Pero ¿de qué platicaban? ; esa era la intriga
rete ndría por cin co años extras, así lo estipulaba su contrato .
irresoluta de las Govea Zárate. Virginia les diría qué les importa
Segundo : no t enía la menor intención de ejercer la profesión en
metiches, y bien sabían que Primitiva era de palo , de palofierro,
la frontera; una vez casados se irían a vivir a un a ciudad del
Lo intentaron con el tío Agustín, pero la joroba con los ojos
nort e. Tercero: le daba risa pensar en casarse frente a un altar y
más verd es de todo Carrizales, bondadosamente les contestó que
no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha y les regaló - como por un hombre al que despreciaba, y presidiendo la ceremonia
siempre, desde cuando eran niñas y lo buscaban - una monedota un ser en quien no creía y que para él no existía. Virginia y
de plata mexicana para cada una. Sólo qu edaba intimar con Agust ín no eran tan chatos como para menospreciar la impor-
Emilia ; la que podía hacerlo era Teresa - la m eno r de las cua· ' tancia de estos planteamientos y est aban bien de acuerdo en que
tro- , pero con ésa ni contar porque era más Govea que Zárate y si la sobrina aceptaba los tres así, a la primera, sería una estú-
además les dijo que aUnl¡Ue lo supiera no se los diría. Las tre s pida. Por otro lado Virginia intuía que Natael no era tan infle-
mayores, porque ahora Guadalupe ya se les unía, se presentaron xible como parecía y que mucho de su enamoramiento por
en casa de Virginia con el pretexto de preguntarle a la prima Emilia residía precisamente en los principios y valores de la
sobre telas y modas. Para su asombro, Emilia sola, sin la mín ima muchacha. Con su mente, medio teatral siempre, al mismo tiem-
insinuación, les explic ó el por qué de su decisión. No le cre- po que atendía a alguna de tantas que no. se decidía por el
yeron, ¿apoco así porque sí nos va a decir la verdad'( , ésta algo sombrero de flores o el de plumas, pensaba cómo hacer para que
esconde. Se pensaron lo peor, qu e no podía casarse de blanco y Natael cambie, él mismo, sus rígidas estipulaciones. Por princi-
esas cosas. Las tres, junto con su madre, tcnían enferma la cabe - pio debía mantenerlo cerca de la casa y para eso nada mejor que
za. el ajedrez de su marido, ya desde antes se lamentaban de no
tener tiempo para jugar, bueno, pues ahora lo tendrían. Agustín
I~milia estaba muy co nfu ndida, tanto que quería regresar a aeeptó y para mayor seguridad, cada mañana en la misa -ade-

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más de su perpetua oración por Carlos Nicolás- le pedía a Dios se trataba, cada que lo veía le decía, no vas. Joaqu ín la zaran-
que met iese el dedo . deaba por los aires y luego de reír y pon erla en el suelo, ella
decía de nuevo, no vas.
Salomón convenció, bueno , no tan to convenció, más hien la
necesidad se impuso y Elane McLean invirtió una considerable Qúé bien se las ingeniaron, Agustín recibió a Natael con un a
suma en adquirir unas cubas de metal, grandes y sólidas, y un corbata de seda exquisitamente terminada y cuando aceptó la
mecanismo de pistones con mazos en forma de campana, fijos obvia alabanza, contestó, la hizo Emilia, en dos horas. Virginia
exact amente por encima de ellas y que subían y bajaban unos aclaró qu e independientemente a lo demás , él era amigo de la
después de otros. En las cubas se ponían trapos yagua jabonosa, casa, así que te quedas a cenar con nosotros. Ordenó qu e no
y los mazos , con golpes succionantes, inmisericordes y cons- hubiese centro alguno en la mesa, pero en el vacío lugar de
tantes, batían en tal forma que en treinta minutos lavaba n lo Emilia colocó una rosa, sobr e el plato sopero. Imposibl e no
que tres mujeres en un día . La inversión no paró ahí porq ue la verla, imposible también ignorar que estab a más presente porque
instalación era compleja : agua fría y caliente - co n calde ras- , no lo estaba. Primitiva supervisó el servicio de mesa sin delanta l
tubos de alimento y desagüe y unos cilindros para exprimir, qu e, y sin cofia, a propósio, porque estrenó un vestido que Emilia le
harta Elane de sacar y sacar dinero, tuvieron que ser movidos a hizo, de algodón estampado - sobre campo rosa pálido , cerezas
mano porque no aceptó gastar en otro artilugio de fuerza mo- y hojitas verdes-o Es claro que el médico ni se hubies e enterado
triz. Elane tampoco quería saber nada de contabilidades, ten e- del vestido, pero Virginia comentó, com o plática de entrete-
dores de libros y cosas de esas, siempre se había man ejado con el nimiento, la maravilla de las manos, de lo qu e son capaces, desde
dinero en la mano y con un torpe libraco de entradas, pero en dar alivio co mo las tuyas, hasta co nfeccio nar, por ejemplo, el
eso participó Carlos Nicol ás, él sabía llevar cuentas -creció entre vestido de Primitiva, mira tú lo qu e se necesita. Y le dió una
ellas, en el bar co las practicó y además , son condición indis- amplia explicación del detalle del fruncido, de la bastilla sin
pensab le para un buen jugador- , y simplemente dijo que sí, (Iue arruga, del peto impecable, de las pinzas secretas y sabias. Na-
eran necesarias y que él se responsabilizaba. Elane, zurrumbática tael, admirado, respondió que nunca imagin ó qu e un vestido se
como estaba en su bosque, agachó la cabeza, no muy conforme, llevase tanto trabajo y pulimento y entonces Virginia, pero no
pero la agachó . todas las mujeres somos compet ent es para hacer estos prodigios,
las que lo hacen valen oro. Primitiva se atrevió a opinar y dijo la
Lo más desesperante y agónico era no tener noticias, no saber señora Virginia se queda corta, una muj er así vale toda una vida
de su salud o de cómo les había ido con el incendio , porque el de felicidad, por eso nuestra Emilia ha de casarse co n un hombre
primo Jerónimo-ya con una barrigona de carnicero- les vino verdaderamente admirable. Seguidamente fueron retirados los
con el jad eo y resoplido de flue qu emaron de este lado y del platos de carne , pasaron a los postres y como en comedia bie n
otro, que las tropas dispararon muchos días y quién sabe que ensayada, Virginia y Agustín se enfrascaron en el tema eterno de
más. Luego supieron que el fuego fue sólo de este lado y que no la belleza de las canciones, con música y tarareada,
hubo matanza. Como quiera, qué deseperación no poder estar
de ya en Carrizales. A Joaquín le tenían que decir No, mañana, Salomón le mostró a Carlos Nicolás un recorte de periódico
tarde y noche, porque si callaban era capaz (le montarse sin más - columna de trece centímetros- donde sucintamente se men -
en el caballo y no detenerse hasta cruzar el río Gordo. No vas, cionaba la revolución mexicana. Coincidió con la época en que
no vas y no vas. La nota graciosa la puso María Rosa , desde su todos los varones extranjeros qu e vivían en Estados Unidos te-
pequeñito y prieto tamaño, sin venir a cuento y sin saber de qué nían que nacionalizarse, al pare cer era una pr ecaución porque la
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guerra europea ya entraba en su segundo año. La simpatía gene- chísimo, jamás había visto nada parecido, gracias al susto no
ral era por Inglaterra y el desprecio por Prusia. Carlos Nicolás ya registró los insultos, co menzó a concientizar cuando la tía, ac-
tenía diez años viviendo y pagando impuestos como cuail¡llier triz estupenda, sin perder el dominio de la escena calmó su
nacional y _si no había arreglado su!' papeles era por huevo tibi o, arrebato y aplicó el co razón co n un poco de razón. Primitiva
ni crudo ni cocido, pero ya qu e la cosa se presentaba casi con ahuyentó a los sirvientes y se paró ju sto en el pasillo que une la
visos obligatorios, renunció a lo mexicano. Años después se ve- cocina con el comedor, lista para intervenir si había golpes.
rí a en lío s porque resultó que había dos ciudadanos norteameri- Virginia, caminando de un lado a otro bajo el sol del ventanal,
canos exactamente con los mismos datos, pero según el derecho contó su vida de soltera, su vida de privacion es afect ivas y de
diferentes, uno con registro natal est adounidense y el otro na- autoalegría, porqu e no había de ot ra, en cambio tú, flor de
cionalizado. Agustín - nunca explicó por qué- lo había regis- jardín, fuiste cuidada, amada, amasada con la ternura de tus
trado en ambos lados del río, pero Carlos Nicolás no lo supo padres, nada te falt ó ni te falta , porque hasta aquí, en Carrizales,
sino hasta los años de la segunda guerra , cuando pedían el acta eres la prin cesa, y lo eres no sólo por tus cualidades, sino porque
de nacimi ento para todo. Agustín, Prim itiva, yo , somos tu cort e, tu séquit o, y tú, en lugar
de sentir y devolver amor co n amor, no a nosotros estúpida, no
Aunque su amor no era como el latino , Natael quería - y te necesitam os tanto , sino a tí misn f!J y al hom bre que dices
mucho- a Emilia. Las argucias de Virginia y compañía no fue- querer, de hora en hora t e vuelves más babieca y de día en día
ron necesarias porque la simple misiva y su condición de no más imbécil. Tal parece qu e creyeras qu e amar significa ser man -
verlo en dos meses, lo hici eron recapacitar, pensar y sentir que si teca y dejarse mano sear y embadurna r, pero no es así , amar es
quería a esa compañera tenía qu e otorgar y respetar. A Emilia le meter las manos al fuego , atr everse, jugar todo y si toca perder
pasó otro tanto pero por un camino de gritos y platos qu ebra- ya se verá a su ti emp o el remedio . El úni co amor invulnerable
dos. Resulta qu e cada día se comportaba más infantil, dejó de - y hasta ése ti ene sus qui ebres - es el de los padres, todos los
coser, no bajaba a la mesa, no co nt est aba cuando se la llam aba y demás piden sangr e, tiempo , besos, perdones. Si qui eres un amor
así por el estilo. A Virginia se le fue subiendo la temperatura y seguro mejor cásat e con t u padr e, co n él si tendrías un seguro
una mañana, en el desayuno, reventó. Con una excelente posi- garantizado, pero eso no se puede, lo oyes, pedaz o de nopal.
ción dramática -nadie sabía cuando lo era o no - , estando las Otro giro en la voz y Virginia fue ti erna , se hin có en el suelo
dos solas a la mesa - Agust ín iba a misa de ocho- incrim inó a la junto a la silla de Emilia y le dijo Natael te quiere, no se necesita
sobrina su dejadez matutina. Traes el mismo vestido de ayer, no mucho para notarlo, tú puedes hacerlo espléndido, tendrás que
te peinaste ni hueles a bañ o, ¿qué es lo que pasa contigo? ceder en lo de irse a vivir al nort e, pero en lo otro puede haber
Silencio de Emilia y ahí sucedió. Virginia enredó los dedos en el términos, componenda s, dialoga lento y con los ojos en el amor y
mantel, corrió su silla para atrás con el puro impulso de levan- recoge ahora mismo el batidero qu e está en el suelo porque tú lo
tarse y precipitó al suelo , con restallamiento catacIísmico, pla- provocast e. Dicho esto último se levantó , se puso el sombrero en
tos, platones, cuchillería, huevos, tazas, pan y frutas. Ro nca le el vest íbulo y se fu e a la tienda , sin desayunar y sin despedirse.
salía la voz. Repuso el vocabulario de la mujer qu e fue por vein-
ticinco años, la que se manejaba entre un público las más de las Desde el prime r viaje a la capital del est ado -representando
veces ordinario. La empapó de adjetivos virulentos, la puso en el al com ercio unido de Carrizales- , cuando fue recibido po r el
sitio debido con su lengua de veinte filos y físicamente la zaran- secret ario del gobernador y luego habló en la Cámara, Ramón
deó, no más, porque Emilia estaba sentada, si no , la hubiera sint ió, por prim era vez en su vida, la satisfacción que da el esta r
tumbado al suelo. Era brava la Virginia. Emilia se asust ó mu- en el sitio pre ciso, la alegría del trabajo que no lo es porque

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gust a tanto . Sólo lo sintió, no lo razonó , por eso se le fue la El cumpleaños de J oaquín - 21- coincidió con la estancia de
calma. Horas y horas soñando, viendo desde fuera la gruta de un Primitiva en Charco Blanco. So ber bio por la estatura y bien pues-
.futuro recién descubi erto, porqu e ni triunfar en los negocios, ni to en carnes por el ejercicio de tierras y ganado, J oaquín apro ve-
sus hijas, ni tanto sabanazo, le habían dado el placer qu e ah ora chó la comida qu e sus padr es organizaro n para unos cua ntos
sent ía, esto era lo qu e buscaba sin saberlo y por eso antes nada íntimos y anunció su compromiso co n Dor a Erna García 1\ lal-
le sat isfacía completamente. Le gustó ser alguien a qui en se do nado, nativa y habitante del pueblo de la Paloma . Luego de la
escucha porque tien e voz y repr esentación públi ca. Del primer algarab ía provocada, Nicolasa preguntó si la muchacha es colo-
viaje volvió sin con cretizar solución en cu anto al problema espe- rada ella, qui ero decir, si tiene el pelo como las hebras del
cífico de Carrizal es, traía , sin embargo, indi cacion es para alert ar elote. Lo preguntó porque en su memoria el pueblo de la Palo-
a la ciudadanía sobr e la guerra eur opea que ya iba en su segundo ma y la remota e inventada novia de su difunt o hermano Ro-
año . Como qui era, pasaría tiempo antes de qu e tod o su po ten- 1111IU'ldo - el rosal que ahora cu ll ivaha era vara, de vara. de no sé
cial lo dirigiera a la política. Amanda y sus hijas, con su mio pía cuantas varas del rosal primigenio- , se junta ban en una misma
caracte ríst ica, no entreviero n en la nu eva actividad de Ram ón evocación. Cosme co nocía ya a la señor ita García Maldo nado,
algo extraordinario. pero esperó a que su hijo co ntestara. No, no es pelirroja : es
blanca de pelo rubio v alta , casi de mi estat ura. Carolina, cin-
Primitiva Velazco tenía viviendo en Carriza les, y en casa de cue nto na y con hilos de su co lo r favorito entre el pelo, entre-
Agustí n, veintiséi s años, desde 1889, año en que nació Carlos Ni- tuvo la mirada junto a sus propios dedo s, acariciando las guir-
colás. Nunca plan teó , bu eno, ni tan siquiera pensó, en volver al nalrlas y guí as, blan cas sob re blanco, del mantel bo rdado hacía
grupo de chozas past oril es donde se casó y enviudó en el t érmi- tanto s años y' sin embargo tan pocos en realidad. Pensaba qu e en
no de cuatro meses, pero aho ra qu e hab ía decidido aco mpañar a la vida había como dos realidad es, dos tiempos ; uno qu e pasa
Ernilia a donde instala se su hogar de casada, pidi ó permiso a arrugando la piel y amarill ando las tel as y otro que no corre y
Virginia y Agust ín para hacer viaje a México y visitar, quiz ás por qu e se vive por dent ro . Del que pasa su guapo hijo era una
última vez, su tierra natal . Agustín no quiso y Virginia lo mis- muestra, del otro , el recuerdo nít ido de la tard e en qu e mientr as
mo, le decían qu e esperara, qu e no era seguro int erna rse en tejía el agua y los lirios del mantel q ue ahora acariciaba y entre
tierras mexicanas, pero Primitiva cerró la co nversación diciendo el gran calor, conoció a Cosme Villar real, vendedor ambulant e
qu e con permiso o sin él, ella haría el viaje. Así las cosas, Agus- de duraz nos y co n los ojo s color del aguardiente. Cosme seguía
tín bu scó -no po día permitir que viajara f;ola- dos mexicanos siendo delgado - silencioso ya no tanto- y a los dos to davía se
de confiar, mu y bien pagados -si la traían de regreso sana y les festinaba el alma cuando ent re la noche se sentían. Los re-
salva, por supuesto- para que la acompa ñaran. De pro pia ini- cuerdos .. . - siguió pensand o Carolina- , Nicolasa, la buena
ciativa Primitiva iba a visitar Charc o Blanco, sobraban regalos Colasa, tra e al cuello la medalla qu e hace tr einta años yo misma
para llevar, pero por seguridad decid ieron qu e sólo la rop a indis- y en est e pati o le dí, fue cua ndo dccidimos plantar el nogal,
pensabl e sería su maleta . Se llevó sí, un grueso hato de cartas y - viendo para arriba admir ó el tronco obscuro y las ramas vigo-
retratos; retratos de todos juntos y de Emilia sola y de Natael rosas que unían el aire y las sombras del clar o ent re su casa y la
con Emilia . Sin proponérselo expresamente, llevaba tam bién la de su cuñada. Lu ego reco rdó a Dionisia y a la tullid ora y el
consigna de sondear a Cosme y Carolina en cuanto a la boda de sentimiento amar go qu e le creció por dentro después de regalar
su hija , caso de qu e ellos no pudieran asistir y Emilia resolviese a su primogénito, Carlos Nicolás. ¿Vivirá aún? ¿Qué será de él?
casarse en el térm ino fijado po r el médico . La voz de Joaquín la t rajo de nu evo al mom ento. Cuando tú lo
pidas, tu padr e y yo vamos a la Paloma, sólo avísanos con tiem-

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po para preparar los presentes, y volteó a ver a Cosme y él dijo hecho para ser socio de Elane McLane, inmediatamente eligió
sí con la cabeza. Esa tard e, ya casi de no che, limpios los platos y mujer, una negrit a bondadosa qu e desde ni ña tarareaba can-
recogida la cocina, Primitiva se sentó bajo el no gal con Cosme y cio nes de cuna. Se casaron bajo el rit o de la Iglesia de los Ulti-
Carolina. El canto de las cigarras se co ntesta ba de un lado a o tro mos Días y Coral se fue a vivir con él en la pensión nigeriana.
por los aires, de copa en copa entre huizaches y palos-priet o el Carlos Nicolás estaba medio hartánd ose de la vida en San Luis y
chirrido enloquecedor le daba vueltas al crepúsculo del pueblo, deseaba ingresar a filas, no por patri o tismo , más bien porq ue
Colasa aconsejaba jamás escuchar a las cigarras, no o írlas era una voluntad ajena lo llevase en aventura . Nunca fue llamad o y él
imposible, pero no había qu e escucharlas porqu e su zumbido era demasiado pasivo como para proponerse a sí mismo. Elane
sanjuanero roba el sentido, pasma a la gente. Primitiva se sentía cada día le dedicaba más tiempo a su bosq ue, la sociedad con
feliz, anchurosa como viento de lluvia, sin lazos de sangre, ella Salomón hab ía dividido por la mitad su trabajo y ahora se to ma-
como qui era era parte de la familia - su familia - y así la trata- ba algunos días a la seman a, días (¡ue ded icaba a estar echa da,
ban , por eso no sondeó, directamente lo dijo. Emilia ama a dejando q ue el tiempo le lambiera las articulaciones.
Natael y Natael ama a Emilia, Natael quiere casarse máximo en
diez meses, Ernilia está aturrullada y no sabe qu é decidir, ojalá Emilia y Natael, a un tiempo , cedieron. Primitiva llegó como
ustedes comprendan y den el permiso para la bo da aunque no a las tres de la tarde, recién se habían ido A¡''llstín y Virginia a
puedan asistir. El silencio de las voces se hizo más notorio por- sus respectivos negocios . Emilia, en el costure ro, cortaba dos
que las cigarras alarmaron los tímpanos con ecos interm inables. puño s y oyó el carruaj e. Una hora despu és las dos habían pla-
Cosme y Carolina se fuero n a dar un paseo, a ver la luna, a su ticado de todo y ráp ido - del asunto importante más- y Emilia
regreso lo habían decidido. A la luz de dos quinqués Cosme tuvo que ordena r a Primitiva q ue se fuera a su cuarto a descansar
escribió una carta, cart a qu e Emilia leería muchas veces - era la del viaje y que no bajara hasta la cena , que ella misma prepararía
prim era vez (l ue veía la let ra de su padre, letra est udiada y por la alegría de tenerla de nuevo en la casa. El mozo de cuadra
pulcra, casi dibujada, se no taba q ue el puñ o que la hacía po nía que fue a informar la nu eva a Virginia y Agustín, fue tambi én
to do el cerebro para trazarla-, y qu e decía qu e el amor es como con Natael Springthoel para invit arlo a cenar. Después de la
la naturaleza, da y da y vuelve a dar , cada árbol su sombra y sobre mesa la pareja joven dió una vuelta por los jardines y resul -
cada pájaro su simpleza; la noche su frescura y el sol la perfec- tó que ahora cada uno dejaba al o tro la decisión de la fecha y lo
ción de su luz y nosotros te amamos y te damos liberta d absolu- demás, esto les pr ovocó risa y el primer beso genuinamen te
ta , tu felicidad será nu estra alegría. Primitiv a ya no qu iso conti- carnal , y largo po rqu e estaban solos.
nuar hasta su tierra, del pueblo de Charco Blanco se regresó a
Carrizales. En realidad lo único qu e le importó desde el prin- Los pocos días que Primitiva Velazco perman eclO ausente
cipio fue hacer la visita a los padres de Emilia. Carola envió su sirvieron - independientement e a la noti cia qu e traj o- para valo-
velo de novia - hec ho con sus propias manos- y la cadena de rizar su callado y permanente servicio . Agust ín y Virginia co n-
plat a qu e había servido de laz~ el; su bod a y q ue les fue re- cluyeron en qu e sin ella hubi eran triunfado, sin duda , pero a
galada y colocada en su sitio por Virginia y Agust ín . costa de más energía. A la hora del brindis, en la cena de bien -
venida, Agustín lo dijo así y Virginia por su part e se dolió de la
Decían qu e los primeros en ser llamados serí an los solteros y decisión que Primitiva había t omado en el sentido de seguir a
aunque parezca increíble mu cho s postergaron la fecha de matri- Emilia en su vida de casada. En realidad era una forma de cub rir
monio, tal era el optimismo patri ó tico qu e reinaba. Salomón, la desazón por el futuro de ellos dos - -Agustín y Virginia- en la
pensando en la inversión qu e de todos sus ahorros recién había gran casa, con much o dinero , pero solos. Virginia empezaba a

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sentirse vieja y las ventas no la ilusionaban más, claro q ue estaba los más abundosos- , cuyo canto jam ás pasaría del pu eblo o con-
el amor a su marido , se repet ía a sí misma , sin lograr por ello dado na tal, otros -con mejor sang re y p[uma je - pod ían aspirar
alejar la desazón . Por otro lado , qu er ía viajar , pero la ad olorida a vivir su liderato en la ciudad capital. Muy pocos -c on tados
columna de Agustín resultaba infranqu eable y sola no ten ía el con los dedos- tenían los colores suficien tes como para intentar
menor chiste. Sí, Virginia come nzaba a sentir un a soberan a volar hasta e! cen tro político del país. Ramón, que nada sab ía
amargura, ta nt o más porqu e la escondía y po rqu e la raíz estaba de la po lítica entre políticos - de la otra tampoco sabía nada- ,
en su malentend ida esterilidad . Sin en trar jamás al cuar to que se dejó llevar por la pura intuición y su estilo de ser, y resultó
fué de Carlos Nicolás, le dió por revivir el pasad o y las ilusiones que su estilo de ser era el de los vigorosos y vistosos gallos que
de ento nces, no le costaba gran t rabajo , era algo así como actuar volaban hasta el flemá tico norte . Podría pensarse que impactó
un papel tea tral, sólo que el perso naje era ella misma y la obra porque llamaba las cosas por su nombre - al servilismo le decí a
su vida de ent usiasmo materna l. Procuraba hacerlo co n desdoble servilismo; al robo , rob o ; al condumio, eondumio- pero lo ha-
secreto , sin dar la mínima pista en su conduc ta exte rna , po r cía más por ingenu o qu e por valient e, ya sabemos qu e ni él sabía
dentro vivía, revivía y se inventaba escenas con su hijastro , cua- a donde lo llevaba ese camino y que estaba ahí porque se sentía
dro s pictóricos en los qu e Carlos Nicolás nun ca pasaba de los bien, estu pendamen te .
diez años y ella se veía más hermosa que nu nca. Hast a en las
horas de trab ajo Virginia se daba sus escapadas mágicas, sobre El negro Eclesiasté s fue cit ado por la Oficina Federal de Re-
to do desde que Teresa la ayudaba . Teresa , la menor de las hijas clu tamiento . Acudió a la cita acompañad o de Coral -su mujer -
de Ramón y la única qu e heredó el carácter Covea - las otras y de! hijo de ambos qu e ella llevaba en una panza hermosísima.
tres eran Zárate desde el sebo has ta el tué tano- , por iniciativa y No fue reclutado. Carl os Nicolás seguía jugando, jugaba todos
pro pio deseo entró a trabajar en la tienda de Virginia, en ella sí los día s y no tenía más patrimonio que e! afecto de Elane y la
po día confiar, era lo contrario a su madre y hermanas, discreta, amistad de Salomón. Muy en e! fondo de sí los verdes ojo s de su
acomed ida, y dul ce y suave en los mod os. Virgini a ate nd ía a las padrastro lo empezaban a llamar, no en form a alarmant e, sólo
clientes imp ortan tes, las anó nimas eran desp achadas por las em- añorante.
pleadas, y a las intermed ias, Teresa.
Desde que la vió supo qu e jamás la conquistaría y le dolió
El gob erna dor del estado de Texas iba a informar sobre las porque supo también qu e perdía otro hijo para siempre. Dora
gest iones administrativas y Ramón Covea fue e! único particular Ema CarcÍa Maldonado no era una mujer malvada, era sim-
- además del Alcalde y e! Ju ez de Co rte, invitados por el puesto plemente una que no admitía a su lado y al mismo nivel a otra
llue ocupaban - de todo Carrizales qu e recibió invitaci ón para congénere. Se sabía con cualidades y co n el encanto suficiente
asistir. El act o import aba no tan to po r lo que se informaba sino como para embelesar a Joaquín sin apoyo externo alguno, ni [os
porqu e se supon ía llue los asiste ntes en alguna forma eran los hijos, llegado el caso. Eso no garan tizaba - y ella lo sab ía- la
ac tivos políti cos del amb iente futuro. Por tres d ías la capital fidelidad camal por parte de él, pero la cam a es moment ánea,
del estado se convert ía en corral amp uloso do nd e los gallos pensaba, lo qu e mas importa es el corazón y la cabeza, y ahí sí
marcaban su dominio con e! garbo al cam inar, la arrogancia de Carolina podía pelear, pero no lo hizo, y no lo hizo porque su
su estampa y lo fue rt e de su canto . Por selección nat ural los labor est aba te rminada. Crió y formó a su hijo, ahora lo dejaba
gallos finos caca reaban con sus iguales, ninguno sab ría definir en ir sin aspavie ntos y sin chantajes. Ella no le preguntó - no era
qu é consist ía la finura, pero todos la reco noeían inme dia- . necesario- pe ro Nicolasa sí y Joaqu ín respondió , con un dejo
tamente y si era auténti ca, la respe taban . Había animales -eran de cargo de co nciencia, que vivirían en e! pu eb lo de la Paloma

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pero que él seguiría ate ndiendo igual las tier ras de su pad re. Es que te nía que ser dependiera de dar fin al vestido. María Rosa ,
lo único que tiene s , le replicó Colasa, sin las Calaveras porque es mucho más robusta y tamb ién educada, la seguía a todas partes.
mía y si la quieres tendrás que ganártela, no con dinero, ya sabes Carolina la quería, indudablemente, pero estaba bien conscie nte
que no me interesa, con atenc iones, visitas y sobre todo traba- de que su presenc ia era solamente en calidad de préstamo. Tan
jando las tierras de tu padre. Fue un golpe duro de par te de pronto hubo confianza entre las dos, Carola le explicó que entre
Nicolasa, pOfl¡Ue si se colocaba en una balanza, la tierra de las ellas no había parentesco, que no debía olvidar a su padre, el
Calaveras valía tres veces más que todos los dcmás bienes jun tos. Capitán Corona, porque en cua lquier momento podía llegar por
Joaqu ín se rió de la respu esta de su tía y dijo que no necesita ba ella. Los obscuros ojos de la niña eran herméticos, su naturaleza
de las Calaveras para atender a su padre y a su madre, y era se aferró a Carolina con hechos, sin palabras. Por eso Colasa, que
cierto, pero cuando Dora Ema lo supo, le centellearon los ojos, veía en los silencios , concluyó qu e en cada mal, Dios manda el
méndiga ciega, pensó para sí. En parte tenía razón, porqu e por remedio y también el trapito.
única ocasión se le conocía a Nicolasa una antipatía, una hos-
tilidad, dirigida precisamente contra Dora Ema. La unimudver- La situación resultaba cada día más impredecible. Por un
sión surgió porque la terce ra ve;" que Colasa co m e nz ó a contar, lado el ambiente estaba preparado por si los Estados Uni-
poéticamente, la historia - para ella auténtica- de la muchacha cu- dos participaban en la guerra europea, por el otro , a la revolución
lorada del pueblo de la Paloma, Dora Ema , quizás por nervios o mexicana no se le veía término. Antes que las circunstancias se
por fastidio, dijo que esos eran puros cuentos, que todos sab ían volviesen imposibles, Natael y Emilia se casaron. Las ceremoni as
que nunca existió la tal pelirroja. Tonta, al hablar rompió el civil y religiosa fueron consumadas en dos horas y al brindis en
espejo bueno de Nicolasa , la ciega no le volvió a dirigir la pala. la casa de Agustín sólo asistieron los Covea-Zárate -sin Ramó n
bra, actuó siempre como si no existiera . Por si fuera poc o lo porque estaba en la capital-; Crispín y algunos empleados de la
an terior, estaba también lo de Carolina. Colasa la quería en- Covea Brothers; el Capitán de la compañía de soldados y tres
trañablemente y la conocía mejor que nadie con su pura oreja amigos de NataeI.
de contemplativa, y desde el compromiso y presentación de
Joaquín, oía constantemente y sin descanso el traficar y labo río
Ramón y Agustín dialogaron largamente sobre la propo-
de su cu ñada, signo inequívoco de que la zozobra y congoja le
sición que el primero había recibido del gobernador. Agustín
llenaban de vidrios rotos el alma. El traca-traca de la máquina de
ya prácticamente estaba doblado por la mitad y le era muy
coser arrullaba el aire de la casa sin horario alguno , o si no , los
cansado, estando de pie, ver a los ojos. Virginia se las ingenió y
peroles y cazuelas sonaban por la cocina o sorpresivas ca-
ayudada por el ebanista mexicano diseñ ó una silla curiosa, una
chetadas de agua con raspar de escoba y cepillo alarmaban la luz
especie de mecedora pero sin columpio, tenía una palanca que
de la tarde. Hasta por la noche, bajo el nogal y con luna o sin
hacía bajar el fondo trasero del asiento, así Agustín se sentaba
ella, las manos de Carolina movían las cardas, una y otra vez
más con la espalda que con las nalgas. Una vez que la silla-sillón
repasaban la misma lana. Nicolasa sabía qu e el trabajo aliviaba a
fue probada y aprobada por su marido, fueron hechas dos más
su CUñada, así eran los Covea, por eso le pidió - con mu cha
para la casa, la primera se quedó en la oficina. La proposición
pena, le dijo- ({ue si le hacía una falda y una blusa, porque este
del gobernador era bien simple, quería qu e Ramón representara,
año es año de boda s y quiero estar preparada. De entre los
en la eapital del país, los asuntos comerciales del estado. Agus-
z éneros que entre las dos tenían guardados, Colasa eligió el más
tín inmediatamente detectó las inmensas posibilidades de un
hermoso a sus dedos y Carolina lo cortó y cosió con pacie ncia
cargo así, no tan sólo en la ya decidida incursión de su hermano
infinita, como si con ello pudiera retrasar las bodas, como si lo
en la política, sino también, por las ventajas particulares que sus

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Ricardo Elizondo Elizondo

Los mismos mexicanos que aco mpañaron a Primitiva, fueron


negocios tendrían con ello. Definitivamente lo apoyó. Legal- los contratad os por Agust ín para qu e llevaran a Charco Blanco
mente Crispín quedaría al frente de los negocios de Ramón, su un paquete con las fotografías y recortes del periódico de Carri-
incondicionalidad era sólida, pero tras de todo, el cere bro fi- zales que daban cuenta de la boda de Emilia y Natael. Iban
nanciero de Agustín era condición primordial. Había sólo un t ambién hojas y más hojas llenas de la patuleca letra de Emilia :
problema; que Virginia aceptara de buena gana. Con tantos años cart as de Virginia, Agustín y Ramón; y unas formales lín eas de
trabajando los tres, ambos sabían -más Ramón- que sin la Natael Springthoel para los padres de su amada esposa. Pasaron
anuencia de ella Agustín no aceptaría, o lo haría tibia mente,
días antes que Carolina leyera las cartas, un nudo le cerra ba la
pese y por sobre lo trascendente del asunto. La llamaron a junta
y Ram ón se expli có, Agustín la veía con su mirada buena. Virgi-
garganta . cada que lo intentaba. Cosme revisó y leyó t odo el
nia andaba de mal talante y la verdad es que se encabritó. Esto envoltorio .~on .~s ahora acusados modos de erudito de pu eblo,
se conmovi ó, lógico, pero no hizo mayor drama. A Nicolasa era
va a ser el cuento de nunca acabar, nosotros jalando para qu e tus
hijas se vistan de seda y salgan a bailes y vayan al teatro y vivan a quien se le quemaban los frijoles por la curiosidad, pasaba los
de flojas, igual que su madre, ya no necesitamos dinero Agustín dedos por fotos y cartas tratando de adivinar y sin cons eguir que
-empezó a llorar- necesitamos otras cosas. Agustín con una Carola se calmara para que le informara. Por otro lado no que ría
seña hizo que Ramón los dejara solos y Virginia , hincada al pie que Cosme o Joaquín lo hicieran. Por fin, una mañana a las on ce
del grotesco sillón, lloró como niña . Agustín no necesi taba in- y en casa de Colasa, Carolina leyó y describió todo el atado
clinarse para consolarla. Por algunos días no se tocó el asunto y también lloró y estando en éso María Rosa tomó parte de lo~
por último fue la propia Virginia la que zanjó el problema. papeles y rápida, como un gat6, los fue a tirar hasta el fondo del
Resulta que la dulce Teresa - la más chica de las hijas de Ra- terr eno, dentro del chiqu ero. Se armó un griterío tal que Cosme
món- contra toda lógica y sin razón clara , se negó rotunda- -estaba leyendo un tratado sobre la Influ encia de la Luna sobre
ment e a salir de Carrizales . Su temple Govea salió a relucir. Las los FI~ídos y Humores- salió despavorido imaginando una gran
hermanas le gritaron , su madre le rogó , Ramón trató de impo- tragedia . Carolina, mientras corría por la hortaliza, gritaba de-
nerse, pero nada. Teresa dijo: si me llevan a la fuerza , po r mi tente, a dón~e llevas éso; Nicolasa , con su bordón peinando el
furza me regreso, y se fue corri endo a casa de su tío Agustín. suelo y cammando a lo más qu e pod ía , vociferaba mucha cha
Virginia, abogada en las injusticias, abrió sus brazos y su carác- endiablada ; y Cosme, alarmado, ¿qué pasa Nicolasa? ¿qué
ter, ya estás mayorcita, le dijo, si quieres quedarte te vas a pasa? Los marranos se lanzaron sobre los papeles, los olisque a-
quedar, déjalo por mi cuenta. Se fue por la brecha de los esta- ron y embadurnaron. Carolina con toda su blancura se metió a
blos, llegó a casa de Ramón y puso la condición ; nos hacemos la porqueriza y diciendo coche marrano coche los medio
cargo de los negocios si ustedes respetan la decisión de Teresa. ahuyentó para rescatar las hoja'! y fotos desparra~adas en el
No había qu é discuti~ , todos aceptaron. Para cuando Emilia se atole de estiércol y lodo. En éso Cosme se apersonó : su mujer
casó ya la cosa se había decidido en esa forma, por eso las enzoquetada, la niña impávida, Colasa tro pezando con los re-
Covea-Zárate, entusiasmadas hasta el delirio por el viaje y la pollo s, los marranos en sinfonía desesperante y él sin entende r
estancia en Washington , asistieron más alegres que carru sel de
nada. Carolina con rastros de llanto comenzó a reír . Colasa me-
feria. Sólo Primitiva torció la boca, Natael había mencionado
dio matándose seguía con su muchacha endiablada dónd e estás
como posible lugar de residencia la misma ciudad. Nada más eso
pa~a darte una tunda. Carola preguntó : ¿por qué lo hicist e? No
faltaba -pensó- tan grande que es el mundo y vamo s a termi-
quIero qu e llores, fue la respuesta. Cosme silenció a Nicolasa
nar de nuevo viviendo alIado de estas legañosa s. Carolina abrazó a la niña, y todos, excepto María Rosa, se qu e:

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daro n co mo solos por dentro, pensando en tan grand e y gratuito nerla en perp et ua somnolencia y no, par a las seis se levantaba
cari ño . con voz de cuartel y jeta de lo mismo. María del Tránsit o era
simplemente alcohólica, honrada, nada chismosa y de mu y mal
Virginia se opu so hasta el enojo ante la idea de Natacl de genio , aunque buena mano para mandar y cocinar. Primitiva,
pasar los primeros día s del matrimonio en el mejor hotel de despué s de aprobarla ella misma , la presentó a Virginia y al
Carrizales, ella conoc ía los uso s de la tropa y ya imaginaba la señor. María conoc ía a toda la familia , de o ídas en casa de Sara
peña dc perro s hambrientos que iba a vigilar sus caras cuan do y de lejos en la calle. Cuando se qu edó sin patrona le suplicó a
bajaran por la mañana. A Emilia no le importaba, pero Virginia Ram ón que no la desocupara, pero como las siguientes amantes
insistió tanto qu e terminó por pedir tr es días - cuando men as- nunca la qui sieron, terminó por trabajar en el aseo del teatro, sin
en San Antonio de Béjar. El Capit án de la compañía dió el gustarle , pero qu é hacía. Luego Ramón alquiló e! teatro , Pri-
permiso y la par eja tomó el tren - que salió con retraso- a las mitiva la con oció y María se qu edó en la casa. La prim era vez
veintit res hora s con cuarenta minutos, según dijo Agustí n que que Ramón la vió en casa de Agustín, su pierna tiesa dio un
así se le decía ahora al veinte para las doce de la noche. En la vo lquetazo por debajo de la mesa, pero María ni se alte ró, 'Y a es-
estación se juntaron los qu e fueron al brindis y muchos soldados taba bien aleccionada por Primitiva. Ni una palab ra del pasado , le
que estu vieron cantando y brom eando en inglés. De regreso de había dicho , y para qu edar mas tranquila, la llevó al altar mismo
la estac i ón, Primitiva suspiró tan hondo qu e Virginia le dijo de la Virgen de San Juan , y ahí enfre ntito, hin cadas las dos, ~e
si quier es vet e de una vez. Agust í n y la sirvienta mayor inter- lo hizo prometer. Si la Virgen la sacó de puta, con mucha mas
cambia ron una mirada de paciencia. Primitiva no iba a de- facilidad le cerraría la boca .
jarlos así sin más, sin preocu parse de quien man ejaría la casa.
Desde qu e fue decidido y ace ptado el que ella acompañaría a Amanda no quiso meterse en e! lío de una mudanza to tal, al
Emilia, empe z ó a buscar, en el ambiente dom éstico de los dos fin -decía con un aire de chocante resignación - ni tan siquiera
lados del río, una mujer hecha y honrada para heredarl e su sé si el clima me probará bien. Como qui era fueron qu ince
puesto, qu e no era poco, porque en manos de una tru hana sería baúles los qu e la comunidad femen ina Govea-Zárate hizo subir
salir de pobre y lo qu e son las cosas, despu és de batall ar y al tr en . Ellas salieron un martes con Ram ón a la cabeza, él ib a
probar a una y o tra, por pura casualidad vino a conoce r a María con cara de pocos amigos por qu e le fastidiaban tanto grito y so-
del Tránsito , sirvienta qu e fue de Sara Lirio, la inolvidable aman- flamería. Sólo Agustín y Teresa acudieron a despedirlos, el po-
te de Ram ón. Esta Marí a, ahora panílona y con un buch e de bre tío no logró enderezar su cabeza para ver hasta la altura de
paloma real, en sus bueno s tiempos se levantaba a las dos de la las ventanillas y se con tentó con agitar su sombrero co n la m a-
tard e, chancleaba en su cuarto hasta las ocho de la noche y para no. Fu e la última imagen que las Govea-Zárate vieron de Carr i-
las diez se iba perfumada y fresca a ocupar su sitio en el callejón zales, jamás regresarían. A Teresa la volverían a encontr ar años
dond e ejercía la profesión. Luego le vinieron tiemp os malos; después, per o a Virginia, Agust í n, la Govea Brothers y al río,
ardores prim ero y humores pestilentes despu és y por esa caus a nunca más los tendrían frente a sus ojos.
se retiró a casa de una parienta, ya restablecida regresó, pero por
promesa hecha a la Virgen de San Juan , no al oficio , sino a la No eran tiempos para fiestas ni para bodones de los que dejan
servidumbre. Fue cuan do Sara la contrató y en honor a la ver- cró nica, los problemas políticos seguían en México y había ban-
dad nunca hubo qu ejas por su trabajo, sólo tenía un defecto: era doleros disfrazados de revolucionarios que eran más de t em er
borrachita de bur ó. Ella decía qu e por conciliar e! sueño , pero si que los propios alzados de! prin cip io. Aún así los de la. ~al om a
así fuera e! porrón qu e se entripaba cada noche debería mante- se lucieron : un novillo en barbacoa, un marrano y qUien sabe

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i. _
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~=
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el aserradero de su padre . Para toma r esa decisión tu vo mucll~ '


qué tantos cabrit os. Despu és de meses se dar ía n cuenta que el que ver su deseo de tranquilidad, porque. ~os año s que paso
gasto no lo hicieron los papás de Dora Ema, sino que salió de los sirviendo al ejércit o fueron siempre de movlh?ad, y ahor~ ,. solu-
corr ales de Cosme y Nicolasa, pero como entonces no lo sab ían, cionado ya su núcl eo afectivo primario, qu ena gozarlo vIVlend?
el ban qu ete los impresionó grandemente. Era por demás inten- en un clima de paz . Si bien se retiraba del ejércit o co~ grado ,.el
tarlo, la familia de Dora Ema era otra cosa, Carolina no acertaba sabía qu e su experiencia pr ofesional era fragme~tarIa , parc~al
a explicarlo pero sencillamente no podía. No podía con la fat ua - sólo enferme dades de soldados hombres-, necesitaba estudl~r
ab negació n de esas mujer es, con su forma solapada de man ejar la de nuevo para ejercer la .medicina en pacientes qu e no ha~ Ia
mentirosa dependencia y debilidad femenina. Haciéndola siem- tratado, como niño s, muj eres y ancianos. Para eso nada m ejor
pre de perpetuas víctimas, obligaban al hombre a ser verdugo, que la comu nidad qu e conoc ía ?esd~ ~~queñ? ,y a:a que. ~nten­
contr a su voluntad en ocasiones. Una de mujer debe servir las día. A Emilia le gustó la idea , solo pIdio no VIVir m en, ru Junto,
veinticuatr o horas -dijo la madre de Ema- y me dispensará la ni sobre la casa de los padres de Nata el. Virginia, lleg~do el
co ncurrencia, pero aquí Joaquín se lleva lo mejor de la Palom a, mom ento, puso todo su empeño en hac er q~,e l~ de,sp~dlda n~
mi muchacha sabe hacer todo lo que debe saber una madre y resultara dolorosa. Nata el y Emilia dijeron adi ós sm lagrll~as, aSI
esposa. A Carola le dieron ganas de lanzar una trompetilla, era se los pidió en secreto la tía con el pret exto de no mo~~car a
como pregonar que su hijo sabía trabajar y cumplir como ho m- Agustín, también les dijo qu e se com p or~aran como. SI solo s.e
bre, pues si para eso estamos en el muado, para trabajar y cum- fueran por una semana y no por toda la VIda. Ya ca~I para salir.
plir . La verdad es que Carolina no sabía lo que pensaba y no hacia la Estación, Agustín se perdió por ahí y regreso c ~n ~? OS
que ría reconocer que sí sabía lo que sentía. Sentía frustración, docum entos sin hablar le dio uno a Emilia y otro a Primitiva.
asco de sí misma por su aparente cobardía al no pelear el cariño Eran los tí~los de los sendos y opul entos depósitos .~echos. a
de su hijo como le gritaba la carne, pero no debe ser, se repetía nombre de cada una en el primer ban co nacional. E~~~a le dIO
a cada instante, yo abandoné a mi padre por Cosme y mi padre un abrazo a su querido tío, por la joroba resultaba difICil. h~c~r'
me dio su bendición, nunca lo ví amargado, ¿por qué he de lo estando de pie en cualquier forma se veía grotesco. Primi tiva
estarlo yo? Sin embargo la amargura seguía ahí. Nicolas a no se' quitó el abrigo y tomando la mano de Agust ín le dijo .si ~~ted
quiso ir a la boda, el primo J erónimo le ofreció el mejor coche me lo pide Don Agustín me qu edo, igual qu e hace veintisi ete
pero ella dijo que no iría. Cosme y Carolina la querían lo sufi- años estoy para servirle , el dinero qu e me ~a no ,lo m er~zco ,
ciente como para no presionarla. Carola la extrañó, la ciega bastante hizo con darm e dignidad, casa y can ño, pldal? se~~r-y
sabía dar confianza. La pareja formada por Dora y Joaquín era estaré con usted hasta qu e mis manos sirvan. AguStlll dio la
linda; ella alta y rubia, él tostado y garboso. Tendrán hijos her- media vuelta y se fue a la recám ara, no le ~staba llorar en
mosos, pensó de pronto Carolina y al instante otra amargura se público . Virginia se hizo cargoy con sorna fehz , ~asta de des-
sum ó a la primera porque se vió a sí misma como abuela lejana, pedidas , en tono de am enaza traviesa, t~n mu.cho CUIdado Natael
no por la distancia físi ca, sino por la diferencia entre Dora y al tratar a estas mujeres, las dos son ricas , SI 4is m~tratas se te
ella. Acarició a María Rosa -la niña sí aceptaba el blanco- y le van porque dinero de t í no necesitan. ,Era m~y . c~erto , sobr e
dijo Dios dirá que será de nosotros, ¿no es cierto pequeña? A to do Primitiva la cantidad qu e Agust ín y Virginia le depo-
media tarde los de Charco Blanco se despidieron, Joaquín se sitaron doblab; la d e Emilia, lo hicieron así pensando en ,que la
hincó y Cosme y su mujer le dieron la bendición. Todos en la sobrina tenía marido y heredaría, pero Primitiv~ ~ada tema. Esa
fiesta quedaron mejor cuando los intrusos se fueron. noche Virginia tocó el piano ?1U~ho rato, s~ habilidad to~ando ~
cantando a un tiempo segula SIendo admirable. Agustín gozo
Natael se decidió por vivir en la pueblerina ciudad donde está
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con la velada pero se cansó antes que su mujer y casi se qued a


dormido, y es que Virginia no to caba para entretenerlo, como se
obsti naba en pensar, to caba para sí misma, para ahu yentar la
manada de potros que sentía galopar en la llanura desierta de su
fut uro.

No, no los extrañó, al menos no tanto como para sufrir.


Quizás fue porque los acontecimi entos se pre cipitaron, quizá s
porque Primitiva y Natael trataron de evitarlo, el caso es que
Emilia de pronto pensaba en sus padres, le hacían falta, per o
rápido se sobreponía, la carta de Cosme le sirvió de mucho. Así
fue durante la boda, en el cort o viaje a San Antonio de Béjar y
en el largo trayecto hasta llegar al boscoso norte. Cuan do por fin
un día puso encima de una mesa sus instrum entos de corte y
confe cción, estaba rod eada de una luz totalmente distinta a la
que siempre conoció y de un paisaje qu e ella y Primitiva decían CUARTO TIE MPO
e~a igual a las hermosas pinturas qu e había en casa de Virginia,
solo que en redondo y con sonido y olor. Inm ediatamente es- Aunque aparentara poco más de cincuenta, Virginia ya tenía
cribió, ahora sí porque lo sentía y no meram ente para informar. sesenta y cuatro años , bastante bien llevados por fuera. Agust ín
era de su misma edad pero se veía de setenta, los estragos de
En Charco Blanco las estacion es siguieron marcando el tiem- años de dolor y mal dormir le pelaron la cabeza y le mancharon
po y las preocupaciones esenciales, luego el trabajo ayud aba a la piel. Flores de cementerio - decía él con ironía-oSus herm o-
pasarla mejor en todos sentidos. Cosme leía , Carola vesti da de sos ojos seguían igual, ojos del más puro y limpio verde y más
blanc o, Nicolasa hurgando en su obscuridad co tidiana y María grandes que cuando joven. Era una lástima que sólo los niños y
Rosa volviéndose imprescindible. Así se iban las tardes ; las ma- los perros los vieran , con la forma de anzu elo que tenía Agust ín
ñanas, que empezaban con el quinqué encendido y terminaban sólo ellos podían hacerlo. El sí poseía razones suficien tes com o
hasta despu és de mediodía, eran ocupadas por el laborío de cada para estar malhumorado siempre y sin embargo no lo esta ba
uno. En la tierra Cosme, en la cocina Carolina, en los recuerdos nun ca. Todavía lo envolvía el aire suave y simp ático de educado
Colasa y en todo María Rosa.
hijo de familia rica, además no había perdido el encant o pese a
los años y la terrible enferme dad. Virginia desde tiempo atrás
conocía el secreto de la atr ay ente personalidad de su marido ,
decía que porque era casto, qu e por eso suby ugaba. Tenía razó n
po rque la única mujer qu e Agustín tocó y conoció fue a la suya,
a nin guna o tra , y. sus caricias siempre fuer on desd e la pureza de
su castidad y lo seguían siendo, cuando de rep ente, la cubría
con los helecho s de su mirada . La Govea Brothers & Co. vivía la
quinta decena de su existencia, estaba considerada como la ins-
titución comercial más sólida y fuerte del sur de Texas, sus
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dueños tenían abu ndantísimos recuros y gracias a Ramón, in- entre tanta obs curidad, porque desde años atrás Colasa no en-
fluenc ia pol ítica. Era un hecho - al menos eso se pensaba en
cendí a lámparas ni velas, no las necesita~a. Cualquiera de lo~ ,de
Carr izales- que la fortuna de los dos hermanos term inarfa en las Charco Blanco op inaba que Nicolasa Villarreal estaba murle,n-
manos de los yernos de Ramón, porque Agustín no tenía des-o dose en vida, pero no era cierto, no hablaba porque no quena,
cendientes -la tragedia de Emilia le quitó la única posibil idad su mente era la misma de siemp re, mágica y solitaria. De cuando
real- , y el regreso de Carlos Nicolás era visto como un sueñ o,
en vez, al oliscar viento de lluvia, la flaca y neg~a fig~ ra salía y se
quiz ás ya tenía años de muerto, aunque nadie podía asegu- paraba bajo el inmenso nogal, le gustaba sentir el al:ona~o ban-
rarlo como cierto. En la vieja capilla franciscana, menos ruinosa dereándole las faldas y mu y alto sobre su cabeza, mas alla de las
porque los Govea pagaron su compostura, cada mes se oficiaba ramas silbantes, imaginar los nubarron es de prom esa.
misa por Carlos Nicolás, no de difuntos ni de gracias, sólo una
misa para pedir a Dios por el desaparecido donde quie ra que
Amanda, Jos efina y Guadalupe Govea-Zárate se casaron ~ lo
estu viese, en este mundo o en el otro.
pendejo, no se podía esperar otra cosa d~ : llas. Manda ~ Fma
con sendos secretarios burócratas, lombricientos y mediocres.
Nicolasa usaba los lutos en el vestido, Carolina en el alma. A
Guadalupe con un gord o más gor do que tod os los gordos juntos
partir de lo del primo Jerónimo, Colasa, que nunca imaginó ser
y que iba a engord ar aún más, pero que tenía, inefa~le dicha,
su her edera universal, guardó, en memoria del difunto, todas las
tr es pedazotes de montaña cerrados al sol de tant o árbol, Las
indumentarias de color. Bueno , ella personalmente no , Carola y
forestas le pert enecían ya desde antes de nacer y eran tan es-
María Rosa lo hicieron ; dejaron fuera del baúl sólo lo negro o lo
pléndidas para producir madera , que in~lusi~e explot adas son-
pin to y doblaron y guardaron el resto. No sé por qué no puedo
samente - como el gor do lo hacla - y sm CUIdado alguno, pro -
llorar, tengo los ojos seco s desde que nací, es un defecto, creo
ducirían troncos para dos generaciones más. Sobra decir qu e
que por eso me quedé ciega, ni cuando era de este tamañit o y
Amanda grande hallaba sus complacencias en Lup e, a quien aho -
nos vinieron a decir que papá se había desbarrancado y luego lo
ra trataba ya no como hija, sino como a. una igu~, o sea, ~a­
ví con el vientre abierto y apestoso, ni entonces lloré, me dolía
trona colmada de bendiciones. Amanda chica - la blzca- y Fma ,
pero no lloraba, quién sabe qu é enferm edad será, uno la sufre
vivían también -en parte- del resplandor verdoso de los dólar es
porque los demás la critican, por eso ahora me voy a vestir de
de su afortunada - tex tualmente- hermana. Gracias a Dios Gua-
negro con cada muerto, para que vean qu e aunque sin lágrimas, dalupe no tenía mente para engreírse, era i~al de mensa que,su
lo siento, para mí da igual cualquier color, yo sólo veo un res- marido. Así como con el cuerpo , qu e lo tem an porque lo teman
plandor azulenco, amarillito a veces, la piel no sient e lo que ven
pero que no sabían para todo lo ~ e servía, .así ~ra .co.n .el
los ojos, con el negro un poquito más de calor, pero no lastima dinero, lo gastaban sin chiste y lo viv ían sm estilo. SI VIrgml~,
ni abre llagas. Esto se lo platicaba a sí misma en un perp etu o .en iguales circunstancias, poseyese la t ercera part : ~e lo que t:m~
murmullo. Con la edad Nicolasa se había .vuelt o silenciosa , los Lupe , sin lugar a dudas habría sido la mejor anfl~nona del distri-
sortilegios y albures los sacaba de su pasado, de cuando veía, to de Columbia. Pero Virginia seguía en Carnzales y las Go-
ahora hasta las orejas había cerrado y poc o le importaba lo que vea-Zárate ya se habían adaptado al flem ático norte - nadie las
oía o dejaba de oír. Para verla tenían qu e ir a buscarla po rque aceptaba pero ellas se hacían las ilusiones-.' tenían diez a~os de
salía sólo lo indispensable, se la pasaba sentada frente a la ven- vivir ahí y jamás, pero jamás - coreaban Juntas- volverían ~l
tanita, en el mismo lugar en que murió Dionisia. Diariamente polvoso, triste y vulgar pueblo natal. N~ ~a al pueblo -conti-
María Rosa le llevaba las comidas, Carola pasaba a media ma- nuaban- ni tan siquiera a Texas. De M éxico no hablaban, se
nana a saludarla y Cosme antes de acostarse iba a tratar de verla habían inventado una historia de emigradas españolo-cubanas

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Ricar do Elizondo Elizondo

estilo, la únicu imagen en su mente era el mo ment o en que baja-


para disculpar los apellidos, pero con la ignorancia supina que
rían de! coche, ambos absolutamente de negro , frente a la casa
les era inherente, confundían tiempos y espacios y se las escu-
de Carolina la Blanca. Por el camino se adormeció a sí misma
cha ba más por divertimento qu e por otra cosa. Recién llegaron
repitiendo nosotros no tenemos la culpa, nosotros no tenemos la
vivieron atarantadas por más de un año, no acertaban con el
culpa, nosotros no tenemos la culpa . Agustín llegó hecho un
lugar donde se sintieran bien . La posición de Ramón, aunque
ovillo de dolor por dentro y por fuera , sus ojos se veían hórri-
desahogada, no podía compararse y salir triunfante en medi o de
dos : ruedas verde s sobre un charco colorado. Hacía casi veint e
tantas fo rtunas. Si en Carrizales eran de las familias más pu-
años desd e su última visita al pueblo, la opulenta copa del nogal
dientes, en Washington no pasaban de clase media alta . Por mu-
mostró a Virginia e! tiempo transcurrido . La vida -pensó- t an
chos esfuerzos que hicieron ahí se quedaron hasta que llegó el
igual en todos y tan diferente para cada uno. Carolina, igual que
gordo y medianamente las encumbró, medianamente por que
cada tarde, trenzaba sus cabellos por el lado del corazón, desde
ellas tampoco tenían luz para más. Al gordo lo conocieron en el
su silla los vió, se le crisparon los dedo s y como vidrio estrella do
sepelio de Emilia, así que quisiéranlo o no, tenían que agradecer sintió los ojos. María Rosa, al oír el coche salió hasta la tran ca,
a su antes nada querida prima. Este agradecimiento lo ex- ella no los conoc ía pero por la joroba del hombre sup o que era
ternab an recordándola como a la suma misma de la perfec ción
el tío Agustín . Tú eres María Rosa, le dijo Virginia todavía con
femenina. Hipócritas. -
mucho de su an tiguo donaire. A gu~ t í n se derrumbó sobre la
piedra de la entrada. Cinco minutos pasaron. Caro la, blanca es-
La pequeña Emilia , la trabajadora y pequeña Emilia murió
puma de sal, len tam ente se levant ó, ¿para qu é precipitar el do-
precisamente por eso, por ser tan pequeña físicamente. Se le
lor?
atravesó e! producto y Natael, con su experiencia de medicina
militar - absolu tamente pesimista respecto a la cirugía-, no que- No tenía formación para llegar más alto, la ambición, distin-
ría una cesárea por miedo a las secundinas. Cuando como último ción y don de gentes no eran suficientes. Por otro lado las
recurso lo intentó, Emilia no tuvo voz para gritar, una hemo-
oportunidades est aban ahí, incluso se las ofre cieron, pero Ra-
rragia incontenible empapó las mantas, se desaguó en min utos,
món no podía con el paquete. En cada ocasión, al principio,
la cara perdió el color y las manos su fuerza . El niño nació
sucedió lo mismo : decir que sí con una sonrisa, prometer para
estrangulado. A las diez treinta y cinco de la mañana Natae!
mañana o la semana que entra el resultado, vencerse el plazo y
Sprigthoe l despertó violentamentede su ~nsue!io mex icano. A con otra sonrisa ampliarlo; luego esconderse y hacers e el desen-
esa misma hora, en Carrizales, Virginia acomodaba unas te!as, y
tendido o aducir los más peregrinos pret extos. Le tuvieron pa-
Cosme, en Charco Blanco, removía la tierra alrededor de las
ciencia, algunos hasta intentaron ayudarlo recom endándole lec-
plantas de olor de su mujer .
turas o insistiendo en que tomara cursos en la Universidad, pero
¿cómo presentarse en la Universidad si ni la primaria tenía? Aun-
Un día después llegó e! telegrama a la Covea Brothers, Agus-
que esto lo quiso guardar en el mas absoluto secreto, el mundo
tín lo leyó y amarguísimas lágrimas cayeron en la inmediatez de
burocrático de Washington termin ó por entender la causa y lo
sus rodillas . ¿Por qué este destino de muerte?, se decía y repe-
dejaron de lado . El prom etedor Ramón Covea, simpatía y en-
tía. Primero un hijo y luego una hija, mato la vida que no
canto en las fiestas, sólo servía pal'a las transacciones comer-
produje. Crispín, alarmado , mandó por Virginia y Virginia no ciales, y no para todas. Esto último quedó totalmente demos-
lloró, se fueron a la casa y se vistió de negro, sin pensar en la trado con e! incidente de los barcos cargados de maíz de! Africa.
anquilosis de su marido preparó viaje urgente para Charc o Blan- Una comisión belga se presentó para ofrecerle maíz a un precio
co . Tampoeo pensó en peligros mexicanos ni en nada por el

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de verdade ra ganga. Ramón vió las muestras y sin investi gar más Cosme, sin proponérselo, substituyó a sus hijos con la lectu:
alboro tó a los comerci antes texan os -por telegrama- y estos ra, No es que viviera en otra dimensión o que anduvier a con el
entu siasmados y confiados enviaron dinero no para un barc o, intelect o errabu ndo, simplemente, luego del trabajo, el tiempo
sino para cuantos hubiera. Los belgas llegaron con sus naves, se que los padres le dedican al desvelo por sus cariños, él, se
llevaron el dinero y dieron tres semanas de plazo para descargar lo pasaba leyendo, el diccionario, sobre todo. Poco a poco fue
el cereal. Todo iba a pedir de boca, Ramón henchido se aper- entendiendo la mecánica de la consulta enciclopédica y en la
sonó en los muelles de Nueva York para presidir el desembarco, medida en que lo hacía se maravillaba. Cosas tan simples como
pero las autoridades sanitarias lo impidieron. No había quien las referencias cruzadas le parecían obras de erudito prodigio.
tuviese poder para levantar la prohibición, era una decisión fede- Cuando un día inteligió el significado de lo que aparece entre
ral: el maíz africano tiene plaga y el futuro de la agricultura paréntesis, luego de la palabra , su asombro no conoció límites.
nacional no puede arriesgarse. Ramón se colapsó -dicen que Por eso son importantes el griego y el latín -pensó- no nada
hasta le dio ictericia-, los comer ciantes texanos perdieron todos más para que hablen los curas y su sueño a partir de entonces
sus dólares. Se intentó, como último recurso , vender el maíz en fue dominar esas lenguas. Nun ca pasó de las etimologías, como
alguno de los países sudamericanos, pero el escándalo era ya del quiera, con cada descubrimiento su entusiasmo rejuvenecido ini-
dominio público y no hubo quien quisiera comprarlo, ni a un ciaba de nuevo la lectura del mismo libro, el diccionario. Caro-
quinto de su precio original. La comisión belga mandó un ulti- lina discurría qu e su marido era muy afortunado, había encon-
mátum porque el plazo se había vencido, no hubo respuesta y trado, ya de viejo, un sendero florido lleno de ent retenimiento,
las panzas de los barcos tiraron el dorado maíz a mita d del tanto así que estaba segura que ni la muerte de ella misma lo
Atlántico. El único culpable fue Ramón, por bruto y preci- amargaría. En cambio Virginia, su querida y galanosa CUñada,
pitado. había ent rado a la vejez por el camino equivocado. Cuand o la
tragedia de Emilia, hacía ya ocho años, Agustín les rogó h~sta el
Emilia fue enterrada en la tierra fresca y perfumada del Dis- cansancio para que fueran a pasar unas semanas a Carrizales,
trito de Columbia, fueron al cementerio la familia Govea-Zárate, desde su matrimonio Carolina podía contar con los dedos de
los padres de Natael, Primitiva Velasco y el viudo, silencioso y una mano las veces que había salido de Charco Blanco, sólo una
desencajado. Luego de las exequias, Guadalupe, la hija de Ra- ocasión viajaron a Carrizales, cuando sus hijos eran muy peque-
món, se quedó en la casa por dos meses, no tanto para acom - ños, pero en eso no pensaba porque la tristeza le soplaba el
pañar el duelo sino para conquistar al gordo. Primitiva, trasto- corazón. Le explicaron a Agustín qu e no es que no quisieran ir,
cada , no sabía si quedarse para siempre sirviendo a Nat ael, como lo que pasaba es que Nicolasa no podía quedarse sola. Colasa, al
él se lo proponía, o regresar a Carrizales. Al fin no tomó deci- enterarse, dijo que estaban locos, yo no necesito de vejigas para
sión alguna, dejó que el tiempo lo hiciera. Años más tar de, nadar. La situación se puso un tanto tirante por la reacción de la
después que el Dr. Springthoel contrajo nupcias por segunda oca- ciega, pero María Rosa salvó el mom ent o al ofrecer que~arse.
sión, Ramón -a pedimento de Agustín- consiguió trasladar los Las dos parejas hicieron juntas el camino de ~u el.t; a Carrizales,
restos de la sobrina a Carrizales. Su tumba está en el Panteón file entonces que Carola , con pasmada ad m iraci ón, tuvo -ent rc
de los Dolores, en el primer callejón a la derecha, jun to al derro- sus manos e1laboriosísimo vestido que su hija le había hecho . Ni
che de mármoles de la cripta de la familia Méndez. Ah í mismo intentó ponérselo, sólo lo acarició . Esa noche asumió la mu erte
sería enterrada Primitiva Velazco, sólo que para entonces no de su hija. Se quedaron tres semanas. Cosme com pró una biblia
hubo quien se ocupara de mandar grabar su nombre en la losa. -protestante-, una docena de libros de versos, un calenda rio
perpetuo con efemérides y un diccionario en inglés que nunca

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abrió pero cuyo tamaño impa ctó siemp re a cuan to s lo vieron . expedita, el negocio de las cabras desperdiciaba toda su carne, se
Carolina, para ella, no quiso nada, se dedicó a sentir el gust o de aprovechaban los cabritos -de cuarenta días-, algo de la leche,
ylarí a Rosa y así compró telas y adornos, se llevó también un los huesos -quemados y molidos los vendían caro-, y los cue-
sombrero para Joaquín -de esos que son tan finos que sin ros. En época de matanza, por noviembre y diciembre, el he dor
menoscabo a su duración pueden servir para dar de beber a un era insoportable y aunque invierno, las nubes de moscas
caballo- , y un rebozo para Dora Ema que Virginia dijo no se azuleaban la superficie. Desde agosto iban separando las cabras
ll~maba rebozo, sino echarpe, pero que Carolina, luego de me- viejas, machos y cabras sin carga, luego las conducían a los
dirlo, tentarlo y probarlo, concluyó en que no era mas qu e un corral es que rodean el pueblo en espera del cuchillo del ma-
chal pero con otro nombre. Teresa, la hija menor de Ramó n, era tancero, que no era uno. Entre que recorría las majadas y tra-
y ~ un.a ~n~antadora y diligente señorita, muy Govea, como de- taba mas o menos de controlar tanta cabra -llegó a tener más de
era Virginia. Carolina le reconoció la mirada cuando la vió sus cinco mil- Joaquín se pasaba veinte o veinticinco días de cada
ojos tenían la misma profundidad que los de Agustín, per~ no mes fuera de la Paloma. Recién casado cumplió la promesa de
eran verdes. Tere trabajaba en la tienda con Virginia y vivía con atender las tierras de su padre y de su tía, luego, poco a poco,
ell.os'. Por la enfermedad del tío ella se quedó con la recámara las fue abandonando en manos de medieros de confianza, ellos
principal, en el segundo piso , mientras que Agustín y Virginia las trabajaban y la mitad de la utilidad iba directo a Cosme y
ocuparon la recámara para huéspedes de la planta baja. Apa- Nicolasa. En la misma medida que abandonaba el cuidado de la
rentemente los tres convivían en sana armonía, aunque luego de tierra fue alejándose de Charco Blanco y retirándose del núcleo
las tres semanas Cosme y Carolina se dieron cuenta que la ale- de su familia de sangre. Joaquín, de por sí egoísta, junto a Dora
gría de Virginia era falsa y que Agustín sólo pensaba cn cómo Ema se volvió aún más, con un egoísmo solapado y ladino hacía
agr~darla. De regreso a Charco Blanco Cosme le preguntó a su todo lo posible por quedarse con lo que caía en sus manos, sólo
mUJ;r si ella sabía de dónde venía la extraña fuerza que los que con lo claridoso de la ciega no podía, ella se le encaró
hac ía a ellos dos digerir los dolores sin cambiar la conducta. muchísimas veces, le llegó a decir logrón aprovechado delante de
¿Será que somos muy egoístas? ¿O tibios por naturaleza? '0 Cosme y Cosme no abrió la boca porque sabía que era cierto. La
qu~ nunca, quisimos realmente a nuestros hijos? ¿Qué será, Ca- buena de Nicolasa se convirtió en la defensora del patrimonio de
rolina, que será? Desde que dejó a su primogénito en manos de Carolina , sentía que la tal Dora, si se la dejaba, no estaría satis-
Agustín, ella se preguntaba lo mismo, nunca encontró respu est a. fecha sino hasta que su nombre apareciera en cuanta hijuela de
escritura hubiera. Así que aplicando lo que decía la difunta
A diez años de casado y con ocho hijos, J oaquín vivía una Dionisia , que para un tlacuache dos perros, Nicolasa se puso a
b~en~ vida de ganadero de cabras. Poseía varias majad as dis- ladrar, ladró a costa de su tranquilidad y de la perpetua enemis-
tnbIJl?as.:n la planic.ie que comienza en el pueblo de la Paloma y tad y malquerencia que hasta su muerte, y aún después, Dora se
(Iue sigui éndose hacia el levante termina junto al mar en una encargó de cultivar en sus ocho retoños. De cuan do en vez J oa-
costa llena de dunas y lagunas, de mosquitos, camarones y je- quín visitaba a sus padres, siempre de paso, nunca en viaje ex-
jenes. Sin él saberlo, eligió como centro de operaciones el case- profeso. A María Rosa él no la tomaba en cuenta porque, para
río mísero donde casó y enviudó Primitiva Velazco . Por su es- disgusto de Carolina, siempre la vió y la vería como a una sir-
tancia ah í, junto con sus cuñados -los hermanos de Dora vienta, es más, se molestaba si la morena tomaba asiento delante
Ema-, el lugarejo se volvió pueblo con tienda, cantina y un de él. Esa actitud Joaquín la tomó una vez que la hija del
rastro junto al arroyo , sucio y apestoso, donde sacrificaban las Capitán Corona creció, a partir de entonces no tuvo con ella
cabras y medio curtían las pieles. Por falta de comunicación gesto alguno de atención especial, pensaba que estaba obligada a

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servir de por vida. Cuando llegaba Joaquín, Nicolasa se hacía y él no pudo hacer más y Salomón contrató un tenedor de libros
presente con el pretexto de preguntar por ti y los tuyos -la por horas. Carlos acabó haciendo un trabajo que aunque mental
interrogante era ya de por sí picosa-, y no se distraía hasta que era meramente mecánico y por supuesto apartado del dinero.
el sobrino se marchaba. En una ocasión Joaquín dijo querer ha- Salomón, después de veinte años de amistad, todavía no enten-
blar a solas con Cosme , mientras no sea para pedir lo que no das, día ni comprendía el ser de su amigo. Su pasividad en todos los
fue el comentario de Colasa. Recién establecida la enemistad, sentimientos, exceptuando el de libertad, ya no lo enojaban sino
Cosme y Carola , lógico, tomaron partido por su hijo , luego recti- lo hacían sentir por él consideración, casi lástima. Carlos Nicolás
ficaron haciendo silencio. Colasa vió desde antes lo que ellos no era un vegetal que jugaba, daba la impresión de no sentir ni tan
y fuese por lo que fuese pero la justicia estaba con la ciega. siquiera el miedo o la agresión, y no porque con fuerza de
carácter los hubiera dominado, no era eso. Su presencia era la
En 1925, Carlos Nicolás, de treinta y seis años , seguía aún en nada por dentro, si vivo bien y si no también, así con todo, salvo
San Luis Misuri, plano por dentro como plana es la llanura la mesa de juego o las apuestas. De no ser la depresión econó-
donde está la ciu dad. Salomón, año tras año y con honradez mica del 29, Carlos Nicolás, ni duda cabe, hubiera permanecido
cabal, había ampliado el negocio de tintorería y lavandería. en San Luis hasta su muerte.
Elane MacLean dejó este mundo sin saber que lo hacía, enfie-
brada como estaba por la influenza española, a fines de 1917. Después, platicándolo, María del Tránsito resultó ser la única
Como no dejó testamento y su relación con Carlos Nicolás tenía que físicamente notó en Virginia la ansiedad amarga que la con-
apariencia pero no legalidad ni profundidad, luego de dos años sumía. Agustín y Teresa detectaron su cambio de carácter, por
la Corte dictaminó que sus propiedades pasarían a la benefi- más que Virginia ponía toda su falsedad de actriz para fingirlo ,
ciencia pública. El abogado de Carlos trató de probar que su pero ellos no se percataron de la acidez permanente de su estó-
cliente debía ser el heredero, pero en el careo testimonial los mago, del pungente estreñimiento que le sellaba los intestinos y
amigos y vecinos de Elane declararon que en ningún momento la de los litros de infusión de pasiflora y azahar qu e se tomaba
susodicha había comentado alguna seriedad en esa relación y cada noche para tratar de conciliar el sueño. María del Tránsito,
que el reclamante no pasaba las noches con ella. Ambas cosas en cambio, que trabajaba precisamente. entre las cáscaras de la
ciertas . En ~I juicio salió también la eterna carta que Elane intimidad de sus patrones, sí supo de los padecimientos corp ó-
siempre esperó , pero la autoridad concluyó, con toda cordura, reos. Por orden de la propia Virginia cocinaba aparte sus ali-
l{l!e no era dable esperar noticia luego de cincuenta años de mentos -con poca grasa y nada de condimento-, además tenía
silencio, Afortunadamente, Salomón había ido comprando poco que tener la infusión de yerbas siempre a punto y una agua
a poco y a la propia Elane , partes del negocio. El arreglo final higiénica -hervida con frutos del jaboncillo- que ella sabía ser-
fue que Eclesiastés pagaría al Estado -Carlos no tenía plata- la vía para destapar caños y no para dar frescor en lo íntimo, como
parte correspondiente a la intestada, de esa forma el negro se su patrona le comentó. Claro que mientras lo hacía, la inmensa
convirtió en dueño de todo, incluso la decisión de conservar o pechugona de la sirvienta no acataba trascendencia alguna, por-
no a Carlos Nicolás en su puesto. Salomón no quería dañar a su que para eso le pagaban, era su deber y no se involucraba más
amigo, pero tampoco quería resultar dañado, así que lo que hizo allá, sus patrones eran personas extrañas y lejanas, de otro mun-
fue quitar su presencia inmediata en la caja, para eso se valió de do para ella. En Virginia lo más desesperante y doloroso era no
Coral, su mujer, ella se encargaría de los cobros y pagos. Origi- poder explicarse a sí misma la desazón que la reconcomía, es
nalmente Carlos ideó el primer sistema de contabilidad, muy algo del corazón y no de la razón, se repet ía las noches de
rústico por cierto, porque cuando el negocio creció ya no sirvió insomnio y empezaba, tratando de exorcizar su mal, la vuelta

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conocida de los bienes materiales que pose ía, sin resultado algu- estar su marido en casa ella debía -tonta obligación- quejarse
no porque el sentimiento seguía ahí. Si antes el recuerdo de su más, eso la cansaba y ni modo de aumentar el quejido si ya se
maternidad, postiza la hab ía mas o menos librado, ahora eso ya había lamentado hasta el límite, entonces se enojaba y venían
no le servra, por dentro era la confusión misma, el desord en los pleitos, los relámpagos y todo eso.
completo, el ruido, la inestabilidad, un caos que él sol no ilumi-
naba y luego el cansancio que le brotaba desde no sé dond e, La casa que heredó Carolina en el Sabinal, la casa donde
desquijarándola, volviéndole débiles los tobillos, jalándole hasta nacieron ella, Ramón y Agustín, se estaba cayendo . No volvió a
el suelo la espalda y los hombros y su cara que fue tan bon ita. ser habitada desde que murió don Jos é en 1904 y Plácida, la
Virginia en sus madrugadas de hiel, al ver la quejumbre de su vecina que por encargo de Carola guardaba las llaves, vivía una
m?rido doblado en dos y sin embargo sonri ente, se acusaba a sí infantil chochez y por eso sus hijos escribieron a Charco Blanco
misma de absurda y la acedia le crecí a más, en un tormente que diciendo que ellos no querían responsabilidades y que cuanto
arrastraba la carne y todo lo demás. El fingir se le fue haciendo antes acudieran a recoger las llaves. Cosme y su mujer acordaron
más difícil , su risa, antes sonora como parvada de palomas , aho- vender la propiedad pero no encontraron cliente. Bias, el del
ra sona~a grotesca, sin alma. Para qué telas y perlas y ado rnos, tendajo , ya viejo pero aún fuert e, se ofreci ó a ser el interme-
para qu~ alfombras y flores y coche a la puerta, para qué perfu- diario . Varios años estuvo la oferta sin qu e apareciese int eresado
mes y dmeros y tres docenas de zapatos, para qué tanto si nada alguno y no era por el precio, era porque después de la revolu-
la alegraba. Virginia sentía pánico por la muerte pero todo su ser ción los habitantes se desbandaron, unos emigraron rumbo a la
la buscaba y por eso la muerte la rondaba ru ñi éndole las trip as, frontera y otros a la capital del estado. El pueblo del Sabinal se
tocando sus castañuelas a media noche para que no durmiera, estaba arrugando y empolvando, tres cientos años de vida oxi-
alterando su corazón en un tamboreo sin ritmo. Sí , el pajarote dábanse. A dos cuadras de la plaza las calles eran mandíbulas
negro la espiaba siempr e. desdentadas y las casas alvéolos obscuros con resuello de vigas
resinosas y paseo de arañas . Además, en los patios y traspatios,
Joaquín, sintiéndose gran patriarca, vivía en un matriarcado con cada lluvia y sin control humano, los veneros seguían reven-
sin ?n~ , un matriarca?o tan bien establecido y tan sólido qu e tando su mansedumbre destructiva. Las aguas socavaban silen-
pod ía Impun emente disfrazarse de esclavo. Las mujeres de la ci ' 17Y'·• •ite los cimientos y las hiladas de bardas se caían solas,
familia García Maldonado sabían jugar muy bien su papel de sin aspavientos, dulcemente. En el corazón de los solares cre-
eternas abnegadas. Mas largas que el horizonte cuando no hay cieron los carrizos y la exuberancia inútil de las higuerillas junto
montaña atravesada, terminaban siempre por imp oner su obs- a los naranjos y aguacates abandonados. La tierra volvía a ser lo
tinación y sus laberintos. A Joaquín lo reducía su mujer - por ' que era antes que llegara el hombre, vida cruel y en caos ali-
eso andaba aquí y allá relumbrando su virilidad-e, pero tam bién mentándose de la vida misma.
le despertaba la ternura suficiente como para soportarla. Sí,
Dora Ema en la intimidad solía ser dulce y fecunda. Uno solo de Bajo presión de Carola, Cosm e escribió tres cartas, en total, a
esos momentos valía para Joaquín todo un mes de la enfado sa la Secretaría deIa Defensa Nacional. Las escribió en un lapso de
pose aprendida por su mujer . Sin quererlo él voluntariamente, cuatro años y de ninguna recibió respuesta, ni tan siquiera acuse
casi por instinto, llegó al justo medio en su matrimonio al per- de recibo. Los tres escritos decían mas o menos lo mismo, pre-
mane?er ci~co o seis ?ías de cada mes en la Paloma, si se queda- guntar por el paradero actua l del Capitán Alfonso Corona, revo-
ba mas veruan los pleitos, los relámpagos que el simple paso de lucionario jalisciense al mando de una tropa andarina por el
una mosca hacía tronar. Así era mejor también para Dora, al noreste del país el año de 1914. Dejábase claro que el interés

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fun damental era por vivir con nosotros su hija llamada por nom- no se decidía ni quería, por eso Agustín a Charco Blanco nos
bre María Rosa Corona. Firmaban Cosme Villarreal, su mujer y vamos, tú te quedas hasta qu e te restablezcas y yo me regreso
según el pedimento, la propia interesada. Todo en las cartas era una vez estés instalada. No había pero, Agustín era dulce pero
verdad excepto el interés de María Rosa , que no era cierto. Ella de voluntad inflexibl e. Como él se encargó de organizar el viaje
no quería irse de Charco Blanco, cada vez qu e hacían alusión a y lo qu e menos quería era dar problemas a Cosme y Carola,
su eventual partida, la morena atoraba sus ojos en los de Carol i- mandó por delante un empleado con carta explicatoria y dinero
na o Cosme hasta que veía en ellos la luz del no querer tampoc o para comprar y adecuar allá lo qu e fuera necesario. También le
que sucediera. Su vida estaba con ellos y así estaba bien . Incluso pidió a Tránsito que arreglara sus bártulos porque acompañaría
Nicolasa, retraída con todos, con ella se abría de par en par, a la señora, la jeta qu e puso la pechugona dio a entender exac-
como balcón en mañana nublada. María Rosa era como el nogal tam ente el gusto con que lo hacía. Por prim era vez iban a inter-
frondoso que unía el terreno de los Villarreal, lugar de apoy o, . narse en México en coche de combustión int erna , Agustín no
descanso y puente de comunicación af ectiva . quiso el tren porque ahora sí el servicio era malo y pese a los
riesgos - tu vieron que ponerle un tanque de gasolina extra-
No fue para menos el susto. El cuatro de marzo de 1929 al decidió qu e irían en el carro que recién habían comprado, sólo
relojito de Virginia se le intrincaron los engranajes. Malanca de ellos dos y el chofer, Tránsito y maletas saldrían por delante,
tiempo atrás, nunca admitió quedarse en casa, se le caía el te- acompañadas de dos trabajadores de la Govea Broth ers.
cho, puntualmente abría la tienda y muy impuntualmente la
cerraba. A media mañana de ese día un eructo amarguísimo Carlos Nicolás, desinteresado de cosas así , dete ctó antes que
manchó la alfombra de cuajaro nes negruzcos y miasmáticos, era Salomón qu e algo curioso estaba pasando. En el centro de la
sangre a medio digerir de una úlcera del tamaño de un peso que mesa de juego ya no se juntaba el dinero de antes, cada día las
según el doctor Bedolla, Virginia tenía en el estómago. El dolor apuestas bajaban más al tiempo qu e los mirones aum entaban. El
la tumbó, la asonsó , la amensó, en una palabra hizo posible que bar estaba lleno siempre pero mu y pocos jugaban y menos apos -
tomara el descanso que con urgencia necesitaba, aunque no lo taban , era como si faltara dinero, como si los dólares fueran
quisiera . Bedolla ordenó reposo absoluto, alimentos sin grasa ni maíz o frijol y ese año la cosecha hubiera sido pésima, sí, exac-
condimento y un vasito de leche cada media hora, procurando tam ente igual. Todos los mirones estaban sin trabajo y lo ex-
que el est ómago tenga algo siempre. Pasó una semana sin me- traño era que como quiera había mercancías de todo tipo -des-
joría, el dolor clavado en la boca del estómago la despertaba. de comestibles hasta de lujo-, las había en abundancia pero no
Agustín se desvelaba cuidándola y Tere hasta cerró la tienda había dinero con qué comprarlas y la pr egunta era ¿quién las
para hacer lo mismo, ambos estaban ciertos que primero era producía si había tanto desocupado? Nadie podía explicar esta
Virginia y que una semana o dos de ausencia no perjudicaría los contradicción, ni el gobierno , ni los industriales y comerciantes,
negocios, pero la enferma en lugar de estarse tranquila empezó a ni por supuesto el pueblo. Cuando Salomón checó las cu ent as
imaginar que su úlcera arrastraría a todos a la bancarrota, y la del trim estre y vió qu e las entradas eran considerablement e me-
úlcera, viéndose centro y reina de la situación, imponía arrihis- nos, lo qu e hizo como consecuencia lógica fue desocupar algu-
tamente su méndigo dominio. Tuvo otro v ómito, no tan abun- nos empleados y entonces Carlos Nicolás comentó de seguro me
dante como el primero y entonces Agustín hizo valer su autori- los voy a enco nt rar de mirone s en la cantina, y fue así que Ecle-
dad. Bedolla aconsejó que lo mejor sería sacar a Virginia de siastés se enteró de qu e Carlos sabía desd e ante s lo curioso de
Carrizales, llevarla lejos a un lugar pacífico. Agustín le dio a la sit uación.
escoger entre San Antonio de Bejar y Charco Blanco, Virginia

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Al norte del pueblo del Sabinal, veinte kilómetros mas o rechinaba si lo tallaban con el dedo. Pusieron dob le cortina en
menos en dirección a la frontera, hay un lugar conocido por las ventanas por si la huéspeda quería dormir de día y a las
Mesa de los Montero. Es un sitio largo y plano en lo alto del volandas mandaron hacer un biombo simple para poner detrás
último lomerío, antes que el horizonte se vuelva llanura. El lugar los adminículos del aseo cotidiano. Por último Nicolasa, con
es ideal para criar vacas porque tiene pastizales yagua en abun- Carolina del brazo, fue a las Calaveras -Carola era los ojos y
dancia. Su dueño quería venderlo, él ya tenía suficiente como Colasa la naríz- a buscar menta silvestre y mirto, luego las
para retirarse a descansar. A Joaquín se lo ofrecieron y una vez mezclaron con hojas de geranio y de naranjo, secaron la mixtura
que lo vió, vendió cuanto tenía para poder comprarlo. a fuego manso y Nicolasa pidió un anafe con leña de retama.
Para probar echó un puño sobre las brasas , el aromazo embal-
Cosme recibió al mensajero y la carta de Agustín. Cosme leyó la samó el aire.
misiva en privado y luego ante toda la familia. Cosme, Carolina,
Nicolasa y María Rosa voltearon las dos casas al revés. Idearon, A Dora Ema la acorraló su ambición. Uno de sus perpetuos
pensaron, discurrieron y mudaron cuanto pudieron con tal de requerimientos era precisam ente el asegurar un rico patrimonio
crear para Virginia un lugar transparente, limpio y claro. Que- para los hijos, pero de eso a mudarse y dejar La Paloma había un
rían ofrecerle un cuarto pacífico para que recobrara la salud y el trecho afectivo que no quería salvar. Su seguridad estaba junto a
contagio de su alegría. Lo consiguieron. Virginia viviría en la los suyos, pero qué ¿no son tuyos tus hijos?, casi le grita una
casa de Nicolasa, con María Rosa por ayuda permanente. La mañana Joaquín. Y pu es sí, su marido te nía razón, pero privarse
ciega se mudaría con Carola mientras durara la visita. Cosme del diario comadrerío edificante con su madre, hermanas y cu-
contrató a dos jornaleros y Carolina a sus mujeres. Ellos blan- ñadas era mucho pedir. La compra de la Mesa de los Monteros
quearon por dentro y por fuera las paredes, ellas sacaron los fue un cisma para la familia GarcÍa Maldonado, los hombres
muebles y uno a uno los limpiaron. Sólo acomodaron dentro lo apoyaban a Joaquín y las mujeres, aunque no a la luz del día ,
.indispensable, bajo instucciones de Carolina, que andaba de un minaban el proyecto. La decisión se estancó entre tantas opi-
cajón a otro sacando cortinas y fundas y colchas tejidas. Eligió niones y Joaquín se fue diciendo allá te espero. Ema creyó que
todo en blanco y a nadie le extrañó, pero Nicolasa -recordaba a era un decir, pero no , tres meses después Joaquín t odavía no
Virginia envuelta siempre en nubes de color- , es importante que regresaba y las mujeres que antes la apoyaban ahora andaban
le pongas cosas que no sean blancas, a ella le gusta el amarillo y diciendo que era poco esposa porque su deber estaba con el
el violeta y el verde y en buen predicamento metió a Carola marido y cursilerías peores. Por fin, Dora decidió mudarse y
porque tú sabes que no tengo nada de color, pero la difunta apareció el segundo problema, a qué casa. La Mesa de los Mon-
Dionisia sí, dijo María Rosa y raudas fueron al baúl y entre que tero estaba muy bien, había casa grande y huerto pero ¿a poco
sacaban linos y muselinas reventando de bordados, le contaron sus hijos iban a crecer como cabras? ¿entre el breñal y oliendo a
por enésima vez a María Rosa cómo los hombres que venían con vaca?, de ninguna manera, los muchachos necesitaban escuela y
su padre intentaron llevarse las cosas y cómo su padre había ante eso no hubo discusión valedera. Joaquín vino a la Paloma y
salvado todo. A los tres días la casa de Nicolasa era otra cosa, dialogó largo y ni modo, la única solución era pedir a sus padres
tan otra cosa que los vecinos fueron a verla. En la entrada pusie- la casa del Sabinal, a su madre mas bien. Se le echó a perder la
ron matas y junto al postigo de la ventanita, la más cómoda de digestión de pensar.en los comentarios que haría la ciega, pero si
las mecedoras arrellanada de cojines, incluso uno grande, bor- su mujer era la necia que su mujer lo afrontara y ahí fue donde
dado de girasoles, para los pies. Ellas no sabían de alfombras Dora se volvió esquiva. Humillarme ante ésas, nunca. A fin de
- además ni las tenían- pero eso sí, el suelo espejaba de limpio, cuentas terminó haciéndolo, porque la inversión en la Meseta se

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llevó el efectivo, luego el centro de operaciones de su marid o viene, sea bienvenida, temo por Virginia, Dios quiera que ju nto a
había cambiado y el pueblo más próximo era el Sabinal, así qu e Carola aprenda a tener paz, lo hecho hecho está, no puede cam-
tuvo que pedir la casa prestada, con promesa de compra, pero biarse, sólo resta esperar, esperar tranquilo . Virginia, por sobr e
por lo pronto prestada. el dolorcillo, se puso coqueta para viajar, era una mujer con la
piel arrugada pero con los huesos de hermosura. Los huesos y el
. :obr; Tránsito, llegó molida . Vieja, gorda y alcohólica, un garbo y la manera de mover los hombros eran cosas que supo
VIaje aSI era mucho pedirle , pero qué hacía, si lo único que tenía conservar no llenándolas de grasa, quien sabe si intencional-
era ese trabajo. Ponía su jeta porque no podía quejarse, aunque mente, porque en ella la naturaleza fue pródiga, tan espléndida
tuviera razones, su miedo a la pobreza era mayor. Claro que lo que a sus sesenta y tantos años aún imponía, sólo el adentro la
que menos imaginó fue que la recibieran así. Los de Charco traicionaba cuando el caos la invadía. Durante el camino a Char-
Blanco desconocían las clases y la verdad ella fue la primera en co Blanco, sin venir a cuento, Agustín le dijo una frase que ella
apena.rs~ porque no merecía un trato tan fino, no soy mas qu e sintió como viento que llega del río, tú y yo juntos, juntos
una sirvrenta con un pasado cochino yeso de ver a la seño ra siempre y solos. Días después, muchos días después, dejándose
Carolina, toda blanca y acomedida, preparándome la cama y mimar por María Rosa y Carolina, la frase se le agigrntó, fue
arreglando las maletas pues no está bien. Cansada y deshech a desdoblándose y a su luz revisó el pasado. El padre ,ue nunc a
como estaba , no lo haga señora, que usted es gente bien y a mí tuvo, el hermano que siempre deseó y el hijo que fue su frus-
no me conoce. Pero Carola, nada más eso faltaba, tómese un tración perpetua, todos ellos estaban contenidos en Agustín y
baño, descanse y duerma, ya mañana veremos. También los em- no lo notó. Tantos años de querer lo que no podía teniendo tan
pleados fueron cordialm ente tratados. Se quedaron en la casa grande amor a su lado. En el silencio fresco de la casa de Nicola-
que fue del primo Jerónimo, María del Tránsito en la recámara y sa, Virginia sacó todas sus pertenencias de imágenes y recuerdos,
los dos hombres en los cuartos de atrás. las buenas y las malas, horas y horas las estuvo espulgando y
analizando y luego las acomodó con amor en los estantes de la
,La situación iba de apremiante a mala , todavía no llegaba lo memoria, bien ordenadas, en paz. Una mañana -Nicolasa bajo el
mas penoso pero lo que se estaba viviendo ya era desesperante. nogal, Carola y María Rosa en la cocina- Virginia soltó el
Dos hoteles dejaron de mandar sus blancos a la lavandería, lo canto: Si a tu ventana llega una paloma -tremolosa al principio,
mismo hicieron varios restaurantes, además, los clientes grandes fuerte después- trátala con cariño qu e es mi persona. Luego
que, aún seguían, restringieron mucho el envío de ropa . Salom ón siguió con el pelillo, el pelillo que tiene el minino , ay morrongo,
opto por usar una sola caldera y dos plan chadoras, desocupó a que relindo si aquí me lo pongo. Nicolasa tentaleando se acercó
los empleados de oficina y entre Carlos, Coral y él se distribuyó a la puerta y Virginia por agradecimiento, al verla, le cantó su
el trabajo. Aún así al negocio poco le faltaba para operar en canción favorita: Varsoviana , varsoviana, quién te trajo aquí, yo
tablas. Eclesiastés y su mujer tomaron la decisión de qu e en solita, yo solita , vine a dar aquí, y Nicolasa, con verdadera ale-
cuanto comenzaran a perder cerrarían. Nunca lo hicieron por- gría, se levantó la falda y dio unos pasitos al son de la tonada,
que en el peor momento hubo trabajo para ellos dos, pero no pasitos de ciega vieja. Para entonces, Carolina y María Rosa ya
para Carlos. estaban ahí, junto con Virginia y tomadas las tres de las manos
rodearon a Colasa coreando comadre Juana puede usted bailar,
Agustín iba pensando en lo viejos que estaban, aunque po r con este hijo patas de sillar. Virginia quiso quedarse unos meses
dentro no se sienta, por fuera así es. A lo mejor era la última vez más, gozando muy en conciencia del descanso.
que veía a su hermana, no le temo a la muerte, no a la mía, si

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Lo aclararon mu y bien , no es que no quisieran que se


Blanco y Cosme y ella sólo los veían una vez al año, si acaso, y
queda ra Tránsito , sólo que si se quedaba no lo haría como sir-
en visita de formalidad. Carolina dijo sí al pedimento y si Dora
vienta. Así que la pechugona regresó con Agustín a Carrizales,
se hubiera puesto lista allí mismo le firma la escritura de cesión,
otra vez con jeta, porque Charco Blanco le gustó. No cabía
pero Dora le tu vo miedo a la ciega aunq ue Nicolasa ni habló, .
duda, ese paisaje de nada tranquilizaba, a lo mejor es qu e como
no hay cosa llamativa el coraz ón le presta más at ención a los comp rendió perfe ctam ente la emoc ión de su cuñada y herman o,
afectos. tanto la ente ndió qu e para no esto rbar -porq ue estorbaba- se
metió por ahí y no salió sino hast a que los visita ntes iban de
Ramón ya no tenía humor para viajar, que el diabl o se lleve salida. Para entonces habí a sacado de no sé donde un saqu it o
todo si quiere. Lo más lejos qu e llegaba era a la finca de su hija con monedas de oro, grandotas como gallet as, de las que hací a
Lupe en las montañas, el resto del tiempo lo vivía en Washing- añales no se vcían y a cada niño le dio dos y un beso en la
t on. Era miembro de un club y ahí se entret enía de las cuat ro de frente. Los chicos se dejaron porque venían bien aleccionados,
la tarde en adelante, a veces hasta las nueve de la no che, otras a pero su rigidez no pasó desape rcibida a la sensibilidad de Nico-
las diez, las menos a las on ce o doce. Su libertinaje pasado se lasa. Nada más salir del pueblo , por la parcela de las Calaveras,
convirtió en anécdota par a contar y recontar, además, pues nun - Dora ya tra ía ent re sus manos las dieciseis monedas y en la
cabeza la solución al pro blema. La casa del Sabinal era de ellos.
ca dejó de ser poquito mentalmente. Seguía guapo , un ahuelo
guapo con bastón , sombrero y prestigio de doble vida, aun que
ahora Amanda grand e sab ía que su marid o sí le era fiel. Cosas dc A princ ipios de 1930, luego de más de veinte años de vivir en
la noche. San Luis Misuri, Carlos Nicolás la dejó en un lanchó n qu e trans-
portaba brea y t reme nti na hacia el pue rto de Nueva Orleans. El
Con los ocho hijos repartidos en dos carricoches, poquito río seguía siend o cl camino más fácil par a ir hacia el Golfo , y el
después de la una de la tarde llegó Dora Ema a Charco Blarico, a más barato. Salom ón no pudo emplear más a su amigo, ya desde
la casa de sus suegros. De Dora se podía esperar cualquier cosa tie mpo atrás Carlo s esperaba el momento y había decidido qu e
en cuanto envidias y egoísmos, per o eso sí, a su maternidad no cuando sucedi era se marcharía rumbo a Tam pico, puerto de
había quien le pusiera un punto negro . Magníficos eran sus hi- México , donde según decían había un hervidero de riqu ezas sin
jos, chulos como camada de cachorros finos. Además, qué bien cuent o. Tanto dinero corría - le habían comentado- que la
educados, acomodados por estatura y tomados de la mano da- bol eada de zapatos se paga con oro . Ponderaban también el
ban ganas de llorar de lo lindos qu e se veían, y sí, Carolina lloró, juego y las descomunales cantidades que se apostaban. Así que
se le anegaron los ojos en un tem blor de ternura. ¿Cómo negar hacia allá se fue, hacia Tampico, surtidor de pet róleo y lugar de
lo qu e Dora pedía? Imposible. El qu e sigue al mayorcito es el convergencia de marinos holandeses, alemanes, ingleses y grin-
retrato vivo de Joaquín, y tú preciosura, tiene s los pómulos de gos.
Cosme y al ver al que seguía, ¡Virginia, ven pronto!, son los
ojos de Agustín, los mismos ojos Señor Dios. Virginia cargó a la Vaya sorpres a la que se llevó Virginia al llegar a Carrizalcs.
criatura y lo veía y veía, verde luminoso de un tono que no es Agustín -con toda intención- no le había hecho la mas leve
natural. Carola medi o enloquece ent re t anto niño nieto de su alusión en las cart as que le escribió, t ampoco los empleados de
carn e, los atiborró de dulces de nuez y de naranja, luego le pidió la Govea, que cada mes llegaban a Charco Blanco cargado s de
a María Rosa qu e batiera hu evos para hacerles merengue y llo- comestibles de ultramar, come ntaron cosa alguna . Fue en la
raba y reía porque los chiquillos nunca habían venido a Charco penúlt ima de estas visitas de abaste cimiento cua ndo Virginia
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mandó decir que en la próxima regresaría con ellos y que no atardecer, alguien le dijo que habían llegado. Tampico , con su
quería -textualmente- que Agustín viniera por ella. mugreral, estaba a la vista.

Desde antes de la partida, el aire -más que e! otro , e! qu e


Con los hombros cóncavos y el pelo totalmente encanecido,
expiraba Carola - tenía sabor de tristeza decantada. Tanto Cos-
los pies juntos, derechita hasta donde podía y los ojos hum e-
me como Nicolasa se veían impotentes para comentar el hecho ,
decidos de vejez, Primitiva Velazco , vestida de pálido rosa, esta-
quizás innegable, de que era la última vez que trataban a Virgi-
ba parada al frente de la puerta grande de la casa de Agust ín
nia. Ellos como quiera estaban un tanto al margen, pero para
Govea. Desde que venía por la calzada Virginia la dist inguió,
Carolina era distinto , Virginia era su amada cuñada y en alguna
pero no supo quien era sino hasta que el coche se detuv o. Grit ó,
forma, en esos momentos, encarnaba su generación de sangre, a
al reconocerla gritó con la voz qu e fue famosa , ¡Primitiva!
sus hermanos, su pasado familiar pues . Virginia lo sabía y lo
¡Primitiva Velazco! Pasó de largo frente a su marido , Teresa,
sentía también, por eso la mañana de la partida le pidió algo de
Crispín y Tránsito, pasó de largo sin qu e ellos se sint ieran, es
su pertenencia, algo que fuera tan de ella misma que con solo
más, sonreían copiosamente . Prolongad o, muy prolongado fue
verlo, allá en Carrizales, Agustín y yo sintamos tu presencia.
el abrazo de las dos muj eres. Despu és del grito de Virginia hubo
Carola meditó un instante, luego abrió el baúl y sacó el mantel
bordado en blanco sobre blan co, el que tenía su nombre de silencio , amba s recordaban y se sentían, era suficiente.
soltera y guirnaldas repa rtidas y lirios y ondas de agua tejidos al-
rededor. Toma, te lo regalo, úsalo hasta que se acabe, ni tú ni yo Fue Cosme el que le aclaró los puntos. Hiciste mal en decir lo
tenemos a quien heredarlo. que dijiste. Tú sabes que el mant el, con todo lo que para los dos
significa, no me importa verdaderamente, lo que si me import a
Cuando Carlos Nicolás se formó frente a la puerta de la ofi- es que dijeras que no tenías a quien heredarlo, mira qu e no estoy
cina de contratación de la Cornpañ ía que hacía viajes regulares a pensando en los hijos de Joaquín, aunque pudiera hace rlo , no,
Tampico - él quería pagar su transporte con trabajo- , se dio estoy pensando en María Rosa, ella nos quiere ¿y sabes una
cuenta que los años se le habían acumulado ; a su lado estaban cosa?, si llegara ahora Alfo nso Corona, con un palo le daba por
jóvenes que bien podían ser sus hijos y claro, ellos fueron los la cabeza si pretendiera llevársela. María Rosa es nuestra hija, si
que ocuparon las plazas libres. Le dijeron que volviese a la sema- no de la carn e sí del corazón, no se que es lo que tengas que
na siguiente, que quizás entonces hubiera algo, pero no fue cier- hacer, pero en alguna forma debes reparar tu error. Poquísimas
to, no esa semana ni la que siguió y sus dólares , de hecho pocos, ocasiones, en los cuarenta y tantos años de matrimonio, su mari-
casi se los acaba . Terminó por com prar boleto, bueno, es un do le había hablado en tono de regaño, le dolió por qu e sintió
decir, la verdad fue que sobornó al encargado de un barquito que era cierto lo que decía. A María Rosa le gustaban los colo-
mexicano, a cambio recibió un camastro inadmisible en el lugar res, optaba por e! blanco para agradar a Carola, pero po r ella,
más borrascoso de la embarcación. Carlos Nicolás nunca había vestiría de verde o naranja. El hombre que periódicamente visi-
navegado por mar abierto y sus recuerdos de marinerito de agua taba Charco Blanco cargado de mercería, la miró sorprendido
dulce -el tiempo que trabajó como grumete subiendo y bajando cuando Carolina la Blanca le pidió hiladas de colores. Eligió las
por el río Misisipi- eran serenos y plácidos, así que al vivir la más llamativas y matizadas, luego sacó una pieza de lino muy
conmoción crónica de ese vaivén sin fin se le volteó el estómago, fina que guardaba no sabía ni para qué y con un carboncillo fue
toda la travesía la sufrió en esa forma . Verde, ojeroso y aban - dibujando guirnaldas acor donadas de lirios y amapolas entre re-
donado no tenía conciencia ni para arrepentirse. Por fin, un jas y mariposas. Era la segunda o tercera vez que Carolina Govea

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labore aba hilos de colores. Cuando Nicolasa lo supo le dijo a pequeña casa, de clla sola, no de ella y otros. Primitiva Velazco
María Rosa lo hace por tí y para tí, porque te quiere much o. ahorró el sueldo de más de cuarenta años, a eso le sumó la
generosa cantidad que Agustín y Virginia le obsequiaron cuando
A poco iba a quedarse a esperar, esperar qué . Lo que le ha- la difunta Emilia se casó y ella la acompañó, luego le agregó el
bían contado de Tampico resultó la gran mentira, en el pasado capital de Emilia porque el Doctor Springthoel no lo quiso , por
fue verdad, hacía diez o doce años, pero ahora el puerto era un eso ahora era rica, mucho más de lo que Agust ín imaginaba.
barrunto plano y sucio, pestile nte al cieno del río que ahí de- Primitiva quería pasar lo qu e le restara de vida en casa pro pia y
semboca. Algo aún quedaba de las pasadas pompas : la hermosa atendida por sirvientes yeso era exactamente lo que iba a hacer.
plaza pri~cipal; la iglesia; una que otra ostentosa casa que nunca
~e terminada y - por las noches- un ciento de prostitutas vie- Una vez al mes Crispín depositaba en el banco las rentas de
jas, varadas por la enfermedad o por falta de ilusiones. De los las propiedades de Ramón y una vez al año , Agustín , fielmente,
casinos de juego no quedaban ni los cimientos, Carlos Nicolás hacía lo mismo con la tercera parte de la utilidad habida en los
bien sabía que nunca los tenían y ni falta les hacía, porqu e negocios activos. Una sola ocasión Virginia discutió al respecto
habiendo dinero, un patio baldío se transformaba de la noche a con su marido , hacía años ya , de ento nces quedó claro que
la mañana en local para mesas, luces y apuestas, lo demás lo est uviera Ramón trabajando o no lo estuviera, como quiera la
inventaba el vicio de los concurrentes. Al atardecer el segundo tercera parte de la utilidad era de él. Para compensar la posible
día en Tampico, Carlos se sintió tan inútil como una baraja sin injusticia, Agustín se asignó un sueldo y le asignó uno a su
ases, casi sin proponérselo llegó a la estación del ferrocarril ahí mujer , en esa forma cobraban su trabajo ind ependientemente a
podía. estar sin ~er molestado . A la media noche oyó la voz' que las ganancias que obtenían como dueños. El sueido que recibían
anunciaba la salida del tren cuyo destino último era Carrizales ambos no era meramente simbólico, nada de eso, era lo que
se subió sin más, sin pensar para qué o por qué. Las gentes qu ~ comunmente ganaba un empleado de primera línea, sólo Crispín
llevaban sangre de su sangre vivían muy ajenas al viento de tenía un sueldo mayor, se lo merecía.
espinas que en ese momento empezó a soplar desde Tampico.
La rotunda comunidad Govea Zárate -las tres gordas y su
No puede ser qu e queriéndote como te queremos nos hagas madr e- terminó por alejarse de Carrizales y sus noticias.
esto, no es justo, estamos viejos y solos, pronto se casará Teresa Cortada la raíz principal -que serían los viajes a la frontera- el
y esta casa es muy grande para Agustín y para mí , te nece- rest o de la comunicación fue cada día menor hasta que
si.tamos Primitiva, así que deshaces tu plan de vivir aparte y te desapare ció . Cada año - por navidad- Agustí n les escribía y les
VIenes aqUl, ocupa el cuarto que qu ieras, nosostros no te moles- mandaba regalos, pero ellas jamás respondía n, ni por atenció n
taremos, entiende que tu presencia es en calidad de familia, no siquiera. Teresa era en todo caso el punto de contacto, pero a
de empleada . .. Virginia siguió y siguió, horas v días. Primitiv a Virginia en realidad poco le importaba, nun ca he sido hipócrita y
no replicaba, tampoco daba cuenta de sus movimientos bus- para qué negarlo, no las quiero . Si de Carrizales, do nde nacieron
cando una casita apropiada, no la quería en renta, pensaba com- y crecieron, no se acordaban, de Charco Blanco menos, de
prarla porque tenía con qu é hacerlo. Agustín le aconsejó que no seguro ni el nombre de Carol ina recordaban. La vida de las hijas
porque sería una inversión muerta, tú no tienes para quien cui- de Ramón -Lupe, J osefina y Amanda la bizca- se per dió , junto
dar tu capital, gástalo mujer, con los intereses que ganas vives con su apellido , en la ti erra del norest e de los Estados Unidos.
perfectamente hasta que mueras. Pero Primitiva no lo oía, él no
la entendía, su sueño, callado siempre, era ser propieta ria de una Hubo que hacerle reparacione s a toda la casa, los muros

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estaban bien porque tenían la base de pie dra , pero lo que son los respu esta se estampó donde estaba , muda . María Rosa , en el
techos, el enjalbegado y las instalaciones sanitarias, esta ban corral junto con Caro la, divisó al visitante y dijo un extraño
ingratas . Dora Ema actuaba en eso como si fuera la dueña, pen só acaba de llezar . Carolina plegó su de!antal con las manos y al
agregarle dos cuartos más y ampliar el comedor. Algunos de los al'roximarse°la q uijada se le aflojó y sint ió miedo de ado les-
muebles, que ahí había se quedaron en uso, otros los regaló y cente. Despacio la familia se reunió, bajo la fronda del nogal se
otros mas, antes de pudrirse en un rincón del traspatio , sirvieron reunió. A media larde lodavía seguían ason sado s.
de escondrijo para que sus hijos descubrie ran los placeres
eróticos. Joaquín poco recordaba - menos Ic interesaba- de su Primitiva tranquiliz ó a Tránsito diciéndole (lue don Agustín y
abuelo, el co nst ruct or de la casa, por eso sus hijos crecieron sin doña Virginia eran agradecidos, qu e no la aband onarían a su su.er-
saber que esas paredes fueron, mucho antes que ellos embrión t e, ademá s, si no fuera así , yo te soste ngo, t e debo el favor que hizo
cobijo de un fecundo amor. Por dentro de la caja del reloj , qu e posible qu e aho ra tenga lo qu e t engo. Tránsito vivía de presta do
se quedó en su mismo lugar, en la sala, -el mismo que fue po r lo enferma qu e se sentía, afana ba mu y poco en la casa, pero
testigo de! infart o de don J osé- , había un escrito pintado que eso sí , controlaba a las dos sirvientas. La casa - o trora orgullo
dec~~, "Para mi amada esposa, Luisa del Carmen, de su esposo, por su elegancia y mod ernismo- resopl aba a viejo, no a gastado ,
J ose . No hub o quien preguntara por esa tal Luisa de! Carmen. ni carcomi do, ni descuidado, simpl emen te a viejo . Tenía
art efacto s novedoso s que daban bienestar, como hiciera en la
Contempló el amanecer en la tierra de sus padres, de sus cocina y ventiladores en tod os los cuar tos , además de mosqui-
padres legít imos . En e! camino de la Estación vi e! aguacate teros en las ventanas y un fon ógrafo grando te en la sala, pero lo
grande que está junto al paso de agua y recordé la historia que demás no había cambiado . La pastora de porcelana europea que
me contaban de niño .. . los cirqu eros con los changos enfermos está sobre la consola del recibidor, frente al espejo de dos
y luego la fiebre tulJidora y mi nacimiento junto alojo de agua metros, hab ía dejad o huella en la mad era ; claro bajo ella,
caliente . El árbo l estaba totalm ente seco y con los adentros obscuro el resto . La pajarera del come dor, qu e en e! ti em po de
h~ecos, se detuvo a su lado y lo regó con orina . Micae!a, la que Primitiva hab ía qu e cubrir para q ue los canarios no atur die-
VIVe en la mera entrada, lo vió pasar y se molestó , don Cosme ran con tanto trin o, ahora era un mueble más, bella en la for-
nada tiene contra mí ¿por qu é no salu da entonces? Asomada se ma pero azulosa por el moho, El último aderezo que le hicieron
quedó pensando y concluyó en qu e ése no era don Cosme, se le a la casa fue el papel tapiz del est udio, y lo cambiaro n por -
asemeja mucho pero las ropas son de ciuda d, además la qu e luego de 111 11(;ho s año s Agustín comentó que los tonos ocres
maleta . . . y ¡zaz! es el hijo extraviado, el ente nado de los ricos lo ponían triste y fue Teresa, la que co mo regalo de cumple-
de Carrizal es. ¡J esús! , no está muerto y co rrió porque e! año s, eligió y man dó colocar el nuevo ; verde pálido con bandas
apare cido iba directo a casa de Cosme y ella quería llegar antes, verticales más obscuras. De hecho sólo la so brina y las do s
pero no llegó . Buenos días pap á Cosm e. Dos cuerpos mu y sirvientas subían a la planta, alta , Agustín incluso pod ía fechar
parecidos pero con veintiocho año s de diferencia. Delgados, exactamente el t iemp o qu e ten ía de no usar la escalera. Cuan-
alto s, pilosos; sólo los ojos eran distintos porque el más joven los do recién vol vió, Primit iva hizo algunos come nta rios comp leta -
tenía de puñito de agua en mediodía ardiente, como su madre, ment e inoc ent es pero qu e provocar on pensamientos sobre el no
Carolina Govea. A Cosme se le pararon los pelos arriba de la cambio de la casa y sus dueños . En la primera cena y co n muc ha
frente y el erizamiento le cun dió por e! centro de la espalda y al alegría, dijo : señor Agustín , son las mismas servilletas, las mis-
llegar a los riñon es le cinchó la cint ura apre tándole e! vientre mas de hace veinte años. Luego, ya con Virginia. en casa, seña -
con dolor. Nicolasa, tant eando preguntó quién es y al oír la lando sus bab uchas: Las com pramos juntas señora, yo iba con

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uste d, po~ los d í~s ~ ue inauguró la tienda. Sí, en alguna fo rma, historia de Emilia y su fin y también del éxito familiar y
la memoria de Primitiva Velazco se tornó cruel. económico de Joaquín. Le mostraron fotos de la boda de Emilia
y lo único que comentó fue pobre papá Agustín, tiene la espalda
Cómo explicarlo. Es que era un extraño , un extraño desde la como empuñadur a de bastón, entonces María Rosa se atr evió y
conduct a hasta el olor, por eso en su corazón no había le dijo ¿los quieres? , Carlos sonrió y pasó a otra fotografía . La
senti~ ient~ para él. L~ego de las primeras horas , después que
penúltima noche les dijo si creían necesario poner un telegrama
ca nt o su vida y aun mientras lo hacía, Carola lo veía y reveía y a Carrizales avisando que llegaba. A Carolina se le fue la sangre de
nada, aparte de la emoción por la incógnita , nada, no sentía la cara, en eso no había pensado, no supo qué contestar,
nad~. En su. i~aginación el hijo del que se desprendió había
tampoco Cosme . Ambos se alarmaron por la posible reacción de
crecido y vrvia y era feliz, ¿qué importancia tenía que no Agustín y Virginia , ¿cómo lo recibirían luego de veintiseis años
supie~a dónde? El hombre que ahora estaba enfrent e, pese al
de silencio? No opinaron. Al día siguient e se fue , ellos lo
parecido en los ojos y lo otro , no era para nada carn e de su encomendaron a Dios y jamás volvieron a verlo .
carne, aunque la naturaleza lo asegurara. María Rosa t enía más
de ~lIos. qu e ese sujeto envejecido prematuramente y con Primi tiva enco ntró una casit a de madera con fundam ento de
apanen~la de extranjero. Ella y Cosme se dijeron todas estas piedra, de una planta y con portalito al frente, la compró . Luego
cosas SIn hablarse, con las puras miradas. Nicolasa pr eguntó la mandó pintar de celest e y blanco , presidió la limpieza como
com~ qu eriendo hurgar en lo profundo de Carlos , pero pro nt¿ sólo ella sabía hacerlo -desde los vidrios de las ventanas hasta
se ?1O cuenta que ,el so brino no tenía interior y con su gesto de las baldosas dc las rejas al portal - , y ya que la vi ó como galleta
retirars e, ,lo sepulto en paz para siempre. Carlos Nicolás se quedó de navidad; nevó a Virginia y Agustín. --
cuatro d ías con sus noches, su estancia en Charco Blanco resultó
una verdad era inco modidad ; la familia no hallab a dónde
Hay un hombre en la puerta que busca a los señores , le dije
senta~lo, ni có mo at enderlo , ni de qué platicar . Durmió en casa
qu e no estaban pero insiste en esperarlos, lo paso al recibidor o
de Nicolasa y aunque la ciega no lo objetó, hubo un rictus de
lo dejo afuera. Que espere afuera, co nt est ó Tránsito . Carlos
asco e~ su cara. El mismo prurito sintió Carolina , tampoco lo
Nicolás tom ó la calzada que comunica la casa de papá Agustín
externo, pero la ropa del visitante la man dó lavar co n el
con la de tío Ramón. El caserón estaba polvoso y abandonado,
pre.t~xt~ de qu e no t enían tiempo para eso y ahí fue donde se
se preguntó qué pasaría con sus primas y con la tía Amanda .
tral?lOnO porque arguyó prisa y Carlos no había dicho que la
Luego se quedó viendo lo mucho qu e habían crecido los fresn os
tema. Por otro lado él ni po r cumplido pensaba que darse. El
y lo muy poblado de los alrededores. En su memoria las dos
p~ eblo ~ la gent e, su aire y su entorno, co mparados con San Luis
casas, rodeadas de t errenos baldíos, est aban unidas al frente por
Mlsou.n; q ue~ab a n con medio siglo de retraso. No había
la calzada y atrás por las cuadras y est ablos, así seguían, con la
elec~ncldad, m agua de grifo ; aún usaban cal para neutralizar el
diferencia de que una línea muy definida marcaba el cuidado
p~stllente olor de los excusados y leña para cocinar los
que aún hab ía en el terreno de Agustín y el descuido en la p-arte
alimentos, No hab ía música, bu eno , al menos no accesible,
de Ramón. Recorrió los establos y un sirviente por poco le
algu~os. tocaban guita rra o acordeón, per o por las noches y
azuza los perros, volvió a la calzada a tiempo para ver el coche
dom e~tlCamente. Abarrotes, cantina y farm acia eran un mismo
de combustión interna del que bajaban los señores acompañados
negocl? ; mostrador obscur~ con ~lor a piloncillo , granos y
aguardiante . Por supuesto, mngun o Jugaba . Era lo más desespe- por Primitiva Velazco .
rante. Carlos pregunt ó por sus her manos y le cont aron la

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BIas, el dueño del tendajo del Sahin al - tendajo atendido Virginia conviniero n en que así se haría . La única condi ción era
ahora por su hijo y sus nietos-, se sentaba en una silla de que Teresa le pasaría a Virginia, hasta su muerte, un porcentaje
mimbre, junto al mostrador, por horas interminables. Ahí de las ventas brutas. Con el regreso de Carlos Nicolás, Crispín,
conoció a Joaquín y ahí, a los muchachos de Dora, les contaba viejecito pero muy lúcido todavía , creyó conveniente ordenar al
inútilmente la historia de la familia Govea. El viejillo siempre notario que iniciara el trámite de la donación. No sería nada
está con la misma cantaleta, decían los hijos de Dora Ema: que justo - pensaba- que a resultas de esto Teresa se quede
tu abuelo vendía duraznos y tu abuela siempre ha vestido de chiflando en la loma. Afortunadamente Crispín hizo el trám ite y
blanco , ha de seguir igual ¿no es verdad?; la que era chulísima Virginia y Agustín lo firmaron, porque al volver Tere de su viaje
era la esposa de Agustín ; Ramón se casó con una hija de Zárate, de bodas ,- fueron a Washington , a casa de Ramón y Amanda- a
ya no queda nadie de esa familia en este pueblo , si le escriben la la Govea Brothers & Co. le había aparecido un pequeñísimo
saludan de mi parte. Y Bias, delgaducho y caleado de pelo y punto de gangrena, nadie lo había notado , pero el mal ya estaba
bigote, seguía platicando aunque los muchachos no lo oyeran. ahí.
Se contaba a sí mismo la vuelta de sus recuerdos.
Cosme toda su vida fue madrugador. No era muy viejo, tenía
Agustín lloró, ahora ya sin esconderse. Los enormes y setenta años , pero setenta años muy trabajados. Recién se
bellísimos ojos verdes que nadie veía se le volvieron de agua. No paraba, obscura la noche todavía, se iba a caminar por la brecha
preguntó cosa alguna, no quería saber , sólo abrió su corazón y de las labores. A últimas fechas se entretenía vislumbrando, en
su cartera para Carlos Nicolás que recién regresaba. En cambio la penumbra matutina, el avance de los trabajos cn la
Virginia se azolvó, también lloró pero de rabia, hubiera sido instalación de cercas de púas. Por -aflos el deslindede las tierras
mucho mejor que la sacara, que sacara con golpes y manotazos el fue un problema, porque las escrituras decían, por ejemplo: de
dolor de una herida que creía para siempre cicatrizada. Pero no donde tuerce el arroyo hasta el nogal de Casimiro y desde ese
lo hizo y sin darse cuenta, ella misma se tomó las medidas para punto hasta los hormigueros del camino ; y resulta que si se
su ataúd. Teresa, prima carnal de Carlos Nicolás, sintió un secaba el nogal o las hormigas se mudaban -como de hecho
estremecimiento cuando lo conoció, le gustó, su primo le gustó pasó- ya nadie sabía hasta donde es lo mío y hasta donde lo
muchísimo, quizás por eso aceleró su boda y en un mes fue tuyo y venían los pleitos y las enemistades. Por eso entre todos
hecho consumado . La presencia de Carlos era demasiado pagaron un agrimensor, él hizo cálculos y trazos y pilas de
impactante como para permitir que los demás sucedidos, fuesen piedras fueron marcando propiedades, luego, cada quien como
los que fuesen, tomaran importancia. De ahí que la mudanza de pudiera, cercaba con púas o alambres. Cosme y Nicolasa eran
Primitiva Velazco -con sólo sus maletas, porque no trajo más- adinerados, dentro de Charco Blanco, se entiende, ellos pronto
y la propia boda de Teresa , pasaran si no desapercibidas, sí mandaron estacar y rodear con púas sus terrenos, pero a Cosme
bastante minimizadas. Teresa era una mujer madura -Tránsito le gustaba ver como los demás progresaban en su trabajo.
decía que ya no se cocía al primer hervor-, tenía treinta y Aquella madrugada se fue a ver las tierras- del oriente, las
cuatro años cumplidos, nueve de novia, al casarse con Raúl mejores después de la suya de las Calaveras. Iba topeteándose
Dueñes. A la boda ella aportó el dinero, el novio, de su edad, fue con las lomitas de la tierra que sacaban de los pozos para clavar
siempre empleado bancario hasta que lo desocuparon, sin las estacas y en eso perdió pisada y cayó de cabeza en uno de los
indemnización, unos meses atrás. Era un hecho que la tienda de agujeros -hondo de un metro o más- y se quedó atorado. El
Virginia pasaría a manos de Teresa, todavía no se formulaba calibre del hueco era el de su cuerpo, se ret or ció como lombriz y
ningún papel pero ya lo habían hablado y tanto Agustín como la tierra suelta comenzó a caer. A las siete de la mañana lo

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encontraron los trabajadores, dicen que todavía tibio, tenía un muerto hacía cuarenta y tres años. Joaquín apenas libr ó para
moco de sangre en la nariz y en la boca una masa de tierra llegar a tiempo, sudoroso y empolvado no supo qué decir
ensalivada, se le metió por tratar de respirar. El cuerpo estaba cuando le pidieron que pronunciara la oración fúnebre. Car o-
perfectamente incrustado en el pozo, si lo hubieran hecho a la lina, contra la costumbre , insistió en ir al cementerio y no en
medida, no habría salido tan exacto. Casos de la casualidad. coche, a pie detrás del ataúd. Nicolasa también fue y María Ro sa
lo mismo . Dora se qued ó en casa , traspulcando a sus anchas
Joaquín estaba en la Mesa de los Montero y hasta allá fueron todo cuanto pudo .
a avisarle que su padre había muerto. Dora Ema, que en las
c~sas de la muerte era muy formal, le mandó decir que partiera
A partir del regreso del VIaje de bodas y una vez que la
directo a Charco Blanco, que allá se encontrarían. Sólo fueron papelería de donación estuvo concluí da, el marido de Teresa ,
co~ ella cuatro de sus hijos, los mayores: dos hombres y dos
contable práctico, se hizo cargo de la administración de la
mujeres, Todo el camino cantaron, como si fueran a boda o tienda. Crispín le entregó los diarios de cuentas , los registros d c
fiesta de cosecha. proveedores y de clientes, los estados bancarios y los listados de
inventario. Desde que se inauguró la tienda en 1909, ese trabajo
Los de Carrizales no tenían cab eza para tanta cosa , en un año se había hecho en la oficina central de la Govea Bro th ers.
se les embrujaron los naipes en tal forma que ya no sabían ni Virginia, malhumorada por el estómagoo que de nuevo le
qu é estaban jugando. Primero la úlcera de Virginia , luego el fastidiaba, no se opuso , to tal , si las cuentas no resultaban clara s,
regres~ de Primitiva con su terquedad de vivir separada, poco
qu é tanto podía pasar, dinero no era lo qu e necesitaba. Ter esa
despues la presencia del desaparecido , siguió la boda de T eresa y vino con la novedad de que su mamá le dió la casona co mo
los documentos del cambio de dueño de la tiendita - así le regalo de bodas. Es muy grande para ustedes dos, le dijo
decían al negocio de Virginia, para diferenciarlo de la Govea Tránsito, y vas a tener que meterle dinero para hacerla de nu evo
Brothers- y ahora la muerte de Cosme VillarreaJ. Se les disculpa habitable, ya te dijo don Agustín que puedes quedarte aquí, no
que ~ esto último no le dieran la importancia debida por lo sé por qué ahora terqueas tanto en irte, antes no pensabas así, te
aturdidos que andaban. Todos esperaban que Agustín de cidiera molesta el señor Carlos ¿verdad? Teresa no le contestó , pero
-ordenara- quién o quiénes irían al sepelio, pero no lo hizo y una vez casada no volvió a pasar no che en casa de sus tíos. La
Carlos Nicolás, que deb ía haberse ofrecido, al fin el difunto era pareja se fue a vivir al hotel mientras la casa de Ramón queda ba
su padre, ni tan siquiera dijo descanse en paz. lista, Raúl Dueñes era muy buen hombre -demasiado- y
asentía siempre a cuanto su mujer qu ería. Por otro lado, la
tienda siguió lo mismo , la clien tela feme nina est aba asegurada
Nicolasa , enteca y co n los ojo s sin luz, se vistió de negro
porque el gusto que ahí se vendía era exq uisito, los años que
castellano y un espeso velo le cubría la cara y el pelo, se
Teresa pasó al lado de Virginia no fu eron inútiles, aprendió
avergonzaba de no poder llorar. Carolina, blanca del zapato a la
mucho , sobre todo que para la vanidad no ha y pre cio alto. Con
cabeza, lo hacía silencito. Era impactante ver a las dolientes:
la crisis eco nómica la entrada de efec t ivo sufnó un poco, pero
más negra Colasa por estar junto a Carola y más blanca Carola
también es cierto que los artículos a la venta bajaron su costo ,
por estar junto a la ciega. María Rosa Coro na se ocupó en
así que las cosas siguieron mas o menos. Además, cosa m uy
atender a los que llegaban, luego Dora Ema se acomidió y ayudó
importante, la fortuna de sus t íos estaba siempre atrás, o al
también . Cosm e Villarreal fue sepultado a las diez de la mañana
menos lo estuvo hasta el regreso de Carlos Nicolás.
un martes de 1931 , a los pies de su féretro le amontonaron los
huesitos de su madre, de su padre y de su hermano Romualdo,

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I
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Dora Ema se quedó al rosario por el alma de su suegro . Se tiempo te traiga resignació n. Caro lina, luego del ent ierro de
pasaba el día haciendo preguntas aparentem ent e ino cent es sólo Cosme, siguió su rutina de siempre, afanar y afanar, sólo qu e
qu e viéndo la al trasluz inm ediatamente se reco noc ía a la coy ot a hablaba poco y sin sonreír. A partir de ento nces la tri steza fue
dientes largos , a la coyota madre qu e ro ba todo para llevarlo a su compañe ra inseparable. .
sus cach orros. Carolina ia comprendía y por eso la disculpaba,
en camb io Nicolasa po co falt ó pa ra qu e la corriera por la Agustín ma ndó decir misas por el alma de su cuña do Cosmc
indig nación qu e sintió cuando Do ra le co mentó qu e las Calaveras Villarreal. Se le fue haciend o como un vicio el estar en la iglesia.
deb~an seguir siendo siempre - lo recalcó - propiedad Villarreal, Amanecía en ella, vol vía a medio día y luego otra vez al
haciendo con ello clara alusión a que María Rosa , la arrimada, at ardece r. El sacerdo te lo tratab a bien, co n deferencia, y le
no t enía derecho a heredarla. La ciega respiró amargo y ya se dispensó - por su joroba inclemente- hincarse y levantarse
preparaba para darle un chicotaz o con la lengua cuando María ta n tas veces co mo lo exige el rit o . Agust ín no socializaba con él
Rosa conte st ó falta mucho para qu e tía Colasa muera, todo el po rque Virginia, si bien creyente, no to leraba a los curas, quién
pueblo dice que ella es la más sana de Charco Blan co, fíj ese sabe qu e tan tas hist oria s contaba de lo que ella había visto y
usted qu e tiene una enc arnadura tan buena que cualquier Agustín sabía qu e hablar de eso era pleito seguro . A los seis
rasguño le cicat riza al atardecer y ad emás , cada día se baña co n meses de fallecido su cu ñado, Agustín imprimió esquelas tri st es
agua fría , en verano y en invierno , est amos seguros qu e Nicolasa a más no poder; grises con una orla negra y una muj er
nos va a ente rrar a todos. Dora no contestó porque hacerlo sería desgreñada, junto a una losa fune raria , llorando. Toda la fam ilia
delatarse. Como si no lo hubiera hecho ya. en Carrizales fu e al Oficio , junto con los empleados y la
servidumbre. Tam bién Carlos Nicolás . Crispín notó un a ligera
Caro lina bordaba, Nicolasa la acompa ñaba. Dionisia decía ausencia de clientes y dos o tres caras nuevas, desco noc idas en el
qu e mu y po cos matrimonios llegan a los cuarent a años de Carrizales decente, pero muy conocidas en el de l ju ego. A la
casados porque uno de los có ny uges mu ere antes, en este pu eblo salida se lo dijo a Virginia y a Virginia poco le faltó para
habrá uno o dos así, casi siempre la muj er es la primera, en un reco rdarle a su madrecit a.
parto o en sus segun das ah í se queda . Si sob revive a los partos
- como tú- lo más probabl e es que que de viuda, nada mas María Rosa también trató de alegrar a Carolina, pero su
ponte a pensar y verás qu e cierto es. Los viudos d e aqu í se han prop io du elo la t raic iona ba. Ella llegó a sen tir un gran cariño po r
vuelto a casar porque aún están de verse, en cambio las viu das Cosme, el hombre flaco que siem pre la trató con t ern ura. Por
están ya viejas porqu e así llegaron a la viudez. Dicen qu e en años hizo cosas pa ra él y ahora que no vivía ¿qué? Se abocó a
otro s pu eblos ha y viudas jóven es porqu e una bala les d estripó al su madrastra y a su tía, hacié ndose sorda al consejo de que
marido , pero aquí no , aquÍ somos gente de paz . Entre más vieja buscase marido , qu e saliera , que ace pt ase algún prete ndiente de
estoy menos entiendo la vida, será porque antes no pensaba . los poqu ísimos qu e hab ía. María Rosa te nía veintiseis año s,
Cuando veía me entretenía viendo los colores y las formas , edad est u penda si en lu gar de vivir en Charco Blanco viviera en
después poco a po co se me fu e haciendo de noch e y me seguí Carrizales o en Washington, pero ahí, en su descosido y asol eado
entrete niendo viendo el sol como luna llena, luego ya ni eso , pueblo, ya era una qu edad a. Uno de los hijos de Mema
pura ob scuridad, dormida o despierta pura obscuridad , pura -cuarentó n- la pretendía, pero fue de los baldados por la
sombra. ¿Te acuerdas la primera vez que llegast e? Caleamos t ullidora, jamás aprendió a caminar porque te nía año y medio
juntas la casa y me regalaste esta medallita. Te quiero mucho cuando le dió la fiebr e y las piernas se le volvieron guangas, de
Carola y no sé qué decirte para sacarte de tu pena. Ojalá que el ahí su genio de azufre refinado . Cuando Cosme vivía, habló con

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Ezequiel -así se llamaba el inválido- y claramente le dijo que recordaría que fue estando entre las macetas y arriates -oyendo
un matrimo nio así no pod ía ser. Ezequiel se picó y empezó a las barbaridades del tullido- cuando decidió que las Calaveras,
vociferar amarguras y Cosme, de hecho siem pre calma do, le el terreno de la cuc hilla, su casa y la casa que hered ó de
replicó que María Rosa no estaba para ser sirvienta, que se Dionisia, todo sería para María Rosa . La nombraría su her edera
buscara otra , además ni te qu iere ni le interesas y por favor que universal y en vida, de ya, porque no quiero que luego la Dora y
no te traigan más a esta casa. Con la muerte de Cosme, Ezequiel e! Joaquín vengan con pleitos.
pensó que ahora si la hacía y en andas se apersonó muy afligido
al duelo y a los rosarios. María Rosa le sacaba la vuelta porque el Casi inmediatamente Carlos Nicolás se avino a la muelle vida
muy méndigo una vez le agarró una nalga, ella moqueó su entre la riqueza de sus padres adoptivos. Se levantaba tarde,
indignación en soledad, pero no fue suficiente como para que muy tarde -el almuerzo se lo servían casi a las dos de la tarde-,
Colasa dejara de oler que algo caraja estaba pasando. Luego el cuando lo terminaba, Agustín y Virginia dormían -o preten-
paralítico siguió yendo a despertar lástimas, seguramente acon - dían- la siesta , así que no los veía sino hasta las cuatro. De las
sejado por su madre , quien como buena madre quería lo mejor cuatro a las seis platicaba, -escuchaba más bien- , con ellos y lue-
para su hijo. Un anochecer Nicolasa se sentía acalorizada y fue a go se arreglaba para llevar a la iglesia a Agust ín, lo esperaba fuera ,
sentarse ent re los rosales y matas que están al fondo del nogal, lo traía de regreso, merendaban - él co mí a-, se hacía el loco
no había luna, pero para ella daba lo mismo luz o no luz, hasta las nueve, hora en que Virginia despachaba a Tránsito y
mientras las cosas estuvieran en su sitio no se tropezaría. En eso que era la señal de que el matrimonio se iba a la cama, y
llega de visita Ezequiel y como adentro de la casa había ent onces él se salía, siempre a pie. Quién sabe por qu é pero de
zancudos, optaron por quedarse .bajo el nogal. Ellos no veían a noche nun ca usaba el coche, ni cuando tuvo e! suyo propio.
Nicolasa ni sabían que ahí estaba, pero Colasa los oía Regresaba antes de! amanecer, tratando de no hacer ruido,
perfectamente y conociendo el lugar de las bancas, los situó. incluso memorizó cóm o sacarle la vuelt a a las duelas del piso
Pasado un rato Carolina fue a la cocina a preparar una limonada que chirriaban. De nada servía po rque el matrimonio siempre lo
y entonces e! taimado impedido le empezó a decir de cosas a sentía, aunque entre ellos no lo comentaban. Sólo una vez no lo
María Rosa, cosas que hicieron que Nicolasa se ruborizara entre oyeron y cuando la luz fue muy clara se levantaron y fueron
la albahaca y los jazmines; que estás muy buenota y que quiero alarmados a la cocina para ver si Tránsito sabía algo y lo que
tenerte así o asá. María Rosa le dijo que por favor se callara pasa es que el señor Carlos tuvo retortijones en la noch e porque
porque ella nunca le había dado motivos y entonces el otro se le cayó mal el queso y no salió. A ambos -tanto a Virginia
sulfu ró y le peroreó quién te crees si eres una pobre arrimada, como a Agust ín- les hacía falta sentarse con el hijastro y hablar
pelada corriente, de seguro tu mamá fue una soldadera mu cho sobre su ausencia y la causa de su huida. Les hacía falta
-Nicolasa tomó firmemente su bastón- deberías estar agrade- contarle e! ind ecible sufrimiento y frustración de los primeros
cida de que me fije en tí porque aquí para las prietas no hay años, cuando Agustín se volvió caracol silent e y peludo y
partido y ahí pasó. Colasa le dió un bastonazo a media espalda Virginia se olvidó hasta de cepillar su cabello vanidoso , ocupada
que mas bien fue chingazo descoyuntador. Con e! primer como andaba escrib iendo a tantos periódicos como podía. Les
fregazo el carrizo del bordón se descostilló, para salvación de hacía falta decirl e -Virginia sobre todo- qu e el mucho cariño
Ezequiel, si no es por eso quién sabe qué le hubiera pasado que entonces le tenía se le volvió agua pesti lent e y aborreci-
porque baldado como estaba era blanco perfecto para la ciega. miento y herida incurable. Decirle también qu e no tengo por
El hombre no volvió más y su familia tomó ojeriza contra María qué quererte porque no eres carne de mi entraña y me hiciste
Rosa, aunque eso verdaderamente no importaba. Nicolasa luego mucho daño y no te lo perdono. Sólo diciend o to do eso podrían

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comenzar de nuevo otra historia, ya sin temor, qui zás ento nces necesitas tom a lo qu e quieras. Por algún tie mpo la caja no tuvo
lo amarían de nuevo . Pero nada de eso hicieron, callaro n ant e él fondo , aunq ue el negocio iba de mal a peo r día con día .
y entre ellos también callaro n. Silenciaron la boca pero no la
desazón de las vísceras ni las ganas de qu e hub iera un desagravio. Como se lo había prom etido , Primitiva Velazeo le ofreció a
Agust ín se refugió en la iglesia y dejó todo en las manos de Dios, Trán sito su casa. Puedes venirte aqu í desde el mom ento que lo
se sent ía viejo , impotent e y sin autoridad efectiva , sólo con quieras, hay un cuartito en el fond o que t e espera, no
diner o - pensaba- con seguiré qu e Carlos perman ezca y me vea tendrás más obligación qu e at end er tu s prop ias cosas, salvo
morir. A Virginia el deseo de vindicación le abrió el boqu et e en que llegues a estar tan enferm a que necesites ayuda. Pero
el estó mago. Abando naro n los negocios. e racias a Teresa, Tránsito, animada antes, ahor a no podía irse; con la seño ra
Virginia pudo deshacerse eon un bu en pretexto , aUl1llue ella Virginia enferma a diario, Carlos Nicolás levant ándose a medi o-
sab ía qu e como quiera lo hubi era hech o, hab ría cerrado o día y el señor silencioso , cómo decírselos, cómo dejarlos. No
vendid o la tienda porque ya no tenía hum or de nada , menos pod ía argüir trabajo porq ue en realidad no hacía nada, sólo esta r
ahora con el renacido tormento de su estó mago. En cambio para ahí vigilando a las sirvientas y a la nueva cocinera, una zonza,
Agustín no fue tan fácil, corno siempre vivió adolorido de la porque no distingue la diferencia ent re el aceite de oliva y las
columna y aun así t rabaj ó sin cansancio, no encontraba for ma mantecas veget ales que está n de moda, lo mismo le pasa entre la
de dejar los negocios y no era cuest ión de retirarse así nada más. mantequilla y ese sebo horren do llam ado margarina, claro que
Escribió a Ramón para informarle la decisió n de liqu idarle su para ser sincera, ya casi no cocinamos en forma, como cua ndo
tú me dejaste la casa, ahor a sólo hervimos pescado y pollo ,
tercera parte o bien qu e él comp rase la suya y la de Virginia en
part imos verdura y fru ta y si acaso , una vez a la semana
la Covea Brothers. Ramó n ni por asom o pensaba regresar a
horneamos pan, para nosotras, porque los seño res comen diet a
Carrizales, así que contestó que quería su part e, a sabiendas de
de enfermo y el señor Carlos, tan curioso, se contenta con lo
que no la m erecía po rque los últimos veinte años no había
que sea, esté frío , esté calient e, esté desabrido, esté salado , él se
hecho trab ajo alguno para la firma. Legalmente Ramó n dejó la lo com e, poquito y dos veces al día. La casa ya no es ni su
sociedad y Agustín hizo qu e Carlos ocupara el lugar de su t ío , sombr a Primit iva, bien te pu diste dar cuenta, ya no me acuerdo
pensaba que con ello el desobligado hallaría cord ura o cuan do cuándo fue la última vez que abrimos la sala, para la bo da de
menos sent ido u orgullo de familia, pero no, Carlos siguió tan Teresa lo íbamos a hacer pero siempre no porque no hubo
plano como siempr e. Crispín man tuvo el ritmo del negocio por invitados. Como quiera yo de cuando en vez recorro tod o;
un tiempo, pero ya estaba viejo y tam bié n qu ería retirarse, si no recámaras, pasillos, estantes, alacenas , armarios, todo , nada mas
lo hacía era por prepara r a Carlos Nicolás . Vana ilusión. Lo para asustar a las criadas, porq ue el día que falte algo, yo menos
curioso es llue Carlos no pedí a, a él le dahan la op o rtunidad de qu~ nadie lo voy a notar.
'ju e toma ra o simpleme nte le daban, como con la McLean. Lo
novedoso para él, aho ra en Carrizales, es q ue siempr e traía Result a que la idea de heredarle todo a María Rosa no era
dinero y no te nía deudas de juego. Ante s, una noche ganaba posible, el escribano le dijo a Nicolasa que exceptuando las
mucho, pagaba deudas, le sob raba un poco ; luego lo perdía Calaveras, el rest o de las propiedades no eran sólo suyas, que la
junto con su sueldo, pasaba unos dí as endeu dándo se, volvía a mitad eran legalmente de Carolina, así que pod ía ceder su parte
ganar y se iniciaba el cielo. Ahora ganase o perdiese siempre si quería, pero no el total. Nicolas a escribió a Joaquín
traía efectivo. Agustín le dijo: en el primer cajón de la derecha pidiéndole que viniera a Charco Blan co , los meses pasaron y
de mi escrito rio está una caja, dentro de la caja huy dinero, si Jo aquín ni se presentó ni contestó . Nicolasa volvió a escribirl e

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-ella no , María Ro sa ~ pero esta vez a Dora Ema García ba, nunca pod ría acusarla de que no lo consultó. La ciega quiere
Maldo nado de Villarreal, calle J uárez No . 15, Villa de! Sabina!. vernos para dejar en claro la herencia que te corresponde de tu
En la carta le puso que necesitaban hablar sobre e! asunto de las padre (sí), ella quiere todo para Marí a Rosa pero yo quiero lo
heredades, que si por favor acudía a Charco Blanco , que ella mismo para tus hijos (sí), tenemos que ver la forma de que la
gustosa iría al Sabinal, pero qu e por su ceguera ~e resul.taba muy decisión la tome tu madre (sí), con la Nicolasa ni tú ni yo ni los
difíci l. Escribir a Dora implicó dobl egarse, humill arse, Igualmen- muchachos podemos nada (sí) , per o con doña Carola es otro
te fue el tratar de cosas que nu nca le habían interesado , pero can tar (sí), todo es cosa de saberle llegar (sí), vaya ir a Charco
Nicolasa no sabía que ella viviría todavía tanto y qu e los pleito s Blanco (s , . .), con tres o cuatro de los muchachos ( . .) y voy a
que con esa carta co menzare n, term inaron por ser perf ectam en- semblante ar a tu madre ( . . ), ya te dormiste ('. . .), no importa,
te inútiles . ya verás como todo result a bien. Dora Emma siguió pensando
hasta muy tarde, varios días hizo lo mismo porque estaba en
Por la transacción qu e hicieron , de liquidarle a Ramón su juego el fut uro económico de sus hijos. Ent re más hubiera para
parte - por otro lado un lío que sólo el abogado,! el co nta~or repart ir, mejor. Como madres, las mujere s Carera Maldonado
entendían , porqu e de los tr es interesados ningun o qUIso eran sumamente providentes.
participar directamente-, buen o, pues de esa transacci ó~ resultó
que el efectivo acumulado de Agust ín disminuyó conslder~ble­ A las dos de la mañana, Virginia sin tió como una gana de un :
ment e. Aumentó , sin embargo, su fortuna, porque los bienes eructo form idable , un eructo de esos qu e enderezan la columna y
inmu ebles tenían muy buen precio, pero ahí estaban , ni modo hacen que se libere la pesadez acumulada. Hacía días que e!
de pagar los gastos con paladas de ti erra o ladrillos . La falta de dolo r había casi desap arecido , la m uy ton ta no llamó al méd ico
liquidez se agravó porque la Govea dejó de ser la tienda qu e de porque pensó que la úlcera hab ía cedido , pese a q ue estaba más
todo vendía , fue perdi end o clientes, acumulando polvo ,en las débil que nunca y sus excreme nt os -fluyentes a to da hora, sin
bod egas, obs cureciéndose. Los inventarios ya no s~ actualizuhan disciplina - parecían asientos de café. Lo que pasaba es que
al ritmo requerido y los emple ados , antes en zumbido perp etuo, Virginia se estaba digiriend o a sí misma, una hemorragia por el
se volvieron la indolenc ia en vida, los fieles, porque los otros, agujero de su estómago la consumía aunque le calmara e! dolor.
tom aban cosas sin pagarlas y hasta hubo uno q ue vendía por la Esa mad rugada la sangre desbordó su vientre . A la luz tierna y
puerta de atrás. Carlos Nicolás lo pescó en la maroma y el muy silenciosa de la madrugada, a la misma hora en que Joaquín y
romo huyó despavorido en ese mismo momento por temor a la sus trabajadores, muy lejos de ahí, iniciaban la ordeña en Los
justicia, cuando en realidad no le hubiera pasado cosa alguna , Montero, y e! fino oído de Nicolasa, en Charco Blanco , captaba
porqu e Carlos no registr ó la fechoría, se le pasó de noch e. el desperezarse de los pájaros en el nogal, a esa misma hora
cargada de promesas, Virginia eructó y con e! eructo el vómito
Tu tí a Nicolasa escribió, María Rosa le hizo la carta, porque se le vino caudaloso. Llenó el aguamanil que le trajo Agustín
la letra no es la de doña Carolina. Hace ya uno s meses, est ando con sangre fresca y sangre pestil ent e. Sus estertores eran
tú en los Montero, escribió tam bién, pero a tu nombre, ahora violentísirnos; infames soni dos guturales. La hermosa Virginia, la
me escribe a mí. Se me había pasado dec írtelo. Dora Ema encantadora, mandona y siempre fiel esposa de Agust ín Govea,
platicaba en el mom ento en qu e Joaquín casi se qu~da dormido murió manchada de sangre, de babas y de lágrimas.
-habían estado jugando con sus cuerpos-, ella sabia q?e en e~e
instante él decía que sí a todo, fuese lo qu e fuese. SI despu és Caro lina dejó ' su coci na a María Rosa, de cuando en vez le
resultaba qu e a con secu encia de las conclusio nes él se disgusta- corregía la sazón. También le dió e! librote dond e desde antes de

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Por ello -físicamente- podía pasar por hijo de Carlos Nicolás,


casarse apuntó y siguió apuntanto recetas y remed ios. Las pastas el tío jugador y prángan a, al decir de Dora. Su hermana que le
-originalmente de cartón grueso-- las hab ía forra do y vuelto a seguía era -rubia, pero la otra, chaparrita, usaba los mismos
forrar con tela blanca muchísimas veces, por út limo, como signo gestos que Nicolasa. Dor a eligió a esto s dos y a Mateo, el de los
de que se desprendía de él definitivamente, le puso una cuhierta verdes ojos, para que la acompañaran a Charco Blanco . Los
de cañamazo hor dado con estambres de colores; una greca aleccionó frí a y calculado ramcnte, les dijo que la abuela
enmarcaba la frase De Carolina Govea para María Rosa Coron a. Carolina era ricay la tía Colas más a ún, que ellos debían ser los
Nada más, ni una sola alusión al gran cariño que sentía por la únicos herederos porque no hahía más, excepto esa mujer que
morena . A María Rosa no le extrañó, mamá Lola -así la llamó vive con ellas y que es una sirvient a, por mucho qu e la quieran
siempre - no era ex plícit a en sus afectos, los ejerc ía pero no los no lleva su sangre. La misma Dora se puso a t rabajar en las
hablaba . Poquísimas oc asiones Carolina empleó frases afectuo - toallit as bordadas que le llevarían de obsequio a Carolina y
sas, ni tan siquiera diminutivos cariñosos. Para ella, Colasa fue compró los dos conejos más gordos y más blancos que pudo
siempre Nicolasa. Su difun to esposo jamás la oyó llamarlo mi encontrar para qu e Rubén y Mateo , tiernament e, los entregaran.
viejo , o mi señor, o amor m ío, sólo Cosme; por más emo tivo o Su plan era engatuzar a la abuela por el cor azón , ganársela para
íntimo que fuera el mome nto, sólo Cosme. Era su forma de ser sus hijos . No pensó que Carolina quisiera tanto a María Rosa, ni
y nunca se traicionó, igual que con su gusto por lo blanco: no que por su enfermedad , Nicolasa tomarí a por mucho ti empo las
pedía opinió n, sus cosas eran blancas o no eran sus cosas. Carola riendas del asunto.
seguía con el queha cer, siempre fue su escape, sólo qu e ahora
algo le estaba pasando porque se agotaba fácilmente y no trat ó Crispí n man dó colgar un ancho festó n negro sobre el dintel
de ocult arlo ¿para qué? , de ahí su defecci ón de la cocina. de la puert a de la antigua Govea Brothers, do nde se inició el
Nicolasa paró oreja, su cuñada nunca se quejó de enfe rmed ad negocio, frente a la Estación. Ter esa hizo lo mismo en la
física, por muy atolondr ada que anduviera con los sentimientos tiendita, además colocó , tras el pequeño mostr ador dc la caja,
encon trados, el cuerpo le daba fuerza para distraerse trabajando , un retrato de Virginia, la fun dadora. Contra toda suposición,
lo que significa salud, Pero ahora, por las tard es se qu edaba casi Agust ín no se que bró . El funeral de Virginia no fue ni
ausente, sólo la sed endemoniada -que no sabía de dónde le grandioso, ni solemne , fue sólo un funeral más, poco concurrido
venía ni por qué- la sacaba de su pesadez. Tuvo que po ner y en día asoleado. Ella murió entre cinco y seis de la mañana , a
jun to a su eama una jarra grande con agua para no ir hasta la las siete Agustín apalabró con los fra nciscanos misa de cuerpo
cocina ent re la noche, inútil ment e, por que de todos modos se presente para las doce, en punto el mediod ía, y a la una y med ia
levantaba para deshidratars e. Nicolasa no inteligía qué concluír de la tarde, la tierra ocultó sus restos para siempre. La más
ni tampoco tenía a quien preguntar. Aunque fuesen muy acongojada fue Primitiva Velazco, fue a la prim era que avisaron,
con ocidos en Charco Blanco, la fam ilia fue siempre como un aún antes que a Crispín porque su casa estaba de paso,
islote, en parte porque Carola era for astera, en parte porqu e inmedi atament e acudió para ver en que ayu daba, que no fue
Cosme fue silencioso siempre y en parte también porque la ciega poco. Primitiva tomó el mando. Ordenó abrir la sala grande para
nunca t uvo amigas. Co n la salud de Carolina le pasó lo que con colocar ahí el ataúd, ent re ella y Tránsito lavaron el cuerpo de
el lío de la herencia, lo que bat alló Nicolasa para dar con un Virginia y luego lo .vistieron con su color favorito , lila. Primitiva
tint erillo . le quitó los anillos y aretes porque Virginia decía que era una
idiotez ent errar a la gente con joyas , también le peinó el pelo y
El hijo segundo de Joaquín y Dor a Ema - Rubén- era la se lo tr enzó en form a de corona, para que luciera su amplia y
reencarnación misma de Cosme Villarreal, su abuelo difunto.
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Ricardo Elizondo Elizondo

hermo sa frente, todo lo hizo con un delicado trato, con CAROLINA GOVEA VIUDA DE VILLARREAL rnurio en
exquisita cortesía, como si la señora estuvie ra viva y pronta para 1935, media podrida por las llagas pestilentes qu e le
gritar y regañar. Estando en eso se puso a pensar l{ue Virginia ha- reventaron a consecuencia de la diabetes.
bía sido su hija y herma na al mismo tiempo, jamás disc utieron,
AGUSTIN GOVEA murió solo, en su mansión de Carrizales.
j ~má s se pelearon. Al hijo adoptivo lo criaron juntas y comp ar-
(Hubo necesidad de romperle en dos la columna, sólo así
tieron to do aun sin platicar, tanto así llegaron a conocerse. Aho- pudieron acomodar su cadáver dentro del féretro) . Hasta
ra la señor a bonita estaba muerta y no hab ía nada más que
e! final tuvo dinero suficiente.
haeer, empezó a llorar. Agust ín, tácitamente, dej ó que Primitiva
toma ra el puesto femen ino en e! velorio . Tomados de! brazo
CARLOS NICOLAS malba rató la fortuna Govea, luego desapa -
ent raro n en la iglesia y tom ados del bra zo salieron del cemente-
reció -lo perseguían acreedores y tenía líos con el
rio. Carlos Nicolás atrás, ausente. Crisp ín a la izquierda de Azus-
gobierno por su doble regist ro de ciudadanía, eran los
tín yeso fue todo. o
años de la Segunda Guerra- y jamás ya nadie supo de él.
En Charco Blanco recibieron al mismo tiempo ·Ia carta de
Carrizales don de avisaban de la muerte de Virginia y la carta del NICOLASA vivió hasta los noventa años, silenciosa con todos
Sabinal donde Dora respondía y prometía visita . María Ro sa menos con María Rosa.
abrió y leyó las dos y su nerviosismo delató la mala nueva. ¿Qué
fue ahora? preguntó Nicolasa. Carolin a que ría decir que si se LOS OCHO HIJOS DE J OAQl :IN y DORA EMI\IA heredaron
trataba de Carlos Nicolás mejor era no saber . Hace dos semanas las -propiedades de los abuelos, excepto la casa de Colasa
murió la tía Virginia. Carolina en silencio se metió a la casa. y las Calaveras. Todos se casaron menos una. Los casados
Bajo la sombra del gran nogal Nicolasa dijo en voz susurra nte, la se dispersaron, alguno s estudiaron en la Universidad.
mazorca está casi desgranada, pero simult áneamente pensó en
Joaquín y en sus hijos, en María Rosa, y corr igiéndose agregó, MARIA ROSA permaneció en Charco Blanco luego de la muerte
aunq ue un grano prod uce muchos más y la vida va a seguir y de Carola y Nicolasa, no se casó y es proba ble que ahí viva
seguirá siempre, setent a veces siete y luego de nuevo comenzar. todavía.

TERE SA no tuvo hijos, siguió con su marido al frente de la


tiendita por más de tr einta años, luego la vendió junto con
su casona y se fueron a vivir en San Anto nio. El nuevo
dueño de la casa encontró aba ndo nadas varias cajas
grandes llenas de ropa vieja, sin abrirlas or denó tirarlas
como basura. En una de ellas, envuelto cuidad osamente en
papel de china, estaba el mantel bordado en blanco sobre
blanco.

FIN

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Esta obra se terminó dc imprimir en el mes de
mayo , de 1937. La edición estuvo al cuidado
de Editorial Leega, S.A. de C.V. Buen Tono No.
94, Col. Industrial . México, D.F. C.P. 07800 .
La edición consta de 2,000 ejemplares.

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Elizondo Elizondo ha publicado
varios títulos en Historia del
Noreste. una geografía -de Nuevo
León- que es un libro de texto
y un libro de relatos. Vive en
Monterrey. ama el silencio y el
desierto. "SETENTA VECES SIETE"
es su primer novela.

De la misma colección:
Paco Ignacio Tai bo Il
Algunas nubes
Luis Méndez Asensio
El caUejón del muerto
Jack London
Memo rias alcohólicas
Marco Tulio Aguilera Garramuño
Cuentos para después de hacer el amor
Arturo Az uela
Un tal J osé Salomé
Ra úl Hernández Viveros
Entre la pena y la nada
Marco Tulio Aguilera Garrarnu ño
Paraísos Hostiles
Eduardo García Ag uilar
Tierra de leones
Carrnina R ioja
Mágicamente
Luis Arturo Ramos
Violeta·Perú
Francesca GargaUo
Días sin Casura
Roberto Vallarino
El rostro y otros cuentos
Paco Ignacio Taibo Il
De paso

Próximos títulos :

Hub erto Batis


Estética de lo obsceno
Hernán Lavm Cerda
Aquéllas máscaras de gesto permanente
R. Suárez
Los compañeros
Las sed u ccio Des
Marco T ullo Aguilera Garramuño

Severino Salazar
El mundo es un luga r extraño
Ret Marut
La señorita S
Nicolasa - Colasa- nunca conoció la tristeza, en toda su
larguísima vida jamás nadie la vio llorar. Ram ón , una vez
casado, se volvió el hombre más guapo de todos los
pueblos de la frontera ; él y Virginia - ella más- de-
ten ían el aire en las reuniones y un profundo silencio era
el piropo de admiració n qu e recibían cuando llegaban.
Agustín era el cerebro financiero , bajo su planeación,
diez monedas de oro se con virti eron en una de las for-
tu nas más sólidas, pero Agust ín era tierno , mente: de
cuarzo co n alma de pan de alm endra. Cosme era silencio
y trabajo ; Carol ina , obst inación y cariño; Primitiva, ser-
vicio y fid elidad ; a t odo s los sepultó el olvido , aún en
vida la desm emoria se los llevó. Carlos Nicolás es lo
ef ímero, la int rascendencia, como la vida de cada uno en
particular, como la vida en gen eral , que termina en unos
y en ot ros comienza, así por siempre, setenta veces siet e
para luego de nu evo comenzar .. .

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