Professional Documents
Culture Documents
de muerte en Freud
A Preliminary Approach To Freud's Concept of Death Instinct
Paulina Corsi
The death instinct's has been and remains as one of the most controversial
postulates of psychoanalysis. This paper attempts to review the basics of death
instinct hoping to account for the meaning as well as the implications of it according
to Freud. In the framework of the last theory of intincts the death instinct or
Tanatos, as oppossed to the life instinct or Eros, represents a basic drive that
impels all living organisms to go back to the inorganic state from where they
emerged. Freud asserts Tanatos as a fundamental principle of fight and destruction
which manifests itself fastening connections at every and all levels. Freud sees the
life instinct as a force which enhances cohesion and integration that in turn
provides living beings with a drive to counter attack destructiveness. The
observation of the clinical phenomena of compulsive repetitions as well as negative
therapeutical reaction led Freud to a reformulation of his conception of instinct
dynamics. Freud´s evolution of instinct dynamics is reviewed to foster a better
understanding of the meaning of the concept of death instinct and the need that
justifies its introduction in a broader reform. The concept of death instinct pointed
out to a turning point in psychoanalysis as it revolutionized the understanding of
aggresive phenomena in mental functioning.
Introducción
Entre los autores franceses existe aceptación de la palabra pulsión como la mejor
traducción para Trieb, aunque al referirse a los conceptos establecidos por Freud en
su última teoría pulsional estos autores han preferido utilizar los términos instinto
de muerte e instinto de vida con el fin de denotar que esta teoría se encuentra en
un nivel distinto de abstracción respecto de las dos teorías pulsionales precedentes.
Desarrollo
Laplanche y Pontalis (3) señalan que lo que Freud intenta designar con el
término pulsión de muerte es lo más esencial del concepto de pulsión, el retorno
a un estado anterior, en último término el retorno al reposo absoluto de lo
inorgánico, destacando la concordancia del concepto de pulsión de muerte con el
carácter regresivo básico de toda pulsión.
A partir de 1910 (8) Freud introduce la noción de pulsiones del Yo, igualándolas a
las hasta entonces denominadas pulsiones de autoconservación. Las pulsiones
yoicas adquieren la doble función de autoconservación del individuo y agente de la
represión, cuya energía se sitúa al servicio del Yo en el conflicto defensivo. El Yo es
entendido en este momento por Freud de dos modos diferentes. En la primera
acepción es sinónimo de sujeto o persona total, mientras en la segunda representa
a un conjunto poderoso de representaciones que, guiado por las pulsiones de
autoconservación, adhiere al principio de realidad, oponiéndose al deseo. En
contraposición a estas tendencias yoicas, las pulsiones sexuales representan en la
primera teoría de las pulsiones a una fuerza disruptora sometida al principio del
placer, difícilmente "educable", cuyo funcionamiento obedece las leyes del proceso
primario, amenazando desde dentro el equilibrio del aparato psíquico al no
considerar las exigencias de la realidad. La oposición entre estos dos grupos de
pulsiones deriva de la oposición entre los fines de la pulsión sexual, cual es la
obtención de placer sexual, y los fines de las pulsiones del Yo, consistentes en la
autoconservación individual. En relación con esto Freud señala: "Todas las
pulsiones orgánicas que funcionan en nuestro psiquismo pueden clasificarse, según
el poeta, en hambre o en amor" (8).
Sin embargo, Freud reconoce que sólo es posible distinguir las pulsiones yoicas de
las libidinales cuando éstas invisten al objeto. Si la libido inviste al Yo, sus efectos
resultan indiferenciables de las pulsiones del Yo o interés.
Aun cuando, como propone este escrito, la elaboración del concepto de pulsión de
muerte obedece a una necesidad teórica que Freud estimó ineludible, es preciso
considerar los elementos biográficos, sociales y personales, que rodearon la vida
del autor en este período. Como señala Emilio Rodrigué: "Es cierto que la vida no
explica la obra, pero entre ambas existen vasos comunicantes" (15).
Freud inicia Más allá del principio del placer (1) confirmando la definición hasta
entonces aceptada del principio del placer como principio rector del funcionamiento
mental:
Freud fundamenta este más allá a partir de hechos clínicos regidos por la
compulsión a la repetición, concebida como un proceso incoercible, de origen
inconsciente en que el individuo tiende a reproducir experiencias antiguas de
displacer y dolor, sin conciencia de estar repitiendo y más aún con la idea que se
trata de una experiencia completamente motivada en lo actual.
Este autor había considerado anteriormente la repetición como parte de la
definición del inconsciente y del retorno de lo reprimido. La acción de repetir
obedecía a la presión de impulsos en busca de satisfacción. Desde esta perspectiva
se entienden los síntomas, los sueños y la repetición en la transferencia, como una
necesidad del conflicto reprimido de actualizarse. Tal como señala Freud en 1919:
"...lo que ha permanecido incomprendido retorna; como alma en pena, no descansa
hasta encontrar solución y liberación" (20). Hasta entonces, Freud consideraba la
repetición como la forma básica del trabajo psíquico, como un modo de ligar las
excitaciones a representaciones mentales para poder así mitigarlas y elaborarlas.
En 1914 (21) Freud considera que repetir es una forma de recordar y que las
repeticiones que se muestran en la transferencia llevan luego al despertar de los
recuerdos, en la medida en que el analista logre traducir la acción en palabras. La
repetición estaría en ese caso subordinada al principio del placer al posibilitar la
simbolización.
Sin embargo, la compulsión a la repetición que Freud busca mostrar en Más allá del
principio del placer (1) se refiere a un residuo donde la repetición se sitúa en un
primer plano. Freud entiende la compulsión a la repetición como una manifestación
de la pulsión de muerte, caracterizada por una tendencia más elemental e
independiente de la obtención de placer, que obedece a la necesidad de repetir
compulsivamente lo displacentero, y donde no es posible encontrar el deseo de
satisfacción, ni siquiera en forma de transacción o compromiso (22, 23). Esta
compulsión ejerce su actividad en muy diversos registros, contradiciendo al
principio del placer (24, 25). De acuerdo a Freud: "... la repetición trae consigo la
producción de un placer de otro tipo, una producción más directa" (1). Aún más:
"...la compulsión a la repetición nos aparece como más originaria, más elemental,
más pulsional que el principio del placer que ella destrona" (1).
Laplanche y Pontalis (3) sugieren que uno de los motivos que condujo a Freud a la
hipótesis del masoquismo primario fue justamente la observación del fenómeno
clínico de la reacción terapéutica negativa.
En lo que respecta a la comprensión del origen del sadismo y del masoquismo, las
ideas de Freud evolucionaron paralelamente a los aportes en la teoría de las
pulsiones. Tal como fue comentado anteriormente, en la primera teoría de las
pulsiones, Freud señala que el sadismo es anterior al masoquismo y que este
último puede entenderse como un sadismo vuelto contra el sujeto. En este
momento, sadismo se toma en el sentido de agresión contra otro, sin que el
sufrimiento de éste sea considerado y sin que esta agresión se acompañe de placer
sexual alguno. Lo que Freud llama aquí sadismo corresponde al ejercicio de la
pulsión de dominio. El masoquismo responde a una vuelta del sadismo en contra
del sujeto y al mismo tiempo a una transformación de la actividad a la pasividad
(29, 30).
Propone que la oposición entre las dos tendencias básicas se hallaría en relación
con los procesos vitales de anabolismo y catabolismo e incluso "... en el par
antitético que impera en el reino inorgánico: atracción y repulsión" (4). Lo anterior
sitúa a la tercera teoría de las pulsiones en un nivel distinto de abstracción respecto
a las dos teorías previas.
Por otra parte, Laplanche y Pontalis (3) destacan las escasas modificaciones que se
observan a partir de la introducción del postulado de la pulsión de muerte en la
evolución de las fases pulsionales.
Referencias