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IDEOLOGIA Y l'ACCIONALISMO 119

del antiguo imperio de los Incas, constituye, sin embargo, un criterio apropiado
4 ya que abarca varias rebeliones en lugares tan distantes entre sí como La Paz,
Puno, Sorata, Oruro, Cusco, Arequipa, Huarochirí y otros. Además,. al hacer
Ideología y faccionalismo énfasis en el nacionalismo incaico -concepto que necesita aún ser sometido a
durante la gran rebelión prueba como ideología y estrategia organizativa- libera al debate la clásica
"definición occidental e hispana del espacio y del tiempo", mediante la cual
se definía y explicaba los movimientos indígenas como contraparte nativa de
LEON G. CAMPBELL los movimientos independentistas criollos (Lewin 1957, Valcárcel 1970). Desde
este punto de vista, se enfoca la historia de la América andina en términos de
mentalidades y comportamientos indígenas, en vez de tratarla simplemente
como un aspecto de la historia de España en el Perú. A la vez, necesitamos
estudiar las diversas rebeliones indígenas comprendidas dentro de la gran
insurrección en el contexto de sus dinámicas regionales específicas, en lugar
de t�atarlas como parte de un movimiento más general y unificado, en el que

L A HISTORIOGRAFÍA DE HISPANOAMÉRICA durante el siglo XVIII se ha escrito con


l?s hd:re� rebeldes colaboraron unos con otros bajo auspicios comunes y con
fmes similares. Al no tener que definir la rebelión en términos de su centro
frecuencia en términos de la naturaleza y las consecuencias de las reformas
borbónicas, aquel complejo de medida políticas y económicas que normalmen­ geográfico 1� gravedad :-el Cuse?- .podemos también preguntarnos hasta qué
te se asocian con el reinado de Carlos III (1759-1788). A su vez, este hecho ha punto se cernan las rebehones regionales al interior de la movilización insurrec­
influido en las investigaciones en torno a la rebelión de fines de la era colonial, cional (como por ejemplo la de Oruro en 1781 y la de Huarochirí en 1783) a
que suele ser vista como una respuesta a esfas innovaciones. Las primeras los parámetr�s generales.del nacionalismo incaico.
obras sobre la Gran Rebelión de 1780 a 1782 (Cornejo Bouroncle 1949; Lewin También hay que estudiar más a fondo los esquemas cronológicos existentes
1957; LE. Fisher 1966) hacen énfasis en que las medidas borbónicas -destinadas de la revuelta y rebelión indígena en el área andina hacia fines de la Colonia.
a·incrementar los ingresos del Estado y centralizar la administración política­ Tanto Golte (1980: 141-147) como O'Phelan (1982:�61-488) han intentado clasifi­
también provocaron una serie de cambios no bien recibidos por el mundo ca� las revueltas conocidas que pan ocurrido en el Perú durante la segunda
indígena. Se generó así una rebelión de dimensiones mucho más amplias y mi�ad del siglo, desde la iniciada por Juan Santos Atahualpa en la región
.
profundas, nunca antes vista en Hispanoamérica. Investigaciones más recientes ub1�ada entre Tarma y Jauia hacia 1740, hasta los acontecimientos aislados que
sobre el tema de la protesta al interior de la América andina han comenzado tuvieron lugar en las postrimerías de la Gran Rebelión de 1780. Sin embargo,
a cuestionar la correlación simplista entre las distorsiones sociales y económicas la mayoría de las i�vestigaciones realizadas a la fech� limitan esta cronología
y la rebelión que se produjo en el Perú a fines de la Colonia (véase los capítulos a los hechos ocurndos en el sur del Cusco, que culminaron con la rebelión
escritos por Stern y por Morner y Trelles en la Parte I). También han sugerido liderada por José Gabriel Túpac Amaru Inca en Tinta, el 4 de noviembre de
la necesidad de buscar interpretaciones alternativas que amplíen el ámbito 1780. Dentro de este esquema, no menos de 66 revueltas, conspiraciones, insu­
geográfico de estas insurrecciones, extendiéndolo hacia zonas más alejadas del rrecciones, "tumultos" y otras minicoyunturas de violencia son clasificadas
Cusco, supuesto núcleo de la revolución. Además prestar mayor atención á como el "ciclo preparatorio" de descontento que llevaría finalmente al conflicto
los cambios en la conciencia andina -compuesta por las autoidentificaciones, más grave de 1780. Por su parte, la Gran Rebelión se divide en por lo menos
los sistemas de conceptos culturales, las interpretaciones de la sociedad contem­ dos fases: una "fase tupamarista", dominada por las actividades y el liderazgo
poránea y las aspiraciones futuras que determinan el comportamiento político­ de Túpac Amaru al frente de los pueblos quechua del sur del Perú entre los
conducirá a una mejor comprensión de los orígenes, la naturaleza y el ulterior años_ 1780 y 1781, y una "fase katarista", en que priman las hazañas de los
significado de la resistencia y rebelión andinas (Campbell 1979; véase también hermanos Katari y los pueblos ayrnara del altiplano boliviano, entre 1781 y
los capítulos escritos por Stern, Salomon y Szeminski en este volumen). Este 1782. A pesar del hecho de que dos tercios completos del ámbito de la Gran
capítulo explora la relación entre la ideología rebelde y la estructura organizati­ Rebelión se situaban en las provincias del Collado de Carecaja, Sicasica, Pacajes
va de la insurrección entre los años 1780 y 1782, buscando así contribuir a la y Omasuyos, que rodea�an el lago sagrado del Titicaca y la ciudad de La Paz,
reinterpretación de los movimientos sociales andinos durante la Colonia. los hist?riadores, quienes asumen que los rebeldes debían tener en mente
Todo nuevo intento de estudiar la Era de la Insurrección Andina debería ob)etivos políticos Y militares racionales, tales como la captura del Cusco, han
.
empezar por aceptar el amplio niarco de análisis propuesto anteriormente por deJado de lado la importante influencia de la cultura e historia ayrnaras en la
John Rowe (1954) y Boleslao Lewin (1957). Si bien el hoy en día clásico análisis naturaleza y el significado de esta revolución. En efecto, la cronología de ésta
que Rowe hiciera de lo que él denominaba 'movimiento nacionalista incaico' ha d�d? lugar a una historiografía de los movimientos andinos de protesta
acepta implícitamente la idea de un Incario unificado, correspondiente al área que mc1de en lo sucedido en las provincias al sur del Cusco, es decir, Canas,
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Canchis (Tinta), Quispicanchis y Chumbivilcas, durante los seis meses de inten­ y los grupos étnicos. El tema de la resistencia y la rebelión suele circunscribirse
sa actividad que mediaron entre noviembre de 1780 y mayo de 1781, mes en al estallido mismo de toda rebelión importante, tal como la de 170, sin analizar
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que tuvo lugar la ejecución de Túpac Amaru. Este enfoque margina y quita el contexto más amplio de las revueltas menores y fracasadas contra ciertos
trascendencia a los acontecimientos que ocurrieron fuera del Cusco y se situaron aspectos de la vida bajo la dominación española.
en un contexto cultural distinto, lejos de la antigua capital inca. Por lo tanto, un enfoque más completo de la Gran Rebelión analizaría la
En un libro sobre Huarochiri, Karen Spalding (1984) ha explicado los tipos revolución de Túpac Amaru como una continuación lógica del movimiento
y las ubicaciones de las tradicionales "grietas" en la sociedad andina, es decir, que en 1777 dirigiera Tomás Katari, el cacique de Macha en la provincia de
las enemistades entre individuos, comunidades y regiones, que se superaban 7
Chay�_nta, en el Alto P rú. Al igual que su contraparte, Túpac Amaru, Katari
tamb1en era muy conoado localmente como gran defensor de su pueblo. Antes
temporalmente mediante el uso de normas de reciprocidad e intercambio. Si
aplicamos esta ya conocida pax;ticularidad de la historia aridina a los movimien­ de alzarse en armas, se enfrentó a las autoridades locales, a quienes condenaba
tos sociales que examinamos en este texto, entonces cualquier intento de com­ por inmorales e incapaces de gobernar. En ambos casos, estos líderes abandona­
prender el fenómeno de la rebelión debe antes explorar los medios utilizados r�n �us tierras natale� de Chayanta y Tinta para viajar a las capitales de los
por las élites y los grupos regionales para dejar de lado las hostilidades al VIrrematos (Buenos Aires y Lima), donde se entrevistaron con los representantes
interior de la sociedad indígena -tan jerarquizada e internamente dividida del rey de España, pero sin lograr sus objetivos. A continuación, ambos regresa­
como la sociedad criolla-y, en particular, la manera en que los líderes rebeldes ron a sus tierras, afirmando haber obtenido autoridad mediante una orden
unificaron a las masas indígenas bajo su estandarte. directa del r?y, a quien veían como un personaje oscuro pero benigno, que los
_
Hace ya un tiempo, John Rowe (1954) estudió los medios al alcance de los habna autonzado para hacer frente a sus corruptos representantes (Lewin 1957:
caciques que lograron hacer frente a las autoridades españolas, en especial a 3_31-393). Poco después, estos rebeldes empezaron también a hacer suyos los
los corregidores locales. También se interesó por el modó en que ciertos caciques títulos d� _go�mador o Inca, y a ac_tuar en forma más independiente. El ensayo
hacían uso de crónicas, tales como los "Comentarios Reales de los Incas" de de Szemmski en este volumen explica la aparente contradicción en el comporta­
Garcilaso de la Vega (1966). Estas no sólo glorificaban el pasado inca, sino miento de estos rebeldes -que decían ser leales a la corona mientras atacaban
también -en sus versiones de fines de la colonia- hacían un llamado a la a sus funcionarios y aceptaban el cetro del Inkarrí- en los términos de una
rebelión contra los españoles, a fin de mantener vigente el concepto de la �entalida� indígena_ que concebía a "España" y las Indias como reinos indepen­
"recuperación" incaica de la soberanía (Szemiñski 1984:33). La idea de una dientes. BaJo estas orcunstancias, un rey "de allá" (España) podía racionalmente
recuperación inca, como manifestadón de un legado incaico organizado, repro­ emitir una orden contra personas "de aquí" (Perú). Tal como lo demuestra
ducido a lo largo del periodo colonial, es sin duda esquiva. La evidencia material Szemiñski, los vinculos entre dios, el rey e Inkarrí se combinaban en una
que une el orden incaico del siglo XVI con la organización rebelde del siglo ideología tan compleja que los indígenas no hallaban inconsistente el hecho
XVIll es problemática, ya que se halla embebida de tres siglos de dominación de que los líderes rebeldes, ungidos por el dios creador andino Wiracocha
española. No obstante, a pesar de lo difícil que resulta hallar vínculos entre pudieran aceptar el cetro del Inkarri mientras ejecutaban, a la vez, las órdene�
los conceptos, las organizaciones y las tradiciones incas del siglo XVIII y el del rey.
pasado inca, son varios los estudiosos interesados en el tema (Gisbert 1980, A pesar de no encontrar pruebas directas de un contacto entre Tomás
Wachtel 1976: 169-187;0ssio 1973, Stem 1982, Curatola 1977, Rowe 1954, Hidal­ Katari en Macha y Túpac Amaru en Tinta, los historiadores como Lewin y
go 1983, Szemiñski 1984, Campbell 1985a). Ellos saben que desde los comienzos otros narraban estas rebeliones como acontecimientos secuenciales e intentaban
_d.:e. la Colonia ha existido la creencia en la alternativa de un ut<5pico orden integrarlas, aún cuando ambos caciques eran residentes de virreinatos diferen­
·· social andino, de ideología fuertemente ligada al antiguo orden inca.u interro- tes, y se hallaban separados por 1400 Km de distancia y dominados por culturas
gante está en cómo relacionar este sistema andino de creencias con el tema distintas (aymara y quechua). El uno (Katari) demandaba la reducción de los
que aquí tratamos de la rebelión a fines de la Colonia. tributos (CDIP 1971-75: II: 2: 238-240), mientras que el otro (Túpac Amaru) no
En primer lugar, desde las investigaciones de Rowe sobre el tema de los sugirió tal cosa, limitándose a hacer suyo este derecho en su calidad de rey.
movimientos sociales de protesta. del siglo XVIII, éste no había sido revisado Puesto que los niveles regionales de penuria económica variaban entre ambos
en el contexto de un sistema andino de creencias que había hecho renacer el lugares y entre los diferentes estratos sociales (Golte 1980: 176-183; O'Phelan
mito de Inkarri. Este personaje es un antiguo creador, que retomaría para 1983), parecería que la explicación de la generación y expansión de la rebelión
restaurar la justicía y la armonía como legitimizador del movimiento. Tal como se halla en el mecanismo de los sistemas indígenas de creencias. ·
observa Steve Stern, en su ensayo que también aparece en este volumen, que En un libro reciente sobre la sociedad campesina de la Francia de principios
"la· historia coloniai andina está pl gada de conspiraciones insurrecdonales
a
de la era modema,
_ Robert Damton (1984: vii) sostiene que para entender el
fracasadas". Cada una de éstas es, hasta cierto punto, importante para explicar coml:'?rtam1ento ? _veces curioso de la población rural, especialmente en su
el proceso mediante el cual se dieron los cambios en las percepciones individua­ relaaon con las elites, es necesario enfocar la conducta humana "más bien
les del Estado, y se alteraron fundamentalmente las relaciones entre las clases como un sistema de significados que como una función de la estructura social".
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existente (Szemiñski 1984: 50; Gow 1982: 197-223). Utilizando este contexto
Esto permitiría hallar las significaciones más profundas y los patrones continuos cíclico, se hace más fácil relacionar los actos de los rebeldes indígenas, comen­
de actos que de otro modo parecerían caprichosos e incluso irracionales. Si zando con Juan Santos Atahualpa, y continuando con Tomás Katari, Túpac
bien este enfoque no es totalmente nuevo, la prioridad que Damton otorga a Katari, Túpac Amaro Inca y Felipe Velasco Túpac Inca Yupanqui. Todos ellos
los papeles del mito y del simbolismo, del ritual y de la respuesta, sí podrían
se basaron en las tradiciones y en las creencias que prevalecían en el mundo
aplicarse a los ·acontecimientos que nos interesan. Lo mismo ocurre con los andino. Este concepto del tiempo andino sugiere también que los papeles
actos derivados de sistemas de creencias que periódicamente hacen llamados desempeñados por líderes nativos carismáticos, tales como Juan Santos Ata­
a un enfrentamiento abierto con la autoridad, lo cual confiere a las revueltas,
hualpa, Julián Apasa (Túpac Katari) y Túpac Amaro Inca, pueden haber contri­
según Damton, un carácter acumulativo y cíclico, más fuerte que los propios
acontecimientos individuales. Además, el autor afirma que la historia de las buido a fomentar la rebelión andina, al revivir el concepto de la "recuperación"
"mentalidades", al ser reducida a un intento de medir las actitudes en valores y permitirle avanzar desde la periferia de Tarma y Jauja en 1740 hacia el Alto
contables (por ejemplo, el número de revueltas), deja de interpretar estos objetos Perú después de 1777, y finalmente al corredor Cusco - La Paz después de
de estudio culturales como un medio para comprender el universo rebelde y 1780 (Curatola 1977). De esta manera, los acontecimientos de 1780 no serían
las dimensiones sociales de sus creencias. ¿Cómo podría estructurarse una tanto la culminación "lógica" de una década de varias (66 ó más) revueltas
investigación de este tipo? locales y antifiscales, sino más bien la continuación de una serie de protestas
Este capítulo se encarga primero de explorar las relaciones entre los sistemas neo-incas, mesiánicas e indigenistas (Golte 1980: 141-147; O'Phelan 1982: 27).
andinos de creencias vigentes a mediados del siglo XVIII y la expansión de la Por ejemplo, Jorge Hidalgo (1983: 117-138) ha demostrado que ya en el año
rebelión, como una herramienta para comprender la organización de los movi­ 1777 los indios del Cusco no sólo habían elegido a su rey, sino también habían
mientos que se originaron en el Cusco, en Sorata, en Puno y en La Paz, así planeado un levantamiento general que correspondía a cambios predetermina­
como el significado de ésta y otras coyunturas de violencia. También es nuestro dos en la cosmología andina, anunciados por profecías de conocimiento gene­
objetivo investigar la relación entre la ideología rebelde -en especial el mito ral. El Oidor Arcche. señaló que ya en el año 1775 había recibido advertencias
de Inkarrí, divisionista por naturaleza y difundido con la idea del reinado de por parte de los jueces territoriales sobre la posibilidad de un levantamiento
un Inca noble del Cusco- y el faccionalismo que se desarrplló entre las dos pan-andino," pronosticado para 1777, el "año de los 3 sietes", que tenía un
principales fuerzas de la Gran Rebelión -los tupamaristas del Cusco y los importante y misterioso significado para los indígenas (Campbell 1978: 100-
kataristas de La Paz. Pensamos así definir los límites de la unidad ideológica 101). Algunas de estas profecías incluso se publicaron en las crónicas de aquellos
y ayudar a explicar el sentido de ciertos aspectos del comportamiento rebelde tiempos, que aparecieron en el Cusco en 1782 (Relación de los Hechos más
(por ejemplo, los sitios del Cusco y de La Paz), que parecen opuestos a una Notables, 1900: 501-532). Este capítulo no desarrolla una "teoría general" para
estrategia militar y bélica "racional". En tercer lugar, el ensayo reconoce las explicar el advenimiento de la Gran Rebelión: sólo sostiene que la causalidad
profundas diferencias entre el nacionalismo neo-Inca de los elitistas Túpac debe ser elucidada en su propio contexto cultural.
Amaru del Cusco, cuyo propósito era unir a todos aquéllos que no fueran
"españoles", y las ideas más radicales, populistas y separatistas de los Katari Los sistemas andinos de creencias y la expansión de la rebelión
del Alto Perú, que no eran de origen noble, y en cuya mentalidad prima la John Rowe (1980) ha descrito los importantes esfuerzos que hiciera Túpac
fuerte presencia de un liderazgo indígena comunal. Amaru después de 1770 para lograr que los españoles reconocieran legalmente
Este capítulo intenta relacionar los factores de la ideología andina y del su descendencia directa de la realeza Inca. También ha explicado el afán de
faccionalismo político, y los de la explotación material y de atropello moral en las familias de la élite indígena por honrar las tradiciones neo-incas, mantenien­
el contexto de un Incario resucitado, como guía para investigaciones futuras. do así un nexo con el pasado incaico. Estos hechos, así como otras evidencias,
Mi enfoque general reconoce que el Alto Perú era un foco fundamental de sugieren que la Gran Rebelión era parte de un esfuerzo más amplio de recupera­
rebelión con características propias, a pesar de que las obras de Lewin, Valcárcel ción cultural, cualesquiera que fueran sus implicancias, y no, como sostiene
y Fisher tienden a considerar que la Gran Rebelión nace y se desarrolla a partir J.R. Fisher (1970: 23), un estallido espontáneo y no planificado por parte de los
del Cusca. En la víspera de la rebelión de Túpac Amaru en Tinta, el Oidor indígenas, a quienes la frustración habría llevado a la revuelta. La pregunta
General José Antonio de Areche escribió a Lima que hacia esos momentos la es: ¿qué quiso lograr Túpac Amaro?
rebelión había avanzado con fuerza en el Alto Perú, y que no menos de nueve La evaluación del comportamiento de Túpac Amaro, una vez capturado
provincias, incluyendo las de Sicasica, Pilaya, Cochabamba, Paria, Pacajes, el corregidor Antonio de Arriaga, el 4 de noviembre de 1780, sugiere que el
Chichas, Lipez, Porco y Carangas, habían sido afectadas (AGI 1780). Por otro jefe rebelde actuaba con el riesgo calculado de que podía persuadir a los
lado, situaré a la rebelión en el Bajo y Alto Perú dentro del contexto del tiempo habitantes del sur del Cusco para que aceptaran su mando e intentaran expulsar
andino, que enfoca los cambios temporales en términos de una serie de Pachacu­ a los españoles de las provincias sureñas de Tinta y tal vez Quispicanchis, en
tis, o cataclismos, dirigidos por representantes de Wiracocha, el dios creador las que sabía que había gran descontento. Sin embargo, esta intención no explica
andino,q_uiene1 deben regresar a la tierra para revertir el injusto orden mundial por qué la revuelta pudo convertirse en una rebelión regional y luego suprarre-
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gional, a diferencia, por ejemplo, de las revueltas comunales de México (Taylor cielo, donde el dios creador Wiracocha había ordenado a sus seguidores que
1979). A pesar de que ciertos estudiosos de la historia y de la ideología andinas se alzaran contra aquellas personas a quienes él consideraba inmorales y rebel­
están convencidos de que las semillas de una identidad andina protonacional des contra dios (CDIP 1971-75: II:2:321; Perú 1980: 1:328-30). De los documentos
se hallaban germinando en la región durante esa época (Flores G. 1981: 55-70; de la época se desprende la idea de que había _llegado el momento de actuar.
Durand F. 1973), ninguno de ellos afirma que estos sentimientos eran ya lo El análisis del curso de las rebeliones de Tomás Katari y Túpac Amaru
suficientemente fuertes como para sostener una rebelión, si bien Rowe (1954) indica que aparecieron en calidad de mesías y se ciñeron a un patrón de
sugiere que tal vez éste haya sido el caso. Kubler (1946: 350) demuestra que, comportamiento predeterminado con respecto a sus seguidores. Esto incluía
desde mediados de siglo, había florecido en el Cusco un culto activo a la la asociación de sus apellidos con el mito de Inkarrí, el abandono de su mundo
antigüedad incaica, tanto por parte de los criollos, que adoptaron las vestimen­ (Tinta, Chayanta) en favor del mundo ajeno de la América hispana (Lima,
tas y los adornos incas, como por parte de los caciques, que exhibían con Buenos-Aires), y su regreso triunfal con poderes creativos que aumentaban su
orgullo el antiguo símbolo del dios sol y de los incas en las ceremonias públicas. capacidad de cambiar el mundo (Szemi:nski, capítulo 6 de este volumen).
El obispo del Cusco incluso señaló que durante las celebraciones de Corpus Ambos apellidos, Katari y Amaru, hacen referencia, en ayrnara y en quechua
Christi y Santiago Apóstol, las deidades cristianas eran ataviadas al estilo inca respectivamente, a la serpiente, simbólico representante de un "mundo subte­
(Perú 1980: 2: 632-634, 637). No obstante, ¿podemos por ello pensar que esta rráneo" antropomorfo, al que los españoles habían relegado a los indios a raíz
reafirmación nostálgka de las glorias incaicas bastaba para desencadenar una de la conquista en el siglo XVI (Hultkrantz 1978: 311-319). Tal como lo demostra­
rebelión importante? De modo más específico, ¿qué tipo de cosmología que ra John Rowe (1980), Túpac Amaro hizo uso del poder de su nombre, en un
uniera a dios, al rey español y al Inca permitiría esta concepción andina de la esfuerzo consciente por ligarse con las tradiciones de los últimos incas ejecuta­
historia y del futuro? dos en el Cusco por el virrey Toledo en 1572. El aparentemente exitoso empeño
En una serie de publicaciones, Jan Szemi:nski (1976, 1980, 1984 y el capítulo del Inca por obtener legitimidad a través de la leyenda del Inkarrí se trasluce
6 de este volumen) ha empezado a sugerir diversas maneras en que los indígenas en la sentencia que dictara contra él el Oidor General Areche en el Cusco, en
podrían haber desarrollado una ideología lo suficientemente cohesiva corno mayo de 1781 (CDIP 1971-75: II:2 765-778). En ésta fue condenado como "el
para poder contrarrestar el divisionisrno de la historia regional peruana, que vil insurgente José Condorcanqui, alias Túpac Amaru y supuesto cacique",
sentía recelo hacia los extraños y estaba internamente fraccionada. Su descrip­ bajo su nombre cristiano Condorcanqui, culpable de "lesa majestad", por su
ción de la sociedad andina nos muestra un mundo social compuesto por una encarnación del rey inca y por otros actos que "pretendían arrebatar al rey
serie de estamentos, en el que había pocas diferencias entre españoles e indios (español) su reino". La corte estaba tan convencida de que Túpac Amaru había
en términos sociales, pero no así en términos de acceso a los recursos económicos adquirido estatus real y se había convertido en representante simbólico de
y al sistema de administración de justicia. Szemi:nski además afirma que, al todos los indígenas supuestamente cautivos,. que utilizó la sentencia como
haberse incrementado el nivel de descontento indígena con el colonialismo pretexto para erradicar el nacionalismo inca. En consecuencia, Areche abolió
español durante el siglo XVIII, los líderes rebeldes tuvieron éxito en fomentar el cargo hereditario de cacique, el uso de vestimentas. incas y de pinturas o
un marco conceptual que distinguiera entre españoles e indios en el fuero retratos de los antiguos incas, la escenificación de dramas o espectáculos con
moral, a fin de justificar la rebelión. protagonistas incas, e incluso todo escrito que hiciera referencia a las pasadas
Por ejemplo, Stem (capítulo 2 de este volumen) demostró que en Tarma, glorias (como los "Comentarios Reales" de.Garcilaso de la Vega), y mantuviera
en la década de 1740, un forastero, incluso posiblemente mestizo, llamado Juan viva la idea de la recuperación. Sin embargo; Szemi:nski señala en un capítulo
Santos Atahualpa, pudo hacer suyo el mito de Inkarrí y ganar partidarios entre de este volumen que los libros no podían akanzar este objetivo por sí solos,
las tribus campas del interior, a pesar de que debía lidiar con la oposición de sino más bien con la ayuda de una imagen general de:la historia transmitida
los poderosos caciques gamonales de la región. Utilizando sus conocimientos en forma oral y simbólica. También se prohibieron los emblemas de la suprema­
de magia y simbolismo, Juan Santos forjó en torno a su persona una leyenda cía inca, tales como las- banderas y los cuernos de conchas marinas, e incluso
de invencibilidad que persistió hasta mucho tiempo después de su muerte y se hiw ilegal el uso de la lengua quechua (Campbell 1985a).
mantuvo viva la esperanza de un exitoso movimiento de liberación posterior. Sin embargo, a pesar de los rasgos poderosamente cohesivos del mito de
Está claro que la presencia de los mitos andinos de resurrección, descritos Inkarrí, la comprobada disensión al interior de ambas rebeliones (la de Katari
por numerosos estudiosos del área andina (Ossio 1973: 444; Wachtel 1976: 291; y la de Túpac Amaru), indica que muchos segmentos de la sociedad indígena
Gow 1982: 197-223), demuestran que el concepto de una recuperación inca, a eran inmunes al mensaje transmitido por estos caciques, o que la aceptación
través de la aparición de un mesías, había alcanzado su apogeo a mediados del mito no era suficiente por sí sola para transformar a los indios en rebeldes.
del siglo XVIII. De acuerdo a la leyenda, cuando el Inca fue decapitado por Más bien, se puede llegar a la conclusión de que la existencia del mito de
los españoles en 1572, su cuerpo empezó a regenerar bajo tierra, dejando abierta Inkarrí constituye una evidencia de la fragmentación social que existía en las
la posibilidad de una reencarnación eterna. Igualmente importante era el hecho zonas donde los estratos superiores de la estructura indígena del poder no se
de que los indios creían que las crisis andinas habían atraído la atención del diferenciaban mayormente de la omnipresente estructura del poder colonial.
Si bien es necesario investigar más a fondo este aspecto, éste podría haber sido
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el caso en el Cusco, donde la nobleza indígena se oponía drásticamente a Túpac embargo, aún no se sabe si los tupamaristas adelantaron la fecha de su revuelta
Amaru, a quien consideraban un farsante y un competidor (Campbell 1981: para acomodarse o incluso para contrarrestar el movimiento katarista de Cha­
681-691). El hecho de que Túpac Amaru nombrara nuevos caciques y goberna­ yanta. El testimonio de Florencio Lupa, cacique de Macha, en Chayanta, que
dores en las zorias conquistadas también indica que su rebelión no se integraba hacía alarde de la habilidad de Katari para movilizar a 30,000 indios y de sus
por completo dentro de los alcances de la autoridad de estas élites indígenas, planes para invadir "Cuzco o Lima", nos muestra la vaguedad de los conoci­
lo cual hizo que el esfuerzo bélico debiera además invertir mucho tiempo y mientos que estos aymaras tenían sobre los territorios quechuas y sobre los
recursos en obtener legitimidad. Entonces, la interrogante devendría en: ¿cómo conceptos igualmente confusos de ''Perú" o "España". Sin embargo, estos rumo­
hicieron los líderes rebeldes para contrarrestar esta fragmentación social, y de res bien podrían haber servido para que Túpac Amaru se sintiera amenazado
qué modo influyó en sus decisiones la devoción po r la ideología de la recupera- (Lewin 1957: 376). Hacia 1780, la noción de Garcilaso de la Vega de un Incario
ción? unificado apenas si se ajustaba a la realidad, sobre todo después de 1776, con
Si bien no fueron menos de 66 las revueltas conocidas que tuvieron lugar la creación del Virreinato del Río de la Plata. Esto dividió aún más a quechuas
durante la década de 1770 a 1780, incluyendo el ataque en 1780 a la aduana y aymaras, pues se modificaron las rutas de comercio y cada zona debió volver
de Arequipa (Galdós 1967) y la conspiración de los plateros en el Cusco ese la mirada hacia su propio gobierno central, situado en un caso en la costa del
mismo año (O'Phelan 1985), éstas parecen haber sido del ti po rutinario y Atlántico y, en el otro, en la costa del Pacífico. Los habitantes de lengua aymara
reformista descrito por Taylor en relación a México (1979, cap. 4). Conflictos del altiplano en torno al lago Titicaca conservaban una orgullosa tradición de
normales entre gobernantes y gobernados, que la Corona consideraba "cosas haber defendido aguerridamente su independencia con respecto a los incas del
de la sierra". Sin embargo, lo que las diferencia, parece ser el hecho de que Cuzco (Pease 1978: 81-92; Klein 1982: 15). A la inversa, cualquier rumor sobre
acontecimientos tan distantes como la protesta negra contra los tributos en un posible expansionismo aymara no era bien recibido en el Cuzco (Lewin
Lambayeque en 1777 (Campbell 1972) y los disturbios en Otuzco en 1781 (Stem, 1957: 376).
capítulo 2 en este volumen) se hallaban en apariencia ligados a rumores en En consecuencia, parece probable que hacia noviembre de 1780, Túpac
tomo a Túpac Amaru, lo cual indica que la reivindicación de su linaje inca Amaru tuviera suficientes razones para renunciar a una década de "actuar
estaba trascendiendo. dentro del sistema", durante la cual pretendió ratificar por medios legales su
En este punto debemos considerar la rebelión de Tomás Katari de 1777 en título de Marqués de Oropesa y obtener un mejor trato para su pueblo. La
Chayanta. Sabemos, por ejemplo, que Túpac Amaru, en su calidad de "cacique popularidad del movimiento katarista y el descontento que reinaba en las
arriero", poseía más de 300 mulas y mantenía comunicación directa con el Alto comunidades indígenas pueden haber convencido al cacique de que había
Perú a través de las rutas de comercio que cubría entre Cusco y Potosí vía La llegado el momento de " poner el mundo al revés" y arreglar las cosas tal corno
Paz. No hay pruebas concretas de que hubiera contacto entre Tomás Katari y había sido anunciado (Campbell 1985a, Szerninski 1981: 586-589; Cárdenas 1980,
Túpac Amaru, y de hecho los esfuerzos kataristas por establecer comunicación Vega 1969: 645-650). Como claro indicio de que el movimiento katarista había
con los tupamaristas en Oruro, poco después de que estallara la revuelta en influido en su decisión, Túpac Amaru escogió el 4 de noviembre, día de la
noviembre de 1780, evidenciaban una ignorancia recíproca. Pero, según Manuel fiesta del rey Carlos III, para comenzar su rebelión, acontecimiento simbólico
de Bodega, corregidor de Paria, es probable que Túpac Amaru se hallara siquie­ que debía convencer a los indígenas de la presencia de factores objetivos y
ra enterado de que Tomás Katari era aceptado como "un oráculo y un soberano" subjetivos que presagiaban un "pachacuti". El hecho de que el líder rebelde
por el pueblo del Alto Perú (AGN 1780; Hidalgo 1983: 122-125). A pesar de fuera sinceramente leal a la Corona española y a la Iglesia, le permitieron
que Tomás Katari fue aprehendido por indios traidores y entregado a los celebrar el cumpleaños del rey mediante una rebelión contra sus subordinados
españoles para su ejecución en enero de 1781, dos meses después de que Túpac inmorales, en especial contra el Corregidor don Antonio de Arriaga, quien se
Amaru iniciara su propia rebelión, su pueblo se rehusaba a aceptái- la muerte había excedido regularmente de las limitaciones legales de su reparto, tanto al
de su mesías (Lewin 1957: 739). Esto causaría luego serios problemas entre vender más mercancía de la debida como al aumentar el monto total de lo
ambos grupos rebeldes. recaudado. Una vez planteados los principios de la rebelión ésta avanza median­
Durante el período que siguió a su retorno a Lima, donde había abogado te el juicio y la ejecución de Arriaga, el 10 de noviembre, en una ceremonia
asiduamente por aliviar la carga tributaria de su pueblo y conseguir la valida­ pública y espectacular que marcaría el fin de una era y el comienzo de otra.
ción legal de su linaje real inca, Túpac Amaru aparentemente tuvo algo que Durante el primer mes de la rebelión tupamarista, el líder reunió en tomo
ver con las revueltas de 1777 en Maras, en Urubamba (O'Phelan 1977) y posible­ a sí a un grupo de lugartenientes y asesores, casi todos familiares o allegados
mente en Huarochirí, al haber entrado en contacto con caciques de la región cercanos, y muchos de ellos mestizos de fidelidad incuestionable (Campbell
(Albó s.f.: 25). No está claro si Túpac Amaru también participó en la conspiración 1981: 684-689). Estos comandantes eran considerados como "hijos" del jefe y
de los plateros de 1780 (O'Phelan 1985), pero es de suponer que el jefe rebelde de su mujer, Micaela Bastidas, quien hacía el papel de guía y dirigente de los
había definido ya su plan de acción y no se había lanzado a generar, en 1780, rebeldes (Campbell 1985a). A su vez, los subalternos los honraban como "ma­
"un estallido repentino, violento y no planificado" (J.R. Fisher 1970: 23). Sin dre" y "padre", y se autodenominaban fieles "criados" de su amo (Szeminski
IDEOLOC[i\ Y l'ACCIONAUSMO 129
128 CAMPBELL

1981: 573-575). Una estructura de mando de este tipo subraya la naturaleza A pesar de este éxito inicial, los primeros edictos de Túpac Amaru llaman
personal y familiar de la rebelión, y entraña desconfianza hacia t°?,º forast�ro. la atención por sus objetivos generales, no específicos, como el "terminar con
Esta actitud también se refleja en la estructura de mando de la rcbehon katansta, el mal gobierno" y deponer a Arriaga, de modo que los paisanos pudieran
en la cual los hermanos de Tomás Katari, Nicolás y Dámaso, asumieron el servir libremente a su vez a la Iglesia (Durand 1981: 29-49). Sin embargo, al
liderazgo a raíz de la muerte del caudillo. , eliminar a Arriaga, el Inca no señaló métodos precisos para diferenciar a los
.. . inmorales "corregidores y pescuezos colorados", cuya humanidad en sí queda­
Después de la ejecución de Arriaga, los tupama�stas se movilizaron rap1da­
mente, bajo el mando del Inca, hacia el valle del yucanota, y to n: aron con �ol ba en duda, de los criollos y mestizos más progresistas, a quienes esperaba
. atraer. La vaguedad de este enfoque permitió que diversos grupos se vengaran
de los obrajes de Pomacanchis y Parapuqmo. Sm e?1bargo, mientras ª:1 lo
hacían, Túpac Amaru seguía insistiendo en que el virtuoso rey de Espana !e de sus enemigos bajo los auspicios de la rebelión, e hizo que muchos criollos
había ordenado deshacerse de sus malvados representantes, puesto que habia y mestizos moderados se asustaran. En forma similar, el hecho de que Túpac
comprendido al fin la gravedad de la situación en el �e�, He aquí q�� el Inca Amaru no pudiera obtener el apoyo de los poderosos "caciques ganwnales"
sostiene, en un edicto publicado póstumamente,
_ en JU��o, haber rec1�1d? una del Cusco, quienes lo consideraban un provinciano advenedizo, hizo que el
orden real en la que se le mandaba e¡ecutar a todos los puka k:1nkas , literal­ reclutamiento se hiciera difícil en esa ciudad y sus alrededores. De este modo,
mente "pescuezos colorados", una expresión quechua pe)'.orahva con la que la decisión del rebelde de marchar hacia el sur, en dirección a Quispicanchis,
se solía designar a los españoles (Perú 1980: 3, 949-950). El edicto resulta notable, Lampa y Azángaro -ruta que conduce a territorios dominados históricamente
porque en él el Inca afirma estar actuando en nom�� d�l rey. Probablem�nte por los colla, los lupaca y los pacajes, todos ellos súbditos de la rebelión
había caído en la cuenta de que el pueblo no lo segmna sm �sta doble autoriza­,
katarista- lo obligaría a reevaluar sus relaciones. La investigación de Thierry
ción (Szemiñski 1884: 19). Estos símbolos dualistas de autondad, Rey e Inkam,
se hallan en el meollo de la confusión que rodea el significado de la Gran Saignes (1983) aclara la complicada estructura étnica de las zonas, pero se
Rebelión de 1780. precisaría de un análisis más profundo para determinar el impacto que tuvo
la ofensiva tupamarista sobre estos pueblos. El hecho de que Dámaso Katari
Seguidamente, el 7 de diciembre, Túpac Amaru toma la decisió:1 de cruzar aceptara la autoridad del "rey inca Túpac Amaru", y creyera que actuaba bajo
la Raya de Vilcanota e ingresar al Virreinato del �í? de la Pl�ta, mas concreta­ las órdenes del "rey de España" (CDIP 1971-75: 11:2 549), probablemente refleja
mente a la región del Collao que bordea el lago Tit1caca, habitada por cultu_r�s el desorden que experimentaron los kataristas a raíz de la muerte del carismático
aymaras. Esto resulta interesante, pues nos da información acerca �e la relaaon Tomás, el 15 de enero de 1781. Además, Dámaso reconocía que, sin la presencia
entre ambos líderes rebeldes. Como ya se sabe (Rowe 1954), Tupac Amaru tupamarista, la revuelta de Chayanta nunca trascendería el nivel local. De allí
había cultivado estrechos vínculos con los criollos "progresistas" de Lima du­ que Dámaso enviara a un emisario a Oruro para establecer contacto con las
rante su estadía en la capital en la década de 1770, y también se hallaba muy huestes del Cusco (Odriozola 1863: 305-6).
relacionado con familias cuzqueñas tales como· el poderoso clan Ugarte y el Tenemos sólo evidencia parcial sobre las motivaciones de Túpac Amaru
obispo criollo Manuel de Moscoso y Peralta, quiene, s tami:'?co se hallaban �n antes de su repentino regreso al Cusco, el 22 de diciembre, hecho que constituyó
buenos términos con Arriaga (Campbell 1980). Habia tamb1en otros pe1:'ona¡es un estratégico movimiento de pinza, destinado a asegurar el control sobre esta
influyentes a quienes el líder rebelde intentó poner d� su lado: los caaq1_1es o zona clave del altiplano peruano. La razón más importante para esta incursión
miembros de la nobleza indígena, un grupo de aprox1�adament: 2,300 J_ ef�, a Azángaro residía obviamente en la vieja rivalidad de los tupamaristas con
cuyo control sobre los recursos y las comunidades ind1genas podia contr1b_i:1r los Choqueguanca, una familia que también decía descender de un linaje real
al triunfo de la revuelta y otorgarle una legitimidad adicional. La excomumon inca y apoyaba activamente a la Corona. Tal vez como una demostradón de
de Arriaga por parte de Moscoso po�iía haber sido interpretada como un acto fuerza en contra de estos caciques gamonales que se resistían a su movimiento
de apoyo a la rebelión por estos criollos progresistas. No obstant , en �os meses y difamaban su ascendencia, las fuerzas de Túpac Amaru quemaron once
7
sucesivos demostraron temor a involucrarse con las masas y reticencia a com­ haciendas y otras propiedades y mataron a sus habitantes (Campbcll 1981: 682-
prometerse con los tupamaristas (Campbell 1980: 251-270; Durand 1973: 489- .. 683). Por cierto, según una investigación de José Tamayo Herrera (1982), la
520). Al mismo tiempo, el hecho de que el Inca hiciera. uso de el��ra<l:os ofensiva tupamarista en el Collao estuvo marcada por una considerable violen­
ceremoniales y ritos, como el despojar públicamente a Arriaga de las ms1gm�s cia y por actos de vandalismo, que contrastan notoriamente con su conducta
de su cargo y de su espada, así como del bastón de autoridad q1:e correspo;'�ia en las regiones quechuas en torno al Cusco, donde virtualmente no hubo ni
a su posición de corregidor, y vestir al funcionario _en desgrac!a con el hab1:o pillaje ni destrucción (Campbcll 1983). Esta diferenciación sugiere que al interior
de penitencia de los franciscanos y marcarlo con cemzas, era se�al de que haaa del movimiento existía el faccionalismo, bajo la forma de un castigo más severo
un esfuerzo visible para ganarse también el apoyo popular. Tes�gos �el acontE:· a la deslealtad en el territorio aymara. También puede implicar que las tácticas
,
cimiento han comentado que el ahorcamiento daba fe de la cansm�tica aut?,n­ y las aspiraciones de los movimientos rebeldes del Alto y Bajo Perú eran distin­
dad de Túpac Amaru: el pueblo que acordona?ª la plaza parec1a estar en tas.
trance" y completamente dominado por el caudillo (Campbell 1978.. 107).
130 CAMl'llELL !DEOLOG!A Y fACC!ONAUSMO 131

Si bien en la mayoría de los casos la coerción y la persuasión bastaban político-militares, tales como los· sitios del Cusco y La Paz, que permiten enten­
para reducir las tensiones, a veces estas estrategias no lograban disminuir el der más a fondo las causas y los efectos específicos de este faccionalismo.
faccionalismo y la rivalidad inherente a la sociedad indígena. El escriba de Las iniciales victorias militares impidieron las divisiones que finalmente
Túpac Amaro, Esteban Escarcena, declaró en su juicio que el Inca no conocía habrían de hacer fracasar la ofensiva rebelde. Poco después de la ejecución
directamente al hombre llamado "Francisco Catari". Sin embargo, Escarcena ceremonial del corregidor Arriaga por parte de Túpac Amaro, la rebelión
señaló que su reacción instintiva era la de pelear contra su rival, a menos que avanzó hacia Quispicanchis. Allí, el 18 de noviembre, en las afueras del pueblo
éste último "aceptara una división del reino" (Lewin 1957: 829). Esta declaración de Sangarará, las fuerzas de Túpac Amaru diezmaron a una milicia española
plantea muchas interrogantes no verificables, particularmente por haber sido reunida a toda prisa, desbaratando así para siempre el mito de que los españoles
c
heha en un contexto en que el liderazgo Katari había ya aceptado la hegemonía eran invencibles por las armas y generando una dinámica para la futura expan­
nominal de este señor del Cusco, sin por ello perder las esperanzas de expandir sión del conflicto (Campbell 1978: 111). Sin embargo, mientras los tupa maristas
su rebelión hacia el exterior, tal vez al Cusco e incluso a Lima, a fin de destruir saqueaban los obrajes de Pomacanchis y Parapuquio y distribuían géneros y
a los españoles. coca a sus leales seguidores, ya había criollos que sintieron rechazo ante la
No obstante, está claro que, si bien Túpac Amaro podría haberse preocupa­ noticia de los 576 muertos en el santuario de la iglesia de Sangarará y ante los
do por la subsistencia del culto katarista a su fallecido mesías, su principal rumores de canibalismo que llegaron hasta el Cusco. En respuesta, y sin duda
problema era el de ganar apoyo entre los poderosos caciques del sur, del Cusco. debido a las sospechas oficiales en tomo a su papel en el conflicto, el obispo
Este apoyo sólo le fue brindado en forma parcial. En la provincia de Chinchero, Moscoso sancionó con la excomunión a los líderes rebeldes (CDIP 1971-75:
por ejemplo, el poderoso clan Purnacahua constituía uno de los principales II:2:275-514; Campbell 1980: 251-270; Durand Florez 1981: 489-520). Tales actos
aliados de la Corona: su cacique, Diego Mateo Pumacahua, contribuyó a la pueden haber dado lugar a una reorientación del movimiento.
victoria española mediante su heroica defensa de la capital del Cusco. Durante Hacia fines de noviembre, parece aumentar la percepción popular de la
y después de la rebelión se revelaron las profundas brechas sociales que afectan revuelta de Túpac Amaro como un movimiento de fuertes connotaciones reli­
eI mundo indígena. Por ejemplo, los tupamaristas iniciaban su conquista de giosas, bajo el mando de un Inca reconocido. Un síntoma de este fenómeno se
provincias realistas como Cochabamba mediante el levantamiento de una horca halla en las crónicas españolas, que hablan de fuerzas rebeldes de más de
en la plaza principal, decorada con un retrato de Túpac Amaro, a fin de recordar 60,000 hombres, ciegamente fieles a su monarca Inca, cuando en realidad este
a los residentes que la pena por deslealtad al Inca era la. muerte (Szemiñski, número era mucho menor (Campbell 1970: 111). Encontramos otro indicador
capítulo 6 de este volumen). A raíz de la captura de Túpac Amaro, Pumacahua en la conducta del cacique al distribuir la tela y la coca robadas: deja una parte
encargó una pintura que conmemorara la ocasión. La obra muestra un puma para él mismo, comportamiento que coincide con las normas andinas de inter­
que vence a una serpiente, bajo la mirada benevolente de la Virgen de Monse­ cambio y reciprocidad (Murra 1975), y también demuestra su habilidad, devol­
rrat, patrona de Chinchero. En el fondo aparecen Pumacahua y su mujer, ambos viendo algunos de los excedentes de mano de obra y producción que los
vestidos a la usanza española, afirmando su soberanía territorial. Debajo de la españoles habían obligado al pueblo a entregar, sin mediar compensación algu­
pintura figura el dicho de Julio César, "Vini, vidi, vinci", recordando la derrota na.
de la facción rival, que trajo consigo un renovado respeto y poder para la Si, por un lado, los repentinos cambios en la ofensiva de Túpac Amaro
familia Pumacahua en el gobierno de reconstrucción del Perú. durante el primer mes de su rebelión pretendían ganar apoyo, sus pronuncia­
mientos muestran una evolución que va desde actos auspiciados por el rey
La expansión de la rebelión y el sqrgimiento hacia otros basados en su propia responsabilidad como Inca. Por ejemplo,
Durand ha señalado que se observa una marcada disminución en el número
del faccionalismo
de referencias al rey en- los edictos publicados por Túpac Amaro en las provin­
La relación entre la ideología rebelde y el faccionalismo político al interior cias del sur del Cusco durante los meses de noviembre y diciembre (Durand
de la rebelión se manifiesta cuando ésta deja atrás Tinta y Quispicanchis, Florez 1981: 29-49). En vez de ello, el jefe rebelde esgrime argumentos que
provincias en las que la familia de Túpac Amaro tenía un fuerte arraigo social, subrayan su propia autoridad, y expresa el deseo de agrupar a todos los
político y económico, y se dirige a áreas más alejadas de su tierra, donde el 'paisanos' bajo su 'bandera'. Esto es señal. de un sutil cambio ideológico, e
liderazgo rebelde debía incorporar a grupos con los que tenía menos en común, indica que Túpac Amaru empezaba a actuar como Inca. Puesto que estos
tanto cultural como económicamente. Las múltiples fuentes de tensión al inte­ comunicados, firmados por 'Túpac Amaro Inca', estaban dirigidos a los grupos
rior de la rebelión han sido exploradas en otros estudios (Campbell 1985a, sociales de provincia que tradicionalmente habían sido leales a la Corona, pero
1985b; O'Phelan 1982: 461-486; Lewin 1957: 342-377, 500-537) y no necesitan que ahora se hallaban descontentos por la corrupción y la mala administración
ser reiteradas aquí: los diversos grupos sociales que integraban la rebelión no del Perú, resulta probable que los mensajes orales dirigidos a las comunidades
eran aliados naturales y debían hacer grandes esfuerzos para lograr una coope­ indígenas estuvieran aun más imbuidos de su autoridad moral como Inkarri
ración mínima. Estas tensiones serán tratadas en el contexto de ciertas decisiones (Hidalgo 1983: 120-121).
132 CAMl'llELL !DEOLOCIA Y FACCIONALISMO 133

Los esfuerzos rebeldes por utilizar las tradiciones y la ideología incaicas 571). También se reportaron deserciones similares de mestizos y algunos criollos
se hacen evidentes en muchos sentidos. A raíz de la victoria de Sangarará, en la provincia de Chumbivilcas, donde Túpac Amaru había ordenado, el. 29
Túpac Amaru y su esposa, Micaela Bastidas, encargaron un óleo que los retrata­ de noviembre, la formación de una milicia (CDIP 1971-75: II:2:308). ¿Cuál fue
ra como Inca rey y Colla (reina) respectivamente, rechazando el sombrero de la respuesta rebelde a estas deserciones?
tres puntas con plumas y los atavíos de mestizo de sus primeras épocas, en Si bien en la actualidad no está claro si los seguidores de Túpac Amaru
las que intentaba obtener un título valedero dentro del orden social español simplemente asumían que éste debía ser capaz· de resucitar a los muertos,
(Gisbert 1980: 208-211; Hidalgo 1983: 117-138; Macera 1975). Un análisis ortográ­ parecería sin embargo que en algún momento el Inca aceptó el manto de mesías
fico de la firma de Túpac Amaru muestra que el rebelde era consciente de la que le fue impuesto por algunos de sus allegados y empezó a atribuirse el
necesidad de emplear símbolos de autoridad que ayudaran a contrarrestar la poder de revivir a los difuntos. Las palabras del rebelde a su aliado Bernardo
segmentación social y favorecieran la coalición (Cárdenas A. 1980: 229-232; Sucacagua, en las que afirma que las personas que murieran siendo fieles a él
Aparicio V. 1981: 325-330). Hallamos un indicio adicional de la necesidad de "tendrían su recompensa" (Perú 1980: 1:456-457) sugieren que Túpac Amaru
impedir el desorden en la rapidez con que el rebelde nombraba caciques, se veía a sí mismo, en principio, como redentor. Sin embargo, Szeminski (capítu­
gobernadores y comandantes militares en las áreas conquistadas, para así conso­ lo 6 de este volumen) es de la opinión que las promesas del rebelde a las
lidar su poder de Inca (Campbell 1981, 1986). Sin embargo, estas actitudes no esposas de sus seguidores con respecto a una resurrección al tercer día también
bastaron para controlar a las provincias. En primer lugar, los gobernadores se indican que su mesianismo se relaciona con la teología cristiana. Los indígenas
enfrentaban a la difícil tarea de distinguir entre los criollos, a los que no se aparentemente veían al Inca como una figura equivalente a Jesucristo. Al mismo
debía de hacer daño, y los españoles, considerados inmorales, inhumanos e tiempo, si bien la rebelión no era abiertamente anticristiana, el sistema de
integrantes de la facción de los corregidores (Perú 1980: 1: 408-409). En ciertas creencias indígenas aceptaba a Túpac Amaru como dios, redentor y liberador
zonas, estos comandantes aseguraban a su vez que se les había dado el poder de los oprimidos. El Inca reforzaba esta creencia al afirmar que los españoles
para "devorar" a estos "estrangeros lcogardos" [sic], apóstatas y rebeldes, que habían impedido a los indígenas el acceso al "dios verdadero", y que él designa­
eran inhumanos y malos cristianos,_ lo cual condujo a actos de violencia e ría a pesonas que les enseñaran la verdad (ibid.). En respuesta, los indios de
incluso de canibalismo (Szeminski, capítulo 6 de este volumen). El resultado lugares tan alejados como Charcas hicieron de Túpac Amaro su rey y redentor,
fue que estas instrucciones eran lo suficientemente flexibles como para que los "sin consideración al guna por (el rey) Carlos III" (CDIP 1971-75: II:2:511).
rebeldes actuaran contra cualquiera, fuera blanco o indio, a quien consideraran Mientras persistían los rumores de que Túpac Amaru había aceptado una
Iskay uya (hipócrita) (ibid.). De este modo, la revuelta parecía en algunos casos corona en el Cusco, los indígenas del Alto Perú creían que aceptaría una en el
acentuar el faccionalismo y la desunión, al revivir conflictos sociales preexisten­ Gran Paitití, un territorio selvático no localizado donde se creía que la monar­
tes y problemas raciales. quía inca había sobrevivido a la dominación española (AGI 1781: CDIP 1971-
Cuando los rebeldes tupamaristas se trasladaron más al sur, hacia las 75: II:3:379-388; Szeminski 1981: 573-575, 581).
provincias de Lampa, Carabaya y Azángaro, y más tarde hacia las regiones de Dada la acogida positiva que recibieron los tupamaristas en el período
posterior al estallido de violencia en Tinta, y antes de la aparición del carismáti­
Puno, Chucuito y La Paz, a raíz del fracasado sitio del Cusco en diciembre de
co Julián Apasa Túpac Katari en Sicasica en marzo de 1781, es razonable pensar
1780 y enero de 1781, el liderazgo parece haber hecho aún mayor hincapié en
que los rebeldes del Cusco buscaban mantener una presencia permanente en
qu� el suyo era un movimiento de 'amarus' (serpientes), a diferencia de los el sur del Collao, para reemplazar las deserciones que habían sufrido en las
'pumas' (los Pumacahua) y de los 'gatos' o 'pescuezos colorados' españoles provincias del Cusco. Sin embargo, había dificultades inherentes a la extensión
(Gisbert 1980: 214 ss; Hidalgo 1983: 128 ss; Szeminski: capítulo 6 de este volu­ del movimiento desde el Cusco hacia las provincias del altiplano en tomo a
men). Ante la estrategia de Moscoso de cerrar las iglesias y utilizar a los La Paz, donde los pueblos colla y lupaca vivían orgullosos de su resistencia
sacerdotes locales como informantes, los rebeldes también tomaron la actitud
ante las fuerzas incaicas antes de la Conquista (Stern, capítulo 2 en este volu­
simbólica de pronunciar sus discursos en quechua frente a las 'huacas' y los men). En consecuencia, si bien el mito de Inkarrí tenía poderosos rasgos que
cementerios, en vez de hacerlo en español sobre las escalinatas de las iglesias
permitían la expansión de la rebelión al Alto Perú, el hecho de que un noble
españolas, recordando así a sus oyentes que tenían la obligación hacia sus
cusqueño, Túpac Amaru, se proclamara Inkarrí, afirmara ser descendiente del
ancestros de plegarse al movimiento. Asimismo, en estas semanas, la rebelión
antiguo emperador del Cusco Huayna Cápac y delegara poder en sus familiares
parece haber polarizado a las comunidades que atravesaba, a pesar de los
y allegados cercanos, trajo consigo la división, pues entró en conflicto con una
esfuerzos de los líderes para unificar la sierra sur.
forma virulenta de nacionalismo aymara, simbolizado por la aparición de Julián
Los informes españoles que datan de los primeros meses de la campaña
. . Apasa Túpac Katari.
md1can que son numerosos los españoles, sobre todo criollos y mestizos, mu­ La decisión de Túpac Amaru de enviar a su primo y subalterno de confianza
chos de ellos 'principales', es decir, personas de rango y autoridad, que abando­
a Azángaro y al Alto Perú, a través de la Raya de Vilcanota, ha sido criticada
naron la ca�sa rebelde, dejando así a un remanente de campesinos para que
por los comentaristas modernos (Valcárcel 1970a: 143-153; Lewin 1957: 446-
lucharan baJO la bandera rebelde al lado de los indios (Szeminski 1981: 570-
, 134 CAMI'llELI. IDEOI.OGIA Y FACCIONAUSMO 135

462; LE. Fisher 1966: 95-96, 104, 125-128), en gran parte porque el cacique ya el mando del hermano de Tomás, Dámaso, 6,000 indios quechua y aymara se
había sido amonestado enérgicamente por su esposa y consejera militar, Micaela reunieron en tomo a La Plata, capital de la Audiencia de Charcas, para deman­
Bastidas, por demorar el ataque al Cusco (Campbell 1985b: 179-181; Perú 1980: dar la devolución de los papeles de Tomás Katari y la liberación de sus aliados.
4: 79, 80, 85), lo cual parecía ser la estrategia militar "lógica", dado que la Mientras tanto, en Oruro, blancos e indios se aliaron temporalmente para
ciudad era claramente vulnerable. Sin embargo, el hecho de que Túpac Amaru expulsar a la facción española bajo el control de la familia Rodríguez (Cajías
pensara que era "dueño" de las provincias del Cusco y que éstas debían caer 1986). Con la derrota de Dámaso y Nicolás Katari, en las afueras de La Plata
a sus pies en forma natural se manifiesta en el largo asedio de la ciudad después a fines de marzo por tropas españolas enviadas desde Buenos Aires, las fuerzas
del 28 de diciembre y en su deseo de ser recibido en ella como libertador y no a ymaras, comandadas desde Chayanta, sufrieron una crisis temporal de lideraz­
como conquistador militar (Campbell 1983: 147). Esta interpretación no recono­ go (Albó s.f.: 30-35). Esta situación se resolvió cuando el carismático Julián
ce además las ventajas igualmente importantes que se derivan de neutralizar Apasa tomó el lugar de Tomás Katari y adoptó el nombre de Túpac Katari, en
a los caciques realistas de Azángaro y de extender la ofensiva hacia el Collao, una ceremonia de reencarnación según los dictados del mito de Inkarrí. Basán­
a pesar del hecho de que este retraso permitió que los realistas movilizaran dose en la descendencia de los Katari de los lugares de arriba y de España,
tropas desde Lima hacia el Cusco y fortificaran la ciudad, dando lugar a la Túpac Katari preservó la unidad de la rebelión y la encaminó hacia La Paz
contraofensiva española en abril del año siguiente. (Hidalgo 1982: 23; Valle de Siles 1977, 1980).
Túpac Amaru decidió repentinamente contramarchar al Cusco el 20 de Según Xavier Albó (s.f.: 36), la aparición de Túpac Katari, ligada a la noticia
diciembre, plan que no parece improvisado. Con una fuerza de 6,000 hombres, de la coronación de un Inca en el Cusco, dio una nueva dimensión al movimien­
Diego Cristóbal Túpac Amaru retornó a través de la Raya y atacó al Cusco to. Cuando las fuerzas quechuas avanzaron desde Azángaro hacia el norte, en
desde el norte, mientras que el inca comandaba otra fuerza desde el oeste de los meses que siguieron a la muerte de Túpac Amaru en 1781, las sucesivas
la ciudad, resguardando los territorios altos sobre el río Apurimac. Una tercera victorias de Velille, Sicuani, Yauri, Livitaca y Cara baya les otorgaron el control
columna, bajo el mando de Andrés Castelo -un criollo de Tungasuca y fiel de las provincias de Lampa y Carabaya. También situaron a los rebeldes en
comandante de la más numerosa de las fuerzas rebeldes- completaba este una posición que les permitía obtener más victorias en las provincias del Collado
movimiento de pinza. Los reveses militares sufridos por Diego Cristóbal y por de Larecaja, Sicasica, Omasuyos y Pacajes, camino a La Paz, pero la presencia
Castelo frustraron el plan rebelde de controlar las provincias colindantes de de dos fuerzas distintas causó considerable confusión entre los pobladores. Por
Andahuaylas, lugares que aprovisionaban al Cusco de víveres y de reclutas. ejemplo, Albó (ibid: 36) relata que un minero de Chichas cambió su apellido
La fuerte resistencia de los Pumacahua frustró el esfuerzo de Diego Cristóbal por el de Katari y afirmó ser el "gobernador y embajador" tanto de los Túpac
por sitiar el Cusco, mientras que las tropas de Castelo también sufrieron serias Amaru como de los Katari. Este tipo de comportamiento resultaba común en
bajas. tanto que se esperaba el desenlace de la rivalidad entre ambos caciques. El
astuto Kat(lri también hizo frente al desafío de la supremacía quechua, enmen­
El publicitado asedio al Cusco, iniciado por el Inca el 28 de diciembre, trajo
con�igo_ la deserción de numerosos indios y una resuelta ofensiva por parte de dando la versión anterior sobre su reencarnación para incluir en ella a Túpac
los md1genas leales a la Corona de las provincias aledañas, bajo el mando de Amaru. Señaló que su autoridad, tal como se hallaba explícita en su nombre
sus corregidores y caciques, al tiempo que Pumacahua entró a tallar al frente (amaru=serpiente en quechua, katari=serpiente en aymara) derivaba de ambos
de sus 9,000 hombres, todos ellos de los "ayllus sagrados" del Cusco (Albó líderes (Campbell 1986; Hidalgo 1983; Valle de Siles 1977). Sin embargo, con
s.f.: 29-30). Con el levantamiento del sitio, el 10 de enero de 1781, y el regreso esta actitud Katari pudo establecer una virtual monarquía en Pampajasi, sobre
de los rebeldes a Tinta, la Gran Rebelión entró en otra fase, localizada en las la ciudad de La Paz, donde vivía con su reina y su corte, consultaba oráculos
provincias del sur, cercanas al lago Titicaca. Después de enero, lo que había y, en general, se comportaba ostentosamente como soberano.
comenzado como una revuelta en el Cusco se convirtió en una rebelión atrinche­ Durante el mes de marzo de 1781, las fuerzas quechuas de Azángaro
rada en el Alto Perú. El movimiento también había dejado de ser una simple cooperaron con los aymaras de Chucuito, situado al sur del lago Titicaca, región
revuelta, para convertirse en una Gran Rebelión, con componentes que eran sagrada para los aymaras por ser la matriz de la santa madre Pacha Mama,
tan distintos entre sí-sociológica e ideológicamente- como lo eran de la cultura para expulsar a los españoles de la importante ciudad de Puno. Sin embargo,
española a la que combatían. Estas diferencias se acentuaron con el ascenso al aún en esas circunstancias, los líderes tupamaristas, que formaban un grupo
poder de Julián Apasa Túpac Katari. estrechamente vinculado y elitista y se hallaban bajo el mando de Andrés
Las nuevas de la marcha de Túpac Amaru al Cusco parecieron incrementar Ingaricona (plural de Inkarrí o rey inca), comenzaron a enfrentarse con los
kataristas, más populares y radicales (Valle de Siles 1977: 633-677; Albó s.f.:
la actividad en el Alto Perú, donde estallaron numerosas revueltas y circularon
39). Esto complicó aún más una situación en la que los indios de Chucuito
rumores de_ un levantamiento general durante las ceremonias públicas que
. de la Cuaresma. Sin embargo, cuando la región entre La habían_ luchado al lado de los defensores españoles de Puno, dirigidos por el
marcan el termmo _
corr�g1dor Joaqum de Orellana, mientras que los indígenas del norte atacaban
Paz y Cochabamba se hallaba en efervescencia, Tomás Katari fue capturado
la cmdad. Durante el sitio de _Puno, los comandantes tupamaristas Andrés
en Aullagas y Túpac Amaru fue forzado a retirarse del Cusco hacia Tinta. Bajo
136 CAMl'llU.L IDEOLOCIA Y FACCJONALISMO 137

Quispe y Juan de Dios Mullpuraca pusieron en claro que sólo aceptaban órdenes faccionalismo en la Gran Rebelión pueden ser elucidadas a través del estudio
de Diego Cristóbal Túpac Amaru, y no apoyaron inicialmente las demandas del sitio de La Paz, acontecimiento cumbre de la revolución.
kataristas para la abolición de las obligaciones del tributo y de la mita (O'Phelan Ya en marzo de 1781, los kataristas habían iniciado el sitio de la ciudad
1982: 474). La importancia de tomar Puno, que controlaba la ruta de comercio española de La Paz, y en agosto se les unieron los tupamaristas bajo el mando
entre el Bajo Perú y las minas de plata de Potosí, demandaba, sin embargo, de Andrés Túpac Amaru Inca y Miguel Bastidas Túpac Amaru Inca. Las diferen­
una cooperación. En los meses que siguieron a la captura y ejecución de Túpac cias entre ambos grupos se hacen visibles en la separación de sus acantonamien­
Amaru, con excepción de una recelosa colaboración durante el asedio de objeti­ tos militares: los tupamaristas se situaron en El Alto, a 400 metros sobre la
vos tácticos específicos como la ciudad de Puno en abril, se observó una escasa ciudad en la carretera entre Cusco y Potosí, mientras que los kataristas acampa­
cooperación entre las fuerzas quechuas y aymara, que rivalizaban por dominar ron en Pampajasi, en la carretera entre la Paz y las Yungas, una zona tropical
el Alto Perú. Por ejemplo, durante el segundo sitio de la ciudad, los indios de desde donde los Katari habían antes comerciado con la ciudad en coca y otros
Carabaya lucharon al lado de los quechuas, mientras que los de Pacajes se productos. Estos campamentos no sólo reflejaban la separación física de ambas
quedaron con los aymaras, y hubo también indígenas de Ca banas que apoyaron facciones, sino también simbolizaban el hecho de que la organización katarista
a Orellana y los realistas (Albó s.f.: 41). Por su parte, los tupamaristas se era gobernada por representantes de los 24 cabildos indios de La Paz, algunos
percataban de la ferocidad de la revuelta popular que habían ayudado a desen­ de los cuales eran de origen humilde, mientras que, por su parte, los tupamaris­
cadenar en zonas tales como Chucuito, pero no hacían ningún esfuerzo por tas estaban bajo el mando de élites indígenas y de ladinos (indígenas españoliza­
participar en ella. Por cierto, era tan limitada la autoridad de Túpac Katari, dos) de larga trayectoria tupamarista en el Cusco.
que cuando se inició el tercer asedio a Puno en mayo, el cacique debió solicitar Los conflictos se manifestaban sobre todo a nivel de los líderes de ambas
un salvoconducto en Chucuito para poder viajar a Puno y prestar su ayuda organizaciones. La natural antipatía entre kataristas y tupamaristas se vio acen­
(ibid.: 43). Su presencia era mucho menos importante que la habilidad de los tuada por la juventud de los comandantes tupamaristas en La Paz, Andrés y
tupamaristas para reclutar a los acaudalados indios aymaras de Omasuyos, Miguel Túpac Amaru Inca, si bien el primero inició una relación con la hermana
Larecaja y Chulumani, lo cual condujo finalmente a la toma de la ciudad. Antes de Katari, Gregoria Apasa, quien se convirtió en un nexo irripoi-tante-:::.aunque
de partir, Orellana comunicó a las autoridades de la ciudad de Arcquipa que informal- entre ambos bandos (Campbcll 1986). El hecho de que Andrés Túpac
las fuerzas rebeldes se hallaban profundamente divididas y reconocían como Amaru encarcelara brevemente a Katari por insubordinación, y que Katari se
su rey ya sea a Túpac Amaru o Túpac Katari, pero nunca a ambos (Paz 1786: desquitara ejecutando al lugarteniente tupamarista Pedro Obaya por "ladino,
I: 376). En el Cusco, el juez español Benito de la Mata Linares escribió al Ministro espía e intruso", quejándose de que los tupamaristas se negal>an a tratarlo con
de Indias, José de Gálvez, después de la muerte de Túpac Amaru en mayo, honor y respeto (Lewin 1957: 508; L.E. Fisher 1966: 292, 294, 304), refleja la
para informarle de las diferencias organizativas e ideológicas que separaban desconfianza que reinaba entre ambas organizaciones, si bien es difícil definir
a los tupamaristas, quienes intentaban unir a todos los no españoles, y a los hasta qué punto esta rnptura afectaba el conflicto bélico.
más radicales kataristas, quienes habían empezado a rechazar de plano cual­ El 28 de agosto, los kataristas recibieron noticias de que José Gabriel Túpac
quier alianza (AHM 1781). Amaru Inca había muerto junto con todos sus hijos, con lo cual se demostró
La ascención al poder de Diego Cristóbal Túpac Amaru, en su calidad de que eran falsas las afirmaciones de Andrés sobre su descendencia directa, y
"hermano" de José Gabriel, así como su negativa de reconocer a Túpac Katari los kataristas lo tildaron de impostor (Valle de Siles 1977: 230-231). Durante
como Inca, precipitan el creciente distanciamiento entre ambas facciones regio­ los meses que precedieron a la llegada en octubre del coronel José de Reseguín
nales (Odriozola 1863: 209-211; Szemi:rí.ski 1981: 575). Si bien Diego Cristóbal y sus tropas españolas de Buenos Aires, los dos campos apenas si sostuvieron
tuvo la prudencia de reconocer la autonomía de las provincias aymaras ocupa­ relaciones, pues para ese entonces Katari se había vuelto más irracional y
das por sus tropas a raíz de su conversión en jefe, se empeñó -sin embargo­ caprichoso, mandando ejecutar a cualquiera que no pudiera demostrar que era
en que izaran su bandera y sólo permitió que Túpac Katari ocupara un cargo aymara, y consultando oráculos sobre el futuro. La ideología de Katari pretendía
de tercer nivel en la cadena de mando tupamarista. En un edicto publicado en principalmente castigar a todos los que no hablaban aymara y usurpar sus
mayo, el escriba de Diego Cristóbal, Pedro Obaya, quien había tomado el tierras, programa qúe resultaba repulsivo para los moderados tuparnaristas,
nombre de don José Guaina Cápac, firmó como "Notario Público de la Nueva quienes habían prometido proteger a los 40 españoles de Sorata de todos los
Conquista", poniendo en claro el enfoque tupamarista de la ocupación de las "rebeldes traidores" que quisieran hacerles daño (Valle de Siles 1977: 613�24).
provincias del Collado (Odriozola 1863: 209-211; CDIP 1971-75: II:3:96). Para En consecuencia, los métodos de ambos líderes para contrarrestar el faccionalis­
subrayar las diferencias entre ambos grupos, Diego Cristóbal sólo se refería a mo, es decir, por un lado el estricto llamado a la solidaridad racial aymara y,
Túpac Katari por su nombre español Apasa, y espontáneamente le otorga el por otro, la unión de todas las _personas contrarias a la dominación española,
rango de virrey o marqués, mientras que reserva el término más íntimo de eran en sí divisionistas. Así, las comunidades indígenás afectadas por la rebelión
"hijos" para sus parientes Andrés y Miguel Túpac Amaru y otros lugartenientes se vieron obligadas a escoger entre ellos, corno en el caso de Sicasica, donde
tupamaristas. Algunas de las interrogantes sobre el alcance e impacto de este los miembros del "ayllu grande", todos ellos principales, eligieron seguir a los
138 CAMJ'IJELI. !DEOLOCIA Y FACCIONAL!SMO 139

tupamaristas y no a los kataristas, a cuyas ideas temían tanto como a las de y sobre todo durante la celebración en el Perú del sesquicentenario de la
los españoles (Paz 1786: 1: 376). independencia, los estudios se han centrado en tomo a la rebelión de Túpac
Al ingresar los realistas a La Paz, el 11 de octubre, con una fuerza de 7,000 Amaru en el sur del Cusco, en detrimento de otros movimientos de protesta
hombres, se concedió a los blancos y a los mestizos una segunda oportunidad social que ocurrieron al mismo tiempo en el Alto Perú, en Chile y en Nueva
para protegerse personalmente contra el racismo caprichoso de los kataristas, Granada (Me Farlane 1984; Hidalgo 1982; Moreno Y. 1976). Este enfoque restrin­
muy diferente a la frágil coalición étnica de los tupamaristas. El 18 de octubre, gido soslaya el hecho de que las protestas y las revueltas de mediados del siglo
Diego Cristóbal escribió al Inspector General realista José del Valle, proponien­ XVIII eran fenómenos andinos, protagonizados por pueblos quechuas y ayma­
do una paz independiente y negociada, y subrayando que el acuerdo no incluiría ras, que veían estos actos como parte de una larga tradición de resistencia y
a "Julián Katari, quien no pertenece a este linaje familiar" (BL 1781: Azángaro, rebelión contra el colonialismo español y no como "precursores" de la indepen­
18 de octubre). Mientras que los sobrevivientes kataristas partieron de La Paz dencia de España.
hacia el santuario de la Virgen de Copacabana, situado cerca del lago Titicaca, En años recientes, el desarrollo de la "Nueva Historia" peruana (Kapsoli
Miguel Túpac Amaru Inca entró en negociaciones directas el 3 de noviembre 1984) ha empezado a hacer énfasis en el siglo XVIII como un tiempo de ruptura
con el coronel Reseguín, para lograr poner fin a la guerra. Este tratado permitía con tradiciones anteriores, y a enfocar estas rebeliones como respuestas a fuerzas
que las tropas tupamaristas se dispersaran sin represalias y terminó por otorgar de mercado injustas y protestas contra formas onerosas de colonialismo, tales
a Miguel y Andrés la libertad en el exilio. Por otro lado, Túpac Katari fue como el repartimiento de mercancías, que intensificaba la explotación del exce­
capturado poco después debido a su alianza con Tomás Inga Lipe, un coronel dente de mano de obra y producción indígena (Golte 1980). Mientras que esta
tupamarista de origen quechua, natural de Omasuyos. No está claro si Inga, orientación ha llevado a una mejor comprensión de las dinámicas estructurales
Lipe actuaba en forma personal, para salvarse a sí mismo (Miguel Bastidas y fuerzas de mercado que contribuyeron a fomentar las protestas regionales,
Túpac Amaru Inca había supuestamente prometido a Reseguín que capturaría estos enfoques sociales y económicos siguen situando a los movimientos mis­
a Túpac Katari e Inga Lipe), o si formaba parte de un trato tupamarista más mos dentro de un marco tradicional de oposición al reformismo borbón, en
amplio, donde él no era sino un peón de ajedrez. Durante su juicio, Katari particular en términos de secuencias de datos temporales que correlacionan al
acusó amargamente a los tupamaristas de haberlo traicionado a fin de cobrar estallido de la revuelta con la legalización del repartimiento en 1754.
una recompensa por parte de los españoles (CDIP 1971-75: II:3:164-180). Según A pesar de esta posición, los observadores y jueces españoles reconocieron
Xavier Albó (s.f.: 55-58), quien ha estudiado el tema desde el punto de vista que los tupamaristas habían intentado utilizar un concepto incaico resurrecto
katari, la corte reconoció que muchos indios se habían vuelto contra Katari, como idea legitimadora de una organización y un liderazgo insurrecionales
pero que las pruebas existentes no involucraban a los tupamaristas. Por otro provenientes de lo alto. En consecuencia, decidieron castigar severamente a
lado, el tribunal felicitó a Mi guel Túpac Amaru por haber "subyugado" al estos caciques, hasta el punto de erradicar todo vestigio del antiguo imperio
brutal Apasa, y varios observadores realistas manifestaron que creían que los inca (Rowe 1954; Campbell 1985a). Estos duros castigos dictados contra los
"moderados" Túpac Amaru habían sido liberados por haber contribuido a acusados eran sólo parte de un grupo más amplio de sanciones dirigidas contra
poner fin a la rebelión (Valle de Siles 1977:238-239, CDIP 1971-75:2:3: 146-149). el poder del nacionalismo y la mitología incas, en especial contra el mito de
Inkarrí, del que hicieron uso tanto Túpac Amaru como Juan Santos Atahualpa
antes y Túpac Katari después. Según Hidalgo, es lícito suponer que Túpac
Conclusión Amaru "recibió" el manto de Inkarrí del pueblo del sur del Cusco mucho antes
El 27 de enero de 1782, los rebeldes restantes tupamaristas firmaron un de 1780, y que su contraparte Túpac Katari procedió antes en Chayanta bajo
acuerdo de paz en Sicuani, poniendo fin a las hostilidades de la Gran Rebelión, una "autorización" similar. Ambos lideraron una secuencia de acontecimientos
si bien al año siguiente se produjeron esporádicas revueltas en Huarochirí y ligada no sólo a los excesos del absolutismo borbón, sino también a un mandato
otras zonas, que fueron reprimidas rápidamente. En julio, Diego Cristóbal y no muy claro de presidir sobre los "pachacuti" o cataclismos que revertirían
el resto de los tupamaristas fueron puestos bajo custodia, y los líderes fueron el orden mundial existente y expulsarian a los españoles. Es posible que en
juzgados y ejecutados, en un esfuerzo por librar al virreinato de esta influyente algunas instancias las masas sobrepasaran las demandas del liderazgo rebelde,
familia. Sin embargo, los indígenas y otros simpatizantes de la rebelión mantu­ extendiendo así la dimensión social de la rebelión.
vieron la esperanza, expresada en pasquines, de que su rey hubiera sobrevivido Este punto de vista sobre el conflicto aparece en una carta escrita por Túpac
(Baquerizo 1980: 18; Perú 1982: 274): "Nuestro Inca Gabriel vive, lo juramos, Amaru al Oidor General José Antonio de Areche, el 5 de marzo de 1781, en la
pues, como rey porque viene legalmente, y lo recibimos, y todos los indios que se compara con el pobre pastor David que intentaba liberar a Israel de los
perciben que defiende sus derechos". faraones mediante la derrota del cruel guerrero Goliat (CDIP 1971-75: II:2: 521-
Nuestro breve repaso de la relación entre ideología y organización en la 531; Klaiber 1982). Si bien Túpac Amaru no pudo predecir la victoria, el uso
Gran Rebelión sugiere la necesidad de reevaluar los movimientos sociales de la parábola señala que los desaventajados pueden vencer si están moralmente
andinos dentro de su verdadero contexto cultural e ideológico. Históricamente, en lo justo, y el resultado seria que el Estado español quedaria desacreditado
i.- �.

14Q CAMPBELL

para siempre. Corno se desprende del cuidadoso análisis de Szerniñski de la


enorme cantidad de testimonios sobre la Gran Rebelión, los rebeldes aceptaban
la religión española y la autoridad de la Corona a través de una compleja visión
del mundo que unía a dios, el rey e Inkarrí en un triunvirato (Szerniñski,
capítulo 6 en-este volumen). Eran fieles vasallos de la Corona y de la Iglesia,
que sólo se habían rebelado para expulsar de su patria a los extranjeros inmora­
les, tales corno los corregidores (Pero 1980: 4: 347).
La reutilización del mito de lnkarrí por parte de Túpac Amaro parece haber
sido aceptada en los confines del sur del Cusco. Sin embargo, este concepto,
que se basaba en el dualismo de la cosmología andina y acordaba un lugar
tanto a la religión católica corno a las creencias nativas y a la autoridad secular,
daba lugar a tensiones y ambivalencias por parte de los sacerdotes, de los
caciques y de las comunidades indígenas, que intentaban adaptarse a un movi­
miento que a veces resultaba contradictorio en sus términos. Sin embargo,
mientras que el liderazgo rebelde luchaba con la aceptación de la religión
española y el rechazo de la ideología hispana, se hizo cada vez más dependiente
del mito de Inkarrí.en su acepción cusqueña. De este modo, cuando el movi­
miento tuparnarista puso la mira sobre el Alto Pero después de la muerte del
Inca, se enfrentó a un movimiento aymara con el que entró en conflicto en el
ámbito social, económico, político e ideológico. Los ayrnaras no se basaban en
una unión de paisanos, sino en la exclusión de cualquiera que tuviera la piel
blanca, y eran hostiles al imperialismo quechua. Es necesaria una investigación
más profunda para esclarecer la naturaleza y el alcance de este faccionalismo,
y su relación con los sistemas andinos de creencias y las tradiciones orales que
han fomentado la rebelión en la América andina desde los tiempos del naciona­
lismo inca.

DOCUMENTACION CITADA
Archivos referidos

AGI (Archivo General de las Indias, Sevilla)


1780 Audiencia de Lima 1084. José Antonio de Areche a José de
Gálvez, Lima, 3 de Noviembre, 1780.
1781 Audiencia de Cusco 32. "Autos seguidos ... contra Ypolito
Tupac Arnaru". Cusco, 7 de Mayo, 1781.

AGN (Archivo General de la Nación, Lima)


1780 División Colonia, Sección Gobierno, Leg. 93, Exp. 2041. Repor­
te de Manuel de Bodega, Paria, 21 de Octubre, 1780.

AHM (Archivo Histórico, Madrid)


1781 Colección Benito de la Mata Linares, 55: 84-87.

BL (Bancroft Library, University of California, Berkeley)


1781 Documentos de la Rebelión de Tupac Amaru. Box Z-D.

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