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Universidad Autónoma de Bucaramanga

Programa de psicología
Grupo de investigación: Violencia, Lenguaje y Estudios Culturales
Semillero de investigación Sujeto y psicoanálisis
Relatoría: "La resistencia y las defensas", Tercera clase de Los escritos técnicos de
Freud, Seminario 1 de Jacques Lacan.

“Si algo hace la originalidad del tratamiento analítico es justamente el haber percibido,
desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto consigo mismo. El
hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento, consiste en haber puesto esta relación en
conjunción con el sentido de los síntomas. El rechazo de este sentido es lo que le plantea
al sujeto un problema. Este sentido no debe ser revelado, debe ser asumido por él”

La resistencia y las defensas corresponde a la tercera clase del seminario 1, Los


escritos técnicos de Freud, de Jacques Lacan, intervención en la que el psicoanalista
francés problematiza la noción de resistencia, interroga su función en el análisis y formaliza
algunas puntualizaciones de carácter clínico. En primer lugar, Lacan retoma la polémica
conjetura de Z, un asistente que interviene en la clase anterior destacando el autoritarismo
de Freud como supuesto inaugural del método psicoanalítico, para mencionar lo paradójica
que le resulta esta conjetura, pues, aquello que constituye la originalidad del descubrimiento
freudiano, señala el autor, es el haber percibido la relación problemática del sujeto consigo
mismo, poniéndola en conjunción con el sentido de los síntomas. Ahora bien, este sentido
no debe ser revelado por un otro, sino asumido por aquel que lo padece, cuestión que llevó
a Freud a renunciar a la hipnosis; así, enfatiza Lacan, la técnica del psicoanálisis no puede
funcionar sino “respetando a la persona humana”, permitiendo que el paciente emerja en
tanto sujeto.

A la luz de lo anterior, el autor cuestiona la idea de que la técnica analítica tenga por
principal objetivo forzar la resistencia del sujeto, caracterizando esta apuesta como un estilo
analítico inquisitorial, pues le subyace la idea de una mala voluntad fundamental del sujeto,
ante lo cual habría que anteponer una actitud vigilante, presta a identificar el hallazgo o la
posición en la que se ha colocado para hacer inoperante cualquier intervención del analista.
Con el fin de ilustrar lo anterior, Lacan retoma un artículo sobre la contratransferencia
publicado en la edición de 1951 del International Journal of Psychoanalysis, señalando el
modo en el que este delimita ciertas coordenadas sobre la técnica que orientan el desarrollo
del análisis exclusivamente en el hic et nunc, el “aquí y ahora” del forcejeo con las
intenciones del sujeto en el transcurso de la sesión. Incluso, si aquel que consulta trae al
análisis un fragmento del pasado, este sólo tiene valor en la interlocución presente, en la
intención que adquiere al interior del tratamiento; así, si el paciente relata sus
encontronazos con el tendero, en realidad lo hace para insultar y molestar a aquel al que
se dirige, al analista. Aunque el autor va a señalar que algo de verdad se aloja en este
planteamiento, hace un llamado a la prudencia, puntualizando que no se puede hacer del
mismo un universal, un axioma que funcionaría para todos los casos.

Acto seguido, Lacan fundamenta su postura haciendo referencia a un caso relatado


por la psicoanalista vienesa Annie Reich. Se trata del análisis de alguien cuyo campo de
actividades es cercano al psicoanálisis, quien es invitado a dar una disertación en la radio
sobre un tema que interesa profundamente a la analista, intervención que se lleva acabo
algunos días después de la muerte de la madre del paciente; significativa pérdida ante la
que, a pesar de encontrarse sumamente afectado, había logrado cumplir con sus
obligaciones “de un modo particularmente brillante”. Durante la siguiente sesión, este se
presenta en un estado de estupor, no logra articular palabra, ante lo que la analista
interpreta: “usted está en este estado porque piensa que estoy muy resentida por el éxito
que acaba de obtener el otro día en la radio, hablando de ese tema que como usted sabe,
me interesa en primer término a mí”. Respecto a esto último, Lacan va a caracterizar la
interpretación del analista como una interpretación-choque, pues, aunque el sujeto se
recobró del estado en el que estaba, le tomó dos años reestablecerse; en consecuencia,
establece una diferencia entre intervenciones que tienen efectos en el orden de la
adaptación, al devolver al paciente la unidad de su yo, y aquellas que son eficaces en el
sentido estructurante de la palabra, verdaderas en términos del análisis y cuya justeza se
pone a prueba en el material que pueda traer el sujeto, aquello que pueda producir respecto
de esta.

Por otro lado, Lacan señala que Reich deja de lado el trabajo de duelo que estaba
atravesando su paciente, al que había logrado sobreponerse invirtiendo sus reacciones,
adquiriendo una actitud pseudo-maníaca que se relacionaba con el estado crítico en el que
había llegado a la siguiente sesión; omisión que atestigua el modo en el que las
interpretaciones fundadas en la significación intencional del acto del discurso, en el
momento presente de la sesión, están sometidas a las contingencias que el compromiso
del ego del analista implican. En razón de lo anterior, el autor precisa aquello que quiere
destacar del análisis del caso; no se trata de que el analista, “el único sujeto analizante”,
haya experimentado celos, dado que se estaría en la vía del ideal de la objetividad y se
trataría, más bien, propone Lacan, de no ceder ante los sentimientos, poniéndolos en su
lugar y usándolos adecuadamente en su técnica. Aquello que le parece importante
interrogar corresponde a la determinación técnica que autorizó a Annie Reich a lanzar la
interpretación anteriormente mencionada de entrada y de modo directo, una interpretación
que se juega en la dimensión del yo, de ego a ego, de igual a igual; cuyo fundamento sería
el mecanismo de la proyección, aquella que tiene lugar desde el momento en que se pone
a dos sujetos en el mismo campo, sin considerar la mediación de un tercer término, el
lenguaje.

Considerando lo anterior, Lacan retoma el problema de la resistencia, ofreciendo


algunas indicaciones respecto de su relación con las defensas. Primeramente, referencia
el séptimo capítulo de La interpretación de los sueños, texto en el que se formaliza una
primera definición de la noción de resistencia en función de la clínica, para destacar que
Freud la caracteriza como “Todo lo que destruye/suspende/altera/la continuación del
trabajo”; afirmación que diferenciará de su ambigua traducción, “Todo obstáculo a la
interpretación proviene de la resistencia psíquica”, confrontándole con la siguiente pregunta
que aparece en una nota al píe del texto anteriormente mencionado, ¿el padre del paciente
muere, es esto acaso una resistencia? Así, Lacan precisa que, en lo que respecta a la
resistencia, está en juego, no la curación ni el síntoma, sino la prosecución del trabajo en
el análisis, trabajo que corresponde a la dimensión de la palabra, a la asociación verbal
determinada por la regla fundamental de la asociación libre.

Ahora bien, considerando que en este trabajo con la palabra, al interior del
dispositivo analítico, tiene lugar la revelación del inconsciente, se formula la siguiente
pregunta, ¿de dónde proviene la resistencia? Lacan menciona que ni en Los estudios sobre
la histeria (1895) ni en La interpretación de los sueños (1899) se encuentra algún indicio
que permita considerar que esta proviene del yo. Sin embargo, en La represión, texto de
1915, se propone que la resistencia es producida del lado de lo consciente, pero regulada
por su distancia respecto de lo originalmente reprimido; es decir, conservando un vínculo
con el contenido del inconsciente. Entonces, interroga el autor, ¿De la interpretación de los
sueños hasta 1915, período considerado intermedio en la obra de Freud, qué es lo que se
considera como originariamente reprimido? Se trata del pasado, un pasado que debe ser
restituido por el sujeto y del que Lacan destaca su ambigüedad y los problemas que esta
suscita en lo ateniente a su definición, naturaleza y función.

Esta última problemática también interrogó al padre del psicoanálisis, quien se


preguntó ¿qué es el trauma?, pues su experiencia clínica le mostraba que la dimensión
fantasmática de este es más importante que su dimensión de acontecimiento, la cual pasa
a un segundo plano en el orden de las referencias subjetivas. No obstante, Freud conservó
testarudamente el problema de la fecha del trauma: “¿quién sabrá jamás lo que vio? Pero,
lo haya visto o no, sólo puede haberlo visto en una fecha precisa”; cuestión que Lacan
retoma para afirmar que en toda la obra freudiana es central la perspectiva del
reconocimiento y de la historia, en tanto síntesis presente del pasado que opera como
centro de gravedad del sujeto. Ahora bien, ¿cómo se ejerce la resistencia en este plano?
Para dar cuenta de este interrogante, se cita un caso trabajado por Freud en el que él,
quien conocía la historia que se supone inquietaba a su paciente, le relata lo sucedido y, en
cada oportunidad, ella responde con una pequeña crisis de histeria, responde con su
síntoma, actúa aquello que no ha logrado poner en palabras; ¿es esta una resistencia?,
Lacan deja abierto el interrogante.

Posteriormente, se citan los Estudios sobre la histeria (1895), destacando la


definición que ofrece Freud en dicho texto respecto del nódulo patógeno como aquello que
se busca, pero que el discurso rechaza, “la resistencia es esa inflexión que adquiere el
discurso cuando se aproxima a este nódulo”; consecuentemente, propone Lacan, habrá
que profundizar en el sentido de ese discurso, de carácter histórico, para dar con algunos
indicios respecto de la cuestión de la resistencia. Para finalizar, el autor señala el modo en
el que, en la técnica hipnótica, puerta de entrada a la técnica psicoanalítica, el paciente
actúa el discurso histórico que le concierne, lo que tiene fugaces efectos terapéuticos; sin
embargo, esta dramatización no resulta suficiente, ¿qué significa, entonces, la asunción por
parte del sujeto de sus propias vivencias?, se pregunta Lacan, ¿qué significa el discurso
que obligamos al sujeto a sostener en el dispositivo analítico, aquel del que debe hacerse
cargo?, lo que le llevará a cerrar con un interrogante por el sujeto del discurso.

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