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1, 2 y 3
Cada momento en este continuo del curso del poder planetario fue marcado por
una revolución: la mercantil del siglo XIV, la industrial del XVIII y ahora la
tecnológica del siglo XX, que se proyecta hacia el actual. Esta última revolución –
la tecnológica- es fundamentalmente comunicacional.
La ciencia penal y criminológica se trata siempre del poder. También es cierto que
incluso el concepto de ciencia depende del poder que decide qué tiene ese
estatus. Por eso, cuando se habla de ciencia penal o de ciencia criminológica,
puede ponerse en duda lo de ciencia. La cuestión de la realidad, en este como en
tantos otros ámbitos, es algo problemático, en particular cuando vivimos una era
mediática, en que todo se construye.
Las leyes penales, ahora las hacen los asesores de los políticos, conforme a la
agenda que les marcan los medios de comunicación. Por eso, los penalistas
tampoco hacen hoy leyes penales.
Se preguntaran qué es lo que saben estos señores acerca de la realidad del delito.
Lo mismo que cualquier vecino que lee diarios y mira televisión, porque el
penalista se ocupa de la ley, no de la realidad.
Lo que pertenece al mundo del ser, en el que vivimos todos los días. De esto se
ocupa la criminología precisamente, donde convergen muchos datos que
provienen de diferentes fuentes: sociología, economía, antropología, disciplinas
psi, historia, etc. Que tratan de respondernos qué es y qué pasa con el poder
punitivo, con la violencia productora de cadáveres, etc.
La criminología pasó por diferentes etapas. Primero se preguntó por las causas
del delito, lo que se llamó criminología etiológica, y trataron de responderle los
demonólogos, los juristas y los filósofos, hasta los médicos, los psicólogos y los
sociólogos. Mucho más recientemente advirtió que el poder punitivo también era
causa del delito, y paso a analizarlo y a cuestionarlo, con diferente intensidad
critica.
El poder punitivo parece que siempre ha estado allí, pero no es así. El humano es
social, no sobrevive aislado, y en toda sociedad hay poder y coerción. Todo grupo
humano conoció siempre dos formas de coerción. Una es la coerción que detiene
un proceso lesivo en curso o inminente. Eso que hoy se llama coerción directa, en
otra época se llamaba poder de policía, y en el estado está regulada por el
derecho administrativo.
Otra es la coerción que se practica para reparar un daño. Esta es hoy propia del
derecho civil y de otras ramas del derecho.
Las dos formas de coerción antes referidas resuelven los conflictos. Peor cuando
en la coerción reparadora alguien que manda dice el lesionado soy yo y aparta al
que realmente sufrió la lesión, allí es cuando surge el poder punitivo, o sea,
cuando el cacique, rey, señor, autoridad o quien sea, reemplaza a la víctima, la
confisca.
El cabo de este ejército social fue el pater, bajo cuyo mando quedaron todos los
seres inferiores: mujeres, niños, siervos, esclavos, animales domésticos. El
patriarcado no es más que el poder de los cabos y sargentos de la sociedad
corporativa, fruto del primer paso de la disciplina vertical. El propio pater imponía
los castigos a los seres inferiores.
A esta inyección legal de los primeros juristas se la llamo recepción del derecho
romano. Todo lo que se diga en criminología es político, porque siempre será
funcional o disfuncional al poder, lo que no cambia aunque quien lo diga lo ignore
o lo niegue.
Quiero decir que los discursos legitimantes del poder punitivo de la edad media
están plenamente vigentes, hasta el punto de que la criminología nació como
saber autónomo en las postrimerías del medioevo y fijo una estructura que
permanece casi inalterada y reaparece cada vez que el poder punitivo quiere
liberarse de todo limite y desbocar en una masacre.
La estructura inquisitorial.
3- Su frecuencia es alarmante, nos dicen por televisión todos los días y a toda
hora: en nuestro país hay más crímenes que en cualquier otro.
10- La inferioridad puede extenderse: las hijas de las brujas tenían predisposición
a la brujería. Hay que matarlo si es inferior genéticamente, como hacían los nazis.
13- Los inquisidores niegan los daños colaterales, afirmando que no hay terceros
inocentes, sino que siempre el castigo es merecido.
20- A la mujer no se la torturaba para que confesase, sino para que revelase los
nombres de sus cómplices. Toda emergencia cuida que la clientela no se termine.
Las brujas se las sacaron del campo de los juristas y se las dejó en manos de los
médicos, de modo que estos las pudiesen meter en los manicomios. De este
modo no se pensaba formalmente a las mujeres, pero materialmente se las
privaba de libertad hasta su muerte o poco menos.
Cualquier discurso crítico del poder inquisitorial y del poder punitivo en general,
desde 1631 hasta la fecha, destaca 1) el incumplimiento de sus fines manifiestos
por el poder punitivo 2) la función de los medios de comunicación 3) de los
teóricos convencionales legitimantes 4) para el poder político o económico 5) la
automatización policial y 6) la corrupción o reeducación autónoma.
Como no existe poder sin discurso, en la segunda parte del siglo XVIII fue
tomando cuerpo el saber de las corporaciones de los filósofos y pensadores en el
campo político general y, por ende, el de los juristas que seguían sus lineamientos
limitadores del poder punitivo. Así nació el Iluminismo, el siglo de las luces o de la
razón y su amparo el llamado derecho penal liberal.
En el campo criminológico, esta doble corriente dio lugar a dos órdenes teóricas:
el utilitarismo disciplinante y el contraactualismo. Los utilitaristas se basaban en
que era necesario gobernar deparando la mayor felicidad al mayor número de
personas.