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Saber cantar, bailar, crear el acompañamiento para una melodía, hablar sobre la música,
aprender a disfrutar del silencio… Cuando un adolescente termina la enseñanza obligatoria
tiene que tener desarrolladas una serie de capacidades musicales.
¿Qué aprendizajes musicales se consideran básicos para que una persona tenga los recursos
necesarios para situarse activamente ante las manifestaciones culturales que le rodean?
Según Zaragoza, un buen escuchador sabe que su habilidad le exige una actitud activa ante la
música y un conocimiento de los diversos contextos en los que puede darse la percepción
musical. El autoconocimiento de las prestaciones cognitivas propias le permitirá activad los
procesos atencionales necesarios para extraer la máxima información y satisfacción del acto de
escuchar, adaptándose a las circunstancias del formato dado. Competencia musicológica es la
capacidad de conceptualizar la terminología musical, identificando, comprendiendo,
relacionando y transfiriendo todos aquellos conocimientos declarativos que constituyen los
materiales que utiliza el discurso musical. “¿Qué podemos hacer con la música además de
escucharla, interpretarla o crearla? Hablar de ella, de lo que nos sugiere y nos emociona, de su
significado, de su estilo de su estructura, de su función “de todo aquello de la música que las
palabras pueden expresar.” Zaragoza (2009:76) Las palabras denotan los conocimientos que
poseemos.
Por último, con los aprendizajes de las actitudes y valores sociales que promueve la educación
musical incidimos en la competencia instrumental o axiológica. “Es la capacidad de tomar
conciencia de las posibilidades de transferencia que desarrolla la escucha y la práctica musical
respecto a las habilidades del pensamiento global y secuencial y otras habilidades cognitivas
descritas anteriormente.”