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Sergio Quezada
Fernando Robles Castellanos
Anthony P. Andrews
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SECRETARÍA DE RECTORÍA
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ISBN: 978-607-9405-00-7
Lib-UADY
Mapa general
17
Cronología
19
Introducción
21
Parte I
De los remotos pobladores a los albores de la civilización maya
yucateca
Los primeros pobladores 47
Anthony P. Andrews | Fernando Robles Castellanos
1. LAS TIERRAS ALTAS Y LA COSTA DEL PACÍFICO 48
2. LAS TIERRAS BAJAS DEL SUR
49
3. LAS TIERRAS BAJAS DEL NORTE
53
4. PREHISTORIA YUCATECA TEMPRANA
60
Producción y comercio
187
Geoffrey E. Braswell
1. LA ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN 188
2. TIPOS DE INTERCAMBIO
190
3. MERCADOS VERSUS SISTEMAS DE MERCADO
191
4. EL COMERCIO EN EL CLÁSICO TEMPRANO
192
5. EL COMERCIO EN EL CLÁSICO TARDÍO 196
6. EL COMERCIO EN EL CLÁSICO TERMINAL
199
7. CONCLUSIONES
203
Parte III
La civilización maya yucateca.
Renovación y fragmentación política, 1100-1542
La transición de Chichén Itzá-Mayapán,
ca. 1000-1100 d.C. 301
Carlos Peraza Lope | Marilyn A. Masson
1. PERSPECTIVA INTERNA DEL SIGLO XI
303
2. CERÁMICA Y CAMBIO SOCIAL
305
3. ARQUITECTURA TEMPRANA EN MAYAPÁN 306
4. SECUENCIA DE LAS CAPITALES
307
El colapso maya
Las causas del colapso y el casi total abandono de cientos de ciudades y pue-
blos mayas en toda la península de Yucatán durante el transcurso de poco
más de un siglo, no son claras. Aunque la mayoría de las explicaciones posi-
bles han sido insistentes, y aún se está lejos de un consenso, la causa principal
del fin de la civilización maya del Clásico fue una sequía severa y prolongada
que afectó toda Mesoamérica.
A principios del siglo XX, Sylvanus G. Morley, uno de los primeros
grandes arqueólogos mayistas observó que antes del 900 d.C. dejaron de
erigirse las inscripciones jeroglíficas y de realizarse construcciones monu-
mentales en las Tierras Bajas del sur, en tanto en las del norte, en Yucatán
y Quintana Roo, la sociedad maya continuó floreciendo hasta mucho tiem-
po después, especialmente en Chichén Itzá y, posteriormente, en Mayapán.
También sugirió que ocurrió una emigración del sur al norte tras el colapso
del sistema agrícola en las tierras del sur —ocasionado por la sobrepobla-
ción—, por lo que caracterizó a las ciudades de esta región con el nombre de
Viejo Imperio y las de Yucatán con el de Nuevo Imperio. Sus exploraciones
lo convencieron de que los asentamientos del Clásico Tardío eran mucho
más grandes y numerosos que los del Clásico Temprano, lo que condujo a
un colapso rápido y catastrófico. Por su parte, J. Eric S. Thompson, el per-
sonaje más influyente entre los estudiosos de los mayas de mediados del siglo
XX, atribuyó el colapso, tanto en el sur como en el norte, a una revuelta de
las clases bajas, cansadas de construir templos para la clase sacerdotal. Se
ha sugerido que esta teoría estuvo influenciada por los procesos políticos y
revolucionarios de Europa y Rusia de principios del siglo XX.
A medida que se obtuvo más información sobre los antiguos mayas,
las explicaciones del colapso tendieron a incluir varios factores. El primer
intento por lograr un consenso se gestó en 1973, cuando Gordon R. Willey
y sus estudiantes señalaron que el número de sitios y la población total en
las Tierras Bajas crecieron enormemente durante el Clásico Tardío, y que
después del año 771 d.C. aproximadamente, en las Tierras Bajas se dio un
Las inscripciones encontradas en los sitios más importantes del Clásico do-
cumentan un sistema de gobierno encabezado por un gobernante dinástico
con una autoridad divina. ¿Pudo este sistema ser demasiado burocrático,
inflexible e irresponsable frente a las tensiones crecientes? Pese a que este
sistema desapareció después del Clásico, no está claro si sus defectos fueron
la causa del colapso. Aunque los linajes reales y la élite, al parecer, estuvie-
ron distanciados de las masas populares, algunos arqueólogos creen que en
ciertos lugares de la sociedad maya se desarrollaba de manera importante
una especie de clase media.
Otros estudiosos sostienen que la causa principal del colapso de las
ciudades mayas en algunas partes, y quizá incluso en la totalidad de las Tie-
rras Bajas durante el Clásico Tardío, fueron las guerras constantes y genera-
lizadas; y su persistencia habría interrumpido el comercio, y sin circulación
de productos extranjeros las poblaciones subordinadas se habrían desabaste-
cido. Sus argumentos son que que durante el Clásico Tardío las ciudades y
pueblos en las Tierras Bajas crecieron en número y tamaño, aumentaron los
monumentos de piedra labrada que refieren los conflictos entre diferentes
sitios durante el Clásico Tardío, así como la construcción apresurada —y a
veces sin concluir— de murallas alrededor de los edificios centrales en algu-
nos sitios del Clásico Terminal en Yucatán y en Guatemala. Las familias de
y 1000 d.C. todas las grandes ciudades mayas del Clásico dejaron de erigir
edificios y monumentos con inscripciones, y en su mayoría fueron abando-
nadas. Durante estos años, la población de las Tierras Bajas declinó cerca del
90 por ciento y se mantuvo aproximadamente en este nivel durante siglos.
El término colapso es apropiado debido a que estos cambios dramáticos tu-
vieron lugar en todas partes, desde Yucatán hasta Honduras, a pesar del re-
surgimiento durante el Posclásico.
Una mirada de lo que ocurrió en varios sitios de las Tierras Bajas al final
del Clásico, especialmente en Yucatán y Campeche, permite reconstruir los
patrones cronológicos regionales y generales del colapso, delineados líneas
atrás. Se toma como punto de partida la gran ciudad de Calakmul, ubicada en
la parte centro-sur de Campeche que, en su apogeo, tuvo una población cer-
cana a los 50 000 habitantes y fue la capital de un reino de hasta un millón de
pobladores. La ciudad produjo su última inscripción antes del año 900 d.C.;
y aunque durante el siglo IX perdió cerca del 90 por ciento de sus habitantes,
al parecer declinó más lentamente. Su caída corresponde aproximadamente
a la misma época que la de Tikal, que también resistió más tiempo que los
centros urbanos mayas del este y el oeste.
En el este, los sitios de la región de Tres Ríos, en el noreste de Gua-
temala y el noroeste de Belice, entre ellos La Milpa, Río Azul, Kinal y La
Honradez, también experimentaron su apogeo demográfico durante el Clá-
sico Tardío. Hacia el 850 d.C., la mitad de la población de esta región había
desaparecido, y entre el 900 y el 1250 d.C. se redujo a solo un 5 por ciento
de lo que tenía durante el Clásico Tardío. En la ciudad fortificada de Becán,
en el sur de Campeche, la construcción de edificios importantes aparente-
mente continuó hasta alrededor del año 900 d.C., pero poco después el sitio
y la región fueron prácticamente abandonados.
Aunque la posibilidad de una sequía como un factor del colapso de los mayas
se planteó desde hace tiempo, no fue sino hasta principios de la década de
1980 cuando algunos arqueólogos mayistas reportaron evidencias que suge-
rían que durante los últimos milenios ocurrieron inestabilidades climáticas,
con la alternancia de periodos de clima relativamente húmedo y otros de se-
quía severa. En los documentos históricos, elaborados desde la llegada de los
españoles a Yucatán hasta la época moderna, se registra la existencia de varias
etapas de sequía devastadora, lo que aumenta la factibilidad de la recurrencia
de patrones climáticos similares en los siglos precedentes. Esta intrigante,
aunque no concluyente correspondencia entre los datos arqueológicos y los
ambientales, condujo a realizar, en la década de 1990, análisis químicos de
sedimentos oceánicos y lacustres. Estos estudios, en los que participaron
geólogos, químicos y otros especialistas en ciencias marinas, climáticas y
ambientales, arrojaron pruebas directas de que el colapso de los mayas del
Clásico ocurrió durante un lapso intermitente de reducción de las lluvias.
Ahora se sabe que esta sequía abarcó más allá del área maya, se extendió a
otras regiones de Mesoamérica. Durante el mismo periodo ocurrieron largas
y severas sequías en las mismas latitudes en África y China. Las fluctuacio-
nes en la intensidad de la sequía —a lo largo de casi 300 años— se pueden
relacionar con los ciclos de perturbación política en diferentes partes de las
Tierras Bajas mayas.
Las evidencias más confiables de fluctuaciones climáticas durante el
Holoceno (10000 a.C.) en las Tierras Bajas mayas provienen de núcleos se-
dimentarios obtenidos entre 1993 y 2004 en la laguna Chichancanab, situa-
da a unos 80 kilómetros de Chichén Itzá, y en Punta Laguna, justo al norte
lecho. Aunque dicho río está situado en América del Sur, sus patrones esta-
cionales de lluvia y sequía son similares a las lagunas yucatecas, de manera
que el modelo paleoclimático que se pude reconstruir de ambas regiones
resulta similar.
Para determinar el grado de arrastre de sedimento fluvial y, en con-
secuencia, la cantidad de lluvia, se midieron cantidades relativas de titanio
en núcleos de sedimentos obtenidos mediante perforación. El estudio de los
estratos anuales indicó la presencia de sequías alrededor del 760 d.C. (cinco
años de duración), 810 d.C. (nueve años de duración), 860 d.C. (tres años
de duración) y 910 d.C. (seis años de duración), así como otra al final del
Preclásico. Los resultados obtenidos de las lagunas de la península de Yuca-
tán y de la cuenca del Cariaco indican la existencia de sequías en intervalos
de unos 50 años y en ciclos recurrentes de 208 o 213 años. Aunque se des-
conoce la razón de estos intervalos regulares, podrían estar asociados con los
ciclos de incremento en la actividad solar.
Las Tierras Bajas del lado del Pacífico de Guatemala y Chiapas sufrie-
ron sequías similares a las experimentadas en las Tierras Bajas del norte. En
2005 se presentaron los resultados de investigaciones realizadas en pantanos
de manglares costeros cercanos a la frontera entre México y Guatemala que,
sustentadas en el análisis de granos de polen, de fitolitos y de los porcentajes
de carbón orgánico y de carbonato de calcio, sugieren que a fines del Preclá-
sico existió un periodo de sequía, junto con otro más largo y variable entre
el 700 y el 1480 d.C. Sin embargo, a diferencia de las Tierras Bajas, la sequía
en la costa del Pacífico se mantuvo durante la mayor parte del Posclásico, en
vez de finalizar antes del año 1100 d.C.
En 2011 se publicó un informe sobre una sequía en el centro de Mé-
xico durante el Clásico Terminal. Con base en un análisis de los anillos de
troncos de ciprés calvo —se incluyeron 74 núcleos obtenidos de 30 árbo-
les— del municipio de Amealco, ubicado a 60 kilómetros de Tula, se formó
una cronología anual continua desde el año 771 al 2008 d.C. La secuencia
revela que ocurrieron sequías alrededor del 810 y el 860 d.C. —los mismos
años identificados en los estudios de las lagunas de la península de Yucatán
y de la cuenca del Cariaco—, así como una tercera, más larga y severa, entre
el 897 y el 922 d.C., periodo que se identifica como uno de clima relativa-
mente húmedo entre dos largas etapas de sequía en las Tierras Bajas mayas
del norte. La cronología de Amealco muestra un caso de sequía aún más in-
tensa entre 1149 y 1167 d.C., posiblemente la extensión —hasta el centro
de México— de sequía más extrema de los últimos 1 000 años, originada
en el occidente de Norteamérica. Se cree que el colapso de Tula ocurrió
aproximadamente en la misma época de la sequía que facilitó la conquista del
centro de México por los españoles.
También se ha documentado la existencia de sequías severas en lugares
tan alejados del área maya como la región semiárida del Sahel, en África (ha-
cia 800-1000 d.C.), y la costa sureste de China (hacia 750-900 d.C.). ¿Qué
se puede concluir de lo anterior? Quizá lo más importante es que hay pocas
dudas de que ocurrió una gran sequía entre los años 760 y 1050 d.C. apro-
ximadamente, en la latitud de la península de Yucatán, en toda Mesoamérica
y en otras áreas del mundo. Las evidencias proceden de múltiples fuentes:
sedimentos estratificados en lagos, cuencas oceánicas y pantanos de mangla-
res; la aplicación de diversos métodos de análisis y el uso de varios agentes,
entre ellos el yeso, el titanio, isótopos estables del oxígeno, polen, fitolitos,
depósitos de cavernas, espeleotemas, depósitos orgánicos y de carbonatos y
anillos de troncos de árboles. Sin embargo, todas estas fuentes y agentes dan
resultados notablemente coherentes. La duración de la gran sequía del Clási-
co Terminal fue de 250 a 300 años y, al igual que las fluctuaciones climáticas
de mayor duración del Pleistoceno y el Cenozoico, experimentó intervalos
alternativos de sequía y humedad (o de frío y calor).
El área maya es extensa y heterogénea, y la duración e intensidad de
los intervalos climáticos variaron de una región a otra. Un ejemplo es la
aparición de un clima más húmedo en Punta Laguna, Quintana Roo, hacia el
año 1050 d.C., mientras que en la laguna de Chichancanab la sequía severa
continuó hasta el año 1100 d.C. Una diferencia notable se observa en el fin
de la sequía del Clásico Terminal en las Tierras Bajas mayas, hacia 1050 o
1100 d.C.; en tanto que en la cercana región de la costa del Pacífico imperó
una fuerte sequía hasta cerca del año 1500 d.C. Aunque la nueva cronología
de las sequías obtenida de los anillos de troncos de árboles en el centro de
México muestra cierta coincidencia con las Tierras Mayas del norte, la que
ocurrió en el centro de México alrededor de la época del colapso de Tula pa-
rece haber correspondido a un intervalo de clima más húmedo en las Tierras
Bajas mayas. En este sentido, posibles símiles y diferencias climáticas entre
las regiones vecinas deben verificarse antes de hacer conjeturas.
Ante las nuevas evidencias de una sequía variable, pero muchas veces severa,
durante el Clásico Terminal y los primeros años del Posclásico, y el abando-
no de casi todos los sitios de las Tierras Bajas mayas, se puede concluir que
la prolongada sequía y el colapso tuvieron una relación de causa-efecto. A
medida que se prolongaba la escasez de agua, casi con certeza, una alta den-
sidad poblacional —la más elevada en la historia del área maya— agravó una
creciente tensión social. Los sistemas de agricultura intensiva de los mayas
eran capaces de alimentar a la población, pero en condiciones de una preci-
pitación pluvial adecuada. Aunque la deforestación y el deterioro ambiental
pudieron tener un papel importante, evidencias recientes proponen que no
influyeron en todos los sitios.
Después de casi 3 000 años de agricultura en las Tierras Bajas, los
mayas ya habían aprendido a administrar los recursos naturales. A medida
que la escasez de alimentos y agua afectaba ciudades y regiones enteras, las
pugnas por el control de los recursos limitados seguramente aumentaron.
Sin embargo, los conflictos locales y regionales en realidad eran síntomas de
problemas ambientales más profundos.
Una crítica que a veces se esgrime contra el planteamiento de la sequía
como factor importante en el colapso, es que el declive social y despobla-
miento en las Tierras Bajas del norte no ocurrió de manera súbita, sino que
comenzó alrededor del año 760 d.C. a lo largo del Usumacinta y luego se
produjo alrededor del 810 en el sureste; en el 890, en la región centro-
norte del Petén; en el 930 o 950, en la región Puuc y, quizá en una época
más tardía como el año 1050 d.C., en Chichén Itzá; lo que comprende un
lapso de unos 300 años. Pero los datos actuales obtenidos por investigadores
independientes a través de estudios químicos del polen y de los anillos de
troncos de árboles muestran que precisamente en esos años, del 760 al 1050
o 1100 d.C., aconteció el ciclo de sequía del Clásico Terminal. Dado que las
regiones fueron afectadas con distinta severidad y en diferentes momentos,
además de que los años de extrema aridez fueron atenuados por intervalos de
un clima más húmedo, el patrón de colapso y abandono— visible mediante
la arqueología— se dio como era de esperarse y está lejos de afirmar que la
sequía no fue un elemento importante.
Los escépticos también cuestionan por qué las grandes ciudades de las
Tierras Bajas del sur fueron abandonadas un siglo previo al del colapso de los
sitios de Yucatán. Una respuesta es que muchas no fueron abandonadas con
tanta anticipación. Varios sitios del centro de la península, como Tikal, Ca-
lakmul y La Muñeca, continuaron erigiendo monumentos y edificios hasta el
870, 890 d.C. o más tarde; y la construcción de grandes edificios en los sitios
de la región Puuc, en Yucatán, se detuvo alrededor de aproximadamente
910 o 920 d.C., es decir, con una diferencia de poco más de una generación.
Hacia el 950 d.C. la población de casi todos los sitios del norte había declina-
do rápidamente. La despoblación en las Tierras Bajas del sur precedió a este
evento, pero no por muchos años. En este sentido, el colapso del Clásico
fue un proceso largo y no un evento que ocurrió en el sur, seguido por un
colapso en el norte, de manera aislada.
El proceso comenzó en el sur, y aunque los sitios de Yucatán sobre-
vivieron durante un poco más de tiempo, las razones no son claras. Una
explicación probable sería que los patrones pluviales se modificaron pri-
mero en el sur, pero la evidencia disponible no es suficiente para probarlo.
Excepto por los ríos cercanos, el agua es más difícil de obtener en las Tie-
rras Bajas del sur, pues el manto freático estuvo más allá del alcance de las