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LA ÁREA IBÉRICA.
1. LOS PUEBLOS ÍBEROS.-
Iberia es la denominación que dan los griegos a la Península Ibérica. El nombre procede
de una región del Caucaso Meridional (actualmente es Georgia), debido a sus similitudes y su
riqueza metalífera. A medida que los griegos conocen la Península Ibérica, integraba este
término a gran cantidad de pueblos, independientemente de sus rasgos étnicos-culturales.
Ignoramos el fundamento en que los griegos usan para diferenciar a unos iberos de otros
pueblos. Las diferencias de los pueblos ibéricos y los que no lo son es difícil de apreciar:
hablaban la misma lengua, tenían las mismas formas funerarias y su desarrollo económico-
social era parecido. Probablemente, no tenían conciencia de ser todos iberos.
Tenían unidad lingüística y esto indica algo. Determinar que pueblos son iberos y cuales
no lo son es difícil. Por ello hay varios criterios:
No implica que estos pueblos tengan homogeneidad en el sustrato, ni siquiera tienen las
mismas expresiones culturales. Hay que indicar que los turdetanos y los túrdulos no son iberos
porque no comparten ninguna costumbre con los pueblos iberos.
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6. El greco ibérico (utilización del alfabeto griego para escribir en lengua ibera.
Utilizado en Murcia y el Sur de Alicante). Se trata de un caso particular.
Estos tres últimos, son alfabetos ibéricos que derivan del alfabeto griego colonial.
Estos datos y la selección de pueblos que nos da Estrabón, nos sirve para configurar un
mapa étnico:
ZONA MERIDIONAL.-
• Bastetanos: El nombre procede de la ciudad homónima de Basti (actual Baza).
Ocupan el sur de la provincia de Jaén, Granada, el oeste de la provincia de
Almería, el sur de la provincia de Córdoba. Las ciudades mas importantes son:
Acci (Guadix); Illiberrris (Granada); Ilunco (Pinos Puentes)…
• Oretanos: Esta situado al Norte de los bastetanos. Ocupan el sur de Ciudad Real,
el norte de Córdoba, el norte de Jaén. Fue una zona muy amplia y era una zona
de gran valor estratégico, ya que comunica la Mancha con Andalucía y el Levante
con la Andalucía Oriental. El nombre procede de la ciudad homónima de Oretum
(Ciudad Real). Se trata de un oppidum importantísimo. Otras ciudades
importantes: Cástulo; Oppidum de Alarcos (Alarcos); Obulco (Porcuna); Castellar
de Santiesteban; Collado de los Jardines…
ZONA SURESTE PENINSULAR.-
• Contéstanos: Se extienden desde la desembocadura del Río Segura hasta el
Jucar, es decir, ocupan la zona costera hasta Albacete. Yacimientos mas
importantes: Pozo Moro; Saladores; Peña Negra; Ilici (Elche), Oral (Alicante)…
destacan algunos santuarios como los de Cerro de los Santos; Santuario de la luz;
y el Santuario de Cigarralero.
ZONA LEVANTINA.-
Territorio con mayor fragmentación étnica. Aquí encontramos los siguientes pueblos:
Edetanos; Ilercavones; Sedetanos; Cesetanos; Ilergetes; Indíqueles; Sordones; Ausetanos;
Lacetanos; Ceretanos.
Queda descartado que los íberos sean un pueblo configurado fuera de la Península
Ibérica y que vengan aquí en forma de invasión. Hoy se entiende por Iberización, un conjunto
de rasgos culturales y diferentes procesos, en cada área diferente, donde se desarrolla formas
complejas, según su sustrato (es decir lo anterior) y las influencias que van teniendo. Pero que
al cabo del proceso adquieren un lenguaje cultural similar con variantes culturales.
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tienen nada que ver con el ibérico. Según algunos autores, el tartessicos son
preindoeuropeos; así que solo queda la influencia indoeuropea.
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un doble fin: unir los bloques superficiales e impedir un fácil ascenso apoyándose en las piedras
del muro. La falta de cimentación obligó a construir otro pequeño muro exterior de
contención, acción también ejercida por las torres o bastiones que sobresalían de la muralla y
que aseguraban su defensa.
Este modelo ha sido entendido en un doble nivel. Por un lado, el desarrollo interno
de la sociedad indígena alto andaluza, que a finales de la Edad del Bronce presenta claras
evidencias de complejidad, y por otro, la interacción que supone el nuevo marco político y
económico generado por la presencia colonial en todo el litoral del sur peninsular, y por el
desarrollo del entorno tartésico del suroeste.
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hasta avanzado el siglo V a.C., lo que pudo propiciar la colonización de nuevos territorios con la
posibilidad de intensificar la producción, A pesar de los exagerados testimonios de las fuentes
antiguas. Las piezas de oro son poco abundantes en esta zona. Sabemos, sin embargo, que la
metalurgia de bronce, plata y hierro fue frecuente en Cástulo, donde los primeros vestigios de
época orientalizante correspondientes al santuario de La Muela, se apoyaron ya sobre un
taller de fundición. Este centro se convirtió probablemente en la primera gran urbe de la
Alta Andalucía, y objetivo principal de conquista o alianza durante la Segunda Guerra
Púnica.
Por su parte, en el litoral mediterráneo, se aprecia una fuerte incidencia del comercio
fenicio, que busca apoyarse en las jerarquías locales.
Durante el siglo VI se funda el importante poblado de El Oral, que actúa como enclave
portuario, a pesar de que en la actualidad se sitúa casi a 2 Km. de la costa. Su diseño evidencia
una planificación previa, construyéndose primero la muralla y luego, apoyadas en ella, las
viviendas, Estas siguen básicamente un mismo módulo, aunque con notables jerarquías
internas, ya que las casas pequeñas, de apenas 20 m2, tienen sólo dos habitaciones, y las
grandes incluyen 8 ó 9 espacios y superan los 120 m2, concentrándose alrededor de un espacio
abierto.
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mundo ibérico. Los hallazgos del yacimiento son suficientemente explícitos. Desde la presencia
de diversos recintos con escultura y arquitectura monumentales, al hallazgo de la
incomparable Dama de Elche, todo indica el carácter excepcional de este centro, Desde esta
ciudad, el puerto natural de salida al mar era el Portus Ihcitanus, situado en la actual Santa
Pala, Allí se ha descubierto recientemente el yacimiento de La Picola.
En esta zona el factor económico clave, como en las demás, es el cultivo del cereal
complementado con el pastoreo de ovicápridos, que son aquí la base ganadera dominante. La
reconstrucción del litoral antiguo resulta fundamental para entender el poblamiento y los
recursos de las áreas costeras, ya que el mar ocupaba entonces extensiones más amplias de
zonas bajas, hoy desecadas. Este aspecto resulta especialmente llamativo en el área antes
citada de la desembocadura de los ríos Vinalopó y Segura. Hay que señalar aquí también la
especialización en ciertos productos alternativos, como el esparto en el área de Cartagena, o el
lino en el área de Játiva, y desde luego el uso de los recursos costeros, como lo atestiguan las
pesas de red encontradas en los yacimientos.
Resulta fundamental en este contexto resaltar la incidencia que sobre este desarrollo
local tuvo la llegada del comercio fenicio, que debe relacionarse en Catalutio con la fundación
del enclave colonial de Ibiza, a partir de mediados del siglo VII a.C., marcando en cierta
medida la configuración del territorio hasta que es sustituido por el circuito griego a mediados
del siglo I a. C. En la etapa del comercio fenicio se observa una voluntad de dominar las mejo-
res áreas de producción agrícola y de recursos mineros, así como los lugares estratégicos en
el control de las vías de comunicación.
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1. Los proporcionados por la literatura greco-latina.
2. Los yacimientos arqueológicos considerados como santuarios.
3. Las manifestaciones funerarias (necrópolis).
No son muy habituales las obras de síntesis, en buena medida, porque la cultura ibérica
es muy dilatada en el espacio y en el tiempo, y a veces cuesta trabajo relacionar la religión en
la esfera política y social.
Es difícil interpretar algunos aspectos de culto. Los nombres que les dan los greco-
romanos no son los mismos. Solo en líneas generales disponemos abundantes objetos
arqueológicos. Se estudia también la iconografía, la iconología de los objetos arqueológicos. El
problema es que el registro arqueológico tiene un límite a partir del cual no se puede llegar.
Para hablar de santuario no sólo basta que sea bonito, natural, tiene que haberse
producido un hecho de elementos que le aporte un grado de divinidad. Por lo que tiene que
ver un límite o frontera del sitio sagrado del profano. Dada la diversidad de espacios sagrados
(lugares de culto) en el mundo ibérico se ha dado varias distinciones, según Domínguez
Monedero:
1. Lugares de Culto Urbano. distinguimos aquí:
• TEMPLOS O SANTUARIOS. Por sus características de grandes monumentos
arquitectónicos y los hallazgos en exvotos insinúan un uso casual.
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Un caso que ilustra este comportamiento lo representa el yacimiento
de Moli d´Espigol en Lérida, donde se ha detectado cinco fases de
ocupación. Fue un proceso de paulatina sacralización. Hacia el s. III a.C.,
comienza la complicarse la estructura y que parece que entierran bajo
las casas. Aparecen 2 enterramientos infantiles y estucos para las
paredes. Se ha creído que a partir del s. III fue un lugar de culto de
prestigio, tal vez un palacio, referente a una persona con poder.
Con respecto a la dimensión funeraria tuvo gran importancia, ya que, en ella, se refleja
esta sociedad aristocrática ibérica. A través del estudio de las necrópolis nos permite conocer
las diferencias entre los grupos sociales.
Están muy cercanos a los poblados, de manera que hay una presencia real y directa
desde el poblado. Las necrópolis está delimitada ya sea por una cerca, un muro o natural, etc.
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Hay superposición de enterramientos que ocupan un mismo lugar. No sabemos si hay una
planificación en la disposición de las tumbas puesto que a la superposición se han perdido.
Desde el s. XIX hasta hoy en día, se han estado excavando estas necrópolis. Ejemplos de
necrópolis: Baza (Granada); Castulo (Jaén); Cijarralejo; Tuno Dos Pins (Barcelona); Cámara de
Toya…
Una excepción fue la Dama de Baza, trono donde se depositaron las cenizas. El ajuar se
depositaba al lado de la tumba que componían de pendientes, armas, collares, fíbulas, peines,
recipientes de bebidas y ofrendas. También aparecen instrumentos del trabajo del difunto,
como pesas de telar, manual de orfebre, etc. Muestra la importancia de los difuntos en el
mundo de los vivos.
Con el tiempo se va dando una mayor complejidad social. Podemos ver una evolución a
lo largo del periodo (hasta la romanización), en los que los monumentos van disminuyendo a
lo largo del tiempo, pero hay una mayor riqueza al interior (ajuares más ricos): esto quiere
decir que las cerámicas áticas o griegas suplantan a las esculturas.
Las tumbas de mayor orden social poseen cerámicas griegas (Cráteras). Junto a éstas,
había recipientes como Kilix (copas), relacionado con la bebida y de barniz rojo. También en los
ajuares ibéricos encontramos armas como folcatas (espada curva, doblada o rota); lanzas,
puñales y jabalinas; casos, escudos o corazas… Además aparece otros objetos como los
atalajes de los caballos (bocados) y elementos de carros (ruedas). También se encuentran
fíbulas, broches de hierro y bañado en plata, collares, brazaletes, pendientes, colgatines de
pasta vítrea, etc. Es difícil diferenciar el ajuar del hombre y de la mujer.
En general, las necrópolis nos dan una visión de la sociedad ibérica en la que se aprecia
el estatus de las personas y el lenguaje simbólico, pero no hay que descifrarlo. La aristocracia
propia utiliza los momentos funerarios para manifestar su poder adquisitivo alrededor de las
tumbas más importantes, se haya otras menos ricas, que pueden ser rodeado de familiares o
de clientes.
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Las necrópolis ibéricas representan a un numero poco elevado de la sociedad; aunque a
partir del s. IV a.C. aumentan los enterramientos, pero no generalizado en toda la sociedad.
Es muy habitual la preocupación por delimitar etnias y fronteras entre los pueblos
prerromanos. Pocas veces se menciona entonces a los púnicos de Iberia como pueblo
prerromano. No es un olvido casual, sino que deriva de la consideración de los púnicos, cuyos
precedentes fueron los fenicios como pueblo extrapeninsular y por el predominio
historiográfico en los últimos años del indigenismo. Los romanos al descubrir a los pueblos
peninsulares los tomaron por pueblos indígenas. Además, los púnicos ibéricos llevaban en la
Península Ibérica más de 300 años.
Por tanto, los fenicios arcaicos serían del s. VIII al VI a.C. y púnicos del s. XI hasta época
romana. Los púnicos ya no se relacionan con el mundo oriental, sino que seguiría su propia
dinámica. El mundo púnico se podría dividir en:
• Púnico cartaginés: Túnez, parte de Sicilia, Cerdeña, Malta, Ibiza y quizás parte del
sur peninsular.
• Púnico ibérico.
Ambas palabras derivan de la misma raíz, pero los romanos la utilizaron para designar a
pueblos de etnia originariamente oriental, de forma indiscriminada y arbitrariamente.
Plinio menciona un mapa de la Península Ibérica relacionado con Agripa, según el cual la
costa sur peninsular pertenecía a los púnicos; sin embargo en los escritos más antiguos se
utilizan los términos de mastienos y en los más modernos los de bástulos. Hecateo de Mileto a
finales del s. VI a.C. habla de tartessios, mastienos y a los bástulos con los púnicos.
Una vez conquistada la Península Ibérica por los romanos los autores greco-latinos
(Estrabón, Plinio) hablan de bástulos o de pueblos mixtos como blasto-fenicios o bástulo-
púnicos (Ptolomeo) entendiendo a los bástulos como pueblo ibero. Mastienos y bástulos son
dos términos que proceden de la misma raíz filológica. Quizás mastienos y bástulos fuera la
denominación que estos pueblos se daban a sí mismos.
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También se habla en 4 fuentes greco-romanos de libio-fenicios. En dos de ellas (Polibio)
se denomina así a gentes traídas desde el norte de África por los cartagineses en la II Guerra
Púnica como tropas de caballería; mientras que el Pseudoscimno y Avieno denominan así a
unos pueblos establecidos en el sur de la Península Ibérica. Pero hay que tener en cuenta los
problemas que plantean estas dos últimos fuentes y que a hemos señalado.
En definitiva, los púnicos ibéricos deben ser considerados ya como un pueblo autóctono,
descendientes de los colonizadores fenicios de los siglos VIII y VII a.C.
Por tanto, el espacio cultural púnico es la costa desde Huelva a Almería con algunas
incursiones en el interior.
Respecto al espacio político1 no hay datos claros en la fuente para conocer la evolución
política y territorial de estas poleis y comunidades, por lo que hay gran variedad de
interpretaciones.
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Aubet y Frutos suponen que esta área estaría controlada directamente por Cartago.
Otros hablan de un control indirecto de Cartago sobre esta zona, por ejemplo, a través
de pactos comerciales.
Otros también hablan de control indirecto por Cartago mediante pactos desiguales.
Oswaldo Arteaga habla de liga púnico-gaditana con Gadir como cabeza de la misma,
manteniéndose esta alianza en pie de igualdad con Cartago.
Habría que hacer 2 puntualizaciones: que la articulación de estas poleis pudo cambiar
desde el s. VI a.C. hasta la invasión romana; y es matizable el considerar a todo este territorio
como una unidad política y si constituyó una unidad política no parece posible que se
mantuviera inalterable.
Lo que esta claro es que Hecateo de Mileto, a fines del s. VI a.C. llama a estas
comunidades “poleis”, es decir, así las consideraban los griegos. Pero hay que tener en cuenta
que este concepto era bastante amplio. En cualquier caso, los jonios que tuvieron contactos
con ellos las consideraron poleis. La formación de una polis implica la existencia de un corpus
legislativo, fronteras, la normalización de las relaciones entre las diferentes polis para delimitar
bien sus territorios y organización interna mediante oligarquías que dirijan el gobierno de la
polis.
Una de esas “poleis” fue Gadir. El registro arqueológico ha definido el llamado “circulo
del Estrecho”, del que Gadir sería su cabecera. Geográficamente habría que limitarlo a Gadir,
Huelva, el sur de Portugal y el Marruecos atlántico. Se desconoce el tipo de relación que poleis
púnica de la costa mediterránea, como Sexi (las mastienas de las fuentes) mantenían con las
del círculo del Estrecho. La cerámica sigue una evolución similar. Villaricos sigue una evolución
observable en el registro arqueológico diferente a la de las poleis púnica de la costa
malagueña, y a las del círculo del Estrecho. Villaricos está muy ligada a Cartago, que tiene
especial interés en las minas cercanas a Villaricos, a la que luego será Cartagonova y a los
distritos mineros de Cástulo, a los que desde Villaricos se podía acceder siguiendo el curso del
Almanzora.
En cuanto a la relación con Cartago del área del Estrecho, parece que son de
dependencia de éste periodo a aquellos a partir del s. IV a.C. Parece ser que desde este siglo
ejerce algún tipo de control sobre el círculo del Estrecho.
El tratado entre Roma y Cartago del 348 a.C. repartiéndose zonas de influencia en el
Mediterráneo central y occidental no hay que interpretarlo como un interés cartaginés en
conquistar el sur de la Península Ibérica, pero sí cierto control comercial sobre la zona. Cuando
algo más de un siglo después, los Bárcidas sí llevan a cabo una labor de conquista, solo la
realizan sobre pueblos iberos y celtas, no así sobre los púnicos, con los que ya tendría
concertada alguna clase de alianza.
Los cartagineses realizan dos fundaciones en Iberia: Akra Leuke y Cartagonova, ambas
dan idea de cual era el interés cartaginés en la Península Ibérica antes de la conquista Bárcida.
Akra Leuke se ha relacionado con Alicante y Cartagonova con Cartagena. Buscan el mineral de
plata de Cástulo y un lugar de fácil acceso al interior (La Mancha) al valle del Guadalquivir y a
Levante.
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Hasta los años 70 no había datos arqueológicos sobre factorías de salazones de las
comunidades púnicas ibéricas antes de época romana. Pero desde entonces se conocen
bastantes datos de esta industria en la zona de Gadir y, en menor medida, en la zona de
Huelva y en Villaricos.
Desde fines del s. VII, en sintonía con otras áreas púnicas del Mediterráneo (Ibiza, Sicilia,
Cerdeña) se produce un cambio hacia la inhumación como casi único ritual funerario lo que
lleva a cambios en la morfología de los enterramientos, predominando diferentes variedades
de fosas.
El patrón especial de las necrópolis fenicias era sobre un cerro enfrente del poblado y,
por medio, un río, teniendo una orientación este-oeste, pero este patrón de asentamiento
desaparece metiéndose en pocos casos.
Respecto a los ajuares no parece haber un tipo estándar, habiendo en cada necrópolis
unas costumbres determinadas. Lo que no parece implicar diferencia en las creencias en el
Más Allá. En Jardín y en Puente Noy predominan los ajuares cerámicos. En Gadir predominan
las joyas, siendo ajuares muy ricos. La de Villaricos es la que más difiere pues sus estructuras
más habituales junto a las fosas son las tumbas de cámaras y en los ajuares predominan las
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cáscaras de huevo de avestruz con y sin decoración, elementos todos ellos muy ligados al
ámbito cartaginés.
Pero, en general, todas las costumbres fenicias y púnicas son poco conocidas debido a la
falta de fuentes.
Se dispone también de muy poca documentación sobre las costumbres religiosas fenicias
y púnicas, solo se dispone de algunas referencias de época clásica que contrastan costumbres
grecorromanas con otras que consideran extrañas y de otros lugares.
Los textos fenicios y púnicos se realizaron sobre papiro, por lo que prácticamente no
queda documentación. Los datos epigráficos son pocos y los arqueológicos son difíciles de
comprobar.
Lo dicho es aún mas grave para el caso de los púnicos de la Península Ibérica,
limitándose a datos de la época romana sobre posibles divinidades fenicio-púnicas adaptadas
al mundo romano. Los datos arqueológicos que solo pueden darnos referencias de los templos
pero no de los rituales ni de la escatología.
Se trabaja sobre todo con archivos religiosos en materiales duros de ciudades sirio-
palestinas (Ugarit por ejemplo) y mesopotámicas de época anterior a los fenicios, que habrían
recogido la herencia de aquellas.
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• En la Desembocadura del Lacus Licustinus, se excavó un santuario que se ha
relacionado con una cita de Estrabón, en la que se habla de un santuario en la
zona, dedicado a Phosphoros o a Lux Dubia, divinidad asimilable también a
Astarté.
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4. Todos parecen haber acogido un ritual muy similar: ofrendas de alimentos
y bebidas, quema de esencias, depósito de estatuillas, fíbulas, anillos,
pendientes, etc. que indican semejanzas en el ritual.
3. LOS TURDETANOS.-
A partir de finales del siglo VI se puede ya hablar de cultura turdetana, que hunde sus
raíces en el periodo orientalizante o tartésico. Las fuentes griegas y romanas referentes a este
periodo prácticamente son inexistentes hasta la Segunda Guerra Púnica, que en gran parte
tuvo como escenario a Turdetania.
Los turdetanos son contemporáneos a los otros pueblos llamados “iberos”, mocionados
anteriormente, y que se extendían por el Sur y Levante peninsular.
El periodo conocido como “turdetano” termina con la conquista romana, aunque hay
evidencias de continuidad cultural hasta los primeros siglos de Nuestra Era.
Habrá que hacer una diferenciación entre lo que entendemos por Turdetania,
turdetanos y cultura turdetana.
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Por ultimo, “cultura turdetana” es un concepto arqueológico moderno creado a partir de
la distinción de un registro material con unos rasgos específicos que lo diferencian diacrónica y
sincrónicamente con otras culturas desarrolladas en la misma zona. A pesar de ello,
consideramos que puede ser equivoco tratar de establecer pautas culturales claras para una
diversidad poblacional tan evidente; sobre todo si se pretende utilizar elementos tales como la
cerámica o el urbanismo como patrones de caracterización y distinción cultural.
Mas obsoleto parece ser el interés por encontrar la “cultura turdetana” con el “mundo
ibérico”, sobre todo porque no existen fundamentos arqueológicos, antropológicos o
históricos para mantener la existencia de un “pueblo” o una “cultura ibérica”.
En cualquier caso, los turdetanos conformaron un conjunto étnico singular dentro de los
pueblos de Iberia, diferentes claramente de las poblaciones de Andalucía Oriental y del
Levantes, es decir, de lo que tradicionalmente se ha considerado el “área ibérica”.
En este sentido, los turdetanos no serían más que los herederos de las sociedades del
Bronce Final. Estas comunidades, una vez desprovistas de los extraños hábitos adoptados por
las elites aristocráticas durante la fase orientalizante van a volver a sus costumbres
ancestrales, aquellas que las vinculan cultural, étnica y lingüísticamente a los grupos
indoeuropeos de la fachada atlántica, aunque sin desdeñar las novedades tecnológicas
introducidas por los comerciantes orientales.
Como hemos dicho anteriormente, existe una serie de elementos que nos permiten
establecer matices con respecto a los repertorios de otras áreas o comunidades vecinas y
contemporáneas.
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La cerámica es el ejemplo más característico. Pellicer, Escacena y Pereira han puesto de
manifiesto el origen de los repertorios cerámicos de las poblaciones del Sur peninsular durante
el Hierro Reciente en la cerámica del periodo orientalizante, deudora de las formas y
decoraciones del mundo oriental y, en menor medida, de la tradición del Bronce Final. Esta
génesis común posibilita las coincidencias morfológicas y decorativas entre las distintas
evoluciones locales y regionales de los talleres meridionales y también relaciones del
repertorio cerámico turdetano con el púnico-gaditano.
La cerámica turdetana está representada principalmente por los vasos realizados a torno
con cocción oxidante o alterna, engobe exterior claro, sin decoración o con decoración pintada
monócroma o bícroma. Los motivos decorativos suelen ser muy monótonos, generalmente
líneas estrechas paralelas de color rojo vinoso u ocre alternadas en ocasiones con bandas
anchas del mismo color o tonalidades diferentes, a veces con tratamiento estapulado o
bruñido. Los motivos geométricos mas elaborados son pocos frecuentes y los encontramos
principalmente en el Guadalquivir Medio y la campiña oriental de Sevilla, es decir, en las zonas
de contacto con las poblaciones de Andalucía Oriental.
Con la cerámica común y pintada a torno conviven otros repertorios cerámicos como las
ánforas, de fabricación local o de importación, siempre heredera de la tradición alfarera
oriental, la cerámica a mano de tradición indígena, evolución de los prototipos del Bronce Final
y la vajilla de importación griega y, posteriormente, púnica y romana.
Por lo que respecta a la metalurgia, hay una extraña ausencia de restos de este tipo,
sobre todo en lo que se refiere a armas y aperos de labranza. Se extiende la metalurgia del
hierro, aunque todavía es común el uso del bronce para determinados elementos relacionados
con la vestimenta o la vida cotidiana.
3.5. Urbanismo.-
Según el hallazgo arqueológico realizado en el último siglo señala que, desde el periodo
orientalizante, los turdetanos habían adoptado el muro recto y las estructuras arquitectónicas
de planta rectangular, así como un incipiente urbanismo. Pero no será hasta la II Edad de
Hierro cuando esta innovación se extienda a la mayor parte de los ámbitos y a la práctica
totalidad de los poblados de primer orden. Por otra parte, la ausencia de excavaciones en
extensión nos impide conocer las estructuras características de los poblados de menor rango.
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imperial romana y permanecerán durante la II Edad del Hierro como áreas “rurales” con una
población dispersa en pequeñas aldeas. Es el caso de las estribaciones de la Sierra Norte de
Sevilla.
También encontramos claras diferencias entre el curso bajo y el curso medio del
Guadalquivir, donde por lo general el poblamiento se concentra en grandes poblados
protegidos por cinturones murarios de piedra. En el Bajo Guadalquivir, las murallas de piedra
no son tan frecuentes y se las ha relacionado más bien con el carácter predominante de
algunas ciudades desde el punto de vista político o ideológico (Carmona, Tejada la Vieja, etc.),
o bien con determinados conflictos bélicos, como la Segunda Guerra Punica (Lebrija).
3.7. Economía.-
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La economía de las poblaciones turdetanas se encuentra condicionada por la naturaleza
y distribución de los recursos primarios. La base de la economía sigue siendo la agricultura y la
ganadería, complementada con otras actividades como la minería, la pesca o el comercio. La
extracción, producción y tráfico de metal, actividad predominante en las comarcas mineras y
sus vías de distribución, apenas afecta al resto de la población.
Los bordes del antiguo golfo tartéssico cuentan con una economía muy diversificada. La
actividad agrícola y ganadera que se desarrolla desde el antiguo reborde litoral hacia el
interior, hasta las primeras estribaciones de las serranías de Cádiz, se complementa con la
explotación de los recursos marinos (pesca, marisqueo…), con la caza y con el comercio. Esto
fue gracias a las posibilidades de navegación que ofrecían el Lacus Ligustinus y los pantanos
que penetraban hacia el interior.
Por su parte, el interior de la provincia de Huelva vive de la agricultura, salvo las áreas
relacionadas con la explotación y distribución de los recursos mineros (los establecimientos
situados a lo largo de los ríos Tinto y Guadiamar).
3.8. La organización socio-política.-
Son pocas las evidencias con las que contamos para ofrecer un paronama acertado sobre
la organización socio-política de las comunidades turdetanas.
Gracias a las fuentes literarias sabemos que la organización política estaba encabezada
por las jefaturas locales de carácter hereditario cuyo poder era ejercido desde los principales
núcleos de población. Este tipo de organización, que algunos han querido identificar con una
forma primitiva de estado, era muy inestable, pues la competencia entre unos jefes y otros
daba lugar a que los oppida fueran cambiando de manos y los territorios políticos modificada
en pocos años tanto su extensión como sus fronteras. Los asentamientos principales
mantenían el control sobre los establecimientos de menor rango, así como sobre la
explotación de los recursos potenciales y las vías de comunicación. Para ello se podía servir de
otros oppida o bien de estructuras de vigilancias.
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3.8. El mundo de las creencias.-
Esta faceta es aun más difícil de determinar. No contamos con evidencias de necrópolis y
apenas sabemos nada de los dioses o cultos que mantuvieron los habitantes de la Turdetania.
Por lo que respecta al mundo funerario, Escacena y Belén han defendido en varias
ocasiones la posibilidad de que la ausencia de enterramientos para estas tierras del Bajo
Guadalquivir se deba a las creencias animológicas de las poblaciones indígenas que a la
causalidad o a la falta de una investigación adecuada. Estas poblaciones pudieron dar a sus
cadáveres un tratamiento no detectable a través del registro arqueológico, lo que se aproxima
más a los hábitos característicos de los grupos étnicos de habla indoeuropea que ocupaban la
fachada atlántica que a las costumbres de los “iberos” de la costa levantina. Es más, el hecho
de que durante el Bronce Final existiera un fenómeno similar permite pensar en una
presumible recuperación de costumbres y creencias que se habían visto afectadas durante el
periodo orientalizante por la influencia cultural de los colonos de origen oriental,
principalmente en las capas mas altas de la población.
4. LOS CELTÍBEROS.-
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6. Otros hablan de un espíritu celta con una serie de rasgos (individualidad,
heroísmo, belicosidad) que autores greco-latinos vieron en algunos pueblos
bárbaros.
7. El Arte irlandés del 1º Milenio a.C.
8. La herencia céltica refiriéndose a la cultura de pueblos de época cristiana
como los irlandeses, galeses, etc.
Por su parte, Bosch-Gimpera identificó como célticos a los “campos de urnas” de fines
del 2º Milenio y principios del 1º Milenio, produciéndose, según él, otra oleada que penetra
por los Pirineos en el s. VI a.C.
Almagro Gorbea propone una nueva línea: desvincula a los Campos de Urnas de lo
céltico, o al menos como base explicativa del proceso de celtización; también rechaza los
elementos invasionistas que ligan la presencia de materiales celtas a la llegada de jinetes
celtas; opta por la adopción de un modelo muy complejo de asimilación de elementos de
diferentes procedencias y cronologías, por las élites de las sociedades indígenas,
correspondiendo esto a ese proceso de celtización. Aboga por la unificación de todos los
aspectos que componen el concepto de celta.
Hoy en día, parece asumido que los celtas de la Península Ibérica pertenecen al tronco
indoeuropeo. Pero se conoce muy mal su origen. La documentación literaria griega nunca es
anterior al s. VI a.C. (Hecateo de Mileto, Heredoto, en el s. V a.C.).
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4.2. Fuentes sobre los celtas de la Península Ibérica.-
Fuentes literarias greco-latinas.- Son pocas y muy vagas, señalan la presencia griega de
forma imprecisa. Hecateo nos refiere que Carbona se encuentra en la Keltiké. Herodoto (siglo
V a.C.) dice que la mayor parte de los celtas se extienden desde el Danubio hasta más allá de
las Columnas de Hércules, siendo en Iberia, vecinos de los cinetes (en el Algarbe portugués).
Otros autores grecolatinos, Pseudoscimno, Diodoro, también refieren esta presencia antes de
la conquista romana. Tras estos, Polibio, Posidonio, Estrabón, etc., individualizan 3 áreas
diferentes de celtas en la Península Ibérica:
a. Regiones internas habitadas por celtiberos en la Meseta central hasta el valle
del Ebro: arevacos, lusones, belos, titos, pelendones y berones.
b. Suroeste de la Península Ibérica, concretamente entre el Guadiana y el Tajo,
que son vecinos de los turdetanos y están bastante influenciadas por ellos;
existiría en esta zona una región conocida como Beturia (Badajoz y parte de
Portugal) en la que habría un área celta (Beturia celta, diferenciada de una
Beturia túrdula).
c. El Noroeste de la Península Ibérica que viene a corresponder con el territorio
galleo: artabrí, neri, etc.
Los datos onomásticos son nombres de lugares, personas, dioses (teonimos), grupos
étnicos y grupos gentilicios o suprafamiliares. Por ejemplo, topónimos terminados en sufijo –
BRIGA (Conimbriga, Segobriga, etc.), que es el elemento más abundante en lengua céltica,
significando lugar fortificado, estando documentado en otras partes de la Europa céltica, pero
está ausente en la zona celtíberica de la Meseta oriental, apareciendo a la zona celtíberica del
valle del Ebro. Topónimos que comienzan por el prefijo SEG-, significaría victoria. Se concentra
en la Celtiberia y zonas aledañas expandiéndose hacia el suroeste. Determinados
antropónimos limitados al área celtibérica.
Los celtíberos son los pueblos prerromanos habitantes de la Celtiberia, el nombre que
los romanos dieron a una zona geográfica del interior peninsular donde se asentaban unas
gentes indígenas a las que siempre consideraron de estirpe celta, existiendo la duda de si los
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celtas de Iberia, es una fusión de gentes celtas e iberas, de vecindad. Diodoro, nos dice: <<Los
iberos y los celtas sostuvieron antiguamente una guerra prolongada por cuestiones
territoriales, pero cuando arreglaron sus diferencias y se asentados en el país todos juntos y
cuando la alianza entre matrimonios llevó a la fusión de ambos pueblos, tomaron el nombre de
celtíberos>>.
Los límites exacto de esta región son todavía motivo de discusión entre los
investigadores, según sus mensajes un criterio amplio que incluye casi toda la meseta o una
pauta más restrictiva, aceptada casi mayoritariamente. La Celtiberia nuclear abarca todo el sur
de Aragón y la Meseta oriental, es decir desde el valle medio del Ebro hasta la cabecera el rió
Duero. Zaragoza y Teruel, al norte Guadalajara, norte de Cuenca y al sur la provincia de Soria.
A pesar de estas matizaciones, parece evidente que en los últimos siglos de su desarrollo
se produjo una expansión, más de elementos culturales que de contingentes humanos, por
toda la Meseta que permite hablar de un proceso de aculturación o celtiberización, por lo que
se difundieron el resto de la Meseta muchos elementos típicos de la cultura material de los
celtíberos. Desde el concepto étnico, entiendo como grupo étnico a un conjunto de gentes que
tienen un territorio, una lengua y una cultura común y que se reconocen a si misma como
distintos a otros grupos. No consta la manera que los celtíberos se llamasen a sí mismos con
ese nombre que ahora le damos, ya que esta denominación fue un nombre que desde fuera le
otorgaron los romanos. Los textos clásicos hacen una descripción directa sobre las diferentes
etnias o tribus que integraron el conjunto de los pueblos celtíberos, celtiberi los belos, titos y
lusones, habitaban las regiones más cercanas al valle del Ebro y que los arevacos y peledones
ocupaban las tierras del Alto Duero.
Aunque quedan muchos aspectos por interpretar, uniendo a los viejos datos los
modernos estudios sabemos cuales eran las principales características de las necrópolis
celtíbericas. Se instalaban fuera de los poblados pero muy próximas a ellos, en muchas
ocasiones al pie mismo de los cerros en que estos se asentaban, ocupando las zonas bajas de
vega y situándose en ocasiones en la orilla opuesta del río, ya que las corrientes de agua
podían simbolizar, al igual que en el resto del mundo celta europeo, la separación del mundo
de los vivos del de los muertos. Este emplazamiento en zonas llanas ha contribuido su mala
conservación. Una excepción a esta ubicación la podían constituir los recién nacidos o niños de
corta edad que serían enterrados en el mismo poblado bajo el suelo de las viviendas, según
podemos deducir del hallazgo, La Coronilla, uno de estos enterramientos delante de la puerta
de una vivienda del nivel superior, fechado en el s. I a.C.
El ritual funerario era la incineración. Este ritual consistía en la cremación del cadáver de
una pira denominada ustrinium, la posterior recogida de los restos, seguramente selectiva, y la
introducción de los huesos y cenizas resultantes en una urna cerámica para su definitivo
enterramiento en una fosa en el suelo, siguiendo un cierto orden de alineación.
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difunto que solía constar de piezas pequeñas de uso o adorno personal como fíbulas, broches
de cinturón, collares, pectorales… se introducen en el interior del recipiente; y piezas grandes
como armas, cuchillos, lanzas, los arreos del caballos u otros recipientes cerámicos con
ofrendas que se colocaban alrededor. Existencia de ofrendas de animales, vacas, ovejas y
cuernas de ciervos, indicadoras de ceremonias y rituales quizás más complejos de lo que
podemos imaginar. Tras la deposición de los restos funerarios, las tumbas se tapaban de
diferentes modos, sepulturas sencillas sin demarcación externa en las que solo se colocaban
un plato o una laja de piedra encima de la urna cerámica y otras más complejas con una estela
de piedra de tamaño variable en torno a un metro de altura, o bien con un pequeño túmulo
de forma cuadrada o circular, que tampoco suele sobrepasar el metro de altitud y dos de
diámetro.
La cultura celtíbera evolucionó desde el marcado carácter rural de los primeros siglos,
hasta alcanzar un estadio estatal o preestatal en el que hizo su aparición la ciudad. La forma de
hábitat fue el castro o el poblado en altura con defensas artificiales de piedra y una estructura
interna bien definida. Los castros celtíberos son de pequeños tamaño, pues prácticamente
ninguno sobrepasan una hectárea de extensión y conforman un hábitat disperso de
asentamientos reducidos, relativamente próximos entre sí. Ubicar en cerros testigos de
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superficie amesetada, en espolones o escarpes sobre los cursos de los ríos, zonas fértiles de los
valles, obtención del mayor beneficio económico del entorno; puntos de agua, tierras aluviales
de los ríos, aprovechamiento de pastos o, en algunos casos, la rentabilidad minera de las
cercanas sierras.
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4.6. Elementos de la Cultura Material.-
- Cerámica fabricada a mano: exclusiva durante los primeros momentos del desarrollo
de esta cultura, antes de que fuera adoptada la novedad tecnológica del torno. Se diferencian
dos grupos, vasijas de paredes finas o medias, de pastas rojizas o negras, con superficies
alisadas y generalmente sin decoración. Vasos bicónicos de suave carena, copas de cuerpo
troncocónico, pequeños cuencos de borde, etc. El segundo grupo grandes vasijas de
almacenamiento de paredes gruesas, superficies más toscas, a veces decorados con cordones
o dígitos. Aparecen en el interior de las despensas de las casas.
- Cerámica fabricada a torno: el torno del alfarero llegó a la Península con los
colonizadores mediterráneos y hasta la meseta llegó por vía del valle Ebro, a partir de los
contactos con la cultura ibérica, generalizándose su uso a finales del siglo. Con anterioridad
encontramos cerámicas a tornote importación típicamente ibérica, producto de las relaciones
comerciales mantenidas entre amas regiones.
Con respecto a los objetos metálicos, los celtíberos destacaron en el trabajo de metal,
tanto bronce como hierro, objetos de bronce, adornos personales, placas personales, etc.
Artesanía altamente especializada y exponente no solo de las altas técnicas metalúrgicas
vigentes, sino también de los estilos artísticos de moda que fueron variando a largo tiempo.
Los broches de cinturón que constaban de dos partes metálicas: la pieza macho que mediante
uno o unos garfios enganchaba en la pieza hembra con una serie de ventanillas. Su hallazgo es
frecuente en las necrópolis, formando parte de los ajuares de casi todas las tumbas. Algunas
de sus decoraciones tuvieron carácter votivo y simbólico. En la edad del Hierro se conocen
tres tipos de broches, tartéssicos, ibérico y tipo céltico.
Las armas de hierro son sin duda las producciones metálicas más representativas y su
gran calidad fue observada por los conquistadores romanos. Gran perfección en la forja del
hierro, aprovechando las abundantes minas de todo el Sistema Ibérico, nueva tecnología. Un
gran número de armas procedentes de los ajuares de los personales enterrados en a
necrópolis, espadas cortadas de bordes paralelos. Este modo nos parece muy significativo
puesto que recuerda a los tipos de espadas de Atenas conocidas en Centroeuropea desde el
final de la Edad del Bronce, pero allí fueron sustituidas por estas espadas largas de La Tene,
resurgen estas antiguas formas. Otras armas ofensivas, los puñales cortos, las lanzas de las que
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solo se conserva la punta metálica, cascos de bronce, corazas, escudos circulares… son una
muestra inequívoca del papel social que representaron en una comunidad en la que la guerra y
sus principales actores debieron jugar un papel preponderante.
Actividades agrícolas suelen centrarse en los valles de los ríos. Su principal actividad
económica fue la ganadería, existen muchos indicios para pensar que un recurso económico
importante fue la actividad pastoril, en parte trashumante, como productos subsidiarios de
mayor rentabilidad.
Uno de los aspectos culturales con numerosas afinidades son los celtas europeos con su
religión y demás rasgos ideológicos, con diferentes canales de información que permiten una
aproximación al fenómeno religioso. Los textos escritos de diferentes autores latinos y griegos
describen determinadas ceremonias o ritos y mencionan nombres de divinidades. Nombres de
dioses y establecer relaciones ideológicas con otros ámbitos culturales, el estudio de la
iconografía, las decoraciones cerámicas, donde aparecen personajes y escenas que pueden
catalogarse como rituales o ceremoniales, siendo casi el único testimonio directo de, puesto
que en el mundo celtibérico no existen representaciones directa de la divinidad. En la
arqueología, las necrópolis se relacionan con el más allá y el pensamiento generado por esa
sociedad en torno a ellas.
La religión de los celtiberos tiene un alto grado de sincretismo puesto que aglutina
diferentes elementos destacando entre todos ellos los vinculados con la religión centro
europea. Se identifican dioses de carácter universal como el caso de Lug, de carácter solar en
otros ámbitos célticos, cuyas referencias en la Península son relativamente numerosas,
destacando las del santuario de Peñalba de Villastar o de Uxana, en Galicia representantes de
la fecundidad, una divinidad céltica europea aparece a caballo según es habitual, fue un animal
de gran simbolismo relacionado con la protección de difuntos.
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La mayoría de los autores grecolatinos consideran a los habitantes del interior de
Hispania, con un modo de vida bárbaro, de gran belicosidad, dedicados permanentemente a la
guerra y que basaban su economía en el saqueo y el pillaje de territorios. Esta visión parece en
exceso negativa y seguramente se debería el desconocimiento directo.
Entre los celtas peninsulares existían unas elites o grupos de carácter guerrero que
ejercía una especie de clientela militar, en el contexto de una actividad pre-estatal con un
nivel de jefatura, en la que la figura del jefe tendría un papel determinante. La existencia de
estos jefes guerreros puede confirmarse por los hallazgos arqueológicos del mundo funerario
donde es frecuente la aparición de ajuares integrados, por una amplia panoplia o también en
las fíbulas de caballito con o sin jinete que aparece resaltar este aspecto.
Los guerreros celtíberos destacan por su habilidad como jinete en el campo de batalla y
en el manejo de las armas, se denota la existencia de un entamando social articulado en
grandes grupos con esta cúspide evidente y cohesionados o relacionados entre sí por lazos de
parentesco, tipo gentilidades, la organización gentilicia en la gran fuerza del vinculo familiar
que ha sido matizada por algunos autores.
5. LA CULTURA CASTREÑA.-
5.1. Introducción.-
Se desarrolló durante la Edad del Hierro sobre un fuerte substrato indígena de la etapa
final de la Edad del Bronce. A este componente precastreño se sumaron influencias culturales
centroeuropeas (celtas), atlánticas y mediterráneas. En el lento período formativo, que duraría
hasta el siglo V a.C., los castros se fueron extendiendo de sur a norte y de la costa hacia el
interior. Esta cultura se desarrolló a continuación durante dos siglos y comenzó a ser
influenciada por la cultura romana en el siglo II a.C., continuando en forma de cultura galaico-
romana después de la conquista y hasta los siglos III o incluso IV.
La economía castreña tenía una base agrícola (cereales como el trigo, el mijo, la avena y
la cebada, leguminosas como las alubias y los garbanzos, berzas, nabos, etc.) y ganadera-
pastoril (vacas, caballos, ovejas, cabras y cerdos), pero también se practicaban la caza (ciervo y
jabalí), la pesca (pescadilla, maragota, jurel), el marisqueo y la recogida de frutos (avellanas,
bellotas). Existía la minería (oro, estaño, cobre, plomo y hierro), la metalurgia y una cerámica
regional, la cerámica castreña. La orfebrería tiene raíces en la Edad del Bronce y fue recibiendo
influencias centroeuropeas y mediterráneas. Las alhajas más características son los brazaletes
y los pendientes. La escultura se dio más bien en la parte sur del territorio. De entre las armas
destacan las espadas o puñales "de antenas". El panteón religioso indígena era numeroso,
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como revelan las inscripciones de época galaico-romana, y se completaba con cultos o ritos
relacionados con fuerzas, elementos o manifestaciones de la Naturaleza. Se desconocen los
ritos funerarios, ya que no se han encontrado ni enterramientos ni incineraciones.
Los autores clásicos mezclan niveles de información de unos pueblos con otros,
confusiones de galaicos con lusitanos. Según las citas de Estrabón, Mela, Plinio y Ptolomeo, el
área norte y noroeste estaba ocupada a la llegada de los romanos por tres grandes etnias: los
galaicos, los astures y cántabros. Se hallaban divididos en multitud de tribus.
Viene determinada por el tipo de vivienda: los castros. Se desarrolla en toda la zona N y
NW, con varios núcleos fundamentales en Galicia, Norte de Portugal y parte W de Asturias.
También podemos hablar de cultura castreña en otros círculos como son las zonas de contacto
con la meseta (Zamora, León y Ávila). Pero hay que diferenciar cultura de etnia. En las etnias
encontramos a los galaicos, astures y cántabros. Las fuentes literarias hacen mención a las
etnias y no a las culturas, concepto que ha sido acuñado por la investigación arqueológica e
histórica.
Se conoce muy bien la etapa final, con presencia romana, pero mal los primeros momentos. Se
pensaba que los inicios se fijaban a partir del s. V a.C., pero la información arqueológica la ha
matizado. Hasta hace muy poco tiempo no se conocía en estos castros materiales de estos
siglos o anteriores. Las últimas investigaciones han encontrado materiales griegos del siglo VI y
púnicos. Hoy se habla de:
• Castreño antiguo, desde finales del VII y principios del VI al siglo V a.C.
• Castreño clásico, del siglo IV al II a.C. Dentro de este periodo podemos encontrar dos
subperiodos:
− Desde el s. IV a comienzos del s III a.C.
− Desde el s. III a comienzos siglo II a.C.
• Castreño reciente, desde finales II a.C. a I d.C., que es cuando se da toda la entrada de
materiales romanos que nos han permitido fecharla con precisión.
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Durante mucho tiempo se pensó que la cultura castreña acababa con la romanización,
pero la realidad nos muestra que siguió perviviendo. La fecha que marca la cultura castreña
sería el final de las guerras cántabras y las conquistas de Augusto.
Si leemos las fuentes, éstas nos hablan de un pueblo eminentemente ganadero, pero no
de base cerealística, sino basada fundamentalmente en la molienda y trituración de la bellota,
que bebían cerveza de cebada. Sin embargo, la información arqueológica disponible es
diferente. Han aparecido muchos restos de cereal, molinos y útiles agrícolas. Así, la agricultura
sería prioritaria. Ello se relaciona igualmente con las incursiones de estos pueblos hacia la
meseta para recoger cereal. Junto con la agricultura, por supuesto, encontramos la ganadería.
Lanar, muy importante la caballar también (las fuentes nos hablan de los caballos galaicos),
pero quizás la base económica se encuentre en la minería.
Se pensaba que la explotación aurífera fue llevada a cabo por los romanos, pero hay
testimonios de explotación anterior (orfebrería en oro y el hallazgo en el interior de algunos
castros, de hornos de fundición). Hoy se defiende la teoría de una economía basada en la
agricultura y la minería. En las zonas más costeras también se da la pesca, y en concreto los
“concheiros”. Se han encontrado restos de moluscos y útiles relacionados con el marisqueo.
Los castros tienen la planta con forma circular u oblonga, y se sitúan en dos zonas: en
costeros, normalmente en islotes; y en el interior, sobre promontorios.
Estas gentes buscaban una defensa natural. También utilizaban defensas artificiales
como recintos amurallados (1 o 2 murallas), terraplenes, fosos o las “piedras hincadas”,
dependiendo de las zonas, situación y materiales de los que se dispusieran. No hay ninguna
organización. Las viviendas se sitúan arbitrariamente dentro del recinto. No hay una
planificación del terreno. Se adaptan a la topografía. Es muy disperso, contando con áreas
totalmente vacías y áreas muy concentradas.
En cuanto a las viviendas, las plantas más habituales son las circulares. A veces, esa
estructura circular tiene un pequeño vestíbulo e incluso determinados anexos. En algunos
castros encontramos algunas con planta rectangular, pero con los ángulos curvos. Suele ser
normal la presencia de bancos corridos y un hogar en el centro. Cuando hay anexos estos se
utilizan como almacén o zona industrial.
En cuanto a los materiales, son los típicos de cada zona. La primera cimentación se
realiza con piedras poco labradas, con zócalo de apoyo para las paredes de barro. Los castros
más modernos están hechos en piedra. La cubierta es una techumbre cónica vegetas. De
soporte de este tipo de cubierta se colocaba un poste. También se constatan la existencia de
techos, con jambas y dinteles de piedra, que se decoraban con círculos, esvásticas, eses, no
sólo decorando la puerta, sino también el interior, inicialmente quizás como protección y luego
como simple adorno.
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Dentro de la arquitectura hay una serie de monumentos, quizás de carácter sagrado,
quizás funerario. Se ha encontrado una piedra hincada en el suelo con un orificio en la parte
inferior. Las casas donde se han hallado tienen una estructura especial. Las interpretaciones
son varias:
- Monumento funerario, hoy en entredicho.
- Santuario relacionado con divinidades acuáticas, tampoco bastantemente
demostrado.
- Simplemente termas con zona de baños calientes y fríos.
Lo que se conoce es muy poco del mundo funerario. Casi todas las necrópolis excavadas
son del último momento, muy influidas por la romanización. Si se sabe que utilizaban la
incineración. El tipo más común es una simple fosa excavada en la tierra.
Esta última ya la hemos visto en las puertas de los castros. En cuanto a la zoomorfa
contamos con los BERRACOS, que pueden servir para señalizar rutas, monumentos de tipo
funerario, labrados muy poco hechos.
Solo presentan la cara de una figura masculina, con representación muy abstracta de los
rasgos faciales, realizados mediante incisión, y que pueden ser cabezas de divinidades o tener
relación con el mundo funerario.
En cuanto a la cerámica, Los estudios están bastante retrasados con respecto a otras
investigaciones. Ello se debe a que, a diferencia de otras culturas, la cerámica aparece muy
fragmentada, de ahí que dudemos acerca de su tipología. También es debido al poco interés
por el estudio de estas cerámicas debido a su tosquedad y poca atracción.
Los orígenes de la cerámica castrena en las producciones del Bronce Final; de tipo Penha
y de abalarga, se diferencia en cinco estilos y veintiuna formas:
- Estilo A: a mano con fuerte influencia de piezas de tipo Penha decoración incisa
formando bandas o triángulos.
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- Estilo B: mayor variedad de motivos y técnicas decorativas.
- Estilo C: torno primitivo. Aparecen las cazuelas de asas interiores.
- Estilo D: uso regular del torno. Producciones en serie, gran variedad e motivos, asas de
orejetas y se introducen ya la cerámicas comunes romanas.
- Estilo E: producciones de clara influencia romana.
Por lo que respecta a la orfebrería, esta relacionada con la tradición autóctona anterior
de la Edad del Bronce con influencias de la orfebrería de la zona atlántica. Son muy sencillas y
robustas, sin ningún tipo de decoración.
La forma más típica son los torques. A ello hay que sumar los aportes técnicos de Centro
Europa con raíces indoeuropeas. Por lo tanto, se introducen dos técnicas: troquelado y
estampado, con esta incorporación centroeuropea se incluyen nuevos tipos de joyas, sobre
todo las diademas.
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