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LA EDAD DE HIERRO EN

LA ÁREA IBÉRICA.
1. LOS PUEBLOS ÍBEROS.-

La investigación de la cultura ibérica ha sido relativamente reciente. En el siglo XIX se


descubrieron objetos como la “Dama de Elche” o también esculturas como la del “Cerro de los
Santos”, poniendo de manifiesto otro nivel de desarrollo tecnológico y artístico.

1.1. Espacio geográfico de Iberia.-

Iberia es la denominación que dan los griegos a la Península Ibérica. El nombre procede
de una región del Caucaso Meridional (actualmente es Georgia), debido a sus similitudes y su
riqueza metalífera. A medida que los griegos conocen la Península Ibérica, integraba este
término a gran cantidad de pueblos, independientemente de sus rasgos étnicos-culturales.

Ignoramos el fundamento en que los griegos usan para diferenciar a unos iberos de otros
pueblos. Las diferencias de los pueblos ibéricos y los que no lo son es difícil de apreciar:
hablaban la misma lengua, tenían las mismas formas funerarias y su desarrollo económico-
social era parecido. Probablemente, no tenían conciencia de ser todos iberos.

Tenían unidad lingüística y esto indica algo. Determinar que pueblos son iberos y cuales
no lo son es difícil. Por ello hay varios criterios:

1. CRITERIO RESTRICTIVO, que denominamos a Iberia a todos aquellos pueblos


asentados en la zona levantina (Castellón, Valencia, Alicante); Murcia y
Albacete, debido a que tienen similitudes en la cerámica.
2. CRITERIO LINGÜISTICO Y COSTUMBRES FUNERARIAS: donde entrarían, junto a
las anteriores zonas citadas, el Valle medio del Ebro, Cataluña, Suroeste francés,
mitad oriental de Andalucía.
3. CRITERIO DE AMPLIA ZONA IBÉRICA: que abarcaría desde el Golfo de León hasta
Andalucía Oriental.

No implica que estos pueblos tengan homogeneidad en el sustrato, ni siquiera tienen las
mismas expresiones culturales. Hay que indicar que los turdetanos y los túrdulos no son iberos
porque no comparten ninguna costumbre con los pueblos iberos.

La diversidad de estos pueblos dentro de la unidad puede ejemplificarse en los distintos


alfabetos que existen en el área ibérica, que tras los estudios arqueológicos detectaron hasta 6
alfabetos diferentes:
1. El fenicio-púnico.
2. El griego.
3. El de Suroeste o Tartéssico.
4. El de Sureste o Meridional (Andalucía Oriental y Albacete).
5. El Levantino u oriental (utilizada desde la Cuenca del Río Segura hasta el Río
Herault, en Francia).

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6. El greco ibérico (utilización del alfabeto griego para escribir en lengua ibera.
Utilizado en Murcia y el Sur de Alicante). Se trata de un caso particular.

Estos tres últimos, son alfabetos ibéricos que derivan del alfabeto griego colonial.

Estos datos y la selección de pueblos que nos da Estrabón, nos sirve para configurar un
mapa étnico:

ZONA MERIDIONAL.-
• Bastetanos: El nombre procede de la ciudad homónima de Basti (actual Baza).
Ocupan el sur de la provincia de Jaén, Granada, el oeste de la provincia de
Almería, el sur de la provincia de Córdoba. Las ciudades mas importantes son:
Acci (Guadix); Illiberrris (Granada); Ilunco (Pinos Puentes)…
• Oretanos: Esta situado al Norte de los bastetanos. Ocupan el sur de Ciudad Real,
el norte de Córdoba, el norte de Jaén. Fue una zona muy amplia y era una zona
de gran valor estratégico, ya que comunica la Mancha con Andalucía y el Levante
con la Andalucía Oriental. El nombre procede de la ciudad homónima de Oretum
(Ciudad Real). Se trata de un oppidum importantísimo. Otras ciudades
importantes: Cástulo; Oppidum de Alarcos (Alarcos); Obulco (Porcuna); Castellar
de Santiesteban; Collado de los Jardines…
ZONA SURESTE PENINSULAR.-
• Contéstanos: Se extienden desde la desembocadura del Río Segura hasta el
Jucar, es decir, ocupan la zona costera hasta Albacete. Yacimientos mas
importantes: Pozo Moro; Saladores; Peña Negra; Ilici (Elche), Oral (Alicante)…
destacan algunos santuarios como los de Cerro de los Santos; Santuario de la luz;
y el Santuario de Cigarralero.

ZONA LEVANTINA.-
Territorio con mayor fragmentación étnica. Aquí encontramos los siguientes pueblos:
Edetanos; Ilercavones; Sedetanos; Cesetanos; Ilergetes; Indíqueles; Sordones; Ausetanos;
Lacetanos; Ceretanos.

1.2. Proceso de Iberización.-

Queda descartado que los íberos sean un pueblo configurado fuera de la Península
Ibérica y que vengan aquí en forma de invasión. Hoy se entiende por Iberización, un conjunto
de rasgos culturales y diferentes procesos, en cada área diferente, donde se desarrolla formas
complejas, según su sustrato (es decir lo anterior) y las influencias que van teniendo. Pero que
al cabo del proceso adquieren un lenguaje cultural similar con variantes culturales.

El problema es el tema de la lengua. ¿Por qué esta difusión de la lengua ibérica?


Descifrar la lengua será un elemento clave para conocer el proceso de iberización y el porque
se daba esta cultura desde el Sur de Francia hasta el Sur de Andalucía.

Se ha dado dos hipótesis sobre la lengua ibérica:


1. Bien, se trata de una lengua anterior al periodo formativo, de una lengua
autóctona, de tiempos remotos. Por lo cual había que considerar a los
pueblos del Bronce Final (Campos de Urnas), pueblos íberos.
2. O bien, es una lengua que surge al final del proceso de formación de los
íberos y que habría que relacionarla con los pueblos que vienen de afuera:
fenicios, griegos, indoeuropeos, o tartessos. Pero ni fenicios, ni griegos

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tienen nada que ver con el ibérico. Según algunos autores, el tartessicos son
preindoeuropeos; así que solo queda la influencia indoeuropea.

Según Almagro Corveas, la formación de la cultura ibérica es un proceso complejo de


aculturación por efecto del contacto con los pueblos colonizadores del mundo orientalizante,
es decir, por los fenicios y por los griegos. La cultura ibérica se formó en las zonas
meridionales, al alcanzar el nivel proto-urbano en el foco tartesico. La cultura tartéssica fue
transmisora cultural hacia las culturas indígenas por medio de dos vías:
1. Por la Vía de la Plata (por Extremadura).
2. Por la Vía Hercúlea (a lo largo de la costa mediterránea).
El problema de esto es que no explica la diversidad regional, los rasgos propios y
específicos de cada área.

A continuación veremos el proceso de iberización en situaciones concretas:


• Alta Andalucía y el Sureste: Se mantiene unos rasgos muy similares a los
tartessicos por el mantenimiento de la economía metalúrgica. Aquí se va a dar
procesos de complejización social que aparece reflejados en las necrópolis. La
influencia fenicia y griega frente a los pueblos indígenas van a reaccionar con un
lenguaje formar ante este contacto.
• Levante: Fue un proceso diferente porque es una zona bien estudiada
arqueológicamente. No hay un periodo orientalizante; no hay colonias fenicias.
El Bronce Valenciano pervive hasta que en unos momentos surgen rasgos
ibéricos. Se ha atribuido a la aparición de gente venida de la Alta Andalucía
(supuesta colonización interna), ya que los asentamientos del Bronce Valenciano
no perviven. Aparecen nuevos asentamiento pero que van a tener un periodo
muy corto. Además, la falta de materias primas para púnicos y griegos, y los
buenos puertos, produce que el proceso de iberización de esta zona
corresponde a estímulos internos y no de afuera.
• Sureste del Levante: No se conoce bien el proceso, puede ser parecido al del
Levante. El impacto de Tartessos deja una huella que es el enterramiento de
Pozo Moro, en Albacete.
• Área Catalana: Aquí intervienen distintos elementos en el origen de la
iberización. Hay en primer lugar un sustrato indígena aculturado por los Campos
de Urnas. Además, la fundación de Emporiom, la influencia griega será fuerte. En
el valle del Ebro se constata este hecho pero será más tardío en el tiempo.

1.3. Hábitat y economía.-

En el área andaluza el proceso de urbanización va consolidando un modelo de hábitat


concentrado, en el que terminan predominando los oppida como fórmula casi única de
asentamiento. En el estudio realizado en el área de la Campiña, se puede ejemplificar este
desarrollo, que podemos iniciar en la fase de formación del mundo ibérico, en torno a los
siglos VII-VI a. C. En este momento, cuando Tartessos está finalizando su apogeo en el área del
suroeste, se aprecian cambios significativos en el centro y oriente andaluz. Así, ciertos enclaves
de importancia construyen imponentes murallas que, además de ejercer una función
defensiva, constituyen una prueba de inversión de trabajo colectivo y un diseño de
delimitación del asentamiento interior. El caso de Torreparedones, en la Campiña cordobesa,
permite observar cómo los futuros grandes poblados de época ibérica lo fueron: también
durante el Bronce Final. Consiste en un alto muro sin zanja de fundación, formado por dos
paramentos paralelos levantados con piedras irregulares, con el espacio interior relleno de
piedras menores y tierra. Por su parte externa, la pared fue recubierta con barro cumpliendo

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un doble fin: unir los bloques superficiales e impedir un fácil ascenso apoyándose en las piedras
del muro. La falta de cimentación obligó a construir otro pequeño muro exterior de
contención, acción también ejercida por las torres o bastiones que sobresalían de la muralla y
que aseguraban su defensa.

En estos momentos se aprecia en la zona un modelo organizativo dinámico que incluye


la colonización agrícola del Guadalquivir, y el establecimiento de fronteras explícitas entre los
diversos núcleos de poder. Un enclave rural bien conocido es el de Las Calañas de Marmolejo,
cuya vida se extiende entre mediados del siglo VII a, c., y comienzos del siglo VI a. C. Consiste
en una serie de construcciones preparadas para la explotación agropecuaria, así como para la
realización de diversos tipos de actividades: fabricación de cerámica; producción metalúrgica.
En general, todo lo necesario para el autoabastecimiento de las personas que vivieran en estas
dependencias. No presenta ningún tipo de estructura defensiva, y se abandona en el momento
en el que las tensiones entre distintos territorios vecinos provocan el desplazamiento de la
población del llano a los poblados fortificados. Es ahora cuando se definen las fronteras, a
base de áreas vacías o mediante fortines, muchos de los cuales marcan una línea
defensiva entre la zona de vega y la campiña, Una de ellas es la fortificación levantada en
el ceno de La Coronilla de Cazalilla, un pequeño recinto en cuyo lado occidental, el más
accesible, se construyó un gran bastión. Adosadas a la muralla se identificaron estructuras
de producción y almacenaje, atribuyéndose a este enclave un fuerte carácter militar de
control del territorio.

Este modelo ha sido entendido en un doble nivel. Por un lado, el desarrollo interno
de la sociedad indígena alto andaluza, que a finales de la Edad del Bronce presenta claras
evidencias de complejidad, y por otro, la interacción que supone el nuevo marco político y
económico generado por la presencia colonial en todo el litoral del sur peninsular, y por el
desarrollo del entorno tartésico del suroeste.

Durante el siglo V a.C. se va a producir el cambio hacia un modelo social aristocrático


típicamente ibérico. Mientras que en las etapas anteriores parece-reflejarse una jerarquía
más próxima a los modelos orientalizantes, que Almagro Gorbea definió como
monarquías sacras, ahora se produce el cambio a una aristocracia basada en la clientela
más que en el parentesco, convirtiéndose los antepasados del jerarca en referencia
fundacional del grupo en su conjunto. Todas estas características les permiten capitalizar
buena parte de las redes comerciales con el exterior, lo que se comprueba en la
cantidad y variedad de cerámicas áticas que se documentan en esta población.

Conocemos algunos detalles de la vivienda ibérica andaluza a través de las excavaciones


de Puente Tablas, donde se advierte una organización planificada del hábitat, con manzanas
en las que se disponen dos filas de casas unidas por sus muros traseros, y con las puertas
abiertas a calles paralelas. En la zona occidental del hábitat, una gran estructura de 30 m de
largo y 12 m de ancho, con patio central y pequeño pórtico, pudo ser la vivienda-palacio de la
familia dirigente. El resto de las casas son más reducidas, y revelan asimismo diferencias entre
sí. La casa nº 2, con casi 90 m2 de superficie útil, presenta un patio rectangular en el área de
entrada que sería semicubierto, y donde se define el hogar, así como actividades de
transformación y consumo. Dos habitaciones laterales se abren a este patio, que a su vez da
paso a una serie de estancias al fondo, que constituirían el almacén y las áreas privadas. El
arranque de unas escaleras en esta zona indica la presencia de una segunda planta en esta
parte trasera de la vivienda.

La metalurgia es importante, y si bien los instrumentos y las armas de hierro se emplean


al menos desde el siglo VI a.C. Lo cierto es que probablemente no invadieron el sector agrícola

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hasta avanzado el siglo V a.C., lo que pudo propiciar la colonización de nuevos territorios con la
posibilidad de intensificar la producción, A pesar de los exagerados testimonios de las fuentes
antiguas. Las piezas de oro son poco abundantes en esta zona. Sabemos, sin embargo, que la
metalurgia de bronce, plata y hierro fue frecuente en Cástulo, donde los primeros vestigios de
época orientalizante correspondientes al santuario de La Muela, se apoyaron ya sobre un
taller de fundición. Este centro se convirtió probablemente en la primera gran urbe de la
Alta Andalucía, y objetivo principal de conquista o alianza durante la Segunda Guerra
Púnica.

La complejidad de la producción metalúrgica especializada se repite de nuevo en lo


referente a la alfarería, ya que en época ibérica se generalizan las cerámicas a torno de
calidad, siendo frecuente la decoración pintada. El proceso de fabricación implica un
artesanado específico, así como unos talleres dotados de importantes infraestructuras. La
clasificación de base formal y funcional realizada para Andalucía por Escacena y Pereira ha
sido complementada recientemente con los estudios técnicos de Risquez, que precisan la
diversidad morfológica y permiten afinar los cambios que se producen tanto en el tiempo
como en el espacio. La cerámica ibérica característica de esta zona es de pasta clara y
cocción oxidante, a menudo pintada con motivos de tipo geométrico, entre los que
predominan las bandas hechas con el torno, y los segmentos de círculo delineados con el
compás. Las únicas decoraciones figuradas proceden de ámbitos funerarios, donde ciertos
vasos, que podían tener originalmente pintura geométrica, fueron cubiertos con una
lechada de cal, recibiendo sobre ella decoraciones de temas animales o vegetales, lo que
remite a la tradición de las cerámicas figuradas orientalizantes. Otro grupo lo conforman
las cerámicas de barniz rolo, cuyas primeras fórmulas se inspiraron en las producciones
coloniales del ámbito fenicio. Asimismo, son relativamente abundantes las cerámicas
grises de cocción reductora, y las cerámicas grises groseras, características estas últimas de la
producción doméstica.

Existió finalmente un importante mercado de cerámicas importadas, basado


fundamentalmente en los productos áticos de figuras rojas y barniz negro, que llegaron desde
los puertos costeras hasta el Alto Guadalquivir por las diferentes vías de paso, especialmente
las cuencas fluviales, Las primeras aportaciones, más escasas y de mejor calidad, dan paso a
una generalización en su uso que coincide con la expansión aristocrática ibérica. Parte de esos
vasos, especialmente las cráteras y las copas, estaban dedicados al consumo del vino, lo que
sin duda era entonces una actividad social restringida

Por su parte, en el litoral mediterráneo, se aprecia una fuerte incidencia del comercio
fenicio, que busca apoyarse en las jerarquías locales.

Durante el siglo VI se funda el importante poblado de El Oral, que actúa como enclave
portuario, a pesar de que en la actualidad se sitúa casi a 2 Km. de la costa. Su diseño evidencia
una planificación previa, construyéndose primero la muralla y luego, apoyadas en ella, las
viviendas, Estas siguen básicamente un mismo módulo, aunque con notables jerarquías
internas, ya que las casas pequeñas, de apenas 20 m2, tienen sólo dos habitaciones, y las
grandes incluyen 8 ó 9 espacios y superan los 120 m2, concentrándose alrededor de un espacio
abierto.

Como se ha señalado, la capital regional en la etapa ibérica correspondió sin duda a La


Alcudia de Elche -antigua Ilici-, una población de casi 10 Ha, que ejerció su influencia en un
amplio territorio, como se, deduce de la extorsión de los talleres de escultura en un momento
antiguo, y de elementos como la expansión de la decoración cerámica tipo Elchelkchem o las
monedas alto imperiales acuñadas en Ilici en los momentos inmediatamente posteriores al

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mundo ibérico. Los hallazgos del yacimiento son suficientemente explícitos. Desde la presencia
de diversos recintos con escultura y arquitectura monumentales, al hallazgo de la
incomparable Dama de Elche, todo indica el carácter excepcional de este centro, Desde esta
ciudad, el puerto natural de salida al mar era el Portus Ihcitanus, situado en la actual Santa
Pala, Allí se ha descubierto recientemente el yacimiento de La Picola.

Dependiendo de la funcionalidad y la morfología del emplazamiento, Bonet, Guerin y


Mata han distinguido tres fórmulas de diseño del hábitat:

1. La primera corresponde a un urbanismo regular, propio de asentamientos llano


o sin grandes dificultades topográficas. Las calles serán aquí rectilíneas, con cru-
ces en ángulo recto, y suficiente anchura como para que circulen carros. Las
casas se distribuyen en manzanas regulares, como es el caso de la Banyets o
Los Villares de Caudete de las Fuentes.

2. Por su parte, aquellos poblados que se asientan en cerros altos aprovechan


las cotas máximas, y se extienden por parte de la pendiente, por lo que las
viviendas se distribuyen en terrazas, y las calles deben amoldarse a las
curvas de nivel, existiendo escaleras o callejones empinados para la
circulación transversal. Las casas se construyen a doble altura, y cada una de
ellas se abre a una calle, como se aprecia en ciertas áreas de Sant Miquel de
Lliria. (verse figura 4).
3. Finalmente, los poblados pequeños siguen el modelo "cerrado", según la
terminología de Morel, que corresponde a los "poblados de calle central"
que en su día definieran Bosch Gimpera o Maluquer, Se trata de una clara
perduración de un lipa anterior, muy característico del área catalana-
aragonesa en la etapa de los Campos de Urnas. Aquí la defensa exterior se
consigue con murallas a las que se adosan las paredes traseras de las
viviendas, abiertas a una calle o plaza central.

En esta zona el factor económico clave, como en las demás, es el cultivo del cereal
complementado con el pastoreo de ovicápridos, que son aquí la base ganadera dominante. La
reconstrucción del litoral antiguo resulta fundamental para entender el poblamiento y los
recursos de las áreas costeras, ya que el mar ocupaba entonces extensiones más amplias de
zonas bajas, hoy desecadas. Este aspecto resulta especialmente llamativo en el área antes
citada de la desembocadura de los ríos Vinalopó y Segura. Hay que señalar aquí también la
especialización en ciertos productos alternativos, como el esparto en el área de Cartagena, o el
lino en el área de Játiva, y desde luego el uso de los recursos costeros, como lo atestiguan las
pesas de red encontradas en los yacimientos.

Resulta fundamental en este contexto resaltar la incidencia que sobre este desarrollo
local tuvo la llegada del comercio fenicio, que debe relacionarse en Catalutio con la fundación
del enclave colonial de Ibiza, a partir de mediados del siglo VII a.C., marcando en cierta
medida la configuración del territorio hasta que es sustituido por el circuito griego a mediados
del siglo I a. C. En la etapa del comercio fenicio se observa una voluntad de dominar las mejo-
res áreas de producción agrícola y de recursos mineros, así como los lugares estratégicos en
el control de las vías de comunicación.

1.3. La religiosidad Ibérica.-

Tema al que se la prestado mucha atención a partir de 3 datos:

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1. Los proporcionados por la literatura greco-latina.
2. Los yacimientos arqueológicos considerados como santuarios.
3. Las manifestaciones funerarias (necrópolis).

No son muy habituales las obras de síntesis, en buena medida, porque la cultura ibérica
es muy dilatada en el espacio y en el tiempo, y a veces cuesta trabajo relacionar la religión en
la esfera política y social.

Es difícil interpretar algunos aspectos de culto. Los nombres que les dan los greco-
romanos no son los mismos. Solo en líneas generales disponemos abundantes objetos
arqueológicos. Se estudia también la iconografía, la iconología de los objetos arqueológicos. El
problema es que el registro arqueológico tiene un límite a partir del cual no se puede llegar.

CONCEPTO DE SANTUARIO: Un lugar donde una persona o varias esperan ponerse en


contacto con una divinidad. La función del santuario es establecer el contacto con dicha
divinidad; y para esto no hace falta un edificio, sino un espacio favorable. Este espacio puede
ser favorecido por elementos naturales: una roca, una montaña, árboles, hendiduras en la
tierra, una cueva o pasos (área de transición). Son lugares donde ha ocurrido una epifanía,
manifestación divina, donde ha caído un rayo, una cueva que sale humo sulfúrico: elementos
de la naturaleza que hablan de la divinidad. Pero no siempre, en estos lugares, tienen el centro
de culto del Estado, sino están más relacionados con el mundo rural.

Para hablar de santuario no sólo basta que sea bonito, natural, tiene que haberse
producido un hecho de elementos que le aporte un grado de divinidad. Por lo que tiene que
ver un límite o frontera del sitio sagrado del profano. Dada la diversidad de espacios sagrados
(lugares de culto) en el mundo ibérico se ha dado varias distinciones, según Domínguez
Monedero:
1. Lugares de Culto Urbano. distinguimos aquí:
• TEMPLOS O SANTUARIOS. Por sus características de grandes monumentos
arquitectónicos y los hallazgos en exvotos insinúan un uso casual.

• CAPILLAS DOMESTICAS. Son habitaciones, que no se diferencian del resto


de las habitaciones de la casa; pero si tiene diferencias en el ajuar:
aparece exvotos, o ajuar litúrgico (pebeteros, vasos para el ritual) o
restos de un ritual (cadáveres de animales o infantes), que inciden a
insinuar a un tipo de ritual habitual o esporádico. No parece que haya
afectado a la totalidad de la comunidad, sino a una parte mínima
(privada o familiar). Muchos autores subrayan los sacrificios de
animales (cabras, corderos, perros…) y también de enterramientos de
niños recién nacidos (ejemplo: Capilla de Escudilla, Castellón, con 22
inhumaciones de niños infantiles en urnas y también animales). Esto es
un hecho general en el mundo ibérico de la zona levantina.

Estos dos primeros tipos de santuarios no se diferencian del resto de las


casas salvo en algún rasgo, como el tamaño, la decoración o los
elementos depositados. Probablemente la conformación de una
religiosidad de carácter cívico está relacionada por un proceso político,
económico, social del mundo ibérico, que se están erigiendo los
aristócratas y que hay encargados de ese culto. Esos santuarios o
capillas domesticas de esas aristocracias se transforman en lugares de
culto cívico => un santuario cívico.

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Un caso que ilustra este comportamiento lo representa el yacimiento
de Moli d´Espigol en Lérida, donde se ha detectado cinco fases de
ocupación. Fue un proceso de paulatina sacralización. Hacia el s. III a.C.,
comienza la complicarse la estructura y que parece que entierran bajo
las casas. Aparecen 2 enterramientos infantiles y estucos para las
paredes. Se ha creído que a partir del s. III fue un lugar de culto de
prestigio, tal vez un palacio, referente a una persona con poder.

La ubicación física de estos santuarios no responde a la zona. Algunos


ocupan dentro del poblado, un espacio preeminente alto. Otros están
perfectamente integrados en la trama urbana. No hay un modelo único
en cuanto a su estructura interna ni la forma de su ubicación.

Ejemplos de santuarios cívicos: La Quéjola; Ullasttu; La Escuera; La


Alcudia. Ejemplos de capillas domesticas: Puntal del Llops; Castellet de
Benabe.

• SANTUARIOS EMPÓRICOS. Solo conocemos con seguridad un ejemplo:


Illeta dels Banyets, en Alicante (verse figura 5). Esta compuesto por dos
templos y un almacén en el centro de la isla, datado del s. V al IV a.C. y
se ha relacionado con un emporio.

2. Lugares de Culto Extra-urbano. Distinguimos:


• SANTUARIOS SUB-URBANOS O PERI URBANOS. Parece razonable por su
proximidad física, los santuarios forma parte de un poblado o depende
de él. Cuando el santuario se abre a una pluralidad de gente y que se
sitúe cerca del centro urbano (eppidum) implica un determinado acto y
voluntad de control. Ejemplos de este tipo: Santuario de la luz,
relacionado con el poblado de Vadolay y la necrópolis de Cabecico del
Tesoro. Otro ejemplo seria el Santuario del Cigarrejo, Murcia.

• SANTUARIOS DE CARÁCTER SUPRA-TERRITORIAL. Destaca aquí: Cerro de los


Santos (Albacete); Collado de los Jardines; Castellar de Santiesteban.
Los tres son utilizados durante un largo tiempo. No hay núcleos de
población cercanos. Han aparecido en ellos una gran cantidad de
exvotos. En ellos se manifiestan una gran variedad de influencias.

• SANTUARIOS RURALES. La mayoría son cuevas. Son lugares con carácter


sagrados y relacionado con actividades productivas (ejemplos: La
Murcielaguina; Cueva de Merinel). El ritual desarrollado eran libaciones
(por la deposición de vasos caliciformes) y sacrificios de animales.

1.4. Las costumbres funerarias.-

Con respecto a la dimensión funeraria tuvo gran importancia, ya que, en ella, se refleja
esta sociedad aristocrática ibérica. A través del estudio de las necrópolis nos permite conocer
las diferencias entre los grupos sociales.

Están muy cercanos a los poblados, de manera que hay una presencia real y directa
desde el poblado. Las necrópolis está delimitada ya sea por una cerca, un muro o natural, etc.

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Hay superposición de enterramientos que ocupan un mismo lugar. No sabemos si hay una
planificación en la disposición de las tumbas puesto que a la superposición se han perdido.

Desde el s. XIX hasta hoy en día, se han estado excavando estas necrópolis. Ejemplos de
necrópolis: Baza (Granada); Castulo (Jaén); Cijarralejo; Tuno Dos Pins (Barcelona); Cámara de
Toya…

Cuando un ibero moría, se lleva a la necrópolis y se le incinera al difunto en una pira,


llamada ustrinum. Una vez quemados, los restos del ajuar se limpian y se mete en una urna.
Junto a esto, aparecen restos de banquetes, que se rompían al quedar invalidados. La misma
pira a veces servia como tumba, por ello se llamaba bustum.

Una excepción fue la Dama de Baza, trono donde se depositaron las cenizas. El ajuar se
depositaba al lado de la tumba que componían de pendientes, armas, collares, fíbulas, peines,
recipientes de bebidas y ofrendas. También aparecen instrumentos del trabajo del difunto,
como pesas de telar, manual de orfebre, etc. Muestra la importancia de los difuntos en el
mundo de los vivos.

Hay tumbas de gran complejidad, tanto en estructura como superestructura. Algunos


tienen pilares, como es el caso de Corral de Saus o Torre de Pozo Moro (Albacete), donde hay
un pilar-estela que puede levar rematado con alguna esfinge. En otros enterramientos
aparecen monumentos como Los Alcores (Porcuna).

En otro caso, el poder de la aristocracia, pueden verse no en el monumento, sino en el


interior, creando infraestructura, con una cámara. Ejemplo de esto fue la Cámara de Toya, que
aparecen en la Alta Andalucía, parecidos a los hipogeos púnicos.

La forma de los enterramientos más comunes es:


• Estructuras cuadrangulares o empedrados tumulares.
• Cistas en piedra con una urna en el interior.
• Deposición en un hoyo o urna en el hoyo. Esta última es la más común.

Con el tiempo se va dando una mayor complejidad social. Podemos ver una evolución a
lo largo del periodo (hasta la romanización), en los que los monumentos van disminuyendo a
lo largo del tiempo, pero hay una mayor riqueza al interior (ajuares más ricos): esto quiere
decir que las cerámicas áticas o griegas suplantan a las esculturas.

Las tumbas de mayor orden social poseen cerámicas griegas (Cráteras). Junto a éstas,
había recipientes como Kilix (copas), relacionado con la bebida y de barniz rojo. También en los
ajuares ibéricos encontramos armas como folcatas (espada curva, doblada o rota); lanzas,
puñales y jabalinas; casos, escudos o corazas… Además aparece otros objetos como los
atalajes de los caballos (bocados) y elementos de carros (ruedas). También se encuentran
fíbulas, broches de hierro y bañado en plata, collares, brazaletes, pendientes, colgatines de
pasta vítrea, etc. Es difícil diferenciar el ajuar del hombre y de la mujer.

En general, las necrópolis nos dan una visión de la sociedad ibérica en la que se aprecia
el estatus de las personas y el lenguaje simbólico, pero no hay que descifrarlo. La aristocracia
propia utiliza los momentos funerarios para manifestar su poder adquisitivo alrededor de las
tumbas más importantes, se haya otras menos ricas, que pueden ser rodeado de familiares o
de clientes.

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Las necrópolis ibéricas representan a un numero poco elevado de la sociedad; aunque a
partir del s. IV a.C. aumentan los enterramientos, pero no generalizado en toda la sociedad.

2. LOS PÚNICOS DE IBERIA.-

Es muy habitual la preocupación por delimitar etnias y fronteras entre los pueblos
prerromanos. Pocas veces se menciona entonces a los púnicos de Iberia como pueblo
prerromano. No es un olvido casual, sino que deriva de la consideración de los púnicos, cuyos
precedentes fueron los fenicios como pueblo extrapeninsular y por el predominio
historiográfico en los últimos años del indigenismo. Los romanos al descubrir a los pueblos
peninsulares los tomaron por pueblos indígenas. Además, los púnicos ibéricos llevaban en la
Península Ibérica más de 300 años.

2.1. El concepto “punico”.-

Un problema terminológico actual es que fenicios, fenicios occidentales, púnicos y


cartagineses son 4 conceptos distintos. La confusión entre ellos procede de la literatura greco-
latina y es aprovechada en la actualidad para algunas interpretaciones. Los que emplean los
términos fenicio y fenicio occidental ven una continuidad étnica y cultural entre los fenicios
colonizadores y sus descendientes hasta época romana, siendo ajenos a los púnicos, que
serían aquellas áreas situadas en la órbita de Cartago.

En otros casos fenicio y púnico se diferencian sólo por un matiz cronológico: en el s. VI se


producen cambios en las comunidades fenicias occidentales que dan lugar al mundo púnico.

Por tanto, los fenicios arcaicos serían del s. VIII al VI a.C. y púnicos del s. XI hasta época
romana. Los púnicos ya no se relacionan con el mundo oriental, sino que seguiría su propia
dinámica. El mundo púnico se podría dividir en:
• Púnico cartaginés: Túnez, parte de Sicilia, Cerdeña, Malta, Ibiza y quizás parte del
sur peninsular.
• Púnico ibérico.

En cualquier caso, los términos fenicio y púnico provienen de greco-romanos, ellos


mismos no se llamaban así, sino “cananeos” por lo menos así lo hacían en el norte de África en
el s. V d.C.

Ambas palabras derivan de la misma raíz, pero los romanos la utilizaron para designar a
pueblos de etnia originariamente oriental, de forma indiscriminada y arbitrariamente.

Plinio menciona un mapa de la Península Ibérica relacionado con Agripa, según el cual la
costa sur peninsular pertenecía a los púnicos; sin embargo en los escritos más antiguos se
utilizan los términos de mastienos y en los más modernos los de bástulos. Hecateo de Mileto a
finales del s. VI a.C. habla de tartessios, mastienos y a los bástulos con los púnicos.

Una vez conquistada la Península Ibérica por los romanos los autores greco-latinos
(Estrabón, Plinio) hablan de bástulos o de pueblos mixtos como blasto-fenicios o bástulo-
púnicos (Ptolomeo) entendiendo a los bástulos como pueblo ibero. Mastienos y bástulos son
dos términos que proceden de la misma raíz filológica. Quizás mastienos y bástulos fuera la
denominación que estos pueblos se daban a sí mismos.

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También se habla en 4 fuentes greco-romanos de libio-fenicios. En dos de ellas (Polibio)
se denomina así a gentes traídas desde el norte de África por los cartagineses en la II Guerra
Púnica como tropas de caballería; mientras que el Pseudoscimno y Avieno denominan así a
unos pueblos establecidos en el sur de la Península Ibérica. Pero hay que tener en cuenta los
problemas que plantean estas dos últimos fuentes y que a hemos señalado.

En definitiva, los púnicos ibéricos deben ser considerados ya como un pueblo autóctono,
descendientes de los colonizadores fenicios de los siglos VIII y VII a.C.

2.2. Ámbito espacial de los púnicos ibéricos.-

Independiente de las circunstancias políticas, el espacio cultural abarca zonas de pueblos


con la misma lengua, escritura, etnia y cultura.

El espacio cultural ocupado por los púnicos se estudia a partir de:


1. La etnogénesis de los púnicos de Iberia. Tienen un origen túnico y
primitivamente fenicio, por tanto, hay que analizar primero el espacio que
colonizaron los fenicios entre los siglos VIII y VI a.C.: desde Portugal, costa
atlántica andaluza y costa meridional mediterránea hasta el área de
Alicante junto a Ibiza, si bien los asentamientos fenicios en Portugal y
Alicante no mantienen continuidad en el tiempo y desaparecieron. Sólo se
mantuvo esta continuidad en la costa, desde Huelva a Almería y en Ibiza.
2. Fuentes literarias. Estrabón, prácticamente un siglo después de la
conquista romana nos puede dar una visión muy clara de estos pueblos si
los hacemos correspondiente con los bastulos. Ocuparían desde la
desembocadura del Guadiana hasta el Estrecho de Gibraltar y, desde aquí
hasta Almería. Habla de Carteia y Baria (Villaricos) como “oppida” bastulos
y habla también de fenicios dispersos habitando en ciudades turdetanos.
3. Datos epigráficos y numismáticos. La epigrafía de época púnica es escasa,
salvo sobre moneda y grafitos sobre cerámicas (pocos y normalmente
iniciales y numerales). Los monetales podemos dividirlos en dos grandes
grupos: cecas que amonedaban en púnico, como Gadir, Malaka, Abdera,
Sexi, Baria, Tagilit (en el alto Almanzora no en la costa, es la actual Tijola,
muy relacionada con Baria), Ituci y Olontigi (los tres últimos casos son
antiguas grandes colonias fenicias); cecas que amonedan en neo-púnico
aberrante, siendo Asido (Medina-Sidonia), Baelo, Oba, Iptua (situados en
la provincia de Cádiz al norte), Arsa, Turrirricina (en la provincia de
Badajoz). El neo-púnico aberrante presenta mayor influencia latina.
4. Datos antroponímicos y topónimos. Restos de nombres de personas y
lugares de origen fenicio son rastreables: Gadir (fortaleza), Carteia (Cart-
ciudad), Ebussus (isla de Bas), Asydo (se entiende hace referencia a Sidón);
pero lo normal es que los fenicios utilizaron nombres del sustrato indígena
como todos los terminados en –OVA o –UVA que eran tartéssicos.

Por tanto, el espacio cultural púnico es la costa desde Huelva a Almería con algunas
incursiones en el interior.

Respecto al espacio político1 no hay datos claros en la fuente para conocer la evolución
política y territorial de estas poleis y comunidades, por lo que hay gran variedad de
interpretaciones.

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Aubet y Frutos suponen que esta área estaría controlada directamente por Cartago.

Otros hablan de un control indirecto de Cartago sobre esta zona, por ejemplo, a través
de pactos comerciales.

Otros también hablan de control indirecto por Cartago mediante pactos desiguales.
Oswaldo Arteaga habla de liga púnico-gaditana con Gadir como cabeza de la misma,
manteniéndose esta alianza en pie de igualdad con Cartago.

Habría que hacer 2 puntualizaciones: que la articulación de estas poleis pudo cambiar
desde el s. VI a.C. hasta la invasión romana; y es matizable el considerar a todo este territorio
como una unidad política y si constituyó una unidad política no parece posible que se
mantuviera inalterable.

Lo que esta claro es que Hecateo de Mileto, a fines del s. VI a.C. llama a estas
comunidades “poleis”, es decir, así las consideraban los griegos. Pero hay que tener en cuenta
que este concepto era bastante amplio. En cualquier caso, los jonios que tuvieron contactos
con ellos las consideraron poleis. La formación de una polis implica la existencia de un corpus
legislativo, fronteras, la normalización de las relaciones entre las diferentes polis para delimitar
bien sus territorios y organización interna mediante oligarquías que dirijan el gobierno de la
polis.

Una de esas “poleis” fue Gadir. El registro arqueológico ha definido el llamado “circulo
del Estrecho”, del que Gadir sería su cabecera. Geográficamente habría que limitarlo a Gadir,
Huelva, el sur de Portugal y el Marruecos atlántico. Se desconoce el tipo de relación que poleis
púnica de la costa mediterránea, como Sexi (las mastienas de las fuentes) mantenían con las
del círculo del Estrecho. La cerámica sigue una evolución similar. Villaricos sigue una evolución
observable en el registro arqueológico diferente a la de las poleis púnica de la costa
malagueña, y a las del círculo del Estrecho. Villaricos está muy ligada a Cartago, que tiene
especial interés en las minas cercanas a Villaricos, a la que luego será Cartagonova y a los
distritos mineros de Cástulo, a los que desde Villaricos se podía acceder siguiendo el curso del
Almanzora.

En cuanto a la relación con Cartago del área del Estrecho, parece que son de
dependencia de éste periodo a aquellos a partir del s. IV a.C. Parece ser que desde este siglo
ejerce algún tipo de control sobre el círculo del Estrecho.

El tratado entre Roma y Cartago del 348 a.C. repartiéndose zonas de influencia en el
Mediterráneo central y occidental no hay que interpretarlo como un interés cartaginés en
conquistar el sur de la Península Ibérica, pero sí cierto control comercial sobre la zona. Cuando
algo más de un siglo después, los Bárcidas sí llevan a cabo una labor de conquista, solo la
realizan sobre pueblos iberos y celtas, no así sobre los púnicos, con los que ya tendría
concertada alguna clase de alianza.

Los cartagineses realizan dos fundaciones en Iberia: Akra Leuke y Cartagonova, ambas
dan idea de cual era el interés cartaginés en la Península Ibérica antes de la conquista Bárcida.
Akra Leuke se ha relacionado con Alicante y Cartagonova con Cartagena. Buscan el mineral de
plata de Cástulo y un lugar de fácil acceso al interior (La Mancha) al valle del Guadalquivir y a
Levante.

2.3. Economía de las comunidades púnicas en Iberia.-

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Hasta los años 70 no había datos arqueológicos sobre factorías de salazones de las
comunidades púnicas ibéricas antes de época romana. Pero desde entonces se conocen
bastantes datos de esta industria en la zona de Gadir y, en menor medida, en la zona de
Huelva y en Villaricos.

Los yacimientos son pequeños poblados (Chipiona o Castillo de Santa Catalina) de


pescadores, donde se hacía una primera limpieza del pescado, siendo poblados temporales en
época de captura; factorías para la elaboración del producto y envasado (del s. V a.C. se han
encontrado gran cantidad de ánforas gaditanas de salazones en Corinto), como Torre Alta y
Campo Soto. Las ánforas presentan símbolos religiosos púnicos y símbolos relacionados con la
captura y envasado. Se piensa que esta industria podría estar gestionada por el templo de
Melkart.

Es notoria la importancia de esta industria en Gadir pero también se han documentado


otros tipos de industria en la zona, como la factoría de Cerro Naranja en Jerez de la Frontera,
dedicada a la explotación oleica, también en el Puerto de Santa Maria se ha excavado un
complejo de edificación (en las Cumbres) dedicada a la transformación de la uva en vino.

2.4. Las Costumbres Funerarias.-

La colonización fenicia en este aspecto se caracterizó por la heterogeneidad, mayoría de


incineración pero también casos de inhumación. También era heterogénea la morfología de
enterramientos (hoyos, cámaras, etc.) y en los ajuares también.

Desde fines del s. VII, en sintonía con otras áreas púnicas del Mediterráneo (Ibiza, Sicilia,
Cerdeña) se produce un cambio hacia la inhumación como casi único ritual funerario lo que
lleva a cambios en la morfología de los enterramientos, predominando diferentes variedades
de fosas.

La documentación funeraria de este periodo se limita a 4 necrópolis: la de Gadir, la


necrópolis Jardín que se corresponde con Torre del Mar, la de Puente de Noy que es la de Sexi
y la de Villaricos (la de la antigua Baria).

El patrón especial de las necrópolis fenicias era sobre un cerro enfrente del poblado y,
por medio, un río, teniendo una orientación este-oeste, pero este patrón de asentamiento
desaparece metiéndose en pocos casos.

Las causas de estas transformaciones no se conocen bien. Se atribuyó tradicionalmente


a la influencia cartaginesa, pero parece deberse a otras causas. Con la romanización en el s. II
a.C. vuelve a predominar la incineración sobre la inhumación y, a partir del s. IV d.C. es la
inhumación la que otra vez se impone.

Como consecuencia de la mayor cantidad de inhumaciones cambia la estructura de los


receptáculos que acogen a los difuntos, siendo mayoritariamente fosas de diversas formas:
simples, con escalones almodados en los laterales antropomorfas, etc.

Respecto a los ajuares no parece haber un tipo estándar, habiendo en cada necrópolis
unas costumbres determinadas. Lo que no parece implicar diferencia en las creencias en el
Más Allá. En Jardín y en Puente Noy predominan los ajuares cerámicos. En Gadir predominan
las joyas, siendo ajuares muy ricos. La de Villaricos es la que más difiere pues sus estructuras
más habituales junto a las fosas son las tumbas de cámaras y en los ajuares predominan las

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cáscaras de huevo de avestruz con y sin decoración, elementos todos ellos muy ligados al
ámbito cartaginés.

Pero, en general, todas las costumbres fenicias y púnicas son poco conocidas debido a la
falta de fuentes.

2.5. La religión púnica en Iberia.-

Se dispone también de muy poca documentación sobre las costumbres religiosas fenicias
y púnicas, solo se dispone de algunas referencias de época clásica que contrastan costumbres
grecorromanas con otras que consideran extrañas y de otros lugares.

Se dispone sobre todo de teónimos o de antropónimos en los que aparece el nombre de


algunas divinidad (Aníbal => Baal).

Los textos fenicios y púnicos se realizaron sobre papiro, por lo que prácticamente no
queda documentación. Los datos epigráficos son pocos y los arqueológicos son difíciles de
comprobar.

Lo dicho es aún mas grave para el caso de los púnicos de la Península Ibérica,
limitándose a datos de la época romana sobre posibles divinidades fenicio-púnicas adaptadas
al mundo romano. Los datos arqueológicos que solo pueden darnos referencias de los templos
pero no de los rituales ni de la escatología.

Se trabaja sobre todo con archivos religiosos en materiales duros de ciudades sirio-
palestinas (Ugarit por ejemplo) y mesopotámicas de época anterior a los fenicios, que habrían
recogido la herencia de aquellas.

Sobre los lugares de culto y santuarios púnicos en la Península Ibérica, la documentación


romana nos habla de divinidades asimilables al mundo fenicio y de templos situados en puntos
costeros, como cabos, islas y accidentes marinos, relacionados con Venus, Juno, Afrodita y
dioses como Saturno o Hércules. Los autores grecolatinos permiten la conexión de algunos
dioses: Hércules => Melkart; Baal => Saturno; Astarté y Tanit => Afrodita.

La nómina de lugares de culto descritas en las diferentes fuentes literarias y


arqueológicas son los siguientes:

• En Gadir existían 3 santuarios: el templo de Melkart (en la actual Sancti Petri); un


santuario a Baal-Hammon, (el templo de Kronos, citado en las fuentes
grecorromanas que se han relacionado con un templo a Baal-Hammon); y una
isla consagrada a Afrodita y a Juno (por tanto a Astarté), situado en la isla de
Punta del Nao. Sólo se han hallado exvotos en forma de estatuillas de
divinidades cananeas datado en el s. VIII a.C. del tipo denominado “Smiting
god”. Del único santuario que se han encontrado restos más evidentes es en el
de Punta del Nao, tratándose de ánforas y figurillas de terracotas, ligados al
culto de la divinidad femenina y marina.

En Cádiz-ciudad se han encontrado 5 bustos de mujer relacionadas con el culto a


divinidades femeninas. Son de terracotas que eran desechos de talleres. No
están relacionadas con ningún santuario, pero si con la religiosidad púnica,
imitando modelos griegos de la Magna Grecia y de Sicilia, siendo datado en el s.
V a.C.

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• En la Desembocadura del Lacus Licustinus, se excavó un santuario que se ha
relacionado con una cita de Estrabón, en la que se habla de un santuario en la
zona, dedicado a Phosphoros o a Lux Dubia, divinidad asimilable también a
Astarté.

• En el Peñón de Gibraltar se halla la Gorham´s Cave, y si seguimos la costa hacia


oriente se halla el Peñón de Salobreña, habiendo en ambos restos de santuarios.
Éste último había sido destruido en el siglo II a.C.

La Garham´s Cave fue habitada desde el Paleolítico. Los primeros vestigios


púnicos son de época arcaica (colonial), pero la mayor parte de los restos
materiales son de los siglos IV y II a.C., dejándose de utilizar, al parecer, en ese
último siglo. Respecto a la divinidad adorada existen diferentes interpretaciones:
Melkart por la relación entre el Estrecho y las columnas de Hercules; otros
piensan que es la divinidad femenina Astarté y/o Tania por su similitud con otras
cuevas costeras en el Mediterráneo.

• En la Bahía de Algeciras (Carteia) se ha encontrado un santuario de época


romana. Esta muy mal documentado. Esta debajo de un templo romano de
época republicana. Sólo se ha encontrado el altar y la fosa de consagración
donde se echaban restos de sacrificios y de liberaciones. Se ha atribuido su
consagración a Herakles.

• En Villaricos se han documentado algunos espacios a través de la arqueología y


la literatura, como un santuario rural extraurbano y otro urbano dedicado a
Afrodita.

• El Santuario de la Algaida en Sanlucar de Barrameda (Cádiz) se situó en una isla


en la desembocadura del Guadalquivir. En los años 80 varias campañas
arqueológicas permitieron registrar ¾ partes del santuario. Lo componían 3
pequeñas construcciones (“celdae”) de forma rectangular donde se guardarían
las ofrendas, las que se han encontrado son en su mayor parte cerámicas que
contienen alimentos líquidos y sólidos, terracotas antropomórficas y una
divinidad “” (portando un niño). Los materiales mas antiguos (bronces y fíbulas)
son aproximadamente de la 2ª mitad del s. VI a.C.; y los más recientes son de
época romana, pero con mayor concentración entre los siglos IV y II a.C. Este
yacimiento se ha relacionado con los textos de Estrabón que hablan de un
santuario dedicado a Phosphoros o Venus.

La información que sobre la religiosidad púnica puede deducirse de los elementos


comunes de los santuarios, que son los siguientes:
1. La mayoría de ellos son lugares de culto ya en época arcaica (Algaida,
Punta del Nao, Salobreña, etc.).
2. Su localización se encuentra en lugares idóneos para la navegación, sitios
claramente visibles en la costa, actuando como hitos para los navegantes,
relacionados todo, por tanto, con la navegación.
3. Al relacionarse con la navegación es muy posible que muchos de ellos
estuvieran dedicados a Astarté, divinidad estelar muy ligada a la
navegación, salvo los casos de Gadir (que además del de Astarté tenía otro
santuario dedicado a Baal-Hammon y otro a Melkart).

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4. Todos parecen haber acogido un ritual muy similar: ofrendas de alimentos
y bebidas, quema de esencias, depósito de estatuillas, fíbulas, anillos,
pendientes, etc. que indican semejanzas en el ritual.

3. LOS TURDETANOS.-

A partir de finales del siglo VI se puede ya hablar de cultura turdetana, que hunde sus
raíces en el periodo orientalizante o tartésico. Las fuentes griegas y romanas referentes a este
periodo prácticamente son inexistentes hasta la Segunda Guerra Púnica, que en gran parte
tuvo como escenario a Turdetania.

3.1. El concepto de turdetano.-

El nombre “turdetano” definimos a aquellos pueblos de origen indígena que habitaban


el valle medio y ajo del Guadalquivir. Convivían con otras comunidades que habían ido
asentando en la Baja Andalucía desde el periodo orientalizante, como es el caso de los fenicios
(ahora denominado púnico) y los celtas, que se instalaron en la Beturia (Sierra norte de Sevilla
y Huelva).

Los turdetanos son contemporáneos a los otros pueblos llamados “iberos”, mocionados
anteriormente, y que se extendían por el Sur y Levante peninsular.

El periodo conocido como “turdetano” termina con la conquista romana, aunque hay
evidencias de continuidad cultural hasta los primeros siglos de Nuestra Era.

3.2. Turdetania, turdetanos y cultura turdetana.-

Habrá que hacer una diferenciación entre lo que entendemos por Turdetania,
turdetanos y cultura turdetana.

Por un lado, la palabra “Turdetania” tiene un carácter geográfico y denomina a un


territorio heterogéneo habitado por distintos pueblos. Es un concepto procedente de la
literatura greco-latina y fue diseñado para comprender, ordenar y administrar las regiones del
sur de la Península Ibérica durante el proceso de conquista e implantación de las estructuras
del control romana. De este modo, la Turdetania aparece en los testimonios literarios como un
espacio geográfico con una funcionalidad político-administrativa e histórica determinada;
habitado por turdetanos, mayormente, bastetanos, oretanos, célticos y punicos. Para
Estrabón, la Turdetania comprendía el área que se extiende desde el Guadiana que
conformaba su límite occidental y noroccidental, en dirección Este hasta Oretania y
Carpetania, y después en dirección Sur hasta la costa entre la desembocadura del Guadiana y
el estrecho de Gibraltar, lindando con Bastetania en torno a Gades.

En cuanto al término “turdetanos”, es un concepto étnico creado por la etnografía


helenística. Pudo hacer referencia a una realidad mucho más heterogénea. Es posible que,
contemporáneamente a la conquista, se procediera a la creación de un concepto étnico
genérico, simplificador y homogeneizador, que permitiera una sencilla articulación geo-
etnográfica de la región, en detrimento de la diversidad existente.

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Por ultimo, “cultura turdetana” es un concepto arqueológico moderno creado a partir de
la distinción de un registro material con unos rasgos específicos que lo diferencian diacrónica y
sincrónicamente con otras culturas desarrolladas en la misma zona. A pesar de ello,
consideramos que puede ser equivoco tratar de establecer pautas culturales claras para una
diversidad poblacional tan evidente; sobre todo si se pretende utilizar elementos tales como la
cerámica o el urbanismo como patrones de caracterización y distinción cultural.

3.3. Caracterización cultural y etnogénesis.-

Dentro de la literatura arqueológica se ha definido frecuentemente la cultura turdetana


a partir de aquellos elementos materiales más desprovistos de contenido ideológico,
principalmente la cerámica.

Según Ruiz Mata, ha pretendido encontrar el germen de la “cultura turdetana” en la


interacción entre los colonos orientales y los indígenas en el ámbito costero de Andalucía
Occidental (bahía de Cádiz). Ello le ha llevado a confundir a las poblaciones púnicas de la costa
con los turdetanos del interior a partir del uso de la cerámica como factor de identificación
cultural.

Mas obsoleto parece ser el interés por encontrar la “cultura turdetana” con el “mundo
ibérico”, sobre todo porque no existen fundamentos arqueológicos, antropológicos o
históricos para mantener la existencia de un “pueblo” o una “cultura ibérica”.

En cualquier caso, los turdetanos conformaron un conjunto étnico singular dentro de los
pueblos de Iberia, diferentes claramente de las poblaciones de Andalucía Oriental y del
Levantes, es decir, de lo que tradicionalmente se ha considerado el “área ibérica”.

Recientemente el Profesor Escacena ha propuesto una hipótesis donde contempla la


búsqueda de los elementos de identificación étnica en los elementos mas cercanos a las
pautas conductuales animológicas que dejan huellas en el registro arqueológico. Escacena
piensa que la cerámica, la metalurgia del hierro, la arquitectura de muros rectos, el desarrollo
del urbanismo, etc. no deben ser utilizados como elementos de identificación étnica, dado que
su uso trasciende las fronteras de los pueblos y son comunes a un elevado número de
comunidades contemporáneos del Sur y Levante peninsular. Por otro lado, existe una serie de
elementos culturales intrínsecos al mundo turdetano que permiten diferenciarlo de los demás
pueblos y establecer un posible origen: este es el caso de la lengua, las costumbres funerarias
y las creencias religiosas.

En este sentido, los turdetanos no serían más que los herederos de las sociedades del
Bronce Final. Estas comunidades, una vez desprovistas de los extraños hábitos adoptados por
las elites aristocráticas durante la fase orientalizante van a volver a sus costumbres
ancestrales, aquellas que las vinculan cultural, étnica y lingüísticamente a los grupos
indoeuropeos de la fachada atlántica, aunque sin desdeñar las novedades tecnológicas
introducidas por los comerciantes orientales.

3.4. La cultura material: la cerámica.-

Como hemos dicho anteriormente, existe una serie de elementos que nos permiten
establecer matices con respecto a los repertorios de otras áreas o comunidades vecinas y
contemporáneas.

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La cerámica es el ejemplo más característico. Pellicer, Escacena y Pereira han puesto de
manifiesto el origen de los repertorios cerámicos de las poblaciones del Sur peninsular durante
el Hierro Reciente en la cerámica del periodo orientalizante, deudora de las formas y
decoraciones del mundo oriental y, en menor medida, de la tradición del Bronce Final. Esta
génesis común posibilita las coincidencias morfológicas y decorativas entre las distintas
evoluciones locales y regionales de los talleres meridionales y también relaciones del
repertorio cerámico turdetano con el púnico-gaditano.

La cerámica turdetana está representada principalmente por los vasos realizados a torno
con cocción oxidante o alterna, engobe exterior claro, sin decoración o con decoración pintada
monócroma o bícroma. Los motivos decorativos suelen ser muy monótonos, generalmente
líneas estrechas paralelas de color rojo vinoso u ocre alternadas en ocasiones con bandas
anchas del mismo color o tonalidades diferentes, a veces con tratamiento estapulado o
bruñido. Los motivos geométricos mas elaborados son pocos frecuentes y los encontramos
principalmente en el Guadalquivir Medio y la campiña oriental de Sevilla, es decir, en las zonas
de contacto con las poblaciones de Andalucía Oriental.

El repertorio formal es también bastante monótono, sobre todo frente a la variedad


existente en otras áreas vecinas, como la Alta Andalucía. Destacan los cuencos simples o de
borde engrosado, los platos, lebrillos de cuello estrangulado, las urnas bitroncocónicas, las
ollas y otros vasos cerrados y, en menor medida, los cuencos de perfil en S y los cuencos-
lucerna.

Con la cerámica común y pintada a torno conviven otros repertorios cerámicos como las
ánforas, de fabricación local o de importación, siempre heredera de la tradición alfarera
oriental, la cerámica a mano de tradición indígena, evolución de los prototipos del Bronce Final
y la vajilla de importación griega y, posteriormente, púnica y romana.

Por lo que respecta a la metalurgia, hay una extraña ausencia de restos de este tipo,
sobre todo en lo que se refiere a armas y aperos de labranza. Se extiende la metalurgia del
hierro, aunque todavía es común el uso del bronce para determinados elementos relacionados
con la vestimenta o la vida cotidiana.

3.5. Urbanismo.-

Según el hallazgo arqueológico realizado en el último siglo señala que, desde el periodo
orientalizante, los turdetanos habían adoptado el muro recto y las estructuras arquitectónicas
de planta rectangular, así como un incipiente urbanismo. Pero no será hasta la II Edad de
Hierro cuando esta innovación se extienda a la mayor parte de los ámbitos y a la práctica
totalidad de los poblados de primer orden. Por otra parte, la ausencia de excavaciones en
extensión nos impide conocer las estructuras características de los poblados de menor rango.

La técnica constructiva consistía en muros de adobe con zócalos de piedra de altura


variable con/sin cimentación. La pavimentación era de tierra batida o guijarros y la cubierta,
sostenida por una superestructura de madera, era plana.

Por lo que respecta al urbanismo, la escasez de excavaciones en extensión no permite


estudiar satisfactoriamente su desarrollo en el área turdetana. Solo contamos con algunos
casos mejor conocidos como Tejada la Vieja (Escacena del Campo, Huelva) o el Cerro de la Cruz
de Almedinilla (Córdoba). La expansión de este fenómeno por el valle del Guadalquivir, la
Campiña y el entorno costero parece completarse entre el siglo V y finales del III a.C. Sin
embargo, existen zonas en las que no se documentan un autentico urbanismo hasta época

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imperial romana y permanecerán durante la II Edad del Hierro como áreas “rurales” con una
población dispersa en pequeñas aldeas. Es el caso de las estribaciones de la Sierra Norte de
Sevilla.

También encontramos claras diferencias entre el curso bajo y el curso medio del
Guadalquivir, donde por lo general el poblamiento se concentra en grandes poblados
protegidos por cinturones murarios de piedra. En el Bajo Guadalquivir, las murallas de piedra
no son tan frecuentes y se las ha relacionado más bien con el carácter predominante de
algunas ciudades desde el punto de vista político o ideológico (Carmona, Tejada la Vieja, etc.),
o bien con determinados conflictos bélicos, como la Segunda Guerra Punica (Lebrija).

3.6. La ocupación del territorio.-

Al contrario de lo que se venía pensando tradicionalmente, el poblamiento turdetano no


se concentra únicamente en sentamientos de primer orden, sino que, dependiendo de las
características de cara área, puede aparecer también una red de asentamientos menores de
mediano o pequeño tamaño definidos como aldeas y factorías agrícolas o pesqueras. El
modelo de asentamiento, disperso o concentrado, dependerá por tanto de los estímulos
ecológicos que ofrezca el medio (amplias extensiones de tierras de alto potencial agrícola,
recursos hídricos, proximidad de la costa, etc.) y de su distribución, así como de la cercanía de
vías de comunicación fluviales o terrestres que favorezcan el desarrollo de los intercambios a
larga distancia. Estos estímulos ecológicos condicionarán también la forma en que este modelo
de poblamiento se implanta sobre el territorio: poblamiento agrupado lineal, poblamiento
disperso reticular, etc.

En la campiña de Sevilla surge en torno a los asentamientos de primer orden un número


variable de establecimientos de mediano o pequeño tamaño relacionados con la explotación
de los recursos agropecuarios. Se sitúan en las tierras de mayor potencial agrícola, próximos a
los principales cursos fluviales o a fuentes de abastecimientos de agua, en relación también en
gran medida con las vías de comunicación terrestres y las cañadas ganaderas. Es el resultado
de un largo proceso de colonización agrícola que tuvo su origen durante el periodo
orientalizante.

Un fenómeno similar encontramos en la orilla oriental del golfo tartésico y en las


campiñas del interior de Cádiz, aunque con menor intensidad. En este caso, las posibilidades
que ofrecen los recursos marinos y el comercio ejerce una fuerte atracción hacia la antigua
línea de costa y los pantanos navegables que penetraban hacía el interior.

Por el contrario, la ribera del Guadalquivir presenta un poblamiento concentrado en


grandes núcleos de primer orden vinculados al tráfico fluvial y a la puesta en cultivo de sus
márgenes inmediatas. La carencia de grandes extensiones de tierra cultivable y el factor de
atracción que supone el curso del Guadalquivir determinó el escaso desarrollo de la
colonización agrícola e hizo innecesario el establecimiento de asentamientos menores.

Las campiñas de Córdoba y el interior de la provincia de Huelva también presenta un


poblamiento concentrado en núcleos de primer orden, aunque en este último caso resulta
difícil valorar el modelo de ocupación ante la escasez de prospecciones arqueológicas
superficiales y el reducido número de asentamientos documentados.

3.7. Economía.-

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La economía de las poblaciones turdetanas se encuentra condicionada por la naturaleza
y distribución de los recursos primarios. La base de la economía sigue siendo la agricultura y la
ganadería, complementada con otras actividades como la minería, la pesca o el comercio. La
extracción, producción y tráfico de metal, actividad predominante en las comarcas mineras y
sus vías de distribución, apenas afecta al resto de la población.

El desarrollo de la agricultura se refleja en la expansión del fenómeno de la colonización


agrícola por las campiñas interiores (principalmente Sevilla y Cádiz). También por el interior de
la campiña de Córdoba y de la Vega del Guadalquivir. No obstante, a medida que descendemos
hacia el curso bajo de este río las posibilidades de navegación favorecen el desarrollo de las
actividades pesqueras y comerciales.

Los bordes del antiguo golfo tartéssico cuentan con una economía muy diversificada. La
actividad agrícola y ganadera que se desarrolla desde el antiguo reborde litoral hacia el
interior, hasta las primeras estribaciones de las serranías de Cádiz, se complementa con la
explotación de los recursos marinos (pesca, marisqueo…), con la caza y con el comercio. Esto
fue gracias a las posibilidades de navegación que ofrecían el Lacus Ligustinus y los pantanos
que penetraban hacia el interior.

Por su parte, el interior de la provincia de Huelva vive de la agricultura, salvo las áreas
relacionadas con la explotación y distribución de los recursos mineros (los establecimientos
situados a lo largo de los ríos Tinto y Guadiamar).
3.8. La organización socio-política.-

Son pocas las evidencias con las que contamos para ofrecer un paronama acertado sobre
la organización socio-política de las comunidades turdetanas.

Gracias a las fuentes literarias sabemos que la organización política estaba encabezada
por las jefaturas locales de carácter hereditario cuyo poder era ejercido desde los principales
núcleos de población. Este tipo de organización, que algunos han querido identificar con una
forma primitiva de estado, era muy inestable, pues la competencia entre unos jefes y otros
daba lugar a que los oppida fueran cambiando de manos y los territorios políticos modificada
en pocos años tanto su extensión como sus fronteras. Los asentamientos principales
mantenían el control sobre los establecimientos de menor rango, así como sobre la
explotación de los recursos potenciales y las vías de comunicación. Para ello se podía servir de
otros oppida o bien de estructuras de vigilancias.

Desconocemos el origen de este poder, aunque pensamos que probablemente se tratara


de los linajes principales de la sociedad de jefatura que habían sobrevivido a la crisis del s. VI
a.C.; o bien de aquellos sectores de la población que se habían impuesto a los grupos
aristocráticos de época orientalizante tras un periodo de conflicto social. Por tanto, el poder
parte del prestigio del jefe dentro de la comunidad tribal, gracias al acaparamiento de los
bienes de prestigio, el control de los excedentes productivos, de las relaciones de intercambio
y la coerción política e ideológica sobre el resto de los miembros de la sociedad.

A pesar de ello, el resto de la comunidad se seguía organizado con base en un sistema


tribal aldeano, que permanecieron durante siglos como sustento de la estructura socio-
política, incluso después de la conquista romana. Las zonas menos urbanizadas fueron más
proclives a ello, aunque por lo general, los niveles de organización suprafamiliares de carácter
gentilicio siguieron coexistiendo con las formas de organización protoestatales en toda la
Turdetania hasta los primeros siglos de la Era.

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3.8. El mundo de las creencias.-

Esta faceta es aun más difícil de determinar. No contamos con evidencias de necrópolis y
apenas sabemos nada de los dioses o cultos que mantuvieron los habitantes de la Turdetania.

En la Baja Andalucía se aprecia una ausencia de imágenes de dioses, de animales


sagrados o personajes en actitud ritual. Según Escacena, esta ausencia se explica debido a que
durante la Edad del Bronce los pueblos indígenas no habían conocido el uso de
representaciones sagradas. De manera que las imágenes divinas conocidas en el mundo
tartéssico Orientalizante, alusivas todas a deidades asiáticas, pueden considerarse un
paréntesis dentro de la Protohistoria bajo-andaluza. Esto es el producto de la introducción
durante dos o tres siglos de un panteón extranjero, adorado y sostenido por extranjeros, y que
no fue aceptado mayoritariamente pro las bases demográficas autóctonas.

Por lo que respecta al mundo funerario, Escacena y Belén han defendido en varias
ocasiones la posibilidad de que la ausencia de enterramientos para estas tierras del Bajo
Guadalquivir se deba a las creencias animológicas de las poblaciones indígenas que a la
causalidad o a la falta de una investigación adecuada. Estas poblaciones pudieron dar a sus
cadáveres un tratamiento no detectable a través del registro arqueológico, lo que se aproxima
más a los hábitos característicos de los grupos étnicos de habla indoeuropea que ocupaban la
fachada atlántica que a las costumbres de los “iberos” de la costa levantina. Es más, el hecho
de que durante el Bronce Final existiera un fenómeno similar permite pensar en una
presumible recuperación de costumbres y creencias que se habían visto afectadas durante el
periodo orientalizante por la influencia cultural de los colonos de origen oriental,
principalmente en las capas mas altas de la población.

4. LOS CELTÍBEROS.-

4.1. Introducción: concepto de “celta”.-

No es un concepto unívoco, dando lugar a multitud de interpretaciones. En realidad no


hubo un modelo uniforme y bien definido de “celta”. En los años 60-70 del siglo XIX se llegó a
una identificación arqueológica de lo “celta”, identificándolos con la cultura de “la Tene”, a la
que se dividió en unas fases en función de la evolución de fíbulas y armamento.

Poco después se unió a esto un concepto filológico de lo celta con la identificación de


una serie de pueblos con similares lenguas procedentes del indoeuropeo.

Según Renfrew, lo celta ha servido:


1. A griegos y latinos para denominar a ciertos pueblos.
2. A algunos pueblos para definirse como celtas.
3. Para definir a un grupo lingüístico, sobre todo por los lingüistas modernos.
4. Al complejo arqueológico de la 2ª mitad del Hierro, conocida como “Cultura de
La Tene”.
5. Algunos autores han hablado de un estilo artístico en la 2ª Edad del Hierro en
Centroeuropea.

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6. Otros hablan de un espíritu celta con una serie de rasgos (individualidad,
heroísmo, belicosidad) que autores greco-latinos vieron en algunos pueblos
bárbaros.
7. El Arte irlandés del 1º Milenio a.C.
8. La herencia céltica refiriéndose a la cultura de pueblos de época cristiana
como los irlandeses, galeses, etc.

En la Península Ibérica el concepto de celta se ha ligado mucho al estudio filológico.


Incluso a fines del s. XIX fue usado para reforzar identidades regionalistas (Galicia).

Schulten fue el primero en dar contenido arqueológico al concepto de celta en la


península. Consideró celtas las espadas de las necrópolis del valle del Jalón, los túmulos del
área del valle del Guadalquivir y los torques de la zona portuguesa.

Por su parte, Bosch-Gimpera identificó como célticos a los “campos de urnas” de fines
del 2º Milenio y principios del 1º Milenio, produciéndose, según él, otra oleada que penetra
por los Pirineos en el s. VI a.C.

Martínez Santaolalla, en los años 40 defendió la idea de “panceltismo” en la Península


Ibérica, visión que perdura hasta los años 80.

Almagro Gorbea propone una nueva línea: desvincula a los Campos de Urnas de lo
céltico, o al menos como base explicativa del proceso de celtización; también rechaza los
elementos invasionistas que ligan la presencia de materiales celtas a la llegada de jinetes
celtas; opta por la adopción de un modelo muy complejo de asimilación de elementos de
diferentes procedencias y cronologías, por las élites de las sociedades indígenas,
correspondiendo esto a ese proceso de celtización. Aboga por la unificación de todos los
aspectos que componen el concepto de celta.

Hoy en día, parece asumido que los celtas de la Península Ibérica pertenecen al tronco
indoeuropeo. Pero se conoce muy mal su origen. La documentación literaria griega nunca es
anterior al s. VI a.C. (Hecateo de Mileto, Heredoto, en el s. V a.C.).

Almagro Gorbea propone un horizonte protocelta que afectaría a la Meseta Norte, al


occidente de la Península Ibérica hasta el valle del Ebro. Se caracterizaría por una serie de
elementos filológicos e ideológicos comunes. De este sustrato surgiría, por ejemplo, la cultura
celtibérica entre otros (lusones, belos, titos que eran pueblos celtibéricos), relacionados con
otros pueblos como los vacceos, lusitanos, galaicos, austrigones, cántabros, arevacos, vetones.

Esta hipótesis no excluye el movimiento de pueblos desde Centroeuropea, pero los


supone limitados. El proceso de celtización se vería también favorecido por los flujos
comerciales dirigidos a las élites que asumen estos rasgos como una forma de estabilización
del sistema gentilicio, lo que reforzó la incipiente jerarquización previa de estos pueblos. Este
sistema de organización gentilicio se caracteriza por dotar a los poblados de una organización
de tipo castro cerrado, la incineración como ritual funerario, tecnología de hierro y nuevos
modelos cerámicos.

La presencia celta en la Península Ibérica seria así el resultado de un largo proceso de


celtización de un sustrato local muy antiguo (Cogotas I) con afinidades (por pertenecer al
tronco indoeuropeo), aunque no directamente emparentados con los celtas europeos de La
Téne y Hallstal. Sería un proceso de aculturación más que un cambio de étnico.

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4.2. Fuentes sobre los celtas de la Península Ibérica.-

Fuentes literarias greco-latinas.- Son pocas y muy vagas, señalan la presencia griega de
forma imprecisa. Hecateo nos refiere que Carbona se encuentra en la Keltiké. Herodoto (siglo
V a.C.) dice que la mayor parte de los celtas se extienden desde el Danubio hasta más allá de
las Columnas de Hércules, siendo en Iberia, vecinos de los cinetes (en el Algarbe portugués).
Otros autores grecolatinos, Pseudoscimno, Diodoro, también refieren esta presencia antes de
la conquista romana. Tras estos, Polibio, Posidonio, Estrabón, etc., individualizan 3 áreas
diferentes de celtas en la Península Ibérica:
a. Regiones internas habitadas por celtiberos en la Meseta central hasta el valle
del Ebro: arevacos, lusones, belos, titos, pelendones y berones.
b. Suroeste de la Península Ibérica, concretamente entre el Guadiana y el Tajo,
que son vecinos de los turdetanos y están bastante influenciadas por ellos;
existiría en esta zona una región conocida como Beturia (Badajoz y parte de
Portugal) en la que habría un área celta (Beturia celta, diferenciada de una
Beturia túrdula).
c. El Noroeste de la Península Ibérica que viene a corresponder con el territorio
galleo: artabrí, neri, etc.

Fuentes lingüísticas (epigráficas y onomásticas).- El estudio de la epigrafía establece una


diferenciación entre 2 áreas de la Península Ibérica: Levante y el sur peninsular de un lado y
centro, norte y occidente por otro lado. Esta última sería un área indoeuropea en la que a su
vez se distinguen:
a. Área celtibérica, donde se han encontrado textos en celta arcaico (escritura
céltica y lengua celtibérica) y en latín (pero utilizada también lengua celtíberica).
Son documentos como teseras de amistad, inscripciones sepulcrales, leyendas
monetales.
b. Área occidental de la Península Ibérica donde aparecen inscripciones en
alfabeto latino de lengua indoeuropea, no celtíberica que se ha denominado
lusitana, es la zona entre el Duero y el Tajo sobre todo.

Los datos onomásticos son nombres de lugares, personas, dioses (teonimos), grupos
étnicos y grupos gentilicios o suprafamiliares. Por ejemplo, topónimos terminados en sufijo –
BRIGA (Conimbriga, Segobriga, etc.), que es el elemento más abundante en lengua céltica,
significando lugar fortificado, estando documentado en otras partes de la Europa céltica, pero
está ausente en la zona celtíberica de la Meseta oriental, apareciendo a la zona celtíberica del
valle del Ebro. Topónimos que comienzan por el prefijo SEG-, significaría victoria. Se concentra
en la Celtiberia y zonas aledañas expandiéndose hacia el suroeste. Determinados
antropónimos limitados al área celtibérica.

Registro arqueológico.- El horizonte o sustrato protocental tiene en común rasgos


relacionados con la ideología y religión, como ritos de incineración de guerreros, adoración de
determinadas divinidades, casas redondas, armas arrojadas a las aguas y primitiva
organización social.

4.3. Límites geográficos y grupos étnicos.-

Los celtíberos son los pueblos prerromanos habitantes de la Celtiberia, el nombre que
los romanos dieron a una zona geográfica del interior peninsular donde se asentaban unas
gentes indígenas a las que siempre consideraron de estirpe celta, existiendo la duda de si los

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celtas de Iberia, es una fusión de gentes celtas e iberas, de vecindad. Diodoro, nos dice: <<Los
iberos y los celtas sostuvieron antiguamente una guerra prolongada por cuestiones
territoriales, pero cuando arreglaron sus diferencias y se asentados en el país todos juntos y
cuando la alianza entre matrimonios llevó a la fusión de ambos pueblos, tomaron el nombre de
celtíberos>>.

Los límites exacto de esta región son todavía motivo de discusión entre los
investigadores, según sus mensajes un criterio amplio que incluye casi toda la meseta o una
pauta más restrictiva, aceptada casi mayoritariamente. La Celtiberia nuclear abarca todo el sur
de Aragón y la Meseta oriental, es decir desde el valle medio del Ebro hasta la cabecera el rió
Duero. Zaragoza y Teruel, al norte Guadalajara, norte de Cuenca y al sur la provincia de Soria.

A pesar de estas matizaciones, parece evidente que en los últimos siglos de su desarrollo
se produjo una expansión, más de elementos culturales que de contingentes humanos, por
toda la Meseta que permite hablar de un proceso de aculturación o celtiberización, por lo que
se difundieron el resto de la Meseta muchos elementos típicos de la cultura material de los
celtíberos. Desde el concepto étnico, entiendo como grupo étnico a un conjunto de gentes que
tienen un territorio, una lengua y una cultura común y que se reconocen a si misma como
distintos a otros grupos. No consta la manera que los celtíberos se llamasen a sí mismos con
ese nombre que ahora le damos, ya que esta denominación fue un nombre que desde fuera le
otorgaron los romanos. Los textos clásicos hacen una descripción directa sobre las diferentes
etnias o tribus que integraron el conjunto de los pueblos celtíberos, celtiberi los belos, titos y
lusones, habitaban las regiones más cercanas al valle del Ebro y que los arevacos y peledones
ocupaban las tierras del Alto Duero.

4.4. Ámbito funerario.-

El mundo funerario celtibérico fue el primero que proporcionó vestigios arqueológicos


de aquella cultura, ya que sus necrópolis fueron los primeros yacimientos encontrados por el
marqués de Cerralbo durante los primeros años de nuestro siglo; docena de necrópolis de
incineración de la región del Alto Jalón, al sur de Soria y norte de Guadalajara.

Aunque quedan muchos aspectos por interpretar, uniendo a los viejos datos los
modernos estudios sabemos cuales eran las principales características de las necrópolis
celtíbericas. Se instalaban fuera de los poblados pero muy próximas a ellos, en muchas
ocasiones al pie mismo de los cerros en que estos se asentaban, ocupando las zonas bajas de
vega y situándose en ocasiones en la orilla opuesta del río, ya que las corrientes de agua
podían simbolizar, al igual que en el resto del mundo celta europeo, la separación del mundo
de los vivos del de los muertos. Este emplazamiento en zonas llanas ha contribuido su mala
conservación. Una excepción a esta ubicación la podían constituir los recién nacidos o niños de
corta edad que serían enterrados en el mismo poblado bajo el suelo de las viviendas, según
podemos deducir del hallazgo, La Coronilla, uno de estos enterramientos delante de la puerta
de una vivienda del nivel superior, fechado en el s. I a.C.

El ritual funerario era la incineración. Este ritual consistía en la cremación del cadáver de
una pira denominada ustrinium, la posterior recogida de los restos, seguramente selectiva, y la
introducción de los huesos y cenizas resultantes en una urna cerámica para su definitivo
enterramiento en una fosa en el suelo, siguiendo un cierto orden de alineación.

Singüeza, en la que aparecieron enterramientos de urnas, cerámica en los que


presumiblemente se envolvieron los restos del difunto en alguna tela u otra materia orgánica
que no se ha conservado. En el hoy funerario se depositaban también los objetos del ajuar del

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difunto que solía constar de piezas pequeñas de uso o adorno personal como fíbulas, broches
de cinturón, collares, pectorales… se introducen en el interior del recipiente; y piezas grandes
como armas, cuchillos, lanzas, los arreos del caballos u otros recipientes cerámicos con
ofrendas que se colocaban alrededor. Existencia de ofrendas de animales, vacas, ovejas y
cuernas de ciervos, indicadoras de ceremonias y rituales quizás más complejos de lo que
podemos imaginar. Tras la deposición de los restos funerarios, las tumbas se tapaban de
diferentes modos, sepulturas sencillas sin demarcación externa en las que solo se colocaban
un plato o una laja de piedra encima de la urna cerámica y otras más complejas con una estela
de piedra de tamaño variable en torno a un metro de altura, o bien con un pequeño túmulo
de forma cuadrada o circular, que tampoco suele sobrepasar el metro de altitud y dos de
diámetro.

La presencia de estructuras tumulares sí ha sido objeto de atención ya que se han


localizado diversos grupos de necrópolis tubulares en Cataluña y Bajo Aragón con los que
nosotros creemos que hay que relacionar los meseteños. Se valora más el posible papel
jugado por la tradición megalítica tardía, hipótesis reforzada por el hallazgo de la necrópolis de
los Castellets de Mequinenza.

El ámbito funerario es muy elocuente a la hora de intentar reconstruir el esquema social


de pueblos antiguos si aceptamos el axioma, criticable en algunos aspectos, de que en un gran
número de ocasiones de tratamientos otorgado a una persona a la hora de la muerte es un
reflejo del tratamiento recibido en vida. La variación en la riqueza de la piezas que forman
parte del ajuar, así como el diferente tipo de señalización de cada sepultura, e sindicadora de
una sociedad con cierto grado de jerarquización en la que se intervinieron más bienes y más
esfuerzos en el enterramiento de unos personajes que en el de otros.

En los momentos de mayor esplendor de la cultura celtibérica, siglo V y principios del IV


a.C., existen sepulturas con un gran número de piezas en su ajuar, hasta diez o quince, entre
las que destaca la presencia de diversas armas que conforman una auténtica panoplia
identificada con una aristocracia militar, elite que debió actuar como el poder de cohesionador
del grupo. La inutilización intencionada de muchas de estas armas, su número y su especial
colocación en la tumba, lanzas clavadas verticalmente sobre los huesos incinerados en la
necrópolis de Singüenza, nos habla del estrecho vinculo que debían de unir a nuestros
portadores. Conexión existente entre las armas y el espíritu de los jóvenes guerreros era muy
fuerte, mostrando la existencia de la vida y la muerte, siempre más gloriosa si se producía en
combate. Existencia de una elite guerrera en una sociedad jerarquizada, basando su poder en
el control de las principales bases económicas: la ganadería, en muchos casos rashumante, la
explotación minera, sobre todo del hierro, o el comercio con otros territorios.

4.5. Los lugares de habitación.-

Durante muchas décadas la investigación desatendió, quizás porque los primeros


hallazgos de necrópolis fomentaron el interés por la búsqueda de piezas selectas que realiza
clasificaciones tipológicas y cronológicas, estudios territoriales, ubicación del
acondicionamiento de ese espacio o las formas urbanísticas adoptadas.

La cultura celtíbera evolucionó desde el marcado carácter rural de los primeros siglos,
hasta alcanzar un estadio estatal o preestatal en el que hizo su aparición la ciudad. La forma de
hábitat fue el castro o el poblado en altura con defensas artificiales de piedra y una estructura
interna bien definida. Los castros celtíberos son de pequeños tamaño, pues prácticamente
ninguno sobrepasan una hectárea de extensión y conforman un hábitat disperso de
asentamientos reducidos, relativamente próximos entre sí. Ubicar en cerros testigos de

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superficie amesetada, en espolones o escarpes sobre los cursos de los ríos, zonas fértiles de los
valles, obtención del mayor beneficio económico del entorno; puntos de agua, tierras aluviales
de los ríos, aprovechamiento de pastos o, en algunos casos, la rentabilidad minera de las
cercanas sierras.

Los factores defensivos también intervinieron en la elección de estos lugares defensivos


también intervinieron en la elección de estos lugares elevados, todos ellos tengan una muralla
de sillares de piedra ,a veces reforzadas con torres, que protege las vertientes más suaves y
accesibles y en ocasiones fosos o una estructura de piedra hincadas. Todo ello elementos
constructivos que parecen responder a una estrategia bélica. Las causas que determinan la
elección de un emplazamiento pueden ser múltiples, incluyendo el posible factor ritual, ya
que ciertos lugares suelen tener connotaciones simbólicas, sagradas, de relación con los
ancestros; Arqueología de Paisaje, es necesario buscar no solamente causas materiales sino
también imaginarias, como parecen demostrar las investigaciones de los castros del Noroeste,
yacimientos con bastantes semejanzas formales con los meseteños. Hitos en el paisaje sobre el
que se quiere resaltar su carácter de monumentalidad, construyendo estas obras destacadas
inequívocamente visibles que responden a unas determinadas concepciones sobre el espacio y
el tiempo que todavía no identificamos con la claridad.

Localizados docenas de castros celtibéricos, se han realizado excavaciones arqueológicas


en extensión en algunos como La Coronilla, El Ceremeño, El Palomar, La Peregrina, La cabecera
del Jalón… Visión de la organización interna de los poblados que en los casos conocidos es la
típica de calle central, a cuyos lados se distribuyen las viviendas que apoyan la trasera en la
muralla. Las casas son de planta rectangular, adosadas entre sí compartiendo muro medianero
y constan de dos o tres estancias diferenciadas: un pequeño vestíbulo a la entrada de la
puerta, una habitación central donde está el hogar y al fondo la despensa apoyada contra la
muralla. Este modelo urbano se documenta casi sin variaciones a lo largo de la toda la edad del
Hierro y sigue el mismo esquema identificado en el valle del Ebro, Cortes de Navarra o Cabeza
de Monleón.
El sistema constructivo domestico también fue semejante en todos los núcleos
prerromanos meseteños, donde las viviendas constaban de un zócalo de piedra de unos 50
centímetros de altura, apoyados directamente en el suelo, paredes de adobe, cubrición con
vigas de madera y entramados vegetales, los suelos eran simples de arcilla apisonada. Las
únicas estructuras arquitectónicas de cierta envergadura fueron las murallas, destinadas a la
defensa que suelen tener 2-2,5mts de anchura y están fabricadas con sillares de piedra, más o
menos regulares, en dos paramentos paralelos con relleno de piedras menores y tierra entre
ellos. Reforzada con una o más torres cuadradas, en uno de los ángulos y se hacían una
inflexión o codo en algunos de los lienzos, otra posible intencionalidad. En los últimos
momentos del desarrollo cultural de Celtiberia se constaba de la existencia de autenticas
ciudades, algunas desde finales del siglo III a.C. Su aparición tardía habría surgido del territorio
meseteño, impulsado por la presencia y acción civilizadora de Roma, dinamizado el sistema
social y económico de los indígenas. En el seno de la sociedad celtibérica se dieron las
condiciones sociales y políticas necesarias para alcanzar dicho nivel, sosteniendo que el origen
de algunas de estas ciudades se remonta a momentos anteriores a la presencia romana.

La mayor parte de las ciudades conocidas e distribuyen en territorio aragonés, el valle


del Ebro siempre actuó como vía introductora de novedades culturales, de los iberos y luego
de Roma. Muchos de estos núcleos urbanos fueron también cecas, con derecho acuñar
monedas según la categoría alcanzada, implicaban un mayor prestigio y cierta superioridad,
debieron de actuar como ciudades-estados, dominando un amplio territorio circundante; las
que acuñaron plata tuvieron más categoría.

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4.6. Elementos de la Cultura Material.-

El registro de materiales celtibéricos es bastante amplio y posibilita un conocimiento


detallado de numerosos objetos. Los elementos recuperados en la necrópolis suelen ser
elementos preparados para la ocasión, de un cierto lujo. Enterraban piezas metálicas como
armas, adornos, etc. Los poblados suelen proporcionar materiales relacionados con el ámbito
domestico, cotidiano, predominando los hallazgos cerámicos y en general son muy escasos los
descubrimientos.

La cerámica es una actividad artesanal, variedad estilística es grande y algunos modelos


se han convertido en fósil-guía de u determinado período, se han identificado por su cerámica
a torno e pastas claras y decoración, dándose dos tipos principales:

- Cerámica fabricada a mano: exclusiva durante los primeros momentos del desarrollo
de esta cultura, antes de que fuera adoptada la novedad tecnológica del torno. Se diferencian
dos grupos, vasijas de paredes finas o medias, de pastas rojizas o negras, con superficies
alisadas y generalmente sin decoración. Vasos bicónicos de suave carena, copas de cuerpo
troncocónico, pequeños cuencos de borde, etc. El segundo grupo grandes vasijas de
almacenamiento de paredes gruesas, superficies más toscas, a veces decorados con cordones
o dígitos. Aparecen en el interior de las despensas de las casas.

- Cerámica fabricada a torno: el torno del alfarero llegó a la Península con los
colonizadores mediterráneos y hasta la meseta llegó por vía del valle Ebro, a partir de los
contactos con la cultura ibérica, generalizándose su uso a finales del siglo. Con anterioridad
encontramos cerámicas a tornote importación típicamente ibérica, producto de las relaciones
comerciales mantenidas entre amas regiones.

Con respecto a los objetos metálicos, los celtíberos destacaron en el trabajo de metal,
tanto bronce como hierro, objetos de bronce, adornos personales, placas personales, etc.
Artesanía altamente especializada y exponente no solo de las altas técnicas metalúrgicas
vigentes, sino también de los estilos artísticos de moda que fueron variando a largo tiempo.
Los broches de cinturón que constaban de dos partes metálicas: la pieza macho que mediante
uno o unos garfios enganchaba en la pieza hembra con una serie de ventanillas. Su hallazgo es
frecuente en las necrópolis, formando parte de los ajuares de casi todas las tumbas. Algunas
de sus decoraciones tuvieron carácter votivo y simbólico. En la edad del Hierro se conocen
tres tipos de broches, tartéssicos, ibérico y tipo céltico.

Las fíbulas son piezas semejantes en su concepción al actual imperdible, prácticamente


todas las sepulturas que poseen ajuar contienen uno o más ejemplares. La fíbula evolucionó a
partir de la aguja, a pesar de que fueron piezas de indudable carácter utilitario, cabe pensar
que tuvieron otras connotaciones sociales o simbólicas por su reiterada presencia en el ámbito
funerario y por sus formas y ornamentación a veces rebuscada.

Las armas de hierro son sin duda las producciones metálicas más representativas y su
gran calidad fue observada por los conquistadores romanos. Gran perfección en la forja del
hierro, aprovechando las abundantes minas de todo el Sistema Ibérico, nueva tecnología. Un
gran número de armas procedentes de los ajuares de los personales enterrados en a
necrópolis, espadas cortadas de bordes paralelos. Este modo nos parece muy significativo
puesto que recuerda a los tipos de espadas de Atenas conocidas en Centroeuropea desde el
final de la Edad del Bronce, pero allí fueron sustituidas por estas espadas largas de La Tene,
resurgen estas antiguas formas. Otras armas ofensivas, los puñales cortos, las lanzas de las que

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solo se conserva la punta metálica, cascos de bronce, corazas, escudos circulares… son una
muestra inequívoca del papel social que representaron en una comunidad en la que la guerra y
sus principales actores debieron jugar un papel preponderante.

4.7. Actividades Económicas.-

Actividades agrícolas suelen centrarse en los valles de los ríos. Su principal actividad
económica fue la ganadería, existen muchos indicios para pensar que un recurso económico
importante fue la actividad pastoril, en parte trashumante, como productos subsidiarios de
mayor rentabilidad.

Las relaciones comerciales también jugaron un papel importante en su economía y


quedan confirmadas por la presencia de diversos materiales de procedencia mediterránea en
los territorios del interior. Contactos exteriores de diferente naturaleza dependiendo del
momento en que se realizaron y con quién se establecieron; podría pensarse de la adopción
del alfabeto ibérico por parte de los celtíberos que habría estado propiciada por la existencia
de matrimonios entre ambas poblaciones. Ya en un período Celtíbero Tardío apareció la
moneda impulsada por la presencia romana en el momento de las luchas motivadas por la
conquista de estos territorios interiores

4.8. La religión celtibérica.-

Uno de los aspectos culturales con numerosas afinidades son los celtas europeos con su
religión y demás rasgos ideológicos, con diferentes canales de información que permiten una
aproximación al fenómeno religioso. Los textos escritos de diferentes autores latinos y griegos
describen determinadas ceremonias o ritos y mencionan nombres de divinidades. Nombres de
dioses y establecer relaciones ideológicas con otros ámbitos culturales, el estudio de la
iconografía, las decoraciones cerámicas, donde aparecen personajes y escenas que pueden
catalogarse como rituales o ceremoniales, siendo casi el único testimonio directo de, puesto
que en el mundo celtibérico no existen representaciones directa de la divinidad. En la
arqueología, las necrópolis se relacionan con el más allá y el pensamiento generado por esa
sociedad en torno a ellas.

La religión de los celtiberos tiene un alto grado de sincretismo puesto que aglutina
diferentes elementos destacando entre todos ellos los vinculados con la religión centro
europea. Se identifican dioses de carácter universal como el caso de Lug, de carácter solar en
otros ámbitos célticos, cuyas referencias en la Península son relativamente numerosas,
destacando las del santuario de Peñalba de Villastar o de Uxana, en Galicia representantes de
la fecundidad, una divinidad céltica europea aparece a caballo según es habitual, fue un animal
de gran simbolismo relacionado con la protección de difuntos.

La religión céltica es de carácter naturalista y animista, considerándose sagradas, quizás


por ser moradora o encarnación de los propios dioses, a numerosos elementos naturales como
el sol, la luna, el agua, el trueno o los árboles, los animales… Los lugares en que se practicaban
el culto u quienes eran los encargados de dirigirlo y organizarlos. No se han descubierto
templos ni santuarios y por las descripciones de las fuentes se pueden deducir que los rituales
se celebraban al aire libre en lugares considerados sagrados, en un claro de un bosque, el árbol
tiene un valor alegórico en todo el mundo celta. No se tiene evidencia sobre la existencia de
clase sacerdotal encargada en el culto.

49. La organización sociopolítica.-

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La mayoría de los autores grecolatinos consideran a los habitantes del interior de
Hispania, con un modo de vida bárbaro, de gran belicosidad, dedicados permanentemente a la
guerra y que basaban su economía en el saqueo y el pillaje de territorios. Esta visión parece en
exceso negativa y seguramente se debería el desconocimiento directo.

Entre los celtas peninsulares existían unas elites o grupos de carácter guerrero que
ejercía una especie de clientela militar, en el contexto de una actividad pre-estatal con un
nivel de jefatura, en la que la figura del jefe tendría un papel determinante. La existencia de
estos jefes guerreros puede confirmarse por los hallazgos arqueológicos del mundo funerario
donde es frecuente la aparición de ajuares integrados, por una amplia panoplia o también en
las fíbulas de caballito con o sin jinete que aparece resaltar este aspecto.

Los guerreros celtíberos destacan por su habilidad como jinete en el campo de batalla y
en el manejo de las armas, se denota la existencia de un entamando social articulado en
grandes grupos con esta cúspide evidente y cohesionados o relacionados entre sí por lazos de
parentesco, tipo gentilidades, la organización gentilicia en la gran fuerza del vinculo familiar
que ha sido matizada por algunos autores.

La articulación política giraría en torno al territorio, dando un valor preeminente al


castro y a la ciudad, esta ultima con mayor protagonismo en las últimas etapas, el lugar donde
vivían o de donde procedían era lo que identificaba principalmente a los celtas hispanos.

5. LA CULTURA CASTREÑA.-

5.1. Introducción.-

La cultura castreña fue una cultura protohistórica que se desarrolló en el noroeste de la


Península Ibérica desde finales de la Edad del Bronce (siglo IX o VIII a.C.) hasta el siglo I. Su
característica más notable son los poblados amurallados conocidos como castros (del latín
castrum, campamento), de los que toma el nombre. Su área de extensión llega hasta los ríos
Navia y Tua por el este y el Duero por el sur.

Se desarrolló durante la Edad del Hierro sobre un fuerte substrato indígena de la etapa
final de la Edad del Bronce. A este componente precastreño se sumaron influencias culturales
centroeuropeas (celtas), atlánticas y mediterráneas. En el lento período formativo, que duraría
hasta el siglo V a.C., los castros se fueron extendiendo de sur a norte y de la costa hacia el
interior. Esta cultura se desarrolló a continuación durante dos siglos y comenzó a ser
influenciada por la cultura romana en el siglo II a.C., continuando en forma de cultura galaico-
romana después de la conquista y hasta los siglos III o incluso IV.

La economía castreña tenía una base agrícola (cereales como el trigo, el mijo, la avena y
la cebada, leguminosas como las alubias y los garbanzos, berzas, nabos, etc.) y ganadera-
pastoril (vacas, caballos, ovejas, cabras y cerdos), pero también se practicaban la caza (ciervo y
jabalí), la pesca (pescadilla, maragota, jurel), el marisqueo y la recogida de frutos (avellanas,
bellotas). Existía la minería (oro, estaño, cobre, plomo y hierro), la metalurgia y una cerámica
regional, la cerámica castreña. La orfebrería tiene raíces en la Edad del Bronce y fue recibiendo
influencias centroeuropeas y mediterráneas. Las alhajas más características son los brazaletes
y los pendientes. La escultura se dio más bien en la parte sur del territorio. De entre las armas
destacan las espadas o puñales "de antenas". El panteón religioso indígena era numeroso,

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como revelan las inscripciones de época galaico-romana, y se completaba con cultos o ritos
relacionados con fuerzas, elementos o manifestaciones de la Naturaleza. Se desconocen los
ritos funerarios, ya que no se han encontrado ni enterramientos ni incineraciones.

La identificación del mundo castreño con el mundo céltico es la idea fundamental. Un


rasgo característico que unifica a los pueblos del norte y noroeste de la península ibérica en los
comienzos de la Segunda Edad del Hierro es el modo de habitación en los poblados o fuertes
situados en lugares fácilmente defendibles, estos poblados se conocen con el nombre de
castros o citanias. La cultura castreña del noroeste se diferencia en múltiples aspectos de otras
zonas de la Península donde se vive en poblados fortificados: la organización de defensas del
castro, la distribución interior del hábitat, los materiales constructivos, los elementos de
cultura material, la organización político social, la escritura espiritual, etc.

5.2. Ámbito geográfico a partir de las fuentes históricas.-

Existen unos núcleos centrales de asentamiento y unas áreas de influencia que se


prolongan hacia la meseta. Núcleos principales que corresponde a Galicia actual y occidental
de Asturias, el ámbito castreño se prolongaba hacia las zonas limítrofes de León, Zamora y
Salamanca, rondando los límites de Coimbra. La cultura castreña se desarrolla durante la
primera parte del período subatlántico en un clima semejante al actual. Clima húmedo y frió,
que dificulta el desarrollo de la agricultura y las comunicaciones, suelo pobre con abundancia
de robles y encinas en un territorio de bosques y prados, las comunicaciones más fáciles eran
las marítimas y fluviales, existió más dificultad para establecer relaciones con las zonas más
próximas de la meseta que con las islas Británicas o la vertiente Atlántida de Andalucía.

Los autores clásicos mezclan niveles de información de unos pueblos con otros,
confusiones de galaicos con lusitanos. Según las citas de Estrabón, Mela, Plinio y Ptolomeo, el
área norte y noroeste estaba ocupada a la llegada de los romanos por tres grandes etnias: los
galaicos, los astures y cántabros. Se hallaban divididos en multitud de tribus.

Viene determinada por el tipo de vivienda: los castros. Se desarrolla en toda la zona N y
NW, con varios núcleos fundamentales en Galicia, Norte de Portugal y parte W de Asturias.
También podemos hablar de cultura castreña en otros círculos como son las zonas de contacto
con la meseta (Zamora, León y Ávila). Pero hay que diferenciar cultura de etnia. En las etnias
encontramos a los galaicos, astures y cántabros. Las fuentes literarias hacen mención a las
etnias y no a las culturas, concepto que ha sido acuñado por la investigación arqueológica e
histórica.

Se conoce muy bien la etapa final, con presencia romana, pero mal los primeros momentos. Se
pensaba que los inicios se fijaban a partir del s. V a.C., pero la información arqueológica la ha
matizado. Hasta hace muy poco tiempo no se conocía en estos castros materiales de estos
siglos o anteriores. Las últimas investigaciones han encontrado materiales griegos del siglo VI y
púnicos. Hoy se habla de:

• Castreño antiguo, desde finales del VII y principios del VI al siglo V a.C.
• Castreño clásico, del siglo IV al II a.C. Dentro de este periodo podemos encontrar dos
subperiodos:
− Desde el s. IV a comienzos del s III a.C.
− Desde el s. III a comienzos siglo II a.C.
• Castreño reciente, desde finales II a.C. a I d.C., que es cuando se da toda la entrada de
materiales romanos que nos han permitido fecharla con precisión.

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Durante mucho tiempo se pensó que la cultura castreña acababa con la romanización,
pero la realidad nos muestra que siguió perviviendo. La fecha que marca la cultura castreña
sería el final de las guerras cántabras y las conquistas de Augusto.

5.3. Las bases económicas.-

Si leemos las fuentes, éstas nos hablan de un pueblo eminentemente ganadero, pero no
de base cerealística, sino basada fundamentalmente en la molienda y trituración de la bellota,
que bebían cerveza de cebada. Sin embargo, la información arqueológica disponible es
diferente. Han aparecido muchos restos de cereal, molinos y útiles agrícolas. Así, la agricultura
sería prioritaria. Ello se relaciona igualmente con las incursiones de estos pueblos hacia la
meseta para recoger cereal. Junto con la agricultura, por supuesto, encontramos la ganadería.
Lanar, muy importante la caballar también (las fuentes nos hablan de los caballos galaicos),
pero quizás la base económica se encuentre en la minería.

Se pensaba que la explotación aurífera fue llevada a cabo por los romanos, pero hay
testimonios de explotación anterior (orfebrería en oro y el hallazgo en el interior de algunos
castros, de hornos de fundición). Hoy se defiende la teoría de una economía basada en la
agricultura y la minería. En las zonas más costeras también se da la pesca, y en concreto los
“concheiros”. Se han encontrado restos de moluscos y útiles relacionados con el marisqueo.

5.4. Aspectos del hábitat.-

Los castros tienen la planta con forma circular u oblonga, y se sitúan en dos zonas: en
costeros, normalmente en islotes; y en el interior, sobre promontorios.

Estas gentes buscaban una defensa natural. También utilizaban defensas artificiales
como recintos amurallados (1 o 2 murallas), terraplenes, fosos o las “piedras hincadas”,
dependiendo de las zonas, situación y materiales de los que se dispusieran. No hay ninguna
organización. Las viviendas se sitúan arbitrariamente dentro del recinto. No hay una
planificación del terreno. Se adaptan a la topografía. Es muy disperso, contando con áreas
totalmente vacías y áreas muy concentradas.

En cuanto a las viviendas, las plantas más habituales son las circulares. A veces, esa
estructura circular tiene un pequeño vestíbulo e incluso determinados anexos. En algunos
castros encontramos algunas con planta rectangular, pero con los ángulos curvos. Suele ser
normal la presencia de bancos corridos y un hogar en el centro. Cuando hay anexos estos se
utilizan como almacén o zona industrial.

En muchos castros han aparecido viviendas de planta cuadrada o rectangular. Durante


mucho tiempo se pensó que ello era una aportación romana. Se barajaba el hecho de que las
de planta circular eran más antiguas. Sin embargo se comprobó que durante un tiempo ambas
han convivido. Se han encontrado igualmente materiales romanos en las circulares.

En cuanto a los materiales, son los típicos de cada zona. La primera cimentación se
realiza con piedras poco labradas, con zócalo de apoyo para las paredes de barro. Los castros
más modernos están hechos en piedra. La cubierta es una techumbre cónica vegetas. De
soporte de este tipo de cubierta se colocaba un poste. También se constatan la existencia de
techos, con jambas y dinteles de piedra, que se decoraban con círculos, esvásticas, eses, no
sólo decorando la puerta, sino también el interior, inicialmente quizás como protección y luego
como simple adorno.

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Dentro de la arquitectura hay una serie de monumentos, quizás de carácter sagrado,
quizás funerario. Se ha encontrado una piedra hincada en el suelo con un orificio en la parte
inferior. Las casas donde se han hallado tienen una estructura especial. Las interpretaciones
son varias:
- Monumento funerario, hoy en entredicho.
- Santuario relacionado con divinidades acuáticas, tampoco bastantemente
demostrado.
- Simplemente termas con zona de baños calientes y fríos.

Lo que se conoce es muy poco del mundo funerario. Casi todas las necrópolis excavadas
son del último momento, muy influidas por la romanización. Si se sabe que utilizaban la
incineración. El tipo más común es una simple fosa excavada en la tierra.

5.5. Cultura material.-

En la escultura hay tres tipos de imágenes diferentes:


- Antropomorfa.
- Zoomorfa.
- Ornamental de tipo arquitectónico.

Esta última ya la hemos visto en las puertas de los castros. En cuanto a la zoomorfa
contamos con los BERRACOS, que pueden servir para señalizar rutas, monumentos de tipo
funerario, labrados muy poco hechos.

En la escultura antropomorfa contamos con figuras de guerreros. Son figuras masculinas,


de cuerpo completo pero hasta las rodillas solo, y que van ornamentadas con un puñal y un
escudo circular y que pueden ser bien, monumentos honoríficos a guerreros; bien,
monumentos de tipo funerario, vinculado con el hecho de que muchas de estas esculturas
llevan inscripciones latinas de carácter funerario; o bien, cabezas cortadas.

Solo presentan la cara de una figura masculina, con representación muy abstracta de los
rasgos faciales, realizados mediante incisión, y que pueden ser cabezas de divinidades o tener
relación con el mundo funerario.

En cuanto a la cerámica, Los estudios están bastante retrasados con respecto a otras
investigaciones. Ello se debe a que, a diferencia de otras culturas, la cerámica aparece muy
fragmentada, de ahí que dudemos acerca de su tipología. También es debido al poco interés
por el estudio de estas cerámicas debido a su tosquedad y poca atracción.

Debido a su retraso es necesaria cierta precaución. Parece que las primeras


producciones son de una cerámica bastante tosca, con una decoración mediante incisión con
motivos geométricos. Poco a poco la incisión se combina con estampación pero con motivos
geométricos. El paso siguiente será la introducción de un torno lento. Es casi coetáneo a la
presencia de cerámicas romanas. Se incorporan también nuevas técnicas decorativas hasta
que la cerámica castreña deja ese repertorio y pasa a imitar a las cerámicas romanas.

Los orígenes de la cerámica castrena en las producciones del Bronce Final; de tipo Penha
y de abalarga, se diferencia en cinco estilos y veintiuna formas:
- Estilo A: a mano con fuerte influencia de piezas de tipo Penha decoración incisa
formando bandas o triángulos.

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- Estilo B: mayor variedad de motivos y técnicas decorativas.
- Estilo C: torno primitivo. Aparecen las cazuelas de asas interiores.
- Estilo D: uso regular del torno. Producciones en serie, gran variedad e motivos, asas de
orejetas y se introducen ya la cerámicas comunes romanas.
- Estilo E: producciones de clara influencia romana.

Por lo que respecta a la orfebrería, esta relacionada con la tradición autóctona anterior
de la Edad del Bronce con influencias de la orfebrería de la zona atlántica. Son muy sencillas y
robustas, sin ningún tipo de decoración.

La forma más típica son los torques. A ello hay que sumar los aportes técnicos de Centro
Europa con raíces indoeuropeas. Por lo tanto, se introducen dos técnicas: troquelado y
estampado, con esta incorporación centroeuropea se incluyen nuevos tipos de joyas, sobre
todo las diademas.

La última corriente en la influencia de las técnicas mediterráneas, técnicas utilizadas por


los tartessos o la orfebrería fenicia: filigrana y granulado. Junto a estas nuevas formas
destacan las arracadas y los amuletos.

Aunque la cultura castreña utiliza fundamentalmente el oro, para el armamento utiliza


otros metales, sobre todo el bronce, frente al hierro usado por otras culturas. También
contrasta con la no utilización de la moneda. Siguen basándose en el trueque. Su conocimiento
de la moneda será posterior y ya en época romana. Utilizaban también pequeñas láminas
metálicas para los intercambios, dato que corrobora Estrabón en su <<Geografía>>.

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