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NADA DE VOSOTROS RETENGÁIS


PARA VOSOTROS MISMOS
Fr. Guillermo Lancaster-Jones Campero, Ofm 1 .

Hay algunos temas que discutimos mucho, que salen a colación en


todas nuestras reuniones. Temas como la oración, la formación, la pobreza,
el ministerio, etc, son puntos neurálgicos de nuestra vida provincial 2 . Son
realidades que quisiéramos vivir, y quizás sea porque no las vivimos que
hablamos tanto de ellas.
Desarrollar el tema de la pobreza franciscana es difícil y complejo.
En primer lugar, como dijera una vez el p. Cantalamesa, mirando mi forma
de vida, me parece pecar de falta de consideración hacia los pobres. ¿Cómo
hablar de pobreza cuando aquello que para mí es heroico, para millones de
seres humanos es algo cotidiano? Para superar esta dificultad, me he dejado
guiar por aquellos que tienen todo el derecho de hablar de la pobreza: En
primer lugar Jesucristo, el Maestro, que es para nosotros camino, verdad y
vida; y luego, en segundo lugar, he escuchado al seráfico padre Francisco,
que enamorado de Dama Pobreza, decide abrazarla con pasión.
Como decía, se trata de un tema delicado y problemático. En primer
lugar porque ha sido la principal causa de muchas divisiones y problemas en
la historia de la Orden. Ya desde los inicios de la Orden, ha habido una
pluralidad de opiniones en cuanto a la pobreza, que aunque en sí misma es
una riqueza, también implica el riesgo de conflictos, y malentendidos.
Sabemos, por ejemplo, que ya en el siglo XIII, la Orden estaba dividida en
diferentes tendencias: aquellos que pretendían usar ampliamente de los
bienes con tal que se estuviese desprendido de ellos; otros al contrario,
querían usar sólo lo estrictamente imprescindible y vivir en cabañas de
1
FRAY GUILLERMO LANCASTER-JONES CAMPERO, OFM, obtuvo la Maestría en Estudios
Franciscanos en la Universidad de san Buenaventura, en Nueva York. Es además
Licenciado y Doctor en Teología por la Universidad Católica de Lovaina. Actualmente
es Secretario para la Formación y los Estudios de la Provincia de los santos Francisco y
Santiago en México y profesor de teología dogmática en el Instituto Franciscano de
Teología, en Garza García, N. L.
2
Esta fue una conferencia pronunciada en el Capítulo Provincial Electivo de Mayo de
2005, en el Valle de la Misericordia.
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madera y tierra; unos más se esforzaban por evitar los excesos de unos y de
otros. Lo asombroso es que todos justifican su posición invocando a san
Francisco. Por lo mismo, me parece necesario echar una mirada a lo que el
Seráfico Padre nos dice en sus escritos.
Siguiendo las huellas de Francisco, he querido evitar toda crítica
institucional o personal. Lo interesante de esto es la posibilidad de hablar de
la pobreza desde una perspectiva positiva, sin juzgar a nadie o, en todo caso,
a uno mismo. Me parece que este es uno de los grandes aportes de Francisco
en una época en la que muchos se agitaban encolerizados y hacían oír su
voz contra la riqueza y la corrupción de los clérigos. Yves Congar define
esta actitud como “la verdadera reforma en la Iglesia” 3 , una reforma llevada
a cabo no por el camino de la crítica, sino por el de la santidad .
Precisamente porque no existe una sola forma de comprender la
pobreza franciscana, esta reflexión no busca proponer la definición de la
pobreza franciscana; más modestamente, como hijo de mi tiempo, quiero
compartir una forma de comprenderla hoy.
Dado que el programa de vida franciscano es, sobre todo, el
seguimiento de las huellas de Cristo, me parece que el primer paso de un
discípulo es escuchar y aprender. El texto fontal del espíritu franciscano no
puede ser otro que el Evangelio, como bien afirma Francisco al inicio de la
Regla: “La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar
el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin
propio y en castidad” 4 . Por tanto, según la vida y Regla del Evangelio, el
Hermano Menor es aquel que vive sin propio. Podríamos decir que vivir la
pobreza (al igual que la obediencia y la castidad) es al mismo tiempo, vivir
el Santo Evangelio y hacer lo que sabemos que Dios quiere, y queremos lo
que le place 5 . Por eso, la pobreza no es opcional en el camino franciscano,
se trata de una de las cinco prioridades que el actual Gobierno General nos
ha señalado como guía para seguir de cerca las huellas del Cristo Pobre y
Crucificado.

1. LA POBREZA EVANGÉLICA

3
Cf. Y. CONGAR, Vera e falsa riforma nella Chiesa, Milano, 1972, p. 194.
4
RegB I,1.
5
Cf. EpOrd 50.
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Escuchando a la Sagrada Escritura, nos damos cuenta de que, a


propósito de la pobreza, el paso del Antiguo al Nuevo Testamento marca un
salto cualitativo 6 : Si el Antiguo Testamento nos presenta un Dios para los
pobres, es decir, un Dios que escucha el grito de los oprimidos, que tiene
piedad del débil y del pobre, que defiende la causa de los necesitados 7 , el
Nuevo Testamento, en cambio, nos presenta un Dios que se hace pobre; que
elige para sí la debilidad y la limitación, como escribe san Pablo a los
Filipenses, Cristo es aquel que “siendo de condición divina no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando la
condición de siervo haciéndose semejante a los hombres” 8 . He aquí la raíz
de la pobreza radical del Hijo de Dios, ese despojarse de sí mismo. La
pobreza de Cristo tiene su cúspide en el misterio de la Encarnación. Esto
quiere decir que la pobreza de Cristo tiene ante todo un aspecto concreto,
existencial, que le acompaña desde el nacimiento a la muerte.
Sin embargo, a propósito de la pobreza material de Jesús, existen
algunos tópicos que merecen una consideración más atenta a partir de los
evangelios. Por cuanto podemos saber de este tema, Jesús no perteneció, por
condición social, al proletariado de su tiempo, es decir, no perteneció a la
clase más baja de la sociedad. Según el parecer de los expertos, José era un
artesano y se ganaba la vida con su trabajo, que era una condición sin duda
mejor que la del que trabajaba para otro. Por otra parte, Jesús no sólo gozó
del prestigio de los rabinos, sino también de la ayuda de algunas mujeres
que disponían de bienes 9 . Los exégetas piensan que aún la frase: “Las
raposas tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” 10 se explica mejor pensando en
su condición de predicador itinerante, sin morada fija, que por la falta de un
techo, aunque este hecho pueda estar también incluido.
Me parece significativo que Jesús nunca reivindicó para sí ningún
primado en materia de pobreza, como lo hizo, en cambio, con relación a la

6
Cf. J. DE SCHAMPHELEER, “Qu’est-ce que la pauvreté évangélique?”, en Etudes
Franciscaines, 42,17 (1967), p. 160-166.
7
Sobre este tema en el Antiguo Testamento ver J. DUPONT, Le beatitudini, Roma, 1976,
p. 596s.
8
Flp 2,6-7.
9
Los expertos calculan que el salario de un artesano sería de aproximadamente 6
denarios, mientras un obrero ganaba 1 denario al día. Cf. Lc 8,2s.
10
Lc 9, 58.
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caridad 11 . Lo apasionante de esto, es que Jesús es libre, inlcuso frente a su


pobreza, del mismo modo en que era libre en el comer y el beber. Podemos
decir, que en materia de ascesis y austeridad, Juan Bautista era mucho más
rígido que él. Jesús no cayó en la trampa en la que caerían después algunos
de sus seguidores al absolutizar la pobreza material, midiendo sobre ella el
grado de perfección.
Podemos concluir que si bien es cierto que a Jesús no le faltó nada
durante su vida terrestre, su vida no es la de un rico propietario sino la de
quien vive de su trabajo y usa de los bienes como un medio y no como un
fin. La pobreza material, de ser un mal que hay que evitar, adquiere
entonces el aspecto de un bien que hay que cultivar, de un ideal que hay que
perseguir. Este ser y hacer de la pobreza sigue siendo fundamental en el
seguimiento de Cristo. En 1994, durante una de las audiencias de los
miércoles después del sínodo de obispos sobre la vida religiosa, Juan Pablo
II pone de relieve estos dos elementos: “La Iglesia siente cada vez más
fuerte el impulso del Espíritu para ser pobre entre los pobres, para recordar a
todos la necesidad de conformarse al ideal de la pobreza predicada y
practicada por Cristo y para imitarlo en su amor sincero y operante por los
pobres” 12 .

2. LA POBREZA FRANCISCANA

Una vez que hemos escuchado la voz del Maestro, que es la fuente
de nuestra vida y regla, podemos escuchar al Seráfico Padre 13 . Una palabra
se impone espontáneamente cuando se habla de la vida de Francisco, y que
quizás podríamos ampliarlo al concepto que, de algún modo, caracteriza a la
pobreza franciscana: la sobriedad. Con todo, ¿cuál es la pobreza
franciscana?
En primer lugar, me parece que el objetivo de la pobreza no es el de
asemejarnos a un grupo social, esa sería una comprensión muy superficial,
podríamos pensar que ya por el hecho de vivir entre los pobres somos
pobres. Hemos constatado la libertad de Jesús, aún ante la riqueza y la
pobreza. Así, la pobreza proclamada por los evangelios ayuda, ante todo, a
11
Cf. Jn 15,13.
12
L’Osservatore Romano, 1 de diciembre de 1994, p. 4
13
Cf. J. DE SCHAMPHELEER, “La pauvreté franciscaine”, en Etudes Franciscaines, 46,18
(1968), p. 173-185.
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crear un espacio para la libertad, para amar y pertenecer a Dios sin límites ni
obstáculos. El poeta francés Charles Peguy expresa esto con bellas palabras:
“Cuando se ha conocido una vez lo que es ser amado libremente, las
sumisiones carecen totalmente de atractivo. Cuando se ha conocido lo que
es ser amado por hombres libres, los servilismos de los esclavos ya no dicen
nada” 14 . La pobreza es entonces la mediación para esa libertad en el amor.
Por lo mismo, la pobreza no puede ser una teoría, se trata de un estado de
vida, es una especie de vacío matricial que nos permite vaciar de contenido
nuestra pobreza para que podamos ser verdaderamente pobres y, por ende,
libres.
La Regla no Bulada, considerada por muchos como el texto en el
que Francisco refleja mejor el espíritu del camino franciscano, nos propone
ese vacío para la libertad y para el amor a través de un principio rector:
“sine proprio” 15 . Así, mirando hacia la intuición que impulsa la institución
de la Orden, nos damos cuenta que el principio fundamental de la pobreza
franciscana: la desapropiación. Prueba de ello es que continúa siendo la
guía de nuestra pobreza. En las nuevas Constituciones Generales se dice:
“Como peregrinos y extranjeros en este mundo, los hermanos, una vez que
renunciaron a la propiedad personal, no se apropien ni casa ni lugar ni cosa
alguna, conforme a la Regla; por tanto, en pobreza y humildad, pónganse
ellos mismos y pongan todo cuanto usan para la vida y el trabajo al servicio
de la Iglesia y del mundo” 16 .
Pero en la mente y en el corazón de Francisco, la pobreza va más
allá de la simple pobreza material, él sabe que se puede ser pobre
materialmente y, sin embargo, estar apegado a muchos otros bienes:
nuestros libros, nuestra autonomía, nuestras opiniones, nuestros seres
queridos, etc. Por eso quiere que “todos los hermanos sean menores y estén
sujetos a todos” 17 . Es indicativo el hecho de que Francisco comience el
capítulo IX de la Regla no Bulada motivando a los hermanos a “seguir la
humildad y la pobreza de nuestro Señor Jesucristo” 18 . Para él, pobreza y
minoridad son dos aspectos inseparables del seguimiento de Cristo.

14
CH. PÉGUY, « Le mystère des Saints Innocents », en Oeuvres poétiques complètes,
Paris, 1941, p. 353- 354.
15
Cf. RegB VI,1.
16
CCGG, 72,1.
17
RegB VII,1.
18
Cf. RegB, IX,1.
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Precisamente porque el hermano menor es un peregrino y extranjero, es


decir, alguien que no posee ni morada ni patria propia, es necesaria la
solidaridad: “dondequiera que estén y se encuentren unos con otros,
conduzcanse con familiaridad, y exponga confiadamente el uno al otro su
necesidad, porque si la madre nutre y quiere a su hijo carnal, ¿cuánto más
amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual?” 19 .
Pero, si nos despojamos de los bienes ¿cómo vamos a subsistir? La
respuesta inmediata de Francisco sería: trabajando 20 ; y luego, ya en
segundo lugar, cuando esto no sea suficiente, dice Francisco: vayan a pedir
limosna 21 . Esto cambia la visión misma que tenemos de la Orden. Durante
siglos se nos ha considerado una Orden Mendicante, mientras que en la
mente de Francisco y en nuestra vida somos una Orden Laborante.
Las nuevas Constituciones retoman el tema del trabajo y le llevan al
ámbito espiritual, hay que considerarlo como un don de Dios y como una
forma de proclamar la paz: “como pobres de verdad y guiados por el
Espíritu y el ejemplo de san Francisco, consideren el trabajo y el servicio
como un don de Dios; por lo cual, muéstrense como menores a quien nadie
tiene que temer, pues buscan servir y no dominar” 22 . Así, el trabajo es, para
el Hermano Menor, mucho más que una fuente de subsistencia, es la
posibilidad de servir y de vivir nuestra vocación de menores, de mostrarnos
mansos y pacíficos, siendo heraldos de la paz y del bien. Así lo comprendió
Francisco: “dondequiera que se encuentren sirviendo o trabajando en casa
de otros, no sean mayordomos ni cancilleres ni estén al frente en las casas
en que sirven” 23 .
La desapropiación evangélica, desde la perspectiva de la Regla no
Bulada, no se limita a los bienes materiales, antes bien, incluye todos los
aspectos de la persona. Así, tiene sentido que Francisco pida a los Ministros
y a los Predicadores, que no se apropien del oficio “de forma que, en cuanto
se lo impongan, abandone su oficio sin réplica alguna” 24 . La pobreza y la
minoridad obligan al hermano a abrir ese espacio interior de la retribución,
de desapropiarse de palabra, de obras, y hasta de deseos: “Por consiguiente,

19
Ibid, VI, 7.
20
Cf. RegNB, VII,3.
21
Ibid, VII,8.
22
CC.GG. 76,1.
23
RegNB VII,1.
24
RegNB, XVII,1.
61

ninguna otra cosa deseemos, ninguna otra queramos, ninguna otra nos
plazca y deleite, sino nuestro Creador y Redentor y Salvador” 25 . Esta
exigencia de sobriedad y desapropiación se extiende a todos, incluso a los
enfermos, a quienes Francisco amonesta a adoptar una actitud de pobres, sin
exigencia ni impaciencia, ya que exigir es una actitud de ricos 26 .
La Regla Bulada cierra las directrices oficiales. Estamos en
presencia de un texto más jurídico, al que no es ajena la influencia de la
Curia romana. Lo importante es que el principio de 1209 permanece intacto:
sine proprio, sólo que su aplicación es más precisa y rigurosa en cuanto a
poner todo al servicio de los demás: la confianza mutua; los cuidados del
mundo y el orgullo, la paciencia y la humildad; el amor a los que nos
persiguen, etc.
De forma más personal, las Admoniciones insisten en la pobreza
espiritual, en la desapropiación del yo. En la tercera Admonición, Francisco
dice: “Abandona todo lo que posee... aquel que se entrega a sí mismo
totalmente a la obediencia en manos de su prelado”27 . El audire se convierte
en ob-audire. La pobreza, unida a la minoridad, se realiza a través de la
obediencia. Esta experiencia de kénosis, de vaciamiento del yo, nos permite
pronunciar con gratuidad un tú. Se trata de nacer de nuevo pero ahora desde
la gratuidad, no somos necesarios, somos fruto de un don y por medio de la
obediencia nos convertimos en un don, nos ponemos en manos del prelado
para llegar a las manos de Dios.
Esta forma de pobreza es, quizás, la más difícil de vivir, pues la
desapropiación del yo, implica un morir a sí mismo, o como bellamente dice
Kundera en el título de una de sus novelas, la pobreza nos hace
experimentar la insoportable levedad del ser, ya que nos pide aceptar la
insignificancia de nuestra historia. Me parece que esto está en la mente de
Francisco cuando escribe en la Carta a toda la Orden que los ministros, los
custodios y los sacerdotes (y todos los hermanos) son sólo humildes
servidores en el Señor.
La consecuencia es clara: “En conclusión: nada de vosotros retengáis
para vosotros mismos, para que enteros os reciba el que entero se os
entrega” 28 . Si la pobreza material nos conduce hacia la moderación, al uso
25
Ibid, XXIII,9.
26
2Cel 175.
27
Adm 3,3.
28
EpOrd 29.
62

correcto de los bienes, la pobreza espiritual se dirige hacia el buen uso del
corazón. Este es el verdadero vacío matricial que crea un vacío que permite
definir de nuevo la pobreza como una riqueza, que en la ausencia del yo,
pronuncia el tú.

3. A MODO DE CONCLUSIÓN

La recurrencia en las palabras es un poderoso indicativo de la


importancia que ésta tenía para una determinada persona. Un análisis de los
escritos de san Francisco nos muestra que hay 107 pasajes distintos que
tratan de la pobreza:
- 9 hablan de la pobreza en general.
- 25 sobre la pobreza material.
- 73 sobre la pobreza espiritual.
Los textos sobre la pobreza material van siempre unidos a otros
sobre la pobreza espiritual. La pobreza y la minoridad son hermanas
gemelas, inseparables. Esta constatación es importante porque corremos el
peligro de perder de vista lo esencial de su intuición: si Francisco tuvo
preocupaciones sociales, no fue en el campo de la pobreza sino en el de la
caridad: quiso conciliar a los hombres grandes y pequeños, eclesiásticos y
laicos, fieles e infieles, a fin de que todos viviesen en la unidad por
Jesucristo que murió por todos.
La gran intuición de Francisco, tal como se deduce de sus escritos,
está dominada por el seguimiento de las huellas del Cristo pobre y
crucificado, siendo pobres para los pobres. De ahí que la característica
propia de la pobreza franciscana sea la kénosis, la desapropiación de toda
clase de bienes posibles: materiales y espirituales, intelectuales y jurídicos,
inclusive las virtudes y las cualidades naturales.

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