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DESATADOS

Juan 11: 40-45 cuenta: Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de
Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús,
alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que
siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que
crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven
fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

Todos tenemos una profunda necesidad de libertad. A nadie le gusta sentirse atado.
Podemos ser como Lázaro que resucitó a una nueva vida de libertad para hacer
grandes cosas en el Señor. En la Biblia hay muchos ejemplos sobre liberación de
ataduras. La palabra original que se utiliza en este pasaje de Lázaro es “luo” que se
traduce como soltar, liberar y quitar cadenas.

Salmo 30: 11 dice: Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me


ceñiste de alegría.

Seremos liberados de todo flagelo porque el Señor desea nuestro bienestar y gozo.

Isaías 58:6 comparte: ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de
impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que
rompáis todo yugo?

La Escritura habla del verdadero ayuno que libera de la falta de piedad.

Isaías 10:27 afirma: Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu
hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción.

La Palabra dice que cualquier yugo se pudrirá con el poder de la unción.

Mateo 16:19 recuerda: Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que
atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será
desatado en los cielos.

Debemos liberarnos y liberar a los cautivos. Declara que eres libre de cualquier atadura
en el nombre de Jesús.

CUATRO ATADURAS

LA PRIMERA ATADURA de la que debemos LIBERARNOS ES LA CULPA QUE AGOBIA Y


DESTRUYE. A los 19 años mis padres murieron. Mi madre murió en diciembre y mi
padre tres meses después. Me sentía culpable especialmente por la muerte de mi
mamá, pensaba que debí llevarla con otros médicos o con otros pastores que oraran
por ella. Pasé cinco años en dicha situación hasta que decidí compartir esos
sentimientos con mis hermanos y pedir perdón a Dios delante de ellos para liberarme,
si es que había dejado de hacer algo por salvarla. Todos somos agobiados por la culpa
en algún momento. María, la hermana de Lázaro y algunos más, intentaron culpar a
Jesús de su muerte al decirle que si hubiera estado allí, Lázaro no habría muerto. Ahora
sucede lo mismo y muchas personas culpan a Dios de sus desgracias porque han
crecido rodeados de una cultura de culpa. Algunos se sienten culpables por jugar
fútbol, maquillarse o cualquier otra situación sin importancia. La religiosidad busca
culpables pero Dios busca arrepentidos. Si te sientes culpable por los pecados que
cometiste, o porque fracasaste en tu matrimonio, el Señor te dice que olvides el
pasado, Él ya te ha perdonado para que seas una persona nueva, capaz de enfrentar
el futuro. La culpa no te ayuda a mejorar, simplemente te limita.

La Palabra dice que son bienaventurados aquellos a quienes Dios no inculpa de


iniquidad y a quien les fueron perdonado todos sus pecados.

Aprende a distinguir la diferencia entre arrepentimiento y culpa. Por ejemplo, cuando


el hijo pródigo se dio cuenta de su terrible condición y decidió volver a su padre, se
estaba arrepintiendo; pero cuando pensó en decirle que lo tratara como a uno de sus
sirvientes porque no merecía ser llamado hijo, se estaba dejando manipular por el
sentimiento de culpa. El Padre Celestial ya perdonó tus faltas y te recibirá como Su
hijo. Siéntate a la mesa y disfruta de las bendiciones que ha preparado para ti. La Biblia
dice que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús.

1ra. de Corintios 15:54-57 dice: Y cuando esto corruptible se haya vestido de


incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la
palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado,
y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por
medio de nuestro Señor Jesucristo.

La muerte es LA SEGUNDA ATADURA DE LA QUE DEBES LIBERARTE. Tal como lo hizo


nuestro Señor Jesucristo. En casa tuve una experiencia desagradable cuando unos
jóvenes dejaron en frente el cuerpo de un muchacho al que habían apuñalado unos
delincuentes. Esa noche escuché unos pasos pero no vi a nadie. Este hecho abrió la
puerta al espíritu de la muerte que rondaba mi hogar, hasta que busqué a personas de
la iglesia que me ayudaron a expulsarlo.

Satanás no puede matarte porque Dios es dador de vida y mora dentro de ti. Piensa
que si pudiera, ya lo habría hecho. Cuídate de no desear la muerte y abrir puertas que
luego será difícil cerrar.
Hechos 2:24 dice: al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era
imposible que fuese retenido por ella.

El Señor se levantó y venció a la muerte. El libro de Apocalipsis dice que ahora Él tiene
las llaves de la muerte y del Hares. Quien no disfruta la vida, no la merece. Valora cada
día de tu existencia como si fuera el último. Hace algún tiempo aprendí una frase muy
cierta que me hizo reflexionar: “Muchos se perdieron de las pequeñas alegrías de la
vida esperando la gran felicidad”. Agradece y aprovecha cada momento que Dios te
regala para compartir con tu familia, trabajar y ser feliz. La vida es un don maravilloso.

El Salmo 91:16 promete: Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.

La vida no es nada si no está llena del Señor. Sáciate en Su presencia porque Él quiere
bendecirte más allá de lo que puedas imaginar.

LA TERCERA ATADURA QUE HAY QUE ROMPER ES LA ENFERMEDAD. Seguramente


cuando Lázaro fue resucitado no se quejó de algún dolor sino que celebró el gran
milagro que Jesús obró en él. Si ya resucitaste a una vida nueva en Cristo no es
consecuente que te sientas enfermo. Al liberarte del pecado y de la muerte también
te regala salud para tu cuerpo y espíritu. No toleres las enfermedades. Dicen que “el
muerto pesa más cuando hay muchos para cargarlo”. Eso significa que consentir los
malestares hace que se multipliquen. Toma autoridad y confiesa salud para tu cuerpo
porque Dios te ha hecho perfecto. No te resignes a una vida de dolencias. Las
medicinas no sanan sino que provocan reacciones químicas para que tu organismo se
cure a sí mismo. La semilla de la sanidad está en ti, lo único que necesitas es una
inyección de fe en “Cristocilina” y Su Palabra.

A POBREZA ES LA CUARTA ATADURA DE LA QUE DEBES LIBERARTE. La familia de


Lázaro era próspera, tanto que eran capaces de alimentar siempre al Señor y a todos
los que le acompañaban, incluyendo a los doce discípulos. En su casa siempre había
comida. Cuando el Maestro llegó, María lavó sus pies con un perfume que costaba lo
que un hombre ganaba en un año. Su generosidad fue criticada por Judas pero Jesús lo
reprendió diciéndole que la dejara porque los pobres siempre estarían allí para recibir
ayuda, pero Él pronto se iría. No podrás ser desatado de la pobreza a menos que
pienses que lo mereces. Debes tener la mentalidad y corazón de María y darle al Señor
lo mejor que tengas. La ayuda más grande para los pobres es no ser uno de ellos y
prosperar para compartirles lo que recibas de Dios. Ábrete a la abundancia y declara
que tus mayores bendiciones están por venir.

Debes tener la mentalidad de un heredero del Rey. Piensa que nadie de la realeza se
preocupa por lo que desayunará al día siguiente. Ellos saben que tendrán cuanto
necesiten porque su linaje los respalda. El Señor nos hizo reyes sobre la tierra, capaces
de pelear por nuestros dominios. Sólo los esclavos ceden sus derechos. No le cedas al
demonio derechos sobre tu salud y prosperidad. Levántate como rey y pelea por tu
libertad y por cada preciosa bendición que Dios ha preparado para ti.

Pídele que te libere de la culpa. Cada día tiene sus afanes y no lograrás avanzar si
además arrastras las preocupaciones del pasado. Desata todo pensamiento de muerte
y enfermedad porque tu mente será renovada por Sus principios. Declara que fuiste
llamado a la abundancia y que como María tendrás ofrendas para el Dios de justicia.
Repite una y otra vez que eres libre y bendecido.

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