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4, La argumentacion La perspectiva discursiva Asi como el eje que vertebra el discurso narrativo es la necesidad de poner orden en el mundo, de dar sentido a los sucesos de nuestra vida, el discurso argumentativo se basa en la necesidad de los seres humanos de persuadir a sus interlocutores 0 de llegar a un acuerdo con ellos respecto de cémo es el mundo. Cuando argumentamos, pre- tendemos convencer a nuestro interlocutor de que nuestras tesis, nues- tras propuestas, son validas y certeras. Ahora bien, siempre que hablamos de “discurso”, estamos enfocan- do la relacién que establece el lenguaje con determinadas practicas sociales. Estamos hablando de una combinaci6n de enunciados en una situacién o contexto de enunciacién concreto. El discurso no es el dominio del lingiiista, ni es el dominio de la gramatica, sino de las relaciones entre el lenguaje y el contexto; por lo tanto, el discurso se constituye como tal en la practica social. En La verdad y las formas juridicas, Michel Foucault propone “con- siderar los hechos del discurso no sélo por su aspecto lingiiistico sino como games, juegos estratégicos de accién y reaccién, de pregunta y respuesta, de dominacin y retraccién, y también de lucha”. Tendre- mos que describir, entonces, los Ambitos, las circunstancias, en los que estos “games” se juegan, es decir, en el caso que nos ocupa, en qué contextos precisos se utiliza la argumentaci6n. Una primera y no exhaustiva enumeracién de los campos de apli- cacién de la argumentacién, que incluye el periodismo, la politica, la publicidad, la justicia, nos acerca a una de las caracteristicas funda- mentales de este discurso: el dominio de la argumentacién es el de lo plausible, lo verosimil, lo probable. Su paradigma de racionalidad es el de los razonamientos cotidianos y el de las ciencias humanas, dis- tinto del paradigma de las ciencias légico-formales y de la demostra- cién de las ciencias experimentales y exactas. éia Maite Alvarado | Alicia Yeannoteguy Los inicios Todas las ciencias humanas tienen sus mitos fundadores. Los de la argumentacién se remontan al siglo V a.C. Sicilia estaba gobernada por los tiranos Gerén y su sucesor, Geldn I, quienes llevaron a cabo expro- soldados mercena- piaciones masivas de terrenos para repartirlos entr rios. En el 467 a.C., una insurreccién derroté a la tirania y los propieta- rios reclamaron sus tierras ¢ iniciaron una serie de procesos, de juicios para recuperarlas. En ese momento, Corax y Tisias compusieron el pri- mer “método razonado” para hablar ante el tribunal, en otras palabras, el primer tratado de argumentacién, un resumen de los mejores argu- mentos para encarar los procesos y salir airosos. En lo judicial, entonces, encontramos los primeros esfuerzos por sistematizar el discurso argumentativo. Algunos de los problemas centrales de la teoria de la argumenta- cién estan presentes también en el relato sobre sus origenes: Tisias era discipulo de Corax y ambos habfan Ilegado a un acuerdo. Corax ensefiaria sus técnicas a Tisias y éste le pagaria los honorarios a su maestro segtin los resultados que obtuviera: si Tisias ganaba su pri- mer proceso, pagaba; si perdia, no pagaba nada. {Qué hizo Tisias cuan- do terminé sus estudios? Le inicié un proceso a su maestro diciendo que no le debja nada. Silo ganaba, segin el veredicto de los jueces, no Je debfa nada. Si lo perdia, seguin el acuerdo con Corax, tampoco le debja nada. En ninguno de los dos casos tendria que pagar a su maes- tro. {Qué hace Corax? Corax retoma el discurso de Tisias palabra por palabra, pero invirtiéndolo, construye un contradiscurso, trabaja el argumento de Tisias a la inversa: si Tisias gana el proceso, segtin el contrato establecido previamente, tiene que pagar, y si pierde, de acuer- do con la ley, también tiene que pagar. En este relato se ve funcionar una operacién mayor de la argumen- tacién: retomar otro discurso escenificando que todo lo que es hecho con palabras puede ser deshecho por palabras. En este caso, ademés, se plantea la contradiccién entre dos sistemas de normas heterogéne: el del contrato privado, por un lado, de Corax y Tisias; y, por otro, las decisiones de indole legal, judiciales. Precisamente, lo que la argu- mentacién intenta es clarificar estas cuestiones, descubrir falacias, desembrollar este tipo de situaciones, 62 La escritura y sus formas discursivas Otro momento muy importante en la historia del discurso argumentativo es la aparicién de los sofistas, entre el siglo Vy princi- pios del IV a.C., que desarrollan en Atenas las ensefianzas de Corax y Tisias. Protagoras, uno de los principales sofistas, trabaja un concep- to clave: la antitesis, como idea fuerza de la argumentaci6n, es decir, la técnica de la contradiccién. Protagoras muestra asi cémo un mis- mo argumento puede tratarse desde distintos puntos de vista y la relatividad, la opinabilidad de las cuestiones humanas. Protagoras sostiene que la excelencia del decir tiene, en si misma, una eficacia demostrativa capaz de transformar el discurso mas débil en el mas potente. En Grecia, se hacian competiciones retéricas, con- cursos de virtuosismo argumentativo, basados en el uso de las técni- cas de Protagoras. Estos usos indignaban a los enemigos de los sofistas, en especial a Platén, que les reprochaba no buscar la verdad, sino limitarse a poner en dificultades al adversario haciendo evidentes las debilidades internas de su argumentacién. Platén condena laretérica de los sofistas, a la que entiende como un mero ejercicio formal de persuasién, que no repara en los temas sobre los que se aplica, dedi- cada a “distraer” a la multitud mediante la seduccién de su elegancia y de sus sonoridades. Con Platén, la episteme (la ciencia) predomina sobre la doxa (la opinidn); la certidumbre de la verdad sobre la mutabilidad de lo opina- ble. La posicion antisofistica de Platén actua en el fondo de todas las criticas posteriores a la retérica, de todas las desconfianzas y prejui- cios sobre los que se fundan las acepciones negativas del término: es un artificio y por lo tanto un engafi, opuesta a lo sincero y esponta- neo; por la persuasién (que es lo contrario de la violencia y la imposi- cién), el mas astuto manipula el consenso; esté dirigida a las masas y, como el conocimiento requiere del didlogo, de la dialéctica, no sirve Para conocer. Atin hoy, el término “retérica” mantiene una carga pe- yorativa (“esto es pura retérica”; “no me vengas con retérica”; “con la retérica no arreglamos nada”). Sin embargo, la retérica se esta sacan- do de encima esta valoracién negativa y est siendo revalorizada en las modernas teorfas de la argumentaci6n, a la par que se rescata a los sofistas por sus aportes. Maite Alvarado / Alicia Yeannoteguy Un resumen de la postura de los sofistas se encuentra en la famosa frase “El hombre es la medida de todas las cosas”; s6lo existen verda- des parciales, titiles para cada circunstancia. Los sofistas refinan el arte de la oratoria, que después seré siste- matizado por otros autores, desde Aristoteles en adelante. A este arte —que para Aristételes es unatejné- se lo llama “retérica” y sistematiza os recursos para hablar en piblico y también para argumentar. La gran sistematizacién aristotélica de la retérica tiene, como eje princi- pal, una teoria de la argumentacién. Resumiendo: el lenguaje y las técnicas argumentativas nacen liga- dos a las practicas judiciales. Es la elaboracién de formas racionales de prueba y demostracién y también un arte de persuadir y conven- cer. Los campos en los que tradicionalmente se ha ejercido son: el de Ja deliberacién politica (génerodeliberativo, que discute sobre lo titil y lo dafioso), que evolucioné hasta la propaganda ideolégica; el del tri- bunal (género judicial, que trabaja sobre los conceptos de lo justo y lo injusto); el campo de la excelencia y la reprobacién (géneroepidictico, discute sobre lo bello y lo feo); el de la demostracién (género diddcti- co). El cristianismo agregé la exhortacién religiosa y la época contem- pordnea, los géneros mediaticos y la publicidad. Situacién y conducta argumentativas Qué es lo que hacemos cuando argumentamos? {Para qué argu- mentamos? Para convencer a otro de la justeza de nuestras proposi- ciones. Y lo hacemos hablando (0 escribiendo), porque s6lo el discurso es portador de raz6n. Argumentar es dirigir a otro (un interlocutor) un argumento, es decir, una buena “raz6n”, para hacerle admitir una conclusién e inducirlo a las conductas pertinentes. Es una operacién que se apoya en un argumento, un enunciado aceptado, para llegar a otro enunciado menos aceptado, la conclusién. En el transito de uno a otro enunciado, se da el trabajo argumentativo. Cuando se argumenta, lo que interviene es la racionalidad; si se utiliza la fuerza o la amenaza de fuerza (igual ocurre con la seduc- cién), se abandona el campo de la argumentacién. Parad6jicamente, hay un argumento de fuerza que se llama “argumento de gran palo” mb4 (argumentum ad baculum), que consiste en apuntar a la cabeza del interlocutor y ordenarle: “Dame la plata o te vuelo la cabeza”. En la medida en que no admite réplica, es muy eficaz. Pero, aunque admite gradaciones, Ja amenaza no es un argumento en sf misma. La argu- mentaci6n por la fuerza consiste en instaurar una elecci6n cuyos tér- minos son ambos desagradables, aunque uno es, con todo, mas acep- table que el otro. Pensemos en Galileo, cuyas opciones eran renegar de sus teorias o la hoguera de la Inquisicién. Este tipo de situacién es lo que se llama dilema. E] dilema es un problema que no tiene verdadera resolucién, en el sentido de que las dos soluciones posibles son malas. En relacion con este tema, Jiirgen Habermas desarrollé el concep- to de “racionalidad comunicativa”. En su definicién, es “la capacidad de aunar sin coacciones y generar consenso porque los interlocutores superan la subjetividad inicial de sus respectivos puntos de vista y, merced a una unidad de convicciones racionalmente motivadas, se aseguran, a la vez, de la unidad del mundo objetivo y de la intersubjetividad del contexto en el que desarrollan sus vidas”. El mundo, dice Habermas, cobra objetividad para una comunidad, por el hecho de ser reconocido y considerado como uno y el mismo mundo por sujetos capaces de lenguaje y accion. Es el “mundo de la vida” que intersubjetivamente comparten. Y el hablante hard manifestaciones racionales cuando la validez de su enunciado sea susceptible de criti- ca, cuando pueda ser rechazado o refutado por el auditorio. Aun si no se alcanza el consenso, en el fracaso queda manifiesta la racionalidad de lo enunciado: el fracaso puede ser explicado. Porque estamos en el terreno de la argumentacion, en el terreno de lo probable, de lo opi- nable; no en el terreno de las verdades absolutas, de las leyes de la naturaleza o de las verdades cientificas. {Cudles son las manifestaciones racionales que nos pueden llevar aun consenso? Las tesis que pueden ser refutadas. Esa es la unica manifestacién racional posible de la comunidad comunicativa: cuan- do plantea un enunciado susceptible de critica, susceptible de ser rechazado. La situacién de argumentacién consta de un agente, individual o colectivo, que actiia para modificar o reforzar las disposiciones de un sujeto con respecto a una tesis 0 conclusién. La tesis que defiende el _ argumentador esta referida a un campo problemético (aquello de lo Maite Alvarado 1 Alicia Yeannoteguy que se trata). El conjunto de medios, de razonamientos que el agente utiliza para defender su tesis, son los argumentos. Puesto que no se argumenta frente a cualquiera, en cualquier mo- mento ni en cualquier parte, podemos decir que existen condiciones de “propiedad” (en el sentido de “apropiadas”) para la situacién de ar- gumentacion 1) Que el otro no comparta las convicciones de uno: debe haber un campo problematico, pasible de controversia. 2) Que el otro sea capaz de creer aquello de lo que se lo quiere persuadir: este punto alude a las competencias del auditorio, 3) Que el otro sca capaz de creer con razén: que sea capaz de pensar, sin las limitaciones de una enfermedad, o de la edad. 4) Que el que argumenta crea en lo que argumenta: por una raz6n utilitaria, pragmatica, ya que la fuerza de su propia convic- cidn se transmite al auditorio, que tiende a creerle; pero también, y fundamentalmente, porque en el campo argumentativo no en- tran -idealmente, conceptualmente, claro esta- la fuerza ni la seduccién. La mentira, el engatio, son recursos de la seduccién. Estas condiciones se relacionan con la importancia que tiene en toda argumentacién el diagndstico correcto del auditorio al que se intenta convencer o persuadir. Una construccién incorrecta del audi- torio puede hacer fracasar la mas fuerte de las argumentaciones. En relacién con el término “auditorio”, tal como se usa aqui, vale una aclaracién. Toda la tradicién que se ocupa del andlisis de la argumen- tacién, aun cuando los textos argumentativos sean escritos, habla de “orador” y de “auditorio”, Por qué? No sélo porque la argumentacién, en sus origenes, era oral, sino porque el escritor que argumenta, esta, de todas maneras, imaginando o representandose los términos de una discusi6n, esta imaginando posibles objeciones alo que él sostiene y, on ese sentido, la argumentacién siempre tiene algo de didlogo, aun. que sea en la cabeza del que esta argumentando. Por eso hablamos de “orador” y “auditorio”: hay una construccién imaginaria de un debate ode una discusién, que muchas veces se ex escrito, La argumentacién debe cum dad. En ciertas situaciones, ‘presa, incluso, en el texto plir ciertas condiciones de legitimi- atribuirse el privilegio de argumentar 66 La escritura y sus formas discursivas puede parecer escandaloso. Hay veces en las que uno siente que “no debe meterse en lo que no le importa”. En las estructuras 0 institu- ciones fuertemente jerarquizadas, como la militar o la eclesiastica, estas cuestiones son cruciales. La situacién de argumentacién se puede bloquear si no se cumplen las “condiciones de legitimidad”, ya sea porque cl orador no es legitimo, o bien no es competente (por lo que el auditorio no se dejara convencer). EI proceso retérico Hay diferentes etapas que conducen al discurso argumentado, Va- mos a ver las operaciones que, para Aristételes, genera latejné rhetoriké (tejné, en griego, significa “arte, industria, habilidad”). Este proceso consta de cinco momentos u operaciones. Vale aclarar que los que siguen son conceptos que las modernas teorias sobre la argumenta- cién recuperan de la retérica clasica, especialmente de los aportes hechos por Aristételes. Las cinco operaciones son: 1) la inventio, que es encontrar qué decir, encontrar los argumentos; 2) la dispositio, que corresponde al ordenamiento de esos argumentos; 3) la elocutio, que consiste en agregar el adorno de las palabras y de las figuras; 4) la memoria, o memorizaci6n del discurso para ser pronunciado oralmen- te; y 5) la actio, que se refiere a la representaci6n del discurso frente al auditorio. Vamos a desarrollar solamente tres de esas etapas: la inventio, la dispositio y la elocutio. Las operaciones restantes no seran tomadas en cuenta porque corresponden a la oratoria, es decir, al diseurso argumentativo oral. La inventio La inventio (es una palabra latina que podria traducirse como “in- veneién”, aunque no tiene exactamente el mismo significado) corres- ponde a la generacién de las ideas; por tratarse de argumentacién, esas ideas son argumentos. Se trata, por lo tanto, de buscar qué decir Para argumentar a favor de una tesis, de una posicién. Lainventio no remite tanto a una cuestin de invenci6n, sino mas bien a una bus- 67m Maite Alvarado / Alicia Yeannoteguy escubrimiento, a un hallazgo- Es decir, tiene que ver con ‘4 los propésitos del orador. No se trata, entonces, de un acto de inspiracién, sino de trabajo para obtener las herramientas necesarias para argumentar. Estrictamente, es la bus- queda de los argumentos adecuados para hacer plausible una tesis. De la inventio parten dos lineas: una légica, que tiende a conven- a emocionar. Para convencer, se tener fuerza por si mismas. e tienen en consideracién las queda, aun d encontrar lo que conviene cer, y una psicoldgica, que tiende requieren pruebas. Pruebas que deben En cambio, enla linea de lo psicoldégico, s caracteristicas del auditorio, su humor, sus sentimientos 0 emocio- nes, ya que se busca conmoverlo de algun modo. El orador debe hacer un diagnéstico lo mas ajustado posible de su auditorio en funcidn de decidir qué modalidades adoptaré su argumentaci6n para resultar efi- caz frente a ese auditorio en particular. El orador debe, por lo tanto, representarse a su auditorio como el escritor se representa 0 constru- ye a su lector. Volviendo a las pruebas, éstas pueden ser de dos tipos: técnicas y extra-técnicas. Las extra-técnicas son aquellas sobre las cuales el ora- dor, el autor o, mas simplemente, quien argumenta, no puede operar, escapan a su poder. Lo tinico que se puede hacer con ellas es compa- ginarlas, presentarlas de diversas maneras. Estas pruebas son datos que estan en el afuera, no son elaboraciones del orador. Pensemos en el caso de las pruebas en el Ambito juridico. Si son contrarias a su causa, el orador puede intentar esconderlas o correrlas a un lugar menos visible y, si son favorables, las hara resaltar. Barthes dice que estas pruebas son elementos constituidos del lenguaje social, que apa- recen directamente en el discurso, sin ser transformadas por ninguna operacién técnica del orador. Sélo pueden ser compaginadas, evita- das, escondidas o resaltadas, pero nada mas. En cambio, las pruebas intra-técnicas 0 técnicas propiamente di- chas, si dependen del razonamiento, de las operaciones que Ileve a cabo el orador, de su prdctica, puesto que el material es transformado en fuerza persuasiva por una operacién logica. Estas pueden ser de dos tipos; podemos definirlas, a grandes rasgos, como inductivas y Sd ice una a yde una deduccién no cientifi- fed cecen, pais ‘a inductiva es elejemplo, que recurre aun » lar, que puede generalizarse. Las pruebas {a escritura y sus formas discursivas deduetivas son los argumentos, y de ellos, el entimema es la pi maestra. El entimema es un silogismo incompleto, un eile sha que elide su premisa mayor. Por eso, se dice que el senting es am estructura elidida. Si alguien dice: ; s , ‘Vos también podés equivocarte, porque sos humano’, la premisa eli a: ua , dida es “todos los (seres) humanos se equivocan”. La razon de la elipsis de la premisa mayor es que se la considera obvia. Se la considera como un presupuesto que suscita cl consenso del auditorio, es algo sobre lo que todos estan de acuerdo. ¥ si esto es asi, para qué explicitarlo. La argumentacién se edifica a partir de la presuncién de que existen acuerdos basicos en el audito- rio que funcionan como premisas. Ahora bien, deciamos que la inventio no es tanto invencién como busqueda y descubrimiento. Pero, ;dénde buscar los argumentos mas eficaces? Hay un “lugar”, la Tépica, de donde pueden extraerse los argumentos. Roland Barthes concibe la busqueda de los argumentos pertinentes para una causa como el recorrido de una regién por parte de un cazador al acecho. Esta metafora indica que el argumentador o el orador no puede crear sus argumentos de la nada, as{ como el caza- dor no crea su presa. Una batida correcta (es decir, un método correc- to) dara lugar a una buena caza. La Topica (término derivado de topos: lugar) es una red de formas vacias por la cual el orador pasea el tema. Del contacto del tema con cada agujero (cada lugar) de la red, surge una idea posible. Los luga- res no son los argumentos mismos sino los compartimientos donde éstos se encuentran. Por asociacién de ideas, por adiestramiento, se encontrarén los argumentos adecuados. Existia, en la Antigiedad, un ejercicio retérico que consistia en pasear un tema determinado por una serie de lugares: gquién?; ,qué?; {por qué?; {dénde?; {eudndo?; {c6mo? Es facil ver la semejanza entre esta practica y la moderna del periodismo con las “cinco W”: who, what, when, where, why. En el siglo XVII, un tal Lamy propone una red compuesta por Jos siguientes lugares: el género, la diferencia, la etimologia, la defini- cién, la enumeracién de las partes, la comparacién, los efectos. Su- Pongamos que tenemos que escribir un texto sobre el a “literatu- ra” y no sabemos por dénde empezar. Si usamos la Tépica de Lamy, Podremos plantearnos preguntas ra nuestra argumentacién. Podemos preguntarnos por que sugieran caminos interesantes el “género”: Maite Alvarado | Alicia Yeannoteguy {la literatura es arte, es discurso, es produccién cultural? Si la catalo- gamos como arte, podemos preguntarnos en qué se diferencia de las otras artes. Veriamos qué nos sugicre la etimologia del término y su relacién con sus vecinos (letra, letrado, lector, literal, etc.). También podemos preguntarnos con qué es incompatible la literatura: jcon el dinero, con la verdad? El problema con los lugares es que tienden a reificarse, a Henarse siempre con los mismos contenidos, lo cual ha derivado en el uso peyorativo del término “lugar comin” para designar el cliché, lo tri- ado, lo que ya (desde lo argumentativo) no descubre nada y, por lo tanto, no convence. Pero dentro de la retérica y de la teorfa de la argumentacién, los “lugares comunes’ tienen un significado muy dis- tinto. Son, justamente, lugares comunes a todos los temas; lugares generales, utilizables en cualquier campo del saber. En cambio, los “jugares propios” o espectficos son aquellos aptos para buscar los ar- gumentos especificos de disciplinas particulares. Perelman y Olbrechts-Tyteca, en su Tratado de la Argumentacion, exponen una red tdpica cuyos lugares son: -De la cantidad: algo vale mas por razones cuantitativas. Por ejemplo, la defensa de lo popular se hace desde este lugar. Ast, si tomamos el caso del arte, podemos oponer el arte popular a la van- guardia estética, puesto que el valor del arte popular descansa en que es producto de y para mayorias. En esta linea, también se puede opo- ner la defensa del régimen democratico a uno de elite. También son del lugar de la cantidad los argumentos que apelan al sentido comun. Si bien existe un refrn que dice que el sentido comin es el menos comtin de los sentidos, es evidente que el “sentido comin” presume un consenso mayoritario. El discurso publicitario acude frecuente- mente a este lugar: una pelicula es buena porque la vieron multitu- des o, incluso, porque su presupuesto es el mayor de la historia del cine. Una obra de teatro merece ser vista porque bate records de permanencia en cartel (pensemos en La leccién de anatomia acd, en Buenos Aires, o en La ratonera de Agatha Christie, en Londres). -De la cualidad: exalta el valor de lo unico, de lo original, de lo distinto. Perelman y Olbrechts-Tyteca sostienen que se pueden defi- nir las caracteristicas de una sociedad a partir del tipo de argumentos que utiliza y, sobre todo, de los lugares de donde los extrae. La socie- 70 La escritura y sus formas discursivas dad en la que aparece el romanticismo, por ejemplo, es una sociedad que exalta el valor del individuo, de lo unico versus lo masivo. El monoteismo (un solo Dios verdadero, varios son falsos dioses) se fun- da también en la valoracién positiva de lo unico. -Delorden: afirma bien la preeminencia de las causas, de los prin- cipios, 0 1a del fin, los objetivos. “El fin justifica los medios” es un argumento extraido de este lugar; el pragmatismo versus el principismo. El sostén a ultranza de ciertos valores, aunque ello con- eve sacrificios (“la sangre derramada no sera negociada”) indica, por el contrario, que se privilegian los principios a los objetivos, a los fines. El mérito que, en una sociedad competitiva, se otorga al “llegar primero’, a ser el primero en algo (libro de los Guiness), es también un argumento extraido del lugar del orden -De lo existente: este lugar propone que lo que existe, lo real, tiene mas valor que lo posible, lo probable. El discurso contra las utopias es un discurso tomado de este lugar. “Mas vale pajaro en mano que cien volando” y “mas vale malo conocido que bueno por conocer” no necesitan comentario. En el campo de la filosofia, el empirismo se justifica en el lugar de lo existente. De igual modo lo hace la razonable preferencia por un resultado observable que por un proyecto que ni siquiera esta en marcha. -De la esencia: es el reconocimiento de un individuo que re- une en si todas las caracteristicas requeridas del tipo que represen- ta. Otelo, por ejemplo, encarna el prototipo del celoso; Marylin Monroe o Brigitte Bardot encarnaron el sex-symbol femenino. Superman en- carna, desde la caricatura, al super-hombre del cual nos hablaba Nietzsche. La dispositio La dispositio (disposicién) es el orden de las partes del discurso. Una pregunta que se hace Barthes es si la dispositio es un acto creativo ° un orden preestablecido. Aristételes concebia las operaciones involucradas en la retérica como una tejné, como arte. En consonan- cia con esto, podemos afirmar que la dispositio es un acto creativo, Productivo. Precisamente, los golpes contra la retérica encuentran su Justificacion en la reificacién de la dispositio concebida por una retéri- Maite Alvarado | Alicia Yeannoteguy ja produccién. Esa cosificaci6n la transformé ca del producto y no de] a los cambios. Pero, como en un esquema inflexible, impermeable dijo Pascal, citado por Perelman y Barthes: “Que no se diga que no he dicho nada nuevo; 1a disposicién de los temas es nueva”. Es decir, 6rdenes distintos implican nuevos sentidos o sentidos adicionales. La dispositio clasica esta integrada por cuatro fragmentos: la narratio y la confirmatio son de cardcter demostrativo; estan dirigi- das a convencer e informar. En cambio, el exordio y el epilogo son de cardcter pasional e intentan emocionar y conmover al auditorio. Tanto el exordio como elepilogo son fragmentos cuya funcién prin- cipal es establecer signos de comienzo y de clausura 0 fin del discurso. Sabemos que todo corte en el discurso es arbitrario. Podemos pregun- tarnos por qué empezar 0 terminar en tal o cual punto; podemos dis- cutirlo y analizarlo, pero cualquier decisin seguiré siendo hasta cier- to punto arbitraria. Los griegos disimulaban esta arbitrariedad con un pequeiio fragmento anterior al exordio Namado proemio, median- te el cual iban preparando el dnimo del auditorio para lo que iba a escuchar y también, fundamentalmente, superaban ese momento que todos tememos, el momento de romper el silencio. Volviendo alexordio, éste tiene, a su vez, dos instancias. La primera es lacaptatio benevolentiae, cuya finalidad es captar la benevolencia del auditorio. Este punto es importante y conviene seguir a Aristételes cuando enumera los distintos modos de captar la benevolencia del audi- torio, que dependen de Ja relacién entre la causa y la doxa. El esfuerzo argumentativo sera “normal” si la causa se identifica con ladoxa; debe- r4 esforzarse en provocar interés si la causa es “neutra”; debe guiar al auditorio y a los jueces si la causa es “oscura”; si la causa es “extraordi- naria”, si es contra la doxa, el esfuerzo argumentativo también tendra que ser extraordinario. Ejemplos de causas extraordinarias serian las argumentaciones a favor de la tortura, a favor de la esclavitud, 0 a favor del aborto (en este caso, para auditorios particulares, como po- drian ser las asociaciones de madres de familia catdlicas, por ejemplo). Como puede verse, la relacién de las causas con la doxa esta determi- nada histéricamente. De hecho, hasta el siglo pasado, abogar por la esclavitud no era una causa “extraordinaria”. La otra instancia del exordio clasico es la partitio, en la cual se anuncian las divisiones, las partes del discurso, el plan de la exposi- a7 La escritura y sus formas discursivas cién. Quintiliano decfa que una ventaja fundamental de lapartitio era que nunca parece largo algo cuyo término se anuncia. El otro fragmento de caracter pasional 0 emocional, el epélogo, es un signo de clausura, Habitualmente, es donde se retoman los argu- mentos, se cierran, se resumen, se coneluyen —en el sentido de esta- blecer conclusiones— los puntos de la argumentacién. Elepilogo, en la pieza oratoria, se cierra, por lo general, con un golpe de efecto, un fragmento destinado a permanecer en la memoria del auditorio por su patetismo, su emotividad o su contundencia. En cuanto a las partes demostrativas del discurso argumentativo, la narratio corresponde al relato de los hechos presentes en la causa. Este relato puede seguir un orden natural, cronolégico, o artificial (podemos comenzar in media res). En cualquier caso, la narratio es una preparacion para los argumentos que se han de exponer en la confirmatio. Debe ser breve, clara y verosimil. La narratio esta cons- tituida por dos ejes: uno es el de los acontecimientos, de los hechos; es un eje diacrénico, cronolégico. El otro eje, aspectual, durativo, es el que corresponde a las descripciones. La deseripcién implica la elec- cidn de una parcela de lo describible, puesto que es imposible descri- birlo todo. En esa seleccién hay presente una valoracién y, en conse- cuencia, un acto argumentativo. En toda descripeién se destaca algo y, claro esta, se omite, quizs se oculta, otra cosa. El que argumenta contra la tortura, describira, seguramente, los estragos de la tortura sobre el cuerpo de la victima. El pacifista describira ciudades y cam- pos arrasados por la guerra y, con ello, estaré argumentando a favor de la paz. Cuando describimos, lo hacemos en funcién de nuestras necesidades argumentativas. La parte demostrativa de la dispositio se completa con laconfirmatio © exposicién de los argumentos. Como se ha dicho antes, el orden expositivo de los argumentos es en si mismo un argumento. O lo que es lo mismo: tiene fuerza argumentativa. Seguin la retorica aristotélica, existen tres modelos u érdenes tradicionales para laconfirmatio, Uno esta dado por el orden creciente de los argumentos: se comienza con los mas débiles y se termina el discurso con los mas fuertes. Este ordenamiento se ajusta a la idea de que lo ultimo que se escucha es lo que impresiona mas la mente. Pero existe un riesgo, que tiene que ver con la necesidad de captar el interés del auditorio: si se arranca 7s Maite Alvarado / Alicia Yeannoteguy con los argumentos mas débiles, se puede causar una impresién des- favorable en quien escucha, Luego esta el orden decreciente, en el cual se inicia la argumentacién con los argumentos mas fuertes para terminar con los mas débiles. El riesgo aqui es inverso al anterior, ya que si fuera cierto que lo que queda impreso en la memoria es lo Jiltimo, también la impresién que reciba el auditorio sera desfavora- ble. El vltimo orden es el homérico 0 nestoriano, amado asi porque, segiin el relato de Homero en La Iifada, Néstor, un general griego, alined sus tropas de modo que las mas débiles quedaran en el centro, rodeadas por las més fuertes. De acuerdo con este orden, es conve- niente empezar con razones fuertes, continuar con las mas débiles, y concluir con otras fuertes. La idea es que las razones 0 argumentos débiles queden escondidos. Pero, como sefialan Perelman y Olbrechts-Tyteca, estos modelos parecen presuponer que la fuerza de un argumento no se altera se- gtin su disposicién en el discurso; y esto no es asi. A menudo, un argumento parece fuerte respecto de otros argumentos preliminares que le dan fuerza. Deben ser las exigencias de la adecuacién al audito- rio las que guien el orden del discurso. La elocutio La ultima operacién que nos queda por tratar es la elocutio. La elocutio consiste en poner palabras a los argumentos, conferir una forma lingiistica a las ideas. Por supuesto que esta definicién no pro- picia la escisién entre contenido y forma, entre res y verba (escision que, al esclerosarse, Ilev6 a considerar el tema de los recursos de la lengua como un mero adorno, ropaje y ornamento de un contenido). Sabemos que la forma determina el contenido y viceversa, que ambos aspectos se sobredeterminan en un proceso dialéctico. Sino fuera asi, si el contenido fuera absolutamente estable, independiente de la for- ma, los términos que Ilamamos sinénimos serfan verdaderamente intercambiables y, sin embargo, no lo son: hogar, casa, domicilio, morada no tienen el mismo significado. La consecuencia de la defor- macion a la que hicimos referencia fue una especie de frenesi clasifi- catorio, volcado en innumerables taxonom(ias que listaban -muchas veces, sin ninguna teoria que las. justificara, acudiendo al solo orden a7 La escritura y sus formas discursivas alfabético- innumerables figuras de nombres dificiles: hipotiposis, antimetabole, sermocinatio, prosapédosis, etc. Este afan clasificato- rio no consider6 que las estructuras y figuras estil{sticas han de ser estudiadas en relacién con el objetivo que cumplen en la argumenta- cién, teniendo siempre presente que el mismo contenido no es idénti- co asi mismo cuando se presenta en forma distinta. Cicerén enumera cuatro virtudes de la expresién. La primera es que el discurso sea apto, es decir conveniente, apropiado, acorde con la situacién y con las reglas. De esta primera virtud, se derivan las otras tres. La segunda es la correccién léxica y gramatical, la puritas o pureza de la lengua de los romanos, su integridad ideal. La tercera virtud es la claridad, para que el discurso sea comprensible. La cuar- ta es la belleza, cualidad no menor y que en muchos casos proviene del uso correcto de la lengua. Cuando hay un esfuerzo puesto en em- bellecer la expresion, ese esfuerzo suele aumentar la capacidad per- suasiva y explicativa del discurso. Las figuras, como la metdfora, que es una figura de significado, son modos de expresién que salen de lo normal y que, al revelar relaciones distintas, originales, entre los hechos, Ilaman la atencién e incrementan su fuerza persuasiva. “La guerra es la politica por otros medios” es un ejemplo de lo que quere- mos decir cuando hablamos de las figuras como iluminadoras de as- pectos o relaciones hasta entonces no advertidas entre hechos. En- tonces, una figura puede ser llamada argumentativa si genera un cam- bio de perspectiva en la cuestién planteada. Resumen El discurso argumentativo se basa en el deseo o Ja intencién de persuadir o de consensuar opiniones. Por eso, su terreno es el de lo opinable, el de lo verosimil; y su eficacia descansa, en buena medida, en una ajustada construccién del auditorio al cual se dirige, tanto de sus emociones como de sus creencias u opiniones. La argumentacién parte de la presuncién de que existen acuerdos basicos en el auditorio que funcionan como premisas. El proceso de elaboracién del discurso argumentativo, tal como lo definié la retérica, consta de cinco etapas u operaciones, de las cuales 75a Maite Alvarado / Alicia Yeannoteguy el discurso escrito conservé sélo tres: inventio, dispositio y elocutio. La inventio es la busqueda de los argumentos adecuados al auditorio y ala causa. Esa busqueda se hace siguiendo un recorrido, una tépica, que varia con el género. La dispositio es tanto el orden del discurso como el acto de ordenarlo, de disponer los argumentos de acuerdo a una estructura mas 0 menos flexible segun los casos. La elocutio, por Ultimo, es la operacién que consiste en poner en palabras los argu- mentos, recurriendo al auxilio de las figuras, que embellecen el dis- curso y aumentan su capacidad persuasiva. Bibliografia Aristételes, El arte de la Retérica, Buenos Aires, Eudeba, 1966. Barthes, Roland, Investigaciones retéricas I. La antigua retérica, Buenos Aires, Tiempo Contempordneo, 1974. Ducrot, O.- Schaeffer, J.-M., Nuevo Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del lenguaje, Madrid, Arrecife, 1998. Foucault, Michel, La verdad y las formas juridicas, Barcelona, Gedisa, 1995. Garabelli, Bice Mortara, Manual de Retérica, Madrid, Catedra, 1988. Habermas, Jiirgen, Teoria de la accién comunicativa, Madrid, Taurus, 1987. Perelman, Ch.- Olbrechts-Tyteca, Tratado de la Argumentacién. La nueva retérica, Madrid, Gredos, 1989. 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