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Es así que, los contratos como los conocemos hoy en día, tienen su origen en
Roma, pero su afianzamiento se fue dando con el tiempo a través de la evolución
de las instituciones jurídicas complementarias. Es entonces que, si bien es cierto
el contrato nació en el derecho romano primitivo pasando por el clásico y
tomando forma por el derecho Justiniano; de este pasa al derecho medieval en
el cual no se percibe un desarrollo notable de la institución del contrato.
Evolucionando dicho al derecho canónico, el cual formula ciertas formalidades
para sus aplicaciones contenidas en el juramento sacerdotal. Luego el contrato
logra su afianzamiento en el Derecho moderno del cual el Código de Napoleón
toma un sentido imperante, en esta etapa se busca desvincularse del formalismo
exagerado del derecho canónico debido al acrecentamiento del tráfico comercial,
entre otros y debido a la exaltación de los derechos individuales forjados después
de la Revolución Francesa con la premisa de libertad, igualdad y fraternidad.
1
Peña y Arguello, Guzmán. Manual de Derecho Romano: Historia e instituciones. Buenos Aires
– Argentina. Edit. Astrea. 1998. Pág. 297 – 337.
contratos son mayormente un procedimiento, ya que la voluntad humana por sí
sola no origina obligaciones, y para que éstas existan deben cumplirse una serie
de formalidades.
Es así que para los romanos el contrato era toda convención destinada a producir
obligación, aunque el derecho natural reconocía que, si el objeto de la convención
era lícito, aquel que se había comprometido libremente, estaba obligado, porque
toda convención lícita era legalmente obligatoria, pero el derecho romano jamás
admitió ese principio de forma absoluta y aun en la época de Justiniano, por los
días finales del imperio, el simple pacto, no bastaba para crear la obligación civil.
El derecho civil solo reconocía la obligatoriedad si esta estaba acompañada de
ciertas formalidades, que dieran fuerza y certidumbre al consentimiento de las
partes, para así evitar pleitos y encerrar los límites precisos de las voluntades.
Estas formalidades consistían en; palabras solemnes, menciones escritas y la
remisión de una cosa hecha por una de las partes a la otra. Aunque con el paso
de los años, con el ensanchamiento del imperio, el cual añadía cada vez más
territorios, ensanchando a su vez sus posibilidades comerciales, muchas de estas
reglas fueron derogadas en beneficio de los negocios practicados entre los
ciudadanos y entre estos y los peregrinos los que lograron así negociar más
fácilmente entre ellos.2
2 Castañeda, Eugenio: "El Derecho de los contratos": Teoría General de los Contratos, tomo I.
Lima – Perú., Edit. San Marcos. 1966. Pág. 25 – 28.
ella se beneficiaba, sino que constreñía al sponsor ante la divinidad. Los contratos
verbis se caracterizaban por ser formales, a la par que de derecho estricto y
unilaterales, pues las obligaciones que creaban sólo estaban a cargo del sujeto
pasivo de la relación, siendo estos la promesa de dote, la estipulatio y el
juramento de liberto.
Contratos innominados:
Que son relaciones, no sancionadas por el derecho civil, en las que una de las
partes ha entregado a la otra una cosa o ha realizado a su favor una prestación
de distinta índole, y ésta a su vez se ha obligado a realizar, en cambio, otra
prestación convenida; siendo convenciones que producían obligaciones y se
transformaban en contrato cuando una de las partes había cumplido la prestación
a la cual se había obligado, momento en que el otro contratante tenía que cumplir
su respectiva contraprestación, las figuras reconocidas con este término eran, la
permuta, el aestimatum y el precario.
El pacto:
El nexum
En el año 428 de Roma, la Ley "Paetelia Papiria" intervino a favor de los nexis,
declarando libres a los ciudadanos esclavizados por deudas. Esta ley prohibió el
encadenamiento de aquellos declarados nexis, prohibiendo el que pudiera
comprometer su propia persona (hábeas) en provecho del acreedor, solo
pudiendo comprometer sus bienes. De esta forma cayo en desuso la nexis.
El sponsio:
Luego aparece una manera de contratar que reemplaza al nexum y que consistía
en una pregunta hecha por el acreedor seguida de una respuesta dada por el
deudor. En una primera etapa sólo podían prometer con esas palabras solemnes
los ciudadanos, ya que para ello debían emplear la palabra spondere; por ello se
la conoce como sponsio. Más adelante también se permitió a los peregrinos que
usaran de esa manera de contratar, aunque utilizando otros verbos, porque el
spondere era de uso exclusivo de los ciudadanos. De esta manera se llegó a la
stipulatio o estipulación.
La stipulatio
Con el tiempo surgieron los contratos litteris o literales, que se formaban por una
escritura hecha sobre un registro en condiciones determinadas. El origen de los
mismos se debe a una antigua práctica de contabilidad que realizaban los
romanos. Ciertas anotaciones, las nomina arcaría, que se hacían como medios
de prueba, dieron origen a las nomina transcriptitia, que se convirtieron en
contratos litteris. De esta manera a través de un juego de escrituras, se daba
origen a obligaciones. Existían las nomina transcriptitia a re in personam y las
nomina transcriptitia a persom in personam. El contrato litteris permitía la
formación del consentimiento entre ausentes. Como vemos estos contratos, tanto
los verbales como los literales eran solemnes, y no admitían que la simple
voluntad creara obligaciones. Tenemos luego la categoría de los contratos reales,
que se caracterizaban porque para su perfeccionamiento debía entregarse una
cosa. La formaban el mutuo, comodato, depósito y prenda. El antiguo Derecho
romano sólo había sancionado uno de esos contratos reales: el mutuo; las demás,
aunque la cosa se hubiese realmente entregado, seguían la suerte de los pactos
en general, es decir eran simples convenciones desprovistas de acción para exigir
su cumplimiento en juicio.
Recién hacia el fin de la República el pretor les dio una acción in faetum, que, en
épocas del Imperio, al sancionarse al comodato, depósito y prenda como
contratos reales, se convirtió en acción in ius, con una denominación distinta para
cada uno de esos contratos. Hasta llegar a este estado, en la práctica las partes
recurrían al procedimiento de la fiducia.
Había otros pactos a los cuales el pretor les dio sanción, por eso se los conoce
como pactos pretorianos: el pacto de constituto, el de juramento, el de recepta
y el de hipoteca. Y hubo otros que recién se los sancionó en el Bajo Imperio,
conociéndoselos como pactos legítimos: el de dote, el de donación y el de
compromiso. Estos pactos pretorianos y legítimos que estaban provistos de
acción, eran los pacta vestita, por oposición a los pacta nuda (pactos desnudos).
3
Lavalle Zago, Eduardo. “Contratos en General”. Lima – Perú. Ediciones Jurídicas. 1991. Págs.
27 – 32.
Las formas jurídicas contractuales, con precarias propias de una economía
incipiente, la madurez del desarrollo del derecho de cosas contrapone a un
derecho de obligaciones postergado que se ampara en formas elementales. Es
así que se desarrollan contratos como la promesa, en la época franca, la entrega
de un documento constitutivo de la deuda. También la institución de la prenda,
donde no había obligación de responder a cargo del dueño de la prenda: se
trataba de una obligación real. Uno de los contratos sobresalientes en esta época
es el contrato de feudo.
Contrato de feudo:
Los eclesiásticos juraban también la fe, pero no rendían homenaje, ya que este
era considerado reprobable, por consistir en poner la mano que consagraba el
cuerpo de Cristo en una mano sucia de sangre.
A partir del siglo XII, se sustituyó más sencillamente por un documento; la
confesión por la que el vasallo reconocía tener del señor aquello que se contenía
expresamente en el documento: la relación, la “enumeración”.
Se desarrolla una cultura que encierra en los monasterios y que impide el derecho
privado y su institución esencial, el contrato, no pudiendo avanzar en forma
notable por encima de la evolución del derecho romano, siendo toda la Edad
Media correspondiente al pensamiento religioso. Sin embargo, una influencia
mucho más modernizadora supuso la del Derecho canónico, que mantenía la
obligación de veracidad y la de respetar la palabra dada.
El Derecho Canónico:
Se debe comenzar por destacar la gran relevancia del Derecho Canónico, cuya
fuerza integradora y creadora en temas civiles es destacable. Ello será posible
debido a que el Derecho Canónico medieval no es un Derecho estrictamente
confesional, sino que aporta soluciones concretas a cuestiones civiles como por
ejemplo contratos, herencias, matrimonio y causas matrimoniales (en el ámbito
de las obligaciones y contratos los "Manuales de Confesores" tuvieron especial
relevancia”).
El surgimiento del derecho canónico, se vale del derecho romano para regular
aquellas relaciones que no habían previsto debidamente. Sus fines principales
son la preservación de la unidad del culto y de la fe y la sanción, herejía, por lo
que el contrato no es tomado en cuenta como principal sino supletoriamente, en
virtud del cual las partes contratantes comprometían su fe jurando sobre los libros
Sagrados y sobre Reliquias. El que no cumplía con su promesa violaba la fe,
incurría en mentira. De ese modo los canonistas llegaron a admitir el carácter
obligatorio de los pactos desnudos.
Se plantea y compara al Derecho Canónico con el Derecho Civil que, “más libres
del influjo de la tradición romana que los civilistas, los canonistas elaboran un
concepto de contrato que otorga gran valor al consenso, y establecen la idea de
que la voluntad es la fuente de la obligación, desligándola del rígido formalismo
romano.
Por otra parte, dato necesario para comprender ese progreso, la doctrina
canónica se encuentra influida, como es perfectamente imaginable, por toda una
serie de motivaciones éticas y religiosas (como las que imponen la fidelidad a la
palabra dada y el deber de veracidad), de las que se deriva la obligación de
observar los pactos aunque se trate de simples pacta, faltar a una promesa es
un engaño, y por lo tanto, pecad y, como pecado que es, la doctrina canónica se
encarga de encontrar los medios oportunos para reprimir dicho pecado, pecado
cometido por aquellos que no mantienen sus pactos o sus promesas. Algunos de
sus principios resultarán de vital importancia en el orden jurídico-privado: la bona
fides, (buena fe) el principio de humanitas, el principio de espiritualización de los
conceptos, así como el de aequitas (equidad)”.
4
Miranda Canales, Manuel. Teoría General de los contratos. Lima – Perú. Edit. Jeas. 2015. Pag.
600
nominados. Pero la fórmula solus consensus obligat fue imponiéndose y ya en el
siglo XVI se la admitía sin discusiones en la práctica; consagrándola al siglo
siguiente los juristas Loysel y Domat, y en el XVIII, Pothier. Era la consagración
del pacta sunt servanda, al cual contribuyeron la escuela del Derecho natural y
la filosofía imperante en el siglo XVIII.
Entre los siglos XII y XIII, inicia un repunte de las actividades comerciales (que
en estricto sentido, históricamente, nunca volvería a decrecer, salvo los breves
lapsos de crisis), las ciudades empiezan a crecer, una nueva clase social está en
ciernes (la burguesía), ciertos aportes tecnológicos llegados a Europa tanto por
las Cruzadas, como por los Árabes inciden en la productividad, todo ello en
conjunto motivó que fuese necesario una reglamentación diferente, ad hoc, con
las nuevas circunstancias y problemática que se estaban generando.
5
Borda, Guillermo. Manual de Contratos. Buenos Aires – Argentina. Edit. Abeledo Perrrot. 2012.
Págs. 14 - 16
En la edad moderna, los teóricos del Derecho natural, que en cierta medida
secularizaron las ideas previas al Derecho canónico, admitieron sin reserva la
voluntad como fuente de obligaciones. Fue Hugo Grocio quien en su obra De iure
bello pacis fundó todo su sistema en la “necesidad de cumplir las propias
promesas”. Aparece por tanto el contrato como categoría donde el pilar básico
es la simple voluntad de obligarse.
Por ello, el Código Civil de los franceses, vigente desde 1804, fue el modelo que
inspiró a la codificación civil durante todo el siglo XIX, debido a su demostración
de influencia individualista formulado a través del esfuerzo del pueblo francés
después de su independencia, desarrollándose un desarrollo hegemónico hasta
la promulgación del Código alemán, influyo en la codificación civil tanto europea
como americana, del siglo XIX. El código civil francés, adopto el concepto
genérico el de la convención, estableciéndolo como un género respecto del
contrato que venía a ser una de sus especies. Así, todo contrato era una
convención, pero no toda convención era un contrato y aunque reunió una serie
de aspectos legislándolos como materia propia dela convención, lo que llevaba
implícita una teoría general de la misma, la propia doctrina francesa no la
encontró suficiente para explicar los actos de la voluntad privada como las
unilaterales, toda vez que la convención solo podía ser aplicada en su
bilateralidad y por lo tanto solamente aplicados en actos bilaterales.6
6
Alpa, Guido. Estudios sobre el Contrato en General. Edit. Gaceta Jurídica. Lima – Perú. 2002.
Pág. 357.
pretendió imponer durante la confederación Perú- boliviana y se promulgo por el
presidente Castilla en1850.7
El código civil peruano del siglo XIX fue promulgado 29 de diciembre de 1851 por
el presidente Echenique en inicio su vigencia el 29 de Julio de 1852, dedicando
el libro Tercero a las obligaciones y los contratos (juntas las dos, denotándose
una acumulación y por ende confusión en esto las instituciones)
En 1922 se planteó en el Perú la reforma del código civil que venía rigiendo desde
hacía sesenta años. La comisión nombrada al efecto trabajo durante catorce
años, dándose la promulgación del nuevo código el 14 de agosto de 1936 para
que iniciara su vigencia el 14 de noviembre del mismo año. El codificador de
1936, ubico dentro del derecho de las obligaciones al acto jurídico. En una
interpretación sistemática, esas ubicaron podía conducir a considerar el acto
jurídico como una categoría subordinaría al derecho de las obligaciones. Sin
embargo, no podría ser así dado a que son las obligaciones las que quedan
subordinadas al acto jurídico, si es que pensamos en las obligaciones generadas
por la voluntad (contratos). De ahí que la interpretación a la que pudio conducir
la ubicación del derecho de las obligaciones es absolutamente equivocada.8
7
Bruce St. John, Ronald. La Política Exterior. Edit. Exituno S.A. Lima – Perú. 2005. Pág. 3.
8
Leon Barandarian, José. Comentarios al Código Civil Peruano. Tomo III. Lima, Perú. Edit. San
Marcos. 1944. Pag. 58
9
Arias-Schereiber Pezet, Max. Exégesis del Código Civil Peruano de 1984. Ed. Gaceta Jurídica,
Tomo I. Lima – Perú. Pag. 11
La lesión (Titulo IX)
Podemos concluir señalando que, la lesión constituye una causal de rescisión que
opera cuando el lesionado sufre un desmedro económico por un notorio
10
Bullard Gonzales, Alfredo y otros. El Derecho Civil Peruano. Perspectivas y Problemáticas
Actuales. Lima-Perú. PUCP Fondo Editorial. 1994. Pág. 29
desequilibrio entre los valores de la prestación y la contraprestación existente al
momento de la celebración del contrato. La razón de ser de la lesión es que ella
trata de equiparar las situaciones de desequilibrio que suelen presentarse frente
a un caso de emergencia, en el cual una de las partes se aprovecha del estado
de necesidad del otro para obtener un excesivo provecho económico.
Sus orígenes se remontan a la Ley de las XII Tablas (450 a.C.) que combatía la
usura, cuyo excesivo formalismo fue utilizado con la posterior aparición del Pretor
romano”, quien resolvió adoptar un medio más atrevido, en virtud de lo cual se
anulaban las consecuencias del acto y se lo tenía por no realizado, que es el
recurso por in integrum restitutio.
Edad Media:
11
De La Puente y Lavalle, Manuel. El Contrato en General: Primera Parte. 2da. Edic. Lima - Perú.
Fondo Editorial PUCP. Tomo III. 1993. Págs. 52 - 57.
12
- Peña y Arguello, Guzmán. Manual de Derecho Romano: Historia e instituciones. Buenos
Aires – Argentina. Edit. Astrea. 1998. Págs. 456 – 460.
(y no solo el vendedor) cuando el precio pagado por él resultare superior en una
mitad al estimado como justo.
Edad Moderna:
El Código civil francés de 1804, fruto del liberalismo que surge con la Revolución
Francesa, busca por todos los medios de robustecer la libertad contractual y
consagra la fórmula de que las convenciones tienen fuerza de ley entre aquellos
que las han hecho (artículo 1.134). Dentro de esta concepción, se aceptó como
principio general que la lesión no vicia las convenciones sino en ciertos contratos
o con relación a ciertas personas (artículo 1.118). Llegado el momento de tratar
el título de la venta, se puso a debate la fórmula del proyecto presentado por la
Comisión de Gobierno en 1800, que aceptada la rescisión del contrato por lesión
enorme. Se reconoce que fue decisiva la intervención de Napoleón, entonces
Primer Cónsul, quien inclinó la balanza en el sentido de admitir la rescisión por
lesión con carácter objetivo únicamente en materia de enajenación de inmuebles
y sólo en favor del vendedor. Es por eso que se dice que, los redactores del
Código civil francés quisieron garantizar la seguridad jurídica.
Es el Código civil alemán de 1900 el primer cuerpo legal que, aunque
veladamente, incorpora la lesión a todos los contratos y abandona el criterio
objetivo de la lesión enorme para reemplazarlo por una concepción· subjetiva,
que pone énfasis en la explotación por uno de los contratantes de la necesidad,
ligereza e inexperiencia del otro. El camino abierto por el Código civil alemán fue
rápidamente seguido por el Código de las obligaciones suizo de 1911, que en su
artículo 21 dispone que un contrato en el cual hay desproporción evidente entre
la prestación prometida por una de las partes y la contraprestación de la otra,
puede rescindirse a pedido de .la parte lesionada, si la lesión ha sido determinada
por la explotación de su penuria, ligereza o inexperiencia.
Perú:
Con esta solución se encontró un punto intermedio entre las posiciones radicales
que la hacían extensiva a todos los contratos onerosos y conmutativos y –por
otro lado- que la negaban, por considerar que no constituía una categoría jurídica
específica y se confundía con los vicios del consentimiento.
“Artículo 1447.- La acción rescisoria por lesión solo puede ejercitarse cuando la
desproporción entre las prestaciones al momento de celebrarse el contrato es
mayor de las dos quintas partes y siempre que tal desproporción resulte del
aprovechamiento por uno de los contratantes de la necesidad apremiante del
otro. Procede también en los contratos aleatorios, cuando se produzca la
desproporción por causas extrañas al riesgo propio de ellos.”
No es error:
Pues no es una falsa apreciación de la realidad. La víctima de la lesión conoce
perfectamente el acto que ejecuta, de tal forma que su declaración coincide
perfectamente con el acto que desea realizar. Hay concordancia entre la voluntad
real y la declaración, aun cuando la primera se vea influenciada por el estado de
necesidad en que el sujeto se encuentra.
No es dolo:
Por cuanto no hay error provocado por la conducta maliciosa ajena. Hay dolo
cuando la víctima de este no solo se engaña, sino que ha sido engañada por una
maniobra encaminada a provocar ese engaño. Aquí se incluye al dolo omisivo.
La intimidación:
Hay cierta coincidencia pues en ambas hay conocimiento del acto y conciencia
de realizarlo, en la intimidación la voluntad del sujeto está viciada por el temor
que le ha provocado la otra persona, mientras que en la lesión la situación que
lleva al sujeto a necesitar apremiantemente la contraprestación se debe a
circunstancias ajenas al contrato.
13
De La Puente y Lavalle, Manuel. El Contrato en General: Primera Parte. 2da. Edic. Lima-Perú.
Fondo Editorial PUCP. Tomo III. 1993 Pag. 75.
Sin embargo, se dice que el problema de considerarla como un vicio de la
voluntad radicaría en que la lesión es privativa de los contratos. Nos preguntamos
la razón de esto. El derecho es construcción humana, y por tanto perfectible,
modificable en función de las necesidades socialmente válidas. No es una ley de
la naturaleza, inamovible, que la lesión pertenezca a los contratos. De hecho, en
muchos sistemas esto no es ni ha sido así. Esta no constituye razón para
conservarla dentro de los contratos. Ni tampoco la consideración que la rescisión
sea privativa de los contratos.
2.3 Requisitos:
El artículo 1447 del código civil señala que la acción rescisoria por lesión sólo
puede ejercitarse cuando la desproporción entre las prestaciones al momento de
celebrarse el contrato es mayor de las dos quintas partes y siempre que tal
desproporción resulte del aprovechamiento por uno de los contratantes de la
necesidad apremiante del otro.
Es importante resaltar que estos tres requisitos deben ser concurrentes. Solo la
conjunción de estos elementos mueve el mecanismo de la lesión, asimismo la
concurrencia de los mismos permite que no proliferen malintencionadamente las
demandas de rescisión contractual por lesión, como bien señalaba el Dr. Max
Arias-Schereiber14, la posición asumida por el codificador de 1984 permite que la
14
Arias-Schereiber Pezet, Max. Exégesis del Código Civil Peruano de 1984. Ed. Gaceta Jurídica,
Tomo I, Lima – Perú. 1998. Pag. 154.
figura no sea utilizada sin limitaciones, lo que causaría un caos en las
transacciones y el quebrantamiento de la seguridad jurídica.
Elementos Subjetivos
La lesión subjetiva se fundamenta no solamente en el desequilibrio de las
prestaciones, sino que tal desequilibrio se deba a que la víctima de la lesión
se encuentre en estado de inferioridad por razones de necesidad,
inexperiencia o ligereza. Algunos autores distinguen entre lesión subjetiva
que exige una evidente desproporción entre las prestaciones sin indicar el
quantum y que la parte beneficiada haya explotado la necesidad, ligereza
o inexperiencia de la otra, y la lesión subjetiva-objetiva que requiere del
desequilibrio en las prestaciones con fijación del quantum y que la parte
beneficiada se haya aprovechado del estado de inferioridad en que se
encuentra la otra
a) Necesidad apremiante de una de las partes:
Este requisito es uno de los dos elementos subjetivos que tienen que
concurrir para la procedencia de la Lesión, así en doctrina se entiende por
necesidad apremiante “aquella situación donde las posibilidades de elegir
sean sumamente reducidas por las situaciones en que se encuentra el
lesionado”, como el caso del padre de familia que necesita los fondos
necesarios para una intervención quirúrgica de su menor hijo; sin embargo
apunta Max Arias-Schereiber15 , el supuesto antes descrito no es limitativo,
pues en la lesión lo que prevalece es que se reduzca la libertad del
contratante, sin que necesariamente tenga porque encontrarse en
dificultades económicas, pues su estado de necesidad podrá tener otras
motivaciones, como el caso de un comerciante que se ve en la necesidad
de adquirir un bien que, por su ubicación estratégica, es de vital
importancia para éste.
La posición asumida por el legislador nacional al incluir en la norma el
término “Apremiante”, en realidad solo quiere reflejar una situación de
emergencia, de apremio, pues no se ha podido encontrar otro sustento
15
Ibidem Pag. 156.
para la utilización de tal término En resumen lo que importa en la Lesión
es el estado de necesidad apremiante de una de las partes.
b) Aprovechamiento de la Necesidad apremiante:
Es otro de los elementos subjetivos de lesión y se refiere a la situación en
que la otra parte contratante (no perjudicada) se aproveche de la
necesidad apremiante de la otra, en el supuesto contemplado en el artículo
1447° del Código civil, que hace precisión a lo que en doctrina se
denomina lesión menor, tal aprovechamiento debe ser probado por la
parte perjudicada, esto es la carga de la prueba está a cargo del lesionado;
mientras que en el supuesto del artículo 1448° de nuestro Código Civil,
que contempla lo que conocemos como lesión mayor la carga de prueba
se invierte a cargo del lesionante, es decir tal aprovechamiento se
convierte en una presunción “Iuris Tantum” debiendo el lesionante
demostrar la inexistencia de tal aprovechamiento. Este requisito implica
además un aprovechamiento de la necesidad de la otra parte, es decir no
basta la necesidad apremiante, sino que se dé esta necesidad otro
contratante saque algún provecho.
Elemento Objetivo16
La lesión objetiva se fundamenta exclusivamente en el desequilibrio en las
prestaciones, todo se reduce a una cuestión económica, prescindiendo de
las circunstancias personales que llevaron a las partes, especialmente a la
parte lesionada, a la celebración del contrato en tales condiciones. Se
considera que en todo contrato oneroso debe existir un equilibrio entre
prestación y contraprestación, por lo que si en éstas se produce una
desproporción enorme o enormísima, se le concede a la parte perjudicada
la acción de rescisión del contrato por lesión, sin considerar que el
desequilibrio en las prestaciones haya sido querido por los contratantes.
a) Desproporción Coetánea al contrato, mayor de las dos quintas partes
16
Bullard Gonzalez, Alfredo. La parábola del mal samaritano. La lesión en el derecho de contratos.
En: Derecho y Economía. El análisis económico de las instituciones legales. Palestra Editores,
Lima – Perú. 2003. Pág. 96.
(40 %):
Como se ha precisado este elemento constituye uno de los criterios
exigidos para que se configure la Lesión contractual, y para ser precisos
constituye el elemento objetivo exigido, recordemos que los otros dos se
trata de elementos subjetivo.
Específicamente este elemento precisa que nos encontramos ante un caso
de Lesión civil, cuando, al momento de celebrarse el contrato (momento
coetáneo) existe una desproporción, entre las prestaciones, mayor de las
dos quintas partes, esto es mayor al 40% de la prestación, convirtiéndose
este requisito en el elemento matemático de la Lesión.
Por ejemplo, en el caso de la venta de un bien “A” que este valorizado S/.
100.00 (que sería la prestación por parte del vendedor), las 2/5 partes
equivalen al 40 % de dicho precio lo cual es igual a S/. 40; es decir que si
ese bien “A” es vendido a S/. 59.00 (contraprestación a cargo del
comprador), el vendedor puede alegar lesión, si concurren los demás
requisitos, pues existe una desproporción de S/. 41.00, con lo cual la
desproporción es mayo a las 2/5 parte o al 40% de la prestación (el bien
estaba valorizado en S/. 100.00).
17
De La Puente y Lavalle, Manuel. El Contrato en General: Primera Parte. 2da. Edic. Lima - Perú.
Fondo Editorial PUCP. Tomo III. 1993. Pág. 56.
en las pericias técnicas realizadas, el juzgador no debe desestimar la demanda,
sino ordenar la realización de nuevas tasaciones”.
El artículo 1453 establece que la renuncia a la acción por lesión es nula. Esta
norma protege contra las condiciones abusivas de la contratación, contra las
cláusulas de estilo impuestas por el contratante fuerte y conforme a las cuales la
contraparte estaría despojándose de un recurso de defensa tan valioso como la
lesión. En caso contrario, se la marginaría en múltiples casos, siendo esto
inaceptable como la renuncia a cualquier derecho importante de las personas.
2.7 Caducidad:
El artículo 1454 del Código Civil establece lo siguiente: “La acción por lesión
caduca a los seis meses de cumplida la prestación a cargo del lesionante, pero
en todo caso a los dos años de la celebración del contrato.”
Es por estas consideraciones que resulta más propio emplear como terminología
la de prescripción de la pretensión rescisoria a la de caducidad (o prescripción)
de la acción rescisoria.
2.8 Plazo:18
Respecto al plazo, es de señalar que antes el plazo era de un año, pero se redujo
a 6 meses de cumplida la prestación que corresponde al lesionante, debido a los
avances en los medios de comunicación y transporte, entre otros factores. Pero
como podría suceder que la prestación a cargo del lesionante se dilatase en el
tiempo, el artículo establece que la acción caducará, en todo caso, a los dos años
de la celebración del contrato.
Ahora bien, este plazo de 2 años es también un techo límite, pues por ejemplo,
si el contrato se celebró en enero del año 2006 y el lesionante incumple en todo
o parte con su prestación, la acción caducaría en enero de 2008; empero, si en
el mismo supuesto el lesionante cumpliese con la totalidad de su prestación en
18
Martínez Coco, Elvira. Ensayos de Derecho Civil I: Lesión; Necesaria Reformulación de sus
Elementos en el Derecho Civil Peruano. 1ª Edición. Editorial San Marcos. Lima – Perú. 1997. Págs.
63 -69
diciembre de 2007, ¿acaso eso significaría que el lesionado tiene un plazo para
interponer su demanda de seis meses contados desde ese momento (es decir,
caducaría en junio de 2008), o vence de todas formas en enero de 2008?.
Sin embargo, a mi entender, significa lo siguiente: en todo caso, esto es, los 2
años, por seguridad jurídica, son el tope máximo de margen de tiempo que el
legislador ha concedido para interponer esta demanda de rescisión por lesión,
plazo que reduce en caso de cumplimiento (en beneficio del lesionante) total,
también por causa de seguridad jurídica.
Empero, por la defectuosa redacción del artículo 1454 del Código Civil, lo relativo
al plazo de caducidad concita, hasta ahora, dificultades conceptuales en algunos
magistrados, las mismas que se traducen en decisiones contradictorias.
En efecto el artículo 1454° señala que es nula la renuncia a la acción por lesión,
posición que creemos acertada, pues si la Lesión trata de proteger a quien, en
caso de necesidad vende o adquiere un bien, y exista desproporción entre las
prestaciones, resulta obvio que por dicha necesidad fuese obligado a renunciar a
la acción por Lesión.
19
De La Puente y Lavalle, Manuel. El Contrato En General; Comentarios a la Sección Primera Del
Libro VII Del Código Civil. Tomo III. Editorial Palestra, Lima – Peru. 2001. Pág. 192.
los seis meses de cumplida la prestación a cargo del lesionante, y el segundo a
los dos años de la celebración del contrato, conforme lo ha regulado el artículo
1454 del Código civil.
Lesión en la partición:
El artículo 1456 señala que no puede ejercitar la acción por lesión el copropietario
que haya enajenado bienes por más de la mitad del valor en que le fueron
adjudicados.
En primer lugar, debemos precisar que el artículo 1456° es uno de los más
oscuros o ambiguos, dentro del Título de la Lesión; el Dr. Arias-Scheriber20, hace
notar que la norma hace referencia de manera errónea al copropietario, cuando
en realidad debería hablar de quien tuvo esa calidad, que obviamente perdió
cuando se produjo la adjudicación.
Por nuestra parte dejado sentada la deficiencia de las normas solo nos queda
tratar de interpretarla a efectos de su correcta aplicación.
20
Arias-Schereiber Pezet, Max. Exégesis del Código Civil Peruano de 1984. Ed. Gaceta Jurídica,
Tomo I, Lima – Perú. 1998. Pág. 205.
tal que amerite la Lesión, si decide enajenar lo adjudicado a un tercero, no podrá
accionar por Lesión contra su ex – copropietarios, pues el acto de la enajenación
a un tercero, se considera como renuncia a la acción de lesión contra sus ex
copropietarios. Empero, esto no implica que el participe que enajena a un tercero
después de la adjudicación, pueda accionar contra éste, pues la hipótesis es
distinta y en este caso se regula por las reglas generales de la lesión.
BIBLIOGRAFIA