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José Seoane
Instituto de Filosofía-FHCE
Universidad de la República
Montevideo-Uruguay
Abstract : The tarskian reflection about the concept of logical consequence can be
divided -basically- in two accounts: the initial axiomatic account -whose program was
elaborated in the late 20s and its first results were published in “On Some Fundamental
Concepts of Metamathematics” in 1930- and the semantic account -exposed in the Tarski’s
famous paper of 1936, “On the Concept of Logical Consequence”. The purpose of this note
is to reflect on some methodological and conceptual aspects of the semantic perspective,
studying specially the paper of 1936. More specifically, we can identify, in that paper, the
following two stages: a critical stage (whose objective is the syntactical concept of
consequence) and a positive stage (whose objective is to define the original semantic
notion). The thesis is that both critical and positive stages are articulated for the same
elucidatory model. The more important conclusion is that there is between the axiomatic
and semantic accounts a notable contrast in methodological terms. An interesting
conjecture is that perhaps this process is not the unique process of mathematical change
which could be fruitfully captured by the discussed model.
2
1. Introducción
The concept of logical consequence is one of those whose introduction into the field of strict formal
investigation was not a matter of arbitrary decision on the part of this or that investigator; in defining
this concept, efforts were made to adhere to the common usage of the language of everyday life
3
El primer aspecto digno de interés es la adhesión manifiesta, por parte del lógico
polaco, a una cierta forma de entender esta empresa elucidatoria concreta. La idea principal
que parece vertebrar tal concepción es el papel privilegiado que ocupa en la misma la
noción pre-formal. En dicha perspectiva, la “arbitrariedad” definicional está severamente
limitada por el objetivo de hacer justicia a la noción pre-formal de consecuencia lógica i.e.
el explicatum debe respetar el uso común. Se podría afirmar incluso que Tarski propone
comprender la historia de los esfuerzos intelectuales en torno a aquella tradicional noción
en tal marco: éstos no pueden entenderse como destinados a introducir arbitrariamente un
concepto formal preciso sino más bien a ofrecer una contrapartida formal rigurosa para un
concepto intuitivo de uso ordinariovii. Pero ¿por qué se hizo necesaria tal operación de
clarificación?viii
With respect to the clarity of its content the common concept of consequence is in no way superior to
other concepts of everyday language. Its extension is not sharply bounded and its usage fluctuates.
Podría pensarse que entonces el objetivo es obtener de una buena vez un concepto
formal que venga a eliminar todas las oscuridades e imprecisiones del concepto intuitivo,
permitiendo obtener así una contrapartida absolutamente fidedigna del concepto original.
Sin embargoix
Any attempt to bring into harmony all possible vague, sometimes contradictory, tendencies which are
connected with the use of this concept, is certainly doomed to failure. We must reconcible ourselves
from the start to the fact that every precise definition of this concept will show arbitrary features to a
greater or less degree.
Este último pasaje permite apreciar que –aún privilegiando el papel del concepto
intuitivo- no cabe esperar una fidelidad, por así decir, total de parte del explicatum riguroso
(formal) al explicandum vago y problemático (pre-formal). La idea que parece subyacer es
la siguiente: el concepto pre-formal aporta una especie de “control” a la corrección
elucidatoria o, si se prefiere, funciona como “límite” a la arbitrariedad definicional pero,
por otra parte, se trata de un control o un límite que resulta insuficiente para determinar
unívocamente al explicatum; perdura un margen ineliminable de arbitrariedad y, en ese
sentido, la coincidencia plena quizá sólo pueda admitirse como un “ideal” prácticamente
irrealizable.
3. El modelo tarskiano
La idea más general de esta perspectiva consiste en tomar, como punto de partida,
un concepto vago o confuso -explicandum- y, a través del análisis, lograr establecer
ciertas condiciones de adecuación que debe satisfacer el concepto preciso - explicatum- que
se propondrá como elucidación. Se trata de establecer -como es obvio- una cierta relación
entre conceptos y, especialmente, el explicatum debe procurar hacer justicia a las
intuiciones asociadas al explicandumxiv.
Se entenderá por proceso elucidatorio una relación entre conceptos i.e. entre
explicandum y explicatumxviii. Esta relación puede pensarse como una serie o secuencia de
me1 ... men momentos elucidatorios (con n≥ 2) tal que me1 es el explicandum y men es el
explicatum. Cada mei (con 1<i<n) se considera una elucidación de mei-1.o una
reformulación de mek –donde k=1 o k es el subíndice del último elemento de una secuencia
finita de reformulaciones cuyo primer elemento es me1xix.
Las relaciones, por así decir, “sub-1” se pretende que justifican o respaldan las
condiciones de adecuación propuestas en tanto análisis del explicandum; las relaciones
“sub-2” se pretende que apoyan la capacidad del axplicatum de satisfacer las condiciones
de adecuación establecidas. Dado que el explicatum debe satisfacer –como ya se ha
descrito- las condiciones de adecuación obtenidas goza de una suerte de superioridad
epistémica (es decir, una mayor articulación y/o claridad teórica) que el explicandum
respectivoxx. No debe perderse de vista que el énfasis fundamental de este enfoque de la
relación elucidatoria se concentra en la exigencia de adecuación material, es decir, de
fidelidad extensional e intensional del explicatum al explicandum –aunque, como se ha
señalado, también se reconocen en general otros aspectos relevantes como la simplicidad o
la fecundidad. Como quizá resulte obvio, se ha procurado capturar mediante esta clase de
momentos elucidatorios el carácter eventualmente complejo (i.e. conformado por diversas
“etapas” o “estadios”) de los esfuerzos de rigorización.
6
Este modelo elemental puede usarse con fines analíticos o históricos. En el primer
caso es necesario justificar racionalmente (en términos de ganancia en precisión,
sistematización, interconexión teórica, etc.) el pasaje de mei a mei+1. En el segundo caso,
además de lo anterior, debe proveerse una justificación histórica de tal pasaje –i.e. proveer
la documentación histórica que pruebe el orden de la secuencia. La medida en que un
proceso analítico puede coincidir con un proceso histórico puede denominarse grado de
factualidad del mismoxxi. Esta potencial interacción auspicia la evaluación de las diversas
concepciones elucidatorias en términos de fecundidad histórica y aún de interés
pedagógico. En este trabajo, se procura mostar el significativo grado de factualidad del
modelo en relación con el tratamiento tarskiano del concepto de consecuencia lógica.
Para terminar esta exposición quizá convenga recurrir al esquema de arriba para
advertir mejor el rasgo fundamental del modelo elucidatoria tarskiano, a saber, su
capacidad de estimular tanto el examen de las relaciones sub-2 como sub-1.
El origen de esta ampliación del espectro crítico puede ubicarse, no en el papel que
atribuye Coffa -y Simpson refuta eficazmentexxii- a ese “objeto común” de referencia al
que alude el primer autor en la cita de arriba, sino (siguiendo igualmente una linea
propuesta por Coffa) en el énfasis explicitado por el modelo tarskiano en la distinción entre
relaciones sub-1 y relaciones sub-2. El proceso que se representa con “→1” es
filosóficamente subvalorado en ciertas formas de entender los procesos elucidatorios; el
punto interesante, desde tales perspectivas, es la evaluación de “→2.” Adviértase que en el
caso de la reflexión sobre “→1” la situación es metodológicamente compleja: el
explicandum es un concepto vago, penumbroso –en otro caso, la elucidación carecería de
interés- y, en la mejor hipótesis, las condiciones de adecuación gozan del mayor rigor -por
poner un ejemplo, pueden formularse en el lenguaje de la teoría de conjuntos- pero aún
entonces, por lo menos en un sentido ampliamente admitidoxxiii , la prueba es imposible. El
carácter de tales relaciones obliga, frecuentemente, al examen conceptual y es precisamente
a la luz de tales exámenes que las elucidaciones tarskianas se vuelven en extremo
“sensibles” a la críticaxxiv. Este modelo elucidatorio así caracterizado será denominado, de
aquí en más, “modelo tarskiano” o, simplemente “MT”.
rendimiento teórico y simplicidadxxv. Sin embargo, será tal adecuación material el aspecto
fundamental en los desarrollos posteriores; la concentración en dicho aspecto encuentra así
su justificación.
Aunque esta “sensibilidad a la crítica” es una virtud distintiva de esta modalidad
elucidatoria, conviene efectuar algunas precisiones a los efectos de evitar malos entendidos.
Como se ha consignado en reiteradas oportunidades, tal perspectiva supone una primacía
del concepto pre-formal. Luego podría pensarse que se pretende, por parte del concepto
formal, una suerte de fidelidad absoluta e incondicional a aquél. Sin embargo, un ideal de
ese tipo –como es obvio- resulta difícilmente conciliable con la naturaleza misma de los
procesos elucidatorios: explicandum y explicatum deben ser conceptos distintos. Como es
sabido, frecuentemente éstos difieren tanto en la dimensión intensional como extensional.
La fidelidad pretendida pues es siempre una fidelidad crítica o razonada.
Luego tanto en el plano intensional como en el plano extensional, esta lealtad debe
ser legitimada. Una propiedad intensional del concepto pre-formal debe ser preservada por
el concepto formal si es justificada por las condiciones de adecuación establecidas –se la
denominará propiedad legitimada. Una instancia del concepto pre-formal debe caer en la
extensión del concepto formal si es justificada por las condiciones de adecuación
establecidas –se le denominará instancia legitimada. El desacuerdo relevante entre ambos
conceptos supone pues el establecer una propiedad-problema (es decir, una propiedad
intensional del concepto pre-formal respaldada por las condiciones de adecuación y no
satisfecha por el concepto formal) o una instancia-problema (es decir, una instancia del
concepto pre-formal justificada por las condiciones de adecuación y no perteneciente al
concepto formal). La idea de entender la “dinámica” de los procesos de elucidación
matemática previendo la posibilidad de revisar el concepto pre-formal (como lo prevé la
definición de la serie de momentos elucidatorios ofrecida arriba) revela la aspiración de
entender los mismos en su rica complejidad.
4. El momento crítico
Γ|−Sϕ si y sólo si existe una secuencia finita de fórmulas de Γ tal que cada miembro de
dicha secuencia o pertenece a los axiomas de S o pertenece a Γ o es el resultado de aplicar
alguna de las reglas de inferencia de S a fórmulas precedentes en la secuencia y el último
miembro de dicha secuencia es ϕ.
Certain considerations of an intuitive nature will form our starting-point. Consider any class
K de sentences and a sentence X which follows from the sentences of this class. From an
intuitive standpoint it can never happen that both the class K consists only of true
sentences and the sentence X is false. Moreover, since we are concerned here with the
9
concept of logical i.e. formal consequence, and thus with a relation which is to be uniquely
determined by the form of the sentences between which it holds, this relation cannot be
influenced in any way by empirical knowledge, and in particular by knowledge of the
objects to which the sentence X or the sentences of the class K refer.
Los componentes que parece incluir tal caracterización son, básicamente, los
siguientes: sea Γ un conjunto de sentencias, sea ϕ una sentencia, se dice que ϕ es
consecuencia lógica de Γ (en el sentido pre-formal o intuitivo) si:
A0 0 posee la propiedad P.
A1 1 posee la propiedad P.
:
An n posee la propiedad P.
T |− Ai (con i∈N).
Sea “A” el enunciado “Todo número natural posee la propiedad P”. El centro del
argumento es la cuestión:
Yet intuitively it seems certain that the universal sentence A follows in the usual
sense from the totality of particular sentences A0, A1, ..., An, ... .Provided all these
sentences are true, the sentence A must also be true.
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El segundo paso consiste en mostrar cómo tal instancia del concepto pre-formal no
cae en la extensión del concepto formal. El aspecto decisivo es que A no puede derivarse a
través de las reglas de inferencia “normales” –i.e. con un número finito de premisas- de T.
Una alternativa para introducir una regla que contuviera infinitas premisas podría ser no
exigiendo que ellas efectivamente se demuestren sino que sean demostrables a partir de las
reglas con las que ya contaba el sistema: si se denomina B al enunciado que afirma que A0,
11
A1,... son demostrables, la regla afirmaría que si se tiene B, puede afirmarse A. Pero una
regla de este tipo posee una evidente naturaleza meta-teórica, ya que B no es un enunciado
de la teoría, luego habría que conseguir “representar” B en la teoría. Si se tuviera una teoría
en la que pueda expresarse la aritmética de los naturales esto podría hacerse usando las
ideas de Gödel: luego no se tendría propiamente el meta-enunciado B sino se tendría B’ (la
interpretación aritmética de B). El punto crítico aquí es que, si se adopta tal regla, se ha
modificado sustancialmente la extensión del concepto “demostrable con las reglas
anteriores del sistema”, es decir, podría reproducirse la objeción inicial demandando así la
construcción de una nueva regla análoga a la que se acaba de introducir y así ad infinitum.
La pregunta que podría hacerse es si no sería posible, mediante la adición de reglas
finitarias al sistema, obtener finalmente una solución a tal problema –es decir, si no habría
alguna estrategia “reformista” que permitiera ajustar el sistema de reglas de inferencia
finitarias para eliminar estos fenómenos de incompletud. La respuesta negativa radical la
ofrecen los resultados de Gödel, más específicamente, el primer teorema de incompletitud.
Dicho rápidamente, en una teoría que contiene los axiomas aritméticos (y no importa los
axiomas y reglas finitarias que se le adicionen) siempre es posible obtener una sentencia
que se sigue de los axiomas (en el sentido intuitivo) y que no es demostrable i.e. no es una
consecuencia sintáctica de los mismos.
This fact seems to me to speak for itself. It shows that the formalized concept of
consequence, as it is generally used by mathematical logicians, by no means coincides with
the common concept.
propuesto no se afilia a una política de privilegio absoluto, irreflexivo del plano pre-formal.
En armonía con tal tesitura, no alcanza la mera detección de una instancia del concepto pre-
formal que no cae en la extensión del concepto formal para que, necesariamente, este
último deba ser modificado. La pregunta es ¿por qué en este caso tal instancia adquiere esa
potencialidad crítica?xl La respuesta seguramente el lector ya la conoce: como se discutió
en la sección 3, ese “potencial” crítico resulta del hecho de que tal instancia satisface la
exigencia de legitimación. La crítica pues debe ofrecer la justificación de la legitimidad del
comportamiento extensional de la instancia del concepto pre-formal. ¿Cómo lograr tal
justificación? Apelando a las condiciones de adecuación producidas en el análisis: en este
caso, aquellas que surgen de recoger los items a) y b) de la caracterización de arriba.
Dicho de una forma programática, MT no prohibe todo y cualquier intento de “corregir” el
concepto pre-formal; el punto es que, dado cierto análisis, se producen determinadas
condiciones de adecuación y ellas gobiernan también la crítica elucidatoria. Es en virtud
de entender correcto –a la luz del análisis- el comportamiento extensional del concepto pre-
formal que las soluciones ensayadas para “solucionar” el desacuerdo apuntan a, por así
decir, “ensanchar” el concepto formal de modo que abarque aquello que desdichadamente
se le “escapa”xli.
El uso del modelo elucidatorio descrito en esta sección es el que podría denominarse
“uso crítico”. Es posible reconstruir tal uso en una forma detallada (explotando más las
características formales del modelo) pero se sospecha que alcanza lo expuesto para
justificar el valor de éste en la comprensión de la operación tarskiana. La sección siguiente
se ocupa del uso “constructivo” o “propositivo” de MT.
5. El momento propositivo
(F) If, in the sentences of the class K and in the sentence X, the constants -aparty from
purely logical constants- are replaced by any other constants (like signs being everywhere
replaced by like signs), and if we denote the class of sentences thus obtained from K by
‘K´’, and the sentence obtained from X by ‘X´’, then the sentence X´ must be true provided
only that all sentences of the class K´ are true.
así –donde “modelo de la clase K” debe entenderse como modelo que verifica todas las
sentencias de la clase K xlvii :
The sentence X follows logically from the sentences of the class K if and only if every model
of the class K is also a model of the sentence X.
It seems to me that everyone who understands the content of the above definition [se refiere
a la caracterización teórico-modélica de consecuencia lógica] must admit that it agrees
quite well with common usage. This becomes still clearer from its various consequences. In
particular, it can be proved, on the basis of this definition, that every consequence of true
sentences must be true, and also that the consequence relation which holds between given
sentences is completely independent of the senses of the extra-logical constants which occur
in these sentences. …On the other hand, …since the concept of consequence here defined
(in agreement with the standpoint we have taken) is independent of richness in concepts of
the language being investigated.
objeto) a la luz del plano pre-formal o pre-teórico. La irrupción de este plano y su papel
explícito en la reflexión meta-matemática es un rasgo de originalidad notable que exhibe el
tratamiento semántico tarskiano del concepto de consecuencia lógica. Un aspecto que no se
desarrolla aquí es el de las implicaciones para la meta-matemática y la filosofía de la
matemática que tal modelo elucidatorio auspicialvii.
7. Observaciones finales
Agradecimientos: Deseo agradecer al Dr. Luis Vega Reñón sus valiosos comentarios a una
versión preliminar de este escrito. Agradezco asimismo las observaciones de Facundo
Ponce de León, Soledad Caño Guiral y Aníbal Corti. Finalmente deseo expresar mi
agradecimiento a un árbitro anónimo por sus útiles comentarios. Los errores que aún
persisten son de mi exclusiva responsabilidad.
17
Referencias
Gómez Torrente, M. [1996] Tarski on Logical Consequence , Notre Dame Journal of Formal
Logic, 37, pp. 125-151.
Mendelson, E. [1990] Second Thoughts about Church’s Thesis and Mathematical Proof,
The Journal of Philosophy, vol. LXXXVII, 5.
Saguillo, J.M. [1997] Logical Consequence revisited, The Bulletin of Symbolic Logic, Vol. 3,
N. 2, pp. 216-241.
Sher, G. [1996] Did Tarski Commit “Tarski’s fallacy”? , The Journal of Symbolic Logic,
61, pp. 653-668.
Simpson, T.M. (1975) Análisis y eliminación: una módica defensa de Quine, Crítica,
Vol.VII, Nro.21, pp. 69-83.
Simpson, T.M. (1995) Elucidaciones filosóficas, Crítica, Vol.XXVII, Nro. 79, pp. 86-91.
18
*
Esta es una versión fuertemente modificada y notoriamente ampliada de Seoane, J. [1998].
i
Véase Coffa, A. [1975].
ii
Algunas modificaciones se encuentran ya en Seoane, J. [2000] pero son desarrolladas aquí.
iii
Esta tesis se encuentra sugerida en Etchemendy, J. [1989]. Pero ni se justifica detalladamente ni se explicita
la noción relevante de “análisis”. Se espera que este trabajo constituya un modesto aporte en tal dirección.
iv
Por detalles históricos, ver nota en Tarski [1936] pág. 409.
v
Esta sección así como las secciones 4 y 5 recogen libremente un trabajo anterior: Seoane [1998].
vi
Véase Tarski, A. [1936], pág. 409.
vii
Una observación análoga puede leerse, por ejemplo, en Tarski [1944] respecto del concepto de verdad.
viii
Véase Tarski, A. [1936], pág. 409.
ix
Véase A. Tarski [1936] párg. 409.
x
Véase Coffa, A. [1975].
xi
Una exposición detallada del modelo original se encuentra en Coffa, A. [1975]. Este trabajo motivó una
estupenda réplica de Simpson -véase Simpson [1975]. Algunas de las matizaciones del modelo tarskiano
fueron introducidas en forma independiente pero coinciden con observaciones de Comesaña, M. [1995].
También se consultó Simpson [1995]. Estos autores, no obstante, se encuentran preocupados exclusivamente
(o casi) por las “elucidaciones filosóficas”.
xii
Coffa habla de la “línea tarskiana” y del “tarskianismo” en diversas oportunidades –véase, por ejemplo,
Coffa (ob.cit.) pág. 54.
xiii
Esta es quizá una buena razón para denominar a tal modalidad (de forma más sensata) “Tarski-Coffa”.Se
ha optado, en cambio, por cierto laconismo estilístico en las denominaciones y se ha intentado suplir la
(eventual) injusticia con una nota al pie de página.
xiv
Debe advertirse que se usa aquí “explicandum” y “explicatum” para referirse a los conceptos mismos, no a
las expresiones lingüísticas que los refieren.
xv
La justificación de elucidar tal o cual concepto queda fuera del proceso elucidatorio propiamente
dicho. Es obvio que dicha justificación, sin embargo, puede ser sometida a crítica: sólo tiene sentido
elucidar conceptos penumbrosos y, a la vez, científica o filosóficamente relevantes.
xvi
Véase Coffa, A. [1975] pág. 53.
xvii
En lo que sigue he usado libremente algunas ideas de T. Koetsier acerca de construcciones y
reconstrucciones de un desarrollo matemático aunque las caracterizaciones resultantes difieren sensiblemente
de las de este autor –véase Kotsier, T. [1991], pág. 11 y ss.
19
xviii
Quizá convenga enfatizar que los explicata considerados aquí poseen una naturaleza formal i.e. conceptos
matemáticamente caracterizables.
xix
Naturalmente puede rigorizarse esta definición pero a los fines presentes se sospecha que este nivel de
formalización es ya excesivo.
xx
Esta última afirmación es esencial a cualquier modelo elucidatorio y a cualquier tipo de elucidación; en
este caso particular, dada la naturaleza matemática del explicatum y el carácter pre-formal del explicandum, el
contraste es quizá más inmediato.
xxi
Esta noción aparece en Kotsier, T. [1991], pág. 13.
xxii
Véase Simpson, Th. [1975].
xxiii
Desde el punto de vista tradicional, la diversa naturaleza (formal-informal) de los conceptos en juego se
encuentra en la base de la diferencia entre “tesis” y “teoremas”. Una crítica a tal visión puede leerse en
Mendelson [1990].
xxiv
Este último aspecto quizá pueda ser visto como difícilmente compatible con algunos textos de Tarski -
véase Tarski [1944], versión española pp. 140-141. Como se ha dicho, la presente se trata de una “versión”
del modelo tarskiano.
xxv
Estos requerimientos son precisamente los establecidos por Carnap, además de lo que aquí hemos llamado
adecuación material y de la adecuación formal –véase Carnap, R. [1950], pp. 5 y ss.
xxvi
Por una fundamentación de la misma, véase Coffa, A. (ob.cit.).
xxvii
Véase Tarski , A. [1936], pp.409-410.
xxviii
Hablo de un sistema axiomático exclusivamente por razones de simplicidad expositiva. Es obvio que
podría tratarse, por ejemplo, de un sistema de deducción natural o de secuentes.
xxix
Véase Tarski, A. [1936], pág. 414. Se ha modificado el orden expositivo del texto tarskiano pero se cree
que tal alteración no produce ninguna distorsión interpretativa.
xxx
Véase Tarski, A. [1936], pp.410-13
xxxi
Véase Tarski, A. [1936], pp. 411.
xxxii
En formas variadas y con interpretaciones diversas señalan el problema Etchemendy [1990], Gómez
Torrente, M. [1996] y Sagüillo, J. [1997].
xxxiii
Véase Sagüillo, J. [1997].
xxxiv
El ejemplo es de Shapiro –véase Shapiro, S. [1991], pág. 38.
xxxv
Véase Etchemendy, J. [1990], pág. 85.
xxxvi
Véase Gómez Torrente, M. [1996], especialmente pp. 127-137.
xxxvii
Véase Sagüillo, J. [1997], especialmente pp. 222-232.
xxxviii
Véase al respecto Sagüillo, J. [1997] pág. 226.
xxxix
Véase Tarski, A. [1936], pp. 410-11.
xl
Véase que este es un caso particular de una relevante pregunta general: ¿qué prueba el desacuerdo
extensional entre el concepto introducido en me1 y el introducido en mei (i>1)?
xli
En cierto sentido, podría decirse que el concepto formal sub-genera, es decir, no es capaz de generar
“todas” las instancias que (de acuerdo al análisis) debiera.
xlii
Véase Tarski, A. [1936] pág. 415.
xliii
Quizá alguien podría reclamar que F no es una buena elucidación por razones, por así decir, epistémicas:
ocurre en su formulación un concepto tradicionalmente enigmático, a saber, “verdad”. Pero esta problema
encuentra su solución -piensa Tarski- en su clásico tratamiento del mismo -véase Tarski, A. [1936], pág. 415.
xliv
En cierto sentido, podría decirse que la objeción se funda en la posibilidad de sobre-generación del
concepto formal, es decir, genera instancias inaceptables (desde el punto de vista del análisis).
xlv
El pasaje de un test “sustitucional” a las ideas de satisfacción y verdad asociado con el tratamiento de la
consecuencia lógica ha sido visto como el perfeccionamiento introducido por Tarski de la noción de
consecuencia de Bolzano. Véase al respecto Etchemendy, J. [1990].
xlvi
Respecto de algunas intuiciones asociadas a la idea clásica de preservación de la verdad en la
argumentación válida puede verse J. Seoane [1997].
xlvii
A. Tarski [1936], pág. 417.
xlviii
El lector sensatamente puede preguntarse por qué, simplemente, no se remitió a las definiciones
habituales de los conceptos de “interpretación”, “modelo” y, en síntesis, de “consecuencia teórico-modélica”.
Aunque tradicionalmente se identifican básicamente las nociones estándar con las introducidas por Tarski en
1936, en tiempos relativamente recientes tal asunción se ha cuestionado –véase Etchemendy [1988] y [1990].
Un aspecto decisivo al respecto es si el lógico polaco admite la variación del dominio de la interpretación a
20
los efectos de testar las nociones lógicas. Una interpretación literal de la definición citada parece estimular
una interpretación negativa (tal es la posición de Etchemendy); muy valiosos argumentos históricos en
dirección contraria pueden leerse en Gómez Torrente, M. [1996].
xlix
Véase Sher, Sh. [1996].
l
A. Tarski [1936], pág. 417.
li
Tal interpretación le lleva a hablar de la falacia de Tarski –véase Etchemendy, J. [1990], cap. 6. Una opinión
disidente se encuentra en Sher, G. [1996].
lii
En esta dirección opina Sher, G. [1996].
liii
El optimismo elucidatorio que transmite la última cita tarskiana quizá pueda decirse que contrasta con los
reparos respecto a la posibilidad de caracterizar de forma objetiva la clase de las constante lógicas que expresa
el lógico hacia el final de su escrito. Es decir, ¿es compatible la evaluación satisfactoria (qua elucidación) del
enfoque teórico-modélico con la admisión del estado abierto del problema de la caracterización de las
constantes lógicas? Este problema (obviamente de la mayor importancia) no modifica los rasgos
metodológicos atribuidos a Tarski en este trabajo.
liv
Véase Seoane, J. [2002].
lv
Véase el texto citado arriba, nota XXV.
lvi
En el sentido en que Tarski usa esta palabra. Sobre la importancia de la obra de Tarski en el desarrollo de la
investigación metodológica de las ciencias deductivas véase, por ejemplo, Corcoran, J. [1983].
lvii
Algunas observaciones en esta dirección se encuentran en Seoane, J. [1998].
lviii
Debiera ser evidente que no se pretende haber estudiado aquí el “cambio semántico” en un sentido
histórico comprehensivo; sólo se ha emprendido la tarea muchísimo más modesta de entender mejor el
análisis tarskiano.