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— i CONTRABANDO Y CONTROL COLONIAL EN EL SIGLO XVII BUENOS AIRES, EL ATLANTICO Y ELESPACIO PERUANO ZACARIAS MOUTOUKIAS CRIVEETARAS Centro de América Latina UVA, NOV 2 6 1991 Saw Lippae Direcelén: Amanda Toubes Secretarta de redaccién: Guillermo Emesto Cussianovich, Alberto Bernades ‘Asesocamiento artistico: Oscar Diaz Disefio de tapa: Oscar Diaz Diagramacion: Gustavo Valdés, Oscar Sammartino Coordinacion y producetén: Natali Lukaweck), Fermin €. Marquez © 1986 Centro Editor de América Latina Tucumén 1736, Buenos Aires Hecho el dopésite de ley. Libro de edicién argentina, Improso en diiembre de 1988. Composicon: Comp-3S.R.L. Maipu 864, 7° "A", Buenos Aires. Impreso en Litodar, Viel +1444, Buenos Aires. Encuadernado en Cometa, Calle 22 N° 3841/51, San Martin, provincia de Buenos Aires. ISBN: 950-25-1330-4- Ala memoria de Alithini Moutoukias, hermana y amiga Abreviaturas ALCBA. AGI. CCBA. COKFS.H. DRCCR. EEH. GAA.NA. HINA REBA ‘Archivo General de la Naclén, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Archivo General de Indias. Roberto Levillier, Correspandencia de la Ciudad de Buenos Aires. Richard Konetzke, Coleccién de documentos para la historia de fa furmacién social hiopancamericans. José Torre Revello, Documentos histéricos y geogrét- cos relativos a la conquisia y colonizacién rioplatense. Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Archivo Municipal de Amsterdam. Archivo Notarial. Historia de la Nacion Argentina, Manuel Ricardo Trelles, Registro estadistico de Buenos Aires. Agradecimientos Como siempre ocurre en estos casos, en la realizacion del presente trabajo intervino una cantidad de personas cuya participacién deseo reconocer. Las clrcunstancias hicieron que su numero se multiplicara mas allé de lo habitual. ‘Con Franz Binder tengo una deude particular. Su amable colabora ion me permitid acceder al Archivo Municipal de Amsterdam. Pero su generosidad no se detuvo alll y puso a mi disposicién todos sus mate- Flales, resultado de aftos de trabajo. Que encuentre aqui la expresion de mi agradecimiento y mi acmiracion por quien desea vivir como un Rimbaud de la historia Los seminarios y las discusiones personales con Ruggiero Romano fueron fuente de aprendizajes © intercambios que me ayudaron mucho durante ese tiempo. Con placer le agradezco sus amistosas atenciones y el gusto que me hizo tomarle a su manera de plantear los interrogantes y autocriticar la elaboracién intelectual. Con carifio evoco a mis amigos Susan Socolow y el persistente Sa- muel Amaral. Ambos siguieron de corca la elaboracién de {a tesis ori ginal con sus consejos, ideas, sugerencias... y cantidad de fotocopias generosamente enviadas. Un gracias afectuoso para los dos. José Luis Mirafuentes fue compafiero de lecturas, desazones y alegrias. Juan Carlos Garavaglia guid mis primeros pasos en Paris. En Buenos Aires, Elena Chiozza tuvo la amabilidad de leer y comentar los aspectos geograficos del manuscrito espanol. No puedo dejar de expresar mi reconocimiento al personal de! Archivo General de Indias de la Biblioteca del Instituto des Hautes Etudes de |'Amérique Latine, cuya paciencia puse a prueba en mas de una ocasién, Debo una mencién especial también a Christian Bouchet. ‘Sin exagerar, seguramente e| trabajo nunca se hubiera terminado sin el afectuoso apoyo de Maria Cristina Peroldi en Madrid y Marie Thibout en Paris. En diversas etapas de mi trabajo muchos amigos me ofrecieron su ayuda o sus ideas. En particular quiero mencionar a Patricia Gascon, Djurdica Ségota, José Luis Cepeda, Carlos Male: ‘mud, Leticia y Ricardo Falcén, Rail Daito y Jorge Gelman. Paris era una fiesta... paro no siempre: La queridisima familia Teruggi Acufia soporté estolcamente y con alegria los peotes momentos de esos aos. Gracias. “lean Pierre Berthe fue mi severo director de tesis. La continuacion de mis Investigaciones debe mucho al estimulo y apoyo que supo dar- me en momentos dificiles durante mi estadia en Sevilla. Estoy conten: to de poder agradecerle sus lecciones. En fin, durante dos afos recibi una beca de la Entrai’ Aide Universi- taire Francaise, institucién a la cual deseo expresar todo mi reconoci- mignto por el trabajo que realizan en favor de los que llegan a Francia fn busca de un relugio. En particular deseo mencionar a la Sra. Xenia Pascalis y al profesor Dubiet, Zacarias Moutoukias marzo de 1986 10 Prefacio ..\@ historia colonial hispanoamericana no es un mero capitulo de 1a expansion europea..." (pag. 193), Esta frase de Zacarias Moutou kias constituye, a mi entender, la clave para aproximarnos a su fibro. Una clave examinada atentamente. Ante todo se precisa que no sig- nifica un rechazo a Europa, que no significa darle las espaldas a Euro- pa. iTodo lo contrario! Y lo prueba el hecho de que Zacarlas Moutoukias no s6lo supo aprovechar los clasicos archivos de Sevilla, sino que también dirigid sus pasos hacia los de Amsterdam. ¥ fue pre- cisamente eso lo quia la parmitid nergefiar esta felicisima expresién: “.. la dominacién colonial espafiola era también un fendmeno inter no, por el cual podia adquirir, entre otros, el aspecto, los gestos y el acento de un mercader de Amsterdam...” (pag. 205). En cambio, esta clave significa un decidido rechazo ala adoracién de conceptos, ideas, palabras, nacidas en contextos culturales ac- tuales, distintos de los americanos. Por eso Moutoukias examina fe- némenos tales como, por ejemplo, ia corrupci6n (asociacién, allanza entre funcionarios y operadores econdmicos). Sobre todo constata ‘que... se hace muy diffcil determinar donde comienza el tuncionario y donde termina el comerciante...” (pag. 114). En estas condiciones §..@l término (‘la complicidad’) cargado como esta de connotaciones: delictivas y de sancién moral parece mas apropiado para ser emplea do en ol caso de actividades heterdclitas e irregulares, que para el de una vida comercial organizada y estructurada... Mas apropiado serla ‘entonces hablar de un aparato comercial capaz de absorber las mer- cancias importadas, comunicando a Buenos Aires con el Aito Perl y los mercados regionales..." (98g. 114). ¥, de manera adn mas clara, re torna sobre este punto: “... suele hablarse de alianza burocrtico-mer- ccantil. En realidad el término alianza implica la existencia de dos sec: tores diferenciados, to que no es aqul el caso...” (pag. 202). EI mismo procedimiento aparece en much/simos otros puntos, con ‘observaciones siempre muy {elices, como cuando —al hablar de contrastes de intereses entre los comerciantes que trabajan con Co- lonia do Novo Sacramento y los de Buenos Aires— se apresura a decir: im sin embargo, lejos estamos de creer en la oxistencia de fracciones de clases bien constituidas y homogéneas, enfrentadas por intereses Gefinidos, a la manera de los contlictos —reales 0 atribuldos por la imaginacién sociolégica— de nuestras burguesias contempor& eas..." (pag. 165). O bien, ze! contrabando? La respuesta es simple: ontrabando y contrabardista, supuestamente delito y delincuente, son términos que nada nos dicen sobre el tipo social de capitanes co mo Yansen... resulta bien peligroso extrapolar al siglo XVII nuestro concepto de contrabando —palabra que no aparece en las fuen- tes— * asi como nuestra nocién de deiito (pag. 100). Esta exactitud es positiva, no sélo en si misma, sino porque ha lle- vado a nuestro autor a no detenerse frente a las instituciones y los lu- gares comunes que suelen recubrirlas. Obsérvense, por ejemplo, las paginas 193 y sgtes. consagradas al sitvado. Qué es ese tai si tuado? En el caso especifico se trata de las sumas de dinero que se ‘envian de Potosi a Buenos Aires para el mantenimiento de \a guarni- ‘cién militar. Todos lo sabemos. ¥ todos sabemos también que este fa- meso situado llegaba a menudo con mucho retraso, obligando a los soldados a endeudarse, Pero Moutoukias no se detiene aqul, y en pé ‘ginas muy penetrantes muestra cémo es¢ dinero se desliga del objeti- vo oficial para transformarse en un componente no secundario de las disponibilidades monetarias de ios grupos mercantiles portefios ocu- pados en el tréfico internacional. igual sutlleza de analisis emplea cuando se trata de hablar de gru- pos sociales y/o étnicos: los “espafioles”, ios ‘blancos” nunca se nos Sresentan como un grupo homogéneo y muchas veces, en este libro, es cuestién de “blancos pobres” (como, por ejemplo, en la pg. 37). ‘Ya todo eso hace de estas paginas un libro innovador. Innovador en Jos principios (dejemos de lado la metodologia) @ innovador en los re: sultados. Es facil de demostrar. La idea que teniamos —por la bibliogratia existente— era la de un siglo XVII rioplatonse “critico”. E! esquema era simple (tan simple y bello que hasta yo cre! en él): Ia produccién de Potos! decae; por lo tanto Buenos Aires decae. El por fo tanto esta- ba de mas yera arbitrario. Y Moutoukias lo muestra y sobre todo lo de- muestra. El irafico con Espafia (los famosos Navios de registro) decae. Entre 1848 y 1702 llegan a Buenos Aires 34 Navios de registro. Algo mas de media nave al afo... (ofr. cuadro 6). Claro que estos navios de registro no estaban —sobre todo en la carga— exentos de fraudes (ustamen- te, Moutouklas precisa una vez mas el sentido de esta palabra, cfr. p89. 92), pero aqui no reside el verdadero problema, Ocurre aue, conira estas 34 arribadas “oficiales”, Moutoukias encontré —con in: vestigaciones de extrema minuciosidad— por lo menos 124 arribadas * El subrayado 1 Gtr, Ruggiero Romano, “Tra XVI @ XVII secolo - Una crisi economica: 1619- 1622", en Fivista Storica italiana, LXXIV, 1962, Traduccicn Ingiesa en G. Parkor & LM, Smith (Ed), The General Crisis of the Seventeenth Century, Londres, 1976, pags. 165-226. 12 forzosas que, de hecho, son simplemente “maliciosas”’. Dije “por fo menos 124” pero, segin Moutoukias, “un total de poco mas de 200 @rribadas para ioe §5 afios estudiados nos parece aceptable” (pag. 127). Es evidente que, asi, el esquema clésico (es decir, el de una crisis econémica devastadora) de Buenos Aires se modifica por completo. A fines del siglo XVII el nomero de arribadas disminuye, es clerto, pero muy oportunamente nuestro autor se pregunta: .. .ge habla, enton- es, establecido entre Buenos Aires y Colonta, un tréfico...” (pag. 166) ‘que compensase dicha disminucion? Y Moutouklas insiste:“... hemos descrito un tréfico cuya magnitud parece comparable al efectuado entre Espata y el Virreinato del Peru...” (089. 167) Y no se trata sola mente de dar vuelta un esquema “clAsico”. 2. Moutoukias nos entre- {ga los componentes espaciales: las rutas (pag. 87), asi como los cam bios cuatitativos de las cargas de las naves (pg. 30), Todo esto, en su- ima, le permite decir que "ya no podia razonar simples términos de in suficiencia del monopolio espafol” (pag. 18) 'Y hay mas: Moutoukias sabe demasiado bien que no se puede Il miter @ contar las naves (o las caravanas de carretas de mulas..) y Yerlas iry venie (algo asi como los barquitos de juguete que echan jos hifios en las piletas publicas...) Moutoukias sabe que no hay tréfico in- femacional que no esté ligado a situaclones Internas, a situaciones de reciamo (0 de rechazo) de ciertos productos. Y, por lo tanto, a es- ppaldas del puerto de Buenos Aires, nos abre todo el inmenso espacio ‘Que conduce hacia el Alto Perdy hacia Chile, Son las vias terrestres, Tos “istmas tarrastras” (como las define con su habitual inteligencla fl amigo Tullo Halperin Donghi) que aparecen, con sus carretas (pag. 33) transportando yerba, tejidos locales, lana de alpaca, para no hablar de los productos de origen europeo. Carretas acompafiadas de tn cortejo de vacas, de mulas, de esclavos. En suma, leyendo atenta- mente las paginas de Moutoukias, 60 oxtiende frente a nuestros ojos Un valido exempium (en el sentido renacentista de la palabra) de lo Que es la efectiva Integracién de los tréficos internacionales, interre- glonales, regionales, locates. Que es lo Onico que un historiador ver. Gaderamente novedoso (retornaré sobre el problema de la novedad) de los traflcos puede proponerse hacer. En efecto, si, finalmente, uede existir un trafico local o regional de manera auténoma, jos tra fices interaclonales no tienen posibltidad de desarroliarse a menos {que lo hagan en simbiosis con los otros: Interregionales, regionales, locales, Se trata de una verdad simple, pero de una verdad demasiado frecuentemente olvidada. Y Moutouklas no la olvida. Al contrario: la enriquece ofreciéndonos casi en cada pagina elementos de juicio. ‘Claro que no todo es de primera mano (aun cuando las investiga- ciones de archivo son imponentes), pero toda la literatura historiogra fica que usa siempre ha sido relelda, revisada, con ojos nuevos y criti- ‘camente ablertos. Y a veces, merced a répidas advertencias se re- fueva todo un espacio que crelamos conocer. No hay més que leer las paginas 63 y sgtes. y 152y sgtes.) dedicadas a los esciavos y se vera {que clertos esquemas ya clasicos sobre el comercio de estas “merca- derlas” son totalmente renovados. Lo s6: el acostumbrado lector “eomprometido” hard la no menos acostumbrada pregunta para sa- 13 ea ber cual es el “esquema ideoldgico” d fe este libro. Pregunta neci: Gon odo, infezand me parece posible responder que agramaica ‘85 an buena medida marxista, Per ‘marxismo asimilado integraiment coir aue axigmo ssimilago inegralmante, ¥ erticamento, Quiero decir ue 2) leer répidaments algtin libro de Karl Marx; escribir un libro para demostrar que Marx tenla razén colle areca que el modo de proceder de Zacarias Moutovkias es Zn por la cua, snore eguivocor bo hay nine ses ote egos : 0, no hay ni una sola cita del i tevlucionaia Pero ‘olvidar no igniica Racer dasaparecr tous ‘astro, Para el marxismo vale lo que se dice de la cultura en general ultur es 10 que Guada cuando 59 olvida fo que se ha fide" , quisiera i n oa a quisiera deci (quisiera repeti) que este os un libro nla actualidad es moda hablar de “nouvelle Walidac le histoire”, de " Geschichte", de ‘new history’ de “nuova storia’ Poro es necouario aclarar que, Salvo algunas gloriosas excepeiones, so trata de una his- {ora vila, viejlsima, De este modo, algunos contrabandean como et- ohistona Ja vila historia de folklore; también se vende por historia vieja historla demografica. ¥ ast sucesi deberla ser valido que un libro, pueda muy blot re. Un libro, para ser nuevo, pueda - lomar un grblera valo-—aparanterenterouaio™ y presenta do ie sat Wslen golidamonte renovaca. Eso es lo que ooure con el libro Ruggiero Romano 4 introduccién ‘Al comenzar a ocuparme de Id historia colonial de a8 regiones. comprendidas entre el Alto Peruy el Rilo de la Plata buscaba dotarme de instrumentos adacuados para reflexionar sobre la peculiar consti- tucién espacial que Argentina heredé de su pasado. En particular pro- curaba explicarme los mecanismos que aseguraron el predominio de tuna cispide social, a la cual Buenos Alres servia de sede, sobre un conjunto de islotes econémicos diseminados a 10 largo dul wspacio ‘nel que surgiria el Estado argentino. El tema del puerto y de la megs lépolis, forma parte de diferentes tradiciones intelectuales que a ve- ces introducan polémicas contemporaneas apoyandose en material histérico aproximativo, Pocas lecturas me bastaron para abandonar dicha preocupacién, al menos en su formulacién original. Sin embar- go, reaparece tanaz en algunos capitulos del presente trabajo. En el Camino entre el punto de partida y las paginas que siguen me qued6 énire manos un aspecto de la vida econémica dal Alo de la Plata fuer- temente vinculado con el interior. Por otra parte, desde Nace algunos afios los investigadores han emprendido el estuerzo de completar 0 corroborer, para determinadas regiones o puertos de América, las grandes lineas del comercio colo- nial durante los sigios XVI a XVIll trazados por varios trabajos. En estos titimos, el trdfico entre Espafia y América aparece como un capitulo de la historia econémica de la metropoll; ya sea por la le- fatima voluntad de mirar el Atlantico desde Sevilla, ya sea por estar {eflidas de preocupaciones sobre la trayectoria de aquella nacion. Por ello me parecia importante sumarme a la taree de desentrafiat la vida pasada de los puertos coloniaies, pero ubicéndome desde la costa hacia el interior. Vision doblemente necesaria en el caso de Buenos Aires, pusrto de regiones que se encontraban a mas de dos mil kil6- metros, lo cual me devuelve @ mis primeras inquietudes. 5 ‘Ya en el siglo pasado comenzé |a preocupacién por estudiar la eco: Nomla de! puerto de Buenos Aires desde sus primeros afios de vid: Pueden recordarse los trabajos de Manuel Ricardo Trelies y de Eduar- do Madero. Entre los trabajos aparecidos en nuestra centuria pueden ‘mencionarse los de Ricardo Lafuente Machain, Diego Luis Molinari, Ricardo Zorraquin Bect y, en particular, el de Alice Pitter Canabrava, cuya obra es, hasta ahora, ja mas completa sobre el perlodo del que se ocups, Estas menciones no pretenden agotar la bibliografia sobre el tema. Intentan solamente poner de relieve las investigaciones espacificas mas importantes que me permitieron abstraer algunos de los rasgos esenciales de ia actividad econémica y comercial de Buenos Aires, desde su fundacién y a lo largo del sigio XVII El libro de Canabrava ha mostrado cémo los comerciantes lusobra: silefios y espafoles establecidos en la regién vinculaban la ruta Poto: sI-Buenos Aires no sélo con el Brasil, sino también —por intermedio. de éste— con Lisboa, Amsterdam, Angola, Guinea, etc. Vale decir, con la “economia-mundo”. Entre 1600 y 1620 tal vez hasta el 20 por ciento de fa plata producida en Potosi se escurrla por Buenos Alres. Varios autores europeos —Braudel, Chaunu, Mauro, entre ellos—, tanto en articulos como en obras mas generales sefialaron la relativa, importancia de la ruta Potosi-Buenos Aires en la economla mundial durante la primera mitad del siglo XVII. Estos nistoriadores integraron a llamada “ruta secundaria” a la problematica que dominé en los estudios sobre la economia atlantica durante los aflos posteriores a la segunda guerra mundial. Canabrava atirmaba que durante el siglo XVII el momento culmi- nante de la actividad comercial de Buenos Aires se situaba en el pri- mer cuarto dal mismo. & partir de 1825 habria comenzado una dece- dencia de dicha actividad que se acentuarla hacia 1640. La investiga- dora brasifefia avanzaba para ello varias explicaciones: presencia ho- landesa en el Atlantico sur, decadencia de la produccién de los centros mineros, expansidn bandeirante, etc. En 1947 Braudel comen- 6 el libro de Canabrava en los Annales, criticando la yuxtaposicion de explicaciones sin jerarqula para dar cuenta de la interrupcion de la {uta Potosi-Buenos Aires como salida hacia el comercio ultramarino, En su opinion, la cuestion deberla ubicarse dentro del conjunto de problemas que planteaban las cifras de Hamilton sobre la llegada de metales preciosos a Espafta: la actividad naval en el Rlo de la Plata sufrié las consecuencias de una contraccién global de la economia atlantica. Asi, a ruta Potosi-Buenos Aires encontré su lugar, el de una vla semiclandestina de escape de metales preciosos que pudo existir en el momento culminante de la expansién econdmica iniciada en el siglo XVI. Sin embargo, los trabajos de Morineau invitan a revisar la vi sidn misma de Hamilton, pues, segun sus datos, la llegada de metales Preciosos a Espafa habrla aumentado después de 1660 y no dismi: nuldo, como lo atirmaba el historiador norteamericano. Mas aun, rela- tiviza el valor de esta informacién como indicador global de la activi: dad econémica, 6 Asi, en un primer momento, concebla mi investigacién como una continuacién critica de ta tesis de Canabrava dado que, al contrario. de esa autora, répidamente me convenci de que el comercio naval del Rlo de la Plata no se habla reducido a su minima expresién a partir de 1625. Con variaciones, los navlos continuaron llegando a lo largo dela segunda mitad del sigio. Todo lo cual lievaba a considerar que —a di ferencia do lo afirmado por los historladores arriba citados— las dis. tintas regiones americanas vinculadas al Atldntice podian haber teni do diferentes ritmos de actividad econémica, El resto de los historiadores que se ocuparon de Buenos Aires entre 1590 y 1700, 0 bien se han detenido hacia la misma fecha que Ca- nabrava, o bien s6lo estudian un aspecto, Entre estos uitimos se en- cuentra Molina, quien ha trabajado sobre ios Navios de Registro du- rante todo el siglo XVII. En todo caso, 'a visién del conjunto del movi- miento naval desde fa segunda mitad del siglo XVII hasta finales del XVIil sigue siendo extremadamente fragmentaria. Lo cual tambien me estimulé a concentrar mi esfuerzo entre los alos 1650 y 1700. Por otra parte, las investigaciones realizadas sobre la actividad por- tuatia de Buenos Aires durante el sigio XVII no han estudiado de ma nera sistematica su relacién con las economlas del interior. En esta direccién me han inducido a mirar los trabajos de Ceferino Garzén Maceda, Carlos Sempat Assadourian y Juan Carlos Gara- vaglia. Tienen el rasgo comin de haber estimado, desde Spticas dite- rentes, que el espacio altoperuano-ioplatense constitula una unidad de circulacién mercantil, dentro de fa cual la economia minera atrafa fos mayores tlujos. En al interior de este espacio 105 CampIos Se apo: yaban en mercados interregionales cuyo papel pusieron de manities- to dichos autores: Buenos Aires estaba integrado a este espacio de- pendiendo del centro altoperuano, como sefialé Assadourian. Alrededor de estos dos ejes —Ia continuidad de la actividad naval durante todo el siglo XVII y sus relaciones con el espacio en el cual Buenos Aires estaba incluido— se han ido estructurando los principa- les interrogantes e hipdtesis que han organizado el plan de mi investi: gaci6n, asi como el de la exposicién. En primer lugar, es bien conocido que el principal producto que ox portaba la economia colonial hispanoamericana eran los metales pre- ‘ciosos, en particular la plata. Buenos Aires no fue una excepcién y, en ese sentido, Canabrava demostré que el Rio de la Plata era un puerto gel Alto Pera. Anora bien, cualquiera que haya hecho hoy dla el viaje desde la capital argentina hasta Bolivia no puede dejar de plantearse una simple pregunta: zedmo? Ei segundo grupo de trabajos citados me permitia avanzar una res- puesta algo evidente: el tratico interregional puso en pie a infra: estructura indispensable y abrié las puertas al comercio atlantico. En: tonces surge el problema de saber si fos intercambios a gran distan- cia y el comercio de productos locales coexistian sin tocarse, 0 si se integraban en un solo movimiento. De esto titime me persuadid la lectura de los trabajos en cuestién Si los navios tlegaban al Alo de la Plata atraldos por la oferta de me tales preciosos —6, lo que es lo mismo, por su posibilidad de respon der a la demanda— y si esta oferta existia gracies a la integracién de 7 Buencs Aires en un conjunto de intercambios regionales, entonces el ccmescio atlantico no dependie solamente del nivel de produccién de Ins centros mineros, sino también de la capacidad de aquellas re- gionas de absorber una parte de la misma. ‘Sea cual fuere el movimiento real de navios en el Rio de la Plate, | contiebaido aparecia como un fenémeno esencial de la vida comer- ciel en Euanos Aires, Durante la primera mitad del siglo XVII tue nic cho rs importante que el comercio legal y todo hacla pensar que contincat'a en ios siguientes cincuenta afios. Tanto si se tratabe de una eciividad normaly semitolerada por \as euteridades, como clan- Gestiva ) fualmente reprimida, ol hecho me llevaba a interrogarme acuica de jas laciones entre fa adminisirscién y el comercio. Por Sura perte, st el iendmeno tenla la duracién que yo crela, no podia ra: Zonal eb ciinpies términos de insuficiencia del monopolic espafcl. Vor citima, le existencla temprana de poderesos comeiciantes Io: cales me presentaba nuevas preguntas. En efecto, si Buenos Aires se lim tabs, er; lo esencial, a ver pasar metales preciosos, manufacturas eu.opees y esclavos, y a aprovecher la frecuencia de navios para ex: po ér elcunes cusros de poco valor ;cémo explicar el rol de aquellos perscnejes? Nuevamente me vela obligadc a dirigirme al comercio in tei:egional y a ia administraci6n para buscar respuestas relativas al funcionamiento del tréfico atlantico. En los dos primeros capitulos aparece desarrollado et primer grupo de ploblemes. El estudio de {oe origenes de la ruta Potos|-Buenos Ates eeté destinado a ofrecer un cuadro general de los flujos que Unlen 6 las diferentes cegiones, entre si y con la economia minora, ao! cue & presentar una primera demosiracién de que sobre dichos flujos su aysyaba cl Comercio allantico. Ademds, esto ofrece el marco ade- uavic ara exeminar y comprender la situacién legal del puerto. Los cuatic capitulos siguientes se destinarén a la actividad naval 1 el Rio de la Plata: Navios de Registro, embarcaciones extranjeras, 5 la fundacién de Colonia Sacramento. Se trata ademas del nucleo centzat de mi trabajo en archivos. Los Navios de Registro permiten examinar un segmento pequefto jel camercio de Espafia con América y comprobar hasta qué punto wstaba corroldo por el fraude durante la segunde mnitad del siglo X\/Il, coun ie sofalan varios autores. Por otra parte, en la medida en que su oxisiet cia sstaba asociada al funcionamiento del aparato burecréti eomitier —que los recursos locales no bastaban para mantener.— se peimite mostrar una primera vinculacién entre comercio.y adnvi sistracion, Ei problema del contrabando exige ser encarado globaimerte. {Se sibs do una suma de acciones aisiadas o estaba estructuralmente ‘gat @ \@ vida econémica de la region? Al examinar sus mecanis: cS. estudio tambien un segundo aspecto de las relaciones entre c« eseio y Estado. 's caplivios Vy VI permiten una evaluacién del movimie tc yiesci@: Gue unla Buenos Aires con el Atiantico, a travgs dal e

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