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UNIVERSIDAD DE PLAYA ANCHA DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

FACULTAD DE ARTES- ESCUELA DE POSTGRADO


PROGRAMA DE MAGÍSTER EN ARTES MENCIÓN PATRIMONIO
CÁTEDRA: HISTORIA DEL ARTE EN CHILE- ARTES MUSICALES
DOCENTE: MG. MARÍA TERESA DEVIA LUBET

Cantata Popular
Santa María de Iquique:

la música al rescate
de la verdad y la memoria

Autora: Paula Domínguez Correa

Valparaíso, diciembre de 2008


“Señoras y señores
venimos a contar
aquello que la historia
no quiere recordar.
Pasó en el Norte Grande
fue Iquique la ciudad
mil novecientos siete
marcó fatalidad.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.
Seremos los hablantes
diremos la verdad
verdad que es muerte amarga
de obreros del salar.
Recuerden nuestra historia
de duelo sin perdón
por más que el tiempo pase
no hay nunca que olvidar.
Ahora les pedimos
que pongan atención.
Ahora les pedimos
que pongan atención”1.

Introducción

1
“Cantata Popular Santa María de Iquique”, Pregón. Texto y música de Luis
Advis, interpretada por Quilapayún, 1970.
El 21 de diciembre de 1907, la ciudad de Iquique fue escenario de

uno de los hechos de sangre más cruentos en la historia de nuestro país.

La matanza indiscriminada de los trabajadores del salitre a manos de las

fuerzas armadas, no obstante la cantidad de víctimas, fue silenciada y

olvidada por el gobierno de la época y los posteriores mantuvieron la

política de omisión en el hecho.

En este contexto, son las artes y los artistas quienes reponen la

matanza de 1907 en el imaginario nacional, soslayada por la historia

oficial. La premisa formulada por el muralista mexicano David Alfaro

Siqueiros en la década del 20, donde señaló que era labor del artista ser

la voz de los sin voz y poner su trabajo al servicio del pueblo, es

rescatada por escritores como Volodia Teitelboim y Hernán Rivera

Letelier, quienes con sus obras “Hijo del salitre” (1952) y “Santa María

de las flores negras” (2002), respectivamente, posicionan y mantienen

la masacre de Iquique en la memoria colectiva por medio de relatos de

ficción, pero verosímiles, ambientados en la época de las salitreras.

Entre ambas novelas se sitúa la obra del filósofo Eduardo Devés, quien

publica en 1989 “Los que van a morir te saludan. Historia de una

masacre. Escuela Santa María, Iquique, 1907”. Asimismo, en la escena

teatral las compañías La Patogallina y Teatro del Oráculo, con sus

montajes “1907” (2004) y “Santa María de Iquique: la venganza de

Ramón Ramón” (2007) han llevado a las tablas la tragedia obrera del

Norte Grande. Sin embargo, la obra más emblemática de la matanza de


los trabajadores es la Cantata Popular Santa María de Iquique,

compuesta entre 1969 y 1970 por el músico Luis Advis e interpretada en

su versión original por el conjunto Quilapayún y el actor Héctor

Duvauchelle. En sus treinta y siete minutos y veintinueve segundos de

duración, se nos presentan, a modo de pregones, relatos y canciones,

las razones que llevaron a los obreros a movilizarse, la estadía en

Iquique y el asesinato a mansalva de los huelguistas. La Cantata, siendo

una obra artística, se constituye como documento histórico, presentando

al público “aquello que la historia no quiere recordar”2.

Obreros “particulares” del salitre, cerca de 1900.

2
“Cantata Popular Santa María de Iquique”, Pregón. Texto y música de Luis
Advis, interpretada por Quilapayún, 1970.
Marco Operacional

Objetivo General:

• Reconocer la Cantata Popular Santa María de Iquique tanto como

obra de arte como documento histórico y elemento patrimonial de

nuestro país.

Objetivos Específicos:

• Con la Cantata Popular Santa María de Iquique como punto de

partida, investigar la huelga ocurrida en 1907.

• Establecer el aporte de la Cantata Popular Santa María de Iquique

en el ámbito de la música chilena, así como su carácter de

acontecimiento.

Metodología:

Esta investigación, como lo señalamos, tiene como raíz e hilo

conductor la Cantata Popular Santa María de Iquique compuesta por Luis

Advis. Por lo tanto, la utilizaremos tanto en su connotación estético-

artística como histórica, en calidad de documento y fuente indirecta de

información, a la vez que revisaremos elementos literarios, periodísticos


e investigativos que nos permitan conocer la historia de la matanza

obrera de Iquique.

Desarrollo

El hecho: Matanza de la Escuela Santa María de Iquique (21 de

diciembre de 1907)

“Si contemplan la pampa y sus rincones, verán las sequedades del


silencio,
el suelo sin milagro y oficinas vacías, como el último desierto.
Y si observan la pampa y la imaginan en tiempos de la industria
del salitre
verán a la mujer y al fogón mustio, al obrero sin cara, al niño
triste.
También verán la choza mortecina, la vela que alumbraba su
carencia,
algunas calaminas por paredes y por lecho, los sacos y la tierra.
También verán castigos humillantes, un cepo en que fijaban al
obrero
por días y por días contra el sol, no importa si al final se iba
muriendo.
La culpa del obrero, muchas veces, era el dolor altivo que
mostraba;
rebelión impotente ¡una insolencia!, la ley del patrón rico es ley
sagrada”3.

En las últimas décadas del siglo XIX, el descubrimiento de las

tierras productoras de caliche en la entonces peruana provincia de

Tarapacá, provocó el advenimiento de un nuevo negocio: la industria del

nitrato de sodio. La explotación del salitre, a manos de capitalistas


3
Ídem. Relato de Héctor Duvauchelle.
europeos, convertiría a Chile en el principal productor del fertilizante

luego de la guerra de 1879, cuando las actuales regiones de Arica,

Tarapacá y Antofagasta y la provincia de Tacna fueron entregadas a

nuestro país como parte de la rendición de la Confederación Perú-

Boliviana. Hasta 1930 Chile se beneficiaría de esta explotación, años en

los que Alemania, privada del nitrato de sodio, produciría y

comercializaría el salitre sintético, de menor costo de producción y

comercialización.

Campamento de los obreros del salitre, cerca de 1900.

Durante cincuenta años, la explotación exclusiva del llamado “oro

blanco” produjo riquezas que aumentaron la economía nacional. Sin


embargo, y tal como ocurre hoy con la industria del cobre, eran los

potentados extranjeros, ingleses y alemanes en su mayoría, quienes

gozaban de los beneficios de la tierra, en abierta contraposición con las

condiciones de miseria en que vivían sus trabajadores.

El sistema laboral, abyectamente apartado de toda ley de

protección, consistía en el reclutamiento de trabajadores en el centro y

sur de Chile, los que llegaban “enganchados” con la promesa de una

mejor calidad de vida. El éxito de la industria salitrera presagiaba buen

dinero para los obreros y el sueño de trabajar sólo el tiempo necesario

para regresar a sus ciudades de origen, con ahorros suficientes que les

permitieran establecerse con sus familias en tierras propias. Sin

embargo, al estar en el otro extremo del país, eran castigados con

condiciones de trabajo infrahumanas y la ausencia del dinero prometido,

puesto que sus sueldos les eran cancelados con fichas de circulación

propia de cada oficina y fuera de las cuales no tenían valor alguno. El

obrero que quisiera cambiarlas por dinero era multado con un

importante descuento, que en muchos casos llegó al treinta por ciento

del valor nominal de las fichas. La omisión del descanso legal, los

frecuentes accidentes de trabajo que llevaban a la muerte o la

discapacidad y a ninguna indemnización para el afectado ni su familia, la

estafa constante en las pulperías, la falta de escuelas y médicos y las

precarias condiciones de vida en el desierto más seco del mundo fueron

tolerados durante décadas por los obreros, hasta 1907.


En diciembre de ese año, nuevas condiciones aumentaron el

descontento de los trabajadores. En las oficinas salitreras del cantón de

Tarapacá, los sueldos fueron reducidos en más de la mitad para los

obreros4 y el valor de los artículos básicos que se comercializaban en la

pulpería aumentó al doble. Esto, sumado a la constante inequidad

salarial y de condiciones entre los empleados administrativos y los de la

calichera, llevó a los obreros de la oficina salitrera San Lorenzo a

paralizar sus labores el día 10 de diciembre, a los que se plegaron los

calicheros de la cercana oficina Alto de San Antonio. Así comenzó la

llamada “Huelga de los 18 peniques”, donde los trabajadores exigían la

reposición de las antiguas condiciones de pago. Al no obtener respuesta

de los administradores, el creciente movimiento de los obreros optó por

dirigirse al puerto de Iquique, con la esperanza de poder llegar a

acuerdos con las gerencias del cantón de Tarapacá. A Iquique se

dirigieron en masa más de veintiséis mil personas, ya que al penoso

viaje por el desierto de los trabajadores huelguistas se unieron sus

mujeres y sus hijos.

“Vamos, mujer, partamos a la ciudad.


todo será distinto, no hay que dudar.
no hay que dudar, confía, ya vas a ver,
porque en Iquique todos van a entender.
Toma, mujer, mi manta te abrigará.
Ponte al niñito en brazos, no llorará.
No llorará, confía, va a sonreír.
Le cantarás un canto, se va a dormir.
4
La divisa de referencia que se utilizaba en las oficinas salitreras era la libra esterlina.
En 1907, luego de la baja mundial en el precio del producto, los magnates del nitrato
redujeron el valor de cambio de la moneda, de dieciocho peniques a sólo ocho, con la
consiguiente y drástica reducción de los salarios de la fuerza obrera.
Qué es lo que pasa, dime, no calles más”5.

Los obreros huelguistas son conducidos a la Escuela Santa María,


10 de diciembre de 1907.

A su llegada a Iquique, y luego de discutir el alojamiento con las


autoridades del puerto, los huelguistas fueron instalados en la plaza
Manuel Montt y en la Escuela Domingo Santa María. Más de una semana
esperarían la respuesta a sus justas peticiones, para lo cual nombraron
un Comité Central entre sus mismos pares, presidido por José Brigg, un
mecánico hijo de norteamericanos que trabajaba en la oficina Santa Ana.
El muro de indiferencia ante sus peticiones, que levantaron tanto los
magnates del salitre como los representantes del gobierno y de la
ciudad, terminaría de la peor manera posible: con la matanza
indiscriminada de los huelguistas a manos de las tropas del ejército y de
la armada, dirigidas por el general Roberto Silva Renard, en la tarde del
21 de diciembre. Aún hoy, cuando han pasado ciento un años del
macabro hecho, no están claras las responsabilidades. La hipótesis más
verosímil es que los poderes del Estado se habrían rendido a la posición

5
Ídem. Solo de Rodolfo Parada.
de los dueños de las salitreras, quienes no estaban dispuestos a ceder a
las demandas obreras para no mostrar debilidad. Con un baño de sangre
la huelga tendría una rápida solución, los magnates no perderían su
poder y el Fisco mantendría las cuantiosas divisas del oro blanco. A esto
se agrega una segunda hipótesis que sostiene que el renunciado y
repuesto intendente de Iquique, Carlos Eastman, recibía dineros
directamente de los empresarios del salitre, por lo que habría detenido
las negociaciones entre el puerto y el gobierno central, el que estaba
dispuesto a solventar la mitad de los aumentos salariales que pedían los
obreros.
“Se había acumulado mucho daño, mucha pobreza, muchas
injusticias;
ya no podían más y las palabras tuvieron que pedir lo que debían.
A fines de 1907 se gestaba la huelga en San Lorenzo
y al mismo tiempo todos escuchaban un grito que volaba en el
desierto.
De una a otra oficina, como ráfagas, se oían las protestas del
obrero.
De una a otra oficina, los señores, el rostro indiferente o el
desprecio.
Qué les puede importar la rebeldía de los desposeídos, de los
parias.
Ya pronto volverán arrepentidos; el hambre los traerá, cabeza
gacha.
¿Qué hacer entonces, qué, si nadie escucha?
hermano con hermano preguntaban.
Es justo lo pedido y es tan poco, ¿tendremos que perder las
esperanzas?
Así, con el amor y el sufrimiento, se fueron aunando voluntades.
En un solo lugar comprenderían: había que bajar al puerto
grande”6.

6
Ídem. Relato de Héctor Duvauchelle.
Obreros del salitre llegando a Iquique, 10 de diciembre de 1907.

Tropas del Regimiento Esmeralda, 21 de diciembre de 1907.

El “rescate” de la memoria: la Cantata Popular Santa María de

Iquique (1970)
En su libro ya citado, Eduardo Devés señala una expresión de

Enrique Zañartu en la sesión de la Cámara de Diputados celebrada el 11

de enero de 1908, a menos de un mes de ocurrida la matanza de Santa

María: “Respecto de los sucesos de Iquique, que todos lamentamos, los

diputados que deliberamos en esta Cámara (…), debemos trabajar

porque más bien caiga sobre aquellos acontecimientos el manto del

olvido”7. La deplorable solución fue bastante efectiva, por cuanto el

hecho de sangre fue omitido de la historia oficial y solamente rescatado

décadas más tarde, por Teitelboim, Rivera Letelier y el mismo Devés,

por medio de la literatura, y con el excelso aporte de Luis Advis desde

las artes musicales.

El término “Cantata”, literalmente, se define como “composición

poética de alguna extensión, escrita para que se le ponga música y se

cante”, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.

En su acepción estrictamente musical, la Cantata es una pieza que se

canta y se distingue de la pieza para ser tocada o “sonada” en

acontecimientos católicos8. Este tipo de composición, creada para

celebraciones religiosas, consideraba en su estructura a una o más

voces solistas, que en ciertos momentos conformaban un coro, y un

acompañamiento musical preferentemente de instrumentos de cuerda y

el órgano característico de la música religiosa, así como fragmentos


7
Devés, Eduardo: “Los que van a morir te saludan”. LOM, Santiago, 3ª edición,
1997. Pág. 9.
8
Significado extraído de la enciclopedia virtual Wikipedia.
destinados a ser interpretados por el público presente. La Cantata

“sacra”, que data del periodo barroco, fue profusamente trabajada por

músicos como Johann Sebastian Bach y su contraparte, la Cantata

“profana”, tuvo su máximo exponente en el compositor italiano

Alessandro Scarlatti, cuya obra ya no tenía visos religiosos, sino que

estaba dirigida a un público culto y no feligrés. De este modo, la

complejidad de las estructuras creadas por Scarlatti en lo melódico y lo

vocal sirvió de base para las Cantatas sacras de Antonio Vivaldi y las

Cantatas “líricas” de Georg Friedrich Händel. La modificación de las

estructuras musicales y de los temas tratados en las letras, desde lo

religioso hasta lo dramático, permitieron un proceso evolutivo de la

composición en sí, la que sin embargo mantuvo varios puntos de

ejecución sin alterar. Uno de ellos fue el tipo de instrumentos utilizados,

preferentemente bajos, el estilo musical, dado por la tradición europea,

y el aspecto narrativo, donde uno de los sopranos cantaba en

“recitativo”, un discurso melódico que contaba con acompañamiento

musical sencillo, generalmente aportado por un solo instrumento. Así,

podemos utilizar el concepto de “Cantata Clásica” para referirnos a

cualquiera de los ejemplos citados. El compositor chileno Luis Advis

Vitaglich (1935- 2004), quien escribió la Cantata Popular Santa María de

Iquique entre los años 1969 y 1970, siguió los lineamientos

acostumbrados para este tipo de composiciones. Si bien no contó con

estudios formales de música, de hecho su formación profesional la


realizó en la Facultad de Filosofía en la Universidad de Chile, de pequeño

fue instruido en el ejercicio del piano por el músico Albert Spikin y tuvo

clases de composición con el maestro Gustavo Becerra-Schmidt, quien

fuese uno de los pioneros en la fusión de las tradiciones de la música

clásica europea y las expresiones latinoamericanas. Sin duda, la tutela

de Becerra-Schmidt sería determinante en la posterior obra de Advis, ya

que su trabajo se caracterizó por tomar elementos clásicos en el

desarrollo de la música nacional y latinoamericana, la que inicialmente

rechazaba ante las creaciones y estilos europeos. Cuando Advis

comienza a practicar su nueva fusión, en los años sesenta, en la escena

musical del país se da la llamada Nueva Canción Chilena, con Violeta

Parra como precursora. Este movimiento, que revaloriza lo propio,

proviene en parte de “la efervescencia social que se vivía en aquellos

años. Una aspiración de sociedad aunó a buena parte de la gente del

mundo de la música, tanto docta como popular, y es por esto que

músicos de ambos ‘mundos’ compartieron y se hicieron amigos. Esto dio

fruto a un intercambio cultural que posteriormente llevó a la

colaboración explícita entre ellos”9.

Gallegos M., Álvaro: “Apuntes estéticos sobre la música de Luis Advis”, en


9

Revista musical chilena [online]. Dic. 2006.


Conclusiones

La Cantata Popular Santa María de Iquique, compuesta en textos y

música por Advis e interpretada por el conjunto Quilapayún, se desvió

de la Cantata clásica en los aspectos temáticos, por cuanto el motivo

religioso original fue reemplazado por un tema social (el hecho histórico

de la matanza de obreros ocurrida en la escuela Santa María en 1907).

En lo estilístico y musical, pues aún manteniendo la tradición europea en

la composición, a ella se sumaron diversos giros melódicos,

modulaciones armónicas y núcleos rítmicos pertenecientes a la tradición

folklórica andina; en lo instrumental, con la relevancia de la guitarra, de

los instrumentos andinos (las quenas, el charango y el bombo) y el

violoncello y el contrabajo como únicos exponentes de la Cantata

clásica; y en lo estrictamente narrativo, pues el Recitativo de la Cantata

clásica, cantado, fue reemplazado por un relato hablado, en la voz de un

actor.

El grupo Quilapayún interpretó la música y las letras, mientras que

el relato fue narrado por el actor Héctor Duvauchelle. En los treinta y


siete minutos y veintinueve segundos de duración de la obra, se

alternan pregones, interludios instrumentales, canciones solistas,

interpretadas por cada integrante de Quilapayún, coros ejecutados en

conjunto y los relatos de Duvauchelle, que explican los hechos ocurridos

desde la gestación de la huelga para demandar mejores condiciones

laborales y de vida de los obreros salitreros, en la pampa de Tarapacá,

hasta la cruel matanza en la ciudad de Iquique.

Carátula de la Cantata Popular Santa María de Iquique, en 1970.

Quilapayún, junto a Luis Advis y Héctor Duvauchelle, julio de 1970.


De no ser por el trabajo de Luis Advis, Quilapayún y Héctor

Duvauchelle, la propuesta de omisión del diputado Enrique Zañartu,

formulada sesenta años antes de la creación de la Cantata Popular,

probablemente se mantendría vigente hasta hoy. La matanza de la

escuela Santa María de Iquique, donde fueron asesinadas

aproximadamente tres mil seiscientas personas, entre obreros, mujeres

y niños, a manos del Ejército y la Armada, no fue el único acto de

represión sangrienta que sufrieron los trabajadores del país en los

albores del siglo. Pero fue la que, a través de la música, consiguió

insertarse en la historia que la había obviado durante décadas, y

mantenerse vigente hasta el día de hoy: la composición que fue

acontecimiento en 1970, fecha de su publicación, concebida

académicamente para un público popular que la hizo suya y, que a

treinta y ocho años de su estreno y a más de un siglo del sangriento

hecho que rescata, permanece en la memoria de nuestro pueblo y no

desaparecerá fácilmente. El arte, al servicio del pueblo, es voz de los sin

voz, como lo exigía el mexicano Siqueiros en los años veinte: del pueblo

que no acepta la historia oficial, escrita por los vencedores, sino la

verdadera, la que duele, la que es nuestra.

“Ustedes que ya escucharon la historia que se contó


no sigan allí sentados pensando que ya pasó.
No basta solo el recuerdo, el canto no bastará.
No basta sólo el lamento, miremos la realidad.
Quizás mañana o pasado, o bien en un tiempo más,
la historia que han escuchado de nuevo sucederá.
Es Chile un país tan largo, mil cosas pueden pasar
si es que no nos preparamos resueltos para luchar.
Tenemos razones puras, tenemos por qué pelear.
Tenemos las manos duras, tenemos con qué ganar.
Unámonos como hermanos, que nadie nos vencerá.
Si quieren esclavizarnos, jamás lo podrán lograr.

La tierra será de todos, también será nuestro el mar.


Justicia habrá para todos y habrá también libertad.
Luchemos por los derechos que todos deben tener.
Luchemos por lo que es nuestro, de nadie más ha de ser.
Unámonos como hermanos, que nadie nos vencerá.
Si quieren esclavizarnos, jamás lo podrán lograr”10.

Instantes previos a la matanza, 21 de diciembre de 1907.

“Cantata Popular Santa María de Iquique”, Canción Final (Fragmento). Texto y


10

música de Luis Advis, interpretada por Quilapayún, 1970.


Bibliografía

Gallegos M., Álvaro “Apuntes estéticos sobre la música de Luis


Advis”.
En Revista musical chilena [online]. Diciembre de 2006.

Devés, Eduardo : “Los que van a morir te saludan. Historia


de una masacre. Escuela Santa María de Iquique, 1907”.
LOM, Santiago, 3ª edición, 1997.

Rivera Letelier, Hernán : “Santa María de las flores negras”.


COPESA, Santiago, 1ª edición, 2003.

Teitelboim, Volodia :”Hijo del salitre”.


LOM, Santiago, 3ª reimpresión, 2002.

Documento sonoro

“Cantata Popular Santa María de Iquique”. Texto y música de Luis


Advis, interpretada por Quilapayún, y relatada por Héctor Duvauchelle,
1970 (versión original). Warner Music Chile, 1998.

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