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En relación a este punto, Allen señala que la preocupación por definir “lo que son” las mujeres y los
varones, así como la relación entre éstos, ha sido una constante entre filósofas y filósofos de todas las
épocas y por lo tanto resulta ser tan antigua como la cultura occidental (Allen citada en Rivera, M, 2003:
21).
II Relevancia del Análisis del mito de Prometo desde la sociología del género
En la mitología griega se aprecia la elaboración de elementos simbólicos que se
relacionan con la superioridad masculina e inferioridad femenina, y teniendo en cuenta
la influencia cultural de la antigua Grecia en occidente, se afirma que estos relatos han
servido como trasmisores culturales para naturalizar la ideología patriarcal y la
violencia masculina hacia las mujeres (Alberdi y Matas, 2002).Esta situación ha
implicado que “sucesivas generaciones han aprendido cómo se mantienen las posiciones
respectivas de los hombres y las mujeres en nuestra cultura” (Alberdi y Matas, 2002:
42). De este modo, tal como señala Zaragoza “Se entiende a Grecia como cuna de
nuestra cultura y crisol del patriarcado que se ha impuesto en occidente” (Zaragoza,
2006: 16).
En este sentido, la presente reflexión se estima como un aporte para la comprensión de
la resistencia estructural hacia la transformación de las construcciones de género, y a su
vez para analizar la persistencia de la violencia hacia las mujeres. Así, se entiende que
la sociología de la modernidad, tal como señala Wagner, debe tener la capacidad de
comprender la peculiaridad de determinadas instituciones en sociedades occidentales, lo
que supone “interrogarse sobre las características que llevan al establecimiento y la
conservación de dichas instituciones; para de este modo investigar cómo estructuran la
vida, cómo abren posibilidades e imponen limitaciones” (Wagner, 1997:63). Siguiendo
esta concepción de la sociología de la modernidad e integrando la mirada feminista, se
plantea relevante visibilizar el peso de estos entramos simbólicos como elementos que
sustentan la conservación del patriarcado occidental moderno así como la persistencia
de la violencia hacia las mujeres. En este sentido, también se debe tener en cuenta que
las instituciones no son estructuras osificadas, más bien se conforman como “acuerdos
y convenciones que estructuran la vida cotidiana” (Wagner, 1997, 63) actualizándose en
la práctica diaria.
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Atenea destaca por su inteligencia la que al parecer, como característica reservada para el sujeto/ varón,
anularía una de las particularidades femeninas más definitorias desde el patriarcado como lo es su
capacidad de reproducción, pues ella es infértil.
simbólicamente para contar con chivos expiatorios del propio dominio patriarcal, donde
la explicación de esta acción está en la naturaleza de destrucción de la propia mujer, y
así, “Malinche será la imagen de la abyección de la mujer y sellará para siempre la
desgracia del macho” (Palma, 1992: 145).
Estos elementos míticos se proyectan en diversos recambios discursivos en torno a los
roles y status de género fijados desde el patriarcado, por ejemplo en el caso “Emilio o
de la educación” donde Rousseau, considerado como uno de los “padres” del
pensamiento ilustrado, desarrolla los modelos en que varones y mujeres debían educarse
(Molina Petit, 1994), manifiesta, aunque desde otro paradigma, postulados muy
similares a los de Hesiodo en torno a lo masculino y femenino y a la correspondientes
“naturalezas” diferenciadas de unos y otras.
Se observa entonces que el mito de Pandora y la presencia de violencia simbólica hacia
las mujeres, no es un caso aislado entre los mitos que dan fuerza a las construcciones de
dominación masculina, por tanto no se puede explicar únicamente como resultado de la
misoginia de Hesiodo, ya que se revelan prácticas discursivas recurrentes para describir
a las mujeres en diversas sociedades, y de este modo dar forma a una matriz de
pensamiento que sustenta y que posibilita la dominación de un género por sobre otro,
que permite instruir colectivamente con respecto a roles y estereotipos de género
sexista, que son los cimientos que sostienen los imaginarios que dan vida a las prácticas
discriminatorias que persisten en relación a las mujeres desde la antigüedad hasta la
actualidad en las sociedades patriarcales.
V Conclusiones:
Tal como señala Montecino, los mitos reflejan los sentidos, representaciones y
valoraciones de las distintas sociedades, por tanto las construcciones de género, como
productos culturales, están siempre presentes en dichos imaginarios (Montecino, 1997),
y por tanto “los relatos míticos parecen ser espacios estratégicos para conocer el
universo de las representaciones en torno al género en los distintas comunidades
humanas” (Montecino, 1997: 67).
De este modo se ha podidos establecer dos elementos centrales que reproducen la
violencia simbólica hacia las mujeres: “devaluación de lo femenino” y “ser para otros”.
Estos elementos se constituyen como bases fundamentales de la dominación masculina,
en cuanto permiten y justifican las construcciones de género desiguales, el trato
diferenciado a varones y mujeres, y por tanto sustentan los códigos de violencias
permitidos e invisibilizados por la sociedad. Se afirma entonces, que la integración de
estos elementos en la identidad(es) femeninas es violencia simbólica en cuanto el
imaginario de feminidad, socializado culturalmente, es de por sí devaluado tanto por
los hombres como por las propias mujeres.
En la actualidad podemos observar como la violencia simbólica hacia las mujeres y la
ideología sexista se validan a través de distintos medios. Una de las formas de
reproducción acrítica de estas narraciones míticas, ya que “aprovechando el carácter
pedagógico del género trágico” (Zaragoza, 2006), circulan y se absorben dichos textos
sin mayor cuestionamientos de las relaciones de poder que legitiman, haciendo gala de
las funciones sociales y políticas antes mencionados. Así el sistema de dominación
patriarcal se reproduce y se naturaliza, la historia se repite a si misma una y otra vez.
La vigencia del mito y el reflejo de las imágenes de construcción de género han podido
resistir al paso del tiempo y a la lucha de las mujeres por cambiar esta situación. Así, en
diferentes épocas, dichas narraciones han sido restituidas una y otra vez
reproduciéndose. Es decir, estas narraciones son una extensión de sí mismas y de este
modo se instituyen en el inconciente colectivo como modelo a través del tiempo,
situación que se aprecia en la diversidad de mitos que mantienen esta violencia
simbólica hacia las mujeres (Eva y Malinche entre otras).
De este modo, el análisis presentado permite confrontar y analizar estos grandes mitos
fundacionales desde una mirada crítica en torno a los mecanismos de poder proyectados
a través de los relatos que son estudiados sin ser sometidos a revisión, los cuales
influyen directa y silenciosamente en las identidades y relaciones de género actuales. En
este sentido, es importante volver a lo que planteó Bourdieu, en cuanto la violencia
simbólica no podrá ser cuestionada si es que no se generan nuevas de
pensamiento/conocimiento que permitan entrever la realidad más allá de las matrices de
percepción patriarcal. Si tanto mujeres como varones, siguen encontrando(se) como
sujetos sociales en textos y narraciones que instalan y explican naturalezas diferenciadas
entre lo masculino y lo femenino, que además están posicionadas desde la cultura
patriarcal, es difícil que se cuestionen otros tipos de violencias cotidianas que viven las
mujeres en el contexto patriarcal, ya que se entiende como parte de las naturalezas, de lo
que corresponde como “parte del orden de las cosas”.
En este sentido, es interesante considerar lo que plantea Eliade, en cuanto el/la sujeto de
la modernidad, le guste o no “conserva huellas del comportamiento religioso, pero
expurgados de sus significados religioso” (Eliade, 149), por tanto se entiende que la
lectura del mito de Prometeo y Pandora desde el enfoque feminista, expurga de las
funciones políticas primarias de estos mitos en el contexto de la cultura griega y de su
trasmisión a la cultura occidental, cuestionando la misoginia y la violencia simbólica
que hacia las mujeres representa, develando las relaciones de poder que se justifican y
legitiman, con el objetivo de promover una actitud reflexiva en torno a dichos
mecanismos en la construcción de presente y futuro.
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