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La consulta terapéutica.

Una alternativa al fracaso escolar

Una clínica «extramuros»


A pesar del título, centraré este texto en el ámbito educativo. En particular,
aquel en el que muchos jóvenes uruguayos invierten largas horas debatiendo sus
anhelos, construyendo vínculos, enfrentando logros y frustraciones, forjando un
derrotero de su vida adulta o abandonándolo: el ámbito universitario.
Entre setiembre de 1993 y febrero de 2004 me desempeñé como profe-
sora adjunta del Departamento de Educación Médica (DEM) de la Facultad de
Medicina. Desarrollé allí muy diversas tareas, en el contexto de un grupo huma-
no poco frecuente, por su libertad de pensamiento y por la rigurosidad de sus
fundamentos.
Me atrevo a afirmar que dos de las actividades profesadas en el DEM pue-
den recortarse como las más sistemáticas: formación docente y asesoramiento
estudiantil.
Destacaré en esta oportunidad el trabajo con estudiantes de grado y post-
grado que presentaban dificultades en su tránsito por la facultad: problemas de
relacionamiento, fracaso escolar recurrente, dificultades específicas de aprendi-
zaje, situaciones de crisis y otras.
Siendo la responsable de esta área, mi actuación comprendía habitualmente
dos estrategias complementarias:
• diagnóstico, orientación y seguimiento del estudiante;
• coordinación con docentes o equipos docentes implicados en cada si-
tuación, con el propósito de acordar las acciones psicopedagógicas a
implementar (operación de mediación).
Cabe aclarar que también tuve el privilegio de participar en tareas de inves-
tigación ligadas al tema del desempeño estudiantil, como el caso de la Prueba
Inicial de Evaluación Diagnóstica que aplicábamos a toda una generación a su
ingreso, permitiéndonos obtener perfiles cognitivos y actitudinales. Nos propo-
níamos en este tipo de estudios delimitar particularidades y requerimientos den-
tro del gran grupo (compuesto por varios centenares de estudiantes), insumos
convenientes para un gobierno universitario responsable.
En este trabajo, sin embargo, vamos a detenernos en otra clase de interro-
gantes, aquellos que dan cuenta de la singularidad del sujeto educativo. Y al
hacerlo estaremos en condiciones de atestiguar la viabilidad de una clínica psi-
coanalítica «extramuros», una clínica inserta en la propia institución educativa.
Pues bien, las urgencias académicas y las expectativas cifradas en mi labor,
tanto las individuales como las colectivas, precipitaron una respuesta distinta a la

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de los libretos tradicionales. En verdad no contaba con demasiadas alternativas,
salvo las de escuchar e intervenir cuando fuera posible.
De estas vicisitudes versa el presente capítulo. Soberana o no, la clínica
marcó el terreno; las especulaciones teóricas llegaron después.

Especulaciones teóricas: «el valor de la consulta terapéutica»


El subtítulo en cuestión figura entre comillas porque es copia fiel de un
artículo que escribiera Donald W. Winnicott (1989) en 1965, incluido junto
a otros en Exploraciones psicoanalíticas II. La palabra «exploraciones» hace
honor a la probada creatividad winnicottiana, condición de posibilidad de esta
propuesta técnica.
En cuanto a mis planteos, reconozco que no son copia fiel de las argumen-
taciones esgrimidas en dicho artículo. Me inspiro en él, pero debo admitir que
no comparto algunos fundamentos o reflexiones al respecto.
En lugar de hablar de un Psicoanálisis aplicado como sí lo hace Winnicott,
he preferido la expresión «Psicoanálisis extramuros» o «Psicoanálisis exporta-
do». En efecto, se trata de la exportación extramuros de la práctica psicoanalítica,
fuera del recinto de la consulta privada. Digamos, asimismo, que tal expresión
—herencia del pensamiento Laplanche (2001) y de Bleichmar (2010)— es so-
lidaria con la concepción del aparato psíquico como sistema abierto, capaz de
sufrir transformaciones por medio de recomposiciones (cosechas de nuevos pro-
cesos histórico-vivenciales).
Según la casuística ofrecida para fundamentar la consulta terapéutica, infiero
que Winnicott apela a esta solución metodológica porque la realidad lo obliga a
hacerlo (por ejemplo, las distancias geográficas). En ciertas ocasiones las consul-
tas parecen depender de extensos traslados, lo cual haría inviable un análisis de
alta frecuencia. En otras, transportar a un niño y apartarlo de un hogar suficien-
temente bueno para que acceda al tratamiento no resulta prudente.
Un razonamiento de diferente estofa se relaciona con las ventajas de exten-
der ampliamente el valor social del analista, frente a limitantes numéricas de la
institución psicoanalítica para dar cobertura a una potencial demanda.
Los siguientes motivos, aunque puedan semejar contundencia, lucen tan
atendibles como polémicos:
el paciente trae a la situación una cierta creencia, o la capacidad para creer,
en una persona que lo ayude y comprenda. También trae cierta desconfian-
za […] en la entrevista psicoterapéutica el terapeuta tiene un rol prefijado,
que se basa en la pauta de expectativas del paciente (Winnicott, 1989: 45).

¿Es necesariamente bueno tomar como base las expectativas del paciente?
Apostar a un «rol prefijado», ¿no se contradice con otras afirmaciones del mismo
autor?

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Confío en que después de un amplio examen de mis casos, el único rasgo
fijo que se observe sea la libertad con que usé mi conocimiento y expe-
riencia para atender la necesidad de cada paciente particular (Winnicott,
1989: 49).
Comparto, en cambio, cuando señala los riesgos de su propuesta y los con-
trapone al peligro de no hacer nada en absoluto, más allá de la vulnerabilidad de
sus fundamentos:
los riesgos provienen de la timidez o ignorancia del terapeuta más que del
sentimiento del paciente de haber sido engañado (Winnicott, 1989: 45).
Por eso es preciso —y ahora sí coincidimos—, la experiencia previa del
terapeuta con la técnica psicoanalítica clásica, enseñándole a reservar la inter-
pretación para el momento significativo. En este punto Winnicott brinda un
aporte interesante:
El hecho de que el paciente haya producido el material específicamente
para ser interpretado otorga confianza al terapeuta en cuanto a la necesi-
dad de la interpretación, y lo lleva a considerar más peligroso no interpre-
tar que interpretar (1989: 50).

Retrato clínico
Inés es una joven de veinte años, de aspecto agradable. Su modo de expre-
sarse es acorde a su edad y a su condición universitaria. Es derivada al DEM por
el Ciclo Básico,62 ya que padece dificultades que hacen peligrar su promoción.
Examinados sus antecedentes, constatamos que presenta una muy buena escola-
ridad en primaria y en secundaria.
Le preguntamos qué piensa de sus dificultades, a qué se deben (autoteori-
zación). Remite su hipótesis a problemas personales. Y así lo explicita: «Por un
lado la ruptura de mi pareja y, por otro, alteraciones ginecológicas (dismenorrea,
náuseas, vómitos, desmayos)».
Los exámenes médicos no permiten aducir causas orgánicas.
Averiguamos cómo se manifiestan sus dificultades y las circunscribe a la
«redacción escrita», es decir, a los parciales. Agrega: «Me preguntan de qué color
y yo contesto por la forma.»
Luego menciona su actitud negativa frente al tema de investigación elegido
por la mayoría de su grupo: «Dificultades de aprendizaje en primer año».
Lo justifica diciendo: «No tengo paciencia con los niños».
Se la observa incómoda y enojada al referirse a este asunto. Por ello interro-
gamos el vínculo con sus pares que, a pesar de lo que podría suponerse, sigue
siendo bueno. Ha podido integrarse con sus compañeros, estableciendo incluso
nuevas amistades.

62 En aquella época el Ciclo Básico ocupaba las tres cuartas partes del primer año de la carrera
de medicina.

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Se intenta entonces construir/extraer un primer hilo conductor de esta tra-
ma argumental, allí donde Inés habría provocado una suerte de divorcio represen-
tacional: la ruptura con su pareja, las alteraciones ginecológicas y su contrariedad
respecto al encuentro con los niños, ¿tendrán alguna relación?
La primera reacción de Inés frente a la pregunta formulada es de asombro.
Necesita repetir la frase que testimonia su insight: «¡Nunca lo pensé. ¡Nunca lo
pensé».
Inmediatamente dice: «Yo cambié mi actitud».
Situamos aquí el primer índice de respuesta a nuestra intervención.
Al asombro le ha seguido cierto aceleramiento del ritmo de su pensamiento
y nos cuesta seguirla. ¿De qué actitud nos habla?
Procuramos dilucidarlo:
Entrevistadora: ¿Cómo es eso?
Inés: Yo decía que no sabía si tuviera hijos cómo tratarlos…
Pero yo no pensaba así antes.

Ese «antes» alude a su relación de pareja, a la que califica como «desajustada»,


en virtud de la diferencia de años que los separan. El motivo de conflictividad
entre ambos, y por lo tanto el de la ruptura, consistía en el desencuentro de dos
proyectos vitales: él quería tener hijos en el corto plazo y ella todavía no.
Se ha producido progresivamente un incremento de las asociaciones de la
estudiante, que estaría dando cuenta de un enriquecimiento discursivo. Por su
parte, este enriquecimiento habría sido ocasionado por un engrosamiento del
material psíquico disponible. Advertimos en Inés un mayor protagonismo con-
versacional, en el sentido de su función autohistorizadora.
Podrá notarse que este segundo momento, sobrevenido ante una interven-
ción que no fuera más que un simple hilván (segundo índice de respuesta), tiene
que ver con la apertura de un espacio en el que esta persona puede pensarse a
sí misma por nuevos caminos. Caminos mas inciertos, con menos certezas, pero
también con otros horizontes. Destacamos, en tal sentido, la prodigalidad repre-
sentacional acaecida.
El enojo, la incomodidad y el halo depresivo que acompañaron sus primeras
verbalizaciones, constituyeron el señuelo que permitieron al entrevistador cap-
turar un particular anudamiento de lo conflictivo.
Reestablecida la conexión, se produce un cambio en el clima afectivo que
envuelve al presente encuentro (entrevista). Por eso el tercer índice de respuesta
consistió en una modificación de su gestualidad y tonalidad de voz.
Finalmente le ofrecemos una segunda entrevista, esta vez a demanda de
ella, en la medida que la necesitara. La joven no hizo uso de esta prerrogativa;
no regresó al DEM. No obstante podemos afirmar que aprobó el Ciclo Básico.
Casi a punto de concluir esta brevísima historia (¿analítica?), retomemos un
asunto pendiente que al término de la entrevista se logra esclarecer: Inés había

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votado en su grupo un tema a investigar que le interesaba especialmente, alco-
holismo y embarazo prematuro.
Encontró en la Facultad de Medicina un espacio donde ser escuchada, a
diferencia de lo ocurrido en su grupo de pertenencia. ¡He aquí el enojo con sus
compañeros! Pero lo prematuro cobró un nuevo sentido para ella en el devenir de
la consulta: ¡la prematurez de la maternidad para sus veinte años!

Conclusiones
Si es lícito sostener que la experiencia clínica proporciona gratificaciones a
quien la ejerce, es de rigor revelar que estas intervenciones clínicas en el campo
educativo me han nutrido generosamente.
El Psicoanálisis como herramienta para pensar lo humano y como encua-
dre interno, al decir de algunos, ha tenido siempre un lugar protagónico. Una
identidad a la que es difícil renunciar habilita al profesional que la practica a
incursionar en la intimidad del consultante, como en la viñeta presentada. Pero
es sensato añadir que los tiempos de la consulta terapéutica no son los más
propicios para el análisis de la transferencia o para ingresar en las intrincadas
comarcas del inconciente. ¿Demasiado obvio el epílogo?

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Bibliografía
Bleichmar, Silvia (2010), Psicoanálisis extramuros. Puesta a prueba frente a lo traumático,
Buenos Aires: Entreideas.
Laplanche, Jean (2001), Nuevos fundamentos para el Psicoanálisis. La seducción originaria,
Buenos Aires: Amorrortu.
Winnicott, Donald (1989), Exploraciones psicoanalíticas II, Buenos Aires: Paidós.

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