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Un manual básico

Eamonn Butler
Título original:
Classical Liberalism – A Primer
Copyright © The Institute of Economic Affairs 2015
2 Lord North Street
Westminster
London SW1P 3LB
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La misión del Institute of Economic Affairs es ayudar a comprender mejor las


instituciones fundamentales de una sociedad libre, analizando y explicando el
papel de los mercados en la solución de problemas económicos y sociales.

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ISBN: 978-84-7209- 679-0


Depósito legal: M. 2.693-2016

Ilustración de portada por M.ª Luisa Mira


Compuesto y maquetado por M.ª Luisa Mira

Impreso en Chile • Printed in Chile

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leyes, que establecen penas de prisión y multas, además de las correspondientes
indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeran total o
parcialmente el contenido de este libro por cualquier procedimiento electrónico
o mecánico, incluso fotocopia, grabación magnética, óptica o informática, o
cualquier sistema de almacenamiento de información o de recuperación, sin
permiso escrito de los propietarios del copyright.
A MI AMIGO JOHN BLUNDELL
(1952 - 2014)
- ÍNDICE -

El Autor 10
Agradecimientos 11
Prólogo 12
Prólogo a la edición en español 16
Resumen 19

1. INTRODUCCIÓN — 22
El propósito de este libro
Esquema del libro

2. ¿QUÉ ES EL LIBERALISMO CLÁSICO? — 26


Diez principios del liberalismo clásico

3. LIBERALISMO CLÁSICO: EL ÁRBOL GENEALÓGICO — 38


Los primeros ancestros
El surgir del liberalismo clásico
Éxito y reevaluación
El renacimiento moderno del liberalismo clásico
La diversidad de las ideas liberales clásicas

4. EL LIBERALISMO CLÁSICO Y LA LIBERTAD — 52


Los argumentos a favor de la libertad
Libertad positiva y libertad negativa
Derechos y libertades
Restricciones a la libertad
5. MORALIDAD LIBERAL CLÁSICA — 64
Coerción y tolerancia
Los argumentos a favor de la tolerancia
La tolerancia y el Estado

6. LA POLÍTICA LIBERAL CLÁSICA — 76


El origen y el propósito del gobierno
El mito de la justicia social
Las decisiones públicas y los intereses privados
La legitimidad del gobierno

7. LA SOCIEDAD LIBERAL CLÁSICA — 90


El orden espontáneo
La justicia y el Estado de derecho
La racionalidad de los órdenes naturales
La sociedad civil
El orden espontáneo y los derechos naturales

8. LA ECONOMÍA DEL LIBERALISMO CLÁSICO — 102


El orden espontáneo del mercado
El «milagro» espontáneo de los precios
Mercados sin directivas
Reglas y propiedad
Los argumentos a favor de la libertad económica
Los efectos desestabilizadores del gobierno
Comercio y el proteccionismo

9. EL LIBERALISMO CLÁSICO HOY — 116


Eclipse y resurgimiento
El renacimiento del liberalismo clásico
El significado del liberalismo clásico
Internacionalismo liberal clásico
La visión liberal clásica
10. PENSADORES LIBERALES CLÁSICOS CLAVES — 128
John Locke — (1632-1704), filósofo inglés
Bernard Mandeville — (1670-1733), escritor satírico anglo-holandés
Voltaire [François - Marie Arouet] — (1694-1778), escritor francés
Adam Ferguson — (1723-1816), teórico social escocés
Adam Smith — (1723-1790), filósofo y economista escocés
Thomas Jefferson — (1743-1826), líder revolucionario estadounidense
Frédéric Bastiat — (1801-1850), teórico político francés
Richard Cobden — (1804-1865), industrial y político inglés
John Stuart Mill — (1806-1873), filósofo y reformador inglés
Herbert Spencer — (1820-1903), antropólogo y filósofo inglés
Friedrich A. Hayek — (1899-1992), teórico político anglo-austriaco
Ayn Rand — (1905-1982), novelista y moralista ruso-estadounidense
Isaiah Berlin — (1909-1997), filósofo letón-británico
Milton Friedman — (1912-2006), economista estadounidense
James M. Buchanan — (1919-2013), economista estadounidense
Robert Nozick — (1938-2002), filósofo estadounidense

11. CITAS LIBERALES CLÁSICAS — 140


Carta Magna
Los derechos naturales
Gobierno limitado
El orden espontáneo...
...Orientación benigna...
...Versus planificación y controles...
La justicia y el Estado de derecho
Libertad económica
Libertad personal
Libertad política
12. CRONOGRAFÍA DEL LIBERALISMO CLÁSICO — 152

13. LECTURAS ADICIONALES — 160


Introducciones
Visiones generales
Textos clásicos
Enlaces web seleccionados
- EL AUTOR -
Eamonn Butler es director del Adam Smith Institute, un importante
centro de estudios (think tank) de políticas públicas. Tiene títulos
en economía y psicología, un doctorado en filosofía, y un doctorado
honorario en Letras. En la década de 1970 trabajó en Washington para
la Cámara de Representantes y enseñó filosofía en Hillsdale College,
Michigan, antes de regresar al Reino Unido para ayudar a fundar el
Adam Smith Institute. Ha sido ganador del National Free Enterprise
Award (Premio Nacional a la Libre Empresa) del Reino Unido.
Eamonn es autor de libros sobre los economistas pioneros Mil-
ton Friedman, F.A. Hayek y Ludwig von Mises, un manual básico
sobre la Escuela Austriaca de Economía y The Condensed Wealth
of Nations (resumen de La Riqueza de las Naciones). Para el IEA, ha
escrito manuales básicos sobre Adam Smith, Ludwig von Mises y
la teoría de la elección pública (public choice); su Foundations of a
Free Society (Fundamentos de una sociedad libre) obtuvo el Premio
Fisher en 2014. Es coautor de una historia de los controles de precios
y salarios, y de una serie de libros sobre CI (coeficiente intelectual).
Sus recientes publicaciones populares, The Best Book on the Market,
The Rotten State of Britain y The Alternative Manifesto, despertaron
considerable atención. Además es un articulista frecuente en medios
escritos y de difusión.

10 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


- AGRADECIMIENTOS -
Una vez más, agradezco a Madsen Pirie sus consejos y aportes
iniciales, y a mis otros colegas en el Adam Smith Institute su paciencia.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 11


- PRÓLOGO -
El liberalismo clásico es una de las filosofías políticas y sociales
modernas más importantes. De hecho, podemos decir que los es-
fuerzos de los creyentes en este conjunto de ideas fueron cruciales
para la creación del mundo moderno. Sin las campañas, argumentos,
pensamientos y análisis de las personas que se definieron a sí mismas
como liberales clásicos, muchas de las características esenciales de
la modernidad, como el crecimiento intensivo ininterrumpido, la
circunscripción de la identidad religiosa en la esfera privada y la
abolición de la esclavitud, no hubiesen sido posibles.
A pesar de su importancia, el liberalismo clásico es hoy mal
entendido, a menudo tergiversado (intencionalmente en tantísimos
casos) y erróneamente identificado con otras formas de pensar, en
especial con el conservadurismo. Una dificultad concreta es cómo el
uso estadounidense de la palabra «liberal» para significar «socialde-
mócrata» implica que los creyentes en el liberalismo tradicional del
mundo angloparlante han tenido encontrar un nuevo rótulo para
sus ideas (este no es el caso en la Europa continental, donde «liberal»
conserva su significado tradicional). «Libertario» se ha convertido
en el término ampliamente adoptado, pero por diferentes razones
es poco satisfactorio.
Ante esto, la descripción de Eamonn Butler es especialmente
bienvenida. Es una introducción maravillosamente clara y bien
explicada de lo que es el liberalismo clásico como sistema de pen-
samiento, de dónde vino, lo que es ahora y hacia dónde podría ir.
Una característica valiosa del libro es cómo pone de manifiesto las
diferencias y la variedad dentro de lo que, sin embargo, sigue siendo
un enfoque coherente hacia el pensamiento político y los temas de

12 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


política pública (lo mismo se podría decir, por supuesto, del socialismo
y el conservadurismo). Merece la pena pensar sobre algunos de los
temas que plantea y la forma de analizarlos en mayor profundidad.
Como indica el relato histórico, el liberalismo clásico claramente
tiene raíces y orígenes como movimiento político en episodios de
la historia inglesa. Y es una manera de pensar acerca de la ley y el
gobierno que podemos rastrear hasta al menos el siglo XVII, e incluso
más atrás, hasta la Carta Magna y el constitucionalismo medieval.
Sin embargo, como lo deja en claro, también tiene un origen en la
historia de Europa continental, sobre todo en Francia (a pesar de que
F.A. Hayek haya descrito ese país como «el más irremediable para el
liberalismo clásico»). Esto se remonta a la Ilustración y a pensadores
como Kant, pero también puede ser rastreado más atrás, en el Re-
nacimiento y en pensadores de finales de la Edad Media, como los
asociados con la Escuela de Salamanca. Y en las tradiciones medievales
de gobierno constitucional y límites al poder de la corona, desde la
Península Ibérica a Escandinavia y Polonia-Lituania. Los orígenes
del liberalismo clásico en Europa no lo convierten, sin embargo, en
una manera de pensar europea. No debe ser visto como una ideología
«occidental»; más bien se trata de una perspectiva que es universal
en su orientación y puede aprovechar tradiciones compatibles y
afines que existen en todas las culturas y civilizaciones del mundo.
Además de las ideas cruciales que este libro hábilmente expresa
y claramente explica, el liberalismo clásico también se asocia con
una serie de actitudes y cualidades de estilo. Una de las principales
es la del optimismo, de confianza en que la condición humana
se puede mejorar y que en los dos últimos siglos ha mejorado.
Otra cualidad relacionada es ser vanguardista, mirar al futuro
y no al pasado. También podemos identificar un enfoque sobre
la individualidad y el autogobierno o la autonomía. Tal vez las
cualidades más importantes son la civilidad y pensar lo mejor
de nuestros opositores e interlocutores en lugar de atribuirles
propósitos e intenciones malévolos, una cualidad carente en gran
parte del discurso contemporáneo.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 13


Esta obra realiza un trabajo excelente describiendo con sencillez
y claridad lo que es el liberalismo clásico, y además describe por in-
ferencia lo que no es. Claramente, es distinto del socialismo y otras
formas de colectivismo igualitario, como la democracia social y el
liberalismo social o «nuevo» liberalismo. Tampoco es lo mismo que
el conservadurismo, porque generalmente es más optimista, confía
más en la razón (a diferencia de la fe o la tradición), y resulta menos
sumiso a las instituciones heredadas o tradicionales. Una de las
cosas que se hace evidente al leer este libro, y que lo será más aún
al leer la mayoría de los textos adicionales sugeridos, es que, lejos
de ser conservador, el liberalismo clásico es un credo radical que ya
produjo un cambio enorme y profundo en las condiciones y formas
de vida de la mayoría de las personas en el mundo. Al hacerlo ha
barrido con gran parte del antiguo orden (un punto que presenta
con fuerza Ludwig von Mises, por ejemplo). Una muestra de esto es
la asociación histórica entre el liberalismo clásico y el feminismo,
donde la mayoría de la «primera ola» de feministas fueron liberales
clásicos fervorosos y donde en la actualidad hay muchos ejemplos
de esa posición.
Los liberales clásicos como movimiento y el liberalismo clásico
como conjunto de ideas han cambiado y mejorado mucho, pero
también existen problemas, como señala el libro, y aún hay mucho
por hacer. Cuando los liberales clásicos olvidan esto y se vuelven
más bien defensores de las cosas como están, pierden su ímpetu y
una parte crucial de su identidad. Como el libro deja en claro con
su discusión de los nuevos desarrollos intelectuales dentro de la
tradición, esto no es un conjunto fijo y perfeccionado de ideas con
textos sagrados y conclusiones eternas que requieren solo glosas
explicativas y comentarios. Más bien es un movimiento intelectual
vibrante y vivo en el cual las ideas básicas que se describen aquí
constantemente se reaplican y repiensan, se articulan nuevas ideas,
análisis y propuestas y se atacan las diferentes facetas y aristas
del error.

14 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


En IEA no apoyamos explícitamente una filosofía política en
particular, mucho menos la posición de un partido o movimiento
político específico. Sin embargo, el objetivo permanente de com-
prender los problemas sociales y abordarlos eficazmente excluye
ciertos enfoques, mientras que se incluyen otros. El liberalismo
clásico es una de las filosofías y de los movimientos compatibles,
aunque no el único, que tiene una manera de pensar y entender el
mundo que concuerda y coincide con este objetivo. Como tal, este
libro es un aporte bienvenido a la lista de IEA y será una importante
contribución para entender mejor una de las filosofías formativas
de la edad moderna.

STEPHEN DAVIES
Director de Educación
Institute of Economic Affairs
Mayo de 2015

Las opiniones expresadas en esta monografía son, como en todas las publicaciones
del IEA, las del autor y no las del Instituto (que no tiene una opinión corporativa),
sus directivos, los miembros del Consejo Asesor Académico o el personal superior.
Con algunas excepciones, como la publicación de conferencias, todas las mono-
grafías del IEA son sometidas a una revisión con el método de "doble ciego" por al
menos dos académicos o investigadores expertos en la materia.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 15


- PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL -
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de conocer a Eamonn
Butler. Primero su nombre, gracias a su trabajo. Luego personalmente,
en Nueva York, en uno de los encuentros internacionales de Atlas
Network donde se dan cita intelectuales, académicos y emprendedores
de think tanks provenientes de todas partes del mundo.
En 2014 estuve a cargo de traducir su libro Foundations of a
free society (Fundamentos de la sociedad libre), editado y publicado
originalmente en lengua inglesa por nuestros amigos del Institute
of Economic Affairs (Reino Unido) y llevado al español por Funda-
ción para el Progreso (Chile). En aquella ocasión pude constatar la
habilidad del autor para explicar ideas complejas de forma muy
simple y amigable. Butler escribe sobre el pensamiento y la filosofía
de manera tan sencilla como rigurosa.
Así como Nigel Ashford, Madsen Pirie o Tom Palmer, por mencio-
nar solo unos poquísimos ejemplos entre tantos, Butler comprende
perfectamente la vocación del intelectual público, la misión esencial
de los think tanks y la necesidad de comunicar eficazmente las ideas
y argumentos a favor de la sociedad libre. En las páginas siguientes, el
autor presenta el liberalismo clásico con una claridad y una capacidad
de síntesis que apreciamos enormemente quienes aprendimos cosas
nuevas al leerlas. Y quienes, en nuestra vida diaria, nos dedicamos
a compartir, difundir y promover los principios e instituciones de
la libertad. He aquí lo primero que quiero destacar y celebrar de
Liberalismo Clásico: Un manual básico.
Lo segundo es que esta introducción condensa, en sus capí-
tulos y bajo sus títulos, un repaso muy práctico del liberalismo
clásico como pensamiento. También es una revisión rápida de

16 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


sus autores y de sus hitos, pero no por ello vaga o superficial,
sino que muy didáctica e inteligentemente presentada. A lo
largo de este recorrido, Butler recuerda y aclara varios puntos
importantes sobre la idea liberal clásica. Por ejemplo, que no se
trata de un dogma pétreo, inmutable y homogéneo, sino de un
sistema de pensamiento dinámico, variado y dentro de cuyas
fronteras —o en torno a ciertos elementos esenciales— pueden
convivir perspectivas diferentes y opiniones diversas. Y queda
claro que el liberalismo clásico, mucho más que un conjunto de
ideas y conceptos, es una actitud, un talante. Es respeto. Es dis-
posición para convivir en paz con otras personas, aún si piensan
distinto y tienen otros estilos de vida. Es preferir la persuasión a
la imposición. Es valorar la dignidad humana y la libertad de las
personas para realizar sus proyectos de vida, siempre y cuando
no causen daño o amenacen a sus semejantes.
El liberalismo clásico, así, no puede ser intelectualmente tratado
—ocurre, a veces, lamentablemente— como una suerte de religión
que, sin remedio, termina dividida en sectas cerradas y enfrentadas
entre sí, disputándose la posesión de la verdad o la representación
de la pureza doctrinaria. Porque si algo tiene el liberalismo clásico
es la modestia intelectual, tan importante, por ejemplo, en la obra
de Karl Popper, para quien la falibilidad y la imperfección son con-
sustanciales a la naturaleza humana.
Una tercera característica —o aporte— de este trabajo es que
ayuda a ordenar los conocimientos sobre el liberalismo clásico y su
historia, desde sus orígenes hasta hoy. Si tenemos vacíos o informa-
ciones dispersas, acaso inconexas, este libro es de gran ayuda para
ordenar el relato y resolver dudas. También las posibles confusiones
de términos; es muy oportuna, por ejemplo, la distinción conceptual
entre lo que entienden los estadounidenses por liberal y lo que
propone el liberalismo clásico.
Estos tres beneficios hacen la lectura del libro enriquecedora
y recomendable para estudiantes en la universidad, para su uso
educativo en cursos o para la cultura general.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 17


Por estas razones, entre otras, Fundación para el Progreso ha
traducido este escrito de Eamonn Butler, uno más de su abundante
producción. Estamos seguros de que ayudará a los lectores de habla
hispana, en España y América Latina, a seguir aprendiendo, a seguir
descubriendo el fascinante mundo de la libertad.

RAFAEL E. RINCÓN-URDANETA ZERPA


Director de Estrategia, Innovación y Relaciones Internacionales
Fundación para el Progreso
Santiago de Chile, marzo de 2016

18 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


- RESUMEN -
• Los liberales clásicos dan prioridad a la libertad individual en la
vida social, política y económica. Reconocen que las libertades
de diferentes personas pueden entrar en conflicto, y disienten
sobre dónde se ubican los límites a la libertad, pero están
ampliamente de acuerdo en que la libertad individual se debe
maximizar y el uso de la fuerza se debe minimizar.

• Consideran que el individuo es más importante que lo colectivo


y abogan por un gobierno limitado y representativo que obtenga
su legitimidad de la gente. Los gobiernos deben estar a su vez
sujetos al Estado de derecho y la justicia debe ser administrada
conforme a los principios y procesos aceptados.

• Los liberales clásicos no están de acuerdo sobre la función


exacta del Estado, pero en general buscan limitar el uso de la
fuerza, ya sea por individuos o gobiernos. Quieren Estados que
sean pequeños y controlados por reglas conocidas. El principal
problema de la política no es cómo elegir los líderes, si no cómo
restringirlos una vez que tienen el poder.

• El liberalismo clásico no es lo mismo que el liberalismo estadou-


nidense, que valora la libertad social, pero le otorga mucho poder
económico al Estado. Tampoco es una idea atomística: ve a las
personas como miembros de diferentes grupos superpuestos,
con muchas lealtades familiares, morales, religiosas o de otra
índole. Esas instituciones de la sociedad civil son un baluarte
útil contra el poder central del Estado.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 19


• La libertad de expresión y la tolerancia mutua son consideradas
bases esenciales para la cooperación pacífica entre personas libres.
Los liberales clásicos sostienen que esa cooperación genera órde-
nes sociales espontáneos (como mercados, costumbres, cultura
y lenguaje) que son infinitamente más complejos, eficientes y
adaptables que cualquier cosa diseñada de manera centralizada.

• En economía, los liberales clásicos consideran que la riqueza


no la crean los estados o gobiernos, sino que se crea por medio
de la cooperación mutua de individuos libres. La prosperidad
se logra cuando individuos libres inventan, crean, ahorran,
invierten y, finalmente, intercambian voluntariamente bienes
y servicios para beneficio mutuo. Es el orden espontáneo de la
economía de libre mercado.

• El liberalismo clásico se remonta a la Inglaterra anglosajona y


más atrás, pero proviene en gran medida de las ideas de pen-
sadores como John Locke (1632-1704), Adam Smith (1723-1790)
y los padres fundadores de los Estados Unidos. En los últimos
tiempos, ha sido renovado por eruditos como F.A. Hayek (1899-
1992) y Milton Friedman (1912-2006).

• Diferentes liberales clásicos proponen diferentes argumentos a


favor de la libertad. Algunos la ven como un bien en sí mismo,
otros apelan a la idea de los derechos naturales que gozan todas
las personas. Algunos dicen que la autoridad sobre los demás
surge exclusivamente de su consentimiento de someterse a
leyes, plasmado en un contrato social. Algunos argumentan
que la libertad social y política simplemente hace que todos
salgan ganando.

• Los liberales clásicos también proponen diferentes argumentos


a favor de la tolerancia. Muchos consideran que forzar a la gente
a hacer cosas en contra de su voluntad es costoso y perjudicial,

20 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


y produce resultados perversos. Otros no ven ninguna justifi-
cación para interferir en las elecciones de estilo de vida de las
personas, a condición de que nadie más se vea perjudicado por
ellas. Algunos mencionan los beneficios de permitir diferentes
ideas y opiniones.

• El liberalismo clásico no es una ideología cerrada, sino una


gama de puntos de vista sobre temas sociales, económicos y
políticos que se basan en la fe en la libertad y en el rechazo a la
coerción de un individuo por otro. Ha tenido un renacimiento
en las últimas décadas, pero ahora se enfrenta a temas nuevos
y urgentes, como la libertad que se les debe otorgar a grupos
que quieren destruir la libertad.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 21


1
INTRODUCCIÓN
- INTRODUCCIÓN -

EL PROPÓSITO DE ESTE LIBRO


El objetivo de este manual es facilitar una introducción sencilla
a los principios, las personalidades y los acontecimientos claves del
liberalismo clásico. Está diseñado para los estudiantes y lectores que
posiblemente entienden los conceptos generales de la libertad social,
política y económica, pero quisieran una presentación sistemática
de sus elementos esenciales.
El libro considera que el liberalismo clásico incluye un amplio
espectro de puntos de vista, todos los cuales consideran la libertad
individual y la minimización de la violencia como sus principales
prioridades, pero que pueden variar desde algo cercano al liberta-
rismo en un extremo hasta puntos de vista más conservadores en
el otro. Considera que los liberales creen firmemente en la libertad
individual, pero que también creen que al menos se necesita cierta
administración de gobierno y justicia para mantenerla. El debate
entre los liberales clásicos ubicados en diferentes puntos del espectro
pasa por cuán grande y amplio debe ser ese papel gubernamental.

ESQUEMA DEL LIBRO


• El Capítulo 2 ~ describe los diez principios básicos que unen a
los liberales clásicos, más allá de sus diferencias.

24 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


• El Capítulo 3 ~ explica el desarrollo histórico del liberalismo
clásico, desde sus raíces anglosajonas, a través de la Reforma,
la Ilustración y las revoluciones, hasta su decadencia en el siglo
XIX y su moderno renacimiento actual.

• El Capítulo 4 ~ considera los argumentos a favor de la libertad,


describiendo los diferentes y a menudo contradictorios puntos
de vista de los liberales clásicos de diversas tradiciones.

• El Capítulo 5 ~ analiza las ideas de los liberales clásicos sobre


la moralidad y la necesidad para ellos de minimizar la coerción,
ya sea de individuos o del Estado.

• El Capítulo 6 ~ describe el espinoso debate sobre cuál debe ser


el papel y los límites de ese Estado.

• El Capítulo 7 ~ explica por qué los liberales clásicos sostienen


que las sociedades humanas en gran medida se autorregulan
y crean beneficio público, sin necesidad de que alguna gran
autoridad central las mantenga.

• El Capítulo 8 ~ demuestra que esto también es cierto en la eco-


nomía, gracias a la evolución de instituciones naturales como
los mercados y los precios.

• El Capítulo 9 ~ describe el reciente renacimiento del pensamiento


liberal clásico y algunas de las nuevas corrientes de pensamiento
que han surgido dentro de la tradición del liberalismo clásico.

El libro finaliza con acotaciones sobre las contribuciones de pen-


sadores claves del liberalismo clásico, algunas citas importantes
sobre temas del liberalismo clásico, una cronología de su desarrollo
y lecturas adicionales.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 25


2
¿QUÉ ES EL
LIBERALISMO CLÁSICO?

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 27


¿QUÉ ES EL LIBERALISMO CLÁSICO?
Lo que más define a los liberales clásicos es la prioridad que le
dan a la libertad individual. Los seres humanos además tienen, por
supuesto, otros valores: honestidad, lealtad, seguridad, familia y más.
Pero cuando se trata de nuestra vida social, política y económica,
los liberales clásicos sostienen que debemos apuntar a maximizar
la libertad que disfrutan los individuos.
Los liberales clásicos sostienen que a las personas se les debe
permitir vivir sus vidas como lo deseen, con solo la mínima restricción
necesaria por parte de otros individuos o autoridades. Aceptan que
la libertad no puede ser absoluta, ya que la libertad de una persona
puede entrar en conflicto con la libertad de otra: todos podemos tener
libertad de movimiento, pero igualmente no podemos colocarnos
todos sobre el mismo punto al mismo tiempo. Y la libertad no significa
que uno sea libre de robar, amenazar, coaccionar, atacar o asesinar
a otros, lo cual violaría la libertad de los demás.
Entonces, ¿cuáles son los límites a la libertad individual? El
liberalismo clásico no tiene una respuesta única. No es un conjunto
dogmático de reglas. Los liberales clásicos no están completamente
de acuerdo sobre dónde se deben fijar los límites a la acción perso-
nal (y del gobierno). Pero coindicen ampliamente en que cualquier
respuesta debe tratar de maximizar la libertad individual, y que el
que la quiera restringir debe tener una muy buena razón.

28 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


DIEZ PRINCIPIOS DEL LIBERALISMO CLÁSICO
Para entender mejor lo que es el liberalismo clásico podemos
enumerar diez principios sobre los cuales los liberales clásicos están
todos de acuerdo.

1. La presunción de la libertad

Los liberales clásicos tienen una presunción a favor de la libertad


individual. Quieren maximizar la libertad en nuestra vida política,
social y económica. Sin embargo, tienen diferentes fundamentos
para esta conclusión.
Para muchos, la libertad es buena en sí misma. Argumentan desde
la psicología que, si pueden elegir, las personas siempre prefieren ser
libres a ser coaccionadas. Otros, defensores de los derechos naturales,
dicen que la libertad es algo que nos ha dado Dios o la Naturaleza.
Algunos argumentan que la libertad se basa en un contrato social
que la gente en un «estado natural» tendría que consensuar para
evitar el caos y el conflicto.
Muchos sugieren que la libertad es un requisito esencial para el
progreso. Para algunos, desde una perspectiva humanista, la libertad
es una parte esencial de lo que significa ser humano: alguien que está
controlado por otros no es una persona completa, sino un mero cero
a la izquierda. Por último, los liberales clásicos utilitarios valoran
la libertad como la mejor manera de maximizar el bienestar de la
sociedad en su conjunto.

2. La primacía del individuo

Los liberales clásicos consideran al individuo más importante que


lo colectivo. No sacrificarían la libertad de un individuo por algún
beneficio colectivo —al menos, no sin una muy buena justificación—.
Tienen varias razones para esto.
Un punto de vista —llamado individualismo metodológico— es
que un colectivo no tiene existencia más allá de los individuos que
lo componen. Ciertamente, la sociedad es más que un conjunto de
individuos, al igual que una casa es más que un conjunto de ladri-

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 29


llos. Pero la sociedad no tiene una mente propia e independiente;
son los individuos los que piensan, valoran, eligen e impulsan los
acontecimientos. No hay un «interés público» colectivo más allá
de los intereses de los individuos que componen esa comunidad.
Y, además, esos individuos discrepan. Lo que está a favor del
interés de una persona puede estar en contra de los intereses de
otras. La realidad de sacrificar la libertad individual por lo «colec-
tivo» es que la estaríamos sacrificando por un conjunto particular
de intereses, no por los intereses de todos.
Otra razón es la simple experiencia. La historia está repleta de
ejemplos de los horrores infligidos a poblaciones cuando se sacrifica
su libertad por la idea descabellada del bien colectivo de algún líder.
Incluso en épocas recientes, uno solo necesita pensar en las atroci-
dades de Hitler, las hambrunas y purgas de Stalin, o los asesinatos
en masa ordenados por Pol Pot.
En cuarto lugar, la sociedad es inmensamente complicada y
está en constante cambio. Ninguna autoridad podría llegar a saber
qué es lo mejor para todos en este mundo complejo y dinámico. Los
individuos están mucho mejor dotados para tomar decisiones por
sí mismos, y deben tener la libertad para hacerlo.

3. Minimizando la coerción

Los liberales clásicos quieren minimizar la coerción. Quieren un


mundo en el que la gente se lleva bien por un acuerdo pacífico, no
uno en el que alguien utiliza la fuerza o las amenazas para explotar
o imponerle su voluntad a otros.
Por lo tanto, los liberales clásicos dan el monopolio del uso de la fuerza
al gobierno y las autoridades judiciales. Pero quieren limitar aún eso al
mínimo necesario; conocen con qué facilidad se puede abusar del poder.
Los liberales clásicos sostienen que cualquier uso de la fuerza para
reprimir las acciones de las personas debe ser justificado. Cualquiera
que busque restringir la libertad es quien tiene la responsabilidad
de demostrar por qué es necesario y lo suficientemente beneficioso
como para que se justifique.

30 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Y en lo general, los liberales clásicos afirman que los individuos
deben poder vivir sus vidas como lo deseen, sin tener que pedir
permiso a nadie antes de hacer algo. Puede haber una buena razón
para restringir sus acciones; pero aquellos que quieren hacerlo son
los que deben justificarlo.

4. Tolerancia

Los liberales clásicos creen que la principal —o tal vez la úni-


ca— buena razón para interferir con la libertad de las personas es
evitar que hagan o amenacen con causar un daño real a otros. No
consideran que debamos restringir las acciones de la gente solo
porque las desaprobamos o nos resultan ofensivas.
Por ejemplo, los liberales clásicos defienden la libertad de ex-
presión, incluso si algunas personas usan esta libertad para decir
cosas que otros —o incluso todos los demás— pueden considerar
insoportables. Del mismo modo, las personas deben ser libres para
juntarse en grupos como clubes, sindicatos o partidos políticos,
incluso si otras personas consideran sus objetivos y actividades
repugnantes. Deben ser libres para comerciar bienes y servicios,
incluso aquellos (como las drogas y la prostitución) que otros podrían
condenar. Y deben ser libres para vivir, para tener las opiniones que
les plazca, y practicar cualquier religión que quieran.
Los liberales clásicos consideran esa tolerancia no solo como buena
en sí misma. Consideran la tolerancia y el respeto mutuo como bases
esenciales para la cooperación pacífica y la creación de una sociedad
beneficiosa que funcione bien. Las diferencias humanas son un hecho
de nuestra vida social, y siempre lo han sido. Los liberales no creen que
esas diferencias puedan ser eliminadas y son profundamente escépticos
sobre los intentos utópicos para hacerlo. En consecuencia, la tolerancia
siempre será una parte necesaria de la vida social.

5. Gobierno limitado y representativo

Los liberales clásicos reconocen que cierta fuerza puede ser


necesaria para evitar que unas personas dañen a otras y están de

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 31


acuerdo en que solo las autoridades deben tener este poder. Sin
embargo, saben que el poder no lo ejerce algún «Estado» desapa-
sionado, sino que es ejercido por seres humanos reales que tienen
los mismos defectos que el resto de nosotros. Ellos saben que el
poder tiende a corromper, y que los políticos suelen citar el «interés
público» para justificar políticas que en realidad están a favor de
sus propios intereses.
Además, los teóricos del contrato social, como el filósofo inglés
John Locke (1632-1704), argumentan que el poder del gobierno
proviene de las personas, no al revés. La gente le cede algunas de
sus libertades para maximizar su libertad en general. Por lo tanto
el gobierno no tiene poderes legítimos por encima de los poderes
que tienen los individuos en sí; y su único propósito es expandir la
libertad, no restringirla. Como argumentaba el pensador revolu-
cionario norteamericano Thomas Paine (1737-1809), los ciudadanos
tienen todo el derecho de derrocar cualquier gobierno que quiebre
este compromiso.
Pero la revolución es el último recurso. Los liberales clásicos
consideran que la democracia representativa y constitucional es el
mejor medio descubierto hasta ahora para que nuestros legisladores
tengan que rendir cuentas a la gente. Las elecciones no son tanto
para elegir buenos líderes, sino para eliminar los malos. Cuanto
mejor informado y más alerta esté el electorado, mejor funcionan.
Aun así, la democracia tiene sus límites: puede ser una buena manera
de tomar algunas decisiones, pero estas son pocas; por lo general es
mejor dejar que las personas tomen sus propias decisiones.

6. El Estado de derecho

Otro principio que restringe al poder y genera mayor seguridad


para el público es el Estado de derecho. Esta es la idea de que debemos
ser gobernados por leyes conocidas, no por decisiones arbitrarias de los
funcionarios del gobierno —lo que el estadista estadounidense John
Adams (1785-1836) denominó «un gobierno de leyes y no de hombres»—.

32 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Los liberales clásicos insisten en que la ley debe aplicarse a todos
por igual, independientemente de su sexo, raza, religión, idioma,
familia o cualquier otra característica irrelevante. Debe ser aplicable
tanto para los funcionarios del gobierno como para la gente común;
nadie debe estar «por encima de la ley».
Para mantener el Estado de derecho se necesita un sistema de
justicia, con tribunales independientes que no puedan ser maneja-
dos por individuos o gobiernos. Es necesario que existan principios
jurídicos básicos como el habeas corpus, el juicio por jurado y el
debido proceso para evitar que aquellos en el poder utilicen la ley
para sus propios intereses.
El Estado de derecho tiene otra feliz consecuencia: hace que la
vida sea mucho más predecible, porque nos permite anticipar cómo
se van a comportar y no se van a comportar las personas (incluidos
los funcionarios). Así podemos hacer planes a largo plazo sin temor
a que sean hechos añicos por los caprichos de otros.

7. Orden espontáneo

Uno puede pensar que una sociedad grande y compleja necesita


un gobierno grande y poderoso para hacerla funcionar; pero los
liberales clásicos disputan esto. Consideran que el gobierno no es
la base del orden social. Las instituciones sociales complejas que
vemos a nuestro alrededor en gran medida no están planificadas.
Son el resultado de la acción humana, pero no del diseño humano.
Por ejemplo, no se necesitó de ninguna autoridad central o planifi-
cación consciente para producir el lenguaje, o nuestras costumbres y
cultura, o los mercados de bienes y servicios. Las instituciones de ese
tipo simplemente crecen y evolucionan a partir de las innumerables
interacciones entre personas libres. Si, a lo largo de los siglos, resultan
útiles y beneficiosas, persisten; si no, se cambian o se abandonan.
El teórico social austriaco F.A. Hayek (1899-1992) llamó al re-
sultado orden espontáneo. Los órdenes espontáneos pueden ser
extremadamente complejos. Evolucionan a través de individuos
que cumplen reglas de conducta —como las reglas de la gramá-

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 33


tica— que puede que ni siquiera sepan conscientemente que
están cumpliendo, y que apenas podrían llegar a describir. Es el
colmo de la insensatez, en políticos y funcionarios, suponer que
alguna mente en particular es capaz de comprender esos órdenes
complejos, y mucho menos mejorarlos.

8. Propiedad, comercio y mercados

Los liberales clásicos consideran que la riqueza no la crean los


estados o gobiernos, sino la cooperación mutua de los individuos
en el orden espontáneo del mercado. La prosperidad llega a través
de individuos libres inventando, creando, ahorrando, invirtiendo y,
en última instancia, intercambiando bienes y servicios de manera
voluntaria, para beneficio mutuo —el orden espontáneo de la eco-
nomía de libre mercado—.
Este orden social creador de riqueza surge de una regla simple:
respeto por la propiedad privada y los contratos, que permite la
especialización y el comercio.
La libertad y la propiedad están íntimamente relacionadas. La
economía de mercado y la riqueza que genera dependen de la libre
circulación de personas, bienes, servicios, capital e ideas. Además,
la existencia de riqueza privada hace que sea más fácil para la gente
resistir la explotación de un gobierno codicioso.
Los liberales clásicos no permiten que la propiedad sea adquirida
por la fuerza. De hecho, la propiedad mayormente se crea —se plan-
tan cultivos, se construyen casas, se desarrollan innovaciones—. La
propiedad evidentemente beneficia al propietario. Pero, de hecho,
beneficia a todos, ya que impulsa la prosperidad general.

9. La sociedad civil

Los liberales clásicos consideran que las asociaciones voluntarias


suplen mejor que los gobiernos las necesidades de los individuos.
Si bien destacan la prioridad de los individuos, reconocen que las
personas no son seres aislados, egocéntricos y atomizados. Por el

34 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


contrario, son animales sociales y viven en familias, grupos y comu-
nidades que modelan en parte sus valores —clubes, asociaciones,
sindicatos, religiones, escuelas, comunidades en línea, campañas,
grupos de autoayuda, organizaciones benéficas y todas las demás
instituciones que denominamos la sociedad civil—.
Estas instituciones son una parte importante de cómo las personas
se relacionan entre sí. Nuestras perspectivas, valores y acciones se
moldean dentro de ellas; y proporcionan la base del entendimiento
mutuo sobre el cual se puede desarrollar la cooperación. De hecho, la
cooperación no sería posible sin la libertad para asociarse de esta manera.
La sociedad civil también sirve de amortiguador entre indivi-
duos y gobiernos. Si realmente todos fuéramos individuos aislados,
nuestras libertades serían fácilmente suprimidas por un gobierno
despótico. Pero los complejos círculos entrecruzados de la sociedad
civil no solo demuestran que hay alternativas posibles a la acción
gubernamental —organizaciones benéficas privadas, por ejemplo,
en lugar del Estado de bienestar—, sino que además nos confieren
el interés común y la fuerza para resistir.

10. Valores humanos compartidos

Los liberales clásicos, entonces, quieren aprovechar nuestra hu-


manidad compartida para beneficio mutuo. Defienden los principios
básicos de la vida, la libertad y la propiedad bajo la ley. Consideran
que esos son los fundamentos de un orden social próspero y es-
pontáneo, basado en el respeto mutuo, la tolerancia, la no agresión,
la cooperación y el intercambio voluntario entre personas libres.
Políticamente, favorecen la libertad de expresión, la libre aso-
ciación, el Estado de derecho y —como los gobernantes no son más
santos que el resto de nosotros— límites al gobierno que impidan
que las autoridades hagan demasiado daño.
Los liberales saben que una buena sociedad no puede estar
basada exclusivamente en la benevolencia humana. Depende más
de la cooperación pacífica de individuos diferentes con intereses
propios. Por lo tanto, están a favor de la libertad y la igualdad ante

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 35


la ley, con un sistema de justicia fuerte y confiable que nos impida
causarle daño a otros, pero que no trata de dirigir nuestras vidas.
En economía, los liberales clásicos privilegian la libertad en la
producción y el intercambio, y la libre circulación de las personas,
bienes y capitales. Defienden la propiedad privada y quieren limitar
los impuestos a lo necesario para proveer la defensa y otros «bienes
públicos» que son escasamente proporcionados por el mercado.
Esto difiere mucho de la caricatura común del liberalismo clásico
como un estado de laissez-faire, pequeño y mínimo (night-watch-
man state). La justicia por sí sola, por ejemplo, es una institución
sumamente compleja que requiere un gran esfuerzo permanente
para mantenerla. Los liberales clásicos saben que la protección de
la vida, la libertad y la propiedad no son tareas fáciles

RECUADRO 1 × Una nota sobre el liberalismo estadounidense

Cuando los estadounidenses hablan de «liberalismo» están hablando de algo muy diferente
del liberalismo clásico. El liberalismo clásico, también conocido como «liberalismo antiguo» o
«liberalismo en el sentido europeo», se centra en la libertad de los individuos; la minimización
de la coerción; la propiedad y el libre intercambio; y un gobierno limitado que rinde cuentas, que
protege y amplía la libertad. El liberalismo estadounidense o «nuevo liberalismo» o «liberalismo
moderno» comparte una fuerte creencia en la libertad personal, pero considera que la libertad
es más que la mera ausencia de coerción —puede ser fomentada por gobiernos paternalistas
e intervencionistas—.
Los liberales estadounidenses afirman que el Estado tiene el deber de proteger a las personas
de sí mismas y de las injustas desigualdades de poder que considera que a menudo son creadas
por la propiedad de bienes. Quieren un generoso sistema de bienestar social para compensar a
los pobres y apoyar a los trabajadores frente a sus empleadores (más poderosos). Son escépti-
cos respecto a que la libertad económica produzca beneficios públicos (como un alto nivel de
empleo) y creen que el Estado debe intervenir para ampliar las oportunidades, proveer bienes
públicos y hacer que los mercados sirvan al interés público.
Los liberales clásicos desconfían mucho de esas políticas. Temen que el poder del gobierno
crezca fácilmente mucho más allá de su utilidad; y señalan que incluso las políticas mejor inten-
cionadas frecuentemente tienen consecuencias funestas e imprevistas.

36 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 37
3
LIBERALISMO CLÁSICO:
EL ÁRBOL GENEALÓGICO
- LIBERALISMO CLÁSICO: EL ÁRBOL GENEALÓGICO -

LOS PRIMEROS ANCESTROS


Algunos liberales clásicos remontan sus ideas al filósofo chino
Lao-Tzu, quien abogó por la moderación en el liderazgo. Hace veinte
siglos, Ashoka, el emperador indio, también hacía una llamada a la
libertad y la tolerancia política. Y el Islam adoptó la libertad econó-
mica desde sus primeros orígenes en el siglo VI.
Pero estos son primos lejanos del liberalismo clásico moderno.
La línea directa es europea, de hecho específicamente inglesa. De
acuerdo con el pensador del liberalismo clásico y político Daniel
Hannan (nacido en 1971), se inicia con los anglosajones, quienes
alrededor del año 400 comenzaron a asentarse en lo que ahora
llamamos Inglaterra.

Inglaterra anglosajona

Como nación insular, difícil de invadir, Inglaterra disfrutó de


mayor estabilidad que la Europa continental, y allí surgió un siste-
ma seguro de posesión de la propiedad y justicia. No fue algo que
alguien proyectó —solo el resultado gradual de la independencia,
testarudez y tenacidad con las que los anglosajones establecieron
sus derechos contra intrusiones y vulneraciones—.

40 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Más tarde, la necesidad de coexistir con los vikingos, que comen-
zaron a asentarse alrededor del 800, condujo a la aparición igualmente
imprevista de un idioma común y disposiciones legales comunes.
En ausencia de cualquier autoridad feudal del estilo europeo, lo
que salió de este crisol fue el common law —la ley del país—, que
evolucionó través de las interacciones entre individuos, en lugar de
la ley de los príncipes establecida por los poderosos.
El common law sigue siendo hoy en día una base fundamental
del liberalismo clásico. Esta ley del país no era monárquica, sino
determinada por la propia gente. Respetaba la propiedad privada
y el contrato. Reconocía la libertad bajo la ley. Nadie debía pedir
permiso antes de actuar: todo lo que no estaba específicamente
prohibido era legal. La ley era un asunto de todos, y los oficiales de
la ley eran responsables (debían rendir cuentas). Incluso los reyes
eran elegidos por un consejo de ancianos (el Witan), que exigía su
lealtad, y no al revés.

Invasión y renacimiento

Esto tuvo un final repentino en 1066, con la invasión Normanda y


la ocupación militar. Inglaterra quedó gobernada por una élite euro-
pea, cuyo idioma y formas autoritarias los separaba de la población
inglesa. Impusieron el feudalismo, la servidumbre, la estratificación
social y el legislar de arriba hacia abajo; todo lo contrario de las liber-
tades y el gobierno limitado que los anglosajones habían conocido.
Pero en pocas generaciones los terratenientes normandos se
identificaron más y más con los súbditos anglosajones; mientras, el
rey Juan (1166-1216), aislado con sus cortesanos franceses, comenzó
a parecer cada vez más distanciado y despótico, manipulando arbi-
trariamente la ley para maximizar sus ingresos monetarios.
El resultado, en 1215, fue que los barones obligaron al rey a firmar
una gran carta: la Carta Magna de derechos y privilegios.
La mayor parte de la carta trata sobre la reafirmación los an-
tiguos derechos de propiedad de la gente, y de protegerla de las
arbitrarias depredaciones de la burocracia; la clase de derechos de

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 41


posesión seguros que hoy en día los liberales clásicos consideran
de vital importancia.
Sin embargo, una parte clave de la carta consolidó libertades
antiguas —de la iglesia, de las ciudades y de la población en general—
y principios liberales clásicos como el juicio por jurado y el debido
proceso legal. Incluso afirmó que el rey, como todo el mundo, estaría
sujeto a la «ley del país». En otras palabras, el gobierno estaría sujeto
al Estado de derecho.
Aunque Juan desconoció la carta, murió poco después. Su hijo,
Enrique III, llegó al trono siendo menor de edad, y el poder sutil-
mente pasó de la monarquía a una asamblea de barones. Enrique
volvió a emitir la carta, voluntariamente, en 1225. Pero ulteriores
enfrentamientos con los barones, en su mayoría por impuestos para
las guerras, resultaron en otra iniciativa liberal clásica en Inglaterra:
la creación del Parlamento.

EL SURGIR DEL LIBERALISMO CLÁSICO


Revoluciones culturales y religiosas

El historiador inglés Lord Acton (1834-1902) escribió que «la libertad


se establece por el conflicto de poderes». En Europa continental, la
autoridad del Imperio Romano de Occidente y de los señores feudales
y monarcas posteriores había sido desafiada por el surgimiento de la
Iglesia Cristiana. No desarrollaron instituciones libres a sabiendas,
pero las limitaciones mutuas que se imponían unos a otros abrieron
la oportunidad para una mayor libertad personal.
Otros dos acontecimientos históricos en Europa cimentaron
la importancia de la libertad individual sobre el poder del Estado.
Una parte clave de la revolución cultural que fue el Renacimiento,
aproximadamente entre los siglos XV y XVII, fue la introducción
de la imprenta en Europa en 1450. Esta simple invención quebró el
monopolio de las élites sobre la ciencia y el aprendizaje, haciendo
accesible el conocimiento a individuos comunes. Ya nadie necesitaba

42 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


consultar a las autoridades para obtener orientación y permiso: todos
tenían la información sobre la cual basar sus propias decisiones.
La Reforma Protestante, iniciada por Martín Lutero en 1517, reforzó
esto aún más. Desafió el poder de la Iglesia Católica y aumentó la
autoestima de la gente común al afirmar que podían tener acceso
directo, personal e igualitario a Dios, sin necesidad de la interme-
diación de un sacerdocio de élite.
Todo esto sirvió para elevar la posición y la importancia del
individuo sobre las instituciones de poder establecidas. En aquellos
países donde más floreció esta mayor libertad, el arte, la industria,
la ciencia y el comercio también florecieron.

Revolución política

Políticamente, las cosas también estaban cambiando. Un movi-


miento de masas a favor de la libertad, los Levellers (los niveladores),
se extendió por toda Inglaterra en la década de 1650. Estaba dirigido
por John Lilburne (1614-1657), quien aseveraba que los derechos de
las personas eran innatos y no concedidos por el gobierno o la ley.
Arrestado por imprimir libros sin licencia (haciendo caso omiso del
monopolio oficial), se presentó ante el notorio Star Chamber, pero
se negó a inclinarse ante los jueces (insistiendo en que él era igual
a ellos) o aceptar sus procedimientos. Incluso en la picota, continuó
argumentando a favor de la libertad y la igualdad de derechos, e ine-
vitablemente fue encarcelado por su desafío a la autoridad —como
lo sería varias veces más—.
Lilburne se convirtió en una popular figura contraria al establishment.
Abogó por el fin de los monopolios estatales y redactó lo que equivale
a un estatuto de derechos. Esto fue ampliado por Richard Overton (c.
1610-1663), también encarcelado por negarse a reconocer la autoridad
judicial de la Cámara de los Lores, quien exigía un contrato social
constitucional por escrito entre personas libres a las que consideraba
dueñas de sus propias vidas, cuerpos y trabajo, y esa propiedad no
podía ser usurpada por nadie.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 43


Restringiendo el poder de los monarcas

Después de la Guerra Civil Inglesa (1642-1651), el monarca reinante,


Carlos I, fue llevado a juicio y ejecutado por alta traición —una severa
afirmación de los límites a la autoridad del gobierno—.
Pero la relación de poder entre el rey y el Parlamento ya había
cambiado. La nación insular de Gran Bretaña (como había pasado
a ser) no necesitaba ningún ejército permanente para protegerse
contra frecuentes invasiones. Por lo tanto, a diferencia de la Europa
continental, el monarca no tenía ninguna fuerza que se pudiera usar
para reprimir y explotar a la gente. Pero Carlos necesitaba que el Par-
lamento acordara aumentar los impuestos para guerras extranjeras.
Esto frustró a un monarca celoso y generó muchos conflictos.
Entre otras cosas, Carlos suspendió al Parlamento, trató de cobrar
impuestos sin su consentimiento e intentó arrestar por la fuerza a
cinco de sus miembros más destacados. Se había roto el contrato
implícito con el pueblo, a través del cual se aseguraban sus derechos.

La Revolución Gloriosa

Después de un interregno (1649-1660) bajo la dictadura de Oli-


ver Cromwell, el equilibrio de autoridad se hizo evidente de nuevo
cuando el hijo de Carlos, Carlos II, tuvo que aplacar al Parlamento
para poder retornar como rey. Cuando su sucesor, el segundo hijo
de Carlos, Jacobo II, fue depuesto, fue el Parlamento quien invitó al
trono a Guillermo (el Príncipe de Orange de Holanda) y a María. La
afluencia de autoridad desde la gente al monarca no podría haber
sido más evidente.
En 1689, Guillermo y María firmaron la Declaración de Derechos,
una afirmación de los derechos y libertades de los súbditos británicos
y una justificación de la destitución de Jacobo II por la violación de
esos derechos y libertades. Requería un sistema de justicia indepen-
diente de los monarcas, el fin de la tributación sin el consentimiento
del Parlamento, el derecho a hacer peticiones al gobierno sin temor a
represalias, elecciones libres, libertad de expresión en el Parlamento
y el fin de los «castigos crueles e inusuales». Eso directamente ins-

44 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


piraría otra gran iniciativa liberal clásica, la propia Declaración de
Derechos de los Estados Unidos, un siglo más tarde.

John Locke (1632-1704)

John Locke agrupó los anteriores principios del liberalismo clásico


en un ordenamiento verdaderamente moderno del pensamiento
liberal clásico. Parte de su finalidad era mostrar cómo Jacobo II
había perdido su trono por violar el contrato social. Toda soberanía,
afirmó, proviene de la gente, que se somete a ella únicamente con el
fin de aumentar su seguridad y ampliar su libertad general. Cuan-
do se rompe este contrato, los individuos tienen todo el derecho a
rebelarse contra el soberano.
Locke también desarrolló la teoría de los derechos naturales, ar-
gumentando que los seres humanos tienen derechos inherentes que
existen con anterioridad al gobierno y no pueden ser sacrificados en
aras de este. Los gobiernos que violan estos derechos son ilegítimos.
Pero el centro de las ideas de Locke era la propiedad privada,
y no solo la propiedad física. Locke sostuvo que las personas son
dueñas de sus propias vidas, cuerpos y trabajo —self-ownership—:
el derecho a la autopropiedad. A partir de esa noción fundamental,
razonó que las personas también deben tener como propiedad
todas las cosas a las que le habían dedicado esfuerzo personal en
su creación, con las cuales «mezclaron su trabajo». El principio de
autopropiedad hace por lo tanto que sea crucial que esos bienes
sean protegidos bajo la ley.
Estas ideas inspirarían a muchos de los pensadores detrás de la
Revolución Norteamericana.

La Ilustración

El siglo XVIII vio otro renacimiento del pensamiento liberal


clásico. En Francia, Montesquieu (1689-1755) desarrolló la idea de
que, en una sociedad libre y una economía libre, los individuos
necesitan comportarse de maneras que fomenten la cooperación
pacífica entre ellos —y lo hacen sin necesidad de ser dirigidos por

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 45


ninguna autoridad—. Por ello, propuso un sistema de controles y
contrapesos al poder del gobierno, que es otra idea que inspiraría a
los pensadores norteamericanos.
Mientras tanto, una creciente revuelta intelectual contra el au-
toritarismo de la iglesia llevó a pensadores como Voltaire (1694-1778)
a exigir razón y tolerancia, diversidad religiosa y una justicia más
humana. En economía, también intelectuales como Turgot (1727-
1781) abogaron por levantar las barreras comerciales, simplificar los
impuestos y por mercados laborales y agrícolas más competitivos.
El filósofo y economista escocés Adam Smith (1723-1790) explicó,
en la línea de Montesquieu, cómo en muchos casos la libre interacción
entre individuos tendía a producir un resultado general beneficioso;
un efecto conocido como mano invisible. El interés propio puede
impulsar nuestra vida económica, pero tenemos que beneficiar a
nuestros clientes para obtener algún beneficio para nosotros mismos.
Smith arremetió contra los monopolios oficiales, las restricciones
comerciales, los altos impuestos y el amiguismo sofocante entre el
gobierno y los negocios. Consideraba que los mercados abiertos y
competitivos liberarían a las personas, en especial a los trabajadores
pobres. Sus ideas influyeron mucho en las políticas y marcó el comien-
zo de un largo período de libre comercio y crecimiento económico.

El Rechtsstaat

Entretanto, en el continente europeo pensadores como el filósofo


alemán Immanuel Kant (1724-1804) estaban desarrollando los principios
del «Estado justo» o Rechtsstaat, que inspirarían la creación de las
constituciones estadounidense y francesa de finales del siglo XVIII.
Kant abogó por una constitución escrita como una forma de
garantizar la coexistencia pacífica permanente entre diferentes
individuos, lo cual a su vez él consideraba como una condición
básica para la felicidad y la prosperidad humana. Descartó la idea
utópica de que la educación moral podría reducir esas diferencias
y hacer que los objetivos de todos coincidan. El Estado existe para

46 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


permitir que diferentes individuos se integren en beneficio mutuo,
y la constitución es lo que lo mantiene unido.
En el Rechtsstaat, las instituciones de la sociedad civil —aso-
ciaciones voluntarias como clubes, sociedades e iglesias— tendrían
un papel equivalente en la promoción de esta armonía social. El
poder del gobierno estaría limitado por la separación de poderes, y
los jueces y los políticos serían responsables ante la ley y estarían
sujetos a ella. La propia ley tendría que ser transparente, explicada
y proporcionada. El uso de la fuerza estaría estrictamente limitado
al sistema de justicia. La prueba de un gobierno es el mantenimiento
de este orden constitucional justo.

ÉXITO Y REEVALUACIÓN

Un nuevo hogar para el liberalismo clásico

Thomas Paine tomó muchas de las ideas liberales clásicas de


Locke sobre los derechos naturales, los contratos sociales y que el
gobierno es un mal necesario que puede llegar a ser insoportable si
no se limita. En enero de 1776 las amalgamó en su influyente llamado
a las armas Common Sense (Sentido Común), donde acusa a Gran
Bretaña de violar su contrato con los colonos.
Era natural, por lo tanto, que, después de las hostilidades, los
estadounidenses buscaran un nuevo contrato liberal clásico entre
ellos y el gobierno que estaban creando. La Constitución se imbuiría
con las ideas de Locke de los derechos naturales e inalienables y con
una división de poderes del gobierno del estilo de Montesquieu.

El siglo XIX

Pero nuevas y radicales ideas liberales clásicas regresaron a Gran


Bretaña. En 1833, los activistas liberales clásicos habían logrado la
abolición de la esclavitud en la mayor parte del Imperio Británico,
y para 1843 la reforma estaba completa.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 47


También en el frente social, el filósofo y economista británico
John Stuart Mill (1806-1873) articulaba el principio de «no causar
daño» —las personas tienen derecho a actuar como gusten, siempre
que no perjudiquen a otros en el proceso, y por consiguiente dismi-
nuyan su libertad—. También abogó por una «esfera personal» que
el Estado no podía tocar, y, siguiendo al filósofo utilitarista Jeremy
Bentham (1746-1832), argumentó que la libertad era la mejor manera
de maximizar el beneficio o «utilidad» pública.
En economía, la Anti-Corn-Law League, que buscaba poner fin a
los impuestos proteccionistas sobre el trigo importado, se convirtió en
la Escuela de Manchester, cuyas figuras principales, como Richard
Cobden (1804-1865) y John Bright (1811-89), exigían políticas de
laissez-faire en materias de comercio, industria y trabajo.

Reevaluación y declive

Sin embargo, la rápida industrialización a partir de mediados del


siglo XIX trajo desafíos para el liberalismo clásico, como las malas
condiciones de trabajo, la estratificación social, el desplazamiento y
la pobreza urbana. De forma creciente, la gente exigía a los gobiernos
que regularan la eliminación de esos males.
Luego, en el siglo XX, las hostilidades y amenazas en Europa
promueven una cultura nacionalista y una mayor confianza en el
papel del Estado. Después de cada expansión en tiempos de guerra,
los gobiernos no volvían a reducirse. En 1913, antes de la Primera
Guerra Mundial, el gasto público fue de solo el 17 por ciento del PIB
en Francia, 15 por ciento en Alemania y el 13 por ciento en el Reino
Unido. Actualmente es aproximadamente tres veces más como
porcentaje del PIB, y muchas veces más en términos absolutos.
Mientras tanto, de la misma manera en que los científicos físicos
estaban configurando el mundo físico, los economistas y sociólogos
suponían que también podían científicamente dar forma a la so-
ciedad humana. Vieron la planificación central como más racional
que el desorden natural de los mercados, con sus externalidades
y su supuesta tendencia al monopolio o al desempleo. La respon-

48 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


sabilidad ya no recaía en los intervencionistas; ahora los liberales
clásicos eran los que debían justificar sus demandas para que la
libertad prevaleciera.

EL RENACIMIENTO MODERNO DEL LIBERALISMO CLÁSICO


Problemas con las políticas y la respuesta liberal clásica

Pero la fervorosa confianza de los intervencionistas era infundada.


Las economías fueron quebrantadas por el desempleo y la inflación
(a veces, inexplicablemente para ellos, de forma simultánea), el bajo
crecimiento y crisis en la vivienda, la energía, el crédito y los mercados
de divisas, donde los gobiernos fijaban los precios o manipulaban la
oferta y demanda. Un creciente Estado de bienestar estaba plagado
por problemas de dependencia y falta de incentivos. Parecía que no
había manera de reducir el tamaño del gobierno, ni las exigencias
que este les hacía a los contribuyentes.
A pesar de estar a la defensiva, los liberales clásicos de muchos
matices habían estado pensando sobre estos problemas durante
mucho tiempo. Volvieron a los antiguos principios liberales clásicos
y los repensaron, desarrollando argumentos nuevos o actualizados
que eran más adecuados para los nuevos tiempos. Finalmente, en la
década de 1980, esta revolución intelectual inspiraría a las políticas
de líderes mundiales, como Ronald Reagan en los Estados Unidos
y Margaret Thatcher en Gran Bretaña.

Desarrollos intelectuales

Los economistas de la escuela austríaca, comenzando con Carl


Menger (1840-1921), habían reconocido que la economía no es una
ciencia sino un tema de valores y acciones individuales. Austríacos
como Ludwig von Mises (1881-1973) y F.A. Hayek (1899-1992) se dieron
cuenta de que los controles estatales distorsionan las señales eco-
nómicas, provocando consecuencias imprevisibles.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 49


En Chicago, mientras tanto, Frank Knight (1885-1972) también
ubicó a las personas en el centro de la economía, reafirmando que la
sociedad era un grupo de individuos, y no tenía en sí misma capaci-
dad de elección. Milton Friedman (1912-2006) abogó por un gobierno
que estuviera estrictamente limitado a crear las condiciones (como
la estabilidad monetaria) bajo las cuales los individuos pudieran
construir su propia vida social y económica. Ronald Coase (1910-
2013) descubrió que los mercados podían resolver problemas tales
como la contaminación, mientras que la intervención del gobierno
podría simplemente empeorar las cosas.
En 1947 Hayek reunió a un grupo de economistas, historiadores y
teóricos políticos en jornadas para debatir algunos de los principales
desafíos a los que se enfrentaba el liberalismo clásico en la oscura
era de la posguerra. La Sociedad Mont Pelerin, como hoy se conoce,
ha crecido desde entonces y cuenta con varios cientos de miembros,
incluyendo premios Nobel y otras personas influyentes. Sigue siendo
un foco para las ideas liberales clásicas y los debates.
Otro acontecimiento de posguerra fue la Public Choice School,
que se destacó bajo James M. Buchanan (1919 - 2013) y Gordon Tullock
(1922-2014) en la Universidad de Virginia. Demostró que, mientras
que los economistas convencionales hablaban de fallos del mercado
y aplicaban un análisis de coste-beneficio para crear políticas «racio-
nales» en el «interés público», se olvidaron de los fallos del gobierno.
Esto se puede manifestar en imperfecciones en el proceso político
o el interés propio de los participantes en el proceso.
Las elecciones, por ejemplo, no son una prueba de «interés pú-
blico», sino una competencia de intereses contrapuestos; una regla
de mayoría simple de 50% + 1 hace demasiado fácil la explotación
de las minorías; los políticos deben apaciguar a los grupos de interés
para ser elegidos, y los grupos de presión utilizan esto para obtener
beneficios propios; y los funcionarios que implementan las políticas
también tienen sus propios intereses. La conclusión, como los libera-
les clásicos ya conocían, es que la toma de decisiones privada es en
general mejor que la toma de decisiones políticas —que deben ser

50 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


limitadas a lo estrictamente necesario para proteger las libertades
individuales—.

LA DIVERSIDAD DE LAS IDEAS LIBERALES CLÁSICAS


Los liberales clásicos tienen una gama de posiciones sobre el
papel del Estado, desde aquellos que le otorgarían considerable
participación en proveer asistencia social y bienes públicos, a otros,
más libertarios en su posición, que lo restringirían a muy poca par-
ticipación. Pero un gobierno pequeño no significa necesariamente
una sociedad pequeña y mezquina.
El filósofo norteamericano Robert Nozick (1938-2002), por ejem-
plo, abogó por un Estado mínimo, solamente para protección. Ese
Estado proporciona un marco seguro dentro del cual la gente pueden
crear su propia miniutopía, uniéndose para formar comunidades,
colaborando y decidiendo cuáles son las libertades a las que podrían
renunciar a cambio de los servicios de su grupo elegido. Liberales
clásicos menos libertarios estarían en desacuerdo; aunque todos
ellos aplaudirían la diversidad y dinamismo de la sociedad que
Nozick conceptualiza.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 51


4
EL LIBERALISMO CLÁSICO
Y LA LIBERTAD
- EL LIBERALISMO CLÁSICO Y LA LIBERTAD -

LOS ARGUMENTOS A FAVOR DE LA LIBERTAD


Existe, por lo tanto, un amplio espectro de posiciones entre los
liberales clásicos sobre el papel del Estado. Sin embargo, todos dan
prioridad a la libertad en nuestras vidas personales, económicas
y sociales, y defienden el derecho de todos a la vida, la libertad,
la propiedad y a la búsqueda de la felicidad; sin embargo, tienen
diferentes razones para creer en estos principios.

La libertad como un bien en sí mismo

Muchos consideran la libertad como un bien digno de buscar en


sí mismo. Cuando tienen la oportunidad, la mayoría de las personas
optan por vivir su vida a su manera, y que no le sea impuesta por
otros. Quieren autodeterminación y autonomía. Esto indica que la
gente valora la libertad; así que, al expandir la libertad y reducir la
coerción, impulsamos el bienestar de los individuos y por lo tanto
el de la comunidad.

Los derechos naturales

Un tema aún hoy en día potente entre muchos liberales clásicos,


desde John Locke pasando por los padres fundadores estadouni-
denses como Thomas Jefferson (1743-1826), es la aserción de que los

54 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


individuos tienen ciertos derechos naturales. Los consideran como
una parte inherente de nuestra humanidad a la que no podemos re-
nunciar y que no depende de leyes o de gobiernos para su existencia.
Sostienen que nuestros derechos naturales no provienen de
leyes, costumbres, religiones, creencias, culturas o gobiernos, sino
que existen de modo natural en los seres humanos. Son universales
para todos nosotros, e inalienables: no podemos venderlos, regalarlos
o negarlos porque son parte de nuestra propia humanidad.
Hay diferentes puntos de vista sobre lo que realmente son estos
derechos fundamentales, aunque Locke representa a una gran ma-
yoría cuando enumera la vida, la libertad y la propiedad: las personas
tienen derecho a vivir y hacer lo que ellas decidan, siempre que no
infrinjan la igualdad de derechos de otros, y de disfrutar de todo lo
que creen o ganen a través del talento o comercio, aunque no por
la fuerza. Al ser una parte esencial de nosotros, estos derechos no
pueden ser cedidos. No podemos vendernos nosotros mismos como
esclavos, porque estaríamos violando nuestros propios derechos,
tratando de renunciar a algo a lo cual no podemos renunciar. Tam-
poco pueden quitarse por ley o ser apropiados por otros.
Esta idea de los derechos naturales, que todos tienen, cuestionó el
supuesto derecho divino de los reyes; y los colonos norteamericanos
citaron los intentos del gobierno británico de suprimir sus derechos
básicos como justificación de su rebelión contra él.
Esta línea de pensamiento pone la libertad por encima de todo
lo demás. Para que exista algún derecho, primero tiene que haber
libertad, ya que si no somos libres para actuar no podemos ejercer
ninguno de nuestros otros derechos (salvo nuestra libertad de pensa-
miento, que nadie podría evitar). La libertad es la condición esencial
que nos permite ejercer nuestros derechos, y es la circunstancia en
la cual se respetan esos derechos.

El contrato social

El filósofo político inglés Thomas Hobbes (1588-1679) sostuvo


que los supuestos derechos y libertades serían de escaso valor en

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 55


un «estado de naturaleza», donde la brutalidad no esté controlada;
para vivir en paz, tendríamos que aceptar límites sobre nosotros y
crear nuevos derechos civiles y obligaciones. Aunque Hobbes no es
ampliamente considerado un liberal clásico, Locke siguió su método
de contrato social, argumentando que en un mundo natural de indi-
viduos libres e independientes nadie tendría derecho a gobernar a
otros; pero si la gente acordara crear y respetar una autoridad civil
que pudiera frenar la violencia, podrían generar nuevas oportuni-
dades y de esa forma ampliar sus libertades. Más recientemente,
el filósofo estadounidense John Rawls (1921-2002), en un enfoque
similar, argumentó que, si se le diera la oportunidad de crear una
nueva sociedad y considerando las incertidumbres de la vida, la
gente optaría por un contrato social que solo toleraría diferencias
entre los resultados si esas diferencias fueran en beneficio de los
más desfavorecidos.
Ninguno de los autores del contrato social sugirió que hubo
alguna vez un momento histórico en el que individuos libres e in-
dependientes efectivamente firmaron algún acuerdo contractual.
Sus teorías son simplemente «experimentos intelectuales» para
explicar qué principios racionales deberían sustentar el gobierno.
Sin embargo, los resultados siempre parecen justificar sus propios
puntos de vista. El contrato social de Hobbes, por ejemplo, favorece
una monarquía fuerte —algo que se había zarandeado por la Guerra
Civil Inglesa—, mientras que el pensador francés revolucionario
Jean-Jacques Rousseau (1712-78), por el contrario, basó su contrato
social en las virtudes republicanas. Para Locke, la autoridad política
viene solo a través del consentimiento de los gobernados, que, por
tanto, tienen derecho a rebelarse si ese «contrato» se rompe, justi-
ficando de esa manera el derrocamiento de Jacobo II. El sistema
de Rawls, por su parte, refleja los puntos de vista políticos más
igualitarios de su época.
La rebelión norteamericana tomó fuerza con la teoría del contrato
de Locke, y la Declaración de Derechos de Estados Unidos se basó
en gran medida en su visión sobre los derechos naturales. Pero la

56 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


teoría del contrato social no necesariamente se basa en la existencia
de derechos naturales: para Hobbes, por ejemplo, es un mero recurso
para reducir el conflicto.
La teoría del contrato social trata de identificar la base racional
para el gobierno. Pero en realidad la vida no es tan ordenada. Somos
criaturas sociales, si bien tenemos muchas visiones contradictorias
sobre lo que podría constituir una buena sociedad; ningún «acuerdo
racional» parece posible. Y cuando alguien ha intentado crear una so-
ciedad supuestamente «racional», el resultado siempre es el desastre.
La Revolución Francesa, basada en el diseño de Rousseau, le mostró a
Europa el terror que este tipo de pensamiento le puede causar a la gente.

Historia y progreso

Algunos libeales clásicos, como Mill y el teórico político nor-


teamericano contemporáneo Francis Fukuyama (nacido en 1952)
consideran la libertad como parte de la marcha del progreso; sus
beneficios económicos (permite que los individuos innoven, trabajen
como quieran, acumulen capital y generen riqueza) y sus beneficios
civiles (justicia, seguridad y gobierno representativo) son tan evidentes
que inevitablemente será adoptada por una parte cada vez mayor de
la humanidad. Puede haber verdad en esto; pero debemos recordar
que también existen fuertes tendencias en la dirección opuesta.

Utilidad pública

Otros liberales clásicos, incluidos los pensadores de la Ilustra-


ción Escocesa Adam Smith y David Hume (1711-1776), destacan los
beneficios públicos generales que resultan de la libertad. La libertad,
argumentan, amplía enormemente las opciones disponibles a los
individuos, y los individuos son mucho mejores en aplicar sus pro-
pios criterios sobre fines y medios que alguna autoridad distante.
Las opciones aumentan el bienestar de los individuos y por lo tanto
el bienestar de la comunidad en su conjunto.
Estos primeros liberales clásicos no veían ningún conflicto
entre la libertad individual y el bienestar público «como si de una

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 57


mano invisible se tratara», como lo expresó Smith; lo primero crea
lo segundo. Pero sabían que la relación exacta era compleja, delica-
da e imperfecta. No podríamos confiar únicamente en el principio
de amar al prójimo: el interés propio, un sentimiento mucho más
fuerte, debe ser canalizado en direcciones productivas. Así que, para
evitar el daño y mantener la armonía, exigía un encauzamiento a
través de las reglas de ética, costumbres y tradiciones, más un poco
de coacción a través de la ley y el sistema judicial.
Para estos pensadores, la libertad es lo que crea el beneficio
público, no al revés. Bentham, por el contrario, argumentaba que
los derechos no significaban nada si no eran respaldados por la
fuerza de la ley: los derechos naturales eran «tonterías» y los de-
rechos naturales inalienables eran «tonterías sobre zancos». Del
mismo modo, el jurista estadounidense Oliver Wendell Holmes Jr.
(1841-1935) sostuvo que los derechos como la libertad de expresión
son creados por el gobierno y se permiten solo porque son buenos
para la sociedad en su conjunto.
Muchos liberales clásicos rechazan de plano esta línea de pen-
samiento, que sugiere que el gobierno puede decidir nuestros dere-
chos como le plazca; y que nuestros gobernantes tienen derechos
especiales por encima de los nuestros, a saber, el derecho a decidir
qué derechos debemos tener; y que los únicos derechos son aquellos
que la mayoría opta por permitir. Eso, temen, deja completamente
desprotegidas a las minorías.

Una expresión de individualidad

Mill, Smith y Hume además plantean que la libertad permite que


la gente exprese su personalidad y diversidad. Esto es beneficioso
para la comunidad en su conjunto, generando especializaciones y
oportunidades. Pero aún más importante es la dimensión moral.
Las personas no pueden ser seres humanos completos, ni mostrar
ningún criterio, sentimiento humano o responsabilidad moral, si
otro dirige todas sus acciones.

58 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


El individualismo metodológico

Como hemos visto, los liberales clásicos consideran al individuo


más importante que lo colectivo, ya que lo colectivo no tiene vida
más allá de la vida de los individuos. Los seres humanos pueden ser
criaturas sociales, pero piensan y actúan como individuos.
La gente habla del «interés público», pero en realidad no hay una
ecuación matemática mediante la cual podamos conciliar los intereses
de una persona con los intereses de otras. El daño (digamos, la decepción,
el enojo o dolor) que causamos a unos y el beneficio (como alegría o
felicidad) que causamos en otros son emociones humanas que no se
pueden medir. Así que no podemos justificar el sacrificio de la libertad
del individuo en aras del supuesto beneficio no cuantificable del grupo.
Es cierto que nuestra vida como criaturas sociales modela nues-
tras opiniones y valores. Tenemos lazos sociales e instintos que nos
impulsan a ayudar y confortar a otros que nos rodean, en particular a
aquellos que son cercanos. Además aceptamos instituciones sociales,
costumbres, hábitos y normas morales que son generalmente benefi-
ciosos para todos nosotros, ya que nos permiten anticipar con cierta
precisión de qué manera se van a comportar otras personas. Esto, a
su vez, nos ayuda a planificar y tomar mejores decisiones. Pero estas
instituciones y regularidades son las consecuencias no previstas de
las acciones individuales; es muy arrogante imaginar que podamos
conscientemente dirigir las acciones de los individuos y de alguna
manera producir un mejor resultado social global.

LIBERTAD POSITIVA Y LIBERTAD NEGATIVA


La libertad liberal clásica es esencialmente negativa. Trata sobre
no ser limitado por las amenazas, coerciones o la interferencia de
otros —específicamente otros individuos o las instituciones, como
el gobierno—. No se trata de ningún tipo de limitación física, como
es nuestra incapacidad para saltar tres metros en el aire, como dijo
el filósofo británico Isaiah Berlin (1909-1997).

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 59


Sin embargo, algunos pensadores propician un enfoque positivo
hacia la libertad. Para ser verdaderamente libres, argumentan, debemos
poseer el poder y los recursos para ejercer nuestra libertad. Si uno es
demasiado pobre como para permitirse un Rolls-Royce, uno no tiene
realmente la «libertad» de poseer uno. Y, aún más claramente, si uno
está atrapado por alguna adicción, no es libre: para ser libre, nuestras
acciones no solo deben propias, sino que deben ser reflexivas y razonadas.
Por supuesto, todos queremos reducir las limitaciones a nues-
tra libertad de acción, tanto las humanas como las físicas. Por eso
inventamos medicamentos que alivian nuestra artritis y máquinas
que nos permiten volar. Pero los liberales clásicos desconfían de la
idea de la libertad positiva. Para empezar, como explica Hayek, se
confunde la libertad con el poder. Sin duda uno tiene la libertad
de poseer un Rolls-Royce —no hay ninguna persona o ley que se
lo impida—, pero puede que no tenga el poder adquisitivo para
hacerlo. Uno es libre de saltar tres metros en el aire —nadie va a
tratar de detenerlo—, pero puede que no tenga suficiente poder en
sus músculos para lograrlo.
A los liberales clásicos también les preocupa que el enfoque de
libertad positiva confíe demasiado en la racionalidad y objetividad
de las autoridades humanas. Con demasiada frecuencia, un gobierno
o un grupo de élite afirman que, al igual que aquellos cuyos sentidos
están enturbiados por las drogas, no podemos «realmente» discernir
lo que es mejor para nuestros propios intereses —y que ellos deben
decidir por nosotros—. Esto es condescendiente con las personas, que
generalmente conocen mejor sus intereses que cualquier funcionario
a distancia; también se ha utilizado para justificar todo tipo de pro-
yectos de ingeniería social que finalmente resultaron desastrosos.

DERECHOS Y LIBERTADES
La diferencia entre los derechos y la libertad es sutil, y puede
que se vea mejor al mirar sus opuestos. Lo opuesto de libertad es
esclavitud —estar restringido por otros—. Lo opuesto a derecho

60 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


es deber —una obligación o demanda sobre otros—. Por lo tanto
hablamos de libertad de conciencia, porque nadie puede impedirle
a usted que piense por sí mismo y porque su pensamiento libre no
le impone obligaciones a ningún otro. Pero hablamos del derecho
a la vida, porque su existencia física impone un deber legal o moral
a otros para que la respeten y no la dañen o acaben con ella. Del
mismo modo, usted es libre de adquirir bienes a través del comercio
pacífico con otros, y usted tiene el derecho a poseer y disfrutar de
esos bienes sin que otros se los roben.
Los liberales clásicos consideran que existen derechos anteriores
a los gobiernos; las leyes establecidas por el gobierno pueden ayudar a
consolidarlos y preservarlos, pero ningún gobierno los puede anular,
por grande que sea su mayoría. Como dice Mill, debemos tener el
derecho a hablar libremente, incluso si todo el mundo está en des-
acuerdo con nosotros: los derechos no están sujetos a simples cifras.
Sin embargo, es difícil definir exactamente qué deben ser estos
derechos. Los liberales clásicos son feroces defensores de los de-
rechos de propiedad; pero, por tomar un ejemplo del economista
estadounidense Milton Friedman (1912-2006), ¿la posesión de una
parcela impide a un avión volar alto por encima de ella? (hoy en día
podríamos agregar: ¿también que una empresa de fracking perfore
muy profundamente en ella?). La realidad es que estos derechos tienen
que ser pulidos en el debate público y definidos en los tribunales.
Algunos derechos claramente superan a otros. Como explicó Mill,
su derecho a lanzar su puño termina donde comienza mi nariz; mien-
tras que su derecho a la libre expresión no incluye poner en peligro
la seguridad de otras personas gritando «¡fuego!» falsamente en un
teatro lleno. Pero, de nuevo, como preguntó Hayek, ¿su derecho de
propiedad de un pozo en el desierto significa que uno le puede negar
agua a una persona que se está muriendo de sed, o eso violaría su
derecho a la vida? Parece una cuestión de opinión: pero los liberales
clásicos verían un gran peligro en que nuestros «derechos» fueran
decididos por el punto de vista de la mayoría.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 61


RESTRICCIONES A LA LIBERTAD
La pregunta central para los liberales clásicos, por lo tanto, es
qué justifica restringir la libertad de acción de las personas, lo que
conlleva las otras preguntas de quién decide y cómo.
Sería sencillo que pudiéramos medir y sumar los intereses de la
gente y decidir con base en lo que produce el valor más alto. Pero los
valores humanos son personales —o subjetivos— y no se pueden
sumar de esta manera. Le otorgamos al gobierno el monopolio de
la coerción precisamente para que pueda tomar y hacer cumplir
esas decisiones. Pero es seguro que no podemos dejar este proceso
exclusivamente en manos de funcionarios del gobierno, porque ellos
también tienen sus propios intereses subjetivos que inevitablemente
contaminan sus decisiones.
En lo que los liberales clásicos sí están de acuerdo es en que la
carga de la prueba debe recaer sobre aquellos que quieren intervenir.
De ninguna manera se debe utilizar la fuerza para restringir las li-
bertades de las personas, salvo que eso se pueda justificar de manera
clara y racional. Al contrario, debemos dejar que la gente maneje sus
propias vidas. Pueden ser falibles, pero incluso eso es mejor que poner
nuestros derechos y libertades a merced de políticos distantes, mal
informados, con intereses propios y superficiales. . 

62 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 63
5
MORALIDAD
LIBERAL CLÁSICA
- MORALIDAD LIBERAL CLÁSICA -

COERCIÓN Y TOLERANCIA
Los liberales clásicos coinciden en que la coerción por lo general
no es deseable. El permitir que personas les impongan su voluntad
a otros a través de la agresión, amenazas, intimidación o violencia
no resulta en una buena sociedad. Independientemente de si la
fuerza la ejercen otros individuos o el gobierno, si la podemos evitar
debemos hacerlo.
Sin embargo, siempre habrá conflictos entre personas libres.
Estarán en desacuerdo sobre cuestiones de propiedad y las acciones
de una pueden dañar a otra. Así que, en aras de mantener la paz y
frenar la violencia, necesitamos un sistema imparcial de justicia
que resuelva estas disputas y desaliente la agresión. Pero no pode-
mos confiar en que todo el mundo respete esos fallos y esas reglas
voluntariamente: para mantener la paz inevitablemente tendremos
que utilizar algo de esa fuerza coercitiva que a los liberales clásicos
les desagrada tanto.
Los liberales clásicos resuelven este dilema otorgando el mono-
polio de la fuerza al Estado; es una institución de la que desconfían,
pero esperan que sea más desapasionada en el uso de la fuerza de
lo que serían las personas comunes actuando solas.

66 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Daño, no desaprobación

Por lo tanto la justicia necesita de la fuerza; pero la fuerza exige


justificación. Y, para los liberales clásicos, el uso correcto de esta fuerza
institucional es muy específico: para evitar que las personas dañen
o amenacen a otras, es decir, para minimizar el uso de la violencia y
la coerción en general. Pero tiene que ser un daño real, o la amenaza
de un daño real a otros. Los liberales clásicos son inflexibles en que
la coerción no debe ser utilizada contra individuos simplemente
porque los desaprobamos o porque rechazamos sus acciones.
Podemos llegar a detestar la religión de otras personas, recha-
zar sus opiniones políticas, aborrecer su estilo de vida, despreciar
su modo de ser y repudiar sus hábitos. Sus ideas y opiniones nos
pueden escandalizar. Incluso podemos preocuparnos de que están
dañando su propia salud con drogas o sus propias perspectivas con
su comportamiento antisocial. Pero ninguna de estas son razones
válidas para el uso de la fuerza e intentar hacerlos actuar en forma
diferente. Los liberales clásicos dicen que las creencias, el modo de
ser, el estilo de vida o las decisiones morales de la gente no merecen
ser prohibidos por medio del drástico poder coercitivo del Estado.
Somos libres de tratar de ayudarlos —por ejemplo para superar una
adicción a las drogas—, pero si sus acciones no tienen víctimas salvo
ellos mismos no podemos justificar el uso de la fuerza.
Los liberales clásicos son escépticos respecto del argumento de
que a la gente hay que «educarla» para que pueda tomar decisiones
con «sentido» o «correctas». Obviamente, las personas que tienen
mejor información —como en cuanto a los riesgos potenciales de las
drogas, o la cantidad de calorías en los alimentos— toman decisiones
mejor informadas. Pero los liberales clásicos sostienen que la mayoría
de la gente está mejor informada de lo que imagina la mayoría de los
intervencionistas. Por cierto, están mejor informadas acerca de sus
propios objetivos, oportunidades y circunstancias personales de lo
que podría llegar a estar ningún político. Y, por mucha información
que tengan, sus decisiones finales siguen siendo un asunto de juicio
personal, no algo que sea objetivamente «correcto» o «incorrecto».

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 67


A los liberales clásicos les inquieta que demasiadas veces los inter-
vencionistas utilicen el argumento de la «educación» como una forma
de imponer sus propios valores a las decisiones de otras personas.

LOS ARGUMENTOS A FAVOR DE LA TOLERANCIA


Los liberales clásicos tienen muchas razones, tanto morales como
prácticas, para hacer hincapié en la tolerancia.

Coste y daño

La primera es el enorme coste de tratar de convencer a la gente


para que cambie sus creencias y prácticas profundamente arraigadas.
Puede ser financiero, como el inmenso coste de reclutar ejércitos,
establecer defensas y el impuesto para pagarlos durante las Cruzadas
religiosas de la Edad Media. O puede ser un costo humano, como
el hostigamiento de los primeros cristianos por las autoridades
romanas, las persecuciones de los protestantes durante la Reforma
y la matanza de los musulmanes por los cristianos serbios en la
década de 1990.
Como señaló el filósofo francés Montesquieu (1689-1755), hay mu-
chas más posibilidades de paz si las creencias religiosas no son tema
para la política. Y, por supuesto, las diferencias políticas también han
costado muy caras a la humanidad. En poco más de un siglo, hemos
visto las matanzas de dos guerras mundiales, las purgas de Stalin
en la Unión Soviética, la revolución cultural de Mao, los asesinatos
masivos de opositores de los Jemeres Rojos, y mucho más.
¿Se ganó algo a cambio de este coste? Mientras que la gente cier-
tamente puede ser aterrorizada, sigue siendo casi imposible cambiar
sus creencias más profundas. Además, ¿cómo sabríamos si se ha
logrado? En palabras de Isabel I de Inglaterra (1533-1603), no podemos
«hacer ventanas en las almas de los hombres». Tampoco debemos ni
siquiera intentarlo, según Jefferson, ya que las diferencias religiosas
no causan daño: «Los poderes legítimos del gobierno se extienden a
tales actos solo en la medida en que causan daños a otros. Pero no

68 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


me causa ningún daño que mi vecino diga que hay veinte dioses, o
ningún dios. Ni me afecta el bolsillo ni me rompe la pierna».

Intereses diversos

Un segundo argumento liberal clásico a favor de la tolerancia


es que no podemos justificar el uso de la fuerza para cambiar las
creencias, el estilo de vida o la moral de las personas, cuando simple-
mente no podemos ponernos de acuerdo sobre lo que es aceptable,
inaceptable, tolerable o intolerable. Como argumenta Kant, cuando
las personas están tan en desacuerdo sobre lo que es tolerable,
realmente debiéramos estar tratando de justificar nuestros puntos
de vista a los demás, en lugar de tratar simplemente de imponerlos.
Isaiah Berlin, más recientemente, explicó que los individuos
tienen en cada caso muchos valores diferentes —como la segu-
ridad, autonomía, familia, riqueza y bienestar— y cada uno de
ellos también los jerarquiza de manera diferente. Así que puede
ser perfectamente racional que ellos elijan diferentes maneras
de vivir. No hay forma objetiva de decidir si los valores de las
distintas personas son más respetables o menos respetables, o si
sus jerarquizaciones son mejores o peores. Es simplemente una
cuestión de opinión si la riqueza es preferible al bienestar, o la
familia es más importante que la seguridad. En un mundo donde
las aspiraciones humanas son tan diversas, nadie puede escoger
alternativas que sean apropiadas para todo el mundo.
Por lo tanto, en lugar de tratar de imponer nuestros puntos de
vista a los demás, los liberales clásicos afirman que debemos aceptar
que otras personas son seres morales, que toman decisiones razo-
nadas que merecen nuestro mismo respeto. Puede que no siempre
nos agraden pero debemos respetarlas, y a su vez los demás deben
respetar las decisiones que nosotros tomamos.

Los beneficios de la diversidad

John Stuart Mill argumentó que la única justificación para


interferir con los demás era evitar el daño o la amenaza de daño;

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 69


pero las diferencias de opinión no causan daño a la gente que las
tolera. De hecho, Mill pensaba que había muchas razones positivas
para que realmente agradezcamos esas diferencias de opinión, en
lugar de tratar de censurarlas. Él consideraba que la individualidad,
originalidad, innovación y diversidad de ideas impulsan la evolución
del progreso humano.
Incluso el que alguien exprese una opinión evidentemente equi-
vocada desde el punto de vista de la mayoría de la gente podría ser
igualmente beneficioso. Puede ser que, al considerarla, resulte ser
correcta, o que contenga algún elemento de verdad y sabiduría que
ayude a impulsar el conocimiento público. Incluso si la perspectiva
es completamente falsa, podría resultar en un desafío útil a una
opinión predominante que, si se daba por sentada, se hubiese con-
vertido en un dogma vacío. Como observó Oliver Wendell Holmes,
la mejor prueba de la verdad es el mercado de las ideas.

La diversidad y el desarrollo moral

Otro argumento a favor de la tolerancia es el desarrollo moral


de los individuos. El filósofo prusiano y diplomático Wilhelm von
Humboldt (1767-1835), por ejemplo, argumentó que el fin supremo
de los seres humanos es cultivarse: por lo tanto cada uno debe tener
la mayor libertad y variedad de experiencias posibles de las cuales
nutrirse. El Estado debe tener una función pequeña y mínima
(night-watchman), protegiéndonos contra transgresiones ilegales,
pero sin interferir en nuestro desarrollo propio.
Mill tenía una perspectiva moral equiparable. La interferencia
en las acciones de otras personas, argumentó, restringe su desa-
rrollo como seres humanos morales. Nunca podrán aprender y
desarrollarse, hacerse responsables de sus decisiones, a menos
que efectivamente tomen decisiones propias. No podemos respe-
tarlos como seres humanos dignos de elogio o morales si alguien
dirige todas sus acciones; serían más parecidos a robots que a
seres humanos.

70 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Resultados perversos

Otro punto es que las políticas intolerantes generalmente no


funcionan, o tienen consecuencias desagradables, o en realidad
logran lo contrario de lo que pretenden sus autores.
Como ejemplo de lo primero, ya hemos visto lo difícil que es
modificar las creencias religiosas de la gente. Del mismo modo, los
intentos legislativos para reprimir la utilización de estupefacientes
han resultado ineficaces.
Un claro ejemplo de lo segundo serían las consecuencias no de-
seadas de la era de la Prohibición en los Estados Unidos (1920-1933).
Motivada en gran parte por la desaprobación moral al alcohol y la
cultura del bar, la Prohibición empujó el comercio hacia la clandes-
tinidad, dejándolo en manos de aquellos que estaban dispuestos a
violar la ley. El resultado fue una creciente violencia de pandillas,
corrupción dentro de la policía y entre los funcionarios públicos,
y una falta de respeto generalizada por una ley que no se podía
imponer correctamente.
Otras prohibiciones sobre estilos de vida, como la prostitución
y las drogas, han tenido consecuencias similares, con la aparición
de cárteles de la droga, guerras territoriales y la trata de personas.
Además se ha vuelto más difícil hacer frente a los problemas reales
creados por estas actividades (como las infecciones de transmisión
sexual y la adicción), precisamente porque han sido empujadas hacia
la clandestinidad, fuera del alcance de las autoridades. Personas
normalmente respetuosas con la ley se convierten en criminales,
tienen que tratar con criminales, y se ponen en peligro porque no
existe ningún control de calidad o protección del consumidor, como
tendría un mercado legal. Mientras tanto, los recursos de la fuerza
del orden se desvían de las actividades que efectivamente infligen
daños reales a otros.
Tercero, hay muchos ejemplos de políticas no liberales que pro-
ducen efectos opuestos a los previstos. Por ejemplo, los intentos de
impedir la discriminación en el lugar de trabajo y asegurar que el
mérito sea correctamente reconocido han ocasionado una «discri-

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 71


minación positiva», con gente que es empleada porque llenan los
cupos, y no con base en el mérito. La educación pública, diseñada
para evitar que grupos religiosos o políticos capturen las mentes de
los jóvenes, se ha convertido en un monopolio en el que casi no hay
escapatoria de la ortodoxia imperante. Del mismo modo, la represión
religiosa o política sencillamente ha agudizado los resentimientos
que finalmente estallan en violencia contra los represores; y, en el
peor de los casos, los dogmas ideológicos de un Estado demasiado
poderoso, como la antigua Unión Soviética, pueden demorar el
progreso personal, social y científico durante décadas.

El precedente peligroso

Cuando efectivamente utilizamos el poder de coerción del Estado


para suprimir ideas, actitudes y comportamientos que desaproba-
mos, no existe un límite evidente. Mill advierte contra la «tiranía de
la opinión prevaleciente», explicando que incluso si todo el mundo
piensa que ciertos puntos de vista o acciones se deben suprimir, eso
no es una justificación para hacerlo. Se debe mantener una «esfera
personal» de acción y opinión en la cual el Estado no puede interferir.
Eso es solo en parte, porque la gente tiende a tomar mejores deci-
siones para sí que los legisladores y funcionarios distantes; después
de todo, conocen mejor sus circunstancias precisas. Otra razón es
que se vuelve demasiado fácil para la mayoría suponer que tienen
el derecho a interferir en la vida de la gente simplemente porque
tienen los números a su favor. Pero esa seguridad y confianza da
demasiado margen a la mayoría, dotada con los instrumentos de
coerción del Estado, para extender su interferencia y usurpar las
libertades fundamentales de la gente.
Es un precedente peligroso. La interferencia en una parte de la
vida de la gente se utiliza para justificar interferencias parecidas
en otras. A menudo, la intervención del Estado fracasará o tendrá
resultados perversos, que luego son vistos como un argumento para
aún más intervención. La ineficacia y las consecuencias imprevistas
de la política de drogas, por ejemplo, se utilizan como razones para

72 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


mayor represión, lo que incrementa los riesgos de suministrar y
utilizar drogas. Esto agrava aún más los problemas resultantes.

Fijando el límite

Entonces, ¿dónde fijamos el límite? ¿Cuáles son los límites de la


intervención del Estado? ¿Qué actividades son tolerables y cuáles
son intolerables? ¿Qué derechos deben tener los padres sobre sus
propios hijos, por ejemplo? ¿Tienen el derecho a darles una bofetada,
a practicarles la circuncisión, o incluso a beber alcohol y tomar drogas
mientras están en el útero? O, en términos más generales, ¿los humo-
ristas y dibujantes deben tener el derecho de libertad de expresión de
burlarse de una religión, si esos actos pueden llegar a provocar una
violencia en la que personas inocentes podrían ser lastimadas?
No hay respuestas claras a esas preguntas; diferentes personas
tienen diferentes opiniones. Precisar las respuestas es la tarea
más crítica para los liberales clásicos. Ellos quieren que el poder de
coerción del Estado se centre lo más precisamente posible, para que
impida y castigue las acciones que son verdaderamente dañinas.
La ubicación precisa de ese límite debe ser un tema de discusión y
debate público: somos insensatos si permitimos que nuestros líderes
políticos lo decidan por nosotros. Pero la gran masa de acción que
podría causar solamente problemas menores a los demás debe ser
un tema para el razonamiento y la persuasión, no para la mano de
hierro del Estado.

LA TOLERANCIA Y EL ESTADO
Los antiguos griegos no tenían reparos de ese tipo. Platón
(c. 427-347 a. C.) y Aristóteles (384-322 a. C.), por ejemplo, considera-
ban que, si algo es bueno, las autoridades lo deben imponer. Aún
hoy, mucha gente considera que la ley debería prohibir cosas que
consideramos inmorales.
Mill aceptó que muchas conductas inmorales son potencialmente
dañinas, que es precisamente por lo que las consideramos inmorales.
Pero otros actos que podrían ser llamados inmorales pueden no

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 73


causar daño a otros: la supuesta víctima podría incluso considerarlo
beneficioso, como sucede con el suicidio asistido, por ejemplo. Usar
el poder de coerción del Estado contra ese tipo de conducta benigna
solo reduciría el bienestar humano.
Todos los liberales clásicos son escépticos respecto al poder del
Estado, y los que están en el extremo más libertario del espectro
creen que es más probable que el Estado dañe nuestra libertad a que
la promueva. De ahí la regla de falta de daño de Mill: si comenzamos
a prohibir cosas que no causan ni amenazan un daño demostrable,
podríamos terminar prohibiendo todo. Para Locke o Jefferson, el
Estado existía únicamente para proteger a los ciudadanos y ampliar
sus libertades: imponerle un estilo de vida a alguien, o promover
una religión en particular, o un código ético, no formaba parte de su
propósito. Por eso la Primera Enmienda de Estados Unidos insiste
no solamente en la tolerancia religiosa, sino en la libertad religiosa.

Riesgo y el uso de la fuerza

Los intervencionistas argumentan que cada acción tiene al


menos algunas consecuencias potencialmente dañinas para otras
personas, por lo que cada caso debe ser decidido por sus propios
méritos. En muchos países, por ejemplo, está prohibido fumar
en espacios cerrados, como restaurantes y cines. La justificación
habitual de esto no es que dañe al fumador, sino que otros pueden
sufrir consecuencias negativas debido a la inhalación de humo de
segunda mano. Más recientemente, se ha prohibido fumar en los
parques públicos, donde el riesgo de inhalar humo de esta forma es
insignificante; pero ahora el argumento es que, en los parques, los
niños pueden ver a gente fumando y pueden tratar de emularla, y
sufrir problemas de salud como consecuencia.
Es posible que en parte exista ese riesgo; pero los liberales clá-
sicos cuestionan si los riesgos como estos son lo suficientemente
graves como para justificar el uso de la fuerza coercitiva para
evitarlos —o si son tan infinitesimales que la restricción forzosa
(o multas y otros castigos) no se puede justificar de ninguna ma-

74 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


nera—. Porque, si incluso los riesgos infinitesimales para otros son
vistos como buenas razones para que el Estado intervenga, absoluta-
mente ninguna acción humana estaría protegida de la intervención
arbitraria de las autoridades. No habría ninguna «esfera privada»;
y la libertad individual y el Estado de Derecho dejarían de existir.
La tolerancia tiene que ser consciente. Existe por una razón: es-
pecíficamente, porque el respeto a los demás como seres morales, y
el respeto por sus libertades, es la base de la cooperación pacífica en
una sociedad libre. Sin embargo, muy a menudo nuestros políticos
y funcionarios no son conscientes de cuándo están cruzando ese
límite decisivo. También la gente, cuando ocurren problemas, con
frecuencia pide que el gobierno «haga algo», aun cuando la interven-
ción del Estado sería un ataque injustificable a la libertad individual.
Y también estamos demasiado dispuestos a forzar a la gente «por su
propio bien», cuando en realidad solamente la estamos obligando a
cumplir con nuestros propios valores y prejuicios.
«A pesar de que ya no presumimos de coaccionar a los hombres
por su bien espiritual», escribió el filósofo inglés y antropólogo
Herbert Spencer (1820-1903), «todavía nos consideramos llamados
a coaccionarlos por su bien material: sin ver que lo uno es tan inútil
y tan injustificable como lo otro». Esa es solo una razón por la cual
los liberales clásicos quieren poner límites al gobierno.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 75


6
LA POLÍTICA
LIBERAL CLÁSICA
- LA POLÍTICA LIBERAL CLÁSICA -

EL ORIGEN Y EL PROPÓSITO DEL GOBIERNO


Los primeros liberales clásicos consideraban que el gobierno
existía únicamente para proteger los derechos de la gente, y para
ampliar sus oportunidades y libertad al minimizar la coerción y
permitir que reine la paz. Si alguno iba a utilizar la fuerza, ese debía
ser solamente el gobierno, y solo se debía utilizar para estos fines.
Su visión, en otras palabras, era un gobierno limitado; limitado
en poder y alcance, y también en legitimidad. Con respecto al poder,
eran muy conscientes de cómo el poder oficial podría hacer peligrar
la libertad, y de la necesidad de controlarlo. Con respecto al alcance,
insistieron en que un gobierno legítimo no se basa en la conquista
y la fuerza, sino en el consenso de individuos diferentes, cuyo único
propósito para crearlo es promover sus derechos, libertades y opor-
tunidades. En cuanto a la legitimidad, Locke explica que la autoridad
del gobierno proviene de los individuos que aceptan restricciones
a su comportamiento a cambio de derechos civiles. Por lo tanto, la
autoridad del gobierno no puede exceder la autoridad que dichos
individuos le pueden otorgar. Por ejemplo, no puede negar nuestros
derechos inalienables como la vida y la libertad.
Otra buena razón para limitar al gobierno es la debilidad de la
naturaleza humana. La gente en el gobierno es solamente gente;

78 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


probablemente no son ni más sabios ni tienen menos intereses
propios que los demás. Pero ejercen un enorme poder de coerción,
incluyendo el poder para multarnos y encarcelarnos. Sería impru-
dente dejar que ejerzan ese poder a su antojo; debe ser controlado y
limitado. Los liberales clásicos desconfían de la autoridad absoluta,
aunque tenga el respaldo de la gran mayoría de la gente.

Funciones del gobierno

¿Pero esta visión de la función del gobierno es demasiado es-


trecha? A los liberales clásicos frecuentemente se los caricaturiza
como creyentes en un Estado de laissez-faire, pequeño y mínimo
(night-watchman state). Los críticos dicen que si todo el mundo
tuviese que acordar para qué existen los gobiernos, no estarían de
acuerdo en muchas cosas y quedaría atrapado en una anarquía.
Los gobiernos modernos exceden en mucho el alcance y poder
que los primeros liberales clásicos les estaban dispuestos a conceder.
Incluso hoy en día los liberales clásicos con frecuencia aceptan que
los gobiernos pueden tener funciones útiles que exceden el hacer
cumplir la regla de Mill de no causar daño y de promover la libertad
de los ciudadanos. Milton Friedman, es bien sabido, abogó por un
impuesto a la renta negativo para redistribuir ingresos de ricos a
pobres, y vales de educación financiados por el Estado, diseñado
para darles a familias pobres acceso a la educación.
El propio Adam Smith pensaba que, además de proteger a las
personas a través de los sistemas de defensa y justicia, el gobier-
no debe proporcionar obras públicas, como puentes y puertos, y
contribuir a la educación pública.
Pero, si bien puede que haya algunas cosas útiles que se hacen
mejor de forma colectiva, el tema es dónde se fija el límite. A eso no
lo ayuda el hecho de que a menudo es difícil decidir exactamente
cuándo se está produciendo o hay una amenaza de producir un
verdadero daño, o cuáles podrían ser los beneficios precisos de
una intervención.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 79


Mill, por ejemplo, a pesar de ser un defensor de la libertad de
expresión, consideraba que su principio de no causar daño podría
llegar a justificar la censura. También proponía que los individuos
tuvieran diferentes obligaciones para ayudar a otros, como testificar
en los juzgados y asegurar que sus hijos estén bien educados. Él veía
un papel para el gobierno en la regulación del comercio, las horas
de trabajo, los salarios y los beneficios laborales. Abogó por leyes de
bienestar social para dar trabajo a personas sanas y proveer condi-
ciones de vida mínimas para otras. Consideraba que los gobiernos
debían crear infraestructura, como carreteras y alcantarillado.
Abogaba por la subvención pública de la investigación científica
y las artes. Consideraba que incluso pequeños beneficios públicos
justificarían este tipo de intervenciones. Muchos liberales clásicos
no estarían de acuerdo con todo esto.
Más recientemente, e incluso en un libro sobre el excesivo poder
del Estado (Camino de Servidumbre), F.A. Hayek también enumeró
algunas de las funciones que él consideraba que los gobiernos
legítimamente podrían asumir. Estas incluyen proporcionar a las
personas un mínimo de alimentos, vivienda y ropa, suficiente para
conservar su salud y su capacidad de trabajo; un sistema integral
de seguro social para aquellas desgracias contra las cuales es difícil
asegurarse; ayudar después de desastres naturales, para los cuales,
nuevamente, los individuos no se pueden preparar; y la política
económica para combatir los ciclos económicos y el desempleo que
estos crean.
Muchos liberales clásicos se preocupan de que concesiones como
estas sean solamente la punta de un enorme iceberg. Como se quejó
el propio Hayek, «las emergencias han sido siempre el pretexto con
el cual se han erosionado las salvaguardas de la libertad individual»,
y cuando dejamos que el Estado proporcione ayuda de emergencia,
alimentación, albergue, ropa, educación y salud no es fácil fijar el
límite entre lo que son necesidades para unos pocos y comodidades
para la mayoría. En otras palabras, no hay ningún límite evidente
para esa intervención del gobierno.

80 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Adam Smith cuadra el círculo diciendo que sus intervenciones
—puentes, puertos y apoyo para la educación— son solamente la
infraestructura que permite a los seres humanos cooperar social y
económicamente entre sí. Por lo tanto, promueven la libertad y no
la amenazan. Hayek también considera sus intervenciones como
un intento de mantener a la gente con capacidad para valerse por
sí misma; por lo tanto, nuevamente su idea es proporcionar solo lo
que se necesita para permitir que individuos libres vivan, trabajen
y cooperen juntos.
Sin embargo, cualquier actividad del gobierno, por valiosa que
sea, requiere alguna acometida contra los derechos y libertades de la
gente —específicamente tomar su propiedad, en forma de impuestos,
para pagar las actividades del Estado—. Algunos liberales clásicos,
argumentando que la propiedad es una de las cosas que el gobierno
debe proteger, consideran que esto es difícil de justificar. Otros sim-
plemente quieren garantías de que el beneficio público —como sea
que se defina— sea lo suficientemente grande como para justificar
la intromisión en los derechos y libertades de los individuos.
El peligro en el mundo real es la «ampliación de la misión»
(mission creep): los gobiernos comienzan con unas pocas cosas que
son claramente responsabilidades colectivas para luego ampliar
sus poderes y funciones, sin un punto final evidente. Los liberales
clásicos posiblemente estén mejor calificados para fijar el límite que la
mayoría, ya que entienden la necesidad de un gobierno limitado y los
peligros de un veloz crecimiento del poder del gobierno; y entienden
por qué, aunque el gobierno puede tener un papel en asegurar que
se proporcionen algunas cosas, como las ayudas de emergencia, en
sí mismo no debería proporcionarlas. También entienden por qué,
aunque el gobierno podría regular un mercado, debe seguir siendo un
árbitro y no convertirse en un participante en el mercado; y por qué
la ayuda dirigida por el gobierno a personas y grupos específicos con
necesidades no debe convertirse en una redistribución de ingresos
a largo plazo y a gran escala.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 81


EL MITO DE LA JUSTICIA SOCIAL
Los «nuevos liberales», por el contrario, piensan que la redistri-
bución de ingresos es precisamente lo que los gobiernos deberían
hacer. Ven a la desigualdad y la pobreza como el resultado de una
desigualdad de poder y leyes de propiedad injustas que benefician
a empleadores y a los ricos pero que dañan a los empleados y los
pobres. Por lo tanto, para promover la «justicia social» el gobierno
debe corregir el desequilibrio de poder y redirigir la riqueza y los
ingresos de la gente más rica hacia la gente más pobre.
Los liberales clásicos consideran esto un grave abuso de la palabra
«justicia». Para ellos, la justicia es la justicia conmutativa, la resolución
de los conflictos entre las personas y la defensa de los derechos y
las libertades de los individuos castigando a los que interfieren con
estas. Se trata de frenar las amenazas y la violencia, y compensar a
las personas perjudicadas por la coerción. Se trata de la conducta
que esperamos, y tenemos derecho a esperar, el uno del otro.
La justicia real, por lo tanto, se centra exclusivamente en cómo
las personas se comportan una con otra. El sufrir un robo es injusto;
sufrir una gripe es una desgracia, pero no es injusto, porque nadie
ha actuado injustamente. La justicia social o distributiva, por otro
lado, es muy diferente. Se trata de la distribución de las cosas entre
los diferentes miembros de un grupo. Busca modificar esa distribu-
ción, por lo general hacia mayor igualdad, incluso si la distribución
existente es simplemente el resultado de los acontecimientos, y
nadie se ha comportado mal o actuado injustamente.
Si, por ejemplo, 100.000 personas pagan para ver a un cantante
popular en un estadio, cada una termina la noche un poco más pobre y
el cantante termina significativamente más rico. Pero nadie ha hecho
nada incorrecto y nadie ha sido coaccionado. Los liberales clásicos
se preguntarían: ¿cómo es posible que la distribución resultante de
la riqueza sea injusta? Además señalan que para volver las cosas a
la igualdad sería necesaria la coerción —quitarle al cantante por la
fuerza su nueva riqueza para devolvérsela a la audiencia—. De hecho,

82 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


como dice Nozick, requeriría una coerción constante y repetida para
mantener esa igualdad en el futuro.
Hay problemas prácticos también. Una completa igualdad de
ingresos es imposible: ¿por qué la gente se molestaría en trabajar
duro, o en trabajar en absoluto, si se les paga lo mismo que a los que
no lo hacen? Así que la «justicia social» se centra más en la redistribu-
ción de acuerdo a la necesidad, o en proporción al valor que la gente
aporta a la sociedad. Pero, ¿quién decide quién tiene una necesidad
y quién aporta mayor valor? ¿Alguien que se vuelve pobre por pura
pereza es menos «necesitado» que alguien cuyo hogar y negocio ha
sido destruido por un tifón? ¿Una enfermera contribuye más a la
sociedad que un violinista? No hay manera objetiva de evaluarlo:
la decisión es totalmente subjetiva. Sin embargo, montados en ese
tipo de evaluaciones arbitrarias, los defensores de la «justicia social»
le quitan su propiedad y libertad a la gente. No solo eso, sino que la
«justicia social» trata a la gente de manera diferente: la gente paga
cantidades diferentes de impuestos, o reciben cantidades diferen-
tes de ayuda del Estado, dependiendo de cuán ricos o pobres son.
Esto va contra el Estado de derecho: el principio de que la ley debe
tratar a toda la gente por igual y que nadie debe ser beneficiado o
perjudicado por decisiones arbitrarias de las autoridades.
Los liberales clásicos, por lo tanto, rechazan cualquier redistribu-
ción integral de riquezas o ingresos. Pueden proponer alguna ayuda
temporal de emergencia organizada por el Estado; pero niegan que
alguien tenga derecho a una ayuda social de largo plazo, porque eso
implica que los otros tienen la obligación de apoyarlos, por la fuerza
si es necesario, a pesar de no tener culpa alguna por las circunstancias
desafortunadas de sus conciudadanos.
Esto no significa que a las personas más pobres les vaya mal en
una sociedad liberal clásica. Las sociedades libres tienden a ser socie-
dades más ricas y es mejor ser pobre en un país rico que en un país
necesitado. La gente en los países ricos también tiende a contribuir
más a través de donaciones benéficas y obras filantrópicas; aunque

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 83


no tienen la obligación legal de ayudar a los necesitados, tienen los
recursos para respaldar la obligación moral que sienten hacia ellos.

LAS DECISIONES PÚBLICAS Y LOS INTERESES PRIVADOS


Los liberales clásicos, en todo caso, desconfían mucho de la
forma en que se toman las decisiones políticas sobre temas como
la redistribución. Sus dudas se han apoyado en el trabajo de la
Public Choice School (Escuela de la Elección Pública), que aplicó los
conceptos económicos al proceso de toma de decisiones políticas, y
lo encontró muy deficiente.
Los principales «economistas del bienestar» han hablado mu-
cho sobre los fallos del mercado y la necesidad de que el gobierno
actúe para corregirlos. Pero se olvidaron de que también hay fallos
de gobierno. Los políticos y funcionarios no son ángeles; existe el
mismo interés propio en el sistema democrático como el que existe
en el mercado privado.
Las elecciones, por ejemplo, son batallas de intereses contra-
puestos, en los que la mayoría decide lo que debe hacerse. Esa es
una gran amenaza para la minoría —que puede concretarse en
la vieja broma sobre que la democracia son dos lobos y una oveja
decidiendo qué van a cenar—. Esto se agrava por el hecho de que
las elecciones están dominadas por grupos de presión, que hacen
vigorosas campañas para obtener beneficios electorales para sus
intereses. A menudo, los grupos de interés crean coaliciones que
se apoyan mutuamente para incrementar aún más su influencia
electoral. Los políticos, por su parte, tienen que apaciguar a estas
coaliciones de intereses creados para lograr sus votos; después de
todo, incluso el político con mayor espíritu cívico tiene que ser elegido
para poder hacer algo. Las personas que pierden, por supuesto, son
la «mayoría silenciosa» —el público en general, cuyos intereses son
mucho más difusos—.
Las decisiones en la legislatura tampoco son mejores. Para lograr
que se aprueben sus medidas, los legisladores llegan a acuerdos del
tipo «tu vota a favor de mi medida, y yo voto a favor de la tuya» con

84 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


sus colegas. Así que se aprueban más leyes de lo que realmente se
quiere, y el público en general, no representado, resulta explotado
aún más. Y cuando estas leyes se implementan, la burocracia tam-
bién tiene sus propios intereses; tal vez aumentar el tamaño y la
complejidad de los programas para ampliar sus propios imperios.

El liberalismo clásico y la democracia

Los liberales clásicos son demócratas, pero demócratas escép-


ticos. Aceptan que hay algunas funciones mínimas que requieren
una acción colectiva. Ellos creen que es el público en general, y
no una élite poderosa, quien debe tomar las decisiones generales
sobre cuáles son esas funciones y cómo lograrlas; y proponen que
el gobierno representativo probablemente sea la mejor manera de
tomar e implementar esas decisiones.
Pero saben que el proceso democrático está lejos de ser perfec-
to. No es un proceso que compatibilice distintos intereses (como lo
hacen los mercados), si no uno en el que elegimos entre intereses
contrapuestos, una elección en la que solo una de las partes puede
ganar. Está marcado por el interés propio de los electores, de los
representantes y de los funcionarios; puede producir resultados
muy irracionales; y demasiado a menudo lleva a la explotación de
grupos minoritarios y a la restricción de sus libertades, todo en
nombre de la «democracia».
Por estas razones, los liberales clásicos sostienen que la toma
de decisiones democráticas se debe regir por ciertas reglas y debe
centrarse, con precisión, sobre aquellos temas que no se pueden
decidir de ninguna otra manera. La democracia representativa es
sin duda la mejor forma de gobierno que se haya concebido hasta el
momento, lo que hace que mucha gente (y casi todos aquellos que
resultan estar en el poder) argumente que más y más cosas deben
decidirse por el proceso democrático. Pero eso significa decidirlas
a través del proceso político; y la política no siempre es una fuerza
benigna. Cuantas más cosas se deciden políticamente, más fácil se
hace que se socaven los derechos y libertades de los individuos, y que

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 85


los grupos minoritarios sean explotados o suprimidos por aquellos
que ejercen el poder de coerción del Estado.
Para un liberal clásico, por el contrario, los derechos y las libertades
son para todos: no son una cuestión de cantidades y mayorías. La
genuina democracia representativa no es lo mismo que la dictadura
electa, y no se debe permitir que se convierta en eso. El éxito en las
elecciones no da permiso a la mayoría ganadora para que trate a
los demás como quiera.
Además de limitar el proceso político democrático a decidir
cuestiones que solo deben y pueden ser decididas en forma colectiva,
los liberales clásicos también se empeñan en proteger los derechos
y libertades de todos los individuos imponiendo restricciones sobre
la forma en que se realiza el proceso y la forma en que se toman
esas decisiones.

Constituciones y libertad

Una constitución es una manera de establecer esas restricciones


y darles una fuerza que no pueda ser fácilmente anulada por aquellos
que resultan ser la mayoría y están en el poder en ese momento. Esto
no siempre tiene éxito: incluso países con aparentemente fuertes
constituciones liberales no son inmunes a un rápido incremento
en el tamaño del gobierno y al socavamiento de los derechos y las
libertades individuales por parte de las mayorías. Las libertades
constitucionales son difíciles de proteger si la gente en general pierde
la noción de su importancia y la voluntad de protegerlas.
Pero los liberales clásicos en general consideran que establecer
restricciones constitucionales nos da más oportunidades de proteger
los derechos y las libertades individuales.
A través de normas como la separación de poderes y el equilibrio
de poderes —por ejemplo, con un gobierno pluricameral, un siste-
ma federal y la revisión judicial— podemos intentar evitar que los
grupos de interés capturen todo el proceso de toma de decisiones.
Y una constitución liberal clásica no solo garantizaría que el
poder del gobierno fuera limitado y estuviera dividido. Garantizaría

86 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


que las leyes se apliquen por igual a todos, de manera que no haya
grupos de interés específicos —incluyendo los políticos y funcionarios
del mismo gobierno— que pudieran tener un tratamiento especial.
Esta constitución también puede delinear los límites del poder
del Estado estableciendo los derechos básicos de los individuos, sobre
los que el Estado no tiene ninguna autoridad (porque sus ciudadanos
fundadores no pueden transferir al Estado una autoridad que ellos
mismos no tienen de lesionar los derechos de otros). Pero si bien
una Declaración de Derechos puede amablemente recordarles a
todos los derechos fundamentales, como la vida, la libertad, la pro-
piedad y las libertades de contratación, pensamiento y expresión,
no puede de ninguna manera llegar a enumerar todos los derechos
y libertades. Como dijo Hobbes, debemos tener la libertad de hacer
cualquier cosa dentro del «silencio de la ley», pero un sistema legal
que trate de enumerar todo lo que podemos hacer, en lugar de las
pocas cosas que no podemos, sería largo, complejo, imperfecto y
penosamente restrictivo.
Más bien debe haber una presunción general de que la gente es
libre de perseguir sus propios fines por cualquier medio pacífico,
subordinada únicamente a unas pocas excepciones establecidas
en la ley. No hay necesidad de especificar nuestras numerosas li-
bertades, la mayoría de las cuales están implícitas en la presunción
general de libertad.

LA LEGITIMIDAD DEL GOBIERNO


Como señaló el escritor y político suizo-francés Benjamin Cons-
tant (1767-1830), las constituciones no existen para otorgar poder a
nuestros líderes, sino para restringirlo. Ninguno de nosotros tiene
ningún derecho a gobernar a otro; debe ser por consentimiento. Y
si el gobierno pierde el consentimiento del público, pierde toda su
autoridad y su poder de coerción se vuelve ilegítimo.
Eso en sí mismo debería limitar al gobierno, como Frank Knight
nos recordó: nunca podríamos ponernos de acuerdo sobre ninguna
amplia concentración de poderes. Pero los gobiernos también están

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 87


restringidos por la amenaza de rebelión —y con toda la razón, según
Locke y Paine—.
Sin embargo, dada la fuerza de coerción a su disposición, incluso
los gobiernos más injustos pueden sobrevivir mucho tiempo. Las
elecciones, con todos sus defectos, son una forma más pacífica de
destituir los gobiernos. Al igual que las constituciones, no existen
para elegir a nuestros líderes, si no para restringirlos. Esa válvula
de escape es de vital importancia porque, como insisten los libera-
les clásicos, los individuos no deben estar sujetos a las decisiones
arbitrarias de otros, incluso de un gobierno muy popular.

88 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 89
7
LA SOCIEDAD
LIBERAL CLÁSICA
- LA SOCIEDAD LIBERAL CLÁSICA -
Como los liberales clásicos desconfían del poder del gobierno,
es justo preguntarles a ellos cómo se debe entonces organizar la
sociedad. De hecho, tienen una explicación coherente de cómo la
sociedad se organiza a sí misma, sin necesidad de una autoridad
central: la idea del orden espontáneo.

EL ORDEN ESPONTÁNEO
El orden espontáneo es una vieja idea. Por cierto, se remonta al
menos al filósofo francés Montesquieu (1689-1755), quien explicó cómo
individuos con intereses propios podrían involuntariamente crear
un orden social en general beneficioso; el estudioso de la Ilustración
Escocesa Adam Ferguson (1723-1816) habló de las instituciones sociales
como «el resultado de la acción humana, pero no del diseño huma-
no», una idea que Adam Smith describe como la «mano invisible».
Más recientemente, Hayek actualizó la idea. Señaló que tendemos
a dividir el mundo entre lo natural y lo artificial —imaginamos las
cosas naturales como cosas salvajes, irracionales, desestructuradas
y desordenadas, y las cosas artificiales como planificadas, racionales,
estructuradas y metódicas— y simplemente asumimos que lo segun-
do es preferible. Pero, según Hayek, hay otra categoría de cosas que
son ordenadas, pero no son planificadas o conscientes. Ejemplos de
ello son la formación en "V" de gansos que emigran, o las sociedades

92 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


complejas de las abejas o termitas. Estas estructuras sociales no están
diseñadas conscientemente por las criaturas en cuestión, sino que
son la consecuencia ordenada de su comportamiento individual.
Esos ordenamientos espontáneos también se encuentran en la
sociedad humana. Tenemos el idioma, por ejemplo: nuestro idioma
complejo y su gramática nunca fueron diseñados conscientemente
por nadie, simplemente crecieron porque eran útiles (es interesante
que el esperanto, intencionalmente diseñado para ser una lengua
paneuropea, nunca tuviera éxito, mientras que los otros idiomas,
espontáneos de Europa, siguen floreciendo.)
Del mismo modo, el common law nunca fue creado intencional-
mente, como lo fue el Código de Napoleón; simplemente surgió de
miles de sentencias en casos individuales. Los mercados, los precios
y el dinero también se desarrollaron porque son útiles, no porque
alguien conscientemente los inventó.
La conclusión es que los órdenes sociales no necesitan gobierno,
o planificación para ser funcionales, eficientes o incluso racionales.
Emergen a través de la libre interacción de los individuos, cada uno
persiguiendo sus propios fines privados pero respetando los derechos
y libertades de los otros. De hecho, la intervención del gobierno es
más probable que convierta ese orden en caos.

La evolución de los órdenes espontáneos

Los órdenes espontáneos evolucionan. Los idiomas, el common


law, la moral, las costumbres y los mercados cambian y se adaptan a
las necesidades de la época. Esos órdenes se autoorganizan y por lo
general se autorregulan —y necesitan unas pocas reglas generales
para su buen funcionamiento, pero no necesitan que alguien los
diseñe y planifique—.
Puede que no siempre se adapten perfectamente, pero los órdenes
que se adaptan bien van a sobrevivir y prosperar mejor que otros.
Y ese progreso evolutivo de ensayo y error será mucho más rápido
cuando los individuos son libres de producir sus propias ideas en
abundancia que cuando solo predominan las ideas de las autoridades.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 93


Consideremos, por ejemplo, la muchedumbre en una concurrida
estación de trenes, todos corriendo entre sus diferentes trenes y las
diferentes salidas y entradas. De alguna manera, todo el mundo llega
a su destino sin chocarse entre sí. Esto se debe a que cada uno ajusta
su dirección teniendo en cuenta a los otros, que se les atraviesan en
su camino. Su ruta final entre el tren y la puerta está muy lejos de ser
una línea recta, pero en general llegan de forma rápida y sin incidentes.
La alternativa —para dirigir esas miles de personas, preguntándoles
su destino y luego trazando sus rutas más eficientes a través de la
estación— sería una pesadilla de gestión. Pero afortunadamente el
problema se resuelve solo, espontáneamente.

Reglas y orden

Los problemas que hemos descrito se autorresuelven porque


nos adaptamos a los otros de manera predecible; en el caso de la
estación, se intentan evitar las colisiones indicando sutilmente ha-
cia dónde nos dirigimos y ajustándonos también a las indicaciones
de los otros. Esas regularidades en el comportamiento, o «reglas de
conducta», producen un resultado beneficioso espontáneo. Si, por
el contrario, todos nos comportamos de una manera impredecible,
solo se crearía confusión y conflicto.
En los órdenes espontáneos de la vida real, estas «reglas» pueden
no estar escritas y pueden llegar a ser muy complejas. Las abejas,
por ejemplo, no tienen escritura o estructura directiva, y sin em-
bargo sustentan colonias prósperas de 50.000 integrantes o más,
simplemente a través del trabajo estructurado de cada individuo.
Con respecto a los órdenes humanos, los escolares darán fe de
que las reglas de gramática, sobre las que se erige nuestro idioma,
son muy difíciles de describir, a pesar de que las usamos sin pensar
todos los días. Lo mismo puede decirse de las reglas de la justicia, o
de la moral; podemos sentir cuándo esas reglas son quebrantadas,
a pesar de que no siempre podemos explicar en qué consisten.
Por lo tanto estas reglas que promueven el orden han evolucio-
nado debido a que son útiles y adaptables, no porque las hayamos

94 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


diseñado conscientemente. Fijan límites voluntarios a nuestras
acciones, haciéndolas más predecibles, facilitando de esa manera la
vida social. Reglas como los derechos de propiedad, las tradiciones,
las costumbres, la moral, la honestidad, el respeto y la usanza son
el crisol que contiene el fuego de la libertad individual. Nadie las
inventó, y sin embargo contienen una «sabiduría» inconsciente sobre
cómo comportarse para promover una buena interacción social.

LA JUSTICIA Y EL ESTADO DE DERECHO


El orden espontáneo, entonces, se basa en el comportamiento
individual previsible y sería imposible sin eso. Y la base de nuestro
orden social o político, según los liberales clásicos, son las reglas de
la justicia. Al igual que la gramática, las reglas de la justicia no han
sido conscientemente diseñadas, sino que evolucionan porque son
útiles; y en general las cumplimos, a pesar de que no siempre pode-
mos explicar con precisión lo que son. Por supuesto, tratamos de
registrarlas y codificarlas en libros de derecho. Pero eso no significa
que nosotros estemos creando las reglas de la justicia; significa que
estamos tratando de descubrir lo que son. Los legisladores pueden
aprobar «leyes», pero estas pueden no ser leyes justas. Por ejemplo,
pueden ser retroactivas (castigando a la gente por acciones que no
eran criminales en su momento), o no factibles (imposibles de cum-
plir), o incomprensibles (contradictorias o demasiado complicadas
de entender), o impuestas de manera injusta. Todo esto agravia
nuestra idea innata de justicia, o, como dirían algunos liberales
clásicos, agravia la ley natural. Por lo tanto, esas piezas legislativas
son indignas del nombre «ley».

El Estado de derecho

Los liberales clásicos sostienen que un orden social espontáneo,


cooperativo, predecible, no violento, estable y justo surge solo si se
siguen reglas que son generales (sin una cantidad desconcertante
de excepciones), universales (que se aplican a todos) y estables (no

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 95


cambian tan a menudo como para que la gente se confunda sobre
lo que son).
Dado que la mayoría de nosotros no podría explicar las reglas
de la gramática, mucho menos las reglas de la vida social, es lógico
que mantengamos las cosas simples. El tener reglas que son gene-
rales y estables significa que todos saben qué se espera de ellos.
Esto hace que nuestras acciones sean más predecibles, lo que a su
vez nos permite planificar con mayor confianza. Lo mismo ocurre
con reglas que son universales, con la ventaja adicional y crucial
de hacer que sea imposible que personas o grupos específicos sean
favorecidos o explotados.
Este es el Estado de derecho, en contraste con el gobierno arbitrario
de aquellos que ejercen la autoridad. Los liberales clásicos recalcan
que esto evita que los políticos, la policía, los tribunales y demás
funcionarios abusen de su poder de coerción. Nos evita muchos
males comunes: detenciones arbitrarias, encarcelamientos sin juicio,
la cosa juzgada (ser juzgado varias veces por el mismo delito), juicios
injustos, jueces parciales, elecciones fraudulentas y leyes injustas.

Protección del Estado de derecho

Aunque los liberales clásicos creen en un gobierno limitado, en-


tienden que mantener el Estado de derecho no es tarea fácil. Requiere
mecanismos para asegurar que las elecciones y los nombramientos
sean libres y justos, que los jueces sigan siendo independientes, y
que la generalidad y universalidad de las leyes sean examinadas
detenidamente. Eso requiere otorgarle recursos al sistema de justicia:
no se hace justicia, por ejemplo, si se necesitan años para que los
casos lleguen a juicio, porque la burocracia judicial está sobrepasa-
da, o si la policía y los jueces están tan mal pagados que tengan que
depender de sobornos.
Las constituciones pueden ayudar a proteger esta justicia na-
tural: pueden consagrar el debido proceso del sistema jurídico, para
garantizar la igualdad de trato; y pueden definir un ámbito personal
en el que la legislación y la burocracia jamás pueden inmiscuirse. La

96 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


tradición del common law es otro bastión de la libertad: los casos
individuales se exteriorizan y consideran en los tribunales, y a través
de eso desarrollamos nuestro conocimiento de lo que son realmen-
te las reglas de la justicia. Una tercera protección es la libertad de
expresión: si la gente puede criticar abiertamente la legislación y la
administración de la justicia, la legislación se pensará más y la gente
puede oponerse activamente a leyes y procesos legales injustos.

Amenazas para el Estado de derecho

Todo esto difiere en grado sumo de la perspectiva de muchos


legisladores actuales. Quieren que los tribunales se sometan a
la mayoría electa, que, según ellos, está más en contacto con los
intereses públicos que los jueces. Hacen caso omiso de los límites
constitucionales, alegando que ellos entienden mejor las circunstan-
cias actuales que los redactores constitucionales de hace décadas
o siglos atrás. Consideran a los derechos no como algo natural e
inviolable, sino como privilegios que nos concede la legislatura. Y
creen que la legislación debe promover el «bien público», incluso a
costa de la libertad individual.
Pero casi cualquier legislación, por más injusta y coercitiva que
sea, puede ser justificada por razones de «bien público», que, inevi-
tablemente, es definido por los propios legisladores. Lejos de estar
fuera de contacto, los liberales clásicos consideran a los tribunales
como guardianes cruciales de los derechos y las libertades indivi-
duales, frenando la visión a corto plazo y los intereses creados de los
legisladores, derogando leyes injustas y garantizando que las leyes
justas se cumplan, incluso por aquellos en el poder.
Es por esto que Hayek argumentó enfáticamente que el common
law, que se fue desarrollando a través dirimir litigios en los tribu-
nales, era una mejor garantía de justicia que las leyes aprobadas
por los políticos —y la mayoría de los liberales clásicos estarían de
acuerdo—. Para ellos, el Estado de derecho exige que las normas
jurídicas se apliquen en forma justa y uniforme a todos. Mientras
que el common law generalmente se ajusta a esta descripción, con

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 97


demasiada frecuencia las leyes hechas por los políticos están di-
señadas para favorecer (o desfavorecer) a grupos específicos. Este
es uno de los motivos por los cuales los liberales clásicos son tan
escépticos con esa clase de legislación.

LA RACIONALIDAD DE LOS ÓRDENES NATURALES


Aunque mucha gente se imagina que una sociedad sin dirección
central debe ser salvaje e irracional, los liberales clásicos consideran
que los órdenes espontáneos son en realidad más racionales. Son
capaces de procesar y utilizar mucha más información que las socie-
dades centralizadas, lo que resulta en una mejor toma de decisiones,
ajustes más rápidos a circunstancias cambiantes y un progreso más
acelerado (por ejemplo, recordemos el atraso económico del antiguo
bloque soviético, con una dirección centralizada, en comparación
con sus vecinos occidentales menos centralizados).
La razón, según F.A. Hayek, quien desarrolló los detalles de
esta línea de pensamiento, es que el progreso social depende del
conocimiento disperso. Es local, personal, fragmentado y parcial, y
no se puede centralizar.
La gente común tiene mejor conocimiento de sus propias cir-
cunstancias de lo que jamás podrían tener las autoridades centrales.
También tiene habilidades especializadas y un conocimiento más
personal de su mercado específico y de las necesidades y valores de
sus clientes. Y gran parte de la cambiante información del mercado
que procesa se desactualizaría, incluso antes de que pudiera ser
transmitida a alguna agencia central de planificación.
Algunos podrían argumentar que aplicaciones como Uber, y las
modernas supercomputadoras, hacen posible recopilar y procesar
esa rápidamente cambiante información del mercado, como la fluc-
tuante demanda y disponibilidad de taxis en cualquier momento y
lugar. Es cierto que la escala en la que se puede recopilar y utilizar
eficientemente información va a cambiar con el tiempo y con los
usos. Pero es necesario un proceso de competencia para descubrir
la mejor manera de recopilar, interpretar y utilizar la información

98 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


con la tecnología disponible. Y esta información es procesada y
utilizada de diferentes maneras por diferentes personas en la
cadena de procesos —Uber o la empresa de taxis, los conductores
y los clientes—. La planificación central simplemente no podría
reproducir esto.
En cualquier caso, el problema no es de informática, sino de
comprensión. Con certeza, los datos no serían mejor procesados
por una autoridad central del gobierno. Ninguna podría proyectar
la demanda de taxis de los clientes (que cambia constantemente
debido a cosas como emergencias familiares, el clima o retrasos en
el transporte público). Tampoco es de esperar que los planificadores
centrales tengan el mismo conocimiento profundo que tienen los
taxistas de cosas como el clima local, los cierres temporales de calles
y cómo evitarlos, eventos locales que atraen grandes multitudes y
un sinnúmero de otros factores que afectan al mercado.
Además, los proveedores locales tienen un interés mucho
más urgente en adaptarse rápidamente a la demanda local que
el que tienen los planificadores centrales. Su motivación impulsa
el progreso: con miles de proveedores, todos ellos compitiendo
por el negocio, la innovación será más acelerada de lo que sería
si se la deja en manos de una sola agencia central. Es mejor que
la innovación se haga por los individuos: si sus innovaciones no
funcionan, pueden ser abandonadas con solo pequeñas pérdidas
locales; mientras que una innovación en el nivel nacional realizada
por una agencia de planificación central se arriesga a un posible
desastre para toda la economía.
No es que la sociedad espontánea no esté planificada: por el
contrario, se basa en los planes de millones de individuos, cada uno
con su propio conocimiento especializado, y no en algún organismo
único de planificación. Una sociedad de ese tipo, sobre la base de gran
cantidad de conocimiento individual disperso, es tan compleja que
ninguna mente central podría llegar a comprenderla. Esto explica,
en parte, la desconfianza que le tienen los liberales clásicos al poder
del gobierno, sobre todo a los intentos de rediseñar la sociedad a gran

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 99


escala. Si no podemos entender plenamente nuestras instituciones
sociales, es poco probable que seamos capaces de rediseñarlas con
algún éxito.

LA SOCIEDAD CIVIL
Los liberales clásicos no conciben a las personas que componen la
sociedad espontánea como individuos atomizados y aislados (aunque
había indicios de esto entre los primeros teóricos del contrato social,
y más recientemente en los conceptos de los economistas sobre
expectativas racionales y el homo economicus racional y egoísta).
Ellos saben que las personas en el mundo real no están aisladas ni
son mecánicas.
Más bien, por elección o por nacimiento, los individuos son
miembros de diferentes grupos superpuestos, con diferentes lealtades
familiares, morales, religiosas, culturales y demás. Sus valores están
influenciados por estas lealtades, y dependen de la lealtad mutua de
sus otros integrantes. Buscan menos lograr sus ambiciones a través
del proceso político que a través de estas instituciones de la sociedad
civil: organizaciones benéficas, sindicatos, grupos de autoayuda,
campañas, religiones y muchas otras agrupaciones.
Los comunistas y los fascistas son muy críticos de la sociedad
civil porque consideran que desvía del Estado las lealtades de la
gente. Los liberales clásicos valoran la idea de la sociedad civil preci-
samente por la misma razón. Para ellos, la sociedad civil permite que
los individuos persigan sus propias metas sin estar subordinados a
una poderosa autoridad política centralizada. De hecho, diferentes
personas pueden perseguir fines mutuamente contradictorios, sin
tener que sacrificar sus ambiciones ante la opinión mayoritaria.
Además, si la sociedad civil es fuerte, hay menos excusa para que
los gobiernos asuman poderes adicionales. Un enérgico sector be-
néfico, por ejemplo, significa que hay menos necesidad de crear un
sistema de asistencia social del Estado; un alivio para los liberales
clásicos, ya que le temen al crecimiento y potencial abuso del poder
centralizado. Además, es más racional que las tareas sean abordadas

100 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


en el nivel local y de maneras diferentes, a que lo procure hacer una
autoridad distante y centralizada.
Algunos liberales clásicos aceptan a la sociedad civil con beneplá-
cito porque evita no solo los peligros de una excesiva centralización,
sino además los peligros de un desmedido individualismo. Por ejem-
plo, el pensador político e historiador francés Alexis de Tocqueville
(1805-1859) criticó el individualismo de Estados Unidos por sofocar
la virtud y la templanza cívica, creando la posibilidad de una tiranía
de las masas, respaldada por el poder del Estado.

EL ORDEN ESPONTÁNEO Y LOS DERECHOS NATURALES


Puede valer la pena mencionar el conflicto entre las ideas del
orden espontáneo y los derechos naturales. Si la sociedad se desarrolla
de forma espontánea, no se necesita ningún contrato social entre
individuos aislados y libres para explicarla. No es el resultado de una
negociación racional, sino la consecuencia totalmente accidental e
involuntaria de la adaptación de individuos a las acciones de otros.
Para muchos liberales clásicos, esto sugiere un enfoque menos
radical, más conservador de las cuestiones sociales que el enfoque
de los derechos naturales. Una de las críticas a la perspectiva de
los derechos naturales es que podría producir algo parecido a la
anarquía, ya que probablemente haya muy poco sobre lo que los
distintos individuos, protegiendo celosamente sus derechos natu-
rales, se pongan efectivamente de acuerdo, dejándole prácticamente
ninguna función al gobierno. El enfoque de orden espontáneo, por
el contrario, sugiere que podemos y estamos de acuerdo en muchas
cosas, incluso si nuestro acuerdo es inconsciente y poco comprendido.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 101


8
LA ECONOMÍA DEL
LIBERALISMO CLÁSICO
- LA ECONOMÍA DEL LIBERALISMO CLÁSICO -

EL ORDEN ESPONTÁNEO DEL MERCADO


Junto a la libertad social y política, los liberales clásicos también
defienden la libertad económica. Ellos consideran que la gente debe
tener libertad para inventar, crear, ahorrar, acumular posesiones e
intercambiar bienes voluntariamente con otros.
Pero también creen que la libertad económica es la mejor manera
de crear prosperidad general. Eso es porque la libertad económica
permite que las personas se adapten espontáneamente a las necesi-
dades del otro y cooperen en beneficio mutuo, creando y repartiendo
valor en el mismo proceso.
Las reglas que crean este orden espontáneo específico son las
reglas de la propiedad, de contratar, de honestidad y de justicia. Entre
ellas, crean un orden económico de una escala y complejidad incom-
prensibles —mucho más grande y más complejo que lo que cualquier
ente consciente podría comprender, abarcando el mundo entero—.

EL «MILAGRO» ESPONTÁNEO DE LOS PRECIOS


Lo que mantiene a las actividades económicas de tantos millo-
nes de personas en un ajuste tan extraordinariamente eficaz es lo
que Hayek llama el «milagro» del sistema de precios. Nosotros no

104 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


lo inventamos; surgió de forma espontánea, e impulsa la creación
de valor y reparte prosperidad a través de toda sociedad humana.
Los precios simplemente son las tasas a las que las personas
están dispuestas a intercambiar ciertas cosas por otras. Por lo
general se expresan en dinero, pero eso es solo porque el dinero
se ha convertido en un bien útil que puede ser intercambiado por
otras cosas. En palabras de Milton Friedman, el dinero ahorra a los
peluqueros hambrientos tener que salir a buscar a panaderos que
necesitan un corte de pelo, haciendo que el intercambio sea mucho
más fácil y eficaz.
Hay que tener en cuenta que los precios no miden valor. El valor,
como la belleza, existe en la mente del individuo, y la gente valora
las mismas cosas de forma diferente. Es por eso que comercian.
Mientras que los peluqueros hambrientos valoran el pan más que
la cantidad de dinero que el panadero pide por él, el panadero valora
más el dinero que el pan. Se intercambia a un precio único, pero cada
uno valora las cosas de manera diferente, y cada uno considera que
se ha beneficiado por el intercambio.

Los precios como telecomunicaciones

Los precios revelan la escasez. Los precios más altos pueden


mostrar dónde la demanda de bienes supera su oferta, de forma
que los consumidores están dispuestos a pagar más, e inducen a los
proveedores a satisfacer esa demanda aumentando su producción
para poder captar las mayores ganancias que se ofrecen. La caída
de precios, del mismo modo, puede indicar que la demanda es débil
y los proveedores deben reducir la producción. De esta manera, los
precios indican dónde los recursos pueden crear el mayor valor, y
atraerlos hacia esos usos, alejándolos de usos antieconómicos y
menos valorados.
Estos ajustes beneficiosos se extienden de un mercado a otro.
Supongamos, por usar el ejemplo de Hayek, que los fabricantes en-
cuentran un nuevo uso para el estaño. Entonces demandarán más
estaño y estarán dispuestos a pagar mayores precios para obtenerlo.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 105


Esos precios mayores inducirán a las empresas mineras a producir
más estaño y a mayoristas a proveerlo. Pero, igualmente, los actua-
les usuarios de estaño ahora comenzarán a buscar sustitutos más
económicos. Eso hará subir el precio de esos sustitutos —lo que
inducirá a los usuarios de esos sustitutos a buscar otros sustitutos—.
Se trata de toda una serie de ajustes que se extiende como las ondas
en un estanque; todo gracias a lo que Hayek llamó el «vasto sistema
de telecomunicaciones» de precios, que indica constantemente a la
gente en qué lugar sus esfuerzos y recursos van a generar más valor.

MERCADOS SIN DIRECTIVAS


A diferencia de los diagramas de «equilibrio» de los libros de
texto, que sugieren que los mercados se mantienen en equilibrio
constante, los liberales clásicos ven los mercados como un proceso
dinámico, como un arroyo de montaña, que nunca se queda quieto
en un punto. En lugar de imaginar «la economía» como un sistema
mecánico abstracto, los liberales clásicos consideran los fenóme-
nos del mercado como el resultado espontáneo e imprevisible del
constante ajuste mutuo de millones de individuos, cada uno con sus
propios objetivos y valores.
Este orden económico espontáneo es, al igual que otros, el resul-
tado de reglas de comportamiento predecibles entre los individuos
que lo componen. Está motivado por el interés propio y el beneficio,
pero regulado por factores como la competencia, los contratos, los
derechos de propiedad y la justicia —principios que los liberales
clásicos consideran que el Estado debe sustentar para que el orden
del mercado funcione en forma beneficiosa—.

REGLAS Y PROPIEDAD
Los derechos de propiedad son fundamentales para el fun-
cionamiento de este orden beneficioso. La gente con derechos de
propiedad asegurados puede intercambiar porciones de su propie-
dad con otras personas que las valoran más, en beneficio de ambas

106 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


partes. Aún más, los derechos de propiedad asegurados significan
que las personas pueden producir aquello en lo que son buenas en
producir e intercambiarlo con otras, que también son buenas en
lo que hacen. Esta especialización o división del trabajo nos hace a
todos mucho más productivos que si tratáramos de hacerlo todo,
de forma inexperta, para nosotros mismos.
Los derechos de propiedad asegurados también permiten que
la gente acumule capital, invirtiendo en herramientas y equipos
que le permiten producir más, más rápido y mejor. Y también que
las personas resistan la explotación por las mayorías políticas; de
hecho, le dan el recurso para hacer frente a los gobiernos arrogantes.

Las reglas de propiedad

Los derechos de propiedad permiten que las personas posean y


usen su propiedad, excluyan a otros de su uso, obtengan ingresos de
esta (por ejemplo, alquilándola) y la transfieran a otros por medio de la
venta u obsequio. El sistema de justicia hace cumplir estos derechos.
Pero para que el derecho de propiedad sea legítimo, la persona lo
debe adquirir sin coerción. Se puede adquirir a través del comercio
u obsequio. O tal vez tomando algo que nadie más posee o quiere,
como un descampado —un proceso que no dañe a nadie, incluso si
el nuevo propietario le encuentra uso rentable—.
La propiedad no incluye solamente tierra, edificios y bienes
muebles. Puede incluir intangibles complejos, como acciones y bo-
nos, o la propiedad intelectual, como diseños patentados y música
con derechos de autor. Y, de hecho, también la propiedad que todos
tenemos en nuestras propias vidas y libertades. Puede tratarse de
la posesión de individuos, organizaciones, gobiernos, o de nadie (los
recursos pesqueros marítimos, por ejemplo), aunque los liberales
clásicos consideran que por lo general los privados gestionan la
propiedad mejor que el gobierno como propietario, y que la propie-
dad de nadie puede provocar la «tragedia de los bienes comunes»,
en la que los recursos son sobreexplotados, porque nadie tiene un
interés de propietario en su conservación.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 107


Las reglas de propiedad pueden ser complejas, pero permiten
que innumerables personas cooperen pacíficamente a través de
la especialización y el intercambio voluntario. Han evolucionado
precisamente porque hacen posible esa cooperación beneficiosa.
Cuando las personas tienen derechos de propiedad claros y eje-
cutables, es más probable que conserven e inviertan en un recurso
de su propiedad y lo mantengan en uso productivo. Eso obviamente
beneficia al propietario; pero además beneficia a todos los demás.
Significa que los frutos de esa inversión están disponibles para su
intercambio. Ese intercambio, a su vez, promueve la especialización,
la productividad y el reparto de valor. Esto se contrapone con los
países en guerra o anárquicos, en los cuales los agricultores no le
ven sentido a sembrar y cultivar cosechas que serán robadas o
destruidas por ladrones o ejércitos.

LOS ARGUMENTOS A FAVOR DE LA LIBERTAD ECONÓMICA


A diferencia de los enfoques económicos tradicionales, los
liberales clásicos no construyen un modelo completo para explicar
los fenómenos económicos. Para ellos, los fenómenos económicos,
como los precios, son el resultado del complejo ajuste mutuo de
millones de individuos. Pero eso no quiere decir que sea aleatorio e
irracional. Por el contrario, los procesos de mercado contienen mucha
«sabiduría» acumulada durante largos períodos de ensayo y error.

La información personal y dispersa

De hecho, hay más sabiduría y planificación en este arreglo que


en cualquier economía deliberadamente diseñada y planificada,
porque el orden económico libre tiene mucha más información —y
más pertinente— con la cual trabajar.
Todos esos millones de individuos tienen mucho mejor conoci-
miento de sus propias circunstancias locales, de sus propios valores
y de las prioridades de sus clientes y proveedores, que el que podría
llegar a tener algún ente distante de planificación económica.

108 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Los planificadores ni siquiera podrían recopilar esta información.
No solamente es de una escala enorme, dispersa y parcial, sino que
también es personal. Las habilidades, la experiencia, el conocimiento
del mercado, entender los deseos de los clientes; estos son los co-
nocimientos esenciales que impulsan la vida económica, pero que
no se pueden transmitir a los planificadores centrales. ¿Debemos
producir aceite o vino? No es una cuestión de cálculo aritmético. La
única razón por la que realizamos el esfuerzo de producir cosas es
para consumirlas, y lo que la gente quiere consumir depende de sus
necesidades y valores, sentimientos que no se pueden sumar o restar,
que son profundamente subjetivos y que cambian de un momento
a otro, dependiendo de un sinnúmero de factores impredecibles.
Pero el orden económico espontáneo no es intempestivo. Por
el contrario, es el resultado de una planificación ininterrumpida
realizada por millones de individuos, cada uno con su conocimien-
to disperso, parcial y personal para anticiparse a los deseos y las
necesidades de otros y para planificar cómo aplicar recursos para
satisfacer esas necesidades.

Competencia

La libertad económica funciona porque, ante la falta de coerción,


la única manera de promover nuestro propio interés es satisfacer las
necesidades y los intereses de otros. Los liberales clásicos consideran
a la competencia abierta como el motor clave de esto, porque cuando
los consumidores tienen diferentes proveedores y productos para
elegir, los productores están incentivados a atender sus necesidades
de la forma más coste-efectiva que pueden. La competencia real no
es el modelo incruento de los libros de texto, donde hay proveedores,
productos y consumidores «perfectamente» idénticos. Se trata de
un proceso dinámico y humano en el que diversos productores se
esfuerzan por diferenciar sus ofertas para atraer a clientes diversos
con muchas preferencias diferentes.
Estas «imperfecciones» son las que dan a los mercados su dina-
mismo e impulsan la innovación, eficiencia y mejoras. Es la escasez

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 109


y las demandas no satisfechas —reveladas por los aumentos de
precios— que impulsan a los productores a intervenir y satisfa-
cerlas. Son los excedentes los que les señalan a los productores que
los recursos productivos se están desperdiciando. Es la variedad y
diversidad de los bienes que se ofrecen lo que permite satisfacer los
diferentes —e incluso contradictorios— gustos de los consumidores.

Utilidad pública

La economía libre reconcilia a personas con diferentes valores.


Los compradores y vendedores pueden cooperar libremente entre
sí precisamente porque difieren en cómo valoran un bien o servicio
específico. Por medio del dinero incluso podemos comerciar con gente
del otro lado del mundo, cuyos valores, religión, moralidad y visión
del mundo pueden ser completamente diferentes de las nuestras.
Sin duda, la interdependencia económica mundial de pueblos con
visiones tan diversas es la fuerza más poderosa para la paz que ha
existido en la historia de la humanidad.
El interés propio puede ser lo que motiva a los individuos, pero
es a través de la propiedad, la especialización, los mercados y el
intercambio como ese interés propio se aprovecha para el bene-
ficio general. Las cosas se producen de manera más eficiente; los
consumidores se benefician por las presiones hacia mejor calidad
y menores precios; se crean nuevos bienes y se incrementa el valor;
se satisfacen necesidades; se aumentan las opciones; se resalta la
diversidad y la individualidad humana.
E incluso si los individuos son motivados por la filantropía, tienen
el mismo interés en preservar ese mismo sistema, que les permite
maximizar el valor de lo que pueden crear y distribuir a otros.

LOS EFECTOS DESESTABILIZADORES DEL GOBIERNO


La libertad económica es importante para nosotros, y no solo
porque la actividad económica ocupa gran parte de nuestras horas
activas. También es fundamental para nuestras libertades sociales y
políticas. Por ejemplo, la libertad de expresión se ve comprometida si

110 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


los que están en el poder controlan los diarios, la televisión, la radio
y los medios de comunicación en línea. La libertad de asociación
se vería amenazada si las autoridades políticas fueran dueñas de
todas las salas de reuniones. No podríamos disfrutar de los frutos
de nuestro propio trabajo si el Estado gestionara nuestras oficinas
y fábricas. Por lo tanto, los liberales clásicos consideran la libertad
económica y la propiedad privada un bastión esencial contra el
excesivo poder del Estado.
Cuando países como el Reino Unido y los EE.UU. se hicieron ricos,
sus gobiernos eran mucho más pequeños de lo que hoy son. Ahora,
casi todos los países tienen grandes instituciones gubernamenta-
les que necesitan altos impuestos para mantenerlas. Los liberales
clásicos consideran eso un ataque a los derechos de propiedad.
Los impuestos módicos pueden ser ineludibles para establecer las
funciones esenciales del gobierno, como defensa y justicia. Pero los
impuestos altos desincentivan el trabajo y el ahorro, desalientan
el dinamismo creativo de los mercados y desvían los recursos de
usos muy valiosos hacia los elegidos por las autoridades políticas
(a menudo no representativas).
También la regulación puede ser necesaria para mantener la
libertad de los mercados, por ejemplo conservando la libre com-
petencia y contrarrestando la explotación. Pero, nuevamente, al
restringir los contratos comerciales, la regulación puede disminuir
el valor creado por el intercambio voluntario. Y, en cualquier caso,
muchas regulaciones se establecen para servir a intereses políticos
e intereses personales, no a la sociedad en su conjunto.
Los liberales clásicos concluyen que la intervención del gobierno en
la vida económica es por lo general catastrófica. Como los impuestos
son impopulares, los gobiernos toman prestado utilizando dinero
perteneciente a la siguiente generación, sin su consentimiento. Permi-
ten que el valor de su moneda se erosione, para poder pagar su deuda
en moneda devaluada; pero esa inflación desestabiliza el sistema de
precios y ahoga la señal de cambios en los precios relativos entre
del ruido de la subida general precios, lo que hace más difícil para

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 111


la gente ver dónde sus esfuerzos y recursos se aplicarían de forma
más valiosa. También, los gobiernos frecuentemente manipulan las
tasas de cambio y de interés, con la esperanza de estimular auges
económicos: un desafío a las realidades del mercado que invariable-
mente termina en crisis, desempleo y recesión. Los liberales clásicos
preferirían prohibir estas intervenciones perjudiciales.

Salud, educación y bienestar sin el Estado

Los liberales clásicos también se muestran escépticos respecto a


la intervención del gobierno en servicios como la salud, la educación
y el bienestar social —que consumen la mayor parte del presupuesto
de los Gobiernos en los países desarrollados—.
El bienestar social, por ejemplo, tiene como objetivo eliminar la
pobreza, pero casi indiscutiblemente hace lo contrario, modificando
negativamente el equilibrio entre el desempleo (subsidiado) y el
empleo (gravado). La mayoría de los principales pensadores liberales
clásicos argumentan a favor de que el Estado proporcione al menos
alguna mínima ayuda social, pero consideran que ese apoyo se su-
ministra mejor a través de mecanismos de mercado. Por ejemplo,
preferirían que las personas adquieran seguros contra el desempleo,
las enfermedades y la discapacidad, y que las obras de caridad —
revitalizadas por la retirada del Estado— ayuden en los casos de
penuria, o que el Estado pague las primas de aquellos que no pueden
pagar el seguro. Esto, dicen, sería mucho menos antieconómico. Y
crearía más incentivos positivos y menos incentivos perversos que
los actuales sistemas de ayuda social del Estado, que frecuentemente
promueven la dependencia (tanto de los beneficiarios como de los
burócratas estatales que administran los sistemas).
La asistencia sanitaria, a menudo, también es proporcionada por
el gobierno o está muy regulada, lo cual deja a la gente sin posibili-
dad de elegir asegurador o proveedor. Si la competencia funciona
bien en otros mercados, los liberales clásicos preguntan por qué no
debería funcionar también en los hospitales, reduciendo los costes y
aumentando la calidad —donde los pobres, para quienes actualmente

112 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


la salud es inalcanzable o inaccesible, serían los más beneficiados—.
Y los seguros de salud verdaderamente competitivos harían que la
gente tomara conciencia del coste potencial de los estilos de vida
poco saludables, sin necesidad de sermoneos del Estado.
La educación frecuentemente es otro monopolio del Estado,
desplazando a los proveedores alternativos —y de hecho a las ideas
alternativas, lo cual solo puede ser perjudicial en una sociedad
supuestamente libre—. Así que los liberales clásicos argumentan
a favor de la competencia en la educación, lo cual nuevamente
ayudaría más a los pobres, atrapados en escuelas de baja calidad.
Algunos liberales clásicos, como Mill, creen que la educación básica
debe seguir siendo obligatoria, aunque otros insisten en que no es
necesario, ya que la escolarización es una de las principales priorida-
des de los padres para sus hijos; y que las organizaciones benéficas
nuevamente resolverían los casos de penuria.

COMERCIO Y EL PROTECCIONISMO
Los liberales clásicos sostienen que el comercio internacional
debe ser igual de libre que el comercio interno. Eso permite que los
países se especialicen en lo que hacen bien; y permite que los consu-
midores disfruten de bienes de todo el mundo. Históricamente, los
países que se han abierto al comercio, como Hong Kong, han crecido
más rápidamente, y la reciente apertura del comercio con países
como China y la India ha sacado a miles de millones de personas
de la pobreza extrema.
Los liberales clásicos sostienen que el comercio internacional
expande la cooperación internacional, la tolerancia y las ideas. Sin
embargo, demasiadas naciones, motivadas por la política, tratan
de proteger a sus propios productores con cuotas de importación y
aranceles. Esto impide que potenciales importadores se beneficien
de los frutos de su trabajo, y significa menos opciones para los
consumidores, menos especialización, un uso menos eficiente de
los recursos, y una pérdida de valor. También lleva a represalias de
ojo por ojo, a guerras comerciales y tensión internacional. Pero esto

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 113


ocurre solo porque los gobiernos interfieren con demasiada facilidad
en la libre actividad económica.

114 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 115
9
EL LIBERALISMO
CLÁSICO HOY
- EL LIBERALISMO CLÁSICO HOY -

ECLIPSE Y RESURGIMIENTO
La decadencia del liberalismo clásico

El liberalismo clásico floreció en los siglos XVII y XVIII, y le


debemos gran parte del importante periodo de libre comercio y
crecimiento económico del siglo XIX. Pero a finales del siglo XIX
se comenzaban a afianzar otras ideas. La industrialización, uno de
los resultados de la libertad económica, trajo consigo problemas
sociales —trastornos familiares, rápida migración a las ciudades y
mayor percepción de la desigualdad ya que la gente vivía con más
contacto entre sí—.
Para el siglo XX, la sociedad industrial se había convertido en un
campo de reclutamiento para el socialismo, el comunismo y poste-
riormente el nacionalsocialismo, conjuntamente con el militarismo
que acompaña las ideologías centralistas. Pero en lugar de rechazar
el centralismo después de los inevitables conflictos, los vencedores
en la posguerra llegaron a la conclusión de que sus propias estruc-
turas de mando centralizadas podrían ayudarles a «ganar la paz»
de la misma manera que habían «ganado la guerra».
También para entonces existía mayor confianza en nuestros
conocimientos económicos. Los economistas creían que tenían

118 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


el conocimiento y las herramientas para controlar el empleo y la
producción, y que la planificación central resultaría fácilmente
superior a la supuesta «irracionalidad» del mercado.

El consenso se deshilvana

Aunque en ese momento parecía una eternidad, esta idea no


tardó mucho en desacreditarse. Las mejoras en los viajes y las co-
municaciones pusieron en evidencia las deficiencias económicas,
sociales y políticas del bloque comunista. Alemania Occidental
floreció después de la «hoguera de controles» encendida por Ludwig
Erhard una mañana de domingo en 1948 —mientras que Alemania
del Este, al otro lado del infame Muro de Berlín, se volvió cada vez
más sombría—. Lo mismo ocurrió en las dos Coreas una vez que la
península fue partida en un segmento libre y otro comunista. Una
población mundial más educada e ilustrada comienza a considerar
al militarismo no como su protección, sino como una amenaza a su
creciente interdependencia económica.
La política económica de la posguerra también estaba resintién-
dose. Las políticas expansionistas del economista británico John
Maynard Keynes (1883-1946), diseñadas para una época de depresión,
convirtieron el beneficio de la paz en una gran expansión del gobierno
y una enorme inflación, acompañada —inexplicablemente para los
keynesianos— de desempleo y estancamiento.

EL RENACIMIENTO DEL LIBERALISMO CLÁSICO


Para los liberales clásicos, todo esto era muy lógico. Como explicó
Hayek, se reveló la «fatal arrogancia» de que podíamos manipular
el orden espontáneo de la vida social y económica a nuestro antojo.
Aunque confinados al páramo intelectual, los liberales clásicos
se reagruparon para considerar y reflexionar sobre sus ideas y ha-
cerlas pertinentes a la era moderna. La recuperación comenzó en
abril de 1947, cuando Hayek reunió, en las montañas sobre el lago
de Ginebra, a un pequeño grupo de pensadores liberales clásicos

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 119


europeos y norteamericanos en el primer encuentro de lo que se
convertiría en la Sociedad Mont Pelerin. Sus miembros fundarían
think tanks liberales clásicos, como el Institute of Economic Affairs,
del que luego surgirían muchos otros.
Varios miembros, incluido el propio Hayek, ganarían premios
Nobel por sus contribuciones al renacimiento de la economía liberal
clásica: los ganadores del premio Nobel George Stigler (1911-1991),
Milton Friedman (1912-2006) y Gary Becker (1930-2014), por ejemplo,
quienes se convertirían en los protagonistas más destacados del
Chicago School of Economics, con su énfasis en una moneda sana,
un gobierno limitado y la libertad de mercado; mientras que su
compañero de premio James M. Buchanan (1919-2013) lideraría el
ataque del Public Choice School contra la supuesta racionalidad
de la toma de decisiones del gobierno. Para finales del siglo XX, sus
ideas motivaban a los principales gobiernos del mundo.

EL SIGNIFICADO DEL LIBERALISMO CLÁSICO


Una cosa en la que han fracasado los liberales clásicos contem-
poráneos, sin embargo, es en encontrar un buen nombre para sí
mismos. El calificativo «clásico» se remonta a los tiempos de Locke
y Smith: y, si bien sus ideas incluían mucha sabiduría, el mundo ha
cambiado y los liberales clásicos contemporáneos han actualizado su
pensamiento para abordar las situaciones y las discusiones actuales.
Sin embargo, por desgracia para ellos, el simple término «liberal»
ha sido capturado (al menos en Estados Unidos, aunque la confusión
se expande desde allí) por aquellos que defienden los derechos civiles
y la libertad política, pero que desconfían de la libertad económica y
la propiedad privada, y creen que el Estado tiene un papel importante
que desempeñar en corregir los errores del pasado y promover la
igualdad. Los términos «liberal nuevo» y «liberal moderno» también
han sido incorporados.
La palabra «neoliberal» podría haber servido, de no haberse con-
vertido en un simple insulto usado por los críticos del liberalismo
clásico contemporáneo. La palabra se origina entre los promotores

120 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


«ordoliberales» de la economía social de mercado de la Alemania
Occidental de posguerra. Pero, más recientemente, se ha utilizado
para crear una caricatura, en la que los liberales clásicos son presen-
tados como fanáticos económicos inflexibles, sin conciencia social o
consideración hacia los más necesitados, como defensores de todos
los actos de las empresas y que exigen laissez-faire y un Estado
pequeño y mínimo (night-watchman state), si acaso. Un hombre de
paja como ese es muy fácil de atacar, pero, como hemos visto, todo
esto es muy diferente de lo que los liberales clásicos realmente creen.

El espectro liberal clásico

El liberalismo clásico no es una ideología determinada; más


bien, como hemos visto, es una gama de enfoques hacia temas de la
libertad social, económica y política. En un extremo están los anar-
quistas (y algunos libertarios), que no ven absolutamente ninguna
necesidad de tener instituciones del Estado, y en el otro están los
conservadores, que sostienen que el Estado tiene un papel poderoso,
no solo en defensa de los derechos básicos, sino en la preservación
de ciertos valores morales o políticos.
Los liberales clásicos ponen más énfasis que los libertarios en
la cultura, el gobierno representativo y las reglas que sustentan el
orden económico y social espontáneo; sin embargo, están menos
dispuestos que los conservadores a sacrificar libertad por utilidad
social, a pesar de que muchos de ellos destacan la importancia de
la utilidad social.
Pero, una vez más, los diferentes liberales clásicos están moti-
vados por distintos principios centrales. Para algunos, como Fried-
man, la libertad es importante, pero lo que realmente cuenta son
las consecuencias de la libertad; están a favor de la desregulación,
la privatización e impuestos bajos, no solo porque aumentan la li-
bertad, sino por los beneficiosos resultados sociales que producen.
Otros, como Hayek, consideran la libertad de acción, restringida por
ciertas reglas morales y jurídicas, como un fundamento esencial
del orden espontáneo. Sin embargo, otros, como Nozick, insisten

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 121


en que los seres humanos tienen derechos naturales inmutables
que prácticamente casi no dejan ninguna función legítima para el
Estado, excepto la de corregir la injusticia.
Pero, a pesar de sus diversos puntos de vista, los liberales clásicos
están de acuerdo en los principios básicos. Sostienen que el propósito
fundamental del Estado es salvaguardar nuestros derechos a la vida,
la libertad, la propiedad y nuestra búsqueda de la felicidad. Como
esa es una función tan importante, el Estado puede no resultar tan
pequeño; sin embargo, si vamos a proteger nuestras libertades contra
el abuso del poder del Estado, tiene que tener un alcance limitado.
Los liberales clásicos consideran que el intercambio voluntario es
la mejor manera de agregar y repartir valor, liberar nuestro espíritu
creativo y resaltar nuestra diversidad y libre expresión. Tienen una
antipatía al absolutismo en la vida política, económica o social, pero
sostienen que sí necesitamos algunas reglas morales y legales para
preservar el buen funcionamiento de los órdenes sociales y económicos
espontáneos. Ellos consideran que los individuos deben asumir la
responsabilidad de sus acciones: si bien somos libres de ayudar a los
demás y frecuentemente lo hacemos, nadie tiene derecho alguno a
exigir el apoyo de ninguna otra persona. Pero les otorgan a todos los
individuos idéntica condición moral, e igualdad de trato ante la ley.

INTERNACIONALISMO LIBERAL CLÁSICO


Los liberales clásicos son internacionalistas en sus creencias,
y consideran que toda la humanidad comparte los derechos y las
libertades fundamentales. Pero no albergan ninguna idea utópica
de un gobierno mundial, ni incluso de una sociedad civil mundial.
Siendo realistas, aceptan que los ciudadanos están muy ligados a
sus propios Estados nacionales; y buscan solo educarlos y desactivar
los conflictos entre esos Estados. Eso es algo en lo cual los viajes
internacionales y la interdependencia económica pueden ser de
mucha ayuda —difundiendo simultáneamente ideas, oportunidades,
opciones y libertad—.

122 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Los liberales clásicos sostienen que los principios de libertad
que aplican en cualquier nación deben ser equiparados en el nivel
internacional, respecto a los principios como la libertad de comercio,
del capital y la migración a través de las fronteras, y la no discri-
minación de los extranjeros o de sus bienes, servicios y propiedad.
Pero, como dijo el alemán ordoliberal Wilhelm Röpke (1899-1966), el
internacionalismo comienza en casa. Si mantenemos leyes justas,
las libertades y el Estado de derecho dentro de nuestros propios
Estados nacionales, entonces hay al menos cierta posibilidad de
que los mismos principios inspiren nuestras relaciones e institu-
ciones internacionales. Los liberales clásicos no tienen ambiciones
imperialistas para sus ideas: los imperios no son una buena forma
de convencer a las personas, aunque frecuentemente reprimen sus
pensamientos. Los liberales clásicos aceptan la diversidad entre
culturas y países de la misma manera que lo hacen entre las comu-
nidades, familias e individuos.

Responder a grupos antiliberales

Un problema interesante para los liberales clásicos, sin embar-


go, es cómo deben enfrentarse a los grupos y las naciones que son
muy antiliberales. El problema se ha vuelto más urgente. Siempre
han existido fundamentalistas religiosos y políticos que rechazan
toda idea de libertad política, social y económica, y que con gusto
extinguirían nuestras propias libertades si tuvieran el poder para
hacerlo. Pero ahora, con la facilidad para viajar y con las tecnolo-
gías destructivas tan fáciles de obtener, la amenaza potencial se ha
vuelto más peligrosa.
Los liberales clásicos generalmente han favorecido la tolerancia
por sobre la intervención, que consideran en conflicto con los de-
rechos de autodeterminación de las personas. Pero si otros grupos
o Estados han fijado como su objetivo la destrucción en sí de la
libertad y la tolerancia, la pregunta es ¿cuánta intolerancia pueden
soportar los liberales clásicos? Mill, en el siglo XIX, argumentó que
teníamos todo el derecho a intervenir en los Estados «bárbaros»,

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 123


pero no en los «civilizados», ya que solo los Estados «civilizados»
estaban al mismo nivel moral que nosotros; y, en cualquier caso,
era poco probable que el intervenir en los asuntos de los Estados
«civilizados» los cambiara. Mucho más recientemente, John Rawls
utilizó un argumento similar: podemos tolerar Estados «decentes»,
pero no Estados «fuera de la ley».
Normalmente los liberales clásicos sostienen una gama de
perspectivas sobre estos temas, y algunos liberales acentúan la
autodeterminación, la solidez de las sociedades libres contra las agre-
siones iliberales, y el coste inútil de tratar de cambiar las creencias
religiosas de la gente; otros argumentan que debemos intervenir
en defensa propia. La segunda estrategia genera otro interrogante,
¿cómo identificar cuándo un grupo o nación es verdaderamente
antiliberal y qué grado de amenaza representa? China, por ejemplo,
no tiene libertad política y disfruta de poca libertad social, pero sí
tiene un nivel apreciable de libertad económica; su poder económico
y militar pone nerviosos a muchos. ¿Eso la hace una amenaza para
las naciones liberales clásicas?

El antiliberalismo en casa

Problemas similares surgen sobre el tema de cómo hacer frente


a los grupos antiliberales dentro del país. A los liberales clásicos les
preocupa que el intervenir (por ejemplo, la prohibición de determina-
dos grupos religiosos o políticos) contradiga sus propios principios
fundamentales, y menoscabe la autonomía y la libre expresión de
otra gente. La mayoría de las veces están dispuestos a tolerar los
grupos religiosos y políticos, aunque en algunos casos (el surgir
del nacionalsocialismo en Alemania, por ejemplo) pueden llegar a
arrepentirse de haberlo hecho.
Por otro lado, muchos liberales clásicos considerarían correcto
intervenir para evitar que a las niñas se les niegue la educación, por
ejemplo, o para evitar la mutilación genital femenina y los matrimo-
nios forzados. Estos casos se consideran violaciones de los derechos
y las libertades de que gozan todos los seres humanos.

124 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Los liberales clásicos no tienen una respuesta prescriptiva a esas
preguntas. Pero, en general, consideran que la acción del Estado
debe limitarse a lo mínimo. Algunos opinan que vivimos en una era
pluralista y somos lo suficientemente maduros como para tolerar
diferentes conductas y costumbres; por lo tanto la intervención
generalmente no se justifica a menos que haya alguna abrumado-
ra razón «pública» para ello. Otros hacen hincapié que en el largo
plazo, la persuasión y el debate son más eficaces para cambiar las
mentalidades. Una ley contra la mutilación genital femenina, por
ejemplo, probablemente sea menos eficaz para terminar con esta
práctica que lograr que las mujeres que han sido sometidas a esa
práctica sean libres de decidir no infligírsela a sus propias hijas. Esa
es la libertad que la ley debiera defender.
Una vez más, ¿qué harían los liberales clásicos si los grupos anti-
liberales se encontraran en auge y utilizaran su poder político para
despojar a la gente de sus derechos y libertades? Para algunos, como
Paine, eso sería suficiente justificación para rebelarse y derrocar a
ese gobierno. Pero, siendo realistas, los liberales clásicos saben que
las cosas tendrían que llegar a un Estado calamitoso antes de que
algo así sucediera.

LA VISIÓN LIBERAL CLÁSICA


Los liberales clásicos no se hacen ilusiones sobre el mundo. Los
seres humanos no son perfectos; su mundo no se puede explicar por
puros principios, ni se puede gestionar por medio de simples ecuacio-
nes. Los eventos son generalmente el resultado impredecible de las
acciones, pero no siempre de las intenciones de los seres humanos,
que a menudo no son racionales y están lejos de ser benefactores.
Nuestra mejor política es admitir todo esto, y aprovechar la flaqueza
humana en formas que promuevan el beneficio humano, como los
mercados libres.
El liberalismo clásico es, como vimos al principio, una idea huma-
nista. Acepta a la gente como los seres humanos heterogéneos que
son. Busca maximizar el espacio y la oportunidad que tienen para

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 125


perseguir sus diferentes objetivos. También busca formas en que los
ciudadanos de un mundo tan diverso puedan cooperar juntos en paz.
Los liberales clásicos quieren un mundo en paz, con un mínimo de
coerción (y que sea ejercida solo por gobiernos legítimos y represen-
tativos). Quieren que el mundo disfrute de la prosperidad generada
por el intercambio voluntario dentro de un orden económico libre,
y quieren sistemas jurídicos que protejan los derechos de todos los
seres humanos y les permitan ajustarse en forma cooperativa a las
ambiciones de cada uno.
Los liberales clásicos quieren límites al poder porque consideran
que el poder de los gobiernos es una causa de conflicto internacional y
de represión interna. Exigen un Estado de derecho que limite el poder
arbitrario y haga que nuestros gobernantes estén sujetos a las mismas
leyes que los demás. Apoyan la libertad de todos a pensar, hablar, tra-
bajar y perseguir sus propios objetivos, siempre que no perjudiquen a
otros en el proceso, y ponen énfasis en la importancia de un sistema
de justicia independiente para mantener ese orden. Apoyan la libertad
de las personas para perseguir sus propios fines a su manera, aunque
sean autodestructivos, y no quieren que nadie tenga que pedir permiso
a alguna autoridad antes de hacer algo. Y, fundamentalmente, quieren
establecer una esfera personal, donde las autoridades políticas no tengan
ningún derecho en absoluto a interferir con nosotros.
Los liberales clásicos confían en el orden económico libre. Sostienen
que su expansión gradual en todo el mundo ha traído consigo mejor
educación, mayor esperanza de vida, mayor longevidad, la ausencia
de enfermedades y mayor oportunidad, sobre todo para los más
pobres. Esto comenzó a suceder mucho antes de que el socialismo y
el intervencionismo se generalizaran, y ahora se está extendiendo a
países con regiones más pobres que finalmente se están abriendo a
las ideas de mercado y al comercio internacional, lo que permite que
la gente de todo el mundo venda los frutos de su trabajo en merca-
dos distantes, aumentando la especialización y la eficiencia de los
productores en los diferentes países, creando y distribuyendo valor.
Con el sistema de precios que impulsa a la gente a cumplir deseos

126 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


y necesidades sin cubrir, los liberales clásicos consideran que no
hay límites lógicos para el crecimiento económico y la prosperidad
humana. La innovación, los avances y los esfuerzos de cada persona
por mejorar su condición se mantendrán tan uniformes, constantes
e ininterrumpidos como lo permitan los legisladores y reguladores.

¿Un mundo liberal clásico?

¿Ya estamos viviendo en un mundo así? Difícilmente: en una


época compleja, incierta, volátil y diversa, y muchas personas to-
davía buscan que los gobiernos les brinden protección y seguridad
económica. Y, a medida que crecen los gobiernos, el problema de
la elección pública aumenta aún más. Cuantos más recursos sean
controlados por los gobiernos, más provechoso es para los grupos
de interés exigir favores y más esencial para los políticos aplacarlos.
Los países pueden haber reconocido, por fin, los fracasos de
la propiedad pública y haber privatizado sus empresas estatales;
pero la propiedad estatal ha sido reemplazada por una creciente
regulación. Los políticos pueden ya no ser patricios, pero no por
eso son menos condescendientes, al aprobar leyes sobre nuestra
forma de vida para supuestamente salvarnos de nosotros mismos.
Los liberales clásicos aún no han logrado hacer entender a las
personas que están en el poder los límites de su legítima autoridad;
y, de todos modos, ¿por qué los poderosos se van a querer limitar?
Pero no hay duda de que el apoyo a la libertad económica, política y
social se está extendiendo por todo el mundo, gracias en gran medida
a las mejoras en los viajes, la educación y las comunicaciones. El
liberalismo clásico aún puede utilizar la herencia de Locke, pero una
de sus ventajas es que no trata de meter con calzador algún modelo
caducado en la humanidad; más bien apunta a liberar el optimismo
infinito y la enorme adaptabilidad del mundo.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 127


10.
PENSADORES CLAVE
DEL LIBERALISMO CLÁSICO
- PENSADORES CLAVE DEL LIBERALISMO CLÁSICO -

»» John Locke (1632-1704), filósofo inglés

Muchos consideran a Locke el fundador del liberalismo clásico.


Después de su exilio en Francia debido a su antagonismo hacia la
monarquía de los Estuardo, escribió Two Treatises of Civil Gover-
nment (1690) (Dos Tratados Sobre el gobierno Civil), justificando el
derrocamiento de Jacobo II, despreciando el «derecho divino» de
los reyes y afirmando que el gobierno legítimo se basa en un con-
trato con la gente, no en la «fuerza y la violencia». En estado natural,
especuló, la gente tiene todo el derecho a preservar su propia vida,
salud y propiedad —que adquiere «mezclando su trabajo» con recursos
naturales— contra la incursión de otros. Para proteger pacíficamente
estos derechos naturales, acuerda formar gobiernos a los que la misma
gente faculta para ser resguardada por ellos. Por lo tanto, el gobierno
obtiene su legitimidad del consentimiento de los gobernados; si no
protege sus derechos, se justifica derrocarlo. Estas ideas tuvieron gran
influencia en la revolución americana y la francesa, y en pensadores
constitucionales como Thomas Jefferson (1743-1826).

»» Bernard Mandeville (1670-1733), escritor satírico anglo-holandés

El poema satírico de Mandeville The Grumbling Hive (La colmena


refunfuñona, 1705), publicado después como The Fable of the Bees

130 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


(La fábula de las abejas, 1714), impactó a los lectores al sugerir que el
interés propio impulsa la industria, el comercio, la prosperidad y la
armonía social. En su colmena imaginaria, las abejas están interesadas
solamente en sí mismas, pero al satisfacer sus deseos crean empleo
para otras, y cuando gastan, netamente para su propia gratificación,
involuntariamente enriquecen a otros y reparten riqueza a través
de la comunidad. Este concepto de un orden económico espontáneo
basado en el interés propio sustenta el modelo de «mano invisible»
de Adam Smith (1723-1790), que más tarde fue desarrollado por
Friedrich Hayek (1899-1992).

»» Voltaire [François-Marie Arouet] (1694-1778), escritor francés

Exiliado de Francia por leyes aristocráticas, Voltaire viajo a


Inglaterra y fue cautivado por sus libertades civiles, su gobierno
constitucional y su pensamiento liberal clásico. Decidió dedicar su
vida a la promoción de las libertades básicas, la tolerancia, la liber-
tad de expresión y el libre comercio. Sus Philosophical Letters on
the English (Cartas filosóficas, 1734) criticaron el antiliberalismo de
Francia; instó al derrocamiento de los poderes aristocráticos y criticó
la intolerancia de la Iglesia. A pesar de estar preso en la Bastilla,
continuó manifestándose en contra de la represión generalizada
existente en la Europa continental.

»» Adam Ferguson (1723-1816), teórico social escocés

Ferguson sostuvo que, al ir en busca de su propia felicidad, las


personas producen un mundo de diversidad creativa, de eficiencia
en la forma de la división del trabajo y de innovación, que impulsa
el progreso. Explicó la naturaleza espontánea de las instituciones
sociales, diciendo: «Las naciones se encuentran con creaciones que
son verdaderamente el resultado de la acción humana, pero no de
la ejecución de algún diseño humano». Estas ideas inspiraron a su
contemporáneo Adam Smith (1723-1790).

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 131


»» Adam Smith (1723-1790), filósofo y economista escocés

Adam Smith menciona solo una vez la «mano invisible» en The Wealth
of Nations (La Riqueza de las Naciones, 1776), pero esta poderosa idea
se percibe por toda la obra. Como había observado su contemporáneo
Adam Ferguson (1723-1816), las instituciones humanas pueden crecer sin
que nadie se lo proponga. Smith no consideraba a la gente naturalmen-
te egoísta o poco servicial, ya que le gusta que otros tengan un buen
concepto de ella; pero la gente sí que es interesada, con un fuerte (pero
legítimo) interés en su propio beneficio. Si no existe la coerción, solo
pueden lograr ese interés propio sirviendo a los intereses de otros; por
lo tanto, al ayudarse a sí misma, ayuda a otros también. Ese intercambio
voluntario, demostró Smith, crea valor para ambas partes; de otra forma
no comerciarían. Hizo hincapié en la especialización y la división del
trabajo, hechos posibles por el proceso de intercambio, como uno de los
principales impulsores de la eficiencia y la prosperidad, tanto dentro
de las naciones como entre ellas; sus influyentes argumentos ayudaron
a crear el gran periodo de libre comercio del siglo XIX. Desconfiaba del
capitalismo de amigos (crony capitalism) y de los gobiernos grandes.
En su opinión, el «hombre-sistema» (o planificador social) no podría de
ninguna manera controlar las diversas motivaciones de la humanidad,
y el «obvio y simple sistema de la libertad natural» es un cimiento más
permanente para la sociedad.

»» Thomas Jefferson (1743-1826), líder revolucionario norteamericano

Jefferson creía que Dios nos había dado a todos derechos naturales
e «inalienables», incluyendo «la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad». Pensaba que la gente era naturalmente libre para actuar
como quisiera, siempre que no infrinjiera la misma libertad de otros.
Influenciado por las ideas de John Locke (1632-1704), sostuvo que la
legitimidad del gobierno se basaba en un contrato entre el pueblo y sus
representantes elegidos. Desconfiaba de las grandes concentraciones
de poder, ya sea en el gobierno o en los negocios. Se opuso firmemente
a la intolerancia religiosa, al igual que al absolutismo político.

132 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


»» Frédéric Bastiat (1801-1850), teórico político francés

Con el comercio restringido por el «Sistema Continental» de


Napoleón, Bastiat abogó por la libertad individual y el libre mercado.
Consideraba al gobierno como poco confiable, ineficiente y fácilmente
capturado por intereses de los productores, convirtiéndolo en «la
gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir
a expensas de todos los demás». Satirizó fenomenalmente al pro-
teccionismo con una parodia de petición de los fabricantes de velas,
exigiéndole al gobierno que tomara medidas ante la competencia del
sol, a la que se enfrentaban. Los gobiernos, a su juicio, existían para
defender la libertad y la propiedad —derechos que los preceden—.
Anticipándose a los economistas de la escuela austriaca, como F.A.
Hayek (1899-1992), Bastiat argumentaba que los mercados, impulsados
por el interés propio, coordinaban la actividad económica y dirigían
los recursos hacia sus usos más valiosos.

»» Richard Cobden (1804-1865), fabricante y político inglés

Junto con John Bright (1811-1889), Cobden era el líder de la Escuela


de Manchester que —siguiendo a Adam Smith (1723-1790)— sostenía
que el libre comercio pondría los bienes esenciales al alcance de
todos y crearía una sociedad más equitativa. En 1838, sus miembros
fundaron la Anti-Corn-Law League (liga contra las leyes de cereales),
instando (con éxito) la abolición de los aranceles proteccionistas
contra las importaciones de trigo, que elevaban el precio del pan y
con frecuencia causaban escasez. También hicieron campaña para
un mejor entendimiento y paz entre las naciones, que según ellos
serían fomentados por el libre comercio. Como estadista, Cobden
ayudó a incrementar el comercio entre Gran Bretaña y Francia.

»» John Stuart Mill (1806-1873), filósofo y reformador inglés

On Liberty (Sobre la Libertad, 1859) de Mill es considerado como


un texto libertario clásico, aunque su defensa de la libertad se
basa en sus resultados benéficos, no en la teoría abstracta de los

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 133


derechos naturales. Si bien fue un crítico de los gobiernos grandes,
igualmente abogó por la participación del Estado en muchos frentes,
no solamente en su función de proteger la libertad. Siguiendo a su
mentor utilitarista Jeremy Bentham (1748-1832), Mill pensaba que
lo bueno era lo que producía la mayor felicidad para el mayor nú-
mero de gente, aunque también creía que los placeres más elevados
tenían una mayor jerarquía que los inferiores. Las personas deben
tener libertad para tratar de cumplir sus propios deseos, siempre y
cuando no perjudiquen a otros en el proceso. El único uso legítimo
del poder del gobierno era prevenir el daño físico o su amenaza, y
nuestra mera desaprobación de las acciones de otros, o su «propio
bien, físico o moral», no es suficiente justificación para impedirlos.
Mill abogó fuertemente por la libertad de expresión, diciendo que
las opiniones censuradas pueden ser correctas, y aunque sean
equivocadas resultan un desafío útil a las opiniones predominantes.

»» Herbert Spencer (1820-1903), antropólogo y filósofo inglés

Spencer quiso aplicar la teoría de la evolución a los asuntos


sociales y políticos. Él consideraba que las comunidades humanas,
originalmente simples y militaristas, se habían convertido en so-
ciedades industriales complejas, que se extendieron debido a su
mayor estabilidad y prosperidad. A pesar de ser calificado como
«darwinismo social», consideraba que los seres humanos se estaban
convirtiendo en criaturas más benignas. Abogó por «la libertad de
cada uno, limitada por la misma libertad de todos», y por un gobier-
no pequeño, el laissez faire y la libertad de contrato, oponiéndose
a la regulación del intercambio y el comercio. Consideraba que la
libertad promueve la diversidad y la innovación, lo que permitiría a
las sociedades evolucionar más rápidamente y con más beneficios.

»» Friedrich A. Hayek (1899-1992), teórico político anglo-austriaco

Las obras sobre economía de Hayek en la década de 1930, investiga-


das conjuntamente con su mentor Ludwig von Mises, mostraron cómo

134 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


los ciclos de auge y recesión económica surgían de la manipulación
inepta del crédito por parte del gobierno; y se convirtió en el principal
crítico del colectivismo, la planificación central y el intervencionismo
expansionista de John Maynard Keynes (1883-1946), con el argumento
de que esto último llevaría a la inflación y la dislocación económica.
La Segunda Guerra Mundial lo llevó a interesarse por la ciencia
política, y en su éxito de ventas The Road to Serfdom (Camino de
servidumbre, 1944) rastreó las raíces del totalitarismo, argumentando
que la planificación central, siendo contraproducente, requiere cada
vez más coerción para mantenerse. En The Constitution of Liberty
(Constitución de la libertad, 1960) estableció ideas para un orden
social y económico libre. Actualizó la idea liberal clásica de órdenes
sociales espontáneos y autorregulados, mostrando la forma en que
surgen del comportamiento normal (o de «reglas») que cumplen los
individuos. Sostuvo que estos órdenes, aunque no planificados, podían
procesar una enorme cantidad de conocimiento que está en poder
de los individuos, pero disperso, y es parcial, personal y a menudo
efímero; mucho más conocimiento del que podría procesar cualquier
organismo de planificación, incluso si fuese posible acceder a él. En
The Fatal Conceit (La fatal arrogancia, 1988) argumenta que es una
falsa ilusión imaginar que podríamos configurar esos órdenes tan
complejos utilizando las herramientas de las ciencias físicas, y que
cualquier intento consciente de rediseñarlas las desestabilizarían
y causaría un desastre social y económico. Hayek también fundó la
Sociedad Mont Pelerin, que se ha convertido en un poderoso foro
internacional para el pensamiento liberal clásico.

»» Ayn Rand (1905- 1982), novelista y moralista ruso-estadounidense

Expresado principalmente a través de sus novelas, Rand propug-


naba un individualismo radical, en el extremo libertario del espectro
liberal clásico. Ella consideraba la vida y la autorrealización como la
norma moral. La razón que sustenta eso debe guiar todas nuestras
acciones, y la gente debe centrarse en su interés propio racional a
largo plazo. Los individuos tienen derecho a los frutos de sus accio-

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 135


nes; nada les puede ser quitado por la fuerza, lo que para la mente
racional es aborrecible. Pero entre los individuos racionales con
intereses propios no habría, de hecho, ningún conflicto, ni necesidad
de autorrenuncia, porque la gente vería el valor, para ella misma, de
respetar los derechos de otros. Si hay una función para el gobierno,
y para las regulaciones de las actividades del mercado, es solo para
proteger estos derechos.

»» Isaiah Berlin (1909-97), filósofo letón-británico

Berlin fue el principal defensor filosófico del pluralismo y la


tolerancia del siglo XX. Ningún modelo único, argumentaba, podría
encapsular la enorme diversidad y dinamismo de las ideas, los valores
y la historia humana. No existía un principio moral único y verda-
dero, ninguna norma establecida por la cual se podría juzgar una
acción: la vida era un constante transigir entre valores diferentes y
a menudo contradictorios, como la libertad y la igualdad. También
diferenció dos tipos de libertad: la libertad negativa, ejemplificada
en la obra de John Stuart Mill (1806-1873), sostenía el derecho de la
gente a actuar sin restricciones. La libertad positiva sostenía que la
gente no podía ser libre a menos que pudiera forjar su propio destino
y lograr su autorrealización. Si bien ambos conceptos tenían méri-
to, Berlín temía que la idea de la libertad positiva estuviera siendo
utilizada por ideólogos para minar, no complementar, la libertad
negativa, que seguía siendo la piedra angular del liberalismo clásico.

»» Milton Friedman (1912-2006), economista estadounidense

En su obra Studies in the Quantity Theory of Money (1956)


(Estudios sobre la teoría cuantitativa del dinero) Friedman revivió
la idea de que el gobierno tiene el deber de mantener estable el
valor de la moneda. Sostuvo que los gobiernos que tratan de crear
empleo permitiendo que aumente la inflación causan más infla-
ción y desempleo. La inflación es como una droga. Da un impulso
de corto plazo, pero genera problemas a largo plazo. Por lo tanto,

136 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


luchó por una «regla monetaria» para evitar la inflación y terminar
con el déficit fiscal. Con su esposa, Rose D. Friedman (1910-2009),
escribió el éxito de ventas Capitalism and Freedom (Capitalismo y
Libertad, 1962), en el que argumentaba a favor de las ideas, que en
aquel entonces eran radicales, del libre mercado, tasas de cambio
flotantes, un impuesto de la renta negativo, vales de educación y la
privatización de las pensiones estatales. Consideraba que las únicas
personas que se benefician de la regulación de las profesiones por
parte del Estado eran los mismos profesionales, no sus clientes. Se
opuso a la criminalización de las drogas, diciendo que ese tipo de
regulación de estilo de vida menoscababa la libertad individual. Su
libro y serie de TV Free to Choose (Libre para Elegir, 1980) difundieron
sus argumentos a un público aún más amplio. En el libro escribió:
«Confiar en la libertad de las personas para controlar su propias
vidas de acuerdo con sus propios valores es la manera más segura
de realizar todo el potencial de una gran sociedad».

»» James M. Buchanan (1919-2013), economista estadounidense

James Buchanan y Gordon Tullock (1922-2014) fueron las figuras


destacadas de la Public Choice School (Escuela de la Elección Pública)
y coautores de The Calculus of Consent (El cálculo del consenso,
1962). Pusieron en duda la racionalidad de las decisiones democrá-
ticas, señalando que todos los intereses de determinados votantes,
grupos de interés, políticos y funcionarios distorsionan el proceso.
Mientras que los economistas del «bienestar» apuntaban a los fallos
del mercado, la realidad era que también existían fallos del gobierno.
Una particular preocupación fue la capacidad de las mayorías —o
incluso coaliciones de pequeños grupos de interés— de utilizar el
poder del Estado para explotar a las minorías, por ejemplo gravando
con impuestos a determinados grupos de personas. Buchanan con-
sideraba que la mejor manera de contrarrestar esto era por medio de
un acuerdo constitucional que estableciera las reglas por las cuales
se tomarían las decisiones políticas posteriores. Idealmente, esas
reglas constitucionales deberían decidirse por unanimidad para

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 137


que nadie quede expuesto, en posteriores decisiones sobre leyes y
regulaciones, a la tiranía de la mayoría.

»» Robert Nozick (1938-2002), filósofo estadounidense

La obra Anarchy, State, and Utopia (Anarquía, Estado y utopía,


1974) de Nozick presentó una minuciosa y profunda defensa moral
de la libertad. Comienza con el «imperativo categórico» de Immanuel
Kant (1724-1804) —debemos tratar a los demás como fines en sí mismos,
no como medios para nuestros fines; y por lo tanto debemos actuar
solo de formas que estamos dispuestos a convertir en un principio
universal—. Los seres humanos, afirmó Nozick, son dueños de sus
propios cuerpos, talentos y trabajo, de los cuales nadie tiene el dere-
cho de apropiarse por la fuerza. Los impuestos redistributivos son
por lo tanto injustificables. En cualquier caso, la riqueza no existe
para ser repartida «equitativamente»; se tiene que crear a través del
talento, el espíritu emprendedor y el esfuerzo de los individuos. Si
la riqueza se adquiere y transfiere de manera justa, sin coerción, la
distribución resultante de la riqueza entre individuos también debe
ser justa, a pesar de que será desigual. La función del Estado pasa
exclusivamente por proteger a los individuos contra la fuerza, el
robo, el fraude e incumplimiento de contrato. Eso deja a las personas
libres para perseguir sus diferentes metas y ambiciones propias.
Ese Estado pequeño y mínimo (night-watchman state) no condu-
ciría a la anarquía, como muchos temían después de la Revolución
Francesa, porque la gente se uniría privadamente para proteger sus
derechos, por ejemplo, mediante la creación de organismos privados
de resolución de conflictos.

138 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 139
11.
CITAS LIBERALES
CLÁSICAS
- CITAS LIBERALES CLÁSICAS -

CARTA MAGNA
A todos los hombres libres de nuestro reino hemos otorgado asimis-
mo, para Nos y para nuestros herederos a título perpetuo, todas las
libertades que a continuación se enuncian, para que las tengan y
posean de Nos y de nuestros herederos para ellos y los suyos… No
se podrá exigir ninguna gabela [impuesto] ni ayuda en nuestro reino
sin el consentimiento general de nuestro reino… Ningún hombre
libre podrá ser detenido o/y encarcelado o privado de sus derechos
o de sus bienes, ni puesto fuera de la ley ni desterrado o privado de
su rango de cualquier otra forma, ni usaremos de la fuerza contra
él ni enviaremos a otros que lo hagan, sino en virtud de sentencia
judicial de sus pares o [y] con arreglo a la ley del reino… Todos los
mercaderes podrán entrar en Inglaterra y salir de ella sin sufrir
daño y sin temor, y podrán permanecer en el reino y viajar dentro
de él, por vía terrestre o acuática, para comprar y vender según las
costumbres antiguas y legales, libres de toda exacción ilegal…
× Rey Juan de Inglaterra (1166-1216) (bajo apremio) ×

142 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


LOS DERECHOS NATURALES
El derecho de la naturaleza… es la libertad que todo hombre tiene de
usar su propio poder como desee, para la preservación de su propia
naturaleza, es decir, de su propia vida.
× Thomas Hobbes (1588-1679), Leviatán ×

El estado de naturaleza tiene una ley de la naturaleza para gobernarlo,


que obliga a cada uno: y la razón, que es esa ley, enseña a toda la hu-
manidad, al que la consulte, que siendo todos iguales e independientes,
nadie debe dañar a la vida de otro, su salud, libertad o posesiones.
× John Locke (1632-1704), Dos tratados sobre el gobierno civil ×

Mantenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas, que


todos los hombres han sido creados iguales, que su Creador los ha
dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentran
la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad.
× Thomas Jefferson (1743-1826), Declaración de Independencia de
Estados Unidos ×

La vida, la libertad y la propiedad no existen porque el hombre


haya hecho leyes. Por el contrario, ha sido el hecho de que la vida, la
libertad y la propiedad existiesen de antemano lo que ha dado lugar
a que en primer lugar los hombres hayan hecho leyes.
× Frédéric Bastiat (1801-1850), La ley ×

Los individuos tienen derechos y hay cosas que ninguna persona o


grupo puede hacerles (sin violar sus derechos). Tan fuertes y de largo
alcance son estos derechos que suscitan la cuestión de qué pueden
hacer el Estado y sus funcionarios, si es que pueden hacer algo.
× Robert Nozick (1938-2002), Anarquía, Estado y Utopía ×

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 143


GOBIERNO LIMITADO
Es la mayor impertinencia y presunción… en reyes y ministros,
pretender vigilar la economía de las personas privadas y restringir
sus gastos… Ellos mismos son, siempre, y sin ninguna excepción,
los mayores derrochadores de la sociedad. Que consideren bien sus
gastos y que confíen a las personas privadas los suyos. Si su propia
extravagancia no arruina al Estado, no lo hará la de sus súbditos.
× Adam Smith (1723-1790), La riqueza de las naciones ×

Los poderes del gobierno se encuentran necesariamente en al-


gunas manos; aquellos a los que se los han encomendado tienen
infinitas tentaciones de abusar de ellos y no cesarán de hacerlo si
no se les impide.
× James Mill (1773-1836), «El Estado de la nación», en The London Review ×

El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente


× Lord Acton (1834-1902), Carta al obispo Creighton ×

¿Cómo podemos evitar que el gobierno que creemos se convierta


en un Frankenstein que destruya la libertad misma para cuya pro-
tección lo establecimos? La libertad es una rara y delicada planta…
El gobierno es necesario para preservar nuestra libertad, es un
instrumento a través del que podemos ejercer nuestra libertad,
pero concentrando el poder en manos políticas es también una
amenaza a la libertad. Aunque los hombres que ejercen este poder
tengan inicialmente buena voluntad… el poder atraerá y formará a
hombres de otra naturaleza.
× Milton Friedman (1912-2006) con Rose D. Friedman (1910-2009),
Capitalismo y libertad ×

Para el hombre libre, el país es la colección de individuos que lo


componen, no algo sobre y por encima de ellos. Está orgulloso
de una herencia común y es leal a las tradiciones comunes, pero
considera al gobierno como un medio y un instrumento, y no como

144 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


un otorgante de favores y regalos, ni un amo o dios al que haya que
adorar y servir ciegamente.
× Milton Friedman (1912-2006) con Rose D. Friedman (1910-2009),
Capitalismo y libertad ×

EL ORDEN ESPONTÁNEO…
Cada paso y cada movimiento de la multitud, incluso en lo que se ha
denominado las eras ilustradas, se hacen con la misma ceguera hacia
el futuro; y las naciones tropiezan con las instituciones, que son en
realidad el resultado de la acción humana, pero no la ejecución de
designio humano alguno.
× Adam Ferguson (1723-1816), Ensayo sobre la historia de la sociedad
civil ×

[Los ricos] consumen poco más que los pobres, y a pesar de su natural
egoísmo y rapacidad… dividen con los pobres el producto de todas
sus mejoras. Son conducidos por una mano invisible para hacer
aproximadamente la misma distribución de todos los productos
de primera necesidad, que se habrían hecho si se hubiese dividido
la tierra en porciones iguales entre todos sus habitantes, y así sin
pretenderlo, sin saberlo, fomentan el interés de la sociedad y pro-
porcionan los medios para la reproducción de la especie.
× Adam Smith (1723-1790), La teoría de los sentimientos morales ×

…ORIENTACIÓN BENIGNA…
Por ello ha dicho un sabio: “No haré nada (de propósito), y la gente se
transformará por sí misma; me gusta quedarme callado, y la gente
por sí misma hará lo correcto. No me esforzaré en ello, y la gente se
hará rica por sí misma: no manifestaré ninguna ambición, y la gente
por sí misma alcanzará la simplicidad primitiva”.
× Lao Tzu (c. 600 AC) ×

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 145


El liberalismo… restringe el control deliberado del orden global de la
sociedad a la imposición de las reglas generales que son necesarias para
la formación de un orden espontáneo, cuyos detalles no podemos prever.
× F.A. Hayek (1899-1992), Normas y orden ×

…VERSUS PLANIFICACIÓN Y CONTROLES...


El hombre de sistema… es apto para ser muy sabio en su propia pre-
sunción; y a menudo está tan enamorado de la supuesta belleza de
su propio plan ideal de gobierno, que no puede sufrir la menor des-
viación de parte alguna de él… Parece imaginar que puede organizar
a los diferentes miembros de una gran sociedad con tanta facilidad
como la mano organiza las diferentes piezas en un tablero de aje-
drez. No considera que en el gran tablero de ajedrez de la sociedad
humana, toda pieza tiene un principio de movimiento por sí misma,
completamente diferente de lo que la legislación pueda imprimirle.
× Adam Smith (1723-1790), La teoría de los sentimientos morales ×

[Sin restricciones comerciales] el obvio y simple sistema de la libertad


natural se establece por sí mismo. A todo hombre… se le deja per-
fectamente libre para perseguir su propio interés a su manera… Se
libera completamente al soberano de un deber [para el que] ninguna
sabiduría o conocimiento humanos podría nunca ser suficiente; el
deber de supervisar la industria de la gente privada, y de dirigirla
hacia los empleos más apropiados para el interés de la sociedad.
× Adam Smith (1723-1790), La riqueza de las naciones ×

Esto no es una discusión acerca de si se debe realizar la planifica-


ción o no, sino de si se debe hacer de forma centralizada por una
autoridad para todo el sistema económico, o debe ser dividida entre
muchos individuos.
× F.A. Hayek (1899-1992), «El uso del conocimiento en la sociedad» ×

146 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Antes de que podamos tratar de remodelar de forma inteligente la
sociedad, tenemos que entender su funcionamiento; debemos darnos
cuenta de que, incluso cuando creemos que la entendemos, podemos
estar equivocados. Lo que tenemos que aprender a entender es que
la civilización humana tiene una vida propia, que todos nuestros
esfuerzos para mejorar las cosas tienen que operar dentro de un
conjunto que funcione y que no podemos controlar por entero; y
que solo podemos esperar facilitar y ayudar al funcionamiento de
sus fuerzas en la medida en la que podamos entenderlas.
× F.A. Hayek (1899-1992), La constitución de la libertad ×

LA JUSTICIA Y EL ESTADO DE DERECHO


Lo que no es justo no es Derecho y no hay que obedecer a lo que
no es Derecho.
× Algernon Sidney (1623-1683), Discursos acerca del gobierno ×

Dondequiera que termine el derecho, comienza la tiranía, si se


transgrede la ley haciendo daño a otro; y cualquier autoridad que
vaya más allá del poder que le haya dado el derecho y haga uso de
la fuerza que esté bajo su mando… cesa ahí de ser un magistrado;
y puesto que actúa sin autoridad, se puede oponerse a él, como a
cualquier otro hombre que invade por la fuerza el derecho de otro.
× John Locke (1632-1704), Dos tratados sobre el gobierno civil ×

La libertad política del sujeto es una paz de la mente que surge de


la opinión que cada persona tiene acerca de su seguridad… Cuando
los poderes legislativo y ejecutivo están unidos en la misma persona
o en el mismo organismo de magistrados, no puede haber libertad,
porque podrían surgir temores de que el mismo monarca o senado
promulgue leyes tiránicas para ejecutarlas de forma tiránica.
× Montesquieu (1689-1755), El espíritu de las leyes ×

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 147


Es de gran importancia para el público la conservación de su libertad
personal, ya que una vez que se dejase en poder de cualquiera de los
más altos magistrados encarcelar arbitrariamente a quienquiera él
o sus oficiales considerasen conveniente, (como hace diariamente
la corona en Francia), pronto darían fin todos los demás derechos
e inmunidades.
× Sir William Blackstone (1723-1780), Comentarios sobre las leyes
de Inglaterra ×

Si se suprime [la justicia], el gran, el inmenso tejido de la sociedad


humana, ese tejido que, si puedo decirlo así, cuyo cultivo y fomento
parece tener en este mundo el peculiar y predilecto cuidado de la
naturaleza, tendría al instante que colapsar en mil pedazos.
× Adam Smith (1723-1790), La teoría de los sentimientos morales ×

Una amplia colmena con muchas abejas,


que vivían con lujo y bienestar…
No eran esclavas de la tiranía,
ni gobernadas por una democracia brutal:
sino por reyes que no podían hacer mal, porque
su poder estaba limitado por las leyes.
× Bernard Mandeville (1670-1733), La fábula de las abejas ×

LIBERTAD ECONÓMICA
El gobierno significa siempre coerción y compulsión y es necesa-
riamente lo contrario de la libertad. El gobierno es un garante de la
libertad y es compatible con ella solo si se restringe apropiadamente
su ámbito a la conservación de lo que se llama libertad económica.
Donde no hay economía de mercado, las mejor intencionadas dis-
posiciones de las constituciones y leyes se quedan en letra muerta.
× Ludwig von Mises (1881-1973), La acción humana ×

Estar controlado en nuestras empresas económicas significa estar


controlado en todo.
× F.A. Hayek (1899-1992), Camino de servidumbre ×

148 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


Siempre que encontramos un gran elemento de libertad individual,
alguna medida de progreso en el confort material a disposición del
común de los ciudadanos, y una amplia esperanza de que continúe
el progreso en el futuro, también encontramos que la actividad eco-
nómica está principalmente organizada por medio del libre mercado.
× Milton Friedman (1912-2006) y Rose D. Friedman (1910-2009),
Libre para elegir ×

Pocas medidas que podríamos adoptar harían más para promover


la causa de la libertad, tanto en nuestro país como en el extranjero,
que el comercio totalmente libre.
× Milton Friedman (1912-2006) y Rose D. Friedman (1910-2009),
Libre para elegir ×

LIBERTAD PERSONAL
Nadie posee el derecho de obligarme a ser feliz según la forma
peculiar en que conciba el bienestar de los otros, pero, todos tienen
el derecho a buscar su propia felicidad de la manera que crean más
conveniente, siempre que así no viole la libertad de sus semejantes,
que persiguen un fin similar para ellos, y de forma tal que su liber-
tad sea capaz de conciliarse con el derecho de libertad de todos los
demás, de acuerdo a las leyes universales posibles.
× Immanuel Kant (1724-1804), Los principios de la política ×

Los que pueden renunciar a la libertad esencial para obtener una pe-
queña seguridad temporal no se merecen ni la libertad ni la seguridad.
× Benjamin Franklin (1706-1790), Respuesta al Gobernador [de
Pensilvania] ×

La única libertad que merece este nombre es la de perseguir nuestro


propio bien, a nuestra propia manera, mientras que no intentemos
privar a los otros del suyo u obstaculizar sus esfuerzos para obtenerlo.
× John Stuart Mill (1806-1873), Sobre la libertad ×

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 149


El único propósito por el que se puede ejercer legítimamente el poder
sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada en contra
de su voluntad, es evitar el daño a los otros. Su propio bien, físico o
moral no es suficiente justificación.
× John Stuart Mill (1806-1873), Sobre la libertad ×

La libertad reside en los corazones de los hombres y mujeres; cuando


muere allí, no hay constitución, ley, ni tribunal que pueda salvarla…
×Juez Learned Hand (1872-1961), «El espíritu de la libertad», 1944,
discurso en Nueva York ×

Nuestra fe en la libertad no se basa en los resultados previsibles


en particulares circunstancias, sino en la creencia de que, a fin de
cuentas, liberará más fuerzas a favor del bien que del mal.
× F.A. Hayek (1899-1992), La constitución de la libertad ×

Una sociedad que anteponga la igualdad a la libertad, no obtendrá


ni la una ni la otra. Una sociedad que anteponga la libertad a la
igualdad, obtendrá un alto grado de ambas.
× Milton Friedman (1912-2006), Libre para elegir (episodio de TV) ×

Estoy a favor de la legalización de las drogas. De acuerdo con mi


sistema de valores, si la gente se quiere matar, tienen todo el dere-
cho a hacerlo. La mayor parte del daño a que dan lugar las drogas
se debe a que son ilegales.
× Milton Friedman (1912-2006), citado en Si la ignorancia es dicha,
¿por qué no hay más gente feliz?, por John Mitchinson ×

Deseo suerte a los anarquistas, porque es la forma en la que debe-


ríamos evolucionar ahora; pero creo que necesitamos el gobierno
para imponer las reglas del juego… Necesitamos un gobierno para
mantener un sistema de tribunales que mantenga los contratos y
regule la compensación por los daños. Necesitamos un gobierno
para garantizar la seguridad de sus ciudadanos, para que la policía
los proteja. Pero el gobierno está fallando en muchas de estas cosas

150 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


que debería hacer, porque está envuelto en muchas cosas que no
debería hacer.
× Milton Friedman (1912-2006), en una entrevista en Playboy ×

LIBERTAD POLÍTICA
Los escritores políticos han establecido como máxima que, al idear
cualquier sistema de gobierno y fijar las diversas comprobaciones y
controles de la constitución, debería suponerse que todos los hom-
bres son unos bribones y no tener otro fin para todas sus acciones
que el interés privado.
× David Hume (1711-1776), Ensayos morales, políticos, literarios ×

La democracia y el socialismo no tienen nada en común sino una


palabra, la igualdad. Pero obsérvese la diferencia: mientras que la
democracia busca la igualdad en la libertad, el socialismo busca la
igualdad en el control y la servidumbre.
× Alexis de Tocqueville (1805-1859), «Discurso a la Asamblea», 1848 ×

El Estado es la gran ficción por la que cada uno trata de vivir a costa
de todos los demás.
× Frédéric Bastiat (1801-1850), El Estado ×

La democracia es esencialmente un medio, un instrumento utilitario


para salvaguardar la paz interna y la libertad individual. Como tal,
no es en absoluto infalible o cierta.
× F.A. Hayek (1899-1992), Camino de servidumbre ×

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 151


12
CRONOLOGÍA DEL
LIBERALISMO CLÁSICO
- CRONOLOGÍA DEL LIBERALISMO CLÁSICO -
930 Primer Parlamento del mundo, el Althing, fundado
en Islandia.

973 El rey anglosajón Edgar protagoniza el primer juramento


de coronación conocido, comprometiéndose a defender
la tierra, defender la ley y gobernar con justicia.

1014 El rey anglosajón Aethelred se compromete a respetar


las leyes antiguas y por el consejo del Witan.

1066 La libertad individual y el gobierno limitado anglosajón


terminan por la invasión normanda de Inglaterra y la
introducción del feudalismo.

1215 Bajo presión, el rey Juan acepta la Carta Magna, que


reafirma los derechos de propiedad y limita la monar-
quía bajo la «ley de la tierra».

1225 Enrique III de Inglaterra voluntariamente emite una


nueva versión de la Carta Magna; se convierte en un
documento fundacional de la Constitución británica.

1265 Simón de Montfort forma el Gran Parlamento, y somete


las decisiones del rey a la aprobación por el Consejo,
en consulta con el Parlamento.

1381 La Revuelta de los Campesinos reclama la restauración


de los antiguos derechos de Inglaterra.

154 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


1517 Martín Lutero enciende la Reforma Protestante, pro-
moviendo incidentalmente un mayor individualismo.

1651 Leviatán de Thomas Hobbes propone un gobierno fuerte,


pero aboga por una mancomunidad fundamentada en
un contrato social y por el inalienable «derecho natural»
de las personas de defenderse, incluso contra el Estado.

1687 William Penn publica la primera edición estadounidense


de la Carta Magna.

1688 La Revolución Gloriosa; el rey Jaime II es derrocado y


el Parlamento establece condiciones para los nuevos
soberanos, Guillermo y María, con límites para el
poder monárquico.

1689 La Declaración de Derechos de Gran Bretaña se afir-


ma en el carácter contractual del gobierno, establece
límites a los poderes de la Corona, las garantiza con
la libertad de expresión en el Parlamento, estipula
elecciones regulares y afirma el derecho de petición
ante las autoridades sin temor a represalias.

1690 John Locke publica sus dos tratados sobre el gobierno


Civil, aportando fundamentos filosóficos a la idea del
gobierno contractual y justificando el derrocamiento
del rey Jacobo II.

1705 Bernard Mandeville publica La colmena refunfuñona, un


poema sobre los beneficios sociales del interés propio.

1720 John Trenchard y Thomas Gordon comienzan a pu-


blicar las Cartas de Catón, ensayos periodísticos que
promueven la libertad de expresión y de conciencia.

1734 Voltaire arremete contra la cultura antiliberal de Francia


en sus Cartas filosóficas sobre los ingleses.

1748 Charles de Montesquieu publica El espíritu de las


leyes, instando a la división de los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 155


1767 En Historia de la sociedad civil, Adam Ferguson des-
cribe cómo las instituciones pueden ser «el resultado
de la acción humana, pero no de la ejecución de algún
diseño humano».

1776 Thomas Paine, en El sentido común, acusa al gobierno


británico de romper su contrato social con América, e
incita a la revolución.

1776 Adam Smith publica La riqueza de las naciones, que


muestra cómo el interés personal, el intercambio
voluntario, el libre comercio y la división del trabajo
impulsan el progreso económico.

1776 Estados Unidos declara la independencia contra el go-


bierno británico por violar los «derechos inalienables»
de sus ciudadanos.

1780 La Constitución de John Adams de Massachusetts


consagra la separación de poderes, «para que pueda
ser un gobierno de leyes, no de hombres»,

1785 En Fundamentación de la metafísica de las costumbres,


Immanuel Kant esboza su «imperativo categórico» de
que otras personas deben ser tratadas como fines en
sí mismos, no como medios para un fin.

1789 Entra en vigor la Constitución de los Estados Unidos,


encapsulando la división de poderes y el gobierno limitado.

1789 El gobierno revolucionario de Francia publica una


Declaración de los derechos del hombre y del ciuda-
dano, la afirmación de la regla de no causar daño, del
debido proceso de la ley, de los derechos de propiedad
y de la libertad de conciencia; pero estos principios se
abandonan pronto.

1791 La Declaración de Derechos de Estados Unidos se rati-


fica, enumerando derechos básicos como la libertad de
religión, de expresión, la libertad de reunión, la libertad
de prensa, el derecho a portar armas, y la protección
contra la detención y confiscación injusta.

156 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


1833 El activismo de los liberales clásicos conduce a la abolición
de la esclavitud en la mayor parte del Imperio Británico.

1838 Richard Cobden y John Bright forman la Anti-Corn-Law


League (liga contra las leyes de cereales) con el pro-
pósito de abolir los nocivos aranceles de importación
proteccionistas sobre el trigo.

1843 The Economist, fundado por James Wilson, se con-


vierte en un paladín del libre comercio y el gobierno
de laissez faire.

1843 La esclavitud ha sido ya abolida en todo el Imperio


Británico.

1846 Las Corn Laws (leyes de cereales) son abolidas.

1849 Frédéric Bastiat, en La ley, afirma el derecho divino


de los individuos a defender su persona, la libertad y
la propiedad, y sostiene que el gobierno y la ley son
ilegítimos si violan estos derechos.

1851 En Estática social, Herbert Spencer presenta un argumen-


to evolutivo a favor de un Estado limitado a la defensa
de las personas y los bienes de todos los individuos.

1859 John Stuart Mill publica su clásica defensa de la liber-


tad, Sobre la libertad.

1927 Ludwig von Mises reafirma los principios liberales


clásicos en Liberalismus, aunque no se traduce al
inglés hasta 1962.

1943 Ayn Rand publica su novela filosófica El manantial,


una poderosa defensa de la autorrealización.

1944 F.A. Hayek publica Camino de servidumbre, que muestra


cómo las raíces del totalitarismo anidan en la planifi-
cación central y la coerción necesaria para respaldarla.

1945 En La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper


argumenta en contra de la ingeniería social utópica y
esboza la idea de una «sociedad abierta», con opiniones
diversas y cambio gradual.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 157


1947 Pensadores liberales clásicos de Europa y América
se concentran en Suiza en la primera reunión de la
Sociedad Mont Pelerin.

1957 Ayn Rand publica el muy influyente libro La rebelión


de Atlas, que afirma la importancia crítica de esfuerzo
individual en la creación de la prosperidad.

1958 En Dos conceptos de libertad, Isaiah Berlin diferencia


las libertades negativa y positiva, afirmando que lo
segundo permite el abuso de los ideólogos.

1960 F.A. Hayek publica La constitución de la libertad, des-


tacando las raíces, los principios y las instituciones de
una sociedad liberal clásica.

1962 El cálculo del consenso, de James M. Buchanan y Gordon


Tullock, señala los problemas del interés propio en la
toma de decisión política.

1962 Milton Friedman publica Capitalismo y libertad, que


aboga por el libre mercado, tipos de cambio flotantes,
un impuesto de la renta negativo, vales de educación
y otras ideas que en aquel entonces eran radicales.

1973 Murray Rothbard publica Hacia una nueva libertad,


una sólida aplicación de la tradición de los derechos
naturales a los problemas sociales y políticos modernos.

1974 Se publica Anarquía, Estado y utopía, de Robert Nozick,


una sólida defensa de la libertad que se opone a los
impuestos redistributivos y los tilda de asalto a la
propiedad privada.

1980 La serie de televisión Free to Choose (Libre para elegir)


de Milton Friedman lleva los argumentos liberales
clásicos a una audiencia nueva y más amplia.

1988 F.A. Hayek publica La fatal arrogancia, donde explica


que el orden espontáneo de la sociedad humana es tan
complejo que ningún planificador individual podría
jamás comprenderlo y dirigirlo.

158 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


1989 La caída del Muro de Berlín revela el atraso económico
y los problemas sociales de la planificación centralizada
del bloque soviético.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 159


13
LECTURAS
ADICIONALES
- LECTURAS ADICIONALES -

INTRODUCCIONES
• Ashford, N. (2013) Principles for a Free Society. Stockholm: Jarl
Hjalmarson Foundation. Exposición corta y minuciosa de los
principios sobre los cuales se fundamentan una sociedad libre
y una economía libre.

• Butler, E. (2011) The Condensed Wealth of Nations. Londres: Adam


Smith Institute. Compendio de la economía liberal clásica de
Adam Smith y de su ética.

• Butler, E. (2013) Foundations of a Free Society. Londres: Institute


of Economic Affairs. Esquema simple de los principios básicos
que fundamentan una sociedad libre, como la libertad, los dere-
chos, la tolerancia, el Estado de derecho y el gobierno limitado.

• Friedman, M. con Friedman, R.D. (1962) Capitalism and Freedom.


Chicago, IL: University of Chicago Press. Esquema clásico de
los argumentos a favor de una sociedad libre y una economía
libre, con propuestas de políticas radicales.

• Friedman, M. con Friedman, R.D. (1980) Free to Choose. Nueva


York: Harcourt Brace Jovanovich. Atractivos argumentos a
favor de una sociedad libre, basados en la serie de televisión
del mismo nombre.

162 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


• Hannan, D. (2013) How We Invented Freedom and Why It Matters.
Londres: Head of Zeus. Experto rastreo de las ideas liberales
clásicas desde la época anglosajona hasta nuestros días.

• Palmer, T.G. (2011) The Morality of Capitalism. Arlington, VA:


Students for Liberty y Atlas Foundation. Breve colección de
ensayos sobre la moral, la cooperación, el progreso, la globali-
zación y la cultura del liberalismo clásico.

• Palmer, T.G. (ed.) (2013) Why Liberty. Arlington, VA: Students for
Liberty y Atlas Foundation. Colección de ensayos sobre temas
libertarios y liberales clásicos.

• Palmer, T.G. (ed.) (2014) Peace, Love, and Liberty. Ottawa, IL:
Jameson Books. Serie de ensayos variados que muestran cómo
la libertad social y económica promueve la paz internacional.

• Pirie, M. (2008) Freedom 101. Londres: Adam Smith Institute.


Ciento un argumentos en contra de la economía de libre mer-
cado y una sociedad libre refutados en una página cada uno.

• Wellings, R. (ed.) (2009) A Beginner’s Guide to Liberty. Londres:


Adam Smith Institute. Explicaciones sencillas de los mercados,
los derechos de propiedad, la libertad, el fracaso del gobierno,
las prohibiciones y el bienestar sin el Estado.

VISIONES GENERALES
• Butler, E. (2011) Milton Friedman: A Concise Guide to the Ideas and
Influence of the Free-Market Economist. Petersfield: Harriman
House. Introducción simple a las ideas económicas y políticas
del reconocido economista liberal clásico.

• Butler, E. (2012) Friedrich Hayek: The Ideas and Influence of the


Libertarian Economist. Petersfield: Harriman House. Introduc-
ción simple al teórico político liberal clásico que desarrolló gran
parte del pensamiento moderno sobre la sociedad espontánea.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 163


• Butler, E. (2012) Public Choice – A Primer. Londres: Institute of
Economic Affairs. Explicación simple de los fallos del gobierno,
los problemas del interés propio en los sistemas democráticos,
y argumento a favor de las restricciones constitucionales.

• Cranston, M. (1967) Liberalism. En The Encyclopaedia of Philosophy


(ed. P. Edwards), pp. 458-461. Nueva York: Macmillan y Free Press.

• Kukathas, C. (2003) The Liberal Archipelago. Oxford University


Press; 1994. Una fuerte defensa de la diversidad, el multicultu-
ralismo y los derechos de las minorías.

• Meadowcroft, J. (ed.) (2008) Prohibitions. Londres: Institute


of Economic Affairs. Conjunto de potentes argumentos en
contra de los controles del gobierno sobre muchos estilos de
vida diferentes.

• Smith, G.H. (2013) The System of Liberty: Themes in the History


of Classical Liberalism. Cambridge University Press. Esquema
de la historia y los diferentes puntos de vista de los liberales
clásicos sobre temas clave como el orden, la justicia, los derechos,
la anarquía y el papel del Estado.

TEXTOS CLÁSICOS
• Bastiat, F. (2001) [1849] Bastiat’s «The Law». Londres: Institute
of Economic Affairs. Clásica declaración de las ideas liberales
del político y escritor francés.

• Berlin, I. (1969) Two concepts of liberty. En Four Essays on


Liberty. Oxford University Press. Artículo en el que diferencia
las libertades positiva y negativa.

• Hayek, F.A. (1944) The Road to Serfdom. Londres: Routledge.


Clásico planteamiento breve en tiempos de guerra sobre los
peligros de la planificación central y el gobierno sin restricciones.

164 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


• Hayek, F.A. (1960) The Constitution of Liberty. Londres: Rout-
ledge. Voluminoso libro sobre el origen de las ideas liberales y
los principios en que se basa una sociedad libre.

• Hayek, F.A. (1988) The Fatal Conceit (3 volúmenes). Chicago,


IL: University of Chicago Press. Declaración de los principios
que sustentan nuestros órdenes sociales y económicos es-
pontáneos, y el argumento contra el intento de planificarlos
de manera centralizada.

• Hazlitt, H. (1946) Economics in One Lesson. Nueva York: Harper


& Brothers. Aún considerado por muchos como el mejor libro
de introducción a la economía liberal clásica.

• Locke, J. (1960) [1689] The Second Treatise of Government. En Two


Treatises of Government (ed. P. Laslett), pp. 283-446. Cambridge
University Press. Justificación filosófica de la idea del gobierno
contractual y limitado, y del derecho del pueblo a derrocar un
gobierno que viola ese contrato.

• Mill, J.S. (2008) [1859] On liberty. En On Liberty and Other Essays


(ed. J.S. Mill). Oxford University Press. Texto clásico sobre el
argumento a favor de la libertad, el principio de no causar
daño, la libertad de expresión, un gobierno limitado, la justicia
natural y la tolerancia.

• Popper, K. (1945) The Open Society and Its Enemies. Londres:


Routledge. Defensa filosófica de la sociedad libre y crítica devas-
tadora a los intentos de rediseñar la sociedad en forma masiva.

ENLACES WEB SELECCIONADOS


• Blog del Adam Smith Institute. Blog dinámico de puntos de vista
liberales clásicos sobre temas políticos, sociales y económicos
actuales: <http:// www.adamsmith.org/blog/>.

UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 165


• Cato Institute. Un importante think tank de Washington dedicado
a difundir la filosofía de la libertad a través de la investigación
y comentarios en los medios: <http://www.cato.org>.

• IEA TV. Vídeos cortos del Institute of Economic Affairs sobre


temas actuales, investigaciones, libros, eventos y temas: <http://
www.iea.org.uk/tv>.

• Learn Liberty. Vídeos cortos del Institute for Humane Studies,


con puntos de vista liberales clásicos sobre economía, política,
derecho, historia y filosofía: <http:// www.learnliberty.org/
videos/>.

• Liberty League. Promueve las ideas a favor de la libertad entre


los estudiantes y jóvenes profesionales en el Reino Unido, y
realiza la mayor conferencia anual del Reino Unido sobre el
libre mercado: <http://uk libertyleague.org>.

• Mercatus Center. Trabaja para cerrar la brecha entre el mundo


académico y los problemas del mundo real mediante la formación
de los estudiantes, la investigación y la producción de soluciones
a problemas sociales: <http://mercatus.org>.

• Online Library of Liberty. Recurso masivo del Liberty Fund,


con libros y escritos claves de los liberales clásicos a través del
tiempo: <http://oll.libertyfund.org>.

• Reason Foundation. Uno de los principales think tanks de los


Estados Unidos que publica una destacada revista sobre ideas del
mercado e investigaciones sobre políticas: <http://reason.org>.

• Students for Liberty. Una red de grupos de estudiantes a favor


de la libertad (más de 100.000 estudiantes en más de 1.350 grupos
en todo el mundo): <http://studentsforliberty.org>.

166 - LIBERALISMO CLÁSICO - UN MANUAL BÁSICO


UN MANUAL BÁSICO - LIBERALISMO CLÁSICO - 167

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